SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 249

8 «No tenemos tiempo para esa gente» Separatismo lozi y la política de la Autoridad Tradicional en Zambia

Wolfgang Zeller

¿Un largo proceso a ninguna parte?

A partir de finales del siglo XIX Gran Bretaña, Alemania y Por- tugal colonizaron y se repartieron el reino lozi/barotse.1 En 1890 el centro político y económico del reino cayó bajo dominio británico, que lo administró como una parte más o menos integral de la colo- nia de Rodesia del Norte con el nombre de «». Poco an- tes de la independencia, el gobierno británico, los dirigentes lozi y el gobierno de transición de Zambia firmaron un tratado conocido como el Acuerdo de Barotseland de 1964. Aquel acuerdo establecía los términos de la incorporación de Barotseland a la República de Zambia: sería una provincia con amplia autonomía, el (el rey lozi) tendría poderes especiales y gozaría de un sofisticado aparato administrativo basado en autoridades regionales y locales «tradicio- nales». En 1969 el United National Independence Party (UNIP) en el poder bajo la presidencia de Kenneth Kaunda cambió unilateral- mente el nombre del territorio a «Provincia Occidental», lo que para los lozi supuso un nuevo agravio, ya que poco después de la independencia el gobierno de Kaunda también había empezado –con éxito relativo– a centralizar el poder del estado y a revocar la mayoría de las disposiciones especiales otorgadas a Barotseland por el tratado de 1964. Desde el punto de vista lozi, aquello equi- valía a una derogación sin paliativos de aquel tratado, y alimentó y fomentó el sentimiento separatista ya existente entre los líderes lozi en el período de transición a la independencia. Una minoría radical reclama desde entonces, y de forma reiterada, la secesión de la Pro- vincia Occidental/Barotseland de Zambia como último recurso contra lo que consideran un gobierno central opresivo. La mayoría de la élite y del pueblo lozi han reclamado insistentemente mayor

249 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 250

autonomía política y han denunciado el evidente déficit de desarro- llo económico y de infraestrucutras en la región. Pero ni siquiera los activistas lozi más radicales han defendido nunca la lucha ar- mada contra el gobierno zambio, aunque en la década de 1990 es- tuvieron muy cerca de ello. Al contrario, aceptaron a regañadientes formar parte de Zambia, en una relación nada entusiasta que mu- chos lozis que he conocido consideran «un largo proceso a ninguna parte».2 Si nos atenemos a la frecuencia de acciones radicales política- mente instigadas, la historia post-independencia de la Provincia Occidental/Barotseland de Zambia no es precisamente un ejemplo de secesionismo africano aparatoso, ya que está muy lejos del de- rramamiento de sangre y de la encendida retórica que suele aso- ciarse a los movimientos radicales y mucho más violentos que se opusieron al poder de los estados postcoloniales en otras partes del continente. Entonces, en un volumen dedicado al secesionismo en África, ¿cuál es el valor añadido de un capítulo dedicado al separa- tismo lozi en Zambia? Mi respuesta se compone de dos partes; la primera es muy breve. La parte del antiguo reino lozi/barotse que estuvo bajo dominio ale- mán y luego bajo dominio sudafricano es actualmente la Región de Caprivi de Namibia. Allí nació a finales de los años 1990 un movi- miento secesionista que en agosto de 1999 tomó las armas para re- clamar su independencia de Namibia. El cerebro del movimiento, Mishake Muyongo y otros dirigentes basaban buena parte de su peso político en la región en el hecho de que eran miembros desta- cados del linaje descendiente de un jefe regional al que en los años 1880 el litunga Leqanika le había encomendado la administración de aquella provincia periférica pero estratégicamente importante del reino lozi. Con el fin de autolegitimarse, Muyongo y los suyos no han dejado de insistir en lo que ellos consideran las diferencias «culturales» e «históricas» con los grupos étnicos del resto de Na- mibia, sobre todo con la mayoría de habla oshivambo, que consti- tuye el apoyo fundamental del partido dominante en Namibia, el SWAPO (UDP en 2005), el ex movimiento de liberación. El movi- miento secesionista de Caprivi utilizaba, así, referencias implícitas a la historia regional lozi para sus propios fines políticos. Pero nun- ca dijeron que quisieran restaurar el reino lozi o unirse a su tribu lozi de Zambia para formar un nuevo Barotseland. Los secesionistas de Caprivi querían un estado propio. Su referencia territorial era el ban- tustán de Caprivi, un territorio que en los años 1970 la Sudáfrica del apartheid declaró incluida en la política prescrita por la Comisión Odendall destinada a controlar a las poblaciones negras sometidas a

250 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 251

base de confinarlas en «homelands» étnicamente homogéneos (Ze- ller y Kangumu, 2007). Se vieron a sí mismos como «caprivios y no como namibios» (The Namibian, 2/2/2005 y 14/6/2007). El secesio- nismo de Caprivi en Namibia y el separatismo de Barotseland en Zambia son, pues, dos movimientos políticos muy distintos, pero el origen del primero no puede separarse completamente de las raíces históricas y culturales del segundo. La pregunta de si ambos movi- mientos están o no directamente vinculados más allá de algunas ex- presiones aisladas de solidaridad mutua en el pasado (véase más adelante), es todavía motivo de especulación, aunque sumamente cuestionable. El Ejército de Liberación de Caprivi no logró su ob- jetivo de formar un estado independiente en la región de Caprivi, y diez años después de los ataques de 1999 parece una fuerza ya ago- tada, tanto desde el punto de vista militar como político. La mayo- ría de sus líderes están exilados, muertos o juzgados por alta trai- ción en Namibia en unos procesos judiciales empantanados debido a interminables tecnicismos.3 La segunda parte de mi respuesta sobre la relevancia del caso de Barotseland ocupa el resto de esta ponencia. En el núcleo central del caso se encuentra una fuerza política con una capacidad de re- sistencia mucho mayor que los secesionistas de Caprivi, no sólo en la región en cuestión sino en toda África: me refiero a la institución de la jefatura («chieftaincy») y su vindicación de la autoridad «tra- dicional». Es sabido que la autoridad tradicional en África es un modelo organizativo sumamente extendido y fuente de identidad política, cuya legitimidad emana de su base popular, que suele coo- perar con el aparato del estado central –aunque muchas veces tam- bién se oponga a él incluso mediante una resistencia organizada–, y que reclama su hegemonía sobre el discurso nacional. Los llamados «jefes», «señores», o «líderes tradicionales» jugaron un papel fun- damental en la formación del estado colonial en África. Los europeos, empeñados en crear sociedades espacial y socialmente estables con el mínimo coste administrativo posible, incorporaron y adaptaron jefaturas ya existentes, o inventaron nuevas, e institu- yeron lo que Mamdani (1996) ha llamado un sistema de «despotis- mo descentralizado» para controlar y someter a la población indí- gena.4 Los amos coloniales trataron de reducir la existente diversidad de instituciones indígenas creando una estructura admi- nistrativa unificada, la «jefatura administrativa» (Beck, 1989). De ahí que los movimientos de liberación y los gobiernos de los esta- dos africanos recién independizados –sobre todo en los países con nuevos gobiernos de orientación socialista– asociaran muchas ve- ces a los jefes tradicionales al estado colonial. En Uganda, Ghana,

251 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 252

Tanzania y Zambia unos liderazgos fuertes trataron sin tapujos de acabar definitivamente con lo que consideraban un obstáculo feu- dal y anacrónico para el progreso de la sociedad, pero con éxito re- lativo y en general limitado. Hasta el día de hoy en muchos países africanos la jefatura sigue siendo una institución intermedia/media- dora e insoslayable del poder administrativo (Buur y Kyed, 2007). Sus representantes han conseguido ocupar y conservar el espacio político existente entre, por un lado, el gobierno central y la admi- nistración, y, por el otro, las grandes masas de población básica- mente rural, afianzando así su propio poder. Despliegan una gran adaptabilidad y mucha perseverancia a la hora de tratar con actores e instituciones del estado central y con las organizaciones interna- cionales y transnacionales. En el marco de los procesos de demo- cratización más o menos logrados de los años noventa, se reavivó el interés científico hacia la institución de la jefatura como actor político. En los últimos años varios autores han detectado en toda África un notable renacer del rol de los jefes (Oomen, 2000, 2005; Friedman, 2005; Koelble, 2005; Buur y Kyed, 2005, 2007; Kyed, 2008; Englebert, 2002, 2005). Los gobiernos africanos delegan cada vez más las tareas formales en las autoridades tradicionales, que a su vez acaparan activamente nuevas funciones y puestos en los gobiernos locales, regionales y nacionales. Su habilidad para afirmar su legitimidad merced a sus vínculos reales con el pueblo llano les confiere una especial influencia sobre las más altas ins- tancias del poder del estado postcolonial necesitados de votantes y de influencia política. La relevancia de este fenómeno para el tema de este volumen es obvia: la autoridad tradicional en África puede ser un instrumento útil y conveniente para quienes detentan el poder para hacer llegar el poder político y administrativo a la periferia y también para con- trolar y dispersar formas organizadas de disidencia política, como han demostrado varios estudios en Malawi (Chiweza, 2007), Mo- zambique (Kyed, 2008; Buur y Kyed, 2007) y Zimbabwe (Maped- za, 2007). Pero ésta es sólo una cara de la moneda. El caso de la Provincia Occidental/Barotseland muestra que la jefatura también puede convertirse en un sólido recurso para una identidad cultural y territorial alternativa, con suficiente potencial para transformarse en una estructura organizativa de la resistencia política.5 Cuando un gobierno nacional postcolonial se considera ilegítimo, la afirma- ción de autenticidad basada en valores supuestamente transmitidos desde tiempos inmemoriales a través de vínculos ancestrales direc- tos constituye un sustrato de fuerza política a tener en cuenta. Comparando el caso de Barotseland con el de la región de Casa-

252 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 253

mance, en Senegal (caso también tratado en este volumen), Engle- bert (2005) dice que lo que mejor caracteriza el separatismo lozi en la Zambia postcolonial es la «condescendencia» y no el «desafío» respecto a los planes de integración nacional del estado. Y afirma que la clave para entender esa aparente ausencia de acción radical está en el rol desempeñado por la élite política lozi, organizada en el Barotse Royal Establishment (BRE). El BRE es una elaborada y vasta red de jefes (la mayoría hombres, aunque cuenta con algunas mujeres) de los distintos linajes reales lozi con sus respectivos con- sejeros encargados de ámbitos específicos, como la gestión de la tierra, la jurisprudencia, los asuntos ceremoniales, etc. Se trata de un sistema administrativo que utiliza todos los elementos y símbo- los propios de toda burocracia estatal: funcionarios y banderas, uni- formes y edificios administrativos, autorizacioines escritas, reunio- nes formales en las lenguas oficiales,6 fuerzas de seguridad y vacaciones oficiales. El BRE está estructurado jerárquicamente desde el litunga hacia abajo por provincias y distritos hasta el nivel de la administración de aldea. Actualmente, las tareas menos evi- dentes pero todavía sumamente relevantes son las funciones espiri- tuales de los jefes reales lozi y los hechiceros especializados en asuntos de brujería para proteger y sanar, propiciar la lluvia y la fer- tilidad. La estructura formal y oficial del BRE –en gran parte una creación colonial– está, pues, profundamente interrelacionada con la religión, el parentesco, los lazos familiares y el patronazgo per- sonal, que suelen tener una historia muchísimo más larga. Juntos forman una unidad de gran continuidad y capacidad de recupera- ción inherente frente a cualquier tipo de cambio instigado por no- lozis. El BRE y todos los que han sido entronizados desde la independencia han perdido una parte de su status como líderes de lo que ellos consideraban un estado separado, pero que en realidad no dejaba de ser una entidad que, en el transcurso de ocho décadas, se había convertido en sumamemente codependiente de las autori- dades coloniales británicas. La autonomía administrativa del BRE y sus fuentes de ingresos también se han reducido considerable- mente, comparadas con la situación antes y durante la colonización británica. No obstante, la Provincia Occidental sigue gozando del reconocimiento de facto por parte del gobierno central zambio de sus poderes sobre los recursos naturales y sobre la tierra. De modo que los litunga y demás instancias de la jerarquía de poder lozi pue- den sacar provecho privado y afirmar su hegemonía sobre una po- blación sometida que, a falta de alternativas viables, sigue conside- rándolos su vínculo principal, por no decir único, con las arcas y los centros de poder del estado (Englebert y Hummel, 2005, p. 414).

253 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 254

Suscribo gran parte de la tesis de Englebert relativa al efecto mo- derador del BRE sobre el separatismo radical en la Provincia Occi- dental de Zambia, si tenemos en cuenta el resultado global a largo plazo. Pero sí creo que la inminencia de un enfrentamiento armado abierto en la Provincia Occidental en 1995 se podría interpretar como indicio de que en otras circunstancias el gobierno zambio quizá no sea capaz de sofocar el separatismo lozi mediante el so- borno de sus dirigentes. Creo que el elaborado sistema de autoridad tradicional lozi también es garantía de que el escepticismo y la re- sistencia frente al gobierno central que han ido creciendo durante décadas se hallen profundamente consolidados. Los máximos líde- res lozi pueden moderar e incluso reprimir esos sentimientos cuan- do sus intereses personales así lo requieren pero, como demostraré, tanto ellos como sus supuestos súbditos, tampoco olvidan fácil- mente esos sentimientos. Es un punto importante a recordar cuando en la Provincia Occidental se está librando una nueva pugna en por de oportunidades políticas y de negocios. Estos los últimos años los lozi han comprendido que el gobierno central y los inversores ex- tranjeros se interesan y mucho por los recursos políticos y econó- micos que poseen ellos y su tierra. Lo cual ha despertado la espe- ranza en la región de que el «desarrollo» llegue por fin a la Provincia Occidental. Pero muchos lozi con los que he hablado se mantienen prudentemente escépticos. Les preocupa que el camino a un futuro mejor les lleve de hecho «a ninguna parte», o peor aún, que provoque otro ciclo de decepción, de resentimiento y posible- mente de confrontación abierta que escape al control de los propios dirigentes lozi. En las secciones que siguen trazaré primero las línas generales de los procesos históricos que llevaron a la transformación del rei- no Luyana en Barotseland durante el períododo colonial, y la evo- lución del separatismo lozi de la Provincia Occidental tras la inde- pendencia de Zambia. Luego ilustraré y analizaré críticamente el reciente deshielo de las relaciones entre los lozi y el gobierno cen- tral basándome en el ejemplo de la construcción de una carretera hasta la residencia de un alto jefe lozi que gobierna una de las sub- provincias del BRE.

El nacimiento del reino en el Aluvión

El pueblo lozi ha recorrido un largo camino en la historia del África surcentral. Aparte de la Provincia Occidental de Zambia, en el oeste de Angola y en el nordeste de Namibia sobre todo hay te-

254 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 255

rritorios que estuvieron, con más o menos altibajos, bajo el domi- nio bulozi, el reino lozi en gran parte. La historia oral lozi y los es- tudiosos actuales sitúan el origen de sus ancestros entre el pueblo luyi de la región de Katanga, en la actual República Democrática del Congo. De allí salió una migración escalonada de grupos luyi hacia el alto Zambezi, seguramente en los siglos XVI y XVII. Los luyi se establecieron en las elevaciones junto a los márgenes de las fértiles tierras aluviales, que se inundan cada año tras la estación de las lluvias. A través de una migración estacional y el comercio con los habitantes de las selvas del interior fuera del aluvión, los luyi pudieron acceder a los recursos disponibles en ambos medios, lo que propició el desarrollo de una economía pujante en un área rela- tivamente poblada, que sería la columna vertebral del sistema polí- tico del reino luyana (Mainga, 1973, pp. 34 y ss.). Mediante la de- rrota militar y la asimilación de los otros grupos de población que vivían en las tierras aluviales y en su hinterland, el reino se convir- tió gradualmente en un complejo mosaico de grupos lingüísticos y de parentesco unidos por vínculos matrimoniales. Algunos eran amos, otros estaban a su servicio con distintos grados de status y de lealtad hacia alguno de los centros rivales de poder luyana del alu- vión del alto Zambezi. Desde allí los reyezuelos luyana controlaban una economá política cada vez más sofisticada gracias a la elabora- da red de grandes jefes y consejeros que he descrito antes (véase asimismo Mainga, 1973; Caplan, 1970; Gluckman, 1959; Trollope, 1937, p. 19, y Flint, 2003). En el siglo XIX una invasión del pueblo kololo transformó el rei- no luyana. Y la mutua fertilización política y cultural entre ambos sembrarían las raíces del futuro reino lozi y del silozi, su lingua franca. Tras la desaparición de los kololo en la década de 1860, du- rante las siguientes dos décadas Bulozi vivió un período convulso, hasta que en 1884, Lubosi , nacido en el seno de uno de los linajes reales luyana, se impuso como nuevo líder, de mano fuerte y cruel. Tras asesinar a muchos de sus rivales y sus adeptos, Lewanika inició un elaborado plan de reformas administrativas y el calculado fomento de un nacionalismo lozi con él como único jefe del estado, potenciando aún más la institución del litunga y la con- solidación de un estado lozi unificado. Las reformas incluían la for- malización de los procedimientos para recaudar impuestos y del trabajo esclavo, y la regulación del servicio militar, de las cuestio- nes religiosas y de la jurisprudencia, reformas que Max Gluckman (1955, 1965) analizaría más tarde de forma sumamente detallada (véase también Sumbwa, 2000). Los impuestos, el trabajo esclavo y las incursiones armadas contra grupos periféricos del reino pron-

255 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 256

to se demostrarían insuficientes para mantener el coste del sistema administrativo en expansión y la «grandeur» real asociados al for- talecido centro. La monarquía barotse dependía cada vez más de los bienes e ingresos procedents de los comerciantes y hombres de la frontera europeos en busca de valiosas pieles y de marfil (Caplan, 1970; Mainga, 1973, p. 139).

Creciente implicación europea

Otro aspecto crucial del proyecto centralista de Lewanika del es- tado lozi fue asegurar el control de las volátiles fronteras del reino, sobre todo de las provincias meridionales de Sesheke y Linyanti (Flint, 2003, pp. 402, 406; Mainga, 1973, pp. 132 y ss.; Gluckman, 1941, p. 96), de gran importancia estratégica, y no sólo para la de- fensa del reino contra vecinos poderosos como los tonga y los nde- bele. Y cuando a partir de finales de los años 1880 empezaron a lle- gar más y más misioneros y hombres de la frontera al alto Zambezi, el sur comenzó a ser importante como puerta de entrada y de impli- cación de los blancos en Bulozi (Flint, 2003, p. 410). Los contactos europeos eran una promesa de acceso a la educación en técnicas occidentales y de comercio con bienes foráneos, incluidas las ar- mas de fuego. Si bien admiraban el poder tecnológico y militar de los recién llegados, los líderes lozi veían con preocupación la cre- ciente expansión portuguesa al este y alemana al nordeste, hacia las áreas periféricas del reino (Mainga, 1973, p. 171). En 1890, Fran- çois Coillard, miembro de la Sociedad Misionera Evangélica de Pa- rís, ya se había convertido en un importante intermediario y asesor de Lewanika. Siguiendo el consejo de Coillard, y en contra de la fuerte oposición de los miembros de las clases dirigentes lozi, Le- wanika decidió buscar la protección de la corona británica para Bu- lozi (Caplan, 1969), y el 27 de junio de 1890 firmó un tratado con Frank Lochner, un agente de la BSAC (British South Africa Com- pany) de Cecil Rhodes. La llamada «Concesión Lochner» sería lue- go enmendada mediante varios contatros adicionales, con unas con- diciones más favorables que las otorgadas por los británicos a los demás líderes indígenas en lo que es la Zambia actual. Bulozi que- daba preservada de cualquier asentamiento blanco y se le garanti- zaba un alto grado de autonomía administrativa y fiscal (Mainga Bull, 1995, p. 5). El trato también incluía un salario anual regular de 2000 libras esterlinas para Lewanika y la prestación de educa- ción y de otros servicios occidentales, que se materializaron sólo en parte y únicamente para las élites lozi. No obstante, Flint cree que

256 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 257

hoy los lozi consideran la alianza entre Lewanika y los británicos no como un yugo impuesto sino como una decisión madura que ga- rantizó un grado de estabilidad interna que Bulozi no había conoci- do en todo el siglo XIX (Flint, 2004, p. 119). Lewanika se embarcó en un proceso irreversible, jugándose cada vez más la soberanía del reino a cambio de la protección político-militar y material de los británicos (Mainga, 1973, p. 171). Cuando las tropas de la BSAC derrotaron a los ndebele en 1893, el litunga creyó que por fin con- taba con un aliado poderoso, aunque posiblemente peligroso. Y así fue cuando entre 1890 y 1893 unos contratos anglo-germanos y an- glo-portugueses truncaron el territorio de Lewanika, inicialmente sin el conocimiento del rey lozi. Cuando las noticias le llegaron por fin en 1895, tenía razones para dudar de la integridad de sus aliados británicos, pero también sabía que ya no estaba en condiciones de romper su relación con ellos.

Intereses británicos en Bulozi

Al principio Cecil Rhodes no demostró ningún interés particular por Bulozi. En 1889, el año en que la BSAC recibió la «royal char- ter», un representante de la BSAC explicaba las razones para sus- cribir tratados en Bulozi: «Lo importante era conseguir posesiones antes de que se inmiscuyeran otras naciones extranjeras» (citado en Mainga, 1973, p. 161). La BSAC quería poner un pie en el alto Zambezi antes de que empezaran las futuras pugnas. Era una deci- sión estratégica para mantener abiertas opciones de futuro y asegu- rarse sus intereses a gran escala en la pugna por territorios y recur- sos del sur de África contra portugueses, belgas y alemanes (Mainga Bull, 1996, p. 5). Incluían la negociación del precio de Bu- lozi en futuras negociaciones sobre un intercambio territorial y la viabilidad futura de grandes proyectos de infraestructura (Mainga, 1973, pp. 179, 183). Los recursos de la BSAC en la región se am- pliaron al máximo durante los conflictos de Matabeleland (1893-94 y 1896-97) y la segunda guerra anglo-boer (1899-1902). El princi- pal objetivo de la compañía era, pues, mantener el orden en un vas- to territorio con un mínimo input administrativo y financiero (Mainga Bull, 1996, p. 5). De acuerdo con ese objetivo, el gasto se mantuvo en niveles mínimos absolutos, los que la compañía consi- deraba necesarios para comprar el apoyo tácito de Lewanika y de las familias reales lozi (Mainga, 1973, p. 161; Caplan, 1970, pp. 74-118). Un elemento también importante de la estrategia del coste mínimo coste de la compañía fue ampliar los límites territo-

257 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 258

riales exteriores de lo que llamaban la «Rhodesia Noroccidental- Barotseland» –la supuesta esfera de control de Lewanika– hasta los territorios periféricos para eliminar puntos blancos en sus mapas administrativos. En aquellos territorios periféricos vivían unas et- nias asociadas más o menos estrechamente a los principales grupos lozi, pero en absoluto integradas en ellos.

De hinterlands remotos a reservas de mano de obra

El lento pero firme proceso de cambio en Bulozi que trajeron consigo los administradores de la BSAC, los comerciantes y los mi- sioneros al alto Zambezi se aceleró con el cambio de siglo. Para la compañía, Barotseland no era el lugar idóneo para el asentamiento blanco ni para la viabilidad comercial de la extracción minera. Las principales bazas de la zona eran su potencial en mano de obra, los ingresos fiscales procedentes de los impuestos de su población y unos dirigentes no sólo deseoso de cooperar sino lo suficientemente fuertes para controlar una población étnicamente diversa mediante un poder feudal y unas particulares estructuras de la propiedad. En 1903 la BSAC dividió Barotseland en cinco distritos, y al frente de cada uno nombró un Comisionado residente de Distrito que dispo- nía de una policía nativa armada de unos 600 hombres. Años más tarde introdujeron reformas para abolir formalmente la esclavitud y crear un impuesto sobre las cabañas de diez chelines por cabaña y año. Lewanika aceptó a regañadients un diez por ciento de los in- gresos, parte de los cuales se distribuía discrecionalmente entre los jefes de nivel interior (Caplan, 1970, pp. 86 y ss.). La base material de las élites lozi pasó, pues, de cimentarse en la recaudación directa de tributos y en la disposición de mano de obra a depender de los in- gresos monetarios distribuidos por las autoridades británicas. La gran mayoría de la población lozi se vio forzada entonces a recurrir a otras fuentes para obtener dinero líquido, creándose así las condi- ciones para la migración de la fuerza de trabajo. Y a principios de la década de 1910 miles de hombres lozi ya trabajaban en las minas, en las granjas comerciales y en las compañías ferroviarias de Rhodesia y Sudáfrica. La producción agrícola en el aluvión lozi empezó a de- clinar a medida que los trabajadores necesarios para su manteni- miendo abandonaban el campo y el riego manual, y los rudimenta- rios canales de transporte se atascaban (Van Horn, 1977, p. 164; Gluckman, 1941, p. 164). Los reyes lozi incorporaron poco a poco el lujo y la etiqueta del estilo de vida europeo, la indumentaria, el mobiliario y electrodomésticos occidentales importados. Un núme-

258 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 259

ro limitado de jóvenes lozi, casi todos de familias de alcurnia, se educaron en escuelas misioneras y se preparaban para ocupar su lu- gar en la burocracia lozi (Mainga, 1973, p. 206). Hoy se percibe claramente que en 1890 los británicos le hicieron creer a Lewanika que su poder sería preservado, no reducido, ni a nivel territorial –como luego sucedería– ni en cuanto a su autono- mía para adoptar decisiones administrativas. Por otro lado, las pri- meras décadas de compromiso mutuo entre los lozi y los británicos en el alto Zambezi consolidó el poder de Lewanika y de su clan, lo que se tradujo en una mayor estabilidad política para la región cen- tral de Bulozi y en considerable riqueza material para sus élites di- rigentes. En efecto, los miembros del círculo interno del gobierno lozi fueron receptores pasivos del poder centrífugo del sistema co- lonial británico, pero también consiguieron implicar creativamente a los colonizadores en su propio beneficio personal. En 1911 la Compañía amalgamó los territorios existentes de la Rhodesia Noroccidental-Barotseland con la Rhodesia nororiental y creó el protectorado de Rhodesia del Norte con capital en Livings- tone. Aunque Barotseland obtuvo una amplia autonomía, la políti- ca de la BSAC continuó siendo la misma, con algunos cambios (Mainga Bull, 1996, p. 6). Barotseland siguió siendo una reserva nativa deliberadamente subdesarrollada de la que extraer impuestos y mano de obra para la producción industrial y, a partir de 1914, para el esfuerzo de guerra en el África oriental. Tras la muerte de Lewanika en 1916, su hijo Yeta III asumió el cargo de litunga, que conservaría hasta 1945. Yeta III trató con ahinco de obtener de la BSAC mayor autonomía administrativa y financiera, y mayor es- fuerzo para el desarrollo de Barotseland, con muy poco éxito. El dominio de la compañía en Barotseland llegó a su fin en 1924, cuando la Oficina Colonial asumió la administración del Protecto- rado Británico de Rhodesia del Norte. Tras intensas presiones por parte de Yeta III, Barotseland obtuvo un status especial y fue ofi- cialmente declarado un protectorado dentro de un protectorado (Mainga Bull, 1996, p. 6). Pero cuando a finales de la década de 1920 despegó la minería industrial a gran escala en el Cinturón del Cobre, el centro de gravedad económico se alejó aún más de Barot- seland y se incrementó la contratación de trabajadores inmigrantes. A finales de la década, la WNLA y otras oficinas de contratación laboral contrataban a miles de hombres de Barotseland que trabaja- ban y vivían en comunidades étnicamente segregadas en todos los principales centros mineros de Sudáfrica y de las dos Rhodesias. En el Distrito de Nalolo, en 1927 ya constituían la mitad del número de hombres aptos para trabajar (Caplan, 1970, p. 145).

259 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 260

El Gobierno Indirecto (Indirect Rule) llegó formalmente a Ba- rotseland en 1936 cuando se crearon el Gobierno Nativo Barotse (GNB) y la Autoridad Nativa Barotse (ANB), con una Hacienda Nativa e importantes responsabilidades en el ámbito de la gestión de la tierra y de los recursos naturales, de jurisdicción y de aplica- ción de las leyes. También se formalizaron y se racionalizaron jefa- turas de distrito de los llamados Barotse Royal Establishments. Los poderes y la autonomía local de la ANB eran mayores que los otor- gados a las demás Autoridades Nativas de Rhodesia del Norte. En 1953 se impuso la federación de Rhodesia y de Nyasaland contra la opinión expresa de la mayoría de la población negra. Pese a aquella oposición, bajo el liderazgo de Mwanawina, hijo de Lewa- nika y litunga sumamente controvertido (Caplan, 1970, pp. 168 y ss.), la élite lozi dio su tibio apoyo al proyecto federal. A cambio, lo- gró afianzar el status especial de Barotseland como protectorado y mayor autonomía administrativa para el GNB merced a un decreto ley del gobierno británico (Mainga Bull, 1969, p. 9; Caplan, 1968, pp. 346 y ss.).

Independiente… ¿para ser qué?

A finales de los años cincuenta los líderes lozi ya se habían acos- tumbrado a cultivar activamente su autoimagen de Barotseland como estado independiente. Pero aquella actitud resultaba cada vez más irreconciliable con la realidad de la inminente indepen- dencia de Zambia y con el aumento de los sentimientos nacionalis- tas del África negra entre los lozi de dentro y fuera de Barotseland. Muchos lozi cultos y trabajadores emigrantes habían adquirido conciencia política en los campos de trabajo y en las huelgas mi- neras, y cuestionaban abiertamente la autoridad del litunga y del BRE. Y todo ello sucedía en un momento en que las élites lozi se tambaleaban debido a las disputas internas en torno a la sucesión. Mientras, las fuerzas conservadoras británicas pensaron que para detener las demandas populares en favor de un autogobierno ne- gro, lo mejor era apoyar a los líderes lozi (Caplan, 1968, pp. 350 y ss.; Mulford, 1967, pp. 212 y ss.). En tales circunstancias las fuer- zas nacionalistas negras ganaron el pulso político en Barotseland en la carrera hacia la independencia. Los candidatos lozi del UNIP de Kenneth Kaunda derrotaron de forma contundente al Partido Nacional Barotse (patrocinado por el litunga Mwanawina) en tres elecciones sucesivas, en 1962, 1963 y 1964 (Sumbwa, 2000). El debilitado liderazgo lozi se embarcó en una doble estrategia:

260 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 261

asegurar la autonomía de Barotseland dentro de una Zambia inde- pendiente, y establecer acuerdos secretos con viejos aliados en las administraciones coloniales más receptivas de Sudáfrica, Rhodesia, Portugal y Francia (Caplan, 1968, p. 355). En un afán por incre- mentar la base de ingresos de la ANB, Libuta, sobrino del litunga Mwanawina, fue enviado a Johannesburg para negociar un aumen- to del precio de contratación del WNLA para los trabajadores lozi. En aquella época el WNLA reclutaba anualmente entre cinco y seis mil hombres lozi para trabajar en las minas del Rand. Caplan dice que en marzo de 1964 Lubita también entabló negociaciones en Ka- tima Mulilo, en la franja de Caprivi, con representantes del gobier- no sudafricano de Voerwoerd sobre ayuda militar y financiera para «liberar» a Barotseland de Zambia (ibid.). Pero el plan para convertir Barotseland en un bantustán no se hizo realidad. En cambio, los líderes lozi aceptaron la incorporación de Barotseland dentro del futuro estado independiente de Zambia según los términos del Acuerdo de 1964, resultante tras las negocia- ciones a tres bandas entre la ANB, el gobierno británico y el gobier- no de Rhodesia del Norte, firmado el 18 de mayo de aquel año en Londres por el presidente de la UNIP Kenneth Kaunda, el litunga Mwanawina y el Secretario de Estado para la Commonwealth, Dun- can Sandys. El UNIP prometió reconocer el status especial de Ba- rotseland una vez lograda la independencia de Zambia y respetar el derecho del litunga para promulgar leyes sobre un amplio espectro de asuntos regionales y locales de Barotseland, entre otros la gestión de la tierra y de los recursos naturales, el sistema jurídico y las fi- nanzas. No obstante, el Acuerdo de 1964 no fue formalmente con- sagrado en la nueva constitución de la república y, por lo tanto, téc- nicamente no era sino un documento legal de menor relevancia (Mainga Bull, 1996, p. 12). Las consecuencias se hicieron evidentes de inmediato cuando el 24 de octubre de 1964 Zambia logró la in- dependencia.

De Barotseland a Provincia Occidental durante la Primera y Segunda República de Zambia

Durante los meses previos a la independencia de Zambia, Ken- neth Kaunda dio al pueblo lozi y a sus líderes diversas garantías es- critas y orales de que su gobierno «no deseaba interferir en la ges- tión diaria de los asuntos internos de Barotseland».7 Pero tras la independencia, el gobierno del UNIP inició inmediatamente lo que los líderes lozi consideraron un cercenamiento de sus medios de

261 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 262

existencia. El UNIP no ocultaba su falta de escrúpulos morales y su intención de acabar con lo que consideraba un anacronismo colonial reaccionario (Caplan, 1968, p. 356). Su potente electorado y la ex- plosión de la industria nacionalizada del cobre le proporcionó ini- cialmente la fuerza suficiente para despojar a los dirigentes lozi de gran parte de sus poderes fiscales y administrativos formales. En mayo de 1965 las tensiones llegaron a un punto álgido. La Ley de Gobierno Local revocó la Ordenanza de la Autoridad Nativa Barot- se. El Consejo Nacional Barotse fue sustituido por cinco consejos de distrito controlados por el UNIP y todos sus fondos fueron traslada- dos a los Fondos para el Gobierno Local de nueva creación. Los sa- larios del litunga y de la familia real depedían ahora directamente de la oficina del presidente. En 1966 la Ley de Tribunales Locales re- dujo el sistema judicial nativo barotse. El gobierno de Kaunda tam- bién prohibió al WNLA todo reclutamiento de mano de obra en Bu- lozi, con lo que la ANB perdía otra fuente esencial de ingresos. El gobierno central zambio también promulgó leyes tendentes a abolir todos los demás privilegios lozi y a nacionalizar la administración de la tierra. Con la fuerza de su mayoría de dos tercios en el parla- mento, el UNIP enmendó en 1969 la constitución zambia para anu- lar el Acuerdo de 1964 y cambiar el nombre de Barotseland por el de «Provincia Occidental». Y mediante la Ley de la Tierra y Recur- sos Varios de la Provincia Occidental se despojó al litunga de su po- der para gestionar la tierra y sus recursos (Sumbwa, 2000, p. 115). Muchos lozi se sintieron ultrajados, pero la escasa influencia de sus líderes imposibilitó toda presión al gobierno central. Desde el punto de vista político y económico, la Provincia Occidental tenía una im- portancia secundaria. El UNIP gobernaba con mayoría absoluta y, por el momento, contaba con el suficiente poder económico para aplicar en Zambia la visión «humanista» de Kaunda. Como la mi- gración de trabajadores lozi al Cinturón del Cobre seguía expulsan- do mano de obra del aluvión, los esfuerzos del gobierno central en la Provincia Occidental para implantar una agricultura a gran escala basada en el cultivo industrial y comercial de grandes plantaciones, no consiguió despegar (Flint, 2004, pp. 167 y ss.), ya que era in- compatibles con el ecosistema aluvial. De modo que aquellos planes rápidamente se atascaron en forma de resistencia antigubernamental en el día a día y sobre el terreno por parte de los administradores lozi. El buen momento del gobierno y de las oportunidades de nego- cio en el Cinturón del Cobre y en Lusaka, y la línea ferroviara TA- ZARA hasta Dar es Salaam alejaron todavía más el centro de grave- dad político y económico del Zambezi. En cierto modo, la situación de la Provincia Occidental bajo el

262 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 263

UNIP se parecía bastante a la antigua relación entre la BSAC y el gobierno lozi. El UNIP hacía muy poco por desarrollar el área, mientras un puñado de lozis con estudios superiores y de alto ran- go recibían salarios del estado y ocupaban puestos ministeriales o cargos en compañías paraestatales, suficientes para evitar su oposi- ción frontal al gobierno central. Pero había una gran diferencia en cuanto el rol de la «tradición» y de la «cultura» lozi. Las autorida- des británicas habían fomentado e «inventado» ideas y prácticas tradicionales para preservar la estabilidad social como uno de los objetivos del Gobierno Indirecto en Barotseland (compárese Hobs- bawm y Ranger, 1983). El gobierno zambio, en cambio, quiso ais- larlas del ámbito de la administración cotidiana y reubicarlas en el nuevo ámbito del «folklore» nacional para despolitizarlas, pero el proyecto nunca se completó. Pese a la usurpación de los poderes y al intento de monopolizar la fuente de riqueza de las élites lozi, la administración de Kaunda nunca consiguió acabar del todo con la base de su poder regional y local en la Provincia Occidental. A fal- ta de estructuras estatales eficientes, el sistema de administración lozi siguió desempeñando un rol central en muchos aspectos de la vida diaria, en particular en materia de gestión de la tierra y de sus recursos naturales. La población de la Provincia Occidental seguía respetando e identificándose con sus líderes «tradicionales», en la medida en que la controversia en torno al Acuerdo de 1964 seguía sin resolverse y el gobierno central inclumpían sus promesas de de- sarrollo de la Provincia Occidental. En diciembre de 1972 una enmienda constitucional favorable a un estado de partido único bajo el UNIP marcó el inicio de la Se- gunda República de Zambia. Kaunda lograba así consolidar el do- minio del UNIP, pero muy pronto otros factores empezaron a redu- cir su espacio de maniobra política. Entre el inicio y el final de la Segunda República en 1991, la economía de Zambia cayó más de un 30 % (Virtual Zambia, 2008). Las principales causas fueron la caída del precio mundial del cobre y el aumento del precio del petróleo que había provocado una inflación global, empujando al alza el pre- cio de las importaciones básicas. Y dado que durante todo aquel pe- ríodo Zambia apoyó tambien a los movimientos de liberación de Namibia, Zimbabwe, Sudáfrica, Mozambique y Angola, algunas de sus rutas comerciales más importantes quedaron interrumpidas, con- cretamente los acceso a los puertos de Durban y Maputo. La situa- ción de la balanza de pagos de Zambia se deterioró y el gobierno so- licitó cuantiosos préstamos a los bancos comerciales extranjeros y al Banco Mundial. Y cuando a mediados de los años ochenta no pudo devolver aquellos préstamos, las entidades crediticias y el Fondo

263 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 264

Monetario Internacional presionaron al gobierno zambio para que aplicara un programa de ajuste estructural. Los intentos de aplicar aquellas reformas toparon con la oposición interna, y el deterioro de la situación económica provocó revueltas contra el precio de los ali- mentos. A finales de los años ochenta, ante el declive del poder del UNIP, Kaunda trató de apaciguar a los líderes lozi, y en 1988 nom- bró al litunga Ilute (un hijo de Yeta III) miembro del Comité Central del UNIP. Pero ésta y otras medidas adoptadas antes de las eleccio- nes multipartidistas de 1991 fracasaron. Una abrumadora mayoría del electorado lozi votó a favor del sucesor de Kaunda, Fredrick Chiluba y por su partido, el MMD, que basó su campaña en una pla- taforma con los principales lemas de los donantes de la época: «transparencia», «democracia» y «buen gobierno». En la Provincia Occidental los políticos del MMD dejaron que los líderes lozi y la población en general interpretara aquellos eslóganes como una señal de que bajo el MMD sería concebible un restablecimiento, como mí- nimo parcial, del Acuerdo de 1964 (Englebert, 2005, pp. 29-59; Sumbwa, 2000, pp. 115 y ss.).

La política de crisis bajo el presidente zambio Chiluba

Las esperanzas de que la administración del presidente Chiluba diera un vuelco a las relaciones entre el BRE y el gobierno central se vieron muy pronto truncadas tras la victoria del MMD en las elecciones de 1991. Enseguida se instaló un enfrentamiento legal y político. Las primeras chispas saltaron a principios de 1993 cuando el gobierno central reconoció oficialmente a un jefe nkoya en Kao- ma, que los dirigentes lozi consideraban una provincia renegada empeñada en abandonar el paraguas lozi (Mainga Bull, 1996, p. 8; Sumbwa, 2000, p. 116). En julio de 1993 unos cinco mil lozi se reu- nieron en asamblea en la residencia del litunga para exigir a sus lí- deres que llevaran al gobierno zambio ante los tribunales con el fin de secesionar la provincia basándose en el Acuerdo de 1964. El presidente Chiluba se negó a dialogar y prometió aplastar cualquier intento de revuelta. Mientras tanto las secuelas de la liquidación de algunas compañías estatales como la National Agricultural Marke- ting Board y la crisis general de los servicios públicos del país fue- ron especialmente severas en la Provincia Occidental. Hubo agita- ción política en el país cuando el gobierno Chiluba empezó a perseguir a sus enemigos políticos acusándoles de alta traición, en- tre otros un alto miembro de la familia real lozi (véase más adelan- te). A principios de 1995 el parlamento aprobó una nueva Ley de la

264 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 265

Tierra que, en esencia, era una copia del intento anterior de la ad- ministración Kaunda de despojar al BRE de su poder para asignar tierras. Pese a la revocación formal de la Ley de la Tierra de 1969, el BRE nunca había dejado de desempeñar esas funciones y seguía extrayendo de ellas una parte importante de sus ingresos (Sumbwa, 2000, p. 117). Las tensiones se agudizaron en julio de 1995 cuando, con ocasión de una visita de Chiluba a Mongru, la capital de la Pro- vincia Occidental, la caravana presidencial tuvo que detenerse ante el bloqueo de la carretera y los lozis empezaron a lanzarles piedras. Y anticipando las inminentes represalias por parte del gobierno, lozi de todos los distritos de la Provincia Occidental hicieron una llama- da ritual a las armas y formaron una milicia para proteger a su rey (ibid., pp. 119 y ss.). Durante las incursiones armadas que siguieron, las fuerzas de seguridad del estado habrían confiscado a los separa- tistas lozi lanzamisiles, cañones antiaéreos, granadas de mano y mi- nas. El gobierno alegó que todas aquellas armas procedían de las fuerzas de UNITA, de la vecina Angola (Minorities at Risk, 2003). Los dirigentes lozi reaccionaron convocando un Congreso Nacio- nal Barotse en noviembre de 1995 en Lealui, la residencia de la es- tación seca del litunga. Allí se aprobó una resolución que recogía la opinión del BRE según la cual la integración de Barotseland en Zambia había sido el resultado de un tratado internacional que lue- go había sido injustamente derogado por la constitución zambiana. En consecuencia, el BRE exigía al gobierno que reconociera el Acuerdo de 1964 y lo incluyera a su constitución. La resolución afirmaba además que «si el gobierno continúa obstinándose, el pue- blo barotse tendrá el derecho a la autodeterminación y podrá recu- perar el status original de Barotseland anterior a 1964» (Congreso Nacional Barotse, 1995). Pese al perfil alto y público del enfrentamiento entre el BRE y el gobierno del MMD, ni el uno ni el otro cumplieron nunca sus ame- nazas. El gobierno no se plegó a las exigencias lozi sobre el acuerdo de 1964, pero la aplicación de la Ley de la Tierra tampoco fue mu- cho más allá ni mermó demasiado los poderes de facto del litunga a nivel local. El BRE, por su parte, no abdicó de sus demandas a favor del restablecimiento de los acuerdos de 1964, pero tampoco siguió adelante con su amenaza de llevar al MMD ante los tribunales. Aun- que el BRE afirmaba que Barotseland tenía derecho a secesionarse de Zambia, continuaba rechazando públicamente la opción secesio- nista. En 1994, por ejemplo, el litunga Iluta Yeta afirmó que «no de- seamos la secesión de Zambia», mientras simultáneamente acusaba al gobierno de «la esclavización endémica de Barotseland» (The Post, 1994; Englebert, 2005). El litunga y su ngambela (primer mi-

265 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 266

nistro) se distanciaron públicamente de las demandas de agitadores más francos partidarios del separatismo lozi y optaron por aliarse con su antiguo enemigo y apoyar a Kenneth Kaunda y al UNIP en las elecciones de 1996. En cambio, algunos miembros de la familia real lozi (en su mayoría jóvenes) adoptaron una línea más radical. Akashambatwa Mbikusita-Lewanika era un miembro fundador del MMD pero más tarde creó su propio partido, Agenda for Zambia (AZ). En 1996 Mbikusita-Lewanika –y la AZ– se presentó a las elecciones parlamentarias y presidenciales con un programa mode- radamente separatista. En 1999 apoyó públicamente la causa sepa- ratista de Caprivi, pero no se han podido establecer claramente sus posibles vínculos ni su apoyo material al movimiento de Muyongo, y nunca formaron parte de la retórica pública del BRE. Mbikusita- Lewanika se unió al MMD tras la elección de Levy Mwanawasa a la presidencia en 2001 y abandonó públicamente su activismo secesio- nista (Englebert, 2005, p. 33; compárese con Mbikusita-Lewanika, 2001). El príncipe Imasiku Mutangelwa fundó en 1992 la Asocia- ción Cultural Barotse (ACB) y en 1996 el Frente Patriótico Barotse (FPB). En 1998 el FPB amenazó con la insurgencia armada si la ad- ministración Chiluba no garantizaba a Barotseland su libertad. En su alegato de abril de 2004 ante la Comisión para la Revisión Consti- tucional, Mutangelwa reclamó el restablecimiento del acuerdo de 1964 a menos que en la nueva constitución se inscribiera el desarro- llo económico y una presidencia rotatoria entre Barotseland y el res- to de Zambia (Frente Patriótico Barotse, 2004). Al igual que en la época de Kaunda, las relaciones entre el BRE y el gobierno zambio bajo la administración del MMD de Chuliba seguían siendo tensas y, de vez en cuando, subían de tono. Pero los intentos de los lozi zambios de disociarse del estado central se pararon en seco cuando en 1999 el movimiento de Muyongo optó por la acción concreta y organizada en la región namibia de Caprivi.

Un matrimonio mal avenido

Englebert ofrece una doble explicación de la fragilidad endémica de las relaciones entre los líderes lozi y los sucesivos gobiernos de Zambia (Englebert, 2005). Todo se reduce en el fondo a que ambas partes creen que las ventajas del punto muerto son superiores a su coste. Desde la independencia, dice Englebert, las élites lozi siem- pre han ganado más quedándose dentro de Zambia que lo que po- drían confiar en ganar con la secesión. El control ininterrumpido del BRE sobre la tierra y sus recursos gracias a su administración del

266 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 267

día a día en la Provincia Occidental está en el centro de ese equili- brio. La tierra y el agua para el cultivo, y los pastos para el ganado y la madera siguen estando bajo el control, legalmente ambiguo pero profundamente arraigado, del BRE, del litunga para abajo si- guiendo la embrincada jerarquía de la administración lozi. La asig- nación y distribucón de tierras sigue siendo, pues, el eje funda- mental de la hegemonía local de las élites lozi y fuente de ingresos. Mientras el gobierno central no intente interferir en esa prerrogati- va directamente, como hizo Chiluba en 1995, es muy improbable que el BRE reclame la secesión. Por su parte, el BRE presiona con- tinuamente para que se formalice su control fáctico sobre los re- cursos locales como un elemento de su demanda de un reconoci- miento oficial como autoridad provincial legítima (entrevista a Yeta, Mwandi, 14/6/2004). Para apoyar estas reivindica- ciones, y también para mantener a raya toda posible amenaza contra el status quo, el acuerdo de 1964 sigue siendo una baza que los líde- res lozi tratan de jugar siempre que se presenta la posibilidad o la necesidad. Esa «carta» es todavía un argumento político de peso pero, después de cuarenta años, también bastante gastado. Los lozi se han ganado la reputación, ampliamente reconocida en el resto del país, de «tribalistas» que representan un sistema feudal caduco y tratan de aferrarse a un pasado perdido con dudosas maquinacio- nes políticas. La mayoría de zambios, incluidos muchos lozi que han emigrado de la Provincia Occidental, parecen convencidos de que un BRE en el gobierno explotaría un rol formal mayor para lograr sus propios intereses personales y «tribales» a expensas de toda la nación (entrevista a Stephen Muliokela y Namukolo Mukutu, Lusa- ka, 4/6/2004). Por eso, desde la independencia el gobierno central ha querido mantener al BRE a cierta distancia, y al mismo tiempo apaciguar a elementos importantes otorgándoles cargos públicos y privilegios. El gobierno ha reconocido oficialmente su status como «líderes tradicionales», que preservan y representan una de las mu- chas y diversas herencias culturales de los pueblos indígenas de Zambia, pero sin ceder a las demandas relativas al acuerdo de 1964. Esa actitud ha permitido al litunga y al BRE seguir con sus intere- ses y negocios privados en un terreno ambiguo entre reglas de esta- do y de no-estado. Tanto para el BRE como para el gobierno central una de las ventajas de ese reconocimiento oficial ha sido la supre- sión de la competición dentro del espectro político lozi. El BRE si- gue siendo un sistema jerárquico de poder con muy poca tolerancia hacia la disidencia y capaz de mantener a raya a otras fuerzas posi- blemente menos controlables, y el reconocimiento del gobierno consolida aún más ese status quo. También puede decirse que am-

267 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 268

bas partes se han «beneficiado» de la habilidad para culpar al otro de la falta de desarrollo tangible, evitando así que sus votantes o súbditos les exijan responsabilidades por ello. En las secciones que siguen ampliaré mi análisis sobre los pro- cesos históricos que llevaron a la creación de la Provincia Occi- dental/Barotseland y sobre las relaciones de su líder lozi con los go- biernos del estado postcolonial hasta hoy. Para ilustrar el actual modelo de integración económica y política de la Provincia Occi- dental en el estado zambio presentaré asimismo el ejemplo de la construcción en 2004 de una carretera de asfalto hasta la residencia del jefe superior lozi y contextualizaré este caso en el marco de la reciente disputa en torno a los recursos políticos y económicos de la Provincia Occidental.

Una nueva carretera, ¿un nuevo comienzo?

El 13 de mayo de 2004, en el puesto fronterizo de Wenela se inauguraron oficialmente un nuevo puente sobre el río Zambezi y un tramo de 205 km de carretera entre la ciudad zambia de Li- vingstone y la ciudad de Sesheke. Wenela es el punto principal de tránsito entre la región namibia de Caprivi y la Provincia Occiden- tal zambia. La nueva infraestructura cerraba el último tramo de una carretera de asfalto de 2.524 km llamada el «Trans-Caprivi Corri- dor» (TCC). El TCC conecta el Cinturón del Cobre de Zambia y la República Democrática del Congo (RDC) con el puerto marítimo namibio de Walvis Bay, autoproclamado puerta de entrada del co- mercio entre el sur de África, Europa y las Américas (Autoridad Portuaria Namibia, 2007). En la solemne ceremonia pública de inauguración estuvieron presentes los presidentes de Zambia y Na- mibia junto con sus respectivos séquitos, el embajador alemán en Zambia, delegados del Kreditanstalt für Wiederaufbau (KfW)8 y los ingenieros alemanes del proyecto. Entre los invitados VIP estaba también Inyambo Yeta, el jefe lozi del distrito de Sesheke, una de las siete subunidades administrativas del BRE en la Provincia Occi- dental. El jefe Yeta había llegado en avión desde Lusaka con la de- legación del gobierno zambio por invitación personal del presiden- te Mwanawasa (entrevista a Inyambo Yeta, Mwandi, 14/6/2004). De la corte del litunga en Lealui, a unos 200 km río arriba, asistió a la ceremonia una delegación de alto nivel de unos 50 miembros del BRE encabezados por el ngambela. La delegación del BRE, con vistosos trajes tradicionales, representó públicamente el kushowe- lela y otros ritos de la etiqueta real lozi delante de los líderes y de

268 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 269

las cámaras de televisión estatales de ambos países. El kushowele- la es un saludo sumamente formalizado que se ofrece a la realeza lozi para asegurarle al líder la lealtad de sus súbditos y recordarle también su obligación de mirar por su bienestar espiritual y mate- rial (compárese con Sumbwa, 2000). Según Munukayumbwa Muli- memui, un alto consejero del jefe Inyambo Yeta, era la primera vez que se ofrecía este saludo regio a un presidente zambio o a un alto funcionario del gobierno, y su representación en la ceremonia inau- gural había tenido lugar por iniciativa del propio ngambela (entre- vista a Munukayumbwa Mulumemui, Mwandi, 21/5/2004).

Nobleza lozi obliga

Inyambo Yeta es un tátaranieto de Lewanika, y su padre fue li- tunga entre 1977 y 2000. Yeta no heredó la posición de su padre y como Jefe superior del distrito de Sesheke, está un peldaño por de- bajo del actual litunga en la jerarquía administrativa del BRE. Al igual que muchos hijos de los linajes reales barotse, Inyambo Yeta ha recibido una esmerada educación y un estilo de vida occidentales así como un sentido de la responsabilidad respecto a su legado. El joven Yeta, un ambicioso y prometedor profesional de derecho in- ternacional en 1977, fue entronizado un tanto forzadamente como jefe superior del distrito de Sesheke por los consejeros y servidores reales de su padre Ilute Yeta IV cuando aquel año accedió el trono del litunga. En un perfecto inglés de Oxford el jefe explicaba que su lealtad hacia el legado de su familia le había llevado a aceptar su lu- gar en el palacio, al que llamaba «mi cárcel». Pero no dejó de lado sus ambiciones profesionales ni el estilo de vida occidental, divi- diendo su tiempo entre su residencia oficial en Mwandi y su casa ur- bana en Lusaka. Si buscamos en Google «Inyambo Yeta» en el ci- berespacio encontramos los hitos de su carrera política. En 1991 el Jefe Yeta fue nombrado vicepresidente del UNIP tras la retirada del primer presidente de Zambia, Kaunda. En 1994, bajo el régimen de Chiluba, él y otros cinco líderes de la oposición fueron encarcelados acusados de alta traición. El caso contribuyó a agudizar el enfrenta- miento entre los lozi y el gobierno de 1995. El UNIP y abogados lozi, y también el gran público de la Provincia Occidental se alinea- ron tras el acusado, y poco después los fiscales del estado tuvieron que retirar los cargos. La carrera política de Yeta aún no ha termina- do. Poco después fue vicepresidente de la Comisión para la Refor- ma Constitucional de Zambia (CRC) y presidente de la Cámara de Jefes de Zambia (véase más adelante). El nombramiento para ambos

269 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 270

cargos vino directamente del sucesor de Chiluba, el malogrado pre- sidente Levy Mwanawasa (MMD) que gobernó el país entre 2002 y 2008. En 2004, Yeta describía su relación con Mwanawasa en los si- guientes términos: «Tengo una relación muy, muy personal con el presidente Mwanawasa, porque es un amigo personal mío. Ambos somos abogados». El jefe Yeta es, con todo, muy cauto respecto a la fiabilidad a largo plazo de esta vía de acceso personal a las altas es- feras del gobierno.

Esto no significa necesariamente que exista un reconocimiento de la institución que represento. [ ] Si hubiera un jefe que no estuviera en buenos términos con el presidente Mwanawasa, éste ignoraría al BRE y diría: «Oh no, no tenemos tiempo para esa gente» (entrevista a Inyam- bo Yeta, 14/6/2005). A su curriculum vitae como jefe Superior, cabe añadir su presencia en diversas empresas, incluida la producción made- rera en el distrito de Sesheke (véase Barotse Development Trust, 2005) y sus obras de caridad en beneficio del hospital de la misión y de la Igle- sia Unida de Zambia (United Church of Zambia) en Mwandi.

«Ahora somos una ciudad»

Mwandi es una pequeña ciudad de unos cinco mil habitantes, con una situación privilegiada a orillas del río Zambezi. Al albergar la residencia del jefe Yeta, Mwandi posee el status de «villa real» en la jerarquía administrativa del BRE. Cuenta también con un mercado permanente y numerosos pequeños comercios. La ciudad alberga templos de varias iglesias cristianas, un gran complejo hos- pitalario, una escuela primaria y secundaria, una oficina de correos y una comisaría de policía que emite pases de frontera para quienes deseen cruzar el Zambezi en barca y entrar en Namibia. En marzo de 2000, para recorrer los 130 kilómetros de Livings- tone a Mwandi por las Cataratas del río Victoria tardé seis horas para atravesar lo que los locales llaman «la senda de la muerte», una ruta peligrosa con pozos de arena y baches gitantescos. La re- lativa riqueza de Zambia y su apuesta por la modernidad tras la in- dependencia había creado lo que en los años sesenta era una gran arteria regional asfaltada que conectaba un hinterland periférico con la carretera nacional y con la red ferroviaria. Pero a principios del nuevo milenio, la carretera ya era un ejemplo paradigmático más de la magnitud del deterioro que habían sufrido todos los ser- vicios públicos en esta y otras partes periféricas de Zambia –una potente metáfora del estado de las relaciones políticas entre un es- tado central débil y su abandonada periferia.

270 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 271

En junio de 2004 hice un viaje a Mwandi y tardé poco más de una hora. Un aire de cambio soplaba por toda la ciudad a orillas del Zambezi, que olía a asfalto y a progreso. Desde la carretera Li- vingstone-Sesheke se bifurcaba una nueva carretera, igual de fla- mante, que conducía directamente a las puertas de la residencia de Yeta, al vestíbulo y a las oficinas de una institución central del sis- tema administrativo lozi: el khuta, el consejo de indunas (conseje- ros del jefe). Si bien la carretera Livingstone-Sesheke, el Puente so- bre el Zambezi y otros tramos del TCC habían sido financiados en gran parte por el gobierno alemán y otros donantes (Zeller, 2009, p. 147), la carretera a Mwandi presenta una historia distinta: la pagó enteramente el gobierno de Zambia. Aprovechando el impulso que suponía la reconstrucción de la carretera Livingstone-Sesheke, en 2003 el jefe Yeta visitó personalmente al presidente Mwanawasa y al Ministro Delegado de Obras y Suministros, y acordaron mejorar algunos proyectos ya existentes y sustituir una carretera de grava barata pero costosa de mantener por otra asfaltada (entrevista a Do- minik Sandema, Mwandi, 11/6/2004). En el transcurso de 2004, Mwandi también quedó conectada a la red de la compañía de suministro eléctrico ZESCO. En muy poco tiempo la población pudo contar con acceso diario a los servicios postales y a los periódicos. Pocos días después de asfaltar la carrete- ra empezaron a llegar al centro mismo de la ciudad autobuses desde Sesheke, Livingstone y Lusaka. Las mujeres del mercado enseguida vieron nuevas oportunidades de negocio y se pusieron a vender co- midas rápidas a los viajeros. Otras subían a los autobuses para llevar sacos de pescado seco, congelado o fresco a otros mercados urbanos (entrevista a Markus Ndebeble, Mwandi, 25/5/2004). Una docena de nuevas y flamantes tiendecitas flanqueaban la nueva carretera de Mwandi, y se estaban construyendo más. Un habitante utilizó estas palabras para describir el cambio: «Ahora somos una ciudad. Tene- mos electricidad, un periódico diario, una carretera y comercios. Ahora sólo necesitamos cobertura para los teléfonos móviles»9 (resi- dente anónimo de Mwandi, 29/5/2004). Como él, muchos residentes de Mwandi consideraban aquellas novedades una señal de que el gobierno de Zambia, después de muchos años, empezaba por fin a hacer algo por la región (entrevista a Markus Ndebeble, Mwandi, 25/5/2004; entrevista con Dominik Sandema, Mwandi, 11/6/2004; entrevista a Munukayumbawa Mulimemui, Mwandi, 21/5/2004). El desarrollo llegaba finalmente a Mwandi. La mayoría de los cambios que han tenido lugar en Mwandi a partir de 2004 han sido posibles gracias a la construcción de la ca- rretera Livingstone-Sesheke y al nuevo puente sobre el Zambezi.

271 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 272

Comparada con estos proyectos y su relación con consideraciones macropolíticas y macroeconómicas nacionales y transnacionales,10 la carretera de asfalto a Mwandi es un mero detalle. Pero a través de su construcción se pueden analizar muchos elementos clave del ac- tual desarrollo económico y entrever una redefinición de las rela- ciones políticas entre los lozi de la Provincia Occidental y el go- bierno zambio. Para los habitantes de Mwandi la superficie lisa y asfaltada que lleva al palacio de su jefe significa que su ciudad está ahora conec- tada con el mundo, nada menos. Al asegurar la construcción de la carretera asfaltada hasta Mwandi, el jefe Yeta había logrado algo de alto valor simbólico y material. Demuestró a sus súbditos que la institución que él representa, tachada por algunos de arcaica, victi- mista e inútil en la Zambia actual, todavía puede aportar ventajas a la gente corriente.11 Para el jefe Yeta, que en la actualidad apenas se deja ver por Mwandi cumpliendo con sus obligaciones «tradicio- nales», tener algo tangible que mostrar en su ciudad natal fue un gran éxito. Aquel logro derivaba, y también compensaba, su rol re- lativamente prominente en la escena política nacional. Al igual que el jefe, la institución del khuta también se fortaleció simbólica- mente. La carretera, después de todo, conduce a su vestíbulo y a su despacho. Más allá del status y de los símbolos, la nueva carretera conlle- vó una serie de importantes ventajas materiales para el jefe y sus asociados. En 2004, Sibeso Yeta, el primogénito adulto del Jefe, construyó un pabellón turístico en un lugar céntrico de Mwandi. El solar donde se construyó era técnicamente propiedad comunal y fue necesaria una cierta presión del jefe, y la promesa de empleos loca- les para que el khuta diera el visto bueno al proyecto (entrevista con Dominik Sandema, Mwandi, 11/6/2004; entrevista con Sibeso Yeta, Mwandi, 20/5/2004). Mientras Sibeso Yeta se ocupaba de su- pervisar las obras en junio de 2004, otros poderosos inversores ha- cían cola para conocer y hablar de negocios con el khuta y su padre, que cobraba un chachet por hacerles un hueco en su agenda. Dos de estos hombres eran Wally Herbst y Neil Rix. Se presentaban como «rhodesios del sur» y víctimas de las expropiaciones de granjas de blancos de Robert Mugabe en Zimbabwe. Entre sus proyectos de inversión en Mwandi y alrededores había una gasolinera, un taller de reparaciones en el cruce de la carretera Livingstone-Sesheke, y una plantación de chile con su fábrica de conservas en Mwandi. También tenían previsto un negocio maderero para extraer maderas tropicales de gran valor de los bosques del distrito de Sesheke y transformarlas en muebles y marcos para ventanas en Zimbabwe, y

272 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 273

vender los productos en Europa y en los Estados Unidos (entrevis- ta con Wally Herbst, Mwandi, 24/5/2004; Barotse Development Trust, 2005). Para demostrar su buena voluntad al jefe y a sus in- dunas, poco antes habían llevado a cabo y financiado la renovación de algunas alas del palacio del jefe y el edificio administrativo del khuta, donde además pensaban alquilar espacios para oficinas (en- trevista con Fiona Dizon-Thompson, Mwandi, 24/5/2004; Dominik Sandema, Mwandi, 11/6/2004; entrevista con Wally Herbst, Mwan- di, 24/5/2004). Otro empresario de Johannesburg que visitó Mwandi el 11 de junio de 2004 me dijo con el ánimo algo agitado que aquel era su intento número catorce de entrevistarse con el jefe y que no podía avanzar su gran proyecto agrícola a las afueras de Mwandi hasta que el jefe aprobara sus planes. Ya he mencionado que las élites barotse no vieron muy merma- do su poder local tras la independencia, y que siempre han defendi- do a ultranza su derecho y su capacidad para controlar la gestión de la tierra y de los recursos naturales. En la actualidad, los inversores que deseen comprar tierras o establecer negocios en solares, es de- cir bienes relacionados con el uso de la tierra y de los recursos na- turales de la Provincia Occidental, tienen que negociar sus proyec- tos con las burocacias paralelas del estado de Zambia y del BRE (entrevista con Dominik Sandema, Mwandi, 11/6/2004; con Wally Herbst, Mwandi, 24/5/2004). Las grietas y vacíos que existen en y entre las leyes del BRE y las leyes del estado requieren gestiones muy bien estudiadas y a menudo largas, y desembolsar todo tipo de comisiones. Con las nuevas carreteras y dada la reciente competen- cia entre inversores por hacerse con algunas de las obras de infra- estructura en Mwandi y en el distrito de Sesheke, el jefe Yeta tiene dónde escoger y decidir con quién hacer negocios.

El redescubrimiento de la autoridad tradicional

Pero el caso de Mwandi tiene aún mayor relevancia. Es un mi- crocosmos por lo que se refiere a la reciente revaloración de la re- lación entre el gobierno central, el pueblo lozi y sus dirigentes. En 2004 el poder del presidente Levy Mwanawasa se cimentaba en una base frágil y en una incierta mayoría en el parlamento. Entre sus opositores había miembros de su propio partido, el MMD, de los que se había alejado tras su victoria electoral de 2001 cuando por primera vez se distanció de su predecesor y miembro también del MMD, Chiluba y de sus adeptos, a los que luego procesó en una se- rie de sonados juicios ante los tribunales (Gould, 2006). El gobier-

273 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 274

no de Mwanawasa también sufrió presiones del Forum Oasis, una poderosa alianza de grupos cíviles cuya campaña de movilización popular reclamando una asamblea constituyente al estilo sudafrica- no se opuso frontalmente a la Comisión para una Reforma Consti- tucional nombrada por el ejecutivo zambio. La administración Mwanawasa también tuvo en contra al IMF, que postulaba serias li- mitaciones a la política de gasto público de Zambia y a la capacidad del gobierno de mimar a sus bases de apoyo político canalizando empleo y gasto públicos hacia sus miembros. Para superar estos y otros obstáculos, Mwanawasa tomó una decisión estratégica que re- sulta relevante para el contexto de este estudio. Tendió con pruden- cia la mano a los altos representantes lozi de la Provincia Occiden- tal y entabló con ellos, y sobre todo con el jefe Inyambo Yeta, unas relaciones más amistosas. Para apreciar en todo su valor esta evo- lución, he de remontarme a las relaciones entre el gobierno central y los líderes tradicionales de Zambia bajo el ex presidente Chiluba. La caída del UNIP en 1991 creó un vacío de poder político e ins- titucional en las vastas zonas rurales de Zambia. Tras años de re- chazo dogmático del rol de los líderes tradicionales en el gobierno bajo Kaunda, con la administración del MMD de Chiluba los jefes empezaron a resurgir como actores importantes en los distritos ru- rales. En su manifiesto de campaña de 1991, el MMD (1991) anun- ciaba que «se comprometía a llevar a cabo una política que permi- tiera a los jefes tradicionales recuperar sus poderes tradicionales. Así, la institución de la jefatura recuperará el respetable rol que por justicia le corresponde, con el apoyo del gobierno». La constitución de 1996 prescribía el marco legal de la personalidad de los jefes y de la creación de una Cámara nacional de Jefes compuesta de vein- tisiete líderes tradicionales (tres por cada provincia) que actuaría como un consejo asesor del gobierno. Aparte de estas provisiones legales, parece que el presidente Chiluba se habría ya asegurado el apoyo de varios jefes (y por lo tanto también de sus votantes) me- diante la distribución de espléndidas dádivas personales en forma de automóviles y dinero (Times of Zambia, 31/1/2003). Pero la cri- sis de 1995 en la Provincia Occidental demuestra que Chiluba no estaba ni mucho menos dispuesto a acceder a las exigencias con- cretas de autonomía política de los líderes lozi. Desde entonces el presidente Mwanawasa fue más prudente en su afán por ganarse a los jefes de Zambia. Por su parte, los jefes han conseguido organizarse mejor y consolidar su rol en la esfera polí- tica, tanto a nivel nacional como internacional en el sur de África. En línea con la tendencia general de todo el continente, los jefes de Zambia unen crecientemente sus fuerzas para conseguir fines co-

274 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 275

munes, tratar de ocupar cargos oficiales en el gobierno nacional y local, y participar en los debates sobre temas fundamentales, como el desarrollo rural, la descentralización, la reforma constitucional, la prevención del SIDA y la seguridad (Times of Zambia, 2/5/2005; entrevista a Inyambo Yeta, Mwandi, 14/6/2004; China View, 28/9/2005). A su vez, el gobierno reconoce cada vez más su rol como actores políticos nacionales. La Cámara de Jefes de Zambia aspira actualmente a convertirse en la Cámara Alta del parlamento, con salarios y ventajas para sus miembros similares a los de los di- putados (The Post, 10/6/2004). La opinión pública ha seguido de cerca los avatares de la Cámara de Jefes, sobre todo su posición en el debate sobre la reforma constitucional. Una mayoría de líderes tradicionales decidió en 2004 apoyar la Comisión para la Reforma Constitucional nombrada por el gobierno, un golpe posiblemente decisivo contra la demanda del Forum Oasis de una asamblea cons- tituyente. Dado que el presidente había situado a Inyambo Yeta en posiciones clave tanto en la Cámara de Jefes como en la Comisión para la Reforma Constitucional, no es extraño que diera el visto bueno a la construcción de una carretera de calidad hasta la puerta de su importante aliado. Yeta no ha sido el único beneficiado por el nuevo interés del go- bierno central en mantener buenas relaciones con los lozi. El presi- dente Mwanawasa se movió estratégicamente y desde 2001 cortejó a todos los dirigentes lozi. El malogrado presidente y otros altos cargos del gobierno visitaban con frecuencia los palacios del litun- ga y de jefes como Inyambo Yeta (y viceversa), y en los últimos años canalizó importantes proyectos de infraestructura y otras gran- des obras hacia la Provincia Occidental, cuyos resultados son evi- dentes. Bajo la administración de Mwanawasa, el MMD se erigió en el partido más fuerte de la Provincia Occidental, y en diciembre de 2004 los medios de comunicación se hicieron eco de las palabras que el presidente dirigió a los cuadros del partido en la región: «En las elecciones de 2001, el partido no obtuvo buenos resultados aquí. Pero ahora tengo la impresión de que el MMD es más fuerte que nunca. En las próximas elecciones acapararemos todos los escaños de la Provincia Occidental» (citado en The Post, 7/12/2004). Apar- te de su potencial político, el atractivo recién descubierto de la Pro- vincia Occidental para el gobierno zambio también se basa en un interés económico concreto por las tierras aluviales del Zambezi, fuente de la riqueza relativa de la región en recursos naturales: agua y suelos fértiles para una agricultura comercial de regadío a gran escala; selvas ricas en árboles tropicales para la industria maderera; y paisajes pintorescos, fauna salvaje, y una colorida herencia cultu-

275 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 276

ral que supone una constante atracción turística. Además, el final de la guerra civil en Angola en 2002 supuso la esperanza en una es- tabilidad política que la región no había conocido en décadas. En 2004 el presidente Mwanawasa prometió a sus nuevos aliados lozi nada menos que un boom económico: «La administración del MMD quiere que la Provincia Occidental deje de ser la más pobre del país y se convierta en posiblemente la más rica. Y esto sólo se conseguirá mejorando las infraestructuras. El gobierno potenciará las inversiones en la Provincia Occidental para crear empleo e in- crementar los ingresos de la comunidad local» (citado en The Post, 7/12/2004).

Conclusión

El reciente aumento de las actividades económicas a pequeña es- cala de los residentes de Mwandi y la carrera en torno a los recur- sos y a las oportunidades de inversión en la Provincia Occidental han traído consigo la idea de que estos avances pueden enmendar los oxidados lazos entre el gobierno central y los jefes lozi, caracte- rizados en el pasado por una hostilidad más o menos abierta. Detrás de esta idea está la problemática ecuación entre la disponibilidad a corto plazo de recursos económicos y la participación política. Al- gunos residentes de Mwandi la cuestionan de forma crítica basán- dose en su larga experiencia. Si miramos más allá del éxito eviden- te del desarrollo de Mwandi, tenemos que ser escépticos respecto a la viabilidad a largo plazo de la alianza que lo ha hecho posible. Los intereses de los donantes e inversores son susceptibles de cam- biar debido a su propia movilidad fiscal, a sus prioridades políticas y a sus ciclos financieros, que varían según los ciclos electorales, la fluctuación de los precios, el flujo de bienes y el turismo. El actual flujo de proyectos de desarrollo y de inversiones en la Provincia Occidental puede secarse con mucha rapidez si las condiciones po- líticas y económicas cambian. Se construyó una carretera entre Li- vingstone y Sesheke, sí, pero empezó a deteriorarse cuando resultó económicamente inviable y políticamente redundante para el go- bierno central de Zambia. Es algo que puede volver a ocurrir, por- que las carreteras, al igual que las alianzas políticas, necesitan un mantenimiento constante. Dado el carácter personalista de la cooperación entre los jefes del BRE y el gobierno central, este vínculo tambien es susceptible de experimentar cambios súbitos. Como señala el propio jefe Yeta, el actual interés del gobierno del MMD en la Provincia Occidental

276 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 277

podría no ser en breve más que un interludio en una historia ya muy larga de distanciamiento mutuo y de agravios políticos entre el BRE y los dirigentes políticos de Zambia. Es muy posible que los futuros gobiernos no quieran ni necesiten cortejar a Yeta y a los lí- deres lozi para obtener su apoyo político. De momento, Yeta está en una posición intermedia que es a la vez favorable y difícil. Favora- ble porque es un guardián situado en la intersección de los intereses políticos y económicos que se entrecruzan en la Provincia Occi- dental. Los políticos de la lejana Lusaka necesitan al jefe para mo- vilizar a sus súbditos y a los demás jefes cuando se acerquen las elecciones y cuando haya que aprobar la nueva constitución (por ejemplo, cuando se redistribuyan cargos públicos). Los empresa- rios necesitan al jefe para que de su aprobación cuasi-oficial a pro- yectos relacionados con tierras y recursos comunales. El pueblo de Mwandi necesita al jefe porque es su único vínculo directo para tra- tar con las autoridades del estado y para atraer y negociar con los empresarios. La legitimidad y la autoridad del jefe depende en últi- ma instancia de su creatividad y de su habilidad para cumplir todos esos roles, y en ello radica la dificultad: el jefe Yeta tiene que ser muy cauto y no pretender abarcar demasiado y olvidarse de alguna de las partes interesadas que reclaman su tiempo y sus recursos. También ha de adaptarse continuamente a las cambiantes constela- ciones de intereses y oportunidades que surgen a su alrededor. El hecho de que Mwandi tenga ahora una carretera demuestra que Yeta puede cumplir su rol. Pero si en un futuro próximo las preben- das del cargo como jefes nacionales con status de cuasi diputados se confirman, él y los otros jefes correrán el riesgo de perder el con- tacto con sus bases. El reciente boom económico de Mwandi y en la Provincia Occidental ha sobrevenido en un clima de «gana mien- tras puedas», y existe una enorme competición en torno a las mejo- res tierras. ¿Es el jefe Yeta capaz de actuar como mediador ante los cambios masivos que están teniendo lugar fuera de los muros de su palacio? Esta es la pregunta crucial para el pueblo de Mwandi. No podrán contar demasiado con el gobierno zambio, y los inversores extranjeros pueden empezar a buscar pastos más verdes si los vien- tos de cambio que soplan en Mwandi empiezan a virar en otra di- rección. Volviendo a la opinión de Englebert sobre el conformismo de las élites lozi respecto a la integración nacional, soy escéptico en cuan- to a la posibilidad de que los líderes tradicionales de la Provincia Occidental mantengan indefinidamente aparcados sus sentimientos separatistas, sólo porque en el pasado esa postura les hay benefi- ciado y responda a sus intereses. Junto con las nuevas carreteras y

277 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 278

los nuevos inversores, toda una serie de poderosos factores societa- les están transformando rápidamente la vida cotidiana de lugares como Mwandi, y también la manera de ver y de entender el BRE y sus funciones. La autoridad tradicional lozi ha demostrado su capa- cidad para resistir y cooperar con la autoridad del estado de muchas maneras. Pero un cambio societal más amplio significaría que qui- zá sus representantes no podrían conservar el poder para canalizar en el futuro su actividad política de cara a sus súbditos. Si esto ocu- rriera, las expresiones organizadas de oposición al estado central quedarían lógicamente también más diluidas, y se expresarían qui- zás autoidentificándose con la «lozidad». Pero entonces cabría es- perar la emergencia en la región de otras formas posiblemente más poderosas de actuación política. Puede que ya no adoptaran la for- ma de separatismo ni ideas colectivas de disociación del estado. Pero la disociación individual respecto a la idea del estado como comunidad de ciudadanos, por muy extendida que esté en toda la sociedad, es como mínimo tan corrosiva para el proyecto de forma- ción del estado como el liderazgo del BRE, que durante más de cuarenta años ha contemplado la formación del estado de Zambia desde la barrera.

Notas

1. Los términos «lozi» y «barotse» son sinónimos. 2. El autor ha realizado trabajo de campo etnográfico en la Provincia Occidental de Zambia (concretamente en el distrito de Sesheke) y en la región de Caprivi de Na- mibia en 1996, 1999-2000 y 2004, entre dos y seis meses de estancia en cada visita. 3. Para un análisis más detallado del secesionismo de Caprivi, véase Zeller 2009, Zeller y Kangumu 2007, y el texto de Ester Massó en este volumen. 4. Mamdani incluye explícitamente el indirect rule británico, la association fran- cesa y el apartheid sudafricano en su concepto de despotismo descentralizado. 5. A destacar asimismo los casos del reino asante de Ghana (Odotei y Awedoba, 2006) y el reino buganda de Uganda (Englebert, 2002). 6. La lengua silozi para los procedimientos administrativos corrientes, y el silu- yana para los asuntos ceremoniales y regios. 7. Kenneth Kaunda en un discurso pronunciado en Lealui el 6 de agosto de 1864, citado en Sumbwa, 2000, p. 114. 8. El Instituto de Crédito para la Reconstrucción se creó tras la segunda guerra mundial como parte del Plan Marshall, y es copropiedad del gobierno federal alemán (Bund) y de los gobiernos de los Länder. 9. Sus deseos se harían realidad: desde finales de 2005 Mwandi dispone de co- bertura para los teléfonos móviles. 10. Para un estudio más detallado, véase Zeller 2009. 11. Este sentimiento era compartido por varios residentes de Mwandi y surge con frecuencia en los debates nacionales de Zambia sobre el rol de los jefes; véase el Post, 21/5/2004.

278 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 279

Bibliografía

Barotse Development Trust, Timber. Project Support Structures, retrieved from , 29/11/2005. Barotse National Conference, Resolutions of the Barotse National Conference held at Lealui on 3rd and 4th November, Mimeo, Lusaka, 1995. Barotse Patriotic Front, Submission to the Constitutional Review Commission, 2004. Beck, U., A. Giddens y L. Scott, Reflexive Modernization: Politics, Tradition and Aesthetics in the Modern Social Order, Stanford University Press, Stanford, 1994. Buur, L. y H. M. Kyed, State Recognition of Traditional Authority in Mozambique: The Nexus of Community Representation and State Assistance, documento de trabajo n.º 28, Nordic Africa Institute, Uppsala, 2005. Caplan, G. L., «Barotseland, the secessionist challenge to Zambia», Journal of Mo- dern African Studies 6/3, 1968, pp. 343-360. —, The Elites of barotseland 1878-1969: A Political History of Zambia’s Western Province. C. Hurst & Co., Londres, 1970. Chiweza, A. L., «The Ambivalent Role of Chiefs: Rural Decentralization Initiatives in Malawi», en L. Buur y H. M. Kyed, eds., State Recognition and Democrati- zation in Sub-Saharan Africa: A New Dawn for Traditional Authorities?, Pal- grave, Nueva York, 2007. Englebert, P., «Born-again Buganda or the Limits of traditional Resurgence in Afri- ca», Journal of Modern African Studies, vol. 40, n.º 3, 2002, pp. 345-68. —, «Compliance and Defiance to National Integration in Barotseland and casa- mance», Afrika Spektrum, vol. 39, n.º 1, 2005, pp. 29-59. Englebert, P. y R. Hummel, «Let’s Stick Together: Understanding Africa’s Seces- sionist Deficit», African Affairs, vol. 104, n.º 416, 2005, pp. 399-427. Ferguson, J., Global Shadows. Africa in the Neoliberal World Order, Duke Univer- sity Press, Durham y Londres, 2006. Flint, L., «State-Building in Central Southern Africa: Citizenship and Subjectivity in Barotseland and Caprivi», Journal of African Historical Studies, vol. 36, n.º 2, 2003, pp. 393-428. —, Historial Constructions of Postcolonial Citizenship and Subjectivity: The Case of the Lozi Peoples of Southern Central Africa, University of Birmingham, tesis doctoral inédita, 2004. Friedman, J. T., «Making Politics, Making History: Chiefship and the Post-Apart- heid State in Namibia», Journal of Southern African Studies, vol. 31, n.º 1, 2005, pp. 23-51. Gluckman, M., Economy of the Central Barotse Plain, Rhodes-Livingstone Institute, Livingstone, 1941. —, The Judicial Process Among the Barotse of Northern Rhodesia, Manchester Uni- versity Press, Manchester, 1955. —, «The Lozi of Barotseland in northwestern Rhodesia», en E. Colson y M. Gluck- man, eds., Seven Tribes of British Central Africa, Manchester University Press, Manchester, 1959, pp. 1-93. —, The Ideas in Barotse Jurisprudence, Yale University Press, New Haven, 1965. Gould, J., «Strong bar, weak state? Lawyers, liberalism and state formation in Zam- bia», Development and Change, vol. 37, n.º 4, 2006, pp. 921-942. Hobsbawm, E. y T. Ranger, eds., The Invention of Tradition. Cambridge University Press, Cambridge, 1983. JBG Gauff Ingenieure, Bridging the Gap. Inauguration of the New Road Transport Interconnection between Zambia and Namibia on May 13th 2004, JBG Gauff Ingenieure, Frankfurt/Main, 2004.

279 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 280

Koelble, T., Democracy, Traditional Leadership and the International Economy in South Africa, documento de trabajo n.º 114, Centre for Social Science Research, Cape Town, 2005. Kyed, H. M., State Recognition of Traditional Authority. Authority, Citizenship and State-Formation in Rural Post-War Zambia, tesis doctoral Department of Inter- national Development Studies, Roskilde University, 2007. Mbikusita-Lewanika, A., Barotseland: Bastion of Resistance, comunicación pre- sentada en «Interrogating the New Political Culture in Southern Africa», Hara- re, 13-15 de junio de 2001. Minorities at Risk, Assessment for Lozi in Zambia, consultado en el 10/3/2009. Movement for Multi-Party Democracy, The MMD Manifesto, Lusaka (1991), 1991. Mulford, D. C., Zambia. The Politics of Independence 1957-1964, Oxford Univer- sity Press, Oxford, 1967. Odotei, I. K. y A. K. Awedoba, eds., Chieftaincy in Ghana: Culture, Governance and Development, Sub-Saharan Publishers, Accra, 2006. Oomen, B., «“We Must Now Go Back to Our History”, Retraditionalization in a Nor thern Province Chieftaincy», en African Studies, vol. 59, n.º 1, 2000, pp. 71-95. —, Chiefs in South Africa. Law, Power and Culture in the Post-Apartheid Era, Ja- mes Currey, Oxford, 2005. Pettman, J., «Zambia’s Second Republic, The Establishment of a One-Party State», The Journal of Modern African Studies, vol. 12, n.º 2, 1974, pp. 231-244. Sumbwa, N., «Traditionalism, Democracy and Political Participation: The Case of Western Province, Zambia», African Study Monographs, vol. 21, n.º 3, 2000, pp. 105-146. Trollope, W. E., Inspection Tour 1937, National Archives of Namibia, 2.267, A503/ 1-7. United Democratic Party (UdP) (2005), Caprivi Zipfel: The Controversial Strip, re- trieved from el 17/7/2007. Van Horn, L., «The agricultural history of Barotseland, 1840-1964», en R. Palmer y N. Parson, The Roots of Rural Society in Central and Southern Africa, Heine- mann, Londres, 1977, pp. 144-169. Virtual Zambia, The Economic History of Zambia, retrieved from el 15/4/2008. Walvis Bay Corridor Group, Trans Caprivi Corridor. Trade Potential, retrieved from el 20/10/2005. Zeller, W., «Chiefs, Policing and Vigilantes: “Cleaning Up” the Caprivi Borderland of Namibia», L. Buur y H. M. Kyed, eds., State Recognition and Democratiza- tion in Sub-Saharan Africa: A New Dawn for Traditional Authorities?, Palgra- ve, Nueva York, 2007, pp. 79-104. —, «“Now we are a Town”: Chiefs, Investors, and the State in Zambia’s Western Province», L. Buur y H. M. Kyed, eds., State Recognition and Democratization in Sub-Saharan Africa: A New Dawn for Traditional Authorities?, Palgrave, Nueva York, 2007, pp. 209-231. Zeller, W. y B. Kangumu, «From Apartheid Bantustan to Namibia’s Socio-economic Tail-Light: Caprivi under Old and New Indirect Rule», en Henning Melber, ed., Cross-examining Transition in Namibia. Socio-economic and Ideological Transformation since Independence, Nordic Africa Institute, Uppsala, 2007. Zeller, W., «Danger and Opportunity in Katima Mulilo: A Namibian Border Boom- town at Transnational Crossroads», Journal of Southern African Studies, vol. 35, n.º 1, 2009, pp. 133-154.

280 SECESIONISMO EN ÁFRICA (2l)7 15/3/10 11:59 Página 281

Periódicos

The Namibian, 2005-2007. The Post, 1994, 2004. Times of Zambia, 2003, 2005. China View, 2005.

Entrevistas

Sra. Fiona Dixon-Thompson, Mwandi, 24/5/2004. Sr. Wally Herbst, Mwandi, 24/5/2004. Sr. Namukolo Mukutu, ex secretario permanente de Agricultura, Lusaka, 4/6/2004. Dr. Stephen Muliokela, Director del Consorcio de Investigación Agrícola del Golden Valley, Lusaka, 4/6/2004. Munukayumbwa Mulimemui, Omei Induna del BRE para el distrito de Sesheke, Mwandi, 21/5/2004. Sr. Maracus Ndebele, comerciante, Mwandi, 25/5/2004. Dominik Sandema, Anasambala Induna del BRE para el distrito de Sesheke, Mwan- di, 11/6/2004. Jefe Inyambo Yeta, jefe del BRE para el distrito de Sesheke, Mwandi, 14/6/2004. Sr. Sibeso Yeta, Mwandi, 20/5/2004.

281