OBSERVATORIO DE Los cantes primitivos o a seco

Texto: Ángel Álvarez Caballero. de la romántica estampa del esforzado y sudoroso Periodista, investigador y flamencólogo. trabajador que canta mientras golpea el hierro  La toná. Los cantes a sobre el yunque y jadea el fuelle, en primer lugar palo seco. Se cree que fueron porque el esfuerzo que tal trabajo requiere le los primeros que sonaron impediría de todo punto el no menor esfuerzo de con entonación flamenca. cantar a la vez aquellas impresionantes tonás pri- Cantaba ya, la toná, Tío Luis mitivas, y en segundo lugar porque tales herrerías el de la Juliana, aquel gitano eran auténticos chamizos que se llenaban de humo de Jerez, aguador de oficio, FOTO: Paco Sánchez. en cuanto comenzaba el trabajo. que vivía en el último tercio del En aquellas miserables fraguas, y probablemen- siglo XVIII y que tiene el raro privilegio de ser el te en los espacios de descanso, surgirían los primi- primer cantaor cuyo nombre nos ha legado la his- tivos cantes sin guitarra. Y en torno a algunas de toria. estas grandes familias fragüeras -pues era oficio Las tonás son, pues, fundamental punto de que pasaba de padres a hijos, como el cante- se referencia para esta primera época del cante, y su irían constituyendo ciertas dinastías cantaoras que primitivismo es incuestionable. En 1881 Antonio hicieron historia. Cabe citar a los Cantorales, cuyo Machado y Álvarez ‘Demófilo’ -el padre de los primer nombre conocido, Tío Perico, era contem- Machado- las consideraba cantes viejos casi caídos poráneo del de la Juliana. Juan Cantoral fue el en desuso , cuando escribía “y una toná de esas que nombre más conocido de esa familia, y se hizo no se encuentra ya en el mundo quien la cante ni famoso precisamente como cantaor de martinetes, por un ojo de la cara”. hasta el punto de que Silverio decía que para escu- Las tonás primitivas comprendían todos los can- char martinetes había que ir a Cádiz a oír al maes- tes sin guitarra, excepto la que es un caso tro Juan, quien tenía una herrería cerca del Mata- aparte y seguramente posterior. Es decir, com- dero Viejo. prendían las que hoy seguimos llamando tonás, el Las desaparecidas carceleras, ¿eran martinetes? martinete, la prácticamente desaparecida carcele- Molina y Mairena declaraban no haber encontra- ra y la debla, así como probablemente las primeras do diferencia precisa entre ambos estilos, al menos . Quizás también la liviana, puesto que en el orden musical. sabemos existió una toná-liviana. En cuanto a las Como toná que es, el martinete se halla en los carceleras serían las tonás que cantaban los gitanos orígenes del cante, y por los mismos motivos, la en las cárceles, y los martinetes las tonás fragüeras, debla. Otro misterio del cante, la debla. La prime- interpretadas en las herrerías. ra noticia nos la dio Machado y Álvarez ‘Demófilo’, Tradicionalmente se viene considerando la fra- pero ya envuelta en inextricables nebulosas. Su gua como lugar donde el martinete tuvo sus pri- texto es el siguiente: “La palabra Debla es gitana y meros desarrollos. Pero creo que no debemos significa Diosa; barea, parece la terminación feme- obcecarnos en esto y caer sin más en lo del yunque nina del adjetivo baró, grande, excelente. Deblica y el rítmico golpear del mazo o el martillo sobre él. barea podría significar Diosecita excelente y ser, Eso queda bonito en ciertos espectáculos teatrales, bajo tal supuesto, una invocación afectuosa a una pero vayamos más cerca de la verdad, al hecho de divinidad femenina, a una diosa superior, ¿pero que siendo la forja y la herrería el único trabajo significa realmente esto?”. que los gitanos desempeñaban entonces con cierta Ni el mismo Demófilo se mostraba, como vemos, regularidad, seguramente las fraguas se convirtie- muy convencido de que fuera así lo que él mismo ron para ellos en lugar de reunión más o menos estaba transmitiendo. El problema se centra en habitual, y en esas reuniones se generaría el cante esas dos palabras que suelen añadirse al final de la de forma espontánea y natural. Pero olvidémonos copla: deblica barea. Pero en torno a ellas se ha

54 I JULIO-SEPTIEMBRE 2007 OBSERVATORIO DE FLAMENCO

formado un verdadero gali- matías, que sólo hace unos años puede haber despejado Margarita Torrione, en un exhaustivo estudio filológico, en el que llega a la conclusión de que “la expresión ‘debla barea’ no responde a ningún capricho, no es una ‘fantasía flamenca’ sino una fórmula propia, y bien arraigada, del habla gitana” para la que pro- pone dos interpretaciones “que no se excluyen la una a la otra”:

-¡Ay Dios grande! -¡Ay lástima (pena) grande!

La debla estuvo a punto de perderse, pero fue recupera- da por Tomás Pavón, según me contó Juan Talega, inspi- rado por su suegro, un gitano a quien llamaban el Baboso, que era mal cantaor pero conocía la música. Aunque no falten autores que pongan en duda la rai- gambre gitana de las tonás, esto es tan evidente que ape- nas merece mayor considera- ción. Aparte de que tradicio- nalmente se les viene llaman- do “tonás gitanas”, es notorio que el elemento calé predo- mina entre sus intérpretes. Y por si ello no basta los conte- nidos de las coplas reflejan, sobre cualquier otro tema, el mundo oscuro y atormentado de los gitanos, perseguidos, encarcelados, sujetos a todas las humillaciones y rechazos de un ambiente casi siempre hostil. En el grupo de las primiti- vas tonás hay que integrar, casi con toda seguridad, las Fragua que se expone en el patio del Centro Andaluz de Flamenco. FOTO: Rufino Reyes. más antiguas siguiriyas, que según Molina y Mairena no llevaban acompaña- secular, de quién sabe cuántas personales agonías miento de guitarra y conservan el aire de toná. y congojas que no supo expresar de otra manera Posteriormente se desgajarían del grupo original que con la copla de este cante: tres, cuatro versos, para adquirir personalidad propia e independien- apenas un puñado de palabras, y sin embargo todo te e incorporar el toque. La siguiriya, siempre el dolor y la quejumbre de un pueblo nos lo ofre- transida del drama de los gitanos, de su tragedia cen como un acto de purificación.

JULIO-SEPTIEMBRE 2007 I 55