ABRIR TOMO I UNIVERSIDAD COMPLUrBNSE FACULTAD DE GEOGRAFíA DE MADRID E HISTORIA

José Maria Goñi Galarraga

TESIS DOCTORAL DIRIGIDA POR EL DR. D. VICENTE PALACIO. ATARD

MADRID 1990 TOMO JI

AÑA Y LA

ONTÍFJClA (1 848 - 185

texto: Volumen II

capítulo segundo (2.3) - capítula III y parte del capítulo cuarto (4.1 y 4.2) (521 -975 páginas) ESPMIA Y LA HUIDA DEL PAPA

2. 3, jESP~flfl POR EL PAPfl!

SUMARIO: La rc~volución ronna a través de rumores y confusiones (624) — La ¡cuarte de Rosgí ensayo general de solidaridad (627) — La ofensiva en pro de la acción en la piensa ~oderada(628) — Palabras de la Reina en la solana apertura de Cortes (638) — Conf iguradón del ultramontanlsrao en la Iglesia <640)

LOE ultramontanos y católico—liberales en Espada ~S45)— Harváez y Brunelil en trance de sinceridad

(663) — Rogativas póblicas en el Reino en favor del Pio U (558> — Un huastrario de religlosida4 popular

(582)- Las Pastorales de los obispos al pueblo fiel (SSS> — Exposición del Episcopado espaflctí a No IX

<579) - Donoso Cort&s contextualizado (583) Donoso Cortés en la órbita del catolicisoo francés (586> —

Donoso Cortés católico intranFigente (589) — Visión de los sucesos de 1848 en Donoso Cortés (596) — La crisis romana en el debate parlalhentario (599> [Ladictadura del sable! para salvar a P(o IX (803)

Garapafia intervencionista de La Espaifa (810) — HOJAS (SI?),

Este ritual grito de tantos católicos españoles de la posteridad en sus visitas colectivas a un sucesor de San Pedro a fines del siglo XIX y más todavía en el XX ¿podría servir cono correcta rúbrica para caracterizar el impacto creado en toda España por la revolución romana del otoño del ‘48 y la consiguiente huida del Papa de Roma?

Creemos que sí . La reconciliación oficial de la Santa Sede y España, sellada con el intercambio de representantes entre ambas Cortes y la oportunísirna presencia de Martínez de la Posa en Roma como protector del Papa sumido por la ola revolucionaria en su propia casa, cambiaron de naturaleza y de dinánaica el estado de las relaciones entre ambas Cortes, pasándose de la búsqueda del marco Jurídico de la colaboración mutua a una estrecha amistad que culminará en el Concordato de 1651; los infortunios del Papa exilado crearán las condiciones idóneas para que el pueblo católico español plebiscitara la activa participati6fl que el moderantismo narvaizino quiso tomar en la defensa de Pío IX.

En cualquier caso este es el análisis político al que llega el gabinete Narvaez. La revolución romana del otono del ‘48 reproducía en cierta manera los rebrotes revolucionariOS de la primavera española del nisflo ESFA*4A Y LA HUIDA DEL PAPA NS 000522

año, por ello, no carecía el gobierno español de experiencia y de motivaciones para implicarse políticamente en la crisis romana Pero todo esto hubiera sido muy insuficiente para lanzarse en una operación diplomática de alto rango y en la organización de una expedición militar exterior, si además, el gobierno no hubiese percibido desde el primer instante la dimensión religiosa del drama pontificio y la oportunidad de oro para la Corona de recuperar una dimensión histórica tradicional de esta institución la de protectora del Pontificado romano.

Isabel II comprometida a favor de Pío IX era una manera de acelerar el arreglo de problemAs Jurídico— técnicos pendientes con Roma y de percibir sustanciosos dividendos políticos de la masa católica de Espafía. Se velan reunidas las mejores condiciones de una sana iniciativa exterior derivada como enseñan los cánones de una exigencia de la política interior.

¿Qué reacciones cabía esperar del sentir profundo del catolicismo espaflol al conocer los dramáticos acontecimientos romanos? Es lo que nos toca exponer ahora. El sobresalto emocional y de solidaridad de español (la Corte, el gabinete y los estamentos oficiales, grupos sociales y pueblo cristiano en general) con el infortunio del autoexilio o fuga de Pío IX será generalizado y muy sincero; podríamos calificarlo de plebiscitario si nos atenemos al dato del Nuncio Brunelíl que lo cifra en la de las cuatro quintas partes de la entera población española <250), panorama que evidentemente avalará la decisión del gobierno de traducirlo en una acción exterior de protección y auxilio del Papa y de reordenación del estauto internacional de la Santa Sede de ambición y envergadura.

Dedicado este trabajo a estudiar la acción diplomática de España en este lance a lo largo de los

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capítulos que siguen y conocido por el apartado anterior de este capítulo segundo el protagonismo tan noble y activo Jugado por su embajador en Roma en la fase anterior, ahora, como intermedio histórico que demuestre la legitimidad y la representatividad que le asistía al gabinete narvaizino en su diplomacia propontificia y de caracter católico, quisiéramos dar a conocer el impacto social producido por los acontecimientos romanos.

El gabinete narvaizino con una convocatoria oficial al pueblo español a Rogativas pone a la nación entera en procesión cuando no de hinojos Los obispos plenamente identificados con la actitud del gobierno, cuya religiosidad siempre es atribuida a la piedad de la Reina, secundan la llamada con exhortaciones pastorales y llamamientos que con mayor o menor profundidad tematizan sobre puntos doctrinales acerca de la Iglesia, el Papado, sus enemigos presentes, formulando así un Juicio global sobre la coyuntura política del 46 europeo y sus soportes ideológico— Jurídicos fundamentalmente muy negativa

En los comentarios de prensa que se suceden y en los mentideros políticos se superponen opiniones de la coyuntura que ha hecho posible el drama romano; a este respecto nada más significativo que el discurso de la Dictadura pronunciado por estos días por Donoso Cortés en la Cámara, que si bien por su significación e importancia rebasa el marco coyuntural en el que fué pronunciado — de ahí su notoriedad — quisiéramos situarlo en su real contexto histórico y aquilatarlo a la luz del motivo inmediato de su formulación: la angustiada llamada a la acción del gobierno para liberar a Pío IX de sus enemigos y restaurarlo en la plenitud de sus derechos políticos.

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La revolución romana a traVéE de rumores y confusiones

Los dramáticos acontecimientos de Roma llegaron a la Villa y Corte de forma harto contradictoria y confusa, cosa fácilmente imaginable si se recuerdan, lo inesperado y súbito del acontecimiento de la huida, el deliberado ocultamiento de la forma y destino finales de Pío IX y sobre todo la lentitud y precariedad técnicas de los servicios telegráficos en esta su fase incipiente hasta el punto que dejaban a gobierno, embajadas y agencias periodísticas de Madrid y cte España, comparados con otras capitales europeas, en un aislamiento muy desfavorable. Pero en fin, los primeros rumores de Roma aventados por la prensa parisina, los barcos marselleses tocando puertos españoles y los partes telegráficos vía Bayona (Francia) hicieron poco a poco la luz, más tarde confirmada por los despachos diplomáticos enviados al gobierno desde Gaeta, Rápoles y Paris,

Las anotaciones de calendario de Brunellí permiten establecer con seguridad la cadencia de conocimientos de las fatales noticias. El anochecer del 25 dc noviembre — la jornada de arribada de Fío IX a Gaeta, o sea, con un retraso de diez días sobre los acontecimientos — se conoció en Madrid el asesinato del Conde de Rossi <251>; a los tres días llegaba el pormenorizado y testimonial despacho de Martínez de la Rosa sobre el hecho (252) El 3 de diciembre el embajador francés en Madrid Lesseps informaba al Nuncio de la noticia inserta en el apartado de última hora del Boletín de Bolsa cte Paris, acabado de editar a las cuatro de la tarde del 28 del pasado mes, en que se comunicaba el envío del diputado francés De Corcelles al Papa con la expedición naval adjunta como instrumento de protección de la persona de Pío IX <253).

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Brunellí al conocer esta última nueva augura equivocadamente que tal iniciativa militar francesa será suficiente para que retorna la paz a la Ciudad Eterna. En cualquier caso este precedente francés sugiere al prelado la idea de incitar a Narvaez a un gesto similar concertando con dicha intención una entrevista con Pidal para la mat~ana del día 4 <254>.

Esta jornada fué fecunda en sobresaltos y sorpresas. Muy de mañana Brunellí se disponía a salir de su casa camino del ministerio de Estado a la entrevista concertada cuando se vió sorprendido en el un¡bral de la propia Nunciatura con la presencia del Marqués de Pidal en persona el motivo no era para menos — teniendo en sus manos la carta de Martínez de la Rosa del día 26 escrita desde Civitavecchia <255) con la imponente noticia: ¡El Papa había huido secretamente de Roma 1 Una circunstancia agravante del hecho, seguramente muy desigualmente sentida por cada interlocutotOrl se desconocía el rumbo del fugado aunque las sospechas apuntaban hacía el cobijo en una nave francesa por falta momentánea de un buque espaflol disponible en Civitavecchia .

Pero la zozobra del destino definitivo del Papa no habría de durar muchas horas pues el mismo día, el cónsul español en Bayona dictaba un telegrama del Duque de Rivas desde Nápoles, anunciando la arribada de Pío IX a Gaeta <256>. Tan sólo el día 16 de diciembre habría de recibir el Nuncio una comunicación oficial de la Curia confirmándole los acontecimientos y orientando su conducta política en las nuevas circunstancias <25?>.

La conformación definitiva de la grave noticia en la prensa de la Capital pasa por un mar de

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especulaciones. rumores y desmentidos, explicables si se quiere conocido el problema de la pobre infraestructura técnica de que se dispone para conectar con Europa pero no justificable de la mediocre profesioflalidad de los servicios informativos de los periódicos de la época y sobre todo de

las agencias — la protesta queda patentizada precisamente

durante estos días en algún periódico (258) — y servicios telegráficos.

Los errores de información sobre el acontecimiento son múltiples; El Católico del df a 27 de noviembre especula todavía sobre la posibilidad de vida de Rossi asesinado el día 15 <259); la estrecha dependencia de las informaciones francesas es más que evidente al insistir una y otra vez en la posible llegada del Papa a Marsella u Tolón, incluyendo en el séquito pontificio de este hipotético viaje al Secretario de la embajada espaf~ola Gonzalez de Arnao

Esta danza de dudas provoca quizás sin pretenderlo un periodismo de intriga y suspense novelescas que a lo mejor contribuyeron a su modo a acrecentar el impacto de la huida en la opinión pública espaflola La ferviente solidaridad hacia Pío IX nacida en esta ocasión supera los niveles de pura adhesión religiosa a la Cabeza Visible de la Iglesia adquiriendo ribetes de caballerosidad y honor típicamente hispanos. El gobierno de Narvaez recoge pues la vibración conmocionada del pueblo con gran sentido de la oportunidad juzgando que le permite un margen de confianza

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muy grande para ciertas decisiones que hacia tiempos no disponía gobierno espaitol alguno

El Nuncio Brunellí tras sobreponerse a las emociones del primer instante y recobrando la frialdad propia de su oficio, podía establecer a len loe mismos días de las descontroladas nuevas ej. anverso y reverso de este dramático fin de año 1848: comprendí que la huida habría de ser forzosamente “sefial y principio de grandes desgraciasTM <263> pero de la dolorielma conmoción se habían de sacar bienes al contemplar la fe y devoción del pueblo espaflol hacia el Papa en forma plebiscitarial desde la Corte, gobierno, embajadas y magistratura hasta la población entera de la Capital y provincias <264>.

La muerte de Ronsí ensayo general de solidaridad

La muerte del Conde Poseí ofrece la primera oportunidad de una masiva concentración del pueblo piadoso de Madrid en la Iglesia de los Italianos, templo precisamente bajo el cuidado pastoral y la jurisdicción eclesiástica de la propia Nunciatura. El triduo de oraciones organizado para suplicar la libertad, seguridad y Ealud de Pío IX abarrotaba el templo de tal forma que parte del público hubo de seguir una ceremonia no breve desde la plaza contigua al recinto sacro <26~>.

La conjunción de miras entre el Nuncio y el gobierno espaflol que se crea estos días llega a su clinaz óptimo: plena satisfacción del gabinete por la caballerosa conducta de Martínez de la Rosa en los instantes del pronunciamiento del 16 de noviembre; órdenes militares inmediatas enviando El Lepanto -a aguas italianas acompafíado

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de un bergantín y un buque — no hacían falta dichas órdenes

pues la nave ya habla salido de Barcelona el día 27 (266) - condecoraciones al Nuncio <267> y más tarde al cardenal Antonellí y sobre todo disponibilidad absoluta para arbitrar decisiones de ayuda al Papa al compás de los acontecimientos. Brunellí en la entrevista con Isabel II el 30 de noviembre con ocasión de la entrega de una carta de Pío IX a la Reina, se sintió conmovido por laE muestras de simpatía para con Pío IX mostradas por Isabel II y la Reina Madre <268>,

Aprovechando las noticias de prensa de Paris acerca del envio de una flota de auxilio al Papa por decisión del general Cavaignac, jefe del gobierno republicano. Brunellí juega a fondo la baza del amor propio de Narvaez y su gabinete, ensalzando el gesto caballeresco y elegante de los republicanos franceses y proponiendo a su vez que España arbitrara alguna fórmula en el mismo sentido. En verdad, no es que el Prelado romano tuviera demasiado confianza en la capacidad operativa del eJército español, sobre todo de la Marina, atendida la mediatizaciión que significaba en el momento los 40,000 hombres movilizados en Cataluña contra los facciosos carlistas <269) y la vigilancia sostenida que exigían los brotes republicanos por doquier tanto dentro como desde las fronteras pirenaicas en un alio como el ‘48 que batí a conocido dos problemáticos amagos de asalto al poder narvaizino.

La ofensiva en pro de la acción en la prensa moderada

A falta de eficaces auxilios militares de loe que España pudiera prestar al Papa, la nación haría gala de sus sentimientos filiales para con el Papa en el arden de la piedad y de cierta retórica declamatoria, pero que e).

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gobiernO en cualquier caso loquier’e canaliza.r~ primero en el orden diplomático y más tarde en la acción militar, Contribuye en alto grado a la inodelación de esta política activa proyectando a España hacia el exterior, la propia prensa ministerial en una serie de artículos dedicados a la revolución romana, calificados por el propio Nuncio de fortísimoS Sin pretensión de ofrecer un riguroso resumen de la prensa de la Villa y Corte sobre el terna, valga este apunte cono muestrario del pulso político y religioso de fines del ‘48, con todo lo que en el mismo hay de fijación, pasión epocal y emotividad coyunturaL

El primer hecho grave revelador de la crisis romana, el asesinato del hombre fuerte del ejecutivo pontificio, Rossi ¿habrá que computarlo como hecho fortuito, como accidente de una fiebre liberal mal controlada por el pueblo romano o más bien como el síntoma patente de que Roma ha caído en mano de sus demagogos? El combativo periódico moderado de Pedro Egaf¶a “La Espafla” <270) se decantaba por la hipótesis más grave y pesimista, por esta vez dando en el blanco: “No os hagáis ilusiones, Pío IX ya no impera en Roma. Pío IX es tDdavítk y será Vicario de Jesucristo, pero Pío IX ya no es seifor temporal de sus estados, la dominación ha pasado a los clubs; las sociedades secretas pueden ya ceflirse la Tiara” <271).

En vano los progresistas se esfuerzan en minirninar los rasgos tumultuarios de la crisis romana buscando explicaciones lenitivas o extreinat.dO detalles que permitan suponer la legalidad del gabinete Galletti, puntualizando por ejemplo con evidente inexactitud, que formaba parte de dicho ministerio el “cardenal~’ Rosminí — no llegó a serlo nunca aunque se rumorsó su posibilidad por estas fechas y rechazó positivamente la oferta del ministerio de Instrucción Pública en el citado gabinete — para mejor acreditar su regularidad.

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El Católico del día 29 de noviembre iba encabezado por una breve y taxativa declaración que pretendía salir al paso de la eventual legalidad del gobierno romano instalado con ocasión del tumulto del 16 de noviembre, cuyo origen no revelado dejaba a las claras su alta procedencia y así lo intuyeron los lectores. Era en efecto del propio Nuncio y toda la prensa excepto la progresista, detalle significativo anotado por Brunellí, la reproducía: “Se nos autoriza para declarar que las concesiones que 5. Santidad ha

hecho <...> han sido hechas cediendo únicamente al imperio de la fuerza, pero no sin haber hecho antes E. Santidad la nñs solemne protesta ante los individuos del Cuerpo Diplot.tioo que se hallaban en su presencia” (272>.

El episodio romano se inscribe a juicio del periódico gubernamental El Heraldo en el contexto de la acción demagógica de los demócratas y socialistas de las que tantas pruebas existen en este aflo del ‘48. La ambición de sus descabellados propósitos les llevan a metas diametralmente opuestas a las pretendidas: en París en las barricadas de Junio iban al socialismo y toparon con la dictadura del general Cavaignac¡ el rey piamontés Carlos Alberto buscaba la conquista de Milán y se encontró asediado en la capital de su corte Turin; los pueblos italianos cróatas y magiares se han empeflado en una , Ahora en Roma, pensando en subir al Capitolio terminarán por ser descabezados desde la roca Tarpeya. Son los resultados de la demagosia <273>. A los liberales responsables y moderados les toca por todo ello separar la libertad de sus excesoel por eso protesta el periódico, porque los “adalides del progresO <. . 3 pugnan por hacer aborrecible el nombre de la libertad” <274>.

En su vocación de encarnar la síntesiE de liberalismo y catoliCiSXflO, el órgano más autorizado del gabinete Narvaez, es asimismo el primero en plantear las

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razones de una eventual participación espaifola en la restauración de Roma, enmarcando esta iniciativa en el contexto globalde la política exterior del ministerio. Si hasta ahora, explica El Heraldo, henos manteninido la opinión de un prudente distanciamientO de la Europa sacudida por la revolución del año en curso, sin embargo, por respeto a la soberanía de cada país hemos propugnado el reconocimiento de un régimen tan opuesto a nuestras convicciones como el de la República Francesa; esta actitud de neutralidad política resulta en el caso presente imposible; ahora estamos ante “uno de aquellos poquisiiiifls casos en que, al contrario, deb:nnos predicar la intervención” ¿Por qué? porque la causa que ahora abordamos no es política sino religiosa; no es ni romana, ni italiana sino católica; pertenece a la sociedad entera y a la humanidad y corno tal debemos defenderla; por ello nos ponemos a su servicio y “nuestras arras pertenecen de derecho a su causa” <275> Los romanos con el asalto al poder pontificio han rebasado los límites que ni los herejes del 5. XVI, ni los jansenistas, ni los filósofos del S. XVIII transgredieron <276>.

La presente crisis si bien en supuesto alguno compromete la existencia de la Iglesia que vive por los siglos cimentada en la promesa de perennidad de su Fundador y que en rigor la Iglesia “no es el gobierno temporal del Papa coic la Iglesia no es el absolUtiSDMJ ni la democraCia”, con todo el triunfo de la anarquía y de la República en la ciudad sede del Papado significarla algO de indefinido, de temeroso que no puede explioa¿rSS pero que eBt& en la conciencia general” (277); por de pronto, la separación del poder temporal y espiritual sería ruinosa para la supremacía que el pontificado romano ha ejercido para el bien de Europa <278>.

Por ello se impone la acción inmediata. planteada la cuestión romana como un duelo de los demagogos

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contra Dios, el catolicismo dejaría de serlo si no se pusiera en pié, ¡reacción o muertel (2179). Sólo can una enérgica cruzada el azote será tan sólo medicina celeste en castigo de los extraviados <280>. Nadie puede sentirse autoescluido de este concurso de los hombres del orden: monarcas, hombres religiosos, pacíficos y honrados ciudadanos, en contra de esa invisible red de sociedades secretas que lejos de querer la democracia tratan de explotar la miseria del pueblo para

agravarla <281> , precisamente ahora que el catolicismo “dulcifica la suerte de esas nasas de infelices que deben su miseria al gran desarrollo de la industria” <282>.

¿Qué grado de legitimidad y comprensión encuentra la causa unitaria italiana en el conjunto de esta polémica? Ninguno en la prensa moderada y bastante limitada en la progresista, en la medida en que el enfoque pro— italiano de éstos últimos se orienta más a defender la extensión y desarrollo de las libertades públicas que a la aplicación de las mismas a una nación irredenta. Por lo demás el reflejo de superioridad con que Espafia con su unidad territorial siglos ha configuradas acostumbra contemplar el

intervencionismo extranjero en la Península italiana, — una

de las más duraderas la ejercida por ella misma — obstaculiza a casi toda la clase política espa.fIOla la comprensión del horizonte del Risorgin~efltO.

De ahí la descalificación que cae sobre los actores romanos de la presente revuelta denon2inándOlos “bárbaros’ de la mano del me Times, ensalzado para la ocasión como “el gran oráculo de la política ,wderna”, para mejor hacer suyos los dicterios del órgano londinense que en nada desmerecen del proverbial temperamento latino: “Entre él

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días la infamia tradicional de sus crímenes infames <183) La descalificación permite a El Heraldo rotundo concluir: “El pueblo romano es incapaz de gobernarse can las forma de gobierno constitucional, <...) la libertad es allí monopolio de cuatro pillos” <284).

Es evidente que la fisura que fué agrietando dialécticanente la milenaria monarquía de los Papas en la contienda publicística del 5, XIX fué la distinción firme y tenazmente sistenida por muchos liberales entre el poder espiritual—universal del Padre común de los fieles y cono tal sagrado, frente a su condición de un Soberano italiano más, sometido por ello a la lógica política de cualquier otro Príncipe de la Península, de hecho esta distinción presente en periódicos progresistas como EX. Clamor Público y El Espectador es descalificado con epítetos despectivos por la prensa moderada <285), malográndose la posibilidad de una fecunda confrontación.

Crítica que no obsta el reconocer que los defensores del separacionismo tampoco tenían voluntad o eran capaces de ofrecer una fórmula jurídico—territorial concreta alternativa al Papado cono garantía y base del libre ejercicio de su soberanía espiritual, que ni siquiera era concebible ejercerla en un ámbito de soberaní a estatal ajena. En esta laguna estriba en gran parte, sobre todo en momentos de particular dramatismo posterior, el impasse teórico de la cuestión romana.

La instrurnentalización en los comentarios de prensa de un hecho de política exterior como pretexto para alimentar las querellas de política interna es tan antigua como el periodismo mismo. En el caso presente la prensa gubernamental navaizina hubo de vérselas tanto contra las tesis de los progresistas como de los absolutistas. En este sentido los nostálgicos de Don Carlos, cuando no más

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simplemente, nostálgicos del Pontífice difunto Gregorio XVI, llegan a extremos de sectarismo y de falta de comedimiento extraflos. Las ironías y amabilidades poco graciosas, en algún caso tratándose del pobre Rossi de evidente crueldad <286), resultan inaceptables y a Martínez cte la Rosa calificado de experto en revoluciones y ahora salvador de Pío IX puesto en la picota, se le recuerda su paso por la política como enemiga a la Iglesia a veces y siempre gran enredador de maquiavélicas componendas con Roma <28?>.

Pero la osadía y el sectarismo políticos de los absolutistas hispanos toca techo en dos artículos de La Esperanza severamente condenados por La Espafia del 8 de diciembre Una vez más la tragedia papal se utiliza cono estrecha argunentación partidista pro domo sua al afirmar que mejor fuera que el gobierno pagara puntualmente al Olero lo que le adeuda que no ofrecer ostentosamente al Papa asilo en tierra espaflola. Comentario sin más irrespetuoso y de mal gusto conocidos los sentimientos religiosos de este periódico pero además gravemente ofensivo para la Jerarquía eclesiástica y el Clero al atribuirles semejante mezquindad de espíritu e interesada impasibilidad ante la tragedia del Papa. El cinismo puede llegar hasta atreverse a desculpabilizar al pueblo romano por su actual conducta, atribuyendo los males más bien al propio reformismo inconsciente de Pío IX en la fase inaugural de su Pontificado: “No huye el Papa del pueblo de Rama. Bien hallado y pacifico el pueblo ronno en los días de Gregorio XVI nada le inquietaba sino el temor de que pudiera, andando el tiempo, ser Ron teatro de turbulencias seinjarites a las que altos ha, tuvieron lugar en las legaciones, pero el Austria con su fuerza y su influjo le aseguraba la misma paz que habla sabida restablecer en aquellas provincias, la ausencia adets o la reclusión de los principales agitadores italianos eran también otra garantía de que los estados de Ron y su capital especialmente, tardarían aún en sentir la uialéfica influencia de la revolución o de que acaso no la sentirían. No sucedió así’.

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Concluye La Espafla: en estos gravísimos jucios “hay la bien intencionada intención de inculpar a Pío IX por el doloroso extremo a que ha venido a parar el Pontificado”, ejercicio intelectual del que el periódico moderado prefiere huir para ni caer en la intemperancia de juzgar las iniciativas reformistas de Pío IX <238>,

Por encendido que pueda parecernos el clima de la prensa, el tono subió de grado al conocerse el hecho fatal de la huida de Pío IX de Roma, descrito con adobos rocambolescos algunos imaginarios como si la realidad misma de la fuga no fuese suficientemente pródiga de extraflas sorpresas. Los acentos de dramatismo y de fervor son realmente cálidos y solemnes: “Pío IX ultrajado, escarnecido y amenazado de nuerte por la revolución se ha visto en la necesidad de abandonar a Rona y de buscar salvación a bordo de un buque extranjero”. “Rozne non est plus Rone: elle est tout oó je suis”. “Donde quiera esté el Papa allí esta el centro de reunión para los católicos” (239).

La suerte estaba echada y a partir de ahora sobraban las elucubraciones, concluía la prensa católica, Había llegado la hora de pasar a la acción concreta, a la restauración del poder secular pontificio, en verdad, sin demasiada oposición y protesta de los progresistas que sólo oponen una desvaída negativa, quizás como fruto de su desairada situación política tras la tormenta y los descalabros del ‘48 o también porque no creían a los moderados capacee de proyectar algo eficaz y ambicioso en el ámbito exterior.

En el adoctrinamiento y preparación psicológica de la opinión espaifola con vistas a una intervención activa en Roma juegan un papel preponderante algunos periódicos cada uno de ellos a su modo y manera; El Católico y La Espafia desarrollan preferentemente las razones

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sentimentales mientras que el gubernamental El Heraldo en pugna con los progresistas perfila las razones del gabinete Rarvaez en clave más estrictamente política.

Así, El Católica ve en la tragedia papal el signo providencial para que 1a Europa sacudiera de sí esa tibieza, esa indiferencia religiosa causa de tantos xvales”, invitando al mismo tiempo a Fío IX a acogerse al asilo espafiol:

“Venid, pues, Pontífice Sumo; venid si os place, sagrado prófugo, venid a nuestra suelo~ venid a la patria de los Pelayos, Recaredos y Pernandos; pobres somos, nuestros templos se hunden sin saber con qué levantarlos, nuestro Clero perece de hambre y de miseria; pero hay fe, arde, está miy viva en los espa~oles y donde quiera que en nuestro suelo os presentéis, hallaréis la más cordial acogida, seréis recibido cual sois, vicario de Jesucristo y Padre de todos nosotros. El más miserable y andrajoso párroco y basta el más hunilde y necesitado artesano es ofrecerá sus personas, sus vidas, cuanto son y cuanto puedan, se privarán de su sustento para partirlo con Vos” <2g o>,

El Heraldo ya lo hemos dicho discurre por cauces más rigurosamente politices. El acontecimiento romano es un eslabón más de los acontecimientos espafloles de la primavera pasada cuyo denominador común fué el exceso de demagogia y vulgaridad de sus protagonistas; hombres oscuros y deconocidos pretendieron con desenfadada osadí a la conquista del poder en múltiples paises de Europa El Conde Roesí formaba un contraste demasiado evidente con la cuadrilla de desalviados romanos y su crimen — nueva cita del The Times— es obra de todo el partido revolucionariol el estadista romano pereció “porque era el más ilustre estadista de Italia <..) y su ilustrado apego a la causa de la libertad juiciosa y a la monarquía constitucional lo hacían aborrecible a la facción desesperada” <291>,

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Donde las baterías del diario moderado despliegan su brío apuntando sin piedad hacia los progresistas es al analizar y valorar el comportamiento de la República Francesa, diligentemente alineada en la presente ocasión a favor del auxilio al Papa por decisión del general Cavaignac; ¿qué piensan los progresistas de todo ello, ellos que querían que los republicanos franceses interviniesen en todas partes? El chasco es tan completo y humillante para ellos por culpa del miopisno incurable que los ciega <2Q2>.

El desprestigio político de éstos aparece dibujado en la enumeración irónica de sus fallidas expectativas y descalabros políticos; al llegar la República Francesa esperaban que sus espadas les ayudarían a orientar los destinos del mundo ibérico por la vía del sufragio universal y la “la República Ibérica” trenioló su pabellón en la plaza parisina de Vendónie; siguieron otras tentativas, “arinamantos militares en los Pirineos, la unión con los monteynnlinistas, etc •,.. Pero de ayuda francesa, nada. Sólo el magnánimo estoicismo los sostiene. “Cruel lección os está dando la historia contewporánea; soBabais con la intervención de la propaganda y la República Francesa interviene por primera vez en favor del Príncipe de la Iglesia” (293).

Arrinconamiento social y desprestigio político son los resultados de la simpatía de los progresistas por los rebeldes romanos no desmentida y por ello aborrecida por la opinión pública europea:” Decidio una vez y no queráis ser hipócritas. Aprobáis y aplaudís los atentados de Roma porque son obra de vuestros hermanos políticos y a la manera que antes prescindisteis del decoro nacional

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Los acentos puramente polémicos y partidistas ceden paso a la formulación de unos principios— ejes del moderantismo doctrinario y en general del liberalismo isabelino: el valor sociológico de la tradición católica como rasgo de identida histórica, rasgo que deberla acentuarse sin rubor en la presente hora de concierto con otros paises de Europa, identificados en la doble defensa del liberalismo y del catolicismo. En un régimen de libertades, la religión puede tener el insustiuible papel integrador de la vida pública: “La religión es el áncora de la eoó4edad rxlerna: contra las utopías insensatas del socialismo, contra la desnnralización que difunden las continuas excitaciones de loB apóstoles del error y contra el frenesí de LOB demagogos, sólo pueden oponerse las ztxinas del que se ofreció en holocausto por los pecados de los hombres” <29~).

Palabras de la Reina en la Solemne apertura de las Cortes

No puede menospreciarse esta previa sementera de ideas por parte de la prensa a favor de la causa romana y de su activa intervención en ella a la hora de recordar la importante decisi¿n política del gabinete en este mes de diciembre, El Nuncio valorando en su justa medida tanto las manifestaciones de Palacio como las de los miembros del gobierno jamás dudó de su sinceridad ni de que se llegaría a tomar alguna sustanciosa decisión. La reacción tan favorable del conjunto de la prensa xnadrile5a, exceptuado algún rotativo progresista, le pareció muy satisfactoria (296).

Mientras maduraba la decisión, el gobierno estaba atareado en la preparación de la suleinne

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sesión de apertura cte las Cortes fijado para el 15 de diciembre. Era importante el discurso de la Corona que Isabel II se disponía a pronunciar. El ceremonial del solemne acto discurrió según el protocolo regio más riguroso: veintiun cationes a la salida de 5 Majestad de Palacio y otros tantos a la llegada al Palacio de las Cortes, a través de calles engalanadas y enarenadas al efecto (297),

Dos temas dominan el parlamento de la Reina: “los días de prueba que hemos atravesado” este afflo con “la sedición

En tan anodina y un tanto sibilina declaración quedaba anegada la resolución de intervención en Roma; las palabras apoyo y asilo de esta declaración difícilmente podían desvelar lo que ya era o que a los seis días será una invitación a las naciones católicas a organizar un Congreso para apuntalar de manera estable y duradera el poder temporal pontificio como sostén material de su liderazgo religioso (Cfr. 3.1.>.

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Conf iguración del ultramontanismo en la Iglesia

Nos toca describir ahora las reacciones que se suceden en Espafla como consecuencia del impacto generado por la huida del Papa. Este apartado habría que entenderlo como corolario lógico de la política gubernamental de participación activa en la cuestión romana cuya decisión lógicamente no podía dejar indiferente a los católicos espafloles que demostró por aquellos días auténtico fervor piononista de tal nodo que la actuación del gobierno no en modo alguno fué causa sino efecto de esta gallardo sentir popular hispano en favor de Pío IX, que el gabinete Narvaez, eso sí, lo proyectó hábilmente cono iniciativa de política exterior.

El que el iter técnico de la negociación diplomática (Cfr. Cap. 3 y 4) discurriera autónomamente por las vías de la diplomacia secreta y por tanto sin seguimiento directo incluso con desconocimiento de muchos de los detalles recogidos en este trabajo no significa nada ni está en contradicción con la realidad de que el gabinete Narvaez sabía que contaba con la opinión mayoritaria de los espafloles. Eran los hábitos de negociación de entonces, por no decir de la diplomacia más auténtica de siempre los del secreto y la discreción.

El sobresalto religioso del catolicismo hispano lo analizaremos recorriendo el comportamiento de los sectores civiles

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regalistas de fines del Antiguo Régimen o combates de gran dureza con el naciente liberalismo espaifol; apenas lograda una reconciliación en la cúpula de la Iglesia y del Estado, el papalisxno vuelve por sus fueros adquiriendo a partir de ahora en su forma ultramontana más vigencia y vigor que nunca <299).

Pero antes de proceder a la descripción de este fervor piononista, esta mística pontificia del catolicismo espaflol, permítasenos una digresión que nos permita analizar la emergencia del mismo fenómeno en las naciones europeas más significativamente católicas a lo largo del, período de la Restauración (1815—1848). Reconozcamos que hay un gran desequilibrio de país a país en el estudio científico de este poderoso impulso de “ntnnarquización de la Iglesia” (Pouthasfl conocimiento como otras tantas veces desfavorable a Espafla ya que si no faltan indicaciones y pistas del nacimiento de la corriente aquí , nadie hasta la fecha las ha sistematizado en un todo ordenado <300). Una presentación sumaría del fenómeno en Europa nos permitirá mejor aproximarnos a nuestro caso.

En Espafa igual que en otras partes se va a generalizar el término ultrarntanismno para denominar genéricamente este fenómeno histórico que queremos describir; el uso y el abuso del vocable ha provocado el equívoco y la polisemia que cabía imaginar en tales casos. Término materialmente identificable con absolutismo en cuanto rechazo del proyecto histórico—social alumbrado por la Revolución Francesa, se aplicó sobre todo para identificar al catolicismo intransigente y autoritario hostil al liberalismo. Pero parece necesario perfilar mejor el concepto; etimológicamente es una expresión geográfica (ultra rntes, más allá de los montes> que remite a lo que esté, más allá de los Alpes, es decir, a la Italia de los Papas, visto el panorama desde Francia o Alemania; por eso es sinónimo de

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romanismo pontificio, de absolutismo papal (Anton), Pero esta genérica y común definición tuvo una significación mucho más precisa en el siglo XIX: “posición favorable a la libertad de la Iglesia en contra del Estada, mediante el fortaleciinieiito del poder pontificio y de la Iglesia Católica en todos los dominios de lucha de la vida pública” (301>

La verdad es que aún queda fuera de esta definición La significación eclesiológica fundamental de éste movimiento decimonónico: un intento de restauración del catolicismo identificado éste con la autoridad del Papado

Los hitos de este proceso histórico son de sobra conocidos~ el concordato napoleónico de 1501 significó la reconciliación o por lo menos el modus vivendí pactado entre la Revolución y el Papado, saltando por encima de las relaciones de la Monarqul a y el episcopado de cada país, ambos elementos constitutivos de la alianza del Trono y del Altar, Napoleón al humillar a los monarcas y marginar a los episcopados nobiliarios devolvió al Papado el liderazgo eclesial que en el siglo XVIII en gran parte lo habla perdido (302>.

La Curia romana evidentemente estinuló dicha corriente y supo sacar partido de la misma aunque convenga subrayar que el reforzamiento del poder eclesial en el “centro”, “como la nyor parte de los grandes movimientos de la bistorta, partió de la “base”, de la conciencia del pueblo cristiano” <303) de la periferia . Por lo demás es cierto que el impulso inicial por sí sólo no hubiera bastado

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y la restauración de las monarquías tradicionales en 1615 pudo en principio haber puesto todo en cuestión, al haberse recuperado las inercias y hábitos pasados, pero no fué así

En los paf ses germánicos la fuerte implantación en el siglo xvi ti de las corrientes y doctrinas febronianas y josefinistas hubieran podido emerger en la Restauración pero tanto los círculos de laicos católicos más

activos como la nueva jeraro la — la desposeída de sus principados eclesiástico, más pobre y humilde que sus

predecesores — miraron a Roma como áncora de libertad y de salvación,

En Francia, ciudadela del galicanismo y regalismo en el pasado, los espíritus más creativos dentro de la Iglesia evolucionaron en la misma dirección ultramontana al ver que la dinastía borbónica restaurada pretendían restaurar un galicanismo anacrónico. Por otra parte, la aparición en la escena de teóricos del nuevo movimiento religioso—político tales como De Maistre con su obra Du Pape (1619), verdadera Biblia del ultramontanismo decimonónico, y Laniennais (en su primera etapa), ambos acordes en otorgar al obispo de Roma el liderazgo de la liberalización de la Iglesia del poder del Estado y de la reorganización político— social de la sociedad tuvieron una importancia decisiva; se lanzó un singan que quería organizar la sociedad en una pirámide orgánica rígida “ Sin Papa no hay Iglesia; sin Iglesia no hay cristianismo; sin cristianismo no hay religión; sin religión, al menos para todo pueblo que fué cristiano, no hay sociedad” <304).

Otra afirmación de Lamennais perduraría en el tiempo por encima de la difícil prueba de la Iglesia de Francia en la etapa luisfelipista <1830—1848) y los avatares personales y evolución doctrinal del abate bretón que, como se sabe, terminaría siendo uno de los propagadores del

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socialismo cristiano, a saber, que el catolicismo era la única base social y durable de la libertad (3O~), Principio que inspiró con el tiempo la acción del catolicismo liberal francés y que hay que lamentar que no tuviera virtualidad en otras áreas de la Iglesia.

Si bien las concreciones de este programa liberal habrían de llevar en Francia a ciertos clérigos a desear la separación de la Iglesia del Estado en aras de su

plena liberación de ésta — tentativa que Boira siempre desechó

— y una gran mayoría católica mantuviese actitudes intransigentes y absolutistas cerradas ante la modernidad, el mismo conficto interno de la Iglesia planteado por los ultramontanos y más tarde los católicos liberales, contribuyó a hacer del Pontífice Romano el árbitro supremo de estas querellas de las cristiandades nacionales.

Al filo de 1848 nuevas y convergentes lineas de fuerza en la Iglesia forman una sólida urdimbre marcada por el destino de “todos los caminos llevan a Roma”: la acción doctrinal y espiritual del pontificado de Gregorio XVI que había cimentado sólidamente las bases del ultramontanismo (306>; iniciativas políticas como el neoguelfismo en Italia queriendo buscar el apoyo del pontificado en el todavía débil aliento del Risorginento, enaltecen a la institución papail pero sobre todo, el prestigio de Fío IX en el bienio inaugural de su gobierno que precede a la explosión de 1848 y su clamoroso fracaso posterior, objeto precisamente de este trabajo, identifican más que nunca la suerte de la Iglesia universal a la suerte de su Cabeza Visible.

Tras la restauración romana de 1850 con e). retorno de Pío IX a la Ciudad Eterna, todas las variadas formas nacionales y estructurales de ultramontanismo se acrecentarán por impulso interesado de la Santa Sede, sin

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apenas resistencia dentro de la comunidad eclesial: el firme control de los Nuncios sobre la elección de los obispos; razones morales de solidaridad con Pío IX en la estrategia de resistencia al Risorgimento en aras a la conservación de los Estados de la Iglesia, la lucha en favor de la independencia y libertad de la misma contra gobiernos liberales incluso en aquellos cuyas relaciones estaban reguladas por un Concordato (307>.

Pío IX, hombre de extraordinario atractivo personal y el Soberano de la época “más accesible a sus súbditos”, supo convertir sus derrotas políticas en la cuestión romana en admiración y carifio hacia su persona, con un casi culto de mártir en vida, Aunque el ultramontanismo fué una corriente político—religiosa que después recibió el refrendo dogmático mediante la definición de la infalibilidad pontificia en el Concilio Vaticano 1, por encima de todo fué el triunfo más que de una doctrina el de una persona (308).

Los ultramontanos y católico—liberales en Espafla

Nos parecía obligado este paréntesis referido a la Iglesia en general para así mejor encuadrar el fenómeno del “ultrauK,ntand.51W2 hispano” Pos cuestiones o interrogantes en principio deberían merecer nuestra atención a la hora de preguntarse por los nuevos y más estrechos vínculos de la Iglesia espafola con el poder central de la Iglesia a partir de las revoluciones liberales; primero ¿tuvo alguna específica originalidad el alineamiento romano de la Iglesia espaflola decimonónica en su génesis y desarrollo primero? Segunda cuestión ¿qué influjo pudieron tener los acontecimientos romanos del 48—’49 en la configuración de la mística piononista?

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Nos parece que a las dos preguntas hay que responder con la afirmativa. Las tensiones generadas en la Península entre los respectivos gobiernos liberales y la Iglesia espailola que en esta lucha siempre tuvo de su lado a Roma, no dejaban a la institución eclesial hispana otro posible campo de maniobra. Ahora, el infortunio del exilio de Fío IX de su sede romana ofrecía una nueva peripecia de las dificultades de aunar religión y libertad, pero en la medida en que Espafla estaba ahora gobernada por el moderantismo, es decir, en terminología de sus seguidores, por un liberalismo “bien entendido”, el caso romano servía para consolidar el camino trazado en Espaifa en la cuestión religiosa por los moderados, ensanchando la base de apoyo a la monarquía isabelina a costa de la facción carlista.

La trayectoria de los orígenes del ultramontanismo espaflol tiene fechas y acontecimientos bien conocidos. En 1812, 1820 y 1833 la jerarquía eclesiástica y Roma se decantaron del mismo lado en la lucha contra los liberales, Aquí el ultramontanismo fué antes que otra cosa realidad fáctica y sólo luego construcción doctrinal e interpretación tematizada del reciente pasado.

En Cádiz la reforma eclesiástica emprendida por clérigos regalistas y anticuriales — mal llamados jansenistas — no pudieron contar con el apoyo significativo del episcopado (si se exceptúa la desdibujada figura del cardenal Borbón) y la acción del Nuncio Gravina abortó el intento y todo ello a pesar de que la reforma eclesiástica prometía a los obispos el sefuelo de incrementar sus poderes a costa de las reservas curiales; pero los pastores bien pronto vieron que en la arriesgada operación peligraba la independencia y soberanía de la Iglesia en el ámbito religioso (309).

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Por lo demás, el naciente anticlericalismo con la libertad de imprenta, los intentos de reforma de las órdenes religiosas y el tímido ensayo de desamortización confirmaron las sospechas de que convenía distanciarse del régimen liberal,

En el Trienio Liberal se ahondó la fosa entre el liberalismo por una parte y la Iglesia espaflola—Roma por la otra La conciencia de oposición de la Iglesia espafola a las Cortes de Cádiz ya estaba perfectamente

fraguada antes de i82O~ “el Clero . . . veía en aquella constitución no una reforma política sino el principio de una serie de zi~didas en sateria de religión” <310). Efectivamente las nuevas Cortes acometieron una reforma eclesiástica con el radicalismo más demoledor, No todos los planes en verdad fueron de la misma naturaleza, como es fácil observar comparando la iniciativa templada del obispo Amat de promover un Concordato nuevo y la reforma visiblemente cismática ideada por Juan Antonio Llorente, Pero una vez más el episcopado y el enérgico Nuncio Giustinianí caminaron juntos: “Pocas veces el episcopado espa«ol se ha mostrado tan compacto coiyn entonces en defensa de los derechos de la Iglesia” (Sil>.

El abierto enfrentamiento entre los liberales y la Iglesia en la década de las das Regencias <1633—43> convierte en juego baladí las argumentaciones histórico—jurldicas de sabor regalista y/o curialista precedentes. Ahora, ante el triunfo del liberalismo todo lo anterior no podía contemplarse más que como un ensayo general del verdadero cambio, convirtiéndose en realidad todo el primer apartado ( el negativo) del programa reformista eclesiástico liberal: el desmantelamiento material de la Iglesia. La beligerancia de bases clericales muy activas y de un grupo cualificado de obispos — que no la mayoría — a favor del Pretendiente absolutista y sobre todo la conducta de Roma

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cuya diplomacia se mostró demasiado hipotecada a Austria, hicieron de la Iglesia espaf%ola la encarnación del absolutismo más retrógrado y de los clérigos el grupo social expiatorio de las pasiones desencadenadas en la guerra civil.

El balance final volvía a consolidar ul mismo proceso: la Iglesia espaflola, huérfana y viuda del apoyo del Estado se echaba más que nunca en manos de Boina; la represión, ‘~e1 latrocinio”, la desorganización institucional

intrusos, intentos cismáticos, etc . . > hacían del ultramontanismo no una doctrina Eino una perentoria necesidad. Las enérgicas tomas de posición de Gregorio XVI en la época de Espartero contra el liberalismo salvaban el honor mancillado de la Iglesia espafola ante la Cristiandad.

Con la reocupación del poder por los moderados en 1844 se inicia un doble movimiento de aproximación entre la clase liberal gobernante y aquella parte de la jerarquía eclesiástica adicta sin titubeos a Isabel II y desde la primera hora; jerarquía que si Lué solidaria con las órdenes religiosas, victimas principales de la desamortización, se mantuvo ajena y distante del clero belicista y pudo ser el instrumento de lo a venido en llamarse la tercera restauración religiosa del siglo.

Conviene no obstante recordar que nc todo el decenio de los aflos treinte fué lineal y unívoco en Lo religioso Las iniciativas del primer y último gabinetes de la Regencia de María Cristina (gabinete Martínez de la Rosa (1834) y gabinete Pérez Castro (1840)) esbozaron un canino de reconciliaci6n religiosa que naturalmente no lo pudieron consumar. Paralelamente en el ámbito eclesiástico las tomas de postura de Mons. Tarancón en las Cortes de 1837 <312>, del obispo de Canarias Mons Romo propugnando un nuevo Concordato (313>, las reflexioneE de Mons. Bonel y Orbe y del publicista

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Balmes, etc . ., a pesar de la inicial hostilidad y escándalo que provocaron en los prelados todavía en el exilio y en el clero carlista, significaban un surco de porvenir y a ellos tocará encarnar el destino de la reconciliación con el liberalismo (314).

Esta convergencia de liberales moderados y de católicos aconodaticios con la libertad ¿qué significación tuvo dentro del país y qué homologación cabria otorgarle con la corriente de ideas y de sensibilidad política de varios países europeos llamado “liberalismo

católico”? (315) , Constituye un lugar común entre nosotros afirmar la inexistencia de un verdadero liberalismo católico ni en vísperas del ‘48 ni más tarde <316). Esto es fundamentalmente cierto si comparamos nuestro caso con el de Bélgica> Francia, Alemania o Italia. En Espafla entre 1844— 1848 se dió no obstante una coyuntura liberal—católica como talante político y como estado de ánimo reconciliador entre gobernantes, jerarquía episcopal y Roma, si nos atenemos a la doble significación atribuida a esta expresión entre los analistas más cualificados (317)

El liberalismo católico fué en todas partes, en primer lugar, un liberalismo político que además quería ser católico no permitiendo que esta condición quedara cono monopolio de los católicos intransigentes o absolutistas, Juzgando irreversible el hecho de la Revolución Francesa, aceptaban los principios de 1789 reconciliándose con las nuevas libertades por lo que podían significar de beneficio para la misión de )zt Iglesia en la medida que le otorgaría a ésta plena independencia del Estado.

Sus miembros, católicos de militancia ejemplar al servicio de la Iglesia, aunque no siempre bien vistos por la mayoría de los obispos, tuvieron fricciones con éstos y con Roma; el caso más clamoroso es también el más

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conocido, el de F de Lamennais que le llevó a la ruptura con el Papado, cuando su ideal axial era reconocer justamente a Roma el liderazgo de la causa de la libertad en Europa; una especie de ultramontanismo liberal a pesar de lo paradógico de la expresión. El punto más discutible y aleatorio de los

católicos liberales — materia de investigación en cada caso — es el grado de firmeza de su liberalismo: mientras unos lo abrazaban en sus principios teóricos buscando una síntesis entre evangelio y derechos humanos, otros sólo lo abrazaron por vía de hecho, con cierto cálculo oportunista en espera de poder invertir la historia,

Frente a esta familia política, ciertamente muy minoritaria en el conjunto de la Iglesia frente a las huestes absolutistas, existían aquellos liberales, nacidos y educados dentro de la Iglesia, creyentes y todavía practicantes cuyo objetivo político no era el triunfo de la Iglesia sino la implantación del sistema liberal burgués. Su filosofía se inspiraba en la Ilustración y sin hacer conflicto con su conciencia cristiana secularizan la vida pública, reducen el espacio social de la Iglesia y se enfrentan a ella, pero al fin, quieren y se empef%an en lograr un compromiso polltico—religioso y la paz social convencidos de la fuerza social de lo religioso La historiografía italiana prefiere llamar a los miembros de este grupo “católicos y liberales” (318) y dada la semejanza de situación con Espafla no nos parece aventurado aplicarla también a los moderados espafloles (319).

Si tenemos en cuenta que esta distinción es un tanto académica que mira a tendencias y proporciones, por lo que en la práctica es bastante difícil percibirla, se comprende cuán problemática resulta aplicarla a Espafia a la etapa cronológica de este trabajo; no obstante nos decidimos a aplicarla denominándo a los afios 1848—50 de coyuntura católico—liberal.

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Es cierto que en Espafla apenas hubo liberales católicos laicos o eclesiásticos que hicieran de su actividad política o periodística una forma de servicio a la Iglesia y mecho menos de entre ellos quienes abrazaran la filosofía y los principios teóricos del liberalismo, El mismo Balines se movió en una línea de sensato patrotismo con un gran sentido de reconciliación tras la guerra civil pero su opinión sobre la cohabitabilidad de catolicismo y liberalismo no está demasiado claro Donoso Cortés pudo haber sido tras su conversión el hombre de la síntesis pero su psicología arrebatada no parece que se prestaba demasiado a ello y la revolución del ‘48 lo ahuyentó de los ideales de la libertad. La terna de clérigos antes mencionada

Abundaron en cambio en el moderantismo espaflol los liberales y católicos (Qonzalez Bravo, Arrázola,

Fidal, Martínez de la Rosa y un largo etc. .. >: monárquicos por sentimiento y respeto a la tradición; conocedores del pasado histórico y por ello de la importancia del catolicismo en Espafla; conscientes de la fuerza moral de la religión como barrera de la conflictividad social; sus enfrentamientos con la Iglesia son de tono menor y se refieren o bien al espacio social a ésta atribuible o a la conservación de las regalías u otros derechs históricos arrancados a Roma como patrimonio histórico de la Corona. Las negociaciones condordatarias podrán dar lugar a algún episodio desagradable pero saben que la estabilidad de la Corona de Isabel II pasa por la paz religiosa y la reconciliación y las buenas relaciones con Roma, prefiriendo una Iglesia protegida y controlada que separada y libre pero con capacidad de generar convulsiones.

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La coyuntura liberal católica que estamos describiendo recibió un giro singular con los acontecimientos de 1848, El templado liberalismo de los moderados a pesar 4e que nunca dejó de estar en guardia ante los progresistas, se vistió de uniforme y sable en la tormenta de este afio con los procedimientos expeditivos del gabinete Narvaciz ya conocidos; a su vez, la crisis otoifal romana dió a posteriori la razón a Narvaez, legitimando con el ejemplar caso romano tan significativo y conmpovedor para la opinión espaflola, sus implacables métodos de la primavera pasada Ahora los excesos demagógicos de Roma le sorprendían a él en calidad de “experto en revoluciones» y con suficiente autoridad como para dar lecciones y apoyar una restauración papal en nombre de la defensa del principio de autoridad y del orden y todo ello sin renunciar al liberalismo. Este último punto es el que ofrece mayores dudas e interrogantes, según lo veremos más adelante; el mismo reproche habrá de recaer sobre la política romana de Luis Napoleón Bonaparte, aunque Francia que fracasé en el empeifo por salvar el sistema constiucional en Roma, al menos se esforzó,

Si han de quedar denunciadas como convicciones traicionadas o gesto de pura fachada las recomendaciones del gobierno espafloles en favor de las instituciones representativas en la restauración papal que desde su filosofía liberal cabía esperar, uno de los beneficiarios de la aventura expedicionaria ha de ser el ultramontanismo espaflol que a partir de ahora será además una mística piononista, sostenida con entusiasmo por todos los católicos espafioles y refrendada ahora por los moderados. Si la opinión católica se mostró dividida en el bienio inicial del Pontificado por el escándalo de los absolutistas ante las aperturas políticas de Pío IX, ahora, se sumarán a la defensa del ilustre exilado con la desmedida satisfacción de quienes se sentían confirmados en la inutilidad del diálogo con el liberalismo,

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Narvaez y Erune 111. en trance de sinceridad

Un interesante despacho elaborado con gran ambición y cierta timidez por Mons, Brunellí justamente en los días en que la emoción por los infortunios del Papa estaban más presentes en Madrid nos ofrece un balance de la situación general de la Iglesia en Espaf~a sin duda, el documento oficial el más expresivo y sincero y el más rico de matices que nos ha sido posible alcanzar <320). La contundente sinceridad y el brío sin ambages con que se prodiga el prelado y las brutalmente sinceras confesiones de Narvaez que reproduce, lo convierten en un despacho no cono los demás. Hasta quizás podrí a tacharse cte oportunista la actitud del Nuncio que desvela un mundo de convicciones sólo a “agua pasada” y cuando el ensayo liberal del Papa ha fracasado; quizás produzca asimismo cierta perplejidad la forma de manifestarse de un embajador en un escrito de oficio. Pero todo puede excusarse a partir del terrible impacto producido por la noticia de la huida.

Lo que el citado despacho del 32. de enero ofrece es un retrato, una especie de radiografía muy exacta de las sensibilidades y reacciones desveladas en Espafla con ocasión del bienio inaugural del pontificado de Pío IX en un sentido simbólicanente liberal y en todo caso decididamente aperturista. El prelado en la descripción de las tendencias de la política espaifola, por esta vez olvida a los progresistas o, como él los denomina, los liberales hostiles e indiferentes por principio a la suerte de la Iglesia, distribuyendo en cuatro apartados o sectores el espectro sociológico del catolicismo espaflol; división cuatripartita que por supuesto presupone otra anteriotr y superior, la de absolutistas y liberales.

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Dentro del bloque absolutista espafiol ]3runelli distingue dos tendencias: como primera la procedente del carlismo juzgada con gran severidad, “desgraciada facción”, por su espíritu sectario y nada constructivo, siempre proclive a instrumentalizar la religión al servicio de su causa política. Para éstos, la experiencia liberal del bienio inicial de Pío IX ha constituido un auténtico escándalo en la vida cte la Iglesia, llegando a insinuar en sus publicaciones el peligro que se ha corrido de ver alterada y corrompida la naturaleza de la Iglesia.

El Nuncio parece identificarse o al menos Eimpatizar con los que él llana absolutistas razonables

Balmes en opinión de Brunellí constituye e). personaje más cualificado de dicha tendencia y no habría inconveniente alguno en admitir esto como válido conociendo el talante dialogante y mesurado del sacerdote vicense en su acción y propaganda pública, buscando siempre la integración de las fuerzas sociales más válidas de la nación. Pero lo que de la información del Nuncio nos interesa subrayar es su convicción de que ni siquiera para Balines resultaba

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concebible imaginar para los Estados Pontificios una experiencia constitucional fomentada y presidida por el Papa. El filósofo catalán, devoto y admirador cono el que más del Papado, observa Brunellí, ante el requerimiento de éste de que le manifestara libremente su opinión al respecto, le confesó que no creía conciliable la forma de gobierno representativo en la gestión de los Estados de la Iglesia con la misión espiritual y universal de Cabeza de la Iglesia, puntualización tanto más oportuna y necesaria cuanto que la toma de posición de Balines favorable a las refornas papales del primer bienio suscritas en su folleto Pío IX fueron en su día y todavía suelen ser utilizadas para respaldar lo, contrario <321>.

También otras corrientes del liberalismo moderado espaflol en calidad y número nada desdefiablee manifestaron su escepticismo y serias reservas ante la experiencia liberal de los inicios pontificales de Pío IX. Para explicarlo con mayor precisión, el informe del ~tuncio comienza por establecer una línea divisoria en la familia liberal: los liberales de hecho, arrastrados a tal opción únicamente por su fidelidad a la dinastía de Isabel II y aquellos otros ganados a la ideología liberal con plena deliberación y estudio por creerlo el mejor régimen político para Espafla en los tiempos que corrían, Pues bien, tanto éstos como aquéllos, a pesar de sus reiteradas manifestaciones públicas de fe liberal, vivían ahora en el giro del ‘48, horas de incertidumbre y desengaflo.

A poco que uno lograra ganar la amistad de éstos y tuviera acceso a sus confidencias llegaban a lamentar el empobrecimiento real de la nación espaifola en los últimos 25 aflos; ponderaban con énfasis la terrible distancia existente entre las hermosas teorías políticas y la triste realidad de los hechos; pues, aun tolerando los excesos de la libertad en la práctica política de los progresistas, el

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gobierno rreprQsentativo como tal creían que era una fuente permanente de ambicionesl el parlamento una farsa, escuela pública de la mentira, de injurias y de rivalidades personales; las elecciones un juego, un monopolio, un

mercado, etc , . . y todo bajo el manto de una legalidad ficticia.

¡Terrible requisitoria de una pluma que no temía manifestar su propio talante político, aunque sea cierto que cono atenuante pueda recordarse el trauma de un hombre de Curia anonadado por la noticia del abandono de Roma por parte del Papal Las observaciones precedentes son menos graves que la siguiente acusación lanzada contra el bienio liberal piononista Cuando en Espafia, se explica Brunellí, hacía canino ya desde 1844 la idea de que mediante una alianza de los absolutistas sensatos y los liberales desengafiados del moderantismo, se podrían rectificar errores inmediatos y reconducir un cambio de régimen mediante la restauración de la monarquía absolutista atemperada por un control institucional semejante al de las antiguas Cortes <322>, eliminando así los inconvenientes de la representación popular, llegó el mal ejemplo de donde menos podía suponerse de Roma, con desagradibilísima sorpresa para los tales. En la Ciudad Eterna se daba inicio a un ciclo político ya experimentado en Espafla durante la etapa del poder de los progresistas: el desenfreno de la prensa, la multiplicación de clubs y la implantación de la Guardia Cívica, germen fecundisimo de corrupción y que en aquí fué abolida en 1844 por la firmeza de Narvaéz.

Por ello, “no se extra~e Su Eminencia que le aZada que entre quienes desde el comienzo del Pontificado acogieron con dolorosa desconfianza y han mirado siempre con ojos, diganne, de compasión el curso y desarrollo progresivo de la conducta política del Santo Padre en la admdnistraci6n de sus estados, estuvo y se cuenta entre ellos sin misterio

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alguno e). Duque de Valencia, Presidente de este Real gabinete”. Muchas veces se habría prodigado ante el Nuncio en este sentido; al comienzo con tenues alusiones; a fines de diciembre del ‘4’? con mayor franqueza; pero ahora, tras los calamitosos sucesos se abre plenamente a Brunellí Al insinuarle el prelado, cumpliendo instrucciones de la Curia, la conveniencia de que en la eventual celebración de un Congreso católico para recabar auxilio en favor del Papa, debería asegurarse la presencia de un reresentante oficial de S. Santidad, a lo que el general accedió de inmediato y como por su propio pesos llevando la conversación a un punto ulterior, interrumpió acaloradisinio al Nuncio con estas mismas palabras:

“Pero ¿qué piensa hacer el Padre Santo? ¿qué instrucciones dará a su encargado? Por Dios, que eche al aire las Cámaras, los Clubs, la Milicia Nacional, la libertad de isprenta y todo lo dets que han arrancado a su demainha bondad lbs ingratos que todo lo tenían dispuesto de antemano para sacrificaría”.

Desplegando la facundia propia de su caracter andaluz, comenta con ironía el italiano, exagerado en sus formas pero no en los conceptos, el Espadón de Loja se esforzó en demostrar a su interlocutor que a juicio de los espaifoles “benpetisanti”, las libertades constitucionales eran incompatibles con los Estados Pontificios por las particularidades características de los Estados del Papa en cuya magistratura suprema se confunden el poder temporal y el espiritual. Afl&dase a ello un argumento muy frecuente de la época y que Narvaez lo hace suyo: un Pontífice mediatizado por la presión de unas Cámaras electivas y populares, mezcladas en el torbellino de disputas políticas subalternas, ¿cómo podrían mantener la autoridad moral necesaria para el ejercicio espiritual de su misión pastoral ante las naciones católicas? Como puede colegirse de tales reflexiones, ni siquiera se ve asonar la hipótesis de un futuro del

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Pontificado sin dominios temporales ni responsabilidades de Soberano; sólo el paso del tiempo y la pérdida territorial abrirán camino en tal dirección.

Terminemos anotando el último consejo prodigado por Narváez a ISrunellí ; ahí podríamos intuir el punto de inspiración que ha de presidir la acción diplomática y militar espaf~olas en la restauración pontificia. Cuando Fío IX retornase a Roma, según Narvaez, deben a inspirarse en una política autoritaria: en un retorno al período preconstitucional, con castigo a los culpables y responsables del desorden actual y la creación de un ejército pontificio sólido:

“Oh, la revolución es menester conocerla y vencerla. Palos y palas, no hay ts. Nosotros hemos experimentado largo tiempo lo que es; y desde las primeras concesiones de 6. Santidad yo he previsto lo que iba a suceder” <323)

Cualquiera podría preguntarse ciertamente si tales expresiones son las de un primer ministro de un partido liberal, las de un militar con disciplina de cuartel disfrazado de jefe político o de un autoritario absolutista acomodado a un liberalismo puramente formal. Todo eso fue sin duda, según las circunstancias y en variadas dosis, el general Narváez.

Rogativas públicas en el Reino en favor de Pío EX

Tras esta radiografía de los sentimientos católicos hispanos sobre la situación pontificia muy dependiente de la situación interna de la política hispana, retomemos el hilo de la crónica religiosa suscitada con ocasión de la fusa papal. Aunque la interpretación política

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del gabinete Narvaez queda materializada a la perfección en la Circular promotora del Congreso católico del 21 de diciembre , tres semanas antes desde el 4 de

diciembre, apenas conocida la noticia de la - huida, el gobierno de Isabel II a través de un Real Decreto del Ministerio de Justicia convocaba a la nación a una manifestación religiosa específica de solidaridad con Pío IX, la celebración de unas Rogativas públicas a lo largo de tres días “en todas las iglesias de los donrinios de Espaifa” <324>.

El requerimiento ministerial va precedido de un JE~nifiesto o súplica a la Reina en nombre del gobierno, texto donde se perfilan fundamentalmente dos líneas justificativas de la piadosa iniciativa gubernamental; una, la tradición católica de la Corona:

“lejos del Gobierno de V. Najestad, Sefiora, el volver con tan triste motivo los ojos hacia las cuestiones políticas; pero ministros de una Reina Católica, heredera del celo fervoroso y de los blasones sagrados de cien reyes; gobierno de un pueblo eminentemente católico, intérpretes fieles en este instante del sentimiento universal, de la piedad acendrada de 14 millones de almas ...“; la segunda, la gratitud a la religión, ya que los abundantes frutos de moralidad y virtud, de orden y de disciplina social, de esplendor y de poderío que han adornado a Espaifa y aparecen encarnados en la Reina, le son deudores al catolicismo, — a la religión de nuestros padres” que viéndose ahora afligida por la ‘pasajera tribulación de su Vicario” no podría vacilar, tanto para rogar a Dios como pare tender un abrazo de cordial y noble auxilio; tercera razón del manifiesto, la ejemplaridad del gobierno en un acontecimiento que “ impulso del huracán revolucionario ha conmovido los cimientos de la Ciudad Santa” resonando los ecos de dolor y de consternación “basta en la últim de nuestras aldeas”.

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Justo es por ello que “el acento subli~ de le religión descienda a ellas del Palacio de los nuestros Reyes y desde las Sillas del gobierno”~ una cuarta razón, la colaboración de las instancias políticas y religiosas ante e1 enemigo común”; cuando el trono y la verdadera libertad se sienten anenanazadas sin tregua “no es licito permanecer espectador

quieto y pasivo”; después de todo “el santo ministerio <...> mantiene la rectitud de las conciencias” y aunque “la Iglesia no sucumbirá”, bueno es recordar que “mientras sc vea perseguida, la agitación será el patrimonoio de las sociedades

Por ello, los ministros del gobierno sabedores de que:

“la religión es el primer remedio de ; el freno casi único de la insralidad y por su influjo civilizador y benéfico, el sostén incontrastable de los estados y de los tronas C...) a fin de implorar los auxilios del Altlsiiai para que tengan feliz y pronto término las necesidades de la Iglesia católica y las tribulaciones de su Pastor universal” (325>.

La solemne y oficial invitación gubernamental a las Rogativas dió lugar a un leve incidente diplomático con la runciatura inmediatamente solventado sin que ni siquiera llegara a la opinión pública <326>, no influyendo para nada en el clima de fervor que por aquellas jornadas se vivió a lo largo y ancho de la piel de toro hispana. Los actos religiosos de la Villa y Corte se celebraron en la real Iglesia de San Isidro, los días 10,11 y 12 de diciembre, días seflalados por el ordinario del lugar el arzobispo de Toledo.

El hecho de que actos litúrgicos de tal caracter y solemnidad no se prodigaran demasiado en los últimos tiempos, crea la ocasión para que el periódico

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absolutista El Cat6lico suscite la cuestión del contencioso más caliente del momento entre la Iglesia y el gobierno, el impago de haberes atrasados al Clero, situación de pecunia harto lamentable por la evidente falta de recursos de la Iglesia para hacer frente a la solemne circunstancia exigida por la presente cita religiosa Una gestión de última hora del Primado Mons, Bonel y Orbe ante el gobierno posponía este forcejeo de la remuneración del Clero para mejor ocasión (327).

La solemne liturgia de las Rogativas tenía un ritual estable y preciso; valga como ejemplo cómo pasan las cosas en la celebración de Madrid para establecer el módulo: exposición del Santísimo Sacramento seguido de una Kisa solemne “pra quacunque neceasitate” (por cualquier necesidad> y oración expresa “pro Papa¶ quedando el Seflor manifiesto basta la reserva de la tarde; extremo éste que se deja a discreción de los párrocos, según su prudencia pastoral.

En muchas ciudades esta ceremonia se inscribe en el marco de una tradición local como podía ser la organización de alguna procesión de uno a otro templo del municipio. En Madrid durante los tres días se ofició de pontifical, actuando como Ministros los Sres. Arzobispo de Toledo, de Cuba y de Zaragoza, además de los obispos de Córdoba y Puerto Rico, acompafiados de canónigos capellanes de Corte, sacerdotes y beneficiados, El tercer día la reserva vespertina estuvo asimismo presidida por el Arzobispo Primado quien en una “patética exhortación”, al tiempo que encomiaba la piedad del pueblo madrileifo, ponderó la gravedad de las circunstancias actuales y recordó que Dios permite tales cosas para avivar nuestra fe asegurando que Dios hará que su Cabeza Visible permanezca incólume basta e). fin de los siglos <328>.

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El domingo día 17 asImismo en Madrid todas las sacramentales de la Corte organizan una solemne procesión desde la parroquia de Santa Maria la Real hasta la Real de San Isidra; la Misa Pontifical de la nafana y la reserva cte la tarde congrega a numerosos mayordomos con sus estandartes y cetros. El día lg concluyen los actos con el solemne Triduo organizado por la Comisaria de la Obra Pía de Jerusalén en San Francisco el Grande <329>.

Un muestrario de religiosidad popular

En cada capital de provincia, cabecera de diócesis o de colegiata se suceden actos religiosos, la mayor parte de las veces con algún detalle sentimental y entraf!able que sirva para mover con más viveza la devoción de los fieles. En Tarragona, los actos de súplica en pro de Píe IX se celebran con la todavía no perdida esperanza de que el Papa recale en su puerto <330>.

En Valencia, el Cabildo catedralicio decide trasladarse procesionalmente a la Real Capilla de Nuestra Seflora de los Desamparados para desde allí con la Divina MAjestad, flanqueada de la venerada Virgen y de la imagen de San Luis Beltrán, patronos,de la ciudad, recibe el fervoroso acatamiento del pueblo fiel. La salida procesional de la Virgen de los Desamparados “que rarísina vez sale de su rico cannrín”, congregó tanta gente que tardó dos horas en su recorrido no demasiado largo <331>.

El obispo de Avila en la monición de invitación a los fieles encomendaba la protección del Santo Padre a los santos protectores de su diócesis, por lo demás tan abundantes (Segundo, Vicente, Sabina y Cristeta, Teresa

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de Jesús, Pedro de Alcántara, Juan de la Cruz y el Beato Bautista martirizado en Japón). En Córdoba se trae para la ocasión a la catedral la imagen de nuestra Sefiora de la Fuente Santa y el arca de las reliquias de los santos mártires de. Córdoba. En Pamplona el obispo no contento con las celebraciones catedralicias las repite en las parroquias, urgiendo a los fieles a la recepción de los sacramentos y la practica de buenas obras (332).

A veces las Rogativas tienen lugar por una iniciativa privada corro la de las damas de la Sociedad Económica de Cé.diz en colaboración con las escuelas gratuitas de la población (333). En Zaragoza tres bandas de música dan realce a la procesión guarnecida de millones, guardia civil, infantes de los cuerpos de la guarnición, jefes, corporaciones militares, científicas, la municipalidad, el capitán general y el jefe político <334).

Esta presencia de las autoridades civiles es general y fué prescrita desde el ministerio de Gobernación por su titular Sartorius que envió una Real Orden a todos los jefes políticos de las provincias al comunicarles el decreto de las Rogativas; tras afirmar el Conde San Luis que “no duda de 106 sentimientos que animan a los ayuntamientos, a las demás corporaciones y a los empleados todos” y esperar que “serán los primeros en dar público testimonio” de religiosidad, politiza la convocatoria inscribiéndola en el contexto de los pronunciamientos revolucionarios del affo que termina, ya que “la suerte del Padre común de los fieles

El jefe político de Gerona Carlos Llauder al dar conocimiento de la Real Orden a los alcaldes no se deja emular por nadie en diligencia: “Toda excitación por mi

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parte precisa — seria un agravio a loe sentimientos profundamente religiosos del país” y “no se necesita estímulo para que se vean secundadas las intenciones de 8. Majestad” sin embargo “no están por demás algunas reglas para los alcaldes y ayuntamientos conozcan lo que deben practicar”t sesión extraordinaria a la que tras recado atento se sirvan asistir los sefiores curas párrocos, con el fin de seflalar al vecindario por medio de pregón los pormenores de la convocatoria; sin prejuicio de este aviso, se convidará al acto a los vecinos con otro domiciliar; procurar evitar durante los días prescritos diversiones públicas y bulliciosas ya que “en cuanto a diversiones particulares, la religiosidad de cada jefe de familia le será la regla” <335).

Esta selección de pinceladas no pretende ser una visión objetiva ni exhaustiva de las cosas; al estar tomado de un periódico católico ño puede presentar toda la

gama de reacciones y actitudes , eventualmente las negativas ante esta explosión de religiosidad oficial. No quisiéramos, por ejemplo, silenciar algunas reticencias y excepciones a la corriente general. El periódico ministerial El Heraldo se quejaba del extrafo comportamiento del ayuntamiento de Albacete donde de 18 concejales, por lo visto solamente ~ de ellos asistieron a la primera jornada de Rosativas. El gobierno desculpabilizaría. al jefe político por tal conducta, limitándose la prensa a comentar sobriamente que “semejantes actos llevan en sí inisiins el castigo que merecen, sin imponer más pena a los que han incurrido en esa grave falta, que darle publicidad para verguenza de los volterianos que se anidan en Albacete” .

La variedad de jerarquías presentes en los actos y el cúmulo de cuerpos constituidos de la administración en dichas manifestaciones, no resulta por lo demás menos interesante; en la procesión de Cát.tz, desde la

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catedral hasta la iglesia de Santo Domingo, desfilan: los guiones de las hermandades y las cruces de las parroquiasa las imágenes de San Servando y San Germán, patronos de la ciudad; todo el clero del lugar, presididos por el prelado; el ayuntamiento con mazas con su alcalde al frente; además, miembros calificados del consejo provincial, tribunal y junta de comercio, facultad de primera instancia, jefes y oficiales de los cuerpos de la guarnición y estado mayor de la plaza, cerrando la marcha el jefe político. A pesar de tan completa representación, el cronista se queja de la ausencia de quienes por razones de empleo, es decir, de trabajo no pudieron asistir <337).

Cada ciudad o pueblo de Espaf~a ofrece alguna singularidad: en Pontevedra el obst9aculo suplementario lo pusieron un temporal de aguas padecido en dichas fechas, pero todo lo superó el fervor religioso del pueblo <338). El distinguido orador sagrado dominico Pr. Manuel García Gil (futuro cardenal y arzobispo de Zaragoza> al repetir desde el púlpito de la catedral de Lugo la misma oración a Jesús sacramentado que hiciera Pío IX en Gaeta en similar ocasión, se vieron deslizarse lágrimas “por las mejillas de los concurrentes” (339>.

El humilde corresponsal de Valdileche (provincia de Madrid) nos cuenta que se trajo a la parroquia la portentosa imagen de la santísima Virgen sita una ermita ertranuros, bao la advocación y titulo de la Gilva “que es su ídolo y con imiohísim razón”, y que las rogativas se han solemnizado “con una nnjestad propia de la. Corte y no de un pueblo de poco más de 200 vecinos” (340). En Lorca, en fin, lugar donde se hallaba su obispo en visita pastoral , todo el cabildo colegial con el prelado al frente destilaron procesionalmente descalzos <341>,

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Las pastorales de los obispos al pueblo fiel

Sirviéndonos de la misma publicación de El Católico más la ayuda de otras cartas pastorales archivadas por el Nuncio (342), podemos intentar tomar el pulso a un reducido número de obispos a través de las pastorales> exhortaciones y demás textos que con ocasión de las Rogativas publicaron secundando el mandamiento oficial del gobierno. La orientación y talante de los escritos episcopales encierran alguna variedad de acentos según las sensibilidades de cada cual, como es bien explicable y normal; pero en general podrían subaividirse en dos bloques: quienes sólo pretenden crear el marco contextual para ponderar la urgencia y la gravedad de la invitación a la oración en favor del Papa; otras entran en un análisis de la coyuntura histórica del ‘43 que ha desembocado en el doloroso acontecimiento romano.

La elección de los prelados aquí agrupados es puramente casual, no tiene por ello ninguna intencionalidad de encuadramiento sociológico o ideológico (343), pero por ello mismo es un muestrario más espontáneo y fiel de la realidad y no carece de importancia pues entre los obispos elegidos se hallan: los tres Prelados más representativos anteriormente citados: Bonel y Orbe, arzobispo de Toledo, Pomo y Gamboa, arzobispo de Sevilla y Tarancón y Morón, obispo de Córdoba; no es casualidad que los tres lleguen a cardenales: los dos primeros en 1850 y el tercero ocho afos después <344)

Otros cuatro de los mencionados los Mt-es, Lopez Santisteban de Avila, Barrio Fernandez de Cartagena, Llorente y Montón de Gerona y Rodríguez Obregón de Badajoz, obispos recién promovidos en las importantes

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promociones de 1847 y 1848 <345>; el obispo de Pamplona Andrianí es un viejo luchador con dos destierros sobre sus espaldas (348) y en fin uno de ellos todavía no es obispo sino sólo sobernador eclesiástico de Tudela <347).

Casi. todas las exhortaciones se hacen eco de un doble sentimiento: en pri~er lugar, la gratitud y satisfacción para con la Reina por proceder la iniciativa de las Rogativas del gobierno, dando así un caracter nacional a los actos religiosos con lo que, confiesan ellos, la tarea de los obispos quedaba simplificada a secundar la piadosa prevención regia. En segundo lugar, los prelados se permitan observar que, aun antes de la presente angustiosa situación, empujados por el presentimiento de que la Ciudad Eterna pudiera convertirse en triste escenario del huracán revolucionario, ya habían decretado en sus propias diócesis oraciones públicas con la oración pro papa a sacerdotes y religiosos.

Tratándose de un infortunio que sorprende a la cabeza de la institución eclesial en el ojo del huracán, es muy comprensible que el motivo de fondo de las reflexiones teológicas de los escritos episcopales se centro en la eclesiologia, en el misterio que la Iglesia ella misma es portadora, construyendo el armazón conceptual a través de la explicación de abundantes imágenes bíblicas

La referencia histórico—bíblica más apropiada para la circunstancia de un Papa en fuga no podía ser otra que el episodio de la primitiva comunidad de Jerusalén orando sin cesar en favor de Pedro al tienpn que Herodes decide encarcelarlo (Hechos, XII, 4—12) Si “la ciudad de Ron ha querido renovar las escenas de la ingrata Jerusalén”, los fieles deberemos seguir el ejemplo de

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aquellos cristianos orando para que se rompan las cadenas del prisionero, se abran las puertas de la cárcel y el ángel tutelar conduzca a Pío IX lejos del alcance de sus enemigos <349),

De la iluminación bíblica se pasa a la historia de la Iglesia con tantas páginas heroicas escritas por Papas envueltos en persecuciones de muerte, sangre o simplemente incomprensión y calumnias a lo largo de los siglos en la difícil tarea de regir una institución de dimensión universal. Aunque la evocación del pasado cede bien pronto a la necesidad de comentar la específica y paradógica peripecia personal del actual sucesor de Pedro Mastai— Ferretti por las lecciones que pueden extraerse de los dos breves afios de su pontificado. Se inicia así en la literatura religiosa de Espaifa al igual que en otras naciones un fenómeno de culto a la personalidad de este Papa, justamente llamado piononismo, expresión socio—religiosa tan específica del catolicismo decimonónico <350)

El primer rasgo de sorpresa de este pontificado se cifra en el rapidísimo deterioro de su inicial popularidad dilapidada en una curva que va desde la exultante apoteosis que siguió a la amnistía inicial hasta la rebelión abierta de su pueblo, sugiriendo todo ello evocaciones morales no sólo sobre lo efimero de las glorias humanas sino también el precedente del Sefor Jesús en su vida pública: “Ay? ~qué cercano ha estado la roca Tarpeya del Capitolio! ¡qué cercano el Gólgota del domingo de Ramos!” <351>.

El detalle más enaltecido como circunstancia para solidarizarse con Pilo IX, calificado por algún texto episcopal desafortunadamente como ~Vice—flioe” (352), es la magnitud del ultraje inferido por sus s

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lenguas que le llenaron de bendiciones” ahora “le escarnecen, le insultan, le despojan de la libertad y le hacen su ludibrio”, volviéndose contra su Soberano, más bienhechor y liberal que tuvieron al concederles una generosa amnistía, la apertura política, el establecimientos de libertades

públicas, etc . . . , pudiéndose aplicar al actual caso el lamento del Siervo de Yahveh: “ellos le aflijan porque les consoló; le oprimen porque les alá libertad; le desprecian porque les engrandeció, les camá de bienes y le han respondido con toda clase de niales”, en paráfrasis del texto de Isaías <354).

El decisivo hecho de la ruptura de Pto IX y sus súbditos más radicales del i6 de noviembre último se colorea de toda suerte de detalles y anécdotas no siempre rigurosamente exactas; la soledad del Pontífice en su Palacio, acorralado por una masa envalentonada a sus puertas, sin que se lograra amansarías al modo como los Papas de la antiguedad San León Magno y otros amilanaron al implacable Alarico y al soberbio Atila, prueba fehaciente de que los actuales demagogos romanos son “seres más degradados que los Hunnos”

Seleccionando entre varios extfl’itc3s episcopales, el del obispo de Badajoz Xabier Fernandez y Obregón podía pasar por modelo acabado de retórica altisonante y tremendista de la literatura popular del romanticismo; citemos como ejemplo su descripción del tumulto

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ante el Palacio del Quirinal el 16 de diciembre donde abundan las expresiones exageradas: las paredes de Palacio fueron acribilladas a balazos; la artillería asentada a las puertas; detalles ambos absolutamente falsos por hinchados; a cuanto a

las nuestras de alegría que siguen al asesinato de Rossi —

hecho fundamentalmente cierto — el detalle del puHal paseado por las calles como trofeo y la horrorosa impudencia de ir a mostrar dicha “humeante todavía con la sangre de su esposo” a la viuda, no aparece en ninguna de las crónicas nra puntuales e impresionistas <356).

Aspectos drarnatizadotes que no tendrían mayor trascendencia que la de “agravios y desafueros” a la persona del Papa, gestos de mal gusto, si el objetivo último de los rebeldes romanos no fuera la eliminación física de Pío

IX: - . . . me estremezco al proferiría: se trató de quitar la vida a Nuestro Soberano Pontífice” <357). Que la integridad personal del Papa nunca corrió peligro, está fuera de toda duda; aunque haya que convenir con el Arzobispo de Toledo que “ajeno parecía ya a la civilización moderna la persecución personal del Vicario de Jesucristo” <358), observación que sin embargo parece olvidar los destierros de Pto VI y Pío VII en el periodo revolucionario y napoleónico. El estereotipo de Pío IX perseguido y víctima de la revolución quedaría de este modo fijado para varias décadas y su significación histórica también: “o la desaparición de la monarquía temporal del Papa o el sarcasmo permanente a su autoridad” <359). Alternativas ambas de negros auspicios para la Iglesia.

Llegados, los obispos a este punto de su reflexión, es fácil verlos elevarse al plano de la meditación providencialista, si por tal entendemos la lectura de los acontecimientos desde el plan del misterio de Dios, aceptando los males y los castigos divinos como medicina saludable para aquellos a quienes ama. La disposición a interpretar con este mística expiatoria los sucesos romanos no falta: “adoremos

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los secretísiirns designios de su providencia inescrutable” <360); “¡adoremos los juicios de »iosl”, incluso cuando se percibe en ellos La potencia del mal con implacable evidencia: “el infierno ha abierto sus puertas” <361> con lo cual estaríamos ante una forma de presencia de la ira divina a fin de que arrepentidos podamos sacar bienes: “Sírvanos este suceso de un poderoso estímulo para reanimar nuestra

esperanza . . . y exclamar con los sabios del Faraón: Digitus Dei esb ho”

La sacudida revolucionaria del ‘48 como apremiante interpelación divina a su Iglesia habría podido provocar en ella propósitos de reforma: ¿aflora en el cuerpo de los documentos que analizamos aplicada a la propia institución eclesial en Espaifa algún deseo o confesión de necesidad de reformas? Desgraciadamente ninguna. La generosa disponibilidad aceptada en el plano estrictamente religioso podría haberse traducido en un reconocimiento de los limites y carencias acumuladas por el paso y el peso de la historia. Ocasión totalmente perdida: la unilateralidad maniquea y el triunfalismo confundidos determinan la opción fundamental sin el menor atisbo de sospecha de eventuales fallos propios Una fórmula podría resumir este estado de espíritu anclado en el inmovilismo y la seguridad propias; a Pío IX lo único que cabe aconsejarle es que espere a que Dios “

Olvidada la autocrítica y emitido un juicio de quién es el culpable, sólo queda confortar el ánimo de los cristianos en la prueba; el mal jamás podrá comprometer definitivamente la suerte de los justos; las horas del impío son ya breves y su dominación fugitiva: “los esfuerzos de Babilonia serán impotentes ante la Iglesia contra la que las fuerzas del infierno jamás prevalecerán” <364).

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Una vez más la promesa escatológica indefectiblemente prometida para los últimos tiempos se convierte en fácil recurso para analizar el presente de la Iglesia, mediante una extrapolación que confunde los tiempos finales con el tiempo intermedio que es de prueba, de aflicción y de corrección. Por lo demás y desde la fe nada que objetar a esta bien labrada proposición teológica del obispo de Pamplona Mons, Andrianí: “todo el poder del infierno es Cin>capaz de destruir lo que el Seilor edificó; pues, tan permanente e e indestructible es lo que Cristo en Pedro instituyó”, es decir, afirmación de la asistencia divina proclamada por Pedro y otorgada por Cristo a su Iglesia <365).

A la hora de promover iniciativas pastorales que remedien la triste situación del Papa, la oración y las buenas obras alcanzan el primer rango, algo obvio dado el objetivo prioritario de los escritos de incitar a los fieles a las Rogativas. En un párrafo de claro sabor veterotestamentario y hasta de color apocalíptico, se invita a los creyentes a acercarse al templo de Dios y llegando al vestíbulo y al altar, mezclar las lágrimas de los prelados con las de los fieles “rogando con instancia al Dios de las inilsericordias y Dios de consolación abrevie los días de aflicción” y “alce al Sefior la ano pesada con que justamente nos oprime”, utilizando las principales arnas del cristiano1 “la humildad, las lAgrime y la oración” (366).

Solamente el prelado cordobés Mons. Joaquín Tarancón y Morón íntegra otros objetivos en la presente campafla de concienciaciórá cristiana, a saber, la instrucción religiosa del pueblo en el dogma y en la moral; queden para el Estado la utilización de los medios represivos y coercitivos; poténciese por parte de la Iglesia la vigilancia contra el proselitismo de doctrinas disolventes

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del orden social, aspecto éste que comentaremos inés abajo <367),

Característica cultural de la Iglesia decimonónica no sólo de Espaifa sino también de otras áreas católicas de Europa es el uso y abuso de un cierto trernendismo tanto lírico como dramático con constantes incursiones en el arsenal veterotestafl2Enta.riO de la literatura profética y apocalíptica, sumando a todo ello el pathos sentimental y altisonante de las formas expresivas del romanticismo. La pedagogí a que subyace en tal forma comunicativa no cabe duda que es el de provocar un sobresalto interior con recursos efectistas e incluso con retorsiones no siempre de buena ley.

La imagen bíblica de la barca de Pedro luchando en el mar de Tiberíades símbolo didáctico y profecía de las presentes dificultades de su sucesor están en su justo lugar. Pero al referirse a la modernidad como principal agente provocador de los actuales males que sufre la Iglesia, llamarla época de “licencioso libertinaje” <368> parece demasiado reductor; si razonable resulta la observación crítica y hasta irónica cte que “en indio del siglo XIX, llamado de civilización y de luces” (369) se produzcan bochornos como el de las calles y plazas p

Un método sencillo de contemplar la altisonancia de este lenguaje consistiría en entresacar los adjetivos calificativos utilizados para diferenciar a los buenos de los malos. A Pío IX se le reservan expresiones

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maximalistas en cascada, fórmulas que no todas gozan de la autenticidad de la tradición y lenguaje eclesiásticos, percibiéndose un afán desmesurado de agruparlas juntas como mero recurso literario: “Vice—Dios en la tierra, Juez Supremo de la fe, depositario del dogma. oráculo indefectible de la Religión, Pontífice santo, augusto e infalible”; por el contrario, los adversarios de la fe cristiana, identificados como seguidores del liberalismo y demás doctrinas y movimientos políticos revolucionarios más avanzados, así como, en forma muy precisa y particular, los súbditos del Papa son denostados con calificativos del más implacable rigor: “turba insensata, viles sicarios, escaria impura de la sociedad, etc

Las exageraciones ni siquiera son controladas a la hora de la descripción de los hechos; baste citar cono ejemplo el falso protagonismo de hombre clave en la salvación física de Pto IX atribuida a Francisco Martínez de la Rosa parangonándolo con el angel libertador de Fedro en un afán de atribuir a Espafla, gracias a la mediación de su embajador, “el principal papel en la salvación de la Cabeza Visible de la Iglesia” <371>.

Las transposiciones del género apocalíptico a los textos episcopales no sólo se ciflen a préstamos de imágenes y de lenguaje sino también a los contenidos de su mensaje y hasta a una global identificación de la hora apocalíptica con la situación histórica de mediados de]. siglo XIX:

• (El Sefior> La dejado a las enemigos de su Ungido entregados a su réprobo sentido; para que colmando la adida de sus crímenes y satisfecha la divina Justicia que se vale de estos desbardntentos, para que reciban aun en este

ando su merecida los delincuentes ...; (,,,) el Seflor, vuelvo a decir, no se da todavía par satisfecho, Ha concedido licencia a las ángeles del Apocalipsis para que viertan sobre la tierra los vasos de su indignación y después que la 6 ESPAftA Y LA HUIDA DEL PAPA N2 000575

tribulación haya acrisolado a sus escogidos hundirá en las abismos de donde salió al monstruo de quien se vale oow de instrumento para conseguir unos santos fines Así tienen que suceder atendiendo al punta al que bat llegado las cosas” (372).

El juicio negativo acerca de la

contemporaneidad, descrita fenomenológicamente cono - tiempos

azarosos . . . con graves acontecimientos que se suceden sin interrupción” (3>73), es fácil suponerlo en la pluma de los obispos, si se observa no sólo el frontal ataque a la tradición histórico—cultural europea sino también a las bases de la religión cristiana dirigida y encarnada por la Iglesia:

“Hasta en los pueblos más culto6 se atacan . . con indecible obstinación las santas doctrinas y tradiciones que forman la creencia de los pueblos” (374) y se subvierten todos los valores éticos de la sociedad:

• se da al vicio el calor de la virtud; se minan los cimientos te firmes de la sociedad; se compromete de todos modos su principal objeto que es la tranquilidad y bienestar de los asociados y se seduce artificiosamente a los sencillos, ignorantes y nl preparados con ideas halagUeflas, con goces que les lisonjean y con engafirJsas esperanzas, que si pueden realizarse por cortos momentos y par medias violentos e injustos, no es posible que ofrezcan estabilidad, porque son enteramente contrarias a la naturaleza y al arden que la providencia ha establecido para que haya paz y seguridad entre los hombres” (375>.

Es fácil deducir de ello catástrofes en perspectiva que voces de prelados desde luego no las silencian: “

¿Cuál es el grado de influencia, de real penetración de los errores de esta empresa del mal cono son las revoluciones en nuestro tejido social? Desgraciadameflte, responde el obispo de Badajoz, “la credulidad, la ligereza y

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la ignorancia” prestan fácil oído a la seducción y a la mentira y cuando esté establecido el desorden, cuesta trabajo el desarraigo. Tan sólo algun que otro texto desciende al análisis político de los sucesos del ‘48. Cuando se mencionan los focos más virulentos de la revolución se recuerda a Alemania, Italia y Francia y también Espafla aunque en tono menor tan evidente resulta la marginalidad del fenómeno en nuestra Península: “por la misericordia de Dios, después de

tantas amarguras . no es en el día la EspaZ.a donde ,ts eco

hallan ni mejor acogida encuentran estos delirios . ; pero seriamos Lnprudentes y aun reprensibles si demasiado confiados . .. dejásemos de prever que también puede haber y habrá indudablemente entre nosotros hombres extraviados” <37,7>,

Por lo demás, la interpretación política del ‘48 de los pocos prelados que se arriesgan a formular alguna observación coincide con la absolutista y antiliberal con un recelo y una envarada aprensión para con los movimientos democráticos y socialistas que puede suponerse. El hecho de que se atribuya a Austria la posesión de las pruebas materiales del complot del ‘48 y por otra parte se defina al Pontificado como “antemural de la Sociedad” convertida en el objetivo prioritario de las revolucionarios, es todo un síntoma dejando clara la procedencia política del prelado cordobés <3.78>, olvidándose de momento de polemizar con el liberalismo para centrar su vigilante advertencia en la denuncia del republicanismo y el socialismo; los primeros, dirá, “dirigidos al establecimiento de la República con la que caen tronchados todos los Tronos” y los segundos, trabajando intensamente “en la nivelacluán de las fortunas, distribuyendo la propiedad entre la clase proletaria cuyo bienestar se procura aparentarfl grave peligro en ciernes para la sociedad, pero sobre todo para la burguesía liberal enriquecida con el expolio al Iglesia “en castigo de haber

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usurpado a la Divinidad las ofrendas que se le consagraron en

protestación de su suprenlo dou,dnio ...“ <379).

De todos los textos episcopales, éste del obispo cordobés merece una especial atención pues no resultaría fácil encontrar un testimonio tan temprano y contundente en la formulación de unos principios doctrinales en el orden social~ criticando las reivindicaciones de cualquiera de los programas socialistas y comunistas europeos en 1848, socialismo y comunismo calificados de “doctrinas disolventes y destructoras del orden social”. La Iglesia debe asumir el desafio que le presentar tales realidades pues ella debe ser bien consciente de que es “el primer baluarte” atacado por los demagogos cuando se quieren implantar tales conquistas ¿Qué reivindicaciones sociales deben ser objeto de la tesonera oposición de la Iglesia al proselitismo social?:

12/ “desconocer o contundir las ideas acerca del derecho de propieda& prometiendo una prosperidad mediante ‘la nivelación de las fortunas”; 22/ “engaliar y sublevar a las clases laboriosas pervirtiendo y desnaturalizando los verdaderos principios de toda sociedad culta acerca del trabajo”; 32/ “ni se aspira a hacer olvidar la naturaleza, la necesidad y la justicia de los impuestos públicos”: 42/ ‘se pretende destruir los legitira fundamentos de la subordinación y de la obediencia” <380>.

A tales desviaciones sociales la predicación al pueblo cristiano debe oponer otras invencibles razones: la primera es la consideración de la propiedad, recordando que la misma es tan antigua como la propia sociedad; que entró en las altas miras del Creador y que el respeto a este derecho sagrado constituye uno de sus preceptos divinos. El asegurarlo y protegerlo es uno de los principales objetivos de las leyes civiles; por el contrario, el destruirlo es quitar los más loables estímulos, amortiguar

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su industria, impedir los esfuerzos de la inteligencia y hacer un llamamiento a la expoliación, introduciendo una lucha perpetua y un odio inextinguible entre el holgazán corrompido y el honrado trabajador.

La valoración antropológica del trabajo de las nucvas corrientes sociales de la época podría llevar a desvaríos si se olvidara que el sudor y esfuerzos humanos, al principio pena del pecado orgiginal, son los medios más naturales y justos de procurares la subsistencia sin perjuicio de. los demás. Respecto a los exageradosa clamores que hoy se lanzan contra los impuestos y sobre las vehementes excitaciones a la rebelión contra la autoridad se debe recordar a todos el mandato de San Pablo de obediencia a las potestades civiles,

Así podrían desbaratarse las doctrinas del socialismo y del comunismo, que si algo de laudable hubiera en ellas a favor de huérfanos, ancianos, enfermos y nenesterosos ¡cuán insuficientes y mezquinas resultarían en comparación de los preceptos evangélicos respecto a la limosna, a la compasión y al socorro de los desgraciadoal 1 ¡no dudéis del feliz resultado porque la verdad siempre llega a tener ascendiente sobre el artificio y el engafo! (381>.

Descrito en escorzo impresionista el significado de las revoluciones presentes y tras identificar en lontananza inquietantes proyectos, presagio de tiempos difíciles, los obispos nada dicen en concreto del proyecto político del Risorginento, ni de la revolución romana cuyas avatares circunstanciados seguramente desconocen. Sorprende esta reserva e insenc4bilidad y/o excesiva prudencia, pero está en consonancia con la actitud de la propia clase política espafola tan pobre en el análisis político de lo que en Italia sucede, simplemento por desconocimiento, como sucede por lo demás a la jerarquía eclesiástica de otras

2 w ESFAf4A Y LA HUIDA DEL PAPA NE 000579

naciones católicas, En las pocas alusiones a los rebeldes romanos los obispos son más proclives a la descalificación o al insulto incluso como mero recurso oratorio; solo algunos pocos escapan a este riesgo recordando que “también son nuestros hermanos en cuya pacificación, 2wderación y cordura nos debemos interesar” <332).

Exposición del Episcopado espaflol a Pio XX

Además del nutrido conjunto de pastorales y exposiciones episcopales escritas con ocasión de las citadas Rogativas, el episcopado espaflol redactó un específico documento dirigido a Pto IX. Aunque el nombre de carta colectiva propiamente hablando no le cuadre pues no se forjó tras un intercambio de ideas e impresiones entre los obispos, el &uncio lo considera así, titulándolo “rappresentazione” exposición de los arzobispos en nombre de todos los Prelados, aunque al pie del documento figuren los nombres de todos los Prelados del Estado (383).

Gracias al Nuncio sabemos algo de las circunstancias de su elaboración; la iniciativa partió de algunos obispos presentes en este momento en la Corte y dado el tiempo necesario para hacerlo llegar a cada uno un texto previo, prefirieron optar por un procedimiento de mayor urgencia encomendando al Arzobispo de Toledo la tarea de la redacción quien cono Primado podría asumir la representación de todos. Así lo hizo en efecto J’tons, Bonel y en circular del 10 de enero se lo hacía partícipes de la iniciativa a todos los hermanos del episcopado <384>.

Pero surgió el conflicto, secuela de ancestrales rivalidades entre sedes hispánicas, en concreto,

a e ESPAf*A Y LA HUIDA DEL PAPA NS 000580

surgió la vieja controversia sobre las prerrogativas primaciales entre Sevilla, Tarragona y Toledo. El arzobispo tarraconense Mons. Echanove se mostró muy solícito y sensible en la defensa y no vulneración de los derechos históricos de la sede metropolitana catalana <385). El escollo se superó gracias a la sutil distinción aportada por el Nuncio siguiendo en ello una sugerencia originaria del prelado de la antigua Tarraco <388), según la cual se silenciaba la condición de Primado del de Toledo y se le consideraba tan sólo comisionado para el caso de los demás prelados en virtud de su condición de residente en la Corte (38?); además, a fin de evitar susceptibilidades entre sedes, el orden de los nombres al final del documento se establecía por riguroso orden de antiguedad en la preconización episcopal dentro de cada rango de arzobispos y obispos (388).

Dicha fórmula conciliatoria se decidió sin nueva consulta, como hecho consumado; desconocernos la reacción del prelado tarraconense ante el resultado final de sus gestiones que difícilmente pudo ser plenamente satisfactoria para él a juzgar por el relieve que en el documento adquiría la figura del prelado toledano con su firma encabezando con inequl vocos caracteres la “primacía” de la iglesia en Espafia. No encontró eco favorable otra sugerencia del mismo arbobispo catalán, a saber, la conveniencia de que uno o dos obispos se trsladaran a Gaeta a entregar la carta personalmente a Pío IX <389>, ¿Esperaría acaso ser designado él mismo como miembro de la comisión en razón de la proximidad geográfica de su sede, tratando de equilibrar con este reparto de funciones el protagonismo de su colega toledano? La pregunta es desde luego pura elucubración y sería malévola si al al mismo tiempo silenciáramos el hecho de que una reciente enfermedad del arzobispo tarraconense no autoriza a atribuirle semejantes osadías tun sticas.

4 ESFA*A Y LA HUIDA DEL PAPA N2 000581

El documendo de los obispos contemplado desde sus contenidas no cabe calificarlo sino de circunstancias. La retórica eclesiástica logra construir en latín una pieza literaria en cierto modo modélica. No cabe regatear al texto ni emoción piadosa ni unción filial, no correspondido quizás por la hondura de pensamiento pues se elige un camino sembrado de obviedades demasiado evidentes. Con todo queremos hacer honor al documento esbozando sus rasgos fundamentales: la oferta al exilado de casa, bienes y de las personas de los propios obispos, en el estilo de que corresponde a todo bien nacido; el realce dado a la inmensa deuda contraída por la Iglesia de Hspafla con un Pontífice que, apenas arribado a la silla de Fedro, acabó con la orfandad espiritual de tantas diócesis españolas sin Pastor durante los ultimas difíciles años, etapa calificada por el texto como la más larga en las desgracias de la Iglesia española en su larga historia; en fin, la mención de la llegada dei actual Nuncio Apostólico como instante que materializó la nueva luz de la reconciliación con Roma, momento en cuya espera tantos murieron (“in cutus spectationem occubuerunt nultí”> (390).

La parte más retórica y también la más larga de la Exposición la ocupa la descripción de los lamentables sucesos de Roma de la que la información del episcopado dejaba mucho que desear y de cuya eventual complejidad política apenas se tenía conciencia, Donde el arzobispo de Toledo se muestra riba acertado es en la elevación de la presente coyuntura histórica al plano sonbrenatural, realzando las consideraciones sobre la condición beligerante de la Iglesia con ejemplos históricos y con citas de autoridades eclesié.sticas antiguas como San Agustín, Eusebio de Cesarea, San Ciprlnao y San Bernardo cuyas proclamas y profesiones de fe se presentan como razones de esperanza en una Iglesia a quien no puede fallar la promesa de indefectibilidad de su Fundador.

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El texto termina con una detallada y complacida relación de las grandes figuras episcopales que encabezan los anales originarios y los episcopologios de la mayor parte de las sedes hispanas cuyo patrocinio invocan y cuya trayectoria prometen convertir los actuales prelados españoles en norma de conducta <391) El Nuncio al enviar a Gaeta el texto de los obispos solicitaba del Papa una respuesta oficial a este testimonio colectivo de la jerarquía española (392) así se hizo según consta por correspondencia del Nuncio (393>. II Otro gesto más prodigado por los obispos en auxilio del Papa Berla la iniciativa de una coleota popular que no llegaría a cuajar al menos en la forma participativa y plebiscitaria que al comienzo se soñó, a ejemplo de otra iniciativa similar de Francia promovida por el Círculo Católico de Paris presidido por el conde Montalembert. Un grupo de eclesiásticos y de laicos en Madrid entre los cuales nos son conocidos el rector de la Iglesia de los Italianos Don José Ramírez imaginan algo equivalente para España formando una Junta cuya presidencia la ostenta el Primado toledano. El gobierno parece que en un comienzo ve con buenos ojos la idea, pero surgen inconvenientes y dificultades por una y otra parte que malogran el resultado final.

El ministro de Hacienda Alejandro Mon es el primero en hacer observar al Nuncio que aun alabando las buenas intenciones de la Junta, el procedimiento le parece indigno del Santo Padre y que personalmente no lo aprobaba.

¡Allá Francia — declara el ministro — con su ideosincrasia y estilo particularl Entre espafloles se tiene un concepto del Papa más elevado y si. la situación lo exigiese sería la propia Reina quien de su tesoro propio haría al Papa el ofrecimiento conveniente.

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Brunelli. sin instrucciones precisas al respecto, se ofrece para cualquier forma concreta de auxilio sin preferir una u otra forma de canalizar la generosidad de los españoles, no sin desvelar sin embargo un cierto escepticismo ante la caballerosidad de Mon, pródigo en promesas no siempre secundadas por los hechos (394). El cardenal Antonellí al responder al Nuncio le recuerda que una anterior oferta del embajador Martínez de la Rosa en los días de la fuga fué declinada por Fío IX, pero que ahora en razón de la angustiosa situación del erario pontificio aceptaría complacIdo dicho óbolo, aduciendo como botón de muestra las necesidades del modesto ejército que en estos momentos se quiere organizar en Benevento y Pontecorvo (395).

Donoso Cortés contextualizado

En el capítulo primero de es-te trabajo analizamos brevemente cuatro de los artículos dedicados por Donoso Cortés a Fío IX; en ellos el político extremeño saludaba de torna positiva el ensayo liberalizador del nuevo pontificado. Allí hacíamos observar ciertos silencios y titubeos del escritor a la hora de compremeterse en el análisis político un poco a fondo; acogía en efecto con entusiasmo el plan abstracto de una tercera vía entre la revolución y la contrerevolución pero pasaba pies sobre ascuas sobre su concreta realización, sin siquiera mencionar la espinosa cuestión de cómo articular el liberalismo y el catolicismo en los niveles jurídico—institucionales en el caso tan particular de los Estados de la Iglesia.

Nos toca ahora volver nuestra mirada sobre el tribuno extremeño en la circunstancia cronológica de este trabajo <1848—1850); no se olvide que la revolución

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europea de 1848 y sus repercusiones en los diversos países

constituyó al parecer la razón objetiva — sin olvidar, claro

es, su evolución religiosa íntima cte 1847 <396> — del giro decisivo en la vida de flonoso, concretado tanto en forma de ruptura con la clase política liberal a la que pertenecía como en el rechazo del liberalismo en cuanto tal. Por otra parte, dicha nueva actitud coincide con su momento intelectual cimero que lo constituyen sus tres discursos parlamentarios sobre la dictadura, sobre la Eituaciófl de Europa y sobre la situación de España <397>, materiales con los que construirá después su renombrado título Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo <1851), para morir pronto después en 1853 siendo embajador en Paris.

Dentro de esta sumaría presentación donosiana conviene no olvidar que los sucesos de Roma del otoño del ‘48 jugaron un papel persuasorio importante en su evolución como lo prueba el articulo titulado Los sucesos de Roma

Al analizar el famoso discurso y los textos donosianos coetáneos quisiéramos olvidar el modo tradicional de abordarlo~ que muchas veces ha consistido en seleccionar ciertas frases muy bien labradas por el tribuno olvidándose de situarlas en su contexto vital

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excepcionales con los que Narvaez ha gobernado en los nueve meses precedentes a diciembre del ‘48 (mirada al pasado> y el fuerte apremio con que la opinión católica incita al gobierno a prestar un auxilio a FI o IX recién exilado

Antes de adentramos en la tarea de analizar este importante texto quisiéramos intercalar una digresión sobre la significación de la obra donosiana, tarea que nos parece bastante esclarecedora y útil en la medida en que apunta a una de las limitaciones metodológicas más frecuentes, no sólo por lo que hace a la figura de Donoso Cortés sino también a los temas de la Iglesia espaflola decimonónica, a saber, desvincularía excesivamente de la historiografía católica europea (398).

Además de este defecto de fondo general, en el caso de Donoso los males comienzan de una anomalía ya lúcidamente observada por Valverde en la ponderada Introducción a sus Obras Completas y que sería la siguiente~ que a partir de los estudios de Karl Schmitt sobre el español, todos los comentaristas de Donoso han sentido la inevitable necesidad de esforzarse en descubrir la actual vigencia de su pensamiento <399). Esto es justamente lo que querríamos evitar en lo que nos afecta, situándonos en la óptica absolutamente contrapuesta; después de todo ¿qué dijo Donoso Cortés para su época? ¿qué preocupaciones e intereses inmediatos provocaron sus rotundas, lapidarias y catastrofistas expresiones?

El reproche más grave que cabe inflijir a la famosa teoría del Dezísionisnis como clave explicativa de su pensamiento, elaborada cono se sabe por el politólogo antiliberal antes citado, es el haber arrancado al orador español del grupo de opinión de los católicos europeos que propugnaban la Restauraci6n en 1850 (400), Dicha

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interpretación generalizará el sumario juicio de Donoso ideólogo de la dictadura, incorporando su nombre a una corriente que arrancando de Maquiavelo y Hobbes tratarla de justificar la autoridad y la fuerza como ultina ratio de la vida pública. El anacronismo de tal interpretación lleva a la confusión¡ Donoso seguramente sentirla cierto pasmo al ver así secularizado su pensamiento por haber sido incorporada al cuerpo teórico de las dictaduras nacionali;tas del siglo XX <401).

La interpretación de SchTnitt dió lugar en España en la primera fase del franquismo a una larga y bastante enojosa controversia que nos la ahorramos <402) También entonces el uso demasiado oportunista de la autoridad de Donoso veló no poco el auténtico significado de su discurso, haciendo buena la observación de quien dijo que el interés de la obra donosiana crecía en el momento de crisis de las democracias y de resurgencia de las restauraciones autoritarias <403) , No parece que Donoso pueda escapar fácilmente a este sino historiográfico.

Donoso en la órbita del catolicismo francés

Este trabajo quisiera aproximar a Donoso Cortés al mundo intelectual europeo y sobre todo francés en el cual se fraguó a nuestro entender el pensamiento de sus años de madurez (1848—53>, añas que en su biografía intelectual constituyen un todo unitario <404). Ro se olvide que Donoso al seguir al exilio a la ?eina Madre Maria Cristina y más tarde al asumir responsabilidades diplomáticas en la ciudad del Sena y en Berlín — huida al extranjero al parecer motivada por su decepción ante la mediocridad de la clase política de su patria — entre los años 1840—~3

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los treinta y uno y cuarenta y cuatro anifos de su breve vida), pasó casi tanto tiempo en el extranjero como en España. Donoso “llegó a ser el más europeo de loe espafloles de su siglot se ha escrito con fundamento <405> y desde luego si que fué el más sensible y enterado de lo que se pensaba en círculos católicos significativos de Europa a mediados del siglo XIX (406). A esto habría que añadir que los coblenxas personales de Donoso de estos últimos años de su vida estuvieron teñidas por la preocupación del porvenir de la religión y de la Iglesia en la sociedad, distanciándose progresivamente de los juegos y ambiciones políticas en las que hasta entonces habla vivido inmerso <407>.

Donoso Cortés pertenece al grupo de publicistas católicos que tras la revolución del ‘48 optaron por la ruptura con el liberalismo reafirmando la incompatibilidad de los principios de 1’/89 con el catolicismo y la disciplina de la Iglesia. Desde hacía cincuenta años la Iglesia tenía planteado cte hecho este problema ¿cómo conciliar la tradición católica con las libertades públicas, con los sistemas políticos representativos, con la libertad de imprenta y la libertad de conciencia? La dilucidación de esta cuestión estaba muy lejos de haberse verificado en el telar de la teología y del derecho público eclesiástico acedémicos de la época que ni siquiera habían sentido la necesidad de revisar las formulaciones tradicionales, sobre todo cuando la Restauración de 1815 produjo el espejismo de que las aguas volvían otra vez a su cauce <408).

Sin embargo para las vísperas del ‘48 ya habían surgido dentro de la Iglesia primero de una forma un tanto tímida grupos y tendencias que promovían la conciliación entre liberalismo y catolicismo más por caminos de necesidad histórica que por vía doctrinal y especulativa. En ella tomaban parte minorías intelectuales seguidas de algunos clérigot jóvenes; naturalmente no en todos los países

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el problema era igualmente crucial ni imperioso, pero muchos sentían la necesidad de llegar a alguna suerte de acuerdo práctico con las nuevas realidades del mundo moderno, Esta línea inspiraba a Giobertí y Rosminí trabajando por supuesto separadamente en Italia; la tradición menesiana francesa se vió potenciada con el periódico L”hre Nouvelle

Montalembert, Maret, Ozanan, etc .,. >1 a este filón aunque en rango más modesto, cabria adscribir a Balnies y a Donoso en sus artículos de 184’? favorables a Pío IX ya estudiados aquí.

Todo este germen incipiente quebró con la amarga experiencia revolucionaria del ‘48—’49, originando una profunda división entre los católicos que afirmaron la definitiva incompatibilidad de ambas propuestas (los intransigentes) frente a quienes, minoritarios en número, prosiguieron en la búsqueda de nuevos caminos tratando de no perder el ritmo de la historia, Donoso a través de sus amistades parisinas se vió enfrascado en las controversias del catolicismo francés de entonces decantándose en su alma y conciencia por el lado intransigente.

París y sus jefes de fila católicos laicos Veuillot y Montalembert serian la plataforma eficaz de difusión de los escritos y discursos de Donoso en Francia, Alemania e Italia, El Discurso sobre la dictadura se ve premiado con las felicitaciones calurosas de• Montalembert <409); el Ensayo sobre e). catoliciarr, el liberalismo y el socialismo en su edición francesa aparece en una colección dirigida por Veuillot <410>. De momento Montalembert y Veuillot podían pasar por das líderes católicos intercambiables — el prinero fué quien presentó Donoso al segundo — pero, pocos meses después, con ocasión de la ley Falloux sobre la libertad de enseñanza, advino la ruptura entre ambos; ruptura grave, elevada al nivel de principios generales y extendida a todo el ámbito de posiciones políticas del catolicismo framcés posterior <411).

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En la correspondencia de Donoso Cortés con ambos no cabe apreciar salpicaduras de dicha pugna francesa; sin embargo, sabemos que el español en su última y definitiva estancia en Paris estrechó sus relaciones con Veuillot; en cambio polemizó con Gaduel, vicario general de Mons, Dupanloup, obispo de Orléans que favorecía las posiciones del catolicismo liberal de >tontalembert <412). La prematura muerte ahorrará, al extremeño el doloroso espectáculo de la confrontación posterior de ambos líderes del catolicismo francés Terminemos recordando que la valoración y las criticas que a ambos católicos grtlos mereció el pensamiento donosiano fué muy distinta, siendo la figura de Donoso otra ocasión más para que se perpetuaran entre los mismos sus mutuas diferencias (413).

Así pues Donoso constituye la aportación del catolicismo español a ese plantel de publicistas antiliberales e intransigente de mediados del siglo. El fervor religioso de su combate, su paEado liberal imprimiendo un caracter testimonial de converso a su causa.y su prematura muerte añaden nuevos rasgos a la aureola posterior entre sus admiradores (414),

Donoso Cortés un católico intransigente

Analizar los rasgos definitorios de esta tendencia del pensamiento y de la acción de los católicos decimonónicos que ha constituido la intransigencia escapa a las posibilidades de este trabajo <415), Baste decir aquí que sus promotores merced al apoyo recibido de Roma a partir de 1850 y en virtud del eco entusiasta suscitado por sus ideas en los sectores mayoritarios del clero, marcaron con su sello la imagen de la Iglesia de la época durante más de una

4 ESPAÑA Y LA HUIDA DEL PAPA NS 000590

generación. Aquí , quisiéramos únicamente aplicar a Donoso Cortés los rasgos de esta tipología católica a partir de algunas citas de sus discursos y cartas escritas en los días en que reflexiona sobre la revolución del ‘48 y sobre la tragedia papal tras la huida a Gaeta.

A los católicos intransigentes se les ha atribuido como talante psiquico fundamental una proclividad maniquea. Donoso tras el Discurso sobre la dictadura es apuntado con el dedo en ese sentido y se defendió de ello con el vigor de quien no quiere apartarse un ápice de la ortodoxia católica <416). Pero sí puede atribuirsele con justicia, un generalizado espíritu ~mniqueo en el sentido de considerar mío todo Lo que no ha sido elevado al arden sobrenatural” (417) y provocar así un desaliento en las vías de entendimiento y de diálogo entre las realidades temporales y divinas, al trazar la insalvable distancia entre el catolicismo y el mundo nacido de los principios de IiZBg: “El destino de la hunanidad es un zniBterio profundo que ha recibido dos explicaciones contrarias: la del catolicismo y la de la filosofía; el conjunto de cada una de esas explicaciones constituye una civilización conipleta; entre esas dos civilizaciones hay un abismo insondable, un

antagonismo absoluto C. . > Yo creo que la civilización católica contiene el bien sin ~zc1a de nl y que la filosofía contiene el mal sin mezcla de bien alguno” <418).

Fruto de tan aventuradas premisas nace el consecuente pesimismo de su espíritu <419), bien contemplando el proceso de la historia humana moviéndose en dirección regresiva: “Vosotros creéis que la civilización y’ el mundo van, cuando la civilización y el mundo vuelven”, bien condenando inapelablemente a las sociedades políticas desligadas de la fe cristian: “Yo he visto, sefiores, y conocido a míos individuos que salieron de la fe y han vuelto a ella; por desgracia, sefiores, no he visco janás a

5 ES?Af$A Y LA HUIDA DEL PAPA N2 000591

ningún pueblo que haya vuelto a la fe después de haberla perdido” o bien sentenciando a muerte al supremo valor ético y político que sostenía la fe de sus colegas parlamentarios todos ellos políticos liberales: “Seflores, tremenda es la palabra, pero no debemos retraemos de pronuacciar las palabras tremendas, si. dicen la verdad y yo estoy resuelto a decirla. ¡la libertad se acaból No resucitará, señores, ni al tercer día, ni al tercer afio, ni al tercer siglo, quizá” (420>,

De ahí que Donoso parezca mostrar una cierta complacencia en anunciar catástrofes: “Tengo para ni que se ha hecho inevitable una catástrofe que ha de venir forzosamente si es que no faltan aquí por primera vez las leyes eternas de la Historia”; utilizando circunloquios oratorios que en ocasiones provocan la risa en los escaños de la oposición, el tribuno parece hacer ostentación de conocimientos adivinatorios con evidente abuso del sentido

genuino de la escatología cristiana: •.. lo que voy a decir, los sucesos que voy a anunciar en un porvenir más próximo o más lejano, pero nc muy lejano, se han de cumplir a la letra” <421).

Por mucho que se quiera disculpar al orador en trance de ser desbordado por sus propias artes oratorias, la verdad es que expresiones de este tenor desvelan una psicología de miedo, de talante incapaz de imaginarse un mundo distinto al conocido; el miedo de Donoso Cortés a la revolución, sentenciará años más tarde Valera “rayó en locura” <422), El que el pánico donosiano se centrara sobre todo en el miedo al socialismo en España, trasponiendo a este país de forma harto mimética la situación de la Francia republicana, encontró en aquellos mismos días un contradictor sereno y eficaz en las propias filas del partido moderado <423>; pero a partir de los ejercicios de profetismo de entonces, nos ha quedado de Donoso una imagen

6 ESPAftA Y LA HUIDA DEL PAPA N2 000592

marcada por el signo de la contradicción, es decir, admirado y/o denigrado <424>.

Donoso escribió glosas arrebatadas de culto al medievalismo que en nada desmerecen de los románticos más consagradois; en el Medievo “hay una segunda creación, obrada por la Iglesia” (425), realizando una obra de armonizar el caos, moderar la violencia y levantar los ánimos de los caldos; porque esa realidad histérica exige ahora “la restauración de las grandes instituciones católicas que la revolución ha echado por el suelo” <426).

Todas las fulgurantes panorámicas de

nuestra historia europea lo ilustran: “ que en el espacio de tres afta hizo la revolución más grande que han presenciado los siglos y la llevó a cabo sin haber derramado más sangre que la suya”; continuando a través de

las gestas de Constantino el Grande y Carlomagno, etc . . . dejan definitivamente sentado que “toda civilización verdadera viene del cristianismo, es esta tan cierto que la civilización toda se ha reconcentrado en la zona cristiana; fuera de esa zona no hay civilización, todo es barbarie . <427>,

Es evidente que este entusiasmo por el pasado comporta riesgos sobre todo si es un arma utilizada para reafirmar la fijación de la historia o la inamovilidad de una forma histórica dada, cayendo en una “táctica discutible e históricamente equivocada” (428>; no saber concebir otra sociedad cristiana que la medieval o la absolutista, identificándose así con el Antiguo Régimen de una forma tan estrecha que parezca asuinirse como herencia propia, el conjunto de corruptelas y de versiones de despotismo del pasado en nombre de la religión <429>.

7 ESFAftA Y LA HUIDA DEL PAPA NS 000593

Conviene anotar como rasgo negativo de los tradicionalistas la permanente confusión de los planos natural y sobrenatural, el eclesiástico y el civil, el espiritual y el temporal, no porque les neguemos el derecho y en cuanto creyentes la obligación de que lo religioso inspire y vivifique su acción política y social sino porque no respetan suficientemente la autonomía de cada plano. Donoso Cortés en este punto en curiosa coincidencia con el temperamento de Pío IX <430) se refugia en un peligroso misticismo, transponiendo realidades temporales al ámbito espiritual

Así, no encuentra mejor analogía para explicar y justificar la dictadura en la esfera política que la conducta de Dios en el plano de la creación suspendiendo las leyes universales de la naturaleza a través del nilagro <431), Las revoluciones contempladas como “los fanales de la

Providencia y de la Historia

Hay un aspecto del pensamiento donosiano apenas mencionado, el de sus críticas al materialismo de la burguesía de su tiempo, grupo social al cual él mismo pertenecía. Su ruptura con el liberalismo como doctrina y como modelo de sociedad implicaba en el fondo un necesario distanciamiento del grupo social que lo encarnaba <433) En este sentido hay que decir que los tradicionalistas católicos quizás por su agresiva hostilidad a la filosofía liberal tuvieron mayor sensibilidad social y prontitud de reflejos para alertar los efectos perniciosos de la economía liberal

8 Et’FA~A Y LA HUIDA DEL PAPA NS 000594

en la naciente clase proletaria. El discurso de Donoso Sobre la situación en Espaifa

su Reina legítima — se lamenta el tribuno — está al presente a punto de sucumbir igual que la Francia de Luis felipe “por la furiosa calentura de la fiebre industrial y nercantil” <434),

Denuncia ambigua y confusa en extremo pues no se precisa si el objeto de la queja es el mal ejemplo de las corrompidas prácticas ejercidas por su partido en el poder con Narvaez <435> o se pretende aislar al país del proceso de modernización industrial ya emprendido en Europa, refugiándose en aquella otra actitud de quienes rechazaron la revolución tecnológica por los cambios sociales y los costos humanos que comportaba 4

Una vez más se recurre a la tradición cristiana en búsqueda de soluciones sociales: “el catolicismo ha encontrado su solución en la limosna”, expresión sorprendente y hasta ridícula para nuestros oídos, aunque en gracia a la objetividad convenga advertir que la expresión limosna más que a su acepción primaria quiere significar en la época el papel asistencial de las instituciones de la Iglesia en el pasado y todavía vigente en los tiempos donosianos: “La Iglesia es adnirable para todo; pero lo es principalmente para servir de medianera entre los pobres y

106 ricos; ... . ) participa de la naturaleza de los pobres porque no tiene nada suyo y todo lo recibe por arr de Dios; participa de la naturaleza de los ricos porque los ricos en otras edades, par amor de Dios, se lo dieron todo” <436),

9 ESPAifA Y LA HUIDA DEL PAPA N2 000595

Llegados al final de este intento de perfilar una silueta donosiana un poco mejor contextualizada que la habitual, sepultada casi siempre en una aplastante bibliografía, el político isabelino se nos nuestra como un católico ferviente que a mediados del siglo y tras una experiencia revolucionaria en Europa decide resistir al liberalismo ambiental aferrándose a la tradición histérica de la Europa cristiana más que al tradicionalismo filosófico propiamente dicho <437), como forma de defensa de la religión cristiana y del orden político y social conocido <438).

Subrayemos finalmente los aspectos positivos que innegablemente tuvo esta corriente o familia católica Movidos por la convicción cte que lo religioso constituye el principio vertebrador de la vida social y de que este valor lo encarna y administra la institución eclesiástica temieron por la libertad de movimientos de ésta y la vindicaron con dolor. Asimismo, fustigaron a la clase social que protagonizaba dicha ofensiva, la burguesía liberal a quien acusaron de materialismo y de desvirtuación del sistema político representativo que decían promover

En esta guerra de trincheras, volcaron sus desvelos en defensa del pueblo sencillo tradicionalmente cristiano, sobre todo en el mundo rural tratando de protegerlo de los males de la modernidad, Cualquiera que sea la valoración histórica que esta estrategia merezca hoy, hay que convenir que los intransigentes se entregaron a la difusión de sus ideas con una sinceridad y generosidad ejemplares <439>. 31 que además de todo esto, Donoso Cortés por talante personal fuera “un pirotécnico de oficio” <440> es algo relativamente secundario. 4

Para valorar convenientemente el Discurso sobre la dictadura no puede olvidarse que los sucesos de Roma pesan sobre el ambiente y los ánimos de la Cámara,

10 fi ESPM~A Y LA HUIDA DEL PAPA NS 000596

Paradógicamente en tal discurso de Donoso no hay ninguna referencia explícita a la crisis romana hasta casi el final de la peroración; seguramente porque el orador supone conocido por el hemiciclo su articulo de prensa de un mes antes (441). De ahí que nosotros desandando el camino tengamos que analizar antes del discurso parlanientaricel trabajo de prensa en cuestión

Visión de los sucesos de 1848 de Donoso Cortés

Titulado éste Los sucesos de Roma el autor marginando toda referencia concreta a lo sucedido y con un olvido de las circunstancias concretas del drama, tiene prisa desde las primeras lineas en emitir un juicio ético y valorativo global del asunto~ lo de Roma, dicen, es un acto de demagogia, suceso inscrito en el curso de la demagogia europea de 1848, constituye no sólo un mal sino “el nl por excelencia” y por ello mismo un acontecimiento que se pone a sí mismo fuera de toda religión, de toda nación e incluso fuera del entero género humano,

La absoluta negatividad del hecho valorado desde la lectura sociológico—política constituye la premisa mayor que prepara el terreno para proyectar la lectura teológica posterior: visto el acontecimiento romano en la perspectiva del providencialismo religioso en que Donoso sitúa toda la trama del ‘48, se atreve a aventurar el advenimiento próximo del final de la historia: “todas las cosas humanas caminan hoy a su final deBenlace con una rapidez milagrosa. El mundo vuela; Dios ha querido darle alas a la vejez”, sentencia el vaticinador con amarga ironía o quizás con oculta satisfacción.

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Con la ventaja de quien desde la atalaya de los sucesivos fracasos revolucionarios de París, Milán,

Viena, etc . del alio contenipla cómo el curso de las aguas vuelve a su cauce habitual, Donoso Cortés a posteriori puede convertir el diagnóstico en oráculo divino: “en este duelo del demagogo contra Dios ¿quién habrá de temer por Dios si no es acaso el demagogo?. La pregunta es sólo recurso preparatorio de la respuesta: La demagogia no reinará en el mundo sino en calidad de esclava de Dios y como instrumento de sus designios”.

Con la reconfortante seguridad de saber a Dios de su lado, Donoso no olvida la llamada a la acción de los católicos y a una acción urgentísirna a fin de borrar la bacanal de que “la voz del Dios vivo sea el eco de una docena de demagogos del Tíber”; o nosotros podemos con la demagogia o la demagogia puede con nosotros; o una reacción por nuestra parte o la muerte4 Donoso al tiempo que concluye con un pensamiento de esperanza y de aliento trata de ensanchar al máximo la naturaleza de la solidaridad para con el Papa, identificándola con una causa de interés general: “la cuestión tal como viene planteada por los demagogos de Roma, no es cuestión política, es una cuestión religiosa; no es una cuestión local, es una cuestión europea; no es una cuestión europea, es una cuestión humana” <442>.

En el clima de fervor piononista popular que por aquellas fechas se vive, afladido a la firme toma de postura de Donoso en la prensa, le daban a Donoso sobrado derecho de intervención en el debate parlamentario sobre política general. Un cúmulo de circunstancias del ‘4~ confirmaban a Donoso Cortés en aquel alio como el intelectual brillante del partido moderado, ciertamente con esa brizna de independencia con que el intelectual incluso políticamente comprometido se sitúa en la disciplina de su propio grupo (443>,

a ESFAi$A Y LA HUIDA DEL PAPA N2 000598

Decíamos que Donoso vive este afo del ‘48 la consagración pública de su carrera intelectual: comienza el alio con la aparición de dos volúmenes con una selección de sus obras; quizás por ello el Ateneo de Madrid lo elige de inmediato Presidente de la sección de Ciencias Morales y Políticas y un mes más tarde en abril ingresa en la Academia de la lengua espafiola con una magna recepción a la que asiste Narvaez con toda la clase política moderada.

La elección’ del tema y el énfasis religioso de su discurso de ingreso, El discurso sobre la Biblia, son la consagración del estilo donosiano y la confirmación de una vocación intelectual consagrada a la interpretación teológica de la historia, confiriéndole a su pluma un rango de experto comentarista de temas religiosos Además, parece que en los últimos meses se ha enfrascado en el estudio y meditación de la historia trabajando en la elaboración de una especie de manual destinado a Isabel II una vez había recuperado la honrosa responsabilidad de ser su maestro <444).

Sobrados precedentes para que el prestigio que Pidal quiere conferir a la diplomacia espafola se sirva de la personalidad de Donosos y haya pensado en él promocionándolo el O de noviembre de este alio como Ministro Plenipotenciario de Espafia en Berlín. A comienzos de febrero salía hacia la Corte prusiana no sin hace escala en Paris prodigando sus contactos con los amigos católicos franceses y cooperar en la consecución de una intervención militar espaf¶ola e favor de Pío IX <445>.

En verdad, su paso por la Corte de los Hohenzollern fué sin pena ni gloria y tan sólo habría de durar ocho meses (abril — noviembre del ‘49); desconocedor del idioma alemán, obligado a familiarizarse con problemas y situaciones que no sintonizaban con sus preocupaciones del

4 ESPA0A Y LA HUIDA DEL PAPA N2 000599

momento, el oropel diplomático quizás lo sintiera como una marginación política de Espafia tanto más probable cuanto que a él lo que de veras le hubiera satisfecho plenamente era un protagonismo en la crisis romana para la que llegó a ofrecer sin rubor ni reparo alguno sus servicios al gobierno (446),

La crisis romana en el debate parlamentario

El 23 de diciembre el gobierno depositaba sobre la mesa del Congreso el proyecto de contestación al discurso de la Corona <447>. En este cuadro parlamentario en que está muy prese nte la cuestión romana, pronuncia Donoso su conocido discurso sobre la dictadura. La oposición parlamentaria habrí a de presentar obviamente sus enmiendas tratando de mofificar el texto en un sentido más conforme a las palabras que la Reina había pronunciado expresamente. La defensa de estas enmiendas corresponde a Crdax Avecilla <29/XII/48>, Galvez Caflero y Gonzalez Morón en los días sucesivos, cerrando el debate Cortina (3/1/49) en funciones de jefe de oposición según se deduce de la lectura de las actas, ya que es Pidal como ministro del Estado quien habrá cte replicarle en nombre del gobierno.

El discurso de Donoso que es del 4 de enero sigue al de Cortina y de algún nodo es una contestación al mismo, aunque también pudiera incluirse en el apartado de las intervenciones “a myor abundamiento . . -, ya que no le sigue ninguna intervención de la oposición sino Cnicanente otras voces del partido moderado: la de Benavides, distante de la de Donoso en sintonía con la sensibilidad de los moderados realistas y las palabras finales del jefe de gobierno Narvaez, corroborando la línea del gabinete e invitando a los diputados a la votación final <448),

5 ESPAMA Y LA HUIDA DEL PAPA NS 000600

Tanto los discursos de la mayoría como de la oposición están centrados en los sucesos del aflo ‘48 en que las dos fronteras de la política interior y exterior narvaizinas se difuminan tanto, si recordamos la repercusión del febrero parisino en el marzo espaflol; los intentos de pronunciamiento de la primavera en Madrid y el escándalo de la expulsión del embajador británico Bulwer, se mezclan en las alusiones con el otoflo romano y la huida del Papa. Lógicamente a nosotros tan sólo nos toca interesarnos por este tercer apartado.

Foco vale en verdad la intervención de Ordax Avecilla en su referencia al asunto romano; considera impropias en boca de la Reina las expresiones de asilo y apoyo como definidoras de la política espaifola para con el Papa; la primera porque de suyo implica gracia que sólo puede aplicarse a quien no tiene derecho y el Papa tiene derecho para fijar su residencia en cualquier lugar de la Cristiandad”; reprobable la expresión apoyo pues ésta no puede referirse jamás a las dos potestades que concurren en dicho Soberano <449.).

Distinción ésta que constituye el quicio de la Intervención de Cortina, Tras algunas reticencias de vocabulario distinguiendo entre huida y abandono, vocablo éste, puntualiza, más propio para calificar el suceso de Roma, emite con igual fuerza y vigor el derecho de independencia de la monarquía romana y el derecho a la emncipación de los pueblos. ¡Claro que la doble afirmación igualmente mantenida y legitimada constituye el nudo gordiano del problema y el origen de un inevitable contraste! Cortina no pasa de la simple afirmación general pero es suficiente. Por lo demás, se suma a los lamentos y elogios de la mayoría al condenar el asesinato de Rossi y al aprobar la caballerosa actitud espafiola de la oferta de asilo.

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A partir de aquí se inicia su oontrataque. Los progresistas se oponen a la oferta de ayuda material al Pontífice por parte de Espafa, mientras no medien explicaciones que definan bien las limitaciones sobre la ayuda a prestar y se contabilicen los medios puestos para 1 tal fin. Dado que en el Papa concurren dos soberanías, la espiritual y la temporal, la ayuda sólo podría hacerse al jefe espiritual en cuanto Padre común de los fieles, jamás al soberano temporal, al rey de Roma.

En cuanto a los medios puestos a su disposición deberían éstos reducirse a los morales y nunca a los materiales. El orador sabe que habla a una clase política 1 liberal forjada en los luchas contra el absolutismo en las últimas décadas y no le faltan ocasiones para denunciar precedentes inconsecuentes de los moderados; así , recordando el combate de tantos diputados presentes en las playas de Cádiz contra los 100.000 hiJos de San Luis concluye: “no podremos sin ser inconsecuentes consentir que se viole en ninguna parte el principio por lo que combatimos los primeros afios de nuestra vida” (450), 4 Continuando con las comparaciones históricas se sorprende del cambio de actitud de un gobierno espafiol que interviniendo en Roma rompería con una tradición consolidad de neutralidad, ya que ni en iaSO ni en 1848 nadie ha pretendido aquí auxiliar a Francia, acatándose lo decidido soberanamente por la nación. ¿es que el pueblo romano tiene menos derechos que el francés? No se olvide — concluye el orador — que a la injusticia en la ingerencia en los asuntos internos de un pueblo, afladiríamos la inmoralidad de erigir la fuerza material en principio regulador del mundo; por ello, pide al gobierno dé explicaciones sobre sus planes concretos.

7 ESFAffA Y LA HUIDA DEL PAPA NS 000602

El debate parlamentario llega así a su punto culminante. Cortina ha preparado cómodamente la respuesta del ministro de Estado Pidal quien rehuyendo respond ‘r a la pregunta concreta de intervención o no intervención, niega en redondo la paridad establecida por el opositor entre el caso romano y los otros mencionados, no sólo en el orden entitativo sino también en la relación de estos acontecimientos con España, Ningún Soberano europeo puede cotejarse con el Sumo Pontífice en su relación con la Corona española, ya que el Papa es un soberano que manda en Espatía hasta cierto punto, puesto que confirma a los obispos, que tiene aquí tribunales~ ¿ os parece digno que esté a merced de las turbas o de cualquiera influencia extraifa que intervenga en sus resoluciones?. No, la defensa del pontificado “es un interés espafiol”; por ello, el gobierno no tiene el menor inconveniente en comprometerse hasta que “sea restituido a aquella situación de independencia y decoro sin la cual no puede ejercer sus funciones” <451>.

La iiltiznas palabras de Pidal, repetición material de las de la Circular a las potencias católicas pocos días ha enviada, contienen tanta concreción y flexibilidad como para guardar una libertad de maniobra entre las iniciativas puramente políticas y militares; nadie en el parlamento parece alarmarse ni menos protestar por ello; de hecho, el gobierno ha escapado cómodamente al cerco parlamentario de la oposición. La razón aducida por Pidal de la especie de condominio de Espaf%a sobre los Estados Pontificios porque éstos posean tribunales no es demasiado afortunada en su formulación. Donde de veras se cierne el peligro para el gobierno es en la falta de resolución de la propia mayorí a en embarcarse en una aventura difícil y arriesgada de defensa del Papado. Este es en cualquier caso el estado de ánimo del Parlamento en opinián del orador que le sigue, Donoso Cortés. El cometido de su discurso será provocar el sobresalto en sus propias filas.

a ESPAÑA Y LA HUIDA DEL PAPA NS 000603

¡La dictadura del sablel para Malvar a P~o XX

Donoso al instalarse en el estrado confiesa intervenir en nombre de la niayorí a aunque advierte a ésta: “no esperéis de mi un solo elogio”; elevándose por encima de los hechos concretos, de los “datos’ en nanas del gobierno, elige para sí la vía de los “principios”, enunciando la razones de orden histórico y doctrinal que deben presidir la política del gobierno en la presente empresa. El discurso está estructurado en tres partes: en la primera, estudia el fenómeno de las dictadura antes y ahora explicando y justificando su necesidad~ en la segunda, analiza el fenómeno revolucionario actual condenándolo como destructor de las libertades; en fin, en la tercera, refiriéndose a Roma hace un llamamiento a la movilizaci6n en nombre de la religión y de la civilización europea, terminando la pieza con el conocido epiÁogo.

De entrada el orador establece la tesis general: frente a Cortina que fundamenta syus críticas contra los poderes excepcionales de Narváez en escrúpulos de legalidad, en eventuales vulneraciones de ésta, afirma: “Cuando la legalidad basta para salvar la sociedad, la legalidad; cuando no basta, la dictadura~¡ porque “las leyes se han hecho para las sociedades y no las sociedades para las leyes”. Un gobierno legítimo debe saber defenderse y lo mismo una sociedad.

Tras confesar que él no tiene temperamento de dictador y ni siquiera de gobernante — “no podría (hacerlo) sin poner la mitad de ni mismo en guerra contra la otra mitad” — justifica las dictaduras con una triple verificación: existen en el orden natural, en el orden

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histórico—humano a lo largo de la historia de los pueblos y de las civilizaciones y existe en el orden divino,

Si la vida misma se compone de acción y reacción, de flujo y reflujo entre fuerzas invasoras y resistentes; si la democrática Atenas y la aristocrática Boina se vieron en situaciones excepcionales obligados a ponerla en práctica y en los tiempos modernos el parlamento inglés dispone de unos poderes que hacen de la dictadura no un derecho excepcional sino un derecho común de esta noble Cámara; por fin, si la dictadura es un hecho en el orden divino ya que junto a las leyes divinas existe la suspensión excepcional de algunas de ellas, concluye mirando a los progresistas: “cuán grande es el delirio de un partido que oree poder 8obernar con menos medios que Dios, quitandose a sí propio el medio, algunas veos necesario, de la dictadura”.

¿Se. han dado en España el concurso de circunstancias que justifiquen tal estado de necesidad? Para el diputado moderado la respuesta está de más. Llegado a este punto, Donoso Cortés acomete el estudio de la significación de las revoluciones y fiel a su método de involucrar la lectura política de la historia con sus intuiciones teológicas, no halla razonamiento más eficaz para ponderar la gravedad de la revolución parisina de febrero que considerar el advenimiento de la República en Francia como “instrumento de victoria de un poder más alto”, atribuyendo su advenimiento a los desaciertos de los gobiernos: “cuando las catástrofes son universales, imprevistas, simultáneas, son siempre cosa providencial; porque, señores, no otros son los caracteres que distinguen las obras de Dios de las obras de

los hombres; ... . > estad seguros que vienen del cielo, y que vienen por culpa y para castigo de todos”.

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El castigo divino he aquí que ya ha tenido lugar, como le atestigua la recién República Francesa, devorada por sus propios excesos en las batallas de las calles de París, convirtiendo el triple ideal de la libertad, igualdad y fraternidad en tres blasfemias y mentiras. Y ello

¿por qué?; por olvidar que “estos tres dognas . . no vienen de la República sino que vienen del Calvario”, Todavía hay quien atribuye la revolución a razones de miseria y de tiranía cuando lo cierto es que las revoluciones las han

hecho siempre los ricos y pueblos libres , ¿Dónde asentar la culpabilidad de tales hechos? “el germen de las revoluciones está en los deseos sobrexcitados de las muchedumbres por loe tribunos que las explotan y benefician”; la ambición y la soberbia de quienes quieren desafiar al cielo haciendo suyo el lema del “seréis a nanera de dioses” de la primera rebelión del Génesis.

Y este espíritu revolucionario agazapado en la hora presente en todas las naciones tiene unos responsables muy precisos, Francia e Inglaterra, cada cual asumiendo un papel contradictorio con su destino habiendo perdido cada una su memoria histórica, Antes, Francia representaba el principio del progreso y la grán propaganda de las ideas Inglaterra en cambio un principio de estabilidad y de equilibrio contrarrestando el empuje francés; ahora ha cambiado y ambas dirigen la catástrofe; por ello cabe concí uir que “¡la libertad acabó”t,

¿Puede esperar vivir una sociedad como la del siglo XIX sin libertad habiendo hecho de la misma el quicio de su civilización? Sería una humanidad sin sentido. “El fundamento, sellares, de todos vuestros errores consiste en no saber cuál es la dirección de la civilizacián y del mundo”; oráculo inmediatamente agravado con una observación todavía mA grave: “vosotros creéis que la civilización y el mundo

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van, cuando la civilización y el mundo vuelveLfl a la deriva y extravio en la ruta se le añade el error de caminar en diracción contraria.

Ante tal falta de salidas actuales Donoso recurre a la religión, al cristianismo. Dado que la dictadura es un rial necesario para salvar la sociedad en ruinas, hagamos de la religión el instrumento dcl enderezamienyto de la historia, incluso al precio de “la represión religi isa”, expre~ión que no parece asustar a Donoso lo más mínimo;

porque • sellares, no hay más que das represiones posibles: una interior y otra exterior, la religiosa y la política”. Entre las dos surge una estrecha relación dialéctica que vendría a explicar el fracaso del liberalismo irreligioso y el seguro éxito de una alianza entre la libertad y el cristianismo: “

Donoso quiere reforzar su argumentación con ejemplos históricos concretos: “esto es tan cierto que habiendo fundado Jesucristo una sociedad con sus discípulos, fué aquella la única sociedad que ha existido sin gobierno”. Ejemplo sin duda inapropiado en la medida que pretende parangonar una comunidad de fe y de amor con una sociedad civil y profana; ejemplo además peligroso por vulnerable, ya que cualquiera pudiera objetarle que el Papado cuya ayuda está solicitando en la medida en que es un poder temporal estaba necesitado justamente en este momento de las ayudas de los gobiernos temporales. Pero el torrente oratorio se lleva por delante tales precauciones lógicas.

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El creyente cristiano ha puesto en pie las premisas para abordar el punto final del discurso, la legitimación de la intervención espaflola en favor del Papa: “Es necesario que el rey de Roma vuelva a Roma o que no quede en Roma, aunque pese al Sr. Cortina, piedra sobre piedra”. Hay valores anteriores a la legalidad y al respeto de la soberanía como son la defensa de la civilización, de la sociedad y de la religión que en el caso del cristianismo ha cumplido en la historia la misión de ser el valladar contra el despotismo: cuando la represión religiosa no exista no habrá bastante con ningún género de gobierno; todos los despoti.snus serán pocos”.

Por eso, la naturaleza del conflicto romano es una cuestión religiosa y no política aunque tal calificación implique la renuncia de los derechas políticos de los patriotas romanos: “el pueblo que puese ser soberano en todas partes, no puede serlo en Roma; asambleas constituyentes que pueden existir en todas partes~ no pueden existir en Roma; en Roma no puede haber más poder constituyente que el poder constituido”; la resolución del conflicto romano es competencia de las naciones católicas: “Roma, sefores, los Estados Pontificios no pertenecen a Rama, no pertenecen al Papa; los Estados Pontificios pertenecen al mundo católico; el mundo católico se los ha reconocido al Papa para que fuera libre e independiente y el Papa misnn no puede despojarse de esa soberanía, de esa independencia”.

Al final del discurso, tan sólo queda refrendar esta lógica con una fórmula oratoria de choque: “La cuestión no está entre la dictadura y la libertad <...); se trata de escoger entre la dictadura de la insurrección

a ESPAtA Y LA HUIDA DEL PAFA NS 000608

seilores

La contribución de Donoso para lograr un compromiso firme y activo del gobierno espaflol en Roma no termina con esta contribución oratoria, En realidad en esta intervención no desvela la discrepancia fundamental con su partido en el gobierno, a quien lo ve calculador y parsimonioso, midiendo en exceso los riesgos de una operación militar, Por eso continúa su lucha en otros frentes, por ejemplo cuando camino de la legación berlinesa a hacerse cargo de la representación espaflola, al pasar por París, se entrevista con el Nuncio Apostólico a orillas del Sena Mons, Fornan, saliendo de la entrevista más decidido que nunca a exponer a Pidal el fondo de su pensamiento sin reserva alguna <453).

Espafla — le afirma en la misiva — deberla intervenir de inmediato en Roma con ocho o diez mil soldados sin esperar a la celebración del Congreso de naciones católicas por ella misma proyectada Este podría celebrarse después ya que “un congreso no servirá de mucho para restaurar al Papa; servirá para prevenir una nueva caída después de restaurada” <454), Implícitamente el embajador está poniendo en cuestión la política promovida por el gobierno para quien el Congreso era además de una disposición prudente una medida hábil para contentar a todo el gabinete poniendo a Espafla en la orbita internacional europea sin comprometerse de momento en la expedición militar, iniciativa a la que los militares y con ellos Parvaez en cabeza se mostraban muy remisos <455)

Donoso se opone a tales cálculos dilatorios y aprovechando el bagaje informativo adquirido en los salones de París minimiza ante el ministro de Estado los

4 ESPAtA Y LA HUIDA DEL PAPA NS 000609 peligros de la operación militar. Sólo Cerdefla nos seria francamente hostil pero la madeja de problemas a los que debe hacer frente la paralizarían al cabo: “. . . la Francia permanecería inmóvil por su situación interior~ la Austria, por el veto de la Francia y la Cerdeifa por el veto de la Austria; quedando libre el campo a romanos y espaifoles” (456), El don de consejo y la sagacidad de análisis no parecen ser las cualidades más sobresalientes del retórico tribuno, según lo demuestra en esta previsión y la prudencia del gobierno Narvaez en el ámbito militar estaría más que justificada.

La ronda de intervenciones parlamentarias termina con la intervención del moderado Benavides pero que discrepante con su partido habría de votar en contra en esta votación, No cabe una pieza parlamentaria más antinómica de la anterior y a lo mejor se explica este estilopor la intención del orador de alejarse lo más posible de Donoso. Tras prodigar ironías acerca del cielo y del Olimpo donosianos, se aplica a comentar el ‘48 europeo de manera realista y un poco minimizadora; por ejemplo, no atribuye al febrero francés otra importancia que el de un cambio ministerial (algo evidentemente exagerado>; en Espafla, prosigue, el socialismo cuyo peligro denunciaba Donoso, le parece una entelequia pues aquí carecemos de clase obrera; en fin, niega la paridad social entre Italia y Espallal península aquella donde el talante de superioridad de los espafloles se proyecta hasta en el caso de un orador tan templado como el presente al observar que allí se carece de clase media “alma poderosa de los gobiernos representativos”, no habiendo sino aristocracia y canalla~ país, prosigue, sin haber logrado su unidad, donde los soldados por una parte huyen cobardemente del general austríaco Radetzky y por otra asesinan al primer ministro Rossi y arrojan de Roma al Sumo Pontífice <457>.

5 ESPAtA Y LA HUIDA DEL PAPA NS 000610

Solo quedaba cerrar ritualmente el debate con palabras del jefe del gobierno Narvaez para proceder a la votación final, Esta no podía tener otro resultado que el descontado por anticipación; era el respaldo a la política narvaizina de la primavera pasada y a la proyectada ahora para Roma en cuyo punto preciso las palabras del presidente son contundentes en cuanto a la ratificación del hecho de la ayuda al Papa aunque muy poco preciso sobre el iindo: “El gobierno, seftores, necesita que el jefe de la religión que profesan los espaifoles esté enteramente libre en el ejercicio

de sus funciones espirituales” <. . . ) Qué clase de libertad ha de tener Su Santidad, no somos nosotros los que debemos decirlo, ha de ser Su Santidad mismo. Cuando diga que está en el ejercicico libre de sus funciones espirituales, entonces será cuando nosotros nos creeremos libres de este compromiso” (458),

Campafia intervencionista de La Espafla

La participación activa de Espafla en la crisis romana hubo de estar acompaflada de una labor periodística de propaganda y inentalización. Contentéznonos por ahora como punto final de este apartado con presentar un modelo de argumentación favorable a la intervención a través de tres artículos del diario más entusiasta en pro de la misma La .Fspafla de los días 18, 20 y 21 de febrero de 1849. El periódico moderado desarrolla sin el miramiento ni la templanza de lenguaje de las notas diplomáticas que analizamos en el siguiente capítulo la tesis intervencionista en términos crudos que para el analista tiene la ventaja de la límpida claridad.

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Tres son las cuestiones que en otros tantos artículos desarrolla el articulista respondiendo a la cuestión de fondo ¿Por qué debe intervenir Espafla en Roma? 1~/ el derecho a intervenir; 2~/ la conveniencia de intervenir; 3Q/ el objeto y los limites de la intervención.

El derecho de intervención en los Estados de la Iglesia podría haberse fundado en el principio de solidaridad contrarevolucionaria formulado en Viena en 1815 y administrado con tanta eficacia por Metternich; despuás de todo 1 la caída del poder temporal del Papa — la monarquía más

vieja de Europa como gustaba recordarse en la época — encerraba una significación difícil de ser asumida por el tradicionalismo europeo, simbolizaba el quicio mismo del orden y de la autoridad, De hecho, este instintivo reflejo histórico empuja a estados republicanos como Francia a intervenir a favor del Papa, pero la forma argumentativa de 1815 no era posible en 1848 y su repetición seria poco eficaz y práctica; mejor modificarla con una adaptación que en la circunstancia el periódico moderado lo cifra en el principio de la solidaridad c~tólica, en la obligación de las naciones católicas a sostener y proteger a la Cabeza Visible de la Iglesia

La legitimación de la intervención se funda pues en intentar demostrar por qué en Roma se puede infringir el principio general del derecho público más sagrado de que: “No hay derecho, hablando en general, para que una nación intervenga en los negocios interiores ni en la adninistracián doméstica de otra”, Sencillamente porque Roma por su misma naturaleza es una excepción a la regla general; ya que no es un estado temporal que exista por sí mismo sino que existe para los demás. Roma no pertenece a los romanos sino a todo el mundo y en cualquier caso de forma particular a los soberanos católicos que son sus hijos. Las mutuas relaciones de dependencia hacen que no pueda alterarse la

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naturaleza de la cabeza Visible sin que sus miembros se vean afectados.

El estado pontificio no ha tenido nunca “una existencia política que pueda llamarse propia” ya que ello repugnaría al caracter sacerdotal de su Soberano sino que en el fondo ha dependido “de la buena voluntad, de la devoción y del unánime consentimiento de los soberanos seculares” y esto ha sido así “desde Pipino hasta el Congreso de Viene”, Ahora bien, de aquí no podría inferirse que la soberanía temporal del Papa sea una soberanía de segundo grado, supeditada al capricho de los príncipes seculares sino tan sólo limitada por su objetivo espiritual; no es un acto de gracia de los gobernantes católicos su protección y sostenimiento sino una mutua necesidad. “La libertad política del jefe de la Iglesia católica es conveniente a todos los gobiernos temporales, así como la libertad eclesiástica lo es a todos los pueblos”

Así se explicaría que “el poder temporal de los Papas ha sido una creación necesaria de los príncipes seculares, hecha en interés de ellos mismos y en el de la Iglesia” (459)

Ensanchando el argumento intervencionista hasta convertirlo en una obligación de todo estado católico, se abordan las razones de conveniencia, metodol¿’gicamente superfluas admitida la validez probativa de lo anterior pero desvelan matices interesantes. Ahora, es el plano politice más que el jurídico el que se baraja. El argumento que preside la reflexión es la solidaridad de los estados monárquicos: “las consecuencias de semejante situación si se prolonga indefinidamente, serán inmensas contra los tronos, contra los pueblos y contra los gobiernos: a todos por consiguiente importa el abreviaría”.

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Pero la mera solidaridad entre Estados no basta, Pío IX es ante todo un soberano espiritual y se trata de ayudar a la religión. Porque esta “disolución social” de los últimos cincuenta aflos no tiene otro remedio para rehacerse que la restauración del espíritu religioso, relajado “por el descuido de los PríncIpes” y “por la perversidad de los filósofos”. Ahí tenemos e Francia cuya historia podría resumirse: siendo tan poderosa, tan rica y tan sabia “no halla hoy en sí misma elementos para constituir un gobierno”, por el contrario “ha sido sucesivamente esclava, atea, conquistadora, material y siempre irreligiosa

A través de tal ejemplo bien pudiera errónemnente creerse que de lo que se trata es de elogiar el Antiguo Régimen o de proponerlo como ejemplo histórico válido, Rada de eso. El articulista de La Espata reafirma s vocación liberal; eso sí, un liberalismo que haga de “la religión cristiana la base de la moral, el más fuerte de los

vínculos sociales, el elemento inÉs robusto de gobierno <. . . La religión es la madre de la verdadera libertad la que primero prohibió la esclavitud”

El aspecto más negativo de la clase política moderada espaflola reside, también en el articulista, en la incomprensión de los sentimientos nacionales de los patriotas italianos. Calificándolos indiscriminadamente de demagogos por aliar la revolución politioa liberal a la causa del independentismo, se condena a la segunda no sólo porque el objetivo último de la expulsión de los tedescos de Italia se considera un sueflo imposible al menos en la fecha, sino también porque objetivos más modestos como la emancipación del reino lombardo—véneto y hasta la moderada liga aduanera de los Príncipes italianos actuales se consideran como maniobras de instrunentalización de las pasiones del pueblo, un bel pretesto para desencadenar la revolución <460).

5 ESPAÑA Y LA HUIDA DEL PAPA NS 000616 la fase preconstitucional de la Vida política de Roma: “las potencias católicas (deben) intervenir en Roma, precisamente para hacer que se suprima el régimen actual, imcompatible con las relaciones eclesiásticas entre ellas y la Santa Sede

Si. no lo hacen, más valdría que no intervengan , . . (461),

Una concretización tan arriesgada lo podía decir un periódico, no un ctocuniento oficial del gobierno ya que Subiera ido contra el principio general de que Espafla no debía ingerirse en la solución de los problemas internos de los Estados de la Iglesia; la conducta del embajador espat~ol junto al. Papa a lo largo de las conferencias de Gaeta se encargará de demostrarnos que esta era la posición del gabinete de Narvaez defendida por Martínez de la Rosa,

a ESPAf~A Y LA HUIDA DEL PAPA. notas NS 000617

NOTAS DEL CAPITULO SEGUNDO

2.3, ¡ESPAfl POR EL PAPAl

250 Brunellí a Antonellí, n2. 161, Madrid 31/1/1646, ASV AH Madrid 313 (Ap. Doc. nQ. 62),

251 Brunellí a Bediní, a. n. Madrid 4/12/1848 y Brunellí a Antonellí, riQ, 152, Madrid 21/12/1949, ASV AH Madrid 313,

252 Los despachos rAs pormenorizados del embajador espafol son, Martínez de la Ecea a Pidal. e. n., e IDEM a IDEM, n~, 46 y 4’? Roma 18/11/1848, AXAE: H—Corresp. , 5, Sede 1733 y E—Política, 5. Sede 2658 resp.

253 Sobre la misión del diputado francés De Corcelle a Gaeta, cfr. más arriba, LEFLON, La nlssion da Claude Corcelle •.., nota 139.

254 Brunellí a Bediní s,n, Madrid 4/12/1648 ASN AIf Madrid 313,

255 Brunellí se equívoca de fecha cuando dato el despacho del embajador espallol el día 25. OIt. Martínez de la Rosa a Pidal, sn, Civitaveochia 28/11/1846, ARIAE: II—Correspondencia, 5. Sede 1733.

256 El telegrama enviado desde Nápoles decía: “Bayona, 4 a las 1O’8O de la mañana, Cónsul de 3. ff. al presidente del Consejo de Hinistros. El embajador de 3. Najestad de España en Jipo) ea participa con fecha 27/11/ por conducto del Cónsul de 8, Majestad en Marsella que 8. Santidad ha llegado a Gaeta el día 26 y que 8. Majestad el Rey y lanilla habían salido inmediatamente a felicitar al Soberano Pontífice», ASV AM Madrid 313,

25? Las inquietudes de Brunelli. no afectaban sólo a la conducta a seguir en tan anómala situación pronto solventada por las comunicaciones recibidas como la Proclara Papal de Gaeta del <27/11/1848> y la carta de Pío IX a la Reina <4/12/1848) (Brunellí a Antonellí, n2. 152, Madrid 21/12/1848, ASV AH Madrid 313), sIno por las dificultades de establecer comunicación con la Curia. El Sustituto de la Secretaria de Estado Mons. Bediní ya Labia advertido al Nuncio que en la crítica situación actual estaría ayuno de comunicaciones; podría valerse de algún correo mercantil privado de los banqueros, indicando en cada caso qué agente romano pudiera ser el intermediario . Este aviso el Nuncio lo recibe por vía reservada y por idéntico conducta contestó aun antes de recibir la sugerencia, a través de la firma Torlonia y Cía. ,

256 La Espafia 14/12/1848.

259 El Católico, 27/11/1648,

260 La Espolín 5/11/1646 y El Católico, 5/12/1646.

7 ESPAifA Y LA HUIDA DEL PAPA, notas NS 000618

261 El Heraldo, 6/12/1848,

262 El Católico, 9/12/1846,

263 Brunellí a Bediní, e. n. , Madrid 4/12/1848, ASV Al Madrid 313,

264 Brunellí a Antonellí n2, 152, Madrid 21/12/1846, AS’? AH Madrid 313.

265 Brunellí a Bediní e. n. , 4/12/1848, AS’? AM Madrid 313.

266 Extracto de expediente ... relativo a la comisión del vapor Lepanto, anejo a Marqués de Molina a Pidal, Madrid 15/12/1648, AXAE: H—PojÁtica, 5. Sede 2658.

26? El E de diciembre aparecia un Real Decreto concediendo al !iuncio la Gran Cruz de la real y distinguida Orden de Carlos III , Por las mismas fechas Pb IX otorgaba a Martínez de la Rosa la Gran Cruz de la Orden de San Pi o; a su vez, con decreto del 20 de diciembre la Reina otorgaba. la gran Cruz de la Real e Ilustre Orden de Carlos III al cardenal Antonelli~ no puede sorprender la sugerencia del Muncio de que no se olvide a Marváez y a Pidal “los das principales individuos del gabinete” y al ministro de Marina

268 Brunellí a Bediní s, n. , Madrid 4/12/1846, AS’? Al Madrid 313,

269 Se trata de la así llamada “guerra deis matinere” (madrugadores); el episodio en las historias generales de la época, VALERA 1 XXIII, 104— 120; también en FERRER, Historia del tradicionalismo, XIX, 91-228.

270 Breve descripción de la significación de este periódico en GOXEZ

APARICIO, Historia del periodismo espaílol . . .,

2>71 La Espaila, 30/11/1848.

272 Apareció en El Católico 29/11/1848 y en La Espa5a 30/11/1848.

273 El Heraldo 30/11/1848 articulo escrito por Donoso Cortés, Obras Completas, II, 300—304, lo comentamos más abajo. 2>74 El Heraldo, 2/12/1848.

275 El Heraldo, 30/11/1848.

276 El Heraldo, 1/12/1648,

2?? La Espafia, 30/11/1848.

278 El Heraldo, 2/12/1848.

279 El Heraldo, 30/11/1848,

260 El Heraldo, 1/12/1848.

281 La Espafla, 1/12/1848. 8 ESFAifA Y LA HUIDA DEL PAPA, notas NS 000619

282 El Heraldo, 1/12/1846.

283 El Heraldo, 5/12/1846.

284 Hl Heraldo, 7/12/1848.

285 Hl Heraldo, 2/12/1846,

286 La falta de objetividad de este periódico es tan patente que comentando el articulo de Rosal que habrí a de ser el detonante definitivo que empujó a los demagogos radicales a decretar su eliminación, a El Católico dicho texto le merece chanza al calificarlo como “digno de la pluma moderada por el estilo de los Martínez de Ja Rosa y los Heraldos”, cuando objetivamente era un duro artículo de desafio a los adversarios del gobierno pontificio.

287 Se refiere a la época de su Presidencia del Consejo de Ministros (1834— 1835) que El Católica trayéndola al recuerdo la traspone malignamente a la presente situación1 hipótesis de la que al articulista querría deducir su actual conducta en Rorna~ “contando las veces en

que él siendo ministro <...> fué seguido a pedradas y tiros por las turbas al salir de las Cortes”, abora por la suerte del destino protector del Papa cuando otrora “ocupando la silla ministerial rompía las relaciones oficiales del gobierno de Madrid con la Santa Sede”; obligado el periódico a aplaudir el valiente comportamiento del embajador en favor del Papa> no se recata en poner en duda la fiabilidad de quienes “por su cobardía, por su apatía, por miras de maquiavélica política en consideraciones terrenas, pudieran aconsejar

medidas que redundaran en detrinento del Pontífice <,..> para querer luego arrancarle concesiones que en las Iglesias de los respectivos estados temporales de los cuales son representantes, hicieran verter copioso llanto”, El Católica, 29/11/1646>. 288 La RepaSa, 8/12/1848,

269 El Heraldo y La EspoSa, 5/12/1846.

290 El Católico, 5/12/1848,

291 El Heraldo, 5/12/1848.

292 IBíDEM.

293 El Heraldo, 6/12/1648,

294 IBíDEM.

295 IBíDEM 2, 155, Madrid 4/1/1849, ASV Mi Madrid 313. 296 Brunellí a Antonellí n 29? Descripción del minucioso ceremonial de apertura repartido en catorce artículos, La EspoSa, 14/12/1848.

298 La Gaceta de Madrid, 18/12/1846.

9 w ESPAifA Y LA flUIDA DEL PAPA. notas NP 000620

299 Obras fundamentales que estudian bien el conjunto de la historia de la eclesiología bien más particularmente la del siglo XIX y en concreto el ultramontanismo: JARI, L’.Écclésdologie au XJ’Xe. siécle; POTTMEYBR, Unfahlbarkeit un Souverbnit~t, Día p&psliche Unfablbarkeit ira Systen dar Ultramontanen Ekklesiologie des 19. Jalarhunderts; CONGA]?, Eclasícl ogía desde San Agustín hasta nuestros días en Historia de los dogmas

300 El Vol, V de la Historia de la Iglesia en España (dir, GAECIA— VILLOSLAD>> La Rapaila contemporánea, nada plantea al respecto; tampoco el vol, XXXV* de la Historia de España preparatorio del concilio Vaticano 1, passinm.

301 “Ini laufe des .19 JL.s bedeutat Ultranontanisraus in zahí reíchen europ&Isc.ben Lá’ndern eme Jlaltung, día LCr día Freiheit der fUnche gegen Liben den Staat und damit lar St&rkung dar Nacht des Papates und den kath, Hinche aid alíen Gabieten das dffenticthen Lebens KMmnpft en Dde Religion in Gesohiohte ¡md Gegenwart (ROO>, vol VI, col. 1113.

302 Observación de Aubert quien subraya la importancia del aunemVto de las representaciones diplomáticas acreditadas en Roma entre 1816—1823 pasando de 8 a 16, la mUtad de las cuales eran embajadores de sobei-aiios protestantes y ortodoxos, IDEM, Manue.2 de la historia de la Iglesia Église cat.holique de l’avenement de Ríe VII A l>avenenent de Pie Df, 200.

303 AUBERT, Le pontificat de Pie IX, 276 (trad, cast. 309); la traducción de la cita es nuestra.

304 Citado por ANTON, El Misterio de la Iglesia II, 160 (trad. nuestra),

2 ESPAftA Y LA HUIDA DEL PAPA. notas NS 000621

305 LE GUILLOU, L’évolution de la pensée religietasa de Félicité Lamennais, lOSes,

306 POUTHAS, op. cit. 314,

307 MARTINA, Pdo IX, 485ss.

308 COKZBMIUS, ¿Por qué tuvo lugar en 1870 la definición del dogma del primado pontificio?, Concilluin, n~. 64 (1971> abril, 69—78, AUBERT, le pontdficat de ríe IX, 292—295

309 “Paradógicanente los obispos rechazarán los derechos que los reformadores quieren devolverles pues ven que es más fácil mantener la independencia y el poder de la Iglesia ascudándose en el primado pontificio que si quedan a merced de la protección del Estado, Frente a unas Cortes episcopalistas, los obispos se harán ultramontanos”, REVUELTA GONZALEZ, Historia da la Iglesia en España vol. V: La España contemporánea, 36; tan~bién 1, DE VILLAPADIERRA, El episcopado español y las Cortes de Cádiz, Hispania Sacra 8 (1955> 275-335,

310 V, DE LA FUERTE, Historia eclesiástica de España, vol. V, 194,

311 REVUELTA GONZALEZ, La Igl asía española ante la crisis del Antiguo Régimen <.108-1633) en La .b$spafi’a contemporánea,

312 “A veces también será preciso que repela el Clero con energía la falsa y calumniosa aserción de que el Catolicismo se opone a la justa libertad y a la verdadera ilustración de las naciones y que, desafiando a los adversarios a que presenten un libro,en que los derechos y los deberes de los hombres estén tan bien expuestos como en el Nuevo Testamento, en que se encuentran además revestidos de una sanción divina a que citen máximas tan eficaces para refrenar el despotismo cono las del Evangelio”, cit, por CUENCA TORIBIO> Iglesia y burguesPia en la España liberal, 97,

313 CUENCA TORIBIO, Apertura e integrismo en la Iglesia española decimonónica, paesin.

314 CUENCA TORIBIO, Iglesia y burguesía en la España liberal> p&ssini.

315 PRELOT—GALLOUDEC GBKUYSI Le libéralisme cat.bolique, 6,

316 CUENCIA TORIBIO, Estudios sobre la iglesia española del siglo XIX, 15— 11; este artículo más tarde publicado en Les catholiques libéraux ata XIXe, siécla, Actas d» Colloque international d’histoire religisuse de

Grenoble ,. ,, 103—112,

317 AUBERT-DUROSELLE—JEMOLO, Le libéralisma raligiaux au ZIXe. siécle, en ReíaMoni del X Connzgresso Interzazionale di ecienze Storiche, vol. Y: Storia Contemporanea, 305.

318 AUBERT, Manual de la Historia de la Iglesia vol, VIII: La Iglesia entre la Revolución y la Restauración, 516, 3 ESPA3A Y LA HUIDA DEL PAPA. notas N2 000622

319 En Espafia el profesor Maravalí ha reivindicado El término catolicisn?o liberal cono caso distinto de los arriba mencionados, a saber, la situación de aquellos liberales que o “por ser católicos, trateD de conseguir un régimen de libertad para su catolicismo a fin de verlo desenvol verse con vigor y rectitud” y cree poder atribuir este propósito a Joaquín Lorenzo Villanueva (1>757—1837) quien se enipefó “en autorizar bajo la ortodoxia tomista las posiciones doctrinales de la democracia liberal” o (segunda hipótesis) aquellos católicos que “por ser liberales, se esfuerzan por hacer reconocer que ese liberalismo, lejos de dificultar la vida religiosa es derivación directa de ella’ (MARAVAII, Sobre los orígenes y sentido del catolicismo liberal en Espata en Homenaje a Aranguren, 248—250>. La verdad es que en la distinción de Maravalí sólo acertamos a ver con claridad la originalidad del primer caso; el segundo no parece diferenciarse del supuesto francés de liberalismo católico. 320 Brunellí a Antonellí, n~. 161, Madrid 31/1/1849, ASV AN Madrid 313

321 Cfr. capitulo primero de este trabajo.

322 SÁNCHEZ AGESTA, Historia del constitucionaliszno español, 191-194 y 199— 204,

323 Aquí termina el comentario al despacho del Nuncio a Antonellí n~. 161.

324 Texto del discurso del gobierno en La Gaceta de Madrid, 5/12/1848, Publicado y reproducido en casi todos los periódicos del dfa. También lo reproduce, CUENCA TORIBIO, Iglesia y burguesía en la EspaHa liberal, 106—107 nota

325 IDEM,

326 El estilo redaccional del Real Decreto disguetó a Brunellí por la mentalidad regalista que desafortunadamente parecí a subyacer a su entender en los términos del texto; por ello, el mismo día de hacerse público dicha invitación del gobierno a Rogativas nacionales, el prelado manifestó su disconformidad a los ministros de Estado y al de Gracia y Justicia puntualizando que ~se atribuye a la Reina el derecho de ordenar a los obispos y de “intimare” ella misna las plegarias, lo cual es derecho exclusivo de la Iglesia”; la Reina, prosigue la nota del Nuncio, no tiene ningún derecho de “‘comandare” a la Iglesia: “nella Chiesa cose di Chi esa”. El gobierno comprendiendo el razonamiento pronto se presté a un arreglo que fué el siguiente: si los periódicas llegaran a percibir la cacofonfa redaccional llegando a censurarla, El Heraldo periódico ministerial publicaría un artículo puntualizando que la intención de la Reina no era de comandare sino de eccitare a los obispos a intimar oraciones (Nota adjunta de Brunellí en ASV AN Madrid 313>. Ro parece que se diera reacción alguna en la prensa.

327 Brunellí a Antonellí n~, 152, Madrid 21/12/1848, ASV AH Madrid 313.

328 El Católico, 13/12/1648, soq—soa

329 IDEM, 21/12/1648, 569—5>70. 4

r 1:

ESPAifA Y LA HUIDA DEL PAPA. notas N2 000623

330 IDEM, 11/12/1848, 491—492,

331 IDEM, 2)/12/1848, 565.

332 IDEM, 22/12/1848, 579~ 1

333 IDEM,

334 IDEM, 22/12/1848, 580,

335 IDEM, 19/12/1848, 55—556,

336 IDEM, 21/12/1848, 6870.

33’? IDEM, 19/12/1848, 556.

338 IDEM, 22/12/1848, 580,

339 IDEM, 29/12/1846, 622.

340 IDEM, 29/12/1848, 623,

341 IDEM, 5/1/1849, 9—10,

342 AS’,’ AM Madrid 313.

343 CUENCA TORIBIO, El episcopado español en el pontificado de Pío IX lOSss e IDEM, Sociología de una tUte de poder en España e Hispanoamérica con2ten2poránea: la jerarquía eclesiástica , $ [aseim.

344 Breves biografias de los cardenales en Diccionario de Historia eclesiástica de España

345 CUENCA TORIBIO, El episcopado español ,, . lOSas,

346 GOÑI GAZTAHBIDH, Severo Andrianí, obispo de Faraplona <1030—1861), Hispania Sacra 21 <1968) 179—312. 34? Cfr. datos elementales en el episcopologio de la diócesis de Tarazona y Tudela en DHEE, IV, 2526 y 2597. 348 Constitución conciliar Lumen Gentiu.m Cap. 1, nQ. 6 34 en Documentos del Vaticano (BAC minor) 37, 349 Exhortación pastoral del obispo de Cartagena Don Mariano Barrio Fernandez del 9/12/1848 en El Católico, 19/12/1848, 654—565. 350 AUBERT, Le pontificat de Pie IX, 292—295

6 ESPAifA Y LA HUIDA DEL PAPA. notas N2 000624

351 Carta del gobernador eclesiástico de Tudela Don Cosme Marrodán al arzobispo de Toledo, 29/12/1848 en ASV AM MadrId 313.

352 Exhortación del obispo de Badajoz D. Xabier Rodríguez Obregón del 12/12/1848 en ASV AM Madrid 313.

353 Bonel y Orbe, arz. de Toledo, cfr. nota 350,

354 IDEM.

355 Este ejemplo denuestra que algunas exhortaciones episcopales han sido con toda evidencia redactadas cuando los autores desconocían el hecho mayor de la huida del Papa.

356 Rodríguez Obregón, obispo de Badajoz, cfr. nota 352.

357 IDEM,

358 Bonel y Orbe, arz. de Toledo, oIr nota 350,

359 Exhortación del arzobispo de Zaragoza Don Manuel Qomez de las Rivas del 5/12/1848 en El Católico, 11/12/1848, 491.

360 Exhortación del obispo de Pamplona, Don Severo Andrianí, 15/12/1848 en El Católico, 22/12/1848, 578—579,

361 Rodríguez Obregón, obispo de Badajoz, dr, nota 352.

382 IDEM.

363 Bonel y Orbe arz. de Toledo, dr, nota 360,

364 Goinez de las Rivas, arz. de Zaragoza, cfr. nota 359.

365 Andrianí, obispo de Pamplona, cfr nota 360.

366 IDEM.

36? La más interesante y ambiciosa es la pastoral del obispo de Córdoba, Don Joaquín Taráncón y Morón, 7/12/1848 en El Católico4 dr, nota 350; también en ASV AH Madrid 313.

368 Andrianí, obispo de Pamplona, oír, nota 360,

369 Bonel y Orbe, arz, de Toledo, dr, nota 350.

370 IDEM.

371 Rodríguez y Obregón, obispo de Badajoz, cfr. nota 362

372 IDEM.

373 IDEM.

6 ESFA~A Y LA HUIDA DEL PAPA. notas NS 000625

374 Tarancón y Y4orón, obispo de Córdoba, cfr, nota 350.

375 IDEM,

376 Carta del gobernador eclesiástico de Tudela Marrodán al arz. de Toledo, 29/12/1848 en ASV AH Madrid 313. 1 377 Tarancón y Morón, cfr. nota 350,

378 IDEM,

379 IDEM,

380 IDEM,

381 IDEM

382 Exhortación del obispo de Avila Don Manuel López Santisteban, 4/12/1848 en El Católico, 15/12/1848,

383 Texto publicado en una colección de testimonios de adhesión al Papa exilado, publicado en Nápoles, L’Orbe cattolico a Pío IX Pontefice Hassdno esulante da Roma, II 100—116

385 Antonio Echanove arz, de Tarragona a Bonel y Orbe arz, de Toledo, Tarragona 22/1/1649, ASV AH Madrid 313, 386 La estrategia del arz. de Tarragona se prodigó en tres direcciones: la primera, advertir directamente a su hermano toledano de la necesidad de no vulnerar los derechos históricos de la sede tarraconense pero sin sugerir fórmula concreta alguna de compromiso cono no fuera la de concertarse con el Nuncio (Echanove a Brunellí, 22/1/1849, ASV AN Madrid 313); en una segunda misiva pocos días después le proponía algo más concreto: “que se encabece la exposición con los nombres sin expresión de Primado del arzobispado de Toledo, dV de Tarragona y de otros dos o tres obispos a nombre de todos los -$emás”

47 ESPA5ÍA Y LA HUILA DEL PAPA. notas NS 000626

38? Lo hace en la segunda de las cartas escritas al arzobispo de Toledo, Ecbanove, arz. de Tarragona a Bonel arz. de Toledo Tarragona 31/1/1849, ASV AH Madrid 313>,

1. 388 Brunellí al dar cuenta a Mons, Ectanove de la fórmula final elegida para garantizarle que se ha resuelto “según el parecer de Y. E., es decir, en dictas exposiciones no se hace absolutamente mérito de derechos primaciales, ni una palabra hay de primacía ni el escribiente se atribuye el título de Primado; dice solamente que cumple el encargo y .mandato de todos los Sres. Arzobispos y Obispos de manera que él no parece sino un mandatario de ellos, elegido al efecto por la oportunidad de encontrarse residente en esta Corte”, , Brunellí a Echanove, Madrid 25/3/1849 ASV Al Madrid 313. 1 389 Brunellí a Antonellí nQ. 176, Madrid 21/3/1849, ASV AM Madrid 313.

390 L’Orbe cattolico a Rio .11 . ., II, 100—116 (Ap. Doc. nQ. 88>.

391 IBíDEM,

392 Brunellí a Antonellí n2. 176, Madrid 21/3/1849, ASV AH Madrid 313. U 393 Antorellí a Brunellí, Gaeta 18/4/1849, ASV AM Madrid 313. Esta carta del Secretario de Estado jarná~ llegó a Madrid; tras la reclamación de Brunellí de una respuesta pontificia a los obispos vinieron las explicaciones del accidente epistolar; Antonellí trató de defender la diligencia de sus oficiales por la pérdida o traepapeleo de la carta .1 pero la comparación de fechas no admite otra razón explicativa que alguna deficiencia de Gaeta 1 Brunellí a Antonelíl n2, 201, Madrid 8/8/1849 y Antonellí a Brunellí, Gaeta 29/9/1849, ASV AM Madrid 313.

394 Brunellí a Antonellí n2. 164, Madrid 11/2/1849, AS’? SdS 249 (1850) U. 35, 36 y 39.

395 Antonellí a Brunellí, Gaeta 24/2/1849, ASV SdS 249 (1850), fI, 37.

396 Cfr, Capítulo primero 4

397 Las fechas de los tres discursos en orden cronológico: sobre la dictadura, 4/1/1649 (LS, Congreso, 1848—49, 1, n~, 13, 166—172>; sobre la situación en Europa, 30/1/1650 ; dichos discursos en DONOSO CORTES, Obras completas (dir, Valverde), II, 305—323; 450—4566; 479-497.

398 Los comentaristas españoles de Donoso han olvidado demasiado el estudio de la fermentación de ideas en los medios católicos europeos de mediados del XIX; Valverde que en la mencionada lntrducción general Sa 4 U realizado un esfuerzo de recopilación bibliográfica muy enconiable (Vol. 1, 157—166), mantiene sin embargo un criterio biográfico un poco

estrecho y en temas puntuales muy decisivos no íntegra en su justa ¿ perspectiva trabajos como los de II. AUBERT, Le pontificat de Pie IX, 225-245 (trad. cast. 255—272>; MARTINA, La Chiesa nell’eté

dell’assolutiszno , . .502—531 (trad. cast. III, 103—141); la misma 8 ESPAf~A Y LA HUIDA DEL PAPA. notas N2 000627

limitación en Historia de la Iglesia en .Bspafía (Dir, GARCíA— VILLOSLADA), V, 509—510; al hablar del Syllabus se desconocen loe trabajos de MARTINA, Osservazioni aulle varíe redazioní del Sillabo en

Chiesa e Stato nell’Ottocento ., 419—524 y MARTINA, .Añaovi documentí sulla genesí del Sillabo en Archivurn Historias Pontiticiae, VI (1972>, 319—369 donde se habla de Donoso y Cortés.

399 VALVERDE en Introducción general

400 0. SCHMITT, Die Diktatur, passim; IDEM,Donoso Cortes in Berlin y Donoso Cortes in gesanteuropaisoher Interpretation (trad, cast, Interpretación europea de Donoso Cortés> paseim; un breve resumen del pensamiento de 0. SCHMITT en Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, Vol. 9, 497—498.

401 Observaciones atinadas de G. DE ROSA en Prefazione a una antolo~ta donosiana en italiano, 3, DONOSO CORTES, II potere cristiano , Ose,

402 La bibliografía de la controversia muy bien recogida por VALVERDE, en Introducción general

403 Valverde recose esta cita de Luis Araquistáin: “Como quiera que sea, lo evidente es que cada resurrección del pensamiento de Donoso Cortés en Europa ha coincidido con la aparición de una dictadura. Por esto nos inquieta que, también después de la segunda guerra mundial, los alemanes sigan hablando y escribiendo tanto del profeta espaflol de desastres. Siempre que este fenómeno acontezca en el mundo, como ahora otra vez, hay que lanzar este grito de alarma: (En guardia

demócratas!”, VALVERDE en Introducción general .. ., 81.

404 E. SUABEZ, Introducción a Donoso Cortés, .247.

405 VALVERDE, Los católicos y la cultura española en Historia de la Iglesia en España

406 “Divulgador del tradicionalismo francés” lo califica TIERNO GALVAX en Tradicionalismo y modernidad, 166.

407 “Anacoreta perdido en las estepas áridas de la diplomacia, apóstol predicador de los salvajes de salón, asceta bajo el hábito bordado de embajador”, asi lo describe el embajador austríaco en París CONTE DE HUENER, Neul ana de souvenirs d’un Ambassadeur d’Autriche á Paris, 1851-1859, II, 1-29, cit. por VALVERDE, Los católicos y la cultura espaflola en Historia de Ja Iglesia en Sapafía (Din GARCIA—VILLOSLADA), V. 510. De su correspondencia pueden entresacarse mil manifestaciones

en este sentido: “Yo estoy cansadísimo y fatigadísino de todo <. . . )¡ lo probable es que lo deje todo de un golpe”. Otra cita: ~Creo que acabaré por irme a esconder en lo interior de una provincia, donde nadie se ocupe de mí, ni yo de nadie. En este mundo todo es vanidad”, citados

por VALVERDE, Introducción general . , ., 1, 67: “con un pie estoy en el inundo, con otro en la soledad, con uno en la política, con otro en la

2 ESFA2A Y LA HUIDA DEL PAPA. notas N2 000628

religión, viniendo a ser ni aíras un m5r de confusiones”, DONOSO CURTES, Obras Completas, II, 477.

408 AUBERT, Le pontificat de Pie IX, 225ss (trad, cast, SSSss>,

409 La carta de Montalembert al. español, fechada según éste el 7 de mayo, felicitándole por el discurso, mucho debió agradar a Donoso: “las simpatías de un hombre como usted son la más bella recompensa terrestre .4’ le dice en la respuesta; pero éste sospechando que su pensamiento pudiera ser confundido o identificado con el del famoso tribuno católico francés prefiere prudentemente tomarse sus distancias o sincerarse, presentándose “a sus ojos tal cono soy o cono creo ser <...). Esto es tanto más necesario cuanto que no he tenido ocasión hasta ahora de decir todo lo que pienso <.. A El destino de la humanidad es un misterio profundo que ha recibido dos explicaciones contrarias: la del catolicismo y la de la filosofía; (...) Yo creo que la civilización católica contiene el bien sin mezcla de nial y que .la filosofía contiene el mal sin mezcla de bien alguno”.. El radicalismo donosiano se manifestaba en términos tan absolutos y dicotómicos que no podían satisfacer al francés, aunque en ciertos análisis históricos concretos pudieran coincidir, quizás por ejemplo en la siguiente apreciación: “Las revoluciones son desde cierto aspecto y hasta cierto punto, buenas como las herejías, porque confirman en la fe y .la esclarecen. Yo no había comprendido nunca la rebeldía gigantesca de Luzbel hasta que he visto con mis propios ojos el orgullo insensato de Proud.hon¡ la ceguedad humana casi ha dejado de ser un misterio a vista de la ceguedad incurable y sobrenaural de las clases acomodadas, En cuanto al dogma de la perversión ingénita de la naturaleza humana y de su inclinación hacia el mal ¿quién la pondrá hoy en duda si pone los ojos en las falanges socialistas?”, DONOSO CORTES, Obras Completas, XI, 326—328. La carta de Xontalembert a Donoso en DONOSOL CORTES, Obras de Don Juan .. ., (ed. ORLE Y LARA>, II, 133.

410 Los detalles que se acumulan en la Introducción general de Valverde sobre la edición y la censura teológica del Ensayo demuestran con

creces que Donoso — de quien carecemos de opiniones expflcitas sobre lo

que pensaba del debate interno de los católicos franceses — estaba muy cerca de los intransigentes cuyo líder era el periodista Louis Vcuillot con el periódico LUnivers y con uno de sus centros de irradiación doctrinal más sólidos en Solesr±es bajo la dirección de Dom Gueranger; no es casual que el censor teológico del Ensayo sea un monje de esta abadía ligado seguramente desde la afinidad ideológica a este grupo

intransigente (VALVERDE , Introducción general ...

411 La polémica religiosa interna de Francia en 1849 muy bien resumida en LECAXUET, Nontalenbert, vol. II:La liberté d’enseignement 454—504; el marco general de la disputa en A{JBERT,Le pontificat de Pie IX, 5657 ; IDEM, Manual de historia de la Iglesia (Dir. H JEDIN>, VII, 950—954.

412 VALVERDE, Introducción $ •~ , 1, 72—76; DONOSO CORTES, Obras Completas, IX, 971—979.

3 ESPAtIA Y LA HUIDA DEL PAPA, notas N2 000629

413 La identificación plena de Veuillot con el pensamiento donosiano se confirma no sólo por la estrecha amistad espiritual y afinidad intelectual sellada entre ambos a partir de la y ‘blicacién en francés del Ensayo y que hizo de Veuillot el compañero de ruta más Intimo y fiel de Donoso en el tramo final de la vida de éste en Paris, sino también porque el famoso periodista católico francés se constituyó en depositario de la obra y de la memoria donosiana en Francia, publicando

y prologando sus obras en 1858—1859 (VALVERDE, Introducción , (Donoso Cortés, Obras Completas, 1, 75>, l4ontalembert por el contrario, aun manifestando Igual admiración y respeto por el testimonio de vida cristiana del extremefio <“un t’ie si pure et A une mart si admirable”) hizo públicas sus discrepancias con algunos puntos del peteamiento donosiano, rectificando ciertas observaciones del semblante necrológico perfilado por Veuillot tras la muerte de Donoso, en L’Univers (23/5/1853>, en su propio órgano periodístico Le Correspondant (25/8/1853>; baste la escueta enumeración de los cargos de Montalembert: “le genie toujours un peu hyperbolique de ea nation”, aplicado a sus fórmulas literarias; la insuficiente valoración del valor positivo de lo humanos, es decir, del esfuerzo de construcción de la ciudad terrena; su método de análisis excesivamente simplificador <“il aimait trop l’absolu¡ il luí fallait A tout prix généraliser; personnifier une idée dane un homine, une époclie dane un mot; sauter A piede jointa sur les intervalles, les distinctions, les mille diversités de la venté dane les aboses .buniaines”>, método más útil para fascinar que para distinguir y clarificar y que en última instancia a mediados del XIX ofrecía el peligro de identificar las instituciones liberales con el mal abBoluto simplemente por los excesos y corruptelas de ciertas versiones concretas del liberalismo¡ argumento dialéctico supremo de los seguidores de Veuillot y que Xontalembert• se esfuerza en contrarrestar con ocasión de la desaparición del diplomático espaflol (MONTALEKBERT, le Comte, Juan Donoso Cortés. extrait da “Correspondant” chi 25 aodt 1853. Paris 1853>.

414 A pesar de nuestra observación restrictiva de más arriba, la sfntesis biográfica mejor documentada es la de VALVERDE, Introducción general

415 AUBERT,Le pontificat de Pie IX, 224—245 ; MARTINA, La Chiesa nell’etá dell’assolutismo , , ,, 502—531 (trad, cast. III, 103— 141); D, SECCO SGUARDO, 1 cattolici intransigentí . ., passim.

416 “Por lo que hace a la acusación de maniqueo, a ser fundada, seria de una gravedad altísima; <. . 3 si la existencia del mal y del bien bastara para conetitutir el maniqueísmo, la Iglesia sería maniquea, porque la Iglesia cono los libros bíblicos, proclaz’Ja a una voz con todos los doctores que el mal y el bien andan mezclados en el mundo 1 .,) ¿Cu6ndo habría pues maniqueísmo? Le habría si yo hubiera dado a los estragos del mal una existencia independiente de la voluntad de Dios, (.4>) Luzbel no es rival, es el esclavo del Altísimo”, DONOSO CORTES, Obras Completas, II, 331—333.

417 MARTINA, La Chiesa nell’etA dell’assolutismo ..., 505 (trad. cast, liii, 107).

418 DONOSO CORTES, Obras Completas, II, 324-325. 4 ESPAifA Y LA HUIDA DEL PAPA, notas N2 000630

419 Sobre e]. pesimismo donosiano, VALVERDE, Introducción ,., (Donoso Cortés, Obras Coraple tas) 1, 95—98,

420 DONOSO CORTES,Obras Completas, II, 316, 320 y 315—316 respectivamente,

421 IDEM, II, 494 y 316 respectivamente.

422 VALERA en LAFUENTE, Historia general de Espafla, vol. XXIII, 88. A Donoso mismo habrían de aplicársele laE palabras que en carta al diplomático prusiano Raczynski él mismo atribufa a los espaficles: “El caracter histórico de los espafEoles es la exageración en todo. Nosotros henos exagerado los vicios y las virtudes, las cosas grandes y las

pequefías . ,, , DONOSO CORTES, Obras Completas, II, 935, cit por VALERA, op. oit. 99,

423 Se trata del diputado Benavides, crítico y disconforme con su partido en este debate, VS Congreso 1848—1849, 1, nQ, 14, 15/1/1849, 174—181.

424 Esta observación vale sobre todo para su obra más famosa el Ensayo (Cf r. VALVERDE, Introducción general en que se citan autores y obras que hacen un elenco de las opiniones favorables; como muestra de opinión contraria, valgan estas palabras de Valera: “ . . , habla perdido el juicio leyendo alternativamente las obras de San Agustín, de Proudhon y de Naistre; o con el temeroso estruendo de los que combatieron en las calles~de París y el gigantesco combate que se llama las jornadas de junio, Pero el libro singularísimo de Donoso vivirá en la memoria de los hombres como el recuerdo de esas jornadas; ambos están escritos con sangre”, VALERA, Ensayo sobre el catolicismo .... en Estudios críticos sobre filosofía y religión, Obras Completas, tí, 1387>.

425 DONOSO CORTES, Obras Completas II, 763; elaboración del tema del medievalismo, VALVERDE, Introducción general 1, 153—156.

426 DONOSO CORTES, II, 483.

427 DONOSO CORTES, II, 317 y 364,

428 MARTINA, La Chi esa nell’etá dell’assolutismo .. ., 510

114). 429 “Donoso Cortés no sólo defiende el despotismo, valiéndose de la religión e interpretándola a su antojo sino que pone contradicción entre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo como si fuesen tres escuelas del todo enemigas y opuestas y no se pudiese ser socialista sin ser ateo, ni liberal sin ser racionalista, ni católico

sin ser servIl”, VALERA, Ensayo sobre el catolicismo ..., en Estudios críticos sobre filosofía y religión, Obras Completas, tI, 1379.

430 MARTINA, Rio XX, passirn.

431 DONOSO CORTES, Obras Completas, II, 3o6—S0g.

5

r ESFAfl Y LA HUIDA DEL PAPA. notas NS 000631

432 IDEM, II, 328 y 310 respectivamente. Una réplica a todo ello en las palabras de Benavides en el Congreso de Diputados, cfr, nota 423,

433 Abundan los testimonios de Donosa en este sentido: »h’acéis bien en dirigiros al pueblo con preferencia sobre las clases medias. Gangrenadas éstas hasta la médula de los huesos, no las despertarán ciertamente los opúsculos sino las catástrofes. pero las llagas del

pueblo no son tales que no haya alguna esperanza de remediarlas . .4’, DONOSO CORTES, Obras Completas, XX, 476.

434 Discurso sobre la situación en España pronunciado el 30/12/1850 DS Congreso 1850—1861, 1, nQ. 28, 493—499 en DONOSO CORTES, Obras Completas II, 479—49?.

435 Dos cartas o quizás una — la primera borrador francés de la segunda

castellana — dirigida a su amigo Veuillot por los días de su mencionado discurso manifiestan con mayor franca rudeza el juicio que le merece la situación espaflola con el espíritu de corrupción dominando al gobierno y a su presidente: “Europa está engallada en lo que toca a Espaffa, el ministerio que debiera salvarnos nos conduce al abismo; .... >el pudor

no permite se diga lo que pasa en Espafla ,.. <, , 4 Narvaez lo ha comprado todo en Europa, correspondencia general diarios y personajes políticos”; en el texto francés por si hiciera falta

436 VS Congreso 1860-1851 loo, oit, y DONOSO CORTES, Obras Coii’pletas, II, 4 79—49?.

437 TIERNO CALVAN, Tradición y modernismo, 165.

438 El discurso sobre la situación española termina desafiando la filosofía de la representación política, concretada en los votos frente a la tuerza de la tradición histórica del pueblo: “¿Qué es la nación espaflola, ni ninguna otra, considerada en una sola generación y en un sólo día de eleccioones generales? Nada. Yo represento algo inés que eso <.. .); yo represento la tradición por la cual son lo que son las naciones en toda la dilatación de los siglos. <,..) Vuestros votos me son indiferentes, Yo no ine he propuesto dirigirme a vuestras voluntades que son las que votan sino a vuestras conciencias”, VS Congreso 1850- 1851, loo, oit. y DONOSO CORTES, Obras Completas, II, 496’49?.

439 Una consideración de los aspectos positivos de los intransigentes. O. DE ROSA, .Prefazione a DONOSO CORTES, .11 potere cristiana, 10-11.

440 PIDA]. Y MOR, Balines y Donoso Cortés. origenes y causas del ultramontanismo . , ,, 36 conferencia de la serie publicada en La Espalfa del siglo XIX, III, 469; Donoso en algún momento reconoce su excesiva

6

r ESPAtA Y LA HUIDA DEL PAPA, notas N2 000632

facundia: “aunque paso por un fraseálogo , , , M~ DONOSO CORTES, Obras Completas, II, 349.

441 El Heraldo 30/11/1848, en DONOSO CORTES, Obras Completas, II, 301—304.

442 IBíDEM

443 En la introducción al discurso que va a pronunciar, observa: “Seilores de la mayoría.’ yo vengo aquí a defender vuestros principios, pero no esperéis de nf ni un sólo elogio . ‘¼DC Congreso 1848-1849, flQ, 13, 1’ 4/1/1849 en DONOSO CORTES, Obras Completas, II, 305—306; en otra ocasión habría de manifestar sus distancias de Narvaez: “Vos sabéis que entre Narvaez y yo no puede existir ni amistad ni simpatía; por nuestros caracteres, por nuestros gustos, por nuestra manera de ver y

apreciar todas las cosas, somos dos polos opuestos , . , ‘, DOiJOSO CORTES,

Obras Completas, XI, 939 oit pcr VALVERDE, Introducción. . ,, 58, nott iii

444 VALVERDE, Introducción . , ,58—61,

445 Despacho al Marqués de Pidal desde Paris (16/1/1849) en DONOSO CORTES, Obras Completas, II, 347—351,

446 Tras exponer su opinión sobre la conducta del gobierno en el asunto romano, termina el citado despacho desde Paris con las siguientes palabras: “Si ustedes, por razones superiores a las mías echasen por esta senda desde luego me ofrecería a cooperar para su realización de la manera en la forma y en los términos que ustedes tuviesen por

conveniente , , . “, IBíDEM.

447 Texto del proyecto del gobierno de contestación al Discurso de la Corona, DC Congreso 1848—1849, 1, Apéndice 2~ al n2. 7, 77—78. 448 La votación final tuvo lugar el din 5 de enero con el siguiente resultado: 14? votos a favor, 40 en contra entre éstos los progresistas y algún moderado como Benavides, DC Congreso 1848—1849, 1 texto definitivo en Ap, al n9. 14, 5/1/1848, 195—196.

449 DC Congreso 1848—1849, 1, nQ, 9, 29/12/1848, 56.

450 DC Congreso 1848—1849, n2. 12, 3/1/1849, 119—121,

451 IDEM, 136—13?,

452 DC Congreso 1848—1849, 1, ng~ 13, 4/12/1849, 166—172 en DONOSO CORTES, Obras Completas, II, 605—323,

453 Despacho al Marqués de Pidal desde París (16/2/1849> en DONOSO CORTES, II, 347—351,

454 “Para hablar a usted can franqueza, le diré que en mi conducta en los negocios de Roma hubiera sido la siguiente: hubiera comenzado por enviar tropas y hubiera invitado a todos los pueblos católicos a obrar de la misma manera; verificada la restauración hubiera r;rovocado Un congreso con el fin de introducir en el Derecho Público de Europa ciertos principios cuya proclamación oficial han hecho las últimas

4- ESPA~A Y LA HUIDA DEL PAPA, notas NS 000633

revueltas necesaria; <. . 2 esta seria la gran política (.. 2 lo demás es cubrir el expediente” IBíDEM.

455 El Nuncio nos informa de l~ OpOEiOión de Narváez, antes de los graves acontecimientos del noviembre romano, a una intervención; ahora parecía un poco más decidido, Brunellí a Antonellí, n~, 161, Madrid 31/1/1848 en ASV AIf Madrid 313 (Ap. Doc. nQ. 55).

456 Despacho al Marqués de Pidal desde ParIs (16/2/1642), DONOSO CORTES, II, 350,

457 LS Congreso 1848—1849, 1, n2, 14, 5/1/1¿49, 179,

458 DS Congreso 1848—1849, 1, n2, 14, 6/1/1849, 190. 459 La Bapafia, 18/2/1649,

450 La Espafia, 20/2/1649,

451 La Espaifa, 21/2/1849,

8 cAPITULO TERCER

Propuesta española de un Congreso Católico (1): rechazo CONGRESO CATOLICO: RECHAZO

StTX’LAR 10

3. 1. LIJAXAXIENTO ESPAIÍOL A LAS NACIOXES CATOLICAS

Criterios que inspiran la decisión gubernamental (538), — Una flotilla naval de auxilio al Papa (646) — NOTAS (65i),

3. 2. PIAMONTE: ¡JI LIDERAZGO ITALIAXO NO CONSOLIDAflO

Reanudación de relaciones entre Madrid y Turín (654>, Custozza: ambigtif significación de una derrota nrtlitar(660> — La tentación de repliegue de los moderados (566),— El Congreso de la sociedad para la Confederación

Italiana <671), — El abate Globertí jefe de un gobierno democrático (674>. — flisefio giobertiano de una política italiana <576). — La misión diplomática en

Toscana <679>, — La misión diplomática en los Estados Pontificios <663) — IfOTAS (696)

3. 3,GIOBERTI—BERTRAX DE LIS: DOS DIALECTICAS CONTRAPUESTAS

Primer intercambio personal de posiciones <712>. — Rotunda negativa sarda al Congreso católico espaf¶ol <716), Protesta sarda ante el Cuerpo Diplomátioo con la flotilla cono pretexto (720>, La protesta sarda ratifica el alejamiento entre Turín y Gaeta <724>. Tradicionales principios diplomáticos confrontados a nuevas realidades (727>, Italia es una nación <734). Fin del debate tras mutuas puntualizaciones <739) — NOTAS (744>,

3. 4. LA TOSCAXA DEIGORATIGA SE SUfl A LA PROTESTA SARDA CONTRA JSSPAI-A

Una primavera de los pueblos precoz <752). — Europa y la guerra nacional modifican la escena política <755>. Los deni6cratas Montanellí y Guerrazzi acceden al poder (756). Fracaso de la Constituyente Italiana de }fontanelli

(760), La representación espai5ola a orillas del Amo (765) — Florencia se suma a Turtn en la oposición al Congreso espafiol <768) - Protesta toscana contra la flotilla pronto retirada <772) — Grave crisis política en Florencia

(778) — Giobertí quiere intervenir militarmente en Toscana <760> — NOTAS (787),

1 INTRODUCCION N2 000636

La precoz y audaz iniciativa espaflola de lanzarse I22Dtu proprún al foro diplomático de Europa invitando a siete paises considerados católicos a reunirse en Congreso

para estudiar los medios de reitegración del Papa a SUS Estados con un gesto simultáneo de ordenar la expedición de una flotilla de protección al Papa exilado, si bien fué un acto solitario tomando la delantera a otra iniciativa cualquiera — incluida a la propia Curia pontificia - <3. 1.), fué asimismo un riesgo calculado en la medida que desde las jornadas dramáticas de la fuga se sabia que Francia se movía en idéntica dirección, también con el envío de naves protectoras al Sumo Pontífice, instante mismo desde el que Espafla aspiró unirse a a Francia en la búsqueda de soluciones a la crisis romana.

El acto de presencia de la diplomacia espaifola en la cuestión choca inesperadamente con la frontal oposición cte Giobertí. Hace falta conocer la sutil, ambiciosa y arriesgada operación política en la que el filósofo torinés acababa de embarcarse al aceptar presidir un gabinete que asumiera todas las contradicciones no sólo del gabinete sardo sino las convulsiones patrióticas de toda la Península. Ejercicio de comprensión más importante quizás que la exposición del duelo dialéctico hispano—sardo mismo y en cualquier caso y en cualquier caso prolegómenos imprescindible <3. 2. >

El airado y ostentoso rechazo de la propuesta de Congreso católico y la denuncia del envío de naves hispanas al espacio marítimo italiano por parte de Cerdefia y en seguimiento a ésta de Toscana, debió constituir

1 INTEODUCCION NS 000637 para el Marqués de Pidal una inesperada sorpresa y por ser planteada ante el Cuerpo Diplomático y ante Europa obligó quizás a la diplomacia espatiola a extramar la argumentación de la validez del sistema internacional nacido de los tratados de 1815, El hecha es que en la argumentación del embajador Bertrán de Lis y del propio ministro de Estado no puede encontrarse sensibilidad ni receptividad alguna para la reivindicación nacional italiana <3. 3.).

La incorporación a la exposición del caso toscano lo hacernos para insistir en la complejidad de las situación italiana en 1848—1849, realidad de la que los dignatarios de la diplomacia espaflola estaban muy lejos de mostrar las mejores condiciones de conociniento y comprensión <3, 4,).

2 CONGRESO CATOLICO; RECHAZO

3. 1 , LLAMAMIENTO ESPÁ~OL A LAS NACIONES

CATOL lOAS

SUHAHIO: Criterios que inspiran la decisión gubernamental (636) — Una floti!la naval de auxilio al Papa

<646) — NOTAS (651),

Hecho harto significativo de la cautelas respecto a la representación nacional en materia de política exterior o, si se prefiere, signo del caracter muy secreto y autónomo de la diplomacia de los gobiernos de la épooa~ el que el gabinete I’Tarvaez dejara pasar en silencio sin poner en labios de Isabel II, con ocasión del Discurso de la Corona en la solemne inauguración de las Cortes pocos días ha y comentado en el capítulo anterior, la importantísima decisión política de la convocatoria de un Congreso Católico a través de una Circular oficialmente Lechada seis días después el 21 de diciembre, sin duda la iniciativa diplomática de mayor envergadura del actual gabinete Narvaez.

De los términos apoyo y asilo al Papa en labios de Isabel II en dicho discurso difícilmente podía colegirse la importancia de dichas palabras que ahora retrospectivamente iban a adquirir tan grave significación. El propio Nuncio que en el tema del asilo al Fapa en Espaf~a o de otro apoyo material concreto se había mostrado muy reservado por carecer de instrucciones precisas y quizás por sospechar no sin perspicacia que ambas cuestiones las podría abordar mejor la Curia en Gaeta con el embajador espa~ol nada parece sospechar de la iniciativa que prepara el gobierno espafiol recibiendo la noticia de labios de Pidal como puede suponerse con inmensa satisfacción <1>.

1 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO N2 000639

La iniciativa del gobierno se formulé. a través de una Circular a las Potencias Católicas de Francia, Austria, Portugal Baviera, Cerdeifa, Toscana y Nápoles, a quienes se invitaba a una conferencia que pudiera celebrarse bien en Espaifa o bien en otro punto que dichas Potencias tuvieran a bien determinar, con el fin de deliberar y concertar los medios de restaurar al Santo Padre en los Estados Pontificios con la Libertad de acción y de gobierno estables y duraderos que exige el desarrollo de su jurisdicción espiritual sobre trescientos millones de católicos (2>.

Además, con el fin de respaldar el peso moral del embajador espaflol junto al Papa, se le comunicaba al mismo una segunda resolución importante, complenientaria de la primera. A fin de garantizar la seguridad personal de Pío IX al par que otorgarle un medio rápido y fácil de trasladarse donde juzgase conveniente, se decidía enviar a .5 aguas de Italia una escuacira de siete navíos .

Esta escuadra, además de su propia dotación de personal estaría reforzada por un contingente armado de más de mil hombres que más adelante, previas las concertaciones entre Estados, podrían ascender de ocho a diez mil hombres. A llartinez de la Rosa a la vez que se le exponían las lamentables circunstancias de no poder disponer de más amplios recursos se le fijaban los criterios con que las fuerzas a su disposición podrían y deberían ser utilizadas, de preferencia en auxilio de la persona del Pontífice y secundariamente en una misión de defensa de los Estados Pontificios. <3>.

2 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO N2 000640

Criterios que inspiran la decisión gubernamental

Ambos documentos exigen un análisis y comentario; si en el primero se ven delineados la filosofía y la estrategia políticas del gabinete Narvaez en la cuestión en el segundo tras las recomendaciones militares tacticaEl de gran prudencia se perfilan los riesgos muy calculados de la aventura,

En el primer texto el Marqués de Pidal traza con mano segura las líneas inspiradoras de la política exterior del moderantismo y en particular la proyección del gabinete vencedor de los sobresaltos del ‘46 sobre Italia y la cuestión romana y ello en un documento que de algún modo significa el salto más importante de la diplomacia espaflola a la palestra europea tras muchos afios de aislamiento y repliegue, dictado por un equipo ministerial fuerte y sólido con la plenitud de medios y de acción como hacía aflos ningún gabinete isabelino había poseído (4>.

Por otra parte, la iniciativa de un congreso en favor del Papa, adoptado antes que estado católico alguno y sin previo concierto con las demás naciones católicas, sobre todo con Francia y Austria, al no permitir en su primera convocatoria otra concreción que la simple sugerencia de su celebración en espera de la acogida que pudiese suscitar, obligaban al ministro de Estado en su misiva a refugiarse en la formulación de grandes principios.

El primero de todos ellos como punto focal de inspiracáón política, la alianza del gabinete narvaizino a la vez con los ideales del liberalismo y del catolicismo, alianza en este caso era tanto más obvía y oportuna cuanto concordaba al menos con la praxis y el

3 F

CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000641

ejemplo de la República Francesa. Pidal comienza por recordar que el primer cuidado del gobierno espaflol al conocer los dramáticos sucesos de Roma fué dirigirse al de París

incitándole “a que los ((26 gabinetes marchasen cte acuerdo” en

esta cuestión <5) , El eufemismo esconde un claro alineamiento espaflol detrás de Francia, hecho nada extrafio si se recuerda que dicha praxis ha constituido el eje mismo de la política europea e internacional de los gabinetes moderados isabelinos.

Sólo que ahora se trata de alinearse no con el fenecido régimen luisfelipista ni con el presidencialismo autoritario posterior del emperador Napoleón III sino con una República jacobina y por afladiura en una operación de auxilio y protección al Papa. ¿Cómo imaginar coyuntura más paradógica y ocasión más prodigiosamente favorable a un gobierno moderado espaflol para hacer enmudecer a los dos adversarios políticos del interior, progresistas y absolutistas, que el alineamiento con una república y en una causa de defensa del catolicismo, en la hipótesis de que ésta fuera ?

De momento era mucho suponer cuál podría ser la verdadera política de la República Francesa en la crisis romana, pero el mero hecho de la movilización de tropas con destino a Roma por parte del general Cavaignac, apenas conocida la huida de Pío IX de Roma, daba a su republicanismo una aureola de atenta y humanitaria devoción hacia el Papa, sentimiento en la que un gabinete moderada de la Monarquía católica espaf¶ola difícilmente podía dejarse desbordar, Así , al unísono y de la mano de un general francés, el otro general espaifol que presidía la Corona de la Reina Católica podía dorar su blasón con el marchamo de recio liberalismo a la par que con el sello de su proverbial catolicismo: “si. se hubiera obrado de otro modo — había aclarLdO dos semanas antes Pidal al Duque de Sotomayor — se

4 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000642

pudiera haber dado lugar a creer que los gobiernos que sc fundan en principios de una bien entendida libertad no tenían las necesarias simpatías en favor de la religión y que éste sólo podía hallar protección y defensa en gobiernos de otra naturaleza” <6>

A esta aproximación a Francia en una operación de convergencia liberal—católica debía seguir en segundo lugar, la clara formulación del objetivo perseguido en la- obra de auxilio al Papa. La concertación deseada y formulada en el texto antes citado enviado a París, quedaba de todas formas ahora, tras la gravedad de los acontecimientos provocados por la huida papal, muy superada Ya no se trataba únicamente de auxiliar al Papa “amenazado por los extraví os de sus propios súbditos” sino “la de asegurar de una manera estable y permanente la suprema autoridad del Pontífice poniéndola a cubierto no sólo de toda violencia real y efectiva sino basta de las apariencias de coacción que tan funestas pueden ser para la causa de la Iglesia como para la paz de los pueblos” <‘7>. El objetivo último debe ponerse en la restauración pontificia cario garantía de la libertad de la Iglesia y de la conservación del orden y paz internacionales. La motivación de defensa de la Iglesia se identifica con la razón huntanitaria de la defensa del orden político y social.

Tratándose de una iniciativa política orientada a la defensa de los intereses católicos encarnados en grado supremo en el Papado se impone a juicio de la Circular una tercera aclaración la concertación de las naciones católicas con la mirada puesta en la vertiente exclusivamente religiosa del conflicto romano. Pidal sabe muy bien que su razonamiento entra en una zona escabrosa y conflictiva pero la posición espaflola no es menos neta: “El interés que mueve a Espafia en este negocio no es exclusivamente espafiol sino de todas las Naciones católicas”

5 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000643

perturbadas en sus conciencias si el desorden romano se prolongase; por ello, en el caso de que las mismas naciones se encontrasen animadas de tales sentimientos “sería de suma iinprtancia que todas obrasen de acuerdo y que se hiciese patente al mundo que el objeto de estas conferencias era purrnuente religioso”

A fin de contrarrestar la actual condición de las cosas en Italia con la explosiva ebullición

de la independencia nacional — término jamás utl» izado en el

documento pidalino pero implícitamente presente en el mismo — y legitimar la propuesta de un Congreso exclusivamente Católico se recurre a la historia, al pasado. El celo de las naciones católicas que ~‘se constituyeron siempre como garantes de la soberanía temporal de los Papas” hizo posible que a lo largo de tantos siglos perdurasen los Estados Pontificios. Ahora se trataría de garantizarles esa misma perdurable existencia. El peso de la historia como componente configuradora de la vida de las naciones es uno de los legados del doctrinarismo más firmemente anclados en el liberalismo moderado espaflol <8). En un documento tan estrechamente ligado con el ca~tolicismo como es la Ciroular el historicismo doctrinario encuentra una privilegiada ocasión de aplicación.

Justificado el derecho a intervenir en Roma por razones históricas se aflade una segunda justificación: el reciproco derecho que asiste a Roma y a las Naciones Católicas de ayudarse entre sí, “nacida de las naturaleza niisna de las relaciones que nndian entre e]. Vicario de Jesucristo y los pueblos católicos”; naturaleza evidentemente del todo particular que “ha sido acatada hasta por gobiernos de distintas creencias” y que consiste en ofrecer al Papa “el homenaje de su profunda veneración y respeto”

e CONGRESO CATOLICO: RECHAZO N2 000644

Ahora bien, para ello es necesario aceptar que en esta suprema potestad ejercida sobre los pueblos católicos “no se pudiese ni. aun sospechar La influencia de poderes extrafios (9>. Las vagas y ampulosas fórmulas ocultan realidades muy concretas y reglas jurídicas muy precisas que se traducen en sometimiento y obediencia de los católicos al Papa por vía de conciencia y por ley de Estado en la situación de sistemas concordatarios; por ello. el derecho de intervención de los católicos en Roma se funda en los derechos correlativos otorgadoE al Papa en la dirección espiritual de las naciones católicas. Hay por tanto un derecho de mutua protección y de garantía reconocida de tiempo inmemorial.

Cualquier teólogo romano hubiera puesto seguramente serias reservas a esta enunciación de las relaciones paterno—filiales del Padre Común de los fieles con sus hijos, argumentación de reciprocidad forjada mucho más desde el derecho que desde la teología y en todo caso muy reveladora de la mentalidad del viejo regalismo heredado del iluminismo reformista del siglo XVIII todavía presente en la clase política liberal europea de países católicos y contra la cual la Curia y los Nuncios en particular entre ellos claro es nuestro Brunellí, llevan una meticulosa y vigilante ofensiva <10>. De momento, el razonamiento pidalino servía con eficacia pára dar legitimidad y credibilidad al derecho de intervención en Roma.

La ceflida argumentación del ministro de Estado omite un elemento decisivo en la descripción del problema: los derechos nacionales de los ciudadanos de los Estados de la Iglesia a regirse como las demás naciones en consonancia con los ideales po]Áticos de los tiempos, derecho que no podía olvidar ni preterir un liberal convencido ni un avisado jurista como Pidal En realidad son los derechos nacionales de todos los patriotas italianos los silenciados

‘7 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO N2 000645

en la argumentación de este texto fundamental de la diplomacia del gabinete de ]4arvaez y lo serán en todos los que sigan a lo largo de esta historia.

Es toda la problemática del Risorginiento la que escamotea hasta con cierta arrogancia e insensibilidad la Circularpidalina; de momento al hacer la velada alusión a los derechos políticos de los súbditos del Papa éstos les son negados en razón de la “otra” misión superior y universal de los Estados del Papa; como “si un interés tan vital para la Cristiandad atrevercse> a ultrajar su dignidad, reduciendo al Pontífice a un estado tal de dependencia que pudiera un día terminar por el abuso de su misna autoridad religiosa”. Una vez más, un ribete de regalismo intervencionista preocupado por los peligros de decadencia religiosa que en el centro de la Catolicidad pudieran seguirse, asoma en la argumentación del texto.

Pero lo importante y decisivo es la conclusión argumentativa de la Circular, el caracter desinteresado, no político y sí religioso con que Espafa concibe y proyecta su participación en la restauración del Papa. Martínez de la Rosa a la hora de erigirse en abogado de esta iniciativa ante Pío IX deberla dar seguridades “en nombre del Gobierno de E. Majestad que el pensamiento puramente religioso que ha impulsado a la Espafla a dar este paso, no sólo non indica ninguna idea de intervenir en la política interior de los Estados Pontificios, sino que la conferencia diplomática que se desea celebrar deberá ocuparse única y exclusivamente de asegurar la libertad e independencia del Papa, sin involucrar esta cuestión tan grave y trascendental con otra de orden muy diferente ni hacer depender de las que actualmente se agitan lo misnn en Italia meridional que en la septenitríanal” (11>.

a CONGRESO CATOLICO; RECHAZO N2 000646

Quedaba por puntualizar el detalle del lugar de celebración de la conferencia, detalle que inexcusablemente tocaba sugerir al país promotor de la iniciativa. Pidal muy consciente de la subalterna posición espaflola en el mercado de las vanidades y susceptibilidades de las grandes Potencias europeas no se hace demasiadas ilusiones al mentar “cualquiera de las ciudades espaflolas del litoral mediterráneo” ; topografía adecuada y pretensión razonable ya que “Espaila no debe parecer lugar poco a propósito <. . A tratándose de un negocio puramente católico”; pero pena perdida el insistir en ello, Mejor será a fin de evitar dilaciones inútiles estar dispuestos a enviar al representante espaflol a cualquier otro punto designado de concierto entre todos los interesados (12>.

Una flotilla naval de auxilio al Papa

Formuladas de este modo las directrices de la iniciativa congresual a los paises inivitados a reunirse, convenía en un segundo documento delimitar los objetivos precisos de los buques de la división naval puestos a disposición de Martínez de la Rosa “para elcaso en que ocurriesen cuestiones dudosas o de difícil solución”. La casuística del ejecutivo plantea tres hipótesis; la prinera “la dignidad de la Sagrada Persona del Papa” debe constituir el principal objetivo de la misión naval y “los buques espafioles estarán a su disposición”; derecho y obligación quew asiste a Espaila ya que el “jefe de la Cristiandad no puede quedar a merced de una sola nacían católica; todos tienen iguales derechos y obligaciones con respecto a su Persona”. No parece ocioso observar que Pidal a través de estas líneas puede estar dando por supuesto rivalidades entre las países protectores o candidatos a protectores de Pío IX.

9 CONGRESO CATOL 100; RECHAZO NS 000647

La absoluta disponibilidad en favor del Papa significarla trasladarlo allí donde él juzgase conveniente “~zuy principalmente si dispusiese venirse a algún punto de las dominios de 8. Majestad”. Si en este servicio de custodia de la persona física del Papa los buques espatoles fuesen atacados “el gobierno de 8. Majestad se lisonjea de que sabrán repeler la fuerza con la fuerza y que su conducta sería digna de militares espafloles”

La segunda hipótesis contempla la prestación de “auxilias nateriales Ca) los defensores de 8. Santidad en sus propios estados”, Hipótesis que no llegaría a ser real pues la fuga fué incapaz de provocar ningún tipo de sobresalto a favor de Pío IX por parte de sus súbditos Pero mencionamos el caso porque en él muestra el gobierno espaflol sus mayores precauciones. Como norma general se recomienda a Martínez de la Rosa “la rnyor circunspección”; si se le solicitara una “cooperación ostensible” y declarada “podrá Y. E. excusares” aun cuando la petición proceda del mismo Papa y en cualquier caso difícil solicite instrucciones al gobierno. La razón de la negativa estriba en la coherencia con que Espatia desea proceder, ya que si promueve un Congreso para arbitrar medidas de una acción conjunta de los católicos, menos que nadie podría actuar ella sola por su propia cuenta.

Por ello una acción ostensible y declarada de la división naval sólo cabría concebir en el caso de que sin previa concertación actuasen tropas de otras naciones con anuencia del Pontífice. Sumarse a ellas en segunda línea y acomodándose a las circunstancias, le sería permitido al embajador así como una cierta cooperación en la conducción de acciones auxiliares de forma, digámoslo sin rebozos, un tanto vergonzante, como conducción de pliegos, trasporte de personas, pero siempre haciendo que se trata de movimientos naturales de los buques en búsqueda de sus

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propias provisiones. “Esto no obsta para que por medio de operaciones bien combinadas de la escuadra se haga creer a los enemigos del orden de los BstadDs Pontificios que el gobierno de 8. Xaj estad presta a la causa del Papa mayor cooperación de lo que en realidad podrían ofrecerle en la actualidad por sl sólo”, observación harto ilusoria, sin duda fruto del alejamiento del teatro de operaciones.

La tercera recomendación del gobierno evoca el “punotun dolena” de la diplomacia espaflola en su participación en la restauración pontificia, el temor a algún incidente provocado o fortuito con las fuerzas navales francesas o inglesas del Mediterráneo. Esta hipótesis encierra, según lo advierte con solemnidad el texto, un “encargo muy especial de S. Majestad” que debe cumplir el embajador. Se trata de que las fuerzas navales espafiolas se conduzcan con la mayor “armonía” con las fuerzas de las demás Potencias “y muy especialmente con las de Prancia”. Las razones genéricas de esta escrupulosa conducta se basa ante todo en la condición de grandes Potencias de Francia e Inglaterra siempre proclives a comportarse hegemónicainente con Espafla en estas décadas del siglo XIX aunque la motivación del monento en uno y otro caso sea diferente: con Francia se trata de conservar “la buena inteligencia” que media actualmente con la República; con Inglaterra en cambio se trata de no agravar la tensa situación de las mutuas relaciones del nionento a raíz de la expulsión del representante inglés Bulwer en la última primavera (13>,

La división naval que va a operar en aguas mediteráneas comprende ? buques en total, algunos ya al servicio del embajador espa?Iol en Gaeta, que son la fragata Cortés, las corbetas Villa de Bilbao y ¡‘tazarredo, el bergantín Volador, los vapores Lepanto y León y el pailebot Bidasoa <14).

2 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000649

Así, Espaifa tras un muy largo paréntesis de ausencia y retraimiento espafloles de la escena política y militar en Europa Madrid asumía la iniciativa de invitar a los paises católicas del continente, entre ellos a dos grandes Potencias como Austria y Francia, a un congreso internacional; al mismo tiempo hacia surcar a sus naves las aguas del Meditterráneo en dirección a las costas de loa Estados de la Iglesia en un gesto demostrativo de su decidida voluntad de tomar parte activa en la restauración del Papa en Roma, bien es verdad en el marco de una concertación entre estados católicos y todos en armonía con el Papa. Este hecho novedoso para la diplomacia europea del momento pues Espafla no tenía interés material alguno en la Península no lo era menos para el propio gabinete Narvaez y para la opinión pública espafiola

Aunque desconozcamos en detalle la génesis de esta doble decisión, quizás mejor, única decisión desdoblada en dos niveles (el político y el militar> y sepamos muy poco del juego de fuerzas y tendencias dentro del gabinete, algo podemos barruntar a través de los despachos siempre precisos y concretos del Nuncio. Se comprenden fácilmente las objecciones que algunos ministros desde la responsabilidad del Estado pudieran poner, incluso haciendo abstracción por el momento de los graves problemas internos~ el peso de una tradición inhibitoria en política exterior de los últimos tiempos; el temor de inesperadas e inevitables complicaciones internacionales; el instintivo egoísmo de no sentirse interpelado por un problema exterior geográficamente lejano y ni siquiera colindante con el territorio nacional1 fundados únicamente en motivos de responsabilidad moral en cuanto Mación Católica; eso si, con un contencioso con la Santa Sede nacido en la guerra civil pasada, todavíadefinitivafllente no resuelto y en fase de duras negociaciones en busca de un acuerdo—marco entre la Iglesia y el Estado liberal.

3 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000650

En la búsqueda de unanimidad en el equipo ministerial parece perfilarse una clara divisoria entre civiles y militares; mientras el Marqués de Pidal parece el más decidido defensor de la intervención, el soldado Narvaéz era en principio contrario a la misma, Cuando el Consejo de Ministros estudió la conducta que Espafia debería adoptar ante los sucesos romanos, suscitándose de inmediato la hipótesis de una intervención armada, parece que el jefe del ejecutivo se opuso redondamente a la misma, exhibiendo desde luego razones de indudable peso: la crítica situación interna con Catalufia todavía no pacificada; el reciente recuerdo de los levantamientos del aflo que concluía todavía no olvidados, permitiéndose el Duque de Valencia por afladidura recordar a modo de reproche, siempre con el exceso de brutal sinceridad de su caracter, las propias culpas de Pío IX en el origen de las revoluciones del 48 con sus venenosas salpicaduras en Espafla cuyo justo castigo — implícita pero bien poco deferente alusión — era la penosa situación presente de su exilio en Gaeta <15>

Esta excesos primarios de Narvaez pudieron ser centrados y doblegados por el discurso racional de otros, pero es un claro testimonio de las resistencias originarias en la intervención de Espafia en los asuntos de Roma. Lanzada la Circular ésta iniciaba una difícil travesía por las siete cancillerías y gobiernos católicos invitados, naturalmente en concurrencia con otras iniciativas más o menos interesadas o generosas.

Así entre el rechazo instantáneo y hasta cierto punto esperado de Turín y Florencia y la resignada aceptación de los dos Grandes Potencias Viena y París, y la adhesión sin reserva de las demás, el Congreso Católico espaflol se forja una existencia y con ella Espafla se feria un puesto obligado y necesario en la concertación política y militar en la restauración de los Estados Pontificios.

4 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO, notas, NS 000651

NOTAS DEL CÁPITULO TERCERO

3. 1. LLAXAXIENTO ESPAIIOL A LAS NACIONES CATOLICAS

1 Brunellí a Antonellí nQ. 152, Madrid 21/XII/184~ y Brunellí a Antonellí nQ 153, Madrid 22/XII/1848 en ASV, SdS AH Madrid 313.

2 Una nota auxiliar dice: “estas instrucciones se envían a los embajadores de Gaeta, aYépoles y París; a los Ministros de Lisboa, lurín y Florencia y al Encargado de Negocios de Austria. Por carecer Baviera da representante alguno se le entrega a su embajador junto al Santo Padre”, Pidal. a Martínez de la Rosa, Madrid 21/XII/1848 en AMAE: H— Política, 8. Sede 2659 (Ap. Loo. n~, 41).

3 Pidal a Martínez de la Rosa 21/XII/1848 en AMAE: El—Política, 2 Sede 2660 (Ap. Doc. n9. 42). 4 Así se lo recordará Donoso Cortés en el crítice discurso que ha de provocar a fines de 1850 C30/XII> al menos en parte la caída de dicho gabinete “Discurso sobre la situación en Espa fa”: “Yo no puedo acusar de esta situación a los ni ni st sri os pasados, porque podrían responderme: “Nosotros Lenas estado bajo la presión revolucionaria”. Pero puedo acusar y acuso al Ministerio presente porque él sólo es entre todos los que han existido desde 1834 acA, el dueto absoluto y soberano de sus propias acciones”, en DS, Congreso 1850—51, 1, n2. 28, 493—99

5 Pidal al Duque de Sotomayor, Madrid 5/XII¡1848, M4AE: H—Política, 8. Sede 2668 y 2659

6 IBIDEN. Aunque no está reproducido eEte pAr-rafe taxativamente en la Circular del 21 de diciembre su espíritu subyace como clara premisa.

‘7 Pidal a ktrtinez de la Rosa 1 Madrid 21/XII/ 1848, AXAE; H—Política, 8. Sede 2659

8 IBíDEM

§ IBíDEM.

10 ItAs arriba hemos comentado los reparos del Iiuncio al lenguaje del gobierno con el decreto en que se invitaba al pueblo espatiol a las Rogativas ,

11 Pidal a Martínez de la Rosa, Madrid 21/XII/184-8, AXAE: H—Folítica, 8. Sede 265~

12 IBíDEM

1 CONGRESO CATOLICO; RECHAZO, notas, NS 000652

1 Pida a martínez de la Rosa, madrid 21/12/1848, AMAE: H—Folftica, S. Sede 2660

14 Ibídem. Madrid 31/1/1849, ASV, AH Madrid 313 Cap. 15 Brunellí a Antonelíl n2. 161, Doc. n2. 62>,

¿ CONGRESO CATOLICO~ RECHAZO.

3, 2, PIflMONTE: UN LIDERñZGO XTSLIflNO NO

CONSOL 1 DÁDO

SVMARIO: Reanudación de relacionas entre Madrid y Tur(n (664) — Custonat ubigQa signifiLactón de una

derrota ~ilitar(666) - La tentación de repliegue de los moderados (666) — El Congreso de la sociedad

para la Confederación ItalIana <671) — El abate Gioberti jefe da un gobierno democr&tico (674) - t’isefto

globertia~o de una politlca Italiana (676) — La misión diplomática en Toscana CG7S) — La misión

diplomática en los Estadrs Pontificios <683) — NOTflS (695)..

El primer y más clamoroso choque dialéctico con que la diplomacia hispana ha de vérselas en la cuestión romana es con el gabinete sardo, nación con la que el verano de este aflo se acababan de reanudar relaciones oficiales, La Circular de Pidal sigue en pocas semanas por no decir días a la instalación oficial del primer embajador espaflol en la nueva etapa, el ex—ministro moderado Bertrán de Lis. Ahora, igual que lo sucedido en Roma a Martínez de la Rosa, la instalación del embajador coincidía en un momento de particular crisis política interior; a los pocos días de la presentación de credenciales Giobertí seria llamado al poderformando algo ints que un nuevo gobierno Lo cierto es que el embajador espaflol que arribaba a la capital subalpina caía sobre el ojo de un huracán,

Sea dicho todo esto como introducción justificativa de cierta asintonía e insensibilidad en la que el representante espaflol se vió seguramente sorprendido y también como justificación de que antes que pasar a describir la interesante confrontación doctrinal entre Espafla y Piamonte, se impone una digresión que describa la compleja e interesante situación en la que se debate la política torinesa en uno de sus momentos más esperanzados y cruciales

— cono también de los más negativos — en la tarea de lograr en su provecho el liderazgo del proceso unitario italiano.

1 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000654

Reanudación de relaciones entre Madrid y Turin

En el capítulo primero de esta obra quedó patente el éxito político que para el gabinete de Sarvaez supuso el acrecentamiento de las representaciones extranjeras en la Corte espaflola logrado en este crucial aflo de 1846, Es bien sabido que de entre las cinco nuevas naciones que reconocen la Monarquía de Isabel II, las del Piamonte y la Toscana aun careciendo de la importante significación de las de la Santa Sede, Austria y Prusia, contribuían de forma decisiva a cerrar la anomalía de aislamiento interxiacional sufrido durante tantos afSos por el inicial alineamiento absolutista de los citadas naciones en la órbita de Viena.

Ya advertimos entonces que fué el sobresalto revolucionario europeo de este afio quien aceleró esta tardía resolución , logrando por ironías de la suerte la solidaridad de los estados constituidos y la admiración a la autoridad de I~arvaez en la tormenta del aflo, confusamente mezclados, lo que el sentido de Estado y el realismo flexible de las cancillerías hubieran debido ejecutarlo bastantes aflos antes. El instintivo reflejo en~ defensa de los dos grandes principios de monarquía y arden provocó la alianza solidaria de las Coronas y las que ahora llegaban a Madrid, condenadas además por la dura necesidad del momento a entrar en su propia casa por la vía de la instauración de constituciones liberales, se permitían invocar el nuevo ideario político común de libertad y orden, con lo cual, al tiempo que halagaban ciertamente a Espafla por su precoz liberalismo, intentaban, seguramente con menos éxito, justificar su tardanza en la reconciliación con la Corona de Isabel II.

2 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO. NS 000655

Redondeando aristas de un conflictivo inmediato pasado y en un tono y lenguaje mucho más comedidos que nuestro párrafo anterior, están concebidos, como correspondía a la circunstancia, los protocolarios discursos de la Reina y del representante sardo ante Espafla Conde de Montalto leídos en el solemne acto de presentación de credenciales de éste celebrado en La Granja el ? de agosto.

La afirmación de una doble sintonía entre ambas naciones constituye el hilo conductor de dichos parlamentos: la referencia a una historia común con un pasado hispano—italiano estrechamente entrelazado hasta constituir esa mutua simpatía de caracter tan celebrada como fundamento de la identidad de los pueblos latinos y una alusión al momento presente encauzado con la senejanza de instituciones políticas, es decir, con la aceptación de los principios liberales en el marco del constitucionalismo que por lo que respecta al Piamonte se habían adoptado en el reciente mes de marzo <16>

A mo de erudición histórica y antes de adentramos en el complejo hervidero político de Turín y en la disputa con Espafta, recojamos algunas pinceladas del proceso técnico de la reapertura de las embajadas en Madrid y Turín, trabajo oscuro y subalterno encomendado a diplomáticos de segundo rango; tarea a la que se procede inmediatamente a la decisión política de la reanudaci6n de ambos gobiernos y en cuyos minuciosos trámites se perciben ya algunas diferencias políticas no carentes de interés,

El gabinete sardo a pesar de hallarse enfrascado en su primera guerra patriótica contra Austria en la primavera de 1848 gana en prontitud y diligencia a Madrid en el envío de su representante. El Conde de Montalto cuya designación a primeros de junio como representante de su soberano Carlos Alberto ante Isabel II le sorprendió

3 CONGRESO CATOLICO: RECHA3C. NS 000656

cumpliendo una misión diplomática en Bruselas y La Haya, ya estaba en Madrid a fines de Julio y el 7 de agosto pudo cumplir su protocolario acto de presentación de las credenciales en el Real Sitio de San Ildefonso de La Granja ante la Reina (17>.

El proceso de reinstauración del embajador espafol en Turin fué sensiblemente más lento. Aunque la correspondencia oficial espaifola desde Turín bajo la firma de José Nebiet como ministro residente se abre desde fines de mayo (18.

Cabe hipotetizar acerca de las razones de tal. lentitud, cargando facilmente en cuenta de la parsimoniosa burocracia ministerial espafola; pero convendría no olvidar otras circunstancias que quizás justifiquen el retraso: ante todo, el cambio de titular del ministerio de Estado en plena canícula veraniega ( el Duque de Sotomayor por el Marqués de Pidal ¾ la novedad e importancia de la elección del personal para cinco nuevas representaciones con la designación de embajadores para capitales de Estados de primerisimo rango (Roma, París, Viena, Berlin Turín, etc.. • exigía necesariamente tiempo y tiento; la condición de ex— ministro recién dimitido del nombrado podría ser asimismo una circunstancia atenuante . . . <20).

De todas fornas el tiempo trascurrido en el cumplimiento de las etapas y trámites técnicos hasta la instalación definitiva y plena de los embajadores no fué ni mucho menos tiempo perdido En el ínterin se ejecutan obligadas disposiciones y usuales menudencias protocolarias de las que tan sólo queremos recordar a modo de ejemplo algunas; ambas sedes recuperaron sus respectivos archivos de

4 CONGEESO CATOLICO: RECHAZO. NS 000657

embajada custodiados durante la larga ruptura por Bélgica en Madrid en beneficio del Piamonte y por Francia en Turín en beneficio de Espafia, paises a quienes respectivamente se había encomendado asimismo la gestión sustitutoria de asuntos menores (21>. Además cada gobierno procedió a la concesión y envio de los documentos acreditativos de las condecoraciones e insignias de cada Corte recíprocamente otorgadas en beneficio de las personalidades que habían protagonizado la materialización de la reconciliación <22).

A primeros de octubre, Nebiet entregaba a 5. Majestad Carlos Alberto una carta de Isabel II en contestación a la misiva de éste con ocasión del acto de presentación de credenciales cumplimentado en la Corte espaflola (23). A los pocos días, el 13 de octubre el Marqués de Pidal comunicaba al embajador Nontalto que el gobierno espaflol ponía fin a las excepcionales prevenciones adoptadas contra los consulados y viceconsulados sardos en Espafla en virtud del Convenio de París de iasg (24),

En la medida en que las observacionesw impresionistas de los primeros despachos de cada representante pueden ser, aun limitadamente, reflejo del distanciamiento recíproco a partir del cual se inicia la obligada ósmosis entre las dos administraciones, cabe advertir la enorme distancia que las separa y hasta la cortina de prejuicios que las envuelve.

Para Montalto la llegada a Madrid sin incidentes de ruta molestado por las partidas carlistas que en ese mes de julio ejercieron ciertamente alguna actividad en Navarra y Guipúzcoa, le parece un pormenor digno de interés como para incorporarlo a un despacho oficial. Asimismo, la campafla militar del gobierno moderado en Catalufla contra los seguidores del Pretendiente carlista le merece la mayor atención <25). No es que la fiel trasmisión

5 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO. NS 000658

de la más punzante actualidad sea falta profesional en un embajador, muy al contrario; sin embargo, ¿no resulta algo sospechoso que la primera conversación del soberano sardo con el ministro residente Nebiet, derive inmediatamente por parte del rey al tena de las guerras carlistas?

Que los primeros comentarios del conde de Montalto concluyan con apreciaciones tan descalificatorias como la incapacidad de los espaifoles para gozar de instituciones liberales en virtud de las excepcionales medidas impuestas por Narvaez tras las dos tentativas revolucionarias de la primavera pasada, producen cierta reserva por su rotundidad. Otra pincelada tópica puntualmente anotada sin posible clvido~ la conducta irregular de la Reina, entiéndase en su vida privada, no parece causara la institución monárquica, anota el perplejo observador mayor desprestigio y deterioro político de lo que fuera habitual en otros reinos (26>.

Si para las primeras informaciones del representante sardo cabe el reproche del prejuicio y del arcaísmo en su mirada hacia Espaf!a, los informes de la representación espaflola en Turin adolecen de una falta de sensibilidad para captar toda la significación histórica de la explosión patriótica de Italia en este alio. Ni Nebiet en sus primeros despachos ni Bertrán de Lis ya instalado, ponen mayor énfasis en el lamento y la descalificación por el deslizamiento de la situación política piamontesa hacia el democratisnio revolucionario que en la motivación italiana profunda que la inspira, en aquel deseo típicamente piamontés de traducir el hegenonismo económico y militar de su Reino en una empresa de liderazgo de la causa de todos los italianos,

Cabe sin duda la disculpa para la sorprendida reacción de Nebiet cuando al gestionar en los primeros días el intercambio de condecoraciones entre las

6 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000659

autoridades de ambos gobiernos, el ministro sardo de política

exterior Marqués de Pareto — no así el Presidente del

Consejo Conde Balbo así mismo condecorado — manifiesta reparos en la aceptación de la concesión espafiola de la Gran Cruz de Carlos III, puntualizando que no se trataba de un gesto de desconsideración cuanto de una cuestión de principio (2?>.

Bertrán de Lis cuya llegada a Turín coincide con la calda del gabinete moderado de Perrone y la ascensión de Giobertí al poder, Juzga este lance más como un episodio de la clásica lucha entre las dos familias

liberales de Europa — en terminología hispana moderados y

progresistas — que como una tentativa de proseguir la guerra contra Austria o del primer intento democrático de dotar a Italia de una Constitución común, aspectos éstos de los que el embajador emite juicios descalificatorios, incluso de hombres pertenecientes como él al campo liberal moderado: “aun los hombres más circunspectos no resisten facilmente a la idea tentadora de la independencia’ <28>.

Semejante observación recogida con sentimiento de sorpresa y que lo citamos a modo de ejemplo, revela con claridad en qué sintonía se movía en Madrid su familia política respecto del Risorginento italiano; esto en Turín resultaba muy estridente y peligroso a poco que se conociese la formidable aceleración política del reino sardo a lo largo de este aflo. A partir de ahora, a Bertrán de Lis le está vedado por oficio desconocer la realidad torinesa; su condición de informador oficial del gobierno no le permite inhibirse del esfuerzo de comprensión de la sutil trama de círculos y tendencias y sobre todo de la niatizadísiina dialéctica de dichos gobernantes. También a noEotros nos obliga a esbozar brevemente un cuadro de la trayectoria política sarda tras la derrota militar de agosto, con particular atención al gobierno Giobertí con quien acaece el incidente dialéctivo hispano—sardo.

7 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000660

Custozza: ambigúa significación de una derrota militar

La derrota piamontesa en Custozza (25 de julio) consumada con la retirada tan poco gallarda del rey Carlos Alberto de Milán (noche del 5 al 6 de agosto) y con la precipitada firma del armisticio con Austria por el general Salasco (9 del mismo mes> sellaba el fracaso de la patriotas italianos en la primera guerra de independencia contra su histórico adversario austriaco, ocupante del territorio lombardo—véneto,

Este descalabro bélico habría de significar a posteriori tanto para el Piamonte como para el resto de los estados italianos el comienzo del fin de las ambiciones patrióticas del 43; pero en la medida en que era sólo el inicio del fin y no se quería creer en ello, la breve fase histórica del alio que le sigue hasta agosto del ‘49, ofrece un panorama de extremada agitación política en toda la Península. Lo vimos ya en el caso romano referido a los primeros meses del verano del ‘48, Abora nos toca acercarnos al caso piamontés dada la estrecha relación que la elevada conciencia patriótica de Turín tiene cn la confrontación entre las cancillerías espaflola y sarda en el objeto central de este capitulo

La derrota militar en la primera gran cita bélica unitaria, lejos de provocar el desánimo y la

inacción que podía suponerse, incitó a los patriotas romanos4 torineses y toscanos más decididos

2 CONGRESO CATOL 100: RECHAZO NS 000661

cuando no a claramente revolucionarias, entre cuyos miembros cabí a encontrar embozados a algunos mazzinianos y en sentido más impropio en Turín),

Fijados los espíritus en el caracter global del despertar nacional italiano de este alío, el desastre militar er la llanura del Fo con que acaba la primera aventura bélica contra Austria, parecía quedar compensado o al menos aminorado con la dinámica insurreccional que todavía proseguía- en otras áreas de la Pennínsula: Venecia resistía y resistiría con ardor durante todo un aflo bajo la égidq de Manin el poderoso asedio del ejército de Viena~ en Sicilia, los insurrectos intentaban separarse de Fernando II de Nápoles no faltando la oferta de la Corona de la isla al segundo hijo del monarca sardo (29); en Roma y en Florencia el primer constitucionalismo basculaba hacia fórmulas democráticas radicales, según ya nos es conocido en el primer caso a través del clima descrito cuando la llegada del embajador espaflol a Roma en pleno verano

Los liberales sardos y el mismo Monarca

con ellos, cuanto más los patriotas más radicalesí , haciendo gala de un pundonor romántico y un voluntarsmo quizás poco

fundamentado — que la segunda derrota ante Austria en marzo del 49 habría de desvelar trágicamente — velan el. armisticio recién firmado por Salasco como un simple respiro, un mero expediente táctico que les permitiera recomponer el desorganizado y agotado ejército, en espera de reanudar la definitiva guerra de liberación y, desde luego, entendiendo la presente tregua sin la renuncia a las conquistas territoriales y políticas que en el caso de Milán ya se habían llegado a paladear y que en el peor de los casos habría de comportar como premio al sacrificio en el campo de batalla, la anexión de los Ducados de Parma y Módena en beneficio de la casaa de Saboya.

3 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000662

Estas u otras ensoflaciones en que se columbraba la clase política torinesa. muy confiada en la protección conjunta de Inglaterra y Francia dispuestas a

frenar a Viena a través de la mediación impuástale a ésta — Trono Imperial austríaco, por lo demás debatiéndose en una crisis institucional, social y revolucionaria con el

levantamiento de sus nacionalidades minoritarias — quería disfrazar el cese de la guerra en un mero hecho militar al que en modo alguno cupiera atribuir una significación de derrota en perjuicio de la causa italiana,

En la medida en que el gobierno sardo había asumido el papel de líder natural de la unidad italiana, gracias a su hegemonía militar respecto de las demás coronas peninsulares y a una más decididad vocación de su clase política para tal misión, la derrota del ‘48, en la que ciertamente habían participado soldados de toda la Península, era por encima de todo la derrota de Turín, provocando en dicha capital una efervescencia y una crisis muy superior a las del resto de las capitales italianas pues correspondía a su monarca Carlos Alberto asumir y encajar el doloroso lance.

La sociedad torinesa en su conjunto se sintió conmovida, proyectándose sobre la misma el espectro de un sombrío porvenmir al que no se supo hacer frente con altura de miras ya que, en vez de un reflejo de unión sagrada en la clase política que tanto tenía de qué perdonarse mutuamente, empezando por la conducta enigmática y un tanto dudosa del propio rey Carlos Alberto, se prefirió el estéril método del ajuste de cuentas entre tendencias políticas y la caza de brujas mediante la búsqueda de las responsabilidades del desastre bélico entre civiles y militares (30).

4 CONGRESO CATOLICO; RECHAZO. NS 000663

La aristocracia sarda en su doble nivel de casta militar dominante y camarilla cortesana influyente, adoptando una táctica de obstrucción a la dinámica liberal creada por la revolución del ‘48, bien pronto se convirtió en el blanco de las críticas de los liberales más enardecidos. El precio del liderazgo patriótico ganado con la iniciativa de la guerra contra el tedesco, Turín parecía que lo estaba pagando viéndose en la pública verguenza de toda Italia. Dichas crí ticas, por supuesto, no cabe suponer fueran idénticas en virulencia en toda la Península.

Mientras en el propio estado subalpino se mantuvieron en los los limites de la gestión técnica de los ministros de los días de las hostilidades y de los generales

en las opciones tácticas del Cuartel General — naturalmente sin siquiera osar mentar en la crítica públicamente al rey a pesar de ser el Comandante Supremo, excepción en dicho punto

de un pufiado de republicanos genoveses (31) — en cambio, en el resto de Italia, tanto entre los republicanos lombardos y vénetos como entre los seguidores de Mazzini, llovían los dicterios contra Carlos Alberto y la clase política sarda en general, incapaces de abandonar un pasado absolutista y anticonstitucional y veleidosos patriotas más preocupados del engrandecimiento de su territorio dinástico que de la suerte de Italia.

La encuesta del gobierno piamontés acerca de las responsabilidades militares de la derrota, exigida por una buena parte de la prensa, nc se llevé a cabo, en parte porque el rey la obstaculizó — seguramente en legítima defensa — y en párte también porque la incerteza del inmediato futuro, con un armisticio de tan corta duración y con una mediación de terceros que no acababa de concretarse en algo tangible, podían obligar da la inmediata reanudación de los combates. Lo urgente era reorganizar el ejército

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dándole un jefe supremo de prestigio y experiencia, a poder ser extranjero, descargando de dicha tarea al Monarca <32>.

En cuanto a la cuestión de las culpas del propio Carlos Alberto, sobre todo, cuáles eran las intenciones reales del monarca en dicha guerra, constituye quizás para siempre, un enigma histórico, y todo bien compulsado, resulta ser la propia personalidad del monarca en cuanto hombre, si no un enigma, al menos un punto caliente de la historiografía del Risorgilnentfl (33>. Puede que haya en los biógrafos del rey demasiada yana complacencia en ciertos ejercicios de introspección caracteriológica; su infancia imbuida de educación jacobina para terminar sentándose en la muy tradicional Corte saboyana; su más que discutible conducta de doblez ante los protagonistas del pronunciamiento de 1821, terminando por alinearse obsequiosamente en la órbita de Metternioh; en fin, su espíritu atormentado por escrúpulos religiosos, etc

Aunque sea insoslayable para todo observador, valorar el último y dramático gesto de su renuncia a la Corona en pleno Cuartel general tras la derrota de marzo del 49, convendrí a recordar que ya pensó en hacer lo mismo tras la derrota del alio anterior, según se lo hizo saber a Pío IX <34) Por fin, ¡cómo valorar su extrafia decisión tras la derrota del ‘48 de retrasar en mes y medio el retorno a la capital, no haciéndose presente sino después de reiteradas instancias del gobierno, conociendo él mejor que nadie lo imprescindible de su presencia dado lo delicado de la situación polítical

Convengamos que este debate en torno al rey tiene mucho de artificioso y nace en gran parte de la excesiva valoración del patriotismo del monarca en el momento de lanzarse contra Austria tras la insurrección milanesa (marzo del ‘48> con el mítico grito de Italia fará da se.

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Ensalzado entonces como héroe para ser denigrado tras la derrota como traidor, quizás la literatura posterior sólo pretendiera neutralizar un mito con la superposición del otro. Pero siempre quedaría otra vía de análisis históricamente más apropiada: situar tantos románticos gestos del célebre monarca justamente por ello en las coordenadas de una Realpolitik del reino del Piamonte.

Según ésta, el comportamiento belicista de Carlos Alberto se ajustaría a las ambiciones dinásticas de ji un Príncipe conservador del siglo XIX que entendería su adhesión a la causa italiana como un medio que le facilitara el expansionismo territorial en Italia; por otra parte, abriéndose al constitucionalismo liberal en su forma más

moderada, es decir, con las menores concesiones, , estaría ti suficientemente al abrigo del republicanismo revolucionario. ji IDe este modo, el proceso unitario y la solidaridad interritaliana se comtemplarian desde la óptica del rey y sus consejeros más adictos como las mejores armas para materializar de inmediato la creación de un único reino de la Alta Italia bajo la corona de los Saboyas (35>.

Como balance final quedaría la fatal colusión de dos lógicas que se neutralizarían mutuamente como en tantas iniciativas sardas en este momento; los objetivos dinásticos jugarían como elemento de obstrucción del proceso 11 revolucionario; así en la primavera del ‘48 bajo la apariencia de una guerra nacional—popular lo que Ji objetivamente se habría librado era una guerra regia. Baste recordar que las Cinco Jornadas milanesas

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piamontesa fuera el principal responsable de la derrota en la primera guerra de independencia <36),

La tentación de repliegue de los moderados

Además de ésta sombría proyección de la política sarda hacia el resto de los estados italianos, la derrota militar sirvió para desvelar lo precario de las prácticas constitucionales torinesas apenas estrenadas, ya que en plena guerra y en vísperas de graves decisiones políticas ante la perspectiva de una presumibe derrota, se prefirió el recurso a soluciones autocráticas emanadas del Rey que al debate político en el Parlamento, suspendiéndose las sesiones y cargando las decisiones sobre las espaldas de un Soberano ocupado por afladidura en el Cuartel general en la dirección de la guerra y todo ello a los dos días de haberse constituido el primer gabinete ‘italiano’ el ministerio Casatí— Collegno el 2>7 de julio).

Justamente en este lapso de vacación parlamentaria se adoptaron medidas trascendentales que marcarían el futuro inmediato basta la guerra de marzo del ‘49: la decisión del armisticio Salasco, la materialización de la mediación franco—británica y el relevo ministerial de mediados de agosto: un pitia de íntimos allpgados al rey, instalados en la inacción y en la expectativa políticas; eso sí , sin denuncia ni abandono teórico del programa patriótico maximalista.

El gabinete Alfieri di Sostegno—Revel—

Pinellí del 19 de agosto — precedente inmediato a la ascensión al poder de Giobertí — encarnará de hecho la renuncia al liderazgo de la causa nacional y el retorno al

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ámbito exclusivamente sardo de la política Brofferio, uno de los políticos más calificados de la izquierda sarda lo II caracterizaría como gabinete doctrinario y Giobertí su máximo adversario de ministerio nunicipalista; puede adivinarse lo que con estas expresiones se quiere decir y condenar. II El niunicipalislilo sardo es una forma de particularismo cuya vocación italiana no quiere despojarse de ciertas connotaciones hegemónicas y aristocratizantes locales, viendo en el dinamismo político tan acelerado del reino piamontés y en cualquierra de las fórmulas unitarias de la Patria unida un peligro que pudiera poner fin a sus privilegios y abriera a la postre una oportunidad a la revolución. Representantes de esta sensibilidad política eran III también los liberales—conservadores ahora muy inclinados hacia la aristocracia. Si en el aura de la primavera del ‘48 se sumaron a la revolución constitucionalista fué mas bien porque se sintieron desbordados; ahora, el espectáculo de la II, derrota militar — jamás llorada por ellos auténticamente — rendía justicia a sus análisis, convirtiéndolos en algún modo en los defensores de los intereses de la Monarquía <37).

Pero en la medida en que la historia no admite saltos hacia atrás ya no cabía renunciar públicamente a los grandes ideales liberales y nacional—italianos dramáticamente sellados con la sangre en el campo de batalla. Sólo cabría contemporizar ante las dificultades y bien pronto denunció Giobertí tal conducta del gobierno al diferenciar entre su programa gubernamental y el comportamiento del equipo ministerial, distinguiendo, según sus términos, dos gabinetes: el legal y el faccioso; el público y aparente frente al real y oculto, en denuncia proyectada sobre las dos más importantes negociaciones diplomáticas en curso: la mediación franco-inglesa y la formación de la Liga Italiana entre todos los estados peninsulares.

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La mediación promovida por Londres y París en principio podí a parecer que favorecí a al Piamonte en razón del momento elegido para su implantación: cuando el ejército sardo estaba a merced de las tropas auutriacas. Se lograba así frenar al ejército victorioso sin que hubiera renuncia efectiva a alguna adquisición territorial en favor de Turín coito por ejemplo la Lombardía. ¿Sutil ardid de las potencias mediador~s para salvar su reputación liberal y domeflar así la frustración de los patriotas italianos que soltaban en el Reino de Alta Italia?

En honor a la verdad dígase que el gabinete sardo no podía dejarse deslumbrar por tales promesas exteriores, La mediación a medida que corriera el tiempo se habría de volver menos favorables a las exigencias iniciales de Turín. Después de todo las bases de partida del texto

El obstáculo mayor de la mediación residía ewn los límites políticos del valimiento franco— británico. Inglaterra en modo alguno habría de tolerar una guerra europea generalizada a causa de un Reino de la Alta Italia y la joven República Francesa igualniente, a despecho de su retórica revolucionaria, se hubiera mostrado muy preocupada con el nacimiento de un gran estado concurrente en el Norte de Italia Por ello, nada tiene de extraflo que cuando Cerdefla queriendo aprovechar el mal paso de la revolución vienesa de octubre. consulte con sus dos valedores el relanzamiento de una nueva operación bélica, éstos le

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respondan con una rotunda negativa. En marzo del ‘49 cuando la catástrofe definitiva del Piamonte sucederá lo mismo, sólo que esta segunda vez los consejos mediadores no fueron escuchados (38>

La segunda negociación de gra porte dirigida por el gabinete liberal—conserador piamontés fué la de la formación de una Liga confederal italiana a cuyo fin el gabinete anterior, ya desde primeros de agosto, había destacado a Roma como emisario extraordinario al prestigioso filósofo el abate Rosniini. Las conversaciones a tres bandas, es decir, con toscanos y romanos llevadas por éste último no pasaron del estadio de redacción de unos borradores; la cambiante y caldeada situación política no sólo de Roma sino del resto de los estados no admitía otra cosa; los gabinetes de Roma y de Florencia muy en especial, sumidos en una crisis política pre—revolucionaria tenían asuntos más perentorios de qué ocuparse; además, la situación de Rosminí se tomó pronto muy inconfortable y hasta irregular al negociar bajo instrucciones recibidas de un gabinete dimitido, apenas él había llegado a la Ciudad Eterna.

Estas precauciones coyunturales no son obstáculo para hacernos descubrir el problema de fondo que paralizaba a los gabinetes conservadores sardos: el miedo a verse embarcados por Rosminí en una incierta aventura faderalista; el instintivo repliegue a su área territorial subalpina es decir, a la renuncia de hecho al gran ideal nacional. El gabinete, tras discusiones rehusó al fin el proyecto—borrador elaborado en Roma, bajo el pretexto de que en él nada se decía de una ayuda conjunta al Piamonte en la guerra de independencia.

El ministerio elaboró otro proyecto alternativo con cierta disposición a una integración federal en capítulos más allá del neramente militar como el comercial

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y el político sin demasiadas precisiones; concesión en principio de evidente trascendencia; claro que todo ello fué posible por la formidable presión ejercida desde la oposición democrática como Giobertí como punta de lanza (39>, Pero la concesión de avenirse a discusiones de carácter político resultaría a la postre más académica que real; escudándose en una hábil distinción entre Liga y Federación se aceptaba la fórmula de la Liga para que a cambio de una eventual protección territorial piamontesa ofrecida a Toscana y a los Estados Pontificios, estos dos se comprometiesen a enviar contingentes militares a la guerra contra Austria. En definitiva, para Turín la cosa parecía reducirse de inmediato a pedir soldados a cambio de lo que más tarde en reformas de estructura de Estado pudiera suceder <40>.

Rosminí sorprendido y molesto de que en la comunicación gubernamental al Seliado sobre sus gestiones, el gobierno silenciara las cláusulas concernientes al aspecto militar, vió en ello manifiesta mala fe de sus superiores y abandonando la partida dimitió como negociador de la Liga; no sin antes, en descargo de su responsabilidad, dar conocimiento a Giobertí de la verdad de la situación, Este, tras comentarías en una sesión secreta de la Cámara4 las hizo públicas con el desdoro para el gobierno que puede suponerse (41>,

Afladanos que Rosminí no carecía de otras razones para retirarse de su mnisión~ al haber sufrido sus instrucciones otras modificaciones sustanciales, cono por ejemplo, encomendarle que agregara a las negociaciones en curso, reclamaciones de carácter Jurisdiccionalista a la

Corte papal en materias eclesiásticas , tema al que era muy sensible Pío IX y en cuya cuestión Rosminí como clérigo que era no podía prestar su colaboración sin caer en indecorosa complicidad anticurial <42).

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El Congreso de la Sociedad para la Confederaci6n Italiana

El balance de gestión del moderantismo piamontés en circunstancias tan excepcionales de la monarquía sarda, no podía ser más pobre y enteco: atentista y amedrentado en la resolución de proseguir la guerra< vergonzante y escéptico en sus convicciones patrióticas. Sus días podían darse por contados, sobre todo, ante la perspectiva de la reapertura de las Cánaras el 16 de octubre en que la oposición democrática lo acusaría de ejecutivo insignificante, símbolo de una Monarquía abatida y humillada. Las sesiones parlamentarias no fueron quizás tan borrascosas como podrían haberse presumido, en parte porque el gobierno no dejó de disfrutar del benevolente apoyo de una mayoría de diputados concientes de lo difícil de la coyuntura y en parte porque la oposición liderada por Giobertí, cada día más decidido a plantear el asalto final al poder, eligió una tribuna extraparlamentaria para derribar el gobierno, el estrado del Circolo Nazionale, club patriótico dirigido por el demócrata Brofferio; hogar político torinés que acogía a exilados y fugitivos del resto de Italia; foco del patriotismo liberal y democrático más decidido, en contacto permanente con círculos de Génova, Livorno, Florencia, Roma,

Venecia, etc . . . sin excluir naturalmente a la Junta de insurrección mazziniana creada en Lugano <43>.

Bajo la inspiración doctrinal y política de Giobertí, quien por estas fechas muestra su mejor forma intelectual prodigándose a través de proclamas, discursos y escritos de toda suerte y convirtiéndose así en la personalidad torinesa del momento, a primeros de septiembre nacía en la capital sarda la Societá per la Confederazione Italica, El programa fundacional de la sociedad, suscrito por patriotas de varios estados, definía con suma claridad su

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doble objetivo: 12/ promoción de un pacto federal entre estados italianos conciliando al mismo tiempo la Nación con los derechos históricos de los Príncipes, sus gobiernos y pueblos; 2~/ como mejor garantía de esta plan, el logro irreversible y no negociable de la formación del reino saboyano de Alta Italia (44>. En suma, una Italia federal bajo la égida sarda, nueva versión del federali6mo moderado de pocos meses ha con la variante nada desdeflable, tratándose de Giobertí el definidor del neoguelfismo, de que allí donde antes como cabeza de la federación italiana se le suponía a Pío IX, ahora se le colocaba al rey Carlos Alberto,

El 22 de setiembre la Sociedad Federativa organizaba en el teatro Nacional de la capital subalpina un acto de lanzamiento del proyecto con un discurso de Giobertí como punto central. La superioridad intelectual de un filósofo de oficio en la formulación del nuevo plan no está exenta de un cierto “énfasis dogmátíco”

Convocado el Congreso para el 10 de octubre, la selecta concentración de ex—combatientes y exilados de toda Italia y la proximidad del escenario de guerra daban al lugar una emotiva solemnidad y también una

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razonable expectación en sus resultados; además la brillantez de las intervenciones estuvo a la altura de lo cabía esperar de una clase política cono la italiana de elevada formación humanista y muy dotada para la retórica. Pero tambien hay que decir que tras una fachada lírica y unanimista se advirtieron divergencias estratégicas considerables.

Cuando se puso sobre la mesa del Congreso un primer borrador de Constitución Federal con enunciados y artículos jurídicos taxativos, un frío estupor invadió los asistentes, aflorando de inmediato las primeras vacilaciones y las naturales zozobras ante la primera visualización “negro sobre blanco” de una Italia federal. El problema que se cernía como más grave e inmediato era como siempre e2. de la colaboración militar del resto de Italia en ayuda del Piamonte hacia la consecución del Reino de la Alta Italia; pero esto planteaba a su vez una problema psicológico insuperable ¿cómo imaginar que seculares monarquías de la Península contribuyeran a reforzar el hegemonismo piamontés justamente cuando ya era el estado más poderoso de la Península militar y económicamente?

El político romano moderado Maxuianí saliendo al paso de este impasse, intentó resolver el escollo de manera muy a la italiana: aconsejando que la redacción última de la Constitución Federal quedara para una futura Dieta que podría reunirse en Roma meses más tarde, perfilando de momento únicamente sus lineas generales (46>. Así terminó un Congreso que alguno de sus participantes en un ejercicio quizás de excesiva autocrítica lo calificó de yana academia (Minghetti>. Lo cierto es que el xnoderantis2flo integrativo y federal, monárquico y antirevolucionario, no consiguió hacerse con la iniciativa política del momento en ninguno de los estados. Sólo en e]. Piamonte el Congreso tuvo alguna operatividad inmediata, a saber~ la llamada a gobernar como jefe de gobierno al mentor y doctrinario del citado Congreso,

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el abate Vincenzo Giobertí, en una oportunidad última para los moderados, si, así puede llamarse, a pesar de la procedencia de su Jefe, a un gobierno mucho más inclinado en su dirección y composición humana hacia la izquierda democrática.

El abate Giobertí jefe de un gobierno democrático

La génesis del gabinete Giobertí no podía ser sino una laboriosa y difícil solución teniendo en cuenta que se trataba del nacimiento del primer gobierno democrático sardo. A pesar de la unanimidad en la opinión pública a favor de la designación del candidato, el rey quiso probar fortuna por soluciones más moderadas, tanta era su antipatía por no decir hostilidad, hacia quien había llevado la iniciativa de las más duras criticas contra el fenecido gabinete. Obsequiado el nuevo presidenciable por el propio Carlos Alberto con el apelativo zumbón de Soxnmo a causa de la arrogancia intelectual del abate, en el ámbito cortesano parece que hasta se permitieron xnotej arlo de pr~tre rénegat <47>.

A pesar de tal inicial prejuicio, el abate Giobertí, hábil y ambicioso, encontró terreno propicio para desmoronar las repugnancias de Carlos Alberto, adelantándose a prometerle la devolución de la suprema dirección de la guerra, puesto del que el rey había sido exonerado por el gabinete precedente a fin de exonerarlo de duras críticas y de la vindicta pública. Fué en la configuración de su equipo ministerial donde el nuevo hombre fuerte de Turín sufrió sus mayores decepciones; aspiraba a una formación en la que estuvieran noderados y demócratas fundiéndose en un equipo suprapartidista y de concentración nacional y le fallaron los moderados~ Fatalmente para él, la

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negativa de los suyos fué el precio que hubo de pagar a tantas hostiles y demagógicas campañas recientes contra los mismos; ahora debía correr la suerte de enibarcarse en una más que difícil aventura con los demócratas como únicos miembros de equipo (48).

El 16 de diciembre el abate filósofo presentaba su programa gubernamental ante las C&xnaras: pieza improvisada y breve, dada la “novedad de la tarea y la angustia del tiempo”, comentaría con afectada modestia su autor. Nadie dude de la densidad de conceptos y de la claridad de objetivos del discurso programático como no podía ser menos tratándose del parlamento de un poderoso pensador El desarrollo del espíritu democrático, es decir, de las instituciones liberales y el fortalecimiento del espíritu nacional italiano constituían la doble fuente de inspiración política y las coordenadas de la acción de gobierno de su mandato <49).

La formulación de los principios democráticos hecha por un antiguo moderado recién llegado a la izquierda, es natural que provocara gran curiosidad en el auditorio de la representación nacional; la curiosidad no llegó a la inquietud; pronto habrían de tranquilizarse los espíritus, al observar que la democracia giobertiana sería conciliativa y nada revolucionaria: “aniga del orden, de la Y propiedad y del Trono”; el tradicional fervor piamontés por la institución dinástica de los Saboyas lejos de sufrir merma alguna quedaba enfatizado al esforzarse el nuevo presidente en demostrar que la alianza de la monarquía con los pueblos era una exigencia de los nuevos tiempos: “la rnarquía ¡ secuestrada del genio popular no responde a las necesidades que hoy afloran e inflanan las naciones”, concluía el abate presidente :1

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Qiseflo giobertiano de una pofltica italiana

El punto más ampliamente esbozado en el discurso de investidura de Giobertí lo contituyó la política italiana en su globalidad; el disefio se asienta sobre dos quicios fundamentales y al propio tiempo convergentes entre sí el logro de la independencia peninsular respecto a ocupantes o poderes hegemónicos extranjeros y la unión confederal entre todos los estados peninsulares Formalmente hablando, el primer objetivo pertenece al campo de la política exterior

De primeras podría darse por supuesto que en la situación de un país encadenado a un frágil armisticio bélico y con una mediación anglo—francesa que no acababa de concretarse en algo sustancial y, sobre todo, en que teniendo al frente del ejecutivo un hombre cuya estatura política había crecido en los últimos meses en el martilleo crítico contra el pacifismo abandonista del último gabinete, ahora, sentado en la poltrona presidencial, debería abordar de inmediato el tema de la reanudación o de la definitiva conclusión de la guerra, pero no fué así . Qiobertí al igual que sus predecesores, pretextando la necesidad de una reorganización del ejército renunciab&a la guerra y en la cuestión de la mediación internacional pasaba pié sobre

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ascuas, no se sabe, si por displicencia yio deferencia para con las dos poderosas potencias mediadoras (50>.

El radicalismo giobertiano estuvo a. la altura de las circunstancias en la segunda parte de su díptico progranático: la coordinación política entre los diversos estados italianos tanto en su vertiente de política exterior cono interior. La independencia italiana comportaba, según su diseño, además del aspecto político tradicional una vertiente moral como es el decoro y e]. respeto por la patria común; de tales sentimientos debería nacer la fraternidad entre los estados de la familia italiana; cuanto más se unieran los italianos entre si tanto más se habría alejado de la Península la tentación de ingerencia de los de fuera. Todo lo cual llevaba a la formulación de la regla de oro de la política giobertiana: cuando surja alguna querella O conflicto entre los estados peninsulares o el seno de alguno de ellos, el derecho de arbitraje y mediación corresponde a los demás estados hermanos <51>, Anotemos con cuidado este principio, punto decisivo en el imposible entendimiento entre las cancillerías española y sarda en la futura disputa que constituye el punto central de esta exposición.

¿Estarían dispuestos los demás estados italianos a aceptar este obligado conoorso patrio” de Giobertí por parte de alguno de los reinos vecinos y no habría de tenerse una vez más que bajo esta oferta se escondiese el tradicional hegemonismo sardo? El plan de Giobertí aparecía así dañado in nuce y su coonstitucionalislflo federalista despertaba recelos entre loe romanos y los toscanos a quienes de forma particular pretendía dirigirse Supuestas dichas limitaciones, preciso es confesar que el programa giobertiano sacaba al Fiamonte de la inercia de los últimos meses; era osado e imaginativo en su concepción; solo que la ejecución dependía mucho más que de su golpe de timón, de una cúmulo de circunstancias muy frágiles que escapaban al

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control de los gobernantes de cada estado incluso a fines del ‘48, en una Italia que no se resignaba a constatar el declive definitivo del ciclo abierto por la prodigiosa primavera de aquel año para el despertar nacional de Italia.

El caso es que ni en Nápoles ni en Toscana ni en los Estados de la Iglesia los acontecimientos evolucionaban en un sentido favorable al plan de Giobertí. En el Reino meridional borbónico las perspectivas de recuperación territorial de Sicilia por Fernando II daban alas a planes de una implacable restauración antiliberal. En Florencia las perspectivas eran mucho más favorables; los demócratas radicales con su tandem dirigente Montanellí— Guerrazzi rivalizaban incluso con el abate sardo en fervor italiano, programando un proyecto de constituyente italiana unitaria no sólo federal, hipótesis que jamás ha de ser aceptada en Turin. En los Estados Pontificios tras la fuga papal, mientras en Roma, según vinos en el capitulo anterior, los radicales más extremistas avanzaban hacia la República laica, Pío IX desde Gaeta se decidirla a solicitar la ayuda de las naciones católicas; es decir, el concurso extranjero concepto tan radicalmente antigiobertiano.

La concepción de Giobertí pecaba de desfasada desde su formulación misma y por eso rondé en el vacio como realidad ucrónica; que su lógica interna dependía de presupuestos del pasado, validos quizás pocos meses antes, pero que ya estaban superados. Un moderantismo italiano federadamente unido y liderado desde Turín como vinculo que aunara los Tronos con los movimientos democrático—populares ya no era posible. Los moderados ya no tenían fuerza ni en Florencia ni en Roma. Nápoles y Gaeta se inclinaban hacia la contrarevolución y en el mismo Turln los apoyos necesarios eran menos sólidos de lo que podía pensarse. El diseño pecaba a la vez por carta de más y por carta de menos. Nos parece

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ajustado el veredicto de los historiadores de hoy juzgando el proyecto como demasiado tardío <52),

El gobierno piamontés con su presidente a la cabeza puso en la ejecución de su plan una resolución febril, optando por el inmediato envío de emisarios extraordinarios a cada una de las capitales italianas más a París a explicar su proyecto. El mensaje central era la oferta de un federalismo monárquico como el mejor instrumento para cerrar el paso a la revolución y la mediación piemontesa en el conflicto romano como medio más eficaz de evitar la internacionalización de la crisis de los Estados Pontificios.

Asimismo, la misión diplomática a cada capital tenía objetivos privativos para cada caso, exceptuado quizás la misión a Nápoles a donde se iba más por salvar las apariencias de la globalidad italiana del propio plan. En Toscana las conversaciones se ceñirán con preferencia a lograr una alianza político—militar con vistas a la guerra inscrita en principio en el programa de todo gobierno sardo. En los Estados de la IgleEia tanto en Roma como en Gaeta se quería jugar a la mediación entre las partes. En fin, la misión a Paris respondía a la convicción muy piamontesa de injertar el problema italiano en el entramado europeo de la mano protectora de Francia (53> . Bástenos ahora describir las negociaciones de los emisarios de Giobertí en Florencia, Roma y Gaeta pues en el tiempo de su transcurso sucederá el conflicto diplomático con España.

La misión diplomática en Toscana

Donde las ideas de Giobertí hubieran debido encontrar en principio la mejor acogida era sin duda a

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orillas del Amo con cuyo gobierno podían aspirar a entenderse dada una supuesta conjunción y sintonía políticas entre dos gobiernos demócratas que además en Florencia, igual que en Turín y al contrario que en Roma, se veían respaldados por la favorable disponibilidad inicial del Soberano el Gran Duque Leopoldo II a seguir el nuevo curso de la política, plegándose a las exigencias revolucionarias y populares de los nuevos dirigentes.

Junto a este favorable punto de partida entre Turín y Florencia existía también una rivalidad bien patente en otro frente patriótico muy importante: su competencia recíproca por liderar el plan de Asamblea Constituyente Italiana, Allí donde Giobertí ponía el acento en la federabilidad del nuevo proyecto, los dirigentes toscanos en el poder, )fontanelli y Guerrazzi, hablaban de una Italia unitaria. La discrepancia de partida como se ve no era baladí; pero ¿no cabría lograr un punto de equilibrio entre ambas fórmulas, en virtud de la común sensibilidad democrática de los equipos en el poder, creando una plataforma patriótica amplia entre los tres países de la Italia centro—septentrional, logrando avanzar hacia la unidad peninsular en medida mucho más sustancial que el intento de creación de la Liga italiana ensayada sin éxito meses antes? <54)

La acertada elección por Giobertí como emisario extraordinario de Turín a Florencia de F. Pío Roselliní, toscano de origen y amigo personal del hombre fuerte dela situación Montanellí, no serán bazas suficientes para lograr disipar las divergencias políticas entre ambas capitales; la proyección de los nuevos planes no será capaz de neutralizar el peso de los recelos históricos entre ambas Cortes. Cuando ambos interlocutores pronuncien la mágica palabra de Constitución, allá donde el representante sardo la entendía como una futura Italia federal particularista y

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monárquica, el político toscano la imaginaba como unitaria, democrática

Cinco prolongadas entrevistas entre los citados pilíticos no fueron suficientes para tratar de aproximar posiciones; el Piamonte, preocupado con su eventual guerra con Austria, elegía como terreno de inmediata colaboración la fijación de las cuotas de soldados toscanos a establecer en el tratado militar entre ambos gobiernos .

A lo más que Montanellí accedió en sus diálogos con Roselliní fué a subdividir el eventual proceso asambleario constituyente en una etapa prebélica y posbélica, con lo cual la definitiva regulación de la unidad quedaría pospuesta para después de la victoria sobre Austria. Dicha sugerencia que Roselliní aconsejó a Giobertí la aceptase, éste último la rechazó no tanto por lo visto por su innata tendencia de autosuficiencia cuanto consciente de que ni la clase política torinesa ni la Corte la aceptarían.

En un último esfuerzo por romper el cerco de una negociación oue fracasaba, el abate presidente presentó el 32. de diciembre tanto a los enviados llegados de Roma como al embajador toscano en Turín un proyecto de Constituyente Italiana. Por primera vez un gabinete subalpino

a CONGRESO CATOLICO~ RECHAZO NS 000682 ponía el dedo en semejante peligroso engranaje histórico; por eso merece ser recordada la ocasión. Pero no se sabría qué admirar más en el golpe de timón de Giobertí: si su celo por evitar que la iniciativa patriótica italiana se le escapara de las manos o el estrecho y para algunos regresivo diseño nacional forjado por su poderosa mente — comparada incluso con planes políticos anteriores de otros moderados sardos — tal es el fondo de instintiva superioridad hegemónico— política con que Cerdeña entiende sus relaciones con toscanos y romanos.

A las razones dialécticas ya conocidas Giobertí añadía algunos gestos de seducción; para ello, el 30 de diciembre adelantaba a Florencia un segundo emisario, Berghini, con el mandato de acceder a una anterior demanda toscana poniendo a su disposición un contingente de 10,000 soldados piamonteses destinados al parecer a proteger el territorio de Toscana por la frontera pontificia de las Romagne en previsión a una temida invasión austríaca.

La aceleración histórica en todos los puntos de la Pení nsula, constratada con los demasiado platónicos considetandos de estas negociaciones y sobre todo el cúmulo de segundas intenciones y falta de confianza entre los interlocutores sardo—toscanos malograrán esta oportunidad, Giobertí, por la urgencia de sus planes lanzado a quemar etapas~ el 17 y 21 de enero solicitaba una alianza militar ofensivo—defensiva perpetua entre ambas Cortes, naturalmente en el invitable espíritu hegemónico sardo precedente El honor político de los demócratas toscanos no podía admitir tal afrenta <56).

Florencia podía volver las espaldas a Turin mirando ahora con esperanza a Roma de donde llegaban noticias cuya novedad y sorpresa podía alimentar las utopías más ensoñadoras; en efecto, un decreto romano del 2.6 de enero

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habla establecido que cien de los diputados elegidos para la Asamblea Constituyente Romana a apunto de ser elegida < el 21 se celebrarían las elecciones> lo serían también para la Asamblea Constituyente Italiana. La noticia causó en las ciudades toscanas y en la capital un indescriptible entusiasmo y provocó una fulminante decisión pol1tica~ el Gran Duque se resignaba a firmar un decreto correlativo y similar al de los romanos

Claro ctue a partir de dicha fecha y de dicha concesión política habría de iniciarse en el turbadísimo espíritu del Príncipe Leopoldo II un comportamiento lleno de ambigiledades y tergiversaciones que provocará su repliegue a Siena cono primer paso para desdecirse de lo hecho, terminando por huir atormentado y despavorido a Gaeta

La misión diplomática en los Estados Pontificios

En los planes de Giobertí con todo, la verdadera suerte de su diseifo político dependería de sus resultados en Roma y en Gaeta. El 30 de diciembre partía en dirección a los Estados Pontificios un joven aristócrata milanés Enrico Martiní con la delicada misión de construir la estrategia del abate torinés; gozaba de doble investidura diplomática, correlativa a su doble misión2 representante oficioso ante los gobernantes romanos y representante oficial a título pleno ante la Santa Sede en substitución del prestigioso político moderado Pareto que acababa de dimitir como embajador ante el Papa. La doble calificación diplomática sobre la misma persona, a pesar de la atenuante

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que quepa atribuirse a las prisas del gabinete sardo, habría de revelarse a la postre psicológicamente desacertada y políticamente negativa, clara muestra de que Giobertí era un espíritu abstracto y poco avezado en las artes de la diplomacia (57>,

Dos eran los objetivos que le habían sido fijados en las instrucciones: esforzarse en la reconciliación del Soberano Pontí fice con sus súbditos rebeldes y potenciar al máximo el proceso de una Confederación Italiana. El primero de los objetivos era con mucho el más importante y sobre todo el más acuciante, ya que afectaba al quicio mismo de su política general italiana: evitar a toda costa el intervencionismo de Potencias no italianas en la Península, en este caso bajo el pretexto de la crisis romana. El segundo objetivo, las gestiones acerca de la forma federal de la unidad italiana, podría ser atendido por el emisario con más amplitud, al compás de las circunstancias pulsadas sobre el terreno,

Llegado a Roma el 6 de enero el emisario piamontés bien pronto se apercibió de las escasas posibilidades de salir airoso en su misión, al toparse con un ambiente muy enardecido ante las elecciones a Asamblea Constituyente recién convocadas. Todo lo más que pudo hacer fué intentar levantar el abatido y amedrentado ánimo de los moderados romanos ya casi en franca desbandada política; exhortar a los demócratas y radicales a la moderación, no sin dejar ante ellos bien sentado que Piamonte no estaba dispuesto a reconocer el derrocamiento de la soberanía temporal pontificia flemasiado riesgo y desgaste políticos para tan cortos resultados en una misión oficial cuya segunda meta debía ser la plaza napolitana de Gaeta, desde la que sus palabras y pasos romanos habían sido con escrupulosa y muy crítica actitud,

e CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000685

Apenas Martiní puso pié el O de enero en la improvisada sede pontificia pudo captar el clima de recelo y de franca hostilidad incubados en la Curia hacia la Corte saboyana y su gobierno. Recelo y hostilidad atribuidos por el milanés en un comienzo de manera harto ingenua al cerco erigido en torno a Pío IX por los diplomáticos protagonistas de su fuga

Los recelos mutuos entre la Corte sarda y romana ya puestos en evidencia en las negociaciones de la Liga Italiana, se habían acrecentado en un terreno mucho más apasionado y sensible desde que la Curia se había hecho cargo de la forma fría y distante con que Turín percibía la tragedia humana de un Papa humillado en el exilio. Los primeros indicios del distanciamiento operado eran incluso anteriores a la ascensión de Giobertí al poder.

Mons. Antonuccí Nuncio en Turin, portador al rey Carlos Alberto de la carta pontificia del 4 de diciembre enviada a todos los soberanos de Europa, pudo observar la “afectada frialdad”

.7 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO N2 000686

deberla quedar en Roma 3~/ que Cerdeña ciertamente hubiese preferido que el asilo pontificio se hubie~x= materializado en Francia en vez de en territorio napolitano (58).

De las tres puntualizaciones del gobierno sardo, a juicio de Antonellí, era la segunda con mucho la más grave por lo que suponía de tácito reconocimiento y de implícita aceptación de los gobernantes romanos en rebeldía con su Soberano (59) El propio embajador dimitido Pareto, tras su tardío traslado a Gaeta a remolque del resto de los diplomáticos, bien pronto comprendió lo sensible de la ofensa al Papa con tal gesto aconsejando a su gobierno la conveniencia de retirar inmediatamente de Roma incluso al Secretario de la embajada, si se quería dar alguna credibilidad a la presencia de un representante de Turin junto al Pontífice (60>.

La defensa que Giobertí ha de hacer en despacho a Nartiní del 20 de enero de la legitimidad e incluso conveniencia para el Pontificado de su política de mediación ante los romanos, defensa no exenta de ramalazos de enorme dureza pero que tampoco se puede negar solidez a su ruda y directa argumentación; es falso suponer que en un litigio el diálogo de un tercero con las partes equivalga a reconocer como idéntica legitimidad de ambos enemigos; Cerdeña, aclara irónico Giobertí, cree saber distinguir entre poderes de derecho y de hecho. Lo que le mueve a Cerdeña en esta crisis romana a la mediación es su vocación pacificadora de los espíritus y el retorno de los rebeldes a la obediencia a su Soberano, función muy digna y muy cristiana que menos que a nadie debería sorprender al Papa.

8 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000687

Pero la razón de fondo de la mediación estribaba en evitar que Italia ya sojuzgada en la guerra del año que terminaba por su enemiga Austria, volviera a ser escenario, esta vez con ocasión de la defensa de los derechos del Papado, de pillajes y tropelías sangrientas del ejército austríaco. Y ¿qué seria de la religión cristiana al deber soportar su Cabeza visible la responsabilidad de un flagelo semejante infligido al pueblo italiano? También a Cerdefía le movían en la mediación sus responsabilidades no sólo de gobierno italiano sino también de estado cristiano y católico, Por ello, su oposición a la intervención extranjera no debía identificarse con dejar al Papado a su triste suerte actual en manos de sus enemigos interiores; ello seria una locura y un sacrilegio. Pero mientras se arbitraba una fórmula de auxilio intraitaliano quizás con Nápoles y Toscana, que Turín trataría cíe lograrlo con todo el interés, Giobertí en razón de la urgencia había querido adoptar una iniciativa responsable y constructiva en la medida en que ésta sólo dependía de su gobierno <61).

La misión de Martiní a Gaeta de objetivos ante todo políticos había sido precedida de otra misión piamontesa más protocolaria integrada por el obispo de Bayona Mons. Riccardí y el diputado Montezemolo, portadores de la respuesta regia a la conocida carta de Pío IX. ¿Aportarían dichos emisarios algi~n signo reconfortante de cálida solidaridad que disipara las fundadas prevenciones curiales contra Turín? Nada de esto sucedió. El Reino de Cerdeña segi~n explicaba la carta del rey, se sumaba al coro de candidatos a anfitriones de Pío IX — mo eran ofertas de este género de lo que más adolecía Pío LXI — aunque en este caso la elección de la ciudad de Savona como sede de exilio — ciudad-prisión de Pío vír cuando la ocupación napoleónica de

Roma cuarenta años antes — no fuese precisamente un prodigio de imaginación y delicadeza diplomáticas de Turin.

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En cuanto a la cuestión de fondo, el punto de partida de la política de Giobertí sobre los asuntos de Roma percibido por el Nuncio en Turín en su primera entrevista con el abate—presidente el 17 de diciembre se revelaba “sustancialmente idéntico” al gabinete anterior. El veredicto inicial del Nuncio bien pronto se vería agravado por nuevos hechos (62),

Fío IX en la entrevista con los dos visitantes citados no tardó en reprocharles la conducta de su Corte, la cual prodigando emisarios y negociaciones con el gobierno democrático de Florencia y con el escandaloso gobierno rebelde de Roma no contribuía a otra cosa que a agravar los males del Pontífice. El Papa no vela otra solución en la presente gravísima situación que el abandono de toda fórmula de compromiso y por ello la iniciativa de una doble representación diplomática sarda ante el Papa y sus enemigos, ejercida por la misma persona, chocaba frontalznente con el análisis de la Curia y perjudicaba gravemente los intereses de la Santa Sede conducta sarda que Pío IX no podía calificarla sino de trnuy dolorosa y sorprendente” (63).

Con este precedente tan negativo ¿de qué mirífico carisma de persuación y halago no habría que suponerlo revestido al nuevo joven embajador que Cerdeifa adelantado a Gaeta para hacer frente con éxito al muro de prevenciones antisardas gestadas aquí? Su primera e inmediata conclusión apenas recaló en la plaza militar el 9 de enero fué comprobar hasta qué punto las instrucciones que regulaban su conducta eran anacrónicas y caducas, lo que en la práctica equivalía a darse por derrotado aun antes de haber intentado exponerlas y defenderlas. Si en Roma sucumbió porque el moderantismo a cuyo consoli&

‘o

2 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO N2 000689 stThditos rebeldes y el Soberano humillado era considerado como un despropósito y sonaba a gran escándalo.

El cardenal Antonellí explotando al máximo un desliz técnico de Turin en las formalidades de presentación del nuevo embajador — la no previa comunicación del nombre electo a la Corte destinataria para su agreérient habitual — hizo saber, primero a Pareto antes de su despedida y ahora a ]4artini en el instante de su llegada, la imposibilidad de que pudiera formalizarse la presentación oficial de credenciales hasta tanto Turín no diera satisfactorias explicaciones de lo extraf¶o de su conducta al respecto (64).

El incidente puramente formal, además de una gravísima paralización de la carrera contra el reloj de los planes de Gioberti, obligaba al abate a explicarse en profundidad, descubriendo los secretos de su p4nlítica romana para ‘dejar patente lo que Gaeta suponía y temía, la enorme diferencia de longitud de onda en que se movían ambas administraciones en la búsqueda de soluciones a la crisis: solución peninsular e italiana la de Cerdefia, católica e internacional la de la Curia; negociadora y condescendiente aquélla, rupturista y firme ésta, sin excluir por supuesto el recurso extremo de pedir auxilio militar bien fuera a uno o varios estados fueran o no italianos (65).

El emisario piamontés ante tan difícil situación, silenciando según sus términos, su amor propio herido ante el rigor de la resistencia antonel3-iana y muy consciente de lo que estaba en juego en sus manos, era la médula misma de la estrategia de Giobertí, multiplica con gran fortaleza de ánimo signos de apaciguamiento y de aproximación en lo que de él pudiese depender, para romper el cerco en el que se siente prisionerot en primer lugar, se comprometió de inmediato notu proprio a retirar de Roma al

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secretario de la embajada sarda haciéndole venir inmediatamente a Gaeta; en segundo lugar, recurrió a la prestigiosa y poderosa mediación del embajador de la República Francesa D’1-Iarcourt; en fin, en cumplimiento de órdenes de las que era portador pero que en su origen estaban concebidas para hacer uso de ellas en otro contexto terminó por brindar al Pontífice un contingente de soldados piamonteses estacionables en las Roanagne en previsión de presumibles nuevas incursiones del ejército austriaco en aquella frontera de los Estados de la Iglesia. Oferta esta ultima, con significación de doble filo, muy imprudente e irrealista y naturalmente rechazada netamente por la otra parte, ya que ¡a lo que en este momento más temía Gaeta no era a Austria sino a las incitaciones revolucionarias que pudieran llegar de Toscana o Piamontet (66).

La argumentación de Antonellí justificando el rechazo de esta oferta de ayuda militar era particularmente humillante para su interlocutor. Razonaba el Pro—Secretario de Estado: ¿qué coherencia dictaba la conducta de un estado que a los pocos días de haber declarado en la carta del rey Carlos Alberto cono respuesta a la del Papa, que no podía ofrecer ayuda material alguna a la solución de la crisis romana, ahora terminaba por ofrecer un contingente de tropas pero en la frontera austríaca y no en el ojo del huracán de la crisis que era Roma?,

De todas formas, proseguía el purpurado, la Santa Sede la rechazaba por razones de principio, pues ello prejuzgaría negativamente el objetivo fundamental que se estaba forjando en la Curia, la búsqueda de una concertación entre estados católicos para auxiliar militarmente a los Estados de la Iglesia. Los temores y sospechas del embajador ¡‘tartiní quedaban así confirmados: bajo el rechazo de la aislada oferta militar sarda se escondía el designio de internacionalizar la crisis romana, de plantearla en la

2 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000691 perspectiva de un atentado a la institución de la Iglesia, a resolverla con la ayuda de los países católicos y en el límite de la realización de este plan, no quedaba excluida Potencia católica alguna, ni siquiera si ésta fuese Austria, el enemigo irreconciliable de la unidad italiana <67).

El enviado sardo todavía en espera de ser reconocido como representante oficial de su gobierno y en lucha contra el reloj queriendo forzar alguna gestión mediadora; sabedor ya a través del Pro—Secretario de Estado de que la oferta militar sarda no seria aceptada, quiso no obstante formalizar solemnemente tal oferta al más alto nivel, solicitando entrevistarse oficiosamente con Pío IX. La entrevista tuvo lugar el día 14 de enero y gracias a la emotiva descripción de la misna plasmada en el despacho de Martiní a Turín que ha merecido la atención de tantos historiadores y comentaristas como uno de los instantes más significativos de la parte de “dramatis personae” (Di Nolfo) encerrado en el .Risorglniento italiano, podemos contemplar a dos espíritus distinguidos representando oada cual con admirable nobleza el papel y la responsabilidad que la historia les habla deparado en suerte.

El tema de divergencia política de la conversación no podía ser de mayor gravedad: el Papa rechazaba el auxilio piamontés en las Romagne argumentando que no quería poner obstáculo para el paso de las tropas austriacas en caso de verse necesitado de su auxilio; era la hipótesis límite que enfrentaba a Gaeta y a Turín planteada sin tapujos, la opción que hacía incompatibles la vía italiana y la vía católica de la restauración pontificia, la vía nacional y la extranjera; restauración admitida a más abundamiento aunque sólo fuera como hipótesis o de la mano de unas tropas como las austriacas que a los ojos de los patriotas italianos significaban el supremo mal.

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El brioso Martiní durante más de hora y media en dramático vis a vis con Pío IX bate el hierro de sus artes suasorias queriendo evitar lo peor para Italia; para ello, toca la fibra sentimental italiana del Papa Mastai— Ferretti, apelando “al más poderoso de los italianos”~ lamentando el descrédito que para el Pontificado Sería verse restaurado en Roma por las mismas bayonetas que habían llenado de horror ciudades italianas como Milán en los días

de la insurrección del pasado marzo, etc . . , hasta provocar, lo subraya él, el llanto en Pío IX, Pero este a pesar de la momentánea pérdida de control por el enternecimiento resiste el embate: ya no podía pensarse, decía en su defensa, en una solución llegada de Italia; era demasiado tarde para pensar en alternativa alguna contando con los súbditos rebeldes; la solución vendría de la ayuda salvadora de las naciones católicas, incluso si ésta fuera de una nación o naciones no italianas y viniera del enemigo declarado de Italia <68).

La ruptura entre Gaeta y Turín tendrá más ocasiones para quedar manifiestamente confirmada pero en este intercambio las explicaciones e intenciones de cada parte quedaban manifiestas, habiéndose llegado hasta el fondo. Con ellas quedaba sellado el porvenir de la mediación giobertiana en los Estados Pontificios y en gran parte el diseflo global de su política italiana aplicada al momento critico presente, aunque el abate se empefle obstinado en salvarla tu ertremls con audaces fugas hacia adelante, en particular con un cambio de táctica a <~ltima hora.

La oficializaciórx de la representación sarda en Gaeta se logró satisfactoriamente para Turín, teniendo lugar el día 23 de enero el protocolario acto de presentación de credenciales; pero la influencia de su embajador en la Curia y en el ámbito de los demás representantes diplomáticos que mayoritariamente apoyaban la línea de resistencia de la Curia, colocarían al diplomático

4 CONGREEO CATtflLtCOi RECHAZO N2 000693

milanés en situación desairada y descorazonadora de gran aislamiento, Martínez de la Rosa tan identificado con la actual política pontificia sentencia con dureza al gobierno sardo y las andanzas de su inmaduro representante, calificando dicha política como “ineficaz y poco decorosa” (69), observación muy acorde con la polémica en que por aquellos días se median Giobertí y Pidal con el embajador espaflol en Turin Bertrán de Lis de por medio

En honor a la verdad, digamos que la severidad de los calificativos de Martiní sobre la conducta del embajador espaflol en Gaeta y sus críticas acerca de la simpatía pro—espatIola con que en los pasillos de la Curia los monsignorí siguieron la pugna dialéctica entre Giobertí y Bertrán de Lis en Turín, no son menos duras y displicentes que las del embajador espaflol(7O)

A mediados de enero, cuando la jefatura gubernamental de Giobertí llegaba al ecuador de su corta existencia, en manera alguna podía considerarse su gestión de renovada política italiana de una eficacia espectacular y decisiva. Así debía creerlo él mismo al imprimir a sus proyectos sobre Florencia, Roma y Gaeta un sorpresivo golpe de timón, un giro táctico de aceleración y de radicalización a partir del 1? de enero <71). La dinámica de los acontecimientos exigía recurrir a medidas de gran decisión y riesgo; las evoluciónes políticas de Florencia y de Roma de signo democratizante y con el proyecto de Constituyente Italiana Unitaria adquiriendo progresiva consistencia, borraba las previsiones del diseflo giobertiano y ponía al abate en la disyuntiva de jugarse el todo y/o la nada.

Hacía falta por tanto un espectacular gesto; algo sustanciamente nuevo y ello consistiría en postergar las mediaciones de caracter político proyectando un dispositivo militar de oposición a la revolución en Italia

5 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000694 central y al mismo tiempo de protección de la soberanía temporal del Papa contra sus súbditos rebeldes. En el marco de estas últimas disposiciones, se situarían la alianza militar ofensivo—defensiva perpetua negociada en Florencia por otro emisario de Turin Berghini ya arriba mencionada. Comentaremos todavía más adelante la confusa situación creada con tal ocasión en Turín provocando una crisis que en definitiva motivará la dimisión del gabinete Giobertí (Cfr. 3,4,>,

En Roma a este segundo emisario tampoco habría de sonreirle la fortuna. Si el paso de Martiní por la febril capital fué irrelevante por lo ilusorio, ya lo dijimos, de querer reconducir una situación a favor de los moderados desbordados por los demócratas, dueflos éstos de la situación, su colega Berghini tampoco podría llegar a nada; es cierto que la oferta sarda de soldados para proteger puntos estratégicos de Bologna hecha a los romanos, llegó a plasmarse en forma de convención en un documento asumido después de todo por el gobierno provisional de la capital presidido por Mons. Xuzzarelli. Pero el acuerdo carecía de viabilidad política alguna; buena muestra de ello será el caracter secreto de su existencia y el que hubiera sido firmado en vísperas de las elecciones del 21 de enero por un gobierno ya agonizante.

Giobertí a pesar del giro imparable hacia la República que los romanos parecían adoptar tras las elecciones del 21 de enero, todavía tenía alguna esperanza en ser árbitro mediador entre las partes. Comentando con el Nuncio la peripecia de la reciente ruptura de relaciones diplomáticas entre Nápoles y Turín y desechada por lo mismo la posibilidad de una colaboración militar de ambos estados en defensa del Papa, manifestaba su disposición a reconducir la restauración del Pontífice por la doble vía de la expedición militar y la fuerza moral de provocar entre los

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súbditos del Papa una fórmula de reconciliación con el Soberano adelantando a Gaeta una delegación de po1 iticos moderados que invitaran a Pío IX a retornar a Roinacon la única promesa a cambio de garantizarles la libertad constitucional (72),

Si Florencia soflaba ya en la Asamblea Constituyente Italiana de la mano de los romanos, éstos tras las citadas elecciones, se radicalizarían hasta el extremo de lanzarse a la proclamación cíe una República laica que además declararía abolido el poder temporal de los Papas , en un tono no exento de cierta nostalgia y tardío homenaje a la política firme aunque contrapuesta a la de la Santa Sede del abate filósofol

7 w CONGRESO CATOLICO: RECHAZO, notas, NP 000696

NOTAS AL CAPITULO TERCERO

3. 2. PIAJO)TtE: UN LIDERAZGO 110 CONSOLID&DO

16 El párrafo más sustancial del discurso del embajador digno de

retenerse parece el siguiente: “ . ~1 relaciones que la simpa tía de caracter que ha existida siempre entre las naciones espaficla e italiana y la semejanza de instituciones políticas que los gobiernos actualmente no pueden nenas que contribuir a hacer más íntimas ...“. En la respuesta de la Reina, exceptuando el notabilísimo silencio del término “italiana” del emisario sardo que lo valoraremos más tarde en el cuerpo de redacción de este trabajo, la simetría de conceptos es total: “ ... estrechar las relaciones de dos países que a las simpa tías de caracter que han existido siempre entre uno y otro reunen hoy la identidad de Zas instituciones políticas que Zas gobiernan”

1 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO, notas N2 000697

18 Falta el despacho nQ. 1 del fondo de la embajada espafola en Turín; el primero escrito disponible del nuevo Ministro residente es de fines de mayo (José Rebiet al Duque de Sotomayor, ng, 2, 27/5/1848, AHbT, Estado, Leg. 8065—8066,1,),

19 Archivada la notificación oficial del gobierno espaflol al embajador sardo en Madrid (Pidal a Montalto, Palacio 25/9/1848, LS Madrid, busta 20, fasc.4); no así el primer despacho del Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario espaflol desde Turín; deducimos que llegaría a fines de noviembre por el número y la fecha del primer despacho conservado que es de comienzos de diciembre e interrumpida en la primavera por los quebraderos revolucionarios y la incertidumbre de la situación en Europa pronto despejada; en este verano un juego de repartas de carteras ministeriales y de importantes embajadas mantiene la incertidumbre entre la élite dirigente del moderantismo; así, Mon que en principio parecía destinado como embajador a Viena se quedó de ministro de Hacienda; por el contrario, la salida del Duque de Sotomayor del ministerio de Estado fué compensada con la prestigiosa embajada en París; dentro de este juego de dosificaciones Bertrán de Lis, recién dimitido del ministerio,de Hacienda se hacía cargo de la embajada ante el rey Carlos Alberto de Saboya.

21 Pareto a Montalto, 1/6/1848, n2.1, LS Madrid, Busta 20, fas. 1, AS KAS y Nebiet a Duque de Sotomayor, n2. 18, 8/7/1348, AIIM, Estado,, Leg 8065—8066,1,

22 Las personalidades torinesas condecoradas por Isabel II con la gran Cruz de Carlos III fueron, el Conde Cesare Balbo, presidente del Consejo de ministros, el Marqués de Pareto, ministro de Estado y el Marqués Antonio Brignole, embajador sardo en Paris; correlativamente, los espafioles condecorados por Carlos Alberto con el gran Cordón de San Mauricio y San Lázaro fueron, el Duque de Valencia Marvaez, el Duque de Sotomayor y Martínez de la Rosa; esta última atribución y la correlativa de Brignole hace sospechar que fuera Paris en tiempos de

3 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO, notas. N2 000698

la embajada de Martínez de la Rosa el punto de diálogo y negociación de la reanudación de relaciones. . 23 Nebiet a Perront 4/10/1848, Scritt. ScIS, busta 248 (6) AS HAB.

24 Pidal a Nontalto 13/10/1848, LS Madrid, huata 20, taso, 4, AS HAB,

25 La verdad es que las crónicas periodísticas de los días que coinciden con el tránsito del Conde Hontalto a través de los Pirineos están cuajadas de noticias de las partidas carlistas en el País Vasco; buena prueba de la preocupación del propio gobierno sobre este rebrote está en el cúmulo de denuncias y de peticiones espafolas forruladanú por esas fechas ante las autoridades francesas a través del Encargado de Negocios en París Antonio Luis de Arnau« solicitando del Ministerio del Interior francés la vigilancia por parte de la policía francesa de las actividades subversivas de republicanos y carlistas no sólo en la más activa frontera oriental de Perpignan sino también en la occidental con base logística en Bayona , nQ,425 (3/’7/1646), n~, 444 (12/7/1848>, n2. 454 <17/7/1648>, n2, 478 <27/7/1848) ARAE, Ii—Correspondencia, Francia, 1502).

26 Llama “dictatorIal” al Régimen de Narvaez calificando su política cono “régimen de terror” y de despotismo; tal es la arbitrariedad de las

detenciones — comenta — que la gente huye de la capital al extranjero o a los rincones de la Península . Lo cual no obsta para que >tontalto, siempre preocupado por los avatares insurreccionales de Espafia, acepte la función de gendarme necesario asumida por ifarvez en la presente circunstancia espaifola; así, al informar en octubre acerca del descubrimiento de una conspiración más en Málaga y Barcelona, aprovecha la ocasión para dar un juicio sobre la capacidad política de los espafloles: ~o’est peut étre ce qu’il faut désirer paur Za bonheur de ce pays qul n’est assurement ¡xis encore tau pour Joudr paisdblernent d’Institutions liberades”, Montalto a Perrone, nQ8, Madrid, 7/10/1848, LS Madrid, Busta 21, 12 cuad., AS HAB>

2’? “ El efecto de las ideas revolucionarias es tal en este país, que según lo puede observar, V.E. la adiad sión de una distnoién honorífica, de una condecoración, puede parecer delito” lfebiet a Duque de Sotomayor, n~. 12, Turín 22/6/1848, AlO! Estado, Leg8065— 8066(1>.

28 La formación del gabinete Giobertí brinda al embajador espaflol la ocasión propicia para manifestar sus opiniones: el nuevo equipo pertenece todo él a la oposición e irnpulsa una política de continuación de la guerra contra Austria y de consecución de una Constituyente Italiana; pero nada de ello es posible: la guerra porque a ella se oponen los mediadores franco-británicos y el propio ejército que teme perderla; en cuanto a la Constituyente, si llegara, sería la antesala de la república en una sociedad como la torinesa fuertemente

4 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO, notas. N2 000699

monárquica, Bertrán de Lis a Pidal ng. 10 Turln 1/1/1849, ANAH~ H— Política, 5. Sede, 2559.

29 Comprometidos los secesionistas sicilianos a que su rey fuera un Príncipe italiano, las preferencias recayeron sobre el Duque de Génova, segundo hijo del rey de Saboya, con nombre de pila Fernando Alberto Amadeo pero a quien por despecho para con su ex—Soberano Fernando II el napolitano le despojarían oficialmente de su primer nombre, dejándole oficialmente con el de Alberto Amadeo Ir; es sabido que por un cúmulo de razones la emponzof~ada oferta del Trono siciliano acabaría siendo rechazada por la familia Saboya y el propio candidato, SPELLANZON, Y, 414—45? y CANDELORO, 111, 356—360,

30 De todos los reinos italianos de la época, el Piamonte es el que dispone con mucho de una bibliografía más rica y abundante; un resumen bien confeccionado, COSTA, U .Regno di Sardegna nsJ decenio 1848-50 en

Bibliografia . . in onare di A. U. Obisalberti, 1, 467—566. Descripción ordenada y exhaustiva de la vida política sarda desde al armisticio de Salasco y durante los dos meses de mandato de Giobertí en SPELLANZON•, IV, cap. VIII, 8Olss, 829ss, dfqss, 393ss e IDEM, Y, todo el cap. XII, particularmente 688—695 y ‘706—708; resumen cómodo en CANDELORO, III, 279—281, 363—376, 386—393. Trabajos de obligada referencia, 1!, RODOLICO, Carlo Alberto negil anní 1843-1649; L. KARCHETTI, Xl secondo mínistero costituzionale di Carlo Alberto; L. BULFEEBTTI, Liberalí e democraticí nelde legielature 1, .1.1 e II del Parlamento subalpino <1848—’49>; C. SPELLAZON, Discuasioní, gelosie, contrastí la Plenonte subito dopo l’ar.mistlzlo Salasco; A. ANZILOTTI, Olobertí; Y. ZAIiA, 1’. Globertl e 11 problema della costltuente; }C, XORAYSKY, U governo di Globertl en RSdR (1937> 1857—1904. La diplomacia sarda en sus relaciones con el resto de estados italianos, La diplonazia del .regno di Sardegna durante la prima guerra d’lndlpendenza, Vol, It Relazioní col Granducato di Toscana

vol. II: .Relazionl con lo Stato Pontificio (marzo 1848 — lu~s-llo 1849> por O, VAIIJDI DI VESME; vol. III: Relazioní con 11 Regno de.Zle Bus

Sicilie (gennalo 1648 — dicembre 1649) por 0. QUAZZA; E, DI NOLFO, VI, cap 1, 3 52,

31 El que la ciudad de Génova diese la nota de un espíritu anticarloalbertino nada tiene de particular si se recuerda que se hablan sucedido decenios de soterrada confrontación entre la ex— República genovesa y Cerde5a, fruto quizás de un desafortunado proceso de integración de la ciudad portuaria con el Reino de Saboya durante los tiempos napoleónicos; en todo caso, en 1843 la capital de Liguria era uno de los puntos geográficos más radicales de Italia con un foco de patriotismo democrático y republicano muy activo y que tras Novara provocaría una insurrección en buena y debida forma (Oír, Genova nel 1848—’49; E. DI NOLPO VI, cap. III, 6663—666, La explicación de la cólera popular tras la primera guerra de independencia fué debida en gramn medida a la falsedad de los últimos partes de campafla del ejército sardo que en vez de preparar los ánimos para el fatal desenlace hablaban de repliegue táctico para mejor acosar al enemigo en el contrataqus decisivo. La retirada de Carlos Alberto a Milán desde el lugar de las operaciones de guerra y el posterior abandono de la ciudad fué el. punto capital de las críticas. Cattaneo y

2 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO, notas. N2 000700

Xazzini sostuvieron que el Rey habí a venido a Milán más a evitar una insurrección popular que a acaudillaría y que los milaneses al Saber ofrecido su ciudad al Reino sardo para su anexión, la habían entregado de hecho a su enemigo El hecho de armas junto al río Adela y la rapidez de la firma de la tregua por el general Salasco contribuyeron a alimentar la sospecha de traición del Rey, PIERI, Storia militare del Risorginento, 260—262 y SPELLANZOM, Y, 706—722

32 Se intentó dar con un general francés (Bugeaud, Lamoriciére,

Changarnier, etc , ..> pero Lo pudo ser y la elección recayó sobre el teniente General Chrzanowski, polaco de origen, soldado en lbs ejércitos napoleónicos y rusos y ahora maestro da guerra de una academia militar, propuesto como General Mayor del ejército sardo. Esta dirección en las dramáticas jornadas de marzo del ‘49 no darla el resultado apetecido, SPELLAIIZON, Y, 895—698 y FII~RI, Le suerre dell’Unitá Italiana en Ituove questioní di atarla del Risorgimento e dell’Clnitá d’Xtalia, II, 22—23.

33 Un perfil biográfico del sombrío y romántico monarca puede verse en O. TALAXO, Carlo Alberto, re di Sardegna, artículo del DBI, XX, 310—326 con amplísima bibliografía; también en la muy informada obra historiográfica de Y. KATUEI, Interpretaziofll del Risorginento, al hilo de las diversos historiadores o escuelas históricas analizadas (Cfi-. el Indice de nombres de dicha obra en CARLO ALBERTO DI SAVOIA— CARIOHAHO) Sobre su extra~o comportamiento tras la derrota del ‘48 y su dramática decisión del aflo siguiente de renunciar al Trono tras la segunda rota en el campo de batalla en los a5os cincuenta de este siglo ha surgido una viva polémica entre historiadores, SPELLM~ZQN, .11 vero secreto di re Carlo Alberto. Dlscusslonl critlc.be con larga

corredo di docunentí inedití por una parte y PIBRX — PISCHEDDA, fin preteso segreto di Carlo Alberto por la otra; se puede seguir bien el conjunto del debate tanto el del personaje regio en general como el de los episodios singulares antes citados en, E. ROTA, Carlo Alberto nel contrastato giudizio della atoriografia, en 1 personaggi della ataría del Risorgirnento, 43—68.

34 El 10 de setiembre respondiendo Carlos Alberto a una carta anterior de Pío IX le decía: “Je n’attend que la fin de la guerra, que le nonent oú la paix sara signée pour abdlquer et me retirer dama un pays bien éloigné, poar y terniner mes jaura dame l’obscurlté st la piété” en Pie IX e Carlo Alberto, en la Civiltá Cattolica (1879) vol. X, serie X, 534—535, cit. por SPELLANZOE, Y, 704.

35 CANDELORO, III, 272.

36 Además de los grupos democráticos de oposición de laz época, opinan así los prestigiosos historiadores de nuestros días, por ejemplo PIERI, La guerra dell’Unitá Italiana en ifuove questioní . ., LE, 2—4 y SAL VATDRRLLI, Pensiero e azione . . . , 123—127.

3? Tras la caída del gabinete moderado Casatí—CollegnO el nuevo equipo asíiniano moderado, con Alfierí al frente, ya quiso Incorporar a Giobortí a las tareas del ejec’utivo, pera éste rehusaría la propuesta con firmeza porque dudaba de la voluntad de sus correligionarios de hacer valer cono baza innegociable de la mediación anglo—francesa la 3 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO, notas. N2 000701

anexión a Cerdefla de los Ducados y del territorio lombardo—véneto - territorio vuelto a las manos de Austria a causa de la darrota del ‘48

—, bajo el pretexto de reorganización del ejército con ayudas técnicas procedentes de Francia. Además, Giobertí fué acrecentando sus exigencias respecto al estrecho municipa llano de sus colegas moderados a través de escritos cuya contundencia queda demostrada con este simple ejemplo, tomado del Ranifiesto de octubre de la Sociedad Federativa Al popoil italicí .¡ “Se infatti l’istituzione del regno dell’Italia foase un concetto ambizioso o cupido dei piemontesí, niuno dovrebbe ph) accarezzarlo di cM tra loro antepone ghí interea-sí del comune e della provincia ad agní altro rlspetto. Dra 11 contrario ha luogo: che ni uno píO di loro fu avverso ah ‘unlone col Lombardí—Venetí e cercó con ph) atudio e resea di impedirla; e quando venne meno per le recentí aventure, essi levarono le maní al cielo Sn atto di ringraziamento che il Ticino tornasee ad essere l’erculea frontiera dei dominil sabaudí”, cit, por VAUDI DI VESIE, LXVI. Por lo demás, este último gabinete conoció alguna modificación de personal no demasiado significativa: Alfierí su presidente dimitió el 11 de octubre siendo sustituido por Perrone di San Martino ya miembro del mismo gobierno.

38 La mediación anglo—francesa dispone de una bibliografía muy puntual y matizada, quizás porque además de una página de historiografía italiana interesa también a los historiadores ingleses y franceses como ejemplo revelador de las dudas e incertidumbres de sus gobiernos en la fase decreciente de la revolución del ‘46, Obras decisivas entre otras: SPELLANZOK, V, 762-794; F. BOYER Le .second Répubhique et Charles— Albert en 1848, 218—235 y 276—343; 0. BARIÉ, L’Xnghllterra e II problema italiano nel 1848—1649, 139—214 y 251—2?1,

39 Las negociaciones de la Lega Italiana pueden seguirse en VAUDI DI VESME, LIX—LXVI, LXVII—LXXXIX, 50 y 329; MARTINA, Fío XX (1846-1850>, 276-279 y R. CESSI, La mi asíone del Rosminí a Poma per la confederazione del 1848, en Rivista di storia della Chiesa in Italia, 2 (1948> 85—96. La significación religiosa y cultural de este abate filósofo muy superior a su intervenci6n en este lance político, ha contribuido a acrecentar la bibliografía de este avatar de su vida; renítase ante todo a su obra autobiográfica, A. ROSMIMÍ, Della niasione a Roma di A, Rosminí—Serbatí neglí anní 1848-49. Conmentario; F. CAROLLO, La nisalone di A. Rosminí a Roma nel 1848; F. RANCE, Pío XX e Antonio Rosminí, 49-65.

40 Los despachos cifrados enviados por el ministro de Asuntos Exteriores Perrone al representante de su Corte en Roma Pareto el 29 de noviembre y 9 de diciembre, ya lo decían de muera perentoria: “Non ci importa il Governo pi0 o meno legaJe; ci importa gil alutí militan”, cit, por VAUflI DI VESME.

41 A. ROSNINI, Della misalone a Roma.. . , 286-302 y en SPBLLANZOV, Y, 813— 814.

42 Las razones del rechazo sardo de la Liga radicadas en inveteradas rivalidades entre ambas Cortes y ahora acrecentadas por la nula fe que el gabinete de Turín tenía en el poder real del gobierno romano laico, se vieron agravadas por la inclusión sarda en una negociación de caracter político, aspectos religiosos al que la Curia era muy 4 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO, notas, N2 000702

reticente. Si a ello af~adimos la sensibilidad y la opción pacifista de Pío IX en la cuestión de la guerra nacional, eran enormes los obstáculos que se cernian para cualquier entendimiento. Perrone tras jerarquizar desde el punto de vista de los intereses sardos los tres puntos fundamentales de la negociación (guerra, liga política y Concordato), exponía así a Rosminí su punto de vista en la cuestión de las reclamaciones jurisdiccionalistas: ‘L’abolizione del Cesuití e della Gesuitease neglí Stati della Liga Italiana é uno del quei .tatti complutí che non sí poseono rivocare, perché furono 11 principio e la condizione neceesaria del nostro risorgimnento; onda tanto sarebbe II sospenderlí o disfarlí, quanto u mettere in incerto u nostro risorgimento» cit, por RADICE, 60. Vaudí di Vesme recoge varios testimonios reveladores de la burguesía conservadora piamontesa que al aspirar a la abolición de la jurisdicción eclesiástica veía en la Liga la vía contraria a sus intereses pues la alianza con Roma serviría para reforzar el peso de la Curia¡ el que un clérigo fuera el negociador de materia tan delicada acrecentaba los temores y sospechas de muchos: “Tuttavia in fondo del nostro cuore vi rimaneva sempre qualohe dubbio sulla propensioní e sulle tendenze del Rosminí a favorire piuttosto glí intereasí curlalí che 5 ven interessi italianí”, VAUDI DI VESME, LXIV. Por otra parte no puede quedar dudas de que la resistencia mayor de Pío IX a la colaboración con Cerciefla estribaba en el temor a los compromisos de guerra, como así lo confiesa Posminí: “Ka quello cias osta piú di tutto alía lega desiderata da codesto Ninisterio, e che a’niel occial diviene un ostacolo insuperabile, si é .11 sentimento dominante del Papa, 11 guaJe non sarebbe certo muLato neppure da un sim successore, che 11 Capo della Chiesa deve conservare la sua condizione di padre ciamune del fedelí e di conciliatore delle discordia, e quindí esser cosa rípugnante ch’egli dichalaní personalmente la guerra, almeno senza graviasima necessitá, a neasuna della Nazioní cristiana”, (Rosinini a Perrone, Roma 11/X/1648 en Archivio Rosininí), tít por RADICE, 60—61.

43 Sobre la Sociedad Federativa y su Congreso de octubre, SPEIJLARZON, Y, 730-740 y X. MEZ1GRIB, V. Giobertí e la Socletá par la confederazione italica en XX Congreseo sociale della Societá Nazionale par la atonía del Risorgianento (Reina 29, 3G~ 31 maggio 1952> 201—212.

44 La vocación y las actividades de la Sociedad tenían una clara proyección de italianismo ecuménico pero su objetivo inmediato se centraba en presionar al gabinete sardo a quien no tardaron en dirigir un Manifiesto Considerata par questo rispetto, l’unione stabilita .1ra 11 Piamonte e 1 Ducatí con le provincie lombardo—venete, & non solo un patto altamente nazionale, ma il fatto píO importante per la redenzione itallan~ che a-la avenuto al nostní giorní, imnperciocz~iié senza di ea-so, e la libertá interne, e la Confederazí one del vanlí Stati, e .Zindipendenza medesima non

sortirebbero lo a-copo proposato. , . ;

dovevasí a-timare> ,,. definitivo, e Inviolabile, giacohé 1 popolí che sono onnipotentí per migliorare le proprie sortí, non pesa-ono nulla par peggioranle . . ». También se prodigaron manifiestos dirigidos a Francia 5 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO, notas. N2 000703

y a Inglaterra; en el escrito dirigido a la Asamblea Macional de la joven República vecina se la adulaba llamándola “51 popole píO magnanino di Europa” y afirmaba que la calda del rey Luis Felipe se debía a haber olvidado “l’onor della Francia al cospetto deglí altrí popolí”; sabiendo que en Londres la política exterior de Lord Palmereton era muy reticente a reactivar la guerra contra Austria, el Manifiesto pasando por encima del gabinete londinense se dirigía a la opinión pública inglesa SPEIJLANZOR, Y, 730—732.

45 Un tímido y demasiado fácil concordismo anida en el fondo del discurso inaugural del Congreso y las grases graves en su forma esconden un eclecticismo inconcreto de manera que todos pudiesen sentirse satisfechos; así resume sus impresiones el autor a quien citamos en esta descripción: “11 programa della Sooiet.~ Federativa esa-er tale da appagare tutte le opinione sinceranente devote al suprení intere cci della patria; 1 nonarchicí troverebbero “neglí ordiní liben e federativí 51 píO saldo sostegno della regia potenza”; 1 democratlcí “l’alleanza della nonarchia col popolo”; glí unitarlí dovranno vedere “nella lega presidiata dal Regno dell’Alta Italia quell’unitá potente che é l’oggetto dei loro votí”; perfino gil etranierí, quando fea-sero sollecití del progresí civilí, vedrebbero nella federazione italica un “pegno di fratellanza tra 5 popolí, augurio e arra di pace par l’J’talia e per tutta l’Europa”, SPELLANZOLN, V, ‘734.

46 A pesar de lo que sobre el Congreso pueda decirse en sentido negativo, llegaron a plantear y discutirse en el mismo hasta diez artículos de un proyecto constitucional, donde se abordaban cuestiones de muchísimo alcance: la Confederación en principio la comprondrían cinco estados

47 Sobre los escritos de Giobertí hay una edición nacional iniciada en 1936 que comprende sus obras mayores tanto filosóficas como políticas , etc . asimismo hay una edición nacional de su Epistolario en 11 vols. y varios Carteggi. El mejor panorama bibligráfico sobre el personaje G. TÁLAMO, .1 Ilberalí moderatí dalia restaurazione all’Unitá en

Bibliografía .,. in honore di 24, >1. Ghisalberti. 1, 165-172 y más apropiada para nuestro objeto en CANDELORO, II, 464—465 y III, 513—514; apreciaciones muy interesantes sobre la personalidad en V, HATIJEI, Interpretazionl .., op. cit. en referencias repetidas a comprobar desde el “Indice de nombres”; obras de referencia de gran autoridad en la percepción del personaje, además de las obras citadas en la Nota 30 de este capitulo

48 SPELLANZON, Y, 827—828.

6 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO, notas NS 000704

49 El discurso programático de Qiobertí tiene una construcción formal muy clásica, con la tesis central taxativamente formulada: “Xl patrocinio della nazionalitá nostra, o Signen, e lo sviluppo delle istituzioní, seno i due capí esa-enzialí e compleasiví della nostra política. La nazionalitá italiana vera-a sopra due cardiní, che seno l’indipendenza e l’unione della Penisola”. La primacía lógica es para el tema de la nacionalidad: “L’indipendenza é política e morale, come quella cha da un lato esclude ogní straniero dominio, e dall’altro rimuove ogní forestiere Influenza che r-ipugni al patrio decoro, ci..>. L’unione, o Signen, é l’altra condizione fondamnentale della nazionalitá italiana. ci..> 11 compinento dell’unione ~ la confederazione tra i varlí Statl della Penisola”. Pero no podía dejarse de plasmar con particular relieve el caracter democrático de este gabinete: “Lo sviluppo dalle riostre istituzioní si fonda principalmente nell’accordo della zonarchia costituzionale coglí apirití democraticí (. .4. Perci¿ nei accoglian volontlei .11 voto espresso da ¡noltí di un “Hinistero Democratico”, e faremino ogní opera per netterio in essere. Sereno democra tíoS,

occupandocí apeclalmente delle claseS faticantí, , , , servando

rígidamente Inviolata l’ugualitá di tutu i citadiní .. ., corredando il principio d’istruzioni popolane, . , la costituzione del municipio, la Guardia Nazionale”. Amplio resumen del discurso en SPELLA2?ZON, V, 829—830 y texto completo en FARINÍ, III, 96—103; las palabras aquí citadas en 98—99 y 101.

50 El tema de la reanudación de la guerra y de la mediación se resume en unas frases ambigUas: ‘L’indipendenza italiana non pu) complersí senza le aral; laonde a queste rivolgeremo ogní nostra cura” (...) .Enperocché interrogatí se la guerra era di presente opportuna, non potrenmo soddisfare dlrettamente al quesito. ci . 4 Né alía guerra sari d’indugio o di ostacolo la mediazione anglo—francess, le cuí pra tiche volgono alía loro fine. Xl troncarle riel loro scorcio sarebbs mutile, non pregiudicando in modo alcuno alía libertÉ deLie riostre operazioní, e potrebbe esa-ere dannoso, quando toca-e lnterpretato a ingiuria dalle Potenze inediatricl”, cit, por FARIMI, III, 99—100.

51 La originalidad de la estrategia giobertiana reside en la estrecha unión entre el proceso de emancipación exterior y la colaboración fraternal interitaliana: “affinché 1 ‘opera esterna non pregludichí alía dignitá nazionale, eglí é mestierí che quella non si scompagni del patrio concorso. 1 varlí Stati Italianí seno legatí Ira loro ceS nodí intimí e soaví di fratellanza, poiché compongono una sola patria Se pertanto nasos in al cune di ea-si quelche día-sena-o tra provincia e provincia, o tra 51 Príncipe e Sí popolo, e chi meglio sta u profierirsí come pacificatore, che aglí altrí Stati .ttalici? Siano gratí alíe Potenze ea-terne, se anoh’esse contaría-cenO l’opera loro; ma facciano che 11 loro zele non accusí la nostra oscitanza. Quanto pol i vanil doninii italianí saranno gelosí custodí e esa-ervatorí della coniune indipendenza, tanto meno conporteranno che altní l’offenda; ese l’uno o Peltre di ea-si avrá bisogno di anichevolí servigí, sari si che a conseguirlí con vicenda fraterna non abbia d’uopo di cercaríl di Ji dei nontí”, oit. por FARINI, III, 99,

52 Vaudi di Vesme recose con gran minuciosidad los juicios emitidos sobre el paso de Giobertí por el poder desde todos los horizontes políticos; bástenos aquí evocar el juicio general sobre su programa. de acción: ir CONGRESO CATOL 100: RECHAZO, notas NS 000705

demasiado ambicioso, poco concreto en los medios y formas de llevarla a la práctica y en el fondo lastrado de un conservadurismo autoritario más en consonancia con el espíritu del despotismo dieciochesco que con un método auténticamente democrático; además, el partido que le sostenía en el poder creía que la libertad interior era objetivo anterior y más acuciante que la independencia italiana mientras ~•ue el abate colocaba esto último como el objetivo fundamental de su acción, VAUDI DI VESICE, LXXXVI—XCVII. 53 DI NOLPO, VI, 52—53

54 En el 3. 4. daremos una bibliogarfia más general sobre la conflictiva situación interior toscana a fines del ‘48 y comienzos del 49, al hilo de las exigencias expositivas del trabajo; sobre las negociaciones entre Turín y Florencia en torno a la Constituyente y a los intentos de forjar una colaboración militar mutua a través de las misiones extraordinarias encomendadas Roselliní y Bergbini, la obra fundamental es C. PISCHEDDA, La dipl onazia del res-no di Sardegna.. ., Vol <1: Relazioní col Oranducato di Toscana, con una síntesis en las páginas introductorias LXXVIII—XCIX y los documentos correspondientes; también A. RUBERTIS, Qiobertí e la Toscana, pasa-umn; sobre la misión de floselliní O QUAZZA, La misa-lene Roselliní Sn Toscana per SI progetto della Costituente en Arch. Stor. Italiano (1942>, E, 100—139; sobre la

misión de Berghini, ?‘(. LUPO OERTILE, La mi a-si ene diplomatica di pasquale Berglmini presco 5 governí di Firenze e Roma riel 1849, passim y también G. QUAZZA, Interno alía política giebertiana e alía ada-a-lene Berghini, en RSdR <1943) 244—247; asimismo un buen resumen en DI NOLFO, VI, 30—52.

55 La superposición o mezcla cículada de propuestas políticas y planes militares es fuente que acrecienta incesantemente mutuas sospechas; Fischedda pone en duda la sinceridad de Giobertí en las instrucciones dictadas a Roselliní, según él, en abierta contradicción con la conversación que habría de mantener con el embajador toscano en Turín Villamarina el 30 de diciembre, PISCREDDA, LXIX—LXX; VI NOLFO, VI, 35.

56 Las razones por las que Roselliní aconsejaba a Giobertí aceptar la propuesta de Montanellí pertenecen al género del más puro maquiavelismo; no habría por qué temer a una Asamblea Nacional Italiana, observaba, ya que: “Ad ogní modo, a guerra finita, oSeé vinta, vinta ¿Ial Piemonte, che avrebbe da teniere Sí Regno dell’Alta Italia, dall’onnipotenza teorica di quell’Assenblea7’”

Tea-cana e Reina. Te dice questo come pienentese, za~ come italiano , ,, II Piamonte deve abracciare una política che non allení da luí l’esercito, e le altre partí d’Italia debbono adottare questa política plemontese” oit. por DI NOLFO, VI, 40

57 Dos obras exponen paso a paso la misión romana y gaetana de Martiní, VAUDI DI VESNE, op. cit con una amplia introducción además de la a CONGRESO CATOLICO: RECHAZO notas NS 000706

correspondencia cruzada entre Giobertí y Nartiní y O. G~UAZZA, La questiene romana riel 1848—49; nuestro tema a partir de Pp. 52—70. El texto de las instrucciones a dicho emisario, resumidas y comentadas en QUAZZA, op. cit, 62-64 y el texto completo en FARIRÍ, III, 128-131,

58 El cardenal Amntoneili da muestras de fría imperturbabilidad ante la relación que el Nuncio Antonuccí le hace de la entrevista con Perrone cuya toma de posición de “no intervención’ en el conflicto romano era taxativa: “mi ha detto che la prelodata Haestá Sua . . (era) in pan tenipe afflittissima di non poter prendere alcuna parte attiva, avendo Sí suc Governe poste per base di eva política di non ingerirsí neglí alían interní degíl altní Stati Italianí, ende non dare a questí 51 dinitte di nescolarsí nei suoi” (Antonuccí a Antonellí, 9¡XILI 1846> en PIERI, Pío IX e Vittenie )inzmanuele .21 dal loro carteggio pniva~o, 1, 40*, Observemos de pasada el espectacular giro que las instrucciones de Giobertí a Martiní pocos días después podían significar al proponer éste taxativamente lo contrario: “Se ii popolo romano desidera un inediatore tra luí e II Santo Padre, il signor )finlstro glí ofínirA l’ej>era sincera e leale del Governo Pieznentese”, en QUAZZA, 62.

59 En la respuesta enviada el Nuncio desde Gaeta sólo se reaccionaba contra la pretensión de la doble representación diplomática, advirtiendo que ello obligarla a adoptar alguna medida restrictiva; el posterior conflicto ya estaba latente: “ifen debbo peró tacerle, che Sn tal caa-o non saprei a-e l’invatato straordinario potea-se rímanere presa-o Sua Santit~; dappolché la ricogniziene di un potere illegittino per parte di cot esto Governo non avrebbe petuto convenientemente coniportarlo” (Antonellí a Antonuccí, 17/XII/i848) en PIRRI, op. cit. 4*—5*.

60 Fareto a Perrone, n~ 1, Gaeta 5/XIX/1848 en VAlIDE DI VESKE, 311.

61 Qiobertí contraataoa con dureza haciendo gala del arsenal de argumentos religiosos y teológicos más contundentes; al protestar del escándalo que produce en Gaeta el mero contacto con los rebeldes romanos, concluye: “Sarebbe strano se loa-a-ere interdetts Sn Reina quelle relazioní prova te di uf! iziesítá e di amere cha a-l pennettono anche daS Principí Ereticí ed infidelí”. Más adelante defendiendo la dignafunción mediadora adoptaba por su gobierno recurre asimismo a consideraciones religiosas: “E quale aa-a-unto píO degno dell’animo celeste di Pie IX che cercar di nicencigliarsi l’anirno de’ Sud figlí? Che cercar di rendenlí d’indulgenza e di perdono? Pío cominció perdonando l’augu.a-te ed uníce Suc Regno ed 11 dutitare che non pesa-a chiuderlo col perdono é la naggior ingiunia che lar si pesa-a al paterno e divino Suo oyere”, Giobertí a Martiní, Turín 20/1/1849 en ASV, SdS, 165 (1648—50> fasc,23, U. 33—85v.

62 Disponemos de un testimonio del propio Pto LX sobre lo que pensaba de la designación de la ciudad de Savona como lugar de asilo ofrecido por el Piamonte; así se lo manifestaba a uno de sus colaboradores más íntimos Mons Corboli—Bussi: “Que.! Governe cha dice di non “guardare” se succederá una certa fusione, ha avuta la poca delicatezza di elírirmí un asilo ir luego, la di cuí terra dovrei baciare por le momenie di un santo mio Predecesa-ore, ma che nelle circestanze presentí a-arebbe imprudenza a-cama di prelenire por di=nora”

Corboli—Bussi, 17/XIII 1848> oit. por FIER!, op. oit. 9*, El juicio práctico de que el gobierno de Giobertí mantendría respecto de la Santa Sede una política fundamentalmente idéntica al gabinete anterior, lo formula el Nuncio en Turin apenas se entrevista con el abate— neopresidente al día siguiente de la entrada en funciones de éste en IDEM, 8*,

63 La respuesta que debía darse a la carta del rey Carlos Alberto fué meditadaniente redactada en forma de una Nota que el Nuncio debería comunicarla a Giobertí dejándole copia de la misma; en ella se rechazaba de plano el punto de la doble representación diplomática: non pesa-o dissinulare che 51 Santo Padre é a-tato molto dolente e sorprese nel sentire che Sua Naestá considera come tuttora ea-Sa-tente Sin Roma la Sua legazione nentre Sua Santit~ l’ha chianzata, come tutte le altre, presa-e di sé; (. . . > dall’altra parte coltiví relaziení olliciose Sn Reina con un sedicente Geverne usurpatore della temaporale autoriti pontificia, sacrílego pertanto e ricoperto delle nzaggiori censure eccíesiastiche, ci..> poic.bé le relazioní elliciose nostrano a-empre una propensione vera-o coloro ceS qualí si ¡nantengono, ed una dia-posizione

di pasa-are alíe oflicialí; <. . .) giacché gl’interessi materialí de’ Stati Sardí ce’ Pontelicí non a-ono tau che non pesa-a-ano esa-ere sorvegliatí e protetti daS cena-oh . . “ (Antonellí a Antonuccí, 10/1/1849) en PIRRI, op. oit, 10*.

64 El texto enviado por el cardenal Antonellí al embajador Martiní pidiendo explicaciones sobre la doble representación estaba formulado así: a-e cleé intenda ritenere presa-o Sua Santitá nella doppia sua rappresentanza di Capo della reus-Serie e di Serrano daglí Stati di Santa Chiesa; quindí, se Sí Geverno di Sua Nasa-ti Sarda abbia ricevuto o a-Sa día-pesto a rS ce vere incaricatí dell’illegitinio e sacrílego governe che si é costituito Sn Reina ed iritretenere con ea-si de’ rapperti oflicíail cd ofliciosí; Ineltre se intenda avere per nezze di qualche sim incaricate , rapperti di egual natura col sedicente Governe di Boina, cerne v’ha tutto SI fondamento di supporlo Sn seguito della lettera scritta al Santo Padre dall’.4ugusto di leí Sovrane 51 24 diceznbre proa-sino pasa-ato?” en PIRRI, 11—14*).

65 De la pormenorizada descripción que de la primera entrevista con Pío IX nos ha dejado Martiní, baste recoger las expresiones más vívidas y el hilo argunental de la conversación. Dice el embajador sardo: “Oa-servai allora al 3. Padre come mi parease non prudente né pr oprí a a ristabilire con guarentia di durata el Santo Padre a-ulla cedía di San Pietro, quella política la quale non contando che nella forza materiale, tanto ph) tejía é atraniera, día-des-nava l’epera pacífica e persuasiva des-li altrí Governí italianí, día-des-nava u concorso del moderatí 5 qualí Sn masa-a venivano ad olírirsí e da Roma e dalle provincie col solo a-cepo del bene, d’agire nel sena-o d’una ristorazione moderata, la quale salvando l’Italia, presenterebbe nzaggieri condizioní di durata; ci.> giS dissi gil elfetti perniziosí abs avrebbe prodotto in Italia tutia la notizia che 51 nuevo Ninistre di Sardegna non era ricevuto dal Santo Padre, e píO ancera quando si saprebbere 5 motiví che l’avevane indotto a tale condotta, si ricordasse cte l’opporre l’idea nazionale alía religiosa era pericolosa per quest’vltimna, cte maS. l’Ruropa e sepratutte lltalia era etata cosi devota si detamí

4 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO, notas N2 000708

della Ciiiesa cene da poco che Sí Santo Padre aveva paría te parole di patria; (. .) Piamonte. vuol din Pi es-gí tutto che rea-ta della nazionalitá italiana Trattarlo con tanto rigen verrebbe dire non

curarla, naltrattarla nel gierno del suo abbattimento” , . La réplica del Papa fué resignada p’~ro firmo: “Ma 51 Santo Padre ni ría-pose che, quante aS Governí Italianí, non gil ispiravano nasa-una liducia e quanto alíe promesa-e dei mnederatí, l’esperienza giS aveva insegnate ad averlí Sn sospette e pei ni día-a-e Es-li: questí parlano e non agiscono ci.) Si Su ahora che mi parió di sperato intervento straniero, dicendomí che la Chiesa era universale non gié nazionale, e as-giunse cose a-mili, e rn’indicó a-pecialmnente, l’intervento Austriaco, e come Jo me ne mestrava alllittisa-ine e sorprese, mi as-giunse “cerne vuole”2’, .I.’banno velute”

66 La intervención de los austríacoE no habría de ser ni tan rápida ni tan decisiva, aunque el que en los medios curiales de Gaeta a lo largo de este mes de enero no se hablara de otra cosa, denotase bien a las claras por dónde iban los tiros y ello era suficiente para que Nartiní manifestara con indignación su amargura: “La sicurezza inaspettata di questa Corte, le sue esis-enze eccea-sive a nostro riguardo, 11 suo a-des-no per os-ni nezze di cenciliazione pravengono dacché s½ getata nella vía della reaziene la píO decía-a, e pare che s’aspetti ahl’intervente Austriaco inminente e a-u questo londí os-ni speranza di risterazione”. Tratándose de un negociador inusualniente joven Nartiní a pesar de su abatimiento debía extremar el control sobre sus palabras y gestos: “S’io non loa-si gievanisa-ino nella carriera diplomatica, se non temea-sí per censes-venza la taccia d’inprudenza, avrei lasciato la Corte Romana senza esitare, ed a mene che Si Governe non abbia decía-o di cedere completamente dinanzí 1 ‘imaponenza del casi attuali, mi pare a-Sa l’eccasiene e maS di mostrare lerrnezza”; a pesar de estas llamadas a la vigilancia, más de una vez Nartiní parece perder la serenidad y el control lanzando algunos juicios demasiado generales y un tanto excesivos: “ . . dall’insierne di tutti i diales-hl avutí cal dillerentí prelatí, da tutte le cese udite e cha sarebbe troppo lungo 51 trascrivere nella strettezza del ternpe , mi risulta chiara e patente l’antipatia la ph) asa-oluta di quesia Corte, l’avversione la píO marcata verso os-ni idea de nazione e di libertá, cUro pi0, verso 51 neme, il Governe, II re del Piamonte en IBíDEM.

67 La oferta del contingente militar Martiní se la hace primero al cardenal Antonellí y al día siguiente a Pío IX~ la relación de ambas audiencias así como el cúmulo de razones de la parte pontifioia para rechazarla, en ( Martiní a Giobertí, ng, 10 y 11, ]4ola di Caeta 13 y 14/1/1649 respectivamente) en IBíDEM, 407—409.

88 Así narra Martiní la entrevista: “RizaseS dal Santo Padre píO di un’era e mezza, trovaS la vía del suo cuore al punto di fario piangere, tracciandes-lí Si quadro dell ‘Italia proa-sima mente dilaniata da os-Di straní ero. Cli pinsí le mía-erie inlinite cha ne risulterebhero, glí día-si di a-pezzarml 51 cuore vedendo chianatí qualí difensorí del Sos-lío Pontificio quellí a-tea-si Austriací 5 qualí erano venutí Sn orrore alíe popolazioní Italiane par gis eccea-sí, gil abemainhí di cuí si brutatti durante l’ina-urrezibfle Lombarda, s-li raccontai parte delie nefanda atrocSt~ da loro commesse, fecí cenno dello scredito cha ne 5 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO, notas N2 000709

verrebe inevitahilmente al Papa te se per l’opera loro venia-se ristorate nel dominio temporale; poS, rivolgendomí all’anior Suc di Patria gil día-si non parlar io pi0 a nome dei Governe del Re al Capo della Chíes.,, rna a nene mio proprio par ave Italiano, pel avíe paese Italiano, al pi0 potente des-li Itahan, a quello che iniziando 1 ‘Era nueva política della terra nea-tra aveva latto vibrare tutti 1 cuorí rendando unisoní i sentirnenti di Patria e di reus-Sane e ni leal pregarlo e supplicarlo distornasse il lías-elio che ne ininaccia, si lidaese anco una volta di noS. Ripete, 51 Santo Padre .rnoa-troa-si visibiímnente comnea-so, ma nulla ottenni se non che terse svaniva in Luí os-ni dilfidenza centre di me personalmente concepita “ <,Martini a Giobertí, nQ. 11, Mola di Gaeta, 14/1/1849) en VAXJDI DI VISSXE, 408—409.

69 Comentando el embajador español el cambio de representante sardo ante

la Santa Sede — Martiní en sustitución de Pareto — hace un comentario no demasiado preciso pero sí suficientemente negativo “La situac’ién en que se ha colocado el Gobierno del Piamonte, asi respecto del Papa cene del Rey de las Des Sicihias, es el más singular, siendo lácil que produzca complicaciones y conflictos Se asegura que aquel Gobierno ha hecho a éste algunas proposiciones extra fías, al pasa que ha propuesto a 3 Santidad efrecerse como mediador entre el Papa y sus súbditos, ceno a-i esta cuestión, tan especial y grave de suyo, admitiese semejante recurso, a la par ineficaz y poco decoroso”, Martínez de la Rosa a Pidal, Nápoles 14/1/1849, AMAE: E—Política, 5. Sede 2858.

70 El 28 de enero Martiní comunicaba a Antonellí la protesta piamontesa contra la presencia militar española en aguas de Italia; las dos acusaciones relevadas por aquél son: intromisión en conflictos ajenos y la innecesaria complicación afiadida al ya confuso panorama italiano, Es fácil imaginar que la respuesta del cardenal estuviera en otra longitud de onda; de inmediato le dice con un aire, que su interlocutor lo interpreta como de disimulada ingenuidad , que “a cada cual le es lícito protestar’, aclarándole a continuación que, de todas formas, España no quiere inmiscuirse en los asuntos italianos sino tan sólo brindar un auxilio al Papa por si éste decidiera trasladarse a otro lugar de exilio. Pero al punto cae rotunda la sentencia del cardenal, a modo de observación aclaratoria, al confesarle que, si intervención material en favor del papa hubiera, ésta lo sería de todas las potencias católicas de Europa; punto crucial contra el cual el piamontés quiere batirse con denuedo, recriminando al purpurado que tal conducta seria no sólo contraria a los intereses de Italia y a las inspiraciones de la caridad cristiana sino, en el caso de la intervención espaifola, incluso contradictoria con la conducta pontificia precedente. La fría inmutabilidad de Antonellí se trueca por lo visto, según observaci6n del propio Nartiní, en expansivo resentimiento curial contra la protesta antiespañola de Turín, cuando el interlocutor de turno del Pro-Secretario de Estado es un personaje más asequible a éste como el representante florentino junto al Papa Bargaglí Por lo demás, poraquellos días fondeaban en la rada de Gaeta dos buques españoles sin tropas de desembarco a bordo; poca cosa en verdad para que los curiales echaran las campanas a vuelo, pero suficiente la euforia exteriorizada por los mismos para herir aún más la emotividad del diplomático sardo: “Julia valse se non cha a rinfrancarmí nell’opinione cha nasa-un a-avio consiguo II día-torrÉ da una vía cte rovinandocí, rovina pure 11 veceho edilicio temperale di e CONGRESO CATOL ¡CO: RECHAZO, notas. NS 000710

dello spirituale, ma cha é additata a Berna, con grave nocciniento ‘ira da lungo tempo cunzuiata centro ogní quea-ti Signen perperatí dalí vendí cativa che pur Ji divora poS clié nueva idea e dalIa lebbre cvi da due anní erane cepertí un Reina” lus-girene le uiniliazioni, di Mola di Gaeta 26/1/1649> en VAUDI DI (Martiní a Giobertí, n9 20, VESME, 414—415.

71 Dl NOLPO, VI, 46—47.

72 Antonuccí a Antonellí, nQ. 290, Turfn 7/II/1849, ASV, SdS, R. 168 <1848—50), fasc. 23, LX. 126—129v.

73 Antonuccí a Antonellí, nQ. 297, Turfn 19/11/1649, ASV, SdS It 165 <1848—50), fasc, 23, LX. 130—130v

4 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO

3, 3. GIOBERTI—BERTRAN DE LIS: DOS DIALECTICAS

O QN T RÁP UEST MS

SUNARIOt Primer intercambio personal de posiciones (712) Rotunda negativa sarda al Congreso cat6llco

espaflol (liS> Protesta sarda ante el Cuerpo Diplomático con la flotilla como pretexto (72~) — La protesta

sarda ratifica el alejamiento entre Turín y Gaeta <724) — Tradicionales prnclpios diplomáticos

confrontados a nuevas realidades (727> — Italia es una naEjén — ri~ del debate tras mutuas

puntualizaciones (139) - HUTAS (74Ñ,

Si acaso hemos caldo en excesiva complacencia en la descripción de la intensa política del gabinete Qiobertí que justamente llegó a dos meses (mediados de diciembre del ‘48 a niediados de febrero del ‘49> y contemplada tan sólo en su proyección en dos de los estados

peninsulares vecinos, particularmente en la crisis romana — dejamos de lado cuestiones de política interior coinola batalla

electoral de unas elecciones en medio del período — es justamente para penetrarnos profundamente del contexto en que dentro de estas fechas ha de tener lugar la vivisirna polémica del abate filósofo, que aparte de la presidencia del gabinete cumulaba sobre sí la cartera de Asuntos Exteriores, con el embajador espafiol el político moderado Bertrán de Lis.

No se nos podrá negar el habernos esforzado en reconstruir eso que los exégetas literarios llaman el contexto vital (Sitz ini Leben de un problema, que en nuestro caso es el rudo forcejeo de Giobertí balanceándose entre las esperanzas de un plan teórico para la solución romana, los primeros signos del derrumbe de dicho plan y todo ello con la interferencia de otras políticas trazadas asimismo para auxiliar al Papa exilado y humillado pero desde presupuestos ideológicos y estratégicos muy distintos como son entre otras las del gobierno espaflol y su más relevante definidor de la política romana el I4arqués de Pidazí 1. CONGRESO CATOLICO: RECHAZO N2 000712

Primer intercambio personal de posiciones

Cinco días exactos (16 al 21 de diciembre) separan el discurso programático del abate Giobertí presentando ante el Parlamento torinés su gobierno democrático de la Circular a las naciones católicas del Marqués de Pidal invitando en nombre de Espafl~a a las Cortes católicas a concertarse en un Congreso que permitiera reconducir al Papa a la plenitud de su soberanía temporal (74). Con todo, importa menos subrayar la coincidencia cronológica cuanto el contraste frontal de principios políticos que subyacen en una y otra iniciativa así como la diferencia de acción estratégica delineada en uno y otro plan con vistas a la solución de Ja restauración pontificia.

El 31 de diciembre Bertrán de Lis en una larga conferencia con el abate Giobertí, Presidente del Consejo de ministros y además titular de Negocios Extranjeros, le leía Ja Real Orden de su gobierno del 21 de diciembre y se la entregaba en mano como correspondía a la condición católica de la nonarquia sabauda bajo cuyo titulo era invitada a sumares a la iniciativa espaflola. Por reiterado que pueda parecer, es obligado insistir otra vez en lo desafortunado de las coincidencias de calendario; justamente en la víspera de este fin de aflo había partido hacia Roma y Gaeta el enviado extraordinario sardo, Conde Nartiní con la solución giobertiana de reconciliación entre el Papa y SUS si~bditos, proyecto concebido en sus principios y estrategia de realización en los antípodas del plan espaflol.

En el breve preámbulo con que Bertrán de Lis quiso predisponer el ánimo de Giobertí ya observó en su interlocutor una reacción de ‘alguna sorpresa y apenas concluida su lectura, se suceden en el jefe de) ejecutivo 2 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO N2 000713

sardo, según cree captar el embajador, una actitud de gravedad mezclada con una viva impresión de impaciencia, sentimientos que por el momento se traducen en un cauto comentario de Giobertí de que debía tratar del asunto con el Soberano y con it

sus colegas de Gabinete, aunque entretanto y confidencialmente pudiera adelantarle cuál habría de ser la resolución final de

su gabinete, por supuesto poco esperanzadora, a saber, ‘ a nc creer necenaría ni conveniente la fornnoión del propuesto

II Congreso”. En la animada conversaci¿n que se produce parece que cada interlocutor expuso con suficiente prolijidad r y franqueza su punto de vista de forma que ya desde el primer contacto personal estaba suficientemente centrada la cuestión pi y se poseían “in nuce” todos los elementos de la futura discusión de forma que la argumentación oficial mediante el ¡ intercambio posterior de cartas no podí a ser una sorpresa absoluta para ellos~ por ello, a través del arsenal de argumentos y contraréplicas intercambiados y anotados en este despacho de Eertrán de Lis, se puede llegar a reconstituir no sólo el tono de vivacidad de la disputa sino también el fondo

mismo del desacuerdo. ¡

Así, Giobertí se permite poner en duda que Espaf~a conozca los verdaderos motivos de la huida del Papa, “debida solo a los consejos de personas opuestas a las

reforme ... Hl papa no está malquisto en Roma aunque su firme adhesión al sistem de Roesí, poco favorable a la nacionalidad italiana.. le babf a hecho perder su antigua popularidad. St> Santidad para volver a su palacio sin el ~nor peligro, con aplauso del pueblo, no necesita más que aceptar y sostener

constitucional . . . <75),

ji Distorsionada y falaz versión de los hechos que Bertrán de Lis bien podía haberla dasbaratado pero 3 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NP 000714 que no lo juzga conveniente; con mayor decisión ha de replicar Fidal ante una similar presentación de los acontecimientos romanos de noviembre por parte del conde de Montalto, puntualizando ante éste que en Roma quien ha violado las leyes constitucionales no ha sido Pío IX sino los usurpadores de su autoridad con quienes — concluye el ministro de Estado

— el gobierno espaflol no está en modo alguno dispuesto a tratar pues el hacerlo sen a reconocerles alguna legitimidad

<76).

El único punto fundamental de acuerdo entre ambos Gobiernos radica en la necesidad de prestar apoyo al Papa, recurriendo a los medios de la concertación negociada a través de una acción diplomática de los gobiernos católicos. En este sentido Giobertí no puede menos de reconocer la prontitud de reacción de Espafla elogiando el sentimiento religioso que ha debido presidir la iniciativa congresual (77).

Pero e). resto del planteamiento espaf~ol, que es tanto como decir casi todo, es punto de divergencia y desacuerdo, en mayor medida de lo que el propio Giobertí parece reconocerlo en la primera versión que de su entrevista comunica a Montalto a Madrid <78> y también mucho más grave de lo que Bertrán de Lis quiere darse por enterado cuando en su primer encuentro personal con el abate, suponiendo que éste admitirla el principio del Congreso católico y que tan solo le repugnaría su forma, arguye que con el plan de Pidal la solución restauracionista del Pontífice nacida de un Congreso de gobiernos poderosos sería más eficaz que una intervención individual a favor del Papa y que los gobiernos italianos parecen a deberían tener más interés que nadie en evitar que ‘tía anarquía se entroniza en la capital del Orbe CristIano” <79). 4 COIGEESO CATOL 100: RECHAZO N2 000715

Bertrán de Lis había avanzado sus posiciones argumentativas seguramente hasta el limite mismo de sus posibilidades mediante la implícita acusación a lo que se suponía eran los planes de Giobertí de tal forma que apelar a la anarquía cono previsible resultado de la actual situación era tanto como aludir a la temida intervención austríaca en los Estados Pontificios, deducción que el abate Giobertí con una expresión del más crudo realismo no tardó en formular <60).

El tono de sinceridad y de franqueza de esta conversación había aproximado seguramente a ambos interlocutores de xnocto que desde un tono de deferencia y de frialdad inicial se concluyó en un clima de confianza, asegura Eertrán de Lis; pero estaba claro que no se había quebrado la resistencia sarda a admitir la conferencia espaflola: » A la

penetración de V. .8. , con todo, no se debe ocultar la respuesta oficial y definitiva de este Gobierno; los hechos que Influyeron en su formaoi¿n, el caracter de su política, los antecedentes, los principios y relaciones personales de

sus individuos, no son motivos para esperar en este asunto la cooperación del gobierno de Cerdefia’<, concluí a el embajador espaflol (61).

Tampoco podía sorprender demasiado a Fidal esta conclusión de su subordinado, él que desde su primera conversación sobre el panorama presente de Italia y en particular sobre la presente crisis romana con el embajador sardo en Madrid Conde de Nontalto, le había confesado a éste con sobrada franqueza que suponía que Turín y Florencia en atención a su orientación política general disentirían de los presupuestos y de las decisiones de la posición espaflola, no esperando que éstos contribuyesen a superar los obstáculos que hiciesen fructífera la iniciativa espaflola (62) 5 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000716

Rotunda negativa sarda al Congreso católico espafiol

El 6 de enero de 1849 firmaba Giobertí la comunicación oficial de su gobierto con la negativa al Congreso católico propuesto por Espaifa desarrollando una argumentación articulada sobre un único y mínimo punto de hipotético acuerdo, la necesidad de restaurar al Papa en su sede romana; concesión ésta meramente formal pues a continuación hay urgencia en aclarar que la forma ideada por el Piamonte para alcanzar dicho fin es enteramente distinta, Pero, cabe preguntarse si hasta el objetivo material era en verdad idéntico para unos y otros. Allá donde Madrid habla de ‘afianzar’ la independencia de 5 Santidad~ ‘Sasegurar” la suprema autoridad del Pontífice o “restituir” el estado de libertad, decoro y dignidad de Pío IX, etc .,., Turín utiliza la expresión de “la conciliación entre el Pontífice y sus súbditos”, distinción formal muy reveladora que establece el fondo fundamental de la divergencia <83).

EJ. gobierno piamontés, prosigue la comunicación, tendría gran satisfacción en adherirse a la conferencia impulsada por Espafla si. en dicha propuesta no hallare los siguientes graves inconvenientes:

12/ no le parece posible deslindar en el confflcto romano actual las cuestiones espirituales de las temporales, punto este en que Espafla tanto insiste, dado que son los problemas políticos los que han originado la fuga de Fío IX de sus Estados y por ello su retorno no cabe imaginarlo sin la solución de las causas que la han originado.

22/ en la medida en que la distinción anterior no sería practicable, el tratamiento congresual sobre la soberanía temporal pontificia tal cono la concibe Espafa no dejaría de ser una cuestión italiana que planteada en tal foro afectaría 6 CONGRESO CATOL 100: RECHAZO NS 000717

negativamente al resto de los estados italianos.

32/ baste pensar lo inconcebible que sería la niera presencia en tai conferencia del enemigo austriaco, con quien la monarquía sarda está en guerra1 involucrado en el arreglo de las cuestiones estrictamente italianas.

4V una intervención de las potencias no italianas en el proceso político de restauración del Papa en los Estados Pontificios indispondría a los súbditos romanos con su Soberano basta el punto de• hacer inviable una ulterior y permanente reconciliación entre ambos, roalográndose el objetivo principal del Congreso además con daflo evidente para la Religión,

He aquí la argumentación piamontesa fundando la negativa al Congreso de Espaf~a Como alternativa sustitutoria el gabinete Giobertí, en buena lógica, no ofrecía otra cosa que su propia política, recientemente encomendada al enviado Martiní en su doble misión en Roma y Gaeta: evitando toda suerte de publicidad, tratar de reconciliar al Papa con sus súbditos persuadiendo a Pío IX a que regresara a Roma y adoptara resueltamente la vía constitucional como forma de gobierno temporal; al propio tiempo, los gobiernos católicos podrían utilizar su autoridad moral y sus buenos oficios apoyando al partido moderado romano sobre quien habría de recaer la tarea de aplicar dicha política de reconciliación <64).

Es fácil observar que estamos en presencia del diseifo giobertiano puro y duro, que hasta tal punto él lo consideraba modélico, que le parecía susceptible de ser adoptada por el resto de los países católicos. De todas formas, la divergencia hispano—sarda se movía todavía en los límites normales de cualquier otra diferencia entre gobiernos. Bertrán de Lis, al conocerla, podía admitir que el motivo aducido por Cerdefla de una imposible presencia de agentes ‘7 CONGRESO CATOLICO: FECEAZO NS 000718

sardo y austriaco juntos en la mesa de tal Congreso era una objeción muy real con numerosos precedentes, el último de ellos el de Inglaterra y Espafla en una eventual negociación sobre Sicilia. Con todo poco convencido de que una réplica escrita por su parte algo pudiera conseguir,se lianitó a un mero acuse de recibo a la negativa sarda

Pidal informado de tal conducta la aprueba concluyendo que dado que las razones que pueden aducirse “en favor del pensamiento enencialriente religioso de la Espafla” no surtirían efecto, recomienda al embajador que lo más razonable es no volver a insistir hasta que la adhesión a la inciativa congresual esté más consolidada; sólo entonces el gobierno espaflol poniendo en conocimiento de Cerdefla tal celebración habría cumplido con su obligación dejando a Giobertí de cara a sus propias responsabilidades <86).

Pero el intercambio de opiniones y argumentos que en Turín se escamoteó, en Madrid sí que tuvo lugar. Montalto nos ha conservado una relación pormenorizada de su entrevista con Pidal al tiempo de entregarle la respuesta negativa de su gobierno <87>. Conocida ésta por el ministro, encaja la contrariedad con elegancia reconociendo que hasta cierto punto era previsible que Turin y Florencia no se uniesen a su iniciativa; pero que había preferido la coherencia de invitar a todos los estados católicos a ser él mismo quien fijara las exclusiones.

En cuanto a la mediación sarda entre el Papa y sus súbditos, Pidal no sólo muestra el mayor escepticismo sino que la juzga éticamente inaceptable ya que si se negociara con los usurpadores, al hacerlo, se les habría otorgado algún reconocimiento. El gobierno espafSol jamás entablaría unas negociaciones desde semejante punto de partida ni se atrevería a insinuar al Papa que volviendo a Roma se comprometiese a observar con su ejemplo las leyes 8 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000719

constitucionales ya que — concluye tajante Pida) — quien ha violado las leyes constitucionales en Roma no ha sido el Papa sino el pueblo.

Montalto se afana en edulcorar lo más habilmente posible el proyecto mediador de Giobert; no se trata del reconocimiento del gobierno romano, se intentan a tan sólo de establecer contactos oficiosos por medio de personas prudentes a fin de reforzar el partido liberal moderado de la Ciudad; en cuanto a las culpabilidades del fracaso del constitucionalismO en Roma, el embajador sardo no está seguro de que la conducta del Papa haya sido muy constitucional y sobre todo que lo siga siéndo ahora en Gaeta.

El punto de máxima fricción tiene lugar cuando Pidal enuncia su argumento preferido de la legitimación de la intervención espaf¶ola en los asuntos romanos: siendo los Estados pontificios ‘corn la propiedad de todo el Catoliclsmo¶ la voluntad de sus súbditos no es suficiente para cambiar su naturaleza y el resto de los católicos tienen mucho que decir. La posición de Montalto no es menos neta: Turín no permitirá a potencia extranjera alguna resolver por Ja fuerza los asuntos internos de los Estados Pontificios por católica que sea la potencia en cuestión. Sabemos que esta no— permisión sarda sólo podrá ser traducida a la realidad como acto de protesta escrita cuando, más tarde, cuatro estados católicos, excluida por supuesto Cerdefla, sean invitados por al Papa a actuar de esta suerte,

En cuanto al argumento de los derechos de los católicos del mundo entero a interferirse en la política romana interna, Montalto no cree que el Catolicismo esté tan indisolublemente ligado a los estados romanos como para dar cabida a esta conclusión; la historia demuestra que hubo Papas que residieron fuera de la Ciudad Eterna, en Avignon antes y en Gaeta ahora . . El razonamiento parece impresionar a PidaJ o CONGRESO CATOLICO~ RECHAZO N2 000720

y el embajador aprovecha la ocasión para sugerirle que pues no hay contradicción grave entre los planes sardo e hispano, mientras el proyecto de Madrid se organiza ¿ por qué Espafla no colabora en la obra mediadora’?, concluyendo que Pidal le ha prometido complacerle enviando instrucciones en ese sentido al Secretario de la embajada espaifola residente en Roma,

Montalto no parece oreerse del todo esta concesión de Pidal y al dar fin a la entrevista, adjunta dos observaciones, más sin duda para elevar el ánimo de Giobertí que para ofrecerle una cosecha fecunda de su trabaje: hasta la fecha sólo Portugal se ha sumado expresamente al congreso proyectado y en cuanto al eventual éxito de su realización, el Cuerpo Diplomático de Madrid se nuestra escéptico y no atribuye a la iniciativa importancia alguna (88),

Protesta sarda ante el Cuerpo diplomático con la flotilla como pretexto

El curso de las relaciones hispano—sardas entran en una fase de delicada prueba cuando Giobertí la tarde del 12 de enero hace llegar a Bertrán de Lis una Nota adj untándole una segunda más importante en la que el gobierno sardo se dirige al Cuerpo Diplomático acreditado en la capital sabauda para protestar ante Europa por el envió a aguas de Italia por parte de Espafla de una flotilla de siete buques teniendo a bordo unos mil soldados de tropa de desembarco al que deberían seguir otro cuerpo de unos ocho mil hombres; se trataría, al parecer, de una intervención espaflola a favor del Papa en toda regla decidida de forma unilateral <89>.

Visto el lance desde la óptica de Bertrán de Lis es fácil comprender su desagradable sorpresa; desde la ‘o CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000721

primera entrevista con Giobertí sobre el tema había dado cuenta a éste asimismo de la Real Orden de su gobierno sobre el envío de dicha flotilla, iniciativa, se decía, ideada con el único fin de ofrecer una protección personal al Pontífice (90>

Su ilustre interlocutor, en aquella conversación — explica a Pidal — “no ¿LIS muestra alguna de que le hiciese sensación notable de ninguna especie”; entonces ¿ qué había podido pasar o quién habría contribuido a crear la confusión? ¿alguna exagerada comunicación llegada de Madrid o de Barcelona? ¿algún cambio de planes del gobierno espaf¶ol en razón de la gravedad de acontecimientos, todavía desconocidos por culpa de alguna anomalía del correo?, especula el embajador un tanto desconcertado <91>

Todo indica que las noticias tan exactas como precisas acerca del número de naves y soldados espafloles enviados en auxilio del Papa procedían de Gaeta y de muy buena tinta, El recién dintitido embajador piamontés Pareto fué el depositario de una confidencia del propio Fío IX al confesarle el Pontífice estar a la espera de un millar de soldados de un país que, según los rumores de Curia, todo el mundo pensaba se tratase de Espatía <92>. La noticia causó gran irritación en Turin y no faltó demasiado para que Montalto fuera la víctima de este percance al escribirle Giobertí en forma de reproche que le causaba estupor de no haberle tenido informado de los planes secretos del gabinete de Madrid <93>.

El resto, es decir, la proyección publicitaria dada por el gabinete sabaudo a la protesta destinándola al Cuerpo Diplomático, era sin duda exigencia de política interior pianontesa, que, no se olvide, estaba en vísperas de elecciones parlamentarias de las que dependía la suerte del gobierno Giobertí Beltrán de Lis anote que “Ja 2 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO N2 000722

gente está muy alborotada con Za noticia”, siendo al parecer el propio rey quien la ha difundido <94>.

¿Cómo interpretar esta fuga palaciega sino de deliberada? Acaso, ¿ es exagerado sospechar que una cierta dramatización del caso brindaba al gabinete sabaudo un óptimo pretexto para oponerse al Congreso católico espafiol amparándose con cierta astucia en el incidente de la flotilla naval a fin de poder acusar a Espafla de intrusismo en Italia pero en el orden militar, terreno irás cómodo para motivar el rechazo que las razones que hubiera que exhibir para oponerse a la concertación política en el Congreso católico?

Desde luego, para quien como Giobertí el eje de su política se fundaba en una audaz y pronta interferencia mediadora de Cerdefla en los conflictos de la Italia central y sobre todo de los Estados Pontificios a fin de hacer innecesaria intromisión extranjera alguna, era humillante que países como Espafla le tomasen la delantera y que repentina y sospechosamente, cortejando al Papa en Gaeta, ganasen audiencia ante éste para gran amargura e irritación de la administración sabauda (95)

Bien es verdad que pocos días después de esta protesta que comentamos, a causa del acelerado curso de los acontecimientos tanto en Roma como en Florencia Giobertí se verá obligado a abandonar el pacifismo exhibido en esta ocasión contra Espaf~a y rectificando su propia acción política se precipita a brindar al Papa los servicios de un contingente armado sardo para contribuir a reducir la contumacia de los romanos <96). Pero una cosa era la ayuda al Papa brindada por un estado italiano y otra la intromisión de estados extrapeninsulares; se entiende por ende la encendida reacción giobertiana :3 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000723

Al igual que poco nás arriba, tratemos ahora de resumir la línea argumental de la protesta sarda, ante lo que se califica aonio ‘un elemento más afladido a las complIcacIones presentes para toda la Italia” cual es la presencia naval española en el Tirreno y cuya noticia, aun reconociendo expresamente no ser oficial y formularla tan solo desde el supuesto de ser verídica, no ha podido menos de inquietar al Piamonte:

1QI España nos ha sorprendido con un gesto de notoria inconsecuencia pues antes de que los gobiernos invitados por ella misma a concertares para un Congreso pudieran estudiar la iniciativa y comunicar su respuesta, La decidido actuar por su cuenta apartándose de todos los usos consagrados par las relaciones Internaci-onalesS

2~/ el gobierno torinéE en lo concerniente a esta cuestión no sólo está en contacto con Espafia sino también mantiene contacto directo con la Santa Sede; ahora bien, he aquí que la conducta inconsecuente de Espafla es igualmente atribuible a la Santa Sede, a la que sin citar expresamente se le supone involucrada de forma activa o pasiva detrás de la iniciativa de Madrid culpabilizándola implícitamente, al afirmar que “se habría preferido Za Intervención armada de una potencia extranjera a las reiteradas ofertas de mediación de un Príncipe italiano que tiene tanto Interés personal en asegurar pacíficamente el resultado favorable de aquélla”. Naturalmente que tal Príncipe no es otro que el rey sardo.

3~/ la consecuencia del doble error pontificio y español habría de desembocar inexorablemente en el punto neurálgico de los niales de la historia de Italia, la interferencia armada de potencias extranjeras en los problemas de la Península, intervención que por lo que hace a los Estados Pontificios, además de generar una irreparable ruptura del Papa con sus súbditos romanos, tendría para el resto de los estados italianos funestas consecuencias en virtud de las cuales CerdeSa emite ante las naciones 0 de Europa su protesta<95 4 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000724

Como conclusión del alegato piamontés digamos que la maniquea distinción a Ja que Giobertí se aferra, considerando su política romana como “pacífica” frente a las intenciones armadas atribuidas a la Corte de J’fadrid y de Gaeta, sorprende menos que el hecho de la denuncia de una colusión de España y del Pontificado, desvelada a través del lance de la flotilla. Pero es fácil intuir que el verdadero descorazonamiento del abate sardo estribaba en la confirmación de su creciente marginación por la Curia papal en la solución del conflicto romano, una vez más confirmado con la entrada en escena de España ¡La denunci.a antiespañola del abate filósofo podrá calificarse de precipitada por ser fundada en rumores pero no de carente de clarividencia como los hechos posteriores habrían de encargarse de demostrarl

Acusaciones de desleal inconsecuencia de casi segura complicidad del Papado en la operación, en fin, de intromisión en asuntos ajenos y todo ello propalado a los cuatro vientos de la diplomacia europea, be aquí el golpe de mano de Giobertí a España a causa de un gesto humanitario en favor de Pío IX.

La protesta sarda ratifica el alejamiento entre Turtn y Gaeta

Entre los diplomáticos residentes en Turín uno de los más directamente afectados por la protesta sabauda era obviamente el Nuncio de Su Santidad Xcns. Antonuccí ya que la misiva al Cuerpo Diplomático afectaba directamente al gobierno a quien representaba. Además, puesto que la iniciativa de Giobertí se fundaba sobre rumores no confirmados se interesó inmediatamente en disiparlos recabando exacta información del único que podía dársela, el embajador español Bertrán de Lis En su despacho dando cuenta de la entrevista 5 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000725

hay una interesante puntualización del embajador recogida por el Nuncio, que aun parcial en razón de la prioridad de intereses del prelado, arroja una nueva y más completa luz sobre las intenciones de fondo del Gobierno español a). enviar la flotilla a aguas del Mediterráneo, intenciones sin duda más complejas y hábiles de lo que sus promotores desvelan en la polémica con Cerdeña

En la medida en que Bertrán de Lis se abre en terreno tan favorable a la magnificación del proyecto español, su aclaración más importante al Nuncio quizás está necesitada de cierta sordina; héla aquí: el objetivo prioritario de una flotilla con vistas a proteger a la persona física del Papa

de restablecimiento de la soberanía temporal seguramente — se

afirma — con intervención armada; eso sI , intervención concertada con otras Potencias. Quiere esto decir que en la intención del gabinete Narvaez el envio de un contingente naval a aguas de Italia en fechas tan tempranas, por exiguo y

simbólico que fuera — precisamente por eso — tenía mucho de gesto de prestigio y de aparición española en la escena internacional, de tanteo de las reacciones de eventuales enemigos en el Mediterráneo, por ejemplo Inglaterra, y, ante todo, de presentación de candidatura a una deseada intervención en la restauración del Papa.

La segunda motivación aducida por Bertrán de Lis, concerniente a la política interior española, es más conocida y está dentro de las previsiones de un sano oportunismo de la que los diplomáticos son maestros, si nos percatamos que el embajador dialoga con un hombre de Iglesia: el contingente naval materializaría el espíritu católico de los españoles y su adhesión al Papa, pretendiendo ser expresión de Ja indignación que en España ha producido la huida de Pío IX; no actuar de tal guisa en la hora presente pondría al gabinete moderado al borde de la caída. El 6 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000726 encendido elogio de las prendas de lealtad y firmeza que concurren en la personalidad de Martínez de la Rosa y su ascendiente ante el ministerio español actual, corresponde en boca del compatriota y colega de partido a la lógica de las cosas < 98>.

El comentario del cardenal Antonellí al acuse de recibo del despacho del Nuncio en Turín, relatando la Nota de protesta de Giobertí y la entrevista anterior, está lleno de sagaces y críticos comentarlos contra el espectacular gesto sardo y este nuevo lance es contemplado como un episodio más de la equivocada política nediadora de Giobertí en la cuestión romana ya conocida por nosotros. Para el Cardenal el desproporcionado y aventurado gesto de Giobertí contra España legitimaba y corroboraba de forma sobrada la política de distancíainiento de la Santa Sede respecto de Cerdeña.

¿Por qué la Nota de Giobertí se afana en contraponer como iniciativas contradictorias el envío de la flotilla esnafola y la oferta mediadora sarda, responsabilizando por añadidura a la Santa Sede de la primera?

Además — prosigue el Cardenal — vincular la oferta de mediación sarda como respuesta de Cerdeña a la la carta de Pío IX a Carlos Alberto de comienzos de diciembre, es una ingenua o maliciosa consideración de las cosas, ¿podría siquiera irnaginarse que Giobertí creyera que dicha carta pontificia e~taba dirigida única y exclusivamente a su Soberano y no enviada aslniismo a otras Cortes, entre ellas a la de Isabel II? La conclusión del responsable de la política exterior del Papa es corrosiva e irónica: las iniciativas española y sabauda no son desde luego contradictorias pero sí de distinta naturaleza: eficaz y realista para los intereses pontificios la española, inútil por lo menos la sabauda

‘7 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000727.

En cuanto a la segunda contradicción

española desvelada por el abate sardo, a saber1 una intervención armada planeada simultáneamente a la idea de un Congreso de concertación política, Antonellí la rebate con el mismo ardor. Si España moviliza un contingente armado será sin duda porque cree que sin él no será posible la restauración papal; ahora bien, ante tal planteamiento solo cabe o prepararse para cuando llegue el acuerdo de los estados católicos concernidos o estar dispuesto a actuar aun cuando no se diere el acuerdo, como parece suceder en el caso de Cerdeña

En fin, Antonellí para mientes en deshacer el último descalificatorio argumento del gabinete sardo: España concebiría los asuntos religiosos y temporales de los Estados Pontificios como tan separables que le parecería posible tratar de los primeros marginando los segundos. Objeción ridícula replica el Cardenal; todo el mundo sabe que los asuntos religiosos no se debaten en los foros de los políticos. La propuesta española dice otra cosa muy distinta: en la medida en que la soberanía temporal del Papa es soporte necesario del poder espiritual, resuelta la primera cuestión, se habría terminado con la responsabilidad de los estados católicos para con el Papa; vincular a la restauración del poder temporal el arreglo de los problemas políticos internos de los Estados Pontificios seria una indebida ingerencia <99>.

Tradicionales principios diplomáticos confrontados a nuevas realidades

¿Podía callarse el gobierno espaflol? Evidentemente que no. La reacción no se hizo esperar pero sucede un lance curioso y por otra parte muy explicable si se tiene en cuenta la lentitud de la época en la comunicación de 8 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NP 000728

despachos de una a otra Corte. Antes de que el máximo responsable de la diplomacia española Marqués de Pidal trazase las líneas de la contestación, sucede la inmediata réplica de Eertrán de Lis, de tal forma que al transmitir a Madrid la nota sarda de protesta, adjunta así mismo la respuesta inmediata presentada por él a Giobertí (100> Por ello cuando llegue el texto de confutación más autorizado del ministro de Estado y Bertrán de Lis cumpliendo instrucciones redacte el correspondiente segundo descargo <101), la disputa carecerá ya de actualidad, el cuerpo a cuerpo entre el abate y el embajador estando ya practicamente agotado con un Giobertí embebido con cuestiones de más monta.

Es obvio suponer un acuerdo sustancial en la réplica del ministro y en la que podíamos considerar como autónoma del embajador. Con todo hay alguna diferencia de enfoque entre una y otra; la mayor, que Pidal apenas toca la cuestión de la nacionalidad italiana, construyendo su argumentación a partir de la realidad del ordenamiento jurídico europeo existente desde e] Congreso de Viena — utilizando la expresión de Bertrán de Lis, se mantiene más bien en los hechos que en los derechos —, mientras que el brioso y no demasiado prudente embajador, sin dejar de abordar el punto jurídico de la cuestión, por iniciativa propia, mete la mano en las brasas incandescentes de la proyección italiana de la política de Cerdeña y provoca una nueva y más encendida polémica con Giobertí, de indudable interés para los historiadores. Dejando para más tarde el debate sobre la nacionalidad, comentemos ahora la doble respuesta de ministro y embajador españoles a la protesta sarda

Acabanos de afirmar que esta ‘polémlca Inoportuna” tal como Bertrán de Lis lo acaba por confesar se debe a su afán de elevarse a la teoría política pero cometiendo la torpeza — apartándose de las instrucciones del gobierno — de subrayar la distinción entre el poder temporal 9 CONGRESO CATOLICO; RECHAZO NS 000729

y espiritual pontificio como si de una “corpleta separación” se tratara (102) ; hubiera bastado un mero acuse de recibo de la nueva protesta, igual que lo hiciera con la anterior destinada a rechazar el Congreso español, o todo lo más, si se hubiera contentado con poner a salvo la lealtad de Madrid tratando de dejar a su gobierno “a salvo de toda

Interpretación equlvoca’ — como sería lo aconsejado por Pidal

en el comentario de respuesta a la citada protesta <103> — el duelo dialéctivo no se hubiera producido.

Pero el embajador español adopta la resolución de elevar la discusión al ordan de los principios o como dice él, sobrepasando “la cuestión de hechos”

El aliento y tono doctrinario de las afirmaciones de) enibaj ador, en perfecta síntoMa con la Circular de Pida) del 21 de diciembre, nos sitúan ante uno de los documentos más significativos del moderantismo en lo que se refiere a su concepción de la religión en la vida social y del lugar de la religión católica y del Papado en el ordenamiento jurídico de Europa. 10 CONGRESO CATOLICO; RECHAZO NS 000730

La afirmación prixnera formulada como principio general es asimismo la más fundamental: “EJ Papa en su cal idad de Príncipe espiritual está bajo la protección natural de todos los gobiernos y de todos los pueblos católlcosS Principio del que se derivaría una doble consecuencia: ‘el derecho del Papa para solicltar’ ayuda a los estados católicos y Nia obligación de todo gobierno católico para conceder aquel apoyo¶ con lo que quedan a e6tablecida la simétrica igualdad de derechos y de obligaciones de cada estado católico para con el Papa.

Tras la afirmación general habría de estudiarse la forma concreta de realización de este principio que como primera providencia debería intentar la búsqueda de un ‘

¿Cabría admitir excepciones a esta regla de solidaridad católica, por ejemplo, autorizando la acción independiente y aislada de una sola potencia en razón de alguna circunstancia de excepcional gravedad? La pregunta de Eertrán de Lis, ingenua en cuanto abre el portillo a la previsible inmediata respuesta afirmativa de Giobertí aplicando tal hipótesis en la presente circunstancia en favor de Cerdefia, se convierte en arma acusatoria contra el gobierno sardo. Tal caso de acción aislada, antes que la presente intervención española en cuestión, ya se dió efectivamente a fines de noviembre cuando e]. general Cavaignac ordenó que una flotilla francesa partiera en socorro del Pío IX, ya en fusa hacia Gaeta. Pero he aquí que en tal ocasión ningún estado católico, incluida Cerdeña, formuló protesta alguna.

Al silencio sardo de entonces y a la protesta pública de ahora ¿puede cuadrarle otro calificativo que el de contradictoria? En efecto, el gabinete Giobertí al 11

nr 3.CONGRESO CATOLICO N2 000731 protestar por el apoyo directo de España al Papa, no admitiendo otra acción que la meramente política en su favor “cualquiera que sea la situación en que se encuentra sil Santo radre¶ es decir, aun en la hipótesis de abandonarlo a sus enemigos, ‘reconoce, aun sin quererlo, el derecho del partido dominante en Roma” de imponer su voluntad al Papa, al dejarlo ~a merced de un partido de una sola ciudad de tos Estados Pontificios”, sobre todo, si se dejara deteriorar la situación con el retraso del retorno del Papa a Roma <105).

Impecable argumentación propontificia, quizás modélica en su género por parte del representante de una nación profesando sus convicciones y deberes católicos para con el Papa y que sin embargo no parece dejar del todo satisfecho al propio Bertr&n de Lis, temeroso de tanta “discusión inetafísí ca” que Giobertí sabrá utilizarla en provecho propio.

La respuesta del ministro de Estado Pidal, que por llegar con demasiado retraso, impide una directa confrontación epistolar con Giobertí, aporta oomo es obvio una autoridad moral añadida a la dialéctica del embajador pero también una formulación mAs realista y concreta y una solemnidad especial como lo atestigua el enunciado general que a modo de pórtico abre este texto de “contra—protesta” española: “EJ Gobierno de 0. Najestad (Católica> no 1w podido menos de ver con sum, extratíeza la protesta . . . porque la considera en cierto modo ofensiva a su lealtad e inmotivada en

‘0 todo punto

No se puede, a juicio de Pidal, lanzarse por el aventurado camino de las acusaciones, fiándose de “rumores vagos¶ incorporándolos a un documento de Estado destinado al Cuerpo Diplomático, cuando tan fácil le era a Giobertí recabar fundada información del e~nbajador en Turin ¶para no dar acogida a vulgaridades esparcidas por la unía 2 3,CONGRESO CATOLICO N2 000732

fe”. Desvelada la conducta sarda, quedaba por rechazar la acusación de inconsecuencia española -tácitamente’ deslizada, ¿Qué mejor prueba de la rectitud de Madrid que las simultaneas comunicaciones a sus embajadores, anunciándoles el mismo día 21 de diciembre la idea del Congreso y el envío de la flotilla para que así lo dieran a conocer a los respectivos gobiernos? <106>.

Dos condiciones esenciales se requieren para que una protesta sea válida: la exactitud del hecho y la violación de algún derecho; ninguna de las dos se da en la presente circunstancia, En primer lugar, España no tiene intención alguna de intervención solitaria en la cuestión romana y mucho menos de enviar una flotilla”cnn tropas de desembarco” — “,

A continuación aborda Pidal la espinosa cuestión de la nacionalidad italiana, desde una óptica del derecho positivo. Identidad peninsular no quiere decir unidad nacional como subyace implicitaniente en la lógica giobertiana. El caso de la Península Ibérica con España y Portugal, dos paises enteramente distintos entre sí, puede clarificar al respecto esta cuestión, España nunca se ha arrogado el derecho de defender la independencia de Portugal; luego a pan “tampoco

Supuesta incluso la existencia de alguna forma federativa de Italia, Cerdeña tendría que testimoniar esa delegación especial ahora reclamada “para constituirse en representante de los fueros e intereses de las diferentes naciones de Italia”, Ahora bien, no sólo carece de la misma sino que muy en contra de tales pretensiones, otros estados de la Península no ranos importantes aplauden sinceramente la piadosa previsión del Gobierno espaifol” en el caso presente. Con lo que en el razonamiento de Pidal la acusación de inconsecuencia cambio de campo: es Cerdeña que sin darse por enterada de las numerosas escuadras no italianas que surcan las aguas de la Península, al protestar tan sólo contra la modesta flotilla española ofrecida en auxilio del Papa, revela graves inconsecuencias,

El documento piamontés podría ser aceptado si la protesta se emitiera desde el principio general con el que cualquier nación asiste con aprensión e incomodidad a la ingerencia de un estado soberano en otro; pero en el caso sardo se actúa en cuestiones que afectan a otros estados de Italia “como si (se) fuese garante de su independencia¶ lo cual no lo puede reconocer Espaifa.

En fin, la actuación de España en los Estados Pontificios nunca podría considerarse extranjera por la dimensión universal del Papado no sólo en el ámbito meramente espiritual sino también en lo temporal; baste pensar que el Jefe de la Iglesia y Soberano de los Estados Pontificios puede ser un no romano y gran parte de los cardenales electores del mismo también; en fin, los estados católicos han ejercido a lo largo de la historia una gran influencia política junto al Papa en virtud de una lógica que no corresponde a la de un estado totalmente homologable a los demás <íO&,

4 3.CONGRESO CATOLICO N2 000734

1 tal i E es una nación

Inconsecuente conducta sarda al protestar unicamente por flotilla española en aguas de Italia; infundadas pretensiones de ejercer un protectorado sobre la Península italiana; reconocimiento a los súbditos romanos rebeldes de decidir sólos el futuro de Roma a espaldas o en contra de los demás estados católicos, he aquí las acusaciones más graves formuladas contra Cerdeña por Pidal y Bertrán de Lis, Sabemos bien que el tácito principio político que subyace bajo estas divergencias es la nueva conciencia de la nacionalidad italiana que en la pluma de Pidal apenas aflora mientras que en la de Eertrán de Lis se hace más incisiva,

¿Puede imaginarse siquiera que el ilustre patriota Giobertí dejara pasar semejante ocasión sin clarificar los principios legitimadores de la italianidad? Aunque convenga advertir que este cruce de misivas con Espafla no estaba concebido cono un ejercicio académico; alarmantes y descorazonadoras noticias de Roma y de Florecía obligaban a Giobertí a desistir de su pacífica mediación para dar paso a una nueva política de más activa y decidida presencia — con oferta de ejército sardo incluida - al Papa y el Gran Duque de Toscana. La discusión con España le brindaba la ocasión para exponerla con brillantez,

Su construcción arguxnental es nítida: combinar el principio del derecho de intervención de los estados católicos en defensa del Pontificado con el irrenunciable derecho de la nacionalidad italiana~ atributos que por partida doble convienen al Reino del Piamonte. Según esto, la protección natural al Papa recabada como derecho general por reino católico se vería potenciada y urgida por la proximidad geográfica y la inserción peninsular de Cerdef a 5 O.CONGRESO CATOLICO NS 000735 en Italia, por lo que el ejercicio del derecho de intervención o en fórmula jurídica más precisa “el veo legítimo de tal protección” (Bianchí) estaría reservada a los italianos. Fundada en esta convicción Cerdeña cree haber ofrecido al Papa la más constructiva oferta,

Todas las reflexiones complementarias de Giobertí quedan desvanecidas a los ojos de Bertrán de Lis, ante la maniobra dialéctica del abate filósofo despojando a la católica España del derecho de intervención en Italia a favor del Papa. ¿Cómo resignarse al silencio y por qué no poner el dedo en la llaga denunciando la razón verdaderamente motivadora de esta exclusión piamontesa? Habí a que restaurar la paridad de derechos en la intervención de cualquier estado católico y ello aun a riesgo de poner por escrito, negro sobre blanco y a nodo de denuncia, la venenosa cuestión de la nacionalidad italiana, ¿Pero, existía ésta en verdad? ¿qué significa “principio de nacionalidad ita) iana¶’, se pregunta el embajador, para responderse a si mismo: “Esta nacionalidad no existe ni de derecho ni de hecho”,

¿Se había profanado con dichos términos el sacrosanto suelo de la Italia irredenta, cuyo hogar muy pronto llegaría a ser el Piamonte? Quizás, pero el embajador español no oculta su opinión; el Piamonte carecía de un derecho añadido de intervención en Boina fundado en una inexistente nacionalidad común; lo más que está dispuesto a conceder es una cierta afinidad de intereses más próximos entre los estados italianos entre si, pero sin comprometer la independencia de cada estado: “en tanto Italia no constituya una sola nación, sometida a un único gobierno, en tanto .Xos estados del Papa no sean una provincia italiana, el apoyo ofrecido al Soberano Pontífice no puede serlo más que fundado en e.Z principio religioso y en tal caso no puede ponerse en cuestión el derecho de toda nación católica a prestar su concurso”. Luego el Piamonte no puede proceder en favor de Pío e 3.CONGRESC CATOLICO NS 000736

IX “en otro concepto que el de potencia ‘catóiica’; el derecho

Este razonaniento descalificatorio del derecho preferencial de los italianos, tendría menos importancia si el texto hubiera marginado la cuestión de la nacionalidad; pero el texto citado no admite otra interpretación, aunque Bertran de Lis, en el descargo a su gobierno, intentará una retirada dialéctica al atribuir a Giobertí una “suposición caprichosa (de) que yo hablaba de nacionalidad filosófica” <2.0~>, Pero así era en realidad; ya que el embajador, olvidando la distinción entre el derecho y el hecho, silencio que para Giobertl. equivalía a ignorar la nacionalidad italiana (110>, le obligaba a éste a sacar la caja de los truenos para redactar una respuesta, a juicio de nuestro embajador, “que a primera vista no se ajustaba mucho a las reglas de la urbanidad” (111),

¿Cabía ocasión más propicia que ésta para que un jefe de gobierno piamontés, doblado esta vez de su condición de filósofo, esculpiera con rotundidad lapidarias fórmulas de cómo entiende el Piamonte el derecho de la nacionalidad italiana? El historiador italiano Bianchí comenta elogiosamente este lance simplemente porque hizo posible que la existencia de Italia como nación se discutiese por primera vez en el plano diplomático europeo, sin que todavía llevara a resultado práctico alguno <112).

He aquí las expresiones giobertianas más significativas: “la nacionalidad y la independencia italiana existen no sólo de derecho sino que las mismas constituyen ttna (realidad> imprescriptible y fundamental que es la base de todos los deimás derechos nacionales”. Principio básico del que el gobierno sardo estaba dispuesto a sacar todas sus consecuencias por graves que éstas fueran: “no permitirá Jamás

.7 3,COKGRESO CATULICO N2 000737

que se ponga en duda un derecho tan incontestable y que no podrá conservar relaciones amistosas con un Gobierno ertran jaro que se atreviera a desconocerlo ya que esta contestación sola es una injuria para el de S~ )fajestad y una cal um.zia manifiesta dirigida contra su conducta política”.

La nacionalidad según el derecho moderno, prosigue Giobertí, ‘es cl derecho más sagrado de los gobiernos y de los pueblos”. Quien recuerde la historia posterior a estos años con la unificación italiana y alemana como los hechos mayores de la historia europea de los años ‘60 y ‘‘ZO del 8. XIX, poco pueden sorprenderle estas afirmaciones; pero formuladas a comienzos de 1549 y desde un documento oficial de un jefe de gobierno no revolucionario y por añadidura en el momento del reflujo restauracionista en la mayor parte de la geografía europea de la “pririavera de los pueblos”, no carece de grandeza moral y de convicción profunda: “Una nación puede carecer de unidad política y sin embargo poseer su nacionalidad e independencia; y si éstas les han sido arrebatadas por la fuerza, tienen perfecto derecho a reconquistarías cualquiera que sea el momento y el precio, pues ninguna prescripción existe contra un deber tan justo y .ilegí tizno”.

Es por eso que el Piamonte está en guerra contra Austria, A poca pasión que Giobertí imprimiera a su pluma, no hubiera sido lógico dejar pasar en silencio el hecho mayor de la política sarda de 1848, que ahora mismo condicionaba su existencia y que era la mejor prueba de convicción ante cualquier otro país de sus ideales patrióticos: la guerra contra Austria iniciada hace meses y de momento paralizada por una tregua cuyo final nadie conocía.

El monarquismo tan acendrado de la clase política sarda o el deseo de sintonizar con el monarquismo isabelino del embajador español, llevan a Giobertí a formular a 3CONCRESO CAIPOLICO N2 000738

la legitimidad de la acción bélica piamontesa en términos muy dinásticos: si el emperador de Austria fuera un Príncipe italiano, Lombardía y Venecia serían monarquías legitimas cono las de Cerdeña y Nápoles; ahora bien, ‘

En la medida en que la soberanía de una nación se hace manifiesta impidiendo la presencia en la minina de ejércitos extranjeros, en esa medida la intervención de potencias extranjeras a favor del Papa exige, a juicio del Piamonte, «el consentirídento expreso de todos los estados italianos”. A este principio superior y fundamental debían subordinarse los demás, incluido el derecho natural de los estados católicos a auxiliar al Pontificado; “el Papa aun siendo Príncipe independiente no tiene el derecho de llamar a los extranjeros a su país sin el consentimiento de los demás Príncipes italianosS

Si en épocas medievales pudo haberse ignorado o violado este principio fundamental, al constituir hoy en día el derecho de las nacionalidades “la base del derecho internacional”, obliga a todos los estados miembros de una sola nación, es decir, a todos los estados italianos <113>,

La soberanía de la totalidad de Italia quedaba de esta forma defendida y realzada pero al precio de la negación o por lo menos de La limitación de la soberanía de cada estado italiano, consiguientemente de la de los Estados Pontificios. La contraposición con la tesis española del derecho paritario de los estados católicos a intervenir en Roma no podía ser más clara ni rotunda. 9 3. CONGRESO CATOLICO,,. NE 000739

Fin del debate tras mutuas puntualizaciones

Cuando el debate epistolar hispano—sardo está en su punto más peligroso y cenital comienza por ambas partes una razonable retirada, Las razones pudiuran ser de variada índole; el cansancio por su duración, la firmeza doctrinaria de cada posición con la consiguiente conciencia de gastar energías en vanos ej ercicios académicos y, en fin, los graves problemas de política interior y exterior que agobian a Giobertí en sus últimas semanas de gestión ministerial.

Anotemos con todo que la primera señal de querer poner fin al asunto procede del campo espaflol. Bertrán de Lis en su escrito de respuesta del 21 de enero al enérgico documento giobertiano del día 19, tras quejarse de la violencia ejercida contra su pensamiento en el escrito piamontés puesto que descontextualiza frases de su escrito, hace una rectificación de monta al puntualizar que el concepto de “nacionalidad italiana” utilizado por él como inexistente en Italia, no había que entenderlo en su sentido filosófico o de derecho natural, es decir, “la que representa la unidad de lengua, de religión, de raza” (114>, sIno la nacionalidad política y de derecho positivo, es decir, la que regula las relaciones actuales entre los estados europeos tal cual éstos son.

Por lo demás, el embajador manifiesta claras reservas acerca del tono epistolar poco amistoso de su interlocutor, poco acorde con las normas de la diplomacia por lo que decide distanciarse de la polémica renunciando a analizar el último escrito de Gioberti y guardando a partir de ahora en sus comunicaciones con el Jefe

2 3. CONGRESO CATOLICO,., N2 000740

de la diplomacia sarda una actitud de “la ¿¡más estricta reserva” <115>,

Pronto responde Giobertí ofreciendo indirectamente excusas por el lenguaje utilizado, “lenguaje respstuoso pero enérgico”, dice, para seguidamente mejor justificar su conducta en razón de la gravedad de este debate: la cuestión de la nacionalidad italiana es nada menos que “la base de toda política de Cerdefla y la fuente principal de estos sagrados derechos” defendidos en las presentes circunstancia3, En cualquier caso, toma con satisfacción buena nota de la rectificación de Bertrán de Lis de que al referirse a la nacionalidad italiana sólo pretendía hablar del derecho internacional positivo, no del filosófico.

Despejado el ambiente inamistoso y tras expresiones de plácemes y deseos mutuos de que persistan las amistosas relaciones hispano—sardas, Giobertí vuelve a la carga por el método de las puntualizaciiones que mantienen inconmovible su punto de vista en la ya finalizada discusión: no cree haber desnaturalizado el fondo del. pensamiento del embajador español al atribuir a sus palabras una significación de “denegación” de la nacionalidad italiana, ya que la defensa de la paridad de derechos de los estados católicos y de los estados italianos en Roma, “la parte más preciosa” de Italia, no significa otra cosa. (116>.

A estas alturas del “affaire” cuando precisamente a través de las dos últimas misivas la reconciliación estaba a punto de consumarse, llega de Madrid el largo despacho de Pidal del 26 de enero, punto de vista del Jefe de la diplomacia espafiola sobre el debate, pero de un debate, dig&moslo así, en el estadio de dureza dialéctica precedente y por ende documento desfasado por el sempiterno problema del tiempo del correo. Bertrán de Lis, en virtud de las instrucciones a las que debe acatamiento, transmite a

3 3. CONGRESO CATOLICO., N2 000741

Giobertí con fecha del 10 de febrero el punto de vista de Madrid <117). La sangre no ha de llegar al río y las explicaciones verbales entre los contendientes acelera el fin de la polémica.

La primera expresión utilizada por Bertrán de Lis al resumir el esquema argumental de Pidal es que quiere exponer su pensamiento en “términos positivos”, cláusula incluida seguramente para suavizar el desfasado contenido del mensaje. Este espíritu de entendimiento debió presidir la entrevista con Giobertí al entregarle dicho despacho. Añade Bertr&n de Lis narrando la conversación: “le zmnifesté .ini deseo de que nos entendiésemos antes de dar lugar a cuestiones desagradables, diciéndole que estaba dispuesto a retirar o .rr¿odificar cualquier palabra o expresión de ni Iota que pudiera lastimarle, siempre que no tuviese para ello que alterar las instrucciones que había recibido”. La reacción del otro no es menos pacificadora: «Se mostró enteramente conforme, afladiendo que quería tratar

«ante todo como anigos”. . - <118).

La respuesta oficial de Giobertí a la del mismo caracter de Pidal fechada el día 12 de febrero venia precedida de una carta particular del abate al embajador a fin de que la primera misiva se leyera e interpretara a la luz de esta segunda. Comunicaba Giobertí en ésta última el abandono por su parte de una táctica concertada con Bertrán de Lis de comunicarle previamente la minuta o borrador de la respuesta piamontesa a fin de pactar unos términos que pusieran término definitivo a la discusión. Después de consultada la decisión con el resto de los colegas del gabinete, puntualiza Giobertí, y ante la arribada del texto de Pidal me veo obligado a abandonar esta vía. Pero sugiere otra, ¿por qué no retirar recíprocamente las dos últimas cartas cruzadas entre ambos dándolas por no existentes? <119)

4 3. CONGRESO CATOLICO. NS 000742

Curiosa solución, podrá pensar alguno, pero no nueva ni desconocida en los usos diplomáticos. Con todo Bertrán de Lis rechaza la sugerencia <120> y gracias a ello disponemos de la última carta de Giobertí en la larga disputa, carta que aun redactada con las precauciones propias del nuevo talante de mayor comprensión y respeto deseados, no es menos una ratificación de las posiciones sardas en la defensa del principio de la nacionalidad italiana.

Giobertí comienza por rechazar la acusación española de que la protesta sarda pusiese en duda la sinceridad de España en la organización de la flotilla, “Beta duda es gratuita”, concluye con fuerza, En segundo lugar, Cerdeña tenía razones nás que fundadas para temer que la presencia naval española aunque intencionalmente fuese para defender la persona del Papa no condujese a una intervención militar en Roma. En tercer lugar, el gabinete piamontés no acepta en modo alguno la igualdad de derecho de intervención en Roma de italianos y no italianos, Cuarto, el derecho internacional positivo es modificable y esto es lo que justamente hizo el Congreso de Viena en 1816 entregando la Lombardía y el Véneto a Austria en contra del dereoho de gentes e imponiendo a los italianos un derecho positivo internacional sin consistencia en la naturaleza de las cosas, Por fin, siendo el principio de la nacionalidad y de la independencia un derecho imprescriptible y la base de todos los derechos nacionales de Italia, todos los demás le deben estar supeditados. Cerdeña está dispuesta a llevar adelante esta política sin importarle los sacrificios (121>.

El final de la polémica nos pone ya en vísperas de la caída del gabinete Giobertí. Quede esta argumentación defendida con pugnacidad como prueba de sus convicciones italianas y de la vocación del Piamonte a ser, al dictado de estos o parecidos postulados compartidos por su clase política, el hogar del patriotisnio unitario.

6 3. CONGRESO CATOLICO... NS 000743

Terminada la polémica, el embajador español desaparece lógicamente del protagonismo de la historia piamontesa. A Pidal que sigue con bastante distancia estos escarceos no parecen inspirarle mayor preocupación. La unica observación final digna de interés que cree deba transmitirse a Giobertí es que el no envio de fuerzas navales españolas a Roma habría de entenderse como una restricción

por ahora, ( ... ) pues suprimida esta condicional en el despacho de y. E. podría parecer que la Espafa se coartaba el derecho a cooperar en lo sucesivo en la restauración del Papa” <122),

La decisión española de intervención militar quedaría supeditada a la resolución concertada de las Potencias Católicas o a cualquiera otra fórmula equivalente como de hecho será el llamamiento explícito del Papa.

Fero la oposición del Piamonte quedaba manifiesta, Oposición que habría de arrastrar también a Toscana. La irradiación política de Cerdeña y su natural hegenionismo patriótico obliga a los demócratas toscanos a seguir por la vía trazada por Giobertí. A las protestas sardas contra España se siguen las de Toscana muy sinilares en su inspiración y en su desarrollo. A exponerlas damos paso a continuación.

6 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO, notas N2 000744

NOTAS DEL CAPITULO TERCERO

3. 3, GIOBERTI—D~.2TRAZ DE LIS: DOS DIALECTICÉS COYtTRAPUESTAS

74 Documento ampliamente comentado en 2.4.1. El que Pidal contara al Reino de Cerdefla entre los países a quienes se debía dirigir la invitación espaflola entraba en la pura lógica de las cosas por su condición de monarquía católica; la explosión patriótica de este aflo revolucionario y el consiguiente espíritu antí—austriaco de Italia y Cerdefla no nos debe hacer olvidar que la monarquía saboyana había dependido estrechamente de Xetternich en su conformación política y dependencia internacional, de ah( su aislamiento de Espatia desde los días de la guerra civil.

75 Bertrán de Lis a Pidal, n2. 10 Turín 1/1/1849, L14AE: H—Polltioa, 5. Sede 2659.

76 Montalto a Giobertí, n2. 18 Madrid 17/1/1849, LS ](adrid~ busta 21, 19

cuad. , AS MAR,

77 Las expresiones primeras de Gioberti. acerca de la iniciativa espafiola no son avaras en elogios a la misma o quizás haya que pensar que el elogio prodigado es para a continuación ser más libres en la discordancia: “Le Cabinet de Sardaigne a bsaucoup applaudi A cette Idée religleuse vraiexent digne de la latían espagnole émine.ment catThlique”; a continuación se proclana la discrepancia de los medios a utilizar: “nous avone propasé un autre nioyen paur atteindre le mn~ne but”, Giobertí a Montalto, n9. 1, Turin 6/1/1849, LS Madrid, busta 20, fasc.2, AS MIAR,

78 Giobertí suaviza exageradamente la divergencia hispano—sarda y en esta primera reacción, a su plan de que se negocie directamente tanto con el Papa cono con los súbditos rebeldes, se esfuerza en darle una significación primariamente religiosa, acaso para granjearse la colaboración de Madrid que ya ha dado muestras de plantear unas intenciones que en nada convienen a su política: «naus n’avons ríen autre en vue si non de substituer un autre mayen A celul projeté par 1’Bspagne paur arriver au méme but si désiderable paur le bien de la religion”, ibídem.

79 Bertrán de Lis a Pidal, n9. 10 Turin 1/1/1849, AMAR: H—Politica, 5. Sede, 2659.

80 Para ver la distinta honda en que se movían ambos interlocutores baste considerar que la argumentación de Eertrán de Lis de que la inmediata concertación congresual ideada por Madrid, antes de que la situación degenerase en la anarquía, podía interesar también a Cerdefla, le lleva a hipotetizar sobre el eventual peligro actual da una intervención aislada y armada de alguna potencia extranjera; cabe preguntares si el

interlocutor espaflol y piamontés pensaban en la misma potencia — 4 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO, notas. N2 000745

¿Francia o Austria? — pero por si acaso Giobertí se encargó de

concluir pro dono sua: “Dans oet maznen t—ci — me dijo interrumpiendo

con viveza - l’Autric±es’entend aveo le Rol de Haples st Je crois néne qu’avec le Grand Duc de Toscane”, ibídem.

81 Ibídem.

82 Kontalt~ a Giobertí, nQ.18 Madrid 14/1/1849, LS Madrid, busta 21, 12 cuad,, AS liAR).

SC Los dos textos en cuestión son el ya citado, Pidal a Bertrán de Lis, Circular, Madrid, 21/12/1848, AMAR: E—Política, 5. Sede 2659 y la respuesta del jefe del ejecutivo sardo en Giobertí a Bertrán de Lis, Turín 6/1/1849

85 Bertrán de Lis a Pidal n2. 11, Turín 8/1/1849, AXAE: H—Política, S~ Sede 2659.

86 Pidal a Bertrán de Lis, Madrid 21/1/1849, AME: E—Política, 5. Sede 2659,

87 Montalto a Giobertí, nQ, 18, Madrid 17/1/1849, LS Xadrid, busta 21, cuad, 1~, AS ME.

88 “Je dais ajauter qu’ aucun nembre dv Caz-ps Diplona tique qui se trauve Igl, Ma attaché trop d’lnportance A cet pm/st de Congr~s st qu’on Va en général consldéré carate un mayen po.Zitlque d’attac-bar de plus en plus au Gouvernament actuel la partí clerical, aL> camine une velleité dv Cabinet .Espagnol de c2ercher A reprendre en Europe la préponderance que l’Rspagne y exergalt autre tole. Raía l’état de desoz-dre dane laquel se trauve encare ce pauvre pays rendra i.mpossl bis pauz- longtenps encare la réalisatlon de ce beau réve”, ibídem.

89 Giobertí a Bertrán de Lis, Turin 12/1/1849 (Anejo a Bertrán de Lis a Fidel, n2. 13, Turín 13/1/1849> AMAR: II—Política, 8. Sede 2659

90 Bertrán de Lis a Pidal, nQ, 13, Turln 13/1/1849, AliAR: li—Política, 8. Sede 2659.

91 Ibídem.

92 Giobertí comenzaba a recibir repetidos despachos que mostraban la resignación y común opinión de los medios diplomáticos de que el retorno papal a Roma, si fallaba la insurrección interior contra los rebeldes, exigiría el uso de medios disuasorios; esta era por ejemplo la opinión “nás obvía y la L>nica realizable” que se respiraba en Nápoles en opinión del embajador torinés en esta Corte (Collonibiano a Giobertí, Nápoles 21/12/1848, cit, por QUAZZA, 54>. Los fantásticos rumores iniciales alimentados en los pasillos de Gaeta de empréstitos 6 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO. notas N2 000746

rusos para contratar al servicio del Papa dos regimientos suizos del ejército napolitano, pronto comienzan a concretarse en algo más preciso con soldados espaifoles siempre por medio, bien porque se esperaba la llegada de los 1,000 hombres de la flotilla en cuestión, bien porque se decía que les seguirían otros 8,000 (IDE>i, 52—54). El dimisionario embajador piamontés Pareto resumiendo sus sentimientos de una audiencia habida con Pío IX a fines de afio, donde surgió el tena de ofertas de auxilio militar, Pío IX le confiesa que éstas existen y aunque el Papa no da el nombre del país oferente, no resulta difícil identificarlo al menos para el embajador sardo: ~Essez-si peraltro glá diretto, continuO a dirral II Santo Padre, ad una di asee cluledendole qualuhe niglialo di soldatí pez- la propria sicurezza, qual nra le ciz-costanze pernettessero 11 sun ritorno Pi qualche parte de’ cuní Stati. 4verne digiA avuto un favorev’ole rl acontro, candízionato questo soltanto alía convení enza di rendarne prima informati gil altrí Gabinetil d’Europa”. Rstos detalles concurren perfectamente con el caso espaflol, es por eso que Pareto concluye: “Sebbene 11 Papa non mi abbia noninata la Potenza cuí si direase pez- avere questo materlale encocran, tvtto n’lnduce a credere essere la Spagna, a riguardo della quale 3. San títá dinostrasí aseal apertanente propensa”, Pareto a Giobertí, Gaeta 28/1211848, cit, por VAUD¡ DI VESMIE, 328.

93 “L’intervento non ml consta ancona pez- vía ulficí ala; ma la apedizione della flotta é carta. Ion poaso dissi.muiarle lo atupore da me concettc pez- non avere ricevute alcuna notizia da leí in questo proposito, e voglio attrlbuirla alía segz-etezza con cuí 11 Governo di ladrid avrá coperte le sue dlsposizioni. La praga pez-tanto di atare all’erta e di procaccíarsí esa tta informazioní, glacohé un intervento apagnuolo in Italia non potz-ebbe alta-o che implicare e peggiorare la nostra aorta, 11 Governo di 3. 2<, ha proteatato e protestará sempre contra un Intervento amato di tal natura, non solo psi mali effetti che piad produrre neglí alían políticí, a~ eziandio pel di adoro che me tornerebbe al Pontefice e alía relígione. La raccomnanda pez-tanto di esprízaere al Gabinetto di J

94 Eertrán de Lis a Pidal, particular, Turín 13/1/1849

troppo la medesima recare .quei salutarí frutti cha si 50mb con questa apadizione propostiTM ( Giobertí a Martiní, Turín 19/1/1849~ cit. por VAUDI DI VESME, 43), A su vez, las pinceladas con que Martiní desde Gaeta resume el talante del cardenal en la entrevista en que le entrega la protesta y la euforia de la Curia por las noticias ‘1 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO, notas, N2 000747

espaflolas denotan una extremada irritación; cuando Antonellí por todo

* comentario a la protesta no acierte a decirle otra cosa que: “ad ognuno era lecito 11 protestare’, Martiní explota de cólera si no en la entrevista sí en su narración: “lo non ripeterá alía 3. VIlma tutto 11 día-e “Gasuitico” dell’H.mo Cardinale, le significo soltanto odie fmi dicendonzí odie quanto ah ‘intervento .2o sarebbe probabiimente aparato dalle potenze d’Europa”. De las reacciones en los medios pontificios dice: “La Corta Romana é coma asilarata dopo che 1 due pi cccli bastir¡enti apagnuolí stanno ancoz-atí al sus cospetto ed é rinata in leí la fíducla ad acoresciuta la baldanza. .reri molto si inatrettenava nei creochí dei prelatí intorno alía nostra ed alía Toscana protesta, ed era sentinento generale odie si passarebbe cUz-e a questa due se non t’eni vano seguite da altre”, Martin a Giobertí, n2. 20, Mola di Gaet~ 26/1/1849, VAUDI DI VESNE, 414—415,

96 Aludiendo a este episodio fundamental de la estrategia giobertiana terminábamos el apartado 3.2, de este trabajo, Todos los observadores anotan con puntual exactitud este giro político del gabinete sardo que habría que situarlo entre el 12 y el 17 de enero ; el Nuncio en Turín se enteraba de labios del propio Carlos Alberto de que el Papa tendría una ofertade auxilio sardo y Berttán de Lis se muestra muy prolijo en el comentario de este lance, primero, situando el hecho en el contexto de su polémica sobre la nacionalidad italiana, sin duda para presentar este vuelco de Giobertí como argumento que debilitara ante sus superiores las razones del abate en la materia: “En estos días he tenido con Ir. Giobertí dos confarencias y para dar una idea de la poca fijeza de su posición en el asunto de Roma, solo necesito decir que en ellas me ha manifestado entra otras cosas que su deseo era el mismo que el del Gobierno espaliol, que si bien habla intentado el medio de una conciliación, ya Se comprendería que no había perdido da vista que se trataba, por una parte del Soberano piamontés y por la otra de “son peuple révoltá”; que el gobierno piamontés había ofrecido el apoyo de la fuerza armada”, no sin consultar antes a los embajadores de Francia e Inglaterra (Eertrán de Lis a Pidal, n9. 16, Turín 22/1/1849, AMAE: H—Política, 8. Sede 2659. En segundo lugar, haciendo ostentación de generosidad en la oferta del número de tropas al Papa: “ dejando al Papa la elección del número de tropas <“six mille, vingt mille homines, tous ceux qul qu’il vaudra”) y que además le habla manifestado que estas tropas permanecerían en Roma para servirle da guardia y de seguridad “tout A fait comina les Suisees”. rodo su empeifo cario V, E. conoce es conjurar la formación del Congreso y la participación de las Potencias Católicas en el arreglo de este negocio . . . “r en lo cual, el embajador espaflol se equívoca muy mucho pues se magnífica demasiado la iniciativa de Espafia; a Giobertí lo que en verdad le preocupa en este momento es el avance del republicanismo revolucionario en Roma y en Toscana más que el plan espaflol (VAUDI DI VESHE, LXXXIV-CVI>. 97 Giobertí a Bertrán de Lis, Turln 12/1/1849 AlAR: 1<—Política, E. Sede 2659

98 Antonuccí a Antonellí, nQ. 278, Turín 15/1/1849, ASV, SdS, E. 165 (1848—50) fasc. 23, U. 49—50. a 3. CONGRESO CATOLICO .,, notas, NS 000748

99 Antonellí a Antonuccí, Gaeta 7/2/1849, ASV, SdS, R.165 (1848—50> faso, 23, ff, 53-56, para completar la perspectiva de la reacción de Antonellí ,

100 Bertrán de Lis a Giobertí, Turín 13/1/1849 (Adjunto a Bertrán de Lis a 2. 13, Turín 13/1/1849> AME: li—Política, S. Sede 2659 CAp. Pidal, ti Doc. n2, 48)

101 Bertrán de Lis a Giobertí, Turíri 10/1/1840 AME: H—PolltIca, 5. Sede 2659,

102 Bertrán de Lis a Pidal, n9. 14, Turín 17/1/1849, AMAE: H—Política, 3. Sede 2659,

103 Pidal a Bertrán de Lis, Madrid 26/1/1849, AMAR: It—Política, 5. Sede 2659 y 2660 (Ap. Doc. ti2, 60>,

104 Bertrán de Lis a Giobertí, Turín 13/1/1849 (Adjunto a Berirán de Lis a Pidal, ti2, 13, Turín 13/1/1849> MiAR: II—Política, 5. Sede 2659

105 IBíDEM.

106 Pidal a Beltrán de Lis, Madrid 26/1/1849, AKAE~ H—Política, 8. Sede 2659 y 2660 (Ap. Doc. n2. 60)

10? Bertrán de Lis a Giobertí (Turín 10/2/1849> (Adjunto a Bertrán de Lis a Fidal, ti2, 22, Turin 14/2/1849) AMAR: It—Política, 8. Sede 2659.

108 Pidal a Bertrán de Lis, Madrid 26/1/1849, AMAR: H—Politica, 8. Sede 2659 y 2660 (Ap. Doc. ti2. 60),

109 Bertrán de Lis a Giobertí, Turln 17/1/1849 AME: H—Politioa, 5. Sede 2659 (Ap.Doc. nQ,50)

110 Giobertí a Bertrán de Lis, Turín 17/1/1849 (Adjunto a Bertrán de Lis a Pidal, nQ. 15, Turin 17/1/1849) AMAR: E—Política, 5. Sede 2659.

111 Bertrán de Lis a Pidal, n2. 17, Turín 23/1/1849, AMAR: E—Política, 5 Sede 2659,,

112 .... . se quel protesto, del pan che le controversia sostenute dal Giobertí col ministro epagnuolo, a quei di non ebbero afficacia di sarta, tuttavia dianno valore etorico speciale, giacohé allana fu la prima volta alfermata e discuasa diplonaticarnente 2’esis-tanza d’una naziana italiana, e si ventilarano 1 diritti e i aovan internazionalí che come tale sppettavanla in propnio”, BIANCHI, }I., Storia

documentata , , , , VI, 29.

113 Giobertí a Bertrán de Lis, Turín 19/1/1849

2 N2 000749 3,CQNGRESO CATOLICO •.. notas

114 Bertrán de Lis a Pidal, n2, 1’?, Turín 23/1/1849, AKAE: H-Polftica, s, Sede 2659.

115 Bertrán de Lis a Giobertí, Turin 21/1/1849 (Adjunto a liertrán de Lis a Pidal, nQ,17, Turín 23/1/1849) AMAR: E—Folitica, 5. Sede 2659 AXAE: II—Política, 8. Sede 2659 (Ap.. Doc. n2. 57).

117 Bertrán de Lis a Giobertí, AMAR: H—Polltica, 8. Sede 2659,

116 Bertrán de Lis a Pidal, autógrafa, Turin 13/2/1849, AMAR: Ef-Política, 5. Sede 2659,

119 Giobertí a Bertrán de Lis, particular, 12/2/1849, AMAR: li-Política, 5, Sede 2659.

120 Bertrán de Lis a Pidal, autógrafa, Turin 13/2/1649, AMAR: IbPolltica, SI. Sede 2659,

121 Giobertí a Bertrán de Lis, Turin 12/2/1849, ANIAE: 11—Política, 3, Sede 2659 (Ap. Doc. 72>.

122 Pidal a Eertrán de Lis, Madrid 27/2/1849, AMIAE: H—PolItIca~ 8. Sede 2660. El embajador espaf~ol no silencié el término ahora por inadvertencia sino “con ánimo deliberado, a fin de evitar la contradicción que podía resultar con ni declaración verbal hecha a Nr,

Giobertí en 30 de diciembre <. . , > en que no se ponía esta linitaclón”. Además el punto concreto de la controversia no babia sido el envfo de la flotilla sino la noticia del desembarco de las tropas prácticamente inexistentes

1

3 3 CONGRESO CATOLICO~ RECHAZO

3, 4, LA TOSCANA DEMOCRATICA SE SUMA A LA

PROTESTA SARDA CONTRA ESPAf~Á

SUNARIO: Una pPi¡avbra de los pueblos precoz (752) — Europa y la guerra nacional ~odifScan la escena

pofltica (755) — Los dnárratas Montaneih y Guerrazzi acceden al poder U66) — fracaso de la

Constituyente Italiana de Montanelll (760> — La representación espaflola a orillas del Amo (756) -

Florencia se suma a Turin en la oposición al Congreso espaflol (768> — Protesta toscana contra la

flotilla pronto retirada (772) — Grave crisis política en Florencia (778) — Gioberti quiere intervenir

~illtarvienteen Toscana (780) — NOTAS (781>,

EJ. Gran Ducado de Toscana, gobernado desde 1324 por Leopoldo II de Ausburgo y Lorena, si bien por sus dimensiones geográficas comparadas con la Cerdefa y las Dos Sicilias es un estado italiano menor <123> gozaba en 1848 de ciertas bazas políticas e histórioas que justifican de algún modo el título de “centro moral” de la unificación italiana con que lo califica Montanellí, uno de sus políticos más decididos de esta hora (124),

Su posición geográfica central en la península; el prestigio de sus ciudades con una capital simpar como Florencia y sobre todo el legado reformista del Setecientos que hizo del Soberano de entonces Fedro Leopoldo <1765-1790), abuelo del actual monarca, el déspota ilustrado modélico de la Península con fecundas y duraderas reformas en agricultura, comercio e industria hasta culminar en un precocísimo proyecto de reforma constitucional en 1790 <125).

Fué aquel reinado una etapa de modernización política y social ejemplar de la que toda Italia guardaría memoria y que a la altura de mediados del Ochocientos no se había borrado; ya se sabía que las metas ideadas por el Iluminismo leopoldino habían quedado muy lejos de su culminación, pero se había logrado un asentamiento económico y un cierto ensanchamiento social de los sectores

2. CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NE 000751

medios, infundiendo a la élite nobiliaria y burguesa el gusto del cambio y la pasión por los aspectos utilitarios y experimentales de la nueva ciencia <126). Esta misma élite mantendría en la memoria colectiva de los italianos el mito leopoldino.

Tras la Restauración de 1814 también en Toscana igual que en el resto de Italia la legislación napoleónica fué abolida;- sin embargo> e). país no sufrió gran retroceso gracias justamente a la reinplantaciión de la legislación leopoldina. Los soberanos sucesores si bien carecían de la pujanza creativa y gubernativa de su ilustre predecesor al menos pretendieron seguir sus huellas. Fernando III el primer Duque tras el napoleonismo no se dejó arrastrar por el espíritu de venganza. Leopoldo II que le siguió y sus ministros supieron crear un clima de pacifismo y de tolerancia, quizás de un tono provinciano y paternalista pero que desde luego sirvió para apartar a la Toscana del carbonarismo y la violencia de otros estados.. La crisis revolucionaria de 1820 y 1831. pasaron por aquí de largo, gozando la dinastía lorenesa de unánime respeto a pesar de su posición subordinada, sobre todo en política exterior, al hegenonismo de Viena (127>.

La Florencia de los af~os veinte y treinta se convirtió en el nácleo más activo del movimiento cultural del liberalismo moderado, abierto a todos los horizontes italianos y europeos. Como ejemplo significativo de esta irradiación podría citarse la revista Antología, fundada por Vieusseux pero marcada por la personalidad de sus redactores Gino Capponi y Niccol¿ Tomnniaseo; por medio de una gama variadísinia de temas

2 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO N2 000752

Península. Todos los protagonistas de esta empresa cultural eran conscientes del objetivo político implícito que latía en sus páginas y que algún día este liderazgo cultural deberla traducirse en propuestas concretas de cambio político, ante todo en Toscana pero también pensando en Italia entera (128)

Cuando esta siembra intelectual comenzó a formularas en términos políticos fué abortada por el espíritu timorato y conformista del Soberano y la revista fué suprimida en 1833. Los intelectuales toscanos igual que la mayor parte de los intelectuales italianos de estos aflos no contando con una opinión pública que los respaldara se retiraron a los cuarteles de invierno prosiguiendo la lucha a favor del liberalismo a titulo individual.

Por eso cuando en 1846 se esbozaron de súbito los gestos liberales del neoelecto Papa Pío IX, nadie en la Península puso en duda que a -los políticos toscanos les estaba reservado un papel de elección en la configuración de la unidad italiana

Una Primavera de los pueblos precoz

A partir de la primera mitad de 184’? el deshielo general llegado a Italia penetra también en Toscana a través de un doble proceso de hechos: por una parte, comienzan a salir a la superficie grupos de pensamiento liberal fragmentados en varias tendencias; por otra parte, el descontento de la opinión pública, agudizado por una crisis económica, obliga al poder a asumir cuantas iniciativas reformistas reclama una prensa muy activa, culminando todo con la concesión de la Constitución en Lebrero de 1848.

3 CONGRESO CATOL 100: RECHAZO N2 000753

El proceso revolucionario de 1848—49 habrá de conocer un enfrentamiento entre las diversas tracciones del liberalismo toscano, Está ante todo, el núcleo de Livorno, ciudad portuaria del Ducado la más activa e industrial, abierta a las corrientes socialistas francesas y santuario en la actualidad de las iniciativas republicanas y democráticas las más radicales; su hombre fuerte E, Domenico Guerrazzi será en Florencia un hombre decisivo de la revolución, Además en Pisa un profesor universitario de derecho Giuseppe Montanellí, tras convertirse a las ideas giobertianas, una vez que éstas quedan legitimadas como no reaccionarias por antijesuiticas, mantiene una febril actividad publicistica clandestina atrayendo hacia sí a muchos moderados Mientras tanto en la capital Florencia, el histórico núcleo de moderados liderado por Capponi se divide en vanas disputas académicas acerca del ritmo de presión reformista que convendría ejercer sobre el poder <129).

Las primeras concesiones y reformas políticas efectuadas desde el poder originan una modificación notable del paisaje político que logran cristalizar nuevas posiciones y estrategias de lucha. El 10 de mayo de 184>7 se publica una ley de prensa que posibilita la aparición de una activísimo periodismo político a la sombra de personalidades de primer plano

Es en Livorno punta de lanza de las reivindicaciones populares donde por primera vez se da el grito de ¡Constitucióní que no fué secundado por el gobierno

4 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000754

ni por los liberales más avanzados juzgando como imprudente el provocar una intervención austriaca; los políticos itAs responsables creían que la concesión del Statuto debería seguir nunca preceder a los de Roma, Turín y Nápoles <130>.

Valorado en su conjunto, el proceso reformista de Toscana de 1847 daba un saldo altamente positivo; la ductilidad del Soberano, la colaboración de sus gabinetes tanto en la ampliación de las libertades como en la favorable participación en iniciativas de solidaridad italiana no ofrece sombra ni desdoro alguno. Como ejemplos significativos, se podrían citar el caso de las negociaciones con vistas a la creación de la Liga Aduanera entre Roma, Turín y Florencia en la que ésta, sin liberares por supuesto del particularismo congénito de todos, se mostró muy conciliadora. Asimismo, la incorporación de los liberales

moderados — si bien de su ala más conservadora — a las tareas de gobierno en el gabinete Ridolfí <4/X/1847) fué el primer caso de gobierno italiano alguno.

En esta aura favorable, la anexión del Ducado de Lucca al territorio toscano en el etolio del •47 por renuncia de su Soberano Carlos Luis de Borbón fué un golpe de fortuna afadido que contribuyó a dorar los blasones de la dinastía lorenesa. El aflo 1848 se iniciaba con los mejores augurios y apenas se supo a orillas del Amo que Nápoles y Turín iniciaban los trabajos preparatorios para otorgar a sus súbditos una constitución, el gobierno toscano hizo suya la iniciaba con el Notu Proprin de Leopoldo II del 11 de febrero. Un poco más tarde accedía el Papa a idéntica demanda y los cuatro estados italianos más importantes nacían al constitucionalismo. En Toscana, la alianza y el sentido del comprtomiso entre Soberano, liberales moderados y demanda popular había funcionado convenientemente.

5 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO N2 000755

Europa y la guerra nacional modifican la escena poHtica

El impulso reformista de Toscana igual que sucedió en Roma pronto va a ser desbaratado en ritmo y en forma de aplicación ante la irrupción de acontecimientos del exterior. Los ecos de la revolución primero en Parfs y luego en casi toda Europa y sobre todo la guerra del Piamonte contra Austria al alimón de las insurrecciones de Milán y Venecia provocan también en Toscana una aceleración histórica de imprevisibles consecuencias, El esfuerzo militar conjunto de los italianos al no verse compensado con la victoria se traduce en decepción popular hacia la nueva clase gobernante moderada, en una campafia propagandística llevada por los demócratas que echan la culpa a la resistencia de las instituciones de cada estado, al particularismo egoísta de los soberanos y al estrecho y medroso patriotismo de los moderados, de haberse malogrado la victoria.

En esta gran conmoción de Italia queda desvelada la frágil estructura del estado toscano. El Parlamento apenas estrenado ahonda la sima entre moderados y demócratas radicales; la heroica contribución en sangre de los toscanos en Curtatone y Montanara más sirve para avivar las pasiones de los radicales que para fortalecer la credibilidad patriótica del gabinete Ridolfí. La ocupación militar de los territorios colindantes de Parma y Módena con sus soberanos en fuga en beneficio de Toscana al principio de la ofensiva militar, tras la derrota, se convierte en un contragolpe del general austríaco Radetzky quien aterrorizando a los toscanos con la amenaza de una invasión de castigo, les obliga a doblegarse a un armisticio separado y a una declaración formal de nulidad de la adhesión1 mediante los buenos oficios de la diplomacia franco—inglesa (131>.

e CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000756

Es la hora decisiva y crucial en que los toscanos se ven obligados a elegir entre el patriotismo toscano de Leopoldo y el patriotismo italiano simbolizado por el albertismo piamontés; en tal difícil cruce de caminos el breve y efí mero gabinete moderado dirigido por Capponi trata de escapar de la alternativa salvaguardando la identidad toscana bajo la sombra de la protección anglo—francesa y la activación de las negociaciones con Turin y Roma con vistas a la liga federativa italiana, como sabemos, sin resultados tangibles

<132) . En esta circunstancia el pusilánime y debil Gran fluque es una personalidad desbordada, incapaz politicamente de controlar la situación e imprimirle un rumbo fijo <133).

Los demócratas MontanelLí y Guerrazzi acceden al poder

Siendo indiscutible que la oposición democrática accedió al poder por las facilidades ofrecidas por la ineficiencia de los moderados quienes tras la derrota molitar hicieron gala de un resignado derrotismo, sin olvidar quizás como elemento coadjuvante, la nartilleante propaganda del siogan de Constituyente italiana, el factor verdaderamente decisivo fué la insurrección de Livorno, centro de ebullición de círculos y asociaciones patrióticas de mazzinianos y radicales de toda suerte Segunda ciudad del Ducado y puerto principal de la Toscana con núcleos proletarios de notable importancia, al coaligarse con una pequefla burguesía artesanal y comercial, determinarán para cierto tiempo el destino general del Estado. Es un caso contrapuesto al de Génova ya que ésta, a pesar de haber intentado librar una batalla del mismo signo, no podrá imponerse a Turin,

7 CONGRESO CATOLICO; RECHAZO N2 000757

La agitación livornesa se convierte en asunto de Estado durante el roes de agosto, a partir de un banal y estúpido incidente de autorización de tránsito hacia las Romagne de un fraile barnabita Gavazzi, predicador de gala del momento e ídolo de los patriotas italianos; envalentonados éstos, no sólo detienen al gobernador de la ciudad portuaria sino que oponen resistencia armada al enviado extraordinario de Florencia Ciprianí, quien para escapar del bochorno de la rendición debe huir de Livorno. El gobierno moderado, impotente para hacerse respetar y preocupado por el deslizamiento de la situación, suplica al líder de la oposición democrática de la ciudad Guerrazzi interponga sus buenos oficios, quien los cumple a plena satisfacción, consolidando ante todos su imagen de hombre de Estado,

La ascensión política de la segunda de las personalidades democráticas de Toscana Montanellí tiene lugar en similares circunstancias; herido en la batalla de Curtatone y dado por muerto, retorna triunfalmente al país a consecuencia de la liberación de prisioneros que sigue al armisticio de Salasco del mes de agosto~ elegido enseguida diputado, el gabinete Cappond. prefiere a este probo profesor de gobernador de Livorno que a Guerrazzi cuyos poderes tras la pacificación antes citada nunca fueron oficializados; Montanellí entiende sus funciones de gobernador no sólo como restaurador del orden público sino como inspirador de una nueva política con ambiciones de hombre de Estado del momento. Los moderados al elegirle para esta misión pusieron el nido desde el que este profesor alzaría el vuelo hacia el liderato de los demócratas toscanos,

Instalado en Livorno el 8 de octubre Montanellí se estrena en sus funciones pronunciando un discurso de gran calado político y programático tanto por su novedad como por su oportunidad. El eco de sus palabras en la

8 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO N2 000758

Península no se bizo esperar y el Congreso federativo que por aquellos días se celebraba en Turín (Cfr, 3.2.) sufrió el contagio del proyecto inontanelliano que aparecía forzosanente como rival y concurrente. El mérito fundamental del discurso estribaba en que criticando la inoperancia de las lisas y demás asociaciones patrióticas del aflo en curso, elevaba el proyecto unitario al rango de un proceso constituyente italiano. De este modo, los demócratas toscanos se adueflaban de la iniciativa política más ambiciosa y avanzada de la pení nsu la.

El programa de Montanellí en su formulación ideal reordena de algún nodo en una nueva jerarquía los objetivos y metas de la unidad italiana, Tras ligar indestructiblemente libertad y nación italiana (134),

determina que las institucionEs comunes - deben nacer simultánea e incluso antes de la expulsión de los austriacos de la Península. La independencia no podrá lograrse — es la

lección de la reciente guerra perdida — si antes no se ha logrado la unidad (135), con cuyo principio no teme postergar la guerra a un estadio ulterior a la unidad peninsular (136> cuyo gobierno nacional italiano le parece absolutamente necesario si se quiere ganar la guerra de liberación <137>. La conclusión es que se debe poner en pié de inmediato una dieta o Asamblea que se denomine Constituyente Italiana <138¾ iniciativa que Toscana tiene el honor de proponerla al resto de Italia desde su condición de país adelantado de la italianidad (139).

En cuanto a la forma de llegar a este objetivo Montanellí dejaba claro que la erección de la primera institución supraestatal italiana no podría nacer fundamentalmente de unas negociaciones diplomáticas entre Estados sino de un impulso popular ciudadano expresado por el sufragio universal; sólo así la llamada a la unidad nacional podría gozar de alguna credibilidad y dinamismo.

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El efecto de discurso tu q incisivo repercutió de inmediato en la política interior toscana; el gabinete Capponi presentaba la dimisión cuatro días después. Era natural que Leopoldo II antes de invitar a la gobernación a los demócratas intentara otras fórmulas de gabinetes moderados pero todas fracasaron. El volcán revolucionario de Livorno no le permitía otra alternativa que o pedir ayuda militar al Piamonte para imponer una situación política o echar mano de la izquierda toscana; igual que en situaciones que muy pronto se presentarán donde el papel de los embajadores francés e inglés se perfila como decisivo y muy entrometido, tras pedir consejo al representante inglés en Florencia Hamilton, se decide por tal solución el 2? de octubre, nombrando a Nontanellí presidente del Consejo y a Guerrazzi ministro del Interior. Las entrevistas que precedieron a la investidura entre el Soberano y los dos líderes estuvieron envueltas en todas las ambiguedades propias de una aventura nueva <140).

El tandeni democrático, vistos los antecedentes - de cada personaje, parecía pronietérselas muy felices, pero en el ejercicio de las responsabilidades habrían de revelarse muchas sorpresas y notorias divergencias entre ambos. Montanellí no se desenraizó de su patriotismo toscano en la medida que cabía temer. Guerrazzi carga con la mayor parte de las criticas de los estudiosos: celoso del ascendiente del pisano y por ello no demasiado resignado al papel de segundón, se dedicó en cierta manera a neutralizar a su colega incluso en tareas y momentos destinados a impulsar la revolución, manifestándose a la postre en casi todas las coyunturas opuesto a las decisiones fundamentales tales como la Constituyente Italiana, o el avance hacia la República y brutalmente pragnátic~o y realista a la hora de las graves decisiones.

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Eracaso de la Constituyente Italiana de Montanellí

Pero el fracaso de los demócratas toscanos no cabe atribuirlo fundamentalmente a las diferencias personales cuanto, al igual que en el caso piamontés, a las dificultades objetivas internas y externas del conjunto de los estados peninsulares. Vistas las cosas unicamente desde la óptica toscana, el caracter tendencialmente republicano de la constituyente montanelliana era inaceptable incluso para buena parte de los demócratas toscanos; nada digamos para el Gran Duque cuya aplicación hubiera exigido su autoinTnolaciófl como Soberano.

Desde el punto de vista de la realidad interitaliana~ La fragilidad del plan procedía del caracter de Estado de segundo rango de Toscana, permitiéndose ahora aleccionar con su audaz estrategia a los más poderosos, sin olvidar, claro es, la cacofonía que nacía de la concurrencia de este proyecto con otros ya existentes, en concreto con el proyecto giobertiano de una Lisa Federativa y en seguida con el de los demócratas romanos formulado éste después de la huida del Papa.

A fines del ‘48 los acontecimientos de cada estado parecía que ponían en inanes de los demócratas una ocasión de oro difícilmente repetible en la historia para forzar la idea unitaria, por la nera coincidencia de sus titulares al frente de los gobiernos: Giobertí en Turín apoyado en los demócratas sardos; MontanelliGuerrazzi en Florencia; Xuzzarelli44flJniani en Roma empujados por el radicalismo democrático.. . Pero todo fué una desvaída ilusión y un anacronismo histórico, analizada la coyuntura desde Austria, Francia y en su caso también desde Espafla, encauzadas sus políticas por el repliegue y la restauración,

2 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000761

El proyecto, en principio, parecía llamado a fortalecer al partido demócrata en la península pero su rnera existencia era tmbién un factor de quiebra y de división entre éstos; una criba entre la derecha y la

izquierda demócratas entre sí . Además, en la medida en que procedía de Toscana parecía poner en cuestión la tradicional preponderancia que Cerdefla se atribuía a sí misma por una especie de derecho propio en los asuntos de la patria común y por el caracter laico de sus perspectivas que daba por definitivamente liquidado el poder temporal pontificio, el plan era inaceptable para Giobertí quien jamás podría aceptar dichos presupuestos

Para é8te segC¡n vinos antes (Cfr.3. 2,) la conservación del Pontificado en su estructura política y el protagonismo de las Coronas en el proceso hacia la unidad italiana eran dos objetivos irrenunciables; su proyecto de constitución dependía más del concepto de Liga de Príncipes que de la voluntad de los pueblos por ello prescindía del sufragio universal y restringía al máximo los poderes del eventual ente unitario,

En el extremo opuesto de la crítica a la Constituyente toscana estaban los mazzinianos quienes al observar las correcciones practicadas por el propio Montanellí a los principios por él mismo antes enunciados, decidieron oponerle tenaz resistencia mediante campaflas propagandísticas en el centro de Italia. A su vez, los demócratas romanos, al comienzo ti rrtdamente pero más tarde empujados por el vértigo de su propio proceso resiolucionaric, se apropian de la idea de la Constituyente italiana pero trayéndola a Roma pues en sintoní a con Nazzini creen que a la Urbe por antonomasia le asiste un congénito derecho de ubicación de su nacimiento, adelantándose por afladidura a los toscanos en la convocatoria de dicha asamblea.

2 CONGRESO CATOLICO; RECHAZO N2 000762

Definidas así las limitadas posibilidades de la Constituyente toscana inicia ésta con gran cautela su iter negociador; ya en el programa del gabinete democrático de Florencia leído ante el Parlamento el 28 de octubre el prograna máximo del discurso montanelliano de Livorno estaba muy rebajado; se quería deshinchar el miedo de los adversarios del proyecto; Montanellí diría ante los parlamentarios que su iniciativa no quería ser un acto de enfrentamiento sino de amistad lanzado desde Florencia a los pueblos amigos de Italia.

En esta misma línea de moderación, a los pocos días, una Circular del gabinete a sus representantes en las demás Cortes de Italia establecía que las negociaciones de dicha la Constituyente discurrirían por los cauces diplomáticos regulares. Con todo, la concesión mayor de los demócratas toscanos al proyecto residí a en el punto n~. 12 de la Circular que toleraba la existencia de dos estadios en la configuración de la Constituyente, prebélica una y postbélica la otra (141).

Este repliegue táctico de Montanelli Guerrazzi vaciaba evidentemente de todo contenido revolucionario su plan y se acomodaba a las miras del

Piamonte que, al menos en esta fase del Risrrgixnento 1 entendía las iniciativas unitarias como acuerdos preparatorios en provecho propio para recabar ayuda militar de los demás en su guerra de liberación contra Austria, Sin embargo, ni siquiera esta importante concesión toscana fué suficiente para derribar los obstáculos que materializaran un acuerdo político entre Florencia y Turín.

Más arriba describimos sumariamente (Cfr. 3.2,) las negociaciones de los emisarios sardos, Roselliní y Berghini en Florencia Montanellí y Giobertí multiplicaron en las mismas toda suerte de habilidades y reservas mutuas,

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incapaces de ser superadas, a pesar de su incuestionable e idéntico patriotismo unitariol al paso que el abate sardo juzgaba como utópica y contraproducente la Constituyente democrática de los toscanos, Montanelli se siente decepcionado por el dinastisirio y conservadurismo del dirigente sardo y, sobre todo, proyecta inconscientemente un cierto tenor al hegemonismo sardo de la mejor tradición toscana, particularmente, cuando Giobertí, según lo veremos enseguida, oferte sin previa demanda toscana un ejército piamontés para las necesidades defensivas de ésta.

Las propuestas de planes constitucionales entre Giobertí y Montanellí han de quedar postergadas por otras cuestiones más urgentes como son la guerra contra Austria para Giobertí y el desquiciamiento político de Italia central a partir de la proclamación de la República Romana y la veleidad toscana de fundirse con ella, De ahí que Giobertí simultanee con sus preocupaciones constitucionales iniciativas militares, ofertando tropas sardas a quien las necesitare; con esta intención solicitó de Florencia la autorización de tránsito del ejército piamontés a las Legaciones

Montanellí ante tan sospechosa y venenosa oferta, demasiado consciente de las nefastas consecuencias que de su negativa pudieran seguirse en momento de tan intenso aliento patriótico unitario entre todos los demócratas de Italia, accede a autorizar el tránsito as{ coito a la demanda de Giobertí de que en el primer estadio de la Constituyente Italiana los diputados a ella asistentes fueran designados por los actuales gobiernos en vez de por sufragio universal.

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El cauto pisano a su doble concesión aflade de su parte dos muy reveladoras matizaciones que el permiso de tránsito de las tropas sardas por Toscana siga al resultado de las negociaciones sobre la Constituyente y que en el acuerdo sobre esta última, el mandato de los diputados en el segundo estadio esté abierto a cualquier cuestión~ en contra del pensar de Giobertí siempre remiso a que la Constituyente abordara problemas internos de cada estado <142>.

Este forcejeo preciosista, de caracter casi cortesano, en torno a la Constituyente entre los dos gobiernos democráticos pierde todo sentido, al menos para Giobertí, a partir de mediados de enero del 49 cuando los acontecimientos romanos obligan a plantearse la crisis de la Italia central en términos de una eventual intervención armada. En este preciso instante le será brindado al Papa un contingente sardo, requiriendo de los toscanos su incorporación a dicha Liga militar; pero más tarde, también se le ofrecerá al Gran Duque en abierto conflicto con su gabinete, idéntico disuasivo militar, esta vez naturalmente, pensado para actuar contra los demócratas de Florencia.

Las mismas alarmantes noticias que llegan de Roma, en la medida que en Turín provocan un reflejo intervencionista en Italia central, en Florencia donde la conmoción no es menor, están en el origen de una crisis interna de caracter institucional de enorme gravedad El íg de enero se supo a orillas del Amo que las elecciones romanas convocadas para el 22. de enero de estar destinadas hasta la fecha únicamente para elegir diputados para una Constituyente Romana se convertían de súbito en elecciones asimismo para otorgar la diputación a los representantes romanos para una Constituyente Etaliana; es decir, el mismo proyecto acariciado por Nontanellí sólo que realizado por los romanos.

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Esta nueva aceleración política obligaban a todos los protagonistas de la política italiana a revisiones gravísimas y a iniciativas arriesgadas que ponían una vez más en el centro de discusión: o la primacía de la negociación política o la conveniencia de la intervención militar. Si éste fué por las mismas fechas el ni~cleo de la disputa dialéctica del representante espafol en Turín con el gobierno sardo ya comentado , éste habría de ser también el caso del representanto de Isabel II con el poder florentino

La representación espaflola a orillas del r~o Arrio

El fresco de historia toscana de 1848 que estamos incorporando a nuestro trabajo — argumento válido asimismo para el Piamonte — podría justificarse con todo rigor por si mismo, dada la entidad política del caso toscano en el conjunto de las revoluciones italianas del alio, logrando así el objetivo nada desdeflable de no reducir el proceso revolucionario de 1848—49 al caso de Roma, sino dejar bien sentada la complejidad de situaciones y la convulsión emocional vivida en cada uno de los estados de Italia.

Pero además la diplomacia espaifola se vió estrechamente confrontada al proceso político del gobierno democrático Montanelli--GUSrraZZi por las mismas fechas que con el de Giobertí en virtud del doble hecho de la iniciativa de Madrid de organización del Congreso católico en auxilio de Pío IX y la presencia de una delegación diplomática espaflola en Florencia, de forma que el curso de notas de protesta y de aclaraciones recíprocas sucedidas en la corte de Carlos Alberto volvieron a repetirse en un

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paralelismo perfecto en la del Gran Duque Leopoldo II. También aquí, negativa toscana al Congreso católico propuesto por Espafla; protesta por la presencia naval espaflola en aguas de GaetL’~ y amistosa reconducción final del incidente.

Reouérdese que Toscana fué uno de los estados que en la primavera últiS había reanudado sus relaciones diplomáticas con la corte de Isabel II y que el ministerio de Estado hubo de proceder a organizar la delegación espaflola de Florencia. en principio, de la mnisna forma que la del resto de las delegaciones extranjeras con quienes se anudaban nuevos vínculos, abstracción hecha del rango e importancia de cada nuevo estado.

Quizás tuera el entusiasmo inicial por el crecimiento de las delegaciones extranjeras en Madrid y la consiguiente consolidación de la Corona isabelina que ello conlíevara, más que razones de tipo práctico, las que determinaron al gabinete de Narvaez a proceder a la reapertura de la embajada en Florencia con el personal diplomático y la infraestructura de cualquier otra delegación, si bien de rango y categoría menor que la de Turin ya que su titular no pasaría del escalón de ministro residente frente al de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del de la Corte de Carlos Alberto de Cerdefa.

El 22 de mayo una comunicación del ministerio de Estado notificaba a Miguel Tacón y García, Marqués de Bayamo, secretario de embajada en Londres y en la circunstancia además ministro residente por la ausencia de Isturiz de la Corte de Saint James, su elección para representar a Espafla ante 5 . A. R. el Gran Duque de Toscana (143). Una Real Orden del 6 de junio formaliza el nombramiento para Florencia con el rango de Encargado de

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Negocios <144) y otra del 2’? del mismo le sitúa de forma definitiva en el escalón de Ministro Residente (145).

En la nueva etapa de relaciones hispano— toscanas, al parecer, éstos últimos, procedieron con más modestia o quizás con más sentido práctico sobre la viabilidad de la representación de tan pequello estado; lo cierto es que desde la actual reanudación de relaciones con Espaifa, la administración toscana encomendaría a la Corte de Turín asumir su representación en Madrid de forma que el embajador sardo Conde Montalto recibe las instrucciones pertinentes de su ministro de Asuntos Exteriores Pareto a fin de que establezca correspondencia oficial a Florencia con el Príncipe Corsiní <146>, Espafía habría de sacar las consecuencias de esta situación, y guiada por el criterio de la sagrada ley de la reciprocidad en las relaciones entre estados, a fines de diciembre de 1849 suprimía la legación espaflola en Florencia <14?>.

En este breve y efiniero paréntesis de un aflo, al Ministro Residente Miguel Tacón que asume la representación y aefensa de los intereses espafloles en Florencia el 8 de noviembre (148>, le es dado observar y vivir una interesante experiencia política con el variado y complicado proceso de una revolución democrática que se quiere líder y pionera para toda Italia, una huida del Gran Duque de sus estados, la ocupación del país por el ejército austriaco y la restauración definitiva del antiguo Soberano en el poder.

Su instalación en Florencia al frente de la delegación espaflola tiene lugar a los pocos días de la ascensión al poder de Hontanellí y Guerrazzi y la iniciativa del gabinete Narvaez de organizar un Congreso católico en ayuda del Papa coincide con el nomento álgido de las negociaciones y forcejeos entre Turín y Florencia sobre los

a CONGRESO CATOL 100; RECHAZO N2 000768 proyectos federativos de unidad italianas arriba descritos, Según esto, ¿cómo pudo contemplar la iniciativa congresual espaflola el gobierno democrático toscano?.

Florencia se suma a Turin en la opositión al CongresO espaflol

El 3 de enero dei. ‘49 el Ministro Residente espailol daba lectura a Montanellí que era, además de Presidente del Consejo, titular de Negocios Extranjeros, de la Circular del Marqués de Pidal del 22. de diciembre último (149>. Siendo la primera reacción igualmente negativa que en Turín es acaso algo más distante, sin duda, por tener esta administración una política romana menos definida y todaví a en fase de ej ecuoión que era tal el caso de Giobertí.

Montanellí en su primera y muy impresionista reacción se permitió objetar el mal xnoxnento elegido por Espafla para tal plan, pues parecía pretender interferirse en el conflicto entre el Papa y sus súbditos, ahora que la dirección política de Roma parecía encauzar la situación hacia la organización de una Asamblea Constituyente Romana.

Del diálogo montanelliano transcrito por Tacón se desprende de forma clara la filosofía política del dirigente democrático toscano, independientemente del azaroso curso de los acontecimientos que han de seguirse Dando pábulo a cierta retórica, formula varias hipotéticas salidas al conflicto romano rayando algunas en la ciencia ficción y nacidas otras seguramente de su acreditado discurrir cáustico ¿ué pensar por ejemplo cuando se plantea la posibilidad de un retorno a la situación del gabinete Rossi antes del 16 de noviembre o cuando especula sobre la

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estabilidad que para los gobiernos pontificios pudiera seguirse de una fórmula jurídica más clara sobre la separación de los asuntos espirituales y temporales, introducida en el Statuto Fondamentale del pasado marzo?

Especulaciones dictadas con sobrado humor o con excesiva reserva, el fondo del pensamiento de Montanellí aparece con más fidelidad en esta otra serie de puntualizaciones, a saber, de que si la situación romana es

“obra de una muy corta minoría” , parece innecesaria la intervención espaf~ola o la de cualquiera otra potencia, simplemente por excesiva; si, por el contrario, fuera obra de la mayoría de la población, sentencia el jefe demócrata, es de “presumir que 5. Santidad será el primero en respetar la voluntad de los habitantes de sus Estados”.

La réplica de Tacón no carente de entereza y que le inpulsa a un terreno quizás más allá del límite de las instrucciones recibidas, se atreve a pisar el umbral de la validez de los principios democráticos. Democracia por democracia, objeta el espaflol, ¿quién puede garantizar el normal desarrollo de las elecciones a la Constituyente Romana “por cuanto muchos se retraerían de tomar parte en la votación por temor y no pocos por escrúpulos de conciencia”, con lo cual el órgano legislativo no seria otra cosa que expresión de una minoría violenta?

Pero la batería de mayor calibre que Tacón debía desplegar era el argumento fundamental del planteamiento pidaliano, eje legitimador del Congreso católico ideado: ¿quiénes eran los romanos, “una parte comparativamente tan pequeffa como son los Estados Pontificios” para decidir de la suerte de un “interés tan vital para toda la Cristiandad”? <150).

‘O CONGRESO CATOLICO: RECHAZO N2 000770

De tal divergencia de posiciones de principio fácil es suponer el tenor de la respuesta oficial toscana. Esta no llega hasta el 15 de enero, según supone Tacón, porque el gobierno en el discurso de la Corona en la sesión inaugural del Parlamento se había comprometido a que su política romana se conformara a la del resto de los estados italianos <151) y por ello no habría de resolver nada hasta conocer la aptitud de Cerdefla y Nápoles.

Despiste sorprendente y precioso lapsus calaini del representante espaflol, al yuxtaponer a estos dos reinos italianos como susceptibles de encauzar la línea revolucionaria del gabinete toscano, alineados como estaban Nápoles y Turín en la cuestión romana en los antípodas políticos y que a falta de otra explicación, se podría atribuir a la falta de sensibilidad política y de información precisa y de calidad en la que se movieron, al menos en los primeros días, los diplomáticos espafioles llegados a Italia <152>.

La respuesta oficial del gabinete del Gran Duque tras hacer justicia al “profundo sentintiento religioso que ha inspirado al de S. Majestad Católicafl lamenta verse obligado a rechazar la invitacion congresual. Dos razones se barajan en la argumentación, la primera, pone en cuestión la facilidad con que Madrid contempla el desglose de las cuestiones religiosas y políticas en el conflicto romano revelando una incongruencia latente en que la cuestión romana definida como cuestión religiosa por Espaifa se pretenda confiaría a un Congreso de políticos. i4ontanelli zumbón renata su reflexión con una boutade: “si. de hecho, la reunión propuesta fuera un asamblea que solvente cuestiones religiosas, más que un Congreso sería un Concilio”.

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Conclusión sustancialmente vulnerable en labios de un liberal demócrata, en primer lugar, porque nadie como sus correligionarios habían insistido tanto en la necesidad de la separación de la esfera religiosa de la temporal en Roma y, en segundo lugar, porque si extraifo y

rechazable resultaba el Congreso ideado por Espafia — al fin y

al cabo por los métodos de la diplomacia tradicional — lo sería por alguna otra razón silenciada a Tacón pero no por la naturaleza misma de las cuestiones planteadas~ ¿qué otra cosa debería resolver la asamblea Constituyente Romana tan querida al gabinete toscano sino lo mismo que el Congreso espaflol, a saber, la eliminación o la conservación del poder temporal pontificio?

Lo que cia verdad subyace en la mente de Montanellí es su convicción de que en la crisis romana la única vía idónea para la solución del problema es el recurso al órgano de la soberanía popular aunque las garantías democráticas de esta Cámara fueran bastantes aleatorias, al paso que se rechaza la ingerencia de los estados católicos por vía diplomática.

El segundo argumento de Montanellí contrario al Congreso espaifol nace del temor que le inspira que el ánimo intervencionista de los estados católicos desplegado por vía diplomática se traduzca luego a una intervención armada extranjera en Italia, creándose al cabo el mayor obstáculo en la reconciliación del Papa con sus súbditos e infringiéndose un mal a la religión “que debe ser protegida por la piedad de todos los Príncipes y todos los gobiernos católicos” (153>, argumento, como puede observarse, sumamente certero y clarividente.

Sorprendente comentario el de Tacón al hacer observar a Pidal en el despacho informativo sobre la entrevista, su sorpresa de que Montanellí mencionara el

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Sr, CONGRESO CATOL 100; RECHAZO N2 000772

peligro de una intervención armada cuando nada de esto mentaba la Circular del gobierno espafol (154) ¿cómo podía no advertir Tacón que en otro despacho del mismo día se le comunicaba el envio de la flotilla a aguas de Gaeta?

Protesta toscana contra la flotilla pronto retirada

A los cuatro días de la respuesta toscana a Tacón con la negativa a sumarse al Congreso espaifol, Montanellí envía otra nota fechada el 18 de enero y dirigida al Cuerpo Diplomático acreditado en Florencia, protestando por el envío a aguas de Italia de una flotilla espafiola con mil hombres a bordo, El paralelismo con el documento de idéntica naturaleza nacido en Turin y comentado más arriba CCfr 3,3,> no puede ser más evidente y en este caso además se puede probar el papel de inductor jugado por el gabinete sardo. Aun a riesgo de ser x-epetitivos, nos parece oportuno sobrevolar sobre estas notas hispano—toscanas a fin de libar algunas interesantes reflexiones,

Aunque el texto de Montanellí está concebido en sus expresiones formales como manifestación de sorpresa <“sorpresa grandiasina”) <“del tutto incomprensibile”>, más que de protesta tiene toda la gravedad de estar dirigida “a todas las naciones de Europa” y de formular contra el gabinete de Madrid una acusación de incongruencia al considerar a Espatia capaz de promover simultáneamente para Roma dos soluciones contradictorias, política una y militar la otra, Todo de un miinetismo ejemplar a lo que Giobertí ha formulado,

Pero en la intencionalidad del texto no es esto lo decisivo; mucho más lo es reivindicar una solución italiana para la crisis romana en virtud de los

a CONGRESO CATOL 100; RECHAZO N2 000773 sagrados derechos de la nacionalidad italiana; un párrafo sintético resume el todo de la posición de Toscana contra la flotilla hispana: “la convicción universal del espíritu del Santo Padre y la naturaleza de las relaciones diplonáticas entre el gobierno toscano y el de Espafla hacen completamente ilflcoTnprensible una expedición armada, la cual si se diese no podría menos de ofender los derechos de la nacionalidad italiana”.

La declaración quiere ganar terreno político protestando por adelantado a toda hipotética ingerencia exterior en la Península. La crisis de los Estados Pontificios podría reconducirse a buen fin, “italianamente”, sin el recurso a intervención extranjera alguna; el intervencionismo de los no italianos sería un factor absolutamente negativo y que tendría una importancia profunda en la medida que podría ser el comienzo de desventuras no sólo en los Estados Pontificios sino en toda Italia. De ahí la grave conclusión: “MI para el gobierno del Gran Duque es n~nos increíble una intervención espafola cualquiera que sea la adhesión del Santo Padre”.

En un ejercicio de identificación de los responsables del proyecto de armada, las miradas del gobierno florentino, dice el texto toscano, se tornan no hacia Madrid sino hacia Gaeta. En la plaza militar gaetana el representante del Gran Duque se afana en la búsqueda de una solución de la crisis romana armonizando los principios políticos de su gobierno, con los derechos del pontificado y con las exigencias de los tiempos actuales, entiéndase, resolviendo la crisis en clave liberal—constitucional e italiana.

Sin embargo, el resultado parece que ha sido justamente el contrario, el de la intervención extranjera. De entre los eventuales protagonistas de la

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constitución de la flotilla espaflola, ¿de quién es la culpa, de Espaf~a o del Papa? Montanellí no se inclina expresamente por ninguno de los dos, Excluye al Papa como hipótesis imposible y no culpabiliza a Madrid.

Esta alusión a una eventual complicidad de la Curia papal aunque formulada cono hipótesis no credible, dado que ocupa gran parte de los párrafos del texto de Montanellí, nos produce cierta perplejidad y su comprensión alguna dificultad. Como explicación particular no se nos ocurre otra cosa que suponer una elevada dosis de ironía o de irrespetuoso cinismo en Montanellí, sobre todo, al describir el supuesto estado de ánimo de Pi o IX sobre una intervención espaf%ola inmediata; “El sentido nacional y el corazón profundamente italiano de Pío IX son la más grave protesta que pueda hacerse contra semejante acontecimiento y ciertamente ningún estado italiano podrá creer jamás que haya sido él quien espontánea y libremente haya invocado” <155>.

Aunque la Iniciativa de la flotilla sea de hecho, según nos es sabido, exclusiva responsabilidad de Madrid, en lo concerniente al estado de ánimo de Fío IX la verdad está justamente en lo contrario de lo que describe Montanellí. Ahora bien, es difícil suponer que éste contando con un ejemplar y prestigiado embal actor en Gaeta Bargaglí desconociese en estas fechas el giro radical de Fío IX y de la Curia en la valoración del fracasado ensayo de apertura política del inmediato pasado. Entonces, ¿qué otra cosa podía buscar Toscana ante la opinión diplomática europea con las sorprendentes fórmulas del texto de protesta sino condenar sin decirlo a Espafia y acusar al Papa recordando su inmediato pasado y fingiendo ignorar el nuevo rumbo de la política de Gaeta?

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Tacón reaccionó ante el escrito de

Montanellí con sorprendente rapidez — “ en el acto, según su propia expresión — aun consciente de que la redacción escrita de su respuesta no fuera todo lo cuidada que la circunstancia lo exige pero “juzgando de la mayor importancia el que ni réplica fuese instantánea”. Además de manifestarle claramente la “dolorosa sensación que en su ánimo ha producido la protesta ante toda Europa, la queja del embaj ador espafiol se centra en no haber sido previamente advertido, conociendo aonio conocía Nontanellí por conversaciones anteriores, el fondo del plan espafiol; por ello le reprocha “¿podía el infrascrito presumir que se formulase un acto tan importante como el que se trata, sin pedirle siquiera explicaciones a2lIi6toSaS u oficialesa acerca de la noticia que la ha motivad-o?”

El hecho es que si Tacón no puede argumentar con más fuerza, como sen a el replicar a Montanellí que al trasladarle la invitación al Congreso católico ya le había comunicado asimismo el envío de una flotilla hispana a Italia “sin otro objeto que el de proteger en cualquier evento la sagrada Persona del Jefe de la

Iglesia”, como ahora, tras el. incidente, así lo hace, ES porque anteriormente ha habido un silencio culpable de su parte.

¿Por qué al comunicar la Circular de la iniciativa congresual no se decidió a comunicar en el mismo instante el envío de la flotilla dado que simultáneamente se habían adoptado en Madrid ambos resoluciones? Una respuesta seria, decir que Tacón se atuvo estrictamente a las instrucciones de su gobierno que nada le indicaban al respecto y otra más convincente sería, constatar que Espafla no quiso dar un caracter igualmente público a la segunda resolución1 gesto táctico motivado seguramente por el amedrentamiento, aunque a la postre equivocado ya que al

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conocerse ahora el proyecto — ¿cómo ocultar una flotilla de

siete buques y mil hombres? — por vías no oficiales provocaba la irritación de Turín y Florencia y era explotada por éstos para protestar clamorosamente.

De todas formas, la actitud de Tacón no carece de firmeza ya que lo que solícita de Montanellí no es cualquier cosa “confiado en que las explicaciones que ha

tenido la honra de dar ( ... ) serán ampliamente satisfactorias al Gobierno de E. Alteza Real, ( rogándole tenga a bien retirar la protesta cuyo vicioso fundamento se lisonjea no podrá menos de reconocer” (156>,

Lo sorprendente es que Nontanellí accede plenamente a la petición del espaf~ol. Poniendo el énfasis en que los términos elegidos para la protesta cuidaban mucho de evitar la ofensa a un gobierno amigo y reconociendo asimismo la suma delizadeza de los términos de la réplica de Tacón, concluye que, dado que el gobierno toscano habí a protestado sobre un hecho hipotético, “la protesta misma es un acto que cae por sí nrtsxno y queda como inexistente apenas desaparece la causa que lo determina” (157>,

En esta comunicación reconciliatoria de Montanellí a Tacón y en la entrevista entre ambos del día 20 se desvanecen las i~ltimas dudas sobre la razón profunda de la protesta Toscana: la solidaridad e incluso la dependencia de Florencia de su homónimo gobierno de Turín; conceptos políticos algo distintos pero elegidos por cada protagonista con idéntica finalidad para censurar la política espafiola y curial

Montanellí se expresa más bien en términos de solidaridad a la que se deben forzosamente los gobiernos italianos, por lo cual, ante el hecho de la

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protesta sarda del día 13, no cabí a a Toscana seguir una vía diversa. Por su parte Tacón quien seguramente al resumir por escrito la conversación con el pisano la reinterpreta, insiste más en las presiones de Giobertí: “su protesta fué únicamente accediendo a las apremiantes instancias del Gabinete de Turín que así lo exigía y al que no podía negarse a complacer en todo lo que tuviese relación con la cuestión italiana por ser el único apoyo con que contaba la Toscana en el caso que consideraba muy inminente

de una invasión por parte de Austria .

Un último fleco derivativo de la protesta toscana habría de ser neutralizado por Tacón. Mons, ]‘fassoni, Encargado de Negocios de la Santa Sede en Florencia, también en esto en paralelismo con el Nuncio Mons. Antonuccí en Turfn, se interesa vivamente por el desarrollo y el desenlace de la polémica hispano—toscana, no lo olvidemos, con el Papado en medio y solícita del espaflol información autorizada del asunto al que éste accede con gusto.

Cuando el prelado se entera con evidente satisfacción de la retirada de la Nota de protesta toscana contra Espafla, queriendo lógicamente neutralizar los efectos perniciosos de la primera protesta con un acto correlativo del mismo rango, sugiere a Tacón “exigir de este Gobierno haga a las demás Legaciones Ertranj eras igual comunicación que a la de mi cargo . .“, En efecto, si la protesta de Montanellí había sido ante todos, la rectificación también debería serlo; en todo caso Tacón entendió que no era a él a quien correspondía solicitarla~ “no me ha parecido prudente ceder a su consejo < . . . ) tanto porque su negativa podría ocasionar un compromiso al de la Reina N. Seflora. cuanto porque < ... > el gobierno de E. Majestad queda en plena libertad de hacer de ella el uso que en. su sabiduría estime nts conveniente” <158>

8 CONGRESO CATOLICO; RECHAZO NS 000778

Grave crisis política en Florencia

El fin de la polémica hispano-toscana coincide con el comienzo de un acelerado proceso revolucionario en Florencia apenas se supo aquí el 19 de enero que las elecciones a la Asamblea Constituyente Romana del día 21 habían sido consideradas asimismo como elecciones para una Constituyente Italiana~ La noticia causó una extraordinaria imipresión en la opinión pública y ésta fué magnificada y atizada en la calle por los círculos radicales más activos, sobre todo por el Circolo Popolare por lo que el acontecimiento significaba de tácita invitaqión a los demás estados italianos a adherirse a la iniciativa romana.

El gobierno toscano no era justamente en esto en lo que sofiaba; sus planes estaban mucho mejor reflejados en la misión encomendada al emisario extraordinaria La Cecilia enviado poco antes a Roma a sondear la creación de un reino en Italia central de signo democrático bajo la presidencia de). Soberano toscano ahora que Roma era una monarquía acéfala (159>.

Pero dado que ahora Roma se adelantaba a los acontecimientos, no cabía otra cosa que sumarse al carro de la revolución. El día 21 Montanelíl presentaba un proyecto de ley para la elección de treinta y siete diputados toscanos para la Constituyente Italiana. Leopoldo II dubitante y asustado, casi entregado a los consejos del representante inglés Eamilton y coaccionado por los ministros que le amenazaban con la dimisión en caso de resistencia, consintio en que la ley fuera presentada al parlamento; en el silencio de la resignación nació quizás su resolución de imitar a Fío IX huyendo de sus dominios <160>.

§ CONGRESO CATOL 100: RECHAZO NS 000779

La ley votada en la euforia hacia volar a pedazos el marco constitucional monárquico fijado hacia casi un aflo; los diputados moderados casi mudos en el debate se plegaban timoratamente; uno sólo de entre ellos se atrevió a formular la venenosa y decisiva cuestión: los poderes de los diputados enviados a Roma ¿tenían la facultad de anular la autonoitl a de Toscana y de despojar de su corona al Gran

Duque? Nuestra conciencia — concluía el abate Lambrusohiní — nos impide dar el asentimiento a tal proyecto <161).

El Gran Duque consciente de lo que le venía encima resolvía de seguido abandonar Florencia iniciando una peregrinación por sus dominios en una tactica de alejarse de las presiones de la capital y ganar tiempo antes de adoptar la definitiva resolución, que la condicionó a la consulta al Papa sobre si la sanción de la citada ley de Constitución Italiana le acarrearía las sanciones eclesiásticas establecidas por Fío IX para los romanos <162>,

Establecido el 30 de enero en Siena es perceptible en su comportamiento cierta doblez ya que ante Montanellí que le urge a retornar a la capital y estampar su firma preceptiva en la importantísima ley, el Gran Duque pretexta motivos de salud cuando en realidad está a la espera de la respuesta pontificia a su consulta moral, Esta llega el 5 de febrero en los términos que cabía esperar: la Constituyente programada era ilegítima pues nacida de la violación de los derechos de los Príncipes italianos entre ellos los del Papa (163),

Así la tarde del ‘7 de febrero una carroza trasportaba al Soberano al punto de costa Porto Santo Stefano donde el piroscafo inglés Bulldog puesta a su disposición; todavía debe esperar trece días más para acoger al desconcertado Duque totalmente desbordado por las circunstancias, Con todo todavía ha de transmitir dos cartas

10 CONGRESO CATOLICO; RECHAZO N2 000780

a Nontanellí confesándole que no quería que ni él ni sus súbditos incurriesen en las censuras papales derivadas de la promulgación del proyecto de Constituyente y puesto que esto provocaba los ánimos de tantos prefería estar alejado de los acontecimientos (164>,

Pero la resolución final fué la huida de su Ducado, El 22 de febrero Leopoldo II desembarcaba en Gaeta; no era la corte pontificia, particularmente en esos días1 el mejor sitio para recibir desapasionados consejos, pero sí un buen lugar para reconfortar el decaído ánimo con su colega Soberano el Papa. Repetidas peticiones dirigidas desde esta plaza a su imperial primo Francisco José II de Austria solicitando una intervención restauracionista y amistosa de sus tropas en el Ducado rompían las i5ltinas .1 amarras del Gran Duque con la revolución democrática toscana que fué derrocada por una insurrección antidemocrática y proleopoldina en abril, aun antes de que en virtud de la demanda de auxilio al Emperador el poderoso ejército austríaco invadiera Toscana en el mes de mayo <165>.

Giobertí quiere intervenir militarmente en Toscana

Los episodios acaecidos en el Gran Ducado desde el 22. de enero basta la fuga de Leopoldo II de sus estados exactamente un mes después, provocan en Turin una grave crisis ministerial con la caída del poder de Giobertí precisamente porque el abate, decidido a emplearse a fondo en la salvación de la monarquía toscana, se enajena la colaboración de su democrático equipo ministerial que hace de la oferta de esta ayuda militar el punto de cristalización de una crisis latente entre e]. abate con el rey y aquel con sus colaboradores,

11 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000781

Al hablar de las negociaciones sardo— toscanas emprendidas por Giobertí cuando llegó al poder bien por los conductos diplomáticos normales bien mediante el enviado extraordinario adelantado a orillas del Amo Roselliní (Cfr, 3, 2.>, ya hicimos observar que Cerdefla tenía una clara propensión a combinar las negociaciones políticas tales como el plan de la Constituyente con las cuestiones militares, siempre preocupado el Piamonte con las necesarias ayudas del resto de los estados italianos para la guerra antiaustríaca, ahora paralizada, pero cuyo reinicio seguía siendo objetivo de primerísiina urgencia para la izquierda sabauda

De hecho, cuando el gabinete Montanellí— Guerrazzi decide el 21 de febrero iniciar su aproximación a la Asamblea Romana, toscanos y sardos tenían sobre la mesa en fase de estudio y de negociación una propuesta de Giobertí del día 1>7 destinada a cuajar en un acuerdo militar entre ambos gobiernos; era la aplicación a la situación toscana del cambio de ritmo y táctica general de Giobertí, menos dado a partir de ahora, visto el agravamiento de la situación de Italia central, a conversaciones políticas y más decidido a la intervención armada.

La búsqueda de una concertación sardo— toscana en el ámbito militar no hacía olvidar a Giobertí sus netas políticas, siempre con el talante de suficiencia y de congénito hegemonismo con el que Cerdefia acostumbraba a relacionarse con sus estados hermanos, Esta vez, parece que Giobertí se excedió más que nunca y que las condiciones propuestas eran muy duras, pretendiendo larvadamente por lo visto atar en corto a la democracia toscana con reveladores detalles de ingerencia en la política interna, inaceptables para cualquier gobierno <166>,

2

p CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000782

Las condiciones se agravaron más cuando, Turín el 21 de enero, sin conocer la reacción de los toscanos a las primeras propuestas y desconocedor todavía de los acontecimientos coetáneos de Roma y Florencia y por ende independient nente de los mismos> enviaba otra propuesta elevando las exigencias del texto anterior; ahora se trataba de un borrador detallado destinado tras su negociación a convertirse en un mutuo tratado militar de perpetua alianza

ofensivo—defensiva (16?> . La urgencia sarda revelaba por encima de todo el temor al aislamiento de Giobertí ya

marginado por Gaeta por el Papado , y las enormes exigencias eran una prueba más del innato hegeminisito sabaudo.

La referencia a esta negociación, lógicamente abortada a partir de la nueva dinámica nacida en Florencia con la adhesión a la Constituyente convocada en Roma, parece necesaria si queremos entender la grave decisión política de Ciobertí de comenzar a preparar, apenas se supo en Turín a fines de enero de los sucesos de Florencia sobre todo de la huida del Soberano a Porto Santo Stefano, una intervención militar en Toscana.

Hay que convenir que la idea de la intervención fué exclusivamente giobertiana; que el llevarla a la práctica era extremadamente difícil y que Giobertí sucumbiendo a tal iniciativa, sellé de torna testimonial su estilo de hacer política; filósofo convertido a la acción, irás que ajustar su conducta a los acontecimientos, pretendía que los hechos se plegaran a su diseflo político teóricaileTIte trazado; ahora bien, la revolución y la Republica en Roma y en Toscana eran el desmentido más brutal a su concepción política de una Italia confederal~ luego no quedaba ante ellas sino la verdad de las armas <168>.

Sumamente hábil en la formulación teórica de sus proyectos, Giobertí atribuía a esta empresa invasora

3 CONGRESO CATOLICO; RECHAZO NS 000783

miríficas consecuencias positivas: los toscanos los recibirían como libertadores; Cerdefla habría logrado una reputación internacional de la que tan necesitada estaba, sobre todo ante los mediadores del armisticio sardo—austriaco Inglaterra y Francia; con este precedente de intervención en Toscana se podría ganar la confianza de Pío IX tratando de liberarlo de la tutela austro—borbónica <169).

Llaturalmente que tampoco faltarían los inconvenientes y riesgos; el fundamental estribaba en que la presencia de soldados sardos en Tosdana forzando de hecho la mano de su ejecutivo democrático, fácilmente hubiera podido provocar una brutal y sangrienta ruptura con éste, con lo que se hubiera consumado el definitivo distancianliento entre Florencia y Turín a despecho de la inspiración democrática de ambos gobiernos (170>.

Pero el obstáculo invencible vino del propio Soberano sardo y de colegas de ministerio de Gioberetí, solidarios en este punto con la oposición democrática parlamentaria y enfrentados al presidente del gobierno. Giobertí al final cte la crisis es un solitario vencido obligado a presentar la dimisión El que tras los acontecimientos, sus principales protagonistas Giobertí y el ninistro del Interior Rattazzi, hayan continuado mediante escritos la reyerta adobando a su guisa lo que realnente sucedido ( 15’1 ¾ tiene menos importancia que la conducta oscilante y débil del rey Carlos Alberto quien primero, informado por Giobertí del proyecto como convenía hacerlo a un monarca constitucional, nada parece que objetó al. respecto, para, más tarde, tras conocer el disenso del abate— presidente con sus ministros, dar marcha atrás (172>.

Concebida la intervención en Toscana como gesto de auxilio en favor del Gran Duque, el éxito estaba forzosamente ligado a la colaboración y aquiescencia del

4 CONGRESO CATOLICO: RECHAZO NS 000784

interesado, entonces ya en situación de semí—huldo monarca. Giobertí, la vi epera de hacer partí cipe de su proyecto a Carlos Alberto, se abría también confiadamente al embajador toscano en Turín Tanay de Nerlí, quien acogiendo la idea con gran favor y entusiasmo le faltó tiempo para escribir al

Gran Duque sobre el tema . La primera respuesta de éste a Tun n del 14 de febrero no sen a menos entusiasta ni menos favorable a la intervención; Giobertí pod~ a así contar con la decisiva baza del Soberano toscano pidiendo auxilio a Cerdefla <173>.

Sólo que la firmeza de posiciones y la ponderación de ánimo no eran las virtudes más sobresalientes que adornaban al atenazado Duque de Lorena. Agobiado por el ci5mulo de problemas que le creaba su incómoda situación de Príncipe semihuido, también esta vez, pide consejo a las Cortes de Nápoles y Gaeta sobre la conveniencia de aceptar po rechazar la ofenta sarda; éstas le desaconsejan vivamente la presencia militar piamontesa, esgrimiéndole el espectro de una dura reacción de Austria al respecto. El día 21. de febrero, con Giobertí ya dimitido, el rey Carlos Alberto recibía dos cartas del Gran Duque en las que éste enumerando diversos pretextos muy poco convincentes, daba marcha atrás de todo lo suscrito cinco días antes, rogándole benévolamente suspendiese la intervención militar sarda en su auxilio,

Como puntualización de esta caótica sucesión de los acontecimientos, quizás convenga ailadir que la explicación de la caída de Giobertj. no hay que buscarla sólo ni siquiera principalmente en escnitpulos de sus colegas de gabinete por la invasión toscana, decisión con la que en principio estaban de acuerdo, cuanto en el peligro del nuevo giro de la política giobertiana, demasiado distanciada del objetivo prioritario de los demócratas subalpinos — la prosecución de la guerra contra Austria — a la que esta nueva operación militar pudiese conducirles (i74) y también a

5 CONGRESO CATOLICO; RECHAZO NS 000785

la constatación a través de dicho incidente del formidable equívoco que latía en un equipo ministerial democrático presidido por Giobertí,

La salvación de la Corona toscana y el hostigamiento al republicanismo montanelliano, preocupaciones mayores de Giobertí, mostraban el tondo instintivamente conservador de su política, al considerarlas dignas de los mayores riesgos militares (175). >tientras que a los demócratas sardos, a pesar de su inquebrantable monarquismo, la disensión con los demócratas romanos y toscanos les parecía un precio político demasiado alto, El innato hegemonismo piamontés de uno y otro estado de Italia central no daba tanto como para suavizar estas divergencias de fondo,

La salida de esta significativa crisis subalpina será la reapertura de las hostilidades contra Austria como huida hacia adelante de la izquierda de Turín para rehabilitar su desprestigiado liderazgo de la causa italiana, A ella dedicamos un breve apartado de este trabajo más tarde,

Por lo que la potencial confrontación entre Cerdefia y Toscana significa para la inteligencia de la polémica de ambos reinos con EspaiXa, anotemos simplemente que lo que comenzó con ser un frente único antiespafiol de los patriotas demócratas de uno y otro gobierno con las notas inspiradas por Giobertí, fielmente seguidas por 2ffontanelli, eran manifestación bastante superficial de la identidad de políticas y mas bien instrumentos tácticos para mantener una solidaridad de fachada, que, confesémoslo, en política exterior era más viable y fácil en la medida que se trataba de evitar la creación de una Liga Católica (Spada) pero que en el proceso institucionalizador de la unidad a través de una Constituyente Italiana ofrecía insalvables dificultades,

6 CONGRESO CATOLICO; RECHAZO NS 000786

No era pues sólo la fuga del Papa el único factor a tener en cuenta a la hora de fundamentar los tradicionales deberes de los Soberanos católicos en la defensa de Fío IX hunillado por sus si5bditos. El Congreso Católico lanzado desde Madrid reflejo de generosos sentimientos filiales en Cerdefla y Toscana habla que insertarlo en una complejísima trama política revolucionaria con la nueva componente de la conciencia italiana cono factor determinante. Nacimiento y fracaso de la novedosa fórmula de gabinete giobertiano y crisis de régimen en Florencia con el Gran Duque igual que el Papa en huida. La gravedad del incidente diplomático hispano—sardo e hispano—toscano puede explicarse desde este contexto; así cono el rechazo del Congreso Católico espaflol y las ruidosas protestas por la presencia simbólica de la flotilla espaflola.

y 3,CONGEESO CATOLICO .,. notas NS 000787

NOTAS DEL CAPITULO TERCERO

3.4. LA TOSCAJA DBNOCR&TICA SE SUllA A LA PROTESTA SARDA CUITEÉ ESPADA

123 Ofrecemos una bibliografía básica y un tanto amplia ~el Gran Ducado de Toscana Ante todo, como fuentes bibliográficas: 1/ 5. CAMXRA!fI, II Gran Ducato di Toscana en AA.VV, Bibliografía dell’Etá del Pisorgimento iii honore AiX. Ohisalbertí, vol, II, 117—174, sobre todo págs 137—142; 8. CAY4ERANI, Xl Quarantotto in Toscana. Osservazioni ecl appunti bibliograflci, R.S.DR. (1939) 1499—1504; P, XARTINI, 11 Quarantotto in Toscana, apéndice bibliográfico preparado por E, GUID!, 2/ HistoriLs generales: Á,ZOBI, Storia civile della Toscana dad 1737 al 1848, Y, passixz~ O, BALDASSERORI, Leopoldo .11 Granduca di Toscana; 1,. CAPELLETTI, Austria e Toscana, sette luetrí di storia, 1824—1859; A, GORI, Storia della rivoluzione italiana nel periodo dalle riforne <1846—14 marzo 1848 3/ Fuentes publicadas: A, GERNARBLLI, Le

sventure italiane durante 11 pontificato di Pío TI . ~1 dag.Zi arciuivi intiuví dellultimo granduca di Toscana; A. SALVESTRINI, Leitere di Pío

IX alía granducheasa vedova di Toscana . .., Etudí Storici, 6 <1965) 55-99, 4/ Memorias; O. BALDASSERONI, Hemorie; O. CAEPONX, Ricordí e pensierí; O, MONTANELLI, Xenorie sull%Ttalia e specialnente sulla Toscana dad 1814 aid ‘anno 1861, 5/ Descripción amplia de los acontecimientos: C,SPELLANZON—E, DI ZIOLFO, Storia del Risorgirnento e dell’unitá d’Italia, Y—VII especialmente Y, 853—1022 y VII, 1—212; La diploniazia del regno di SardegDa durante la prima guerra d’.Indipendenza, Vol, 1: Relazioní col Gran Ducato di Toscana

1848 - aprile 1849) por C, PISCHEDDA; G. I4IARTIJA, Pío IX e Leopoldo II. 6/ Otros trabajos más pertinentes; R. MOSCATI, Austria, ]iapoll. e glí stati oonservatori. italianí <1848-1852);A, DE EUBERTIS, Giobertí e la Toscana; L. LOTTI, .11 veto di Leopoldo U alía lege sulla

Costituente, Raseegna Storica Toscana, 10 (1963) 159 — 170; 5. CAKERANI, Leopoldo II e l’intervento austriaco in Toscana (.2849) Archivio Storico Italiano, 10? <1949) 59—64,

124 SPELLA1¿ZON, III, 23—28 recoge retazos de la prensa toscana del momento abundando en tales sentimientos,

125 Y. MATUR!, Partití politiol e corren ti di panelero nel Risorgmniento en

iluove questioní di etoria . . 1, 43.

126 F, VALSECCHI, Diepotisno illuminato en ifuove questiotii di storia 1, 211, 226—227,

127 F, CURATO, II 1848 italiano ecl europeo en Nuove questioní di storia 1, 689,

128 CAEDELORO, Storia dell’.Ttalia moderna1 Uf: La rivoluzione nazionale (1846—1849), 138—144

129 SPELLANZON, III, 116—11’?.

130 SPELLANZON, III, 180, 18% 2>7’?, 458—464.

4 3 CONGRESO CATOLICO , ., notas, NS 000788

131 SPELLANZON, IV, 32,34,42,

132 SPELLANZON, V, 654, 861; MARTINA, Pío LX e Leopoldo II’, 114—116; CA1fl3ELORO, 212—214.

133 Todos los testimonios coinciden en describir a Leopoldo II como una personalidad débil, muy dependiente de sus consejeros aunque de una fundamental buena voluntad; parece cono si la personalidad del último

entrevistado inarcara el rumbo de la nave toscana: “ Da questí calloqul 11 granduca usciva eoosso, flnpreesionato, epaventato od antusiasnato, era trascinato facilzente a promeses generiche. Poi, altrí influsel distrugge vano le impreesioní precedentí, sincere ma superficlalí: vi nceva chi paría va par ultimo col sovrano” fals, si dans teus les temps, la noble tAche de díríger les aflaires bunalnes a exigé, paur le bien remplir, de plus hautes qualités, •c’est surtout á notre époc.be de transition qu’elle ráciame una grande fez-maté de caz-acUre, st qu’eIle demanda du caurage personnal poiar savoir au besoin prendre una résolution énergique ou entra mar oeux qul reculeraient devant le danger. Dr l’auguste voyageur & gui Ja me perneta de =“aire ial allusion est conplétexnent déshérité de tune et de l’autre”, LIEDEKERKE, 179,

134 En diversas notas entresacamos escalonadamente los párrafos más significativos del importante discurso de Livorno; uno de los párrafos más enérgicos es el que vincula revolución y nacionalidad: “La rivoluslone italiana O principalmente animata di nazionalitá. <.• .) Quindí a dar fox-za al Governí italianí non basta che sí tras!ox-ma ssero nel senso della libertÉ, perché1 la ripeto, la idea animatrice della nostra rívoluzione O la idea nazionale. 101 ci movenmo per eseere italianí indlpendentl, nol corabatemmo par questo 1 nostrí ma rtirl morirono grí dando Viva Italia. PersonIficare l’ltalia, avere Un Governo nazionale italiano, ecco l’anima della nostra rlvolrJzlOfle”. cit, por SPELLANZON, Y, 660—882,

135 Con la autoridad moral que le daba a Montanellí su condición de ex— combatiente, herido en la batalla de Curtatone, se permite criticar el

canino seguido en la guerra del ‘48: ». . . questo gran fatto della fondazione di un Governo nazionale dovrá precedere o segIJitarS la conquista della Indipendenza e la cacolata dello atranlero? rol abblazio creduto che non doveese sueseguire alía espulsione dello straniero, e questo fu II nostro errare fa tale. Non accusialDo II

popolo italiano, si non mancó a se atasco < , ..> Ka che cosa mancó a tutte queste forze, le qualí sorgevano per coaplere l’opera della 5 e CONGRESO CATOLICO ... notas NS 000789

nostra indipendenza? Nancó la unitá della direziona; quindí 11 non avere un Governo nazionale, 11 combattex-e coma Plenoirtesí, come Romaní, e non come Italianí, fu la causa par cuí questa grande impresa mnancava. La fondazione adunque del Caverna nazionale é neceesaria par

effettuare la ateasa impresa dell’indipendenza. ,,“, ibídem.

136 “Ka questa guerra, della guaJe é si grande II bisogno, cono la cuntinuerano nol sanza uno stendaz-do intorno al quale sí raccolgano le fox-za nazionalí, senza un punto al guaJe a nio

13? “ E questo centro, questo punto, questo atendardo non poesono esaere se non che quallí di un Governo nazionale”, ibídem,

138 “ Fax-cid lo credo che II bisogno supremo dell’Italia attuale ala che 1 Governí separatí italianí compongano una Dieta permn+~ ¿ente, c.he sin la

personifícaziona vivante dell’Italia ( ... ) la Italia non la vadíaino ancora in un Govarno cha si chiamí Caverna italiano; lzi un Parlamento che si clii ami Parlamento italiano; in un .klnistero cha si cliiami Ninistero italiano; in una Costituente che si clii ami Coatí tuente italiana; in un%4rxnata ube sí chianí Arriata italiana. Si tratta dunche di creare 11 Governo del Governí, la Costituente dalle Costituzioní”, ibídem,

139 “1 democraticí ven vogliono la fondazione del Caverna nazionale, vogliono elia 1 Governí itallaní, i qualí si associarano ad una rívoluzione cha si é chiamata nazionale, tondino la Nazi ene, altniinenti sarebbero atatí menzognerí fin dal principio. Noi dunche

dobbiano tutti cercare che presto si effettui questo voto ( ... ). [1 Governo toscano cosi acaparando al tre cha evrebbe guaclagnato una gloría inmortale, si sarebba esonerato da qualunche responsabí litÉ SarA fox-za cha tutti glí altrí Governí itallaní ne seguano lo aseapio. La patria di Dante, qualla che fu ae.mpre la terra della iniziative, comnincí ancora questo movímanto, convocando nel suc seno 1 rappx-asantatl di tutti glí Stati d’ftalia”, Ibídem.

140 Detallada descripción de la crisis ministerial que duró las dos semanas centrales de octubre con consiguiente disolución de las Cámaras, EPELLANZON, Y, 886-890,

141 Decía este artículo 12; “La Costítuente Italiana avrá due atad: 11 primo anterlore, 11 secando posteniore alía cacciata dello atraniero Tutte le questioní di ordinamento Interno della APasione non sí dovranno agitare se non cha nel di leí secando stadio, pobLé alía loro rísoluzione é nichleato II voto di tutto 11 popolo italiano, gran parte del guaJe non potrA eleggere 1 aval rappresentanti finché gano fol dolora della saz-viti) straniara~. . oit, por CANDELOBO, III, 308.

142 DI NOLFO, VII, 5—18,

143 Su presencia en Londres databa desde 1644 como Secretario de esta embajada, Expediente personal de .klguel Tacén y García, AlIAR, EXPED. PERS, Leg 236, n2. 13525.

6 3,CONGEESO CATOLICO .., notas N2 000790

144 Testimoniada esta Real Orden en un despacho de José Rebiet, nuevo Ministro Residente espaflol en Turin, Nebiet a Duque de Sotomayor, ng, 16, Turln 5/7/1848, ARR Estado, 8065—8066<1) y en AXAE, EXPED, PEES, Leg. 235, n~, 13525.También en AHN, Estado, Leg. 8065,

145 AMAR, EXPED. PEES. Leg 235, ng, 13525,

146 Pareto a Montalto, nQ, 2, Turln 22/6/1848, LS Madrid, busta 20, faso. 1, AS MAR.

14? El 10 de diciembre de 1849 quedaba suprmida la legación espaflola en Florencia y el 3/1/1850 el representante espaflol se despedía de SAR, el Gran Duque; noticias que constan en el expediente personal de Tacón, AMAR, EXPEL. PEES, Leg. 235, n9. 13525, 148 Tacón a Pidal, n9. 1, Florencia 8/11/1848, AMAR; H—Correspondencia, Italia 1613.

149 Tacón a Pidal, ng, 23, Florencia 4/1/1849, AMAR; H—Folltica, 5. Sede 265g,

150 Ibídem.

151 Tacón a Pidal, n2, 26, Florencia 15/1/1849, AMAR; E—Política, 5. Sede 2659, 152 Conviene subrayar que Tacón desde que ingresa en la carrera diplomática en la legación de Washington en 1825 no Labia salido del ámbito del mundo anglosajón

153 Montanellí a Tacón Florencia, 16/1/1849

154 Tacón a Pidal, n2, 2’?, Florencia 161111849, AMAS: E—Polltica, 5. Sede 2659,

155 Montanellí a Tacón, Florencia 18/1/1849

156 Tacón a Montanellí, Florencia 18/1/1849

15? Montanellí a Tacón, Florencia 20/1/1849 AMAR: 3—Política, 5. Sede 2660 (Ap. Doc. n2. 55>,

158 Tacón a Pidal n2. 28, Florencia 21/1/1849, AMAS: E—Polltica, 5. Sede 2660,

ri 3,CONGRESO CATOLICO .. . notas. NS 000791

159 Detalles de esta misión extraordinaria en SPELLAI¶ZON, V, lOOGss y DE ROLDFO, VII, 11—12.

160 MARTINA, Pío IX e Leopoldo II, 121~ DI NOLFO, VII, 20—21.

161 El diálogo acaecido en el debate parlamentario entre Lambrusohiní y Montanellí ilustra con brevedad el fondo conservador y revolucionario en que se dabatia la clase política toscana; argumentaba Lambrusohiní con enorme libertad, coraje político y grandeza de ánimo al tiempo que hacia profesión de liberalismo; “lelia indeterminatezza della i7ormula della legge díamo nol al daptitati che saranno eletti alía Ccstituente italiana, la facaltá di annullare l’autononia deglí Stati, di dic.hiax-are che la Toscana non é pu), cha Leopoldo II non regna pu>

sulla Toscana? . , . Ciascuno ha risposto nella sua coscienza, e no: abbiano nella cosciencia noatra creduto che b giuramentí presb ci impedissex-o di dir di ~Jfl, Al pasa que replicaba >(ontanelli en nombre del ministerio: Xl ministero ha proclamata la costituente italiana dando alía sola naziona italiana el diritto supremo di decidera tutte le questioní escondo le qualí dovrá esaer rbordinata. Tutti b diritti debbono cedere di fronte a quellí suprerní della narbona. < .. .> A nol pare vez-amente singalare che quando vi é atato un príncipe il quale ha datto: ia non tamo II giudizio della naziane italiana, lo compaz-iró davantí a leí, afírancata che sia, perché giudic.hi se le míe prerogative consentano con quelle della nazione; lo non so perché da noi debbano partire le reetrizioní” <. . . ) Siano tascaní o alano italianí? Se al bena dall’Italia converrá cha la Toscana ata, .2a Toscana saz-él Se alía nazione italiana sembrasee diversamente, clii

siete vol cha voz-reste reslatere al voto di ventitré nillioní? , , La paz-ola solenna di Italia é l’arbitra di tutte ¿e preragative”. El otro líder toscano Guerrazzi tuvo una intervención inspirada y sutil como dando a entender que no estaba excluí da la posibilidad de que su Gran Duque fuera el Soberano al menos de un reino de Italia central; rechazó la sospecha de que el nuevo camino llevase a una traición al Príncipe, terminando con estas hábiles palabras: “íd ninlstero ... ha creduto, crede a crederá senipx-e avez-glí persuaso un atto di gloria e di benevolenza, capace a procurargíl l’amore e la eterna riconoscenza di tutta la ItalIa” oit, en DI ROLFO, Vii, 28—30,

162 MARTINA, Pío IX e Leopoldo II, 122—125,

163 La respuesta negativa del Papa sobre la licitud de aprobar la ley que conducía a la Constituyente Italia era todo menos un escrito jurídico lleno de trías fórmulas; Pío IX sabía poner en semejantes circunstancias un patetismo y aliento sobrenatural de sacerdote en defensa de la libertad de la Iglesia; no pueden sorprender pues sus palabras: t4ltezza Realel prima di cori vez-e la presente abblaao celebrato la santa nasas ,. Se

164 Al fin el juego de escondite y huida quedaba ingenuamente desveladD en carta del Soberano a Montanellí: “La legge della Costituente italiana

non pud essere da rae sanzionata , Si tratta vra di esporre con questo atto me stesso ed 11 mio pasee a sventura zasaima quale é e 3CORGRESO CATOLICO ,., notas NS 000792

quella di incorrere io, e di tare incorrere tantí buoní toscaní, nelle

censure fulininate dalla Chiesa. .. to mi allontano della capitale ed abbandono anche Siena, onde non sia detto che per mía causa questa cittá fu campo di ostilí reazioni, Confido peró che il senno e la coEcienza del mio popolo sapranno riconnecere di qual peso sia grave la cagione che mi obbliga a dare 11 veto e spero che Dio avrá cura del mio diletto paese”, cit, por DI NOLFO, VII, 44,

165 Hasta cuatro misivas a Austria envió el vástago lorenés desde Porto Santo Stefano y Gaeta, tres a su prino emperador, mas una cuarta al general austriaco Radetzky, solicitando la intervención de las tropas imperiales en Toscana; quizás nada de ello hubiera sido necesario; en efecto, en el ínterin la situación interna toscana se volvió loca con el alejamiento de llontanellí y la instalación de un poder favorable al retorno del Soberano; pero las gestiones previas continuaron su curso y las tropas austriacas fatalmente hicieron acto de presencia; el resto del reinado de Leopoldo II estará sometido a la hipoteca de su complicidad en tan humillante acontecimiento: “Li Granduca amato e stinato fino allora coma ucino dabbena, é tagliato oggimnai alía nisura del duca di Nodena e del duca di Parma, e quando facesse niracolí non laveré di questa macchia né il nona suo né quello della fazniglia.. Sono atatí mali ricompensatí 1 toscaní che lo sostenvero”

166 La alianza militar incluía condiciones políticas muy precisas: ~linitazione della liberté della staznpa toscana, espulsione dei rapo bblicani dal granducato, esplicita pz-ofessione di fado por la mnonaz-chia coatituzionala e pez- l’unlona federativa, modificazione ministeriale con l’immissione del Capponi e del Naz-zuochí, rottura dalle ralazioní ufficiali col gavez-no provvisoz-io romano e astensione da ogní ostí lité vez-so Napolí”, cit. por FISCHEDDA, Relazioní col Gran Ducato di Toscana,,, La diplomazia del regno di Sardegna vol. 1, LXXII—LXXIII.

167 Disputa bistoriográfica en C,PISCJLEDDA, op. cit, LXX—LXXVIII.

168 “< Volava con la foz-za dalle ami quasí) constringere la política italiana a riporsí entro u quadra traccí ato dal suo pensí ero”, ÁNZILLQTTI, Giobez-tí, 345, cit. por DI NOLFO, VII, 120,

169 DI NOLFO, Y, 120,

170 “lI tentativo di intervenire militarmente pez- restaurare il granduc.s non é che l’ultino sfoz-zo pez- uscire da tale isolamento e pez- soffocaz-e la tamuta rivoluzione democraticoreppublicazia in pi eno sviluppo. Fallito ancla’asso, non rimane al Piamonte altra vía che qualla di giocare disperatamente, ma con ph) onore, la carta dalia guerra, spez-ando con u suo esempio di trascinare, come nel marzo ‘48, govez-ní e papal azíano dell’Italia centrale a quella solidan até pratica che il lavoz-bo diplomatico non é riuscito a concretare preventivamente», C, PISCEEDDA, Relazloní col Granducato di Toscana,,,, La diplomazia del regno di Sardegna . . . , vol. 1, LXXXVI. 171 La disputa surgió con la publicación por Giobertí del Rinnovanento civile d’Italia (1851); Ratazzi replicó en un opúsculo titulado 2 u 3,CORORESO CATOLICO ,,, notas, N2 000793

Fn torna ad al cune aseez-zioní cha si leggono nell’opera “Del rinnavanjento civile d’Italia» di V. Giobertí; el abate desde Paris no perdió la ocasión para contrarrepliar con otro folleto .Risposta a Urbano Rattazzi con una prolija narración de los Lechos, DI MOLED, VI, 121 y CANDELORO, III, 388.

1’72 En la explicación de Giobertí se barajan varios motivos para explicar el cambio de opinión del monarca: el escaso hábito del rey de soportar un primer ministro constitucional libre, independiente y con indudable personalidad; la poca simpatía que sentía por el Gran Luque de Toscana y sobre todo el haber observado una clara división de opiniones al respecto no sólo en la Cámara sino en el propio equipo ministerial. Sea lo que lo fuere, la crítica de Giobertí para con el Soberano difunto ea feroz en la medida en que el momento de ruptura entre ambos es contemplado como el punto fatal de las desventuras que siguen en cadena para Cerdefla: “Tradiva la Toscana cha lo aspettava nantenitore della franchigie, preservatore dalle ariní tedesclie, e si aflidava nelle ave px-amesse. Tradiva il Piamonte, abbandonandane 1.1 governo in nana ai zninistz-i, alcuní dei qualí flan ayean dato prova né di capací in política né di faz-ti contra la fazioní. Tradiva e rovinava l’Italia perché dalla presa posiziona nacque la rotta di ifovara, la pace di Xilano, la resa di Venezia, il sarvagglo risorto della penisola... Tradiva infine e precipitava se stesso, perché ftavara ed Oporto furono il termine fatale della vía par cuí si mise”, cit, por DI MOLED, VI, 132—134,

173 El Gran Duque pedía 4.000 hombres que llegaran con toda urgencia: “Dana le secours fraternal Ja vais la preniére démarche d’une coalition, d’una confédéz-ation italienne, paur le premier besoin, celví de compriiner la désoz-dre, sauver les propres pays, Italia entiére de la plus foz-nidable et destructiva des guerras, la guerra civile. Fuisse la cial vaus bénir de secours porté au fréra, aux pays qui vous en saz-ant étez-nellement recannaissants, Et que Dieu, gui pratéga la cause pauz- laquelle nous conbattons, gui est la sienne, calle de la raligian, gua l’on veut renverser at da l’ordz-e, que l’an se fait prasque glaira da détruire, vous donne la pérséverance et la faz-ce paur le sautian et la consarvation de naus taus”, cit, por DI NOLFO, VI, 124,

174 El general polaco Cbrzanowski que era comandante en jefe del Ejército estuvo presente en el consejo de ministros en que se debatía la cuestión de la intervención y planteó con raz6n la decisiva pregunta que se imponía: “Vogliamo nol combattere contro glí austriací, o contra glí italiani2”’, oit. por DI MOLED, VI, 130,

175 VAULI DI VESME, Relazioní con la Stato Pontificia.,, enLa diplonazia del Magno di Sardegna .. , vol. II, LXXXVI.

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r ABRIR CAPÍTULO CUARTO TOMO II