MIÉRCOLES 17 21‘30 h. Entrada libre (hasta completar aforo)

EL DETECTIVE (1968) EE.UU. 114 min.

Título Orig.- The detective. Director.- Gordon Douglas. Argumento.- La novela homónima de Roderick Thorp. Guión.- Abby Mann. Fotografía.- Joseph Biroc (Panavisión - DeLuxe). Montaje.- Robert Simpson. Música.- Jerry Goldsmith. Productor.- . Producción.- Arcola- Millfield Productions para 20th Century Fox. Intérpretes.- (Joe Leland), Lee Remick (Karen Leland), Jacqueline Bisset (Norma McIver), Ralph Meeker (teniente Curran), Jack Klugman (Dave Schoestein), Horace McMahon (Farrell), William Windom (Colin McIver), Lloyd Bochner (dr. Wendell Roberts), Tony Musante (Felix Tesla), Robert Duvall (Nestor), Al Freeman Jr. (Robbie Louglin). v.o.s.e.

Música de sala: El detective (The detective, 1968) de Gordon Douglas Banda sonora original de Jerry Goldsmith

EL DETECTIVE, uno de los mejores films policiacos de Gordon Douglas, puede situarse en la encrucijada del thriller policíaco, en un momento -finales de los sesenta, con todo lo que de cambio social comportan aquellos años para la sociedad estadounidense y para el sistema cinematográfico hollywoodiense- en el que el clasicismo sucumbe por igual al aire de los nuevos tiempos, en lo negativo (zooms innecesarios, angulaciones de cámara más impuestas que meditadas), y a las metamorfosis sociales y culturales, en lo positivo. Que sean Douglas y Frank Sinatra, dos personajes no especialmente liberales, los que rubriquen este thriller moderadamente progresista no deja de resultar significativo1. Mientras el ala izquierda de Hollywood se perdía en disquisiciones temáticas y nimiedades formales, gente formada en el sistema de los estudios y caracterizada a veces por un uso ambiguo de la violencia (Gordon Douglas, Don Siegel, Robert Aldrich) vendrían a poner los cimientos de un nuevo género policiaco que miraba a ras de tierra la realidad que lo envolvía. EL DETECTIVE adapta una novela de Roderick Thorp -otro de sus libros sería llevado al cine dos décadas después en Jungla de cristal [Die Hard, John McTiernan, 1988]- y cuenta con una espléndida fotografía de Joseph Biroc, el operador predilecto de Aldrich desde mediados los sesenta: toda la película está dominada por el color verde linóleo con el que están pintadas las paredes y puertas tanto de la comisaria de policía como del apartamento del sargento de homicidios Joe Leland (Sinatra). La historia arranca con el hallazgo del cuerpo mutilado de un homosexual de clase alta. Aunque abocado por pura inercia a una representación algo tremendista de la homosexualidad oscura y mercenaria en las calles y bares de Nueva York -la secuencia de la redada en los camiones donde se citan varios jóvenes, por ejemplo-, EL DETECTIVE es una de las primeras películas de —consumo“ donde la —otra“ sexualidad está contemplada de una manera más frontal, ya que lo hace desde el punto de vista de Joe Leland, un policía encallecido, solitario, escéptico y muy poco burocrático, como lo fueron casi todos en aquella época cinematográfica (Harry Callahan [Clint Eastwood, Harry el sucio (Dirty Harry), Don Siegel, 1971], Dan Madigan [Richard Widmark, Brigada homicida (Madigan) Don Siegel, 1968] o Frank Bullitt [Steve McQueen, Bullitt, Peter Yates, 1968]), que posee esa sólida mezcla que da la inteligencia, la intuición y una cierta cultura adquirida. Este resulta uno de los aspectos más interesantes y atípicos del film, el choque cultural, tema bastante inusual en este tipo de producciones. Después de que Douglas se pliegue a los designios de las

1 Justo antes y después de EL DETECTIVE, Douglas rodaría con Sinatra las dos películas centradas en el personaje de , un detective de Miami envuelto en intrigas más sofisticadas, mujeres espectaculares y algo jamesbondianas y ambientes hedonistas. Son Hampa dorada (Tony Rome, 1967) y La mujer de cemento (The , 1968). modas imperantes, dejando de lado su neoclasicismo -ya vulnerado, con todo, en films anteriores como el western Chuka, por no hablar de la aparente modernidad de F de Flint- para situar la cámara encima del ascensor cuando Leland se dirige al apartamento de su ex esposa (Karen: Lee Remick), el director incrusta uno de los dos largos flash backs que atañen exclusivamente al auge y caída de su relación matrimonial, no muy distinta a la experimentada por el agente Madigan en Brigada homicida, de Siegel. Joe y Karen pertenecen a mundos antagónicos. Ella salió del arroyo para convertirse en una chica moderna, ni más ni menos, cultivada y rodeada siempre de amigos con ínfulas intelectuales que asisten a estrenos y organizan fiestas artísticas. En una secuencia, la de la salida del teatro, se exponen muy bien los conflictos que a la vez unen y atraen a los protagonistas. Leland ha salido antes de tiempo de la representación. Aparecen Karen y sus amigos. Todos creen que el maduro policía, banal hot dog en mano, no tiene ni idea de teatro. Leland asegura entonces que prefiere al dramaturgo irlandés Sean O‘Casey porque habla de las alegrías de la vida y no de la angustia de vivir. Silencio. Una de las amigas asegura que siempre ha pensado que un policía con demasiados conocimientos es peligroso: Leland no es un intelectual ni se ha adaptado plenamente a los nuevos tiempos -odia a los psiquiatras porque no le gustan los que intentan que la gente se adapte a un mundo enfermo-, pero tampoco pertenece al universo tosco de los citados Madigan y Callahan. Ahí reside su diferencia, la que le obliga a enfrentarse con un concejal corrupto y a oponerse drásticamente a la forma en que uno de sus hombres (Nestor: Robert Duvall) humilla a los homosexuales; la que le permite afrontar con una dignidad innata (y muy bien expresada en la interpretación de Sinatra) temas como la homosexualidad, la infidelidad (Karen es ninfómana), las drogas, la agitación social, la especulación inmobiliaria o la corrupción policial, temas que de un modo u otro van adhiriéndose al cuerpo del relato. Y no es un cuerpo convencional. Una vez resuelto el caso del homosexual asesinado, o eso creen todos menos el propio Leland, Douglas inserta una escena desgajada de todo lo que hemos estado viendo: se trata de un plano general del hipódromo de Nueva York y una serie de planos cortos subjetivos de un hombre cayendo desde lo alto del edificio. La película queda rota en dos. Han pasado dos años y lo que parece un nuevo caso, ya que Norma (Jacqueline Bisset), la esposa del hombre del hipódromo, no está convencida de que su marido decidiera suicidarse, contiene en realidad la solución a todas aquellas cosas que quedaron difusas para Leland, y para el espectador, en el primer bloque. Hay en el inicio de esta aparente segunda parte una situación que define muy bien la dirección que toma la película, El policía negro (Robbie Loughlin: Al Freeman Jr.) que en la primera parte parecía un novato introvertido, es al comenzar la teórica segunda parte del film un agente violento y ambicioso que quiere escalar posiciones, como lo ha hecho Leland resolviendo el caso del homosexual asesinado, a cualquier precio. Loughlin interroga a un sospechoso completamente desnudo y le comenta a Leland que así se siente más vulnerables y hablan más rápido; explica después, ante la mirada asqueada de Leland, que lo aprendió en un documental sobre los campos de concentración nazi, lo que parece una situación más propia del Fuller de Corredor sin retorno, en la que un joven negro internado en el manicomio se creía miembro del Ku Klux Klan. Desde este momento, y queda algo menos de media película por delante, EL DETECTIVE no es más que la confirmación de la soledad a la que queda abocado su protagonista, elemento extraño, al igual que cineastas como Douglas en aquel Hollywood, en un mundo modificado del que intenta rescatar una brizna de dignidad.

Texto: Quim Casas, —El detective“, en dossier —El thriller estadounidense de los años 70“, Dirigido, enero 2007