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La Misericordia En Algunos Conversos -..::Revista De Espiritualidad

La Misericordia En Algunos Conversos -..::Revista De Espiritualidad

La misericordia en algunos conversos

IGNACIO HUSILLOS TAMARIT, OCD Desierto de Las Palmas (Benicasim)

RESUMEN: Teniendo en cuenta la acción misericordiosa de Dios en los hom- bres y la respuesta de éstos a Dios, se pasa revista tanto al don de la conver- sión (fruto de la misericordia divina) como a las obras de misericordia impulsa- das por esa misma conversión. Mencionando a varios conversos famosos, son recordados desde una visión cronológica otros más desconocidos, destacando algunos testimonios recientes y ciertos casos especiales de acción misericor- diosa de Dios

PALABRAS CLAVE: Conversión, misericordia, obras de misericordia, caridad

Mercy According to Several Converts

ABSTRACT: Using as a point of departure the merciful action of God toward human persons and their response to God, this article examines both the gift of conversión (as a fruit of divine mercy) and the works of mercy undertaken as a result of this conversion. A number of famous converts are mentioned, with emphasis on recent testimonies and certain special instances of the merci- ful action of God.

KEY WORDS: Conversion, mercy, works of mercy, charity.

INTRODUCCIÓN

La misericordia es uno de los nombres de Dios. También es un nombre dado al Espíritu Santo: el amor misericordioso de Dios, como lo llamaba santa Teresita. Y la acción de Dios misericordioso se refle-

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 411-436 - ISSN: 0034 - 8147 412 IGNACIO HUSILLOS TAMARIT ja en los rostros de los hijos de Dios: en el periplo de sus vidas, tanto en ciertos acontecimientos especiales, como en las cosas cotidianas, que suelen ser pequeñas y a veces imperceptibles en el día a día. Por su parte, las catorce obras de misericordia han sido llamadas los ape- llidos de Dios, o apellidos del nombre de «misericordia».

I. TODAS LAS OBRAS DE MISERICORDIA EN UN EJEMPLO

Recordando a «un tal Masao Nagano que, después de más de se- senta años de su prematura muerte, continúa siendo venerado en Asahikawa, Hokkaido [Japón], donde era un empleado de categoría en los ferrocarriles»1, creo que su misma vida recoge una buena parte de las citadas obras de misericordia si no todas. Veámoslo. Masao Nagano «fue un hombre modesto, que eligió vivir sencillamente, in- cluso vestir pobremente, con objeto de mantener a su madre y entre- gar sus ingresos a personas necesitadas y a causas loables»2. Tras ser galardonado con la Orden Imperial por sus servicios al Estado duran-

1 Ayako MIURA, Un samurái cristiano. Relato de una conversión. Palabra (Arcaduz, 103), Madrid 2006, p. 7. Ese libro era una novela sobre la vida de Masao Nagano (que sería el “samurái cristiano”); su autora, Ayako Miura (1922-99), confesó que dicho libro tenía mucho de autobiográfico (cf. ib., p. 7). Tras la II Guerra Mundial, en junio de 1946 contrajo la tuberculosis; en el hospital en que se curaba conoció a Tadashi Mekawa, quien la atrajo al cris- tianismo; Mekawa murió de tuberculosis y Ayako intentó suicidarse. Tres años después se convirtió al cristianismo y en 1959 se casó con Mitsuyo Miu- ra, también cristiano. En los sesenta su primera novela, Punto de congela- ción, ganó un premio y la hizo famosa en todo Japón. A partir de ese momen- to se dedicó a la literatura llegando a ser una autora muy conocida en su país y fuera de él. Un samurái cristiano, su novela más conocida, ha sido traduci- da a numerosos idiomas y ha vendido más de un millón de ejemplares. 2 Aquí se pueden intuir estas obras de misericordia: dar de comer al ham- briento y beber al sediento, dar posada al peregrino y vestir al desnudo: si se hubiera desecho de su madre, ésta habría acabado en un asilo de mala muerte (en la posguerra japonesa), hambrienta, sedienta, harapienta y muy proba- blemente desahuciada; y estando así, el hijo hubiera tenido una “enferma” a quien visitar, pero manteniéndola en casa, la “visitaba” de continuo. Además de mantener a su madre, empleaba el dinero para «personas necesitadas» en esas situaciones.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 411-436 - ISSN: 0034 - 8147 LA MISERICORDIA EN ALGUNOS CONVERSOS 413 te la guerra ruso-japonesa, empleó el premio en fundar la Asociación Cristiana de los Jóvenes Empleados del Ferrocarril3. De hecho, Nagano fue un funcionario público extraordinariamente respetado, famoso por su integridad y muy popular entre sus hom- bres. Día tras día trabajaba en su despacho hasta altas horas de la no- che con el fin de aligerar la tarea de su equipo, un hecho que era co- nocido4. Su personal, cuya confianza se había ganado, tendía a con- fiarle sus problemas a causa de su capacidad para resolverlos5. Pere- zosos acérrimos y personajes conflictivos comenzaron a trabajar ade- cuadamente6. Cuando estaba destinado en Sapporo se compadeció del alcohólico compulsivo al que la Junta de Ferrocarriles había despedi- do y su propia familia había abandonado por imposible7. Agresivo cuando estaba ebrio, e incapaz de cuidar de sí, este hombre no era re- cibido en ninguna casa, pero Masao Nagano compartió con él su hogar8 soportando numerosas indignidades9, hasta que, después de

3 Con esta acción asociativa podemos entender la obra de misericordia de enseñar al que no sabe. Y, apurando la deducción, se podría alcanzar a ba- rruntar la obra de misericordia de corregir al que está en error, dada la posible función de directivo y una especie de maestro en esa asociación, de cara a los más jóvenes e inexpertos. 4 Aunque no lo dice exactamente, se podría interpretar la acción mencio- nada desde el punto de vista de la obra de misericordia que consiste en sopor- tar con paciencia los defectos del otro. 5 Queda patente la obra de misericordia de dar consejo al que lo necesita; podemos intuir también la obra de misericordia de consolar al triste (pues en más de una ocasión sus compañeros acudirían a él por estar tristes). 6 Con esta frase se puede comprender lo dicho en la nota 4: soportar con paciencia los defectos del otro, hasta que, por efecto de la obra de misericor- dia, el otro cambia y muda su condición. 7 La compasión es la típica acción interior (en el corazón, en las entra- ñas... de misericordia) del que practica las obras de misericordia, porque ha tenido previamente experiencia de la misericordia de Dios. 8 Alusión a la obra de misericordia de dar posada al peregrino... de la vi- da. También le vestiría, le daría de beber agua y bebidas no alcohólicas, le daría de comer... Muchas obras de misericordia en una sola acción. 9 Clarísima alusión a la obra de misericordia de soportar con paciencia los defectos del otro. Una adicción tal hace que los defectos se multipliquen y se amplifiquen poderosamente; sobrellevarlos con paciencia es arduo.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 411-436 - ISSN: 0034 - 8147 414 IGNACIO HUSILLOS TAMARIT muchos meses, quedó completamente curado y rehabilitado10. Enton- ces, Nagano se impuso a la Junta, que le empleó de nuevo. Masao Nagano era también un hombre valiente. Un misionero de Hokkaido caído bajo sospecha de ser un espía de guerra sufría un tra- to hostil. Haciendo caso omiso de las repercusiones que podrían afec- tarle personalmente, Nagano escribió a los periódicos y se enfrentó con la autoridades de la Seguridad a favor del extranjero11. Persona tranquila y pacífica por naturaleza, era, sin embargo, un orador públi- co fogoso y convincente12. Y era un cristiano audaz en medio de una sociedad sinto-budista. En sus incesantes esfuerzos por compartir su fe con sus empleados a través de la extensa área bajo su control, via- jaba frecuentemente para visitar los grupos de la Asociación Cristiana de Empleados del Ferrocarril. Un día gélido, cuando regresaba de un lugar alejado, se produjo el incidente que inspiró su libro13. A conse- cuencia de lo sucedido, se convirtieron al cristianismo muchos de sus empleados y personas de la ciudad»14. Así, pues, las obras de miseri- cordia producen frutos de conversión.

10 De algún modo, Nagano ejerció la obra de misericordia de socorrer al preso, puesto que este hombre al que acogió, adicto como era, estaba preso de esa adicción al alcohol, fuera de sí, y Nagano consiguió socorrerle. 11 Con esta determinación, juntó dos obras de misericordia: la de corregir al que está en error (las autoridades, por efecto de las sospechas) y la de en- señar al que no sabe (gracias a escribir en los periódicos). De alguna manera, consiguió también que el misionero extranjero fuera acogido en el país (dar posada al peregrino)... 12 De nuevo, la obra de misericordia de enseñar al que no sabe. 13 Al decir «su libro», el editor se refiere a la novela de Ayako Miura titu- lada Un samurái cristiano. 14 A. MIURA, Un samurái cristiano, op. cit., pp. 7-9. Dice a continuación el editor: «La información sobre Masao Nagano procede de los documentos de la iglesia de Asahikawa y de un anciano que le recordaba y que se había hecho cristiano gracias a su influencia» (ibíd., p. 9). Y añade respecto de la autora del libro: «La señora Miura indica que “Nobuo Nagano” no es el mis- mo personaje que Masao Nagano, aunque haya empleado el mismo apellido. Nobuo y Fujiko son invención suya. Gracias a este libro escrito en japonés, Ayako Miura ha hecho mucho para eliminar prejuicios y para presentar el cristianismo a su propio pueblo» (ibíd.).

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II. MISERICORDIA EN ACCIÓN

La misericordia de Dios se hace patente en la vida de los cristia- nos de múltiples formas: bien por la acción divina (por la iniciativa de Dios), bien por la acción humana (iniciativa del hombre: hacia sus semejantes). Me fijo en la acción de Dios en los hombres, que tiene su respuesta en la acción de los hombres para con sus prójimos: Dios llama al hombre y éste se siente interpelado, y su respuesta es acer- carse a quien tiene cerca y compartir la misericordia. Así, pues, parto de la experiencia personal de la misericordia, y me dirijo tanto a aquellos que han hecho experiencia de la misericor- dia de Dios en sus vidas como a aquellos que estas expre-siones les quedan algo lejanas porque entienden mejor a Dios bajo otras claves. A unos y a otros va dedicada esta colaboración. Creo sinceramente que quien experimenta la misericordia de Dios no se la puede guardar sólo para sí, sino que siente en su interior una obligación (moral, eclesial, social, espiritual) de ser misericordioso, de practicar la misericordia con quien se le cruce por el camino. Ése es el inicio del surgimiento de muchas virtudes. Quiero creer que dando a conocer al lector algunos conversos, puedo practicar la misericordia: enseñar al que no sabe... Yo tampoco sabía y mi curiosidad innata me llevó a descubrir el “continente” de los conversos, que afectivamente, con una pizca de humor, he llama- do Conversilandia15. Ellos, todos los conversos al catolicismo (y también los conversos a la Ortodoxia y a las diversas ramas protes- tantes) han ejercido una importante influencia sobre mí: han practica- do -sin saberlo ellos- algunas obras de misericordia hacia mi persona y por ello les estoy muy agradecido; como agradecimiento escribo es- tas líneas. Me son cercanos los conversos, me tocan el corazón y me conmueven. Me llaman a convertirme y a reconver-tirme constante- mente y me ofrecen por vía directa una comunicación con Dios y con los hombres.

15 Ignacio HUSILLOS TAMARIT, «Un paseo espiritual por Conversilandia», Revista de Espiritualidad 72 (2013) 117-129.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 411-436 - ISSN: 0034 - 8147 416 IGNACIO HUSILLOS TAMARIT

III. LA MISERICORDIA EN LOS CONVERSOS

Para ello pongo el acento en cierto tipo de personas: los cristia- nos católicos conversos (o neoconversos); aquellos cristianos que han hablado de su propia conversión, por un lado; y por otro, aque- llas personas de las que se ha tenido noticia de su conversión, lo cual ha sucedido en numerosas ocasiones muchos años después de su muerte. Partiendo de que todo cristiano, por definición, se ha te- nido que convertir o reconvertir en algún momento de su vida: pues sin conversión, no hay cristiano que valga..., sólo pongo mi aten- ción en aquellos conversos al catolicismo que han hablado de su propia conversión y lo han publicado en algún lugar (en libros, re- vistas, etc.) o bien otros (normalmente historiadores) han hablado y escrito de la conversión de tal o cual cristiano, bien en vida o bien después de su fallecimiento. Hay muchos tipos de conversión al catolicismo: 1) desde el ámbi- to de la increencia (el ateísmo16, el agnosticismo, el nihilismo)17; 2) desde otra religión no católica (judaísmo, islam, budismo...)18; 3) desde otra confesión cristiana (ortodoxia19, protestantismo, iglesias libres...); 4) reconversión del ya católico desde un ausente o flojo compromiso a una opción fundamental duradera20; éste es el grupo

16 Cf. José Ramón AYLLÓN, 10 ateos cambian de autobús. Palabra, Ma- drid 42009. 17 Cf. I. HUSILLOS TAMARIT, «Profeta del evangelio en tierra extraña. Madeleine Delbrêl», Revista de Espiritualidad 64 (2005) 423-462 (fascículo nº 256-257: «Espiritualidad de grandes conversos»). La vida de Madeleine Delbrêl estuvo marcada por la misericordia y, concretamente, por las obras de misericordia. 18 Aquí cabría citar los manuales para los misioneros católicos de finales del siglo XVI y primera mitad del siglo XVII, en donde los diversos autores (misionólogos) explicaban qué métodos usar para propiciar la conversión, desde la dialéctica y el debate privado o público de cuestiones de fe y de cos- tumbres, hasta la catequesis y las obras de caridad y de misericordia. En el Carmelo Teresiano despunta el P. Tomás de Jesús. 19 Cf. I. HUSILLOS TAMARIT, «Puentes entre Oriente y Occidente. Orienta- les conversos, llegados a Occidente», Revista de Espiritualidad 73 (2014) 275-299. 20 Cf. Javier GARRIDO, Proceso humano y Gracia de Dios. Apuntes de espiritualidad cristiana. Sal Terrae, Santander 21996, pp. 207-234; Atilano ALÁIZ, La conversión de los buenos. Paulinas, Madrid 1993.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 411-436 - ISSN: 0034 - 8147 LA MISERICORDIA EN ALGUNOS CONVERSOS 417 más numeroso: por ejemplo, a los ya católicos se nos pide reconver- tirnos en cada adviento y en cada cuaresma21 (y cada domingo22 y hasta cada día23); 5) conversión espiritual de aquellos católicos que ya viven comprometidos en la Iglesia, pero que, por especial llamada del Espíritu, sienten una obligación a darse más de lleno a Dios y a los hermanos24 (es la conversión experimentada por santos como Antonio abad, Bernardo de Claraval o Teresa de Jesús a una vida más perfec- ta25; o la conversión a la pobreza experimentada por Clara de Asís; o la conversión desde el miedo ante la posibilidad de morir mártires a la confianza en Dios, de dos monjas carmelitas descalzas26 del monaste- rio francés de Compiègne27; o incluso la conversión desde la teoría a

21 Cf. VV. AA., La más urgente reconversión. Cáritas Española, Madrid 1983; B. VAN ACKEN, Catecismo de convertidos. Editorial Litúrgica Españo- la, Barcelona 1958; S. GIROUST, El pecador sin escusa o los falsos pretextos con que suspende su conversión, en sermones de Cuaresma... Pedro Martín, Madrid 1717. 22 Cf. Virgilio PASQUETTO, Convertimi, Signore. Spunti di riflessione sui vangeli domenicali e festivi. Anno B. Edizioni OCD, Morena (Roma). Tam- bién en clave evangélica: Marcelino LEGIDO, Misericordia entrañable. Histo- ria de la salvación, anunciada a los pobres. Sígueme (Nueva Alianza, 98), Salamanca 1987. 23 Cf. A. M. CARRE, La conversión de cada día. Narcea, Madrid 1971. 24 Cf. J. GARRIDO, Proceso humano y Gracia de Dios, op. cit., pp. 375- 404; B. GINISTY, Conversion spirituelle et engagement prospectif. Éditions Ouvrières, 1966. 25 Cf. Salvador ROS GARCÍA, «La conversión de santa Teresa. Lectura de una experiencia fundante (450 años)», Revista de Espiritualidad 63 (2003) 367-386; J. Ignacio UGARTE GRIJALBA, La segunda conversión. Estudio de la renovación de la vida espiritual en Santa Teresa de Jesús. Facultad de Teo- logía, Lima 1979. 26 Los nombres de esas dos mártires: Marie-Anne Piedcourt, devenida beata Mª Ana de Jesús Crucificado, OCD (1718-94); y Anne-Marie-Madeleine Thouret, devenida beata Carlota de la Resurrección, OCD (1716-94). 27 Llama la atención de este particular (la conversión del miedo): Tomás ÁLVAREZ, En camino. Quince testigos. Monte Carmelo, Burgos 1995, pp. 25- 43. No fueron los primeros casos: los santos Casto y Emilio, mártires nortea- fricanos (†203) se convirtieron del miedo ante el martirio (Martirologio Ro- mano. Coeditores Litúrgicos, Barcelona 2007, p. 322, 20 de mayo, texto 3º); ni los últimos casos (pues las beatas mártires OCD son del XVIII, muertas a finales de ese siglo): y los santos Agustín Phan Viet Huy y Nicolás Bui Viet The, mártires vietnamitas (†1839), también se convirtieron del miedo al mar- tirio (ibíd., p. 363, 13 de junio, texto 12º). Como dice el P. Tomás: «vencer el miedo es una manera de convertirse» (En camino, op. cit., p. 40).

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 411-436 - ISSN: 0034 - 8147 418 IGNACIO HUSILLOS TAMARIT la praxis28); 6) conversión desde cualquier tipo de maldad y de peca- do (pasando por el perdón de las culpas y la absolución –a veces no sacramental al tratarse de personas de los apartados anteriores 1, 2 o 3; y otras veces sacramental, tratándose de católicos del apartado 4–): son las conversiones más famosas como la de María Magdalena29, la de Pablo30 o la de Agustín31; en este sexto modo de conversión, se puede decir en ocasiones que la conversión equivale a cierto bautismo en cuanto que la gracia de conversión ejerce la función del lavamien- to de los pecados y de la liberación de la culpa (o así lo han experi- mentado algunos conversos32); todo lo cual, después, se pone “canó- nicamente” por escrito (se escribe en el libro de la vida) al pasar por el filtro de la vida sacramental; pero cuando la persona desconoce si- quiera que hay sacramentos o bien se haya alejadísima de ellos, el mi- lagro de la conversión realiza a su vez el milagro de crear un puente entre la persona y Dios, entre la persona y la Iglesia, entre la persona y la vida eclesial33.

28 Cf. William JOHNSTON, Mística para una nuera era. De la teología dogmática a la conversión del corazón. DDB, Bilbao 2003. 29 Cf. A. SCATTIGNO, «María Magdalena», en Diccionario de los santos. II. San Pablo, Madrid 2000, pp. 1.615-1620; abundante iconografía como conversa y penitente, en J. CARMONA MUELA, Iconografía de los santos. Akal (Básica de Bolsillo, 154), Madrid 2009, pp. 309-317. 30 Cf. J.-R. FLECHA ANDRÉS, San Pablo y convertidos de la Biblia. Edibe- 2 sa, Madrid 2009, pp. 17-164; J. CÔTE, 100 palabras clave de la teología de Pablo. Monte Carmelo, Burgos 2008, pp. 171-172 (voz misericordia; cf. «re- conciliar», pp. 216-218; «redención-rescate», pp. 218-220); M. P. HUERTA ROMÁN, «Conversión y enamoramiento: Pablo y Teresa de Jesús», Revista de Espiritualidad 67 (2008) 275-289; F. PASTOR RAMOS, «Conversión», en Dic- cionario de San Pablo. Monte Carmelo, Burgos 1999, pp. 238-242. 31 Cf. Rafael DEL OLMO VEROS, San Agustín y convertidos de la era patrística. Edibesa (El camino de Damasco, 2), Madrid 2008, pp. 45-163; J. OROZ RETA – A. ESPOSITO – A. FITZGERALD, «Conversión», en A. Fitzgerald – J. García (dirs.), Diccionario de San Agustín. Monte Carmelo, Burgos 2001, pp. 331-336; J. L. LARRABE, «Conversión de san Agustín y mundo ac- tual», Revista de Espiritualidad 45 (1986) 631-640. 32 El noveno o penúltimo caso del §.VI, sub§. Edad Contemporánea. 33 Cf. Augusto GUERRA, «El cristiano del futuro: conversión al hombre y experiencia de Dios», Revista de Espiritualidad 43 (1984) 9-38; John O’BRIEN, Los prodigios de la gracia. (The Road to Damascus). Historias de convertidos anglo-norteamericanos. Studium, Madrid 1952 (y toda la serie del mismo autor publicada en las décadas de 1940-1950).

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Todos estos conversos -como se puede ver, un grupo muy hete- rogéneo- me ayudan a entender mejor la misericordia de Dios: por haberla recibido (el mismo don de la conversión es un modo de reci- bir la misericordia divina) y por haberla practicado en alguna de las obras de misericordia. Como a mí me ayudan, pienso que a otros ayudarán también. Además hay que tener en cuenta que al hablar de “conversos” no ejerzo una discriminación con los que no entren en esa categoría. Se trata de que aprendamos de ellos porque cada uno de ellos puede en- señar algo; invito, pues, a ponernos a la escucha de los conversos. En definitiva, como decía Huby en 1919 (en La conversión), «el teólogo se instruye no poco con la lectura de los relatos de conver- sión». Y con el teólogo, también todos los demás.

IV. TERESITA Y LOS CONVERSOS

Teresita, es decir sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz (1873-97), devenida beata (1923), santa (1925) y doctora de la Iglesia (1997), experimentó tanto la misericordia34 como la conversión35. Gracias a su vivencia de la misericordia y de la conversión36, ejerció cierto influjo en la conversión o reconversión de algunas personas mientras vivió; pero sobre todo, tras su muerte (1897), fue causa principal o secundaria de la conversión de muchísimas personas: gra- cias a la difusión que tuvo Historia de un alma y el resto de sus

34 Como introducción en ese tema, cf. Conrad DE MEESTER, «Misericor- dia – Misericordioso», en Nuevo Diccionario de Santa Teresa de Lisieux. 2 Monte Carmelo, Burgos 2003, pp. 622-625; Vicente MARTÍNEZ BLAT, Dic- cionario de espiritualidad de Santa Teresita. Edibesa, Madrid 2003, pp. 214- 217 (textos nn. 580-591). Analiza la misericordia en Sta. Teresita la III sesión del Congreso Cor Iesu, vultus misiericordiæ (Barcelona 2016). 35 Cf. A.-M. ROUÉ, Thérèse, éléve à l’Abbaye. La nuit de la conversion, Noël 1886. Médiaspaul, Paris 1993; Gustavo VALLEJO, «Conversión», en Nuevo Diccionario de Santa Teresa de Lisieux, o. c., pp. 224-227; Ismael BENGOECHEA, «Convertidos», en ib., pp. 228-231. Ver nota siguiente. 36 Cf. Jean ABDOU, «Y Dios convirtió el corazón de Teresa del Niño Jesús», Revista de Espiritualidad 73 (2014) 373-391 (§. «5. Dios, el miseri- cordioso, convirtió el corazón de Teresa», pp. 388-389).

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 411-436 - ISSN: 0034 - 8147 420 IGNACIO HUSILLOS TAMARIT obras37. Se ha llamado, pues, la atención acerca de los convertidos por Teresita, tales como: Paul Claudel, Bruno de Jésus-Marie, Maxence Van der Meersch, Jacques Loew, Louis Bouyer, Thomas Merton, Peter Wust, John C. H. Wu, Augustin Ibazizen, Jean Le Cour Grandmaison, Agostino Okumura, Jacques Fesch, Alexander-James Grant y esposa, Vernon Johnson, Marcel Moré, Ivan Puzyna, Peter Chang, Oleg Tronko; también otros conversos influidos por ella: Cat- herine Doherty, Dorothy Day; Olivier Clément, ortodoxo; Jacques Maritain, , Henri Bergson, M. Delbrêl, Manuel García Morente; Giovanni Papini, Graham Green, Marie Noël, Charles du Bos, Daniel-Rops, Julien Green; Charles Maurras y Marc Sagnier38, François Miterrand, Edouard Estaunié; José Mojica, Henri Ghéon, Georges Desvallières (reconversión pictórica39), Jean Cocteau, Daniel Faceiras (conversión musical) y el Hno. Ephraïm. La lista es larga; y de cada uno se podrían referir abundantes datos biográficos y bi- bliográficos relativos a su conversión, pero estimo que en el presente trabajo no es necesario hacerlo, pues ya habrá, quizás, ocasión de tra- tar sobre cada uno en particular40.

37 Cf. V. MARTÍNEZ BLAT, Historia póstuma de Santa Teresa de Lisieux. Edibesa, Madrid 2003. 38 Reconversos al deber reconvenirse tras las respectivas negativas papa- les (de Pío IX al primero y de Pío X al segundo) a seguirse dando de mampo- rros dialécticos y faltarse a la caridad en medio del pueblo católico. 39 Se podría hablar de cierta ‘conversión pictórica’ (a través de El Greco) en la biografía de C. Kaufmann (decisión de venir a España y, aquí, devenir carmelita descalza): CARMELITAS DESCALZAS (Mataró), «Aproximación a la biografía de Christine Kaufmann (1939-2006)», Revista de Espiritualidad 68 (2009) 346-348. 40 En Revista de Espiritualidad se ha tratado la conversión de Grandmai- son: ADOLFO DE LA MADRE DE DIOS, «María Antonieta de Geuser y Grand- maison. Aspectos de su espiritualidad», t. 13 (1954) 271-293; de Bergson: A. ÁLVAREZ DE LINERA, «Galería de conversos. El extraño caso de Bergson», t. 14 (1955) 373-384; de Bruno de Jesús María: LUCIEN DE -JOSEPH, «In memoriam. El R. P. Bruno de Jésus-Marie OCD, Director de los “Etudes Carmélitaines” (†París, 16 octubre 1962)», t. 21 (1962) 631-636; de T. Mer- ton, el influjo sanjuanista (en 1977 y 1998), el budismo (1977) y el desierto (2003); de M. Delbrêl: en sendos artículos de A. Guerra (1978) e I. Husillos (2005, art. cit.; y en éste, también de J. Loew); de E. Stein: E. GARCÍA ROJO, «Edith Stein: conversión y vida cristiana», t. 46 (1987) 211-237, pues su tesis de licenciatura era La conversión de Edith Stein. La búsqueda de la verdad, fundamento de una fe. Teresianum, Roma 1978 (previamente a él: ALBERTO DE LA VIRGEN DEL CARMEN, Dra. Edith Stein. Filósofa. Convertida. Carmeli-

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V. OTROS CONVERSOS MENOS FAMOSOS

Y como muchos de esos conversos son ya conocidos por todos o por una inmensa mayoría, no me detendré en ellos41. Más bien me in- teresa dar voz aquí a la masa ingente de conversos anónimos, apenas conocidos o sencillamente desconocidos, aunque hayan sido canoni- zados o beatificados (al menos, no son tan mencionados en la biblio- grafía sobre conversos). Esos conversos, más desconocidos, son personas que, segura- mente, no han recibido grandes ni pequeñas gracias místicas (lo que nos podría desviar por el camino que puede explicar bien sea la fe- nomenología de la mística o bien la mística comparada). No, esos conversos son personas cuya vida se ha ido urdiendo y tejiendo por el día a día en convivencia de lo bueno y lo malo, de lo divino y lo humano, de la llamada de Dios y de la respuesta (o no) propia. Son personas anónimas, algunos conocidos en sus inmediatos círculos so- ciales y/o eclesiales (los canonizados han tomado mayor fama, pero pueden ser muy desconocidos fuera de su país), pero no más allá. Por eso me interesa recoger algunos de ellos en estas páginas: bien porque a partir de su conversión tomaron un nombre o una pro- fesión religiosa que los incardinó en el ámbito de la misericordia, bien porque al convertirse (o propiciar la conversión de otros) practi- caron alguna de las obras de misericordia. Por una causa o por otra, creo que resultan interesantes.

VI. VISIÓN CRONOLÓGICA: CONVERSOS A LO LARGO DE LOS SIGLOS

Ofrezco a continuación una visión cronológica de la misericordia y los conversos, a lo largo de los siglos, espigando algunos casos al azar, cuyos datos he podido extraer de los diversos subsidios y mono- grafías que se hallan al uso y son bastante asequibles (enciclo-pedias y diccionarios que se pueden consultar en bibliotecas de teología o en ta. Mártir. [Contiene un opúsculo de E. Stein]. EDE, Madrid 1953); de C. Doherty y O. Tronko: I. Husillos, t. 73, 2014, p. 298, §§.d, g); de O. Clément: C. BLÁZQUEZ CASADO, «Una antropología desde el arrepentimiento. La con- versión como el estado constitutivo del hombre según Olivier Clément», to- mo 73 (2014) 189-216 (Clément es converso a la Ortodoxia). 41 Cf. Ignigo GIORDANI, I grandi convertiti. Apollon, Roma 1945.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 411-436 - ISSN: 0034 - 8147 422 IGNACIO HUSILLOS TAMARIT algunas generalistas; el martirologio romano; biografías de algunos conversos publicadas recientemente, etc.).

Edad Media

«San Wenceslao, mártir, duque de Bohemia, que, educado por su abuela santa Ludmila en sabiduría divina y humana, fue severo con- sigo, pacífico en la administración del reino y misericordioso para con los pobres, pues redimió, para ser bautizados, a esclavos paganos que estaban en Praga para ser vendidos. Después de sufrir muchas di- ficultades en el gobierno de sus súbditos, así como en formarlos en la fe, traicionado por su hermano Boleslao, fue asesinado por sicarios en la iglesia de Stara Boleslav, en Bohemia, actual Chequia» (murió en- tre los años 929 y 935); su fiesta se celebra el 28 de septiembre42. Emiliana De Cerchi, luego Emiliana Bonaguisi (al casarse) y, tras enviudar, morir y ser canonizada, devino santa Emiliana, otsf43 (1219-46), viuda y reclusa florentina. Se trata de una conversión espi- ritual (e, incluso, una reconversión ulterior, profundizando en la pri- mera conversión espiritual): primero practica incesantemente las obras de misericordia: «Destinada por la política familiar al matrimo- nio, Emiliana, en 1234, sin cumplir los dieciséis años, se casó, según una tradición posterior, con uno de los Bonaguisi. (...) salvo el debido decoro a la familia de adopción, la joven esposa despreciará siempre las pompas y ornamentos del siglo, con la complicidad y el apoyo de una cuñada, la buena Ravenna, mujer del mayor de los hermanos de su marido y a partir de entonces compa-ñera de las opciones devocio- nales y caritativas de Emiliana. Con su cuñada, la joven esposa reco- rrerá los caminos que llevan, fuera de las murallas, a los pequeños lo- ca sancta de la tradición devocional florentina, o transcurrirá las no-

42 Martirologio Romano, o. c., p. 580 (texto 1º). 43 Sigla de la «Orden Tercera de San Francisco» (Orden Franciscana Se- glar). La tercera orden se refirió a Emiliana como punto de referencia al or- ganizarse canónicamente: tras su muerte, «se iniciaba un culto que, destinado a constituirse en primer lugar en un punto de referencia espiritual para las piadosas mujeres que se reunían en torno al convento franciscano, se ampliar- ía más tarde en la tradición minorítica cuando la organización de la tercera orden exigió, junto a normas concretas, un cuadro de referencias parenéticas» (A. BENVENUTTI, «Emiliana», en Diccionario de los santos I, op. cit., p. 691); en consecuencia, Emiliana es «OTSF» post mortem.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 411-436 - ISSN: 0034 - 8147 LA MISERICORDIA EN ALGUNOS CONVERSOS 423 ches en laboriosas vigilias para preparar alimentos -sustraídos a la despensa familiar- para distribuir-los a los pobres al día siguiente, o en la confección de vestidos, también en este caso destinados a cubrir las necesidades de los indigentes. Santa misericordia, que no siempre encontraba la comprensión y solidaridad de los miembros masculinos de la familia, rigurosos administradores de los enseres y nada partida- rios de la devota generosidad administrada por las mujeres de casa. Reprendida y castigada por esto en distintas ocasiones, Emiliana aceptaría por fin la muerte de su marido como una liberación (1239) y la posibilidad de volver, transcurrido el tradicional año de luto en la casa conyugal, a la familia de origen. Sin embargo, la relativa libertad de su estado de viudez no le permitiría disponer plenamente de sí misma según sus propias intenciones: rechazadas con resolución las propuestas de contraer nuevas nupcias, tal como sugerían insistente- mente sus parientes, la joven viuda vería frustrado su deseo de entrar en clausura (...). Tal vez también para contrarrestar el deseo del claus- tro, su padre Ulivieri le negaba la dote, condenándola de hecho a un papel de pasiva inutilidad en la economía doméstica. Convertida en huésped indeseado en la familia, que gracias a los matrimonios se abría al complejo juego de alianzas, Emiliana veía incluso peligrar el espacio familiar necesario para el desarrollo de su devoción privada. Tras mucho rogar, consiguió que le cedieran una torre, donde se reti- raba como a un eremitorio, elevada sobre el universo hostil del am- biente doméstico y sobre la ciudad inquieta y llena de luchas políticas de mediados del siglo XIII. Rodeada de pocos objetos de su devoción (...), la joven viuda elaboró una personal disciplina del espíritu cada vez más alejada de la esfera activa de la piedad y de la misericordia vivida al principio de su conversión, propia en cambio de aquel am- biente de devotos pertenecientes a la Orden de la penitencia (beatos o casados, más tarde terciarios), para quienes su figura, al día siguiente de su muerte y de la celebración de su vida por parte de los francisca- nos, se convertirá en modelo ejemplar»44. En definitiva, la primera conversión fue salir de la comodidad y la política familiares y dedi-

44 Ibíd., p. 690.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 411-436 - ISSN: 0034 - 8147 424 IGNACIO HUSILLOS TAMARIT carse a las obras de misericordia; la segunda conversión fue ir más allá de estas obras en su entrega45. Su fiesta se celebra el 19 de mayo.

Edad Contemporánea

Entre los siglos XVIII y XIX: Beato Carlos Steeb (†1856), sacerdo- te alemán, fundador del Instituto de Hermanas de la Miseri-cordia (Verona, Italia); su memoria se celebra el 15 de diciembre46 (en el párrafo siguiente -conversos nacidos en el siglo XIX y muertos en el XX- se hallan dos hermanas conversas que se hicieron religiosas del instituto fundado por el beato Steeb). Thomas Scott Preston (1824- 91), eclesiástico episcopaliano; secretario del arzobispo Hughes; can- ciller y vicario general de la Archidiócesis de Nueva York; adminis- trador apostólico de esa diócesis (1890); protonotario apostólico, pre- dicador y ensayista estadounidense; fundador y director de las Her- manas de la Divina Compasión47. Entre los siglos XIX y XX: Charles Rose Chase (1844-1908), pri- mer superior de las Misioneras Diocesanas de Nuestra Señora de la Compasión de Westminster48. Alan Silberg, médico director de la clínica de Pradnik (Cracovia, Polonia), atendió a (la santa de la misericordia) en su clínica49. Sor Mary Aquin Fein- berg, hermana de la Misericordia (1899-1995)50 y sor Mary Philip Feinberg (1900 ca.-después de 1995)51, hermanas carnales de origen

45 «Cada vez más alejada de los afectos del mundo y probada en compen- sación con mayor intensidad, Emiliana llegaba extenuada por la enfermedad a los umbrales de la muerte, acaecida el 19.V.1246» (ibíd., p. 691). 46 Cf. Martirologio Romano, op. cit., p. 721 (texto 7º). 47 Cf. M. LAVELLE, «Thomas Scott Preston», en The Catholic Encyclope- dia. T. 12. Robert Appleton Co., New York City (New York) 1911. 48 El título inglés de dicho instituto es como sigue: «Westminster Dioce- san Missionaries of Our Lady of Compassion». Sobre su primer superior, cf. H. P. RUSSELL, From hussar to priest. A memoir of Charles Rose Chase, first superior of the Westminster Diocesan Missionaries of Our Lady of Com- pasion. With a foreword by Walter Croke Robinson. And five portraits. Ke- gan Paul, Trench, Trübner & Co., London 1913. 49 Á. PEÑA, Sta. Faustina Kowalska y el Señor de la misericordia, p. 40. 50 Conversa y religiosa en 1918; Chicago Tribune (18.V.95), «Aurora». 51 Conversa y seguramente religiosa en 1918. Se la menciona en la ne- crológica de su hermana sor Mary Aquin; también figura en el censo de 1940.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 411-436 - ISSN: 0034 - 8147 LA MISERICORDIA EN ALGUNOS CONVERSOS 425 lituano y naturalizadas de Milwakee (Wisconsin, Estados Unidos), re- ligiosas de la Misericordia, instituto del converso beato Carlos Steeb. En el siglo XX: Pietro Caironi (1904-66), misionero jesuita italia- no y apóstol de los pobres: «Enviado a Taliparamba, en las montañas de Wynaad [India], vio que no podía convertir a hindúes ni a musulmanes, por no estar dispuestos a escucharle. Al oír de la posibilidad de conversión entre los parias pula- yas, que vivían a lo largo de la costa, al norte de Cannanor, fue allí a ex- plorar la situación. Estos pulayas llevaban una vida mísera y a los ojos de los hindúes, que los despreciaban, eran intocables. Por otra parte, los mu- sulmanes los explotaban, haciéndoles trabajar en sus campos por salarios mínimos, pagados en especie. Habiendo decidido trabajar para los pula- yas, vivió entre ellos, comiendo su comida y haciéndose uno de ellos. Muy pronto los atrajo en gran número. Ejercitó las obras de misericordia corporal y les enseñó oficios. Durante la II Guerra Mundial se le permitió seguir entre sus desposeídos pulayas, por los que se desvivió en una terri- ble epidemia del cólera (1942-1943). Luego, se dieron conversiones en masa. Después de la guerra y, ayudado por catequistas que él formó y por otros jesuitas, bautizó cerca de 10.000. (...). A su muerte dejó gran núme- ro de católicos donde antes no había ninguno, además de iglesias, capi- llas, escuelas y un hospital»52. Entre los siglos XX y XXI: Don Augustine Hoa Trung Tran, sacer- dote de la archidiócesis de Atlanta (Estados Unidos); fue ordenado en 1998 y en 2009 era profesor de teología en el Instituto Católico de la Santísima Trinidad de Roswell, Georgia (Estados Unidos); el capítulo de su conversión está titulado del siguiente modo: «salvado por la mi- sericordia divina»53. También son conversos del siglo XX Steve Wood (estadounidense) y André Pighiera (francés), pero de ambos, más que describir su vida en dos líneas y pasar al siguiente converso, deseo más bien citar dos textos (uno para cada uno de los conversos) en donde los protagonis- tas narran el proceso de su conversión y lo interpretan bajo el prisma de la misericordia.

52 D. PINTO, «Caironi, Francesco», en C. E. O’Neill – J. M. Domínguez (dirs.), Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús I. Institutum Histori- cum S. I.–Universidad Pontificia Comillas, Roma–Madrid 2001, pp. 598-599. 53 Donna STEICHEN (ed.), Conversos. 12 testimonios recientes. Rialp, Madrid 2011, pp. 190-206.

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Testimonio de Steve Wood (luego sacerdote católico): «Nos sentamos en sillas de metal plegables, tiritando de frío, envuel- tos en mantas de lana. Cada tanto, nos asomábamos a las ventanas del edificio. Aunque habíamos llegado temprano para la ceremonia y era un día entre semana, esta pequeña iglesia al borde de Costa Mesa en Cali- fornia, estaba completamente llena. ¡Qué extraño!, pensé para mis aden- tros. En mi iglesia de Florida, podía llegar tarde a una ceremonia el do- mingo y con facilidad encontraba puesto en la primera fila. Vine aquí pa- ra asistir a una ceremonia entre semana y lo mejor que pude conseguir fue un asiento afuera del edificio desde donde podía escuchar a través de un altoparlante la voz del predicador que se veía por las ventanas del cos- tado. La iglesia estaba llena de gente joven que vestía a manera de la con- tracultura: pantalones de mezclilla, camisetas y cabello largo. No podía creer lo que veía. ¡Esta iglesia estaba llena de hippies cantando alabanzas a Jesús y estudiando la Biblia! Algo muy diferente a lo que yo estaba acostumbrado estaba pasando aquí, y estaba felicísimo de poder partici- par. No tenía idea alguna aquel día cuando fui a la Capilla del Calvario que estaba presenciando la sorpresa cultural de principios de los 70. Un fenómeno mundial se comenzó a gestar en la Capilla del Calvario para consagrarla como una de las ‘iglesias madre’ de lo que muy pronto se co- nocería con el nombre de Movimiento de Jesús. «Tomé la ruta del pródigo a la Capilla del Calvario. Hacia finales de los 60, me dejé impulsar por los vientos de rebelión de la contracultura que soplaban por los campus de las universidades. En mis años de secun- daria llevaba una vida alocada; camino que se agudizó cuando estudiaba en la Universidad de Florida. Me hice miembro de la fraternidad más bárbara y borrachuza del campus. Como si esto no me pareciera suficien- te, buscaba nuevas sensaciones y, es así que unos cuantos formamos una segunda fraternidad que llamamos los locos. Después de un tiempo, me di cuenta de que el hedonismo y el estar de juerga no podían darme la sa- tisfacción que mi generación y yo buscábamos con ansiedad. Estaba en la universidad preparándome para conseguir un buen trabajo y el éxito fi- nanciero en el corazón del sueño americano, pero, sin embargo, esto no me daba el incentivo necesario. Faltaba algo. No tenía idea alguna a dónde quería llegar en mi vida o el significado de mi existencia. Mi mun- do estaba limitado por las clases diarias, un poco de lectura y la miseria moral de nuestras fiestas cerveceras de la fraternidad. Pero como me daba cuenta, aunque vagamente, de que no estaba encontrando respuestas a las preguntas más importantes de mi vida, decidí abandonar mis estudios. La guerra de Vietnam estaba en pleno auge; como joven sin estudios tenía dos opciones: alistarme en el ejército (y escoger el ramo que prefería) o ser reclutado. Decidí inscribirme en la Reserva Naval. Durante mi tiempo

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de servicio, la contracultura ya estaba de moda incluso en el servicio. En mi barco, la marihuana era tan común como los Marlboros. Muchos con- siderábamos el festival de Woodstock como el amanecer de una nueva era. Nos veíamos como la Generación de Woodstock, y en nuestra igno- rancia queríamos librarnos del materialismo vano, la guerra, las restric- ciones de la política conservadora, y los tabúes morales cristianos here- dados de la generación decididamente falta de hip de nuestros padres. Es- tas inquietudes de la contracultura despertaron en mí deseos más profun- dos sobre el sentido y significado de la vida. Empecé a reflexionar sobre la pregunta: ¿Tiene mi vida un significado espiritual? Me sentí impulsado a investigar la respuesta. «Comencé a descubrir esta respuesta cuando nuestro barco ancló en el puerto de Norfolk, Virginia. En mi tiempo libre, inicié estudios sobre varias religiones orientales y prácticas de iluminación en el Instituto Ed- gar Cayce en Virginia Beach. Mis compañeros navales comenzaron a llamarme Hombre Cósmico cuando se enteraron de mis nuevos intereses. Estaba convencido de que llegaría a la plenitud de mi ser; librado de mi karma, ascendería a un estado superior de conciencia. Un amigo mío que hacía las veces de mi gurú personal me dijo que antes de alcanzar un es- tado superior de conciencia, tendría que estudiar el cristianismo. Yo le contesté con una sonrisa y protesté: “Antes iba al catecismo los domin- gos”. Me aseguró que había un significado en el hecho de haber nacido en una familia cristiana; tendría que estudiar el cristianismo para poder seguir después con una religión de más peso. Sobreponiéndome a mis re- ticencias, decidí estudiar la Biblia. Tenía que decidir de inmediato qué Biblia escoger entre las tantas traducciones que había. Algunas eran del Nuevo Testamento; otras del Nuevo y Antiguo Testamento. En el Institu- to Cayce había ediciones que incluían libros perdidos o escondidos de la Biblia. ¿Cuál era el correcto? Con una selección tan desconcertante, de- cidí meditar frente a las diversas Biblias de la librería del Instituto Cayce para comprar la que me diera las mejores vibraciones. Adquirí una nueva versión en inglés del Antiguo y Nuevo Testamento. Al momento de pa- gar, la cajera me aconsejó que rezara antes de leer la Biblia. “Ok”, le con- testé con cortesía pero sin una firme decisión en este sentido. Para mi asombro, no me entregó la Biblia hasta prometerle que le iba a pedir a Dios que me ayudara a entenderla. Un tanto avergonzado, se lo prometí; y fue una promesa que cumplí. Cuando llegué a casa, recé profundamente antes de empezar a leer. Me quedé atónito. Las Escrituras se me abrían y yo entendía, y sentía como si Dios me estuviera hablando a mí personal- mente a través de las páginas. Mi aprecio por el cristianismo tomó alas. Sentí con gran claridad que Jesús era la persona a través de quien uno es iluminado. Él dijo que era “la luz del mundo”. A sus seguidores les pro-

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metió “la luz de la vida”. Yo quería seguir a Jesucristo pero no estaba se- guro de cómo lo haría. No tuve que leer mucho más de la Biblia para des- cubrir que yo era un pecador que necesitaba el perdón de Cristo. Pasé por dos ciclos de arrepentimiento de mis pecados y los confesé a Dios en pri- vado, pero no me sentí diferente. «Por este tiempo, un compañero de barco me regaló una Biblia roja de bolsillo que alguien había tirado o perdido. Tenía trozos de las Escritu- ras que hablaban de nuestra pecaminosidad y de cómo Cristo nos prome- tió que nos lavaría de nuestros pecados y nos haría más blancos que la nieve. También tenía una oración corta de arrepentimiento y creencia. Di- je la oración con profunda sinceridad y me sentí cubierto por una ola de convicción sobre mis pecados del pasado. La realidad y gravedad de mis años de rebeldía, mi porfía e ingratitud a Dios estaban delante mío. Re- trocedía horrorizado al hacer consciente mi pecaminosidad y me pregun- taba si Dios podría jamás perdonar a una persona como yo. Rogué por el perdón y me volqué hacia su misericordia. Me fui a la cama sin la seguri- dad de que Dios me había perdonado. Pero al despertar a la mañana si- guiente, me sentí como un hombre nuevo, más liviano. Se me había qui- tado el peso de la culpa. Un gozo enorme y una nueva vida rebosaban en mi corazón. Sabía que mis pecados habían sido perdonados. ¡Dios me había aceptado!»54. Recordemos: Me volqué hacia su misericordia; he ahí el punto de inflexión del proceso conversivo. La cita ha resultado muy extensa; pero ha servido para resumir el auténtico periplo vital de ese joven de los años 60 (siglo XX), que va de un sitio para otro, de una idea a otra, sin parar mientes ni en los sitios ni en las ideas..., hasta que se vuelca en la misericordia. Sobre el testimonio del laico André Pighiera, escribió Mons. Guy Gaucher en el prólogo de la obra-testimonial de Pighiera: «En el ministerio episcopal que vengo desempeñando en Lisieux des- de 1987, puedo decir que he visto maravillas. “Maravillas” quiere decir: historias “increíbles” de personas cuya vida cambió por completo al en- contrarse con aquella Teresa Martin que se convirtió en santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz y que desde hace más de un siglo ha dado a conocer en todo el mundo el nombre de Lisieux.

54 P. MADRID (ed.), (2003), Asombrado por la Verdad. 11 conversos comparten las razones históricas y bíblicas que los hicieron católicos. Basi- lica Press, Encinitas (California), pp. 90-93. La traducción es mejorable.

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«Con bastante frecuencia también leo en ciertos rostros, toda clase de ambiente, incluso de católicos, cierto escepticismo –y hasta verdadero es- cepticismo– cuando hablo ante ellos de las maravillas que Dios hace de mil maneras por intercesión de Teresa en los cinco continentes. ¿Pero qué puedo hacer yo si hay gente que se cura de diversas enfermedades, a ve- ces mortales, o que se convierte de repente o de manera progresiva al Dios trino? ¿Qué puedo hacer yo si a lo largo y a lo ancho del mundo hay gente que encuentra en Teresa a una hermana que les guía, les protege y les lleva a Jesús Salvador? ¿Qué puedo hacer yo si, desde 1994, la pere- grinación de sus reliquias por todo el mundo arrastra a multitudes tanto en Moscú como en Nueva York, en Buenos Aires como en Manila, en Río de Janeiro como en Roma? «Me gusta esta frase categórica de Bernardita Soubirous, en respuesta al escepticismo de su cura párroco de Lourdes: “No me han encargado que se lo haga creer, sino que se lo diga”. Ante un “signo”, en el sentido que el evangelista Juan da a esta palabra, cada cual puede dar su propia interpretación con total libertad. «El relato de Andrés Pighiera es uno de esos “signos”. Andrés apare- ció en mi vida bajo la forma de una carta en la que daba testimonio de su conversión y de la de un cuñado suyo por influjo de un librito que yo había escrito: Histoire d’une vie, Thérèse Martin, publicado en 198255. En casos así, la primera reacción es pensar: “No he trabajado en vano”. Pero Andrés era fiel y perseverante. Todos los años me escribía para ce- lebrar el aniversario del gran vuelco que se había producido en su vida, y a veces me enviaba un poema. Luego me encontré con él, en una peregri- nación que se hizo a Lisieux. Y entonces pudo contarme con más detalle el camino que había recorrido. Y di gracias a Dios, apreciando un poco más los meandros de la misericordia de Dios, sus fintas, sus sorpresas, e incluso su humor. «Pero he tenido que leer el testimonio que nos ofrece en estas páginas [del libro], para comprender todavía mejor el trabajo de la gracia en su vida. Entonces se puede seguir el hilo de oro que nunca se rompió, ni si- quiera en los peores momentos de su existencia. También él –como Tere- sa– ha escrito “la historia de un alma”, releyendo su vida a la luz del Amor misericordioso. Y ha prorrumpido en una acción de gracias llena de paz y serenidad. «Un buen acierto es que ha sabido escribirlo –yo desconocía su gusto por la poesía– con precisión, con verdad y con la distancia de alguien que

55 Cf. Mons. Guy GAUCHER, Así era Teresa de Lisieux. Monte Carmelo, Burgos 32003.

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no enarbola “su conversión” como un trofeo. Quien nos habla es un testi- go lúcido. Para mí es un signo –uno más– de la acción póstuma de santa Teresa de Lisieux en nuestro mundo. «Al leerlo, me ha llamado la atención la actualidad de estas páginas [del libro que prologa]. Teresa se acerca a las personas tal como éstas son, en la situación en que se encuentren, sin prejuicios de ninguna clase. Creo que muchos lectores podrán reconocerse en los episodios de la vida de Andrés. Deseo enormemente que su testimonio les infunda esperanza en sus dificultades familiares y en diversas pruebas como el alcoholismo, la droga, la seducción de las sectas, los sufrimientos del divorcio... «Finalmente, me resulta emocionante el lugar que ocupan las mujeres en la vida de Andrés: su madre, la Virgen María, su esposa Martina y Tere- sa. Su amor, su ternura, su fortaleza, su paciencia, lo han atraído hacia la Luz, hacia la Verdad, hacia el Amor»56. Inmejorable testimonio el de una santa que dedica su tiempo en el cielo a hacer obras de misericordia en la tierra57, en la vida de los hombres, para que éstos vuelvan su mirada a Dios.

VII. EJEMPLOS DE LA MISERICORDIA DIVINA

Los casos de algunos conversos al catolicismo (o al cristianismo, antes del cisma de Oriente) son realmente asombrosos y ejemplos de la misericordia divina. Veamos algunos. Tomado del Nuevo Testamento: el llamado “el buen ladrón” o también san Dimas (del siglo I), ladrón palestino que en la cruz reco- noció a Cristo también crucificado con él58. En la época de los primeros anacoretas y monjes: san Moisés Et- íope (murió hacia el año 400), exladrón, célebre anacoreta etíope y

56 G. GAUCHER, «Prólogo», en A. Pighiera, Un faro en la noche. Salvado por Teresa de Lisieux. Monte Carmelo, Burgos 2004, pp. 5-7 (recensioné el original francés en Revista de Espiritualidad 62 [2003] 635-636). 57 Recordemos la famosa «lluvia de rosas» prometida por santa Teresita; esa expresión fue escogida como título o cabecera de la revista divulgativa que se publica desde el Santuario teresiano-lexoviense de Lérida. 58 Cf. T. ÁLVAREZ, En camino, op. cit., pp. 9-15, 23; Martirologio Roma- no, op. cit., p. 222 (25 de marzo, texto 2º).

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“convertidor” de malhechores59; y san Landelino (murió hacia el año 686), exladrón, abad y fundador de los monasterios franceses de Lob- bes y de San Crispín60. En la subsiguiente época del monaquismo, beato Pedro Margine (1360 ca.-1435), monje cisterciense catalán, que había sido prófugo y malhechor61. En el tiempo áureo de las órdenes mendicantes, Anselmo de Tur- meda, franciscano (ss. XIV-XV), exprófugo, exmalhechor y mártir es- pañol62; y en ese mismo tiempo: un curioso grupo de malhechores conversos, que recuerda el Martirologio: «En Venecia, territorio ac- tualmente italiano, beato Pedro Gambacorta, fundador de la Orden de los Eremitas de San Jerónimo, cuyos primeros religiosos fueron anti- guos ladrones que él mismo había convertido. ([murió en] 1435)»63. Cuando sobrevino la reforma de dichas órdenes mendi-cantes, con el Concilio de Trento, y el surgimiento de nuevas órdenes, se dio cierto grupo de cautivos convertidos, recordado igualmente por el Martiro- logio: «En Londres, beato Tomás Woodhouse, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, que, ordenado sacerdote en tiempo de la reina católica María, posteriormente, en la persecución bajo la reina Isabel I, estuvo encarcelado más de doce años, reconciliando con la Iglesia católica a sus compañeros de cautiverio, hasta que consumó su martirio en Tyburn. ([murió en] 1573)»64. Justo posterior a ese tiempo, Everard Digby (1578-1606), criminal inglés (participó en el complot de la pólvora).

59 «En Egipto, san Moisés Etíope, que de conocido ladrón se convirtió en célebre anacoreta, convirtió a muchos de su condición de malhechores y los condujo con él al monasterio» (ib., p. 518 [28.VIII, texto 9º]). Cf. Mª S. CA- RRASQUER PEDRÓS – A. DE LA RED VEGA, Madres del Desierto. Antropo-logía– Prehistoria–Historia. Monte Carmelo (Matrología, 1), Burgos 22000, p. 271. 60 Cf. Martirologio Romano, op. cit., p. 365 (del 15 de junio, texto 6º), donde se lee: «convertido por san Autberto de una vida de latrocinio al ejer- cicio de la virtud». 61 Cf. Luis PÉREZ SIMÓN et alii, San Francisco y convertidos de la Edad Media. Edibesa (El camino de Damasco, 3), Madrid 2009, pp. 163-168. 62 Cf. ibíd., pp. 164-166. 63 Martirologio Romano, op. cit., p. 369 (17 de junio, texto 10º). 64 Ibíd., p. 372 (19 de junio, texto 10).

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En el siglo XIX: san Pablo Hanh (†1859), exjefe de una banda de ladrones, mártir vietnamita65; Henri Pranzini (1856-87), asesino egipcio-francés, converso antes de morir por intercesión de sor Thérèse de l’Enfant-Jésus et la Saint-Face, luego santa Teresita66. En el cambio de siglo: Roger Casement (1864-1916), diplomático británico, político nacionalista y revolucionario irlandés, muerto eje- cutado por espionaje y traición contra la Corona británica (también acusado de homosexual, promiscuo y pederasta –basándose en sus diarios–): al nacer fue bautizado en secreto por su madre (que murió tempranamente), luego se educó como anglicano y se convirtió un día antes de su ejecución67. Alessandro Serenelli (1882-1970), asesino italiano (intentó violar a María Goretti y acabó asesinándola)68. Os- wald Pohl (1892-1951), militar alemán, líder nazi y miembro desta- cado de las SS69. Entre los nacidos en el siglo XX, siguiendo la estela del último mencionado, hay varios procedentes del partido nazi, como Hans Mi- chael Frank, llamado Hans Frank (1900-46), militar, político y abo-

65 Cf. Martirologio Romano, op. cit., p. 334 (28 de mayo, texto 12). 66 Cf. ISMAEL DE SANTA TERESITA, «Santa Teresita y la historia moderna de las conversiones», Revista de Espiritualidad 6 (1947) 373-375; T. ÁLVA- REZ, En camino, op. cit., p. 14; I. BENGOECHEA, «Pranzini», en Diccionario de Santa Teresa de Lisieux, op. cit., pp. 805-808 (el autor es el mismo que el del artículo de 1947); Ángel PEÑA, Vale la pena vivir. Lima 2006, p. 16. 67 Cf. M. E. DALY, Roger Casement in Irish and World History. Royal Irish Academy, Dublin 2005. 68 Cf. Félix NÚÑEZ URIBE, El san nuestro de cada día. Verbo Divino, Es- tella (Navarra), 1991, p. 219: «El gorila fue condenado a 30 años de trabajos forzados. Más tarde se convirtió, y tuvo la ocasión insólita de asistir a la bea- tificación de María, junto a Assunta, la madre, en 1947»; Mons. Joseph DORÉ (dir.), Le Livre des Merveilles. 365 histoires vraies à lire chaque jour où l’ont voit Dieu à l’oeuvre dans le monde. Conseil de présidence du Grand Jublié de l’An 2000–Mame/Plon, Paris 1999, pp. 1.257-1.258; Luigi COCO (ed.), Tes- tamentos espirituales de hombres y mujeres ilustres. San Pablo (Testigos, 47), Madrid 2012, p. 293. 69 Cf. Oswald POHL, Credo. Mein Weg zu Gott. A. Girnth, Landshut 1950; Giovanni ROSSI, Hombres que encontraron a Cristo. Studium (Unum Ovile), Buenos Aires 1954 [traducción del italiano]; Giovanni BARRA, Psico- logia dei convertiti. Edizioni Paoline (Psychologia. II serie, 103-104), Roma 1959, pp. 13, 46-47, 106-107, 122, 226-227 [tuvo traducciones a varias len- guas, entre ellas, al castellano, con varias ediciones; es obra clásica].

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 411-436 - ISSN: 0034 - 8147 LA MISERICORDIA EN ALGUNOS CONVERSOS 433 gado (procurador) alemán de dicho partido, Gobernador General de Polonia (ocupada por los nazis)70; Ernst Kaltenbrunner (1903-46), abogado austríaco, general de las SS y jefe de la Gestapo71; Herbert Adolf Kappler (1907-78), teniente coronel alemán de las SS, coman- dante del Servicio Secreto de la Gestapo en Roma72. El beato Jacques Fesch (1930-57), adinerado francés convertido en ladrón y en asesino circunstancial del policía que le perseguía por haber robado; convicto y sentenciado a muerte, se convierte en la pri- sión; converso por influjo del capellán de la prisión, de su abogado converso Paul Baudet, de la lectura de las obras de los santos ‘con- vertidos’ Francisco de Asís, Teresa de Jesús y Teresita del Niño Jesús73; ha sido beatificado en 2013. Y en el cambio de siglo: Albert Wensbourgh (†2002): mafioso y violento convicto inglés, devenido monje benedictino, cuya historia ha novelado la conversa española María Vallejo-Nágera74.

70 Cf. ISMAEL DE SANTA TERESITA, art. cit. (1947), p. 365. Se convirtió durante el juicio de Núremberg, del cual fue condenado a la ejecución. 71 Cf. ibíd., p. 365. 72 Fue bautizado por el irlandés mons. Hugh O’Flaherty (1898-1963), a quien Kappler había perseguido en la IIGM. La dramática vivencia de ambos (en época de ocupación) fue llevada a la literatura por la novela de J. P. Ga- llagher, The Scarlet Pimpernel of the Vatican (1967), cuyo título aludía al apodo que recibió el sacerdote irlandés de “Pimpinela del Vaticano” (por la Pimpinela Escarlata); novela adaptada al cine por Jerry London en The Scar- let and the Black (o bien traducida al español con el título de Púrpura y ne- gro; 1983), protagonizada por Gregory Peck en el papel de O’Flaherty y por Christopher Plummer en el de Kappler. 73 El testimonio de Jacques FESCH se toma de su propio diario de prisión: Dentro de cinco horas veré a Jesús. Diario de prisión (Palabra [Arcaduz 2 3 5 102], Madrid 2006, 2007, 2012). Cf. A. MANARANCHE, Preguntas jóvenes 2 a la vieja fe. PPC, Madrid 1990 ( 1992); T. ÁLVAREZ, En camino, op. cit., pp. 14-24; V. MARTÍNEZ-BLAT, Historia póstuma de Santa Teresa de Lisieux, op. cit., pp. 269-270; José Luis VÁZQUEZ BORAU – Jaime PERAIRE FERRER, Car- los de Foucauld y convertidos del siglo XX. Edibesa (El camino de Damasco, 6), Madrid 2009, pp. 275-276. Su Causa de beatificación la abrió en 1993 el también converso Jean-Marie Card. Lustiger, arzobispo de París. 74 Un mensajero en la noche. Belacqua, Barcelona 2003 (otra edición, en Ed. Zeta Bolsillo [Ficción, 169], Barcelona 2011); mencionado en Gonzalo ALTOZANO, No es bueno que Dios esté solo. Ciudadela, Madrid 2011, p. 82.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 411-436 - ISSN: 0034 - 8147 434 IGNACIO HUSILLOS TAMARIT

Entre los conversos que fueron malhechores del s. XX aún vivos, se encuentran los siguientes: André Levet (1932), gángster (jefe de una banda de atracadores de bancos) y convicto francés, converso tras la aparición de Jesús en su celda; luego, escritor, periodista y confe- renciante75. Patrick Fell (1940), exconvicto del IRA devenido sacer- dote inglés76. Shane Paul O’Doherty (1955), miembro irlandés del IRA (en la Army Republican Irish) desde los quince años; se convir- tió en la cárcel londinense de Brixton77. Jorge Valdés (1956), conta- ble cubano, extraficante de drogas, exconvicto, doctor en teología, asesor del Pentágono... Félix (1959), preso español78. John Pridmore (1964), traficante de drogas, gángster y matón londinense convertido en evangelizador de jóvenes (en el programa Juventud 2000 Irlanda) como miembro de la Comunidad de San Patricio (Irlanda)79. Elsa Bermejo (1966), traficante de drogas, cocainómana, presidiaria espa- ñola, luego madre y monja dominica80. También en el siglo pasado, estos casos: Raúl Oreste Maure, banquero argentino y traficante de drogas, presidiario, voluntario en prisiones como evangelizador y “convertidor” de presos81. Russell L. Ford, devenido ensayista y edu-

75 Véase su testimonio en: André LEVET, La prison du render-vous ou la liberté de Dieu. Nouvelle Cité, Paris 1983; ID., Ma dernière cavale avec Jésus-Christ. Nouvelle Cité, Paris 1988; A. MANARANCHE, Preguntas jóve- nes a la vieja fe, o. c. Y un vídeo de Levet: Lumière dans la prison (1987). 76 Fue convicto por pertenencia al IRA. 77 Su propio testimonio, narrado en Shane O’DOHERTHY, No más bom- bas. Libros Libres, Madrid 2008. Ver una síntesis en la entrevista que le hace G. ALTOZANO, No es bueno que Dios esté solo, op. cit., pp. 171-174. 78 En la bibliografía se omite su apellido a propósito, para salvaguardar la privacidad y la fama de la persona. Cf. Mª Victoria MOLINS, Félix, ex droga- dicto, enfermo de sida. Ediciones STJ, Barcelona 1996; J. PERAIRE FERRER – José Antonio MARTÍNEZ PUCHE, Edith Stein y convertidos de los siglos XX y XXI, Edibesa (El camino de Damasco, 7), Madrid 2009, pp. 239-244. 79 Su testimonio está publicado en: John PRIDMORE, From Gangland to Promised Land. Darton, Longman & Todd, London 2002. 80 Cf. J. PERAIRE FERRER – J. A. MARTÍNEZ PUCHE, Edith Stein y conver- tidos de los siglos XX y XXI, op. cit., pp. 401-402. 81 Cf. ibíd., pp. 166, 170-171. «Encontró a Cristo en la prisión de Soto del Real y completa, en Aranjuez, el cumplimiento de condena» (ib., p. 170; es- crito en 2009; y ya en 2011: «Raúl Oreste, ex presidiario» [G. ALTOZANO, o. c., pp. 133-136]). Su propia narración, en: Un parto en la cárcel. (Testimo-

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 411-436 - ISSN: 0034 - 8147 LA MISERICORDIA EN ALGUNOS CONVERSOS 435 cador estadounidense; aún cumplía condena en 201182. Donald Smar- to, criminal estadounidense83. Nabil Shir, llamado luego Andrés Shir (quizá nacido en la década de los setenta), delincuente tunecino con- victo en Italia84. Un hombre suizo (del que no se da el nombre, nacido hacia 1973), narcotraficante convertido y ordenado sacerdote85. Desde la novela también se han tratado este tipo de conversos; un caso paradigmático es el del ladrón convertido Flambeau, colabora- dor del famoso padre Brown (sacerdote investigador creado por el converso Gilbert Keith Chesterton86); ese tema lo retoma el escritor Paolo Gulisano -biógrafo de Chesterton y vicepresidente de la Società Chestertoniana Italiana- en su obra El destino del padre Brown, en el que éste es elegido Papa de la Iglesia católica87. En definitiva, el mensaje que se nos quiere hacer llegar a través de estos conversos, que podríamos calificar de casos ‘extremos’ (y con todos los demás conversos), es que la misericordia de Dios no tiene límites; que allá donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, co- mo recuerda el apóstol san Pablo; pues, y esto es lo importante, nada hay imposible para Dios, ni siquiera la conversión de esas personas nios de conversión, dolor y amor), Madrid 2005; y en Á. CONDE MIR, «Raúl Oreste. De traficante de drogas y presidiario a converso. “La cárcel ha sido la gracia más grande que Dios me ha dado”», Misión (2012), nº 24, pp. 10-12. 82 Testimonio, en D. STEICHEN (ed.), Conversos, op. cit., pp. 424-468. 83 Véase su propio relato de conversión, en Donald SMARTO, Pursued: a true story of crime, faith and family. InterVarsity Press, Downers Grove. 84 Cf. G. PAOLUCCI – C. EID, Cristianos venidos del Islam. Historias de musulmanes convertidos al catolicismo. Libros Libres, Madrid 2007, pp. 150-151. «El día de Pascua de 1998, con la capilla adornada de flores frescas y con muchos compañeros de prisión que lo habían acompañado en su viaje espiritual hacia Jesús, Nabil recibe el bautismo. Él, que se considera último entre los últimos, elige como nuevo nombre el del apóstol que más le ha im- presionado, porque se fió inmediatamente de la invitación de Jesús a seguirlo: Andrés, a quien los griegos llamaron Protocleo, “llamado en primer lugar”» (ibíd., p. 151). 85 Cf. G. ALTOZANO, No es bueno que Dios esté solo, op. cit., p. 229. 86 Joseph PEARCE, Literary Giants, Literary Catholics. Ignatius Press, San Francisco (California) 2005, pp. 45, 212. (J. Pearce se convirtió gracias, precisamente, al influjo recibido por la lectura y el análisis de las obras y de la biografía del gran Chesterton, uno de los grandes conversos y convertido- res ingleses, el cual tiene, además, avanzada la causa de beatificación.) 87 P. GULISANO, Il destino del padre Brown. Sugarco Ediz., Milano 2011.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 411-436 - ISSN: 0034 - 8147 436 IGNACIO HUSILLOS TAMARIT que, aparentemente, estaban perdidas o eran casos inútiles, sin espe- ranza de cambio (para los hombres, pero no para Dios)... y, en cam- bio, por medio de la gracia (recordemos que actúan tanto la gracia di- vina como la libertad del hombre) se obró la misericordia en su inter- ior, sus vidas fueron “salvadas”, recuperadas para la Iglesia; eran co- mo ovejas perdidas reencontradas por el pastor o hijos pródigos abra- zados por el Padre misericordioso. Cada uno de esos testimonios nos ha de calentar el corazón, aumentar la fe y reverdecer la esperanza, porque también nosotros estamos llamados a la conversión continua, desde la infinita misericordia de Dios, que se esparce sobre aquellos que le aman y también sobre aquellos que olvidaron a Dios, que peca- ron contra Él y contra su pueblo, pero que hallaron el camino para volver a Él (por obra de la misericordia divina) y para hacer luego ellos mismos obras de misericordia con sus hermanos, gracias al in- menso don de la conversión.

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