B E T a N C O U R T Ninfas, Meninas Y La Mirada Del
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NINFAS, MENINAS Y LA MIRADA DEL PINTOR BETANCOURT1 NINFAS, MENINAS Y LA MIRADA DEL PINTOR BETANCOURT Pintura sobre papel y telas Camilo Restrepo Guzmán Presidente Nacional CCE Patricio Herrera Crespo Director de Publicaciones NINFAS, MENINAS Y LA MIRADA DEL PINTOR Pintura sobre papel y telas Textos Leonardo Valencia María Amelia Viteri Concepto y diseño Santiago Ávila S. Transporte de obras INSA Montaje Inés M. Flores Portada Fotografía Ninfa con tocado S.XVII, 2018, acuarela sobre Roberto salazar papel. 57 x 77 cm Impresión Guarda 1 Editorial Pedro Jorge Vera Nueva imagen de la Infanta M, 2016, óleo sobre de la Casa de la Cultura Ecuatoriana lienzo. 70 x 180 cm (díptico) Alianza Francesa Guarda 2 Julio, 2018 Diálogo con personajes españoles, S.XVII, 2017, Quito, Ecuador gouache sobre papel de arroz. 71 x 141 cm Miguel Betancourt P.O. Box: 17-21-304 Calle Jorge E Adoum Oe10 153 y Joan Miró San Juan Alto, Cumbayá Quito- Ecuador Tel: (593-2) 356 4418 Móvil: 099 874 1449 [email protected] www.miguelbetancourt.com https://www.facebook.com/mbetancourt58/ https://artex.ec/exposiciones/betancourt_miguel El pintor, 2015, óleo sobre cáñamo. 100 x 120 cm 5 Los muros azules, 2016, óleo sobre lienzo. 30 x 40 cm 6 Localizar las Meninas Andinas Escribo este texto alrededor de la pregun- de se enuncia y encuadra la producción ta inicialmente formulada al artista y amigo artística. Tal cual Velázquez provocó un cercano, Miguel Betancourt, a quien agradez- ejercicio de interpretación y representación co por esta invitación para leer su obra desde vigente desde 1656, Miguel pone en escena un lente antropológico: ¿por qué las Meninas un despliegue andino que se traduce en en los Andes? Me gusta imaginar la respues- personajes de la corte imperial, encendidos ta en los trazos de esta serie, no solo como por la luz ecuatorial. Al hacerlo, trastoca la una re-apropiación como lo hiciera Picasso mirada de regreso a quien permite o trae, de una de las obras mundialmente conocidas en primera instancia, este ejercicio interpre- del artista español barroco Diego Velázquez tativo. Diseccionar la obra implica traslados como susurra el autor, sino como un juego y travesías, y nuevas libertades para con de fosforescencia y significantes, como enLa sus personajes, de otra forma enquistados infanta eterna con sus (al menos) tres rostros. en las cortes del siglo XVII. Sujeto y objeto Tanto como la teoría se traslada de unas cambian sus posicionalidades, entrampan- geografías a otras de forma discontinua e in- do al espectador con su mirada, otorgán- termitente, así han viajado las Meninas a los dole temporalmente la ilusión de control Andes bajo el pincel multicolor de Miguel, de la escena, pues ¿a quién le corresponde con acentos en azules y rojos, característicos decidir sobre qué se torna visible que fuese de su vasta y luminosa obra. invisible, y a la inversa? Miguel nos provoca con esta serie a Sacudir a La infanta Margarita con atuendo pensar en los puntos ‘ciegos’ de Velázquez: tropical, plasmar la divinidad en Altar en la localizar a las Meninas no es simplemente selva, son algunos de los ejemplos a partir de un ejercicio de color, textura e imaginación, los cuales las Meninas de Miguel, coqueta- puede ser también un ejercicio político de mente y con vehemencia, nos trasladan —a epistemes del arte, de cómo y desde dón- quienes tengamos la oportunidad de admi- 7 rarlas— a la Casa de la ciudad de Cuenca, La magnífica propuesta de Miguel debe con una ciudad que gira en torno a Marga- ser interpretada sin la luz ni sombra de rita (posiblemente vista desde La ventana en Velázquez, en sus ensamblajes andinos, donde el maestro combina óleo sobre yute). como en Deformaciones, como también en Nos lleva otrora de la mano al juego de la el Retrato de Velázquez. La infanta con su sensibilidad, a ello que el feminismo deno- séquito ominipresente no visita Quito para mina interseccionalidad, ubicando contexto, admirar de manera ‘folclórica’ su arquitec- historicidad y personaje en la escalera de las tura colonial que conlleva incluso un tinte jerarquías. La mirada es plural, las posibili- eurocentrista, visita Quito para conmoverse dades de interpretación infinitas, dado que y despeinarse (¿quizás incluso reinventar- la representación no alude a un origen, con- se?), abrazada por el sol vertical de este te- forme la arqueología que presenta el pensa- rritorio, con sus montañas y pasiones. Mas, dor Michel Foucault, a partir de las Meninas ¿qué proyectan las Meninas andinas? en su libro Las palabras y las cosas. Las Meninas de Miguel son plasmadas La ventana como un espejo que presupone con la fuerza del deseo siempre inconclu- otros entrecruces, por ejemplo, ¿podemos so de los Andes, son expuestas a trasluz escapar a los diálogos incompletos y frag- para evocar una multiplicidad de lecturas, mentados de las variadas colonialidades? nunca lineales, sobre el texto de las obras. El espejo como un instrumento de juego, la Pueden además ser un pretexto para un Monarquía de Velázquez puesta en entredi- subtexto que piensa críticamente, desde cho con otras de corte latinoamericano con otros lugares, la misma España en Ecuador herencia española. En palabras del Maestro y sus rezagos. Betancourt: “El espejo, que es el mecanismo Es en la familiaridad andina de las tex- por el cual podemos mirar a los Reyes, en la turas y tonalidades que nos trae Miguel so obra original, ahora es el ente que deforma pretexto de las Meninas, en donde se po- las líneas, duplica las cosas y retiene imáge- drían incluso resignificar algunas intercul- nes y paisajes que han sido elementos consti- turalidades de nuestras múltiples historias tutivos de mi sintaxis plástica”. La ilusión de coloniales. una materialidad esperada es tejida con la complicidad del artista, quien rebasa la bro- cha para mostrar varias realidades en donde María Amelia Viteri, Ph.D. aparentemente hay una sola. Maryland, Mayo 7, 2018 8 Trastornar la mirada. Betancourt y la óptica de la constelación menina 1 3 Al describir o narrar imágenes con pa- El siglo XX desplegó abanicos de reco- labras —écfrasis— se abre un recorrido. Un rrido de obras maestras, desde Dalí con El recorrido que nace de un impacto, de un ángelus de Millet y Picasso con Las meninas instante que es también una impronta. Roto de Velázquez, o la proliferación de Warhol el cascarón para tener la visión de la imagen con la iconografía en serie sobre Mao o materna, se abre una posibilidad de destino Marylin Monroe. Todas las copias e inter- para el que mira. pretaciones y expansiones de un segundo Toda imagen da a luz, da luz. pintor sobre el primero son lecturas críticas y tentaciones ópticas por trasgredir lo suge- 2 rido y ocultado, ejercicios de largo alcance La simultaneidad de una pintura, ese para revelar ese conocimiento de época, todo completo entregado a un impacto vi- tanto del pintor original como de quienes lo sual, es provisional. Apenas uno se detiene a retoman y expanden. observar, con la descripción y el comentario empieza a bifurcarse la imagen en historias 4 subsidiarias. Pero valdría dar un paso más Poco después de revelar que su libro allá. ¿Qué ocurre cuando la expansión crítica Las palabras y las cosas nace de un cuento crea, a su vez, otros cuadros? ¿Cuadro-co- de Borges, y que la risa le permite sacudir mentario? ¿Qué nueva dinámica se abre a su las superficies ordenadas y “tous les plans vez con esos otros cuadros que muestran lo qui assagissent pour nous le foisonnement des no dicho o sugerido y ocultado en el cuadro êtres”1, Michel Foucault pasa a Las meninas inicial, que tantean y ponen a prueba esos de Velázquez y hace un recorrido de ficción, vacíos o elisiones de lo sugerido? narrativa filosófica que, en efecto, sacude las 1 “Todos los planos que sujetan para nosotros la proliferación de los seres”. 9 superficies, cuando estas palpitan. Lo que artística. Ahonda en problematizarla y nos cualquier pintura podría permitir en el caso devuelve a una constelación compleja del de obras como la de Velázquez, son provoca- arte contemporáneo. Este tercer grado es el ciones críticas hacia la inestabilidad, o, mejor juego de la periferia para insistir en que no dicho, a la provisionalidad de los estilos. hay un centro. Eso comprendió Picasso al fragmentar Las meninas, al evidenciar que el artista moderno 6 no sólo se relaciona con ‘su’ realidad sino También este tercer grado pertenece al con otra realidad problemática: la historia de dominio de la literatura. Probablemente su tradición. ¿Qué es esta operación creativa, Betancourt es el pintor ecuatoriano con- comentada, de segundo grado? temporáneo más letrado. Realizó estudios de literatura. Es decir, toma la palabra que 5 reflexiona (tercer grado) sobre la palabra Es la puesta en escena de la conciencia de escrita (segundo grado: la obra) que reflexio- representación. na o refracta la realidad (primer grado). La El Siglo de Oro, en el que pinta Veláz- recepción estética se suele entender como el quez, es también el siglo literario donde comentario de algo que es inalcanzable para los escritores –desde Mateo Alemán a su espectador o lector: el hecho real. Cervantes– prologan sus obras aludiendo Pero no hay grados ni escalas en reali- a sus lectores, a veces dobles lectores como dad. Lo que ves es lo que es. Luego se ex- lo explicita el prólogo al lector vulgar y al pandirá —será— en la escala de otros seres lector discreto que precede el Guzmán de y sus comentarios. Una constelación en Alfarache. Esta hiperconciencia crítica no es movimiento. pérdida de inocencia, de esa contemplación espontánea a veces ingenuamente alabada, 7 sino un ejercicio de convivencia entre la Reinterpretar el cuadro de Velázquez no ingenuidad y el saber, entre la intuición y es una forma subalterna de mirar.