El Mito De La Furia Libertaria. Anarcosindicalismo Y Anticlericalismo En La Provincia De Guadalajara Durante La Guerra Civil Española (1936-1939)
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EL MITO DE LA FURIA LIBERTARIA. ANARCOSINDICALISMO Y ANTICLERICALISMO EN LA PROVINCIA DE GUADALAJARA DURANTE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1936-1939) Isaac Martín Nieto Universidad de Salamanca En la actualidad sigue siendo un lugar común en la historiografía la idea de que los anarquistas estaban detrás de la mayor parte de la violencia política desplegada durante la guerra civil en la retaguardia gubernamental. Los historiadores suelen aceptar, ciertamente, que todos los grupos políticos y sindicales participaron en la represión. Pero por lo general lo hacen justo después de atribuir a los libertarios la responsabilidad principal en los asesinatos. El problema es que esta visión casi nunca está basada en pruebas documentales, más allá de algunas vagas e imprecisas referencias a la naturaleza de la ideología libertaria. Es lo justo señalar, en cualquier caso, que no todos los historiadores que han escrito y escriben sobre la violencia revolucionaria comparten esta visión. Pero la verdad es que el tópico de la responsabilidad anarquista goza todavía de buena salud en ciertos sectores de la profesión. Tan buena como para que sea pertinente plantear un estudio de la violencia revolucionaria en un marco reducido como la provincia de Guadalajara que permita comprobar si el tópico se ajusta a la realidad o si no pasa de ser otro mito de la guerra. Y como dicho lugar común suele encontrar mayor espacio a la hora de explicar la violencia sobre los representantes y los símbolos de la Iglesia católica, el análisis estará centrado en la relación entre el anarcosindicalismo y el anticlericalismo. Encontrar pruebas de la pervivencia del “tópico socorrido de la responsabilidad anarquista”, como lo llama Julián Casanova, no es algo especialmente difícil. Paul Preston ha escrito recientemente que “los sentimientos anticlericales eran generalmente más intensos allí donde los anarquistas tenían más poder” y que “la ferocidad de la persecución del clero en Cataluña por parte de la FAI fue quizá mucho mayor que en cualquier otro lugar de España”. Un hecho que “no impidió, sin embargo, que se produjeran también graves ataques contra el clero en lugares en los que el PSOE era la fuerza política dominante”. Alberto Reig Tapia, por su parte, lleva tiempo sosteniendo 161 Actas del XII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea Isaac Martín Nieto la tesis de que la implacable persecución sufrida en la retaguardia leal a la República por el clero regular “parece ser que fue fundamentalmente protagonizada por los anarquistas”. Algo que no puede extrañar a nadie dado que los libertarios rebosaban de “un profundo idealismo religioso” que les convertía en “unos moralistas intransigentes para los cuales el fin justificaba los medios”. Aunque es cierto que el autor termina por reconocer que en la violencia contra las personas y las cosas de la Iglesia “también participó el resto de los sectores políticos republicanos”. Más allá va Jordi Albertí cuando estima que los anarcosindicalistas fueron los responsables principales del anticlericalismo desarrollado en la zona republicana porque las acciones “protagonizadas por los anarquistas contaron con una dimensión estratégica e ideológica superior a las emprendidas por los demás grupos” y tuvieron “una dimensión más trascendente”. De aquí que, aunque no todas las acciones violentas contra la Iglesia fueran ejecutadas por el anarquismo, la CNT, dice el autor, “puede y debe ser considerada el centro neurálgico de las acciones y de las estrategias que dieron lugar a la persecución religiosa en la retaguardia republicana”, lo que convierte a la sindical libertaria en la responsable indirecta de todas las acciones violentas anticlericales, incluidas aquellas desplegadas por otros actores políticos. Y en lo que atañe a Guadalajara, las referencias, aunque tangenciales, son bastante similares. Según Ángel Luis López Villaverde, para analizar la violencia anticlerical en Castilla-La Mancha resulta ineludible contemplar el factor libertario, “pues en las zonas donde había una mayor influencia anarquista o estaban ocupadas por columnas anarquistas, las matanzas abundaron”, una aseveración desprovista de estadísticas o de otro tipo de pruebas que permitan comprobar su veracidad. Más adelante, sin embargo, el mismo autor reconoce que “los argumentos explicativos no pueden limitarse a culpabilizar a los anarquistas”1. Para someter a examen el tópico de la furia anarquista en relación con el anticlericalismo violento este trabajo se servirá de los enfoques teóricos que colocan a la política en el centro del análisis. De este modo, las acciones violentas serán consideradas como acciones colectivas sustancialmente políticas, orientadas al mantenimiento o la consecución del poder e integradas de forma premeditada en las estrategias de los sujetos políticos. El estudio estará centrado en la situación revolucionaria abierta en la provincia con la derrota de la sublevación militar, la fractura y el hundimiento de las instituciones defensivas del Estado republicano y las acciones de partidos y sindicatos en respuesta a la rebelión. En consecuencia, los factores 162 Actas del XII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea EL MITO DE LA FURIA LIBERTARIA. ANARCOSINDICALISMO Y ANTICLERICALISMO… psicológicos o ideológicos permanecerán subordinados en el análisis a algunos de los factores relevantes del proceso político, como los cambios en la estructura de oportunidades asociados al origen, el desarrollo y los resultados de las acciones de violencia colectiva, los espacios y los tiempos de la violencia y los protagonistas de la misma. Todo ello, por supuesto, en relación con el papel concreto que los anarquistas jugaron en ese contexto de fragmentación de la soberanía2. Las cifras de la violencia anticlerical en el espacio y el tiempo Pero antes de comenzar con el análisis político habrá que conocer cuáles fueron las cifras de la violencia contra el clero en la retaguardia republicana de Guadalajara. Como recientemente han recordado algunos historiadores, una forma de realizar un cálculo relativamente definitivo de las víctimas de la violencia en la zona leal a la República pasaría por utilizar los libros de defunciones de los Registros Civiles de cada municipio para contrastar la información contenida en la Causa General. Pero como la tarea sobrepasa las capacidades de cualquier investigador en solitario, la cifra provisional que aquí se ha obtenido es el producto de estudiar con minuciosidad los datos procedentes de todos los estadillos, las relaciones de víctimas, los informes, las declaraciones y los testimonios que componen la documentación de la Causa General en Guadalajara, completando estos datos con las aportaciones de la bibliografía3. Los criterios usados en el recuento son sencillos. Primero, en los listados provisionales solamente figuran las víctimas cuyo lugar de residencia habitual estaba en la provincia de Guadalajara. Segundo, no se ha tenido en cuenta a ninguna víctima que no apareciera en la Causa General. Tercero, las víctimas de las que se desconoce el lugar de la muerte han sido contabilizadas solamente cuando se conocen la fecha de desaparición y los sospechosos del asesinato, excepto en la capital de provincia, donde no figura nada sobre posibles autores de las muertes incluso para las víctimas en que apareció el cuerpo. Tampoco han sido contabilizadas las víctimas cuyos cadáveres fueron encontrados pero de las que se desconoce la fecha de su muerte, al menos el mes y el año en que fueron asesinadas, los desaparecidos o los cuerpos sin identificar, ni los asesinados que no son reconocidos como vecinos en sus lugares de residencia, siempre y cuando no se pueda establecer la vecindad de las víctimas a partir de otras fuentes. En cuarto y último lugar, los fusilados en el frente al intentar pasar a zona rebelde y los fallecidos en acciones de guerra tampoco figuran en los listados a menos que pueda 163 Actas del XII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea Isaac Martín Nieto saberse con cierta seguridad si los desertores al otro bando fueron en realidad denunciados por sus vecinos y por ello asesinados en el frente por sus propios compañeros de armas. El resultado de aplicar estos criterios metodológicos sobre las fuentes que he podido consultar es una serie de listados provisionales de víctimas que comprenden el nombre y los apellidos de las mismas, su edad, la ideología y los cargos públicos que desempeñaron, la localidad de la que eran vecinos y el lugar y la fecha de su muerte. Según mis pesquisas, habría habido un total de setecientas seis personas asesinadas en la retaguardia republicana de Guadalajara durante los tres años de guerra4. Y no cabe duda de que los representantes de la Iglesia católica fueron objetivos principales de los revolucionarios: ciento nueve de esas setecientas seis personas que fallecieron en Guadalajara, un 15,44% del total, eran sacerdotes, religiosos y religiosas. Mayor fue la persecución que padecieron los propietarios y labradores de la provincia, de los que doscientos cuarenta y uno murieron víctimas de la violencia revolucionaria, lo que representa más de un 34%. Pero ningún otro grupo social supera los datos absolutos y porcentajes que arroja la violencia anticlerical. Bastante cerca están los de los profesionales liberales y los comerciantes e industriales. Algo más lejos aparecen los obreros y empleados y los militares y guardias civiles. Y mucho más insignificante fue el impacto de la violencia sobre los jornaleros y las amas de casa. Es cierto,