Res Diachronicae Virtual. Vol 3, 2004 ISSN: 1887-3553

ÍNDICE

Prólogo, por Mara Fuertes Gutiérrez, Presidenta de la AJIHLE...... III-IV Presentación...... 1-3

PRIMERA PARTE: LA LENGUA EN EL SIGLO XVIII: HISTORIA INTERNA

Ramírez Luengo, José L.: «Introducción»...... 5-9 Sáez Rivera, Daniel: «La lengua de Francisco Sobrino: aspectos morfosintácticos 11-38 más relevantes»...... Gómez Seibane, Sara: «Uso de los clíticos de tercera persona en la lengua de 39-51 guipuzcoanos emigrados a Indias en el siglo XVIII»...... Sevcik, Amy: «El instruido en la corte y aventuras del estremeño (1789): fuente 53-65 para el estudio del habla extremeña en el siglo XVIII»...... Martínez Contreras, Jorge: «Introducción a proyectos fraseológicos en el siglo 67-72 XVIII»......

SEGUNDA PARTE: NORMA Y VARIACIÓN EN LA LENGUA DEL SIGLO XVIII

Sáez Rivera, Daniel: «Introducción»...... 73-75 Borreguero Zuloaga, Margarita y Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta: «La 77-103 organización informativa en los textos periodísticos del s. XVIII: el Diario Pinciano». Chamizo Lara, Antonio y Santiago Vicente Llavata: «Breve muestra de un tipo de 107-112 texto del siglo XVIII: las instancias universitarias»...... Pérez Pacheco, Pilar: «Feijoo y Luzán: retóricas complementarias»...... 113-123

TERCERA PARTE: LA LENGUA EN EL SIGLO XVIII: HISTORIA EXTERNA

Gómez Seibane, Sara: «Introducción»...... 125-127 Oliván Santaliestra, Laura y Daniel Sáez Rivera: «La instauración de la monarquía borbónica y sus consecuencias intelectuales: el impulso reformista en el ámbito 129-145 lingüístico y literario»...... Cisneros Ayúcar, José L.: «El castellano en el siglo XVIII: apologistas y 147-152 detractores»...... Ramírez Luengo, José L.: «Para una historia del español de Guatemala: notas de 153-170 historia externa en el siglo XVIII»......

CUARTA PARTE: LA LINGÜÍSTICA Y LA LITERATURA ILUSTRADAS EN ESPAÑA Y EN EUROPA

Fuertes Gutiérrez, Mara y M.ª José García Folgado: «Introducción»...... 171-173 Navarro Lázaro, Andrés: «Las traducciones castellanas de las óperas bufas de 175-181 Carlo Goldoni: el caso de La Buona Figliuola»...... Rodríguez Barreiro, Ana: «Alba nós. Pasado y presente de las reivindicaciones 183-207 sociolingüísticas de Martín Sarmiento»...... Jiménez Domingo, María Elena: «La pronunciación en las gramáticas de Buffier 209-218 (1711) y de Vayrac (1714)»......

Asociación de Jóvenes Investigadores de Historiografía e Historia de la Lengua Española www.ajihle.com

PRÓLOGO

Ilustración es la salida del hombre de su culpable minoría de edad. Minoría de edad es la imposibilidad de servirse de su entendimiento sin la guía de otro. Esta imposibilidad es culpable cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino de decisión y valor para servirse del suyo sin la guía de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! Tal es el lema de la Ilustración.

Immanuel KANT (1724-1804) Beantwortung der Frage: Wast ist Aufklärung? [Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?] (1784) [Trad. de Javier Alcoriza y Antonio Lastra]

Sale a la luz el tercer número de Res Diachronicae Virtual, revista digital de la Asociación de Jóvenes Investigadores de Historiografía e Historia de la Lengua

Española (AJIHLE), que por primera vez dedica toda su extensión al tratamiento de un

único tópico, englobado bajo el subtítulo Estudios sobre el siglo XVIII. Durante la celebración de nuestro segundo Congreso Nacional (Universidad de Salamanca, abril de 2002), varios miembros nuestro colectivo departieron sobre la idoneidad de organizar un encuentro para reflexionar acerca de la lengua y la lingüística en el siglo XVIII: un buen número de socios se encontraba interesado por el análisis de estas cuestiones y resultaba atractivo verter en un coloquio organizado por la propia Asociación las inquietudes que con frecuencia se manifestaban oralmente de manera informal. Unos meses después, en diciembre, como resultado de aquella primitiva conversación, se celebraron en la Universitat de València las I Jornadas Monográficas de la AJIHLE: Estudios sobre el siglo XVIII.

Estas páginas, preparadas, por constituir un número monográfico, por los organizadores de dicho encuentro, deben considerarse el colofón del mismo, en el que alrededor de veinte jóvenes especialistas expusieron sus trabajos, compartieron sus materiales, confrontaron sus ideas y debatieron sus hipótesis con el objetivo de llevar a cabo una reflexión conjunta sobre lo lingüístico en la centuria ilustrada. Gran parte de los resultados alcanzados entonces quedan plasmados aquí, con el deseo de que el especialista interesado por estos asuntos encuentre a lo largo del presente número alguna respuesta a los múltiples interrogantes que todavía plantea esta época.

Como parte de la Junta Directiva de la AJIHLE, me gustaría resaltar que esta se mostró encantada con la propuesta de los socios y satisfecha de poder proporcionar un marco para compartir todos estos conocimientos. Asimismo, quisiera destacar la relevancia de la celebración de estas Jornadas para la evolución del propio colectivo: por una parte, la AJIHLE abandona poco a poco su minoría de edad y se consolida como agrupación científica; por otra, sus integrantes progresan como investigadores durante su pertenencia a ella. En definitiva, gracias al desarrollo de nuevas actividades vinculadas a la Asociación y a la continuidad de nuestros congresos anuales, siento que esta y sus miembros se acercan gradualmente –de acuerdo con Kant– al rango de ilustrados.

Mara Fuertes Gutiérrez

Presidenta de la AJIHLE

IV

PRIMERAS JORNADAS MONOGRÁFICAS DE LA AJIHLE:

ESTUDIOS SOBRE EL SIGLO XVIII

PRESENTACIÓN

Es tópico mencionar el abandono en el que se encuentran los estudios históricos atingentes al siglo XVIII, lo que quizá se evidencia aún más en el caso de la historiografía lingüística y de la historia de la lengua: en ambas disciplinas, el panorama resulta desolador, con apenas algunos trabajos sobre los puntos más notables de la centuria y un desconocimiento profundo de múltiples aspectos que por determinadas razones se han considerado irrelevantes, lo que a su vez impide determinar su importancia para la comprensión global de la época; el Siglo de la Luces aparece, paradójicamente, lleno de sombras en lo que a los estudios lingüísticos se refiere. Con el propósito de contribuir al desarrollo de este campo de investigación, en diciembre de 2002 se organizaron las I Jornadas Monográficas de la AJIHLE: Estudios sobre el siglo XVIII en el marco de la Universitat de València. Se pretendía crear un foro de debate en el que se expusieran reflexiones que pudieran resultar de interés para el análisis de la lengua y de la historiografía lingüística en la centuria ilustrada. Por tanto, el comité organizador de estas Jornadas, al invitar a los jóvenes investigadores a intervenir en ellas, se fijó un objetivo más ambicioso que la puesta en común de los estudios sobre esta época elaborados por cada participante: provocar discusiones y debates sobre el estado de las investigaciones acerca del siglo XVIII y sugerir posibles líneas de trabajo vinculadas a esta materia.

Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

Este número monográfico recoge las aportaciones que se expusieron en las Jornadas, divididas en cuatro partes, de acuerdo con los tópicos en torno a los que se organizaron los discursos: La lengua en el siglo XVIII: Historia interna; Norma y variación en la lengua del siglo XVIII; La lengua en el siglo XVIII: Historia interna y, por último, La lingüística y la literatura ilustradas en España y en Europa;1 mediante el establecimiento de estas secciones se buscaba cubrir un amplio espectro de lo lingüístico y permitir que todos los debates se articulasen e interrelacionasen para favorecer la comprensión del fenómeno analizado. Sin embargo, resulta imposible transcribir en estas líneas las conversaciones que las diferentes contribuciones suscitaron y las múltiples nuevas ideas y proyectos para el estudio del siglo XVIII que se sugirieron. Pero para tratar de cumplir de alguna manera con el objetivo prioritario establecido por los organizadores de este acto, los coordinadores de las secciones han elaborado una introducción breve, que encabeza cada bloque de trabajo, en la que se resumen los contenidos de los debates y sus aportes principales y se ponen de relieve aquellos aspectos en los que más se incidió durante el coloquio que siguió a las exposiciones.

Por otro lado, los organizadores de las I Jornadas Monográficas de la AJIHLE:

Estudios sobre el Siglo XVIII desean hacer constar su agradecimiento a todos los participantes que respondieron a nuestra convocatoria, a los profesores del Departamento de Filología Española de la Universitat de València, que intervinieron de manera activa en el evento y animaron las discusiones, a Carmen Cazorla Vivas, Gema B. Garrido Vílchez, Laura Rubio Heras, Daniel M. Sáez Rivera y Mónica Velando Casanova, que colaboraron en las tareas organizativas de modo decisivo y al grupo de alumnos de Filología de la Universitat de València, compuesto por Ana M.ª Andújar, Elena Argudo, Juan Luis Cisneros, Antonio Chamizo, Ana B. González, Jorge Martí y

Santiago Vicente, que contribuyeron, gracias a su disponibilidad, a que estas I Jornadas pudieran llevarse a cabo con éxito.

1 Por motivos editoriales, al diseñar este número monográfico se ha modificado el título primitivo de la cuarta sección, que se concibió y se celebró con la denominación original de La lingüística ilustrada española y europea. También se ha suprimido una quinta parte, La Historiografía Lingüística en el siglo XVIII, que sí tuvo lugar en el transcurso de las Jornadas. Asimismo, entonces se contó con la inestimable participación de la Dra. Dña. M.ª José Martínez Alcalde, especialista en historiografía lingüística, que pronunció una brillante conferencia plenaria acerca de los contenidos gramaticales en los diccionarios confeccionados durante el siglo XVIII. Además, esta investigadora dirige el proyecto titulado «La codificación gramatical de la lengua española: 1626-1821» (BFF 2002-00230), financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología y el FEDER.

2 Introducción

En conclusión, este número refleja el trabajo de dos días de discusión monográfica sobre el Siglo de las Luces. Se desearía que estas contribuciones constituyeran una llamada de atención a los estudiosos y, en la medida de lo posible, también un aliciente para estos mismos investigadores: resulta imprescindible tomar conciencia de la necesidad de llevar a cabo más trabajos sobre una época bastante ignorada y, sin embargo, fundamental para comprender el desarrollo histórico de la lengua española y de la lingüística; además, así se podrá llegar a conocer con exactitud cómo se entendía el lenguaje, qué se decía de la lengua española y cómo era esta en el Siglo Ilustrado. Solo es cuestión de comenzar a trabajar.

Mara Fuertes Gutiérrez María José García Folgado

José Luis Ramírez Luengo

3

LA LENGUA EN EL SIGLO XVIII: HISTORIA INTERNA

INTRODUCCIÓN

JOSÉ LUIS RAMÍREZ LUENGO Universidad de Deusto

En el marco de estas Primeras Jornadas Monográficas de la AJIHLE, consagradas al estudio del siglo XVIII, se pretendía, por medio de esta mesa, arrojar luz sobre la situación del español en esta centuria, y contribuir, de este modo, a su mejor conocimiento por medio de la descripción de algunas de sus características internas. Así, las aportaciones de las que se compuso esta primera sesión –que atendía a varios niveles, y contaba con una presencia importante de la dialectología histórica– fueron las siguientes: «La lengua de Francisco Sobrino: aspectos morfosintácticos más relevantes»

(D. SÁEZ RIVERA); «Uso de los clíticos de tercera persona en la lengua de guipuzcoanos emigrados a Indias en el siglo XVIII» (S. GÓMEZ SEIBANE); «El instruido en la corte y aventuras del estremeño (1789): fuente para el estudio del habla extremeña en el siglo

XVIII» (A. SEVCIK); e «Introducción a proyectos fraseológicos en el siglo XVIII» (J.

MARTÍ CONTRERAS). Si bien los distintos aportes partían de principios diferentes y se centraban en aspectos diversos, desde el principio se puso de manifiesto la importancia concedida a una oposición conceptual que estructuraba no sólo los trabajos presentados, sino también la orientación del debate: en efecto, el binomio oral-escrito, y la necesidad de discernir entre los usos propios del código escrito y la oralidad que puede trascender al texto fue una idea recurrente a lo largo de todo este primer bloque de trabajos, hasta el

© RAMÍREZ LUENGO, José Luis. 2004. «La lengua en el siglo XVIII: Historia interna. Introducción». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 5-9. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

punto de convertirse en el eje estructurador que, presente en todos los casos, aportaba homogeneidad a propuestas en principio tan dispares.

Así pues, la primera de las aportaciones (D. SÁEZ RIVERA: «La lengua de Francisco Sobrino: aspectos morfosintácticos más relevantes») atendía a la lengua de Sobrino desde dos puntos de vista: lo descrito en sus obras frente a lo escrito en ellas, en la línea de los trabajos de Girón Alconchel. Tal perspectiva permite, en la línea de lo explicado anteriormente, acercarse a la diferencia oral/escrito, y aplicar tal oposición a una serie de aspectos morfosintácticos: las formas esdrújulas en -ades/-edes/-ides de ciertos tiempos verbales y la diptongación de la segunda persona plural del pretérito; el uso del futuro de subjuntivo; el empleo de los clíticos de tercera persona; la extensión del complemento directo preposicional; o la extensión de la duplicación de objeto. En todos ellos resulta destacable la oposición descrito/escrito, que permite acercarse de manera más profunda a lo que puede ser la realidad lingüística del momento: a manera de ejemplo, resulta especialmente clarificador el caso del futuro de subjuntivo, donde las diferencias de empleo en las distintas obras del autor son notablemente importantes, lo que permite extraer conclusiones sobre la gramaticalización –tanto en los registros de uso cuando en las estructuras sintácticas– de este tiempo verbal a principios del siglo XVIII; del mismo modo, es también interesante la utilización de los clíticos: en efecto, frente al leísmo descrito en la gramática, Sobrino refleja leísmo, laísmo y loísmo en lo escrito, lo que no sólo pone de manifiesto, una vez más, el interés de la perspectiva adoptada, sino que permite también aportar datos sobre la procedencia geográfica del autor.

En relación con lo anterior, Sara GÓMEZ SEIBANE presentaba una descripción general del uso de los clíticos de tercera persona en guipuzcoanos emigrados a Indias en el siglo XVIII, situación que comparaba no sólo con el sistema registrado en la misma zona en la época tardomedieval, sino también con lo que resulta ser habitual actualmente en el área vasca. Así, resulta de interés la aparición de varios usos diferentes según los diversos hablantes, algunos de los cuales registran leísmo masculino y femenino en singular, así como lexicalizaciones de fórmulas fijas, duplicaciones y pérdidas pronominales, mientras que otros –especialmente personas pertenecientes a los estratos más elevados de la sociedad, o de mayor cultura– mantienen los usos etimológicos. Se puede, por lo tanto, hablar de coexistencia de sistemas, probablemente con distribución

6 José Luis RAMÍREZ LUENGO: La lengua en el siglo XVIII. Historia interna. Introducción

sociolingüística; si bien, una vez más, es posible que tal variación no sea más que el reflejo del binomio ya apuntado oral-escrito, donde los usos etimológicos no sean más que, precisamente, el enmascaramiento escrito de unos usos orales divergentes para con la norma estándar propia del momento. A este respecto, fueron varias las sugerencias que se apuntaron en el debate: la profesora Echenique incidió en lo importante que resulta, a la hora de llevar a cabo un estudio como el presente, establecer las cuidadosas matizaciones que este trabajo ofrece sobre circunstancias extralingüísticas de los informantes como forma de extremar la fiabilidad de las conclusiones extraídas; a esta primera indicación se añadió también la necesidad de más estudios sobre correspondencia de naturales de otras zonas, para establecer, así, el grado de especificidad de los usos registrados en la zona vasca.

El tercero de los trabajos (A. SEVCIK: «El instruido en la corte y aventuras del estremeño (1789): fuente para el estudio del habla extremeña en el siglo XVIII») analizaba la novela señalada en el título con el propósito de apuntar una serie de rasgos propios del habla de Extremadura que la autora, Clara Jara del Soto, pone en boca de uno de los personajes, natural de esa región. Así, se registran muy especialmente características de tipo fonético (vacilación de vocales átonas, epéntesis de la semiconsonante [j], rotacismo, pérdida de /d/ intervocálica, aspiración de la /f-/ inicial latina, etc.), si bien no faltan algunas de otros niveles, como la morfología (omisión del elemento velar en el presente indicativo de los verbos incoativos) o la sintaxis (anteposición del artículo ante el posesivo); todas ellas aparecen actualmente en las diferentes hablas de Extremadura, lo que pone de manifiesto cierto conocimiento del español utilizado en esta zona, por más que, según se señaló, no se tenga la certeza de que la autora fuera originaria de la región. Una vez más, y aún a riesgo de resultar reiterativo, hace su aparición la ya mencionada dicotomía oral-escrito, en este caso –y como se apuntó en varias ocasiones en el debate– en forma de oralidad reproducida en lo escrito: se busca construir lo que se define como tipo cómico por medio de la recreación de los rasgos más característicos de una forma de hablar que, generalmente, no trasciende a la escritura. De ahí que, a menudo, se produzcan inconsistencias a la hora de reproducir los rasgos señalados, y éstos no aparezcan de forma sistemática, lo que no es sino el resultado de la finalidad del tipo cómico: no tanto ser reflejo fiel de la realidad lingüística, sino un esbozo – lingüístico y no lingüístico– de una figura cómica popular para el lector.

7 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

También en relación con la oralidad en lo escrito, se apuntaron las reservas con que se deben tildar de vulgarismos algunos rasgos que, si bien hoy pueden serlo, no se tenían por tales en el siglo XVIII, como puede ser la reducción de los grupos cultos. Resulta, pues, imprescindible cierta cautela a la hora de enjuiciar estos fenómenos desde la sincronía actual, habida cuenta los cambios de apreciación normativa que se ha producido entre la Centuria Ilustrada y el momento actual; constituyen, por otro lado, tales elementos por sí mismos el objeto de un estudio de gran interés -y aún sin realizar- sobre la estandarización y los cambios de norma en el tránsito del español peninsular del siglo XVIII al del día de hoy.

Por último, la cuarta aportación (J. MARTÍ CONTRERAS: «Introducción a proyectos fraseológicos en el siglo XVIII») se refiere a un campo tan novedoso y de tanto cultivo actualmente como la fraseología histórica: se llevó a cabo un primer acercamiento desde el siglo XVIII por medio de tres obras de distinto signo (Manual para entender y hablar el castellano, F. Guijarro, 1796; Tractat de adages y refranys valencians y practica pera escriure ab perfecció la lengua valenciana, C. Ros, 1788; Colección de las obras sueltas, assi en prossa, como en verso, F. Lope de Vega, 1777), a través de las cuales se atendió no sólo a la descripción de los elementos estudiados por la fraseología, sino también a las diferencias existentes entre conceptos como refrán, proverbio o adagio, ejemplificado todo ello a partir de los textos señalados más arriba. Del mismo modo, y como forma de señalar la importancia de estas unidades fraseológicas en la lengua y la literatura, se indicó, a manera de ejemplo, una nómina de obras en las que una de estas paremias ejerce la función de título, indicio claro no sólo de su relevancia en los campos indicados, sino también de la trascendencia de su estudio para el más completo conocimiento de la historia de la lengua. Al igual que en las otras ocasiones, se hizo también en este caso hincapié en la relación de estas unidades estudiadas con el binomio oralidad/escritura, en tanto en cuanto elementos propios del registro oral que, sin embargo, aparecen en lo escrito, e incluso son objeto de trabajos de tipo lexicográfico. También se indicó, por otro lado, la posibilidad de ampliar el trabajo con otros puntos de vista que aportasen nuevas noticias a lo señalado por el momento: así, junto a la oposición teórica de los conceptos refrán/proverbio/adagio, se apuntó el interés de buscar el origen de tal diferenciación en los propios trabajos analizados, de modo que se completara, desde un punto de vista historiográfico, la demarcación teórica de tales elementos.

8 José Luis RAMÍREZ LUENGO: La lengua en el siglo XVIII. Historia interna. Introducción

Por lo tanto, si bien es cierto que las diferentes aportaciones trataban aspectos distintos, también lo es que todas ellas tenían un trasfondo común que sirvió para enfocar el debate y crear un bloque homogéneo, caracterizado por el binomio ya mencionado de oralidad-escritura: fue éste, sin duda, el aspecto que se erigió como eje de las reflexiones a que dieron lugar los diferentes trabajos, lo que muestra de manera clara la importancia que tal factor tiene a la hora de estudiar la lengua, muy especialmente en lo que a la diacronía se refiere. Pero, junto a éste, hubo también otro aspecto al que se hizo referencia en numerosas ocasiones a lo largo de todo el debate, así como de las mismas aportaciones, lo que indica la existencia compartida de tal idea en todos los que se enfrentan al estudio del español en el siglo XVIII: la necesidad de llevar a cabo nuevos estudios que aporten más noticias y completen las pocas existentes por el momento sobre una época prácticamente inexplorada en todos los niveles lingüísticos, así como la importancia de contar con metodologías de estudio afines con supuestos teóricos comunes, para poder, de este modo, comparar los datos obtenidos y con ello ir completando la descripción de la lengua española en este siglo. Quede esta última idea, por lo tanto, como muestra evidente de la relevancia de una mesa redonda como la aquí presentada, que atienda a diferentes aspectos de la situación interna del español en el Siglo de las Luces; sirva, del mismo modo, como llamada de atención sobre la urgente necesidad del estudio de nuestra lengua en la Centuria Ilustrada, que constituye no sólo el origen de la modernidad lingüística, sino muy especialmente el necesario hilo conductor que explica el tránsito del español clásico al de nuestros días, y cuyo conocimiento ha de contribuir, sin duda, al más profundo conocimiento del español hablado actualmente en todo el dominio hispánico.

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LA LENGUA DE FRANCISCO SOBRINO: ASPECTOS MORFOSINTÁCTICOS MÁS RELEVANTES*

DANIEL MOISÉS SÁEZ RIVERA Filología Española I (UCM)

INTRODUCCIÓN O CÓMO ABORDAR EL ESTUDIO DE UNA ÉPOCA PRÁCTICAMENTE

INEXPLORADA

Francisco Sobrino (?-1735?) es un autor oscuro de gramáticas y métodos de español en una época casi total e igualmente oscura u opaca de la historia de nuestra lengua: la transición del español clásico al moderno.1 Nuestro autor compuso varias obras que le ayudarían en su labor como maestro de lenguas: Nouvelle Grammaire Espagnole (1697), Diccionario nuevo de las lenguas española y francesa (1705), Diálogos nuevos en español y francés (1708) y Secretario Español (1720). Además, revisó una traducción de una vida de santos: Historia de la vida de Santa Genoveva (1717).2 Acerca de la transición del español clásico al moderno, podemos señalarla convencionalmente entre 1640 y 1726: 1640 como fecha de partida (comienzo simbólico de la decadencia del Imperio hispánico con las rebeliones regionales que

* Este trabajo se inscribe dentro del proyecto financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología «Procesos de gramaticalización en la historia del español», REF: BFF 2001-1340. 1 A este respecto, ver sobre todo Álvarez de Miranda (1992) y Girón Alconchel (2002) –así como varias obras en prensa del mismo Girón Alconchel, de las cuales me ha proporcionado amablemente una copia–. 2 Para noticias más completas acerca de la vida y labores de Francisco Sobrino, se puede consultar mi ponencia del II CNAJIHLE («La duplicación de clíticos en la obra de Francisco Sobrino»), así como la edición en red (Anexos Lemir) que he realizado de los «Diálogos nuevos (1708) de Francisco Sobrino y Diálogo decimoquinto de Félix A. de Alvarado» (http://parnaseo.uv.es/Lemir/Textos/Sobrino/Index.htm [en línea]). Al igual que en tales trabajos, me referiré con una serie de abreviaturas a las distintas obras de Sobrino, por orden alfabético: Diál. = Diálogos nuevos en español y francés Dicc. nuevo= Diccionario nuevo de las lenguas española y francesa; Hist. = Historia de la vida de Santa Genoveva; Nouv. gr. = Nouvelle grammaire espagnole; Secr. = Secretario español. De la bibliografía acerca de Sobrino (v. Sáez Rivera 2003) conviene subrayar la obra de Puche Roca (1996) y Cazorla (2002a y 2002b), las cuales analizan minuciosamente la obra lexicográfica de Sobrino.

© SÁEZ RIVERA, Daniel M. 2004. «La lengua de Francisco Sobrino: aspectos morfosintácticos más relevantes». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 11-38. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII llevaron a la independencia de Portugal) y 1726 como fecha de llegada (comienza la publicación del Diccionario de Autoridades académico, un año después de que Feijoo publicara su Carta apologética de la medicina scéptica del doctor Martínez, y también por estas fechas comienza a publicar Mayans [Álvarez de Miranda 1992: 31]). No obstante, por encima del valor simbólico de tales hitos de historia externa e historia gramatical y literaria, tales fechas poseen un valor heurístico, especialmente para el corpus de gramáticas y métodos didácticos del español del que me surto en mi tesis en curso:3 se trata de recabar datos, tanto lingüísticos como historiográficos, para una época (y unos materiales) acerca de los cuales tantas informaciones nos faltan. Otras fechas se pueden elegir y se han elegido, por supuesto. El análisis de la lengua de la obra de Sobrino (metonímicamente de la lengua del propio Sobrino) supone un buen primer paso para trazar la lengua de su época, a este respecto obrando de la misma manera que Gema Bizcarrondo (1992 y 1993) con la figura de María de Zayas y Sotomayor. De este modo, según Bizcarrondo (1993: 169) primero habría que «aislar las construcciones que menos puedan prestarse a la manifestación de rasgos individuales o de relevancia estilística» para centrarse luego en los usos normativos de su época (a los fenómenos sintácticos añado alguno morfológico). Tal necesidad es aún mayor con otros autores de gramáticas para extranjeros de la época que eran asimismo extranjeros, ya que la lengua de sus escritos suele estar plagada de interferencias de su L1, o incluso en autores españoles en el extranjero cuya lengua también podía sufrir el influjo de la L2 que aprendían en el país. Se trata de un fenómeno que a nivel léxico ya ha estudiado Verdonk (1980 y 2000).

1. ASPECTOS MORFOSINTÁCTICOS MÁS RELEVANTES

Las variables lingüísticas reseñadas serán las siguientes:

1. las formas esdrújulas de ciertos tiempos verbales en -ades/-edes/-des (me referiré a ellas como -Vdes, inspirándome en Dworkin 1988) y la diptongación de la 2.ª persona plural del pretérito indefinido; 2. el mantenimiento del futuro de subjuntivo; 3. leísmo-laísmo-loísmo;

3 El proyecto de mi tesis se titula, de momento, así: «La lengua de las gramáticas y métodos didácticos de español como segunda lengua en los ss. XVII-XVIII».

12 Daniel M. SÁEZ RIVERA: La lengua de Francisco Sobrino

4. la progresiva extensión del complemento directo preposicional (CDP); 5. la progresiva extensión de la duplicación clítica de objeto;

Los puntos 3, 4, 5 ya fueron propuestos por Girón Alconchel (2001 [en prensa], 2002 y En prensa) como variables clave para detectar la evolución del español clásico al moderno (recogiendo su testigo, ya traté el punto 5 en el II Congreso Nacional de la

AJIHLE, recuerdo). En cambio, las variables 1 y 2 son propuestas por mí con objeto de dar cuenta de algunos de los problemas con que nos encontramos al enfrentarnos con la lengua de la época conforme se plasma en los materiales con los que me estoy topando. Había prometido hablar de la falta de fijación del régimen preposicional, así como de la expansión de artículo ante oraciones de infinitivo, completivas y en el relativo oblicuo en forma de relativo complejo, pero por falta de espacio y tiempo me va a ser imposible hacerlo. Desde un punto de vista metodológico, para el análisis de los datos encontrados en la obra de Francisco Sobrino seguiré el modelo de usos prescritos, descritos y escritos del mismo Girón Alconchel (1996), esto es, el hecho de que debe diferenciarse lo que el gramático dice que hay que decir (usos prescritos) de que lo que dice que se dice (usos descritos, en los que queda consignada la variación inherente de la lengua) y de lo que realmente él emplea (usos escritos).4

1.1. -Vdes y la diptongación de la 2.ª persona plural del pretérito indefinido

Recordemos que Sobrino copia al milímetro la gramática de Oudin, cuya primera edición data de 1597 (aunque Sobrino probablemente copiara alguna edición tardía –mediados del s. XVII– efectuada por el hijo de César, Antoine). Junto a las ausencias u omisiones que introduce al percatarse de que la lengua que mostraba el secretario e intérprete del Rey de Francia ha cambiado, resultan casi más sorprendentes las persistencias, e igualmente interesantes, como por ejemplo las formas esdrújulas de 2.ª persona del plural en -ades, -edes, -ides y las formas de 2.ª persona plural del pretérito aún sin diptongar (del tipo «estuvistes») –dos cambios interrelacionados–.

4 El propio Girón Alconchel ha aplicado su método al estudio de la desaparición del futuro analítico («La doctrina y el uso de los futuros en las gramáticas renacentistas», Historiographia Lingüística XXIV, 1997, 15-28) y al estudio de la desaparición de las formas extendidas de los demostrativos de 1.ª y 2.ª, del tipo aqueste-aquese («Sobre el reajuste morfológico de los demostrativos en el español clásico», en C. García Turza, F. González Bachiller y J. Mangado Martínez (eds.), Actas del IV Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, I, Logroño, Universidad de la Rioja, 1998.).

13 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

Se ha escrito mucho sobre todo acerca del primer cambio, ya desde el magnífico artículo seminal de Cuervo (1893), pasando por Malkiel (1949), Manczak (1976) y Blaylock (1986) para culminar en Dworkin (1988), que reseña y revisa las hipótesis de todos ellos; sólo Cuervo y Dworkin se ocupan asimismo de la 2.ª persona plural del pretérito.5 La cuestión reside en que mientras la reducción a -áis, -éis y -ís se produjo ya a finales del s. XV, lo cual refleja ya Nebrija, aunque sigue aludiendo a las formas antiguas que se mantendrían hasta mediados del s. XVI (Dworkin 1988: 144), la simplificación de las formas esdrújulas no se produciría sino hasta mediados del siglo 6 XVII o en el s. XVIII, aunque ya las emplearan con frecuencia algunos escritores clásicos como Cervantes y Lope, aparte de que Juan de Luna las da como formas únicas en su Arte de 1616 y Jerónimo de Texeda en su gramática de 1619 junto a las formas antiguas. Por tanto, Sobrino se deja llevar por la inercia de la tradición gramatical, siempre tan fuerte (Cuervo 1893: 76 señala la resistencia de los gramáticos a documentar el cambio), pese a que al terminar el siglo XVII el uso cortesano debía de tener ya consagrada la conjugación nueva, ya que aparece «en la carta de gracias dirigida por Carlos II a la ciudad de Sevilla en Setiembre de 1696 [...] y en los despachos originales también del mismo soberano al Gobernador de Milán, de 1697 en adelante» (Cuervo 1893: 340); en cambio, en el lenguaje legal y cancilleresco, alternaban ambas formas con Carlos II, y desaparece paulatinamente en tiempo de 7 Felipe V (Cuervo 1893: 340-341). Respondiendo a esquemas anteriores, por supuesto que Sobrino emplea exclusivamente las formas llanas diptongadas, pero además mantiene el empleo de las formas esdrújulas en -Vdes. De este modo, en cuanto al uso escrito de las formas esdrújulas en -d-, aparte de un ejemplo que surge en Nouv. Gr. (p. 36) a raíz de la explicación de fórmulas de cortesía,8 tenemos algunos pocos ejemplos, circunscritos al diálogo «onzeno», fuente también de formas llanas: «teniades» (p. 205), «erades» (p.

5 Girón Alconchel (1996) también trata estas fenómenos. 6 Blaylock (1973: 279): «By the early eighteenth century the -d- had also disappeared from those forms [las esdrújulas] to produce the paradigms of modern Spanish». Dworkin (1988) adelanta un poco la fecha, pero sigue siendo impreciso (nótese el empleo de la preposición «by» en ambas citas, que señala una falta de precisión cronológica): «By the middle of the 17th century, however, the -d- had been shed in all second person plural endings, giving the forms familiar from the modern language.» 7 Obsérvese el encomiable cuidado con que el filólogo colombiano traza la evolución de las formas lingüísticas por géneros textuales, e incluso valora el papel de los escribanos y del tipo de letra en la redacción de documentos, ya que cuenta cómo en los despachos de Carlos II al gobernador de Milán, «en Agosto y Setiembre de 1698 se muda la letra de estos documentos y aparecen las formas antiguas, como si por pocos días se hubiera encargado de la redacción algún viejo de gruesas gafas y calva reluciente»; se observa también que Cuervo tiene en cuenta constantemente la importancia de las generaciones para estratificar cronológicamente los datos. 8 «Nosotros entramos en Roma el dia de san Juan, y vosotros ya aviades salido» [negrita mía]

14 Daniel M. SÁEZ RIVERA: La lengua de Francisco Sobrino

207), «avriades» (p. 208), «hablavades» (p. 210), «uvierades hecho» (pp. 210, 211). Ya Blaylock (1986: 283-284) había documentado al menos los «uviérades hecho» y manifiesta su duda sobre si se trata de un esfuerzo de Sobrino por reflejar la lengua del

XVI o de un «archaic lapse»; por otro lado, comenta que aún John Stevens refleja un paradigma mixto en 1706, fruto de la ultracorrección («hablávadeis, habláradeis, hablássedeis»), así como John Henley en 1719 y Pedro de Pineda en 1726 siguen plasmando el paradigma clásico (mientras que Gómez Gayoso en 1743 ya ni hace referencia al viejo paradigma). Probablemente las formas ya habrían desaparecido de la lengua hablada y sólo se mantendrían a nivel escrito. Por otro lado, en cuanto a las formas de 2.ª persona del plural en el pretérito, curiosamente sólo Cuervo y Dworkin se han ocupado del problema: las formas diptongadas aparecerían a mediados del s. XVI (también por primera vez en el Anónimo de Lovaina de 1555) y luego irían progresando lentamente hasta el último cuarto del s.

XVII (Calderón ofrece alternancia de formas con o sin diptongar, según Cuervo 1893: 345, aunque antes Carlos Rodríguez daba en 1660 sólo las formas diptongadas, tanto de imperfecto como de pretérito [Viejo Sánchez 1994]). Sobrino muestra consistentemente en sus paradigmas de Nouv. Gr. las formas sin diptongar. Tenemos unas pocas formas como uso escrito en Secr., ya sabemos lo difícil que es documentar estas formas por motivos de cortesía –tanto por prácticamente desaparecer el «vos» y usarse principalmente la 3.ª de plural para hablar a la concurrencia–: «Recevì la carta que me escrivistes para darme el parabien de mi casamiento» (p. 40), «Recevì la carta que me escrivistes, para darme el pesame de la muerte del Rey mi padre» (p. 92), «como lo estuvistes con el» (p. 92). Se trata de los mismos casos en los que habla el rey a los cargos de una ciudad.

1.2. La persistencia del futuro de subjuntivo

Nos encontramos la misma dualidad entre escritura/gramatización9 y lengua hablada en el uso del futuro de subjuntivo. Sabemos que el futuro de subjuntivo había desaparecido de la lengua hablada general en la Península, ya sea en el s. XVI (Wright 1931; Luquet 1988) o en el XVII

9 Podemos denominar por gramatización la conjugación de usos prescritos, descritos y su ejemplificación, según la definición que proporciona Auroux (1996: 109): «Par grammatisation, on doit entendre, au sens propre, le processus qui conduit a décrire et à outiller une langue sur la base des deux téchnologiques, qui sont encore aujourd’hui les piliers de notre savoir métalinguistique: la grammaire et le dictionnaire»

15 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

(Morreale 1980; Camus 1990; Eberenz 1990). La forma sólo se mantiene de forma dialectal en Asturias, Canarias y América10 (Camús 1990). La dualidad entre habla (ausencia) y escritura (persistencia en ciertos tipos de textos en especial: jurídico- administrativos y literarios) se mantiene en la actualidad (Zuluaga 1982).11 Sobrino mantiene su descripción en los paradigmas verbales que incluye en Nouv. Gr., dejando intacto lo que proponía Oudin. En cuanto a la nomenclatura, llama al futuro simple de subjuntivo «Futur Conjonctif» («Futuro Conjuntivo») y al futuro compuesto de subjuntivo «Second Futur Conjonctif» («Segundo Futuro Conjuntivo»), pero además añade unas notas de uso interesantísimas acerca del uso de tales formas (Nouv. Gr., p. 236-237):

Les Espagnols se servent fort souvent de l’Optatif [el presente de subjuntivo] au lieu du Futur conjonctif generalment dans tous les Verbes, hormis le Verbe querer. On se sert aussi presque toujours du Gerondif du Verbe Haver pour auxilier, dans tous les seconds Futurs du conjonctif generalment: & cette façon de parler est fort elegante. Ledit Gerondif sert pour les six personnes de tous les seconds Futurs conjonctifs, & au lieu de dire; Quando uvíere dado, hablado, sido, estado, &c. uviéres dado, hablado, sido, estado, uviére dado, hablado, sido, estado, uviéremos dado, hablado, sido, estado, uviéredes dado, hablado, sido, estado, uviéren dado, hablado, sido, estado, &c. On peut dire, En aviendo dado, hablado, sido, estado, &c.12

El interés del pasaje se debe a que nos certifica una percepción de la sustitución paulatina del futuro de subjuntivo por el presente de subjuntivo. Sobrino, al igual que Oudin, muestra un gran interés por la variación lingüística, lo cual señala con la fórmula «fort souvent» («con mucha frecuencia», podemos traducir). Acerca del futuro compuesto de subjuntivo, Sobrino propone su sustitución por la formula en+gerundio compuesto. Respecto a los usos escritos, tanto en Diál. como en Secr., y respecto a la nota gramatical de Sobrino (el mayor mantenimiento del futuro de subjuntivo con el verbo

10 Para matizaciones acerca de América, véase Granda (1969), Fontanella de Weinberg (1997), Ramírez Luengo (2001 y 2002). 11 La persistencia en la descripción gramatical también es grande, como señala Sastre (1998: 282) en su trabajo que reseña cómo se describe el futuro de subjuntivo desde Nebrija a la Gramática de la lengua española (1854) de Santiago Vicente García: «a pesar de ser forma en franco retroceso desde el siglo XVIII, no ha sido sustituida del paradigma verbal de la conjugación española en las gramáticas consultadas, salvo en las que ofrecen un parangón de formas verbales con otra lengua, como, por ejemplo, el francés, que no posee tal forma.» 12 Sólo documento un caso en el corpus: «en / aviendo llegado à Napoles, darè à Vue- / stra Señoria aviso de mi llegada y de la / manera que los Napolitanos me uvieren / recevido.» (Secr., p. 24).

16 Daniel M. SÁEZ RIVERA: La lengua de Francisco Sobrino querer) resultan interesante una serie de datos que son consecuentes con la afirmación de Sobrino.13

Diál. sólo Diál. Diál. sin Sobrino Secr. TOTAL Sobrino Futuro de 49 (45,37%) 45 (42,45%) 4 (3,77%) 57 (53,77%) 106 (100%) subjuntivo Futuro de subjuntivo 14 (63,64%) 11 (50%) 3 (13,64%) 8 (36,36%) 22 (100%) (querer)

Antes de analizar la tabla, conviene recordar algunas características de los textos de Sobrino. Primero, tenemos que tener en cuenta que Diál. (1708) copia en parte textos anteriores, en concreto una edición de los diálogos de Oudin que data de 1675, edición que reproduce con leves cambios la edición de 1622 (que incluía una nomenclatura respecto a la primera edición de 1608, la cual copiaba a su vez los diálogos de Minsheu [1599]). Sobrino también reproduce en el volumen de Diál. (1708) un tratadillo de ortografía de Fray Jerónimo de Gracián que data de principios del s. XVII. A estos materiales, Sobrino añade varios diálogos de su propia pluma: el cuarto, sexto, décimo, undécimo, duodécimo, el décimo tercero y el décimo cuarto (una adaptación de la nomenclatura dialogada que aparecía en la primera edición del Dicc. nuevo). Por lo que tenemos que tener en cuenta que en un texto del s. XVIII disponemos de varias estratos lingüísticos pertenecientes a distintos momentos: básicamente los finales del s. XVI- principios del s. XVII y finales del s. XVII-principios del s. XVIII. Creo que resulta importante, pues, discernir entre los resultados totales de Diál., de Diál. sin las aportaciones de Sobrino (Diál. sin Sobrino), de Diál. sólo con las aportaciones de Sobrino y por otro lado los de Secr. Por tanto, del análisis de los datos, se desprende que Secr. posee un índice de uso mayor que Diál., si consideramos tanto la parte original como la nueva, pero en la nueva la diferencia es abismal y, curiosamente, casi el único verbo representado en la parte original de Sobrino es precisamente querer (en contexto relativo, por cierto, uno

13 Para la extracción de las concordancias de los textos y la localización de los ejemplos me he servido del programa WordSmith 3.0. He de advertir que la versión digital de Diál. y de Secr. con la que he alimentado el programa carecía de etiquetado; tampoco he lematizado las formas. Mi proceder era el siguiente: buscaba las terminaciones, obtenía las concordancias automáticas y eliminaba manualmente las palabras con la misma terminación del futuro de subjuntivo que no pertenecían a tal tiempo y con frecuencia ni siquiera a la categoría gramatical de verbo. He dejado fuera del corpus los cuatro ejemplos de futuro compuesto de subjuntivo que he encontrado en Secr.

17 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII de los bastiones del futuro de subjuntivo, según Camús [1990] y Eberenz [1990]):14 un 100% de casos, frente al uso de querer en Secr. con respecto al resto de casos de futuro de subjuntivo (14,04%). Podemos interpretar los datos de diferentes maneras. Diál. reproduce una lengua más antigua, pero también más cercana a una oralidad siempre mimetizada, por supuesto, de ahí los porcentajes generales menores frente a Secr., que refleja una lengua posterior y más alejada de la oralidad, en un texto dominado por los códigos exclusivos de la escrituralidad, al ser un manual con muestras de cartas en absoluto familiares. El hecho de que el único verbo representado en la parte de Diál. de obra exclusiva de Sobrino puede deberse a diversas causas: casualidad (pero el texto de Sobrino es un poco menos de la mitad del volumen), que efectivamente sean ciertas las observaciones de Sobrino (esto es, que con querer, verbo de gran fuerza léxica por cierto, se mantenga incólume el futuro de subjuntivo en el habla), o bien que Sobrino controle perfectamente el texto que proporciona como muestra de lengua y con mucho cuidado decida sólo emplear el verbo que según él aún se emplea en el tiempo en cuestión, al menos en Diál. (texto más próximo al ideal de lengua de la conversación); de hecho, la excepción que muestra al texto no aparece en los diálogos en sí mismos, sino en unas «Remarques» anexas (una notas de gramática contrastiva español-francés). Resulta difícil desmentir o confirmar nuestras hipótesis, pues nos faltan datos. En cuanto a los contextos sintácticos de aparición del futuro de subjuntivo, éstos son los siguientes:

Contexto Diál. Diál. sin Diál. sólo Secr. TOTAL sintáctico Sobrino Sobrino Or. relativo 30 (61,22%) 26 (57,78%) 4 (100%) 45 (78,95%) 75 (70,75%) Expresión fija 1 (2,04%) 1 (2,22%) 0 (0%) 0 (0%) 1 (0,94%) Condicional 6 (12,24%) 6 (13,33%) 0 (0%) 2 (3,51%) 8 (7,55%) Or. temporal 4 (8,16%) 4 (8,89%) 0 (0%) 8 (14,04%) 12 (11,32%) Or. modal 3 (6,12%) 3 (6,67%) 0 (0%) 1 (1,75%) 4 (3,77%) Or. de lugar 3 (6,12%) 3 (6,67%) 0 (0%) 1 (1,75%) 4 (3,77%) Or. causal 1 (2,04%) 1 (2,22%) 0 (0%) 0 (0%) 1 (0,94%) Or. comparativa 1 (2,04%) 1 (2,22%) 0 (0%) 0 (0%) 1 (0,94%) TOTAL 49 (100%) 45 (100%) 4 (100%) 57 (100%) 106 (100%)

El contexto más frecuente es, lógicamente, el relativo, además de que es el único que pervive en la parte original de Diál. Resulta importante también el escaso uso de las expresiones formulaicas («dure lo que durare») y la mayor variedad de contextos que

14 El otro ejemplo es dar, también en contexto relativo generalizador («lo que»). En Secr. sólo hay un caso con dar, en contexto relativo igualmente (1,75%).

18 Daniel M. SÁEZ RIVERA: La lengua de Francisco Sobrino encontramos en la parte copiada de Diál. Extraigo porcentajes con respecto a las columnas, exclusivamente. Evidentemente, el contexto relativo crece en porcentaje en detrimento de los otros. Finalmente, resulta conveniente proporcionar una comparación del uso del futuro de subjuntivo y los del presente de subjuntivo y el pretérito de subjuntivo (formas en -ra y -se contabilizadas conjuntamente):15

Diál. sin Diál. sólo Diál. Secr. TOTAL Sobrino Sobrino Futuro de 49 (15,96%) 45 (21,85%) 4 (3,96%) 57 (11,75%) 106 (13,38%) subjuntivo Presente de 158 (51,47%) 89 (43,20%) 69 (68,32%) 378 (77,94%) 536 (67,68%) subjuntivo Pretérito de 100 (32,57%) 72 (34,95%) 28 (27,72%) 50 (10,31%) 150 (18,94%) subjuntivo TOTAL 307 (100%) 206 (100%) 101 (100%) 485 (100%) 792 (100%)

Menos en cuanto al pretérito de subjuntivo, Secr. emplea más tanto el futuro de subjuntivo como el presente de subjuntivo (el uso tan grande del presente de subjuntivo se debe a fórmulas de despedida como «Guarde Dios a ... como puede» y por los sobrescritos, con la forma «A ... guarde Dios como puede»). Sólo extraigo los porcentajes que nos pueden interesar más, los concernientes a las columnas. De los datos se desprende que Diál. sólo Sobrino y Secr. tienen los porcentajes más bajos de empleo del futuro de subjuntivo, con respecto a Diál. sin Sobrino, que refleja un estado de lengua anterior. Por otro lado, el tiempo se conserva mejor en el género más «escritural» (Secr.).

Ínterin: tres procesos asociados: leísmo-laísmo-loísmo, CDP, duplicación clítica de objeto

Ya Rafael Lapesa (2000: 98-99, 307-308) relacionaba el CDP y los distintos fenómenos de alteración en los pronombres clíticos de objeto (leísmo, laísmo y loísmo) en tanto en cuanto ambos servían para la expresión de lo personal, tendencia que arrancaba de la forma interior de la lengua española; tal conexión también la había apreciado Salvador Fernández Ramírez (1964). A su vez, Marcos Marín (1978), discípulo del mismo Lapesa, añadió a tales fenómenos otro fenómeno concomitante: la

15 Pude emplear el programa WordSmith 3.0 para detectar los casos de pretérito de subjuntivo, pero no los de presente de subjuntivo, que fueron fichados manualmente.

19 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII duplicación clítica del objeto. Carmen Pensado (1995b) también relaciona el 16 complemento directo preposicional (CDP) con la duplicación de clíticos. El testigo más reciente lo han recogido Company (1997 y 1998) y Girón Alconchel (2002) que ven los tres desarrollos lingüísticos como fenómenos interrelacionados de gramaticalización, unidos al señalamiento de la topicalidad en el discurso.17 De hecho, topicalidad y expresión de lo personal o animicidad están muy relacionados, como también lo están la definitud o la individuación con la misma animicidad y topicalidad (Comrie 1988: 281-284). Para medir el grado de topicalidad, la capacidad, o más bien la posibilidad, de que un constituyente cualifique como tópico18 podemos seguir un conjunto de jerarquías binarias que traza Givón (1976: 152) y que ya adujimos en nuestra ponencia sobre la duplicación o doblado clítico:19

a. HUMAN > NON-HUMAN b. DEFINITE > INDEFINITE 20 c. MORE INVOLVED PARTICIPANT > LESS INVOLVED PARTICIPANT d. 1ST PERSON > 2ND PERSON > 3RD PERSON.

Tales jerarquías reflejan según Givón la naturaleza ego-antropocéntrica del lenguaje, pues tendemos a hablar más sobre humanos que sobre no humanos, y tendemos a centrar nuestras conversaciones en nosotros mismos. Podemos reflexionar que estas jerarquías estratifican una topicalidad natural, frente a la topicalidad posicional (la situación preverbal de elementos topicalizados sintácticamente) y la topicalidad discursiva o textual (por ejemplo, un elemento no animado puede constituir el tópico de un texto en concreto y por ello ser resaltado de alguna manera, por lo que se saltaría la jerarquía). De esta manera, recordamos, Givón en cierta manera compendia

16 Como comenta Cano Aguilar (1981: 18), los conceptos de complemento directo y complemento indirecto «surgieron en la gramática francesa, por razones puramente formales (ausencia o presencia de preposición con el complemento verbal); como en español el complemento directo a veces lleva a, hubo que reinterpretarlo como “aquello sobre lo que recae directamente la acción del verbo” (otro tanto se hizo con el complemento indirecto)». Por tanto, el término «complemento directo preposicional» (CDP) constituye un oxímoron. 17 Sin embargo, Inés Fernández Ordóñez (2001: 421-422) ha negado que leísmo y CDP sean fenómenos paralelos en el proceso de extensión del dativo al acusativo, al menos desde una perspectiva panrrománica, ya que en otras lenguas o dialectos románicos con CDP no hay leísmo. 18 Para Silva-Corvalán (1984: 555), recordamos, un tópico o topic consiste en «what a speaker may be talking about in a given moment». 19 En la terminología española se ha hablado de duplicación, pleonasmo, redundancia pronominal para señalar tal fenómeno. «Doblado» es un anglicismo crudo inspirado en el « doubling». 20 De aquí, Givón (1976: 152) deriva otra escala implicativa: AGENT > DATIVE > ACCUSATIVE. Se correlaciona con la escala de humanidad (agentes y sujetos son mayoritariamente humanos) y la de definitud (así mismo tienden a ser definidos).

20 Daniel M. SÁEZ RIVERA: La lengua de Francisco Sobrino las jerarquías de animicidad (Silverstein 1986), definitud (Greenberg 1978) y caso (Keenan y Comrie 1977) que ya aducía conjuntamente Croft (1988: 163, 164) para explicar el funcionamiento de la concordancia:

Animacy: 1st, 2nd < 3rd < Proper Name < Human < Animate < Inanimate Definiteness: Definite < Specific/Referential Indefinite < Non-specific/ Generic Case: Subject < D.O. < I.O. < oblique.

Otra jerarquía que conviene tener en cuenta es la jerarquía de individualidad de Timberlake21 (1977: 162), ya aducida por Laca (1995) o Kliffer (1995) para explicar el 22 CDP, así como ya entrevista por el mismo Jiménez Patón a principios del siglo XVII:

individuated / nonindividuated proper / common human / animate / inanimate concrete / abstract singular / plural definite / indefinite

En relación con la teoría de la gramaticalización, veremos cómo estas diferentes jerarquías o escalas implicativas nos sirven como clina, como sendero por el que se va propagando la gramaticalización de los fenómenos estudiados, desde los escalafones más altos, en las escalas de topicalidad, animicidad, definitud, caso o individuación a los más bajos. No olvidemos que el paso de un escalón a otro de la clina nunca es absoluto, ya que siempre se produce un tiempo de alternancia entre formas, de variación, pues (Hopper y Traugott 1993).

1.3. Leísmo-laísmo-loísmo

Sobrino sólo se percata del problema del leísmo como uso descrito, pero no del laísmo o del loísmo, aunque luego veremos que tales usos del pronombre átono formaban parte de su sistema. El que sólo perciba el leísmo en su gramática quizá se deba a que tal era la percepción de Oudin23 que domina en él (en cambio, curiosamente, Sobrino suprime un importante pasaje acerca del uso de él y le como pronombres de

21 Timberlake (1977) la usaba para explicar la progresiva sustitución del genitivo por el acusativo en finlandés. 22 Según la edición que hicieron Quilis y Rozas (1965: 100):«Y está más individual el yo, tú, aquel señalándole quel que llaman nombre propio, Francisco, Sancho, Andrés». En este caso, vislumbra la jerarquías de topicalidad y animicidad que sitúan los pronombres en un escalón superior a los nombres propios. 23 A su vez Oudin se «inspira» en Miranda, por no decir que también copia.

21 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII cortesía y su interrelación con vuestra merced). Cito el pasaje en cuestión (Nouv. Gr. 1697: 16):

Le susdit article el renversé qui fait le, se met souvent à la fin du verbe, & alors il est relatif, comme llamadle, dile, qui en François signifient, appellez-le, dites-lui.

Existen varios aspectos interesantes en la cita. El primero de ellos arranca del hecho de discutir el pronombre en el lugar correspondiente a la parte del discurso conocida como artículo, aunque se matice que en el caso que nos ocupa es «relativo» (esto es, anafórico).24 En mi opinión la idea de discutir el pronombre personal en el apartado del artículo tiene una mera intención pedagógica y memotécnica típica de las gramáticas para extranjeros de la época: con el leísmo el pronombre átono es simplemente el artículo invertido. También hay que recalcar que se dice que tal partícula «se met souvent à la fin du verbe» (cursiva mía), lo cual nos confirma que tal forma no es de uso obligatorio y no está soldada morfológicamente al verbo (no hay una conjugación objetiva, una gramaticalización de la duplicación clítica de objeto en español). También habla de la como pronombre bajo el epígrafe de artículo (p. 16), pero el párrafo en cuestión, no nos indica apenas nada, por ejemplo si aceptaba el laísmo:

Cet article mis aprés le verbe prend, prend la nature du pronom relatif, aussi bien que l’article masculin le: & cela dans les cas obliques.

Aún abunda más Sobrino copiando a Oudin en la pág. 56 de su Nouv. Gr. (1697), al tratar los recíprocos y relativos me, te, se:

Les Espagnols usent de se, quand ils veulent dire, lui, ou à lui, qui sembleroit etre le; cependant le dit le, n’est point reciproque, mais relatif, comme j’ai dit au chap[ître]. des art[icles]. & qui seroit aussi bien accusatif que datif, comme dile, llamale: & ils disent, yo se lo dirè, yo se lo darè, yo se lo embiarè, qui est autant à dire que, je lui dirai, je lui donnerai, je lui envoierai; mais il faut sous-entendre la chose qui se pourroit exprimer, en y ajoutant, le ou la.

24 M.ª Luisa Viejo Sánchez (2001: 999), al exponer «la formación de la teoría gramatical sobre el pronombre personal», señala el hecho de que en la época se diferenciaba entre pronombres demostrativos, de carácter deíctico, «que sirven para referirse a objetos presentes» (por ejemplo el pronombre él), pronombres relativos o anafóricos, «que se refieren a un objeto antes mencionado). En este mismo artículo (Viejo Sánchez 2001: 999), igualmente se señala que por su «gran semejanza formal (coincidencia en muchos casos)», los gramáticos suelen considerar los pronombres personales átonos dentro del paradigma de los artículos. Ya Kukenheim (1974[1935]: 115-129) había atisbado los problemas que nos acucian.

22 Daniel M. SÁEZ RIVERA: La lengua de Francisco Sobrino

En cuanto al uso escrito, con los fenómenos de leísmo-laísmo y loísmo, al igual que con el futuro de subjuntivo, también tenemos que tener gran cuidado, ya que tenemos que diferenciar claramente entre los fragmentos que se copian de Oudin y el que plasma Sobrino en las partes originales. Del cotejo entre los textos de Oudin y los textos de Sobrino se observan algunas diferencias entre ambos autores. A este respecto el Oudin de los diálogos es leísta (tanto de persona como de objeto de género masculino), pero no laísta ni loísta. En cambio, Sobrino es en Diál. leísta, pero mucho más que Oudin (en ocasiones cambia «lo» por «le» cuando la referencia es inanimada o puramente animada, no humana); así mismo, también es laísta, pero además es incluso alguna vez loísta. El texto original de Sobrino,

Secr. es igualmente leísta, de persona y cosa, laísta (incluso con un CI de cosa femenino) y loísta (en el último caso se trata de ejemplos aislados junto a otros construidos con «les»). El sistema de pronombres átonos de 3.ª persona de Sobrino es el siguiente:

MASCULINO FEMENINO SINGULAR PLURAL SINGULAR PLURAL CD le (persona) los ~les (persona) la (persona) las (persona) le (cosa) / lo (neutro) los (cosa) la (cosa) las (persona) 25 CI le les ~ los la [las]

Si aceptamos que los usos dialectales actuales coinciden a grandes rasgos con los antiguos, como hace Fernández Ordóñez (2001), podemos argumentar que Sobrino, al reflejar la solución C del empleo de los pronombres clíticos, según la clasificación de Fernández Ordóñez (1994, 1999 y 2001), procedería con gran probabilidad de la zona correspondiente a tal rasgo dialectal en los tiempos presentes: «al oriente del área referencial (este y sur de Burgos, sur de Valladolid, norte y centro de Segovia, oeste de Soria)» (Fernández Ordóñez 2001: 430). Si el paradigma fuera totalmente regular, resultaría mucho más armónico o transparente con otras formas de la lengua española: ya sea con los pronombres átonos de 1.ª y 2.ª persona, como ya supo ver Correas (con formas singulares en -e -me, -te

25 Documentamos un ejemplo con les, pero arranca de Minsheu-Oudin: «Gu[man]. Yo tengo para mi / que la mayor dissolu- / cion en algunas mugè- / res de Ingalaterra, es / ésta costumbre de besar- / las en público, por que / con esto pierden la ver- / guénça, y al tocamien- / to del beso, les entra / un venéno que las infi- / ciona.» (Diál., pág. 142). Sin embargo, sí documentamos el laísmo plural en otra obra que retoca Sobrino, la Historia de la vida de Santa Genoveva: «Esto no es nada, que presto vere- / mos como Dios se sirve muchas ve- / zes de la malicia de los malos, assi / como nosotros de las vivoras y ser- / pientes, que para sacarlas el veneno / las machucamos las cabezas.» (p. 147) En tal obra también encontramos leísmo singular de persona y de cosa, pero no loísmo.

23 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII como le y plurales en -os -nos,vos, como los), ya sea con los demostrativos, como proponía Fernández Ramírez, pero también con el artículo (con forma en -e [este, ese, aquel, el] para el masculino singular, femenina singular en -a [esta, esa, aquella, la], masculino plural en -os [estos, esos, aquellos, los] y femenino plural en -as [estas, esas, aquellas, las]; las formas neutras serían en -o: esto, eso, aquello, lo). No se ha llegado al paradigma ideal presentado por Benezech (1977: 42) en el que fruto de la extensión del loísmo, le(s) se reservaría para todo acusativo, lo(s) para todo dativo masculino y la(s) para el dativo femenino; en tal caso habría un reordenamiento absoluto de formas en el sistema pronominal de 3.ª persona átono, pero también se perderían los aprovechamientos pragmáticos de la variación.

En cuanto al paralelismo de leísmo con el CDP, los verbos con los que aparece el leísmo personal coinciden con aquellos que pueden marcar su complemento directo con preposición en un 45,33% (34/75). El leísmo está extendido y gramaticalizado con un gran grado de obligatoriedad, fijación y paradigmatización para entidades animadas masculinas singulares y para entidades inanimadas singulares de género gramatical masculino; por otro lado, el laísmo se encuentra en la misma situación pero para marcar entidades animadas femeninas singulares y entidades inanimadas de género gramatical femenino.26 Leísmo y laísmo señalan individualidad. En cambio, el loísmo señala la no individualidad, y no está gramaticalizado, como tampoco el leísmo plural o el laísmo plural, los cuales ofrecen por tanto una situación de estratificación. Al enmarcar cronológicamente los datos que aporta Sobrino, vemos que Calderón, como otros escritores madrileños del Siglo de Oro, es leísta con «exclusividad absoluta o casi absoluta», pero también «predominantemente» laísta (Lapesa 2000: 301, 304; cit. por Girón Alconchel en prensa). Francisco Gutiérrez de los Ríos, andaluz, llega a ser leísta de persona y de cosa, siempre en singular (Girón Alconchel 2001 [en prensa]), según el uso expansivo de la Corte (Lapesa 1981: 406), en la cual habitó largo tiempo. María de Zayas también practicaba el leísmo de persona y de cosa, casi absoluto en singular, y era laísta con una serie de verbos y construcciones (Bizcarrondo 1993: 172-175). Resulta conveniente comparar tales verbos y construcciones con su presencia en Sobrino:

26 La no extensión mayoritaria del leísmo a las entidades animadas femeninas se ha explicado por el hecho de que las mujeres se perciben como menos activas (Klein-Andreu 1999: 321; Monge 1983: 450), y por tanto menos topicales (la agentividad o capacidad de acción es otro factor de topicalidad).

24 Daniel M. SÁEZ RIVERA: La lengua de Francisco Sobrino

1) Verbos de gran indeterminación léxica (dar, hacer, dejar y quitar), favorecedores del laísmo: sólo documento casos con el verbo dar, que casi siempre aparece con la (3/4: 75%),27 frente al 30,8% en María de Zayas. 2) Construcciones sintácticas:

a. Construcciones de infinitivo concertado en función de CD: no lo documento. b. Verbos de rección preposicional alternante: documento sólo un caso con el verbo avisar, que aún hoy alterna entre dos estructuras

(CD+CI/CD [+anim.]+complemento preposicional con de), según el diccionario de Seco et alii (1999) y el de Cuervo (1994): Carta de una Dama à una amiga suya, / con un presente, y para avisarla de la / muerte de una perrilla que tenìa. (Secr., p. 130) c. Construcciones que llevan un pronombre relativo como CD: sólo documento un caso, pero sumamente interesante: Alc[alde]. Y si el moço de/mulas prueva que a ol-/bidado las alforjas en la/venta, que haremos? la/Ventera no està obliga-/da à dar cuenta de una/cosa que no le an dado/à guardar. (Diál., p.95) . Primeramente, se trata de la única excepción al laísmo con el verbo dar, además de la única excepción al laísmo original de Sobrino. En añadidura el caso contradice la afirmación de

Bizcarrondo de que el relativo en función de CD favorece el laísmo. La explicación de la ausencia de laísmo puede estribar en que el antecedente del relativo es «cosa», esto es, un sustantivo gramaticalmente femenino; si hubiera laísmo podría haber

ambigüedad con la duplicación del CD con el relativo, posible en la época («Pla[tero]. Conciertese vm./con migo y se la darè/ acabada, dentro de po-/cos dias, de la hechura/que la quisiere. (p.14) [ya en Oudin]).

3) Relación semántica entre pronombre y CD (posesión inalienable de partes del cuerpo): no la documento. En cambio, el laísmo se inhibe con verbos intransitivos y con la duplicación clítica, según Bizcarrondo.

27 Por otro lado, sí documento laísmo exclusivo con otros muchos verbos ditransitivos: verbos de lengua (decir, comunicar, preguntar), verbos de petición (rogar y pedir, en los cuales podemos interpretar un laísmo etimológico) y otros verbos (hincar, acometer, atribuir, mostrar, enviar, desear). Sólo aparece le en lugar de la en texto que Sobrino respeta de Oudin:

25 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

Sólo documento un caso de dativo de referencia femenina con verbo intransitivo, en un añadido de Sobrino, por supuesto, en el que se produce laísmo: «Ama. Que la levan-/dera [i.e. lavandera] dé cuenta de los/demás [pañuelos].// Al[onso]. Mañana la hablarè, y si ella los per-/diò que los pague. Voy/a ensillar el cavallo,y/por mi Amo. A Dios/Ama hasta la buelta. (Diál., pág.11).» Así mismo, efectivamente, con duplicación no hay laísmo: «Quitenle à la/milicia, la obediencia/en los soldados, y todo/se bolverà en confusion. (Diál., p. 171) [sí en Oudin]», «Esta noche le to-/ca à la compañía.» (Diál., p. 159) [sí en Oudin] No obstante, se trata de ejemplos poco fiables, ya que Sobrino los hereda de Oudin, que no era laísta. En conjunto, en Sobrino se ha extendido el laísmo respecto a María de Zayas.

En cuanto al siglo XVIII, la Academia se declara en principio leísta, laísta e incluso loísta de plural (en la Gramática de la lengua castellana de 1771). El Padre Isla, leonés, también llega a ser loísta (Lapesa 2000: 306). En cambio, no hay loísmo en el gaditano González del Castillo, que refleja en sus sainetes del último cuarto del siglo

XVIII (Pérez Teijón 1985: 87-95) un leísmo personal predominante, pero escaso en el leísmo de cosa; documenta también un leve laísmo, y los ejemplos en plural de leísmo y 28 laísmo son muy aislados. Acerca de la situación en el siglo XVIII resultan muy acertadas las palabras de Marcos Marín (1978: 223):

a) Una serie de autores, con la teoría académica y los Moratines al frente, trata de imponer un esquema genérico, paralelo al de los demostrativos: le-la-lo (masculino, femenino y neutro) sin distinción de caso o de persona o cosa. b) Otros, como don Ramón de la Cruz, continúan las vacilaciones entre el sistema genérico y el funcional, y nos ofrecen un sistema casi idéntico al de autores del XVII, como Quevedo, con dominio casi total del leísmo de persona, distribución casi equitativa del de cosa, laísmo abundante y loísmo escaso, todo ello en singular, mientras que en plural la etimología se mantiene mucho más firme, con índices de uso mucho menores en todo caso.

Por tanto, Sobrino parece reflejar un uso difundido, o al menos prestigioso, de los pronombres átonos de tercera persona, uso que terminará sancionando la Academia hasta la cuarta edición de la GRAE, la de 1794.

28 Segun Pérez Teijón (1985: 118), «deducimos que en Andalucía en el S. XVIII, muy escasa parte de la población era laísta, leísta y loísta.» (?) Sin embargo, ella misma afirma que no recoge ningún ejemplo de loísmo (Pérez Teijón 1985: 91). Por otro parte, extrapolar los datos de una obra literaria a la lengua hablada parece peligroso, pese a que el sainete sea un género popularizante. El laísmo podría deberse a presión normativa procedente de la Academia. Se trataría de un proceso parecido al que introduce ciertos casos de leísmo, pero también unos pocos de laísmo, en autores andaluces del siglo XIX (García Martín 1987), aunque ampliado el proceso al siglo XVIII y con un mayor calado en el laísmo.

26 Daniel M. SÁEZ RIVERA: La lengua de Francisco Sobrino

1.4. La progresiva extensión del complemento directo preposicional

Francisco Sobrino refleja el empleo del CDP como uso descrito y como uso escrito.

Podemos rastrear el uso descrito del CDP en la Nouv. Gr., en la cual Sobrino se alinea en la hipótesis de la analogía con el dativo, según la cual el objeto directo preposicional supone una extensión del dativo en un proceso de gramaticalización y extensión creciente de una técnica pragmática que en principio servía para marcar objeto directos inhabituales o poco prototípicos, esto es, [+animados] y [+definidos],29 que reúnen las mismas características prototípicas de los complementos indirectos, que son casi mayoritariamente animados y definidos igualmente, un tópico secundario en la oración. Según la teoría de la ubicuidad de la metáfora en los procesos de gramaticalización (Heine et alii 1991), se toma una categoría más humana y concreta (los dativos son casi siempre humanos) para comprender una categoría mucho más abstracta como es el acusativo. Como es habitual en él, Sobrino se apoya en Oudin, de quien extrae sus paradigmas casuales (el peso de la gramática latina es aún grande), pero añade unas anotaciones propias y explícitas, en la pág. 60 de la Nouv. Gr., pues:

Quand un verbe est devant un substantif, & que le substantif est une creature raisonnable, il doit etre mis au datif; exemple. Amar à Dios, à Juan &c. Ver à Pedro, à Francisco, hallar à Maria, à Theresa, &c. No he visto oy à mi Tio, al Duque, al Marques, al Conde, al Baron, al Capitan, ni à la madre de v.m.

Podemos ver que Sobrino sigue la definición de Jiménez Patón que primaba la oposición ‘animado / inanimado’, en este caso ‘humano («creature raisonnable» / no humano’. Ejemplifica con nombres propios y con apelativos personales definidos en singular.30 Así mismo, «doit etre» nos indica que nos encontramos ante un uso prescrito,

29 No se trata de un proceso aislado del español, pues ocurre en una lengua tan alejada como el persa en el que el morfema de dativo -râ se ha extendido para la expresión del acusativo. (Hopper y Traugott 1993: 157-160). 30 En términos muy parecidos se expresaba Antonio de Torquemada en su Manual de escribientes (1550/1560); cito por la edición de Mª Josefa Canellada y Alonso Zamora Vicente (1970: 92): «Esta letra A quando está sola, sin yr puesta en alguna dicción, es verbo o es preposición demostrativa. Digo preposición para los que fueren gramáticos, y para los que no lo fueren, vna letra que muestra y señala lo que está delante della, y quando sirue de este ofiçio, señala los nombres propios, y así dezimos: a Pedro y a Juan, a Fran[cisco], y quando señala los apelativos o por otras cosas, de donde los hombres toman denominación, añádeseles / esta letra L, y así dicen: al emperador, al papa, al conde, al arçob[is]po, al sastre, al azemilero, y de la mesma manera a todos los demás y todas las vezes que se escriue con estos nombres propios o apelativos, así de hombres y mugeres como de todas las otras cosas corpóreas o incorpóreas, propias o apelativas» [subrayados míos].

27 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII aunque el tono general de la obra es de mera descripción (al igual que ocurría en Oudin). Además, al presentar los paradigmas de nombres, pronombres, demostrativos y relativos Sobrino también señala una opción en el acusativo que recoge la forma con preposición.31 No aparece en el paradigma del artículo, pero ya sí en los nombres propios y comunes (p. 22), que copia de Oudin: «Accus. Pedro, ou, à Pedro Catalina, ou, à Catalina;», «Accus. el padre, ou, al padre. los padres, ou, à los padres.», «Accus. la muger, ou, à la muger. las mugeres, ou à las mugeres.». También aparece en el adjetivo (Nouv. Gr., p. 23): «Accus. el bueno, &, àl bueno los buenos, & à los buenos», «Accus. la buena, &, à la buena. las buenas, &, à las buenas.» Incluso con el adjetivo de una sola terminación (p. 24: Accu. El grande, &, al grande. los grandes, &, à los grandes) aun en «neutro» (p. 24: Accu lo grande, & à lo grande. lo bueno, &, à lo bueno.). Sin embargo, no aparece con los adjetivos posesivos, según él pronombres posesivos (p. 42): «Accus. el nuestro, la nuestra, lo nuestro.» Tampoco aparece con los pronombres personales, excepto con el reflexivo de tercera persona: «Accus. se, à si, , & por si»; Sobrino añade (hasta ahora sólo copiaba) «& a mi mismo», «& a ti mismo» (p. 38-39). En las páginas 48-49 sí se nos presenta la opción con preposición en demostrativos y pronombre personal de tercera persona, singular y plural (ya en Oudin), igualmente en los pronombres relativos (p. 53-54). Dado que siempre presenta alternancia de formas, con o sin preposición, refleja un estado intermedio de gramaticalización, aunque la clina alcanza a los sustantivos y adjetivos animados plurales. En cuanto a los usos escritos, según los datos encontrados,32 la gramaticalización u obligatoriedad del CDP es total ante pronombres personales y fórmulas de tratamiento. Ante nombres propios (88,89%), apelativos personales (88,89%) y apelativos personales con nombre propio (98,22%) la gramaticalización del CDP es casi total, por no decir total. Los términos de parentesco aparecen con preposición en 72,77% de casos (todos definidos) y el sustantivo amigo en un 83,4% (de esos casos, hay preposición

31 Coincido con García Martín y Binotti (2001: 448) acerca de la importancia que posee el estudio de los paradigmas de las diversas clases de palabras para averiguar lo que pensaban los gramáticos acerca de las funciones sintácticas oracionales. 32 De nuevo me he ayudado del programa WordSmith 3.0 para realizar el corpus: buscaba la preposición «à», obtenía todos los complementos que comenzaban por «à» y «al» y luego eliminaba manualmente los que eran complemento circunstancial o complemento indirecto. También era útil para localizar los complementos sin preposición mediante la búsqueda de artículos y de los sustantivos o formas implicados.

28 Daniel M. SÁEZ RIVERA: La lengua de Francisco Sobrino siempre con el artículo definido, y en un 50% con el indefinido). Ante otros sintagmas nominales de referencia personal, la preposición aparece prácticamente siempre cuando la determinación es definida (88,89%), con menos frecuencia (62,5%) cuando es indefinida y singular (no registramos ejemplos en plural)33 y nunca cuando no hay determinación. Respecto a los sustantivos animados, resulta difícil sacar conclusiones ante sólo dos ejemplos, pero según la parca información que proporcionan, el CDP aparecía en singular (más individualizado) pero no en plural. Por otro lado, ya tenemos algunos ejemplos de CDP con sustantivos inanimados, aunque sólo en un texto copiado de Fray Gernónimo de Gracián (1675). Sin embargo, todavía hay mucha variación (esto es, estratificación) y el CDP no está absolutamente extendido más que en contextos pronominales. Respecto a la comparación con Oudin, en el texto original no encontramos ejemplos con sustantivos animados (animales) o inanimados. Tomando como referencia El hombre práctico de Francisco Gutiérrez de los Ríos (1686), según explica sus usos lingüísticos Girón Alconchel (2001 [en prensa]), la obra de Francisco Sobrino resulta más próxima de la lengua moderna. En El hombre práctico «el CD aparece sin a –aunque raramente– con nombres definidos y personales en singular; con más frecuencia, con nombres personales en plural, definidos y no definidos; y a veces también con pronombre de referencia personal.» (Girón Alconchel 2001 [en prensa]). Tales diferencias quizá se deban a que los textos de Sobrino, sobre todo Diál., estén más próximos de una oralidad imitada que el texto de Francisco Gutiérrez de los Ríos, en un intento de dar al aprendiz de la lengua española una muestra más cercana a la lengua cotidiana. No obstante, aún le queda mucho camino por recorrer al castellano hasta llegar al estado actual en el que aumenta cada vez más la (con)fusión entre CD y CI a través de 34 la expansión del CD y del leísmo, el laísmo y el loísmo. Por otro lado, obsérvese que se detecta como uso prescrito la aparición de preposición con referencia personal, ejemplificada con nombres propios y apelativos

33 Falta de fijación por tanto, pero también mantenimiento de valores pragmáticos (señalamiento de tópico), esto es, falta de desgaste. 34 A este respecto, me parecen muy acertadas las palabras de Carmen Pensado (1995b: 233): «La confusión de CD y CI, que aún no está consumada en ninguna lengua romance, parece un efecto y no una causa del CDP.» Efectivamente, se trataría de otro proceso más de «mano invisible» (Keller 1989): los hablantes no quieren cambiar la lengua, pero al intentar hacerse entender, optimizar la expresión de la central topicalidad, hacen que la lengua cambie y en este caso se borren las diferencias gramaticales. Al fin y al cabo, quizá al hablante sólo le interesa la distinción de categorías gramaticales desde un punto de vista normativo, pero no discursivo. Recordemos que los procesos de gramaticalización son procesos de «mano invisible» (Klausenberger 2000).

29 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII personales, con porcentajes muy elevados de aparición en el corpus. Sin embargo, apenas se detecta el uso de la preposición con los pronombres personales, categóricos con preposición, así como tampoco en fórmulas de tratamiento.

1.5. La duplicación clítica de objeto

Sobrino no registra aún la duplicación clítica ni como uso descrito o prescrito. No obstante, sí lo emplea como uso escrito en el resto de su obra, sobre todo en Diál., donde añade casos previamente inexistentes en el texto que copia de Oudin y lo usa en los diálogos originales, así como en Secr. También respeta los casos que encuentra en Hist.

En cuanto a los usos escritos, remito a mi trabajo en el II Congreso Nacional de 35 AJIHLE («La duplicación de clíticos en la obra de Francisco Sobrino»). Sólo recuerdo aquí los hechos más interesantes, resumidos en la siguiente tabla:

Diál. Secr. v.m. = usted TOTAL f. tratamiento TOTAL CI 33 (64,7%) 51 (100%) 10 (75%) 13 (100%) CD 10 (66,6%) 15 (100%) 0 (0%) 0 (0%)

La duplicación se produce sobre todo con fórmulas de tratamiento, y en especial 36 con v.m. = usted, pues. Además, de los 33 casos de duplicación de CI con «a vm.», sólo 7 ya estaban en Oudin (un 21,2% de la duplicación con «a vm.»); y de esos 10 casos de duplicación de CD, ninguno estaba en Oudin, lo cual nos puede señalar una progresión desde principios del siglo XVI a principios del XVII, aunque sería necesario confirmarlo con más datos. Mi hipótesis es que este cambio quizá se deba a una evolución en el sistema de formas de tratamiento que ha eliminado vos y él en favor de usted, de la tercera persona, modo en el que se interpelan ya todos los estamentos, como nos comentaba L’Abbé Vayrac en su también Nouvelle grammaire espagnole (1714: 597-598).37

35 Igualmente me serví del programa WordSmith 3.0, que me permitió localizar automáticamente todos los complementos con «à», los clíticos implicados, pero sobre todo, la combinación de clítico y complemento. Normalmente me producía una lista excesiva con formas que no eran las que buscaba, formas que debía de eliminar manualmente. 36 A este respecto, Cramer (1711: III, 239) describe precisamente este fenómeno: «Nota 4. Nonnunquam [algunas veces], maximè in Emphatica Locutione in Dativo per Pleonasmum, ipsi Attributo V. M. &c. addimus, id est, præponimus Pron. pers. Conj. relat. tert. pers. le, les., ex. gr. Si le parece a V.M. &c.» 37 Resume muy bien el hecho Hernández Alonso (1996-1997: 94): «en aquellos últimos años del s. XVII, usté ya se había generalizado en todas las capas sociales; y más aún en los niveles socioculturales más

30 Daniel M. SÁEZ RIVERA: La lengua de Francisco Sobrino

El uso abusivo de las fórmulas de cortesía y de usted también lo señalaba Sobrino (Nouv. gr., pág. 36): «par abus ou affe- / ctation, les Espagnols usent quasi à l’endroit de tout le monde, de usted, sauf les titres qui se donnent aux personnes de plus gran de qualité, comme Señoria, Excelencia, Alteza, Reverencia, & autres.»38 Si siempre se habla en 3.ª persona bajo fórmulas de tratamiento, no es de extrañar su desgaste, sobre todo del más frecuente vuestra merced, que tras algunos titubeos lógicos en un proceso de gramaticalización, quedó reducido a usted por esta época (Pla Cárceles 1923), forma que alterna libremente en Diál. con «vm.», ya una mera abreviatura del mismo usted y no de vuestra merced o vuessa merced, de lo cual es prueba que también alterna en otras obras de la época como los Diálogos Tudescos y Españoles, incluidos dentro de la Instrucción fundamental (1723) de Antonio Moratori. Sin embargo, Secr. registra siempre Vuestra Merced, sin ninguna abreviatura. Este cambio en el sistema de cortesía nos explica el gran uso de la duplicación con vm. y otras fórmulas de tratamiento, que supone una fórmula lógica de refuerzo para la desgastada forma de cortesía por medio de la tautología (Brown y Levinson 1987: 220-221), en este caso mediante un clítico. Bello nos confirma que emplear usted sin duplicación resulta poco cortés (cit. por Barrenechea y Orecchia 1979: 71). Desde la perspectiva de la teoría de la gramaticalización, se trataría de un claro caso de búsqueda de la extravagancia, cuyo efecto secundario será la misma gramaticalización (Haspelmath 1999). Por tanto, en esta época la gramaticalización de la duplicación ha dado un paso adelante, especialmente en la duplicación del CI pospuesto que pasa del 22,4% que registra Rini (1992: 120-124) para el Quijote al 25,65% de Diál. (aunque sólo al 5,55% de Secr., según las razones ya aducidas). No obstante, si comparamos con los datos extraídos de dos textos narrativos de la segunda mitad del XVII (Girón Alconchel 2002: 110), la «novela segunda» de Navidades de Madrid (1663) de Mariana de Carvajal (57%) y Los hermanos amantes (1685) de Luis de Guevara (27%) Diál. no supone ningún crecimiento. Ello se podría deber a que «la construcción estaba viviendo todavía un importante proceso de variación sincrónica: su frecuencia aumentaba, pero con retrocesos» (Girón Alconchel 2002: 110).

bajos. Es decir, que se había desplazado al viejo vos en el trato cortés. Y, como bien dice De Vayrac, usted quedaba reducido a la conversación, mientras que en escritos se empleaba vuestra merced.» 38 Oudin en la Grammaire espagnole (pág. 29) escribe vuestra merced en lugar de usted, y no realiza la reflexión sobre los títulos.

31 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

Según Rini, desde principios del siglo XVII, la duplicación ya sería categórica para el pronombre tónico, preverbal o posverbal, y para el SN preverbal (Rini 1992: 129). Del último no tenemos datos de duplicación en el corpus, pero ya hemos visto que para el primero, lógicamente, la ratio es de 100%. Le sigue de cerca la duplicación de «vm.» = «usted» que llega al 64,8% de ocurrencias del nuevo pronombre de cortesía objeto, si consideramos conjuntamente las ocurrencias como CD y como CI en cualquier posición. El número de casos de duplicación de nombre propio y de otros SSNN es mucho menor: 28,57% de nombres propios, 4,94% de otros SSNN definidos animados, y un 2,85% de los inanimados. En conclusión, la gramaticalización de la duplicación todavía no es completa. No hay obligatoriedad para todos los contextos, ni fijación total de las formas (por ejemplo, los pronombres átonos aún se posponen a las formas conjugadas, lo cual documentamos ampliamente en nuestro corpus, ya que sería a lo largo del siglo XVIII cuando se fijaría el orden actual, según Buffum 1927: 181).39 Se ha detenido la coalescencia del clítico con el verbo (del tipo «ponello» por «ponerlo», con asimilación o fusión del clítico al verbo), pero al menos ya no hay interpolación posible entre verbo y pronombre, como en español actual frente al medieval (Rivero 1986), un primer paso de condensación o «abreviación de formas» [«shortening of forms»] (Hopper 1991: 21). Por el contrario, sí ha avanzado la paradigmatización con la gramaticalización de usted, que se incorpora al paradigma pronominal, pero en cuanto al proceso de desgaste o attrition, ya hemos visto cómo se ha detenido fonéticamente (no hay apócope de los clíticos, por ejemplo), y no se ha producido aún desde un punto de vista semántico, ya que el valor pragmático de la duplicación sigue vivo. La duplicación ha aumentado especialmente con las fórmulas de tratamiento del español pero por encima de todo con el pronombre de tratamiento del español, formas que son gramaticalmente 3.ª persona pero discursivamente 2.ª persona. Ello no ha de extrañar, si recordamos las palabras de Silverstein (1986: 171): «the whole set of forms referring to the hearer which we deal with under the rubric of ‘politeness’ indicate that

39 En la actualidad se habría llegado a un estado en el que la posición del clítico depende de la función del verbo: esto es, resulta general la posposición con imperativos y formas no finitas (infinitivos y gerundios, pero ya no participios pasados, al menos en la lengua hablada [Otero 1975], aunque lo registran los textos hasta el siglo XX [González Ollé 1996]; en cambio, se antepone el clítico al verbo con las formas finitas y los otros modos verbales distintos al imperativo (Ramsden 1963: 132-133). En la Edad Media primaba la posposición tras verbo finito en inicio absoluto, en unión paractáctica o tras conjunción coordinada, nombre o pronombre objeto fuerte y tras nombre o pronombre sujeto de 3.ª persona; por otra parte, se prefería la anteposición con formas no finitas, y con formas finitas tras pronombre relativo, interrogativo, predicativo, adverbio negativo, frase adjetivo o adverbial y tras pronombre sujeto de 1.ª y 2.ª persona (Ramsden 1963). Sin embargo, Ramsden no trata la época que nos ocupa, como tampoco Wanner (1987).

32 Daniel M. SÁEZ RIVERA: La lengua de Francisco Sobrino the ‘polite second person’ forms are the most highly marked ones if categorially distinct.» En España, disertando sobre el leísmo de cortesía en el español canario, Vázquez Rozas (1995: 169) comentaba de igual modo lo siguiente: «los pronombres personales de segunda persona, se utilicen o no fórmulas de respeto, se consideran más animados que los de tercera persona». De ahí que las fórmulas de tratamiento, y en especial vuestra merced > usted, se sitúen en lo alto de las jerarquías de topicalidad y animicidad, por lo que duplican más que nombres propios, sustantivos humanos y animados, así como sustantivos inanimados. Sin embargo, duplican menos que los pronombres personales en cuya esfera se acaba de integrar usted. Ello se debe a que el resto de pronombres personales se han usado desde el latín, frente al mismo usted, que arranca del siglo XV bajo la forma de vuestra merced, de modo que lleva usándose para la segunda persona menos tiempo que los otros pronombres personales, aunque tenga una importancia vital para el sostenimiento de la deixis social que permea toda interacción comunicativa, de ahí su gran topicalidad. Al fin y al cabo, dado que los pronombres de tratamiento de respeto constituyen una forma de cortesía negativa (Brown y Levinson 1987), refuerzan el deseo que tiene el interlocutor de sentir que sus actos no son impedidos, por lo que subrayan la agentividad o libertad y capacidad de acción, factores principales de la topicalidad. La gramaticalización de usted en pronombre y el aumento de duplicación espectacular con tal pronombre son simplemente dos manifestaciones paralelas del mismo fenómeno: el uso casi insoslayable de la tercera persona gramatical para la segunda persona discursiva en el español de la época, a la cual apenas se aludía en estricta segunda persona gramatical.

Conclusión conjunta (leísmo-laísmo-loísmo, CDP, duplicación de clíticos)

A lo largo de la exposición hemos podido comprobar cómo los tres fenómenos

(CDP, alteraciones en los pronombres átonos de 3.ª persona y duplicación de clíticos) se emplean para expresar la topicalidad de algunos constituyentes, ya sea natural (propiedades semántico-referenciales) o posicional (anteposición: topicalización o dislocación a la izquierda). En cambio, se ha perdido todo rastro de los futuros analíticos, otra herramienta de la expresión de la topicalidad, que desaparece de los textos literarios en la segunda mitad del siglo XVII (Girón Alconchel 2002: 107).

33 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

El grado de gramaticalización o de desarrollo en la clina de topicalidad al que han llegado los tres fenómenos estudiados resulta distinto. El CDP está gramaticalizado para pronombres y fórmulas de tratamiento, y prácticamente para nombres propios, apelativos y sustantivos comunes humanos definidos; además, llega a usarse con sustantivos comunes animados (animales) e incluso inanimados. La duplicación de clíticos sólo está gramaticalizada con los pronombres y está muy avanzada con usted, pero resulta menos frecuente con nombres propios, y muy poco frecuente con sustantivos comunes animados y escasísima con sustantivos comunes inanimados. En cierta manera, CDP y duplicación de clíticos están principalmente asociados a la expresión de la animación o animicidad; la duplicación parece suplir al CDP como herramienta pragmática variable para señalar como animados a nombres propios y sustantivos animados, en los cuales el CDP se gramaticaliza y pierde fuerza pragmática. El leísmo y el laísmo, poco frecuentes en plural, se emplean especialmente para señalar la individualidad, tanto con personas como sobre todo con cosas, donde CDP y duplicación apenas llegan. El retroceso del laísmo en el español moderno con el que se vincula la duplicación (Girón Alconchel 2002: 111), ya que los dativos femeninos duplicados se construyen con le (Bizcarrondo 1993: 175), resulta conflictivo en Sobrino, como ya hemos visto.

2. CONCLUSIÓN

El objetivo de reseñar los usos lingüísticos que han sido objeto de mi ponencia es invitar a su estudio en el resto del siglo XVIII, tanto del lado de acá del Atlántico como del de allá, pero no sólo en el XVIII, sino también en los siglos XIX y XX, para poder hacer una conexión absoluta entre la lengua de ayer y la lengua de hoy, y no de la lengua de ayer hasta mediados del siglo XVII y luego de repente la lengua de hoy, como suele ser habitual. En cuanto a tales variables lingüísticas, ciertamente queda poco por averiguar acerca de -Vdes esdrújulos, pero sí acerca del paso de -tes > -teis. Con respecto al futuro de subjuntivo, nos siguen faltando datos, sobre todo acerca del cómo, cuándo y por qué de la especialización en futuro de subjuntivo en ciertas esferas discursivas. Respecto al leísmo y la duplicación clítica, contamos con el libro de Marcos Marín (1978) sí, pero éste deja muchas lagunas cronológicas (falta igualmente la transición del español clásico al moderno), pero también genéricas (trabaja casi exclusivamente con textos

34 Daniel M. SÁEZ RIVERA: La lengua de Francisco Sobrino

literarios, sin aportar otro tipo de documentación para la época que nos ocupa).

Conviene abundar además en la interrelación entre CDP, leísmo-laísmo y loísmo con la duplicación clítica de objeto (y fenómenos análogos como la posición del clítico respecto al verbo), a ser posible dentro del marco de análisis propuesto, pues ¿cuántas veces nos encontramos con que los datos proporcionados por otros estudiosos no nos son totalmente útiles por no ser totalmente homologables? Mi propuesta es, pues, una invitación al esfuerzo común y compartido por ahondar en la historia del español con todas las implicaciones que su estudio pueda aportar para la lengua de nuestros posiblemente más que posmodernos días.

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USO DE LOS PRONOMBRES ÁTONOS DE TERCERA PERSONA EN GUIPUZCOANOS EMIGRADOS A INDIAS EN EL SIGLO XVIII*

SARA GÓMEZ SEIBANE Universidad de Deusto

1. La variación en el uso de los pronombres átonos de tercera persona es uno de los problemas de la sintaxis histórica más estudiados. Prueba de ello son los numerosos trabajos dedicados al origen de los fenómenos de leísmo, laísmo y loísmo,1 su desarrollo histórico2 y su empleo en el español actual, hispanoamericano y peninsular.3 En este marco, sin embargo, por todos es sabido que son muy pocos los análisis lingüísticos 4 llevados a cabo sobre el sistema pronominal átono en el siglo XVIII, «necesario hilo cohesor entre la lengua clásica y la moderna» en palabras de Buesa Oliver (1991: 29).

Si bien es verdad que, en general, el siglo XVIII está necesitado de nuevos trabajos y, en particular, el paradigma pronominal requiere nuevos análisis, todo queda por hacer en lo 5 que al empleo de los clíticos en el área vasca se refiere, no sólo en el siglo XVIII, sino desde época medieval hasta el siglo XIX como ya señaló Isasi (2002), pese a constituir el

* Este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda de una Beca Predoctoral de Formación de Investigadores concedida por el Gobierno Vasco. 1 Sin ánimo de ser exhaustivos pueden citarse las fundamentales aportaciones de Cuervo (1895), Fernández Ramírez (1951), Lapesa (1968), García (1975), García González (1978, 1979 y 1981), Klein- Andreu (1981 y 2000) y Fernández-Ordóñez (1994 y 1999). 2 Entre otros, véanse los trabajos de Keniston (1937), Lapesa (1968), Marcos Marín (1978), Echenique (1981 y 1987), Riiho (1988), López Bobo (1990 y 1991) y Eberenz (2000). 3 Dado que la lista sería muy extensa, citaremos sólo los ocupados del paradigma pronominal átono en el español hablado en el área vasca: Echaide (1968), Zárate (1976), Echenique (1986), Urrutia (1988 y 1995), Korkostegui (1992), Urrutia y Fernández (1995), Landa (1993 y 1995). Para una revisión completa del estado de la cuestión de los clíticos en este ámbito, Fernández-Ordóñez (1999). 4 De hecho, sólo contamos para este siglo con el análisis de Marcos Marín (1978) basado en tres autores y los trabajos de Román (1992) y Brown (1990) para algunas zonas de América. 5 Frago (1999) perfila el sistema de clíticos usado por vasco-navarros en el siglo XVI en las cartas que enviaron desde América.

© GÓMEZ SEIBANE, Sara. 2004. «Uso de los clíticos de tercera persona en la lengua de guipuzcoanos emigrados a Indias en el siglo XVIII». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 39-51. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII empleo de dicho paradigma una de las peculiaridades propias del español hodierno en esta zona. Efectivamente, la historia lingüística del ámbito vasco está aún por estudiar; en los últimos años, los trabajos de Isasi y su grupo6 sobre aspectos del romance vizcaíno en época tardomedieval están llenando el “espacio en blanco” señalado por Echenique (1986) en los estudios de dialectología e historia de la lengua. Sin embargo, en lo que respecta al romance alavés y guipuzcoano la situación continúa siendo de vacío total, pues, hasta el momento, contamos, para el primero, con un trabajo (Santiago Lacuesta 1977) y, para el segundo, con tres de cronología medieval y postmedieval (Álvarez 1992 y 1993 y Osés 1993) y una primera aproximación al español de Guipúzcoa en el siglo XVIII, necesitada de nuevos y más profundos estudios (Gómez Seibane y Ramírez Luengo, en prensa). Por ello, resulta necesario iniciar este análisis no sólo para que sirva de referente comparativo a trabajos posteriores, sino también para entender, si no el origen, al menos el estado de uno de los rasgos distintivos del castellano hablado por labios vascos. En esa línea, nuestro propósito es analizar el uso de los clíticos de tercera persona en unas cartas escritas en el siglo XVIII por emigrados a Indias procedentes de Guipúzcoa. Se trata de 43 cartas originales escritas desde 1701 a 1764, la mayor parte de ellas de carácter personal (38) dirigidas a familiares y amigos y las restantes ocupadas de cuestiones financieras.7

2. Las hipótesis sobre el origen del leísmo, laísmo, loísmo pueden agruparse esencialmente en tres bloques. En primer lugar, R. J. Cuervo (1895) y con matizaciones posteriores Fernández Ramírez (1951) y Lapesa (1968) explicaban estos fenómenos como resultado de dos tendencias lingüísticas opuestas pero de actuación conjunta. La primera consiste en la superposición del género gramatical, existente en otras clases de pronombres (este / ese, esta / esa, esto / eso), a los casos en las formas átonas de tercera persona. Sin embargo, el sistema resultante de esta tendencia formal no acabó de asentarse, tal y como demuestra la oposición de los hablantes al leísmo de cosa (de menor frecuencia que el de persona), al laísmo (de intensidad menor que el leísmo) y al escaso empleo de lo / los para el dativo neutro. Y es que la distinción de entes animados

6 Isasi (1993, 1994, 1995a, 1995b, 1997a, 1998a, 1998b, 2000 y 2002), Gómez Seibane (2002), Ramírez Luengo (2001a, 2001b, 2002 y 2004) y Romero Andonegui (2002 y 2003). 7 Estas cartas están recogidas en Usúnariz (1992).

40 Sara GÓMEZ SEIBANE: Uso de los clíticos de tercera persona en la lengua de guipuzcoanos... de objetos inanimados es la tendencia semántica opuesta a la anterior (otra de las causas del leísmo –ayudada por la igualación formal del OI y OD personal–, pero no del laísmo, ni del loísmo). A estas causas formales (distinción genérica) y semánticas (distinción del rasgo animado), Lapesa y Marcos Marín (1978) suman una tercera causa funcional, basada en la propagación del dativo de un grupo considerable de verbos a otros,8 hasta invadir el área del OD personal. Una segunda perspectiva para el leísmo es la que propone García (1975), que explica estos usos pronominales en función del contenido que el hablante quiere transmitir y no como reglas gramaticales impuestas. Así, relacionó el leísmo con la naturaleza participativa del sujeto y objeto de forma que si el objeto es ‘activo’ – animado, que desempeña una actividad real, masculino, referido a una 2.ª persona en señal de respeto o cortesía– su participación en la acción se aproxima a la del sujeto y la referencia podrá realizarse mediante le.9 En último lugar, la dialectología y la sociolingüística han puesto de relieve la importancia de la naturaleza del referente, sobre todo en su rasgo +contable. Efectivamente, García González (1978, 1981 y 1989), Fernández-Ordóñez (1994 y 1999) y Klein-Andreu (1981 y 2000) han comprobado que el rasgo de continuidad de los referentes en una amplia zona peninsular –Asturias, Cantabria,10 Burgos, Palencia, norte de Valladolid, occidente de Vizcaya y Álava, oriente de León– exige en la correferencia el clítico lo. No obstante, la elección del pronombre está sujeta en gran medida a factores sociales.

2.1. Sea por las causas que fuera, el panorama esbozado por Marcos Marín

(1978) para la lengua peninsular del siglo XVIII está formado por dos sistemas en pugna, uno intentando sostener un esquema genérico le-la-lo paralelo al de los demostrativos y otro vacilante entre ese sistema genérico y el funcional, es decir, un sistema similar al

8 Según los citados autores, ciertas estructuras verbales del latín –como es el caso de verbos que en latín regían o podían regir dativo, casos de doble acusativo latino, construcciones con OD y complemento predicativo referido al anterior y construcciones de oraciones con infinitivo dependientes de un verbo principal– intervinieron, si no en el origen, al menos en la propagación del leísmo. 9 Si bien su hipótesis no es válida para explicar las confusiones pronominales castellanas (Monge 1983 y García 1986 y 1992), para el leísmo en zonas de uso pronominal etimológico constituye el corpus de datos más completo y la comprobación estadística de que los objetos referidos por le son mayoritariamente animados y los referidos por lo/la son -animados. 10 Testimonios de la distinción morfológica del rasgo de continuidad en documentación medieval centro- asturiana –sin ser muy numerosos– han sido registrados por Alarcos Llorach (1962), García Arias (1991 y 1995) y Viejo Fernández (1993). Asimismo, dicho fenómeno aparece en un documento del siglo XVI en el oriente cántabro (Gómez Seibane, 2003).

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del siglo XVII, dominado casi totalmente en singular por el leísmo de persona masculino y con incursiones importantes en el de cosa, laísmo abundante y loísmo escaso, mientras que en plural la etimología se mantiene. No obstante, es posible que esta situación no sea la de los territorios en contacto con lenguas no-indoeuropeas carentes de la categoría gramatical de género y cuya expresión de las de número y caso son distintas a las del español. En este sentido, Fernández-Ordóñez afirma que este contacto lingüístico genera modificaciones similares en el uso pronominal que no sólo afectan a los bilingües con escaso dominio del español, sino que estos rasgos han penetrado en la norma estándar regional y son empleados por hablantes de nivel socio-cultural medio y alto, tanto bilingües como monolingües en español de varias o muchas generaciones (1999: 1341). Así, el paradigma pronominal estándar de tercera persona utilizado en el registro oral del País Vasco se caracteriza por un leísmo generalizado para objetos animados (masculinos y femeninos) en singular y plural, una tendencia a la duplicación de le/les como OI u OD animado y a la elisión de los clíticos de OD inanimado en función de la espontaneidad o formalidad del discurso y sus características semánticas y contextuales (Urrutia 2002).11 Tal empleo se ha explicado como consecuencia de la dificultad de los bilingües iniciales para dominar el género en español, categoría inexistente en euskera,12 aunque, como apunta Urrutia (2002: 438), no hay que olvidar que en la extensión de la oposición animado/inanimado13 –que los bilingües iniciales llevan hasta sus últimas consecuencias, le para animados y lo/la para inanimados– podría actuar como factor coadyuvante la distinción entre formas referidas a seres animados y seres inanimados que, en algunos aspectos, ofrece la gramática del euskera.14

11 Fernández-Ordóñez (1994) apunta que este sistema varía ligeramente en los monolingües en español del País Vasco porque, pese a seguir utilizando le/les como clítico de dativo y acusativo para objetos animados, lo(s)/la(s) son los pronombres empleados para referir ODs inanimados. No hay que olvidar, no obstante, que, junto a este uso predominante, conviven otras variantes con diversos grados de aceptabilidad. 12 Echaide (1968), Echenique (1986 y 1997), Korkostegui (1992), Urrutia (1998, 1995 y 2002), Fernández-Ordóñez (1994 y 1999), Landa (1995). 13 Distinción que funciona en la sintaxis española tanto en el uso general de la preposición a ante OD – preposición que, en principio era necesaria ante pronombre tónico, común con nombres propios y potestativo con nombres comunes y, desde aquí, se generalizó ante todo OD de persona individuada-, como en el fenómeno del leísmo. Sin embargo, la distinción personal/no-personal no opera de la misma forma en ambas, ya que, según Lapesa (2000: 51), el leísmo se inició más tarde y suponía mayores perturbaciones en el sistema de los pronombres átonos. 14 Urrutia (2002: 438) presenta los siguientes ejemplos: mendiraino [-animado]: “hasta el monte” semearenganaino [+animado]: “hasta el hijo” honetara [-animado]: “a éste” honengana [+animado]: “a éste”

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Sin embargo, los datos históricos que hasta el momento tenemos presentan una situación que difiere mucho de la hasta aquí expuesta. En efecto, Frago (1999: 129) caracteriza como etimológico el sistema pronominal átono de los vasco-navarros emigrados a Indias en el siglo XVI, a excepción de un religioso bilbaíno. No obstante, señala que prevalece el leísmo en las solicitudes al Consejo de Indias, aunque apunta que estas instancias fueron escritas por amanuenses públicos y sólo algunas están firmadas por los interesados. Lógicamente y dado que el contacto vasco-castellano es muy antiguo, cabe suponer que el leísmo en el País Vasco tiene raíces diacrónicas profundas. Ahora bien, hay que tener presente que los datos a partir de los que se ha caracterizado el sistema pronominal en el siglo XX proceden del registro oral, por lo que la ausencia del fenómeno en la lengua escrita de épocas anteriores no puede llevarnos a negar su existencia. Queda, por tanto, plantearse la cuestión de la incidencia de la valoración social del leísmo, pues, como bien dice Fernández-Ordóñez (1999: 1322), los estudios sociolingüísticos actuales han puesto de relieve la necesidad de diferenciar el registro culto, siempre próximo al sistema etimológico, del habla popular, que reproduce el sistema autóctono de la zona. Por todo lo anterior, es necesario tener en cuenta el origen de los autores de los textos y, en la medida de lo posible, la situación social y el conocimiento y contacto con el euskera. Desafortunadamente, ignoramos gran parte de las circunstancias personales de los remitentes de las cartas, pero conocemos su lugar de origen, su relación con el/la destinatario/a y de la mayor parte de ellos tenemos noticia de sus profesiones, que van desde mozo a cirujano, pasando por comerciante, piloto, marino o religioso.15 Además, de 6 de los 13 sabemos que la correspondencia fue escrita en un periodo de tiempo que oscila entre el mismo año de la partida y los dos siguientes. Ahora bien, circunstancias como la zona geográfica de origen, la época y algunos elementos de tipo lingüístico – entre otros, sintaxis desordenada ¿Qué te se daua a ti el decir las que recibías cartas mías?, Ese se quedó a bordo después de saltado todos a tierra nosotros, El niño animoso es, apelativos afectivos como Chiqui o los diminutivos Cathalincho o Manuelacho nerea–16 apoyan la idea de que estos emigrados tuvieran ciertos conocimientos de la lengua vasca, en un grado de bilingüismo difícil de precisar.

15 Se desconocen las ocupaciones de 3 de los 13 emigrados. 16 Véanse estos ejemplos en Usúnariz (1992: 147, 301, 410, 139, 95 y 356).

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2.2. Veamos, pues, el tipo de sistema pronominal aparecido en la correspondencia. De estas cartas se desprende, en primer lugar, la presencia de leísmo singular, tanto masculino como femenino, en la esfera personal. Por un lado, el uso de le como OD masculino singular se registra en el 36,3% de los casos.

«por lo que le estimaría y le veneraría, y en mis cortas oraziones no dejaré de pedir a Nuestro Señor por su alma» (83); «Ai honbres que que dicen que vivió [el capitán] en todo conbate y que le mataron los ingleses» (301); «Vino un padre, como le ofrecieron, a llevarle» (410).

Por otro lado, los ODs femeninos singulares aparecen referidos por le en un porcentaje del 43,75%.

«Dios le tenga en su santa gloria» (92); «no quiero que sepa naide nuestra amistad y el mucho que le quiero» (93); «Quien le quisiere ber» (139); «Quien más le quisiere ver que escriuir» (140); «Y con esto no le canzo [sic] más» (344); «Su esposo que de corazón le estima más que dezea berle» (344).17

Con todo, a estos datos hay que añadirles los casos de leísmo masculino y femenino registrados en las fórmulas iniciales de cortesía y despedida,18 quizás aprendidas de memoria con confusión leísta incluida, lo que supondría que,

17 Fernández-Ordóñez (1999: 1340-1341) señala que en la actualidad en zonas que distinguen el caso existe una tendencia al empleo de le referido al oyente en el tratamiento de respeto con usted. Este ‘leísmo de cortesía’ (Lorenzo Ramos 1981) se ha explicado como un mecanismo para desambiguar la tercera persona y marcar la mayor relevancia comunicativa del oyente frente a una tercera persona que no participa en la conversación. En los ejemplos expuestos de leísmo masculino no cabe esta interpretación, porque el pronombre le se refiere a una tercera persona. Sin embargo, en el caso del leísmo femenino, los testimonios coinciden con el tratamiento de v.m. No obstante, no creemos, en principio, que se trate de ‘leísmo de cortesía’ porque no estamos en un área distinguidora de caso y, al parecer, este fenómeno afecta mucho más al usted masculino que al femenino –Uruburu (1993: 159) registra en el habla de Córdoba el 70% de casos para el masculino y el 10% para el femenino–. Este uso pronominal, sin embargo, es un fenómeno al que no se le ha concedido excesiva atención y del que nada sabemos en diacronía. 18 Ramírez Luengo (2004) ha dado un definición de fórmula fija o construcción formulaica: «estructuras de significado fijo sin variación en sus formantes funcionales (o bien con variación sinonímica) que se repite de forma sistemática en una parte específica de una tipología textual específica a lo largo de un lapso temporal más o menos amplio». En esta correspondencia suele aparecer en el primer párrafo el deseo de que la carta le alle con la (caual) salud (cinco ejemplos con referente personal femenino en el periodo analizado) y, como despedida, el anhelo de que Dios le guarde (a v.m.) muchos años (dos ejemplos para referente personal masculino y ocho para femenino).

44 Sara GÓMEZ SEIBANE: Uso de los clíticos de tercera persona en la lengua de guipuzcoanos... probablemente, en esta zona el leísmo personal sería también dominante para ambos géneros, por lo menos, durante el siglo XVII. Pocas son las ocasiones que ofrecen las cartas para la aparición de los pronombres átonos en plural. Tan sólo se han registrado 3 casos de ODs con referente personal masculino plural, todos ellos referidos por los. Por tanto, es de destacar la ausencia de leísmo en plural, puesto que los verbos servir y ayudar han quedado al margen del cómputo, ya que en latín se construían con dativo o con acusativo (Lapesa 1968).19 No obstante, hay que notar que siempre aparecen con le/les con referentes masculinos y femeninos. En segundo lugar, son varios los casos de leísmo antietimológico, masculino y femenino, que no resulta anómalo, procedente de las construcciones latinas con OD y complemento predicativo (CP) referido al anterior, que desde los siglos XIII y XIV sustituyen el acusativo pronominal por un dativo: «Dejole a v.m. mal comunicado» (83); «creo que me tendrá presente como yo le tengo a v.m.» (91); «le tengo siempre a v.m. presente» (92); «le tengo a v.m. presente» (94); «Viéndole resuelto» (410). Por el contrario, también hay casos en los que se mantiene el pronombre acusativo en la citada construcción, lo que según Marcos Marín constituyen casos de laísmo y loísmo etimológico aparentemente anómalo.

«porque no diga que no la tenia presente porque hubiera considerado que estando ausente no la hubiera tenido presente» (139); «Dios quiera hacerla una santa» (359); «Dios quiera hacerlo suio» (366); «no ay forma de tenerlo sugeto» (371); «y en tantos años tenerlo entretenido» (372).

En tercer lugar, hay que apuntar un caso de leísmo en el ámbito de lo inanimado: «‘En llegando a querer la más firme es la muger’, adagio es que por teatrista está corrupto, pero tú has querido desmentirle con siniestras operaciones» (356). No

19 Al hilo de la necesidad de entender la evolución sintáctica en conexión con otros fenómenos concomitantes, Lapesa (2000: 56-57) señala que, entre otros verbos con doble posibilidad de rección, dativa o acusativa, ayudar y servir pueden ponerse en voz pasiva, lo que obliga a abordar el problema de la transitividad o intransitividad de los verbos españoles, con sus alteraciones a lo largo del tiempo y su distinta capacidad de conversión en pasiva. Por su parte, Fernández-Ordóñez (1999: 1328 y 1330) niega la existencia de leísmo en ambos casos porque, por un lado, servir puede omitir el OD en las construcciones ditransitivas, de forma que el mismo verbo puede acompañarse de dativo o acusativo en referencia a un objeto +animado y, por otro, ayudar es un verbo cuyo régimen ha sido reinterpretado, pues de ser transitivo –pero con régimen habitual en español medieval en dativo– tanto desde antiguo como desde época más reciente está utilizando, de nuevo, pronombres en acusativo.

45 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII obstante, dado que únicamente se registra este caso –en un remitente del que sólo tenemos una carta–, cabe pensar que se trate de un uso no extendido, porque en la totalidad de la correspondencia siempre se refiere a los objetos –recado, apellido, vino, fanega, carta, salud– con lo(s)/la(s). Hay que notar, sin embargo, algunos problemas de concordancia con objetos femeninos, cuya interpretación más obvia podría ser el descuido:

«Y no sé si alcansarán a este navío las últimas [noticias o cartas] que escribí este año por el mes de septiembre, y dado caso que éste no los lleve, alcansarán sin duda el abiso que llegó a dicho puerto por octubre. Celebre el que Dios los lleve con vien por el consuelo» (370); «que en diciendo una cosa no lo auía de exegutar» (142- 43); «con perfecta salud en compañía de todos los paisanos, la qual yo te lo desseo» (140-41); «la raçon te lo didé porque» (145); «y que coxa una de las casas y luego lo redusga a direno (sic)» (362).

En el primer caso, la concordancia no parece que se establezca con el sustantivo referente, sino con el término ‘despachos’, anteriormente aparecido («en ella embarcaría un despacho que hize el año pasado»). En el segundo, el autor de la carta podría concordar el clítico lo no con ‘cosa’, sino con ‘lo dicho’. Con todo, Posner (1985) señala que la concordancia de género suele ser menos regular en pronombres que en adjetivos, porque, por un lado, en la concordancia pronominal prevalece en ocasiones el sexo sobre el género gramatical y, por otro, se tiende a preferir el ‘neutro’ lo en la referencia a objetos inanimados.20

2.3. Otras características del sistema pronominal en el País Vasco son, como ya hemos mencionado en el 2.1., las tendencias a la duplicación de le/les como OI y OD animados y a la elisión de los pronombres con referente inanimados. Aunque ambas tendencias no constituyen el objeto del presente trabajo, apuntaremos un par de cuestiones sobre esto.

20 Los cuatro últimos ejemplos coinciden con el empleo de lo en correferencia con un OD, sea o no masculino, en gran parte de América (Campos 1999) y, al parecer, muy extendido por las capas sociales populares y medias, al menos en el español paraguayo y en la zona guaranítica argentina (Frago y Franco 2001): Tú lo tienes la dirección (Bolivia), Se lo llevó una caja (Perú), Lo arreglé la casita (México). También Lipski (1994) comenta estas construcciones con lo invariable y redundante en hablas mexicanas en contacto con el náhuatl y con el maya.

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Por un lado, la duplicación de le/les como OI se ve favorecida por la anteposición –que tiene un índice del 62,5% frente a la posposición, 28,8%–21 y por el hecho de que el OI sea un pronombre. En efecto, en la anteposición, cuando el referente del OI es un pronombre, la duplicación es del 83,3%, mientras que si el referente es un sustantivo determinado o propio, tal fenómeno se produce en el 50% de los casos.22 La correferencia de OD personales, en cambio, es significativamente inferior: antepuestos se duplican en el 33,3% de los casos –en realidad, se duplica 1 de los 3 OD nominales masculinos– y pospuestos, el 9% –de 11 referente nominales masculinos y femeninos, sólo se duplica 1–.

Por otro lado, los OD -animados son los que presentan una frecuencia menor de correferencia, pues la de la anteposición es del 18,1% y la de la posposición, del 1,7%. Por añadidura, sin haber realizado una búsqueda exhaustiva, hemos registrado varios ejemplos de objetos nulos.23

«No le creo, aunque v.m. me Ø dice en la suya» (73); «Lo que se reziuiere de estas cantidades, quando se ponga en Segouia corriente la entrega de lo poco que a quedado de la plata escapada, daré prouidencia para remitir Ø a ese país» (84); «v.m. no envíe dentro de las cartas de la que bino esta porque el tal suxeto le Ø dio a mi sr. amo y me Ø entregó dicho señor mi amo» (92); «Estoi noticiado cómo se murieron madre de v.ms. Ø Siento mucho y muchas memorias particular para su mersé» (400); «Al presente tenemos despachado una real provición para que se embarguen de los bienes [...] hasta la cantidad de 6 mil pesos. Como Ø hallemos estamos bien, si no havremos ocurrir a Cádiz, lo peor del casso» (410).24

Tal y como se ha descrito en el castellano del País Vasco, la omisión del clítico de OD se produce en construcciones ditransitivas (testimonios 73, 84, 92), así como cuando el antecedente de la categoría vacía es una oración o frase verbal (73, 84), un

21 Sáez Rivera (2003) registra en los Diálogos nuevos en español y francés de Sobrino una frecuencia de duplicación del OI pospuesto similar, 25,65%. 22 En la posposición, sin embargo, no resulta significativo, pues si se trata de un OI nominal, la duplicación es del 39,1% frente al 23,5% si se trata de un OI pronominal. Así, coinciden en parte nuestros datos con lo establecido por Rini (1992: 129) para finales del siglo XVII, pues considera que la duplicación sería categórica para el pronombre tónico preverbal (en nuestro caso, 83,3%) o posverbal (23,5%) y para el SN preverbal (50%). 23 El objeto nulo se define como la categoría vacía que funciona como OD (Landa 1993). 24 Usúnariz (1992: 410) añade el clítico de OD [los] para la mejor comprensión del texto.

47 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII objeto tematizado (84) o una información conocida (92, 400, 410). Es decir, en contextos donde no hay duda del carácter inanimado del objeto.25 Por lo tanto, tal y como ocurre en el registro oral del español del País Vasco (Urrutia 2002), la duplicación de objetos se ve favorecida por la presencia de referentes pronominales, animados y antepuestos con función de OI.

3. Lo que, en general, se extrae de las 43 cartas que hasta ahora hemos visto nos lleva a concluir la presencia de leísmo para objetos animados singulares, tanto femeninos como masculinos, la casi ausencia de leísmo con objetos inanimados – contamos con un único testimonio– y un equilibrio entre el mantenimiento etimológico y la sustitución del acusativo por dativo en las construcciones de OD + CP heredadas del latín. No obstante, resulta necesario matizar estas conclusiones ya que, en autores con corpus suficiente de cartas, se observa el empleo de distintos sistemas pronominales. Así, en el caso de un religioso de Fuenterrabía, cuya buena situación social y económica se deduce de su correspondencia –es hermano de la mujer del marqués de Tojo, preceptor de su hijo a la muerte de ésta y que envía frecuentemente importantes sumas de dinero para la creación de una iglesia en su pueblo natal–, se advierte un uso etimológico del sistema de clíticos –la totalidad de los ODs animados femeninos referidos por la están extraídos de sus cartas, así como la mayor parte de los masculinos por lo(s)–, incluso en la construcción OD + CP. Por el contrario, en la correspondencia de tres comerciantes el sistema de clíticos es exclusivamente leísta para objetos animados masculinos y femeninos singulares. Un sistema intermedio es el que presenta un piloto mayor, pues vacila entre el uso etimológico y el leísmo femenino singular con el verbo ver –emplea lo para OD animado singular masculino y le para femenino-, es leísta masculino y femenino 26 singular en fórmulas y mantiene la construcción OD +CP. En definitiva y desde la provisionalidad de una primera aproximación al sistema pronominal átono de tercera persona en Guipúzcoa, cabe señalar la presencia de leísmo

25 Éstos son, entre otros, los contextos que favorecen la omisión del clítico. No obstante, algunos objetos nulos tienen antecedentes de rasgo animado. Para un análisis detallado, véase Landa (1993 y 2000) y el resumen de Fernández-Ordóñez (1999: 1349-1355). 26 En cuanto al tiempo transcurrido desde su partida hasta la redacción de las cartas, hay que decir que, en el caso del religioso no lo sabemos, pero su correspondencia se fecha entre 1757 y 1763; dos de los comerciantes escriben en el mismo año y al año siguiente de su partida y del tercero nada sabemos; por último, el piloto mayor escribe las cartas en el mismo año de su marcha.

48 Sara GÓMEZ SEIBANE: Uso de los clíticos de tercera persona en la lengua de guipuzcoanos... en objetos animados singulares masculinos y femeninos en la correspondencia del siglo

XVIII. Ahora bien, este fenómeno no se registra en todas las cartas, sino que convive con el sistema pronominal etimológico presentado por el remitente de mayor rango social y muy probablemente cultural. De ahí que quizá en el siglo XVIII el leísmo masculino y femenino fuera un marcador social y cultural,27 al menos en lo escrito, usado en proporción inversa al estatus social, pues no hay que olvidar que, en el habla actual del País Vasco, el nivel sociocultural bajo favorece este uso (Urrutia 2002: 440). Con todo, hay que insistir en la necesidad de nuevos trabajos que permitan verificar esta primera hipótesis.

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27 El estudio de la correlación entre ciertos usos y determinados grupos sociales se ha abordado para otros fenómenos lingüísticos como, entre otros, el dequeísmo, la -s en la 2.ª persona singular del pretérito indefinido, o el uso del condicional en la prótasis.

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EL INSTRUIDO EN LA CORTE Y AVENTURAS DEL ESTREMEÑO (1789): FUENTE PARA EL ESTUDIO DEL HABLA EXTREMEÑA EN EL SIGLO XVIII

AMY SEVCIK Universitat de València

INTRODUCCIÓN

El Instruido en la corte y aventuras del estremeño es una novela poca conocida del siglo XVIII. Se editó en la imprenta de Joseph Doblado en 1789 y su autora, Clara Jara de Soto, es la única mujer que publicó una novela original en España durante el siglo XVIII. El texto relata la llegada de un extremeño, el Diputado Juan Vegas, vecino del pueblo de Aljuzen, a la corte de Madrid donde se le ha encomendado resolver varios asuntos para su pueblo. En Madrid conoce al Instruido, el Licenciado Alonso García Adnar, natural de la ciudad andaluza de Antas. Este personaje acompañará al extremeño durante ocho días, instruyéndole en las costumbres de la corte. La narración en tercera persona incluye amplios pasajes de diálogo directo e indirecto. Y es justo en los parlamentos entre los dos personajes principales donde emergen los contrastes más notables entre la lengua culta de los habitantes de la capital y la lengua rústica de la gente procedente de las provincias. Jara de Soto destaca la preocupación setecentista por el lenguaje poniendo en boca del extremeño los coloquialismos de su patria mientras que el personaje andaluz, el Instruido, no mantiene las características de su habla nativa sino que adopta el lenguaje culto de la capital. En este trabajo se pretende señalar los numerosos ejemplos del habla coloquial extremeña encontrados en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño y se sugiere que la lectura detallada de dicha obra puede aportar datos concretos a la hora de

© SEVCIK, Amy. 2004. «El instruido en la corte y aventuras del estremeño (1789): fuente para el estudio del habla extremeña en el siglo XVIII». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 53-65. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

estudiar la historia del habla extremeña en el siglo XVIII y la conocida preocupación por la lengua durante dicho siglo. Antes de centrarnos en el estudio de los elementos lingüísticos de la novela conviene repasar los datos biográficos de Clara Jara de Soto y el conjunto de su obra literaria.

1. DATOS BIOGRÁFICOS DE CLARA JARA DE SOTO Y DE SU OBRA LITERARIA

A pesar de las numerosas indagaciones que se han realizado, los datos biográficos disponibles sobre Clara Jara de Soto son extremadamente escasos. Lo único que se puede afirmar es que en los documentos del expediente de censura de su segunda obra Tertulias murcianas y segunda parte del instruido en la corte y aventuras del extremeño Jara de Soto figura como vecina de la corte de Madrid.1 Manuel Serrano y Sanz señaló la posibilidad de que su lugar de nacimiento fuera Murcia, que estuviera casada con un Sr. Soto y que fuera hermana o pariente de D. Patricio Jara pero estos son indicaciones que no se han podido comprobar (1975[1903-1905]). Afortunadamente más se sabe de las dos obras en prosa narrativa y las tres letrillas que componen el conjunto de las obras literarias de Jara de Soto. Los datos encontrados abarcan cinco años, desde 1789 hasta 1794. Como se anuncia al final de El Instruido en la corte y aventuras del estremeño, Jara de Soto intentó publicar una segunda parte de su novela en 1790. Se titulaba Tertulias murcianas y segunda parte del instruido en la corte y aventuras del extremeño y según el expediente de censura no se aprobó la licencia de impresión del Consejo de Castilla porque el texto no era ni útil ni necesario.2 Aunque se autorizó la devolución

1 Los documentos del expediente de censura se encuentran en el Archivo Histórico Nacional, legajo n.º 31 que forma parte del legajo n.º 5556-1 (contiene seis folios) y la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, legajo n.º 13 (contiene cinco folios). 2 El dictamen final de Antonio Capmany corresponde al folio tercero de los documentos procedentes del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo Histórico Nacional, Sección Consejos, Legajo 5556-1, Exped. 31. Dice así: «[…] Certifico, que en una de las Juntas celebradas por la expresada Academia, el individuo de ella a quien se cometió el examen de la obra titulada Las tertulias murcianas, etc., leyó el juicio de su contenido ha formado; y expresa ser unas novelas en que se propone su autora las de D.ª María de Zayas por modelo: y que con menos corrección en el estilo, ni felicidad en la invención, tienen todos los defectos de aquellas: sin un fin moral conocido, sin episodios que instruyan o interesen, sin variedad que divierta. Entre ellas está comprendida una comedia, que sin observar una tan sola de las reglas teatrales, tiene todos los defectos de falta de verosimilitud, de frialdad en el diálogo: que los caracteres, ni son verdaderos, ni están sostenidos: que la trama, ni está bien seguida, ni su desenlace es natural. Por cuyos méritos juzga que la obra será muy despreciada; pero que en lo demás no encuentra cosa alguna que impida la satisfacción de verla impresa. La Academia en vista del dictamen, acordó que el manuscrito no mude de estado por no ser útil ni necesario, devolviéndole al Consejo con certificación

54 Amy SEVCIK: El instruido en la corte y aventuras del estremeño (1789) del manuscrito a la autora para que ella pudiera corregirla, no se han encontrado más datos acerca del texto ni copia del manuscrito. Lo que se conoce de la obra poética de Jara de Soto se compone de tres letrillas publicadas en el Diario de Madrid: Nuestro Dios piadoso… (1790), Acostéme anoche… (1790), y Todos con anhelo…(1793). Este último poema también se encuentra publicado en el Semanario de Salamanca en 1794 bajo el seudónimo «El Amante de su Patria». Los poemas de Jara de Soto están repletos de referencias bíblicas y alusiones a la mitología griega, la historia romana y a las costumbres del Madrid de la época. Además, la letrilla Acostéme anoche… demuestra claramente la frustración que debió de sentir Jara de Soto después de recibir la negativa sobre la censura de su segunda obra narrativa. En resumen, hasta el momento se sabe que el conjunto de la obra literaria de Clara Jara de Soto se compone de dos obras en prosa narrativa y tres letrillas. Aunque parece ser que a partir de 1793, o en todo caso 1794, ya se pierde la pista de la escritora, todavía existe la posibilidad de seguir rastreando más a fondo bibliotecas y archivos con la esperanza de hallar datos adicionales sobre la biografía y la obra literaria de Clara Jara de Soto.

2. EL HABLA EXTREMEÑA

Numerosos investigadores han destacado que la mezcla de leonesismos y rasgos meridionales que ofrece el habla de Extremadura es debida a la reconquista y repoblación de esta zona por leoneses y castellanos en los siglos XII y XIII. Bien se sabe que dónde más ha predominando la influencia leonesa es en la zona noroccidental de Cáceres mientras que los hablantes de la provincia de Badajoz se caracterizan más por los fenómenos de las hablas meridionales (Zamora Vicente 1970[1966]; Ariza Viguera 1987; Lapesa 1995[1942]; Álvarez Martínez 1999[1996]). Esta mezcla de rasgos lingüísticos se manifiesta en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño donde se registran vulgarismos comunes a muchas regiones de habla español, arcaísmos, elementos que proceden del leonés o el castellano medieval y rasgos comunes al leonés y las hablas meridionales.

de este acuerdo. En cuyo cumplimiento doy la presente en Madrid, a cuatro de mayo de mil setecientos noventa. Antonio de Capmany.»

55 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

3. EJEMPLOS DEL HABLA EXTREMEÑA EN EL INSTRUIDO EN LA CORTE Y AVENTURAS DEL

ESTREMEÑO (1789)

3.1. Los vocalismos

En cuanto a los vocalismos característicos del habla extremeña que se registran en el texto de Jara de Soto, aparecen dos que se consideran vulgarismos: la inestabilidad de las vocales átonas y la reducción del diptongo ie en e. También se ha manifestado la epéntesis de la semiconsonante [j], rasgo que se atribuye al leonés.

3.1.1. Vacilación de las vocales átonas

El fenómeno vocálico más destacable de la novela es la indecisión respecto a las vocales átonas. Según Salvador Plans, «En el vocalismo átono se registra una enorme vacilación, lo cual no es un fenómeno exclusivo de las hablas extremeñas, sino que se trata de la coincidencia con vulgarismos y dialectalismos suficientemente extendidos por otras zonas lingüísticas de habla hispana» (1987a: 13). Otros investigadores coinciden con esta opinión (Martínez 1883; Izquierdo Hernández 1901; Zamora Vicente 1943; Lapesa 1995[1942]; Álvarez Martínez 1999[1996]). Algunos ejemplos de la vacilación vocálica en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño son los siguientes: estuto por ‘astuto’ (46), nenguno por ‘ninguno’ (28, 46), fegura por ‘figura’ (37), rigular por ‘regular’ (30, 66), preyectos por ‘proyectos’ (28) o pusible por ‘posible’ (66). Sin lugar a duda, la inestabilidad vocálica más notable del texto es la de la /e/ y la /i/.

3.1.2. Reducción del diptongo ie en e

La reducción de los diptongos es otro elemento de los vulgarismos vocálicos del habla extremeña (Álvarez Martínez 1999[1996]). A finales del siglo XIX Matías R. Martínez indicó que en los diptongos ei, ie, y oe se sacrifica la primera vocal en el lenguaje vulgar extremeño (1883). Zamora Vicente encontró ejemplos de este fenómeno en la poesía de José María Gabriel y Galán (1870-1905) (Viudas Camarasa 1987) y registró la reducción del diptongo ie en la numeración rápida en la zona de Mérida donde decían decisei ‘dieciseis’, decioso, ‘dieciocho’, decinueve ‘diecinueve’ (1943).

56 Amy SEVCIK: El instruido en la corte y aventuras del estremeño (1789)

En El Instruido en la corte y aventuras del estremeño se han encontrado dos casos específicos de esta misma reducción cuando el extremeño pronuncia experencia por ‘experiencia’ (28) y cencia por ‘ciencia’ (34).

3.1.3. Epéntesis de la semiconsonante [j]

Mientras que Álvarez Martínez indica que la epéntesis de la semiconsonante [j] en la terminación de algunas palabras es un ruralismo o vulgarismo (1999[1996]), Zamora Vicente (1970[1966]) y Lapesa (1995[1942]) afirman que este rasgo del habla extremeña procede del leonés. A menudo se destacan que las palabras matancia por matanza, alabancia por alabanza y quicías por quizás son ejemplos de este fenómeno (Zamora Vicente 1943 y 1970[1966]; Salvador Plans 1987a; Viudas Camarasa 1988[1980]; Lapesa 1995[1942]). El único caso de la epéntesis de la [j] al final de palabra que se ha encontrado en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño es en la palabra hurnia por ‘urna’ (55). Es un término que aparece en los estudios del leonés (Zamora Vicente 1970[1966]; Borrego Nieto 1999[1996]; Martínez Álvarez 1999[1996]) y que Zamora Vicente registró en la obra de Gabriel y Galán (Viudas Camarasa 1987).

3.2. Los consonantismos

Entre los fenómenos consonánticos del texto se encuentran la neutralización, metátesis y epéntesis de las líquidas, la conservación de las antiguas s, z sonoras y su identificación con la /d/ fricativa, la aspiración de la /f-/ inicial latina, la reducción de los grupos cultos, la pérdida de la /d/ intervocálica y el refuerzo del [w] con una /g/ previa.

3.2.1. Neutralización, metátesis y epéntesis de las líquidas

La neutralización de la oposición /l/ / /r/ destaca como fenómeno del habla extremeña, así como rasgo del leonés y el meridional en general. En El Instruido en la corte y aventuras del estremeño aparecen varios ejemplos del rotacismo, el cambio de la /r/ por la /l/. La mayoría de veces ocurre en los grupos /bl-/, /gl-/, y /pl-/. Los ejemplos del cambio en estos grupos consonánticos son: para el grupo /bl-/: branca por ‘blanca’

57 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

(56) y puebro por ‘pueblo’ (28); para el grupo /gl-/: grotones por ‘glotones’ (30); y para el grupo /pl-/: cumpriré por ‘cumpliré’ (66) y apropexía por ‘apoplejía’ (30), apareciendo en esta última un ejemplo de la metátesis simple que comentaremos más adelante. En la novela de Jara de Soto sólo se ha encontrado un caso de rotacismo fuera de los grupos de oclusiva más líquida. Aparece en la pronunciación repetida de alcarde por ‘alcalde’ (28, 35, 46). No ha aparecido ningún ejemplo del cambio /l/ por /r/ al final absoluto de palabra, como por ejemplo peol por ‘peor’ o colol por ‘color’, ni la pérdida absoluta de la /r/ en los infinitivos, rasgos del habla extremeña que han citado varios estudiosos (Zamora Vicente 1943 y 1970[1966]; Viudas Camarasa 1988[1980]; Lapesa 1995[1942]; Álvarez Martínez 1999[1996]). Mientras se han podido registrar numerosos ejemplos de rotacismo en el texto, sólo se ha encontrado un caso de lambdacismo. Ocurre cuando el extremeño dice plimor en vez de ‘primor’ (69). El predominio de la [r] en los casos de neutralización que se han observado en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño coincide con los datos de varios estudios contemporáneos (Salvador Plans 1987a; Álvarez Martínez

1999[1996]) y sirve para localizar dicha tendencia en el siglo XVIII. Al hablar de las peculiaridades del uso de las consonantes /l/ y /r/ en el texto estudiado, conviene destacar varios casos de metátesis de la líquida vibrante. Son casos de metátesis simple. El primer ejemplo se manifiesta en la palabra escramiento por ‘escarmiento’ (37). El segundo aparece en la palabra presona por ‘persona’ (67) donde la /r/ se metatiza dentro de la primera sílaba para formar el grupo /pr-/. El tercero ejemplo se localiza en la palabra probe por ‘pobre’ (48, 59), que aparece tanto en el singular como en el plural. Aquí la /r/ se metatiza desde la última sílaba a la primera para formar de nuevo el grupo /pr-/ inicial. El cuarto ejemplo de metátesis que se puede encontrar en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño se manifiesta en la palabra amatroste por ‘armatoste’. Aquí es importante destacar que esta palabra la emplea el narrador y no el extremeño. La metátesis también es de la /r/ y en este caso pasa de la primera sílaba a la tercera y penúltima para formar el grupo /tr-/. El quinto y último ejemplo de metátesis lo encontramos en la palabra apropexía por ‘apoplejía’ (30), donde el grupo /pl/ de la tercera sílaba se convierte en /pr/ en la segunda sílaba. En relación con las consonantes /r/ y /l/ también se debe hacer constar que existen casos de epéntesis de ambas letras en el texto estudiado. Se añade una /r/ a la palabra ‘agente’ para decir argente, término que se repite cuatro veces: primero, en voz

58 Amy SEVCIK: El instruido en la corte y aventuras del estremeño (1789) del narrador (34), luego, dos veces en boca del rústico (67, 68), y por último una vez en la carta que recibe éste del consejo de su pueblo (68). No deja de resultar curioso que Jara de Soto hace que el narrador emplea el mismo rasgo lingüístico que el personaje rústico. La epéntesis de la /l/ la encontramos en las palabras alvelia (46, 72), albilia (58) y albur (39). En los tres ejemplos se refuerza la primera sílaba antes de la bilabial fricativa. Las palabras alvelia y albilia quieren decir ‘habilidad’y presentan una combinación de los rasgos del habla extremeña encontrados en el texto. Aparte de la epéntesis de la /l/, aparece la pérdida de la /d/ intervocálica y final y en el caso de alvelia, se manifiesta la inestabilidad de las vocales átonas. Se debe dejar constancia aquí de que este término todavía se incluye hoy en día en al menos tres vocabularios extremeños (González Gómez; Camisón; Nuestro vocabulario extremeño). El uso de la palabra albur por ‘abur’ por parte del extremeño podría ser simplemente otro caso de epéntesis para reforzar la primera sílaba pero también podría ser un elemento de confusión entre la palabra abur y la palabra albur. La primera, abur, es una interjección familiar de despedida, equivale a adiós. La segunda, albur, es el nombre común que se da en Andalucia y Extremadura al mugil cephalus, un pez de río muy parecido a la lisa.3 Siendo el personaje extremeño de un ambiente rural, no es incomprensible que confunda abur con albur.

3.2.2. La conservación de las antiguas s, z sonoras y su identificación con la d fricativa

El rasgo arcaico de la conservación de las antiguas <-s->, sonoras ha sido ampliamente tratado por los investigadores como uno de los rasgos más conocidos como propio del habla extremeña (Álvarez Martínez 1999[1996]). En algunos casos los dos sonidos convergen en [ð]. Viudas Camarasa menciona, por ejemplo, la pronunciación de adeiti por ‘aceite’ o cada por ‘casa’ (1988[1980]) y Lapesa destaca, entre otros, los casos de roda por ‘rosa’ y bedo por ‘beso’ (1995[1942]). En El Instruido

3 Nicolás Valle, autor de Belsana, () y natural del Acehuche (Cáceres), confirma el uso de la palabra albur: «Mi padre pescaba albures en el Tajo. Mi familia eran los barqueros de Acehúche. Estos peces subían desde el mar y los atrapaban en las pesqueras que se hacían con tal objeto. Allí les dicen o decían "arbul" o "albul". Ya han desaparecido por culpa del embalse de Alcántara. Tengo documentada esa palabra en 1677 en Acehúche. Se trata de una visita de la encomienda y dice "en la Aceña de la Escalerilla péscanse albures i orihuelas". No sé qué son las orihuelas.» (Correspondencia personal 02/12/2002).

59 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII en la corte y aventuras del estremeño se deja constancia de esta identificación en el siglo XVIII cuando el extremeño dice godó en vez de ‘gozó’ (28).

3.2.3. La pérdida de la /d/ intervocálica

La caída de la /d/ intervocálica es muy intensa en el habla extremeña (Lapesa 1995[1942]) y en el texto de Jara de Soto este es uno de los rasgos más notables de la forma de hablar del personaje extremeño. Se han localizado más de treinta palabras diferentes donde el extremeño deja de pronunciar esta consonante. Los casos más numerosos son los de las desinencias –ado e –ido. Por ejemplo dao por ‘dado’ (46, 59) y comprao por ‘comprado’ (46) o poío por ‘podido’ (28) y oío por oído (46). Aparte de estos participios pasados, también se encuentra la caída de la /d/ intervocálica en sustantivos como dua por ‘duda’(31, 46, 64) o moo por ‘modo’ (64, 67, 68) y to por ‘todo’ (68). Se registra igualmente en los infinitivos, poer por ‘poder’ (46) y ayuar por ‘ayudar’ (67), como en el imperfecto del indicativo de los verbos suceder, suceía (28), poder, poía (55) y acomodar, acomoaba (58). El único ejemplo de la pérdida de la /b/ intervocálica es en la palabra caeza por ‘cabeza’ (64). Esta caída consonántica es mucho menos frecuente en las hablas meridionales que la pérdida de la /d/ intervocálica aunque curiosamente se cita precisamente como ejemplo en el habla murciana (Zamora Vicente 1970[1966]).

3.2.4. La reducción de los grupos cultos

Una de las preocupaciones lingüísticas que se resolvió en el siglo XVIII fue la cuestión de los grupos de consonantes cultos. En algunos casos se impuso las formas latinas pero también se admitían numerosas excepciones (Lapesa 1995[1942]). Aunque a finales del siglo XIX la reducción de los grupos cultos /-gn-/, /-ct-/, /-st-/, /-pt-/, /-tp-/ y /-pc-/ seguía presente en el habla extremeña vulgar (Martínez 1883), el único caso de esta reducción que se encuentra en el texto es la pérdida de la /p/ delante de la /t/ en la palabra acete por ‘acepte’ (67). El personaje extremeño mantiene todas las otras instancias de grupos cultos en su parlamento: /-st-/ en instante (53, 72) y instruir (66) y /-ct-/ en preyectos (28). El Instruido y el narrador emplean los grupos cultos sin reducción ninguna. De nuevo, se puede apreciar cierta inconsistencia en el nivel lingüístico del personaje rústico.

60 Amy SEVCIK: El instruido en la corte y aventuras del estremeño (1789)

3.2.5. La aspiración de la /f-/ inicial latina

Mientras que algunos investigadores han mantenido que el fenómeno de la aspiración extremeña es un rasgo leonés, otros lo consideran un arcaísmo del castellano (Salvador Plans 1987a). Zamora Vicente ha señalado que la aspiración de la /f-/ inicial latina es un rasgo general en ambas provincias de Extremadura igual que la identificación de la /j/ con la /h-/ procedente de la /f-/ inicial latina (1970[1966]). Muy conocida es la frase siguiente que deja constancia de este rasgo lingüístico: «el que no diga jumo, jigo, jiguera no es de mi tierra» (Zamora Vicente 1970[1966]). Pues bien, en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño aparecen dos casos donde la /j/ reemplaza la /f-/ inicial latina: jui por ‘fui’ (46, 67) y juncion por ‘función’ (67). También aparecen instancias donde la autora reemplaza la inicial con una para señalar la aspiración. El extremeño dice jermosa por ‘hermosa’ (31, 55, 56), jablar por ‘hablar’ (67) y jacia por ‘hacia’ (67).

3.2.6. El refuerzo de la semiconsonante velar [w] con una /g/ previa

En El Instruido en la corte y aventuras del estremeño se ha encontrado un ejemplo del refuerzo de la semiconsonante velar [w] con una /g/ inicial, fenómeno que se considera característico general del habla rústica (Lapesa 1995[1942]) y de algunas zonas de Extremadura (Romero y Espinosa 1883). El personaje del extremeño emplea este rasgo del habla popular cuando dice güele por ‘huele’ (52). Vulgar también es la conversión de la /b/ en /g/ antes de la [w]. El rústico intercambia estos dos sonidos cuando dice güena en vez de ‘buena’ (52, 67).

3.3. Morfología

En lo referente a los rasgos morfológicos del habla extremeña que se manifiestan en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño, conviene analizar el uso del diminutivo y la formación del presente del subjuntivo y de la primera persona del indicativo de los verbos incoativos. La forma diminutiva más frecuente del habla extremeña es -ino, o -ina y en menor grado -ín (Zamora Vicente 1970[1966]; Salvador Plans 1987b; Viudas Camarasa 1988[1980]; Lapesa 1995[1942]; Álvarez Martínez 1999[1996]). Sin embargo, los

61 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

únicos diminutivos encontrados en el texto de Jara de Soto son -ico e -ica. El Instruido, en la narración de su llegada a la corte, indica que de pequeño le llamaban Alonsico (5), que su familia tenía un bancalico (5) donde cultivaban hortalizas y que en una de las casas donde buscó alojamiento durante su viaje le dieron de cenar un caldo con tres pezecicos (12). El uso del diminutivo -ico por parte del Instruido coincide con su procedencia. Viene de Murcia donde el sufijo -ico se mantiene después del siglo XVII cuando cayó en desuso excepto en Aragón, Murcia y Andalucía oriental (Lapesa 1995[1942]).4 El empleo de este diminutivo por parte del extremeño cuando explica que su comida de mediodía normalmente consiste de pan con unas morcillicas (30) podría indicar la pervivencia del uso de -ico en Extremadura después del siglo XVII. Otra posibilidad es que delate algún detalle acerca de la biografía de la autora. Otro rasgo de morfológico del habla extremeña es la omisión del elemento velar en el presente del subjuntivo y de la primera persona del indicativo en los verbos incoativos (Zamora Vicente 1970[1966]; Salvador Plans 1987b; Viudas Camarasa 1988[1980]; Lapesa 1995[1942]). En el texto de Jara de Soto se ha encontrado un ejemplo de la eliminación de la velar sorda cuando el extremeño emplea conozo en vez de ‘conozco’ (58). No obstante, en este punto se tiene que volver a destacar cierta inconsistencia en la forma de hablar del extremeño ya que sí pronuncia bien el mismo verbo en el subjuntivo cuando dice conozcan (72).

3.4. Sintaxis

Con respecto a las peculiaridades sintácticas del habla extremeña, sólo se ha observado la anteposición del artículo ante el posesivo. Este rasgo se manifiesta muy frecuentemente en la mitad norte de Cáceres y en algunos puntos de Badajoz y se ha atribuido su procedencia tanto al leonés como al castellano medieval (Salvador Plans 1987b). En el texto estudiado encontramos este fenómeno cuando el extremeño se refiere a su esposa como la mi Morena (69, 72). Sin embargo, aquí se debe volver a anotar la vacilación en el nivel lingüístico del rústico porque Jara de Soto antepone el artículo ante el posesivo en sólo dos de las tres veces que el extremeño nombra a su mujer. La primera vez que se refiere a ella dice simplemente mi Morena sin el artículo (67).

4 También se ha registrado el uso del diminutivo -ico en la zonas de Miranda (Menéndez Pidal 1990[1906]) y Sayago (Borrego Nieto 1999[1996]).

62 Amy SEVCIK: El instruido en la corte y aventuras del estremeño (1789)

4. CONCLUSIONES

Entre los fenómenos que caracterizan el habla extremeña y que se han registrado en El Instruido en la corte y aventuras del estremeño se encuentran vulgarismos, arcaísmos, elementos que proceden del leonés o el castellano medieval y rasgos comunes al leonés y las hablas meridionales. Los vulgarismos observados son: 1) la vacilación de las vocales átonas, 2) la reducción del diptongo ie en e, 3) la pérdida de la /d/ intervocálica, 4) la reducción del grupo culto /-pt-/, 5) el refuerzo de la semiconsonante velar [w] con la oclusiva velar sonora /g/. La epéntesis de la semiconsonante [j] procede del leonés igual que la omisión del elemento velar en el presente de la primera persona del indicativo en los verbos incoativos. La anteposición del artículo delante del posesivo se puede atribuir tanto al leonés como al castellano medieval. Rasgo común del leonés y las hablas meridionales es la neutralización de la oposición de las líquidas. La aspiración de la /f-/ inicial latina se considera un leonesismo o arcaísmo. La conservación de las antiguas s, z sonoras y su identificación con la d fricativa se considera un arcaísmo propio de Extremadura. No obstante, se han registrado claras inconsistencias en el empleo de algunos de estos fenómenos lingüísticos. El personaje extremeño no reduce todos los grupos cultos, algunos los pronuncia bien. Lo mismo ocurre con la morfología de los verbos incoativos. En una instancia omite el elemento velar pero en otra no. Igualmente, emplea el artículo delante del posesivo en unas ocasiones pero en otras no. Si a estas inconsistencias se suman la escasa apariencia de algunos de los otros fenómenos mencionados, el uso del diminutivo -ico, y la falta de otros numerosos elementos que caracterizan el habla extremeña, se puede concluir que Jara de Soto tenía conocimientos del habla extremeña y utilizó la recreación lingüística como recurso literario para destacar la preocupación setecentista por el lenguaje pero es probable que no fuera nativa de esta región. Se espera que futuros estudios de la historia de la lengua en el siglo XVIII, y en particular el habla extremeña, faciliten la confirmación esta hipótesis.

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INTRODUCCIÓN A PROYECTOS FRASEOLÓGICOS EN EL SIGLO XVIII

JORGE MARTÍ CONTRERAS Universitat de València

INTRODUCCIÓN

Con el trabajo que mostramos a continuación intentaremos trabajar un campo tan delicado y tan poco estudiado1 como el de las unidades fraseológicas en español; como el campo que abarca la fraseología es muy amplio nosotros hemos decidido acotar nuestra zona de estudio, por lo que aquí sólo trabajaremos las paremias en obras del siglo XVIII, pero nos hemos tomado la libertad de no estudiarlo en una obra clave como es el Diccionario de autoridades2 ya que las unidades fraseológicas –incluyendo las paremias– en esta obra ya han sido estudiadas por investigadores como Montoro del Arco3 y Martínez Montoro,4 por lo tanto hemos decidido trabajar con tres obras de diferente tipología. En primer lugar hablaremos de la obra de Francisco Guijarro Manual para entender y hablar el castellano (1796), se trata de una gramática monolingüe que

1 Como indican Leonor Ruiz Gurillo (1997: 13) y Gerd Wotjak (1988: 535) 2 RAE. 1976 [1726-1739]. Diccionario de autoridades. Madrid: Gredos 3 MONTORO DEL ARCO, Esteban Tomas. 2002. «La fraseología en la tradición gramatical española». SEHL 2001. Estudios de Historiografía lingüística ed. por M. A. Esparza Torres, B. Fernández Salgado y H.-J. Niederehe, 926-942. Hamburg: Helmut Buske. 4 MARTÍNEZ MONTORO, Jorge. 2002. «La fraseología en los diccionarios del español anteriores del siglo XX». SEHL 2001. Estudios de Historiografía lingüística ed. por M. A. Esparza Torres, B. Fernández Salgado y H.-J. Niederehe, 905-923. Hamburg: Helmut Buske.

© MARTÍ CONTRERAS, Jorge. 2004. «Introducción a proyectos fraseológicos en el siglo XVIII». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 4-27. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

contiene un total de 160 páginas (las 20 últimas páginas podemos encontrar un corpus de refranes). En segundo lugar estudiaremos Colección de las obras sueltas, assi en prossa , como en verso que es un recopilatorio de obras de Lope de Vega y contiene la novela dialogada La Dorotea, escrita y publicada en 1777 con un apéndice en el que se recopila todas las paremias utilizadas por el "monstruo de la Naturaleza", y para ello empleará

11 páginas de más de 450 que contiene el libro.

Por último la obra del valenciano por Carles Ros en 1788 Tractat de adages y refranys valencians y practica pera escriure ab perfecció la lengua valenciana, en la que se muestra una conciencia paremiológica, ya que el tratado tiene 133 páginas y plasma en más de un 60% de sus páginas entradas paremiológicas. Además debemos señalar que es una tercera edición, esto indica la gran aceptación que tuvo en su época. Pero antes de adentrarnos en el estudio de las obras anteriormente citadas deberíamos definir lo que entendemos por refrán y los sinónimos5 que de este concepto se han dado: En primer lugar veamos lo que se dice en el "Prefació" en el Tractat de adages y refranys valencians:

Adage , ò Refrany, no es altra cosa, que una sentencia, que corre en boca de tots: una llum de veritat manifesta que tot lo mon coneix ser aixì; puix son reliquies de la antiga Phylosophìa; y en ells se llogren dos coses molt lloables; la una , dependre a llegir y escriure bè la lengua: laltra, que tota la gent, que no ès estudios, tè en eixes doctrines sentencioses, una rahò que conclou, y desenganya, pera poder reptar, ò corregir los pares als fills y els majors als menors, de modo quels fà obrir los ulls, y sels imprimíx en la memoria, passant de uns à altres; y aixì será aquest tractat de molt profit, y utilitat. (Ros 1788:17)6

Refrán es “una frase completa e independiente,7 que en sentido directo8

5 Según María Moliner refrán es «cualquier sentencia popular repetida tradicionalmente con forma invariable. Particularmente, las que son en verso o al menos con cierto ritmo, consonancia o asonancia, que las hace fáciles de retener y les da estabilidad de forma, y de sentido figurado. (v. Adagio, Aforismo, anejín, brocándico, Decir, Dicho, fazaña [...], Locución, sentencia)» 6 La cursiva es nuestra. 7 Nadie diga de esta agua no beberé (Vega 1777: 458)

68 Jorge MARTÍ CONTRERAS: Introducción a proyectos fraseológicos en el siglo XVIII

o alegórico9, y por lo general en forma sentenciosa y elíptica,10 expresa un pensamiento –hecho de experiencia, enseñanza, admonición, etc-, a manera de juicio, en el que se relacionan por lo menos dos ideas11 (Casares 1969[1959]: 192).

Esta idea será ampliada por Gerd Wotjak ya que añade que el refrán recoge una experiencia sacada de la ciencia del pueblo y que se diferencia de la frase proverbial en que el refrán es una forma abstracta, no referida a un caso particular; vale para todos; tiene su fundamento en la experiencia acumulada, pero surge con fuerza hacia los proverbios, y su forma constitutiva es más literaria (Wotjak 1988: 538). Lo que nos llama poderosamente la atención es la no concreción de significado de los refranes, ya que en algunos casos dependiendo del contexto en el que se marquen tendrá un significado u otro. Quizá este fue el motivo por el que Julio Casares aboga por la no inclusión12 de los refranes en el diccionario académico. Por otro lado encontramos la posición de Sbarbi que toma como hiperónimo el concepto dicho y como cohipónimo refrán, adagio y sentencia (Sbarbi 1980[1874]: 1) nosotros hemos adaptado su teoría como se muestra en el siguiente gráfico:

8 A la filla mentres creix, donali lo que mereix (Ros 1788: 42) 9 El ratón que no tiene más que una agujero, presto le cogen (Guijarro 1796: 113) 10 Á la hija mala, dineros y casalla (Guijarro 1796: 129) 11 Mejor es dejar a los enemigos, que pedir a los amigos (Vega 1777: 458). 12 «El refrán no es un hecho expresivo, reducible a una equivalencia conceptual unitaria; y en segundo lugar tampoco es una combinación verbal cuyos términos hayan adquirido significación especial al fundirse en bloque»(Casares 1969[1959]: 198)

69 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

DICHO 13 REFRÁN PROVERBIO ADAGIO Es un dicho vulgar Es un dicho no vulgar Sentencia grave, digna, hermosa y comprendida en pocas palabras, sacada como del sagrado depósito de la filosofía moral RETRAER como equivalente a PRO VERBO, una palabra o AD AGENDUM > ADAGIUM, Nos refrán14 frase empleada en lugar de otra estimula a obrar de acuerdo a aquello que nos enseña Chiste, jocosidad, chocarrería. La naturalidad y la sencillez Madurez, gravedad propias de las peculiares al relato de algún sentencias morales suceso acaecido en tiempo anterior. Tono festivo Histórico Doctrinal

El amigo que no presta, y el Mas fuerte era Sansón y le Not cases ab la jove, si eres vell, cuchillo que no corta, que se venció el amor quet pesarà sino pret mon pierda no importa (Guijarro (Vega 1777: 458) concell. 1796: 113) (Ros 1788: 81)

Esta clasificación teórica aparenta dar una sencillez extraordinaria a nuestra clasificación, pero nada más allá de la cruda realidad porque el propio Sbarbi se equivoca a la hora de clasificar. Como acabamos de ver la definición del concepto de refrán nos trae muchos problemas, por lo que nosotros preferimos hablar de paremia, ya que es un término que abarca a todos los conceptos tratados anteriormente. Las característica principales serían (Corpas 1996: 148): - Lexicalización - Autonomía sintáctica: Elimina aquellas unidades que necesitan combinarse con otros elementos del discurso, salvo cuando se les menciona de forma autónoma, funciona metalingüísticamente - Autonomía textual: Nos permite diferenciarlas de las fórmulas rutinarias15 - Valor de verdad - Carácter anónimo. Este último punto es muy debatible, ya que como nos indica Conde (2000: 169) no es cierto que siempre que sea anónimo, siempre hay un primer autor, aunque si bien es cierto que es el pueblo el que

13 La RAE en el Diccionario de autoridades calificará indistintamente de "refrán" a todo dicho. Muy pocas veces utiliza la voz "proverbio" y nunca la de "adagio". 14 Como observa Sbarbi: «En el lenguaje de nuestros antepasados, venerable por su antigüedad, se usó la voz retraer, como equivalente a refrán, según lo acredita el siguiente ejemplo del Arcipreste de Hita, que escribió a principios del siglo XIV: Verdad es lo que dicen los antiguos retraeres» (Sbarbi 1874: 6) 15 Por ejemplo: eso faltaba, ya te digo, ha sido un placer.

70 Jorge MARTÍ CONTRERAS: Introducción a proyectos fraseológicos en el siglo XVIII

consagra el refrán y lo hace suyo. Pero muchas veces nos puede fallar la intuición (Corpas 1996: 144) y podemos decir que dichos como los que veremos a continuación son refranes: • No hay nada nuevo bajo el sol (Antiguo Testamento, Eclesiastés 1: 9) • No sólo de pan vive el hombre (Nuevo Testamento, San Mateo, 4: 4) • Pienso, luego existo (Descartes)

Muchas de las obras literarias del siglo XVIII recogen en su título algún refrán (Jaime Gómez y Jaime Lorén, Paremia 8: 302-306), como ejemplo: • Al freir será el reir y al cambiar será el llorar (Anónima) • Cada cual en su casa y Dios en la de todos (D. M. Ripoll) • Dios los cría y ellos se juntan (J. Cañizares) • Quién a hierro mata, a hierro debe morir (Crespo)

CONCLUSIONES

Como señala Sbarbi (1980[1874]: 60) el estudio paremiológico es más útil e importante de lo que a primera vista aparenta, pues no porque los refranes deban su ser al vulgo se hacen menos acreedores ala consideración del hombre de letras; antes al contrario, son tanto más dignos de su atención, cuanto que, como acabamos de ver, reflejan el grado de la cultura de un pueblo; y en su consecuencia, menospreciar semejante estudio equivaldría a olvidar su pasado, y olvidar su pasado no es otra cosa que renunciar a su historia. Para finalizar citaremos uno de los libros con el que hemos estado trabajando La

Dorotea (V, II) en el que podemos observar la gran utilidad de los refranes, dice: «Cierto que muchos de ellos son tan verdaderos y sentenciosos, que enseñan más en aquel modo lacónico que muchos libros de filósofos antiguos en dilatados discursos».

71 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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NORMA Y VARIACIÓN EN LA LENGUA DEL SIGLO XVIII

INTRODUCCIÓN

DANIEL MOISÉS SÁEZ RIVERA Filología Española I (UCM)

En la mesa redonda Norma y variación en la lengua del siglo XVIII, presidida y moderada por Daniel M. Sáez Rivera, participaron diversos ponentes que abordaban tres diferentes tipos de texto en el siglo XVIII con diferentes perspectivas. De este modo, en

La organización informativa en los textos periodísticos del s. XVIII: el Diario Pinciano, según la propuesta de Margarita BORREGUERO y Álvaro OCTAVIO DE TOLEDO, expuesta por el último, ya que la primera no pudo asistir a las Jornadas, se estudiaba el discurso narrativo en el periodismo; Antonio CHAMIZO y Santiago VICENTE analizaban el discurso argumentativo en un tipo de texto administrativo, en su ponencia Breve muestra de un tipo de texto del siglo XVIII: las instancias universitarias, mientras que, finalmente, Pilar PÉREZ nos contraponía el análisis del texto poético según la visión retórica de dos grandes autores del siglo XVIII, en la última presentación de la mesa: Feijoo y Luzán: retóricas complementarias. Seguidamente se desarrolló un animado debate.1 El hielo lo rompió Mara Fuertes preguntando a Pilar Pérez acerca de la visión gramatical de Luzán. La interpelada respondió recordando que Luzán se formó en Italia y vino de allí con ideas de reformar la ortografía del español, además de que por otro lado Luzán pensaba que el poeta debía conocer perfectamente la lengua con objeto de poder diferenciar y modular las diferencias de estilo. A colación de lo planteado por Pilar Pérez, Mara Fuertes, le

1 El resumen de lo debatido ha sido realizado por el presidente de la mesa con ayuda de las notas imperfectas y desordenadas que tomó durante el debate. Es probable que se haya trastocado el orden de alguna intervención y que no se refleje perfectamente el espíritu de algunas preguntas o respuestas.

© SÁEZ RIVERA, Daniel M. 2004. «Norma y variación en la lengua del siglo XVIII. Introducción». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 73-75. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII preguntó también por las influencias italianas en Luzán. La ponente respondió de la siguiente manera: sí, probablemente Luzán recibió influencias de Muratori, pero se trata de un autor que Pilar no ha leído, por otro lado, según ella, Luzán era más cosmopolita que de pura influencia italiana, sabía lo que se «cocía» en Europa (por ejemplo le influye el sensismo de Locke) dentro de la cual se incluye Italia; no hay que hacer una lectura limitada de Luzán a este respecto, y a todos los respectos por otra parte. La actual presidenta de nuestra asociación, Mara Fuertes asintió satisfecha ante las respuestas de la ponente y recalcó lo poco estudiada que está la influencia italiana en España en la época, una de las constantes que se repitieron en las Jornadas. A esto terció M.ª José García Folgado acerca de que ya Antonio Mestre recalcaba que en el campo de la historia hay muchas vinculaciones entre España e Italia: es muy factible la influencia en gramática, pues. Álvaro Octavio de Toledo recordó a Pilar Pérez la vinculación entre el sensismo y la noción de lo sublime, y el presidente de la mesa, Daniel M. Sáez, señaló la brillantez de Feijoo al tomar un sintagma que ya estaba en la lengua, el «no sé qué» que ya empleaba San Juan de la Cruz, como definitorio de su concepción de la poesía, ambos enlazando con las respuestas de la ponente. A continuación, M.ª José García Folgado preguntó al primer ponente, Álvaro Octavio de Toledo, acerca del reflejo de los intereses lingüísticos de los estudiosos en los Diarios. El ponente coincidió en que por supuesto que así ocurría, pero que ellos sólo estudiaban el género narrativo dentro de la prensa de la época. A este respecto, M.ª José García Folgado planteó que sería interesante dilucidar qué diarios leían los ilustrados españoles, que sería sobre todo prensa francesa; además recordó que la prensa es muy útil para reflejar actitudes que se adelantan a procesos posteriores, como la enseñanza en castellano y de la gramática castellana. El presidente de la mesa preguntó además a Pilar Pérez acerca de si era realmente tan desolador el panorama literario que se encontró Luzán en España al volver de Italia o simplemente es desconocido. Según la ponente, «a la luz de las luces» sí que lo era, ya que no respondía a los ideales ilustrados, aunque sí es cierto que había otro tipo de literatura que no era del gusto ilustrado. También inquirió Daniel Sáez a Álvaro Octavio de Toledo acerca de por qué habían elegido ese tipo de texto periodístico en concreto y si habían pensado extender su análisis a otro tipo de textos. El ponente aclaró su postura y la de la ausente Margarita Borreguero: habían elegido ese tipo de texto por su brevedad, lo cual facilita su análisis exhaustivo y la exposición de tal análisis en un gráfico que ocupara una plana (a este respecto, M.ª José García

74 Daniel M. SÁEZ RIVERA: Norma y variación en la lengua del siglo XVIII. Introducción

Folgado aportó la idea de editar tales análisis en CD-ROM, lo cual permitiría desbordar el marco de una plana). Por otra parte, admiten que existen otros tipos de textos, y piensan hacerlo en un futuro, aunque se trate de un estudio muy complicado, con la traba añadida de que los estudios textuales en sincronía están todavía en pañales, por lo que su aplicación en diacronía es aún más difícil. La presidenta de AJIHLE, Mara Fuertes, aprovechó el momento para recordar que Álvaro Octavio de Toledo es parte de un grupo de investigación vinculado a la asociación que presentó un panel de investigación acerca del análisis del discurso aplicado a la historia de la lengua en el congreso sobre análisis del discurso celebrado en noviembre de 2002 en Pamplona. Por otro lado, el ponente no quiso dejar en el olvido otro problema con el que se encuentran: la puntuación de los textos, tan importante para la organización informativa del texto, es del editor moderno, y tal puntuación no parece ser siempre fiable. Finalmente, recalcó que al menos se está logrando ir más allá de los marcadores del discurso, el elemento discursivo más asimilable por la gramática y la lingüística tradicional, no textual ni discursiva, de lo cual su propuesta conjunta con Margarita Borreguero es un buen ejemplo. Por otra parte, para terminar, también hubo preguntas para Antonio Chamizo y Santiago Vicente: el presidente de la mesa les preguntó acerca de si podían aclarar de dónde procedían las instancias que analizaban, pues no le había quedado muy claro en la exposición, y si habían encontrado diferencias en las fórmulas de tratamiento de sus textos entre un uso vocativo, al principio de las instancias, y otro que podemos llamar narrativo, a lo largo del texto, como ocurre en las cartas de la época. Las respuestas de los ponentes fueron las siguientes: las instancias procedían de la Universidad de Letras de la Universidad de Valencia, en concreto el texto A (1728) era elevado por el Claustro

General hasta Felipe V, y el texto B (1764) era dirigido por el Claustro Mayor a Carlos

III; acerca de las fórmulas de tratamiento, no recordaban si variaban, aunque prometían al presidente de la mesa que le proporcionarían el dato en cuanto tuvieran copia de los documentos en mano.

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LA ORGANIZACIÓN INFORMATIVA EN LOS TEXTOS PERIODÍSTICOS DEL S. XVIII: EL DIARIO PINCIANO

MARGARITA BORREGUERO ZULOAGA ÁLVARO S. OCTAVIO DE TOLEDO Y HUERTA Universidad Complutense de Madrid

1. PRESENTACIÓN DEL PROYECTO DE INVESTIGACIÓN. OBJETIVO Y PRINCIPIOS TEÓRICOS Y

METODOLÓGICOS

Desde hace ya algún tiempo, estamos trabajando en el ámbito de la organización informativa del discurso en su dimensión diacrónica. Nuestro objetivo es descubrir si dicha organización ha sufrido cambios, es decir, si la aparición de nuevas necesidades comunicativas e informativas, especialmente desde el nacimiento de la prensa, determinó un desarrollo de la estructura informativa de los textos. Las cuestiones relativas a la articulación de un texto en unidades temático- remáticas y a la distribución de la información en estas unidades no han recibido la suficiente atención ni siquiera en el estudio sincrónico. La mayoría de los trabajos que se conocen al respecto, desde que los estudiosos praguenses delimitaron la existencia de funciones discursivas superpuestas a las funciones sintácticas, se han ceñido al nivel oracional. Son poquísimos los intentos de superar el ámbito oracional y éstos suelen abarcar secuencias oracionales breves más que textos íntegros (Daneš 1974; Dressler 1974). No obstante, no se puede negar la validez de muchas de las sugerencias que contienen estos trabajos, especialmente los que han estudiado la cuestión adoptando un enfoque funcional, que trata de explicar el reparto de funciones discursivas y la

© BORREGUERO ZULOAGA, Margarita y Álvaro S. OCTAVIO DE TOLEDO Y HUERTA. 2004. «La organización informativa en los textos periodísticos del siglo XVIII: el Diario Pinciano». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 77-106. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

organización informativa como plasmación de la intención comunicativa del hablante (Firbas 1974 y 1992; Chafe 1976).1 Uno de los mayores inconvenientes con que nos hemos encontrado ha sido la proliferación terminológica y la confusión de conceptos que se advertía tras ella. Sin duda, gran parte de esta confusión se debe a quien, paradójicamente, es uno de los mayores exponentes en este campo, František Daneš, que en sus primeros trabajos identificó la articulación temática de un texto con la aparición de información ya presentada, fundiendo así dos niveles de la organización discursiva y definiendo el tema como la información introducida con anterioridad en el texto (Jiménez Juliá 1986). Los planteamientos de Daneš han sido los que más difusión han tenido en la lingüística española, de ahí que encontremos esta identificación en casi todos los autores que han tratado el tema (Gutiérrez Ordóñez 1997; Casado Velarde 21995[1993]; Bustos Gisbert 1995; Fuentes Rodríguez 1999). El análisis de estos aspectos en el nivel textual nos ha convencido, sin embargo, de que es necesario volver a la distinción primitiva establecida por Vilém Mathesius. En este sentido, la propuesta metodológica más acorde con nuestros intereses es la M. A. K. Halliday (1967), a pesar de que su campo de acción sea fundamentalmente la oración. Para elaborar una hipótesis de trabajo válida en el nivel textual, nos parece imprescindible separar, por una parte, la articulación de las oraciones, o mejor dicho, de las estructuras predicativas del texto, en tema y rema, y, por otra parte, la distribución de la información. Las unidades temático-remáticas se corresponden a grandes rasgos con las estructuras predicativas y están estrictamente determinadas por el orden lineal de sus elementos. Siguiendo a Halliday, el tema no se puede identificar con la información dada, porque eso supondría que ninguna estructura predicativa situada al comienzo de un texto tendría tema; tampoco se puede identificar con una función sintáctica o semántica concreta, a pesar de que en numerosas ocasiones el tema coincida con el sujeto o el agente (Borreguero Zuloaga en prensa). El tema es simplemente el punto de partida seleccionado por el hablante para iniciar su comunicación, el elemento o conjunto de elementos del que se nos informa acerca de sus propiedades, acciones, estados, circunstancias, etc., que constituyen el rema de la estructura predicativa.

1 A finales de los años 60 y principios de los 70, hubo varios intentos de explicar los fenómenos de topicalización desde la perspectiva de la gramática generativa, pero han tenido escasa repercusión en los

78 M. BORREGUERO y Á. OCTAVIO: La organización informativa en los textos periodísticos...

Todas las lenguas cuentan con un orden de palabras no marcado o habitual, que en el caso del español es SVO; es precisamente este tipo de orden el que ha llevado a la identificación de los sujetos con los temas. Sin embargo, todas las lenguas cuentan también con procedimientos para alterar dicho orden en función de la intención comunicativa del hablante (Bolinger 1952). En español, la anteposición o dislocación a la izquierda de un elemento oracional cualquiera lo convierte automáticamente en tema de la predicación, por lo que en estos casos hablamos de procesos de tematización. Los cambios de tema, la conversión de (parte de) un rema en un tema nuevo, la adición de remas nuevos a un tema constante, etc. son los modos de articulación de las unidades temático-remáticas que permiten que la información avance en el texto, a veces en estrecha vinculación con la información anterior y a veces a saltos. Un segundo nivel de la estructura informativa textual es el de la distribución informativa, el conjunto de mecanismos de que dispone un hablante para ir combinando la información nueva con información ya introducida. Para que avance la información en un texto es necesario que se introduzca información nueva, pero la mera adición de información nueva no es suficiente para construir un texto coherente. Un texto es un entramado informativo donde se van entretejiendo las informaciones nuevas con otras presentadas anteriormente (Núñez y del Teso 1994). Esto es posible gracias a que toda lengua cuenta con una amplia gama de mecanismos de recuperación de información o mecanismos de cohesión. Los principales mecanismos cohesivos son la sustitución léxica (repetición, sinonimia, hiperonimia, hiponimia), la sustitución pronominal o fórica y la elipsis (Halliday y Hasan 1976; Castellà 21996[1992]). El conjunto de todos los elementos lingüísticos que designan una misma entidad en el texto constituye una red de correferencia textual. Existen también otras redes de correferencia que se construyen no tanto en torno de una única unidad textual, sino más bien teniendo como eje un tipo de relación entre varias entidades: son las redes que se forman porque los elementos que las constituyen pertenecen a un mismo campo semántico determinado textualmente. Para realizar el análisis de estos dos niveles de estructuración informativa, hemos seleccionado un breve corpus de textos narrativos procedentes de obras con carácter informativo, que constituyen calas en la historia de la prensa española desde el s. XVII hasta el s. XX. Las obras sobre las que hemos trabajado hasta el momento son los

trabajos posteriores llevados a cabo en este ámbito. Cf. Dahl (1969), Hajicová (1974), incluso una breve mención del propio Chomksy (1965).

79 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

Avisos (1654-1658) de Jerónimo de Barrionuevo, el Diario Pinciano (1787-1788) de José Beristain, y el diario El País (1999-2002).2 En futuros trabajos ampliaremos nuestro corpus con textos de la prensa decimonónica y de principios y mediados del s.

XX. Puesto que esta contribución se ha producido en el marco de unas jornadas monográficas sobre el s. XVIII, en nuestra exposición nos limitaremos al análisis de los textos del Diario Pinciano, pero dado que nuestro trabajo tiene una perspectiva más amplia, hemos incluido en el apéndice algunos análisis de textos del XVII y del XX para que nos sirvan de términos de comparación. Pasemos ahora a presentar la obra sobre la que hemos realizado nuestra investigación.

2. EL DIARIO PINCIANO EN SU CONTEXTO HISTÓRICO

Expondremos a continuación, en modo forzosamente sumario, algunos rasgos de la prensa dieciochesca en general, y del Diario Pinciano en particular, que puedan ayudarnos a perfilar el contexto informativo en que se produjo aquel texto.3 Existe, en todo tiempo y lugar, una íntima sociedad entre actividad periodística y poder político. La prensa del siglo XVIII, desde luego, no puede entenderse sin el apoyo decisivo que le brindaron las más altas autoridades. En el Setecientos, la prensa actúa como un eficaz instrumento del poder instituido, que alienta su difusión al tiempo que orienta sus contenidos. Convertida, así, en altavoz del programa de reformas borbónicas, ejerce un papel determinante en la formación de una opinión pública favorable al reformismo ilustrado, a cuyo juicio, sutilmente encauzado, se someten debates del más hondo calado, sobre el trasfondo, por ejemplo, de los conflictos jurisdiccionales que a lo largo de la centuria mantuvieron el renovado aparato del estado y el tradicional Consejo de Castilla. Ese estrecho lazo que vincula pensamiento oficial y prensa periódica se hizo más apretado durante los últimos años del reinado de Carlos III, en los que se inscribe el Diario Pinciano.

2 Para J. de Barrionuevo, hemos empleado la edición de A. Paz y Melia (1968[1892]): Avisos, Madrid, Atlas (BAE 221-222), 1968-1969, 2 vols. Para el Diario Pinciano, recurrimos a la reproducción facsímil de la edición a cargo de C. Almuiña. 1978. Diario Pinciano: primer periódico de Valladolid (1787-88). Valladolid: Gráficas Andrés Martín S.A. 3 Para esta apretada síntesis, nos atenemos a lo expuesto, acerca de la prensa dieciochesca, en Domergue (1981), Guinard (1973), López de Zuazo (1994), Sáiz (1983) y Sánchez Aranda y Barrera del Barrio (1992).

80 M. BORREGUERO y Á. OCTAVIO: La organización informativa en los textos periodísticos...

El auge de la prensa, por otro lado, depende también del desarrollo económico y demográfico de la sociedad en que se produce. Dicho desarrollo favorece el aumento del público lector, la mejora cuantitativa y cualitativa de la difusión, la incorporación de avances en el tratamiento técnico, el crecimiento de las suscripciones, etc.4 Ello explica, para el siglo que nos interesa, que la década de los ochenta, que se acompaña de una notable bonanza económica y de un incremento poblacional sostenido, sea la auténtica época dorada de la prensa dieciochesca, y que en ella surjan interesantes experimentos periodísticos también en provincias, dentro de un panorama abrumadoramente dominado, a lo largo de todo el Setecientos, por la producción capitalina. El Diario Pinciano, redactado en Valladolid a lo largo de los años 1787 y 1788, pertenece de lleno a esa fase prolífica del periodismo español. Los factores religiosos y sociales y las circunstancias políticas concretas dejan también sentir su peso sobre el desarrollo de la prensa. Así, y a pesar del analfabetismo rampante, la sociedad dieciochesca se caracteriza, particularmente en el último tercio del siglo, por la emergencia (tímida, pero constante) de estratos sociales medios, a la vez efecto y sustento de la política reformista, que conforman un colectivo destinado a entrar en perfecta simbiosis con los contenidos de ese periodismo de aliento igualmente reformador. El público potencial de lectores de prensa, pues, sigue siendo muy restringido, pero a él se va incorporando un contingente crecido que representa a los elementos más dinámicos de la sociedad (vid. Larriba 1998, con importantes matizaciones). Beristain, el redactor de nuestro texto, encarna modélicamente, como veremos, la formación, la ideología y las aspiraciones características de esa nueva clase media. En el terreno religioso, la Inquisición ve recortadas, a lo largo del siglo, sus prerrogativas censoras, como efecto de la pugna entre el Estado y las instituciones tradicionales. En lo que atañe a la prensa, este proceso alcanza su culmen a partir de 1785, con la Real Orden de 19 de mayo que traslada la responsabilidad sobre la censura periodística al Jurado de Imprentas. Por otro lado, la actuación inquisitorial ex post, obstáculo formidable para la difusión del libro impreso sospechoso de heterodoxia, era necesariamente poco eficaz en el caso de un medio de comunicación tan ágil como la prensa. Los periódicos, pues, y sobre todo los finiseculares, se vieron favorecidos, frente

4 Todo ello hace que el periódico cobre autonomía material y estructural respecto de otros medios y formas de comunicación escrita, como el libro, el pliego suelto, la relación, el pasquín, etc. Es precisamente en el XVIII cuando se forja el concepto de publicación periódica como entidad per se, tal y como queda reflejado en la legislación de la época (vid. Sáiz 1983).

81 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

a la temible Inquisición, con cierto margen de actuación ideológica, que aprovecharon, con el beneplácito oficial, para la activa difusión del ideario ilustrado. Las circunstancias políticas concretas incidieron necesariamente, y con especial vigor, en una prensa periódica situada tan al arrimo del poder, y que, por ello, sufrió las consecuencias de la tensión, tan característica del despotismo ilustrado, entre el acicate a la propagación de las luces y la precaución ante el desacato, la obscenidad y, sobre todo, la subversión. Dicha tensión se resolvió, en los momentos de estabilidad política, en un apoyo estatal explícito y resuelto a la actividad periodística; en los periodos de incertidumbre, en cambio, resultó en un brusco acallamiento impuesto desde las altas instancias, cuyo ejemplo más conspicuo, claro está, son las diversas leyes de mordaza promulgadas entre 1790 y 1792 a raíz de la Revolución Francesa, con un precedente próximo en la Real Resolución de 2 de octubre de 1788, que ya limitaba notablemente la autonomía de la prensa. La combinación de los distintos elementos que acabamos de enumerar hace que sea el periodo 1781-1788 (especialmente de 1785 a 1788) el de mayor esplendor del periodismo español en el Setecientos. Sin embargo, la difícil resolución de las tensiones políticas e ideológicas y de las dificultades sociales y económicas que recorren el siglo no permiten esbozar una historia lineal de desarrollo continuado, con unos tímidos comienzos en las primeras décadas del siglo XVIII y una cúspide en los últimos años, sino que el panorama aparece lleno de altibajos. La prensa española dieciochesca resulta, así, «debridée, puis muselée», según la feliz expresión de Domergue. Es precisamente en esos años más venturosos, como ya hemos mencionado, cuando aparece el Diario Pinciano. Y exactamente a ese perfil de periodista ilustrado y reformista caro al entorno oficial se adscribe su autor, José Mariano Beristain, poblano de nación, estudiante en Valencia y cátedro de Instituciones Teológicas en Valladolid, donde tuvo problemas con la Inquisición que, junto a dificultades de otro orden, le impulsaron a regresar definitivamente a México a fines de 1788 (Almuiña 1978: 25-33). Su proyecto periodístico, quizá el mejor del siglo en provincias y destacable, en cualquier caso, en el conjunto de la prensa del XVIII, pretende, justamente, exponer

[…] el estado de actividad é ilustracion, en que se halla la antigua Corte de los Reyes de España, la famosa Valladolid. (Plan del Diario Pinciano, p. 6)

Y ello en la idea de que

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Aunque Madrid por su situacion geografica, y suerte politica sea el centro de España, de donde salen para todos los Pueblos de la Peninsula los rayos de luz, que en todas partes necesitan las Ciencias, y alli esté el corazon, de donde se deriba el vigor y movimiento, que han menester las Artes; tambien es cierto, que cada Capital de Provincia debe ser un globo de luz, que disipe las sombras del error, de la preocupacion, y de la ignorancia en su pequeña esfera, y que, como una fuerza inmediata, aliente, vivifique, y dé actividad à todos los miembros de su respectivo Cuerpo. (Plan del Diario Pinciano, p. 1)

Será posible, así, que

[…] la consideracion de que el público ha de saber semanalmente las operaciones dignas de darse a luz, sea un estimulo poderoso para el trabajo, para el desempeño, y para los progresos de las Ciencias, de las Artes, y aun de las Virtudes morales y christianas. (Plan del Diario Pinciano, p. 8)

Algo que el autor pretende conseguir al

[…] advertir los defectos más notables en todas lineas, que considere opuestos al adelantamiento de la literatura, á la pureza y decoro de la Religion, y á la inocencia, y honestidad de las costumbres: y en esta parte protesta, que su animo serà unicamente de ponerlos á la vista de los que respectivamente tienen obligacion y autoridad de enmendarlos. (Plan del Diario Pinciano, p. 8)

Se trata, pues, del prurito canónicamente ilustrado de fomentar el progreso, desterrar los malos usos y depurar el funcionamiento político (en el sentido más prístino de este término) de una sociedad aún lastrada por la ignorancia y la superstición. Cabe imaginar que esa actitud de denuncia activa (y, con frecuencia, mordaz), con su doble propósito reformista y moralizador, le debió granjear a Beristain pocas simpatías entre las fuerzas vivas de la Valladolid del siglo XVIII.

3. ANÁLISIS DE LA ORGANIZACIÓN INFORMATIVA TEXTUAL

De las diversas secciones en las que Beristain articula su Diario, hemos prestado especial atención a aquella que denomina «Noticias particulares». En ella se cuentan sucesos acaecidos en la ciudad de Valladolid a personajes más o menos conocidos para el público lector, sin importantes repercusiones de carácter político, económico o cultural. Los textos que analizamos a continuación están extraídos de dicha sección, ya que es la que menores modificaciones ha conocido a lo largo de la historia del periodismo. Así, los mencionados Avisos de Barrionuevo abundan en noticias de este

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tipo y todos los diarios, hasta nuestros días, mantienen una sección de sucesos más o menos amplia. Esta homogeneidad textual facilita nuestra tarea comparativa, pues todos los textos del corpus de nuestra investigación presentan una serie de rasgos que los acercan entre sí: una misma intención comunicativa, una misma estructura narrativa, una afinidad temática, una extensión, por lo general, reducida, una ubicación secundaria dentro de la estructura global de la publicación en la que se enmarcan. Presentaremos nuestros análisis en forma de gráficos, cuyas convenciones explicamos brevemente a continuación. En los gráficos correspondientes a los textos 1- 4, las estructuras predicativas que forman el texto están situadas unas debajo de otras y cada bloque delimitado por el autor con puntos está separado por líneas horizontales.5 En la columna de la izquierda aparecen los elementos temáticos de las estructuras predicativas y en la columna de la derecha los elementos remáticos. Todos los elementos cuya posición inicial sea obligatoria, y que, por tanto, no puedan ser tematizados, aparecen a la izquierda de los elementos temáticos, por ejemplo, las conjunciones copulativas, ciertos conectores adversativos y concesivos y preposiciones antepuestas a núcleos predicativos. Los temas y los remas aparecen numerados y en el caso de que existan relaciones entre ellos se marcan con los siguientes signos: = para indicar identidad, ← para indicar implicación, < para indicar procedencia. La información dada aparece en cursiva y la nueva en redonda. Cada red correferencial está marcada por flechas que unen los distintos elementos que forman la red. Las principales redes se distinguen entre sí porque las flechas que constituyen cada una de las redes son de un mismo color y hay tantos colores como redes principales, de esta manera es más fácil observar las relaciones entre los elementos que las forman. Veamos ahora algunos ejemplos.

TEXTO 1

A pesar de las serias providencias de los Sres. de las Salas del Crimen, se ha ahogado en el río Pisuerga un joven de 18 años, que servía en el convento de la Victoria. Su madre había quedado viuda, y se mantenía ayudada del trabajo de su hijo: pensó aquella en casarse segunda vez y efectuó los desposorios; pero por falta de dinero

5 Somos conscientes del riesgo que entraña adoptar el criterio de la puntuación como base para la delimitación de unidades textuales, pues en muchos textos la puntuación no responde a la intención comunicativa del autor sino del editor; pero, a pesar de esto, hemos optado por correr dicho riesgo.

84 M. BORREGUERO y Á. OCTAVIO: La organización informativa en los textos periodísticos... no se había velado. El buen hijo salió aquella tarde del expresado convento a llevar a su madre la ración de aquel día y 30 rs. de su salario; y hostigado el calor y convidado del río se entró en él, y se ahogó. Este suceso con sus circunstancias debe llenar a todos de lástima, y servir de exemplo y escarmentio. (Diario Pinciano, I, p. 300 [8 de agosto de 1787]).

COMENTARIO

Los elementos temáticos tienen escaso desarrollo, siendo en su mayoría elementos elípticos. Con frecuencia los elementos temáticos son los sujetos, pero no es siempre así, como ocurre en la primera unidad y en la séptima donde el hablante trata de resaltar informaciones circunstanciales de la acción, alterando para ello el orden habitual de palabras, es decir, tematizándolas. En la quinta unidad, la anteposición del núcleo predicativo y la sustitución anafórica del sujeto nos indican que el elemento temático es fundamentalmente la acción. La distribución de la información dada y nueva no se corresponde estrictamente con la articulación de las unidades en temas y remas. La información nueva tiene más peso que la información dada, pero ésta se retoma continuamente en el texto para no hacer perder al lector el hilo de la narración. Existen seis redes correferenciales, dos de las cuales, la de la madre y, sobre todo, la del hijo, están desarrolladas a lo largo de todo texto.

LEYENDA

el hijo la madre el río el convento el campo semántico del trabajo el campo semántico de la boda

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TEXTO 1

A Tema Rema

T1 R1 A pesar de las serias providencias de los Sres. se ha ahogado en el río Pisuerga de las Salas del Crimen, un joven de 18 años

T2 (< R1) R2 que servía en el convento de la Victoria.

B T3 R3 Su madre había quedado viuda, y T4 ( = T3) R4 --- se mantenía ayudada del trabajo de su hijo:

T5 R5 pensó aquella en casarse segunda vez, y T6 R6 ---- efectuó los desposorios; pero T7 R7 por falta de dinero no se había velado.

C T8 R8 El buen hijo salió aquella tarde del expresado convento a T9 ( = T8) R9 ---- llevar a su madre la ración de aquel día y 30 r[eale]s de su salario; y T10 ( = T8) R10 ---- hostigado del calor y T11 ( = T8) R11 ---- convidado del río

T12 ( = T8) R12 ---- se entró en él, y T13 ( = T8) R13 ---- se ahogó.

D T14 (T13-R13) R14 Este suceso con sus circunstancias debe llenar a todos de lástima, y T15 ( = T14) R15 ---- servir de exemplo y escarmiento.

86 M. BORREGUERO y Á. OCTAVIO: La organización informativa en los textos periodísticos...

TEXTO 2 Tema Rema

T1 R1 Don Antonio Tuñón, cura de S. Blas, paseándose la tarde del día 28 de edad de 73 años por la ribera del río Pisuerga, frente del Sto. Cristo de las Batallas,

T2 ( = T1) R2 ---- resbaló y T3 ( = T1) R3 ---- rodó hasta caer dentro del agua

T4 (↔ T3) R4 A las voces acudió Manuel Martín, cabo de R[eale]s Guardias Españolas, T5 (< R4) R5 que se hallaba pescando, y T6 ( = T5) R6 ---- arrojándose con presteza,

T7 ( = T5) R7 ---- ayudado de otras personas

T8 (< R7) R8 que habían concurrido,

T9 ( = T5) R9 ---- libertó al venerable anciano,

T10 (< R9) R10 que ya se halla restablecido del susto,

T11 R11 aunque su ama ha muerto

T12 R12 del que recibió.

D. Antonio Tuñón, el cura Manuel Martín, el guardia el río el susto otras personas

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TEXTO 2

Don Antonio Tuñón, cura de S. Blas, de edad de 73 años, paseándose la tarde del día 28 por la ribera del río Pisuerga, frente al Sto. Cristo de las Batallas, resbaló, y rodó hasta caer dentro del agua. A las voces acudió Manuel Martín, cabo de Rs. Guardias Españolas, que se hallaba pescando, y arrojándose con presteza, ayudado de otras personas que habían concurrido, libertó al venerable anciano, que ya se halla restablecido del susto, aque su ama ha muerto del que recibió. (Diario Pinciano, I, p. 61[7 de marzo de 1787]).

En este texto también encontramos numerosos temas elípticos o pronominales, pero en la primera unidad, sin embargo, el tema tiene un desarrollo semejante al que podemos encontrar en textos más recientes. La tematización más llamativa es la de la quinta unidad, donde el tema a las voces es una locución con valor adverbial que indica una circunstancia temporal. De nuevo, insistimos en la falta de correspondencia entre la información dada y los elementos temáticos. La principal red correferencial, que tiene como eje el personaje del cura, se extiende prácticamente a lo largo de todo el texto y los elementos que la forman se encuentran tanto en el bloque temático como en el remático. Lo mismo puede decirse de la red de Manuel Martín.

TEXTO 3

El jueves próximo a las 6 de la noche se prendió fuego en una de las casas de la calle de Zapico, que duró hasta las 9 en que sin embargo de su actividad logró extinguirlo la prontitud del gobierno en sus acertadas providencias. Acudieron no solamente los señores intendente, ministros del crimen y alcalde mayor con sus alguaciles; los oficiales y tropa de milicias, y de las partidas que aquí se hallan de bandera; sino también los religiosos franciscos observantes y recoletos, y trinitarios descalzos. Dióse providencia para sacar de la Iglesia del Val el Smo. Sacramento, y se trasfirió a la Real Iglesia de San Miguel desde donde se restituyó procesionalmente ayer tarde con pompa y devoto culto. (Diario Pinciano, II, p. 16 [2 de febrero de 1788]).

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En este texto encontramos en posición temática en la primera unidad un complemento circunstancial de tiempo seleccionado por el autor como punto de arranque de su narración. En las dos siguientes unidades el tema es obligatoriamente el núcleo predicativo, pues resultan más accesibles las acciones que los agentes: el hecho de que alguien acude a sofocar el incendio tiene más importancia para el autor que enumerar a las personas que acudieron, enumeración realizada en el componente remático; en el segundo caso, el agente ni siquiera interesa, por evidente, pues sólo puede dar providencia quien tiene autoridad para ello, y el rema recoge el contenido de la providencia. En las dos últimas unidades volvemos a encontrar dos casos de progresión lineal con elipsis y sustitución pronominal, respectivamente. En cuanto a la distribución de la información, la red correferencial más extensa es la del fuego, aunque sólo abarca la mitad del texto, y los elementos que la integran (sintagmas nominales, pronombres relativos y personales, adjetivos posesivos) se encuentran tanto en el campo temático como en el remático de las tres primeras unidades. El resto de las redes son breves, debido también a la propia brevedad del texto, e integradas únicamente por dos elementos, generalmente situados en dos unidades temático-remáticas sucesivas. En el rema 7 hemos incluido un elemento elíptico que ocupa el lugar del complemento circunstancial de lugar adónde y que puede identificarse como la Iglesia del Val mencionada con anterioridad.

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TEXTO 3

T1 R1 El jueves próximo a las 6 de la noche se prendió fuego en una de las casas de la calle de Zapico

T2 (< R1) R2 que duró hasta las 9

T3 (< R2) R3 en que (sin embargo de su actividad) logró extinguirlo la prontitud del gobierno en sus acertadasprovidencias.

T4 R4 Acudieron no solamente los señores intendente, ministros del crimen y alcalde mayor [...] sino también los religiosos [...].

T5 R5 Dióse providencia para Ø sacar de la Iglesia del Val el Smo. Sacramento y T6 (< R5) R6 Ø se transfirió a la R. I. de San Miguel

T7 (< R6) R7 desde donde se restituyó Ø procesionalmente ayer tarde con pompa y devoto culto.

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TEXTO 4

El día 21 del mes pasado de octubre dio a luz una mujer en esta ciudad una niña, que en el lado derecho solo tenía hasta el codo, cuyo extremo formaba un muñón. En el izquierdo, demás del brazo, tenía un antebrazo con un solo hueso, que bajaba en diminución hasta formar una especie de dedo en el lugar que debía ocupar la mano. Esta niña nació con el semblante amoratado sin respiración, ni elasticidad en los tendones del cuello: lo que hizo creer al cirujano, Don Luis Ara, que fue llamado a este tiempo, que acaso estaría muerta; no obstante tomándola éste, la aplicó a su boca, y le comunicó algún aliento, para que el pulmón tierno recibiese algún aire, y sus vesículas se ensanchansen: lo que tuvo buen efecto, pues la criatura comenzó a respirar, y dio tiempo de que el mismo cirujano le administrase el agua del bautismo, según previene D. Pedro Vidart en su Arte. Aunque se la lavó después, y fomentó con vino tibio, y se la paladeó también con vino y miel, no tuvo fuerzas para tomar el pecho; y murió el día 25. (Diario Pinciano, I, p. 412 [28 de noviembre de 1787]).

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TEXTO 4 T1 R1 El día 21 del mes pasado de octubre dio a luz una mujer en esta ciudad una niña T2 (< R1) R2 que (en el lado derecho) sólo tenía hasta el codo T3 (< R2) R3 cuyo extremo formaba un muñón:

T4 R4 En el izquierdo demás del brazo, Ø tenía un antebrazo con un solo hueso, T5 (< R4) R5 que baxaba en diminución hasta formar una especie de dedo en el lugar T6 R6 que debía ocupar la mano.

T7 (< R1) R7 Esta niña nació con el semblante amoratado, sin respiración, ni elasticidad en los tendones del cuello: T8 ( = T7 + R7) R8 lo que hizo creer al cirujano, Don Luis Ara, T9 (< R8) R9 que fue llamado a este tiempo, T10 (= T7) R10 que Ø acaso estaría muerta;

T11 R11 (= T9) no obstante tomándola éste T12 (= R11) R12 Ø la aplicó a su boca, T13 (= R11) R13 y Ø le comunicó algún aliento, T14 (↔ T7) R14 para que el pulmón tierno recibiese algún aire T15 R15 y sus vesículas se ensanchasen: T16 R16 lo que tuvo buen efecto T17 R17 pues la criatura comenzó a respirar T18 R18 dio tiempo de que el mismo cirujano le administrase el agua del bautismo, T19 R19 según previene Don Pedro Vidart en su Arte.

T20 R20 Aunque se la lavó después, T21 R21 y Ø fomentó con vino tibio, T22 R22 y se la paladeó también con vino y miel, T23 ( = T7) R23 Ø no tuvo fuerzas para Ø tomar el pecho; T24 ( = T7) R24

92 M. BORREGUERO y Á. OCTAVIO: La organización informativa en los textos periodísticos...

y Ø murió el día 25. Por último, para terminar nuestros análisis hemos seleccionado un texto más extenso en el que se pueden observar todos los fenómenos comentados hasta ahora: la tematización de elementos periféricos de la oración (T1); la progresión lineal de rema a tema (T2, T3, T5, T6, etc.); la aparición de hipertemas que recogen unidades anteriores (T8, T15); la tematización de los núcleos predicativos, ya que la acción se convierte en punto de partida de la información contenida en una unidad (T11, T18, T19, T20, T21) y carece de interés para el autor la presentación de los agentes. Este texto cuenta con tres redes correferenciales principales, dos construidas en torno a dos entidades del mundo (la niña, el cirujano) y otra relativa a un campo semántico bien conocido: las partes del cuerpo humano. La primera es la más extensa ya que los elementos que la integran se distribuyen a lo largo de todo el texto. También es la más rica por la variedad y número de los elementos que la forman: sintagmas nominales plenos, con repetición de elemento léxico o con sinónimo (una niña, esta niña, la criatura), sustitutos pronominales (personales, relativos, posesivos), elipsis; un total de 18 elementos forman esta red, repartidos entre los componentes temático y remático (sobre todo, en el primero) de las unidades que forman este texto.

4. ESTUDIO DE LOS ESQUEMAS DE PROGRESIÓN TEMÁTICO-REMÁTICA.

El segundo tipo de gráficos muestra únicamente el avance de la información textual en la articulación de las unidades temático-remáticas. Daneš (1974) fue el primero en determinar los distintos tipos de articulación posible y, aunque autores posteriores han reformulado su tipología (en España, Bustos Gisbert 1995 y 2000), lo cierto es que es difícil observar más de cuatro o cinco modos de progresión. Los principales son: 1) el encadenamiento de los remas con los temas de las unidades siguientes (→); 2) el desarrollo de un tema constante con la adición de varios remas; 3) el desarrollo de un hipertema en diversas unidades, que pueden precederlo, como hemos visto en el texto 4; 4) el desarrollo de un hiperrema que engloba el bloque remático de varias unidades. Sin embargo, la información progresa en mayor grado cuando no existe ningún tipo de conexión con la unidad anterior, es decir, cuando se produce un salto informativo, con la introducción de un nuevo tema. La falta de estudio de estos fenómenos en el nivel textual no había permitido descubrir este modo harto frecuente de progresión de la información, aunque por razones obvias no puede utilizarse como

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único medio de progresión, ya que el resultado sería un texto incoherente o, al menos, extremadamente disperso. Por supuesto, en los textos no se encuentra nunca un tipo puro, lo frecuente es la combinación de varios de ellos, como puede observarse en los textos analizados. En el esquema de progresión temática del Texto 1 se observa que son pocas las conexiones entre los temas y los remas de las unidades que los preceden. Sin embargo, en este texto es muy frecuente el desarrollo de un mismo tema a través de varios temas. Ocurre en dos ocasiones, en la presentación de la madre y su situación económica y civil, y en el relato de los acontecimientos de los que es triste protagonista el hijo. El tema 12, este suceso, es un hipertema que recoge toda la unidad anterior y se desarrolla a su vez en dos remas. El Texto 2, por su parte, es un texto mejor trabado, con una progresión temática con frecuentes conexiones entre los temas y los remas de las unidades anteriores. Como en el caso del texto anterior, para presentar a los personajes centrales se sigue el patrón de desarrollo de un tema constante: así ocurre al inicio del texto con el personaje del cura y hacia la mitad con el personaje de Manuel Martín. Ambos bloques están perfectamente ligados gracias a la relación entre el R4 y el T5 plasmada por medio de un artículo con valor de posesivo a las voces [del cura]. Otra curiosidad de este texto es que existe una pequeña interrupción en desarrollo del segundo bloque (T8-R8), que obliga a la siguiente unidad a retroceder, puesto que su tema sigue perteneciendo al bloque iniciado con T5-R5. En el Texto 3 encontramos el esquema de progresión lineal tanto al principio como al final del texto. El texto se compone de tres bloques oracionales señalados por punto y seguido, entre los que no existe relación entre sus remas y temas respectivos, sino simples saltos de información que indican la introducción de nuevos temas (T3-R3; T4-R4; T5-R5). Sin embargo, en el interior del primer y del tercer bloque las unidades temático-remáticas se articulan según un esquema de progresión lineal (R21-T2, R2-T3, R5-T6, R6-T7), ya que muchos de los elementos que aparecen en el rema (el fuego, las nueve, el Sacramento, San Miguel) aparecen en el tema de la unidad sucesiva, retomados bien mediante un sustituto pronominal, bien mediante una elipsis. Por último, el Texto 4 ofrece un esquema mucho más complejo en el que se aprecia ante todo el desarrollo de un hiperrema, la niña, que aparece en R1. Dentro del primer esquema de desarrollo del hiperrema (T2 – R6) se encuentran esquemas de progresión lineal y saltos como los que ya hemos visto en los textos anteriores. En la

94 M. BORREGUERO y Á. OCTAVIO: La organización informativa en los textos periodísticos... segunda línea de desarrollo encontramos otras formas de encadenamiento más interesantes: es el caso del tema y el rema de una unidad que convergen en un hipertema (como T7 – R7 en T8 y T13 – R13 en T16), o del desarrollo de un rema o hiperrema en dos unidades, como el R11 (éste, el cirujano) que se convierte en tema en T12 y T13. En la última parte del texto, sin embargo, encontramos muchos saltos de información con pocas conexiones, excepto las que marca el propio hiperrema. Como ya ocurriera con la organización informativa, este texto es también el más interesante desde el punto de vista de la progresión lineal.

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TEXTO 1

T1---R1 T2 --- R2

T3 --- R3 T4 --- R4 T5 --- R5 T6 --- R6 T7 --- R7

T8 --- R8 T9 --- R9 T10 --- R10 T11 --- R11 T12 --- R12 T13 --- R13 T14 --- R14 T15 --- R15

96 M. BORREGUERO y Á. OCTAVIO: La organización informativa en los textos periodísticos...

TEXTO 2

T1 --- R1 T2 --- R2 T3 --- R3 T4 --- R4 T5 --- R5 T6 --- R6 T7 --- R7 T8 --- R8 T9 --- R9

T10 --- R10 T11 --- R11

T12 --- R12

TEXTO 3

T1 --- R1 T2 --- R2 T3 --- R3 T4 --- R4 T5 --- R5 T6 --- R6 T7 --- R7

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TEXTO 4

T1 --- R1 T2 --- R2 T3 --- R3 T4 --- R4 T5 --- R5 T6 --- R6 T7 --- R7 T8 --- R8 T9 --- R9 T10 --- R10 T11 --- R11 T12 --- R12 T13 --- R13 T14 --- R14 T15 --- R15 T16 --- R16 T17 --- R17 T18 --- R18 T19 --- R19 T20 --- R20 T21 --- R21 T22 ---R22 T23 --- R23 T24 --- R24

98 M. BORREGUERO y Á. OCTAVIO: La organización informativa en los textos periodísticos...

4. LOS TEXTOS DEL XVIII EN LA EVOLUCIÓN DE LA CONSTRUCCIÓN TEXTUAL.

CONCLUSIONES

Nos parece interesante apuntar, aunque sea brevemente, las semejanzas y diferencias en la organización informativa textual que existen entre estos textos y otros pertenecientes a épocas anteriores y posteriores. El análisis del breve corpus al que nos hemos referido nos ha permitido confirmar la necesidad de separar los dos niveles de estructuración textual mencionados. En efecto, mientras los esquemas de progresión temático-remática apenas sufren variación, por lo menos a lo largo de los cuatro últimos siglos, en el sentido de que los patrones a los que hemos hecho alusión aparecen indistintamente en todas las épocas, no podemos decir lo mismo de la distribución de los tipos de información. La conclusión más interesante a la que hemos llegado es que con el paso del tiempo los autores adquieren un dominio de los mecanismos cohesivos que les permiten recuperar con agilidad y variedad las informaciones ya presentadas y alternarlas de forma equilibrada con la información nueva que van introduciendo. Esto se observa fundamentalmente en dos aspectos: - el mayor número de redes correferenciales que recorren un texto y la mayor extensión de estas, pues al menos una o dos abarcan la casi totalidad del texto. - el mayor desarrollo de los elementos temáticos. Así, en los textos de Barrionuevo rara vez el elemento temático superaba la extensión de un sintagma nominal simple o de un núcleo predicativo, y la información dada aparecía siempre en forma elíptica o pronominal (Borreguero y Octavio de Toledo 2003). En los textos del Diario Pinciano encontramos elementos temáticos con un desarrollo muy superior (como T1 en Texto 2) y aunque la información dada es retomada con los mismos mecanismos que en el s. XVII, empezamos a encontrar sinónimos textuales6 del tipo de cura – venerable anciano o joven – el buen hijo. Sin embargo, en los textos del s. XX la sinonimia textual está ampliamente desarrollado como mecanismos de recuperación de la información. Por ejemplo en el Texto 5 encontramos procesados – acusados, secuestro-detención ilegal, cárcel – reclusión (Borreguero 2004 y en prensa).

6 Las relaciones semánticas entre las distintas unidades léxicas que se refieren a una misma entidad textual se establecen siempre dentro del marco textual en el que aparecen. No se trata pues de sinónimos, hiperónimos, antónimos, etc. absolutos (o descontextualizados).

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Para finalizar, diremos que la evolución en la organización informativa textual responde sin duda a la intención comunicativa del autor que se encuentra inmerso en situaciones comunicativas hasta entonces inexistentes. Mientras que Barrionuevo escribía para un único destinatario, un cierto deán de Zaragoza, Beristain lo hace ya para un grupo sociocultural más amplio y los redactores de El País para un público que supera el millón de lectores. La necesidad de hacer un texto accesible al mayor número posible de destinatarios, que es al fin y al cabo el reto de la prensa y el objetivo de cuya consecución depende su éxito, lleva a los autores a evitar los elementos elípticos, a desarrollar los elementos temáticos, a tematizar aquellos elementos que consideren más fácilmente comprensibles para su interlocutor, bien porque se trata de informaciones ya presentadas, porque se trata de elementos de la situación comunicativa o que forman parte de un conocimiento compartido acerca del mundo. Se procura que los textos estén bien trabados, que la información nueva que se va introduciendo no sea excesiva, sino bien dosificada en relación con la información ya proporcionada. El dominio de todos estos mecanismos explica en gran parte las diferencias de comprensión que encontramos en los textos pre-periodísticos de Barrionuevo y en los textos de una prensa consolidada como la actual. El Diario Pinciano constituye un hito en esta trayectoria. Como hemos señalado, es una de las primeras publicaciones con vocación de periódico en nuestro país, destinado a un círculo de lectores que no por ser restringido deja de ser anónimo. Se advierte ya en su redactor esa preocupación por ofrecer detalles acerca de los protagonistas de sus sucesos, por no limitarse a la narración escueta de los acontecimientos, sino proporcionar otras informaciones complementarias. Esto se manifiesta en los abundantes casos de desarrollo de tema constante que se observan en su progresión temática o de hiperrema (v. Texto 4). Poco a poco van surgiendo otros procedimientos de recuperación de la información que no sean la anáfora y la elipsis y que permitan no sólo retomar sino también ampliar los elementos ya aparecidos en el texto. Todo esto permite detectar un manejo de los recursos y mecanismos lingüísticos de urdimbre textual poco frecuente hasta entonces.

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APÉNDICE

Como botón de muestra de nuestras investigaciones sobre textos pertenecientes a periodos anteriores y posteriores al s. XVIII presentamos aquí el análisis de un texto del s. XVII y otro del s. XX. El lector encontrará un comentario extenso al respecto en Borreguero (2004 y en prensa) y Borreguero y Octavio de Toledo (2003).

José Barrionuevo, Avisos (1654-1658)

Echaron al anochecer un niño de cuatro años en el portal de una señora, viuda rica, que viéndose solo comenzó a llorar. Recogióle piadosa, creyendo era perdido. Vinieron a llamar a las once muy aprisa, preguntando por él, y aunque ella resistía el abrir a tal hora, fueron tantos los ruegos y importunaciones que hicieron, diciéndole el desconsuelo de sus padres, que abrió y entraron ocho enmascarados, llevándole todo cuanto tenía que era mucho, en joyas y doblones. Cayósele a uno una cartera de papeles, que, advertida una criada, reservó, por donde se supo el malhechor, que siendo llamado en secreto de un deudo suyo, ministro grande y en alto puesto, se lo volvieron todo sin faltarle un real, y a él le echaron de aquí muy aprisa.

Madrid y noviembre 15 de 1656 años

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Tema Rema A T1 R1 Echaron al anochecer un niño de cuatro años en el portal de una señora, viuda rica, T2 (< R1) R2 que viéndose solo T3 = T2 R3 comenzó a llorar. B T4 (

T11 R11 diciéndole el desconsuelo de sus padres T12 = T9 R12 que abrió T13 R13 y entraron ocho enmascarados T15 = R14 R14 llevándole todo cuanto tenía T15 (< R14) R15 que era mucho, en joyas y doblones. D T17 R17 Cayósele a uno una cartera de papeles T18 (< R17) R18 que reservó T19 R19 advertida una criada T20 (17+18+19) R20 por donde se supo el malhechor T21 (< R20) R21 que siendo llamado en secreto de un deudo suyo, ministro grande y en alto puesto, T22 = T21 se lo volvió todo, T23 R23 sin faltarle ni un real y T24 = T22 R22 a él le echaron de aquí muy aprisa.

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El País, 24 de noviembre de 2002, p. 29

El fiscal pide 162 años para los ocho acusados del secuestro de Olot

El fiscal pide 162 años de cárcel para los ocho procesados por el secuestro de la farmacéutica de Olot, María Angels Feliu, quienes se sentarán en el banquillo de los acusados a partir del próximo miércoles. El juicio, que se celebrará en la Audiencia de Girona, se prolongará durante más de dos meses y empieza justo una semana después de cumplirse los 10 años del primer día del secuestro, que duró 492 días. Los abogados defensores de los procesados piden la absolución o, alternativamente, penas menores que no superan los cuatro años. Para cada uno de los acusados, el fiscal pide 20 años de cárcel por los delitos de detención ilegal y de lesiones, a excepción del ex policía local de Olot Antoni Guirado, para quien solicita 22 años de reclusión. La acusación particular de Feliu ha decidido no acusar a tres de los procesados, porque considera que no hay suficientes pruebas contra ellos. La expectación generada por el juicio ha obligado a la Audiencia de Girona a alquilar dependencias cercanas a la sala de vistas.

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T1 R1 El fiscal pide162 años para los ocho acusados del secuestro de Olot

T2 = T1 R2 = R1 El fiscal pide 162 años de cárcel para los ocho procesados por el secuestro de la farmacéutica de Olot, María Angels Feliu

T3 (< R2) R3 quienes se sentarán en el banquillo de los acusados a partir del próximo miércoles. T4 (⇐ R3) R4 El juicio se prolongará durante más de dos meses T5 = T4 R5 que se celebrará en la Audiencia de Girona T6 = T4 R6 y empieza justo una semana después de cumplirse los 10 años del primer día del secuestro T7 (< R6) R7 que duró 492 días.

T8 R8 Los abogados defensores de los procesados piden la absolución o, alternativamente, penas menores

T9 (< R8) que no superan los cuatro años.

T10 R10 Para cada uno de los acusados el fiscal pide 20 años de cárcel por los delitos de detención ilegal y de lesiones, T11 R11 a excepción del ex policía local de Olot Antoni Guirado para quien solicita 22 años de reclusión. T12 R12 La acusación particular de Feliu ha decidido no acusar a tres de los procesados

T13 = T12 R13 porque considera T14 R14 que no hay suficientes pruebas contra ellos.

T15 R15 La expectación generada por el juicio ha obligado a la Audiencia de Girona a alquilar dependencias cercanas a la sala de vistas.

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BREVE MUESTRA DE DOS SUPERESTRUCTURAS ARGUMENTATIVAS EN LAS INSTANCIAS UNIVERSITARIAS DEL SIGLO XVIII

ANTONIO CHAMIZO LARA SANTIAGO VICENTE LLAVATA Universitat de València

INTRODUCCIÓN

Acercarse a un texto histórico y desde la inexperiencia es, rara vez, tarea fácil. La mayoría de las veces, cuando estudiamos un documento histórico, volvemos los ojos sobre el texto para encontrar en él, alguna especificidad concreta: unas veces nos interesa su caudal léxico, otras veces su entorno sintáctico e, incluso, nos puede llegar a conmover su forma más vistosa, la superestructura que lo envuelve. Nuestra atención se centrará precisamente en este último concepto, pues nuestro objetivo persigue determinar y desglosar la superestructura de dos textos del siglo XVIII. El primero es de 1728 y el segundo, de 1764. No obstante, además de éstos, nos hemos visto en la necesidad y en la obligación de consultar otros textos, comprendidos entre las fechas mencionadas, con el fin de matizar la información recogida en los textos que analizaremos. Todos ellos se encuentran en el archivo histórico de la Universitat de València. Como podremos comprobar, los dos textos se corresponden con un tipo de texto argumentativo y, el tipo de discurso1 que nos interesa son las instancias universitarias, dirigidas a realizar peticiones.

1 Diferenciamos los conceptos de tipo de texto y de tipo de discurso, puesto que presentan aplicaciones diferentes. El tipo de texto sólo fija su atención en lo lingüístico para definirse, mientras que la configuración de tipos discursivos abraza también los lindes últimos de las esferas lingüísticas: el contexto comunicativo y su pragmática.

© CHAMIZO LARA, Antonio y Santiago VICENTE LLAVATA. 2004. «Breve muestra de un tipo de texto del siglo XVIII: las instancias universitarias». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 107-112. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

Un paso previo indiscutiblemente necesario para no confundir conceptos, consiste en diferenciar la doble dimensión que presentan estos textos. Por un lado, diferenciamos aquello que pertenece a la dimensión textual, esto es, la superestructura, que incide de forma unidireccional en lo lingüístico, de aquello, por otro lado, que pertenece a la dimensión pragmática, en la que debemos tener en cuenta, además de los aspectos lingüísticos, la realidad y las condiciones de la enunciación. En otras palabras, desde el punto de vista textual, hablaremos de superestructuras argumentativas; pragmáticamente, hablaremos de macro actos de habla directivos o de petición. No cabe decir, por último, que estas dos dimensiones se complementan y se entrelazan para desembocar en un producto textual acabado. Así pues, nuestra comunicación intentará exponer, en primer lugar, los diferentes constituyentes discursivos que se ponen en juego para la construcción de una superestructura argumentativa y, en segundo lugar, estudiaremos qué instrumentos lingüísticos y textuales se utilizan en esos mismos constituyentes para que estos macro actos de habla de petición sean efectivos.

1. CONSTITUYENTES DISCURSIVOS EN EL TEXTO A Y EN EL TEXTO B

El primer texto (1728), al igual que el segundo, se estructura mediante cuatro constituyentes discursivos. Ahora bien, tanto por su naturaleza como por su organización, los formantes textuales que integran los dos textos, difieren relativamente. Como podemos observar en el ejemplario, el texto A (1728) contiene en el primer acto de habla, una captatio benevolentiae, dirigida por el ‘Claustro Mayor de

Cathedráticos’ al rey Felipe V y la explicitación del propósito en el que se expone, a modo de noticia, una situación desfavorable para la Universidad. El segundo formante convierte el hecho de noticia en ‘quexa’, de acuerdo con una serie de posibilidades lingüísticas. El tercero se compone de la ‘quexa’ propiamente dicha, en la que la situación de enunciación cambia con respecto a los actos de habla anteriores, en tanto que aparece un tercer elemento de la enunciación, que funciona como contra argumento: la ciudad como Patrona de la Universidad. En este tercer constituyente, se presentan los argumentos para persuadir al rey de la situación desfavorable que soporta la

108 Antonio CHAMIZO y Santiago VICENTE: Breve muestra de un tipo de texto del siglo XVIII

Universidad. Por último, el cuarto acto de habla, separado de los anteriores mediante marcas tipográficas, realiza la súplica de acuerdo con un esquema convencionalizado.2 El texto B (1764), aun cuando presenta similares formantes textuales, éstos responden a una organización textual relativamente diferente. De la misma forma que el anterior, el primer acto de habla destinado a realizar peticiones reproduce una captatio benevolentiae, en la que se realiza una bendición del reinado de Carlos III por parte del Claustro Mayor. A diferencia del primer texto, en éste no se explicita, desde el principio, el propósito de la argumentación y este hecho será decisivo para anotar algunas repercusiones importantes en la argumentación como tipología textual. El segundo formante constituye la argumentación en sentido estricto, en la que se presenta una situación de enunciación básica: el emisor –el Claustro General de Catedráticos– refiere al receptor –el rey Carlos III–, una relación de hechos de la Universidad, desde su fundación hasta el momento presente, detallando los logros que ha conseguido para el ‘bien común’. Por tanto, esta relación de hechos constituye la principal fuerza argumentativa para persuadir al rey. Correlativamente, el tercer acto de habla reproduce las peticiones del Claustro mediante instrumentos lingüísticos interesantes, especialmente uno de ellos, como es el empleo de una unidad fraseológica (‘don [que decimos] de lenguas’), con el fin de justificar y afianzar aquello que se pretende conseguir.3 Por último, el cuarto acto de habla presenta una alabanza al rey mediante estructuras comparativo-metafóricas, en las que asoma la idea de la relación continua entre el lenguaje y la cognición. Descritos sucintamente los diferentes formantes, el segundo paso que proponemos es la exposición de los procedimientos lingüísticos y textuales que se ponen en juego para conseguir que estos macro actos de petición sean eficaces.

2 El esquema convencionalizado al que nos referimos presenta un verbo performativo –suplicar– seguido de la recurrente fórmula de tratamiento ‘Vuestra Magestad’ y la formulación de petición, que se cierra con una fórmula estereotipada ‘que assí lo espera del amparo de Vuestra Real Magestad’. 3 Las unidades fraseológicas, como procedimiento lingüístico de la argumentación, se entienden como expresiones idiomáticas en las que sus rasgos definidores como son la institucionalización y la ididomaticidad, entre otros, ayudan a crear una verdad de correspondencia con aquello que se pretende conseguir. Para ampliar esta información, cf. CORPAS PASTOR, Gloria. 1997. Manual de fraseología española. Madrid: Gredos y RUIZ GURRILLO, Leonor. 1999. Aspectos de fraseología teórica española. Valencia: Servei de Publicacions de la Universitat de València.

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2. PROCEDIMIENTOS LINGÜÍSTICOS Y TEXTUALES EN EL TEXTO A Y EN EL TEXTO B

En ambos textos de petición, se observan unos instrumentos lingüísticos comunes: en primer lugar, se emplean fórmulas de tratamiento recurrentes como ‘Señor’, ‘Vuestra Magestad’, ‘Vuestra Magestad Catholica’, ‘Vuestra Real Magestad’, las cuales se asocian a una determinada deixis social,4 como demuestra el empleo del pluralis reverentiae; asimismo, estas fórmulas funcionan pragmáticamente, en razón de un evidente grado de distancia social. En segundo lugar, se utilizan adverbios modalizadores del enunciado, así como también verbos valorativos que implican al emisor: ‘humildemente’, ‘dignamente’, ‘felizmente’, ‘ricamente’, ‘suplica’, ‘aspira’, etc. En tercer lugar, se utilizan construcciones nominales del tipo ‘puestos a sus Reales Pies’, ‘su Real agrado’, ‘Vuestros Reales Pies’ o ‘su Real Persona’. En la argumentación en sentido estricto, se encuentran rasgos de signo muy distinto. Comenzaremos por los rasgos propiamente lingüísticos: el rasgo más recurrente es la profusión de sintagmas nominales, modificados por especificadores y modificadores, como por ejemplo, ‘aquel gran Santo y Político Christiano’, así como también el uso de aposiciones y de adjetivos superlativos valorativos es muy frecuente, como ‘escuadriñador de meritos, y justissimo distribuidor de los premios’; ‘prudentissimo’ o ‘dignissimo’. Otro rasgo importante es la abundancia de complementos verbales, que añaden información al verbo, como localizaciones temporales, espaciales, etc. Otro instrumento lingüístico recurrente es la utilización de determinados tiempos verbales: el condicional y el imperfecto de subjuntivo, como formas con valor de atenuación y potencialidad. El uso del gerundio con valor resultativo es también abundante, como el siguiente ejemplo: ‘que aviendo conseguido las cathedras, precediendo rigurosos examenes’. Ya en un nivel textual, si bien debemos hacer referencia a algunas estructuras correlativas, que organizan el discurso como ‘tan... tan’ o ‘ya... ya’, los instrumentos decisivos en este nivel son los conectores, los cuales constituyen una herramienta eficaz para crear un discurso cohesionado. Otro aspecto interesante en este nivel es la explicitación del proceso de trasmisión de la información; en este punto, las coincidencias desaparecen en parte, puesto que en el texto A la progresión temática se

4 Como describe Ridruejo, es necesario en este campo de las fórmulas de tratamiento, establecer en cada momento cuál es el sistema de deixis social en vigor. Cf. RIDRUEJO, Emilio. 2002. «Para un programa de pragmática histórica del español». Actas del V Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española. Valencia: Universitat de València.

110 Antonio CHAMIZO y Santiago VICENTE: Breve muestra de un tipo de texto del siglo XVIII construye, en un primer estadio, a partir de un tema constante para pasar a configurarla, a partir de temas derivados, mientras que en el texto B, se configura en todo momento, a partir de un tema constante. Por último, hemos de determinar las diferentes estrategias de argumentación que se actualizan en cada uno de los textos. En primer lugar, las estrategias comunes en estos textos son las continuas referencias al argumento de ‘Autoridad’, las recursivas apelaciones solemnes que propician una imagen positiva del interlocutor y las estructuras silogísticas construidas impersonalmente, con la finalidad de proporcionar una verdad de correspondencia sobre aquello que se pretende conseguir. En segundo lugar, el texto A utiliza otras estrategias argumentativas que no se encuentran en el texto B, y a la inversa, como son las expresiones modalizadoras, que manifiestan la capacidad sorpresiva del emisor ante una situación desfavorable y, la explicitación de un contrario, presente en el texto, mediante referencias objetivas, que funciona como contra argumento de aquello que se intenta convencer. En cuanto al texto B, se encuentran estrategias propias de la argumentación, como son el uso de construcciones hiperbólicas y el uso de la falacia argumentativa.5

3. CONCLUSIONES

Toda época en la historia de la lengua posee una serie predecible de necesidades comunicativas (Gloning 1991). Estas necesidades comunicativas se actualizan, a su vez, con tipos textuales, vertebrados por medio de una serie limitada de instrumentos lingüísticos. El caso que nos ocupa es paradigmático dentro de la historia de las técnicas del hablar: se trata de dos textos, vertebrados por medio de una superestructura argumentativa, en los que la necesidad comunicativa que subyace en ellos es la petición solemne –instancia o súplica– por parte de un claustro de catedráticos, dirigida a la persona competente para ello, que en el XVIII, a diferencia de la época actual, es el rey. Si bien hemos podido comprobar, a lo largo de esta exposición, coincidencia en la selección y aplicación de los instrumentos lingüísticos y de las estrategias de la argumentación utilizadas, hay componentes decisivos en el texto A (1728), que nos obligan a considerar la superestructura argumentativa que se actualiza en este texto

5 Para ampliar la información sobre las falacias argumentativas, especialmente, su variadísima tipología, cf. WESTON, Anthony. 1987. Las claves de la argumentación. Barcelona: Ariel.

111 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII como transparente y cualitativamente más efectiva que la presentada en el texto B. Los aspectos decisivos que le dan trasparencia y claridad son los siguientes: primero, desde el principio, presenta el propósito de su petición de forma clara y ordenada, respetando así la máxima de manera propuesta por Grice. Segundo, el texto A incluye un componente contraargumentativo, que consigue optimizar la argumentación. Tercero y último, agota las posibilidades expresivas del emisor como productor del texto, encauzando de esta forma, una ruta periférica hacia la persuasión.6 Con todo y, pese a las divergencias descritas, los dos textos presentan una superestructura argumentativa similar, en el sentido de una organización textual y de unos usos recurrentes de los instrumentos lingüísticos, encaminados, todos ellos, a inscribirse en la tendencia general, que consiste en propiciar una imagen positiva y no descortés del destinatario, en este tipo de textos de petición.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Fuentes primarias

Papeles del Archiu Històric de la Universitat de València

Fuentes secundarias

DIJK, Teum Van. 1980. La ciencia del texto. Barcelona: Paidos. GALLARDO, Beatriz. 2000. «Teoria de la persuasió». Fonaments de la comunicació ed. por Ángel López García y Manuel Pruñonosa. Valencia: Universitat de València. LABORDA, Xavier. 1993. De Retòrica. La comunicació persuasiva. Barcelona: Barcanova. LO CASCIO, Vincenzo. 1991. Gramática de la argumentación. Madrid: Alianza. MIRANDA, Tomás. 1995. El juego de la argumentación. Madrid: Ediciones de la Torre. RIDRUEJO, Emilio. 2000. «Para un programa de pragmática histórica del español». Actas del V Congreso Internacional de Historia de la lengua española. Madrid: Gredos. WESTON, Anthony. 1987. Las claves de la argumentación. Barcelona: Ariel.

6 Para ver más información sobre este concepto, véase PETTY, R. A. y J. T. CACIOPPO. 1984. «The effects of involvement on responses to argument quantity and quality: Central and peripheral routes to persuasión».

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FEIJOO Y LUZÁN: RETÓRICAS COMPLEMENTARIAS

PILAR PÉREZ PACHECO Universitat de València

[…] cuando siento no escribo. Guardo, sí, en mi cerebro escritas, como en un libro misterioso, las impresiones que ha dejado en él su huella al pasar; éstas, ligeras y ardientes, hijas de la sensación, duermen allí agrupadas en el fondo de mi memoria, hasta el instante en que, puro, tranquilo, sereno, y revestido, por decirlo así, de un poder sobrenatural, mi espíritu las evoca … […] Todo el mundo siente. Sólo a algunos seres les es dado el guardar, como un tesoro, la memoria viva de lo que han sentido. Yo creo que éstos son los poetas. Es más, creo que únicamente por esto lo son.

Gustavo Adolfo Bécquer, Cartas literarias a una mujer

En la primera de las Cartas literarias a una mujer (1860) es donde se muestra el pensamiento y la experiencia de un verdadero creador, Bécquer, con un concepto muy claro del quehacer poético. Según Montesinos (1999: 58) la fórmula «cuando siento no escribo» expresa la síntesis de una poética, del proceso creador de un poeta; y el quehacer poético es también el centro de estudio de Ignacio de Luzán en su Poética publicada en 1737. A pesar de la dualidad de planteamientos de estos autores y de las distintas circunstancias históricas que les tocó vivir, nos atrevemos a pensar que quizá en los aspectos fundamentales referidos a la finalidad de la poesía no se hallen tan distantes como en principio se podría suponer. En la misma línea se sitúa la preocupación estética mostrada por Feijoo, en su discurso El no sé qué (1733), aunque la aborde desde la perspectiva de la estética y del arte en general y la elaboración sea más rudimentaria. Feijoo, al igual que Luzán, apuesta por un modelo de aparente sencillez detrás del cual se esconde un elaborado

© PÉREZ PACHECO, Pilar. 2004. «Feijoo y Luzán: retóricas complementarias». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 113-123. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII trabajo de creación; también admite la validez y necesidad de las reglas en el proceso de creación artística, aunque añade que determinados creadores necesitan servirse de una norma propia y única, más elevada, que sólo existe en su mente y que produce las auténticas obras maestras. No parece casual el hecho de que algunos autores críticos de la literatura española den en citar precisamente este artículo de Feijoo en sus estudios sobre la Poética de Luzán.1 Feijoo y Luzán son las dos figuras que más sobresalen en las letras españolas de la primera mitad del siglo XVIII; cercanos en el tiempo, se vieron inmersos en los avatares históricos de un siglo convulsionado por importantes cambios de todo tipo, sobre todo cultural, derivados de la transformación de pensamiento que se operaba en

Europa ya desde el siglo XVII y que llegaba a España con lamentable retraso. Esta situación se tradujo en una escasa actividad intelectual en la primera parte del siglo, con la consiguiente repercusión también en el panorama literario, que estaba sumido en una profunda crisis como consecuencia de los abusos del barroquismo y sin una teoría literaria innovadora a la que acogerse.2 La mayor parte de los estudios coinciden en señalar a Luzán, Feijoo y Mayans como los retóricos más relevantes en los años centrales del siglo; los tres eruditos asumieron la empresa de cambiar el pensamiento, la cultura y el gusto de su tiempo, aunque para ello tuvieran que esforzarse en demostrar que sus propuestas no eran más que una vuelta a la teoría literaria clásica y a sus autores.3

La base de la formación de Luzán se debe principalmente a su estancia en Italia, donde vive desde 1715 a 1733, o sea, desde la adolescencia a la madurez; en Génova, Milán, Palermo y Nápoles lleva a cabo una completa formación académica –se doctora en ambos derechos, estudia gramática latina, retórica, francés, griego, alemán, italiano, poesía de las lenguas que conoce e historia universal; además de asistir a cursos de filosofía inductiva– y participa en los círculos culturales, lo que le permite conocer

1 Lo hemos podido constatar en John Dowling (1995: 419) y en Russell P. Sebold (1977: 34). 2 Cf. José Checa (1996: 427). 3 «Compañeros suyos en la útil empresa de rejuvenecer la cultura de su tiempo, de aproximarla, aunque lentamente, a los modernos puntos de vista, fueron en los años centrales del siglo, el Padre Feijoo en el campo de la dialéctica y de la ciencia, Mayans y Siscar […] en el campo del humanismo, de la erudición y de la retórica» (Reinaldo Froldi 2002[1977]). En términos muy similares se expresa José Checa: «Mayans, Luzán y Feijoo son nuestros más importantes teóricos de la primera mitad del siglo XVIII, período en el que los defensores de la renovación del gusto hubieron de emplear parte de sus energías en la demostración de que sus propuestas de cambio no eran novedades, sino el simple retorno a la teoría literaria clásica y a sus autores más celebrados» (José Checa 1996: 428).

114 Pilar PÉREZ LÁZARO: Feijoo y Luzán: retóricas complementarias personalmente a los intelectuales y escritores del momento, así como a los poetas arcádicos italianos. Pero sus años en Italia le sirven, sobre todo, de acercamiento a los planteamientos retóricos de Ludovico Antonio Muratori, cuya obra Perfetta poesia es de clara influencia en la Poética de nuestro autor. De ahí que cuando vuelve a Zaragoza, su ciudad natal, en 1733, el reencuentro con España le revela la situación de retraso intelectual de su país con respecto a otras naciones. Luzán es un ciudadano europeo que ha tenido la oportunidad de conocer de primera mano, entre otras, la renovación clasicista que viene desde el Renacimiento italiano. Nos hallamos ante un hombre que ha vivido su juventud y parte de su madurez en contacto directo con la Europa ilustrada y esta circunstancia, además de dar un sólido conocimiento académico y cultural al ciudadano cosmopolita, lo ha dotado de la perspectiva necesaria para apreciar la escasa actividad intelectual y literaria que se desarrolla en España. En 1737 publica la Poética y desde Zaragoza realiza frecuentes viajes a Madrid; en 1741 ingresa en la Real Academia Española y en 1745 se le recibe en la Academia de la Historia. Desde 1747 a 1750 ocupa el cargo de secretario de la Embajada Española en París, lo que le permite conocer en primera persona el cambio que se está operando en la sociedad francesa, mientras le brinda la oportunidad de participar en manifestaciones culturales y académicas: visita las librerías, acude a los salones literarios y asiste a los cursos públicos de física experimental, botánica, química y anatomía, y aprovecha cada ocasión que se le presenta para discutir, analizar y ensanchar sus conocimientos. En estos días es probable que Luzán conociera a Voltaire y que naciera en él su admiración por Montesquieu.4 En la capital francesa, Luzán aprovecha el tiempo que le dejan libre sus ocupaciones oficiales y asiste a la ópera y al teatro; recorre París y visita los establecimientos doctos: las escuelas públicas, la Sorbona, la Universidad y colegios, la Academia Francesa, las Academias de las Ciencias, de la Pintura, de la Escultura y de la Arquitectura, la Escuela Militar, las imprentas y las bibliotecas, sin descuidar por ello su faceta de poeta y ensayista ni olvidar el estudio de las letras españolas o la lectura de autores de su país.5 La experiencia intelectual francesa de Luzán ha sido recogida en sus Memorias literarias de París (1751) las cuales, en líneas generales, siguen siendo bastante desconocidas para la crítica literaria española. Según Reinaldo Froldi, durante los tres

4 Sobre las notas que a este respecto aparecen en las Memorias literarias de París, cf. Russell P. Sebold (1977: 22-23). 5 Cf. Gabriela Makoviecka (1973: 63).

115 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII años que Luzán vive en París, si bien conoce el ámbito cultural de la ciudad, aprecia el dominio de la ciencia en todos los campos del saber y elogia el alto nivel alcanzado en Francia, parece no apercibirse de los cambios radicales que esto implica para la cultura y sociedad francesas.6 Es posible que esta falta de reflexión bien pudiera atribuirse a la preocupación constante de Luzán por rescatar a su patria de una situación de evidente estancamiento, ya que únicamente despiertan su interés aspectos susceptibles de ser incorporados al remedio de los males de España.7 De cualquier manera, la estancia del aragonés en la ciudad de las luces contribuyó en gran medida a forjar el talante intelectual y la personalidad literaria de uno de los hombres más cultos de su época.8

La preocupación de Luzán por la poesía tiene su embrión en Italia. En 1727- 1728, en Palermo, había preparado unos discursos sobre la perfecta poesía inspirados en Muratori; a su regreso en 1733, trae unos Ragionamenti sopra la poesia, hoy desaparecidos. La inquietud nacida en Italia, unida el pobre panorama intelectual y literario que debió encontrar a su regreso, además de las formas poéticas reiterativas y anquilosadas que se practicaban, seguro que determinaron al autor a desarrollar y reelaborar los Ragionamenti hasta transformarlos en la Poética, o reglas de la poesía general y de sus principales especies (1737). Con su preceptiva, a la par que ponía de manifiesto la necesidad que España tenía de una renovación de los gustos y hábitos literarios, declaraba su absoluta fe en la eficacia de las normas que proponía y que eran herencia de los clásicos. La lectura de la Poética se puede realizar desde dos perspectivas: por un lado desde la pereza intelectual de los que opinan que la inspiración, fantasía y creatividad del poeta no pueden encerrarse entre normas y reglas, aquellos que únicamente tienen en cuenta los puntos de desencuentro entre estas ideas y las teorías de Luzán y que, por consiguiente, las apartan con desinterés. Y por otra parte, se puede intentar una aproximación a la Poética desde su mismo fondo filosófico, apreciando y valorando las recomendaciones acerca del proceso de la escritura poética, analizándola como mensaje en el contexto de las rentas de una herencia que estaba produciendo una poesía repetitiva y poco creadora, que a menudo degeneraba en hinchazón enfermiza y artificio

6 Cf. Reinaldo Froldi (2002[1977]). 7 Cf. Reinaldo Froldi (2002[1981]). 8 Cf. Gabriela Makoviecka (1973: 63).

116 Pilar PÉREZ LÁZARO: Feijoo y Luzán: retóricas complementarias afectado;9 estudiándola desde la perspectiva de un proceso de reflexión que comprende, además de consejos de escritura ejemplificados con los mejores poetas, el indudable interés por las ideas reformistas de su tiempo, y que al mismo tiempo ofrece un indudable y completo modelo tanto de creación como de crítica y teoría literaria.10 La Poética es una obra doctrinal y normativa que actúa como precursora de una reforma regeneradora de las letras españolas. Rinaldo Froldi (2002[1981]) elogia este texto teórico como «una síntesis culta, aristocrática, de la antigua tradición humanista y, a la vez, un empeño de lucha» (Froldi 2002[1981]). Posiblemente sea este el momento para acometer una revisión de las ideas estéticas que encierra la Poética, el momento para un acercamiento sin prejuicios que nos informe con claridad, y del modo más objetivo posible, de su auténtico sentido y, de lo que sería más importante, de su enorme trascendencia posterior, circunscrita a una época y a una ideología, principalmente en algunos ilustrados de la segunda mitad del siglo XVIII. Incuestionable parece esa trascendencia posterior de la Poética, texto clave del neoclasicismo español, como así lo ha atestiguado la crítica, incluido Menéndez Pelayo que, en su Historia de las ideas estéticas, le otorga autoridad de código durante más de un siglo, fija la etiqueta de «neoclasicismo» para toda la literatura del siglo

XVIII, y hace de Luzán la máxima autoridad, el símbolo del Neoclasicismo y la bandera poética de generaciones posteriores. Además del mérito de ofrecer una visión organizada y analítica de las teorías literarias clásicas, hay que valorar la repercusión de la Poética desde el punto de vista de la teoría literaria moderna, ya que algunas de las ideas que contiene supusieron el origen de discusiones y planteamientos posteriores y la base de nuevas reelaboraciones teóricas.11 Russell Sebold, en su apreciación de la influencia del aragonés, le atribuye el “acta de nacimiento del nuevo clasicismo español” al considerar que el neoclasicismo español del XVIII empieza a forjar su identidad en las páginas de la Poética, siendo por tanto decisiva la influencia de su autor en todos los poetas neoclásicos.12

9 Cf. Ignacio de Luzán (1974[1737-1789]). Citaremos siempre por la edición de Isabel M. Cid de Sirgado de 1974, reseñada en las referencias bibliográficas. 10 «Ningún libro apreciable sobre teoría literaria puede hallarse hasta la publicación de la Poética de Luzán en 1737» (José Checa 1996: 427). 11 «La repercusión de la Poética de Luzán supera con creces su importancia y su valor: muchas de las opiniones vertidas aquí por Luzán supusieron el punto de partida, en España, de posteriores discusiones y reelaboraciones teóricas […] hay que resaltar su capacidad para ofrecer una visión clara, sintética y bien organizada de la teoría literaria clásica […] El resultado final es, quizás el tratado de poética más completo […] y, posiblemente, mejor que se había escrito en España hasta entonces», (José Checa 1996: 436). 12 Cf. Russell P. Sebold (1977: 51).

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Pero más allá del neoclasicismo y de los ilustrados, Sebold estudia detenidamente las reglas universales de la escritura poética, que han sido seguidas tanto por los poetas españoles como por los franceses, tanto románticos como clásicos y neoclásicos, dado que las reglas no son más que la manifestación escrita de la experiencia de los diversos aspectos que configuran el proceso creativo.13 En todos los poetas teóricos de los siglos XVIII, XIX y XX (Juan Meléndez Valdés, Gustavo Adolfo Bécquer, José Espronceda, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado) observa un proceso de creación muy similar y unas mismas recomendaciones: elección de buenos modelos, sencillez en los versos, planificación de la obra para facilitar su desarrollo y comprensión, rechazo de voces poco usuales y metáforas extravagantes, y variedad en el contenido; no se podía haber hecho mejor resumen de uno de los aspectos fundamentales de la Poética, y que viene a subrayar lo que el propio Luzán afirma al establecer que «Una es la poética y uno el arte de componer bien en verso, común y general para todas las naciones y para todos los tiempos» (p. 88).

La Poética de Ignacio de Luzán es ante todo una teoría de la imitación que otorga valor perenne a lo clásico, ampliando el concepto de imitación para dar cabida a las pasiones humanas,14 y cuyas reglas no se oponen a la inspiración:

No digo que, para formar un perfecto poeta, no sea absolutamente necesario el ingenio y natural talento; pero […] eso sólo no basta sin el arte y estudio y que el compuesto tan feliz, como raro de arte e ingenio, de estudio y de naturaleza, es el que sólo puede hacer un poeta digno de tal nombre y del aplauso común (p. 65).

Luzán desarrolla e incorpora un corpus preciso para regenerar las letras españolas. Partiendo de las teorías aristotélicas sobre la poesía, establece el concepto de poética como el «arte de componer poemas y juzgar de ellos», donde el verso «no es más que un instrumento de la poesía, que se sirve de él como la pintura se sirve de pinceles y colores y la escultura de cinceles», al servicio de la esencia de la poesía que es la «imitación de la naturaleza, en lo universal o en lo particular, hecha con versos, para utilidad o para deleite de los hombres, o para uno y otro juntamente».15 Del análisis

13 «Una descripción empírica de los aspectos fundamentales de ese fenómeno psicológico que llamamos proceso creativo», (Russell P. Sebold 1995: 155). 14 «Ante la imposibilidad de que la poesía lírica pudiera justificarse como imitación de la naturaleza […] La solución que aporta Luzán consiste en admitir un concepto de imitación muy amplio, que comprenda también la imitación de las ‘propias pasiones’» (José Checa 1996: 435). 15 Cf. Ignacio de Luzán (1974[1737-1789]: 93-95).

118 Pilar PÉREZ LÁZARO: Feijoo y Luzán: retóricas complementarias que el autor hace del concepto de naturaleza, podemos deducir que la poesía puede imitar todo lo que proviene de tres mundos: celestial, material y humano; y esta imitación puede hacerla de lo universal o como son las cosas según la idea y opinión de los hombres, y de lo particular o como las cosas son en sí. El fundamento de la belleza poética es la verdad, la cual está supeditada: a la fantasía, encargada de elaborar las imágenes (metáforas, alegorías, fábulas, etc.) y al ingenio, o capacidad de establecer las relaciones y razones intrínsecas de las cosas (reflexiones ingeniosas o imágenes artificiales). Pero, tanto las imágenes producto de la fantasía, como las que proporciona el ingenio deben, además de imitar fielmente a la naturaleza, adecuar el lenguaje descriptivo al efecto que se persigue conseguir, sin olvidar que no hay belleza sin proporción, orden y unidad. A la manera particular que cada autor tiene de expresar sus pensamientos le llama estilo, y los diferentes estilos vendrán determinados por la relación entre la importancia de la materia tratada y la adecuación del lenguaje utilizado (imágenes poéticas, figuras retóricas, metáforas…). Tanto en lo que se refiere a las imágenes como a los estilos, son parte fundamental del registro poético la adecuación, coherencia y cohesión del lenguaje al texto y a la idea que en él se quiere expresar; aunque estas herramientas se muestren insuficientes ya que «la fantasía requiere la guía de la cordura del juicio para que sus imágenes mantengan la belleza» (p. 196). A lo largo de toda la Poética, Luzán repite insistentemente que la finalidad de la poesía es la utilidad y el deleite. Utilidad entendida como lección y como instrucción, y deleite como «aquel placer y gusto que recibe nuestra alma de la belleza y dulzura de la poesía» (p. 130); la belleza agrada al entendimiento pero necesita de la dulzura para mover el corazón y los afectos, que es su objetivo primordial. También la belleza, por estar fundamentada en la verdad, exige de la verosimilitud, y en este sentido acepta Luzán fielmente el precepto aristotélico de que los poetas deben anteponer lo verosímil y creíble a la misma verdad. De la misma manera que considera la afectación el peor de los vicios común a todos los estilos, considera común a todos los estilos la virtud de lo sublime, que define, siguiendo a Longino, como «aquella viveza, aquella extraordinaria y maravillosa novedad que en todos estilos suspende, admira y deleita, y que, a veces, consiste en una casi imperceptible calidad, en un pensamiento, en una cierta disposición de palabras, en una expresión feliz y en un no sé qué que mejor se percibe que se enseña» (p. 235).

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Luzán apuesta por un modelo literario basado en la apariencia de sencillez, detrás de la cual se esconde un elaborado trabajo literario. Tan necesaria es para el poeta la inspiración, como la reconstrucción posterior de esa experiencia por la memoria y la elaboración por la palabra.16 La reconstrucción de la experiencia original pretende transmitir en el lector aquello inefable, infinito o eterno que ha sentido el poeta, y para ello es necesaria cierta racionalización de la emoción, cierto equilibrio entre libertad de pensamiento y disciplina para la expresión. Es decir, la inspiración necesita auxiliarse de una técnica racional adquirida por la reflexión y el estudio. Las reglas facilitan esta disciplina esencial para la composición poética,17 y de ellas Luzán establece como fundamentales el metro y la rima. Si los versos impresionan el oído, y por consiguiente el alma, es debido a la perfección que les otorga el metro. Habrá quien experimente el placer simplemente a través del oído –porque desconoce el metro– y quien, además de este placer sensorial que impregna su alma, sienta el placer añadido que produce la identificación de la perfección formal. La rima es «un bello adorno que se debe conservar, pero conviene usarle como en las personas, de manera que no embarace el movimiento natural, fácil y airoso, ni ofusque la elegancia de los miembros» (p. 273). El poeta debe utilizar las normas para racionalizar el sentimiento y la fantasía, y así poder transmitir, de manera sencilla y universal, las emociones que éste sintió en el arrebato de la inspiración. Esa emoción y deleite que impresiona nuestra alma es aquello que, retomando la definición anterior de lo sublime, es «un no sé qué que mejor se percibe que se enseña». Cuando Luzán habla de percepción –«un no sé qué que mejor se percibe que se enseña»– está legitimando la subjetividad del perceptor (receptor) de la obra artística como parte importante en el proceso de la recepción. Esta subjetividad también es tenida en cuenta por Feijoo: «Téngase siempre presente, para evitar objeciones, que esta gracia como todas las demás, que andan rebozadas debajo del manto del no sé qué, es respectiva al genio, imaginación y conocimiento del que la percibe» (Feijoo 1952[1733]: 353). Para comprender el pensamiento el escritor benedictino hay que tener

16 Sobre la creación poética y el papel de las reglas en las arte poéticas y en la inspiración, cf. Russell P. Sebold (1995: 153-158). 17 «Las “reglas”, o sea los procesos mentales que sirven para estructurar la inspiración, no han variado, porque no ha variado la mente o naturaleza humana de la que nacen» (Russell P. Sebold 1977: 30).

120 Pilar PÉREZ LÁZARO: Feijoo y Luzán: retóricas complementarias en cuenta que este no sé qué está relacionado con un por qué que hace que las cualidades de un objeto sean agradables para unas personas y para otras no.18 El qué es la perfección técnica, formal, que se ajusta a un canon o norma; es medible o, cuando menos, apreciable por los sentidos; es una característica propia, intrínseca del objeto; es objetivo y propio de los objetos simples. El por qué guarda la proporción debida de acuerdo al perceptor; depende exclusivamente del sujeto-receptor; es subjetivo y más propio de los objetos compuestos, «El por qué es uno mismo en todos. El qué de los simples es aquella diferencia individual privativa de cada uno en la forma que la explicamos» (Feijoo 1952[1733]: 352). El qué y el por qué pueden ser los elementos de duda del no sé qué.19 El no sé qué se encuentra en todos los objetos y en todas las producciones del arte y, a este respecto, el padre maestro dice:

En muchas producciones […] del arte, encuentran los hombres […] otro género de primor misterioso, que cuanto lisonjea el gusto, atormenta el entendimiento; que palpa el sentido, y no puede descifrar la razón; y así, al querer explicarle, no encontrando voces ni conceptos […] se dejan caer desalentados en el rudo informe de que tal cosa tiene un no sé qué, que agrada, que enamora, que hechiza (p. 349)

Definición que, como podemos observar, está extraordinariamente próxima a la ya mencionada por Luzán a propósito de sublime. Los dos autores coinciden en ese no sé qué con que la obra de arte impresiona al sujeto que la recibe, y además Feijoo extiende esta impresión también a los objetos que resultan desagradables.20 Feijoo intenta desentrañar y explicar esa sensación que parece no tener explicación «sacar esta cosicosa de las misteriosas tinieblas en que ha estado hasta ahora» (p. 350), y para ello distingue los objetos que agradan en simples y compuestos; así los objetos simples son los que agradan porque guardan una proporción con la potencia que los percibe, mientras que los compuestos guardan dos proporciones: la de cada una de las partes que lo componen y la del conjunto con la potencia perceptora:

18 «No hay alguna cosa en el mundo, que sea del gusto de todos; lo cual no puede depender de otra cosa, que de que un mismo objeto tiene proporción de congruencia respecto del temple, textura o disposición de los órganos de uno, y desproporción respecto de los de otro» (Feijoo 1952[1733]: 351). 19 «Las dudas acerca del ‘no sé qué’ pueden deberse al ‘qué’ (y se resuelven analizando puntualmente el objeto artístico) y al ‘por qué’ (se explican a través de la proporción existente entre el objeto y su perceptor» (José Checa 1996: 442). 20 «No sólo se extiende el no sé qué á los objetos gratos, mas tambien á los enfadosos» (Feijoo 1952[1733]: 350).

121 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

muchos objetos compuestos agradan o enamoran, aun no habiendo en ellos parte alguna, que tomada de por sí, lisonjee el gusto. Esto es decir, que hay muchos, cuya hermosura consiste precisamente en la recíproca proporción o coaptación, que tienen las partes entre sí […] hay otra hermosura distinta de aquella, que es la del complejo, y consiste en la grata disposición, orden y proporción, o sea natural o sea artificiosa, recíproca de las partes (p. 350)

Como ya hemos visto, tanto Luzán como Feijoo están de acuerdo en atribuir un ‘no sé qué’ a determinadas obras de arte que impresionan el alma del perceptor, un algo extraordinario que admira y deleita, un primor misterioso que lisonjea el gusto y atormenta el entendimiento. Pero, este sentimiento impresionista que es para Luzán el resultado de someter el arrebato poético a las normas, en Feijoo –aun estando de acuerdo en que la belleza del no sé qué se ajusta a las reglas del arte– va más allá, y estima que estas reglas no son únicas sino que existe una «combinación simétrica colocada fuera de las comunes reglas» (p. 352), una proporción que es diferente de la establecida, que bien es desconocida o no reconocida como tal, una norma más allá de la norma, una belleza fuera del canon (o «artífice ordinario», como él lo llama). Las palabras de Feijoo indagan en esta noción:

¿qué es el no sé qué en los objetos compuestos? La misma composición. Quiero decir la proporcion y congruencia de las partes que los componen […] es una determinada proporcion de las partes en que ellos [los hombres] no habian pensado, y distinta de aquella que tienen por única (p. 352)

Y esta circunstancia se da, no porque el artista desconozca las reglas de ese canon, sino porque, al mostrarse éstas insuficientes y limitadas, se ajusta a una regla superior, más elevada, que existe en su mente y a la que llega por su valentía. Y es esta circunstancia la que diferencia a las obras de arte y a los verdaderos artistas de los que no lo son:

Todo le hizo según regla; pero según una regla superior, que existe en su mente, distinta de aquellas comunes, que la escuela enseña. Proporción, y grande, simetría, y ajustadísima, hay en las partes de esa obra; pero no es aquella simetría que regularmente se estudia, sino otra más elevada, a donde arribó por su valentía (p. 253)

Luzán se compromete en la formulación de un corpus claro, analítico y completo que regenere las letras españolas y sirva de guía y modelo en la creación poética; se afana en establecer una regla, un canon que discipline y racionalice la emoción del poeta en el momento de la inspiración y le permita, por la memoria, la reconstrucción

122 Pilar PÉREZ LÁZARO: Feijoo y Luzán: retóricas complementarias posterior de lo vivido, y la elaboración por la palabra; y de la unión armónica de la emoción, la disciplina y la elaboración surgirá la belleza que penetra por los sentidos e impresiona el alma. Feijoo no pretende enunciar un sistema ni establecer una norma, se limita a cuestiones como la creación artística, en el conjunto de sus reflexiones sobre las ideas estéticas; se pregunta acerca de sensaciones, emociones, impresiones, a primera vista inexplicables, que determinados objetos provocan en el alma humana. Estudia estos objetos y determina que agradan o desagradan al sujeto en función del qué, o característica intrínseca del objeto que se ajusta a la norma, y del por qué, que es el mismo en todos y depende del sujeto receptor. Llegados a este punto, Feijoo avanza un paso más y reconoce en la mente del verdadero artista, además de las reglas académicas, una norma propia, más elevada, superior, a la que llega por sí mismo en un acto de valentía, y que singulariza las auténticas obras maestras que produce. Quizá Feijoo se refiere más al genio que al poeta.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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LA LENGUA EN EL SIGLO XVIII: HISTORIA EXTERNA

INTRODUCCIÓN

SARA GÓMEZ SEIBANE Universidad de Deusto

Señalaba Malkiel la necesidad de escribir la historia social de la lengua, una historia en la que la lengua utilizada en las corrientes políticas, religiosas, científicas, filosóficas y jurídico-administrativas recibiera el mismo tratamiento que la de las corrientes literarias. Porque la lengua es un sistema de comunicación que vive en una sociedad determinada y está condicionada por las circunstancias espacio-temporales que la rodean. No obstante, pese a que la dimensión histórico-social de los sistemas lingüísticos es aceptada por gran parte de los estudiosos, hay que reconocer que la relación establecida entre los hechos históricos y los lingüísticos no es determinada, ni tan siquiera inevitable. Es por esto por lo que en la mesa La lengua en el siglo XVIII: Historia externa se tratará de dilucidar la influencia de los cambios políticos, económicos, sociales y culturales en el español hispanoamericano y peninsular del siglo

XVIII.

La primera de las comunicaciones, «La instauración de la monarquía borbónica y sus consecuencias intelectuales: el impulso ‘reformista’ en el ámbito lingüístico y literario» presentada por L. OLIVÁN y D. SÁEZ, se centró en las medidas de política lingüística adoptadas por la monarquía borbónica en relación con las transformaciones político-administrativas que se había establecido tras la guerra de sucesión. Así, la centralización política, la creación de una administración ágil y eficaz y el refuerzo de la figura del monarca llevan aparejadas la creación de la RAE (1713), la publicación del

© GÓMEZ SEIBANE, Sara. 2004. «La lengua de en el siglo XVIII: Historia externa. Introducción». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 125-127. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

Diccionario de Autoridades (1726-39), la Ortografía (1741) y la primera edición de la gramática académica Gramática de la lengua castellana (1771,) así como la promulgación de disposiciones y decretos sobre el castellano y su enseñanza. No obstante, los autores señalaron que la implantación de las reformas se realizó de manera paulatina y afectó fundamentalmente a la esfera oficial, a las elites culturales y a la norma escrita –prueba de esto último fue el mantenimiento oral en este siglo XVIII del catalán, el gallego y el vasco en sus respectivos territorios, frente al descenso en su uso como consecuencia de las medidas represivas que sufrieron en el último tercio del siglo

XIX–. Sin embargo, se matizó, sin caer en el anacronismo –pues no se puede identificar en el siglo XVIII el binomio lengua / nación–, que se produjeron intentos por parte de la monarquía borbónica de sustitución del gallego, del catalán y del vasco por el castellano.

En segundo lugar, J. L. CISNEROS en «El castellano en el siglo XVIII: apologistas y detractores» expuso las preocupaciones y las polémicas suscitadas sobre el idioma. Aunque es sabido que el interés por el estado de una lengua no es característica exclusiva del siglo XVIII, nunca se han visto tantos esfuerzos ni tentativas de reforma ante una situación de la lengua que todos consideraron decadente o crítica. En efecto, el dominio cultural francés junto con el inmovilismo filosófico y científico del siglo XVII en España, trajeron como consecuencia que el nuevo vocabulario científico y cultural se tomara prestado y las comparaciones entre francés y castellano fueran constantes –con criterios subjetivos, aunque la idea difundida es la de que no existen idiomas más o menos aptos, sino que su capacidad depende del trabajo y del estilo que le otorguen los escritores–. Sin embargo, no existió acuerdo entre los eruditos sobre las soluciones y los modelos que debían seguirse, puesto que las conclusiones de la revisión crítica del pasado cultural español satisficieron a una parte de estos ilustrados, frente a otros que, en franco desánimo, intentaron incorporarse a las nuevas corrientes extranjeras.

Por último, en «Para una historia del español de Guatemala: notas de historia externa en el siglo XVIII» J. L. RAMÍREZ LUENGO presentó el estado de la lengua española en esta zona en función de factores sociales y culturales, fundamentalmente. Así, en la Guatemala dieciochesca el español constituye una más de las veinte lenguas de la zona, hablada en las ciudades y por los grupos blanco y ladino, instrumento oficial de comunicación y lengua de prestigio aunque lejos de ser todavía mayoritaria. Por lo

126 Sara GÓMEZ SEIBANE: la lengua en el siglo XVIII. Historia externa. Introducción

tanto, la castellanización de Guatemala se llevará a cabo en el siglo XIX, tras la

Independencia, pese a que durante el siglo XVIII la ayuda oficial facilitada por la enseñanza religiosa y el proteccionismo para con los que conocían el español suponen cierta canalización lingüística de la masa indígena a favor del idioma europeo. En este marco, se destacó el interés de un estudio sobre la política lingüística, española y francesa, en América y su reflejo en las gramáticas creadas para el aprendizaje de las variedades lingüísticas indígenas. Estas gramáticas misioneras, de fin eminentemente utilitario, adaptaban la lengua indígena a las categorías conocidas en los respectivos idiomas europeos y esta confrontación lingüística –cuando aún no existía una norma gráfica– resulta de vital importancia para el estudio de diversos aspectos de la historia de la lengua española en general, así como del desarrollo diacrónico de algunos rasgos propios de las variedades del Nuevo Mundo en particular.

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LA INSTAURACIÓN DE LA MONARQUÍA BORBÓNICA Y SUS CONSECUENCIAS INTELECTUALES: EL IMPULSO «REFORMISTA» EN EL ÁMBITO LINGÜÍSTICO Y LITERARIO

LAURA OLIVÁN SANTALIESTRA DANIEL M. SÁEZ RIVERA Universidad Complutense de Madrid

Nuestra propuesta pretende aunar la historia general (en concreto la político- administrativa) con la historia de la lengua, en un enfoque «interdisciplinario» o «multidisciplinar», que últimamente está en boca de todos y en la práctica de pocos, pero que es tan viejo como el Centro de Estudios Históricos y la Escuela de Lingüística Española, espíritu con el que nos identificamos, o aún más: con el mismo espíritu del humanismo de siempre y de ahora.1

INTRODUCCIÓN

La Guerra de Sucesión, enmarcada en los inicios del siglo XVIII, supuso algo más que un mero conflicto bélico en el que se dirimía la instauración de un candidato francés o austriaco en el vacante trono de la Monarquía Hispánica. El desenvolvimiento de los acontecimientos militares a favor del duque de Anjou, sobrino de Luis XIV, trajo consigo unas consecuencias políticas, administrativas e incluso ideológicas, de singular calado en el sistema estatal de la época. La implantación de la nueva dinastía borbónica supuso una transformación evidente en las estructuras político-administrativas

1 Tales anhelos resultan difíciles de recuperar en el ámbito académico español, en contraposición al modelo académico anglo-sajón, por ejemplo, donde están al orden del día. Conviene añadir que la necesidad de trabajar conjuntamente no sólo arranca de los filólogos, sino también de los historiadores, como es el caso de Solano (1992: 21).

© OLIVÁN SANTALIESTRA, Laura y Daniel M. SÁEZ RIVERA. 2004. «La instauración de la monarquía borbónica y sus consecuencias intelectuales: el impulso 'reformista' en el ámbito lingüístico y literario». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 129-145. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII provenientes del reinado anterior, reformas que vinieron impulsadas tanto por la expresa voluntad política de centralización, como por el desarrollo interno de unos mecanismos burocráticos de «urgencia» puestos en marcha durante la contienda.2 La historiografía más tradicional ha destacado fervientemente la técnica borbónica del «castigo político» a los «rebeldes» como elemento clave que justificaría la implantación de unas reformas administrativas destinadas a sangrar el corpus foral de los territorios periféricos. El énfasis en los decretos de «Nueva Planta», cuya promulgación se inició en 1707, ha restado importancia a las intenciones voluntaristas de las reformas políticas impulsadas por el primer borbón, ya en la temprana fecha de 1702. Partimos por tanto de los presupuestos teóricos de unas intenciones políticas preexistentes con respecto a la implantación de un programa de reformas al «estilo francés» sobre el anquilosado sistema polisinodial de la dinastía de los Austrias. Ahora bien, ¿qué intenciones políticas se ponen de manifiesto en esta nueva articulación puesta en marcha por el sistema borbónico? Tres son las pretensiones esenciales: en primer lugar, la centralización en el ámbito político-administrativo, idea que viene a converger en la unidad como principio regidor del impulso reformista; en segundo lugar, la articulación de una administración férrea, eficaz y ágil, en vistas a lograr una ejecución del poder eficiente y a sustituir los principios de «agregación» o de «pluralidad» políticas propios del sistema polisinodial anterior y, finalmente, el reforzamiento de la figura del rey como vértice esencial de la estructura estatal de tendencias absolutistas, y representada por la famosa frase atribuida a Luis XIV: «L’Etat, c’est moi». La influencia de los modelos políticos franceses, favorecedores del peso de la figura monárquica en el equilibrio del poder, es evidente y no necesita demasiadas justificaciones. Sin embargo, sería erróneo hablar de un transplante íntegro de la factura política francesa sobre el sistema tradicional propio de la dinastía de los Habsburgo. Las ideas, los agentes, los mecanismos y el programa son en gran parte franceses o de clara inspiración gala (Dedieu 2000: 137-139),3 lo cual no supone que no haya existido lo que podríamos denominar una adaptación creativa del sistema anterior (con aportaciones

2 A pesar de la opinión en contra de otros autores, Jean-Pierre Dedieu considera que la propia logística del conflicto bélico favoreció la aceleración en la implantación de las reformas ya que éstas podían solucionar ad hoc, la gestión de los recursos, a la vez que podían garantizar la rápida toma de decisiones a través de los mecanismos de centralización del poder que vienen a confluir en la figura regia (Dedieu 2000: 113- 139). 3 El autor mantiene la tesis de la «originalidad» hispana en el desarrollo final de las reformas de factura borbónica.

130 L. OLIVÁN y D. M. SÁEZ: La instauración de la monarquía borbónica... propias y resistencias comprensibles),4 a las formas importadas por la dinastía francesa. Los elementos autóctonos que impregnan el proceso de consolidación de las reformas francesas, son fruto, en gran medida, de las resistencias demostradas por el sistema polisinodial de los Austrias, regido tanto por la pluralidad política, como por un complicado equilibrio de poderes difícilmente entendible por el centralismo de corte borbónico. El vencimiento de estos nada livianos obstáculos, debió de provocar en los grupos políticos impositores de las reformas, una búsqueda de soluciones para dominar las resistencias de los principales focos de oposición a las reformas. La política ideológica se vislumbra así como un instrumento de poder capaz de provocar una «revolución cultural» (Dedieu 2000: 139) mediante la erosión del corpus de ideas políticas del sistema anterior, una tarea fundamental para favorecer la implantación de las reformas sin las resistencias provocadas por las vinculaciones ideológicas.5 Las repercusiones que generaron tanto el motor de la reforma política como el allanamiento del terreno para la implantación de la misma, se pueden detectar en los ámbitos intelectuales y culturales del período; de esta manera, el alcance reformista en la lengua, se desvela como una consecuencia más de la honda expansiva generada desde el establecimiento de una nueva dinastía. La lengua, intencionadamente o no, no va a ser ajena a las mutaciones, a los cambios o incluso a las resistencias provocadas por una maquinaria estatal con aires renovadores y activada por la reforzada figura del monarca borbónico. Tras haber trazado los orígenes y las intenciones fundamentales del impulso reformista de la dinastía borbónica, se hace obligado señalar un asunto de notable interés y que ha suscitado muchos futuribles entre los investigadores del período: el espíritu reformista no fue exclusivo del francés. El grupo austracista, liderado por el Archiduque Carlos, se hizo eco de las necesidades de renovación y de reforma del sistema político de Carlos II, durante cuyo reinado se llevaron a cabo tímidos intentos de cambio. El neoforalismo de autores como Feliu de la Peña fue uno de los sustratos

4 Podemos aplicar la misma idea a la creación de la Real Academia Española: se trataría también de una adaptación creativa del modelo francés, la Academie Française, fundada en 1637 con el patronazgo real atraído por el cardenal Richelieu, pero también se tuvo en cuenta la Academia della Crusca italiana (1582), cuyo modelo de diccionario con autoridades toma la RAE (Álvarez de Miranda 1995: 271 y 1998: 406), más unas propias características idiosincrásicas. 5 Una medida directamente tomada por el poder político borbónico y destinada a borrar de la memoria tanto colectiva como elitista al poder austracista fue el ordenar destruir todos los documentos referentes a la gestión política ideada por el Archiduque Carlos durante la guerra de sucesión en España (Dedieu 2000).

131 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII ideológicos que posiblemente inspiraron las reformas impulsadas por el archiduque durante su estancia en Barcelona. La alternativa dinástica austracista planteó un reformismo basado en diferentes mecanismos y vinculado a las tradiciones políticas de la dinastía de los Habsburgo, que se podrían remontar a la época Olivarista y a los proyectos reformistas planteados en la época de Carlos II. Ambas casas eran partícipes del reformismo de un sistema político ya tocado por la decadencia y la inoperatividad, la diferencia está en los modos de planteamiento y en la plasmación de tales reformas, ya que cada dinastía tuvo sus propias fuentes originarias de inspiración. Resulta difícil de averiguar las consecuencias que podrían haber tenido las reformas austracistas en el ámbito intelectual y, por ende, en la evolución de lengua española. Con la máxima típica de los historiadores de la imposibilidad del planteamiento de un futurible, dejaré de formular preguntas de estas características.6 Lo que realmente tiene importancia para nuestra disertación es la certidumbre de que tales repercusiones se habrían efectuado en un período determinado de tiempo, ya que el modelo hipotético que se defiende de reformas políticas vs. «lingüísticas» no es exclusivo de una dinastía ni de la actuación política de un monarca, sino que es una categoría aplicable por antonomasia, a los sistemas de poder; quizás habría que profundizar en el estudio de «la ideología jurídico- política»; el análisis de sus cambios, contradicciones e influencias, podría abrir nuevos horizontes para la comprensión de los fenómenos político-culturales. A partir de este momento, tras esta breve introducción, nuestra exposición se divide en dos puntos principales: 1) Los avatares de la Guerra de Sucesión (1701-1713) 2) El reformismo borbónico 3) Espíritu reformista y ambiente intelectual: la interpelación de la política, la cultura y la lengua en la España del siglo XVIII

1. LOS AVATARES DE LA GUERRA DE SUCESIÓN (1701-1713)

Tras la muerte de Carlos II el Hechizado (1701), dos bandos se disputaban el trono de España:

6 Resulta igualmente resbaloso el preguntarse si en el caso de que hubiera ganado el bando austracista no se hubiera fundado ningún tipo de Academia o hubieran surgido en su defecto iniciativas normativas particulares como la de Samuel Johnson en Inglaterra (Haugen 1964: 58).

132 L. OLIVÁN y D. M. SÁEZ: La instauración de la monarquía borbónica...

1) Bando borbónico (liderado por Luis XIV, el Rey Sol): Francia, Castilla, Navarra, Portugal, Baviera y Saboya. 2) Bando austracista: corona de Aragón, Inglaterra, Países Bajos y el Imperio.

El primer bando proponía al futuro Felipe V, nieto de Luis XIV, como sucesor al trono español, mientras que el segundo defendía la candidatura del archiduque Carlos. La Guerra de Sucesión, como se ha apuntado con anterioridad, no constituyó una mera contienda bélica en la cual únicamente estaba en juego la legitimidad de una dinastía regia. Sin duda supuso una lucha en la que se mezclaron diferentes aspectos muy polarizados entre sí: los escenarios bélicos fueron variados, se combatió en el interior y en el exterior de la península, las potencias extranjeras se involucraron en un conflicto cuyas consecuencias afectaban al equilibrio político continental… y más allá del desgarramiento en el poder, se desenvolvía la fractura social: estamentos privilegiados contra grupos sociales populares, enfrentamientos entre poblaciones cercanas, legitimidades difíciles de justificar, sólo entendibles bajo los parámetros mentales del Antiguo Régimen. En definitiva, la división de intereses y la variedad de motivos de lucha, son las constantes que podrían definir un conflicto que ha acaparado la atención de numerosos investigadores7 y que actualmente se centra en los estudios referentes al proyecto reformista del bando austracista, desarrollado en los territorios forales al calor de los acontecimientos bélicos.

El cúmulo de circunstancias que condujeron a Felipe V a hacerse con la legitimidad del trono en España, ha sido relatado con profusión en numerosas obras y artículos. Recogeremos sucintamente los hechos para encuadrar políticamente la implantación definitiva de la dinastía borbónica en el territorio peninsular. El conflicto sucesorio generado por la falta de heredero varón en la Monarquía

Hispánica, se saldó con la redacción del último testamento de Carlos II, que otorgaba los derechos sucesorios del trono hispánico a Felipe V, con la condición de mantener

íntegros los territorios que componían la monarquía. La instauración de Felipe V en el trono, no suscitó demasiadas oposiciones a pesar de que en el panorama internacional,

Leopoldo I (el emperador austriaco), alegando la ilegitimidad del candidato borbónico, reclamó los derechos de su hijo el archiduque Carlos, a la sucesión de la corona española. La sensación europea de normalidad en la transición dinástica tuvo una

7 Entre ellos destaca Virginia León Sanz (2000), investigadora dedicada al estudio de las reformas implantadas por el Archiduque Carlos en España y las repercusiones de este experimento en la administración y gobierno de los nuevos territorios austriacos adquiridos tras la firma de la paz de Utrecht en 1713.

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duración escasa, ya que las provocaciones expansionistas del rey Luis XIV, tío de Felipe

V (Domínguez Ortiz 1984: 25), alarmarían a las potencias extranjeras, sobre todo a Inglaterra, la principal garante de la fórmula diplomática del equilibrio continental. Portugal, Inglaterra, el Imperio austriaco, Holanda y Saboya, comenzaron una contienda en la que entraban en juego poderosos intereses comerciales, políticos y estratégicos. La guerra por tanto, se inició tarde, cuando Felipe V ya había iniciado su andadura política como rey de España desde la misma fecha de la publicación del testamento en 1700. Si los episodios bélicos protagonizados por las potencias aliadas no comenzaron hasta 1704, la implicación de la península en el desarrollo de los acontecimientos de la Guerra de Sucesión, no se inició hasta 1705; año en el cual los territorios periféricos lindantes con el Mediterráneo, se vieron obligados a tomar partido en una lucha que ya no era sólo una cuestión de intereses entre potencias extranjeras. La adhesión de la Corona de Aragón a la causa austracista, debe analizarse con cuidado, pues no todos los estamentos sociales se unieron al bando del Archiduque y no pocas ciudades dentro de la Corona se mantuvieron fieles a Felipe V. Las razones de este posicionamiento no serán tratados en esta ponencia, debido a la complejidad de la cuestión y a la amplia bibliografía que existe en referencia a la causa austracista.8 Los devaneos a favor de uno y otro bando, oscilaron a lo largo del ínterin marcado por los años 1706 y 1710, fecha ésta última de un hecho decisivo que va a marcar indiscutiblemente el desarrollo de la contienda, inclinando la victoria hacia el lado francés. Fue en 1710 cuando murió el emperador austriaco, lo cual significaba que el Archiduque Carlos debía asumir la herencia imperial dejada por su hermano; si el nuevo emperador lograba ganar la guerra, la reproducción del Imperio de Carlos V vendría a desequilibrar de nuevo el mapa europeo. La retirada de los apoyos de los aliados, mermó considerablemente la capacidad bélica del bando austracista. La paz de Utrecht, sellada en 1713, puso punto y final a la Guerra de Sucesión que tuvo como colofón final la amputación territorial de la Monarquía Hispánica, precisamente aquello que con tanto anhelo, había tratado de evitar Carlos II.

Tras la firma de las paces, Felipe V consiguió el trono español, el emperador obtuvo los Países Bajos españoles, el ducado de Milán y Cerdeña; Portugal amplió sus territorios en Brasil; Inglaterra se vio compensada con el monopolio del comercio de

8 Cabe destacar los siguientes títulos: A. Mestre, «Los austracistas» (ponencia impartida en el Seminario de la Casa Velázquez, Culturas y prácticas políticas en la España contemporánea [siglos XVIII-1936], Madrid, 11-11-2002) y León Sanz (1993 y 1997).

134 L. OLIVÁN y D. M. SÁEZ: La instauración de la monarquía borbónica... esclavos y con el Navío de Permiso, así como con Terranova, Gibraltar y Menorca; finalmente, Saboya obtuvo Sicilia. Con la firma del tratado de Utrecht, la dinastía borbónica quedaba instaurada definitivamente en la península. Tal hecho hubo de tener el consiguiente impacto en la configuración de la norma hispánica, ya que la monarquía borbónica observaba una política de intervención directa en la lengua desde la autoridad real que arrancaba de la Ordennance de Villers-Cotterêts

(1539), disposición por la cual Francisco I decretaba el uso obligatorio del francés («langage maternel français») en los documentos oficiales (Kukenheim 1974: 205-206). Sin embargo, el edicto de Villiers-Cotterêts afectó más al uso del latín que al de los otros vernáculos franceses (Milhou 1993: 30; Certeau et al. 1975: 10): se trataría de un falso comienzo de las políticas en contra del patois, política que en verdad arranca de la encuesta del padre Grégoire,9 realizada justo después de la Revolución Francesa y que certificaba la vitalidad indeseada de dialectos y lenguas distintas del francés, y antes con los edictos que prohibían la lengua del lugar en los territorios conquistados desde la mitad del siglo XVII: Flandes «Marítimos», Alsacia, Rosellón, Lorena alemana y Córcega (Certeau et al. 1975a; 1975b).10

En la costumbre de tal impulso, Felipe V apadrinó la Real Academia Española (1713) que, al igual que la misma Academie Française (1635), había surgido espontáneamente como un salón más de intelectuales, con la consiguiente adaptación creativa, como ya hemos mencionado (v. nota 4).

2. EL REFORMISMO BORBÓNICO

Fruto del cambio de dinastía, con unas costumbres administrativas distintas (centralismo francés frente a foralismo o federalismo alemán), aunque filtrado por las anexiones o «traiciones» durante la guerra, Felipe V y sus sucesores emprendieron una serie de reformas que le dieron un rumbo distinto a la política española, y específicamente a la política lingüística española.11 De hecho, la nueva dinastía se

9 Agradecemos al profesor Dieter Messner que nos pusiera en la pista de tal informe de Grégoire (comunicación personal vía correo electrónico). 10 Sin embargo, no hay que olvidar el precedente. 11 Álvarez de Miranda (1992: 25) considera que «[n]i los ciclos culturales y económicos de la vida de un pueblo se pliegan a los caprichos del calendario, ni sobre ellos ejerce un papel tan determinante el cambio de soberano.» Este es uno de los puntos de discusión de nuestra propuesta. Si bien es cierto que el reformismo borbónico no llegó a todos, sí llegó a sus capas más determinantes. Por otro lado, compartimos la concepción de un cambio progresivo y no brusco fruto del cambio de dinastía, pero sí determinante, como luego mostraremos.

135 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII propuso «castellanizar las regiones cuya postura le había sido hostil en la guerra de Sucesión» (González Ollé 1995: 48). Los historiadores han consensuado la necesidad de distinguir dos épocas de reformismo tras la Guerra de Sucesión:

1) Pre-reformismo borbónico: hasta la llegada de Carlos III al poder (época de los novatores [1680-1726] e ilustración temprana [1726-1760]).

2) Reformismo borbónico: tras la ascensión al poder de Carlos III (1759) hasta finales de siglo: ilustración plena. Desde un punto de vista lingüístico, obsérvese que la primera época coincide con 12 la fundación de la RAE (1713) y la publicación de sus primeras obras, como son el Diccionario de Autoridades (1726-1739) y la Ortographía (1741). La segunda etapa coincide con la aparición de la 1.ª ed. de la gramática académica (Gramática de la lengua castellana, 1771) y con las principales medidas político-lingüísticas de Carlos III (reinado: 1759-1788), medidas que reforzaron la vinculación de la Academia con el poder. En cuanto a las reformas político-administrativas, se pueden dividir en dos grupos: las reformas internas que afectan a los órganos de la monarquía y las reformas periféricas o los decretos de Nueva Planta, que afectaron directamente a los antiguos territorios forales de la Corona de Aragón. Las reformas se concretaron en varios decretos encaminados a amputar el ya ineficaz sistema de consejos y a reforzar la centralización administrativa, garante de una mayor efectividad política y burocrática. Los consejos de Aragón, Flandes e Italia, fueron suprimidos, mientras que los de Estado, Guerra y Hacienda perdieron gran parte de su influencia, sufriendo una reforma notable en sus prerrogativas. La gestión directa del monarca sobre la maquinaria estatal se enfatizó por medio de dos vías: por un lado, gracias al denominado «Consejo de Gabinete», institucionalizado por Felipe V en 1702 y cuyas funciones consistían en ayudar al monarca en las tareas de despacho de los

12 Álvarez de Miranda (1992: 24; 1995: 271 y 1998: 404) recuerda que bajo el auspicio de Carlos II ya se había fundado en 1700 una primera academia: la Regia Sociedad Médica de Sevilla. El cambio de dinastía y la Guerra de Sucesión frenaría según este autor (Álvarez de Miranda 1992: 25) las tendencias dinamizadoras internas que fluían desde los años finales del reinado de Carlos II. No nos extrañará saber que tal academia dejaría de desempeñar un papel importante en 1721, cuando sus miembros fueron perseguidos o encarcelados por la Inquisición (López 1981: 28). Por otro lado, según Álvarez de Miranda (1995: 270), la fundación de la Academia se vincula claramente con el movimiento novator, ya que su fundador –el marqués de Villena– lo era. Sin embargo, muchos de los miembros de la corporación eran tan barroquizantes como la misma institución en sus comienzos, también desde un punto de vista ideológico: cf. González Ollé (1992).

136 L. OLIVÁN y D. M. SÁEZ: La instauración de la monarquía borbónica... asuntos de gobierno. Por otro lado, cobró una importancia decisiva la figura del secretario del Despacho Universal.13 Este personaje administrativo ya existía como tal en la dinastía anterior, sin embargo será durante el reinado del primer borbón cuando el secretario, en su doble responsabilidad burocrática y funcional, va a adquirir una relevancia insospechada. Su institucionalización supondrá el reconocimiento oficial de su excelsa labor en el contexto reformista de principios del siglo XVIII. Veamos la evolución de la figura del secretario del despacho universal al compás de las reformas borbónicas en la administración de la monarquía. Un Real Decreto en 1705 dividió la secretaría del despacho en dos departamentos, con la intención de agilizar el trámite de la toma de decisiones. Posteriormente, una nueva orden promulgada por Orry14 en 1714, volvía a dividir los dos departamentos de la secretaría en cuatro, ocupados respectivamente de las siguientes materias: Marina e Indias, Estado, Asuntos eclesiásticos, Justicia y Guerra. A esto se sumaba la creación de una figura clave en el ámbito económico: el veedor general de Hacienda, que sufriría continuas transformaciones por medio de varios decretos sucesivos en los años 1717, 1724 y 1726. Esta división de funciones permitió una centralización de los asuntos de gobierno a través de la figura administrativa de los secretarios, que llegaron a tener un poder vertical fundamental en el sistema reformista borbónico. Sin duda es esta una de las notas más destacables de los proyectos iniciados durante el reinado de Felipe V, proyectos políticos que reflejan un interés racionalista, en connivencia con la razón crítica desarrollada durante la Ilustración. Volviendo a la transformación que sufrieron algunos consejos,15 merece especial atención reseñar la iniciada en el consejo de Castilla, ya que éste organismo gestionaba las relaciones políticas entre el Rey y el reino, tratando de los asuntos propios de Castilla. De acuerdo con los parámetros teóricos de las reformas, el Consejo vio aumentado el número de miembros y experimentó una división interna en cinco salas, encargadas cada una de materias distintas. La sala de gobierno adquirió grandes prerrogativas, sustituyendo en funciones a la supresa cámara de Castilla; se revalorizó la vía reservada, que garantizaba una comunicación más directa entre el monarca y sus ministros; el presidente del consejo fue relegado en funciones, las cuales fueron adquiridas por la fiscalía otorgada a Macanaz. No es necesario reiterar los objetivos que

13 Según López Cordón, «la espina dorsal del nuevo sistema borbónico» (López Cordón 2000). 14 Ministro francés artífice de gran número de reformas. 15 Modificaciones expresadas en le Real Decreto de 1713 (Dedieu 2000: 118).

137 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII se pretendieron conseguir mediante estas modificaciones: la agilización administrativa en los despachos, la clarificación de competencias y la potenciación decisoria de la figura monárquica. Sin embargo, como bien aclara Dedieu (2000: 119), las resistencias frente a las reformas «a la francesa» efectuadas por los antiguos consejeros, impregnados de los ideales políticos del «reino», fueron la demostración de que el sistema polisinodial aún ostentaba cierta fortaleza y que no se iba a dejar domeñar fácilmente ante los nuevos y presuntuosos aires de reforma de la recién estrenada dinastía. La espectacular caída de Macanaz efectuada por los antiguos consejeros aprovechando la polémica regalista que asolaba las relaciones España-Papado, fue el golpe de efecto que devolvió a algunos de sus consejos a la planta anterior; aún y todo las reformas surtirían su efecto en las décadas posteriores, sin que ya se pudiera hacer nada para evitarlo. Finalmente, el impulso reformista se abrió paso triunfante en el reinado de Carlos III. Los denominados Decretos de Nueva Planta que afectaron a los territorios forales de la monarquía, han levantado aires de polémica en la historiografía del período, dividiendo opiniones y siendo objeto de enconados debates histórico-políticos. Desde su enjuiciamiento como castigo brutal de una dinastía centralista, incapaz de comprender las diversidades forales o la idiosincrasia particular de las instituciones de los reinos, hasta la visión «positiva» y castellanista de su interpretación, la evolución de las opiniones frente al tema, ha sido siempre controvertida. Y es que los Decretos de Nueva Planta no son ni podrán ser nunca neutrales en su interpretación, ya que despertaron espinas desde su misma formulación y acarrearon tanto ventajas como inconvenientes para los distintos grupos sociales y políticos que se posicionaron a favor o en contra de los mismos. En el terreno ideológico político, los famosos decretos acabaron con las figuras institucionales con las cuales los habitantes de los territorios forales se identificaban política e incluso culturalmente. En el caso de Aragón, la Diputación, las Cortes (órgano que gestionaba las relaciones pactistas monarca-reino) y el Justicia, desaparecieron del mapa político, así como los derechos forales16 existentes, que desde los tiempos medievales regían las relaciones socio-políticas del reino. Ideológicamente suponía la clausura del pactismo como forma de gobierno y de gestión de las relaciones políticas

16 La abolición de los fueros generó un arduo debate político entre el Consejo de Aragón y los ministros de las instituciones centrales. Macanaz, Berwick, Orleáns y Amelot participaron en el foro planteado en torno a cómo acometer la reforma foral (Dedieu 2000: 132).

138 L. OLIVÁN y D. M. SÁEZ: La instauración de la monarquía borbónica... entre el monarca y las instituciones forales. Las fórmulas pactistas implicaban la supremacía de la ley por encima del monarca, así como la exaltación del pacto en las negociaciones; en definitiva, constituía una manera de entender las relaciones políticas, basada en la idea del equilibrio de poderes entre las dos instancias de poder y que es mantenido mediante acuerdos y pactos gestionados conjuntamente. Las reformas de Nueva Planta rompieron este equilibrio teórico, sustituyéndolo por el peso exclusivo del monarca en la balanza de poderes: las ansias de centralización y de gestión directa de los negocios por parte del monarca sin las «trabas» forales, fueron los objetivos conseguidos por los decretos. Lejos de hacer apología o condena de los mismos, ya que las ventajas o desventajas dependen del posicionamiento social y político adoptado, debemos señalar que los naturales de la Corona de Aragón adquirieron todos los derechos políticos de cualquier castellano, pudiendo entrar a servir, sin problemas discriminatorios, en los órganos centrales de la monarquía: una demostración más de los deseos de homogeneización expresados por las reformas. Una figura jurídico-militar esencial que se introdujo en los territorios de la Corona de Aragón, fue el Capitán General. Investido con amplios poderes militares, ocupó con igual derecho la presidencia de las audiencias reales, fueron éstas las funciones iniciales que conllevaba el cargo, sin embargo ciertas instrucciones datadas en 1714, otorgaron al Capitán General, poderes judiciales insospechados en las asambleas no estatales, celebradas en la provincia que estaba a su cargo. Estos amplios poderes jurídicos, que a manera de tentáculos, eran ejercidos por un cargo militar, no escondían sino los intereses de la Corona por extender su poder político sobre todos los ámbitos políticos posibles, tendencia observable en otras instituciones centrales. La introducción del Capitán General en Castilla suscitó grandes protestas, lo cual ralentizó su implantación hasta después del motín de Esquilache. En definitiva, podemos afirmar que los decretos de Nueva Planta supusieron un paso más en la voluntad absolutista y centralizadora de la nueva dinastía. Las consecuencias de las reformas, que constituyeron un cambio político-administrativo perceptible, son claramente visibles en las articulaciones del poder y en la gestión de los asuntos de gobierno; sin embargo, debemos ir más allá en nuestras apreciaciones y tratar de alcanzar a comprender las repercusiones ideológicas e intelectuales que puede generar una implantación reformista desde arriba. La eliminación de ciertas instituciones forales y derechos, representantes de una ideología política particular y contraria por principios a los ideales políticos de la reforma, bien supondría una erosión

139 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII en las ideas políticas de los grupos afectados y en las formas de pensamiento que orientan la política. Inevitablemente, la imposición de las reformas sobre las superestructuras culturales e ideológico-políticas que aún palpitaban en los territorios forales y en los reinos de Castilla, produjo modificaciones y generó repercusiones en los sistemas de pensamiento, en el ámbito cultural e intelectual y, por supuesto, en la lengua. Los ecos racionalistas-reformistas se dejaron notar en todos los campos y evidentemente también en el lingüístico, bien como fruto de las intenciones políticas de la monarquía, oficializando academias y poniendo en marcha proyectos de planificación lingüística, bien como reacciones indirectas no predeterminadas, que surgieron de manera, hasta cierto punto inesperada, de la implantación de reformas que inicialmente sólo eran políticas o administrativas. Quizás el mayor uso del castellano, al margen de las órdenes emitidas por la Corona, sea una de las repercusiones lingüísticas pertenecientes al último punto descrito.

3. ESPÍRITU REFORMISTA Y AMBIENTE INTELECTUAL: LA INTERPELACIÓN DE LA POLÍTICA,

LA CULTURA Y LA LENGUA EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII

La implantación del reformismo borbónico no sólo generó una serie de transformaciones en las instituciones políticas favorecedoras de la centralización y de la agilización de la administración. Los hombres nuevos que tomaron las riendas del poder, se impregnaron de los aires ilustrados perceptibles en el ambiente intelectual y cultural del XVIII español. Así, se observa una profunda interrelación entre poder, cultura y lengua, mediante la utilización de éstas dos últimas como instrumento político y de prestigio en las prácticas políticas de la España borbónica. Los nuevos actores políticos (Franco Rubio 2002), que no son más que las figuras administrativas impulsadas por las reformas borbónicas (secretarios del despacho, miembros de las instituciones renovadas, etc.), se vieron involucrados en una nueva forma de sociabilidad cuyo eje aglutinador fue la cultura. Esta permeabilidad entre política y prácticas culturales, va a ser consecuencia tanto de los proyectos políticos impulsados desde arriba, como de las iniciativas individuales posteriormente oficializadas por la propia monarquía. Algunos ejemplos los constituyen las Academias y las Sociedades Económicas de Amigos del País. La participación de miembros de la alta burocracia en el ámbito cultural, es una manifestación más de la preocupación reformista por la cultura y su renovación; así

140 L. OLIVÁN y D. M. SÁEZ: La instauración de la monarquía borbónica... mismo, este ambiente intelectual va a favorecer el transvase de miembros de las sociedades culturales a la vida política, una canalización intensamente favorecida por el reformismo borbónico. Este feliz encuentro entre la cultura y el poder, va a revelarse como un elemento esencial en la germinación del «espíritu reformista de la lengua española». Podemos dividir las actuaciones de política lingüística avant la lettre en torno a tres ámbitos: a) Las lenguas regionales b) La enseñanza del castellano c) Las lenguas indígenas de América (el castellano en las Indias)

a) Las lenguas regionales Al llegar los Borbones al poder la situación de uso administrativo de las distintas lenguas de España era muy distinta. Por un lado, el gallego no se empleaba en la documentación administrativa desde 1480 (Ferro Coustelo 1958: 254, cit. en Eberenz 1992: 378), y en cuanto al euskera, las hablas autóctonas carecían de «una verdadera tradición en el uso administrativo y jurídico» (Eberenz 1992: 378). Por otro lado, el catalán presentaba una problemática distinta, ya que en el territorio catalano-parlante, pese a «cierta castellanización de las clases dirigentes –particularmente intensa en Valencia– la administración y la legislación emplearon el vernáculo hasta la Guerra de Sucesión (1701-1714)» (Eberenz 1992: 376-377). Ya que la Corona de Aragón fue aliada del bando austracista, así como por el afán de centralismo francés (que respetó empero a los aliados navarros), los Decretos de Nueva Planta suprimieron el régimen político tradicional de Cataluña; en cuanto a la lengua catalana, las medidas buscaban principalmente un efecto moral, y las referencias al idioma se limitaban simplemente al hecho de una serie de cargos sólo podían ser ocupados por castellanos y a la prohibición de que las causas de la Real Audiencia se «sustanciaran» en castellano (Eberenz 1992: 377).

b) La enseñanza del castellano

En una Real Cédula de 23–6–1768, Carlos III ordenó que la enseñanza primaria y secundaria en toda España se impartiera en el idioma general (el castellano), así como dispuso que las sentencias de la Audiencia de Barcelona, que antes se redactaban en latín, fueran formuladas en castellano (Eberenz 1992: 374), con lo que se refuerzan las

141 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII medidas del Decreto de Nueva Planta, las cuales no tuvieron tanta repercusión, ya que no se promovió la movilidad geográfica de los hablantes de catalán ni se hicieron más interesantes las condiciones que inducían al conocimiento del español en las ciudades más allá de las que ya existían: se trata de un mito nacionalista-lingüístico (Lodares 2002: 92). Estas medidas fueron completadas por otra ley de 22–9–1780, la cual imponía la gramática académica como la que debía ser empleada para enseñar a los niños su lengua nativa, así como otro decreto (1772) imponía el uso del castellano en la contabilidad y otra Real Cédula de 1801 prohibió las representaciones en cualquier otra lengua que no fuera el español (Eberenz 1992: 374-375), aunque la medida se dirigía más a las compañías italianas (González Ollé 1995: 50), igualmente que la Real Cédula de 1764, que aprobaba las ordenanzas del gremio de mercaderes de vara, disponía que los miembros del gremio debían tener sus libros de cuentas en idioma castellano, pero sólo contra la abundancia de comerciantes franceses de la que se quejó la Junta de Comercio de la Ciudad y Reino de Valencia (González Ollé 1995: 49). Sin embargo, respecto al catalán, contra la opinión popular fue más la decadencia en el s. XIX que en el XVIII (Solé i Cot 1982: 52), y las medidas represivas contra el catalán fueron mayores en el último tercio y el comienzo del siglo XX, coincidiendo con el sistema «liberal» de la Restauración, que miraba con odio y temor los movimientos federales y republicanos (Solé i Cot 1982: 45). Se nos confirma, pues, la exageración nacionalista de la ofensa lingüística de los Decretos de Nueva Planta.

c) Las lenguas indígenas de América (el castellano en las Indias) Tras una postura inicial que prefería la evangelización en español empleando intérpretes o «lenguas» (Real Cuesta 1975: 281), los Reyes españoles habían respetado las lenguas indígenas en América, e incluso la evangelización se tendía a realizar en la propia lengua de los indios (aunque a veces se promocionaran ciertas lenguas como el quechua sobre otras, y se llegaron a hablar en territorios adonde antes no habían llegado: cf. López Morales 1997), de lo cual es prueba la gran cantidad de vocabularios y gramáticas indígenas que se escribieron, sobre todo por misioneros.

No obstante, ya desde el siglo XVI había voces que pedían la imposición del castellano,17 voces que finalmente recibirían confirmación con la Real Cédula de 10–5

17 Por ejemplo, Yanguas Álvarez de Toledo (2001: 1016-1017) explica cómo en el libro 6º de la Recopilación de Leyes de Indias (1681), realizada bajo el reinado de Carlos II, se recoge una ley que se remonta a reales cédulas de 1550 en la que se ordena que «se pongan Escuelas de lengua Castellana, para

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–1770, de nuevo por Carlos III, que «imponía el castellano como lengua única en todas las colonias: “para que de una vez se llegue a conseguir –decía literalmente– el que se extingan los diferentes idiomas de que se usa en los mismos dominios, y sólo se hable el castellano”» (Sánchez Ferlosio 2002: 65).18 En Francia también hubo una misma dualidad entre las iniciativas estatales y civiles, que preferían «franciser les sauvages» de la Nueva Francia o Canadá, sobre todo a partir de la llegada del intendente Jean Talon (cf. Allard 1976: 121, 134, 140), frente a la labor misionera en lenguas amerindias como el hurón y el algoquino, de las que publicaron diccionarios y sucintas gramáticas distintos miembros de distintas órdenes religiosas (Auroux 1994: 99-100; Hanzeli 1969). No podemos seguir la posible evolución del gobierno francés respecto a las lenguas amerindias, dado que Francia perdió Canadá frente a la corona inglesa en 1763.

3. CONCLUSIÓN

Aunque la llegada de los Borbones supuso un cambio de rumbo definitivo para nuestro país, la implantación de las reformas borbónicas no fue brusca sino paulatina, así como no respondía a un plan totalmente preconcebido de antemano (no se produjo un cambio catastrófico repentino, aunque sí una revolución paulatina). También hay que tener en cuenta que quizá sus medidas de política lingüística no son tanto una obsesión de partida nacionalista, como suele ocurrir en la actualidad, según un espíritu herderiano que arranca del siglo XIX, sino una simple medida o repercusión de un diseño reformista general con unos objetivos globales (centralismo, castigo a los «traidores»). No hay que olvidar que toda política lingüística tiene por objetivo último la conservación o el aumento de poder, pese a que se presenten alegaciones románticas previas (Cooper

que la aprendan los Indios», todo a pesar del tono general de la recopilación jurídica, que es de carácter proteccionista hacia los indígenas. Parece haber una corriente simultánea de posturas a favor y en contra de la enseñanza de la lengua española a los indígenas: en 1715 el obispo de Guatemala recordaba aún en una pastoral a los curas y beneficiados la necesidad de predicar en lengua indígena (Yanguas 2001: 1015), pero por otro lado el arzobispo de México entre 1766 y 1772, Francisco Antonio de Loranzana fue el gran inspirador de la Cédula de Carlos III en una serie de pastorales difundidas en otoño de 1769 (Yanguas 2001: 1018-1019). Se puede consultar la Real Cédula reproducida en Solano (1992: 237-238). 18 Por otro lado, en la medida de Carlos III influyó claramente el deseo de desposeer a las órdenes religiosas de su poder entre los indígenas, al promover el trato directo con el indio en el idioma de la metrópoli, sin mediación de intérpretes ni conocedores de las lenguas aborígenes, casi todos religiosos. Cf. Lodares (2002: 88). También fue determinante, según Lodares (2002: 87-99), la progresiva liberalización del comercio con América por parte de los Borbones, para el cual se necesitaba una lengua común de comunicación.

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1997): a este respecto sí podemos calificar las medidas borbónicas de pura política lingüística sin cometer ningún tipo de falacia histórica. Por último, hay que recordar la importancia que se puede conceder a las medidas de política lingüística en la elaboración de una periodización de la lengua española que conjugue los criterios internos y externos, hecho que ya atisbó Marcos Marín (1979, 1992). Sin embargo, conviene sopesar con cuidado las posibles repercusiones de las medidas de política lingüística, ya que la política de estirpe francesa que buscaba una cierta uniformidad cultural e idiomática «afectaba sólo a la esfera oficial y a las manifestaciones de alta cultura», por ejemplo a la norma escrita, pero no a la oral en ciertos dominios lingüísticos, hasta el punto de que contra viento y marea se mantuvieran el catalán, el gallego y el vasco en sus respectivos territorios. La política borbónica con respecto a la lengua se dirigía sobre todo a las elites, pues (Milhou 1993).19 Por otra parte, habría que relacionar este conflicto o dualidad entre formas lingüísticas con otras pugnas del siglo XVIII y de la modernidad misma como es la que se produce entre tradicionalistas e ilustrados (el pensamiento progresista mismo frente a la intolerancia secular). No hay que olvidar el hecho demostrado de la limitación de la Ilustración en España, que no dejó de ser un fenómeno minoritario (Baader 1981). Por tanto, para comprender el siglo XVIII en su plenitud no hay que desdeñar el estudio de las corrientes refractarias (Álvarez de Miranda 1992: 40).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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19 Acerca de la situación en América, ya en las leyes de Burgos se disponía la enseñanza del español a los hijos de los caciques, esto es, a los vástagos de las elites indígenas (Real Cuesta 1975: 282).

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145

EL CASTELLANO EN EL SIGLO XVIII: APOLOGISTAS Y DETRACTORES

JUAN LUIS CISNEROS AYÚCAR Universitat de València

Ante el tema que vamos a desarrollar, es preciso señalar dos cuestiones previas e introductorias: Por un lado, el apologista no sólo defiende y ensalza la lengua también se preocupa por su estado y aporta posibles soluciones. Por otra parte, uno de los rasgos que se aprecia leyendo sus textos es que entre los pensadores españoles no hay unanimidad a la hora de manifestarse. Así, por ejemplo, están de acuerdo en otorgar un pasado glorioso al idioma. Pero, como veremos, disienten en otros puntos. Ejemplos de diferentes voces son Antonio de Capmany, Vargas Ponce, Juan Pablo Forner, Cadalso, Feijoo (1676) o Mayans (1699).

Por otro lado, la cuestión no es privativa del siglo XVIII (en La Viñaza y en

Bleiberg se nos presenta un recorrido por diferentes apologías desde el s. XVI); y aun dentro de este siglo su intensidad variará dependiendo del momento. En relación a esto último, no podemos olvidar el capítulo tal vez más famoso donde se cuestionó el nombre de España. Es decir, la aparición de la Enciclopedia metódica (1784) que provocará la aparición de voces en defensa de la lengua materna y que la Academia convoque un concurso en defensa de la cultura española. Si recordamos brevemente la historia, dentro de la Enciclopedia, y en el área de Geografía, aparecía un artículo titulado España donde se realizaba un recorrido por el país afirmándose que nada había aportado. El autor del citado artículo era un personaje de nombre Nicolás Masson (el proyecto de la Enciclopedia nace con la voluntad de sustituir a la anterior – concretamente, la iniciativa parte de Panckoucke–, y su aparición fue muy esperada;

© CISNEROS AYÚCAR, Juan Luis. 2004. «El castellano en el siglo XVIII: apologistas y detractores». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 147-152. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

aspecto éste que incidió en su repercusión posterior). Se aprecia que no era la lengua el objetivo principal sino que el artículo tenía un carácter más general pero también, y por ello, más polémico. En el fondo su aparición se insertaba en lo que se ha reconocido como la Leyenda negra antihispánica. Otros detractores son los italianos Tiraboschi o Betinelli. A éstos, sumamos la revista francesa El año literario. Una de las primeras reacciones provino de Italia. En particular, Denina defendió los logros alcanzados por las lenguas italiana y española en materia literaria. En España, fue Cavanilles el primero en responder. Sin embargo, el personaje que llevó todo el peso de la defensa de España y del idioma fue Juan Pablo Forner. Éste, tuvo que enfrentarse a casi toda la prensa de la época que valoraba negativamente las apologías por su falta de crítica y rigor. Una serie de epígrafes a modo de esquema nos permite perfilar y conducir los contenidos ya tocados y los que restan por contar. Son los siguientes:

1. Falta de consenso u homogeneidad entre los ilustrados. 2. Apología basándose en la alabanza del pasado. 3. Relación con el francés. La paradoja. 4. Rasgos de la comparación de lenguas (tipos). 5. Causas comúnmente aceptadas de la decadencia.

Vayamos ,pues, por partes ¿En qué se basa el elogio de la lengua española en el siglo XVIII? Se alude, recurrentemente, al pasado glorioso de la lengua durante los siglos

XVI y XVII. Esto se ubicaría en lo que denominan algunos apologistas las edades del lenguaje. Se trata de la etapa donde se hallan los autores más relevantes del idioma. En ese período, que comprende los siglos XVI y XVII, la lengua alcanza un estado que para algunos raya la perfección para, a continuación, entrar en un período de decadencia o crisis. Este planteamiento constituye una idea comúnmente aceptada, a pesar de ello las opiniones varían. Por ejemplo, no hay consenso a la hora de fijar los modelos del pasado a seguir; no todos consideran a Góngora y a Calderón como autores perniciosos, aunque en el seno de los ilustrados se buscaran los principios rectores del estilo: claridad, sencillez, propiedad (De este modo, para Vargas Ponce es en el teatro de Lope y Calderón donde de preserva el idioma. Otros, como Benito de San Pedro, no dudan en situar en el mismo plano a Quevedo, Góngora o a Calderón –como autores perniciosos se entiende...–. Feijoo, por su parte, valora por igual a Garcilaso y a Góngora)

148 Juan Luis CISNEROS AYÚCAR: El castellano en el siglo XVIII

Es necesario valorar sus opiniones desde la posición de cada uno. Una de las máximas que barajamos es la imposibilidad de generalizar. Es comprensible la distancia entre un escritor de la primera mitad de siglo y otro de finales de siglo (el contexto). Y también valoramos la actitud y capacidad crítica de cada uno. Checa Beltrán señala el cambio operado en la figura de A. de Capmany que pasó de una actitud galófila (en sus primeros escritos) a una postura galófoba (apreciable en las Observaciones críticas...). Estaría directamente relacionado con el aluvión de críticas vertidas desde Francia e Italia. Por su parte, Forner pasa a ser el defensor (adalid) del buen nombre de España (verbigracia, en las Exequias). Este último tuvo el apoyo de Floridablanca. François López define ampliamente su situación y su voluntad de medrar relacionándolas con la postura adoptada. Por tanto, debemos valorar tanto el contexto como el carácter. Dos planos quedarían recogidos en los elogios: el diacrónico y el sincrónico. Como hemos visto, la historia de la lengua está indisolublemente ligada a la historia literaria y a la historia la política. De este modo, se llegaría al siglo XVIII. El estado de la lengua es consecuencia de los abusos cometidos en el pasado. Pero, además, su situación se agrava por la sombra del idioma dominante en Europa, el francés. De lo que se anticipa que las comparaciones con el idioma vecino van a ser inevitables. Muchas veces la alabanza del español se entiende por comparación con la lengua vecina u otras lenguas (la oposición latín-romance deja paso a la oposición romance-romance). La cultura dominante del setecientos es la francesa y como consecuencia su lengua también lo será. Las manifestaciones en relación a una u otra varían. No es extraño que un ilustrado como Feijoo valore positivamente al francés en relación al castellano y proponga su aprendizaje. Lo que entendemos como una paradoja derivó del contacto de culturas. Por un lado, el proyecto ilustrado y cosmopolita nacido en Francia, con sus pretensiones de convertir al francés en lengua universal y, por otro, un sentimiento nacional que pretendía constituir el español moderno. El resto de lenguas de España se verán directamente afectadas. También el latín (era la lengua de las élites intelectuales, de la Universidad y la Iglesia). Alguna voz hay como la de Ponce que reivindica el latín como lengua de transmisión del saber. Por lo que respecta a la valoración del idioma, leemos conceptos tales como dulzura, armonía, gravedad, elegancia, suavidad, monotonía o virilidad en función de la lengua y de la persona que los emite (obviamente, no tienen rigor científico). En general, se reconocen las cualidades intrínsecas del castellano, como por ejemplo su

149 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

genio (es muy común leerlo aplicado a la poesía) pero, también hay acuerdo absoluto cuando se reconoce la falta de cultivo a diferencia del francés. Por el contrario, a éste se le reconoce su estado de preeminencia gracias a que ha sido trabajado. Se le reconoce propiedad y concisión. Se es consciente –algunos, como Forner o Feijoo, al menos sí lo son– de que hay diferentes tipos de géneros y estilos. De forma que no se le puede pedir a la poesía que sea lo que no es (por ejemplo verosimilitud; o que tenga un estilo prosaico). Son ilustrativas las afirmaciones de Feijoo en su Paralelo de las lenguas castellana y francesa, cuando señala que: «[...] para escribir en todas las materias, basta por sí solo nuestro idioma [...]». De la misma opinión es Gregorio Mayans. Sin embargo, la idea general que se transmite es la de que no hay idiomas más o menos aptos. Su capacidad depende del trabajo, de los escritores y del estilo que estos le imprimen. En este sentido, Vargas Ponce y J. P. Forner llegaron a una conclusión similar partiendo de una premisa fundamental y es que la lengua española poseería unas condiciones inmejorables (sería la elegida...) La propiedad y la armonía son junto a la copiosidad del idioma los criterios utilizados por Feijoo en su Paralelo de lenguas y seguirán siendo empleados. Sus palabras son coherentes en este caso: «En cuanto a la armonía o grato sonido del idioma, no sé cuál de dos cosas diga: o que no hay exceso de unos idiomas a otros [es decir, no hay unos superiores a otros] o que no hay juez capaz de decidir la ventaja». Aunque estas afirmaciones no son óbice para que luego afirme que el francés se desliza y el español golpea (criterios meramente subjetivos). En cuanto al léxico, de forma recurrente, se alude a la copiosidad de la lengua. La abundancia es vista como un rasgo positivo y diferenciador del castellano. En este caso, todos lo reconocen como seña del idioma; incluso el ecuánime Feijoo. Capmany, a su vez, distingue dos tipos de léxico: el científico y el general. Y señala que si de alguno escasea el castellano es del primero. Pero tampoco en este aspecto hay un criterio unificado. Unos tienen muy claro que la abundancia equivale a poder nombrar las cosas y las variedades de éstas. Dentro de este apartado, podríamos incluir la capacidad derivativa y compositiva del español como rasgos de superioridad frente al francés. En este aspecto reconocemos la labor de Capmany. También destacan, y de forma 'consensuada', la riqueza de refranes.

150 Juan Luis CISNEROS AYÚCAR: El castellano en el siglo XVIII

La flexibilidad. Desde el punto de vista de la sintaxis, el francés es visto como un idioma más rígido. Es menester recalcar de nuevo que la apología no está exenta de reflexión y, en ocasiones, de crítica. Los ejemplos más visibles son Feijoo y Mayans. Recordando, de esta forma, que se mueven en el terreno de la apología pero también de la filología. Esto nos lleva al problema de las traducciones (la valoración más repetida es que eran muchas y de mala calidad). Aspecto presente en todas las apologías. Todos se refieren a este tipo de obras sin excepción. Algunos como Cadalso abogan directamente por que no se elaboren. Los malos escritores y el mal uso del idioma. A estas causas habría que añadir las de tipo político. Es decir, la decadencia de España a partir del s. XVII. Tal vez,

Vargas Ponce sea el más exagerado al temer por el futuro de la lengua. El capítulo XXIII de su Declamación está dedicado a los abusos del idioma. Lo ejemplifica con palabras y expresiones concretas: Pisaverde-petimetre, terrero -parterre, garvear-merodear. Otro problema que debaten es el préstamo de voces: Para Feijoó el empréstito de voces es necesario siempre que no se introduzcan aquéllas que ya tienen equivalente en castellano. Igualmente Capmany señala que «a donde este no alcance, adoptense voces nuevas en hora buena». Advierte de las faltas de los diccionarios, en concreto del Diccionario de Autoridades. Hay muchas voces que no se recogen, sin embargo, no duda de su necesidad. El estudio de los clásicos y el uso de las herramientas de que dispone el idioma son posibles soluciones que se aducen. Así lo ve, por ejemplo, B. de San Pedro quien aboga por la recuperación del idioma a través de la lectura de los clásicos castellanos y de esas herramientas que son: la Gramática, el Diccionario o la Retórica (se aprecia su vocación más filológica).

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PARA UNA HISTORIA DEL ESPAÑOL DE GUATEMALA: NOTAS DE HISTORIA EXTERNA EN EL SIGLO XVIII*

JOSÉ LUIS RAMÍREZ LUENGO Universidad de Deusto

1. Constituye un hecho bien conocido entre los estudiosos de la dialectología hispanoamericana la situación claramente insatisfactoria en que se encuentran, en el marco de estos estudios, las variedades del español hablado en Centroamérica, cuyas peculiaridades resultan hoy poco menos que desconocidas. Así, sigue resultando cierto el aserto que Lope Blanch hacía en 1968 de que «el español de Guatemala es una de las modalidades peor conocidas hasta ahora, y no hay indicios de que esta situación vaya a cambiar en un futuro próximo» (Lope Blanch 1968: 89). Esta afirmación –que no sólo sirve para Guatemala, sino que resulta aplicable al conjunto del área mesoamericana–1 tiene su reflejo, por ejemplo, en el caso de los Cuadernos Bibliográficos que, sobre el español de América, ha publicado la editorial Arco/Libros: así, el número de trabajos recogidos en el volumen sobre Centroamérica por López Morales (1999) es claramente exiguo en comparación con el de otras regiones, como el Caribe, Colombia o México. Esta escasez ya indicada en lo que a la sincronía se refiere, se convierte en inexistencia si se atiende a la diacronía de estas variedades dialectales: así –y de nuevo con la excepción de Costa Rica, que cuenta con un importante trabajo de conjunto (Quesada Pacheco 1990)–, se puede decir que es aún todo lo que falta por estudiar

* Este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda del Gobierno Vasco, por medio de una Beca Predoctoral de Formación de Investigadores. 1 Tal vez la excepción la constituya Costa Rica, cuyas variedades regionales cuentan con una serie de trabajos que dan cuenta de sus principales características; destacan, a este respecto, los trabajos de Quesada Pacheco (1991, 1992 y 1992b), así como Agüero (1960 y 1964) entre otros.

© RAMÍREZ LUENGO, José Luis. 2004. «Para una historia del español de Guatemala: notas de historia externa en el siglo XVIII». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 153-170. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII respecto a la evolución diacrónica del español de la región. No resulta extraño, pues, que al indicar el total desconocimiento que actualmente se registra sobre la historia lingüística de ciertas zonas del continente americano, Medina López (1995: 46) ejemplifique su aserto con el caso, precisamente, del español centroamericano. Del mismo modo, y como conclusión de este trabajo, el autor vuelve a incidir en el mismo hecho, al señalar la necesidad de «trabajos que muestren la evolución del español en cada zona, especialmente en la región central hispanoamericana» (Medina López 1995: 75). Así pues, resulta evidente la urgente necesidad de llevar a cabo estudios que, desde un punto de vista diacrónico, sirvan para dar luz a la evolución del español hablado en la región mesoamericana, de manera que se pueda ir esbozando poco a poco la por hoy desconocida historia del español de Centroamérica.

2. En la línea de lo apuntado anteriormente, este trabajo pretende ser un primer acercamiento a la historia del español de Guatemala desde la perspectiva que Germán de Granda (1981: 206) denomina historia lingüística,2 esto es, desde un punto de vista que trascienda lo puramente lingüístico –o lo más específicamente lingüístico– para tener en cuenta otra serie de elementos, de tipo histórico principalmente, si bien también sociológico, antropológico, etc., que pueden dar una visión más totalizadora y amplia de la situación del español en la Guatemala del siglo XVIII. Se pretende, por lo tanto, reunir una serie de noticias y de datos de diversas fuentes que sirvan para crear una estructura coherente, que no sólo explique de manera más o menos clara el estatus de la lengua española en las coordenadas geográfico- cronológicas ya señaladas, sino que también establezca un marco de referencia en el que se puedan engarzar otros trabajos de historia interna –la lingüística histórica de Granda–, en todo punto imprescindibles para esbozar la evolución diacrónica del español guatemalteco.

3. Frente a lo que ocurre con otros territorios del continente, Centroamérica constituye una de las regiones de colonización más temprana, hasta el punto de que

2 Frente a la lingüística histórica, que se ocupa de los cambios en el sistema, Granda propone una visión de la evolución lingüística que, integrando esa parte, atienda también a otros elementos, tomando como base el hecho de que «el lenguaje se constituye, funciona y cambia dentro y a través de estructuras sociales, económicas y culturales determinadas, que no es lícito, en absoluto, relegar a una consideración metodológica subordinada, en el mejor de los casos, y, a veces, incluso virtualmente inexistente» (Granda 1981: 204).

154 José Luis RAMÍREZ LUENGO: Para una historia del español de Guatemala prácticamente todas las principales ciudades de lo que posteriormente se conocerá como 3 Reino de Guatemala se fundan en la primera mitad del siglo XVI: Santiago de los Caballeros en 1524, León de Nicaragua el mismo año, San Salvador en 1528, Comayagua en 1537, y Cartago, algo más tarde, en 1563. Conviene precisar, sin embargo, que la colonización del territorio no había sido homogénea, sino que cada uno de los centros de implantación colonial tiene un origen diferente: así, según señala Sáenz de Santa María (1981: 140-141), «Santiago de los Caballeros había sido capital del territorio conquistado por Alvarado; Comayagua dependía de las últimas operaciones militares de Hernán Cortés; y León había sido fundada por Francisco Fernández de Córdoba por encargo y comisión de Pedrarias Dávila, gobernador de Castilla del Oro».4

Pese a todo lo anterior, ya desde mediados del siglo XVI existe una unidad política, conocida como Audiencia de Guatemala, que comprende todos los territorios anteriormente señalados y que teóricamente se halla supeditada al virreinato de la Nueva España, si bien, como señala Solórzano Fonseca (1993: 13), goza de virtual independencia respecto del virrey mexicano, al depender, por su estatus de audiencia mayor, directamente del Consejo de Indias, instancia superior de la administración colonial. Santiago de Guatemala constituye, desde 1549, la cabecera de la Audiencia, y, como tal, acapara todas las funciones administrativas, se erige como centro económico más importante de la región, y concentra prácticamente todas las instituciones de tipo cultural, por lo que pronto se convierte en la ciudad más importante de todo el Reino, situación hegemónica que va a mantener de manera indiscutida durante todo el periodo colonial.5 Con todo, conviene señalar que la Audiencia no constituye en ningún caso una de las regiones centrales del Imperio Colonial, sino que desde muy pronto, y debido a

3 Y que realmente agrupa no sólo lo que hoy constituye la República de Guatemala, sino un territorio mucho mayor: junto a ésta, las actuales repúblicas de El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y el estado mexicano de Chiapas. 4 Así pues, se observa una importante diferencia regional: mientras que los territorios del norte-oeste (Guatemala, Chiapas, El Salvador, el interior de Honduras) reciben el español desde Nueva España, a la parte más sur-oriental del área llega la población desde lo que hoy es Panamá, lo que puede ser, evidentemente, un primer factor de diferenciación dialectal. 5 Tal hegemonía, sin embargo, no va a ser tan importante en el terreno lingüístico como se podría esperar, ya que, según indica Lipski (1994: 280) «la ubicación de la capital en un extremo geográfico del territorio da como resultado la disminución de la influencia cultural, política y lingüística dada la distancia respecto a la capital», factor al que se pueden agregar otros, como el aislamiento existente entre provincias y regiones, las dificultades en el transporte (Pérez Brignoli 2000: 27), o la mayor relación de cada una de las regiones con los diferentes focos de comercio: México en el caso de las del norte; el Perú y Nueva Granada en el caso de las del sur. Todo esto va a favorecer la diversidad lingüística, y el que en ningún caso se tome a Guatemala como modelo lingüístico en el resto de las provincias.

155 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII sus limitados recursos económicos y a su escasa integración, por ello, en los circuitos comerciales, adopta una fisonomía de comarca marginal dentro de las colonias, y desarrolla un sistema autosuficiente en el siglo XVII y parte del XVIII (Luján Muñoz 1998: 97), lo que va a reforzar, por un lado, su aislamiento para con los centros de poder que la circundan,6 y, por otro, la conciencia identitaria de su población,7 hechos que, una vez más, pueden tener repercusiones lingüísticas: no sólo por el menor contacto con variedades de otras zonas que pudieran influir en las centroamericanas,8 sino por la inexistencia de una norma que se acepte como tal en la Audiencia, lo que permite el fortalecimiento de los diferentes dialectos regionales.9 También es importante tener en cuenta que la colonización española no se reparte de manera homogénea en todos los territorios de la Audiencia de Guatemala, sino que la población se asienta de forma preferente en áreas muy concretas: las costas pacíficas de todo el territorio y algunos valles interiores de Guatemala, Honduras y Costa Rica; quedan al margen del control español, por tanto, prácticamente todas las tierras de la costa caribeña,10 junto a territorios como El Petén en Guatemala, partes importantes del oriente hondureño y nicaragüense y las llanuras norteñas y del sureste de Costa Rica, además de la región de Talamanca (Meléndez 1993: 23-24).

6 Con este aislamiento no se quiere decir que no exista contacto con México o Perú, que indudablemente se daban, sino que se quiere hacer hincapié en el peso mucho mayor que tiene la relación intraprovincial – entre los diversos territorios de la Audiencia– que la interprovincial, con otras unidades políticas del Imperio. 7 Para el nacimiento de la identidad nacional de Guatemala, véase Chinchilla Aguilar (1965), quien apunta algunos datos interesantes sobre lo que se puede entender como la aparición de un sentimiento nacional antes de 1821. 8 A este respecto, y en el caso concreto de Guatemala, Lipski indica que «la variedad lingüística que representaba una sede administrativa nominal se desarrolló en un aislamiento casi total, por lo que presenta muchos de los arcaísmos y signos de abandono y de cambio lingüístico propios de territorios como Costa Rica, que estuvo marginada desde el principio» (Lipski 1994: 281). 9 Evidentemente, se considera que ya a finales del siglo XVI existe –al menos, en algunas zonas– una variedad que se puede denominar propia de la tierra. Se sigue, pues, la visión defendida por Fontanella de Weinberg (1992) de la koineización y criollización como origen de las variedades del español de América. En este caso, la nivelación interdialectal se produciría al establecerse la primera población de habla española en las diferentes áreas de la región, por lo que es muy probable que la segunda o la tercera generación hablara ya unas variedades propiamente centroamericanas, lo que sitúa tales dialectos a finales del siglo XVI, como se indicó más arriba, o en los primeros años del siglo XVII, dependiendo de la región. 10 Según indica Meléndez (1993: 30), «en el lado del Caribe la población no sólo era más escasa sino que vivía, en su mayor parte, al margen de la soberanía española. Se trataba de pueblos como los zambos- mosquitos, garífunas o caribes-negros, esclavos negros llevados por los ingleses a sus asentamientos de Belice, etc». El español, por lo tanto, resulta una lengua de uso prácticamente nulo en las costas caribeñas de Centroamérica, a excepción, por supuesto, de los escasos puntos de poder español –Matina en Costa Rica, Trujillo, Omoa y Puerto Caballos en Honduras, Santo Tomás de Castilla en Guatemala–, donde su presencia, al menos en la administración, se puede asegurar.

156 José Luis RAMÍREZ LUENGO: Para una historia del español de Guatemala

4. La llegada del siglo XVIII coincide con la entronización de los Borbones como monarcas de España, y este cambio de dinastía va a tener repercusiones muy importantes en toda América, con el desarrollo de procesos de recuperación económica, cambio social y transformaciones políticas y culturales que, en el caso de Guatemala, se empiezan a percibir hacia 1730 o 1750 (Pérez Brignoli 2000: 74). Así, y según señala este autor (Pérez Brignoli 2000: 75), la política que llevan a cabo los Borbones sigue cuatro rumbos que se complementan: la reactivación de la minería hondureña, la reconstrucción de rutas de comercio ultramarino por medio de la creación de nuevos puertos y caminos, una nueva política fiscal que aporte mayores ingresos al Estado, y una ofensiva constante para desalojar a los británicos de las costas caribeñas. Todos estos hechos dan como resultado cierta reactivación económica, lo que influye, por supuesto, en todos los campos de la vida colonial. 4.1. Dentro de lo social, resulta de interés observar cómo a lo largo del siglo

XVIII se va dando un aumento importante de la población en todos los territorios de la Audiencia, aumento que conlleva, además, un «reacomodo de los distintos segmentos que integraban la sociedad colonial» (Solórzano y Fonseca 1993: 27), muy evidente en el notable incremento de ladinos en zonas mayoritariamente indígenas, como la costa pacífica y el oriente de lo que hoy constituye Guatemala.11 Así pues, la población de la Audiencia la constituyen en esta época cuatro grupos, de límites borrosos en algunos casos: blancos, ladinos o mestizos, indígenas y esclavos de origen africano. Los blancos –españoles y criollos– constituyen un porcentaje reducido del total de la población, pero de gran importancia en la sociedad colonial, por constituir en general no sólo la élite que acapara los puestos religiosos y de la administración, sino también los sectores de mercaderes y terratenientes que manejan la economía de la colonia; son, además, uno de los grupos poblacionales cuyo número aumenta a lo largo del siglo, debido tanto a su alta tasa de crecimiento natural, como al arribo de inmigrantes peninsulares en estos años (Solórzano y Fonseca 1993: 30-31). Este segmento de población tiende a concentrarse en las ciudades, especialmente en torno a algunas de ellas, como Santiago de Guatemala, San Salvador, Cartago, Granada o León12 (Lovell y Lutz 2000: 18), si bien es posible registrarlo también en una

11 Este crecimiento de población se traduce en el proceso de fundación de villas de españoles y ladinos, que resulta especialmente importante en la segunda mitad del siglo en la zona guatemalteca (Luján Muñoz 1980: 245). 12 Si bien no siempre es el caso, y es precisamente el poblador español de zona rural uno de los casos en los que las fronteras entre grupos –en este caso, español/ladino– queda difuminada, dando paso a lo que

157 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII situación prominente en núcleos urbanos de menor importancia, como Quezaltenango o Verapaz (Solórzano y Fonseca 1993: 31-32).Constituyen, en todo caso, un fuerte factor de castellanización, no sólo por poseer el español como lengua materna,13 sino también por asociar esta lengua al estatus más alto de la sociedad, lo que concede al español un prestigio del que otras lenguas carecen. Por otro lado, la ya mencionada concentración de blancos en las ciudades conlleva que éstas se conviertan en focos castellanizados –y castellanizadores– rodeados de poblaciones no hispanohablantes, lo que configura ya una de las características de la situación lingüística de la Guatemala de la época: la oposición ciudad-campo como oposición lingüística español-otras lenguas. Por su parte, los mestizos o ladinos constituyen un importante sector de la población que, además, aumenta de forma importante a lo largo del siglo XVIII, hasta adquirir un peso demográfico notable en muchas de las regiones de la Audiencia: así, no sólo mantienen la preponderancia de siglos anteriores en las zonas que hoy constituyen Costa Rica, Nicaragua, El Salvador y Honduras –en estas dos últimas provincias, la población ladina se calcula en un 53,5 % y un 61,8 % respectivamente a principios del siglo XIX (Lovell y Lutz 2000: 19)–, sino que también incrementa notablemente su presencia en zonas mayoritariamente indígenas, como la costa pacífica y el este de Guatemala (esto es, las jurisdicciones de Escuintla, Guazacapán, Chiquimula y Acasaguatlán). Del mismo modo, es también importante su presencia en la ciudad capital (Solórzano y Fonseca 1993: 31) y en el área de haciendas que la circundan, así como en las rutas comerciales más importantes y en los núcleos urbanos que son cabeza de corregimiento o alcaldía mayor (Luján Muñoz 1998: 41). Del mismo modo que el blanco, y con el español como lengua materna en la mayoría de los casos, el ladino va a constituir un foco de castellanización de primer orden por diversos factores: así, en palabras de Solano (1970: 299), «por su asentamiento en los pueblos cabeceras, por su medio de trabajo –comercial, agrícola– y colaborador del misionero en ciertas tareas educativas, va a estar en estrecho y directo contacto con el indígena, dirigiéndose a él en castellano», lo que favorece la expansión de este idioma entre la población indígena.

Lovell y Lutz (2000: 18) definen como blanqueamiento de Centroamérica, que favorece el paso del ladino a los estratos más bajos del grupo español. 13 En muchos casos, los criollos adquieren el español como lengua materna junto a una lengua indígena, debido al contacto con los sirvientes indios, que mantienen su lengua indígena nativa, según indica Garza Cuarón (1991: 694).

158 José Luis RAMÍREZ LUENGO: Para una historia del español de Guatemala

Algo semejante ocurre en el caso de los esclavos de origen africano, cuya presencia, al igual que la de los mestizos, se concentra preferentemente en el sur y en el este de Centroamérica, además de en ciertas regiones productoras de azúcar y en algunos centros urbanos importantes (Lovell y Lutz 2000: 17). Evidentemente, el esclavo va a ser, junto al mestizo, factor de castellanización, al ser ésta la lengua que aprende para comunicarse con los que lo rodean. Por lo tanto, la acción de mestizos y esclavos va a constituir un foco de castellanización de primer orden, lo que permite añadir una dicotomía nueva a la ya señalada anteriormente para la descripción lingüística de la Guatemala de esta época: indígena-no indígena, en relación –más o menos– directa con otras lenguas-español.14 A este respecto, Solano vuelve a incidir en la importancia de ambos estratos, esclavos y ladinos:15

La importancia de este condicionamiento humano -ladino y mulato- en esta operación castellanizadora no se ha destacado lo suficiente. La conjunción va a ser fundamental. Mientras en los pueblos actúa el elemento ladino, en las zonas rurales son los mulatos quienes se encargan de radicar la lengua de Castilla. Durante el siglo XVIII las zonas españolizadas son, precisamente, las que cuentan con mayor número de ladinos y mulatos (Solano, 1970 : 301)

En cuanto a la población de origen indígena, ésta constituye la mayoría en lo que hoy conforma Guatemala, muy especialmente en la zona occidental, donde llega a alcanzar el 90 % del total (Solórzano y Fonseca 1993: 20), mientras que su presencia decrece hacia el este, donde cede su preeminencia ante los ladinos. Los indígenas no constituyen un todo homogéneo, sino que presentan importantes diferencias en cuanto a su integración en la vida colonial: por un lado, existe una minoría que asimila la cultura hispánica y que, por lo tanto, presentan cierto grado de bilingüismo, situación que se da muy especialmente entre aquellos que se asientan fuera de los poblados de indios, en zonas fronterizas con no indígenas o en

14 Evidentemente, la relación no se cumple a rajatabla, habida cuenta la presencia de indígenas que hablan español –esto es, ladinizados–, así como miembros de los otros segmentos de población con conocimiento de las lenguas amerindias; resulta, sin embargo, indudablemente cierta para la mayoría de la población. 15 Esta importancia del ladino como elemento castellanizador permite entender la aparente paradoja de la distribución actual del español en la América Central: en efecto, podría resultar llamativo que sea precisamente la zona de la capital colonial, la actual Guatemala, la parte de Centroamérica donde la implantación del español ha sido menos efectiva, hasta el punto de que la mitad de su población actualmente lo desconoce (Lipski 1994: 280); sin embargo, si se tiene en cuenta la labor castellanizadora de los ladinos, se entenderá por qué regiones como Honduras o Nicaragua, pobladas mayoritariamente por este sector de población, presentan un mayor número de hablantes de español, frente a zonas de gran presencia indígena –Guatemala– que mantienen con vigor sus lenguas autóctonas.

159 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII otras ya españolas o ladinas; por otro lado, la mayor parte vive en comunidades o pueblos de indios, sin contacto con la población blanca/mestiza –o con un contacto mínimo, muchas veces reducido exclusivamente al misionero, que también utiliza la lengua de la comunidad–, por lo que se mantienen con mucho vigor sus formas de vida tradicionales y, del mismo modo, sus lenguas. A este respecto, Luján Muñoz (1998: 57) señala que son abundantes los testimonios en los que se hace referencia al rechazo de los indígenas a aceptar el idioma español, así como otras formas de la cultura colonial en los poblados.16 Así pues, y como se indicó anteriormente, existe cierta correlación entre el origen de la población y las lenguas utilizadas, por lo que las zonas con mayor población indígena presentarán un menor grado de uso del español, y dentro de éstas, la ciudad constituirá un punto castellanizado frente al ámbito rural, donde las lenguas amerindias se mantienen con vigor. Todo esto, evidentemente, como situación general, por más que el bilingüismo más o menos imperfecto de un importante conjunto de la población debía difuminar, en cierto modo, las nítidas fronteras que se han señalado inmediatamente en la distribución lingüística del país. 4.2. En cuanto a los cambios en el ámbito cultural, en todo el territorio de la Audiencia se aprecia cierto desarrollo y potenciación de la cultura, que tiene su reflejo, por un lado, en el incremento de las instituciones de enseñanza y, por otro, en la llegada a la región de corrientes ilustradas europeas, cuyo resultado más evidente lo constituye la creación de la Sociedad Económica de Amigos del País de Guatemala en 1795. Por lo que se refiere a las instituciones docentes, Guatemala cuenta ya en el siglo

XVIII con un centro de estudio superiores, la Real Universidad de San Carlos, resultado 17 de una serie de gestiones que, a lo largo de todo el siglo XVII, se llevan a cabo ante la Corona para lograr una institución académica de grado superior: así, la nueva universidad abre sus puertas en enero de 1681 a más de sesenta alumnos, matriculados en las cátedras de Teología, Filosofía, Instituta y Lengua Cakchiquel; existen, además –

16 Entre muchos otros ejemplos, se puede aportar el siguiente, de un informe fechado el 5 de septiembre de 1748 que el Vicario General de los Predicadores envía a España sobre la situación de la Orden en Guatemala: «Predican â los Yndios sus feligreces en sus proprios idiomas en los q. los Religiosos se imponen con grande // connato, por ser necessarios p.a su Administras.on pues âunque algunos Yndios sepan el Castellano estos ni quieren que los administren en otro idioma, ni pueden calar los Misterios de nrâ Sta fee, sino en el proprio» (Ramírez Luengo s.d.). 17 Realmente las gestiones comienzan antes, y se pueden retrasar hasta 1563, cuando los dominicos, aprovechando un legado del obispo Marroquín, fundan en la ciudad de Santiago el Colegio de Santo Tomás, donde se imparten cátedras de Artes, Gramática y Teología desde 1577 (Webre 1993: 206). Véase este mismo trabajo, así como el de Castañeda (1947), para todos los avatares que conlleva la creación de la Universidad de San Carlos.

160 José Luis RAMÍREZ LUENGO: Para una historia del español de Guatemala si bien en el momento de la inauguración de la Universidad no se imparten–, cátedra de Cánones, Leyes, Medicina y Lengua Mexicana18 (Webre 1993: 206-207), siguiendo en esto lo dispuesto en el punto 109 de las Constituciones de la Real y Pontificia Universidad de San Carlos de Guatemala (Castañeda 1947: 179). Con todo, no es éste el único centro de enseñanza superior con que cuenta Guatemala, sino que existe también el Seminario Tridentino al servicio de la diócesis y el colegio jesuita de San Borja,19 que a partir de 1711 puede conferir también grados, lo que, en la práctica, equivale a conceder estatus de universidad a esta institución (Meléndez 1993: 44). Esta concentración de centros de enseñanza en la ciudad capital contrasta con la imagen que ofrece el resto de la Audiencia: así, en Comayagua existe tan sólo un seminario –fundado en 1680– con cátedra de Gramática, por lo que los estudiantes han de terminar su formación en Guatemala; el colegio de San Ramón, en León de Nicaragua, cuenta en principio con una cátedra de Gramática, a la que sólo posteriormente se añade la de Moral, y no es sino hasta el siglo XIX, con las Cortes de Cádiz, cuando se convierte en Universidad, a la par que la de San Carlos (Sáenz de Santa María 1981: 142). Costa Rica, por su parte, presenta una situación aún peor: en Cartago se funda la escuela de primeras letras recién en 1782, y sólo después se agrega una cátedra de Latín, mientras que hay que esperar a entrar en el siglo XIX para que se añada una de Filosofía (Sáenz de Santa María 1981: 142).20 Todo lo señalado anteriormente deja bien a las claras la ya mencionada concentración de centros de enseñanza en Santiago de Guatemala, lo que conlleva, evidentemente, la primacía de la capital en el ámbito cultural de la región, situación hegemónica pareja a la que se da en otros órdenes de la vida de la colonia. Una de las consecuencias de la situación inmediatamente descrita consiste en que sea precisamente en la ciudad de Santiago donde de forma prácticamente única se

18 Esta cátedra sigue en una situación semejante a la de la inauguración bastante tiempo después: en un informe del Claustro del 31 de Mayo de 1755 sobre el estado en que se encuentra la Universidad, se indica «La del Ydioma Mexicano En propriedad con 200 ps de salario su lectura de las ocho a las nueve, pero esta Cathedra â muchos años que no Se lee» (Ramírez Luengo s.d.). 19 Los jesuitas llegan a Guatemala a finales del siglo XVI y comienzan pronto a impartir cursos de gramática y latinidad, lo que da como resultado cierta rivalidad latente con los dominicos, que se acrecienta a partir de la década de 1620, momento en que ambos colegios pueden conceder grados. Para los conflictos que se producen entre los jesuitas y la Universidad de San Carlos, véanse, una vez más, Webre (1993: 206-207) y Castañeda (1947). 20 Este mismo autor señala como excepción a la anteriormente señalada concentración de centros de estudios en Santiago a Ciudad Real de Chiapa, que cuenta con un colegio de jesuitas, así como con el colegio seminario al servicio de la diócesis (Sáenz de Santa María 1981: 141).

161 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII va a poder apreciar la llegada de nuevas ideas ilustradas, hecho que se va a reflejar en el nacimiento de la Sociedad Económica de Amigos del País de Guatemala en 1795: de notable importancia para la difusión de las ideas progresistas en Centroamérica, en el campo lingüístico lucha contra el uso del latín en la Universidad, y consigue que se hable español, al menos en los actos universitarios (García Laguardia 1994: 47).21

Así pues, si bien es verdad que en el siglo XVIII se produce cierto desarrollo de la cultura y la educación en toda la Audiencia,22 también lo es, como señala Webre (1993: 205), que la tasa de analfabetismo debe de haber sido extremadamente elevada, no sólo entre la mayoritaria población indígena, que presenta un importante porcentaje de monolingües que desconocen el español, sino incluso entre los segmentos ladino y blanco de clase baja, ya castellanizados, situación que, evidentemente, se ha de tener en cuenta a la hora de escribir sobre la historia del español en la región.

5. A esta compleja situación ya descrita se superpone una no menos compleja diversidad lingüística, que hace de lo que hoy es Guatemala una zona de arraigado y vigoroso multilingüismo. En efecto, aplicando la fórmula que Ferguson (1975) propone a la hora de describir las situaciones multilingües, el estado lingüístico que la región presenta en el siglo XVIII es el siguiente:

Guatemala - 21L = 3(Sowi; 2Vgws) + 17 (Vg) + 1 (Cres)

Así pues, resulta evidente la compleja situación de la zona, que cuenta con tres lenguas mayoritarias –español, náhuatl y cakchiquel–, diecisiete minoritarias de diferente importancia –desde el quiché, con muchos miles de hablantes, a otras, como el uspanteco o el aguacateco, con algunos cientos–, y una lengua especial, el latín, que posee unas características y un estatus muy especial. Por lo que se refiere a ésta, el latín constituye lo que Stewart (1972) define como una lengua clásica, que se caracteriza muy especialmente por sus usos de tipo religioso

21 Véase en este trabajo (García Laguardia 1994: 43-55) una síntesis de las principales aportaciones y los hechos más importantes de la Sociedad Económica, así como de sus ideas políticas. Del mismo modo, véase el artículo consagrado a este tema por Martínez Durán (1952), así como el trabajo de Luque Alcaide (1962). 22 El desarrollo de la educación no sólo se da en la Universidad, sino también en las escuelas primarias: según Solano (1970: 310-311), desde 1758 a 1772 se lleva a cabo una política de alfabetización de la masa indígena, tendente a su castellanización, que conlleva la creación de numerosas escuelas en las ciudades y el ámbito rural; tal política, sin embargo, no consigue efectos demasiado brillantes, según este mismo autor señala.

162 José Luis RAMÍREZ LUENGO: Para una historia del español de Guatemala

(r), a lo que se añade, en este caso, el ser una materia estudiada en las escuelas (s) y además la lengua en la que se imparte la docencia en la Universidad (e). Por lo tanto, si bien es cierto que ocupa un estatus de notable importancia en el marco lingüístico- cultural de la colonia, también lo es que su situación es claramente diferente de la del resto de los idiomas utilizados en la zona, por lo que no resulta adecuado presentarlo en el mismo plano que el español o las lenguas amerindias. Es importante, con todo, tener en cuenta su papel como referente lingüístico y su importancia en la vida cultural del país todavía durante todo el siglo XVIII. Uno de los aspectos más destacables de la situación anterior es la constatación de la presencia de tres lenguas mayoritarias, dos de las cuales –el náhuatl y el cakchiquel– son lenguas amerindias: en ambos casos se trata de idiomas vernáculos de la región cuyas funciones son las de lengua de comunicación para una comunidad particular (g),23 su uso como lengua vehicular en todo el territorio (w) y su situación como lengua de enseñanza en la educación (s), características estas últimas en relación con el estatus de ambos idiomas como Lengua General en Guatemala. A este respecto, son numerosos los testimonios del papel de estas lenguas como instrumento vehicular de comunicación: Fr. Francisco Ximénez escribe en 1720 que «luego que llegaron aquí nuestros religiosos [...] procuraron enterarse con todas veras en el idioma más común que es la lengua cacchiquel, que dándose ésta la mano con las demás, después les fue fácil el irlas comprendiendo todas« (Ximénez 1975: 199-200), y resulta aún más claro el papel vehicular del náhuatl cuando este autor señala que «predicóles un poco fray Domingo de Medinilla en lengua mejicana, interpretándolo el cacique a la gente en la lengua de la tierra» (Ximénez 1975: 352). En cuanto a la presencia de estas lenguas en la Universidad de San Carlos, ya se ha apuntado anteriormente la existencia de cátedras de ambos idiomas, en conformidad con sus constituciones fundacionales, y al igual que ocurría en todas las universidades americanas (Dávila 1991: 5); con todo, conviene recordar que la enseñanza de lenguas indígenas no comienza en 1680 con la fundación de la Universidad, sino que se puede retrasar mucho más en el caso de Guatemala: en concreto, Dávila (1991: 5-6) señala que la primera cátedra pública de lengua indígena en esta ciudad se registra en 1575, lo que

23 A este respecto, Solano (1970: 293) indica la presencia de grupos de población que poseen estas lenguas como maternas, y que este mismo autor cifra en 10162 individuos para el náhuatl y 83000 para el cakchiquel en 1772.

163 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII pone bien a las claras la honda tradición de estudio de tales idiomas en la enseñanza colonial.24 En contraste con esta situación, el resto de las lenguas amerindias presenta un papel menor, reducidas en general a ser, dentro de una comunidad lingüística determinada, idioma de comunicación intergrupal, que en numerosas ocasiones aprende también el misionero encargado de tal comunidad como forma de integración en la misma, según señala en varias ocasiones el mismo Ximénez (1975: 352; 385; 463): «Presto no fue necesario intérprete, sabiendo todos nosotros las lenguas de la tierra»; «Otros tratábamos de enseñar las oraciones y artículos y mandamientos para que las gentes los supiesen de coro en su lengua»; «Como no se aplicaban a saber lenguas y doctrinar, no les tenían amor los indios». Como han apuntado ya numerosos estudiosos del tema (Dávila 1991: 4-6; Garza Cuarón 1991: 693), la razón de tal actitud a favor de las lenguas propias de la región se debía al interés del misionero en cristianizar rápidamente a la masa de población indígena, lo que, evidentemente, resultaba mucho más efectivo si se utilizaban sus lenguas y no se imponía, junto a la nueva religión, una lengua extraña. Así pues, si bien en este caso no se produce una promoción de estas lenguas semejante a la del náhuatl y del cakchiquel, lo cierto es que tampoco se lleva a cabo una labor de erradicación de las mismas, por lo que se produce de forma natural cierta contención en cuanto a la expansión del castellano en la zona, entorpecida –en palabras de Dávila (1991: 7)– por la actuación de los religiosos y sus organizaciones parroquiales. En cuanto al español, si bien constituye también –junto al náhuatl y el cakchiquel– una de las lenguas mayoritarias, lo cierto es que su situación presenta notables diferencias con respecto a las otras dos: así, el español se corresponde con un idioma estandarizado25 que presenta, además, carácter oficial (o), se usa como lengua vehicular en la región (w),26 en consonancia con los otros dos idiomas mayoritarios, y

24 A este respecto, señala Dávila (1991: 5) que «el aprendizaje de las lenguas aborígenes llegó a ser considerado de primerísima importancia para la administración eclesiástica del Nuevo Mundo. Por medio de la ley promulgada el 19 de Septiembre de 1580 se llegó incluso a incluir entre los requisitos indispensables para la ordenación sacerdotal». 25 En general no resulta sencillo establecer las diferencias existentes entre una lengua vérnacula (V) y una estandarizada (S); Ferguson establece la distinción del siguiente modo: «For our purposes, a language will be regarded as S rather than V only if it has reached the ‘normal’ levels of standardization and use for written purposes» (Ferguson 1975: 312). 26 A este respecto, Solano señala la presencia de indígenas hablantes de lenguas uto-aztecas en la región costera guatemalteca que «tienen que convivir con los individuos de otros pueblos, idiomáticamente diferentes a su grupo, provenientes del país mam y su influencia [...], del chuj y del quiché y cakchiquel.

164 José Luis RAMÍREZ LUENGO: Para una historia del español de Guatemala posee además cierto uso ‘internacional’ –la función (i) de Ferguson–, en el sentido de que constituye la lengua común para todas las regiones del Imperio Colonial. Resulta, pues, no sólo el sistema lingüístico favorecido por la administración, sino también la lengua de prestigio y del grupo dominante, lo que le acarrea cierta posición de superioridad frente al resto. Con todo, conviene señalar que tal preeminencia no se acompaña de una gran ventaja numérica en comparación con el resto de las lenguas: de acuerdo con los datos que Solano (1970) aporta en su importante trabajo, en 1772 el español cuenta con unos 90000 hablantes, un 29,47 % de la población, de los cuales alrededor de 40000 –en concreto, 39491– lo constituyen indígenas, en su mayoría bilingües y en algunos casos, muy probablemente, con un conocimiento muy rudimentario de la lengua española, por lo que tal porcentaje de hablantes inmediatamente apuntado, de por sí no muy alto, puede resultar incluso abultado. Además, conviene señalar –como se ha apuntado ya en varias ocasiones con anterioridad– que la distribución de los hablantes no es homogénea, sino que la zona de la capital y la costa pacífica muy especialmente presentan mayor población hispanizada, frente a lo que ocurre en el norte y el oeste, áreas de fuerte implantación indígena: a manera de ejemplo, en Sololá la presencia de indígenas castellanizados es mínima, por lo que la lengua española es hablada únicamente por la población española y mestiza, que de acuerdo con Solórzano Fonseca (1993: 21), se reduce al 2 % del total, mientras que en las alcaldías de la capital, de acuerdo con los datos de Solano (1970) y Solórzano Fonseca (1993: 21), se puede calcular un 16,41 % de hablantes de español; aún es mayor el porcentaje en la costa pacífica, en la que Solano (1970) señala un 66,69 % de indígenas con conocimiento del español, lo que, añadido a la población blanca/mestiza, permite establecer un 79,69 % de hispanohablantes, probablemente en muchos casos con un bilingüismo imperfecto, pero, en todo caso, un porcentaje muy elevado frente a las otras zonas ya indicadas. Con todo, y atendiendo a las cifras totales de la región, el español presenta un estatus muy superior a lo que constituye su uso efectivo, y, a este respecto, resulta especialmente gráfica la aplicación de la grilla de Chaudenson –con ciertas variantes

Todos estos indios habladores de estas lenguas van a utilizar entre sí como medio de comunicación, no ya el idioma de la región -el xinca y el náhuatl- sino el castellano» (Solano 1970: 297).

165 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII frente a lo que este autor propone en su trabajo (Chaudenson 1991)–27 a la situación lingüística de la Guatemala dieciochesca:

TABLA 1: SITUACIÓN LINGÜÍSTICA DE GUATEMALA EN EL SIGLO XVIII

(Clave: 1.- Español; 2.- Cakchiquel; 3.- Náhuatl; 4.- Quiché; 5.- Tzutuhil; 6.- Pocomán; 7.- Xinca; 8.- Mam; 9.- Chortí; 10.- Kekchí)

Resulta, pues, evidente, cómo el español presenta una situación claramente sobredimensionada, a semejanza del náhuatl y el cakchiquel, lenguas generales del país: en los tres casos, su estatus aparece por encima del que les correspondería por su número de hablantes, situación especialmente clara en lo que se refiere al náhuatl, que

27 Se sigue, en este caso, lo establecido por Calvet (1997: 30-35), quien toma en cuenta no tanto los países respecto de una lengua, sino más bien las lenguas respecto de un país; en cuanto a la forma de calcular el corpus y el estatus, también se han seguido criterios diferentes a los expuestos por Chaudenson (1991), habida cuenta la imposibilidad de contar con algunos elementos de juicio que este autor utiliza: así, para el corpus se han tenido únicamente en cuenta los porcentajes de población que utiliza la lengua, mientras que para el estatus se ha atendido a su oficialidad (calculando un grado de oficialidad: oficial -8, semioficial -4, no oficial -0) y a su capacidad de servir como lengua vehicular (estableciendo un índice de vehicularidad: 4 como grado máximo, y 0 como mínimo en el caso de que la lengua en cuestión se hable en una única alcaldía). A partir de los extremos resultantes de estos cálculos, con el español como lengua de grado máximo y otras (kekchí, uspanteco, etc) de grado mínimo, se ha establecido el estatus del resto. Si bien resulta evidente que el cálculo del estatus se basa en valores establecidos en cierto modo de forma arbitraria, lo cierto es que la tabla que resulta permite visualizar de forma gráfica el estado lingüístico de la región en la época, con una descripción relativamente cercana a lo que grosso modo debía de ser la situación sociolingüística de la Guatemala del siglo XVIII. Téngase en cuenta, con todo, su valor como elemento clarificador y descriptivo, sin aspiraciones a ser, en ningún caso, radiografía precisa de la realidad lingüística de la zona.

166 José Luis RAMÍREZ LUENGO: Para una historia del español de Guatemala presenta un alejamiento de la diagonal muy marcado.28 Así, de las tres lenguas mayoritarias, es el cakchiquel el idioma que, pese a estar también por encima de la diagonal, presenta una situación más cercana al estatus que le corresponde. En cuanto al resto de las lenguas, si bien es cierto que su estatus es prácticamente nulo, también lo es que son utilizadas por segmentos de población escasos que no alcanzan –a excepción del quiché, lengua, que por otro lado, presenta mayor estatus que el resto–29 el diez por ciento del total de hablantes de la región. En realidad, hay que tener en cuenta que la fragmentación lingüística regional conlleva que el establecimiento de cualquier lengua como oficial confiera a tal lengua un valor sobredimensionado por encima de su porcentaje real de hablantes, habida cuenta la ausencia de una mayoría lingüística clara que pueda imponer la suya; en este sentido, la elección del español no constituye más que la imposición de una de las minorías más numerosas –los blancos y mestizos– que contaban, además, con la ventaja no sólo de ser la élite socioeconómica de la región, sino también de defender la posición oficial del poder y de la Administración Colonial. Con todo, su relativamente bajo número de hablantes evidencia sin lugar a dudas cómo su carácter de lengua oficial equivale en este momento a poco más que su utilización en la administración, y de aquí que más del 70 % de la población lo desconozca y utilice, tanto en su relación con el poder como muy especialmente en su vida diaria, su lengua amerindia materna.

6. Así pues, el español no constituye, en la Guatemala dieciochesca, sino una más de las veinte lenguas habladas en la zona, que, si bien posee el mayor número de hablantes de entre todas ellas –debido, evidentemente, a su valor de lengua ‘oficial’ y de prestigio, y muy especialmente, de instrumento vehicular de comunicación que se superpone a la amplia variedad lingüística regional–, no por ello deja de estar muy lejos de ser una lengua mayoritaria: de acuerdo con los datos más optimistas, en 1772 un

28 En el caso de esta lengua hay que tener en cuenta que su carácter de general se debe al hecho de poseer tal estatus en el Virreinato de Nueva España, donde sí resulta lengua numéricamente mayoritaria. Así, su situación en Guatemala se ha de entender no tanto por el número de hablantes que presenta en la región – lo que da la imagen descompensada que ofrece la gráfica–, sino más bien por el grado de reconocimiento que posee en todo el territorio novohispano, lo que empuja a su declaración también como Lengua General en la Audiencia de Guatemala, aun cuando aquí sea muy minoritaria. 29 Véase, a manera de ejemplo, la apología que Ximénez lleva a cabo de esta lengua: «En esta lengua quiché son como signos naturales con tal orden y correspondencia que no hallo otra lengua más ordenada, ni aun tanto, de tal modo que me he llegado a persuadir que esta lengua es la principal que hubo en el mundo» (Ximénez 1975: 71), así como los argumentos que añade posteriormente (Ximénez 1975: 71-73) para justificar su aserto.

167 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII máximo del 30 % de la población habla español, y a este número aún se debería restar una parte importante que, pese a declararse bilingüe, muy probablemente conocerían sólo de manera muy rudimentaria la lengua, lo que reduce su número de hablantes a un porcentaje del 20-25 %. Además, la distribución de la lengua española se ajusta a determinados patrones, y así existe cierta correlación entre el uso de la lengua y el grupo socio-racial al que pertenece el hablante: de esta manera, se da una oposición uso–no uso del español que es reflejo de blanco/ladino–indígena, dicotomía racial que conlleva otras, como ciudad– campo, o norte/oeste–sur/este/centro de la región, las cuales tienen también su reflejo en la lengua. Si bien es cierto que tales dicotomías no son absolutas, también lo es que el español resulta de conocimiento más general en la costa pacífica, el este y el centro de Guatemala, en las ciudades de toda la zona y en los grupos blanco y ladino, frente a la masa indígena, más numerosa en el norte y el oeste, y muy especialmente en las áreas rurales, que mantienen con ahínco sus idiomas vernáculos.30 Por lo tanto, y de acuerdo con lo expuesto anteriormente, el español posee en la época, como lengua oficial, un papel sobredimensionado, si bien, como se indicó con anterioridad, tal estatus se refleja prácticamente de forma única en su uso en la administración y la comunicación con las autoridades peninsulares: ni siquiera en los momentos de máxima promoción del español, con la Real Cédula del 10 de mayo de

1770, en la que Carlos III ordena una serie de medidas «para que de una vez se llegue a conseguir el que se extingan los diferentes idiomas de que se usa en los mismos dominios y sólo se hable el castellano, como está mandado por repetidas leyes, reales cédulas y órdenes expedidas en el asunto» (Torres Revello 1962: 524), logra el español imponerse como lengua de uso general en Guatemala, muy especialmente por la falta de medios para llevar a cabo tal empresa (Torres Revello 1962: 524; Solano 1970: 310), pero también por la actitud negativa, tanto de los propios indígenas como de los colonos españoles respecto a la castellanización de éstos, lo que no hace, según indica Dávila (1991: 7) sino «reflejar su profunda satisfacción con el modelo de la segregación del que tanto provecho obtenían».

30 A estas dicotomías es posible añadir aún una más en el caso de los bilingües, representada por los polos vida pública–vida privada: así, es probable que tales bilingües se expresen en español en su vida pública, mientras utilizan el idioma amerindio en el ámbito familiar o de la vida privada en general. Se suman, pues, a los factores de tipo diatópico y diastrático, otros de tipo diafásico en el caso de aquellos hablantes con conocimiento de dos o más idiomas, lo que añade, evidentemente, mayor complejidad y dinamismo a la situación lingüística ya descrita para la región.

168 José Luis RAMÍREZ LUENGO: Para una historia del español de Guatemala

No va a ser, pues, durante el siglo XVIII cuando el español se transforme en lengua general en la Audiencia de Guatemala, sino que la castellanización en masa se llevará a cabo ya tras la Independencia, en el siglo XIX: en la centuria ilustrada, ciertamente, se va sentando cierta canalización lingüística de la masa indígena a favor del idioma europeo, tanto por necesidad y comodidad como por prestigio, a través de instrumentos como la ayuda oficial facilitada por la enseñanza religiosa que ahora se impone en español, el proteccionismo ventajoso hacia los que conocen el idioma de la administración y la misma panorámica lingüística regional, que favorece el uso de una lengua vehicular (Solano 1970: 296-298), pero será sin lugar a dudas en la época de la Independencia cuando, como indica Garza Cuarón (1991: 705), «los gobiernos liberales, que buscaban una educación igualitaria, pudieron implantar, de manera definitiva, una educación en español para toda la población»,31 lo que servirá, ahora sí, para imponer la lengua española como idioma oficial y de conocimiento –más o menos– general en las nuevas repúblicas que se reparten el territorio de la antigua Audiencia de Guatemala.

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31 La importancia concedida a este asunto por parte de los estamentos ilustrados queda patente en las peticiones que los diputados centroamericanos presentan en las Cortes de Cádiz de 1812: varios de ellos abogan por el bienestar de los indígenas, y en concreto Dávila, diputado por Chiapas, apunta la necesidad de reunirlos en pueblos donde haya sacerdotes suficientes para que los doctrinen y les enseñen castellano, procurando que los feligreses aprendan este idioma (Zárate Toscano 1989 : 22-24).

169 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

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LA LINGÜÍSTICA Y LA LITERATURA ILUSTRADAS EN ESPAÑA Y EN EUROPA

INTRODUCCIÓN

MARA FUERTES GUTIÉRREZ M.ª JOSÉ GARCÍA FOLGADO Universidad de Valladolid / Universitat de València

En el bloque titulado La lingüística y la literatura ilustradas en España y en Europa se recogen tres contribuciones centradas en el análisis de cuestiones diversas atingentes 1) a las relaciones literarias existentes entre Italia y España a lo largo del siglo XVIII y su influencia en las lenguas a partir del estudio de ciertas traducciones; 2) a las ideas lingüísticas sobre la dignidad de una lengua minoritaria, el gallego, vigentes durante la centuria ilustrada y 3) a las dificultades de redacción de determinadas partes de la gramática sufridas por los autores de la época.

En primer lugar, Andrés NAVARRO LÁZARO, en su contribución «Las traducciones castellanas de las óperas bufas de Carlo Goldoni: el caso de La buona figliuola», aporta una muestra de la influencia italiana en el teatro español escrito y representado a lo largo de la centuria ilustrada. En concreto, se describe el proceso de adaptación de dicha obra –llevada a escena por primera vez en Parma (Italia) en 1756– para el público español: se enumeran las representaciones documentadas en varias localidades, como Barcelona, Cádiz, Madrid, Sevilla, Valencia o Valladolid, se cita a los autores responsables de la elaboración de cada una de las traducciones correspondientes y se destacan las diferencias más notables existentes entre ellas. Asimismo, se explica el procedimiento empleado para adaptar la métrica italiana a la versificación española, en el cual se ponen de manifiesto los esfuerzos de los

© FUERTES GUTIÉRREZ, Mara y M.ª José GARCÍA FOLGADO. 2004. «La lingüística y la literatura ilustradas en España y en Europa. Introducción». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 171-173. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

traductores por permanecer fieles al texto original y también por mantener el tono de la obra. Por último, se insiste en la trascendencia de la huella de Goldoni en la opereta y la zarzuela españolas a lo largo de los periodos de la Ilustración y el Romanticismo y se resalta la conveniencia de su estudio.

En segundo lugar, Ana RODRÍGUEZ BARREIRO examina el ideario lingüístico del padre Martín Sarmiento en su artículo «Alba de nós. Pasado y presente de las reivindicaciones sociolingüísticas de Martín Sarmiento». El estudio se inicia con un recorrido muy bien documentado y detallado por la biografía del autor, con especial atención a aquellos episodios que influyen en la gestación de sus ideas lingüísticas; más adelante, se repasa la política lingüística promulgada por los primeros borbones y su efecto en la lengua gallega; por último, se analizan y se comentan los argumentos sarmentianos que fundamentan su defensa del gallego como sistema comunicativo tan útil y válido como otras lenguas, como la española o la latina. Al final, la investigadora recuerda la necesidad de dar continuidad a los ideales manifestados por el lingüista gallego, que implican trabajar para que «[...] en este país se eduque, se rece y se imparta justicia en gallego. [...]» (pág. 205).

En tercer lugar, M.ª Elena JIMÉNEZ DOMINGO se ocupa de «La pronunciación en las gramáticas de Buffier (1711) y de Vayrac (1714)». En este trabajo, se exponen las dificultades para abordar el estudio de la pronunciación en los tratados gramaticales para extranjeros redactados durante el siglo XVIII por la falta de desarrollo de la metodología de la que se dispone en la actualidad. Por una parte, se presentan los sistemas de pronunciación que propone cada autor por orden cronológico y se hace notar la dependencia de ambos de la ortografía. Por otra parte, se señalan las influencias racionalistas patentes en ambos textos, procedentes de la Grammaire genérale et raisonnée de Port-Royal (1660), de modo que resulta posible afirmar que aunque en la teoría lingüística de principios del siglo XVIII se producen avances respecto a la centuria anterior, estos no se reflejan de manera inmediata en los tratados pedagógicos redactados entonces. Entre estas tres aportaciones se aprecia un nexo de unión: el estudio del tratamiento de algunas lenguas europeas a lo largo del siglo XVIII en contextos diversos. La heterogeneidad de los enfoques y planteamientos que ofrece esta sección permite presentar un panorama abarcador sobre determinadas cuestiones lingüísticas que preocupan a los eruditos de la centuria ilustrada, como las relaciones del español con

172 M. FUERTES y M. J. GARCÍA: La lingüística y la lit. ilustradas en España y en Europa. Introducción

otras lenguas, la defensa de una lengua minoritaria o los recursos necesarios para facilitar el aprendizaje de una lengua a los extranjeros. Por último, cabe apuntar que los tres investigadores coinciden en el resalte de dos cuestiones relativas a la historia de la ciencia y la cultura: en primer lugar, se constata la actualidad de algunas de las ideas defendidas por los eruditos del siglo XVIII; en segundo lugar, se insiste en la necesidad de profundizar en los tópicos analizados en sus estudios para conocer con exactitud las aportaciones de tales estudiosos a la evolución y el desarrollo de la lingüística y la literatura europeas.

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LAS TRADUCCIONES CASTELLANAS DE LAS ÓPERAS BUFAS DE CARLO GOLDONI: EL CASO DE LA BUONA FIGLIUOLA1

ANDRÉS NAVARRO LÁZARO Universitat de València

Esta breve contribución pretende iluminar nuevos caminos para el estudio de la influencia italiana en el teatro español del siglo XVIII, y más concretamente profundizar en la recepción del teatro de Carlo Goldoni en la península ibérica. Dentro de la creciente italianización de la cultura española en el siglo XVIII, podremos conocer la manera en que un tipo de teatro italiano se introduce en España, a través del estudio de una ópera bufa, La buona figliuola; podremos así mismo notar qué tipo de recepción tiene y cómo es adaptado para el público español. Para ilustrar todo ello me valdré de la valiosa información que la profesora Inés Rodríguez, especialista en Goldoni, ha puesto a mi alcance.

Hacia la década de los años sesenta del siglo XVIII, los dramas jocosos de Goldoni se representaban cada vez con mayor frecuencia en España. En aquellos años se produce un movimiento de actores y compañías italianas que se desplazan a España para representar dramas jocosos u óperas bufas, que gustaban mucho al público. En el año 1761 una compañía italiana representa en Barcelona La buona figliuola. De esta representación nos ha llegado el libreto correspondiente, publicado en Barcelona, con el texto en italiano.2 Goldoni escribió la obra en 1756 tomando como base su propia comedia Pamela, inspirada a su vez en la novela de Samuel Richardson. La primera

1 Este artículo ha sido realizado gracias a los fondos de la beca predoctoral FPI01-B-96 de la Conselleria de Cultura de la Generalitat Valenciana. 2 La buona figliuola, Dramma giocoso per musica da rappresentarsi nel teatro della molto illustre città di Barcellona, nell’anno 1761. Dedicato al molto illustre sign. Ugone Urries e Urries ... Colonello del

© NAVARRO LÁZARO, Andrés. 2004. «Las traducciones castellanas de las óperas bufas de Carlo Goldoni: el caso de La Buona Figliuola». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 175-181. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII edición de esta obra se imprimió con motivo de su representación en Parma en 1756. El éxito de la obra hizo que se multiplicaran las representaciones y las ediciones, la de Roma de 1760, las de Bolonia de 1760 y 1761, o la de Venecia de 1762. Las compañías italianas de teatro cómico se aventuraban entonces fácilmente a viajar al extranjero, con obras de éxito asegurado. De esta manera la fama italiana de La buona figliuola provocó seguramente la exportación de la obra fuera de Italia, y así llegó a Barcelona, puerto de mar muy ligado al comercio con Génova. Después de las representaciones de Barcelona en 1761 se conservan noticias de que los integrantes de la compañía italiana se desplazaron a Cádiz para interpretar tres obras de Goldoni, entre ellas La buona figliuola. La compañía que partió para Cádiz, en un primer momento modesta, se amplió y mejoró con la llegada desde Barcelona de Pietro Canovai y de Faustina Tedeschi, dos virtuosos del género que ya eran famosos en los escenarios italianos. Las tres obras fueron traducidas por D. Juan Pedro Maruján y Cerón «poeta gaditano de fama, sobre todo en lo satírico y jocoso» (Cotarelo y Mori 1917: 265). Las traducciones que se hacían con motivo de estas representaciones eran rigurosas y trabajadas. Funcionalmente servían simplemente a los espectadores para comprender mejor y seguir la obra durante su representación en lengua italiana, sin embargo los traductores, si tenían ya cierta fama de poetas como en el caso de Maruján y Cerón, trasladaban el texto con versos y rima españoles. Observemos que para las representaciones de las óperas se publicaban libretos bilingües en los que el traductor intentaba imitar el original con una traducción en verso. Así fue como en 1762 se representó en Cádiz La buona figliuola, traducida por Maruján y Cerón con el título de La buena hija. En el reparto de los actores Pietro Canovai y Faustina Tedeschi aparecen como intérpretes de los mismo personajes que en Barcelona, por lo que podríamos suponer que fueron ellos los introductores de esta ópera en el Teatro Italiano de Cádiz. El título dice así: La buena hija / drama jocoso / en música / para representarse en / el Teatro Italiano de la nobilis- / sima ciudad de Cádiz, este / año de 1762 / traducisa del idioma ita- / liano al español, en metro castellano, / por Don Juan Pedro / Maruján y Cerón / en Cádiz, por Don Manuel Espinosa, Impresor de la Real Marina.3 En lo que a los personajes se refiere, si nos atenemos al original, en esta traducción desaparece el personaje de Paoluccia (una camarera de la Marquesa), cuyo

Reggimento di Dragoni di Belgica ..., Barcellona, per Francesco Generas (cf. Cotarelo y Mori 1971: 233- 234). 3 Biblioteca Nacional de Madrid, Signatura: T / 7314; en adelante citaré con las siglas BNM.

176 Andrés NAVARRO LÁZARO: Las traducciones castellanas de las óperas bufas de Carlo Goldoni texto ya en las ediciones italianas de Bolonia 1760 y 1761 era interpretado siempre por el personaje de Sandrina. Aquí veremos sin embargo una diferencia, puesto que en las escenas en que compartían papel Sandrina y Paoluccia, el texto ya no pasa a ser sólo de Sandrina, sino que Mengotto toma el papel de Paoluccia.

Así en el acto I, escenas VIII-X, el personaje de Paoluccia es sustituido por

Sandrina. En el acto II escena VIII, en la que compartía escena con Sandrina, el personaje de Paoluccia pasa a Mengotto, al igual que en la escena XV del mismo acto. Ya en el acto III, en la primera escena, el aria final de Paoluccia es omitida, como pasaba en las ediciones del texto italiano de Bolonia 1760 y 1761 y de Venecia de 1762.4 En la edición y traducción de Cádiz se omite así mismo el aria final de la marquesa que cierra 5 la escena IV del tercer acto, que en las ediciones italianas fue sustituida por otras arias. Cosa que no era rara, ya que muchas veces estos dramas jocosos se mutilaban y retocaban según el gusto del público, y se añadían arias famosas de otras obras. La traducción tiene las características siguientes. Intenta seguir lo más posible el texto italiano, es una traducción fiel y literal. Siempre que le es posible imita el verso y la rima italianas, aunque a veces, suponemos que por razones de dificultades métricas, Maruján y Cerón sigue dos soluciones: o retoca el texto para mantener un verso o una rima o se mantiene más fiel al texto y cambia el tipo de métrica. Por ejemplo, tenemos la entrada primera de Cecchina, en la que se mantiene el verso octosilábico del italiano:

Che piacer, che bel diletto ¡Qué placer tan delicioso È il vedere, in sul mattino, es en el jardín hermoso Colla rosa il gelsomino de el jazmín y de la rosa In belleza gareggiar mirar la contienda hermosa! (Acto I, esc. I)

En otras ocasiones el verso es adaptado a la versificación española. El ejemplo más claro es el recitativo, que en italiano se compone sobre todo de una consecución libre de versos de siete y once sílabas. Esta consecución libre se adapta a la tradición teatral española y la mayoría de las veces el recitativo se traduce con versos octosílabos pareados, como en los romances castellanos. Hay otros casos, sin embargo, cuando el recitativo tiene un carácter de gravedad, como el lamento de Cecchina en el acto II

4 Cf. GOLDONI, Carlo. 1902-1960. La buona figliuola. En Opere complete. Venezia: Municipio di Venezia. Todos los textos italianos que citaré han sido extraídos de este volumen, por lo que en adelante citaré entre paréntesis sólo por número de acto y escena. 5 Cf. ibid., p. 58.

177 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

escena XII, los versos heptasílabos y endecasílabos alternos del italiano pasan a ser pareados de once sílabas, al modo del arte dramático español. Vemos así como en una aria como la de Mengotto del acto I escena II, que en italiano era de heptasílabos en español se traduce en octosílabos, supuestamente más naturales a la prosodia española:

Non comoda all’amante Aunque el amor de pariente L’affetto di parente A un amante no contente Però è meglio che niente: Más vale algo que nada: Mi voglio contentar. Yo me quiero contentar. (Acto I, esc. II)

En las escenas finales del tercer acto, a partir de la VIII, sigue este juego de proporción entre prosodia, versos y rimas. Así el dueto del Marqués y de Cecchina es traducido fielmente en versos de siete y cinco sílabas aunque el traductor debe hacer algunos cambios en la sucesión de las rimas. La traducción de la escena final es la más fiel de la obra y mantiene verso (heptasílabo), aunque la rima no la reproduce con exactitud:

Marqu: Porgetemi la destra Dame tu mano hermosa Sposina mia vezzosa, Quedida esposa amada Cecch: Sarò felice sposa Seré feliz esposa Ma umile ogn’or sarò Y humilde aunque esalzada. (Acto I, esc. final)

Cotarelo y Mori nos indica el éxito clamoroso de esta obra de Goldoni en España e ilustra a su vez la importancia que tenía el teatro en la sociedad de la época: «Dio Goldoni a su obra el título de Cechina, ossia la buona figliuola y fue uno de los éxitos teatrales más grandes que se han conocido. Modas, peinados, artículos de comercio, fondas; todo fue a la Cechina durante algún tiempo» (Cotarelo y Mori 1899: 69). Deberemos esperar a 1770 y volver a Barcelona para encontrar otra traducción de La buona figliuola. Pero esta vez nos encontramos ante una traducción diferente. Si leemos el libreto vemos que la ópera se ha convertido en una zarzuela: se han eliminado las divisiones en actos y escenas, y se han omitido varias arias. El título dice así: Zarzuela famosa / La buena muchacha / o / Bella figliola / drama jocoserio / para representarse / en el teatro de la muy / ilustre ciudad de Barcelona / en el año de 1770 / por la compañía / cómico – española / de Zaragoza / de que es autor Carlos Vallés /

178 Andrés NAVARRO LÁZARO: Las traducciones castellanas de las óperas bufas de Carlo Goldoni traducida / por Don Antonio Bazo. / Barcelona: en la oficina de Pablo Campins impresor, calle de Amargós.6 El mismo título nos da las pistas de las diferencias entre la obra de Cádiz, traducida por Maruján y Cerón, y la de Barcelona, traducida por Bazo. En primer lugar se habla de zarzuela, lo que conlleva unas características especiales de género. En segundo lugar, la compañía de actores ya no es italiana, sino española, y los actores españoles cantaban en español. En tercer lugar el libreto ya no es bilingüe, sino que está escrito sólo en español. Además, no se incluye en ningún lugar el nombre de Carlo Goldoni, autor del texto italiano original, contrariamente a lo que sucedía en la traducción gaditana. Esta es la misma zarzuela, con idéntico texto se representará dos años después en Valladolid por la misma compañía, dirigida por Joseph Vallés.7 Como las diferencias entre las dos son mínimas, las comentaremos conjuntamente a continuación. Como hechos de relevancia desde el punto de vista textual, observamos que reproduce los cambios de los personajes que habíamos notado en la traducción de Cádiz respecto al original goldoniano. Paoluccia es sustituida funcionalmente por Sandrina y por Mengotto (en esta traducción Bartolo) en las escenas VIII-X del primer acto y en las escenas VIII y XV del segundo acto. Como en Cádiz, desaparece el aria de Paoluccia que cierra la escena I del tercer acto. Así mismo es omitida el aria de la Marquesa de la escena IV del tercer acto, que como comentábamos arriba ya en Italia se sustituía por otras arias más famosas. Estas coincidencias textuales nos pueden llevar a la conclusión provisional de que el texto del que derivan ambas traducciones proviene de una misma edición italiana cercana a las de Bolonia de 1760 y de 1761 y la de Venecia de 1762, por la coincidencia temporal y los parecidos en las variantes textuales. Podemos suponer que los actores Pietro Canovai y Faustina Tedeschi exportaron un texto con esas características a Barcelona entre los años 60 y 61, que ese mismo texto sirvió para la representación de Cádiz y la traducción de Maruján y Cerón, y que a su vez este texto pasó a ser la base sobre la que trabajó Bazo para su adaptación de zarzuela. Cuando hablamos de adaptación nos referimos a que Bazo utilizó como base de trabajo un texto de La buona figliuola, pero que para transformarla en zarzuela hizo cambios mucho más significativos que Maruján y Cerón. La zarzuela tiene unas

6 BNM, Signatura T / 24603. 7 Zarzuela famosa / La buena muchacha / o / bella figliola / drama jocoserio / para representarse / en el teatro de la muy / Ilustre ciudad de Valladolid / en el año de 1772 / por la compañía / cómico-española / de que es autor Joseph Vallés / traducida / por Don Antonio Bazo / con la licencia necesaria / En Valladolid: en la imprenta de Doña María Antonia Figueroa (BNM, T 24602).

179 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII características que la diferencian de la ópera, de dos actos frente a los tres de la ópera; la supresión del recitativo sustituyéndolo por partes habladas y la caracterización de unos personajes y de un ambiente castizo, de acuerdo con las modas de la época en la que se llevaba el majismo. Por lo tanto, para adaptarse al nuevo género Bazo tuvo que retocar mucho el texto. Se cambian los nombres: Cecchina pasa a Fenisa, Tagliaferro para a Cortayerro, Mengotto pasa a Bartolo. Se omiten muchas arias de tipo lírico (por ejemplo, el aria final del marqués de la escena VII del acto II, o el de Fenisa de la escena

X del acto II, entre otras) mientras se mantienen otros cuadros más cómicos (como el dueto de Sandrina y Bartolo de la escena VIII del segundo acto o el cuadro de Bartolo,

Sandrina, Cortayerro y Fenisa de la escena XV del acto II). Se llegan a omitir también escenas enteras (por ejemplo la escena VI del acto tercero). La caracterización de los personajes se acerca a ese casticismo tan de moda en la época, sobre todo en los personajes plebeyos. Las características burlescas de los siervos Sandrina y Bartolo, leves en Goldoni, se intensifican en la traducción de Bazo. Por ejemplo, encontramos al final una intervención de Sandrina que no existe en el original italiano, cuando acepta casarse con Bartolo: «Me conformo, que un marido / No es tan fácil de encontrarse». En lo que respecta a los metros utilizados, se produce una adaptación total a la prosodia del teatro español. Así se utilizan mucho los pareados de ocho sílabas, menos para los casos de gravedad en el discurso en que se utilizan los pareados de endecasílabos (por ejemplo el que apuntábamos más arriba de la escena XII del segundo acto con Fenisa). Como sucedía también en la traducción de Maruján y Cerón, en las dos últimas escenas vuelven los heptasílabos (en el aria «la baronessa amabile» / «La varonesa amada», p. 59) y pentasílabos («Vent’anni sono» / «Veinte años hace», p. 59), más fieles al original italiano. Concluyendo, hemos visto a través de la descripción de una única obra, La buona figliuola, una derivación de lo que podría ser la adaptación española de una pieza operística italiana del siglo XVIII, obra de Carlo Goldoni. Hemos visto cómo una compañía italiana, segura del éxito obtenido en Italia, lleva la misma obra a los escenarios españoles. La difusión y éxito en Barcelona hace que la representación se extienda a otras ciudades de nuestro país; hemos hablado de Cádiz (pues es la primera traducción que conocemos), pero tenemos noticias de que se representó también en Sevilla en 1764, en Madrid en los años 1765, 1767, 1769, en Valencia en 1769, en Sevilla también en los años 1774 y 1775, y otra vez en Valencia en 1777 etc. La fama de La buona figliuola llegó a imponer modas. Y de ahí llegamos a la aparición de una

180 Andrés NAVARRO LÁZARO: Las traducciones castellanas de las óperas bufas de Carlo Goldoni adaptación zarzuelística de la misma obra –fiel en cuanto al contenido de la fábula, adaptación en cuanto al medio y la forma– seguramente a raíz de una demanda del público que deseaba escuchar a la Cecchina cantando en español. Este camino no es otro que el que siguieron otras óperas bufas de Goldoni, como Gli Uccellatori o Il mercato di Malmantile, traducidas y adaptadas con los títulos de Los cazadores y La feria de Valdemoro. Queda sin embargo mucho por explorar entre las huellas que el teatro cómico y la ópera neoclásica reformados de Goldoni –aunque quizás en menor medida que su comedia nueva– dejaron impresas en la tradición de la opereta y la zarzuela españolas de la Ilustración y el Romanticismo.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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ALBA DE NÓS. PASADO Y PRESENTE DE LAS REIVINDICACIONES SOCIOLINGÜÍSTICAS DE MARTÍN SARMIENTO

ANA RODRÍGUEZ BARREIRO Universidade de Santiago de Compostela Campus de Lugo

Con motivo de la proximidad del Día das Letras Galegas, dedicado en 2002 a la figura insigne de Fr. Martín Sarmiento, el diario La Voz de Galicia publicaba el 9 de mayo de este año un suplemento especial que subrayaba desde sus comienzos, con una breve introducción titulada «Alba de nós», la significación del homenajeado en el tránsito de los Séculos Escuros al Rexurdimento de la cultura y las letras gallegas:

Con el remata a noite dos Séculos Escuros na cultura do país. Coa súa teimuda defensa de Galicia, coa súa inmensa erudición e co seu labor de investigación, Sarmiento trae a luz que escorrenta as tebras, fai xurdir a conciencia de ser e sentirse galego [...]. Coa súa autoridade intelectual, Frei Martín Sarmiento botou os alicerces da Galicia contemporánea. Con el rompe a luz primeira dos nosos días ([Redacción de La Voz de Galicia?] 2002: 1).

Nos proponemos aquí, pues, repasar lo que de alba hay en el intento de Sarmiento por dignificar el idioma gallego, combatiendo viejos prejuicios y autoodios y reclamando una extensión de los usos sociales de la lengua a la esfera de lo público, concretamente a los ámbitos de la enseñanza, la Iglesia y la administración. Partiremos para ello de una necesaria aproximación a la vida de Fr. Martín, así como a los avatares políticos de la España de los primeros Borbones, circunstancias ambas que creemos pueden ayudar a explicar, aunque no justifiquen por sí solas, algunas de las premisas básicas del ideario lingüístico sarmentiano. No será difícil, finalmente, advertir, a la luz

© RODRÍGUEZ BARREIRO, Ana. 2004. «Alba de nós. Pasado y presente de las reivindicaciones sociolingüísticas de Martín Sarmiento». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 183-207. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

de determinados hechos recientes,1 la vigencia de unas reivindicaciones que, casi tres siglos después de su inicial formulación, todavía no han alcanzado total cumplimiento.

2 1. PARA UNA BIOGRAFÍA LINGÜÍSTICA DE SARMIENTO

Pedro José García Balboa, Perucho en el seno de su familia, Martín Sarmiento para la historia de la lengua y literatura gallegas, nació en Villafranca del Bierzo, provincia de León, el 9 de marzo de 1695. Hijo de padres gallegos3 –Alonso García Gosende era natural de Cerdedo (Pontevedra) y su esposa, Clara Balboa Sarmiento, de Samos (Lugo)–, Fr. Martín viene al mundo en el Bierzo por razones que se dirían, en este caso más que en algún otro, ajenas a su voluntad. Los padres se habían trasladado allí, donde habían ido naciendo los primeros hijos del matrimonio, por motivos laborales, ya que Alonso, maestro arquitecto, había sido requerido unos años antes para dirigir en Villafranca las obras de la Colegiata y de la casa de los marqueses de Medina Sidonia, mas, cuando sólo contaba Sarmiento cuatro meses de edad, y nombrado el padre Correo Mayor, regresarán a Galicia para asentarse definitivamente en Pontevedra, ciudad a la que nuestro polígrafo se sentirá ligado hasta el punto de ocultar reiteradamente en sus obras su verdadero lugar de nacimiento (cf. Pensado 1997: 183- 184). En Pontevedra, la primera lengua del niño Pedro José es el gallego, según él mismo se encarga de señalar en diversas oportunidades («sólo he mamado la lengua gallega, que con ocasión de venir a tomar el santo hábito, olvidé casi del todo, y me di a la lengua castellana»; Sarmiento 1998b[1766]: § 3),4 y tal y como se desprende de la transcripción ocasional de sus propias conversaciones infantiles (Sarmiento 1998c[1769]: § 134 o § 480). El gallego parece seguir siendo, además, la lengua

1 Los tres acontecimientos puntuales con los que ejemplificaremos, en §§ 3.1, 3.2 y 3.3, la actualidad de las reivindicaciones de Sarmiento no quieren ser más que una fugaz referencia al presente que figura en el subtítulo de este trabajo («Pasado y presente de las reivindicaciones sociolingüísticas de Martín Sarmiento»). En ningún caso, persiguen ofrecer un análisis, ni siquiera somero, de la situación sociolingüística de la Galicia de comienzos del siglo XXI. 2 El lector interesado puede encontrar datos biográficos (en general, biobibliográficos) de Martín Sarmiento en recientes y ya abundantes obras: entre otras, Allegue (2001), Axeitos (2002b), Barreiro Barreiro (2002b), Barrio Barrio (2001), Carballo (2002), Carreiro (2000), Casares (2001), García Tato y Suárez Piñeiro (2001) y Rabuñal (2002a). 3 Sobre los ascendientes de Sarmiento, cf. Crespo del Pozo (1995[1972]), García Yebra (1997) y Rodríguez Fraiz (1995[1972]). 4 Aquí y en adelante, suprimimos de las citas de Sarmiento las aclaraciones parentéticas, los asteriscos, las cruces y las cursivas que, presentes en las ediciones críticas que manejamos, no sean imprescindibles para

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habitual de su familia años después: es la que utilizan sus sobrinos en la conversación ordinaria (Sarmiento 1998b [1766]: § 364) y la que escoge su cuñada Magdalena para dirigirle una de las escasas cartas que, escritas en gallego, han llegado hasta nosotros desde los Séculos Escuros (cf. Rodríguez Montederramo 1998). La primera relación seria del niño con el castellano debió de producirse, pues, en el momento de su escolarización, inicialmente en el Colegio de la Compañía de Jesús de Pontevedra, donde aprende a leer, escribir y contar, y más tarde en el benedictino monasterio de San Salvador de Lérez, en el que estudiará Artes entre 1702 y 1709. Sabemos que fue maestro de Pedro José el jesuita Alberto de Cela, quien, «converso ó castelán» (Pensado 1997: 185; cursiva del autor) y «agresivo para a lingua de seus pais» (ibid.), le castigaría más de una vez por expresarse, dentro del dominio formal de la enseñanza, en una lengua B que, como tal, se quería relegada a los usos informales del idioma. Las denuncias al antipedagógico sistema de impartir las primeras letras en una lengua que el alumno no conoce se suceden prácticamente sin interrupción en la obra de Sarmiento:

En la explicación de una voz extraña a un idioma, no deben entrar otras voces extrañas, que necesiten de explicación, sólo han de entrar las voces vulgarísimas, triviales y que entiendan todos. Lo demás es querer explicar ignotum per ignotius. El gallego no necesita de lengua extraña para explicarse y para explicar todos sus conceptos (Sarmiento 1998c[1769]: § 19),

y descansan, como tan bien ha señalado el Prof. Mariño Paz (1993: 88), «sobre unha base de experiencias persoais» a las que el propio Fr. Martín alude, siquiera indirectamente, en alguna ocasión (v. gr. Sarmiento 1984[1768]: § 215 y 1998c[1769]: § 186). Téngase en cuenta, sin embargo, que no todos los profesores dejarán idéntica huella en la personalidad intelectual y lingüística de Sarmiento y que, al lado del P. Alberto de Cela, pero ejerciendo una influencia diametralmente opuesta, hay que situar al ilustre Benito Jerónimo Feijoo, con quien tal vez coincidiera ya nuestro autor en el monasterio de Lérez, y quien seguramente le inculcaría un mayor respeto por la lengua y la cultura del país. En mayo de 1710, con sólo quince años, Pedro José abandona Pontevedra y parte hacia Madrid, donde ingresa como novicio en el convento benedictino de San Martín, de cuyo patrón debió de tomar el nombre, y donde profesa un año después, en

la adecuada interpretación de los textos. Respetamos rigurosamente, sin embargo, la ortografía y la puntuación, que en muchos casos resultarán, por ello, extrañas al castellano actual.

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mayo de 1711. En Madrid, la lengua seguirá siendo, de algún modo, motivo de padecimientos para el joven Sarmiento, que ve ahora cómo sus compañeros hacen burla de su acento gallego y de su incapacidad para pronunciar el sonido fricativo velar sordo del castellano, sonido que, ajeno a la fonética gallega, la cual conoce, en cambio, una unidad fricativa palatal sorda, realizaba Fr. Martín como oclusivo / relajado velar sonoro (gueada). Pero el muchacho, lejos de guardar silencio y de abandonarse al autoodio, desafía a sus interlocutores con argumentos5 que, aunque precientíficos en muchos aspectos, desde un punto de vista sociolingüístico resultan inapelables: es la verdad de quien defiende la diversidad lingüística, frente al error de quien se mantiene en una reduccionista uniformización; la senda hacia la dignificación del idioma estaba empezando a dibujarse:

Es verdad que los gallegos rústicos no entran bien en algunas pronunciaciones moriscas que hay en la lengua castellana [...]. Tampoco las tres naciones dichas pueden entrar en esas pronunciaciones africanas. Y con todo ninguno se rie de ellos; esa risa está reservada contra los gallegos. Bien es verdad que los gallegos se podrán reír también de los castellanos porque no aciertan con la pronunciación gallega [...]; en especial en las letras Ge, Gi, Jota y X. A un castellano, que chasqueaba a un gallego porque no pronunciaba Geronymo a lo moruno, sino Gueronymo a la griega y a la latina, le dije yo que pronunciase a la gallega estas voces que yo pronuncié antes: Jorge, axênxos, San Xenxo, alxouxares, desêjo, agergillar, etc.; y todos se ríeron de su ineptitud para pronunciarlas. Hace ya cuarenta y dos años que a otro que quiso reírse de mi [...], le dejé con un palmo de su boca abierta, probándole que, no él, sino los gallegos, pronunciaban mejor la Ge, Gi, y le cité el Arte de Nebrixa [...]. Púsele el Arte en la mano, y le di registrado aquel pasaje en que Nebrixa dice que la pronunciación de los castellanos en las sllabas Ce, Ci y Ge, Gi, es una corrupción, pues se deben pronunciar uniformemente, como si fuese con K, v. g., Ka, Ke, Ki, Ko, Ku, y la G como si tuviese U liquescente, Ga, Gue, Gui, Go, Gu. Los latinos jamás pronunciaron la G como Je, Ji, pues no tenían letras guturales. Los griegos de hoy no pronuncian la voz angelus como anjelos, sino muy suavemente, como anguelos no sonando la U [...]. Espero que los gallegos que se hicieren cargo de estos papeles, tendrán bastantes materiales para tapar la boca de los baladrones, que sólo hablan su lengua como papagayos, y que, no como racionales, sino como papagayos chocarreros, se rien de lo que no entienden (Sarmiento 1998c[1769]: §§ 117- 120).

Entre 1711 y 1727, Sarmiento alterna su residencia madrileña con estancias en Iratxe (Navarra), donde estudia Artes y Filosofía; Salamanca, ciudad en la que cursa Teología en el Colegio de S. Vicente; Eslonza (León), a cuyo monasterio acude en calidad de pasante; Celorio y Oviedo, enclaves asturianos testigos de su faceta como profesor de Teología y orador –en Oviedo, además, se encuentra con Feijoo, a quien lo

5 Dos son las armas con las que, según Monteagudo (1997: 28), y tal y como se observa en la propia cita del Onomástico que transcribimos, Sarmiento contraataca a quienes se burlan de su pronunciación de la j castellana: a) el tópico según el cual dicha articulación se debía al influjo árabe, y b) el reto a los castellanohablantes para que pronunciaran el sonido gallego correspondiente.

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unirá ya para siempre un vínculo de admiración y amistad–; Galicia, adonde acude, por vez primera desde la partida, en 1725; y Toledo, en cuyo archivo catedralicio entra en contacto con la literatura medieval. En cuanto anticipación de sus dos periplos gallegos posteriores, se tiñe de cierto valor simbólico el viaje que Fr. Martín realiza a Galicia en 1725, posiblemente para despedirse de su madre, a la que ya no volverá a ver con vida, y durante el cual, a lo largo de tres meses, visita, entre otras, las localidades de Ribadeo, Mondoñedo, Betanzos, A Coruña, Santiago, Pontevedra, Tui y Ourense. Sarmiento reabre, pues, el diálogo con la naturaleza, las gentes, y la lengua gallega, si bien no manifiesta todavía una particular inclinación hacia el estudio científico del idioma materno (Sarmiento 1998b[1766]: § 6). De vuelta en Madrid, 1728 es «el primero de sus largos años de sosiego» (Pensado 1995[1972]: 26), únicamente interrumpidos ya para regresar transitoriamente a Galicia en 1745-1746 (nueve meses de viaje) y 1754-1755 (más de dieciocho meses). En Galicia, Sarmiento se entrega sin descanso a la recogida de las más diversas voces gallegas, al tiempo que anota en su cuaderno multitud de consideraciones botánicas, arqueológicas, geográficas, históricas, numismáticas... ¿Sus fuentes? El pueblo, con sus ocupaciones cotidianas, sus tradiciones y su cultura de transmisión oral, y los archivos de los monasterios de Samos, Lérez, Celanova, San Martín Pinario, etc.; así lo narra él en el Onomástico:

El año de 45 pasé a divertirme a Galicia, y hice la misma jornada el año de 54. En el tiempo que me detuve en aquel reino procuré recapacitar lo poco que había mamado de la lengua gallega, y hice especial estudio de recoger y escribir todas cuantas voces oía hablar a los rústicos, y muchas latinas y gallegas, que por acaso leía en algunos instrumentos antiguos. En especial era mi principal estudio en recoger las voces pertenecientes a la Historia Natural en toda su extensión [...]. Añadiendo a lo dicho las voces geográficas [...]. Y con razón admiran los que vienen a ella la prodigiosa colección que en tan poco tiempo hice, y ésto siendo así que todo lo cogí por mis manos y todo lo escribí con mis dedos; y en cuanto a pescados y mariscos todos los probé con mis dientes y con abundancia (Sarmiento 1998c[1769]: §§ 189-190).

En su retiro madrileño, «fecundado de infinitas voces gallegas» (Sarmiento 1998b[1766]: § 8), el fraile se rinde finalmente ante la realidad de la nación amada y llega a exclamar que «nada vexo, nada apalpo, nada leo, nada escribo, que non teña á vista a Galiza» (carta a su hermano Francisco Javier datada en 1759; apud Barreiro Barreiro 2002a: 91, que traduce al gallego las palabras de Sarmiento). Concibe

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entonces, aunque nunca los dará a la imprenta,6 algunos de sus títulos más destacados: Coloquio de 24 gallegos rústicos, Colección de voces y frases gallegas, Catálogo de voces y frases de la lengua gallega, Sobre el origen de la lengua gallega y sobre la paleografía española, El porque sí y porque no del Padre Martín Sarmiento, Elementos etimológicos según el método de Euclides, Obra de 660 pliegos, Tratado de la educación de la juventud, Onomástico etimológico de la lengua gallega, Discurso apologético por el arte de rastrear las más oportunas etimologías de las voces vulgares, etc. Bien en la única compañía de los más de siete mil volúmenes que albergaba su biblioteca, bien rodeado de influyentes personajes de la Corte, de políticos, clérigos o escritores, que acudían a su celda buscando conversación y asesoramiento, Fr. Martín ya no retirará nunca su decidida apuesta por Galicia y por lo gallego; como afirma Mariño Paz (1993: 89), «teño para min que a conversión de Frei Martín veu precedida de algo así como a revelación de San Paulo. Desque caeu do cabalo o compromiso do Padre Sarmiento co galego foi definitivo». El 7 de diciembre de 1772, a los setenta y siete años de edad, muere en su convento de San Martín de Madrid Pedro José García Balboa. Con él había comenzado el alba de la restauración lingüística y cultural en Galicia. Merecía, por tanto, un lugar destacado en otra alba destacada, el Alba de Groria de Castelao (1999[1948]), quien no dudará en incluir a Sarmiento en la Santa Compaña de inmortaes galegos.

7 2. LA POLÍTICA CENTRALIZADORA DE LOS PRIMEROS BORBONES

Muerto Carlos II, último de los Austrias, sin descendencia, en el año 1700 se desencadena en España la Guerra de Sucesión, que llevará al trono a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y monarca bajo el nombre de Felipe V (1700-1746). Dos soberanos más,8 ambos hijos del anterior, completan la nómina de los Borbones reinantes durante la vida de Martín Sarmiento: Fernando VI (1746-1759) y Carlos III (1759-1788), verdadero representante del despotismo ilustrado. Comienza así un período de fuerte y calculada uniformización que, tal y como declaraba Felipe V en el

6 Sobre la aversión a publicar de Sarmiento, así como sobre otros rasgos afines de su personalidad, vid., por ejemplo, Axeitos (2002a), Lires (1998: § 1.2), Mariño Paz (2002), Rabuñal (2002b) y Varela Pombo (2002: cap. 2). 7 Para una aproximación sintética al marco histórico y a la situación lingüística y literaria en Galicia durante el fin de la Edad Media y los Séculos Escuros, consúltense, entre otros, Monteagudo (1999), Pérez Pascual y Reboleiro González (1987), Tarrío Varela (1994) y Vilavedra (1999).

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Decreto de Nueva Planta de 1707, perseguía «reducir todos mis reynos de España a la uniformidad de unas mismas leyes, usos, costumbres i tribunales, governándose igualmente todos por las leyes de Castilla» (apud García Negro 1991: 210). En Galicia, la nueva situación política no supone, sin embargo, más que la consolidación de unos procedimientos asimilistas que, de facto, venían observándose desde que los Reyes Católicos habían iniciado lo que el historiador Jerónimo Zurita, en denominación tantas veces citada, calificaba ya en el siglo XVI de «doma y castración de Galicia», proceso éste mediante el cual Isabel y Fernando respondían al apoyo que la mayoría de la nobleza laica gallega había manifestado, en el conflicto sucesorio surgido tras la muerte de Enrique IV de Castilla, a Juana la Beltraneja, cuya filiación real ponían algunos en duda, frente a Isabel la Católica, hermana del soberano fallecido. No era, con todo, la primera vez que la aristocracia gallega se inclinaba por un bando que, con el tiempo, había de resultar vencido. También en la segunda mitad del siglo XIV, durante la guerra civil entre Pedro I y Enrique II de Trastámara, hijos –legítimo el primero y bastardo el segundo– de Alfonso XI, los nobles gallegos se habían puesto del lado del finalmente derrotado Pedro I, hecho que provocaría que, tras su entronización, Enrique

II desterrase a los «infieles» y los sustituyese por aristócratas foráneos de los que sí había recibido ayuda en la lucha. En fin, «que Galicia –nos dice Anxo Tarrío (1994: 72)– apostou sempre ó revés nas encrucilladas históricas de entón».

Los siglos XV y XVI constituyen, pues, la primera etapa de los Séculos Escuros, en la que es posible distinguir dos bloques sociales con comportamientos lingüísticos diferenciados (Monteagudo 1999: § IV.1): una mayoría de población autóctona, que, independientemente de la clase social a la que pertenezca, usa el gallego y desconoce el castellano, y una minoría de jerarcas forasteros, que habla y escribe exclusivamente en castellano e ignora el gallego. El primero de estos sectores, sin embargo, se desdobla en dos en la segunda fase de los Séculos Escuros (siglos XVII-XVIII), de modo que, si bien las clases medias y bajas autóctonas mantienen su monolingüismo en gallego, la nobleza del país se asimila a las élites dominantes venidas de fuera y se instala en un bilingüismo diglósico que, en algunos casos, acabará por desembocar en un monolingüismo en español. Sarmiento, que asiste como testigo de excepción a este desplazamiento lingüístico y que conoce bien la historia reciente que lo ha motivado, no

8 En realidad, tres, pues Luis I reina, por abdicación de su padre, Felipe V, varios meses de 1724. Muere, sin embargo, ese mismo año y Felipe V ha de hacerse cargo nuevamente de la Corona.

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dejará de señalar que la desaparición del gallego de los textos escritos se había debido, en efecto, a factores exógenos, y no a la propia evolución del idioma patrio:

No pocas veces he pensado en cual ha sido la causa de que en Galicia se haya introducido el uso o abuso de escribir en castellano, lo que antes escribía, o en latín, o en gallego [...]. No habiendo [...] precedido, ni concilio, ni cortes, ni consentimiento uniforme de los gallegos, para actuar, otorgar, comerciar, en lengua castellana, ¿quien lo introdujo? La respuesta está patente: que Galicia llora y llorará siempre. No los gallegos, sino los no-gallegos, que a los principios del siglo XVIº inundaron el Reino de Galicia, no para cultivar sus tierras, sino para hacerse carne y sangre de las mejores, y para cargar con los más pingües empleos, así eclesiásticos como civiles; esos han sido, los que por no saber la lengua gallega, ni por palabra ni por escrito, han introducido la monstruosidad de escribir en castellano, para los que no saben sino el gallego puro (Sarmiento 1998b[1766]: §§ 435-436).

Se comprende ahora que la llegada al poder de la dinastía borbónica no haya alterado demasiado los usos lingüísticos en Galicia. Pero veamos, con todo, cómo los ha ratificado. A los Decretos de Nueva Planta, a los que nos hemos referido con anterioridad, se irán sumando a lo largo del siglo XVIII diversos acontecimientos que, de uno u otro modo, propician el auge del castellano y/o restringen la utilización de las lenguas nacionales al campo de la mera conversación privada; citemos, por orden cronológico, los siguientes: a) La fundación, en 1713, de la Real Academia de la Lengua Española, que publicará progresivamente un Diccionario de Autoridades (1726-1739), una Ortografía (1741) y una Gramática (1771), y que, «creada y sostenida por el Estado [...], en países como Francia y España en los que la lengua «principal» y oficial coexistía con las lenguas "regionales", [...] significaba el espaldarazo oficial a la unificación lingüística» (Siguan 1992: 111). b) La expulsión, en 1767, de los jesuitas, defensores a ultranza del empleo del latín como lengua vehicular de la enseñanza secundaria, nivel educativo que controlaban hasta aquel momento. c) La promulgación de la Real Cédula de Aranjuez (23 de junio de 1768), en la que Carlos III suscribe la que algunos (v. gr., García Negro 1991) han considerado primera declaración del español como lengua oficial del Estado. En su disposición VII se lee textualmente:

Finalmente mando, que la enseñanza de primeras Letras, Latinidad y Retórica se haga en Lengua Castellana generalmente, donde quiera que no se practique, cuidando de su cumplimiento las Audiencias y Justicias respectivas, recomendándose también por el mi Consejo á los Diocesanos, Universidades, y Superiores Regulares para su exacta observancia, y diligencia en extender el idioma

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general de la Nación para su mayor armonía, y enlace recíproco (apud García Negro 1991: 213-214).

d) La aprobación de los Estatutos del Colegio Académico, que en 1780 establecían que

en todas las escuelas del Reino [se enseñe] a los niños su lengua nativa por la gramática que ha compuesto y publicado la Real Academia de la Lengua; previniendo que a ninguno se admita a estudiar latinidad sin que conste antes estar bien instruido en la gramática española (apud Lázaro Carreter 1985[1949]: 189),9

lo cual implicaba, por más desatinado que parezca, partir de la base de que el idioma materno de todos los escolares de España era el castellano.

Parece claro que, andado el siglo XVIII, «a opción era dilemática: ou gardar siléncio ou falar o español» (García Negro 1991: 216). Y es precisamente en ese contexto en el que cobra valor el intento de Sarmiento por habilitar una tercera vía para todos cuantos pensaban el mundo desde una lengua distinta de la "oficial": la vía de la afirmación lingüística, de la restitución del idioma a la sociedad que lo había creado, de la presencia real del gallego en la enseñanza, la Iglesia y la administración.

3. LENGUA Y SOCIEDAD EN SARMIENTO

La máxima sarmentiana que abogaba por la necesidad de extender el uso del gallego a ámbitos sociales que le eran desconocidos en el siglo XVIII exigía la demostración previa –o sencillamente paralela– de la idoneidad de dicha lengua para desempeñar las funciones reservadas al latín o, entonces ya sobre todo, al castellano. A ello se debe que el fraile benedictino arremeta reiteradamente en sus páginas contra los diversos estereotipos que situaban al idioma gallego por debajo del español, y que se proponga como objetivo explícito, al menos en alguna de sus obras, el de agudizar la conciencia lingüística de una comunidad aletargada:

Mi intento [...] es proponer a los gallegos [...] que hagan más aprecio de la lengua que han mamado. No digo que puestos en Castilla hablen gallego, sino que no hagan estudio de olvidar su idioma por contemplar a los castellanos. Deben

9 Lázaro Carreter (1985[1949]), y después de él otros muchos autores, se refieren a este texto como Real Orden de 22 de diciembre de 1780. García Folgado (en prensa) ha puesto de manifiesto, sin embargo, que no se trata sino de los mencionados Estatutos del Colegio Académico. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento a Mª José García Folgado, que muy amablemente nos facilitó privilegiada información al respecto.

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sacudirse, y con aire, de aquellos idiotas y mentecatos, que si oyen hablar castellano a algún gallego, y se les escapa alguna voz, frase, pronunciación y acento de Galicia, sueltan la carcajada de risa borriqueña (Sarmiento 1998c[1769]: § 23); el fin principalísimo de estos papeles es despertar a los gallegos del letargo en que han vivido hasta aqui, tocante a su propio idioma. Y advertirles de la tiranía que se ejecuta con su juventud, haciéndoles estudiar el latín por medio de una lengua extraña, que no entienden, y obligándoles a que olviden la que han mamado (Sarmiento 1998c[1769]: § 269).

La tentativa de ennoblecimiento idiomático que lleva a cabo Fr. Martín se fundamenta básicamente en la defensa de los siguientes principios: a) La heterogeneidad de lenguas no justifica la creación de un idioma universal, premisa que aparta al polígrafo berciano de numerosos autores europeos de su época.10 Téngase en cuenta, con todo, que, si bien Sarmiento se opone a la elaboración de un código lingüístico común a toda la especie humana, no lo hace en el convencimiento de que dicho código resulte innecesario o perjudicial, sino porque, en la práctica, le parece inviable alcanzar esa pretendida universalidad:

A la lengua universal la cuento yo inter chimaeras scientiarum. Es quimera que todas las naciones del mundo puedan concordar en pronunciar tales y tales letras de un mismo modo. Aun dentro de una misma nación sucede esto entre diferentes territorios. A diez leguas que disten entre sí esos países, aun usando de la misma lengua, no concuerdan en la pronunciación (Sarmiento 1998b[1766]: § 121).

Fr. Martín, que admite la maldición babélica como origen de la variedad lingüística («Sea ésta o la otra lengua la que habló Noé, es cierto que entonces no había más que una, y que después de la confusión resultaron muchas; pero cuantas y cuales hayan sido éstas jamás se podrá averiguar, si Dios no lo revela»; Sarmiento 1974[1755]: 20), y que considera que, en cierto modo, son superiores los animales a los humanos, pues

tienen su lengua, canto, voz y sonido universal, en todo el universo. Cada especie entiende, y es entendida, de la otra semejante, sin intérprete y sólo por instinto. Al gato en la China llaman me-au. Y es evidente que el gato maullará del mismo modo en España y en la China. Lo mismo digo de el rebuzno del borrico, y del chau, chau de los gorriones (Sarmiento 1998b[1766]: § 127),

todavía se encuentra lejos de la reivindicación de la diversidad idiomática como indicio más claro de pluralidad cultural; compárense, si no, sus palabras con las que Castelao (1996[1944]: 40) escribiría casi doscientos años después:

10 Sobre lengua universal vs. lengua general en Sarmiento, vid. Lázaro Carreter (1985[1949]: §§ 51-52).

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Algúns homes –galegos tamén– andan a falaren dun idioma universal, único para toda a nosa especie. Son os mesmos que buscan a perfección baixando pola escada zoolóxica, deica sentiren envexa das formigas e das abellas. Son os mesmos que perderon o anceio de chegaren a ser deuses, e renegan das inquedanzas que produz a sabiduría. Son os mesmos que consideran o mito da Torre de Babel como un castigo [...]. Mais eu dígolles que a variedade de idiomas, coa súa variedade de culturas, é o signo distintivo da nosa especie, o que nos fai superiores aos animaes. Velaí vai a demostración: Un can de Turquía oubea igual que un can de Dinamarca; un cabalo das Pampas arxentinas rincha igual que un cabalo de Bretaña. ¿E sabedes por que? Porque os probes animaes aínda están no idioma universal...

b) Las variedades lingüísticas que sólo se hablan manifiestan una mayor riqueza de léxico patrimonial que aquéllas que poseen a la vez usos orales y escritos:

[Las] lenguas vivas que sólo se hablan y no se escriben, son más abundantes de voces que las que se escriben y se hablan. La razón es palmaria. Los que escriben una lengua viva son por lo común literatos, y así la escriben y la imprimen sin hacer caso del pueblo [...]. Al contrario los que sólo [hablan] esa misma lengua viva, son por lo común iliteratos y no hacen caso de lo que se imprime, sino de lo que todos hablan. Y de todo ello se infiere que con los literatos se pierden las voces y con los iliteratos se aumentan [...]. De lo mismo se deduce que las lenguas que no se escriben, y sólo se hablan, crecen en voces deducidas de la misma lengua; y las que se escriben, o no crecen, o sólo crecen en voces extrañas, bárbaras y exóticas, que nunca han sido de la lengua primitiva (Sarmiento 1998a[1770]: § 114-115).

Demuestra así nuestro autor la primacía del gallego tanto sobre el castellano:

La lengua gallega [...] duró el escribirla hasta los tiempos de Carlos Quinto en los instrumentos públicos [...]. Después acá sólo se habla [...]. Yo he leído algunos de los dichos instrumentos; y cotejando aquel idioma con el que hoy se habla noté que es insensible la diferencia. Esto no sucede en la lengua castellana, y es la razón porque se continúa en escribirla, y cada día más y más se va llenando de voces extrañas y se van arrinconando las antiguas. Al contrario, como ya la lengua gallega no se escribe [...] se conservará más pura y más conforme a su madre la lengua latina. De esto deduzco: que las lenguas que se hablan y se escriben no conservan tan bien sus primitivas raíces como las lenguas que sólo se hablan (Sarmiento 1974[1755]: 21-22),

como sobre el portugués:

Tengo observado que las lenguas que se escriben, con el tiempo merman en las vozes puras de la lengua; y sólo crezen en vozes bárbaras y exóticas; al contrario de las lenguas que sólo se hablan, y ya no se escriben. Y tengo calculado, que la lengua gallega pura es más copiosa que la lengua legítima portuguesa (Sarmiento 1984[1768]: § 51).

c) Gallego y español proceden directamente del latín; la lengua gallega es, por tanto, hermana de la castellana, y no un dialecto de ésta:

No hay cosa más vulgarizada, que el decir que el puro idioma castellano es una corrupción de la lengua latina, y que el puro gallego es una corrupción de la lengua

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castellana. Son dos errores vulgares, y errada inteligencia de la voz corrupción en materia de lenguas, confundiendo la analogía con la corrupción. El castellano, paulatinamente, se fue formando de el latín, guardando siempre la analogía de las letras. Lo mismo digo del gallego. Pero jamás el gallego se ha formado de el castellano (Sarmiento 1998b[1766]: § 11).

De modo semejante, sostiene Sarmiento que el portugués se ha formado a partir de la expansión hacia el sur del idioma gallego:

Sábese que la famosa conquista de Portugal ha sido desde Galicia hacia el mediodía y en tiempo que ya Galicia estaba con su idioma vulgar. Así, la lengua portuguesa pura no es otra que la extensión de la gallega, y que después se cargó de voces forasteras, moriscas, africanas, orientales, brasileñas, etc. (Sarmiento 1974[1755]: 30).

Sorprende, en este sentido, la curiosa dialéctica en la que se mueve Fr. Martín: por un lado, el benedictino no duda en recomendar obras científicas portuguesas para suplir la ausencia de recursos didácticos gallegos (cf. infra § 3.1), ni en proponer la trayectoria de la lengua vecina como modelo a imitar en el camino de dignificación de la propia, pero, por otro, insiste en subordinar históricamente el portugués al gallego y en preservar a la población de Galicia de los infinitos vicios de las gentes de Portugal; el desprecio de Sarmiento por lo portugués alcanza cotas paroxísticas en el siguiente párrafo:

Con la misma cautela deben tratar los gallegos que quedan [en] el país, a los gallegos que pasaron a Portugal y volvieron a su patria. Esos gallegos aportuguesados, es la mayor canalla, y la más viciosa, que ay en el mundo. El adulterio, los asesinatos, el latrocinio, los robos de yglesias, el sacrilegio en las imposturas de descubrir thesoros, la torpe luxuria a la portuguesa, etc., y sobre todo una ociosidad, y abandono de cultivar las tierras, y el corromper la sencillez gallega; a eso vuelven a Galicia, los gallegos que han pasado a Portugal. Vuelven con todos los vicios de los portugueses; y sin arapo de sus virtudes (Sarmiento 1984[1768]: § 20).

Podemos concluir, en definitiva, con Pensado (1984: 28) que «es paradójico que [...] el aparente lusófobo sea, entre todos los españoles de su siglo, el que más estudia, lee y sabe sobre cultura portuguesa, esto es: el más informado lusista de nuestro país» (cursivas del autor). d) Representante de un estadio evolutivo anterior al que comporta el castellano, el gallego se revela como instrumento privilegiado para acceder al estudio del latín y de otras lenguas románicas:

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De este modo, así el maestro [...] como el discípulo [...], se irán haciendo cargo a un mismo tiempo de la nobleza, antigüedad, pureza y armonía de la lengua gallega vulgar que hablan. Palparán que a un mismo tiempo estudiando dos lenguas, no estudian sino una con dos terminaciones. Enterados bien del constante modo y analogía con que las voces latinas pasaron a ser gallegas, les será después muy fácil comprehender el modo y analogía con que las mismas voces u otras latinas pasaron a ser vulgares en todos los dialectos de la lengua latina, que es madre y matriz de todos ellos. Entrará después el gallego así instruido en entender el castellano, italiano, lemosino, francés y portugués [...]. Dícese de los gallegos [...] que entran con una facilidad suma en las lenguas francesa, italiana, castellana o lemosina. Y en verdad que ésto no es por lo que se ocuparon con el Arte de Nebrixa, sino en virtud de su nativo idioma y de sus nativas pronunciaciones (Sarmiento 1998c[1769]: §§ 115-116).

e) El extraordinario cultivo del gallego, incluso por parte de autores castellanófonos, durante la Edad Media contradice el desprestigio social que experimenta el idioma a lo largo de los Séculos Escuros y debe ser tenido en cuenta para luchar contra el menoscabo a que, propios y extraños, han sometido la lengua de las Cantigas de Santa María:

El Cancionero en Coplas gallegas de Don Alonso el Sabio es el testimonio más irrefragable de la poesía gallega del siglo 13º [...]. Y no tiene precio [...] lo que el [...] Marqués de Santillana dice de la poesía gallega y de sus poetas [...]. Noten este precioso pasaje, de un docto Marqués y castellano, del siglo XVº los castellanos de hoy, que desprecian la lengua y poesía de los gallegos, y los gallegos que huyen y aborrecen hablar gallego y metrificar en esa lengua nativa, por despreciarse a sí mismos. «En tanto grado, continúa el Marqués, que no ha mucho tiempo, qualesquier dezidores y trobadores de estas partes, agora fuesen castellanos, andaluzes o de la Estremadura, todas sus obras componían en lengua gallega o portuguesa”. Apostaré que no habrá gallego que sepa este precioso y antiquísimo anedoto (Sarmiento 1998b[1766]: §§ 449-452).

El hondo compromiso con la realidad lingüística de Galicia que subyace a los cinco presupuestos enunciados, así como el desasosiego ante los problemas de la sociedad gallega, y el conjunto de pronunciamientos en apoyo de los caracteres diferenciales de Galicia (Beramendi 1997), han llevado a determinados críticos a ver tras la figura del fraile de San Benito un incipiente galleguismo o incluso un protonacionalismo político muy anterior al surgimiento del auténtico nacionalismo gallego en el primer tercio del siglo XX. El Prof. Beramendi (1997: 265) recuerda, a este respecto, que «Otero Pedrayo afirmaba que Frei Martín Sarmiento «puede ser llamado el más galleguista de los precursores» y que «Filgueira Valverde fai de Sarmiento o «pai do rexurdimento galego» (ibid.). Por nuestra parte, debemos apuntar siquiera los nombres de otros autores que, sin negar el papel desempeñado por Fr. Martín en la historia de las ideas lingüísticas en Galicia, se guardan de atribuir a éste propósitos

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políticos absolutamente revolucionarios incluso para la centuria de las luces. Vayan, a modo de ejemplo, los siguientes: – Monteagudo (1997), que traza una línea evolutiva en el pensamiento de Sarmiento sobre el gallego que iría desde un interés puramente científico o erudito por la lengua, hasta unos insinuados «acentos máis patrióticos» (ibid.: 27), pasando, claro está, por sus inquietudes pedagógicas y sociales; – Lires (1998), quien advierte importantes contradicciones entre el esfuerzo de Fr. Martín por dotar de prosperidad al país y su falta de oposición al Antiguo Régimen; – Barreiro Barreiro (2002a), que subraya que la sarmentiana es «crítica de todo e case de todos, pero sempre crítica dos abusos cometidos polos intermediarios do Altar (Igrexa) e do Trono (Monarquía); nunca crítica dos sistemas e das institucións xerárquicas» (ibid.: 90; cursivas en el original); – Costa Rico (2002), quien se refiere a Fr. Martín como «un nacionalista galego de corazón, que non dispuña do discurso político preciso» (ibid.: 48). Por último, un tercer grupo de especialistas dirime la polémica, a nuestro entender, de manera definitiva. Se encuentran aquí Francisco Rodríguez11 y, fundamentalmente, Justo G. Beramendi. Beramendi (1997), que admite la presencia en la obra de Sarmiento de constantes como la vindicación de un pasado histórico para Galicia, la defensa de la lengua y la cultura del pueblo, la existencia de un modo de ser y de pensar específicamente gallegos o el argumento del expolio colonial, concluye, sin embargo, que «todo isto está en Sarmiento [...]. Pero a cuestión está en saber se esas ideas [...] [llegan] a configura-la concepción de Galicia como suxeito histórico-político diferente de, e oposto a, o suxeito España ou os suxeitos Castela, Cataluña, etc. E penso que a resposta a esta cuestión é rotundamente negativa» (ibid.: 280). Dos son los motivos que ofrece Beramendi (1997): la postura extremadamente respetuosa de Fr.

11 A diferencia de Beramendi (1997), Rodríguez (1998[1976]) no se ocupa por extenso de la interrelación entre pensamiento lingüístico y pensamiento político en Sarmiento, pero sí anota, al hilo de sus reflexiones, una idea que nos parece –y tómese nuestro parecer con toda la cautela que requiere un comentario tan puntual como el de Rodríguez (1998[1976])– cercana a las tesis de Beramendi (1997): «Convén [...] remarcar que a consideración científica do galego fai-se nun momento [siglo XVIII] no que praticamente toda a sociedade galega o fala, e polo tanto non ten ainda un claro matiz anti-central, senón só de constatación obxectiva; polo demais, constatar un fenómeno non quer dicer asumir as consecuéncias que, en boa lóxica, del se derivan. Mesmo, no caso do Padre Sarmiento, que fai unha defensa do galego como língua culturalmente capaz de servir para todos os mesteres, e aconsella a utilización da língua materna dos escolares no ensino, non hai máis que unha actitude pedagóxica e cultural que non discute para nada a asimilación á língua oficial nen a sua imposición» (Rodríguez 1998[1976]: 75). Queixas Zas (2002: 64, n. 97) también cita estas palabras del Prof. Francisco Rodríguez como representantes de cierto intento desmitificador de las motivaciones ideológicas y políticas que inspiraban la pluma del P. Sarmiento.

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Martín ante las circunstancias históricas que determinan la vinculación de Galicia al estado español y la escasa misión que otorga nuestro fraile a la lengua en la conformación de la cultura.

3.1. Polo dereito elemental a aprendermos en galego: la lengua gallega en el ideario pedagógico de Sarmiento12

Muchas fueron las deficiencias que observó Fr. Martín en el sistema de enseñanza no universitaria13 de su época, y muchas también las propuestas que hizo para mejorarlo, mereciendo por ello ser considerado el fundador de la Pedagogía gallega (Costa Rico 1997 y 2002).14 Cabe destacar, en este sentido, la firme defensa que realiza Fr. Martín del derecho de los niños a recibir las primeras letras en su idioma materno. Los argumentos que aduce Sarmiento, aunque de significación sociolingüística capital, resultan casi siempre de índole exclusivamente pedagógica: no se trata tanto de censurar la imposición del castellano en cuanto práctica asimilista, como de reclamar la introducción del gallego en la escuela para facilitar el aprendizaje del latín por parte de los alumnos:

No he leído semejante barbaridad: obligar a los niños a que estudien una lengua muerta qual es la latina por otra que para ellos es más muerta, qual es la castellana; y que olviden lengua que han mamado, y que les es nativa, qual es la gallega [...]. Hablemos claros. Por bien que uno sepa una lengua extraña, mejor entenderá las cosas en su lengua nativa, y que familiarmente habla. Estoy en que el atraso de la literatura en España procede de que los más estudian las cosas en lenguas que no entienden bien (Sarmiento 1984[1768]: § 42).

12 La dimensión pedagógica de Fr. Martín, y, como un aspecto de ella, el papel otorgado a la lengua materna en la educación, constituye uno de los temas más tratados por la crítica sarmentiana. A este respecto pueden consultarse, entre otros trabajos, Costa Rico (1997 y 2002), Filgueira Iglesias de Urrea (1995[1972]), Galino (1997) y Sánchez Cantón (1995[1972]). 13 Aunque Sarmiento se centra por lo general en los niveles de enseñanza correspondientes a las actuales educación primaria y educación secundaria, también es posible encontrar en sus obras referencias, las más de las veces fuertemente negativas, a la Universidad española de la Ilustración (Sarmiento 1984[1768]: § 4 o § 17). 14 Recordemos, aunque no podamos más que enunciarlos, algunos de los pilares básicos sobre los que se asienta el proyecto educativo de Sarmiento: aprendizaje reflexivo y antimemorístico (Sarmiento 1998c[1769]: §§ 213-214 o 1998a: § 96); trato amable y afectuoso, libre de castigos, miedos y falsedades (Sarmiento 1995[1758]: 113 o 1984[1768]: § 119); ascensión desde el conocimiento de objetos concretos hasta el manejo de conceptos abstractos, esto es, aplicación a la enseñanza del empirismo sensualista lockiano (vs. intelectualismo racionalista cartesiano) (Sarmiento 1995[1758]: 113 o 1998c[1769]: § 111); instrucción individualizada o que, al menos, evite la masificación de las aulas (Sarmiento 1984[1768]: §§ 16-17 o § 172); satisfacción de la curiosidad intelectual de los niños (Sarmiento 1998c[1769]: § 135 o § 197); acertada combinación de estudio y ocio, favoreciendo determinadas modalidades lúdicas como medio complementario de formación (Sarmiento 1984[1768]: § 92 o 1998c[1769]: § 193); concepción del investigador como autodidacto y alethophilo (“amante de la verdad”) (Sarmiento 1984[1768]: § 5 o 1998c[1769]: § 662); etc.

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Garantizar una enseñanza en gallego y del gallego, pues éste había de constituir no sólo la lengua vehicular de la educación, sino también materia de estudio («En cada ciudad y villa populosa de Galicia había de haber algunos que se dedicasen a enseñar a los niños la lengua gallega con extensión y con propiedad»; Sarmiento 1998c[1769]: § 193), requería contar con unos medios humanos y materiales desconocidos, en general, en la Galicia del siglo XVIII. Sarmiento demanda, en primer lugar, profesorado autóctono (o, en su defecto, buen conocedor del gallego), sensible con la realidad lingüística nacional y dispuesto a respetar y a cultivar el idioma materno de los discentes:15

Y por no saber la lengua gallega los maestros de latinidad han enseñado asta aquí por las ramas a la juventud gallega. Los más de esos maestros no nazieron en Galicia, ni hizieron estudio de la lengua gallega, y castigaban a los niños, que soltaban alguna voz, o frase gallega, como que había dicho una heregía (Sarmiento 1984[1768]: § 42); La primera condición que ha de tener el futuro catedrático es que haya de ser gallego de los 4 costados [...]. También [...] ha de saber ya unas 100 voces gallegas puras con sus latines correspondientes [y] castellanos vulgares. Esto de pedir que sepa ya 100 voces gallegas puras el catedrático, cuando no hace muchos años que era delito el que a un discípulo se le escapase alguna palabra gallega, es muy del caso para establecer mi nuevo y fácil sistema de enseñar la lengua latina sin salir de la gallega y desterrar de Galicia la cruel y tiránica barbarie de estudiar una lengua ignota por otra lengua desconocida (Sarmiento 1998a[1770]: §§ 90-92).

Consciente, por otra parte, de la ausencia de investigaciones sobre las particularidades gramaticales y léxicas de la lengua gallega:

La lengua gallega tiene muchas singularidades en las cuales no ha reflexionado castellano alguno; y lo más vituperable es que ni gallego alguno haya soñado en eso. ¡Lengua infeliz, que habiéndola mamado casi un millón de bocas, y hablado naturalmente, no haya habido una lengua, ni una pluma, que haya hablado y escrito un pliego de papel sobre ella (Sarmiento 1998b[1766]: § 398),

así como de obras en gallego destinadas al estudio de las más diversas disciplinas:

No se estudia el gallego porque no hay libros. Y yo digo que no hay libros porque no se estudia el gallego, y sólo se estudia el olvidarle y aborrecerle. Dentro de 20 o 30 años, si se manda, y se costea, habrá libros gallegos impresos, y encuadernados en pasta, que traten de todas materias, por espinosas que sean (Sarmiento 1998b[1766]: § 408)16,

15 Otras condiciones del maestro, rol que también podían asumir determinados familiares del niño (Sarmiento 1984[1768]: § 16), eran su demostrada erudición, una edad próxima a los cincuenta años (ibid.: § 117), la posesión de valores éticos manifiestos (ibid.: § 16), etc. 16 Sí creía Sarmiento, en cambio, que este tipo de textos tenía que haber existido durante la Edad Media (Sarmiento 1998b[1766]: § 432).

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Fr. Martín recomienda, y en algún caso acomete, la elaboración de una gramática, un onomástico y un diccionario17 gallegos, una historia natural y una descripción geográfica de Galicia, una traducción de las Introductiones latinae de Nebrija, etc.:

Si se forma esa obra de Historia Natural de sola Galicia y se imprime en lengua gallega, se descubrirán mil primores en cuanto a los nombres gallegos y sus etimologías. No sería menos curiosa una Descripción Geográfica de todo, y sólo, el Reino de Galicia, en lengua gallega (Sarmiento 1998b[1766]: §§ 411-412); el vulgar Arte de Nebrixa, que se reparte a los niños en Galicia, para que estudien latín, es insuficiente para ese fin. Debía, pues, imprimirse un Nebrixa, y los demás libros de Gramática, con la explicación escrita en gallego; y se debía explicar también a boca en ese idioma, que sepan ya los niños (Sarmiento 1998c[1769]: § 9)18.

En tanto estos trabajos no estuviesen finalizados, alumnos y profesores podían recurrir a libros portugueses:

los gallegos, jamás podrán estudiar Artes y Ciencias por la lengua que han mamado, porque los libros no están escritos, y menos impresos en esa lengua [...]. Los gallegos podrán suplir la falta de sus libros por los libros antiguos impresos de la lengua portuguesa (Sarmiento 1998b[1766]: § 350); Ay muchas Grammáticas Vulgares de la Lengua Castellana, pero ninguna ay de la Lengua Gallega. Este defecto se podrá suplir por el Arte Vulgar de la Lengua Portuguesa [...]. Un gallego medianamente erudito, podrá formar, a imitación de la Gramática Portuguesa de Pereyra, una Gramática Gallega (Sarmiento 1984[1768]: §§ 82-83); Para todo [vocabularios y onomásticos] ay bastantes libros. Para la lengua gallega suplirá el Vocabulario Portugués del Pe. Bluteau, por el A. B. C.; y para el onomástico gallego podrán suplir los 4 tomos en folio de Fr. Juan Pacheco: Divertimentos Eruditos (Sarmiento 1984[1768]: § 89).

Las orientaciones de Sarmiento eran realistas y factibles, pero a menudo se han olvidado. A finales de 2002 existen numerosos –¿suficientes?– recursos didácticos en lengua gallega: normas ortográficas, gramáticas, repertorios lexicográficos, volúmenes de Literatura, Historia, Geografía, Botánica... No se ha logrado, en cambio, el cumplimiento unánime de uno de los artículos elementales de la Lei de Normalización Lingüística (15 de junio de 1983): «Os nenos teñen dereito a recibi-lo primeiro ensino na súa lingua materna. O Goberno Galego arbitrará as medidas necesarias para facer

17 Pese a que no siempre niega cierta utilidad a los diccionarios (Sarmiento 1998a[1770]: § 103), Fr. Martín se muestra claramente partidario de la organización del léxico en onomásticos (Sarmiento 1998c[1769]: § 85). 18 Según Fr. Martín, el Arte de Nebrija tampoco servía para aprender el castellano, pues éste se adquiría básicamente a través de la práctica conversacional (Sarmiento 1995[1758]: 114 y 1998a[1770]: § 143).

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efectivo este dereito» (Artículo 13.1; apud García Negro 1991: 392). Tampoco, claro está, el compromiso de todos los docentes con la lengua del país. La conciencia meridiana de esta situación llevó a A Mesa pola Normalización Lingüística (2002) a promover, coincidiendo con la dedicación del Día das Letras Galegas a Martín Sarmiento, un manifiesto, titulado «Polo direito elemental a aprendermos en galego», en el que se exigía al Gobierno de la Xunta de Galicia que «en cumprimento dun direito fundamental [...] se garanta o ensino en língua galega na etapa de Educación Infantil e no 1º ciclo de Educación Primária ao alunado galego-falante, sen prexuízo do cotemplado a respeito do uso da língua predominante entre o alunado».

Tal declaración, suscrita por distintos colectivos gallegos (AS-PG, BNG, CAE, CAF, CIG,

NEG y SLG), bien pudiera haber sido firmada también por un monje benedictino, solitario e ilustrado, que en su día había «clamado y declamado [...] contra la notoria barbarie [...] de los magistrados de Galicia, que aguantan que a sus niños [...] se les enseñe [en] la lengua castellana, que es tan extraña para los niños gallegos como es el mismo latín» (Sarmiento 1998a[1770]: § 81).

3.2. Galego alén da morte: idioma e Iglesia en Sarmiento

Junto a la conveniencia del uso del gallego en la enseñanza sitúa Fr. Martín la necesidad de introducir la lengua de su niñez en los círculos eclesiásticos de la Galicia dieciochesca. Demanda nuevamente el benedictino la redacción o traducción de obras, en este caso un catecismo, al gallego:

el mismo catedrático ha de ir examinando a los que han de ser sus discípulos [...] de la Doctrina Cristiana en castellano; y sería mejor que el Padre Astete u otro cualquiera catecismo semejante se tradujese en gallego puro, y que por ese catecismo gallego se examinasen los niños, mujeres, aldeanos, etc. [...]. No se cometerían tantos errores en Galicia (Sarmiento 1998a[1770]: § 93),

y desvela los problemas derivados de la ignorancia del idioma patrio por parte de sacerdotes y confesores:

No sé como toleran los obispos que, curas que no son gallegos, ni saben la lengua, tengan empleo ad curam animarum, y sobre todo la administración del santísimo sacramento de la penitencia. ¿Qué es el coloquio de un penitente rústico y gallego y un confesor no gallego, sino un entremés de los sordos? [...] Habrá 15. días, que un cura gallego natural, me dijo, que confesando a una gallega, le dijo que ya se había confesado antes con un castellano, pero que no creía que hubiese sido confesión, porque ni el castellano entendió a la gallega, ni ésta al castellano (Sarmiento 1998b[1766]: § 437);

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los malentendidos penitenciarios inspiran en ocasiones pasajes que, aunque verídicos, no dejan de resultar inverosímiles e hilarantes:

El verbo trebellar, en gallego, de tripudiare, siempre significa in malam partem y dista 100. leguas del honesto verbo traballar o trabajar. Confesor castellano ha habido, que hasta después de muchos años estuvo en el error de que lo mismo era el verbo trebellar, gallego, que el trabajar, castellano. Y a los penitentes, que habían confesado, que habían trebellado tantas veces, les decía que en dias festivos, sólo podían trebellar una hora; pero que en los dias sueltos, podían trebellar ad laudes et per horas. Si el tal confesor hubiese oído la copla gallega común: «O crego mais a criada. Jugaban aos trebelliños, etc.”, entendería el significado (Sarmiento 1998b[1766]: § 438).

Sarmiento indica dos remedios para acabar con este tipo de conflictos lingüísticos: la mayor presencia de religiosos autóctonos al frente de las parroquias y obispados gallegos,19 desechando el ya viejo hábito de anteponer lo ajeno a lo propio:

En tiempo de los Reyes Católicos [...] se inundó Galicia de hombres no gallegos y castellanos [...] y apenas se daba algún empleo a gallegos naturales. Claro está que ninguno de esos empleos podría actuar en el idioma gallego, ni entender tampoco lo actuado [...], y así se introdujo el abuso de escribir y actuar en castellano. Y ese abuso en lo espiritual aún hoy es pernicioso para el sacramento de la penitencia, en el cual uno se confiesa en polaco y otro le amonesta en arábigo (Sarmiento 1998a[1770]: §§ 118-119),

y la fijación, como requisito ineludible para acceder a cualquier cargo eclesiástico en Galicia, del perfecto conocimiento del idioma gallego, tal y como se venía haciendo en Cataluña20 y América respecto de sus lenguas originarias:

Para evitar estos y otros absurdos en odio, burla, nulidad y chacota del sacramento de la penitencia, es justísima la ley o costumbre de los catalanes, que jamás darán curato o retoría al que no es catalán o no está examinado de que sabe, bien la lengua catalana [...]. ¿Y porqué los obispos de Galicia, no se deben ceñir a

19 Monteagudo (1997) recuerda que las solicitudes para que los gallegos ocupasen un mayor número de puestos en las jerarquías eclesiásticas se sucedieron a lo largo del siglo XVIII, hecho que muestra «contundentemente que, fronte ó que reiteradamente vén sostendo o profesor Pensado, por aquelas datas a reivindicación do idioma galego era case moeda común entre as elites ilustradas de Galicia, e non unha exclusiva teima persoal de Sarmiento» (ibid.: 35). Téngase en cuenta, para interpretar esta última afirmación transcrita, que Monteagudo y Pensado representan dos posturas opuestas a la hora de valorar la figura de Sarmiento en el contexto de la Ilustración: mientras que Pensado (1989) insiste en presentar a Fr. Martín como una individualidad que se desarrolla pese a y contra el movimiento ilustrado, Monteagudo (1997: § 3) prefiere subrayar lo que de común hay en nuestro polígrafo con el conocimiento científico de su siglo: gusto por la etimología, ambición enciclopédica, espíritu crítico y observación atenta de los datos, etc. Monteagudo (1997) en lo lingüístico, como Beramendi (1997) en lo político- ideológico, aun reconociendo –no podría ser de otro modo– la notoriedad de las reflexiones sarmentianas, contribuye, en fin, a devolver a Fr. Martín el papel que justamente le pertenece, papel que no pocas veces se ha visto trastocado en virtud de aproximaciones excesivamente apasionadas o mitificadoras a la persona y la obra de Fr. Martín. 20 Sarmiento sabe bien que en Cataluña se examina a los clérigos forasteros de catalán; él mismo ha renunciado al cargo de Abad de Ripoll por ese motivo (cf. Pensado 1997: 196).

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esta justísima ley? Es muy loable, sobre ser precisa, la ley de la América, según la cual ningún sacerdote puede tener curato o doctrina, si no sabe bien la lengua bárbara de los pueblos que ha de instruir [...]. Yo aseguro que si para los curas de Galicia hubiese examen de lo que saben del gallego vulgar, y diesen calabazas a los que no lo saben, tendría yo menos que persuadir sobre el estudio de la lengua gallega (Sarmiento 1998b[1766]: §§ 439-440).

Ninguno de los dos objetivos parciales se podía alcanzar, sin embargo, en ausencia de la participación activa del pueblo, a quien correspondía elevar sus protestas a las autoridades competentes y alterar así el rumbo de los acontecimientos:

Este asunto es de mucha sustancia y pide pronto remedio o en Sínodo o en Concilio. Si los vecinos de un pueblo ponen pies en pared de que no han de admitir por cura de almas, al aventurero, que ni es gallego ni sabe esa lengua con perfección, no habría tanta broza en Galicia de curas aventureros (Sarmiento 1998a[1770]: § 94).

El proyecto de Fr. Martín presenta, como ocurría en los dominios de la educación, carácter meramente práctico, pues sólo semeja perseguir la intercomprensibilidad de la asamblea de fieles y sus pastores. No se plantea Sarmiento el deber de la Iglesia de encarnar a Cristo en todo tiempo y en toda tierra (cfr. Ferro Ruibal 1987: 18) y de hacerlo siguiendo el modelo de un Jesús que hablaba y rezaba en arameo, lengua B en la Palestina de la época, y no en hebreo, idioma de la escuela, de la sinagoga y, en general, de las situaciones comunicativas más formales. Probablemente no intuye siquiera nuestro fraile la contradicción a la que tan lúcidamente se ha referido Ferro Ruibal (1987: 28):

A Igrexa galega, dominada polos políticos casteláns, queda convertida nunha correa de transmisión do poder castelán. É unha Igrexa amordazada. A Igrexa galega, se a isto se lle pode chamar «Igrexa» e «galega», frustra a súa encarnación [...]. Verdadeiramente pódese dicir que o cristianismo en Galicia está como institución en gravísima contradicción (¿pecado?) dende o século XV. Contradicción tanto máis grave, canto que hoxe a Igrexa ten plena liberdade para rexenerarse e rexenera-la sociedade.

Con todo, y pese a que sus motivaciones iniciales fueran otras, a la postre y de facto Sarmiento se compromete con la galleguización de la Iglesia; encarna, aunque no lo sepa o no lo busque, al Dios en el que cree, porque «galeguismo, sen máis adxectivos, é a traducción aquí e agora da palabra «encarnación» (Ferro Ruibal 1987: 51). Los cristianos galleguistas de hoy, cuando existen una versión oficial del Misal Romano (1987) y una traducción completa y autorizada de la Biblia (1989) al gallego,

202 Ana RODRÍGUEZ BARREIRO: Alba de nós. Pasado y presente de las reivindicaciones sociolingüísticas

siguen requiriendo un mayor número de actos litúrgicos en la lengua del país. El 30 de noviembre de 1998, en el Panteón de Galegos Ilustres (Santiago de Compostela), «65 persoas [...] asinaron ante notario "que o seu enterro será en galego ou en silencio"» [...]. [Algunos21 de los firmantes], que exercen como galegos en vida, non queren ser despedidos da vida noutro idioma [...]: "o galego alén da morte"» (Alonso Montero 2000[1998]: 50; cursivas en el original). ¿Está normalizado el uso de un idioma cuando sus hablantes se encuentran en la obligación de expresar por escrito y ante notario el deseo de que su funeral se realice en gallego? Resulta ciertamente revelador comprobar que, si Pedro José García Balboa hubiera vivido en la Galicia del siglo XXI, no habría tenido muchas más garantías de un sepelio en gallego de las que tuvo en el Madrid ilustrado que lo vio morir.

3.3. Minusvalorado pola Xunta e a Xustiza: Sarmiento ante las prácticas y actitudes lingüísticas de la burocracia22

Sarmiento pensaba que no sólo los profesores y sacerdotes, sino también los representantes de la administración del Estado en Galicia debían ser capaces de comprender y producir mensajes, suponemos que orales y escritos, en lengua gallega, y, como ellos, todas cuantas personas hubieran de relacionarse directamente con la gran mayoría de la población gallegohablante: «Lo que digo del cura, que no entiende el lenguaje de sus feligreses, y de los feligreses, que no entienden el lenguaje de su cura, se podrá aplicar a otros muchos, que han de tratar con gallegos rústicos, y cuya lengua no entienden bien» (Sarmiento 1998b[1766]: § 441 bis). Especial énfasis pone Fr. Martín en las obligaciones lingüísticas (y culturales) de jueces y abogados, ya que, si éstos no se hacían comprender con claridad y prontitud, el pueblo no podría acatar sus decisiones:

Hablo [...] de los que han de administrar justicia civil, arreglándose [...] a las inviolables y loables costumbres del país; pues una costumbre establecida de inmemorial, y que no es mala, tiene tanta fuerza como una ley extemporánea y transitoria. Y todos los que no saben ni la lengua gallega, ni las costumbres respectivas, son ineptos para los dichos empleos (Sarmiento 1998b[1766]: § 442);

21 No todos, porque entre los firmantes también había, según Alonso Montero (2000[1998]: 50), quienes «en moitas situacións da súa vida doméstica, viven pouco en galego e mesmo protagonizan experiencias idiomáticas moi discutibles». Pero el análisis de tales actitudes ya no es objeto de este trabajo. 22 Sobre la reforma administrativa general (y no únicamente de los usos lingüísticos) que procura Fr. Martín, pueden verse Barreiro Barreiro (2002a), González Mariñas (1997) o Queixas Zas (2002: § 4.2).

203 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

obsérvese, además, que nuestro monje no se conforma con que los magistrados conozcan el gallego dieciochesco, sino que considera igualmente oportuno que estén familiarizados con la lengua de los documentos medievales:

Los abogados [...] tienen tanta o mayor obligación que los maestros de estudiantes, para dedicarse al género de estudio que he propuesto. Un abogado en Galicia [...] que no sabe el gallego antiguo de los instrumentos y el gallego vulgar y actual [...], ese tal ente ni es literato ni letrado, ni es ni puede ser abogado [...]. Ese no se debe llamar abogado sino vozero [...] pues sin los requisitos propuestos podrá meter el pleito a voces, pero no entenderlas ni penetrarlas (Sarmiento 1998c[1769]: § 139).

Monteagudo (1997) relaciona los ataques de Sarmiento contra los empleados extranjeros que desempeñaban funciones administrativas en Galicia ignorando el idioma propio del país («¿Cómo [...] se ha tolerado que vayan de longas tierras a Galicia, esos buenos hombres, a ser magistrados civiles y eclesiásticos, sin saber la lengua ni las costumbres?»; Sarmiento 1998b[1766]: § 444) con las «queixas que a fidalguía e a pequena nobreza galegas viñan expresando de contino a través dos acordos da Xunta do Reino de Galicia», así como con la insistencia de esta misma institución en el «dereito dos galegos a acceder ós postos, privilexios e prebendas da burocracia rexional» (Monteagudo 1997: 33). Las reclamaciones del benedictino no se encontrarían, pues, completamente aisladas dentro del marco histórico en el que se inscriben. Las protestas se han seguido sucediendo en distintas ocasiones desde el siglo

XVIII hasta la actualidad, incluso tras la aprobación de la Lei de Normalización Lingüística (1983), que, en teoría, vela por el empleo normal del gallego en las relaciones de los poderes públicos de Galicia con los ciudadanos (artículo 6.3; apud García Negro 1991: 390). La Voz de Galicia del 3 de septiembre de 2002 recoge que, según sentencia del Tribunal Superior de Xustiza, los aspirantes a cargos en la función pública de Galicia que posean los diplomas de iniciación y perfeccionamiento de la lengua gallega o que hayan cursado los estudios de EGB y BUP en dicha comunidad autónoma, quedan exentos de demostrar su dominio del gallego en las correspondientes pruebas selectivas a que se sometan. Como era de esperar, las estimaciones críticas ante tal decisión fueron inmediatas; así se expresaba la profesora Nogueira López (2002: 14) en el artículo de opinión «O galego, minusvalorado pola Xunta e a Xustiza», del que tomamos el título para esta nuestra sección:

204 Ana RODRÍGUEZ BARREIRO: Alba de nós. Pasado y presente de las reivindicaciones sociolingüísticas

O control dos coñecementos lingüísticos debe permitir avaliar a capacitación concreta de cada suxeito para o posto de traballo que vai desempeñar. Dificilmente isto pode facerse coa acreditación do estudio da lingua nos niveis obrigatorios de ensino ou coa escasa marxe de apreciación que permite estar en posesión dun dos dous únicos niveis dos cursiños oficiais [...]. Os empregados públicos, e a Administración para a que traballan, deben estar en todo caso ao servizo dos cidadáns e ser os primeiros en cumprir e facer cumprir a normativa vixente. Mal o poderán facer se no proceso selectivo non se controla de xeito serio que están capacitados para facelo.

4. FINAL

Martín Sarmiento trajo a Galicia las primeras luces de un alba deseada. «Foi o primeiro de un tempo novo [...]. Tivo concencia do que denantes ninguén antre nós a tivera [...]. Entendendo a Galicia, amorosamente, albiscóu o seu porvir e matinóu a súa reforma» (Filgueira Valverde 1972: 385). Pero la luz tiene que seguir viniendo. O mejor: hay que conquistar la luz. Hasta que en este país se eduque, se rece y se imparta justicia en gallego. Porque a día de hoy nos hallamos lejos de poder exclamar con Sarmiento (1998b[1766]: § 449) «para maldita la cosa se necesita en Galicia la lengua castellana”.

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23 En el original, 1722 (sic). Corregimos la evidente errata, pues el año del fallecimiento de Martín Sarmiento es 1772.

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24 Como es sabido, Martín Sarmiento apenas publicó nada en vida fuera de la Demostración crítico- apologética del Teatro Crítico Universal (1732) en defensa de Feijoo (vid. Mariño 2002: 64, que cita los títulos de los contadísimos trabajos que nuestro autor dio a la imprenta). Así pues, las fechas que figuran entre corchetes precediendo al título de sus obras no se corresponden con las de las primeras ediciones, sino con las de redacción y/o finalización —ambas coinciden para los textos compuestos en un único año, pero no para aquéllos (Onomástico y Elementos) de concepción más demorada— de dichos escritos.

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LA PRONUNCIACIÓN EN LAS GRAMÁTICAS DE BUFFIER (1711) Y DE VAYRAC (1714)

MARIA ELENA JIMENEZ DOMINGO Universitat de València

INTRODUCCION

Nuestro estudio trata de la pronunciación en dos gramáticas francesas de principios del siglo XVIII: la Grammaire françoise sur un plan nouveau de Buffier, publicada en 1709, y El Arte françes del abad de Vayrac de 1714. Hemos elegido este tema ya que –pensamos– nos permite poner de manifiesto las dificultades que suponía en la época la elaboración de una gramática para extranjeros. Estas se deben a diversos hechos entre los que destacaremos principalmente dos. Por una parte, el estudio de la pronunciación se hacía a través de la lectura ya que nuestros gramáticos no disponían de los avances de la fonética que daría sus primeros pasos en el siglo XIX. Por otra parte, y como consecuencia de este primer fenómeno, la utilización de la lectura implicó abordar el tema de la ortografía con toda su complejidad cuando del francés se trata. Desde la perspectiva historiográfica, analizamos brevemente las partes dedicadas a la pronunciación en las respectivas gramáticas de Buffier y de Vayrac con el fin de determinar su exposición de los conceptos y en qué medida su obra se enmarca en la corriente lingüística de principios de siglo.

1. LA NOUVELLE GRAMMAIRE SUR UN PLAN NOUVEAU (1711) DE BUFFIER

Siguiendo el orden cronológico, empezamos por la gramática de Buffier que presenta varias particularidades con respecto a las gramáticas pedagógicas para

© JIMÉNEZ DOMINGO, María Elena. 2004. «La pronunciación en las gramáticas de Buffier (1711) y Vayrac (1714)». Res Diachronicae Virtual 3: Estudios sobre el siglo XVIII. Número monográfico coord. por Mara Fuertes Gutiérrez, M.ª José García Folgado y José Luis Ramírez Luengo. 209-218. Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

extranjeros de la época. En efecto, la obra se divide en dos partes correspondientes a enfoques diferentes: una gramática general y una gramática del francés. Como anunció Buffier en el prólogo de la obra, esta obra iba dirigida tanto a discentes extranjeros que quisieran aprender francés como a franceses con afán de consolidar sus conocimientos gramaticales. El estudio de la pronunciación se presenta, por lo tanto, desde estas dos perspectivas.

1.1. Perspectiva general

En la parte de gramática general, Buffier planteó primero una reflexión sobre los distintos recursos explicativos habitualmente empleados para tratar este tema. Definió la pronunciación como (p.87): «la manera de articular con la voz las palabras de una lengua representadas visualmente por la escritura y la ortografía». Este estrecho vínculo entre pronunciación y ortografía fue matizado por el autor al afirmar que la una no correspondía al «reflejo» de la otra, en particular en francés. La ausencia de una norma ortográfica claramente establecida constituía además una fuente de errores para los lectores. Según este autor, la terminología presente en la mayoría de las gramáticas de la época ilustra la ambigüedad de una pronunciación basada en la ortografía. En efecto, por ejemplo no sólo se hablaba de «letra» para designar la representación gráfica sino también para referirse a los sonidos. (Señalamos que él habla de «caracteres» o «figuras de letras en su obra»). De ahí que fuera harto díficil entender que existieran más sonidos que caracteres, o que tres letras correspondiesen a un solo sonido. Tampoco las descripciones contrastivas de los sonidos en diferentes lenguas le pareció del todo válida. La comparación con el latín carecía de utilidad tratándose de una lengua conocida por su forma escrita y pronunciada en función de la propia lengua de cada locutor. Según él, ni siquiera las lenguas vernaculas resolvían la dificultad de dar a conocer la pronunciación de aquellos sonidos propios de una lengua determinada y que no existen en las demás. Para distinguir los sonidos del francés Buffier elaboró un cuadro de los 33 existentes expresados por las letras en algunos casos o por símobolos en otros (ver página siguiente), que gráficamente se expresan mediante dos letras. El autor explicó el funcionamiento del cuadro (p. 92-93) como sigue:

210 M. Elena JIMENEZ DOMINGO: La pronunciación en las grams. de Buffier (1711) y Vayrac (1714)

- La primera columna corresponde al carácter: «l», «m», o a un símbolo. - La segunda presenta una palabra francesa que incluye dicho sonido con su grafía habitual, distinta del simbolo propuesto por Buffier, en algunos casos. En estas palabras las letras correspondientes al sonido analizado figuran en cursiva para que el lector las identifique. - Las cuatro columnas siguientes proponen palabras extranjeras que presentan el mismo sonido, o al menos uno muy parecido. Las lenguas seleccionadas son las más extendidas en Europa, en opinión del autor, es decir: el alemán, el inglés, el italiano y el español. En el caso de que el sonido francés analizado no exista en algunos (o varios) de estos idiomas, Buffier lo indica dejando un espacio en blanco en el cual figura una cruz a la parte izquierda.

El cuadro va acompañado por unas serie de observaciones pedagógicas de diversas índoles. Por ejemplo, Buffier comenta las particularidades que presentan determinados sonidos del francés para los discentes alemanes, italianos, etc... Por ejemplo (p. 98): «Los alemanes observarán... que el sonido de nuestra e abierta es aquel marcado en su lengua por una a sobre la que figuran dos puntos» o (p. 100): «El sonido propio de nuestra u vocal se encuentra en algunas palabras del alemán y del inglés». En otros casos describe la posición de los órganos de la fonación (p. 99): «El sonido de la vocal u ... hay que poner los labios hacia delante y acercarlos de forma redondeada» y también en (p. 100): «ñ ou gn se forma situando la lengua como para formar una g y pronunciando una n desde la raiz de la nariz». En este último ejemplo, Buffier retomó la distinción entre vocales nasales y vocales orales ya presente en la GGR.

211 Res Diachronicae Virtual 3 (2004): Estudios sobre el siglo XVIII

1.2. Perspectiva de una lengua particular

212 M. Elena JIMENEZ DOMINGO: La pronunciación en las grams. de Buffier (1711) y Vayrac (1714)

En la parte de la obra dedicada a la gramática del francés, Buffier presentó los 24 caracteres del francés, con una descripción grafo-fonética, y explicó que solos o combinados forman los 33 sonidos expuestos anteriormente, reconociendo así la existencia de grafemas complejos. Tras distinguir entre vocales y consonantes, organizó el capítulo en distintos apartados que tratan respectivamente de:

- los sonidos representados por los seis caracteres de las vocales - los sonidos representados por vocales que pese a ir juntas no forman un diptongo sino un único sonido - las vocales que forman un diptongo - pronunciación de las consonantes en posición inicial o media - pronunciación de las consonantes en posición final - el número de sílabas y la distinción entre breves y largas - listado de terminaciones que alargan la penúltima sílaba

Entre los procedimientos explicativos de este autor destacamos la utilización de la descripción fonético-gráfica. En efecto, en numerosas ocasiones Buffier parte de un sonido y presenta las posibles representaciones gráficas del mismo:

- el sonido de la “a”: “ea” - el sonido de la “e” (sin acento): “ae” y “oe” - el sonido de la “é”: “ai” - el sonido de la “è”: “ei”, “ey” y también “oi” cuando no es diptongo como en “anglois”, en verbos como “je parlois”, “aie + n” y “oie + n” en los verbos como “avoient”. - el sonido de la “o”: “eo” - el sonido de la “a” nasal: “ae + n” como en “Caen” y “ao + n” como en “faon”. el sonido de la “i” nasal: “ei + n” y “ai + n”

Esta distinción entre los dos niveles oral y escrito de la lengua, mencionada ya en la parte de gramática general, queda reflejada también en su estudio de los diptongos. Buffier distinguió entre diptongo y « grafema complejo » en la terminología actual. Del mismo modo, la utilización de los símbolos presentados en el cuadro en esta parte de

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gramática del francés, es propia de esta concepción de la lengua. Pese a ello, permanece cierta ambigüedad porque son frecuentes las descripciones grafo-fonéticas. El objetivo eminentemente pedagógico de esta parte de la obra le lleva a tratar de la pronunciación conjuntamente con la ortografía.

2. EL ARTE FRANCES (1714) DE VAYRAC

En la gramática francesa del abad de Vayrac el estudio de la pronunciación es el primer capítulo –como era habitual en las gramáticas pedagógicas de la época– en una concepción jerárquica de la lengua: letra (como unidad mínima), palabra (como combinación de letras, frase (como combinación de palabras). Nada más empezar este estudio Vayrac insistió, como ya hizo en el prólogo, en la dificultad de aprender una lengua cito (p. 1): «que se escrive de un modo, y se pronuncia de otro». Sin anímo de reformar la ortografía, el abad expuso su meta: exponer ciertas reglas para esclarecer las dificultades y enseñar a escribir, leer, pronunciar y hablar la lengua francesa. A partir de la distinción entre vocales y consonantes ya establecida, Vayrac organizó el capítulo empezando por las primeras. La definición propuesta por el autor para las vocales consta como sigue (p. 5): «Llamanse vocales, porque forman una voz por si solas, sin el socorro de las demas letras». También las consonantes y los diptongos fueron definidos por Vayrac. La principal característica del tratamiento de la pronunciación en El Arte Françes de Vayrac es, sin duda alguna, el recurso constante a las descripciones contrastivas de la pronunciación del francés con la del castellano –consecuencia lógica dadas las condiciones de elaboración de esta gramática: una obra destinada a aquellos españoles que querían aprender francés–. Por ejemplo (p. 14): «Delante de las consonantes la a tiene en la Lengua Françesa la misma pronunciacion que en la Castellana, y conserva su fuerza al fin de los vocablos que vienen despues de ella...» o en (p. 20): «La e masculina es quando està señalada con el accento agudo al fin de un vocablo, y entonçes se pronuncia como la é Castellana de los preteritos presente de los verbos de la primera conjugacion, como...» Sin embargo, debemos señalar otros procedimientos explicativos también frecuentemente utilizados por nuestro abad. En efecto, la gramática de Vayrac se caracteriza también por una descripción grafo-fonética de la pronunciación, a la vez que contrastiva. Vayrac partió de las letras, es decir de la grafía, para describir la

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pronunciación que indicaba mediante otra letra del castellano. En este procedimiento se observa la tendencia a la asimilación de los sonidos del francés con los del español. Cabe notar que el abad reconoció, en algunos casos, las limitaciones de sus descripciones, dado que algunos sonidos son propios de una determinada lengua y no tienen equivalente en otra. Las observaciones puramente ortográficas presentadas en el apartado de la pronunciación, llaman la atención ya que Vayrac compuso un tratado sobre la ortografía. Sin embargo, corresponden a la dificultad para distinguir el plano oral y el plano escrito, y a la falta de conceptos y de terminología para caracterizar los sonidos, por lo que Vayrac vuelve a hablar de grafía. Aunque con menos frecuencia, Vayrac describió la pronunciación del francés en relación con la posición de los órganos de la fonación. Este recurso debió suplir las limitaciones que acabamos de señalar. En efecto, el autor intentó describir aquellos sonidos del francés ausentes en el español. Por esta razón, son pocas las citas de este tipo porque, salvo excepciones, le resultaban innecesarias ya que era más práctico recurrir a la comparación con el castellano. Proponemos un ejemplo (p. 73): «La h aspirada es aquella que se pronuncia con aspiración, y con un soplo que se haze en la garganta.» En lo que se refiere al tratamiento de los diptongos nuestro abad reafirmó las cuestiones ya aceptadas en los estudios de autores como Chiflet. Si Buffier no tenía más instrumentos conceptuales a su disposición, sin embargo, distinguió mejor en la teoría – sobre todo– y en la práctica sonido y grafía. Finalmente, destacaremos también la integración por parte del autor, en este capítulo de la pronunciación, de listados de considerable extensión a modo de inventario como cuando enuncia todos los casos en los que la “e”es abierta (p. 27-30). Estas largas enumeraciones dan fe del deseo de exhaustividad de Vayrac y al mismo tiempo muestran su incapacidad para seleccionar lo esencial de lo secundario.

3. COMPARACIÓN DE LAS APORTACIONES BUFFIER/VAYRAC

Este breve recorrido por el tratamiento de la pronunciación en las gramáticas de Buffier y de Vayrac nos permite situar a estos autores en la corriente lingüística de principios del siglo XVIII. Aunque desde el punto de vista cronológico el Arte se sitúa en la misma época que la obra de Buffier (recordemos que la Grammaire françoise sur un

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plan nouveau fue publicada cinco años antes), la gramática de Vayrac no supuso un cambio en la descripción de la pronunciación como la de Buffier (que se inspiró en la

GGR de 1660). De hecho, el abad no retomó el cuadro de los 33 sonidos del francés presentado por este autor, que primero separó el nivel fonético del nivel gráfico. En el caso de Vayrac prevaleció –pensamos– la perspectiva didáctica directamente para extranjeros, como en las obras de Maupas y Chiflet, de época anterior (el siglo XVII) y por lo tanto más alejada del autor desde el punto de vista cronológico. Por ejemplo, las definiciones propuestas por el abad no suponen una reflexión sobre el lenguaje en general ni sobre el francés en particular, sino una información básica para que los lectores que no hubieran estudiado gramática tuvieran unas referencias. Sin embargo, para Vayrac, las teorías lingüísticas no presentaban gran interés, ya que lo importante era que los destinatarios de su obra aprendieran a pronunciar el francés, y para ello el análisis contrastivo resultaba mucho más eficaz, al contrario de lo que pasó en Buffier, que tuvo otros planteamientos debido a su condición de “lingüista” o “gramático” de la lengua francesa. Sin duda alguna, el jesuita contribuyó, al igual que Dangeau anteriormente, a la evolución de los conceptos y al progreso de los métodos del análisis de los sonidos. Vayrac, en cambio, dentro de una perspectiva didáctica pura, elaboró un estudio de la pronunciación muy extenso en el que destacan las descripciones grafo- fonéticas (a la vez que contrastivas) y el carácter exhaustivo de sus largas observaciones y listados que se enmarca en la corriente de las gramáticas del siglo XVII que ampliaron el inventario de los fenómenos lingüísticos que parecían destacables.

CONCLUSION

Para concluir esta presentación esquemática destacaremos dos aspectos pertinentes para nuestra labor historiográfica. Por una parte, vemos hasta qué punto las condiciones de elaboración de una gramática y los objetivos planteados por el autor condicionaron no sólo la organización externa de las obras sino también los contenidos y los sistemas explicativos utilizados. Por otra, el que Vayrac en 1714 se sitúe en la línea de autores del siglo XVII muestra que los planteamientos adoptados en las gramáticas pedagógicas no siempre se hacía eco de los avances en la elaboración de la teoría lingüística.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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