Informe de visita de inspección al volcán , 31 de marzo del 2007

Joanna Méndez Herrera(1), Lidier Esquivel Valverde(1) & Gerardo J. Soto(2) (1) Geólogos, Dpto. de Prevención y Mitigación, Comisión nacional de Prevención de Riesgos y Atención de Emergencias (2) Geólogo y Vulcanólogo, Área de Amenazas y Auscultación Sísmica y Volcánica, Instituto Costarricense de Electricidad

En la mañana del sábado 31 de marzo del 2007, se recibió el reporte en el 911 de parte de la Sra. Mayela Quesada, de Coliblanco de Irazú, respecto al avistamiento de “mucho humo saliendo del cráter volcán Turrialba y vegetación quemada en los alrededores”, por lo que solicitaba una inspección del área. Recibida la comunicación en la CNE, se procedió al planeamiento de una visita de inspección de los tres geólogos que suscriben a la cima del volcán. Se contó con el apoyo logístico y guía en el sitio de parte del Administrador del Parque Nacional Volcán Turrialba, Sr. Horacio Herrera.

Antecedentes geológicos, volcánicos y de peligros El volcán Turrialba (10º02΄N - 83º46'W; fig. 1), el más oriental de la Cordillera Volcánica Central de , es un estratovolcán complejo (aprox. 3340 m s.n.m.) que se localiza 24 km al noroeste de la ciudad del mismo nombre y comparte la misma base con el volcán Irazú. Es un cono alargado hacia el NE, con 3 km de radio máximo y 1,1 km de altura máxima en el NE, cuyas pendientes promedios son de 25º.

Fig. 1: Ubicación regional del volcán Turrialba, así como su estructura de alineamiento de cráteres. Se muestran los dos cráteres mencionados en el texto.

1/6 Las estructuras volcánicas del Turrialba tienen una clara orientación en dirección NE. La estructura cuspidal en parte es una caldera de avalancha o sector sectorial de colapso, ocurrida hace 9300 a 50 000 años (Reagan et al., 2006). Dentro de ella hay evidencias de un graben en la cúspide con paredes cortadas en ángulos de 50-70º, y la instalación de cuatro cráteres alineados: el NE, central y SW evidentes en la cima (fig. 1) y otro erosionado poco evidente más al suroeste (Soto, 1988). En los últimos 3400 años, se han verificado al menos 6 eventos explosivos de importancia en el Turrialba (Reagan, 1987; Soto, 1988; Reagan et al., 2006). El período eruptivo más violento fue de tipo pliniano, cuyos materiales eruptados son andesitas con

58-59% de Si02. El depósito más característico es una pómez de caída, de color crema a rosado, junto con escorias gris oscuras, con apariencia moteada, que en conjunto alcanza varios metros de espesor en la cúspide. La distribución de la pómez de caída, cuyo eje se orienta hacia el oeste, muestra que las cenizas con espesor de más de 1 cm cubrieron un área de 1000 km2. Previo a 1864, sólo se divisaron fumarolas en el cráter central, de mayor o menor vigor, distinguibles desde varias partes del Valle Central, en su mayoría fueron confundidas con erupciones, tales como en los años 1723, 1847, 1853, 1855 y 1858-59 y 1863. La única actividad eruptiva histórica en el Turrialba ocurrió entre setiembre de 1864 y marzo de 1866. (Seebach, 1865; González, 1910), con características freatomagmáticas (vulcaniana) y estromboliana (Reagan, 1987; Soto, 1988). Durante este período eruptivo (fig. 2), se dieron deslizamientos cerca del cráter activo, así como gran destrucción en el área cuspidal. Parte de estos depósitos se conservan aún en el flanco occidental del cráter activo.

Fig. 2: Dibujo de Karl von Seebach del Turrialba en plena erupción en 1864-66.

2/6 Posteriormente a la actividad explosiva en 1866, y hasta la fecha, sólo ha habido manifestaciones fumarólicas en los cráteres central, suroeste y entre ellos, de baja temperatura (cercana a 90ºC), en equilibrio con la temperatura de vaporización del agua, con aporte sulfuroso, y consecuente precipitación de azufre, mineral que fue explotado en el pasado en forma artesanal. A partir de marzo de 1996, la actividad sísmica ha registrado algunos picos, especialmente en octubre del 2000, y ocho adicionales hasta el 2004 (Barboza et al., 2003). Anteriormente, en 1982, otro enjambre había ocurrido en las vecindades (Güendel, 1982), aunque se interpretó que fue causado por fallas tectónicas en la vecindad (Fernández et al., 1998). La actividad fumarólica se ha intensificado asimismo desde esos años, y particularmente más desde el 2003, con la aparición de nuevas fumarolas, más intensas, fracturas en el terreno entre los cráteres central y suroeste. Los especialistas de la RSN en conjunto con otros investigadores internacionales han encontrado que los componentes de los gases indican una firma magmática, aunque la evolución de la actividad es impredecible en este momento. Con base en los estudios de peligro volcánico anteriores (Paniagua & Soto, 1986; Soto & Paniagua, 1992; Reagan et al, 2006) se establece que la próxima erupción podría suceder en el transcurso de los próximos años o décadas y sus características serían similares a las de 1864-66, similar a la de Irazú de 1963-65) o incluso menor, y afectarían significativamente los 2-3 km alrededor de los cráteres, y provocando la caída de algunos milímetros de ceniza en el área Metropolitana de San José.

Evaluación y conclusiones del día 31 de marzo Durante la inspección de campo se recorrió el borde suroeste del volcán y sus alrededores inmediatos, puesto que es el sitio donde la actividad fumarólica (exhalación de gases azufrados y vapor de agua) se ha concentrando en los últimos meses (fig. 3). El borde suroeste se caracteriza por presentar pendientes fuertes mayores a los 45º de inclinación (fig. 4), cubierta levemente por vegetación características de zonas volcánicas de altura, escaso desarrollo de suelo y amplia cobertura de depósitos volcánicos tipo pómez, escorias negras y bloques de lava emanados durante antiguas erupciones del Turrialba.

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Fig. 3. Actividad fumarólica en el cráter Fig. 4. Vista del área de fuerte pendiente hacia el suroeste del volcán Turrialba. borde sur del cráter del volcán. Al sur y oeste del cráter suroeste que actualmente presenta mayor actividad, se observa tanto en el borde del cráter como hacia la pared externa del volcán alineamientos de fumarolas (fig. 5 y 6). Los gases emanados han descompuesto paulatinamente la roca madre, generando pequeños deslizamientos de ladera por pérdida de soporte entre granos. Actualmente el sitio de mayor actividad fumarólica y los sitios donde puede caer material por pequeños desprendimientos de ladera están cerrados al público en general, por medio de rótulos y obstáculos tipo cercas de madera que impiden el acceso (fig. 7).

Fig. 5. Ladera externa al suroeste del cráter Fig. 6. Vista de fumarolas en el sur borde del suroeste del volcán, donde ha surgido nuevas cráter. fumarolas.

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Fig. 7. Área de desprendimientos de ladera, actualmente con acceso restringido al público.

Desde el punto de vista de amenaza volcánica, se considera que el volcán Turrialba está activo y su actividad se manifiesta mediante la emanación de gases azufrados y vapor de agua, que pueden aumentar o disminuir dependiendo de una serie de factores, ya sea intrínsicos al sistema volcánico, como externos, que pueden estar asociados a un aumento o disminución de agua que ingresa al subsuelo, sismos tectónicos, entre otros. La actividad volcánica actual se cataloga como normal dentro de los parámetros de un volcán activo, no obstante se mantiene una constante vigilancia sísmica y de emanación de gases por parte de la Red Sismológica Nacional (RSN: ICE-UCR) y OVSICORI (UNA), mediante la cual se pretende detectar aquellos cambios paulatinos o repentinos que conlleven a una erupción volcánica de proporciones importantes y que conlleven a la evacuación de un área vulnerable. Desde luego los reportes de vecinos y lugareños cumplen un papel importante en el monitoreo volcánico, tal como el caso que nos ocupa, ya que al despejarse el volcán pudo divisarse desde diversos puntos y comunidades cercanas que hay una emanación de gases en el sector del cráter del volcán que no se había percibido meses atrás, así como vegetación quemada por químicos que emana el volcán y lluvia ácida. Al respecto se le dio el seguimiento correspondiente a los reportes sobre “anomalías” en el volcán y se llegó a la conclusión de que la actividad es normal y no implica mayor preocupación para los visitantes ni residentes. A corto plazo, puesto que se trata de un volcán activo, es conveniente implementar una serie de medidas que conlleven a una mejor gestión del riesgo por amenaza volcánica. Estas medidas van desde dotar al personal de guardaparques con radio de comunicaciones tipo “walkie talkie” para brindar información entre la base en la casa de guardaparque y el personal que se encuentre en la cima y cráter del volcán; restringir el acceso a las áreas de mayor actividad fumarólica; rotulación de sitios estratégicos dentro del volcán (rutas de

5/6 evacuación, puntos de observación, información sobre grado de peligrosidad del sitio en el que se encuentra), la cual está muy bien encaminada por el personal de parques nacionales, pero puede ser mejorada en coordinación con las instituciones que brindan monitoreo volcánico y la CNE; brindar a los visitantes información sobre el volcán, sus virtudes y peligros por medio de panfletos; realizar un protocolo sobre las acciones a seguir por distintas instituciones en caso de una manifestación volcánica mayor a la actual. Se recalca que la actividad actual es normal, dentro de los parámetros de un volcán activo.

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