Ejercicios Espirituales
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P. Luis M. Mendizábal S.J. EJERCICIOS ESPIRITUALES 1 ÍNDICE Día 1º.- Plática preparatoria Principio y Fundamento Fin del hombre Personalidad cristiana Uso de las criaturas La devoción al Corazón de Cristo Día 2º.- Los tres pecados Pecados propios La mediocridad El infierno La muerte Día 3º.- El pecado fuera de mí La Misericordia Vida Espiritual El Rey Temporal La Encarnación Día 4º.- El Nacimiento Vida oculta Nuestra consagración El Niño perdido Dos Banderas: 1ª meditación Dos Banderas: 2ª meditación 2 ÍNDICE Día 5º.- Tentaciones de Jesús Elección de los Apóstoles La Reforma La Samaritana Los tres binarios Día 6º.- Sobre la Oración Consolación y desolación (Transfiguración) La Caridad Marta y María Contemplación en la Acción Día 7º.- Principio de la Pasión La Última Cena La Oración del Huerto La Reparación Proceso de Jesús Crucifixión y muerte de Jesús Día 8º.- La Resurrección Otras apariciones La Mortificación Aparición en el Lago de Tiberíades Contemplación para alcanzar amor 3 PLÁTICA PREPARATORIA Vamos a empezar estos Ejercicios con la gracia del Señor, bajo la protección de la Santísima Virgen. Y como actitud de entrada, vamos a procurar desde el primer día, la actitud más eficaz para los Ejercicios. Ante la realidad del retiro de ocho días, puede haber peligros por un extremo y por otro, según la actitud que uno sienta psicológicamente ante los ocho días de Ejercicios. Las personas que son más bien frías o de poco fervor, ante la realidad de los ejercicios, que son inevitables, -por mucho que uno quiera evitarlos, no lo puede-, pueden tener la tentación de convertir los Ejercicios en la fórmula de cada año. Es un túnel que hay que pasar, y que uno espera pasar con la esperanza también, de volver de nuevo al estado de vida en que uno se encontraba. Como los Magos, que dice la Escritura que “por otro camino volvieron a su tierra”. La fórmula de cada año: ocho días hay que estar en silencio, más o menos; ocho días en que hay que oír puntos de meditaciones; ocho días en que hay que meditar, examinar la conciencia, y que uno procura pasar lo mejor posible: leyendo, informándose, quizás dedicándose a una renovación de la teología… En otras, que son más fervorosas hay peligros por el extremo contrario. Peligro de llevar a los Ejercicios los propósitos ya hechos; como si todo estuviera en hacer un determinado propósito, que uno, más o menos, ya lo intuye desde el principio, y con esto dice: pues al fin de los Ejercicios ya haré el propósito de hablar menos, de tener más paciencia, de no enfadarme; el propósito de ser más fiel a las distribuciones, etc. Si los Ejercicios consistiesen en hacer un propósito, pues lo podíamos hacer ahora y nos ahorrábamos los Ejercicios. Hay que hacer propósitos en los Ejercicios, ciertamente; pero los Ejercicios no son hacer un propósito, sino que ese propósito es fruto de una elaboración interior, de un acercamiento al Señor, de una vida de intimidad con Cristo. A esto tienden más los Ejercicios. Por eso, a un alma fervorosa que tiende a hacer los Ejercicios así, de verdad, el peligro más natural que se suele presentar, el más frecuente, es el peligro de los nervios. El peligro de entrar a los Ejercicios con una tensión interior de que no se va a escapar un minuto; y con una tensión interior tan violenta, que no voy a distraerme ni una vez, y voy a aplicarme con todas mis fuerzas, porque tengo que sacar el jugo de mi interior. El peligro de los nervios. Pues bien, los nervios en la vida espiritual no sirven para nada positivamente. La oración de nervios no la cuenta Santa Teresa entre los tipos de oración. Los nervios sirven en la vida espiritual como una cruz que hay que ofrecer al Señor; pero la oración nunca se hace con nervios. Como el amar nunca se hace con nervios, sino que la existencia de los nervios, más bien indica muchas veces una desorientación en el amor; una persona que no sabe amar de veras, y entonces entra en una especie de ficción de amor, excitándose los nervios. De modo que nada de esto en los Ejercicios; nada de nervios. No vamos a los Ejercicios a poner los nervios en tensión, no; vamos a los Ejercicios a estar con Jesucristo. Esto son los Ejercicios: estar con Jesucristo. Cuando Él llamaba a los Apóstoles, cansados de tanto trabajar, de tanto recorrer las tierras de Palestina predicando la Palabra del Señor, el Señor les invitaba y les decía: “Venid aparte conmigo y descansad un poco”. Esto es lo que son los Ejercicios: venid aparte y descansad un poco. Que lo necesitamos… después de un año de trabajo intenso por el Señor –con sus limitaciones, pero con el Señor sustancialmente-, después de un año así, uno tiene necesidad de un descanso con Jesucristo. Después de un año donde uno ha pasado, más o menos, sus crisis interiores, sus dificultades interiores, donde más o menos ha perdido un conjunto de intimidad con Cristo, necesita un descanso, un dejar las cosas para volver a la intimidad con Cristo, así con paz, despacio, sin prisas, sin nervios. Estar con Jesucristo. Sin planes definitivos previos… Así tenemos que entrar en los Ejercicios, con esta idea: a estar con Él. Y Él dirá. El Amo será el que mandará. Sentido, por tanto, de convivencia con Jesucristo en estos días muy particularmente. “Venid a Mí los que estáis cargados de trabajos y fatigas porque Yo os aliviaré”. Y no hay fatiga tan grande como la fatiga apostólica, como la fatiga de la santidad, que san Pablo denomina “el trabajo de la 4 caridad”. Es el más fuerte. Y nosotros estamos cansados de ese trabajo de la caridad. Tenemos que venir a Cristo para estar con Él. Venimos, pues, al Corazón de Cristo, allí, a descansar en Él. Y desde ahora os consagráis a Él de verdad; y le consagráis estos días de descanso y de retiro con Él, con sencillez, como viviendo a la luz del Señor, en el ambiente del Señor. Diríamos con una expresión que suena un poco a Paulina, que nosotros “vegetamur ad Domino”. Somos como plantas que crecen, vegetan bajo la mirada del Señor, con la fuerza que inspira el Señor, en el Corazón de Cristo. Nos consagramos a Él desde ahora, y os aseguro que ésta será la medida del fruto de vuestros Ejercicios: la medida de la verdad de vuestra consagración a Él. Por lo tanto, grandes esperanzas en los Ejercicios, porque el Señor tiene grandes designios sobre vosotras, grandes planes. Y como Él tiene grandes promesas para lo que se consagran a Él, en las que uno ya no cree porque las ve, las ve… Al principio uno cree; pero como decían los de Samaría a aquella buena mujer samaritana: “ya no creemos por tu palabra, sino porque nosotros hemos visto que éste es el Mesías”. Pues algo así. Uno ya no cree en las promesas del Corazón de Cristo sino porque uno mismo las ha visto. Pues, abrirnos a la esperanza, con una esperanza grande, pero muy grande. Él es el Director de los Ejercicios, Jesucristo. Lo importante de los Ejercicios es lo que Él dice; eso es lo que buscamos todos: lo que Él dice; no lo que yo digo aquí, no; lo que Él dice con ocasión de lo que yo hablo, por ministerio de lo que yo hablo; por lo que Él directamente inspira al alma con ocasión de la palabra, o durante un tiempo de silencio, o en el tiempo de descanso o del paseo. Lo importante es lo que Él dice al alma. Y cuando Él habla, se deja todo lo demás. Cuando Él habla, todos los demás estamos de sobra. Pero como habla en cualquier parte, como no hay lugares ni ocupaciones fijas para que Él hable, tenemos que mantenernos todo el día en esa atención amorosa a la Palabra del Señor. Tratar con Él con confianza; tratar mucho. No digo que paséis muchos ratos precisamente delante del Señor en el Tabernáculo, pero sí visitas frecuentes, aspiraciones constantes, abriéndonos al Señor de verdad. Y así, esta misma noche, ya desde ahora, abrir nuestro corazón a la esperanza y a esta atención amorosa a su voluntad. Que entremos de una vez en las vías del espíritu. Que muchas veces no acabamos de entrar; estamos como a mitad. No reservarnos nada. Si no tengo el valor de ofrecérselo al Señor, al menos no poner nada de mi parte que diga: esto no se toca, aquí no hay nada que hacer. Nada. Y así, vivir en recogimiento interior esta entrega de nuestra parte a la voluntad del Señor en esta convivencia de estos ocho días. Hemos dicho que venimos a estar con Jesucristo, a descansar con Él, a convivir con Él. ¿Y qué vamos a hacer bajo la mirada de Jesucristo, en el descanso de su Corazón? Vamos a hacer los Ejercicios Espirituales. Quizás para alguna de vosotras es la hora de la paz -¿por qué no?- que Jesucristo ofrece una vez más, quizás la última. ¿Por qué no? Nunca tenemos que asustarnos; nunca, nunca. Y todos podemos tener un mal rato, una dificultad; podemos mantener en nuestra alma una inquietud, una infidelidad al Señor grave. Eso puede pasar a todo el mundo, y puede uno asustarse y complicarse la vida y no hallar la paz. Pues bien, para alguna de vosotras puede ser la hora de la paz. Si fuere el caso, no asustarse; es fácil de arreglar. Pero para todas vosotras es camino de santidad heroica estos ocho días de Ejercicios; y vamos a subirlos pero así eh? Pero deprisa, de prisa.