Raza Vencida : Tragedia En Dos Actos
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MAX GRILLO Raza Vencida Tragedia eu dos aclos PREFACIO DEL AUTOR _. -.~.+.-- BOGOTA I.IBRERÍA DE J(JUO & M AX GRILLO 1\14-Calle 12-100 MCMV RAZA VENCIDA , MAX GRILLO Raza Vencida Tragedia en dos ' actos PUEto'ACIO DEL AUTOR , • ••• BOGOTA LIBRERíA DE JULIO & MAX GRILLO lM-Ca.lle 12-196 HCMV \ Es pl"opiedad del autor. , 11l1·Rl!:NTA. VE ll" Luz.-nOGOTA. Puente de San Francisco • } QUIEN V}1}1 LEER CONSIDERADOS literariamente los pueblos ameri canos, dependen aún de la metrópoli y, llámense Colombia ó México, Venezuda ó Argentina,_ ~on tinúan siendo provincias españolas. Si se alejan unos de otros por los desiertos y los montes, por la mezcla de razas, por la diversidad de aspiracio nes, por la:;; influencias que reciban de los extraños, por cambios en las costumbres; los une, los unirá siempre un lazo, el más fuerte vínculo) el más sim pático: el idionlil. El idioma es el alma de las na ciones. Mientras hablemos uno 11lismo en la Anlé rIca colombina seremos un luismo cuerpo, un ,nismo pueblo. Obra grande fue la realizada por los conquistadores al imponer en el Continente la lengua de Castilla sin permitir la germinación de dialectos, ora porque fuesen de . índole domeña- ( ble las tribus y fácilmente vencida su alma autóc• tona, ora porque prevaleciesen en las heroicas em presas los soldados castellanos, unificando fuera de la Península lo que allá nunca se ha consegui do. Fecunda obra cuyos resultados serán en lo fu turo la solidez de la nacionalidad panhíspánica. • • VI· Á QUIEN VA Á LEER Seria tarea casi imposible crear una literatu ra genuinamente americana Ó criolla. Sea dicho, aunque de paso, que á los habitadores de estas tierras nos corresponde enriquecer la lengua con las voces y giros que, bien naeidos, invente núes tro pueblo para su uso, así como nos toca explotar en lo posible bs tradiciones, la historia y la vida americana para que á lo. menos en la elección de los asuntos aparezcamos haciendo literatura indí gena, y no cual modestos arrendajos ré'pitiendo en minúsculas proporciones la novela, el poema, la crítica, el arte de pueblos extraordinarios. Es cierto que las manifestaciones de la 'belleza son universa les y que es propin de poetas é imaginativos de toda especie alejarse del solar nativo en busca de paisajes, costuml;lres, héroes y dioses exóticos, po¡ Ser ley humana que no satisfaga el bien poseído y se anhele el goce del ajeno. Suele obsen'arse que las vocaciones literarias se determinan por la lectu ra y rara vez por la contemplación de la naturaleza y la vida interior. De aquí las floraciones de arte francés Ó griego en medio de la selvática incuria de nuestras labranzas tropicales. Pobre de origina lidad será la existencia que nos ha tocado, mas de bemos vivirla con la intensidad de que seamos ca paces. Si no alcanzamos á dar á las cosas familia res interés digno de atraer á los compatriotas, me nos lograremos conquistar á las gentes forasteras, al rimar Ó exprimir Jos temas que para ellos son de doméstico trato. La ley de la división del trabajo también debe aplicarse en el terreno del arte. Los franceses, los alemanes, no exigen de nos otros que les descubramos SlIS paisajes hermosos Á QUIEN VA Á LEER VIl ni las reconditeces de sus almas; vastos y podero sos ingenios lo han hecho en aquellos países. Lo,; extranjeros nos piden cuadros de nuestra vida tormentosa de pueblos en ebullición, pinturas de los paisajes andinos, psicología de nuestras almas veleidosas y ardientes. U n espíritu de ruda cepa --castiza, de originali- dad indómita, Miguel de Unamuno, ha dicho que los intelectuales americanos deben al!lericanizarse; y Díaz Rodrígucz, novelista encantado'!:"'y ágil, que analiza el alma criolla en Idolos rolos y Saug,'e pa tricia, llama á su falange al campo del americanis mo. Un poeta de estro elocuente, desvirtuado en veces por la filigrana del concepto, José Santos Chocan o, realiza en poemas resonantes el Alma de A- m,érica. Ignoro si mi vena lírica ha si(~. .o impubada ha cia lo indígena porque tenga)'o sangre de conquis tadores Ó dc vencidos. Séame permití do solamente anotar que desde mis comienzos literarios he bus cado la fuente cas!iza, 13. cual se .resume para mí en el amor á la estirpe nacional, al cielo de la pa tria, á sus paisales, á sus "'monumentos, á sus tradi. ciones y glorias. Jamás me fue indiferente su desti no; luché por ella en todas las palestras, inquirí su historia é hice la profesión de mi ensueño bajo el cimborio de sus tempestades. Considero necesario poner algunas notas mar ginales á la tragedia Ó poema trágico que titulo Raza vencida. El uso de mitos de la fábula chib cha me obliga á ello por tener en cuenta que aun entre nosotros son poco conocidos. La historia de los ITIuiscas, cuyo reino conquis tó Gonzalo Jiménez de Quesarla, carece del interés Vlll Á QUIEN VA Á LEER que tiene la de aztecas y peruanos. Sus leyen das fueron apenas recogidas por los cronistas, quienes, ó carecían de instrucción suficiente para dar valor á los monumentos y tradiciones in dígenas, ó por celo religioso los destruían como obras diabólicas. Tal era el proceder de los letra dos. Es de suponer cuál sería el de los hombres de armas, en general ignorantes. "El Arzobispo Fray Cristóbal de Torres, dice Acosta, hizo cortar dos her:nosas palmas que da ban sombra á los estanques del Zipa, en Tabio, porque los indígenas las miraban todavía co~ cierta veneración después de un siglo del descu brimiento, como que les recordaban los tiempos de su independencia. y nótese que este respetable prelado, cuya memoria es grata por haber fundado el Colegio del Rq.sario, fue de los españoles más ilustrados." Así en la Edad Media los obispos destruyeron las Rocas del deslillo, consagradas, se gún se cree, {¡ la Luna y á la Serpiente, y San Bo. nifacio derribó la el/cil/a del DOllar. (l) El autor del libro Los Cltibchas al/les de la conqnisla espaiiola, estudio de los más meditados que existen acerca del asunto, disculpa á los demo ledores con razones que no del todo hago mías: "Si el celo de los misioneros los llevó á quemar por centenares informes y grotescos ídolos de ma- ! dera, nada perdió el arte con esto .... " La faIta absoluta de toda clase de escritura chibcha ha hecho imposible el esclarecimiento de (1) V(:ansc CompcHdiu histórico del descubrimiento y coloni- zaM.6n de la .Nueva Granada en el flfalo.décimoscxto, por el Co rODol .JoaQuín Acosta.. 18-18, y Nuestro Tiempo, entrega de Ju· nio. 1005 . • Á QUIEN VA Á LEER IX su vida histórica. Con todo, he creido suf}cienfes los datos que nos traen los cronistas, aumentados por escritores modernos, tales como Zerda, en El Dorado, los dos Restrepos (D. Vicente y D. Er nesto), para fundar los detalles de la tragedia que verán los lectores. Para mí la mitología chibcha nada tiene de despreciable; por el contrario, sus ingenuos mi tos suelen presentar la ele\'ación de los símbolos de la naturaleza. La religión chibcha era una mezcla de sabeís• mo é idolatría. De las prácticas fetichistas ,¡'ha bían levantarlo los indígenas á la aclaración de los astros, á consagrar las lagunas, los ríos y las selvas á sus númenes supremos. El Sol (ZGHÉ) era la dei dad excelsa, y CHÍA (la Luna), s-u compañera ce leste, diosa melancólica, temida por los hombres. CHIMINIGAGU~crtenece á otro orden religio so: no era una deidad antropomorfa. Era un dios sin culto, cspiritt!.al, algo -como el Uno, el creador- de la luz, Ó sea del Todo. BOCHICA parece haber sido '122. profeta, tal vez un viajero huda que les enseñó á hilar el algodón, á tejer los vestidos y á hacer otras cosas útiles que, probablemente, olvidaron las tribus nómades. Opi no que Bochica y Xcnquethe\'a designan ull~mis· ma deidad. CHIBCHACÚ»l era el p¿:otectgr especial de los ml1lscas. CUCHABJBA, escrito frecuentemente por los his toriadores, Cuchavira, á pesar de que carecía de las letras r, d y 1, el alfabeto muisca, según opi nión de quienes estudian su dialecto. Cuchabiba • x Á Q~IEN VA Á LEER era aire resplandeciente, el arco iris, que había servido á Bochica para sostenerse en el ciclo mien tras forma ha el Tequcndama. BACH {J E era la madre de los c1}i behas, protec tora de las hnrtalizas. CHAQI'I~N, dios Término de su mitología, pre sidía las carreras y los juegos atléticos. TOMAGATA, dice el Sr. Restrepo Tirado, era "monstruo de cllatro oreja" y un solo ojo en la frente, tenia una cola semejante :i la del tigre. To das las noches hacía diez viajes de Tunja :i Snga moso, deteniéndosc en los adoratorios. ¡Pobre de quien le enojara! Tomagata le cOI",ertía en cule bra, lagarto ú otro animal." Su nombre significaba masa que hierve. Como la tradición era oral, nada de raro tiene que los nombres de las deidades mismas fuesen desvirtuados ai ser trasmitidos de unos pueblos á otros. La oscnridad que rodea los mitos abre cam • po al misterio y sugiere la concepcic">n poética. El numen es una luz imprecisa quc sc complace en alumbrar lo incierto. La imaginación borda en la tela de nombres y hechos vagos un poema que, dados los gustos modernos, dehe aparecer lírico y épico á la vez. Predecesores ilustres he tenido: Luis Vargas Tejada, ingenio de cultura extraordinaria para Su época, espíritu intranquilo, repúblico de ardientp.s convicciones, compuso una tragedia, SlIgamllxi, en versos inspirados por sus lecturas de clásicos fran ceses y españoles del siglo XVIII.