De Filipinas a América Del Sur
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DE FILIPINAS A AMÉRICA DEL SUR II PRIMERAS FUNDACIONES DE LOS AGUSTINOS RECOLETOS EN BRASIL 1899-1901 Edición, introducción y notas de ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA , OAR PRESENCIA AGUSTINO-RECOLETA EN BRASIL: 1899-1901 351 SIGLAS Y A B REVIATURAS AES Affari Ecclesiastici Straordinari AGOAR Archivum Generale OAR , Roma AM Archivo de la provincia de S. Nicolás OAR , Marcilla (Navarra) APST Archivo de la provincia de Santo Tomás OAR , Madrid Arch. Nunz. Brasile Archivio della Nunziatura del Brasile ASV Archivio Segreto Vaticano AVELLANEDA M. AVELLANEDA , Segunda parte del católogo de los religiosos de la orden de agustinos recole- tos (1908-1936), Roma 1938 BERNAD , Relación Relación de los hechos ocurridos en la fun- dación de las residencias de la República del Brasil escrita por … BPSN Boletín de la provincia de San Nicolás de To- lentino. 1909ss BPST Boletín de la provincia de Santo Tomás de V. 1921ss Congr. Concilio, Relat. Dioec. Congregazione del Concilio. Relationes Dioe- cesium Congr. Consist., Relat. Dioec. Congregazione Consistoriale. Relationes Dioe- cesium Crónicas 12 M. CAR C ELLER , Historia general de la orden de agustinos recoletos, Madrid 1974 Cronologia Alberto G. RA M OS , Cronologia eclesiástica do Pará, Belem 1985 Décadas Crónica de la provincia de Santo Tomás de Villanueva de Andalucía de padres agustinos recoletos en su restauración. Décadas 1, 2 y 3, Monachil 1920-2009 Diocese Uberaba Annuario Ecclesiástico da Diocese de Ubera- ba, 1937 FA B O , Biografía Pedro FA B O , Biografía del Rvmo. P. Fr. Maria- no Bernad del Pilar, Monachil 1919 Fasc. Fascicolo 352 Hierarchia 8 Hierarchia Catholica Medii et Recentioris Ævi 8 (1846-1903), Padua 1978 Negotia procuratoris1 Negotia procuratoris generalis penes Roma- nam Curiam, 1908-1916 Pos. Posizio (=expediente) RA M POLLA Correspondencia del cardenal Rampolla con religiosos agustinos recoletos, Madrid 2003 Registro Libro segundo de Registro [del Generalato OAR , 1886-1940] SÁ DA B A F. S Á DA B A , Catálogo de los religiosos agustinos recoletos de la provincia de S. Nicolás de T. de Filipinas (1606-1906), Madrid 1906 I PRIMEROS AÑOS DE LA PRESENCIA AGUSTINO-RECOLETA EN BRASIL: 1899-1901* I. Situación actual de la orden en Brasil Al presente la familia agustino-recoleta está ampliamente representa- da en Brasil. Hay en él comunidades de frailes, de monjas contemplativas y de religiosas de vida activa, las misioneras agustino-recoletas. Los frailes son 129 (123 en 2003), de los que 97 son nativos (73 en 2003). Pertenecen a tres provincias distintas, forman 27 comunidades y trabajan en dos territo- rios misionales de la cuenca amazónica, las prelaturas de Lábrea y Marajó, en dos grandes colegios de la ciudad de Río de Janeiro y en varias parro- quias diseminadas por los estados de Amazonas, Pará, Ceará, Espíritu San- to, Río de Janeiro, San Pablo y Minas Gerais. En estos años están poniendo en marcha en Fortaleza el Hogar Santa Mónica, un centro social de ayuda a adolescentes abandonadas. Mantienen también siete seminarios en Belem do Pará, Fortaleza, San Pablo, Franca, Itaunas (Minas Gerais) y Maringá (Paraná), además de una casa de acogida en Guaraciaba do Norte (Ceará)1. Las monjas contemplativas acaban de establecerse en Guaraciaba do Norte, un pueblo de la diócesis cearense de Tianguá. Llegaron en 2003 procedentes de México y, aunque todavía no tienen concluido su monasterio, cuentan ya con dos profesas y una novicia del lugar. Las misioneras tienen una historia más antigua. Se remonta al año 1935, en que viajaron a Lábrea tres reco- letas españolas de clausura. Desde 1988 forman una provincia con unas 40 religiosas, casi todas brasileñas, y seis casas situadas en Vitoria, Niteroi, Manaus, Lábrea e Itabuna (Bahía)2. Es, pues, una presencia bastante articulada, que convierte al Brasil en uno de los países en que la orden está más sólidamente implantada. Pero esta * Este primer apartado reproduce con varias adiciones la charla preparada para el Congreso Internacional sobre la Historia de la provincia de Santo Tomás, celebrado en Granada del 7 al 10 de mayo de 2009, cuyas actas están en prensa. 1 Informe del Prior General sobre el estado de la orden, Roma 2009, 15-24 y 61. 2 América de AL M EIDA NAS C I M ENTO , «As Missionárias Agostinianas Recoletas no Brasil»: CO M ISSÃO DE HISTÓRIA , Resenha histórica da grande família agostiniana no Brasil, Belo Horizonte 1992, 59-79. 5 354 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA presencia es relativamente reciente. Durante la época colonial la presencia agustiniana en Brasil fue casi insignificante. Se redujo al hospicio que los descalzos portugueses mantuvieron en la ciudad de Bahía desde 1693 hasta 1824 como apoyo a las misiones que administraban en el golfo de Guinea. La presencia actual se remonta a fines del siglo XIX ; en concreto, a las primeras horas del domingo 19 de febrero de 1899, en que la nave Aquitai- ne atracó en el puerto de Santos con 14 recoletos a bordo, a las órdenes del padre Mariano Bernad, el futuro comisario general apostólico que en 1908 reconduciría a la congregación recoleta al régimen normal tras el cataclismo de la revolución filipina. Al día siguiente tomaron el tren para San Pablo y Ribeirão Preto y el 23 por la tarde llegaron a Uberaba, al sur del estado de Minas Gerais, que era el término de su viaje. «Llegamos por fin a la esta- ción», nos cuenta el protagonista de esta historia, «sobre las 6 de la tarde del día 23 de febrero, día memorable, que no es posible se borre de nuestra memoria por lo que significa la llegada de 14 religiosos por primera vez a un sitio nuevo cualquiera y por las impresiones que en esos momentos solemnes se suelen recibir»3. La fecha es ciertamente memorable. Lo fue, en primer lugar, para los viajeros, para quienes fue el principio de una nueva etapa en su vida, una etapa que, si bien estaba llena de esperanzas, escondía también no po- cas incógnitas. Atrás quedaban sus trabajos en las parroquias filipinas, en las que todo parecía reglamentado, encanalado y asegurado, y en las que, por tanto, era fácil dejarse aprisionar en las redes de la rutina y de la comodidad. Por delante se les abría un horizonte incierto, que tendrían que escrutar y afrontar solos, sin apenas apoyos humanos, sin medios eco- nómicos que les dieran un mínimo de independencia; sin protectores que les ayudaran a moverse en una sociedad casi totalmente nueva, de la que hasta el idioma desconocían. Su único apoyo eran la fe en la Providencia y la benevolencia del obispo que los había llamado. Pero ese obispo, mon- señor Eduardo Duarte da Silva, estaba entonces a miles de kilómetros, en Roma, y su clero no compartía sus sentimientos. Más bien miraba a los nuevos llegados con recelo e incluso con hostilidad, como competidores que les venían a disputar el terreno. Peor todavía los miraba la pequeña élite de ilustrados de provincia, constituida por el consabido grupo de masones, liberales y anticlericales. A su tradicional catálogo de reivindicaciones an- ticlericales sumaban ahora las denuncias de la propaganda norteamerica- na, que presentaba a los frailes como los principales causantes de los males que afligían a la sociedad filipina. Hasta no pocos obispos se habían dejado influenciar por esa propaganda. Francisco de Rego Maia, obispo de Niteroi y futuro obispo de Belem, donde tantas muestras de aprecio daría a los recoletos, manifestó en Roma al padre Enrique que no le mandara frailes 3 BERNAD , Relación 20: infra, p. 488 (140). 6 PRESENCIA AGUSTINO-RECOLETA EN BRASIL: 1899-1901 355 filipinos4. Del mismo parecer era el obispo de San Pablo, Antônio Cândido Alvarenga, quien incluso se negó a concederles licencias ministeriales en su diócesis hasta que no los conoció personalmente5. Otras dificultades tenían raíces más profundas: formaban parte de su tejido vital. Eran el individualismo, la independencia, un cierto desahogo económico y el prestigio social con los consiguientes aires de superioridad que caracterizaron a los frailes filipinos durante el siglo XIX . Las cartas del padre Patricio Adell, un amigo del padre Mariano que por estos mismos días estaba plantando la Recolección agustiniana en Panamá, Venezuela y Tri- nidad, lo muestran con claridad meridiana6. Una y otra vez deplora en sus cartas la miopía de quienes no acertaban a ver en la Revolución filipina la mano de la Providencia que les estaba ayudando a descubrir lacras, que, por sí mismos, ellos nunca habrían llegado a percibir, y mucho menos a corregir. La insurrección filipina les deparaba una ocasión para encauzar su vida reli- giosa sobre bases más auténticas, liberándolos de un lastre que de otro modo difícilmente habrían logrado sacudirse. «Si tenemos con qué trasladar aquí religiosos, nada hemos perdido», escribía por estas fechas a su provincial, «pues errores y cosas que no se podían remediar ahí, aquí es fácil hacerlo, y la vida de nuestra amada provincia sería mejor y más beneficiosa para Dios, los prójimos y nosotros mismos»7. Incluso se atreve a aplicar a la orden las palabras de Zacarías en el Benedictus: salutem ex inimicis nostris. Esos ene- migos él los veía en los masones filipinos8. Para la congregación esa fecha fue memorable, porque que en ella co- menzó a vislumbrar una solución a los graves problemas que tenía plan- teados, un refugio para sus religiosos y, sobre todo, un dilatado campo de trabajo, que le permitiría no sólo sobrevivir sino también desarrollarse y reemprender su camino de servicio a Dios y a las almas. Era el arranque de una marcha que ya dura más de un siglo, durante el cual ha rendido incon- tables servicios a la sociedad y a la Iglesia. Finalmente es memorable también para nosotros, ya que en ella se ini- ció una etapa que ha contribuido a fraguar la identidad de un cuerpo social, de una sociedad religiosa de la que nos proclamamos miembros de pleno derecho, y, a la vez, nos sentimos dispuestos a enriquecerla y prolongarla en el tiempo.