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REVISTA HISPANO AMERICANA. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2018. Nº8 DISCURSOS

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La batalla de y en la historia de América

LAWRENCE A. CLAYTON (Discurso de ingreso como Académico Correspondiente)

España ocupa un espacio muy grande en los primeros años de la historia americana. Para estudiar la historia temprana nos dirigimos a los siglos XVI y XVII, porque abarcan las épocas del descubrimiento, conquista y colonización de gran parte del Nuevo Mundo por los europeos, principalmente los españoles, aunque los portugueses, franceses e ingleses también contribuyeron con fuertes corrientes de inmigrantes y con sus aportes culturales.1 Ningún otro español ocupa más importancia en este período de la historiografía norteamericana que Hernando de Soto (1496-1542), dejando aparte a Cristóbal Colon porque realmente fue oriundo de Génova. De Soto dejó un rastro de triunfos y fracasos entre 1539 y 1543 en su odisea a través de la parte norteamericana del continente. Marchó y exploró a lo largo de al menos diez de los actuales estados en los territorios del sur y el suroeste de los Estados Unidos, y descubrió lo grandes que eran las extensiones que se encontraban al norte de y de la Nueva España.2 Llegó a Norteamérica para conquistar, al igual que lo había hecho cuando acompañó la entrada de Francisco Pizarro en Perú en el año 1532. Pero derribar el Imperio Inca, que fue sin duda un triunfo de las armas y la estrategia para la tropa de Pizarro, no era lo mismo que invadir el continente norteamericano, conocido como La o tierra incógnita del Norte, como de Soto y su ejército de cerca de 600 aventureros descubrieron en el transcurso de cuatro años.

1 Para el mejor estudio general de esta expansión de la frontera española en América del Norte, ver: David J. WEBER, The Spanish Frontier in North America (New Haven, Yale University Press, 1992). 2 Soto, por supuesto, no es el primer español que visita, o viaja a través de, o trata de plantar un asentamiento en los Estados Unidos. Quizás la más famosa de las experiencias anteriores fue la entrada de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, uno de los cuatro supervivientes de una expedición fallida ‒dirigida por Pánfilo de Narváez‒ que había desembarcado en la costa de Florida en 1528. Cabeza de Vaca publicó sus memorias, llamadas Naufragios, y en estas contó siete años de ambular por el “desierto” de lo que es hoy va desde la Florida a Texas y el norte de México, antes de encontrar su camino de regreso al extremo norte de la Nueva España en 1537. Ver Rolena ADORNO, Alvar Núñez Cabeza de Vaca: His Account, His Life and the Expedition of Pánfilo de Narváez (Lincoln, Nebraska, University of Nebraska Press, 1999). También traducido: Álvaro Núñez Cabeza de Vaca: sus logros, su vida y la expedición de Pánfilo de Narváez.

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Fig. 1. La mejor reconstrucción de la ruta de Soto es la de Charles Hudson, Knights of Spain, Warriors of the Sun, Hernando de Soto and the South’s Ancient Chiefdoms. 3 El Imperio Inca fue un imperio bien organizado que, desde su capital en Cuzco, se extendía sobre grandes porciones del Perú, Bolivia, Ecuador y Chile. Era conocido como Tahuantinsuyo, o ‘reunión de los cuatro ángulos de la tierra’ en el Cuzco, que era el centro. Cuando el emperador Atahualpa fue ejecutado por Pizarro en Cajamarca, se decapitó la cabeza del cuerpo político y religioso del Imperio Inca. Mientras que algunos incas resistieron, Pizarro se abrió camino casi en línea recta hacia el corazón del imperio en el Cuzco. Y cuando cayó Cuzco, también cayó el Inca, abriendo las puertas al nuevo y creciente imperio español.4 De Soto regresó a España con riquezas en virtud del oro y la plata que recibió como principal lugarteniente del ejército de Pizarro. Sin embargo, no estaba satisfecho con sus nuevas riquezas y deseaba los honores y títulos que quería recibir en su país, por lo que solicitó a la corona española que le otorgara los derechos y la autoridad de un Adelantado. De esa forma él también podría liderar una expedición de conquista, al igual que Francisco Pizarro en el Perú y Hernán Cortés en México. De Soto no quería compartir la gloria con otros, como lo había hecho en el Perú. Pensaba que su destino estaba en otro lugar. Se le concedió el gobierno de Cuba y La Florida, recibió el título de Adelantado, y se embarcó para su nuevo destino en 1537.

En su hazaña de 1537-1542, Hernando de Soto entró en la historia de los Estados Unidos y se hizo parte importante del tejido y la cultura de Norteamérica. Llegó como un héroe en la historiografía del siglo XIX y pasó a ser, a finales del siglo XX y como consecuencia de los nuevos rumbos del Quinto Centenario, un destructor depravado e impulsado por la codicia, insensible ante los pueblos amerindios y culturas amerindias, y un ejemplo flagrante de los invasores y saqueadores de la Europa en el Nuevo Mundo.5

2 3 Charles HUDSON, Knights of Spain, Warriors of the Sun, Hernando de Soto and the South’s Ancient Chiefdoms (Athens, , University of Georgia Press, 1997). 4 Para una buena historia de esta conquista, donde Soto marchó con Pizarro, cf. John HEMMING, The Conuest of the Incas (Nueva York, Harcourt, Brace, Jovanovich, 1970). Para más detalles sobre la vida de Soto, véase James LOCKHART, Men of Cajamarca, a Social and Biographical Study of the First Conquerors of Peru (Austin, University of Texas Press, 1972). 5 Ver Kirkpatrick SALE, The Conquest of Paradise: Christopher Columbus and the Columbian Legacy (Nueva

York, Knopf, 1990) y David E. STANNARD, American Holocaust: The Conquest of the New World (Nueva ClaytonLawrence A. / Página

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Entonces, tenemos que preguntarnos: ¿quién era de Soto, y por qué la Batalla de Mabila ocupa un lugar importante en la fabricación del mito americano?

Fig. 2. Hernando de Soto. Retrato de José Maea (1791). Fig. 3. Cubierta de la monografía sobre Bartolomé de las Casas de L. A. Clayton.

Para empezar, nadie sabe dónde se encuentra el campo de batalla de Mabila (a veces escrito como Mavilla). Lo que sí sabemos es que en algún lugar en el moderno estado de , de Soto y su ejército fueron emboscados el día 18 de octubre de 1540 por los indios al mando de un jefe llamado Tuskaloosa. Más de 2.000 indios, por lo menos, murieron en el combate, al igual que veinte españoles, al tiempo que cientos resultaron heridos. Para resolver el enigma del sitio donde tuvo lugar la batalla de Mabila, se celebró un congreso en Tuscaloosa, Alabama (sí, el nombre del famoso jefe indio) en 2006, y las actas se publicaron posteriormente en 2009 en un libro titulado La búsqueda de Mabila.6 De Soto y Mabila son, de hecho, elementos importantes en la construcción de la historia americana temprana y se encuentran entre los primeros hitos históricos de la larga relación entre los Estados Unidos y España. Al considerar a De Soto, su entrada en la historia y sus hazañas a través del Nuevo Mundo, encontré, a primera vista, poco más que avaricia, codicia y brutalidad en el trato a los nativos americanos, así como una ferocidad que todavía nos horroriza cuando leemos los relatos documentales de la conquista de América.7 Llegado a este punto, debo admitir un prejuicio. En los últimos años terminé de escribir una biografía del padre Bartolomé de las Casas (1485-1566) que fue publicada en 2012.8 Las Casas fue el defensor y protector por excelencia de los indios de América, el autor de la

York, Oxford University Press, 1993). Ambos constituyen dos ejemplos de este género de historiografía que 3 condena casi uniformemente la conquista y colonización del Nuevo Mundo por los europeos. 6 Vernon James Knight (Ed.), The Search for Mabila: The Decisive Battle between Hernando Soto and Chief Tascalusa (Tuscaloosa, Alabama, Press, 2009). 7 Para la mejor colección de las relaciones originales y crónicas de la expedición Soto en los Estados Unidos ‒ todo anotado y con nuevas traducciones‒ véase The De Soto Chronicles, Ed. Lawrence A. CLAYTON & Vernon James KNIGHT, Jr., & Edward MOORE (Tuscaloosa, Alabama, Universidad de Alabama Press, 1993, 2 vols.). 8 Lawrence A. CLAYTON, Bartolomé de las Casas: A Biography (New York, Cambridge University Press,

2012). ClaytonLawrence A. / Página

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Leyenda Negra, el hombre más asociado con las acusaciones a los españoles de los mismos delitos que atribuye a De Soto. Las Casas fue, de hecho, y como tal lo llamé, el “anti- ” que defendió los derechos y las libertades de los pueblos indígenas ante la irrupción de los españoles, incluso con todos los defectos que tenía el fraile, que eran considerables. Las Casas y De Soto estaban en extremos opuestos del espectro de la conquista española del Nuevo Mundo. Es posible que se hayan cruzado en algún momento en las Américas, pero no hay evidencias de esto. Si lo hubieran hecho, estoy seguro de que Las Casas hubiera agrupado a De Soto en la misma banda de criminales dirigidos por Francisco Pizarro, que asoló el Imperio Inca en la década de 1530 y mató al Inca Atahualpa a cambio de un inmenso rescate en oro y plata. Y De Soto, un teniente en el ejército de Pizarro que llevó a los incas a ponerse de rodillas, fue, como hemos señalado anteriormente, uno de los principales beneficiarios. Pizarro y sus seguidores fueron condenados por Las Casas, y presentados como los más malos entre los peores, y sin duda De Soto, antes de que pereciera en las orillas del Mississippi en 1542, fue puesto por Las Casas en la misma canasta. Al explorar un poco más el contexto de la batalla de Mabila, el combate propiamente dicho comenzó a adquirir una importancia mucho más amplia y profunda. Duró un día completo y siguió por la noche. Fue, de hecho, el mayor enfrentamiento entre los europeos o descendientes de europeos y los indios al este del río Mississippi. Fue aún más grande que la batalla de Horseshoe Bend en la primavera de 1814, que fue librada por el general (y más tarde presidente) Andrew Jackson contra los indios Creeks. Se hizo evidente para mí que la batalla de Mabila era más importante que cualquier otro enfrentamiento con los indios durante la entrada de Hernando de Soto en Norteamérica. Mabila fue más que los esfuerzos del cacique Taskaloosa y su pueblo para aplastar al invasor. También estaba por encima del valor mostrado por la infantería y la caballería de De Soto, que, a pesar de sus motivaciones, demostró la capacidad del soldado español del siglo XVI para vencer a sus adversarios. Era, y es, más que una unión de sucesos y trascendencias, misteriosas algunas, que provocó un congreso para plantear su búsqueda en 2006. La batalla, de hecho, simboliza la dicotomía en el carácter español de la época de la conquista: una imagen presenta a un soldado español, espada en mano, aplastando a los indios bajo su pie, con el lema de “a la espada y al compás, y más! ¡y más! y más!”. La otra imagen es la del furor cristiano de Las Casas, de pie entre los indios y los soldados, con la mano en alto para protegerlos frente a nuevos abusos, degradación y destrucción.9

La conquista española, aunque ahora se denomina más bien como la era del “Encuentro”, fue de hecho un asunto con muchos matices. La acción de Mabila representa mucho más que una batalla dentro de los muchos hechos protagonizados por los españoles con los indios desde fecha tan temprana como 1493.

De esta primera “batalla”, o de la campaña en la isla de La Española en 1493, no conocemos 4 ningún detalle. Y tampoco era una victoria española. La primera batalla, de hecho, dio la victoria a los indígenas.

9 Ver Ramón MENÉNDEZ PIDAL, The Spaniards in Their History (Nueva York, WW Norton, 1966 [primera edición, 1950]), para un buen análisis de la dualidad en el carácter español. ClaytonLawrence A. / Página

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Cuando la Santa María naufragó en la víspera de la Navidad de 1492 en la costa norte de La Española, Colón se vio obligado a dejar a la tripulación de la nave en un asentamiento que fundó antes de regresar a España. Así nació la pequeña colonia de La Navidad.10 Pero cuando Colón regresó a las islas en 1494 y buscó su tripulación y el asentamiento, se encontró con que La Navidad había desaparecido y la tripulación también. Los taínos, enfurecidos, habían matado a estos primeros saqueadores que estaban interesados principalmente en el oro, la mano de obra y las mujeres indias. Estamos acostumbrados a enmarcar el encuentro dentro de las campañas espectaculares de Hernán Cortés en México o de Francisco Pizarro en Perú, todos impulsados por el triunfo del acero español, mientras que la voluntad de resistir de los indios se vio socavada por asesinos tales como la viruela. En efecto, estos conquistadores tuvieron un éxito descomunal dentro de la historia del hombre. Y libros como Guns, Germs, and Steel: The Fates of Human Societies de Jared M. Diamond refuerzan el estereotipo.11 Sin embargo, la investigación profunda en las últimas generaciones ha definido nuevas interpretaciones. En muchas de las batallas y enfrentamientos de la conquista los nativos americanos aguantaron las embestidas europeas con bastante éxito, las enfermedades desempeñaron sólo un pequeño papel, y no siempre fueron las armas y tácticas europeas las que prevalecieron. El libro de George Raudzens Technology, Disease, and Colonial Conquests, Sixteenth to Eighteenth Centuries: Essays Reappraising the Guns and Germs Theories (‘Tecnología, enfermedad y conquista colonial, siglos XVI al XVIII. Ensayos contemporáneos, las armas y las teorías de los gérmenes’), aporta un punto de vista que se aparta de la norma historiográfica. Raudzen, editor y colaborador de este volumen, llegó a la conclusión de que las armas y los gérmenes sin duda ayudaron a los conquistadores españoles en América. Pero, igualmente importante, fue el simple crecimiento de la población europea, que minimizó la resistencia indígena a través del tiempo. Fue la demografía, igual que los arcabuces y las fiebres, quien prevaleció a través de las décadas para consolidar las colonias de España. Sabemos que las rivalidades y luchas entre los indios también contribuyeron poderosamente a estas primeras victorias españolas. Ni Cortés ni Pizarro podrían haber tenido mucha suerte en sus aventuras si no hubieron hecho alianzas estratégicas con los pueblos descontentos en el corazón mismo de los imperios Azteca e Inca. Que los españoles eran muy conocedores, adiestrados, y muy capacitados por medio milenio de lucha contra los moros en la práctica de la guerra con gran habilidad y valor, es innegable. Ellos estaban acostumbrados a ganar, y sus líderes, como De Soto, no contaron con el título de Adelantado por simple casualidad. Este título era sinónimo de esfuerzo aventajado, como lo dice su origen, ya que proviene de la palabra raíz que significa “adelante”, de forma que un adelantado era un alto dignatario español que llevaba a cabo o adelante una empresa pública por mandato de servicio, a cuenta y bajo designio real.

Pero es absurdo pensar que Pizarro conquistó el imperio incaico con sólo 162 hombres y 5 algunos caballos. También tuvo mucha suerte con los indios desafectos al Inca, sin contar con

10 Para una buena introducción a Colón y la amplia literatura sobre estos primeros contactos, ver Carla Rahn PHILLIPS & William D. PHILLIPS, Jr., The Worlds of Christopher Columbus (Cambridge, Cambridge University Press, 1992). Ver también Kathleen A. DEAGAN & José María CRUXENT, Columbus’s Outpost Among the Tainos: Spain and America at La Isabela, 1493-1498 (New Haven, Yale University Press, 2002). 11 Jared M. DIAMOND, Guns, Germs and Steel: The Fates of Human Societies (New York, Norton, 1997). ClaytonLawrence A. / Página

REVISTA HISPANO AMERICANA. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2018. Nº8 DISCURSOS ______la guerra civil y fratricida y las rivalidades interregionales que corrían como fisuras a través del imperio político y militar Inca. Por ese motivo, el audaz, astuto y ambicioso Pizarro y sus tenientes, al frente de guerreros totalmente decididos, explotaron estas divisiones con brillantez. Pizarro había aprendido mucho de las hazañas exitosas de Cortés en México y, además, como Cortés, había tenido un aprendizaje previo en las islas y luego en otros lugares. Experiencia, tanto como el coraje y las visiones de grandeza, eran denominadores comunes en las personalidades de aquellos conquistadores españoles. De Soto, por ejemplo, había servido con Pizarro en el Perú y también con otros conquistadores exitosos en Nicaragua y Panamá. Ya era conocido por su audacia deslumbrante y sabía cómo explotar los puntos débiles de los indios. Por azar o por destino, llegó al Perú con Pizarro, donde por sus hechos fue recompensado con una fortuna en oro y plata de los Incas. Menos providencial fue el destino de su expedición a La Florida. En su mente se gestó la idea de descubrir y colonizar otro Perú; pero lo que encontró fue una inmensa tierra, escasamente poblada en comparación con el altiplano del Perú o el valle central de México, y no particularmente rica, al menos en la forma que deseaba y esperaba. Cuando de Soto cruzó al sur de los Apalaches en Tennessee y Georgia y llegó al territorio de Alabama a comienzos de la primavera, donde se mantuvo en el verano de 1540, todavía estaba buscando afanosamente otro Perú. No encontró lo que buscaba, pero sí el enfrentamiento con los indios de Alabama en la batalla de Mabila, que tuvo lugar en el otoño de aquel año. Como consecuencia del combate, sucedió que tanto él como su ejército perdieron el ímpetu que habían conservado desde que tomaron tierra cerca de la Bahía de Tampa, en el año 1539. La estrella de Hernando estaba descendiendo. Dos años más tarde, en 1542, murió cuando su ejército, empobrecido, hambriento y mermado, llegó otra vez a las aguas del rio Mississippi. Mabila fue el punto de inflexión en la historia de su expedición. Después de la batalla, Soto nunca recuperó el ímpetu, aquel impulso que alimentó su deseo de fama y fortuna. Para nosotros, en los Estados Unidos, el combate de Mabila ha adquirido una importancia tal vez desproporcionada en relación con el significado de la batalla, dentro del esquema más grande del imperio español, que entonces estaba expandiéndose por el Nuevo Mundo. Pero, como se expone más adelante, la batalla y Soto llegaron a ser parte, al comenzar el siglo XIX, de la conexión entre los nacientes Estados Unidos y el rico legado histórico de la época de los conquistadores. Llegó a ser parte del tejido mismo del mito creado por unos Estados Unidos que se estrenaban en ese momento histórico, cuando los historiadores y las necesidades del momento buscaban dotar a esta nueva nación de una identidad que la vinculaba a la gran expansión europea que representó la conquista. Sucede que la de Mabila fue una victoria pírrica para el ejército español, y le costó mucho a De Soto. Fue una victoria sangrienta, lograda a costa de numerosos muertos y heridos. Más importante aún fue que la expedición perdió impulso. Cuando De Soto murió en mayo de 6 1542 en un lugar próximo a la orilla del gran río Mississippi ‒el “Padre de las Aguas”‒, en la mente de los indios de la región su expedición ya había fracasado. Por lo tanto, es poco sorprendente que la batalla de Mabila no fuera más que una nota al pie en la España de Carlos V, acostumbrada a la celebración continua de grandes victorias, mientras que las derrotas pasaban al olvido. Lawrence A. ClaytonLawrence A. / Página

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El mismo año en que la expedición de Soto embarcó rumbo a la Isla de Cuba y Florida, la atención del emperador Carlos se había desviado de todos los asuntos europeos, y por el momento miraba de nuevo a las Indias. En 1537 el Papa Pablo III emitió una bula, Sublimis Deus12, que defendió a los indios americanos como personas perfectamente racionales, muy capaces de aceptar y entender el cristianismo. Carlos consideró que tal doctrina tenía mucha razón, pero prohibió la bula papal en todo su imperio: el Papa había sobrepasado los límites de lo que Carlos pensó que era lo apropiado respecto a los asuntos sobre los cuales un Papa debería pronunciarse. Los asuntos de las Indias ‒tanto los de la Iglesia como de la Corona‒ eran un negocio del rey de España, y el Papa fue invitado, efectivamente, a no entrometerse en asuntos que no eran de su competencia, y sacar su nariz ya que la tenía metida por debajo de la tienda de campaña.13

Fig. 4. Retrato del emperador Carlos V por Juan Pantoja de la Cruz (1605) (Museo del Prado, Madrid) Ahora vamos a avanzar unos centenares de años. De Soto y Mabila efectivamente desaparecieron casi por completo de las crónicas de la historia de España en las Américas y no fueron tomados en cuenta en las colonias inglesas en Norteamérica en los siglos XVII y XVIII, durante el desarrollo de esas colonias de Inglaterra en su tránsito hacia la independencia. Pero, como anotamos poco antes, el nuevo país de los Estados Unidos comenzó a buscar sus rasgos y raíces en el siglo XIX. ¿Si rechazamos tanto los antecedentes ingleses, de dónde surgimos dentro del marco más grande de la Europa de entonces? El “cuadro grande” al final del siglo XX estuvo dominado, al menos en los círculos históricos, por el Quinto Centenario de Colón, Quincentenary en inglés, que tuvo lugar en 1992. Es un tema muy amplio al que sólo podemos aproximarnos en un breve ensayo, y apuntar que básicamente se produjo una nueva evaluación del “mundo atlántico” y, dentro de tal marco, de los viajes de Cristóbal Colón y sus contemporáneos y lo que éstos representaron en la historia del mundo. Cuando se celebró en 1892 el cuarto centenario de su primer viaje, el descubrimiento de Colón se celebró de forma magnífica. En 1992, al contrario, fue 7 pisoteado y su protagonista pasó a ser el culpable de todos los males que se sucedieron a partir del descubrimiento y conquista de las Américas: desde la introducción de enfermedades

12 Sublimis Deus fue una bula promulgada por el papa Paulo III el 2 de junio de 1537. En ella el papa establecía el derecho a la libertad de los indígenas de las Indias, la prohibición de someterlos a esclavitud y la conveniencia de predicar entre ellos la doctrina cristiana. 13 Un dicho en inglés, no se cómo (o si) se traduce al castellano: “Get your nose out from under my tent!”. ClaytonLawrence A. / Página

REVISTA HISPANO AMERICANA. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2018. Nº8 DISCURSOS ______hasta la destrucción de los mundos culturales y religiosos del continente, diezmando además los pueblos indígenas de América. En los Estados Unidos siguió habiendo focos de apoyo quiescente a la civilización y el cristianismo occidental, pero fueron los críticos más duros y más estridentes de la “invasión” europea de las Américas quienes encontraron mayor respaldo en diversos círculos públicos y académicos a fines del siglo XX y comienzos de XXI. Y para decirlo con claridad, en buena medida este tipo de pensamiento se formó a base de, y a partir de, la extensión del movimiento de derechos civiles que había dominado el panorama nacional estadounidense a mediados del siglo XX, y muy especialmente en las décadas de los cincuentas y sesentas (1950s y 1960s), cuando alcanzó su apogeo bajo Martin Luther King, Jr. y otros. Junto con el movimiento de derechos civiles, hubo un movimiento indígena y otro dirigido a reconocer los derechos civiles de la mujer en los Estados Unidos. La lucha para todos los derechos de los tres grupos ‒el movimiento indígena, el de la mujer, y en pos de los derechos civiles para la población negra, o afromericana‒, fueron parte de un esfuerzo nacional realizado para compatibilizar las realidades de la vida en los Estados Unidos, que incluían una tradición de segregación entre los blancos y negros que contradecía de forma flagrante las promesas plasmadas en la Declaración de Independencia y en la Constitución. Como escribió Tomas Jefferson en la Declaración:

Sostenemos que estas verdades son evidentes en sí mismas: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; y que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. En la citada época, cada aspecto de la vida en Estados Unidos fue objeto de revisión con un nuevo énfasis en la igualdad social y política. La edificación de la diversidad llegó a ser una de las reglas para evaluar las culturas y civilizaciones. Casi invariablemente, Colón y sus contemporáneos cayeron bajo un intenso escrutinio. Representaron un punto de vista eurocéntrico intenso de levantar los valores europeos por encima de los que regían la vida de los pueblos nativos americanos. El escenario estaba listo para un nuevo examen de figuras tales como la de Soto y otros, y a Hernando no le fue bien, ya que los nuevos intérpretes de la historia acusaron a los españoles de casi todos los males, las enfermedades y las catástrofes que cayeron sobre los pueblos indígenas de América bajo el yugo de los conquistadores europeos. Fue dentro de este “cuadro grande” que se llevó a cabo un nuevo examen de Soto y el significado de Mabila. Hoy los relatos de conquista se analizan desde el punto de vista de que fueron mucho más que simples narraciones de las expediciones y viajes de los europeos. Rolena Adorno, una profesora de literatura de la Universidad de Yale, describió los Naufragios de Cabeza de

Vaca como una fuente para el entendimiento, interpretaciones y discusiones en áreas tales como la “búsqueda y la aventura, la libertad y la servidumbre, el imperio y el colonialismo, 8 los milagros y el chamanismo, el sacrificio y la supervivencia, las maldades y vicios tanto como lo bueno y santo, y la ganancia humana y pérdida humana”. La doctora Adorno también menciona “la mediación, la marginación, la liminalidad, y el multilingüismo” como sujetos que brotan de un estudio más profundo no sólo de Cabeza de Vaca, sino también de sus contemporáneos, entre ellos, los propios cronistas de la expedición de De Soto. Lawrence A. ClaytonLawrence A. / Página

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Las crónicas y los cronistas fueron redescubiertos en el siglo XX cuando numerosos historiadores, profesores de idiomas, antropólogos y otros expertos en diversas disciplinas cambiaron su mirada desde una visión eurocéntrica del mundo a una más centrado en las Américas, y desarrollaron nuevos prismas (post modernismo, deconstruccionismo, y así sucesivamente) para examinar e interpretar el pasado. La batalla perdida de Mabila, aunque quizás fue un hecho desconocido por el emperador Carlos ‒ocupado con los herejes protestantes, el expansionismo musulmán, las intromisiones papales y los competidores franceses‒, se convirtió en una piedra de toque para examinar la historia de América. Desde ese momento el estudio de las crónicas se convierte en la clave para “encontrar Mabila” de dos maneras: una, en el intento de encontrar la ubicación física verdadera del sitio; y, dos, informándonos en un sentido más amplio de cuestiones que trascienden el paso del tiempo, como la profesora Adorno y otros estudiosos recientes han sugerido. Desde las crónicas y la historia de De Soto y Mabila surgen cuestiones sobre el bien y el mal, la moral, la verdad, la justicia, y, de hecho, la correcta relación de la humanidad con Dios. En la superficie, sin embargo, cuentan la historia de una odisea de proporciones casi épicas. Esa historia es suficientemente dramática por sí misma para atraernos a reflexionar sobre este drama que se desarrolló en el otoño de 1540. Es instructivo que mientras Soto estaba tratando de construir su nuevo imperio en el bosque y las montañas del sudeste del territorio de Norteamérica, subyugando a los indígenas, Las Casas se estaba moviendo en la dirección exactamente opuesta, la de la defensa de los indios, con la misma convicción y fervor. En el mismo año en que Soto murió por el río Mississippi, fueron decretadas las nuevas leyes de 1542. Mientras que algunos españoles como De Soto declararon la guerra contra los nativos americanos, otros como Las Casas combatieron los excesos de los conquistadores y defendieron a los indios desde dentro del contexto de la cristiandad, y ayudaron a forjar los conceptos modernos sobre los derechos humanos basados en la doctrina cristiana y la ley natural. En lugar de la sumisión exigida por los De Sotos de la época, Las Casas y sus compañeros activistas pensaban en la libertad de los indígenas. En lugar de la explotación crasa, Las Casas y sus hermanos, los religiosos dominicos y franciscanos, promovieron la evangelización y conversión de los indios. La lucha continuó durante el resto del siglo XVI. Como es habitual en cualquier debate historiográfico, no todo era blanco y negro en esta competencia por las mentes, cuerpos y almas de los indios de América, por no hablar de su plata y oro. Como sucede en todas las grandes contiendas, la solución e interpretación de estos hechos es compleja. Ni de Soto ni Las Casas triunfaron en términos absolutos. De Soto murió en lugar cercano a las riberas del río Mississippi y su cuerpo fue lanzado ignominiosamente hacia la profundidad de la corriente del río para evitar su profanación por los nativos americanos. Después de catorce meses vagando al oeste del Mississippi en busca 9 de una ruta terrestre a México, los restos de la gran expedición de Soto regresaron al Mississippi y flotaron río abajo en dirección al Golfo de México, huyendo de la derrota abismal que habían sufrido en su odisea de cuatro años a través la mayor parte del sudeste de los actuales Estados Unidos. Lawrence A. ClaytonLawrence A. / Página

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Fig. 5. El lugar de la batalla de Mabila. Fig. 6. El cadáver de Hernando de Soto es sepultado en el Mississippi. Grabado atribuido a William A. Crafts (1876).

Al poner la batalla de Mabila en su contexto histórico, es obvio que la batalla representó mucho más que el fragor de las armas. En el contexto de la historia en el tiempo (lo que los franceses llamaron la longue durée), Mabila fue un punto de referencia en la lucha por los derechos humanos, por la decencia y por la libertad. En los tiempos modernos, Mabila adquirió un nuevo significado. En el siglo XIX de Soto fue resucitado de los registros históricos y fue dotado con una pátina de respeto e incluso de admiración como uno de los primeros exploradores europeos de estos jóvenes Estados Unidos. En la búsqueda de un mito inspirador, muchos historiadores estadounidenses buscaron vínculos con hombres como Colón y De Soto. Parecía que sus hazañas y grandezas superaban la vida cotidiana del pueblo, y sus hechos fueron vistos como el anuncio profético de un nuevo pueblo, el pueblo norteamericano, embarcado en la realización de una empresa nueva, la construcción de una república moderna basada en la libertad. Un ejemplar gráfico es la pintura que reproducimos a continuación..

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Fig. 7. Discovery of the Mississippi (‘El Descubrimiento del Mississippi’), de William H. Powell (1823-1879) es una pintura romántica donde aparece de Soto observando el río Mississippi por primera vez. Puede verse en la rotonda del Capitolio de los Estados Unidos. Lawrence A. ClaytonLawrence A. / Página

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También fue en este periodo cuando Washington Irving, uno de los más destacados historiadores y narradores norteamericanos de principios del siglo XIX, escribió su biografía hagiográfica de Cristóbal Colón, una historia de la vida y viajes del gran navegante que fue publicada por primera vez en 1828.14 El romance con De Soto continuó en el siglo XX por lo menos hasta la década de 1930, con el informe de la Comisión Soto y su estudio de la expedición y la ruta que siguió a través de los Estados Unidos.15 En la segunda mitad del siglo XX varios arqueólogos de una nueva generación se comprometieron en la tarea de intentar determinar la ruta Soto. Ellos estaban motivados por diferentes objetivos: sobre todo el uso de las crónicas de Soto como ventanas para observar la cultura de los nativos de América del periodo. Dirigidos por el antropólogo Charles Hudson, de la Universidad de Georgia, trataron de comparar con precisión los resultados de los trabajos arqueológicos con los relatos en las fuentes históricas. Si servían para definir algún lugar, o lugares, en la ruta descrita por los cronistas, para llevarlos con certeza a un sitio, o sitios, arqueológicos, entonces las crónicas podrían servir de ayuda para recrear la cultura de esa región. Poco a poco empezaron a armar las piezas. El campamento de invierno de la expedición en 1539-1540 fue descubierto en el centro de Tallahassee, Florida, mientras que avanzaron en el conocimiento de la ruta a través de las Carolinas, pasando por las montañas sureñas de los Apalaches, y cruzando los territorios de los actuales estados de Tennessee, Georgia y Alabama.16 Pero el lugar exacto donde tuvo lugar la batalla entre los españoles y los indios en Mabila sigue siendo difícil de situar. En la búsqueda de la precisión, todas las crónicas se publicaron de nuevo, con traducciones nuevas, todas editadas y anotadas con método y un rigor casi clínico para lograr una precisión absoluta con los originales, una meta, por supuesto, que teóricamente era imposible obtener. El propio de Soto fue revisado por la historiografía moderna y en ese contexto salió a la luz su lado más oscuro, y fue presentado como un aventurero brutal y despiadado que representaba el lado feo de un imperio en ascenso en el siglo XVI.

14 Washington IRVING, A History of the Life and Voyages of Christopher Columbus (London, John Murray, 1828 y muchas ediciones luego). 15 SWANTON, John R., Final Report of the United States De Soto Expedition Commission, 76th. Congress, 1st Session, House Document, nº 71, Government Printing Office, Wash. DC, 1939. 11 16 Ver, por ejemplo, Charles R. EWEN, “: Discovery of Hernando de Soto’s 1539-1540 Winter Camp”, Jerald T. Milanich and Susan Milbrath (Eds.), First Encounters: Spanish Explorations in the Caribbean and the United States, 1492-1570 (University Presses of Florida, Gainesville, 1989), pp. 110-118. Tambien Reid BADGER & Lawrence A. CLAYTON (Eds. y auts.), Alabama and the Borderlands: From Prehistory To Statehood (Tuscaloosa, Alabam, University of Alabama Press, 1985). Y Charles M. HUDSON, Knights of Spain, Warriors of the Sun: Hernando De Soto and the South's Ancient Chiefdoms (Athens, Georgia, University of Georgia Press, 1997). La expedición de Juan Pardo también se estudió con profundidad: Charles M. HUDSON, The Juan Pardo Expeditions: Explorations of the Carolinas and Tennessee, 1566–1568

(Washington, D.C., Smithsonian Institution Press, 1990). ClaytonLawrence A. / Página

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Fig. 9. Cubierta de The De Soto Chronicles, de Lawrence A. Clayton (The University of Alabama Press, 1993). Fig. 10. Cubierta de The Search for Mabila, James Vernon Knight Jr. Fig. 11. Hernando de Soto, incendio de Mabila.

El escurridizo sitio de Mabila surgió como un ejemplo representativo de un “encuentro” entre europeos e indios ‒“encuentro” es una palabra muy utilizada por los post-modernistas y post- imperialistas para evitar hablar de “conquista”, que lleva connotaciones de una cultura superior a otra. Pero el término “encuentro” es una palabra banal y desinfectada que no es capaz de describir lo que pasó en Mabila, una sangrienta batalla entre un ejército invasor y un pueblo que intento defender sus vidas y su libertad. Esta batalla no era más que un evento dentro del siglo donde transcurrió la violenta historia del encuentro o conquista. Creo que muchos, si no la mayoría, de los soldados españoles estaban avergonzados de lo que hicieron en Mabila. La masacre del pueblo del cacique Tuskaloosa continuó hasta bien entrada la noche, y muy pocos de los indios escaparon de las espadas, la lanzas y las llamas. A continuación reproduzco el comentario de uno de los cronistas sobre la naturaleza en general de los conquistadores en las Indias (y en particular, de los hombres de De Soto):

En cuanto a dónde iban, ni el gobernador [de Soto] ni ellos lo sabían, excepto que su intención era encontrar alguna tierra tan rica que podría saciar en ella su codicia [...] Oh, perdió la gente; oh, la codicia diabólica; Oh, la mala conciencia; oh, desafortunados soldados; por la forma en que no entendían la cantidad de peligro que enfrentamos, y cómo habían desperdiciado sus vidas y sus almas, sin tranquilidad! [...] Escucha bien, lector católico, y no se lamenta cualquier indio menos los vencidos, que sus conquistadores cristianos, o asesinos de sí mismos y de aquellos otros, y atender a los incidentes de este mal gobernador, instruidos en la escuela de Pedrarias de Ávila, en la disipación y la devastación de los indios de Castilla del Oro, [de forma que Pedrarias fue] graduado en la matanza de los indígenas de Nicaragua y canonizado en el Perú, de acuerdo con la orden de los Pizarro. Y 12 se libera de todos esos pasajes infernales, y después de haber ido a España cargado de oro, ni como un título, ni un hombre casado podía descansar, ni sabía cómo, sin regresar a las Indias a derramar sangre humana.17

17 Clayton & Knight & Moore (Eds.), The De Soto Chronicles, vol. 2, pp. 289-290. ClaytonLawrence A. / Página

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No podemos estar seguros de si estamos ante palabras del propio Rodrigo Rangel, el secretario privado de De Soto en la expedición, o si se trata más bien de una interpolación de Gonzalo Fernández de Oviedo, el historiador del siglo XVI que poseía el informe de Rangel y lo incluyó en su Historia general y natural de las Indias. Oviedo puede haber entrevistado a Rangel en Santo Domingo, pero el propio Oviedo es el autor de la narrativa y a veces incluía sus propias observaciones, que abarcaban ampliamente cuestiones morales, legales, éticas y religiosas de la conquista y colonización de las Indias. Algunos lectores encuentran estos comentarios extraños y discursivos. De hecho, son ventanas en la mente de los autores y nos pueden dar información valiosa sobre el estado de ánimo de los que participaron en los eventos. El propio Oviedo era un conquistador y pasó muchos años en las Indias, por lo que trajo una validación de testigo verdadero y presencial en sus observaciones. La descripción del final de la batalla por Luys Hernández de Biedma, un funcionario real o factor asignado a la expedición, nos da otro testimonio y el veredicto de uno de los participantes. El informe de Biedma fue compuesto en 1544 como un testimonio ante el Consejo de las Indias en España. Lo que escribió Biedma se considera a menudo como la más “fiable” de todas las crónicas. En ella, Biedma dice que los indios “lucharon como leones feroces, sin ceder”. Pero “nosotros los matamos a todos”, agrega con frialdad, “a algunos de ellos con fuego, a otros con las espadas, a otros con las lanzas”, hasta que el último defensor que permaneció vivo se colgó de un árbol, con la cuerda de su arco.18 Dos décadas más tarde, cuando la expedición de Tristán de Luna y Arellano (1559-1561) llegó a la costa de Pensacola y envió exploradores hacia el interior en dirección al norte, aunque de esta expedición formaban parte cierto número de veteranos de la expedición anterior de De Soto, no se aludió a Mabila cuando se redactaron los informes y crónicas de la expedición de Luna.19 Mabila, efectivamente, se hundió de la historia durante más de cuatro siglos, pero tiene que ser recordado, y se tiene que ubicar para darnos un pedazo de tierra, un pequeño lago, un lugar donde podemos reavivar una vez más nuestros lazos con nuestro pasado. Tal vez no es la tierra sagrada de Gettysburg, pero se trata de un sitio que abre una ventana hacia el pasado, revelando un panorama de lo que el corazón humano es capaz de sentir y hacer, de gran mal y para el gran bien.

Salón Regio de la Diputación Cádiz, 8 de febrero de 2017

BIBLIOGRAFÍA CITADA

ADORNO, Rolena, Alvar Núñez Cabeza de Vaca: Has Account, His Life and the Expedition of

Pánfilo de Narváez, Lincoln, Nebraska, University of Nebraska Press, 1999. 13

18 The De Soto Chronicles, vol. I, pp. 235-236. 19 Para la expedicion de Luna, ver Herbert Ingram PRIESTLEY (Ed. y trad.), The Luna Papers: Documents Relating to the Expedition of don Tristán de Luna y Arellano for the Conquest of La Florida in 1559-156, De Land, Florida, Florida State Historical Society, Los papeles Luna se pueden leer online en la Web de la

Florida Heritage Collection. ClaytonLawrence A. / Página

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_____, Álvaro Núñez Cabeza de Vaca: sus logros, su vida y la expedición de Pánfilo de Narváez, Lincoln, Nebraska, University of Nebraska Press, 1999. BADGER, Reid & Lawrence A. CLAYTON (Eds. y auts.), Alabama and the Borderlands: From Prehistory To Statehood, Tuscaloosa, Alabama, University of Alabama Press, 1985. CLAYTON, Lawrence A. & Vernon James KNIGHT, Jr. & Edward MOORE (Eds.), The De Soto Chronicles, Tuscaloosa, Alabama, Universidad de Alabama Press, 1993, 2 vols. CLAYTON, Lawrence A., ,Bartolomé de las Casas: A Biography, New York, Cambridge University Press, 2012. DEAGAN, Kathleen A. y& José María CRUXENT, Columbus’s Outpost Among the Tainos: Spain and America at La Isabela, 1493-1498, New Haven, Connecticut, Yale University Press, 2002. DIAMOND, Jared M., Guns, Germs and Steel: The Fates of Human Societies, New York, W. W. Norton, 1997. EWEN, Charles R., “Anhaica: Discovery of Hernando de Soto’s 1539-1540 Winter Camp,” in Jerald T. Milanich and Susan Milbrath, eds., First Encounters: Spanish Explorations in the Caribbean and the United States, 1492-1570. University Presses of Florida, Gainesville, 1989, págs. 110-118. HEMMING, John, The Conuest of the Incas, Nueva York, Harcourt, Brace, Jovanovich, 1970. HUDSON, Charles M., Knights of Spain, Warriors of the Sun: Hernando De Soto and the South's Ancient Chiefdoms, Athens, Georgia, University of Georgia Press, 1997. _____. The Juan Pardo Expeditions: Explorations of the Carolinas and Tennessee, 1566–1568, Washington, D.C., Smithsonian Institution Press, 1990. IRVING, Washington, A History of the Life and Voyages of Christopher Columbus, London, John Murray, 1828 y muchas ediciones luego. KNIGHT, Vernon James (Ed. y aut.), The Search for Mabila: The Decisive Battle between Hernando Soto and Chief Tascalusa, Tuscaloosa, Alabama, University of Alabama Press, 2009. LOCKHART, James, Men of Cajamarca, a Social and Biographical Study of the First Conquerors of Peru, Austin, University of Texas Press, 1972. MENÉNDEZ PIDAL, Ramón, The Spaniards in Their History, New York, WW Norton, 1966 [primera edición, 1950]. MILANICH, Jerald T. & Susan MILBRATH (Eds.), First Encounters: Spanish Explorations in the Caribbean and the United States, 1492-1570, Gainesville, Florida, University Presses of Florida,1989. PHILLIPS, Carla Rahn & William D. PHILLIPS, Jr., The Worlds of Christopher Columbus, Cambridge, Cambridge University Press, 1992. PRIESTLEY, Herbert Ingram (Ed. y trad.), The Luna Papers: Documents Relating to the Expedition of don Tristán de Luna y Arellano for the Conquest of La Florida in 1559-1561, De Land, Florida, Florida State Historical Society, 1928.

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