La Europa De La Europa
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CICLOS MUSICALES Murillo La Europa de La Europa www.murilloysevilla.org Sevilla 40 0 años La Europa de Murillo Espacio Turina, Sala Silvio Un proyecto de: Con la colaboración institucional de: Con la colaboración de: Del 17 de octubre de 2018 al 18 de enero de 2019 Detalle de “SANTAS JUSTA Y RUFINA”, Bartolomé Esteban Murillo Esteban Bartolomé RUFINA”, Y JUSTA “SANTAS de Detalle CICLOS MUSICALES CICLOS La Europa de Murillo Les Arts Florissants. Madrigales de Gesualdo. Libro I. Sábado 27 de octubre de 2018 Espacio Turina. 20.30 horas Madrigales de Gesualdo. Libro I I Carlo Gesualdo (1566-1613) Ne reminiscaris Domine [en Stefano Felis, Liber Secundus Motectorum (Venezia, 1585)] Luzzasco Luzzaschi (1545-1607) Dolorosi martir, fieri tormenti [Il quarto libro de’ madrigali a cinque voci (Ferrara, 1594)] Claudio Monteverdi (1567-1643) Baci soavi, e cari [Il primo libro de’ madrigali a cinque voci (Venezia, 1587)] Luca Marenzio (1553-1599) Baci soavi, e cari (Prima parte) Baci amorosi, e belli (Seconda parte) Baci affamati, e ’ngordi (Terza parte) Baci cortesi, e grati (Quarta parte) Baci, ohimè, non mirate (Quinta & ultima parte) [Il quinto libro de’ madrigali a sei voci (Venezia, 1591)] Carlo Gesualdo Tribulationem et dolorem [Sacrarum cantionum quinque vocibus Liber primus (Napoli, 1603)] Hei mihi domine [Sacrarum cantionum quinque vocibus Liber primus (Napoli, 1603)] Luca Marenzio Tirsi morir volea (Prima parte) Frenò Tirsi il desio (Seconda parte) Così moriro i fortunati amanti (Terza parte) [Il primo libro de’ madrigali a cinque voci (Venezia, 1580)] Benedetto Pallavicino (1551-1601) Tirsi morir volea (Prima parte) Frenò Tirsi il desio (Seconda parte) Così moriro i fortunati amanti (Terza parte) [Il primo libro de’ madrigali a cinque voci (Venezia, 1581)] 40 II 12. Questi leggiadri odorosetti fiori Carlo Gesualdo 13a. Felice primavera Les Arts Florissants. Madrigales de Gesualdo. Libro I. Madrigali a cinque voci [Libro I] (Ferrara, 1594) 13b. Danzan le ninfe honeste, e i pastorelli Sábado 27 de octubre de 2018 (2. parte) 1a. Baci soavi e cari Espacio Turina. 20.30 horas 14. Son sì belle le rose 1b. Quant’ha di dolce Amore (2. parte) 15. Bella Angioletta, da le vaghe piume 2. Madonna, io ben vorrei 3. Com’esser può ch’io viva se m’uccidi? © Ediciones musicales: Les Arts Florissants 4. Gelo ha Madonna il seno, e fiamma il volto (Pascal Duc) 5a. Mentre Madonna il lasso fianco posa 5b. Ahi, troppo saggia nell’errar (2. parte) 6a. Se da sì nobil mano 6b. Amor, pace non chero (2. parte) Les Arts Florissants 7. Sì gioioso mi fanno i dolor miei Miriam Allan, soprano 8. O dolce mio martire Hannah Morrison, soprano 9a. Tirsi morir volea Mélodie Ruvio, contralto 9b. Frenò Tirsi il desio (2. parte) Sean Clayton, tenor 10. Mentre, mia stella, miri Edward Grint, bajo 11. Non mirar, non mirare Paul Agnew, tenor y director NOTAS “A veces tratado como un loco que perdió por completo la razón, Gesualdo fue un artista que siguió una lógica compositiva y contribuyó a engrandecer y llevar hasta sus límites las posibilidades de la expresión musical.” (Paul Agnew) Para los italianos cultos de finales del siglo XVI, el madrigal era mucho más que un simple género musical. Era una forma de vida. En la década de 1540 la primera generación de madrigalistas había empezado a usar de forma generalizada la poesía de Petrarca como sustrato de estas canciones polifónicas, en cuyo origen pueden detectarse rastros tanto de la frótola (pieza cortesana que se desarrolló en el norte de Italia a finales del siglo XV y difundió Petrucci desde su imprenta veneciana a principios del XVI) como de la canción lírica parisina. La poesía petrarquista habría de otorgar al madrigal una de las características por las que habría de ser reconocido en el futuro: la vinculación de la música con un material literario noble y exquisito. Sería justamente en el terreno de esta relación entre palabra y música en el que el género habría de encontrar sus principales vías de expansión, pero también de polémica. 41 El género se impone rápidamente tanto en las residencias de los cardenales de Roma como en las cortes aristocráticas de todo el norte italiano, pero igualmente se hace imprescindible en las tertulias literarias y en las academias de Venecia y Verona, y muy pronto habría de expandirse hacia el sur y llegaría hasta un nuevo tipo de público, el de los acomodadas clases medias de comerciantes y altos funcionarios. El éxito entre capas de población amplias queda reflejado en el hecho de que las colecciones de madrigales salían cada año por docenas de los talleres de imprenta. Es muy posible que en sus primeros tanteos fuera común la asunción de su interpretación por conjuntos de aficionados, pero a finales de la centuria, las exigencias vocales de la mayor parte de estas obras hablan ya del surgimiento de un nuevo profesionalismo musical, representado por cantantes de gran virtuosismo. El paso a un tipo de composición de un contrapunto cada vez más complejo lo marcó en la década de 1550 una figura como la de Adrian Willaert, que, centrado también de forma muy especial en Petrarca, había de concebir sus obras con la textura densa y compleja de los motetes. Si los primeros madrigales estaban fundamentalmente escritos a cuatro voces, Willaert los compuso incluso a seis, aunque el género se estabilizó por norma en las cinco voces (si bien se siguieron escribiendo para otro tipo de distribuciones vocales). Pronto, todas las preocupaciones sobre la forma en que la música debía relacionarse con la poesía se trasladaron al madrigal. Ya en 1569, Marc’Antonio Mazzone escribió en la dedicatoria de su Primo Libro : “Las notas son el cuerpo de la música, mientras que el texto es su alma, y como el alma, siendo más noble que el cuerpo, ha de ser imitada y seguida por este, así las notas han de seguir e imitar también el texto, y el compositor ha de prestarle la debida atención, expresando su sentido con música triste, alegre o austera, según el texto lo pida e incluso ha de hacer en ocasiones caso omiso de las reglas”. El camino estaba abierto para una de las grandes disputas doctrinales del siguiente medio siglo, una diatriba a la que Giulio Cesare Monteverdi, hermano del gran Claudio, y hablando en su representación, dio nombre en la edición de los Scherzi musicali de su hermano en 1607: se trataba de la oposición entre lo que él llamaba Prima prattica, aquella en que la palabra era sierva de la armonía, y la Seconda prattica (“que fue originada por Cipriano de Rore y luego seguida por Ingegneri, Marenzio, Giaches de Wert, Luzzasco…”), en que la palabra se hacía dueña de la armonía. En el fondo, la discusión se establecía en torno al empleo de la disonancia y su papel en la expresión de los textos. Los defensores de la primera práctica pensaban que las reglas de la buena armonía debían estar por encima del propio texto literario, mientras los de la segunda consideraban que pintar musicalmente el texto justificaba ese “hacer caso omiso de las reglas” que había ya adelantado Mazzone en 1569. En la amplísima obra de Luca Marenzio (más de 400 madrigales publicados en veintidós libros entre 1580 y 1599) llega posiblemente a su culmen ese esfuerzo por servir al texto pero manteniendo a la vez un sentido de cohesión musical que podemos calificar de clásico. En su obra se detecta ya el interés de los madrigalistas por un nuevo tipo de poesía dramática, la representada por Guarini y Tasso, ambos vinculados a la corte de Alfonso II de Ferrara, ambos aficionados a imágenes poéticas 42 cargadas de patetismo y llenas de antítesis y paradojas, en las que la muerte puede ser dulce e incluso traer la vida, el sufrimiento procurar inefable alegría y la nieve, quemar como el fuego, todo ello en un contexto de alambicadas referencias eróticas… Para la década de los 80, Ferrara se había convertido en el centro vanguardista del madrigal. Allí era maestro de capilla Luzzasco Luzzaschi, un alumno de Cipriano De Rore, que surtió al duque de un repertorio refinado, complejo y sensual para sus célebres sesiones de música secreta, en las que tres famosas sopranos (el conocido como Concerto delle Donne) asumían la mayor parte del protagonismo. Su virtuosismo era tan apreciado por la corte que las cantantes tenían un salario que duplicaba al del mismísimo maestro Luzzaschi. El joven Claudio Monteverdi se vio sin duda impactado por estas nuevas formas, que se aprecian, aun de manera embrionaria, en su manera de poner música (¡con apenas quince años!) a uno de los poemas de Guarini que más habrían de usar luego los madrigalistas y que se recoge en el recital de hoy. A principios de la década de 1590, Monteverdi se instaló en la corte de Mantua como violista y allí labró su reputación de músico audaz, primero bajo la maestría de capilla de Giaches de Wert y después, tras la muerte de este en 1596, bajo la de Benedetto Pallavicino, un cremonés, como el propio Monteverdi, que fallecería en 1601, dejando campo libre al que fue durante algunos años además de compañero y subordinado, rival en la competición por encontrar las imágenes musicales más poderosas para cada poema. Napolitano de origen, Carlo Gesualdo visitó Ferrara en 1594, y allí publicó aquel mismo año sus dos primeros libros de madrigales a 5 voces, uno de los cuales (el segundo, en concreto) había sido ya editado anteriormente bajo el seudónimo de Gioseppe Pilonij. La familia de Gesualdo había recibido el título de príncipes de Venosa por Felipe II en 1560, y fue este carácter nobiliario el que llevó a Carlo a ocultar su identidad bajo un seudónimo, pues no estaba bien visto que un aristócrata se dedicase profesionalmente a una actividad como la de compositor.