La Cortesana Del Templo
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
Antonio Acevedo Hernández LA CORTESANA DEL TEMPLO Interpretación Bíblica en tres épocas SANTIAGO DE CHILE DISECCIÓN GENERAL DE PBISIONES-IMP. 1939 CORTESANA DEL TEMPLO Interpretación Bíblica en tres épocas SANTIAGO DE CHILE DIRECCIÓN GENERAL DE PRISIONES-IMP. 1939 LA CORTESANA DEL TEMPLO Drama en tres épocas PERSONAJES Gomer, la Cortesana. Oseas, Profeta de Israel. Agar, esclava de Elidor. Syringa, cortesana griega. Elidor, mercader persa. La Madre de Oseas. Eleazár, familiar de Oseas. Abinazar, amigo de Gomer.. Osmán, el joven camellero. El Sumo Sacerdote. Una bailarina egipcia. Un Soldado. Varios Mendigos. Tres cortesanas de Samaria. Los Tocadores de arpa y salterio. Los tres hijos de Oseas. Los hombres de la Caravana. Hombres — Mujeres — Cortesanas . La acción en Samaria 720 A. J. Santiago — 1936. PRIMERA EPOCA Una calle de Samaria. A la izquierda los pórticos del templo, escalinatas practicables. La calle se prolonga en perspec- tiva. Horizonte, cielo puro. —Salen del .templo Hombres y Mujeres, muchos abrazados de las caderas. Elidor, rico mercader persa viene hacia el tem- plo. Cuando empieza a subir, una nube de Mendigos lo detiene.—Un Soldado. Un mendigo.— Gran señor, yo sé que eres profetas, dad al pobre para que vuestro generoso como un rey; compadécete de es- dinero escape de la maldición. te pobre mendigo. Jehová te lo pagará. Todos los mendigos.— Señor, señor, poderoso Otro méndigo.— Tú que eres majestuoso co- señor! (Elidor da a- todos, la Muchedumbre lo mo el Carmelo, apiádate de mí. Mira mis cerca. Todos' le piden a gritos, es una ho- brazos descarnados, mi boca reseca por el rrible confusión). hambre, dame una moneda y los dioses te Elidor.— ¡Basta ya! ¡Recua de leprosos! No bendecirán. me (toquéis! ¡Basta ya! (Un Soldado los re- TJn tercer méndigo.— Dad al pobre, dicen los tira violentamente, dándoles con una vara). —Elidor va a dirigirse al templo, empieza a subir cuando se oye música y aparece Una bailarina egipcia acompañada de varios Tocadores de arpas, Trompetas y salterios. Bai- la. Es joven, morena mate y toma actitudes que van de lo hierático a la mayor exaltación erótica. La muchedum- bre que la rodea aúlla de placer, y de dolor. Todos los an- helos hacen más seductora su sonrisa que es como un bri- llar de astros. Cuando el baile termina queda con la boca abierta y le tiemblan los costados y el corazón.—Elidor se acerca a ella. 4 Elidor.— Bailas como si tuWieras alas. Tus de flores caídas de la luna, tus ojos son pasos sutiles no romperían un piso de seda ventanas para mirar lo eterno, tus brazos, que estuviera, suspendido. De tu cuerpo lazos de azucenas bajo el sol, y tus pier- se desprende un perfume que no lo tiene nas, ah, tus piernas son- como Jas columnas ninguna flor. En tus ojos obscuros como que sostienen el cielo. Ven conmigo. la duda, brillan todos los presentimientos. La Bailarina.— Seré como la sombra de tu ¿De qué tierra eres? cuerpo. Bailaré para tí en todas las rutas, La Bailarina.— Nací junto al Nilo, mi madre pondré nueva ilusión, nuevos panales en era babilónica, bailarina como yo, y grie- misi besos, y en todo mi cuerpo perfume de go mi padre. He estado en todas partes. amor. EUdor.— Yo te he visto en algún sitio. Un Mercader de esencias.— Perfumes de la La Bailarina.— Si, señor, en el desierto. Allí Arabia, señor, esencias de Etiopía, aguas bebí de tu agua y tú... ¿no recuerdas mis que convierten el pensamiento en quimera besos? y la vida en una cosa amable. Elidor.— Tus besos... ¡Oh! ¿Quiéres una Un vendedor de telas.— Nada mejor, nada vez más de mi agua? más rico que mis telas tejidas dentro del La Bailarina.— ¡ Oh, señor! Tu agua, sacián- misterio de un templo del Oriente. dome, me ha dejado una sed de siglos. Elidor.— Basta, mercaderes,> llevad cuanto Ningún vino, ningún ensueño grato puede tengáis a casa de Jonatán, donde me hos- embriagar mási. pedo. Elidor.— También embriagan tus besos. Tu Los vendedores.—Eres más generoso que un vientre pulido ha sido hecho con pétalos rey, Jehová te guarde. —Oseas ha llegado. Es aún joven, tiene cuarenta años. Sus ojos vierten serena y dolorosa claridad, ternura y deseos infinitos; pero sus labios están plegados por un rictus de dolor. Elidor y la bailarina se han vuelto para mirarlo de- teniéndose en el límite de la escena. Gomer, joven corte- sana ataviada como para una fiesta baja también la esca- linata, mira a la Bailarina, después a Elidor, a quien son- ríe y luego a Oseas que la contempla con severidad. Syrin- ga, la griega, llega desde el fondo envuelta en su manto albo, se detiene cerca de Gomer y observa a Oseas. An- tes de desaparecer, Elidor, besa a la Bailarina, la muche- dumbre aplaude. Siguiendo a Elidor se alejan los músi- sicos, la Bailarina, Cortesanas y mucha gente. Oseas.—Como leño seco se quemará su cuer- haber otro que sea más apasionado. Y yo po, y, mientras él aúlle de placer, se au- lo encuentro hermoso; más interesante que sentará su alma. los jóvenes. Gomer.— ¿Abominas del amor, profeta? Syringa.— Tú tienes curiosidad de amor; tú Oseas.—Quién eres tú que me llamas pro- no te saciarás nunca. ¿Crees que podrías feta? amar—como se ama—a ese profeta? Syringa.— Gomer, no hables a éste que pe- Gomer.—De noche—a la hora que invoca a rora en todas partes molestando los oídas Jehová—me acerco a su huerto, y me paire- y que diee lo que no siente. Yo lo he sor- ce tan grande que me sobrecoge. Muchas prendido muchas veces extasiado ante las veces—ante él—he doblado mis rodillas. mujeres. Syringa.— Es profeta de un Dios implaca- Oseas.— (Oyendo la risa de-Syringa). Ríe, ble que castiga todo placer, de un Dios ene- ríe griega, que tú risa será tan larga co- migo de la alegría, de las galas, del amor. mo tu, juventud), (Se va). Oseas... creo que se dirige hacia acá. Es Gomer.—Este hombre es muy interesante. un loco, sería capaz de repudiar a Afro- Cuando habla parece que de sus labios se dita. Te dejo; buena suerte con tu con- desprenden llamas. No creo que pueda quista. Si la logras podrás domar leones. —Sale de nuevo Oseas, e, involuntariamente se detiene ante Gomer. 5 Oseas.—¿Me hablaste, mujer! las caricias más embriagantes. Estás ado- Gomer.— Te pregunté si abominabas del rable como un dios, así, irritado. Acérca- amor. te, déjame amarte, déjame amarte, déjame Oseas.—No del amor vivo. El amor vivo es acariciar tus barbas y tu boca, déjame ador- como el pan hecho con buena levadura y narte con mi cuerpo que tú desconoces. cocido a punto. Ese pan se hincha y es de- Oseas.— ¡Atrás! ¡Eres una mujer puesta en licia de los estómagos; pero si no la tiene mi camino por el demonio! buena, sólo es algo duro, de mal gusto y Gomer.— Por el amor, profeta. No todo es quemado. pecado. No todo lo hace el demonio. Mí- Gomer.— Mucho sabes de pan profeta. rame, aspira mis perfumes, besa mis la- Oseas.—Pan he cocido para alimentar a la bios. .. Sigúeme y te daré lo que no puedes gente. ¿Tú sabes algo del amor? sospechar. Te daré lo que han gustado a Gomer.— Del amor vivo. Muy nina me tra- medias, príncipes y sacerdotes, ¡lo que tu jo mi madre al templo para consagrarme Dios jamás te podrá dar! Yen conmigo. al amor. Del amor he vivido. Profeta, me hacen falta tus caricias. ¡Pa- Oseas.—¿Tú crees que tu vida es de amor? reces un árbol que caminara! En tus cabe- Trabajas en el templo entregando tus ca- llos y en tu bárba está detenida la noche. ricias para sostener el culto y lograr tu Envidio el manto que te abraza. En tus la- alimento. A tí van, al mismo tiempo, el bios que maldicen el pecado, veo los pa- padre y el hijo y el hermano, el apasiona- nales más dulces; profeta, dame de tus do y quien no siente el amor... cuantos mieles. lo desean yacen contigo y no vuelven-. ¿ Te Oseas.—¡ Cállate! satisface tu situación? ¿Nunca has tenido Gomer.— Tus brazos son como el tiempo; lle- asco de ella? No lo podría creer, tienes as- gan a la eternidad, quiero tus brazos. Sé pecto de mujer buena. Mucho te he mira- que en tu corazón hay extremecimientos de do yo. pasión, ternura de niño. Tu alma es agua Gomer.— Te he visto, profeta. (Pausa). Dime pura, agua que canta, que si me inundara ¿tú me desprecias? me purificaría. Siento que cuando te veo Oseas.— No, Gomer; pienso que, acaso, un soy mejor. verdadero amor te salvaría. Oseas.— Es mentira, el demonio habla por Gomer.-—(Como recordando). Muchas veces tus labios. Tú eres una mujer en celo. Ve me has mirado... ¿Te gusto, profeta ? tras tus amantes, busca en ellos tus vesti- Oseas.—Dulce es de mirar y dulce de gozar, duras tus zarcillos, tus pulseras y tus ojar- la mujer; pero jamás la buscaré dentro cas. Yo no pido sino censuras para los que del pecado. cumplen la ley de Jehová. Gomer. — (Acercándoseíe). Dime, profeta, Gomer.— Dulces me son tus palabras rudas; ¿qué cosa es el pecado? dulces me serían los azotes dados por tí. Oseas.—¿E1! pecado? ¿No lo sabes tú que vi- Yen, profeta, mi cuerpo desnudo, blanco ves de él? como una ofrenda de lino, aceptará con re- Gomer.—Según mis dioses cananeas, no co- gocijo lo que tú le des. meto pecado. Oseas.—- Déjame marchar, no me pidas cosas Oseas.— Tus dioses, son dioses de mentira.