Joell Whitton Y Joe Fisher La Vida Entre Vidas
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2 3 JOEL L. WHITTON / JOE FISHER LA VIDA ENTRE LAS VIDAS Exploraciones científicas sobre el intervalo que separaría a una reencarnación de la siguiente GRUPO EDITORIAL PLANETA ARGENTINA 4 5 Diseño de tapa: Mario Blanco Traducción: Maricel Ford Copyright @ 1986, Joh r., M'lOn y Joe Fisher Título del original en inglés: Life between Life © 1988, Sudamericana/Planeta S.A. (Editores) Viamonte 1451, Buenos Aires, Argentina Hecho el depósito que previene la ley 11.723 Impreso en la Argentina ISBN 950-37-0334-4 6 A aquellos que han viajado más allá del espacio y el tiempo. Sus testimonios han sido ualiosisimos. 7 8 Agradecimientos Los autores quieren expresar su especial gratitud a: Dominick Abel, por su fe en el concepto; David Blizzard, por el asesoramiento sobre computación; Luc E. Bourdreau, por sus puntos de vista en la investiga- ción: Felipa Gavrilos, Russell Parnick y otros embajadores elo- cuentes de la conciencia entre vidas; David Kendall, por una minuciosa revisión literaria del ma- nuscrito; Daniel Kolos, por sus conocimientos sobre el antiguo Egipto; Aube Kurtz, por alentar la idea original; Elise McKenna, por coordinar el proceso en colaboración; Reva Pomer, por analizar los bosquejos de los capítulos so- bre el estudio de casos; Allen Spraggett, por su ayuda para el comienzo; Lisa Wager, por su asesoramiento editorial; Michelle Whitton, por su investigación de las fuentes secun- darias. 9 10 Introducción por el doctor Joel L. Whitton Reconozco que la reencarnación es parte de mi tradición religiosa. Desde temprano estuve en relación con el jasidismo y sus raíces en la Escuela de Gerona y las diversas cábalas, el neoplatonismo cristiano, la forma tibetana del budismo y el misticismo del siglo xx -representado por la teosofía, la francmasonería, la Unity Church of Truth (Iglesia Unida de la Verdad) y la Orden Rosacruz (AMORC)- entre otros, y sin duda eso ha dado forma a mi pensamiento ecléctico. La evidencia de la reencarnación, principalmente circunstancial, es ya tan apabullante que la aceptación intelectual es natural. La aceptación emocional puede ser más mesurada. Esa evidencia ha sido reunida por otros escritores y nos referimos a ella en la bibliografía. El lector que desee consultar la literatura, la encontrará amplia y compensadora y, espero, llegará a la misma conclusión a la que he llegado yo: hemos vivido anteriormente en vidas pasadas y es probable que vivamos otra vez en vidas futuras; nuestra vida actual no es más que un pequeño eslabón en una larga cadena sin interrupciones. En este libro no analizamos la evidencia. Eso solo requeriría un libro y ese trabajo ya se ha hecho. Nosotros partimos de la suposición de que la reencarnación se produce. Pero no obstante no aceptamos que todos los informes sobre los recuerdos de una vida pasada, obtenidos en estado de hipnosis, o toda declaración de que se tienen recuerdos de vidas anteriores, sean lo que se expresa. Las pruebas no son simples. Hay suposiciones escondidas e importantes en la teoría de la reencarnación así como complejos asuntos psicológicos en el recuerdo de una vida pasada. No analizamos esas cuestiones en este libro, pero créannos que las hemos estudiado y sólo incluimos los casos en que la hipótesis de vidas pasadas es la única válida. No es raro que un médico escriba un libro teológico. Quién si no un médico, que asiste a los seres cuando llegan al mundo está presente cuando mueren e interviene en sus malestares, está mejor calificado para ofrecer su opinión sobre el sentido de la vida y el sufrimiento. Los misterios de la vida y la muerte, de las desigualdades entre los individuos, lleva a preguntas que por ahora la ciencia material no puede contestar. Pero que un médico escriba un libro sobre la reencarnación, eso sí es raro. Las dos terceras partes de los norteamericanos adultos creen en la vida después de la muerte. La encuesta Gallup de 1982 demostró que el veintitrés por ciento de los norteamericanos creen en la reencarnación, pero sólo el cinco por ciento de mis colegas lo cree. A pesar del éxito que tuvo Darwin al suprimir a Dios de la naturaleza, Freud al reducir la divinidad del hombre a la necesidad de mamar, y pese al triunfo de los conductistas en la extinción de la conciencia, persiste la creencia en algo más allá de la muerte. Hace poco más de cien años los médicos apretaban filas en favor de la inmortalidad. La educación médica ya no parece incluir el estudio de la vida. Debo tratar otro aspecto. Las críticas de algunos de mis colegas en psiquiatría y psicología y sin 11 duda la de otros con menos preparación en las ciencias psicológicas serán a dos puntas: ad hominum y ad captandum. La reticencia de los psicoanalistas clásicos proclamará, como en el caso de Richard Bucke, la omnipotencia infantil en la creencia en la posibilidad de lo imposible, o la nostalgia por el padre perdido en la búsqueda de la experiencia mística. Como uso la teoría psicoanalítica en mi trabajo clínico, sé que esas interpretaciones no son realmente productivas cuando se trata de entender lo que alguien está diciendo. Es probable, respecto de los informes de mis sujetos, que los estetas se burlen diciendo que son objetos sin analizar, objetos en transición que simulan egos múltiples, o por lo menos fantasmas de transferencia. Los menos informados simplemente, ad populum, dirán que es una fantasía. He decidido presentar estos datos obtenidos a lo largo de muchos años porque creo que en alguna medida han contribuido a la comprensión de la condición del hombre. Los presento en esta forma popular en la esperanza de que lleguen a mucha gente. No intento contribuir al debate sobre la validez sino más bien sobre la teosofía de las vidas pasadas. Uso "la terapia de la vida pasada" como un foro, como un instrumento para estudiar la dimensión espiritual del hombre. Doctor JOEL L. WHITTON !I'oronto, enero 13,1986. 12 13 Introducción por Joe Fisher Joel y yo no siempre fuimos tan buenos amigos. Conocí el nombre del doctor Joel L. Whitton cuando reunía material para mi libro La defensa de la reencarnación. Según mis fuentes de información, era un psiquiatra altamente calificado dedicado a la investigación de la reencarnación en forma sumamente discreta. Nadie parecía saber exactamente lo que abarcaba su investigación, pero todos los que lo conocían me aseguraban que era un hombre brillante de cuyos estudios metafísicos valdría la pena saber algo. Esperando llenar mis archivos incipientes sobre la evidencia del renacimiento, fui presentado al doctor Whitton una mañana de primavera de 1982. Realmente no fue un encuentro satisfactorio. Tomé mi cuaderno y la lapicera, pero el doctor Whitton no quería que se hablara de su trabajo. Indiferente y dejando bien claro que no iba a invitarme a entrar en el castillo de su investigación, me dijo: -Lo siento, pero no puedo ayudarlo. Soy un psiquiatra respetable. No quiero ser el pararrayos de la hostilidad de los ortodoxos. No pude ocultar mi frustración. -¿Y si Darwin, sabiendo lo que sabía sobre la evolución, hubiese decidido no escribir El origen de las especies? -exclamé-. Usted está obligado a presentar al público el conocimiento que ha adquirido. El doctor Whitton sonrió y no dijo nada. Lo que yo ignoraba era que estaba totalmente decidido a publicar sus hallazgos... pero en el momento que él juzgara oportuno. En 1982 todavía dependía del apoyo de la comunidad académica para obtener los fondos necesarios para investigar lo que le interesaba, entre todo, el estudio de las ondas cerebrales en los chicos con dificultades de aprendizaje. Lo último que el doctor Whitton hubiera querido era publicar sus trabajos sobre la reencarnación para que las publicaciones deshonestas atacaran su reputación "respetable". Ya se había filtrado algo sobre su interés en la reencarnación y un director de departamento de la Universidad de Toronto había murmurado sombríamente en una reunión: -Cuídense de los místicos... Desalentado por el fracaso de mi intento de abrir una brecha en las defensas del doctor Whitton, volví a la máquina de escribir y al trabajo inmediato. Había otros terapeutas de la vida pasada sobre los cuales escribir, después de todo. Pero tenía conciencia de que había sido rechazado por uno de los mejores. Los más célebres de California y Gran Bretaña habían hablado mucho en las entrevistas... ¿Por qué no el doctor Whitton, cuyo consultorio quedaba tan cerca de mi casa? Me había arrojado unas migajas... el resumen publicado sobre uno de sus casos de regresión hipnótica, uno que ahora se presenta completo en el Capítulo 11 de este libro. Reescribí el relato y lo presenté en una pequeña parte de La defensa de la reencarnación. El libro se publicó en más de treinta países. Olvidé al doctor Whitton hasta el 22 de octubre de 1984, cuando su secretaria Elise McKenna me llamó por, teléfono. - ¿Querría hablar con el doctor Whitton? +preguntó. Tiene un proyecto que le gustaría discutir con usted. Mi primera reacción fue pensar en decirle al doctor Whitton lo que podía hacer con su proyecto. Pero la curiosidad evitó la descortesía. Al día siguiente lo escuché cuando me propuso colaborar en un libro sobre el intervalo entre las encarnaciones. Sus reservas para no perturbar a los que podían negarle los fondos y para no provocar la ira de los ortodoxos habían terminado. De repente me entregaba las llaves del castillo. Acepté el desafío, atraído por la perspectiva de aprender sobre los misterios del estado entre vidas. Todo el año siguiente el doctor Whitton actuó como mi guía e intérprete mientras explorábamos los archivos de sesiones de hipnosis desde 1973 en busca de semejanzas notables entre los testimonios de los sujetos y 14 las antiguas suposiciones de las autoridades bíblicas.