RECENSIONES

Complutum ISSN: 1131-6993

http://dx.doi.org/10.5209/CMPL.64515

Emilio Gamo Pazos, La romanización de Celtíberos y Carpetanos en la meseta oriental (Zona Arqueológica, n.º 22), Ediciones del Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, Alcalá de Henares, 2018. ISBN: 978-84-451-3628-3; 374 páginas.

comparar una cultura material y un caudal de datos arqueológicos muy superior. En este sentido, el libro que comentamos es la prueba inequívoca de la mayoría de edad de la historia antigua y la arqueología de Guada- lajara, que han sabido desarrollarse en el entor- no del propio Museo provincial y de la mano de las cercanas universidades madrileñas, to- mando impulso con Memorias de Licenciatura y Tesis Doctorales que han ido formando un corpus documental que permite tratar ahora de forma autorizada del pasado de estas tierras. En esa labor, Emilio Gamo Pazos ha sido uno de los protagonistas y no es casual que sea él quien ahora nos brinda este libro, que debería llevar por subtítulo “La provincia de Guada- lajara entre los siglos III a.C. y I d.C.” como Cuando llegó a mis manos el libro del que definen el contenido en sus respectivos prólo- ahora escribo, no pude dejar de evocar el sal- gos tanto M. L. Cerdeño como R. Sanz Serra- to cualitativo y cuantitativo que ha dado la no, directoras de la Tesis Doctoral de la que investigación arqueológica en la provincia de resulta este volumen. Al mismo lugar llega el Guadalajara en las últimas cuatro décadas y, de autor cuando anuncia, en el primer párrafo de forma exponencial, en los últimos veinte años. la obra, que su objetivo es “el estudio de los La sola cubierta del volumen, con la vista aé- primeros siglos de la presencia romana en los rea del enclave de La Coronilla, proporciona cursos altos del Tajo, Henares, Jarama y Taju- una imagen de actividad arqueológica que no ña”, es decir, la provincia de Guadalajara. existía antes de 1973, cuando Dimas Fernán- La identificación de este espacio por su de- dez-Galiano impulsó los primeros trabajos nominación administrativa actual o por su ca- arqueológicos regulares en la provincia. Tan racterización étnica antigua, en todo caso, es importante como ese avance en el ritmo de las un asunto banal que no debe hacernos olvidar excavaciones y los estudios ha sido el sucesi- que nos encontramos ante un espacio geográfi- vo planteamiento de preguntas históricas que, camente central de la península Ibérica (cf. los ahora con más datos, pueden llegar a formu- mapas de pp. 34 y 301) que, mayoritariamen- larse. Baste recordar el coloquio de Paleoetno- te, es parte de la Celtiberia aunque su extremo logía publicado en 1992 en las páginas de esta occidental –que gravita en torno a Complutum misma revista, en donde se trató de etnias y de en época romana– se encuentre en tierra de límites entre Celtiberia y Carpetania (Gonzá- carpetanos. El verdadero problema es el del lez-Conde 1992) con el reducido abanico de establecimiento de unos límites aproximados recursos informativos entonces disponible. Por entre ambas identidades étnicas de cara a su el contrario, hoy se pueden analizar las mismas reflejo en nuestra cartografía, pues tales límites fuentes literarias que entonces pero se puede en sentido estricto nunca existieron y las zonas

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de contacto entre Celtíberos y Carpetanos de- detallado análisis de las fuentes relacionadas bieron ser áreas permeables desde el punto de con la presencia bárquida en Iberia, sosteni- vista cultural cuya nitidez se iría degradando do en un completo análisis de la bibliografía por los cambios de residencia y movimientos precedente (pp. 50-57) y refrendado para el demográficos de corta y media distancia de sus territorio en estudio por las evidencias de im- habitantes. Un ejemplo de ello puede ser la im- portaciones de cerámica de barniz negro y las posibilidad de fijar los límites orientales exac- ocultaciones monetales de y Armuña tos del territorio vettón a partir de la presen- (pp. 57-68). cia de esculturas de verracos pues, como bien En el capítulo 3 entran en escena las tropas dice Gamo (p. 33) llegan hasta las cercanías romanas con sus primera presencia en el te- de Toledo, algo que se explica con la simple rritorio de la actual provincia de Guadalajara, presencia en esa zona de un grupo o de un indi- inmediatamente después de la Segunda Guerra viduo procedente de tierras más occidentales. Púnica. Tras el necesario repaso a las fuen- La propuesta de limites entre Celtiberia y Car- tes escritas para el siglo II a.C. (pp. 73-106), petania se apoya en la distribución de los tipos el autor analiza el contacto con Roma desde cerámicos que se consideran “fósiles guía” en una doble perspectiva: la posible existencia de tierras carpetanas: las cerámicas “jaspeadas” y campamentos romanos y la destrucción de po- las estampilladas (Fig. 4a-b). Si se superpone blados celtibéricos. Sobre la primera cuestión la zona de distribución de ambos tipos cerámi- planea siempre el espinoso caso del supuesto cos, se llega como conclusión lógica al mapa campamento de La Cerca en Aguilar de An- de la p. 34 (Fig. 2) pero no hay que olvidar guita (pp. 107-110), cuya identidad como tal que, al oponer la distribución de tipos cerá- es más una rémora de la historiografía que una micos prerromanos propios de la Carpetania consecuencia del estudio científico. En este (p. 37, Fig. 4a-b) con la presencia en la epi- asunto tengo que discrepar con el autor, que grafía latina de la Celtiberia de cognationes u apoya la interpretación del lugar como “un organizaciones citadas con genitivos de plural campamento romano de planta irregular” (p. (p. 37, Fig. 4d), estamos contraponiendo dos 108), pues tanto las excavaciones de los años realidades culturales que no son contemporá- 2009-2010 como la propia topografía y los ha- neas. Aun admitiendo que esas cognationes se llazgos materiales abogan por la presencia en manifiesten en época romana en áreas simila- este lugar de un oppidum celtibérico, por más res a las que ocuparon en época prerromana, que la existencia de un campamento tuviera algo que no siempre ocurre, su empleo como sentido en ese lugar y en ese contexto tempo- criterio para deslindar etnias sólo puede ser ral. Hoy por hoy, no hay argumentos que ava- orientativo. Por ello, hay que aplaudir que el len esa hipótesis. autor haga una exposición detallada de todas Y tras la discusión del posible uso campa- las evidencias que caracterizan a carpetanos y mental del oppidum de La Cerca se encuen- celtíberos en estas “zonas de frontera” (pp. 33- tra una de las secciones más interesantes de la 45), que ofrezca el estado de la cuestión y que obra, la dedicada a “La destrucción de hábitats no trate de forzar un establecimiento de límites celtibéricos” en el contexto de la conquista ro- que fue variable a lo largo del tiempo (p. 45). mana del interior de Hispania (pp. 110-116). Tras la interesante y necesaria discusión Esta breve sección presenta de forma resumida de los límites, la segunda parte del capítulo un cúmulo de datos, que son de conocimiento 2 se ocupa de la influencia cartaginesa y del común para quienes conocen bien la arqueolo- impacto de la Segunda Guerra Púnica en estos gía de Guadalajara pero que no forman parte territorios del centro de Hispania (pp. 45-69). aún del caudal informativo empleado por toda Este es uno de los aspectos más novedosos de la comunidad científica. Aquí se avanzan ya la obra, pues rara vez se ha abordado con an- datos sobre el oppidum de Los Rodiles (Cubi- terioridad pese al cúmulo de evidencias que llejo de la Sierra), analizado con detalle unas presenta el autor. En este sentido, cabe reseñar páginas más adelante, que fue fundado ex novo el elenco de fragmentos de cerámica griega en- a finales del siglo III a.C. y abandonado antes contrados en la provincia de Guadalajara que de la segunda mitad del siglo I a.C. De gran hay que vincular a las rutas del comercio pú- interés son las informaciones que se ofrecen nico (p. 46-48), las importaciones de cerámica sobre el castro de El Palomar, en Aragoncillo, de barniz rojo o las cuentas de pasta vítrea (p. que parece mostrar una destrucción atribuida 49). Esa caracterización material va unida a un al ejército romano a mediados del siglo II a.C.

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(p. 114) y vinculada a “la II Guerra Celtibérica uso del término “municipio romano” (p. 155) (153-151 a.C.) o la guerra de Numantia (143- que responde a una definición jurídica y tiene 133 a.C.)” (p. 115). otras connotaciones, y es pronto para suponer Un espacio importante de la obra está re- “una promoción jurídica posiblemente en épo- servado al capítulo 4 (pp. 117-165), dedica- ca flavia” (p. 157) de la que no hay evidencias. do al “auge del ‘sistema de los oppida’ desde Hay que aplaudir la inclusión en esta relación finales del siglo III a.C., como consecuencia de oppida de El Castejón de Armuña de Ta- de “la presión ejercida por púnicos y roma- juña (pp. 158-159) –cada vez mejor conocido nos” (p. 119). Tras una recapitulación teórica gracias a la publicación de las monedas de un sobre el concepto de “sistema de los oppida”, tesoro monetario y al anuncio de que existen Emilio Gamo presenta un elenco de los prin- otros materiales aún inéditos (Ripollès et alii, cipales oppida del área celtibérica, todos ellos 2009)– y la referencia a otros enclaves con conocidos en la bibliografía pero no por eso menos relevancia bibliográfica hasta la fecha siempre tenidos en cuenta. Es el caso de los como los de Almoguera, o An- castros de , El Losar I, Riosalido, Val- guix, logrando así colocar en un mismo ámbito derrebollo, , o Maranchón, que temático una serie de enclaves que no habían han sido objeto de estudios individuales en di- sido comparados hasta la fecha. ferentes ocasiones pero que ahora se presentan El más largo de los capítulos del libro está agrupados. Un mérito reiterado de este libro dedicado a “Los cambios socioeconómicos”, de Emilio Gamo radica en que los datos que en el que se recogen los “datos arqueológicos, con frecuencia se interpretaban por separado textuales y epigráficos” (pp. 167-262). Mu- se convierten aquí en piezas de un puzzle y chos de las informaciones que se exponen en con ello cobran sentido. En términos genera- esas páginas habían sido citadas en alguna de les, los datos presentados por el autor avalan la las precedentes, pero ahora se sistematiza toda existencia de un modelo de concentración de- esa información y se ofrece una segunda forma mográfica en grandes oppida, sin que ello sig- de leer el libro a partir de la cultura material. nifique la desaparición absoluta de los peque- Esta parte incluye una cómoda presentación ños emplazamientos, y una progresiva etapa para el lector de las evidencias de las prácti- de amortización que en diferentes lugares de cas agrícolas, ganaderas, mineras, artesanales, este capítulo se achaca al conflicto sertoriano. etc. del territorio estudiado (pp. 169-198) y en Hay que destacar que nada de lo presentado el análisis del tejido viario, la circulación de contradice la aparición “entre el siglo II a.C. productos de prestigio y las evidencias mone- y las primeras décadas del I a.C.” de “asenta- tarias (pp. 198-220); en esta ámbito se trata de mientos fortificados de pequeñas dimensiones la hipotética ubicación de cecas preimperiales con murallas ciclópeas” vinculados a la explo- en la región (pp. 207-212), asunto en el que tación de los recursos y, con frecuencia, a la el escollo sigue radicando en la vinculación sal (p. 143), una actividad que aparece citada entre Lutia y Luzaga (pp. 208-209). Si en este en diferentes momentos del discurso del au- caso los argumentos filológicos parecen sos- tor (especialmente pp. 193-198). No hay que tener la relación entre el nombre de la ceca olvidar que la obtención de sal por evapora- y la voz lutiakei del Bronce de Luzaga, más ción, bien documentada en diversos ríos del inconsistente se muestra el repetido intento alto Henares, es una actividad indisociable de de ubicar en tierras de Guadalajara la ceca de la ganadería. Tras la descripción y análisis de kaiseza, hipótesis que también Emilio Gamo los oppida del área celtibérica, el libro aborda rechaza (p. 211). Por el contrario, no veo ar- los oppida del área carpetana y se ocupa de los gumentos para defender la ubicación de la de Alcolea del Torote, Taracena, , To- ceca de ekualakos en el Llano de la Horca en rre del Burgo, etc., todos ellos conocidos en Santorcaz (p. 212). la bibliografía precedente, y de Driebes, en el En dos libros anteriores de los años 2012 que las prospecciones y excavaciones del pro- y 2014 el autor publicó los catálogos de las pio autor en los últimos años han dado unos inscripciones latinas de época romana y de los resultados espectaculares. El conocimiento de textos en signarios paleohispánicos respectiva- la trama urbana en las prospecciones de geo- mente. Ahora vuelve a ocuparse del nacimiento rradar y los resultados de las primeras cam- de la cultura epigráfica en la región (pp. 220- pañas de excavación avalan la presencia aquí 229), poniendo de manifiesto la existencia de de una ciudad romana, pero hay que eludir el posibles grafitos cerámicos de los siglos VI-V

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a.C. en área celtibérica y de un grafito púnico romano (pp. 301-327). Este apartado se apo- del siglo IV a.C. en el área occidental (carpe- ya en una discusión inicial sobre cómo afec- tana) de la provincia, aunque la extensión del ta la organización administrativa romana a la hábito epigráfico no llega hasta el siglo II a.C. región, con la identificación de los conventos (p. 221). Esto es comprensible y avala la idea jurídicos en cuya órbita entra cada zona, para tradicional de que la plena extensión de ese reunir después los datos que existen a día de hábito en el centro de Hispania se produciría hoy sobre los diferentes enclaves urbanos y tras el contacto con Roma, al igual que ocurre sobre las mansiones itinerarias, tratando así en otras zonas del levante peninsular. El lec- de reconstruir la geografía del territorio tras tor interesado en el tema encontrará aquí una la desaparición de la mayor parte de los en- muy útil tabla (pp. 225-230) con el catálogo claves indígenas. En este último apartado, que de los grafitos paleohispánicos de la provin- por razones obvias no es ni el más largo del cia de Guadalajara. Una parte sustancial de libro ni se apoya ya en tantos elementos mate- ese capítulo 5 está dedicada a “la esfera de las riales como los precedentes, hay que destacar creencias”, en donde se recogen y comentan la rigurosa discusión que se hace de cuestiones los testimonios de divinidades indígenas (pp. como la controvertida identidad de la ciudad 230-236) antes de abordar –por este orden– los y de la mansio de Segontia con Sigüenza, o espacios funerarios (pp. 236-253) y los espa- sobre la extensión del territorium de Complu- cios de culto (pp. 253-262). Dada la naturaleza tum, temas capitales para entender la geogra- de estos dos últimos apartados, que tienen más fía de la región. Cierran el libro unas breves de descripción material que de reflexión teóri- pero jugosas conclusiones y una extensísima ca, quizá deberían haber constituido un capítu- bibliografía (pp. 331-374) cuya exhaustividad lo en sí mismos. justifica por sí sola su publicación. A este res- Si en el capítulo 3 se había explicado el pecto, sólo objetaría que la reducida relación impacto de la presencia romana en la región de las abreviaturas bibliográficas se encuentra hasta comienzos del siglo I a.C., el capítulo en la página 20, al comienzo del libro, cuando 6 continúa ese relato con los acontecimientos la bibliografía se encuentra al final de la obra. que tuvieron lugar entre la época de Sertorio La costumbre en los trabajos académicos (y y la de Augusto. No podía faltar aquí un am- también en esta misma colección, cf. n.º 18) es plio y bien cimentado análisis de la ciudad de que ambas relaciones vayan unidas. Caraca, de las fuentes que aluden a ella y de En resumidas cuentas, este nuevo libro de la realidad arqueológica descubierta en las re- Emilio Gamo analiza con gran rigor las noti- cientes excavaciones (pp. 269-285). Pero nin- cias de las fuentes y las evidencias materiales guna de las evidencias existentes autoriza por de varios siglos de historia de la provincia de el momento a entender que estamos ante “un Guadalajara en la antigüedad y, con ello, de- núcleo promocionado jurídicamente” (p. 276). muestra que el avance de la investigación en Al hilo de las campañas sertorianas en las que las últimas décadas no sólo ha sido cuantita- se menciona Caraca, Emilio Gamo recapitula tivo sino cualitativo, de manera que hoy, con toda la información disponible sobre los nu- una sólida formación académica previa, su merosos glandes de plomo que conocemos en autor ha podido convertir esos miles de datos la región a nombre de Sertorio, la mayor parte en un relato convincente en el que, por fin, po- procedentes de la Muela de Alarilla (pp. 276- demos leer y entender la historia antigua de la 282). región. El último capítulo de la obra está destinado a dibujar el paisaje de la provincia de Guada- Juan Manuel Abascal Palazón lajara en las primeras décadas del Principado Universidad de Alicante

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