Casas Y Huertas En La Ribera De San Cosme, Siglos XVI-XIX
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
Casas y huertas en la Ribera de San Cosme, siglos XVI-XIX María del Carmen Reyna y Jean-Paul Krammer El objetivo de este trabajo es el rescate docu- mental de lo que actualmente se conoce como la colonia San Rafael. En su momento, esta zona de la ciudad fue un lugar bucólico que se encontraba en los alrededores de la ciudad de México. A través del estudio y seguimiento de sus diferentes propietarios, los autores nos llevan por las antiguas casas y huertas situadas en la María María del Carmen Reyna Krammer y Jean-Paul Ribera de San Cosme con el propósito de ofre- cer una idea más clara de esta parte de la ciu- XIX dad durante la época colonial y el siglo XIX. - Era una zona hermosa en la que sus acauda- XVI lados propietarios mandaron construir casas que alcanzaron notoriedad por su belleza arqui- tectónica, así como por sus amplios jardines saturados de árboles frutales, plantas y flores. La pésima planeación en la urbanización termi- nó por destruir este rincón que en su momento fue considerado un edén. Antiguas edificacio- nes como la Casa del Pino, del Elefante, El Tanque y El Cebollón, entre otras, ya no existen más que en documentos obtenidos en diferen- tes archivos y bibliotecas. Divulgación Casas y huertas en la Ribera de San Cosme, siglos INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA CASAS Y HUERTAS EN LA RIBERA DE SAN COSME SIGLOS XVI-XIX DIVULGACIÓN CASAS Y HUERTAS EN LA RIBERA DE SAN COSME SIGLOS XVI-XIX María del Carmen Reyna Jean-Paul Krammer INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA Reyna, María del Carmen. Casas y huertas en la Ribera de San Cosme, siglos XVI-XIX / María del Carmen Reyna, Jean-Paul Krammer. — México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2009. 148 p.: il.: 21 cm. — (Colección Divulgación). ISBN: 978-968-03-0398-4 1. México (Ciudad). Ribera de San Cosme - Casas históricas. 2. México (Ciudad). San Rafael (Colonia) - Historia. 3. Huertas - Ribera de San Cosme, México (Ciudad). I. t. II Krammer, Jean-Paul, coaut. III.Ser. LC: F1386.4 S2 R49 Primera edición: 2009 D.R. © Instituto Nacional de Antropología e Historia Córdoba 45, Col. Roma, 06700, México, D.F. [email protected] ISBN: 978-968-03-0398-4 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los titulares de los derechos de esta edición. Impreso y hecho en México. ÍNDICE Introducción 9 Casas 35 Huertas que conformaron la colonia San Rafael 75 Últimas palabras 127 Glosario 131 Bibliografía 137 Anexo 1. Los barcelonetas destacados 141 Anexo 2. Las calles y sus nombes 145 INTRODUCCIÓN Cuando los conquistadores pisaron por primera vez las tierras de la cuenca de México, avistaron hermosos paisajes. Se apreciaba la majestuosidad del Popocatepetl, la serenidad del Iztaccihuatl, la im- pasible cordillera del Ajusco, los espesos bosques que la rodeaban y el gran lago que ocupaba una vasta extensión. Este paradisíaco lugar sorprendió a los españoles, pero aún más fue el avistar la so- lemne ciudad de México-Tenochtitlan. Para acceder a ese lugar, existían tres importantes calzadas: la México-Tacuba, que unía a Tenochtitlan con tierra firme, la de Iztapalapa y la del Tepeyac.1 La México-Tacuba, y una parte de lo que sería en breve tiempo la Ribera de San Cosme registró importantes sucesos durante la conquista española. Se menciona que durante la retirada de la Noche Triste, no estaba fuera del agua más espacio que el ancho de la calzada en todo el largo tramo que hay desde el puente de la Mariscala donde estaba la primera cortadura hasta Popotla, que era donde comenzaba la tierra firme y en 1524 vemos que la laguna se ha retirado ya tanto, que queda en uno y otro costado terreno seco suficiente para formar varios órdenes o series de huertas unas tras otras, con ciento y cincuenta varas de fondo.2 Después del triunfo de los iberos, se dio inicio a la premiación de los soldados que habían participado en ese memorable hecho 1 Tacuba o Tlacopan quiere decir “lugar de jarillas o situado en las jarillas”. Artemio de Valle-Arizpe, Obras completas, t. II, p. 911. 2 Lucas Alamán, Disertaciones, v. III, p. 258. 9 histórico: la repartición de tierras. En la calzada México-Tacuba se realizó uno de los actos más memorables, protagonizado por Hernán Cortés. Se calificó de solemne el dar dos golpes con su espada a un árbol vetusto, señalando que desde ese punto se habían de merce- dar solares destinados únicamente para huertas. Con ello se inició una nueva época en ese lugar: el Alcalde Gonzalo de Ocampo y los regidores Bernardino Vázquez de Tapia, Cristóbal Flores y Alonso Xaramillo, con el escribano de Cabildo fueron a la calzada de Tacuba, y desde el árbol marcado por el gober- nador en adelante, comenzaron a señalar las suertes de tierra para huertas de cien pasos de largo y ciento cincuenta de ancho. De las cinco primeras echaron suertes y cupo la primera junto al árbol a Bernardino Vázquez de Tapia; la segunda, junto a ella, a Rodrigo de Paz; la tercera a Rodrigo de Rangel; la cuarta a Cristóbal Flores, y la quinta a Alonso de Xaramillo, y la sexta dieron al escribano de Cabildo, de las cuales en el mismo acto, el Alcalde Gonzalo de Ocampo, en nombre de la Ciudad, les dio posesión, tomándola los presentes por los ausentes, arrancando yerbas, que en los sitios había. Desde ese día en adelante, casi no había cabildo en que no se hicieran mercedes para aquellas huertas. Este se- ñalamiento no se hizo sólo a lo largo de la calzada en ambos lados de ella, sino que tras de las primeras se hicieron otros dos o tres órdenes, separados entre sí por calles llamadas calzadas por nosotros.3 Los nuevos pobladores destinaron las tierras mercedadas al es- tablecimiento de huertas con plantas y árboles americanos y euro- peos. Diferentes especies traídas desde el Mediterráneo se aclima- taron fácilmente en el valle del Anáhuac conformando, junto con los autóctonos, hermosas y tupidas arboledas. Los resultados fueron más que satisfactorios. La fertilidad de sus tierras se aprovechó de inmediato. Frutos y legumbres fueron reconocidos por los consumidores por su exce- lente calidad y los diferentes productos se distribuían en los princi- pales mercados de la ciudad. A esto se sumó la exuberante vegetación que reforzó la popula- ridad de la calzada México-Tacuba. Los mismos pobladores reco- nocieron y ensalzaron la pureza del aire y la benignidad del clima, 3 José María Marroqui, La ciudad de México, t. II, pp. 211-212. 10 por lo que en su gran mayoría las propiedades de la Ribera de San Cosme se utilizaban como lugares de descanso.4 Pero el crecimiento de la ciudad empezó a hacer mella en sus al- rededores. Después de mercedar los terrenos más próximos a la recién fundada ciudad de México, continuó la etapa de incesantes solicitu- des. Tal fue el número de peticiones, que la repartición de tierras próximas a las ya mercedadas se dio enseguida. La ausencia de una planeación urbana y la desmedida ambición de los propietarios pro- vocaron la carencia de espacios necesarios entre casas y huertas, de- jando el mínimo para el paso local de vehículos y personas. En los años siguientes la demanda fue en aumento y, aunque los espacios estaban agotados, las peticiones no cesaban. Las únicas tierras que por el momento quedaron a salvo, fueron los pantanos próximos a Chapultepec que impedían cualquier asentamiento humano y labores agrícolas. La apatía y el desinterés de las autoridades tuvieron serias re- percusiones en los residentes de esos lugares, y se cometieron y fomentaron innumerables arbitrariedades. Una de las principales fue la falta de sanciones y castigos para los culpables de invadir las 600 varas reglamentarias pertenecientes a los pueblos, que provo- caban altos índices de hacinamiento. La falta de tierras de cultivo y por consiguiente de recursos, hizo que muchas personas buscaran trabajos en haciendas, huertas y ranchos cercanos, y cuando no era temporada de cosechas se trasladaban a la ciudad de México, para desempeñar cualquier actividad que les permitiera sobrevivir ante la adversidad. El nombre de San Cosme En los primeros años de vida colonial, la calzada México-Tacuba fue conocida simplemente por ese nombre. Sin embargo, el tramo inicial de ese camino conservó por poco tiempo tal denominación. En 1535 fray Juan de Zumárraga fundó un hospital y refugio para los indios vagabundos; con el fin de asistirlos, en uno de sus costa- dos construyó una ermita dedicada a los santos médicos Cosme y Damián, la cual se utilizó durante trece años hasta que el religioso 4 Todavía en las postrimerías de la época colonial se solicitaban espacios en lugares impropios. Esto se pudo observar cuando Joaquín Cortina González, 11 Convento de San Cosme. falleció. Desde ese tiempo, por ser un nombre demasiado largo, al referirse al lugar la población lo llamó simplemente San Cosme, omitiendo el nombre de Damián. En los años siguientes el lugar fue ocupado por los franciscanos y, tras abandonarlo, por los die- guinos. Por falta de recursos económicos, la construcción de la iglesia y convento tardó varios años hasta que el capitán Domingo de Cantabrana aportó lo necesario para concluirlos. El 13 de enero de 1675 la obra se inauguró y se dedicó a Nuestra Señora de la Conso- lación cuya imagen ocupó el lugar principal del retablo mayor; sin embargo, la costumbre y la tradición impidieron borrar el nombre de San Cosme que se ha conservado hasta nuestros días.