Silvela, Maura Y El Revisionismo Conservador
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SILVELA, MAURA Y EL REVISIONISMO CONSERVADOR Luis Arranz Notario* En estos diferentes análisis dedicados a conmemorar el centenario del denominado, no sin hipérbole pues fueron dos años, “Gobierno Largo” de Maura, cuando se cumple (cumplía en 2007) un siglo de su formación, me correspon- de analizar la herencia intelectual y política de quien fuera el maître á penser, pero sobre todo el mentor político de Antonio Maura dentro del Partido Conservador, al modo como lo había sido su suegro, Germán Gamazo, en las filas del Partido Liberal. Me refiero a Francisco Silvela. Fue este último quien, en medio de la refriega dentro de las filas con- servadoras, entre el Gobierno presidido por Raimundo Fernández Villaverde, que había sucedido al último de Silvela, en julio de 1903 (éste había abandonado también la jefatura del Partido Conservador) y la mayoría del grupo parlamentario conservador, volcado a favor del liderazgo de * Profesor titular de Historia del Pensamiento y de la Vida Política Contemporáneas de la Universidad Complutense de Madrid. 63 Antonio Maura, en el aniversario del “Gobierno Largo” “El armazón Antonio Maura, abrazó a éste intelectual en los pasillos del Congreso de los Diputados y, dirigiéndose a de la política de sus compañeros, les dijo: “Ahí Maura estaba ya tenéis a vuestro jefe”1. Rompió en Silvela de este modo Silvela su preca- ” ria neutralidad entre las dos principales figuras de su último Gobierno, cuya rivalidad y distintas estrategias hicieron fracasar éste y, con él, a Silvela como líder político conservador. Silvela legó a Maura un partido enfrentado, como él mismo lo había recibido tras su ruptura e implacable enfrentamiento con Cánovas, entre 1892 y el asesinato de éste cinco años más tarde. Lo esencial de la política de Maura al frente de los conservadores estaba ya pergeña- da y aplicada por Silvela en sus dos breves gobiernos que, sumados, no sobrepasaron dos años discontinuos, entre 1899 y 1903. También el armazón intelectual de la políti- ca de Maura estaba ya en Silvela, quien, si superaba a su sucesor en cultura e inquietud intelectual, carecía, sin embargo, de la ambición política y del espíritu combativo –también del orgullo– del político mallorquín. UN PROFUNDO SENTIDO DE LA HISTORIA Al igual que la mayoría de los políticos conservadores de la España liberal (y muy al contrario de los de la actual España democrática), Silvela tenía una aguda conciencia 1 Melchor Fernández Almagro, Historia del reinado de Alfonso XIII, Barcelona, Montaner y Simón, 4ª ed., 1977. Pág. 41. 64 Silvela, Maura y el revisionismo conservador•LUIS ARRANZ NOTARIO de las raíces del liberalismo “Silvela tenía en la política del reformismo una aguda ilustrado, en la crisis del Antiguo Régimen con la inva- conciencia de las sión francesa de 1808 y en raíces del las vicisitudes del acopla- liberalismo en miento entre el liberalismo y la política del la dinastía histórica, a lo largo del siglo XIX. Fue, asimismo, reformismo un historiador notable del ilustrado” siglo XVII, concretamente, del reinado de Felipe IV. Tenía, por tanto, conciencia clara del valor intelectual y político de la historia. Esta conciencia contaba además, en su caso, con profundas raíces familiares. Su abuelo pater- no había sido un afrancesado, colaborador de José Bonaparte, amigo de Leandro Fernández Moratín y afama- do pedagogo durante su exilio en Francia. Su padre, que llegó a magistrado del Supremo, fue progresista del ala derecha o “legal”, es decir, antirrevolucionaria del partido, lo mismo que su hermano mayor, Manuel. Las simpatías histórico-políticas de Francisco se inclinaron, sin embargo, hacia el Partido Moderado. Silvela reivindicó con profunda convicción la trayectoria de este partido, que encontraba sintetizada en el lema: “Marchando con la cabeza erguida entre la guillotina y la hoguera”; esto es, el “justo medio” entre el jacobinismo y la Inquisición. Era ésta una frase tomada de Donoso Cortés, perteneciente a su etapa libe- ral doctrinaria, cuando su autor figuraba entre las principa- 65 Antonio Maura, en el aniversario del “Gobierno Largo” les luminarias intelectuales, de las muy destacadas con las que contó el Partido monárquico constitucional o Moderado. En síntesis, la herencia ilustrada –afrancesada– liberal- moderada de Silvela, una herencia que conservó toda su vida, consistía en la clara conciencia de que sin la obra de centralización administrativa y unificación legal y fiscal, lle- vada a cabo por el reformismo borbónico del siglo XVIII, que culminó en la labor administrativa, legal y fiscal del liberalismo del XIX, y especialmente de los moderados, no podían existir ni administración eficaz, ni supremacía de la ley, ni igualdad ante ella de los españoles ni, en definitiva, Estado de derecho2. Esta “alabanza de Felipe V”, como él la llamó, acompañaba su diagnóstico del fracaso de la España de los Austrias como un fracaso de la construc- ción político-administrativa de la Monarquía, y ni la alaban- za de los Borbones ni la crítica de los Austrias excluía la crítica del absolutismo y sus excesos. De ahí que la leal- tad monárquica y dinástica de los liberal-conservadores como Silvela implicara, por definición, la defensa del Gobierno constitucional. Un Gobierno que era fruto, no de la revolución, como creían los progresistas (el partido defensor de la “insurrección legal”) –es decir, de la pues- ta en marcha una y otra vez del modelo revolucionario acu- ñado durante la Guerra de la Independencia: insurrección 2 A los progresistas les correspondió impulsar con mayor decisión el desarro- llo en España de la economía de mercado y la movilización de la riqueza con las sucesivas desamortizaciones, entre otras medidas. 66 Silvela, Maura y el revisionismo conservador•LUIS ARRANZ NOTARIO popular, formación de juntas revolucionarias locales y pro- vinciales y pronunciamiento militar–, sino de la colabora- ción de los liberales con la Corona, previa captación de las elites administrativa, militar y económica. LA SABIDURÍA DE CÁNOVAS Y SU LEGADO POLÍTICO El fracaso de la experiencia política del Sexenio revolucio- nario (1868-1874) fue decisivo para la maduración y esta- bilización en España del régimen liberal. Este último episo- dio de la revolución progresista, involucrado ya con plante- amientos democráticos y la adopción del sufragio univer- sal, surgió de un revés previo: el de la tentativa de una alternancia pacífica entre las dos ramas del liberalismo histórico durante el reinado de Isabel II (1833-1868). Aunque hubo un primer esbozo de acceso y salida pacífi- cos del poder entre el Partido Moderado y la Unión liberal (partido este último resultado de la síntesis entre los moderados más constitucionales y abiertos, como Cánovas, y los progresistas antirrevolucionarios), el grue- so del progresismo, junto con los demócratas y los repu- blicanos federales, siguió aferrado a la política revolucio- naria. Su objetivo y razón de ser no era otro que el mono- polio del poder y la exclusión sistemática de la oposición, pues sólo ellos representaban auténticamente, la libertad, la nación y el pueblo. El fracaso político del Sexenio derivó así, en última ins- tancia, de un mal diagnóstico sobre los problemas políticos del régimen constitucional en España. El espíritu de exclu- sión política, que alentaba tras el planteamiento revolucio- 67 Antonio Maura, en el aniversario del “Gobierno Largo” “El fracaso nario, servía de exacta contra- político del Sexenio partida al que había caracteri- zado a los sectores más intran- derivó de un mal sigentes del moderantismo, diagnóstico sobre los únicos que le quedaron los problemas finalmente a Isabel II en defen- políticos del sa de su reinado. Pero la revo- lución no abordó de frente esta régimen cuestión decisiva. Todo lo cifró constitucional en un problema de ampliación ” de los derechos políticos vigentes. En ese sentido, el salto de la Constitución de 1845 a la de 1869 fue espectacular. La libertad religiosa (pero no la separación de la Iglesia del Estado), el derecho de asocia- ción, el matrimonio civil, el sufragio universal inauguraron una época nueva. Pero era una apariencia engañosa. El modelo de Monarquía constitucional no varió, en su funcio- namiento efectivo, respecto del doctrinario. Aunque la Corona y la dinastía (con la Casa de Saboya) pasaran a ser fruto del sufragio universal, los progresistas se limitaron a buscar un rey casero, que les asegurara una permanencia ininterrumpida en el poder. Ellos habían denunciado hasta la saciedad y se habían presentado como víctimas de la injusta y permanente parcialidad de las dos primeras reinas constitucionales, la reina Gobernadora, María Cristina de Borbón, e Isabel II, a favor de los moderados. Ahora se tra- taba de alumbrar un simple cambio de beneficiario de la par- cialidad de la Corona. De modo que no se fortaleció la figu- 68 Silvela, Maura y el revisionismo conservador•LUIS ARRANZ NOTARIO ra del presidente del Consejo, “El salto de ni se buscaron las fórmulas la Constitución para una mayor estabilidad par- lamentaria de los gobiernos. Y, de 1845 a la de sobre todo, la sucesión de elec- 1869 fue ciones generales entre 1868 y espectacular 1873 demostró que el sufragio ” universal en nada estorbaba la capacidad del Gobierno que las convocaba para ganarlas. O dicho en otros términos, el modelo progresista de constitución monárquica no alumbró ningún verdadero poder moderador: ni el de la Corona con la nueva dinas- tía saboyana ni el del sufragio universal como principio indiscutible de legitimación política. Todo lo contrario,