Rosario De Acuña Y Villanueva. Una Heterodoxa En La España Del Concordato
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Rosario de Acuña y Villanueva Una heterodoxa en la España del Concordato Macrino Fernández Riera Rosario de Acuña y Villanueva Una heterodoxa en la España del Concordato ZAHORÍ EDICIONES Primera edición: octubre de 2009 © Macrino Fernández Riera, 2009 © De esta edición Zahorí Ediciones www.zahoriediciones.com ISBN: 978-84-937459-1-2 Depósito Legal: AS-5490-2009 Publicep Libros Digitales S.L. Impreso en España – Printed in Spain Queda prohibida, salvo excepción prevista en la legislación vigente, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. Índice Introducción 7 1. Españolita que vienes al mundo te guarde Dios… Aproximación a la España de mediados de siglo 22 Madrid, capital del Reino 30 Buena cuna, mejor crianza 38 Una familia de orden 52 2. Literatura y propaganda Mujer y Literatura 62 Las inmediatas predecesoras: románticas, isabelinas… 72 De poeta a publicista 81 Inclusión en el canon decimonónico 110 3. Esposa te doy, que no esclava Iglesia, Estado y matrimonio 118 Un contrato desigual 129 Un amigo abnegado y respetuoso 142 4. Del crecimiento de las ciudades y el alejamiento de la Naturaleza La atracción urbana 156 Pinto: la metamorfosis 166 Cueto: trabajando por la supervivencia 181 Gijón: el compromiso social 194 5. Santa corona de domésticas virtudes Diferentes naturalezas, diferentes funciones: El ángel del hogar 216 Hacia la formación de una conciencia feminista 226 De esposa virtuosa a combativa feminista 240 Las solteras y las viudas hagan lo que quieran 252 6. Amor a la patria Construyendo una nación 268 Del Peloponeso a Finisterre: la gran nación latina 282 El error de José Martí: Rosario de Acuña no era cubana 289 Oigo, patria, tu aflicción 293 De la monarquía liberal al mesianismo proletario 309 476 Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato 7. Católicos, librepensadores y masones La ruptura de la unidad católica de España 324 La lucha por la libertad de conciencia 333 Una esperanza: Las Dominicales del Libre Pensamiento 339 La masonería española a mediados de los ochenta 348 Los primeros pasos de la nueva hermana 357 Con creencias que por nada ni nadie consentiré en perder… 366 8. El campo de confrontación Los males del liberalismo y la división de los católicos 378 Clericales y anticlericales 390 La disputa toma la calle: la Ley del Candado 401 Mujer a mujer, obrero a obrero 408 Formación religiosa y pensamiento científico 422 9.…una de las dos Españas ha de helarte el corazón Entre insultos y homenajes 436 La tumba del olvido 443 Emergiendo entre la borrina 453 Bibliografía citada 461 Introducción Cumple el título su cometido informando acerca del contenido de la obra, cumple el suyo el subtítulo completando o matizando la información. Resta ahora que estas páginas preliminares ofrezcan al lector indicios suficientes acerca de lo que habrá de encontrar si, como espero, decide aceptar el envite hasta el final: ¿Quién fue Rosario de Acuña y Villanueva? ¿Qué cualidades adornaron la figura de esta mujer para que durante años su nombre figurara en el callejero de ciudades como Barcelona, Tarrasa o Valladolid? ¿Cuáles son los méritos que se le atribuyen para que aun hoy, ochenta y tantos años después de su muerte, lo haga en el de algunas otras como Madrid, Gijón, Pinto o Santan- der? ¿En qué consistió la supuesta heterodoxia que se le imputa? ¿Qué tipo de conexión es el que puede establecerse entre su vida y el concordato al que se alude en el título?... Veamos I El primer día de noviembre del año 1850 ve por primera vez la luz Rosario de Acuña y Villanueva, una nueva madrileña nacida en la acomodada posición que confiere el hecho de ser nieta de un eminente médico y naturalista, por parte materna, y de un hijo del X Señor de la Torre de Valenzuela, una de las ramas con las que la familia Acuña ejercía el señorío en buena parte de las tierras de Jaén, por la paterna. Su condición de hija única y de enferma precoz, pues desde muy niña padeció una afección ocular que le negaba la visión du- rante largos periodos de tiempo, le permitió seguir una educación muy perso- nalizada, bastante diferente a la que por entonces recibían las niñas de su edad. Así, de la mano de su padre fue conociendo la Historia y la Literatura; de la de sus abuelos, las Ciencias Naturales; de su madre, el calor del hogar; y de la 8 Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato Naturaleza, todo lo demás. Fueron, en efecto, muchas las temporadas pasadas en las propiedades que poseía su abuelo en Jaén donde, cuando sus ojos se lo permitían, se dedicaba a contemplar el comportamiento de todos los seres, animales y racionales, que poblaban aquellas tierras; varios fueron los viajes que realizó, con sus padres primero y sola más tarde, por las tierras de España y por las de Francia e Italia. Todo ello completado con buenas lecturas, afama- das representaciones dramáticas y los mejores conciertos. La única hija de aquella familia acomodada muestra pronto inquietudes li- terarias que la llevarán a publicar sus primeros poemas al poco de cumplir los veinte años. Estimulada por el cariñoso aliento de los más próximos y dado que parece que no se le da mal el arte de la rima, se atreve a acometer una obra de mayor complejidad: en 1875 se estrena su drama Rienzi el tribuno, que obtiene el aplauso del público, la aprobación de la crítica y los parabienes de renom- brados escritores del momento, como Núñez de Arce, Campoamor, Alarcón, Echegaray y algunos otros integrantes del Parnaso nacional. No acaba ahí la cosa, pues alentada por las alabanzas recibidas, decide publicar Ecos del alma, un volumen con algunos de sus primeros poemas. Antes de terminar el año, próspero año, va a contraer matrimonio con un oficial del ejército. Aquella joven de buena cuna, que por entonces cuenta con veinticinco años de edad, parece que tiene por delante una vida llena de prometedoras venturas. Mas poco tiempo después algo se tuerce en su camino: su matrimonio se rompe por causas que no conocemos del todo, aunque algunos achacan a la infidelidad del militar, y la joven escritora decide alejarse de la gran ciudad, a la que cree fuente de vanidades, envidias y futilidades insanas. Se instala en una quinta campestre situada en una pequeña población al sur de Madrid y allí, atendida por familiar servidumbre y rodeada de sus animales y plantas, medita, estudia y escribe. Poco tiempo después, recibe otro gran mazazo: la muerte de su querido padre. Han pasado apenas unos años desde el venturoso 1875, pero todo parece haber cambiado: su matrimonio se ha roto apenas iniciado y su amadísimo padre, todavía joven, se ha ido para siempre. Los que siguen son tiempos de hondas meditaciones y de sosegado disfrute de las bondades de la naturaleza cultivada en la que vive; de lecturas, reflexiones y entusiasmados artículos en los que cuenta a sus lectoras las bondades de la vida en el campo, lejos de la enfermiza ciudad. Así las cosas, tras meses de profundas meditaciones, decide hacer pública su voluntad de adherirse a las huestes que defienden la causa del librepensamiento; y así lo hace saber por medio de una carta que se publica en la primera página del semanario Las Dominicales del Libre Pensamiento en el mes de diciembre de 1884. Apenas un año después, se celebra en Alicante la ceremonia ritual que la convierte en integrante de la masonería. Es consciente de que ha cruzado a la otra orilla y que el camino emprendi- do le podía arrostrar no solo el sarcasmo y la sátira, sino también la hostilidad de la gente de orden, de los que «tienen grandes influencias en mi patria». El Introducción 9 asunto tampoco es que fuera baladí: la chica de los Acuña, aquella que tanto prometía como poeta y dramaturga; que ya había publicado varios poemarios (La vuelta de una golondrina, Ecos del alma, En las orillas del mar, Morirse a tiempo), tres dramas (Rienzi el tribuno, Amor a la patria y Tribunales de ven- ganza), así como numerosos artículos en diversos periódicos y revistas del país, algunos de los cuales habían sido incluidos en sus libros Tiempo perdido y La Siesta; la que tan buena pareja hacía con el joven y encantador militar, convertido por entonces en un alto funcionario del Ministerio de Fomento; la que había pasado a ser cuñada de un joven diputado a cuya antigua amistad con Bécquer añadía ahora un prometedor futuro en el mundo de la política, a la sombra del mismísimo Romero Robledo; la sobrina del cesante gobernador civil de Castellón y de otros tíos que ocupaban altos cargos en las instituciones civiles y eclesiásticas... aquella jovencita se había hecho librepensadora y ma- sona. ¡Por Dios! Desde ese momento, mediada la década de los ochenta del decimonoveno siglo y cuando ella camina hacia la segunda mitad de la treintena, su vida se desarrolla por entero al otro lado, en la primera línea de los que en aquel país, en el cual la jerarquía católica se encarga de velar por la pureza ideológica de la educación y por la moralidad de sus moradores, luchan en defensa de la libertad de pensar y de creer. Desde entonces, aplaudida por los suyos y vitupe- rada por los otros, su pluma abandona los cómodos renglones que ha surcado hasta entonces para convertirse en eficaz instrumento de la buena nueva: la pictórica poeta y viril dramaturga se transforma en afanosa publicista.