GR-74: San Roque de Riomiera -

La bella localidad de Selaya se asienta un valle enteramente rodeado por un circo de somos, coteras y montañas de moderada altitud, con laderas herbosas en las que hoy se ubican infinidad de cabañas, bien pudo ser, en otros tiempos, un Sel comunal para el pastoreo de las vegas carredanas, seguramente repleto de hayas (aún se conserva un buen hayal por encima de la Ermita de Valvanuz) que sirvieron de sombra en el verano, tanto al ganado como a los pastores. Este “sel de hayas” derivó su nombre al que hoy se conoce como Selaya. En esta zona donde confluyen el río Pas y su afluente el Pisueña, que nace en este enclave territorial.

Este municipio limita al noreste con San Roque de Riomiera, al noroeste con y al sur con . Abarca una superficie de 39,4 km2 sobre la que se distribuyen sus cuatro entidades de población: la capital, Selaya, y las áreas rurales de Bustantegua, Campillo y Pisueña. En ellos residen cerca de dos mil habitantes, concentrándose la mayoría de ellos en el núcleo principal, convertido en centro comercial y administrativo de la parte alta del valle.

Selaya está enclavada en la comarca del Pisueña, que se extiende desde el nacimiento de este curso fluvial hasta su confluencia con el río Pas y ocupa una vega rodeada por altas montañas desde las que se divisan bellas panorámicas de los valles del Pas, Pisueña y Miera. Este es el caso del Alto del Mojón, también denominado Alto de Campillo, puerto de 822 m de altitud situado en la divisoria Pisueña-Miera, muy cerca del llamado alto de El Caracol, de 898 m. Por él atraviesa la carretera que enlaza Selaya con el municipio vecino de San Roque de Riomiera, pasando por Campillo, desde donde se puede contemplar el ondulado relieve y la dispersión parcelaria característica del entorno pasiego. Cerca de este enclave se encuentra también el Cotero el Tejo (1.051 m).

La historia conocida de Selaya se inicia la Edad Media, cuando el valle formaba parte de la organización administrativa de Carriedo, en el núcleo de la Merindad de las Asturias de Santillana. Entre las referencias documentales existentes cabe citar una cédula de fundación concedida en el año 968 para el monasterio de San Martín de Aguilar de Campoo, en la que se manifiesta que el conde Fernán González gozaba de posesiones en este territorio enclavado entre los ríos Pas y Miera.

A partir del siglo XII el campesinado fue tomando dependencia de monasterios y, más tarde, de la nobleza. Los pequeños propietarios entregaron sus tierras a los señores a cambio de protección, pasando a ser colonos de las mismas. Con el paso del tiempo dicha dependencia creció y se convirtió en hereditaria, generando una serie de tributos que favorecieron a ciertas familias en la zona, entre las que destacaron los Castañeda y los De la Vega, linajes que dejaron constancia de sus disputas sobre el valle de Carriedo y el de Toranzo.

A lo largo del siglo XIII puede que fuera la Casa de Lara (de la que se cree que desciende la De la Vega), la que ejerciera poderío sobre los habitantes del término de Selaya. Este planteamiento se desprende del contenido del Apeo del Infante Don Fernando, fechado en el año 1404, en el que se menciona una casa-fortaleza mandada edificar en este lugar por Manrique Lara y una dehesa plantada de robles propiedad también de éste.

La tradicional condición de realengo del territorio, habitado por gentes de behetría (población cuyos vecinos, como dueños absolutos de ella, podían recibir por señor a quien quisiesen), provocó múltiples pleitos. Durante la época de Fernando III (1217-1252) el linaje de los Castañeda ya 1 dominaba varios valles, entre ellos el de Toranzo y parte del de Carriedo. Con el tiempo, la dependencia pasó a la familia De la Vega.

Tras la muerte del último señor de la Casa de Castañeda, el señorío le fue concedido a don Tello, descendiente de Alfonso XI de Castilla y conde de Vizcaya y Aguilar. Su hijo, Juan Téllez, que heredó los condados de Aguilar de Campoo, Castañeda y las merindades de Liébana, Pernía y Campoo de Suso, así como los castillos de Vispieres y Peñamellera, había contraído matrimonio con Leonor de la Vega, cuya hija, Aldonza Téllez de Castilla (Aldonza de Castañeda), se convirtió en única heredera al perecer sus padres y hermano. De esta forma, su marido Garci Fernández Manrique acabó convirtiéndose en señor de Aguilar de Campoo, más tarde marquesado, y a partir de 1429, debido a la concesión de un privilegio otorgado por Juan II, el primer conde de Castañeda.

Sin embargo, con el segundo matrimonio de Leonor de la Vega, con Diego Hurtado de Mendoza, almirante y alcalde mayor de la Merindad de las Asturias de Santillana, había proseguido la expansión de este linaje, situándose al frente del mismo el hijo de ambos, Íñigo López de Mendoza. A partir de entonces se sucedieron las disputas con su hermanastra Aldonza y el marido de ésta por ampliar su poder. Dicho conflicto concluyó con la victoria de Íñigo López de Mendoza, a quien, en 1444, el Rey Juan II de Castilla concedió la villa de Santillana y sus dominios, entre los que se encontraba el valle de Carriedo, y un año más tarde, le fue otorgado el título de I Marqués de Santillana (1445-1458). Treinta años después, en 1475, los Reyes Católicos, nombraron a su heredero, Diego Hurtado de Mendoza, I Duque del Infantado. De esta forma fue como la Casa de la Vega obtuvo definitivamente el señorío del territorio en el que se incluía el valle carredano, a pesar de la oposición, en ocasiones violenta, de sus gentes, quienes lucharon por recuperar su condición de tierra de realengo, realizando esta demanda ante la Real Chancillería de Valladolid.

Se ponía en marcha así el conocido pleito de Carriedo, que finalmente se resolvió de forma favorable para los locales, que obtuvieron la reversión del valle a la Corona en 1503, aunque, debido a las apelaciones presentadas por el marqués de Santillana, la sentencia no se hizo efectiva hasta el 1 de junio de 1546. Desde entonces pasaron a formar parte de la provincia de los Nueve Valles, que en el siglo XVIII dio lugar a la formación de la provincia de .

Cuando se establecieron los ayuntamientos, durante el Trienio Constitucional (1820-1823), surgió el municipio de Selaya en los límites que mantiene hoy en día, siendo éste uno de los cuatro términos municipales en los que se dividió el valle de Carriedo, junto a Villacarriedo, Saro y . En 1822 fue adscrito al partido judicial de Ontaneda, que en 1835 cambió la capitalidad a Villacarriedo, cuando se incorporó al de Santander. Desde 1992 su referencia judicial es .

2

Recorrido

Se sale de San Roque de Riomiera por un camino que tiene su comienzo a la izquierda de los soportales que albergan el mercadillo (frente a la Iglesia). Al principio son escaleras que suben por encima de la tapia de los soportales, pero pronto se convierte en una calleja que asciende entre cierres de piedra. A los pocos metros, en una bifurcación, hay que tomar el ramal de la derecha que conduce hasta la carretera, que se atraviesa, después de andar unos metros hacia la derecha, para continuar ascendiendo por el sendero, que lleva al barrio La Pedrosa (624 m).

Este barrio alargado, formado por cabañas, está dividido por la carretera. Desde las primeras edificaciones se puede divisar, enfrente y por encima de todas las demás, El Collao, un promontorio con una cabaña próxima. Para llegar hasta allí se toma la carretera hacia la izquierda durante un corto trayecto. En una curva se deja una casa, que está cerca de la carretera, y se continúa hasta llegar, a un sendero, que comienza unos metros antes de llegar a otra casa que también se encuentra pegada a la carretera. El camino pasa por detrás de ésta y atraviesa un arroyo.

Enseguida se encuentra una bifurcación. Un ramal sigue de frente, pero se tomará el que asciende por la derecha adentrándose en el monte. Unos metros más adelante hay una nueva bifurcación, en la que se subirá por el ramal de la izquierda (el que llanea de frente va a dar a una finca). Enseguida

3 se sale del monte para continuar por una ladera herbosa (probablemente haya que atravesar un cierre de ramas que evita que el ganado descienda a la carretera).

Se pasa cerca de una finca con cabaña (si por error al cruzar las ramas, o por exceso de matorral, se ha subido por esta finca, no importa, ya que el sendero comienza unos pocos metros por encima de la cabaña) para enseguida alcanzar la primera cabaña de El Collao (800 m), que es la que se veía desde La Pedrosa. Desde esta atalaya las vistas son magníficas: al (S) se encuentra El Cotero Tejo y toda la alta sierra que conduce al Portillo de Ocijo y al collado de La Cuchía (los Picones de Sopeña). Si el día lo permite se divisa Castro Valnera.

A partir de esta cabaña el camino se hace más visible, pasando por otras dos edificaciones más, la última de las cuales (843 m) será el punto más alto del recorrido. Aquí se toma el sendero por el que se desciende hasta la carretera, en las proximidades de las singulares, solitarias e inconfundibles peñas de El Castro (871 m) y Peña Caracol (918 m). Peña El Castro y Peña Caracol

Este punto se denomina El Mojón (800 m), por encontrarse aquí la separación entre los municipios de San Roque de Riomiera y Selaya. Se continúa unos metros por la carretera, hacia la derecha, y antes de llegar a la finca de El Mojón se encuentra una pista que asciende por encima de ésta y llega hasta otra gran finca con una cabaña, donde termina. A partir de aquí se sigue por un sendero, que discurre pegado al cierre de piedra de este último prado. Al principio se dirige al O (de frente), para luego bajar hacia el S (izquierda).

Una vez terminado el cierre (que sigue hacia el E) se desciende por la hierba unos pocos metros hasta el sendero que comunica El Mojón con La Sotía. Se continúa hacia la derecha (0), pasando bajo una pequeña roca amarronada, la única descubierta entre la abundante vegetación, para seguir por el sendero que discurre sobre las angosturas del arroyo Vaolosquilos, que queda bastante abajo, y llegar a las cabañas altas de La Sotía (670 m). El sendero desciende hacia las cabañas de abajo (si el matorral de escajos es abundante, es preferible bajar por la finca que queda al lado). Después se continuará hacia la derecha, perdiendo altura entre típicas cabañas de La Sotía, para llegar, al cabo de un rato, al pequeño barrio de Bustantegua (506 m).

Hasta aquí llega una carretera que viene desde Selaya y por la que se puede descender hasta aquella localidad, pero se tomará un antiguo callejo que comienza pasadas las primeras casas, a la izquierda, y aunque hay que estar atentos para evitar errores en las bifurcaciones, siempre es más cómodo que andar por el asfalto. Este callejo se convierte finalmente en una pista con grijillo, que llega enseguida a la carretera.

Aunque se puede seguir por ésta a la izquierda, para empalmar con la que viene desde San Roque de Riomiera y llegar rápidamente a Selaya (230 m) (3 km aprox.), lo más recomendable es subir unos

4 metros hacia la derecha y al llegar a un cruce tomar el ramal que desciende por la izquierda que lleva a la bella Ermita de Valvanuz.

El Santuario de Nuestra Señora de Valvanuz es un lugar de mucha devoción para los habitantes del valle de Carriedo. En su interior se encuentra una hermosa imagen gótica del siglo XIV, de la Virgen sedente y el Niño. La ermita, de finales del XVII, es muy sencilla. Presenta una gran espadaña barroca que acentúa la verticalidad del edificio. En este lugar está la fuente de la Virgen y un hermoso parque Nª Señora de Valvanuz y su ermita merendero.

El día 15 de Agosto se celebra la fiesta de la Virgen de Valvanuz, patrona de los pasiegos, en este santuario. Ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico Regional y cuenta entre otras cosas, con un importante mercadillo, procesión con desfile de pasiegos ataviados con los trajes típicos, danzas folclóricas y concurso de salto pasiego, espectacular modalidad en la que el saltador se apoya en una vara a modo de pértiga. Todos estos atractivos conforman una de las fiestas más populares y atractivas de Cantabria.

Desde la ermita sólo restan 2,3 km de carretera para llegar a Selaya (230 m), uno de los municipios más monumentales de esta comarca. Cuenta con una iglesia del XVII, la parroquial de San Juan Bautista iglesia, de grandes bóvedas y buenos retablos barrocos. Sin embargo, su patrimonio más importante lo constituye su conjunto urbano, con numerosas casonas nobles, como el palacio de Donadío y la casa de Miera.

Palacio de Donaldío

El Palacio de Donadío es la construcción más destacada de Selaya. El inmueble se encuentra ubicado en la plaza de la Colina, su construcción se remonta al XVI, cuando la familia Macorra se va de Tezanos para ubicarse en Selaya, construyendo el actual palacio de planta rectangular circundando

5 una antigua torre. Se trata de una casa de planta cuadrada con dos pisos y fachada de sillería. Presenta el escudo en su fachada y está construida alrededor de una potente torre con cubos angulares y grandes pináculos en lo alto. La puerta de acceso es de medio punto y está flanqueada por dos columnas toscanas. La casa está rodeada por un muro con portalada, escudo y rollos heráldicos. La denominación de Donadío tiene su origen en el marqués de Donadío natural de Selaya a quien concedió el título Isabel II.

El palacio está ubicado junto a la carretera, que atraviesa el pueblo de Selaya vertebrándolo, en una posición de bisagra entre lo urbano consolidado, formado por la plaza de acceso y la bolera rodeada de una magnífica arboleda, ambas propiedad del palacio, a las que posteriormente se ha sumado el espacio vacío del otro lado de la carretera, y el caserío difuso, formado por la gran finca verde que rodea gran parte del palacio.

Selaya tiene, además otras importantes casas nobles. En el centro de esta localidad se encuentra la casona de Arce Reinoso, solar de Diego Arce Reinoso, obispo de Salamanca e inquisidor general en el XVII, y la de los Losada o la de General Barca, de finales del siglo XIX.

Casona de Miera

Sin embargo la que más destaca es la Casona de Miera, que puede fecharse a principios del XVII. Esta casa señorial, característica de la arquitectura tradicional montañesa, consta de un cuerpo principal en forma de escuadra de dos plantas y una torre adosada de tres alturas. La fachada delantera presenta perfecta interrelación entre los elementos que aparecen en la misma, no sólo en cuanto a ubicación, formas y medidas, sino también a materiales. El soportal, elemento sobresaliente de la casa, es un espacio amplio, abierto a la corralada y a la calle mediante dos arcos de medio punto, sobre el que se sitúa la sala principal. Éste era un espacio fundamentalmente de trabajo, donde se guardaba el carro y otros aperos de labranza. Los arcos se apoyan sobre pilares que carecen de capiteles, sustituidos por impostas, que se combinan con impostas refajadas. Al soportal se abren puertas hacia el interior de la casa, actuando como distribuidor de la zona de vivienda y la de trabajo. La separación entre dos pisos es señalada en el exterior mediante imposta refajada que atraviesa toda la fachada. Este elemento ordena visualmente la fachada, a la vez que sirve para atar los muros. La fachada principal y la Torre están presididas por un blasón cuartelado con las armas de Miera, Arce, Castillo de la Concha y Ceballos, representados por una torre, guerrero en lo alto con dos llaves de oro y dos lebreles y árbol. Es el elemento más sobresaliente de la Casona. Las armas de esta casa constan en varios expedientes de Órdenes militares.

6 En Selaya son de resaltar los cubos y el rollo heráldico. Los doce cubos se encuentran generalmente en las esquinas de los cerramientos de piedra de las fincas, mientras que el rollo aparece exento, rematado ornamentalmente y con escudos labrados. Están repartidos por el pueblo con la siguiente ubicación: Cuatro en el Palacio de Donadio. Plaza de Colina, 1. Dos en la calle Soledad, número 2. Uno en la calle Fraternidad, número 1. Cuatro en la Casona de Linares. Uno en la calle Campo, número 4. El Rollo heráldico está en el barrio de la Soledad, concretamente en la calle Campera, 14. Es uno de los pocos rollos heráldicos de Cantabria. Porta entre otras las armas de Miera y Sámano y data del siglo XVIII. También es muy interesante el humilladero con cristo en la cruz, hecho en piedra, en el Km. 43 de la carretera de Vega de Pas a Villacarriedo, en la misma entrada a Selaya.

Selaya: Casonas, rollo heráldico y humilladero

Todo este interesante conjunto monumental es una clara prueba de la importancia que tuvo Selaya durante los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, el resto del espacio urbano, está configurado en su mayor parte por arquitecturas de reciente creación y poco respetuosas con las tramas urbanas tradicionales. Aunque en este espacio aún quedan algunas construcciones originales como la capilla, que el propio marqués de Donadío mandó reconstruir y algunas viviendas con dos plantas de altura, que han mantenido la escala y la tipología tradicionales.

Javier Tezanos 07-03-2007

7 8