CARMEN POLO, Carmen Enríquez
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DOSSIER DE PRENSA CARMEN POLO, SEÑORA DE EL PARDO Amor, lujo, poder e influencia: historia de la mujer más poderosa de la España franquista Carmen Enríquez Ha pasado ya el tiempo suficiente como para hacer un retrato de doña Carmen Polo desde la perspectiva y el desapasionamiento que otorgan el paso de los años. Una mujer que ejerció una gran influencia en la vida pública española durante los cuarenta años de poder absoluto de su marido, el general Franco, del que quedó prendada cuando ella era una joven de la alta burguesía asturiana y él un joven comandante que fue ascendiendo en la carrera militar gracias a sus hazañas de guerra en Marruecos. El ego de la Señora, trato que exigió desde que se instaló en el Palacio de El Pardo, fue creciendo al mismo ritmo que los ascensos meteóricos de su marido. Ella fue la artífice de la creación de un clan familiar, que se comportaba a imagen y semejanza de una familia real, en torno al cual giraba toda la vida política y social del franquismo, y favoreció la existencia de una camarilla que complacía en todo a la Señora y con la que se dedicaba a satisfacer sus caprichos, como coleccionar joyas y antigüedades que almacenó en las fincas y casas que le regalaron a su marido. Ejerció, especialmente en el declive del régimen franquista, un poder determinante que trató de perpetuar a su familia en el poder. Con ese fin participó en los planes para casar a su nieta mayor, María del Carmen, con Alfonso de Borbón Dampierre, con la esperanza de que su marido le nombrara su sucesor en lugar de al príncipe Juan Carlos. Y ella fue, con un Franco ya en decadencia, la responsable del nombramiento de Arias Navarro como presidente del Gobierno después del asesinato de Carrero Blanco. Cuando se cumplen veinticinco años de su muerte, en febrero de 1988, la figura de doña Carmen, la Collares, cobra fuerza como una mujer que aunque no tuvo papel alguno ni estatus institucional, manejó desde el Palacio de El Pardo muchos de los hilos de la sociología del franquismo. Más información: Dpto. Comunicación | Mercedes Pacheco | [email protected] Avda. Alfonso XIII, 1 Bajo. 28002 Madrid | Tel. 91 296 02 00 1 DOSSIER DE PRENSA ALGUNAS CLAVES DEL LIBRO La partida de la señora «El día 31 de enero la señora siguió su rutina de todos los días, a pesar de que la hora de la partida del Palacio se había fijado para las seis de la tarde de aquella fría y desapacible jornada. Temprano, acudió como buena cristiana –un poco beata según su propio nieto mayor– a la misa que el capellán de la familia decía cada día en la iglesia del palacio. Después de cumplir con ese ritual, doña Carmen dio un último repaso a las habitaciones donde había vivido para constatar que no se había olvidado nada, que todo lo que ella creía que era suyo se había sacado de allí y estaba ya a buen recaudo. A medio día, compartió un frugal almuerzo con su hija Carmencita y su nieta María del Carmen, que aún permanecía casada con su marido aunque la pareja dejaba entrever ya los primeros síntomas de su alejamiento. Ella dejaba salir de su pecho frecuentes suspiros y las lágrimas velaban sus ojos, entristecidos por tener que abandonar aquel lugar. Pasados diez minutos de las seis de la tarde doña Carmen bajó la escalinata del palacio del Pardo sin abandonar ese porte y empaque tan característicos de su figura. De luto riguroso, negro todo de los pies a la cabeza, pero con su sempiterno collar de perlas, tres vueltas en el cuello y pendientes a juego y el pelo perfectamente peinado. En el rostro, el velo de la tristeza que se apoderó de ella antes incluso de la muerte de su marido, cuando empezó a intuir lo que se le venía encima y tuvo claro todo lo que iba a perder después de años y años de ser la señora, la primera dama, la número uno en el escalafón social de España.» Noviazgo con Franco «Cuando Franco, el comandantin, se enamoró de doña Carmen, la familia se opuso terminantemente a aquella historia. Felipe Polo no quería ni en pintura a Franquito, otro apelativo del luego Caudillo, y no dejaba a su hija que lo viera. Hay que tener presente que la familia Polo era una de las más distinguidas de Oviedo en aquella época, tenían dinero y propiedades y consideraban que Franco no era un buen partido para su hija. Lo que hacía Carmina entonces para poder ver a su pretendiente-según Dolores Tartiere-, era ir a casa de nuestra familia y asomarse al balcón. Enfrente estaba Paco, en el mirador de la casa de un amigo suyo que le permitía estar allí para ver así, a distancia, a su amada. De balcón a balcón los enamorados se dedicaban sonrisas y gestos de cariño, peleaban la pava a distancia y tonteaban para demostrarse el uno al otro que se querían. Eran encuentros clandestinos los de aquella primera época, debidos a la postura de la familia de Carmina. Los novios se comunicaban mediante cartas que se mandaban por medio de amigos que hacían de cómplices de la pareja.» Primera dama «Carmen Polo vivió con una intensidad inusual la ceremonia de investidura de su marido como Caudillo de España, celebrada el 1 de octubre en Burgos, un título que le entroncaba Más información: Dpto. Comunicación | Mercedes Pacheco | [email protected] Avda. Alfonso XIII, 1 Bajo. 28002 Madrid | Tel. 91 296 02 00 2 DOSSIER DE PRENSA con la tradición de la historia antigua de la península en la que los héroes locales se enfrentaban a luchas desiguales contra los pueblos invasores arropados siempre por el pueblo. El entusiasmo de la gente que se agolpaba en los alrededores de la Capitanía General de Burgos, ciudad natal de otro de los mitos de la lucha contra los invasores, el Cid Campeador, fue el primer baño de multitudes para la mujer que se había convertido ya en primera dama. La jovencita de buena familia asturiana era ya la consorte del hombre con más poder del país aunque, eso sí, un país enzarzado en una guerra fratricida y sanguinaria que tenía partido en dos el territorio nacional. Pero eso no era lo que importaba. Ella, con su fe religiosa, estaba convencida de que Dios estaba de su parte y de la de su marido y, por tanto, las tropas que Franco mandaba resultarían victoriosas en la contienda en la que no solo se pretendió ganar las batallas que fueran precisas sino también extermina la semilla de todo aquel que se opusiera a su pensamiento ideológico y a su poder omnímodo.» La visita de Evita «La defensora de los humildes, como se le llamaba, encandiló a los prebostes del régimen, incluido el propio Franco. Hasta tal punto llegó el poder de fascinación de ‘Evita’ que se rumoreó en aquello días que la propia Carmen Polo, la oficialmente mujer más elegante de España entonces, se sintió celosa y un poco ninguneada ante su arrolladora figura. Aunque la señora del Pardo hizo un alarde para quedar bien ante la espectacular Evita, sacando de armarios y cajas fuertes sus mejores vestidos y joyas, la argentina eclipsó a la mujer del Generalísimo, siempre recatada y mojigata en sus sobrios estilismos. La competición entre las dos primeras damas, si es que la hubo, fue ganada ampliamente por la joven y bella Eva Duarte que no solo lució palmito en su visita a nuestro país, sino que supervisó cómo se distribuían los alimentos enviados por su país entre las capas más pobres de la población española. Según testimonios de allegados a la primera dama argentina, Eva Duarte no se sintió en absoluto cómoda con Carmen, de quien dijo que lo único que quería era enseñarle el Madrid de los Austrias y de los Borbones en lugar de los hospitales públicos y los barrios de los obreros.» Arias Navarro «Una indiscreta cámara de fotos, provista casi seguro de motor que aceleraba la captura de imágenes, tomó la secuencia completa del momento en el que una exultante Carmen Polo ríe de forma abierta ante Carlos Arias que sucumbe ante la contagiosa carcajada de la señora y ríe el también indisimuladamente. No era para menos la ocasión. La jura de Arias era la culminación de más de diez días de esfuerzos de la esposa de Franco para cambiar la decisión de su marido sobre quién iba a ser el nuevo presidente del Gobierno. Horas y horas de charla de doña Carmen y alguno de sus aliados, Antonio Urcelay y Vicente Gil entre los más activos, noches en vela y algún que otro enfrentamiento con su marido, costaron que Franco aceptara que el favorito de la señora fuera designado para figurar en la terna de candidatos enviada al Consejo del Reino.» Más información: Dpto. Comunicación | Mercedes Pacheco | [email protected] Avda. Alfonso XIII, 1 Bajo. 28002 Madrid | Tel. 91 296 02 00 3 DOSSIER DE PRENSA ASÍ EMPIEZA EL LIBRO La tarde del último día de enero de 1976 amenazaba lluvia en la localidad madrileña de El Pardo. Un cielo color ceniza, acompañado de ráfagas de viento húmedo y frío, servían de telón de fondo a una escena de gran trascendencia histórica para el futuro de un país, España, que intentaba dar los primeros pasos de una nueva era: los Franco dejaban el Palacio de El Pardo, residencia oficial del recientemente fallecido jefe del Estado y su familia durante treinta y cinco años, diez meses y quince días.