DOCUMENTO DIDÁCTICO

SOBRE LA CUENCA DEL RÍO

Documento realizado por

DIPUTACIÓN DE MÁLAGA 2013

ÍNDICE

1. EL GUADALHORCE, EL GRAN EJE DE LA PROVINCIA DE MÁLAGA 1

2. LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA 4

3. EL MEDIO FÍSICO: RELIEVE, GEOLOGÍA, CLIMA 9

El relieve de la cuenca del Guadalhorce 9

Las rocas 12

El clima 20

4. EL MEDIO BIOLÓGICO: LA FLORA Y FAUNA DEL RÍO 23

La vegetación de las riberas 23

La fauna 28

5. EL MEDIO HUMANO: RECURSOS Y MODOS DE VIDA 36

El aprovechamiento de los recursos del río 36

Las obras públicas 40

6. LA TRANSFORMACIÓN DEL PAISAJE 49

1. EL GUADALHORCE, EL GRAN EJE DE LA PROVINCIA DE MÁLAGA

El Guadalhorce nace en el Puerto de los Alazores, entre las sierras de Loja y de San Jorge, como un pequeño arroyo que recoge las aguas de la cara norte de este paso de montaña. Aunque nace en la provincia de Granada, tras apenas cuatro kilómetros de recorrido entra en tierras de la provincia de Málaga, por su “esquina” nordeste.

El resto de sus 154 kilómetros de longitud discurren por nuestra provincia, que atraviesa formando un gran arco, hasta desembocar en el mar muy cerca de la ciudad de Málaga. En su recorrido discurre primero hacia el oeste, por las amplias llanuras agrícolas de . Después gira bruscamente hacia el sur, atraviesa la cadena de sierras que dividen la provincia más o menos por su mitad, y se dirige hacia la costa a través del amplio valle conocido como Hoya de Málaga.

El río Guadalhorce atraviesa sucesivamente los términos municipales de: Loja (en su tramo inicial en la provincia de Granada), Villanueva del Trabuco, Villanueva del Rosario, , Antequera, , Álora, , , Alhaurín de la Torre y Málaga.

Durante su recorrido recibe numerosos afluentes; los más importantes son el río Guadalteba, río Turón, río Grande y río Campanillas. El caudal medio del Guadalhorce en la desembocadura es de 8 m3/segundo, aunque este caudal puede variar mucho a lo largo del año. En periodos de lluvias abundantes y tormentas fuertes el caudal puede alcanzar centenares de metros cúbicos por segundo. En las inundaciones del año 1989 se superaron los 2000 m3/segundo, es decir, más de 250 veces el caudal medio del río.

La Cuenca del Guadalhorce cubre una superficie de 3.157 km2. Si bien una pequeña parte corresponde a las provincias de Granada y de Sevilla, casi toda se incluye en la de Málaga. Comparada con los 7.306 km2 de la superficie provincial, la Cuenca del Guadalhorce supone aproximadamente el 43% del territorio de Málaga.

Recuerda: La Cuenca de un río es el terreno que ocupan todas las aguas que vierten a él a través de sus afluentes. Es como un gran embudo que recoge las aguas de las lluvias y desagua en el punto de la desembocadura.

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La cuenca del Guadalhorce dentro de la provincia de Málaga

Aunque el Guadalhorce no es un río muy largo ni muy caudaloso, es un elemento fundamental de la provincia de Málaga, tanto desde el punto de vista geográfico como histórico:

Sirve de eje de unión entre dos de las principales comarcas, la de Antequera y la Hoya de Málaga, ambas tradicionalmente de gran riqueza agrícola y con importantes núcleos urbanos desde la antigüedad. Por ejemplo, la comunicación ferroviaria que conectó Málaga capital con el interior y supuso un hito en el desarrollo de la ciudad, se trazó en el siglo XIX a lo largo del valle del Guadalhorce.

La zona de confluencia del Guadalhorce con sus afluentes Turón y Guadalteba forma el mayor núcleo hidráulico de la provincia, donde se sitúan los principales embalses. La construcción de los mismos fue fundamental para el desarrollo agrícola del Valle (regadíos) y para el abastecimiento de agua a la aglomeración urbana malagueña.

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Principales afluentes del Guadalhorce Río Longitud (km) Superficie cuenca (km2) Turón 42 253 Guadalteba 40 49 23 Grande 30 338 Fahala 16 62 Campanillas 40 289

Cuenca del Río Guadalhorce: Límite de la cuenca, con los principales cursos de agua y embalses, y los núcleos de población

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2. LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA

Las tierras que atraviesa el Guadalhorce han estado habitadas desde los tiempos prehistóricos. Los primeros seres humanos eran cazadores nómadas, y habitaban en chozas o en refugios naturales. También utilizaban las cuevas como santuarios o lugares de enterramiento. Entre las numerosas cuevas y yacimientos de la época prehistórica donde se han encontrado restos de los habitantes primitivos o de su actividad, en la cuenca del río Guadalhorce destaca la Cueva de Ardales, que contiene grabados y pinturas rupestres desde hace unos 30.000 hasta 8.500 años. Entrada actual de la Cueva de Ardales

Cuando el ser humano descubrió como cultivar plantas y domesticar animales comenzó a vivir sedentario en pequeños poblados. Aprendió a hacer recipientes con barro, madera, esparto, además de objetos de piedra cada vez más perfeccionados. Más tarde aprendió también a obtener ciertos metales como el cobre, y luego el hierro, y a fabricar con ellos herramientas y otros objetos. Construyó grandes estructuras de piedra, llamadas megalitos, como los que existen cerca de Antequera.

Interior del dolmen de Menga, en Antequera

A lo largo de miles de años estos avances técnicos favorecieron que la población aumentara. Se hizo más compleja también la organización social: unos habitantes se especializaron en el cultivo o el pastoreo, otros en la fabricación de objetos, otros en la defensa del poblado. Comenzaron también a comerciar, es decir, a intercambiar con

4 EL RÍO GUADALHORCE otros poblados los productos u objetos que cada uno necesitaba. Los pueblos más avanzados fueron capaces de construir barcos para ir a comerciar a tierras lejanas.

Hace unos tres mil años lo que hoy es el Valle bajo del Guadalhorce u Hoya de Málaga era una bahía marina o ancho estuario, que entraba profundamente hacia el interior. El río desembocaba más o menos por donde hoy está Pizarra.

Un día comenzaron a surcar las aguas de Málaga unos navegantes venidos del este del Mediterráneo, los fenicios. Eran comerciantes que buscaban adquirir materiales que escaseaban en su tierra, y que cambiaban por objetos manufacturados.

Gracias a la existencia del estuario los barcos fenicios podían entrar hacia el interior del territorio a comerciar con sus habitantes. Eran visitas esporádicas, pero unos 900 años antes de Cristo los fenicios terminaron por establecerse de manera permanente. Fundaron una ciudad en una isla situada en la boca del estuario.

Los aluviones del río fueron poco a poco rellenando la bahía y la línea de la costa se fue aproximando a su forma actual. La isla acabó quedando situada entre dos brazos del río en lo que hoy es la desembocadura, en una zona pantanosa.

Recuerda: Aluviones son todas las tierras y piedras que las lluvias van arrancando de los suelos y que las aguas del río van arrastrando corriente abajo. Cuando el río llega a zonas donde la corriente pierde fuerza se van depositando en el fondo.

Los fenicios acabaron abandonando esa ciudad y se trasladaron a un emplazamiento más seguro, algunos kilómetros al este, en la falda de lo que hoy es el monte Gibralfaro. Fue el origen de la ciudad de Málaga. Durante varios siglos más, sin embargo, el tramo final del río continuó siendo navegable para los pequeños barcos fenicios, facilitando el comercio con los pueblos indígenas.

Los fenicios fueron más tarde sustituidos por los cartagineses, que en realidad eran un pueblo con una cultura muy parecida, pues procedían de una antigua colonia fenicia del norte de África, llamada Cartago. Los cartagineses no se limitaron a mantener pequeñas ciudades en la costa sino que conquistaron las tierras del interior.

Llegaron a formar un gran imperio que abarcaba el sur y el este de España, el norte de África y varias islas del Mediterráneo; eran una potencia marítima. Pronto entraron en conflicto con otra potencia que se estaba formando en la península italiana: Roma. Después de varias guerras Roma destruyó Cartago y se quedó con los territorios que los cartagineses habían dominado. Málaga pasó a ser romana.

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Lo que antes había sido una bahía marina, en tiempo de los romanos estaba ya casi rellena por los aluviones del Guadalhorce. Que, por cierto, aún no se llamaba así. En esos tiempos se le llamaba río Saduca o Saduce.

La Vega de Málaga, formada por el relleno del antiguo estuario, era una zona agrícola muy fértil (excepto los terrenos cercanos a la desembocadura que continuaron siendo zonas pantanosas durante mucho tiempo). Los colonos romanos empezaron a cultivar esas zonas fértiles y fundaron poblaciones prósperas, que son el origen de las actuales Cártama, Alhaurín el Grande y .

Trazando rutas a lo largo del valle del río, la colonización romana alcanzó las llanuras de Antequera, también fértiles para la agricultura, y donde asimismo fundaron varias ciudades: Anticaria, Singilia Barba, Aratispi, y otras. Durante casi siete siglos los romanos impusieron su cultura en la Península Ibérica, que ellos llamaron Hispania.

Los romanos construyeron las primeras carreteras (ellos las llamaban vías) para unir las diferentes poblaciones. También construyeron los primeros puentes sólidos para atravesar los ríos.

Puente de origen romano sobre el río Turón, en

En el siglo V después de Cristo el Imperio Romano estaba en decadencia. Pueblos nómadas del norte y del este de Europa invadieron sus fronteras. La inseguridad era grande y muchas ciudades fueron abandonadas. Las vías, puentes, los sistemas de regadío, y muchas otras estructuras que los romanos habían construido dejaron de mantenerse y repararse.

El sur de Hispania durante algún tiempo fue dominado por la tribu de los vándalos. Los bizantinos (que habían creado su propio imperio en el este del Mediterráneo) conquistaron las zonas costeras, entre ellas la ciudad de Málaga. Pero todos acabaron siendo expulsados por los visigodos.

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Los visigodos gobernaron casi toda Hispania durante unos doscientos años. Pero a comienzos del siglo VII llegaron nuevos invasores: un pueblo que desde la península de Arabia, en unas pocas décadas había conquistado todo lo que hoy es Oriente Medio, Irán y África del Norte. Cruzaron el Estrecho de Gibraltar, vencieron a los visigodos y en muy poco tiempo se apoderaron de su reino.

Los árabes recuperaron zonas de cultivo que habían sido abandonadas tras la decadencia del Imperio Romano. Especialmente recuperaron y mejoraron los sistemas de regadío romanos, con nuevas técnicas y maquinarias procedentes de Asia.

Fueron los árabes los que dieron su nombre actual al río Guadalhorce. “Guad” (Wad o Uad, en árabe) quiere decir precisamente “río”. Guadalhorce, según algunos autores, sería algo así como “río del trigo”. Aunque los árabes también lo mencionan a menudo con el nombre de Wadi l-kabir bi-Malaqa (Río Grande de Málaga).

El territorio gobernado por los árabes en la Península Ibérica fue llamado por ellos Al Ándalus. En unas épocas fue un territorio unificado y otras veces se dividió en pequeños reinos. Las tierras del Guadalhorce al principio pertenecieron al poderoso Emirato (y después Califato) de Córdoba. Luego pasaron a ser parte de diferentes reinos que fueron creándose en Málaga, , Sevilla o Granada.

Incluso durante algunas décadas entre los siglos IX y X existió, en las montañas de Ardales, un pequeño reino independiente formado por habitantes cristianos que se habían sublevado contra el gobierno árabe de Córdoba. Aún pueden verse algunas ruinas de su capital, llamada Bobastro, entre ellos los restos de una iglesia excavada en la roca.

Esto fue un episodio más de la disputa entre los musulmanes y los cristianos. Aunque no siempre estaban guerreando, también hubo periodos de paz, en los que unos y otros comerciaban, se intercambiaban mercaderías y conocimientos. Los árabes gobernaron casi ochocientos años las tierras de Málaga. A lo largo de esos siglos, los reinos cristianos del norte, que al principio eran pequeños y débiles, habían ido ganando poco a poco tierras a Al Andalus

A finales del siglo XV el único territorio de Al Andalus que sobrevivía era el reino musulmán de Granada, que incluía más o menos lo que hoy son las provincias de Granada, Almería y parte de la de Málaga. Antequera y su comarca habían sido ya conquistadas por los cristianos en 1410.

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El reino de Granada en el siglo XV

Los reinos cristianos de Castilla y de Aragón se habían unido y formaban un estado poderoso, que se dispuso a conquistar el reino de Granada. La ciudad de Málaga cayó en poder cristiano en 1487. Poco después cayó Granada y acabó el dominio musulmán en España.

Sin embargo, muchos habitantes de origen musulmán, llamados “moriscos”, continuaron habitando en las tierras conquistadas durante unos años más. La convivencia entre cristianos y moriscos fue difícil. Los moriscos se sublevaron en varias ocasiones. La más importante fue la revuelta de las Alpujarras en 1568. Algunas escaramuzas de esta guerra tuvieron lugar en , y otros pueblos de la zona del Guadalhorce. Los moriscos acabaron siendo expulsados de España en 1609.

Tras la reconquista de Málaga se denominó al río Guadalquivirejo, nombre que siguió usándose durante varios siglos y con el que aparece en muchos documentos, hasta adoptar su nombre definitivo con el que se conoce actualmente.

Poco a poco las tierras del Guadalhorce fueron recuperándose de tantos siglos de guerras y conquistas. Se desarrolló una agricultura próspera, sobre en las zonas de la Vega de Antequera y de la Hoya de Málaga que podían cultivarse en regadío. Las poblaciones de estas zonas crecieron de nuevo.

A partir del siglo XVIII empezaron a proponerse grandes obras para obtener más agua y aumentar las superficies de cultivo en regadío. Sin embargo estas propuestas no se realizaron, o se quedaron a medias, hasta la construcción de los grandes embalses y canales de riego, ya en el siglo XX.

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3. EL MEDIO FÍSICO: RELIEVE, GEOLOGÍA, CLIMA

El relieve de la cuenca del Guadalhorce

El río Guadalhorce recorre en general amplios valles y llanuras, que sin embargo aparecen rodeados por importantes sierras. A lo largo de su recorrido el río atraviesa algunas de esas sierras formando impresionantes desfiladeros.

Después de su nacimiento en el Puerto de los Alazores, el Guadalhorce avanza hacia el oeste recorriendo unos terrenos de colinas y pequeños llanos, en los términos de Villanueva del Trabuco y Villanueva del Rosario. Este valle inicial está limitado al sur por las grandes sierras de San Jorge, Sierra Gorda y Camarolos, que alcanzan una altitud de 1600 metros.

De un manantial que surge entre las rocas de la sierra de San Jorge, en Villanueva del Trabuco, recibe el Guadalhorce el primer gran aporte de agua de su recorrido. En este manantial se construyó la Fuente de los Cien Caños. Es tan abundante que a veces se ha creído, erróneamente, que el Guadalhorce nace allí.

Al norte el valle del tramo inicial queda limitado por otras sierras más pequeñas que se extienden entre Archidona y Antequera. El río las atraviesa formando el primer gran accidente geográfico de su recorrido, el desfiladero llamado “Garganta del Guadalhorce”.

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A la salida de la Garganta el río pasa junto a la famosa Peña de los Enamorados, y entra en la gran llanura de Antequera.

El Guadalhorce recorre la llanura al norte de dicha ciudad, de este a oeste hasta las proximidades de Bobadilla, donde va cambiando su rumbo poco a poco hacia el sur. Por este lado sur la llanura de Antequera queda delimitada por una gran cadena de sierras: El Torcal, Las Chimeneas, de Abdalajís; se la suele llamar Cadena de Los Torcales. Al norte los límites de la llanura son más difusos, pues se trata de pequeñas lomas y cerros.

El río Guadalhorce parece como si se empeñara siempre en pasar por el sitio más difícil. En lugar de continuar por la llanura y los terrenos más suaves del norte, se dirige recto a las grandes sierras del sur. Para atravesarlas ha tenido que excavar durante muchos miles años dos profundos y estrechos desfiladeros: el de Los Gaitanes y el Tajo de la Encantada.

Al Tajo de la Encantada se le llamó también El Chorro, porque cuando el río bajaba muy cargado de agua debido a las tormentas, salía con gran fuerza por esta grieta en las peñas, como si saliera por una manguera a presión.

En esta zona los hombres han construido grandes presas, tanto en el Guadalhorce como en sus afluentes Guadalteba y Turón, que confluyen con él en puntos cercanos. Así pues, antes de precipitarse entre las peñas del Desfiladero de Los Gaitanes, el Guadalhorce forma un gran lago artificial.

A la salida de El Chorro el valle va ensanchando poco a poco. El río discurre primero entre colinas, después pequeñas llanuras, y las montañas van quedando atrás.

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A partir de Álora y Pizarra el Guadalhorce entra en una llanura más amplia; es la antigua bahía marina que existió en tiempos de los fenicios, y que el río fue rellenando con todas las tierras arrastradas durante siglos.

Hoy se conoce como Valle del Guadalhorce. También se llama Hoya de Málaga, porque está rodeada por grandes sierras (la de Alhaurín y al oeste, de Málaga al este, la de al norte), y el valle parece un gran hoyo visto desde las alturas de esas sierras. Un hoyo abierto hacia el mar.

El valle del Guadalhorce entre El Chorro y Álora

El río traza grandes curvas a lo largo de la llanura, llamadas meandros, como si no encontrara bien su rumbo o quisiera retrasar su encuentro con el mar. En su último tramo entra en terrenos muy urbanizados; son las proximidades de la ciudad de Málaga: polígonos industriales, autopistas, el aeropuerto.

En los últimos kilómetros incluso se ha canalizado el río, creando un gran cauce artificial, ancho y recto, para que las grandes riadas no desborden y causen daños en todas esas construcciones y en la propia ciudad.

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Al aproximarse a la desembocadura el río se dividía en dos brazos, que se han mantenido en la actual canalización, dejando entre ambos una isla. En esta isla se encuentra una zona de lagunas, donde pueden verse numerosas aves acuáticas y de marisma, incluso flamencos; esta zona está protegida como Paraje Natural.

También en la isla se han descubierto, en el llamado Cerro del Villar, los restos de la población fenicia que se fundó hace tres mil años, cuando el valle del Guadalhorce era una bahía y el río aún no llegaba hasta aquí.

Las rocas

Los tipos de roca que forman los terrenos que el río recorre tienen una gran importancia para configurar el paisaje que hoy podemos ver. Influye en ello la mayor o menor dureza de esos materiales, su contenido en determinados minerales, su color, la facilidad para que el aire y el agua los descompongan o transformen, etc.

Esas características junto con la acción del clima y el transcurso del tiempo son los factores principales que han ido formando lo que llamamos paisaje. La acción del hombre es otro factor más reciente, pero muy importante en este proceso.

Hay que recordar que la forma de los continentes no ha sido siempre como la vemos ahora. La corteza de la Tierra está en constante movimiento, aunque muy lento, a causa del calor interno del planeta. La corteza no es totalmente continua, está cuarteada, dividida en grandes piezas que se llaman “placas”. El gran calor del interior de la Tierra crea corrientes que hacen que las placas se muevan, choquen entre sí, o se hundan una bajo otra. A veces salen rocas fundidas del interior hacia la superficie.

De este modo, grandes territorios que antes eran fondos marinos luego se han elevado y son tierra firme. Donde antes había llanuras, luego puede haber montañas,

12 EL RÍO GUADALHORCE porque las placas, al chocar y empujarse, hacen que los terrenos se deformen y cambien de posición.

Hace más de 20 millones de años la zona que hoy ocupa la provincia de Málaga era parte de un mar. En el fondo de ese mar se fueron acumulando durante cientos de millones de años los sedimentos que los ríos y arroyos de entonces arrastraban desde las tierras que lo rodeaban.

Recuerda: Los sedimentos son todos los materiales erosionados de la superficie del terreno, y que el agua y el viento arrastran y depositan en otros sitios.

Entonces las placas de la corteza terrestre que forman más o menos lo que ahora son Europa y África comenzaron a empujarse. El fondo de aquel mar primitivo se elevó; con el empuje de las placas las grandes capas acumuladas de sedimentos (de varios kilómetros de espesor) se comprimieron y deformaron.

Surgieron cadenas de montañas que emergieron sobre la superficie. Entre otras, Sierra Nevada y casi todas las grandes sierras del sur y el este de Andalucía. Este periodo duró desde hace unos 24 millones de años hasta hace unos 5 millones, y se le llama la Orogenia Alpina.

Con el tiempo el empuje entre los continentes perdió fuerza, y las montañas empezaron a desgastarse a causa de las lluvias y el viento. Los nuevos arroyos y ríos fueron arrastrando los materiales erosionados. Parte de ellos se depositaron en las depresiones y valles existentes entre las montañas recién formadas, como la Depresión de Antequera y la Hoya de Málaga.

Recuerda: La erosión es el proceso de desgaste que sufre la superficie

terrestre a causa de la acción constante de las lluvias, el viento y las

variaciones de temperatura. Las rocas se van descomponiendo en

partículas pequeñas, que las aguas y vientos transportan.

Otra parte de los materiales arrastrados acabó depositándose en el fondo del mar situado entre lo que hoy son Andalucía y Marruecos, que llamamos Mar de Alborán. La forma de este mar y sus costas hace cinco millones de años, aunque no exactamente igual, era ya parecida a la actual.

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Estos procesos geológicos (el empuje de los continentes, la elevación de unas tierras y el hundimiento de otras, la formación de montañas,…) se producen muy lentamente para que podamos darnos cuenta. Pero a veces encontramos, en zonas que hoy son tierra firme, incluso en las montañas, fósiles de animales que viven en el mar. Por eso podemos saber que nuestras montañas no siempre estuvieron aquí.

La destrucción de las rocas y suelos por el agua y el viento, la erosión, es un proceso bastante más rápido. A veces incluso podemos apreciarla en el transcurso de pocos años, y si los materiales (rocas y suelos) son blandos hasta podemos ver “en directo” como son erosionados, por ejemplo durante una tormenta fuerte.

El aspecto que una región, comarca, o cualquier porción de territorio presenta en un momento dado de la historia de la Tierra es el resultado de esta batalla continua entre las fuerzas interiores terrestres, que tienden a mover y empujar entre sí las placas continentales, creando nuevos relieves, y las fuerzas “exteriores” que erosionan los relieves recién formados y tienden a destruirlos.

Cuando las placas terrestres se empujan con una fuerza tan grande como para levantar grandes porciones de terreno, “arrugándolas” y formando montañas, el calor y la presión que hacen sobre los materiales terrestres afectados es también muy grande. Tanto que puede transformar esos materiales.

Por ejemplo, los sedimentos arrastrados al fondo del mar son tierras de distintos tipos, mezcladas, formadas por partículas finas y sueltas. En el fondo del mar se mezclan además con los restos de los animales y plantas marinos. Con la gran presión y el calor de los movimientos terrestres, toda esa mezcla de materiales se transforma, y se crean nuevos tipos de rocas.

Las presiones y el calor no son los mismos en toda la zona afectada por el empuje entre dos placas. En algunos puntos se produce menos “fuerza”, y las nuevas rocas formadas se parecen bastante a los materiales originales, mientras que en otros puntos la alteración es mayor y se forman rocas muy distintas (normalmente más duras y compactas, pero cambian también otras características).

Las montañas y llanuras que forman hoy parte de la cuenca del Guadalhorce, los tipos de rocas y suelos que las forman, son el resultado de todos los millones de años de procesos geológicos que han tenido lugar. Como esta parte del mundo en general ha sido bastante inestable, ha tenido una historia geológica muy movida, resulta que los tipos de rocas que podemos encontrarnos son muchos y las mezclas entre ellas son complejas. Vamos a resumir los principales.

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Las sierras que se sitúan en el sector norte de la cuenca, y que acompañan hacia el sur el recorrido del Guadalhorce desde su nacimiento hasta la zona de los grandes embalses, son en su mayor parte montañas de roca caliza.

Las calizas se formaron también por la presión y el calor sobre grandes depósitos de materiales acumulados en fondos marinos. Pero en este caso esos materiales estaban formados en su mayor parte por caparazones (conchas) de moluscos y no tanto por tierras arrastradas desde la superficie. Hay muchas variedades de rocas calizas, según su dureza, color y composición química. Por ejemplo, una variedad son los mármoles.

La Peña de los Enamorados, en Antequera, es una montaña de roca caliza

Las calizas son rocas relativamente fáciles de disolver en el agua, así que en algunos sitios se acaban formando paisajes muy típicos, llamados “cársticos”, formados por oquedades, grietas y zonas de hundimiento, a causa de que las rocas se van disolviendo más o menos según su dureza. Un ejemplo muy importante de este tipo de paisaje lo tenemos, dentro de la cuenca del Guadalhorce, en el Torcal de Antequera.

En las zonas de rocas calizas son muy frecuentes las cuevas, ya que las capas de roca se van disolviendo también en su interior, a causa del agua que penetra por grietas y fisuras.

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Los terrenos situados al pie de esas sierras, las zonas onduladas y llanuras que atraviesa el río, desde Villanueva del Trabuco hasta la Vega de Antequera, son otro tipo de materiales: arcillas, areniscas, margas y yesos. Son materiales más blandos que las calizas. Proceden de la sedimentación de tierras, unas veces en lagos o fondos marinos poco profundos; otras veces en mares algo más profundos, pero donde la mezcla con restos de animales fue escasa y predominaron los minerales.

Terrenos arcillosos, fácilmente erosionados por un arroyo afluente del Guadalhorce, cerca de Villanueva del Trabuco

Al dejar atrás la llanura de Antequera, a partir de la zona de los embalses el Guadalhorce desciende en pocos kilómetros el desnivel hasta la Hoya de Málaga. Para ello atraviesa las sierras de Abdalajís y Ardales, que están formadas por rocas de tipos diversos. Predominan las calizas, pero hay importantes masas de areniscas.

Las areniscas no son disueltas por el agua tan fácilmente como las calizas, de hecho son bastante poco solubles. Pero el viento sí que es capaz de erosionarlas con facilidad, porque estas rocas están formadas por partículas minerales unidas entre sí por una especie de cemento muy débil. En algunos lugares la erosión del viento sobre las rocas areniscas forma paisajes que recuerdan un poco a los paisajes cársticos, aunque las formas suelen ser más redondeadas, con menos aristas. El viento excava unas oquedades en estas rocas, conocidas como “tafonis”. En las proximidades de El Chorro podemos ver algunas muy espectaculares.

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Cuando el Guadalhorce deja atrás la zona de El Chorro y entra en la Hoya de Málaga, los terrenos del valle son materiales cada vez más finos y blandos: arcillas, limos y arenas. Son el resultado de la acumulación durante mucho tiempo de los materiales desmenuzados que el río ha ido transportando desde más arriba, y de los que los arroyos y riachuelos afluentes han arrastrado desde las montañas que rodean la Hoya.

Estas montañas están formadas por rocas de tipos diferentes. Las sierras de Mijas, Alhaurín y Cártama, al oeste, son sobre todo calizas. En los Montes de Málaga, al este, predominan las pizarras y los esquistos. Estos últimos materiales también se originaron durante los movimientos de las placas terrestres, a partir de otras rocas más antiguas, transformadas por las temperaturas y las presiones altas. En este caso muy altas. Por eso estas rocas son bastante duras, y suelen aparecer en “capas”, o láminas gruesas, como si fuera un hojaldre de rocas.

Como sabemos, el valle antiguamente era una gran bahía, y en pocos miles de años los sedimentos la fueron rellenando, ganando terreno al mar. El río Guadalhorce fue abriéndose camino sobre sus propios sedimentos; su desembocadura cada vez fue quedando más hacia el sur.

Los sedimentos más recientes ya no rellenan el fondo de la bahía, sino que se depositan en la propia tierra firme que se acaba de formar. Son áreas de tierras finas y fértiles, ricas en minerales de las rocas descompuestas por la erosión. Cuando los hombres empiezan a cultivar la tierra, pronto descubren que en estos terrenos es más fácil el cultivo y los vegetales se desarrollan mejor.

Calizas, areniscas, arcillas, yesos, pizarras,… Estos son los tipos principales de rocas que forman las zonas atravesadas por el río. Hay otros muchos tipos, que podemos encontrar en extensiones más pequeñas a lo largo de la cuenca. Cada uno se ha ido formando por algún proceso particular.

Por ejemplo, los travertinos son rocas blandas de formación reciente, por el depósito y precipitación de materiales finos de origen calizo disueltos o arrastrados por el agua,

EL RÍO GUADALHORCE 17 en puntos donde ese agua circula lentamente, incluso sobre la propia vegetación que pueda haber. Por eso en muchos puntos son visibles restos de plantas al deshacer el travertino. Estos depósitos suelen formarse junto a fuentes o manantiales de las sierras calizas. En la cuenca del Guadalhorce son abundantes sobre todo en Coín, Jorox, Alozaina y Casarabonela.

En algunos puntos pueden acumularse depósitos de materiales gruesos arrastrados desde los montes por las aguas o por la gravedad: arenas, gravas y piedras de diferentes tamaños. Estos depósitos pueden aparecer más o menos “sueltos”, o bien con materiales más finos entremezclados que los unen como si fuera un cemento.

Suelen acumularse al pie de las montañas, al final de barrancos, en puntos de confluencia de arroyos con ríos más grandes, o en tramos de las orillas. Puntos donde la pendiente del terreno se suaviza y esos materiales gruesos se detienen porque el agua o la gravedad no tienen ya fuerza para arrastrarlos más.

Acumulación de materiales gruesos en el cauce del Río de las Piedras, en Valle de Abdalajís

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El clima

El clima de la cuenca del río Guadalhorce entra dentro del que se llama tipo mediterráneo. Esto quiere decir que sus características principales son:

• Veranos calurosos, mientras que los inviernos son entre templados y fríos. • Lluvias irregulares, en unas zonas abundantes y en otras escasas, pero que suelen concentrarse en tormentas fuertes durante pocos días a lo largo del año. • Hay un largo periodo de sequía o de lluvias muy escasas, en verano.

Dentro de estas características generales, hay algunas diferencias según la altitud de los terrenos, su mayor o menor cercanía al mar, y otros factores. En la cuenca del Guadalhorce podemos diferenciar así entre la cuenca alta y la baja, es decir, desde la zona de El Chorro hacia el norte (cuenca alta) y hacia el sur (cuenca baja).

Esta división viene establecida físicamente por la cadena de sierras que atraviesa la provincia más o menos por su mitad, que suele denominarse “cadena de Los Torcales”, y que es atravesada por el río en los desfiladeros de Los Gaitanes y El Chorro. Esta cadena se dispone con dirección Este-Oeste como una alineación de sierras de alturas en superiores a los 1.000 metros, que actúa a modo de barrera, haciendo que la parte norte apenas reciba la influencia moderadora del clima que supone la cercanía del mar.

Por el contrario, las tierras de la zona norte se encuentran más expuestas a los vientos fríos del interior en invierno, de los que la zona sur queda protegida por esas mismas sierras. Además las tierras de la cuenca alta (llanos de Antequera, Archidona, Villanueva del Trabuco y del Rosario) presentan una altitud media unos 500 a 600 metros superior a las de la cuenca baja (Valle del Guadalhorce y Hoya de Málaga).

Por tanto el clima de la cuenca alta, dentro de las características generales mediterráneas, va a ser más extremado que el de la cuenca baja: veranos más calurosos y, sobre todo, inviernos bastante más fríos.

También en general es más seco, aunque para la distribución de las lluvias tiene un efecto muy importante la presencia de montañas. En las zonas altas de las sierras las lluvias suelen ser más abundantes, y a medida que nos alejamos hacia los llanos disminuyen rápidamente.

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Para estudiar el clima de una zona se recogen datos de las temperaturas y las precipitaciones que se producen cada día, durante muchos años, en las estaciones meteorológicas que hay distribuidas por el territorio.

Como representativos de la cuenca alta tenemos los datos registrados en la estación meteorológica de Antequera, situada a 477 metros de altitud sobre el nivel del mar. Para la zona baja consideramos los datos registrados en el Aeropuerto de Málaga, a 10 metros de altitud. Los valores medios de temperaturas (en grados centígrados, ºC) para dichas estaciones, tomados durante periodos de más de 20 años son:

Antequera MES E F M A M J JL A S O N D AÑO T 19.8 19.4 25.0 27.0 30.6 35.2 40.3 38.3 33.3 27.8 20.5 20.7 40.2 tm 8.5 9.1 11.5 12.9 18.8 21.0 25.5 24.8 20.5 16.7 10.8 8.1 15.5 t -2.8 -1.3 -1.4 2.0 5.2 8.6 11.3 11.8 8.8 5.3 0.0 -1.3 -4.6

Aeropuerto de Málaga MES E F M A M J JL A S O N D AÑO T 21,1 22,3 25,4 27,7 31,2 34,3 38,4 38,5 34 29,1 24,6 21,4 27,2 tm 11,9 12,7 14,2 15,9 18,9 22,2 24,7 25,4 22,9 19,2 15,2 12,6 16,9 t 2,7 2,9 4,7 6,3 9,3 13,1 16,4 16,7 13,9 9,7 6,2 3,5 8,5

T = Media de las temperaturas máximas absolutas tm = Temperatura media mensual (o anual) t = Media de las temperaturas mínimas absolutas

Estos datos reflejan lo que hemos comentado antes. En la zona norte, más interior, a mayor altitud y separada por una cadena de sierras, la temperatura media anual es algo más baja, y ello se debe sobre todo a unos inviernos más fríos.

La amplitud térmica, es decir, la diferencia entre las temperaturas máximas y mínimas, es mayor para la zona norte, lo que indica que su clima es más extremado. En la zona del Aeropuerto, en cambio, prácticamente nunca hay heladas (temperaturas por debajo de cero grados), mientras que las máximas en verano tampoco llegan a ser tan altas como en Antequera.

Respecto a las precipitaciones, en los siguientes cuadros figuran los promedios mensuales y anuales para las mismas estaciones, en milímetros de lluvia acumulada (una capa de un milímetro de agua equivale a un litro por cada metro cuadrado de terreno):

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Antequera PRECIPITACIONES MEDIAS Mes E F M A M J JL A S O N D AÑO P(mm) 55,4 62,9 67,0 53,9 37,6 15,8 2,0 9,9 31,2 62,7 59,3 93,4 551,1

Aeropuerto de Málaga PRECIPITACIONES MEDIAS Mes E F M A M J JL A S O N D AÑO P(mm) 80,2 75,4 71,4 41,8 29 10,9 2,1 4,6 25,7 55,3 85,7 87,5 569,6

Como se ve las lluvias son bastante similares a lo largo del año, tanto en su total como en la distribución por meses. La característica común es la irregularidad, con diferencias muy marcadas entre los meses.

En cuanto a la forma de caer esas precipitaciones, son frecuentes los aguaceros cortos e intensos, especialmente en los meses de septiembre a enero (60-70 litros/m2). Ocasionalmente se pueden producir violentos aguaceros con descargas superiores a los 300 litros/m2 en un solo día. Esto contrasta con los meses de sequía veraniegos, de ausencia casi total de precipitaciones.

PRECIPITACIONES MEDIAS MENSUALES

100 90 80 70 60 50 40 Milímetros. 30 20 10 0 Ene. Mar. May. Jul. Sep. Nov.

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4. EL MEDIO BIOLÓGICO: LA FLORA Y FAUNA DEL RÍO

La vegetación de las riberas

Las zonas que atraviesa el Guadalhorce han sido habitadas desde la antigüedad remota, sobre todo las llanuras y los valles. El clima es templado; se dispone de agua abundante para el riego, gracias al propio río y sus afluentes, y los numerosos manantiales de las sierras; los suelos son fértiles y blandos, fáciles de labrar.

Por eso la mayoría de este territorio ha sido en algún momento de la historia puesto en cultivo, o bien se ha utilizado de forma intensiva para el pastoreo, eliminando la vegetación natural que existía anteriormente en las riberas del río y en los valles. De esta vegetación quedan algunos restos más o menos alterados, que permiten imaginar como sería si el ser humano no la hubiera transformado o eliminado.

Junto a los ríos las plantas disponen de más agua para vivir. No solo la que circula por su cauce, sino que también una parte de esa agua “empapa” el terreno por donde pasa, y los suelos se mantienen así más húmedos. Aunque la superficie del terreno se seque, el agua permanece en zonas más profundas del suelo.

Pero al alejarnos de la orilla esa humedad va desapareciendo, o está en capas del suelo tan profundas que las raíces de las plantas no pueden alcanzarlas. Lejos de los ríos as plantas solo disponen del agua de la lluvia.

Esa humedad más elevada de los suelos situados en las proximidades del río hace posible que existan especies y comunidades vegetales que necesitan esa humedad, y que en terrenos más secos no podrían sobrevivir.

En climas secos, o que tienen una estación seca como el clima mediterráneo, la existencia de los ríos permite que viva esa vegetación propia de terrenos húmedos. Suele aparecer como una faja o banda vegetal estrecha y alargada. La llamamos “vegetación de ribera”, y si predominan los árboles sería un bosque de ribera.

A veces, cuando esa vegetación es muy densa y ocupa las dos orillas del río, se la llama

“bosque galería”, pues parece como si el río circulara por un pasillo formado por

estrechos bosques a cada lado. Si el cauce es poco ancho, el arbolado de las orillas

puede llegar a juntar sus copas, como un túnel vegetal por el que circula el río.

EL RÍO GUADALHORCE 23

Esta vegetación de ribera evita la erosión de las orillas por el agua del río, y sirve de barrera contra los desbordamientos. Proporciona además un refugio a numerosos animales. En zonas con tantas áreas cultivadas como las que atraviesa el Guadalhorce, a veces es la única vegetación natural que permanece. Con su pérdida, los paisajes se hacen monótonos, se empobrecen.

Bosque de ribera en el río Turón

Si recorremos el río desde el cauce hacia la orilla y hacia los terrenos fuera de la ribera, podemos observar que las diferentes especies se van distribuyendo a más o menos distancia, según la necesidad de agua que tiene cada una. Podemos distinguir varias zonas de vegetación.

La primera la forman las plantas acuáticas que viven sumergidas y enraizadas en los bordes llanos o en el lecho de las aguas poco profundas. Esta masa de plantas reduce la velocidad del agua, protegiendo el fondo contra la erosión.

En la segunda zona, más cerca de la orilla, se sitúan los cañaverales -espadañas, carrizos, etc.-. Son plantas que se propagan la mayoría por rizomas, enraízan fácilmente, sujetan los suelos y defienden las orillas al frenar por rozamiento la fuerza de la corriente del agua. Viven en terrenos continuamente inundados, es decir, bajo el nivel medio de las aguas. Cuando quedan en terreno seco por el descenso de nivel del río, se secan.

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Cañaverales en la ribera del Guadalhorce, embalse del Gaitanejo

En la orilla, pero ya por encima del nivel normal del agua, aparece la vegetación ripícola propiamente dicha. Está formada por grupos de árboles y arbustos que protegen eficazmente las orillas con el entramado de sus raíces. Moderan la velocidad en las corrientes torrenciales al frenar las aguas con el ramaje, que casi siempre es elástico.

A veces las crecidas tiran los árboles y rompen las ramas. Sin embargo, todas las plantas ripícolas brotan vigorosamente, por lo que los daños se reparan rápidamente con los renuevos que ellas mismas producen. Este gran poder de regeneración ha hecho que estas especies se utilicen para suministro de maderas o forraje.

Dentro de estas especies, los sauces y mimbreras (especies del género Salix) se sitúan junto a la misma orilla o muy cerca. Sus raíces aguantan bien que el suelo esté empapado de agua. Las ramillas de estas especies se han aprovechado para hacer cestos y esteras, ya que son finas, flexibles y resistentes. Dentro de este género, las mimbreras son arbustos mientras que los sauces son en su mayoría árboles.

Un poco más alejados se sitúan los álamos y chopos (género Populus). Necesitan mucha agua, pero no les viene bien que el terreno esté demasiado encharcado, pues sus raíces se asfixian y se pudren. Los álamos y chopos se han plantado mucho por su madera en terrenos cercanos a los ríos, o donde puedan ser regados artificialmente, ya que son árboles que crecen rápidamente.

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Mimbreras en la orilla derecha, cañas en la izquierda, y chopos más a la izquierda. Río Turón

Chopera en Villanueva del Rosario

A una distancia algo mayor de la orilla aparecen los fresnos, que necesitan que sus raíces tengan acceso a la capa húmeda del suelo durante todo el año, pero no toleran los terrenos que se inundan a menudo. Las ramas y ramillas de los fresnos son un buen alimento para el ganado, por lo que tradicionalmente se han podado estos árboles para producir forraje.

Fresno en La Fuensanta, El Burgo

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Ya más alejadas de la orilla y en terrenos que raramente se inundan, aparecen las especies que necesitan un suelo más o menos húmedo para vivir, pero no aguantan los terrenos que se encharcan. No son especies que dependan por completo de los ríos. Pueden vivir en zonas lejos de las corrientes de agua, si el suelo se mantiene húmedo durante casi todo el año. Son los olmos, cerezos silvestres, nogales y arces.

Cerezo silvestre en flor, Villanueva del Trabuco

Normalmente no aparecen todas estas especies en un bosque de ribera, ya que la mayoría de estas franjas de vegetación han sido muy alteradas. Los cultivos se han extendido a menudo hasta las mismas orillas y muchos árboles han sido cortados también por su madera; otros como el olmo casi han desaparecido por enfermedades.

Esquema de una franja de bosque de ribera completo

1. Mimbreras 2. Sauces 3. Álamos, chopos 4. Fresnos 5. Olmos

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La fauna

La existencia de un río importante, con más o menos caudal durante todo el año, una red de afluentes densa y tramos de vegetación de ribera bien conservados, hace posible una gran diversidad de especies animales en un territorio. Permite que haya especies que no podrían vivir sin el río, y además mejora las posibilidades de alimento y refugio para otras muchas especies.

La red de ríos y arroyos, con sus bandas de vegetación de ribera, sirve también para que muchas especies puedan desplazarse mejor a lo largo del territorio, pues siempre disponen en ellas de refugio y alimento accesibles. Así pueden atravesar las zonas donde el refugio y el alimento son más escasos, como las grandes extensiones de cultivos o las áreas urbanizadas.

El río y sus riberas son entonces como una gran carretera ecológica que atraviesa el territorio. Puede conectar zonas naturales bien conservadas y ricas en fauna, pero que están separadas entre sí. Por eso mantener en buen estado la calidad del agua de los ríos y la calidad de las franjas ribereñas es importante para la “salud” del medio natural de una comarca o región.

Los tramos de río y riberas bien conservados suelen ser los que atraviesan zonas poco accesibles para el hombre. Generalmente son tramos que discurren entre montañas, o por desfiladeros profundos. Gracias a ser poco accesibles han sido poco alterados. En las llanuras las riberas mejor conservadas suelen ser las de aquellos terrenos que no han sido cultivados porque se inundan a menudo, o porque el suelo es demasiado pedregoso o demasiado arcilloso

En las zonas muy transformadas por el hombre, los pocos tramos de bosque o matorral de ribera que permanecen son elementos de gran valor para la fauna, incluso aunque esos tramos no sean de tanta calidad como los de zonas más “salvajes”. Esto es porque a veces son casi la única posibilidad de refugio disponible en esos entornos.

La fauna asociada al río puede diferenciarse en dos categorías:

En primer lugar las especies animales que necesitan el medio acuático para vivir, es decir que habitan directamente en el agua, o que su alimentación o reproducción dependen por completo de la existencia de masas de agua y no pueden alejarse mucho de ellas. Estas especies son sobre todo peces y anfibios, algunas aves y mamíferos, y varios invertebrados.

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Por otro lado están las especies que utilizan el río, charcas o embalses para cubrir parte de su alimentación, o la vegetación de las riberas como refugio, pero no dependen totalmente de estos hábitats. Utilizan también otras fuentes de alimentación y podrían utilizar otros refugios si los hubiera en la zona. En general se trata de especies de reptiles, aves y mamíferos.

Recuerda: Llamamos hábitat de una especie animal al medio ambiente donde se desarrolla y puede vivir normalmente. Es decir, para cada especie su hábitat son el tipo de terrenos (con su vegetación) donde se alimenta, reproduce y encuentra refugio, mientras que en otro tipo de medio no podría hacerlo.

Entre los invertebrados destacamos la presencia de un crustáceo, el cangrejo de río. Aunque hoy está casi desaparecido, antiguamente fue abundante en los tramos altos del Guadalhorce, desde Villanueva del Trabuco a Antequera. También abundaba en el río Guadalteba y en el Turón.

Los anfibios son los vertebrados más vinculados al agua. Su piel debe mantenerse húmeda, y necesitan también el agua para depositar sus huevos y para que se desarrollen sus crías. Por eso no pueden alejarse mucho tiempo de algún punto de agua, sea un río o arroyo, una acequia, fuente, manantial o alberca.

Entre los anfibios más comunes en el Guadalhorce y su cuenca están la rana común, la pequeña ranita meridional, y el sapo común. Más escasos son el sapo corredor y el gallipato.

La rana común aparece ligada a la Rana común propia corriente del río, así como a los enclaves de agua de riego en su entorno. La ranita meridional se concentra en las zonas con vegetación ribereña de mayor densidad (sauces, cañaverales, etc.). Las dos especies de sapos aparecen en la zona de riberas, y el gallipato en las pozas con mayor calidad de agua así como en el sistema de acequias de riegos.

Los sapos pueden aguantar más tiempo lejos del agua que las ranas y el gallipato. Pero en general los anfibios son un grupo de animales que están desapareciendo,

EL RÍO GUADALHORCE 29 debido al deterioro en la calidad de las aguas, y a la mayor sequedad por el cambio climático, que hace que los arroyos y manantiales sean más escasos que hace años.

La comunidad de peces del río Guadalhorce es reducida, por las circunstancias que afectan tanto a la calidad como a la cantidad de agua que circula: las obras hidráulicas que “cortan” el río y hacen de barrera para el desplazamiento de los peces; las importantes variaciones del caudal, tanto por las tormentas como por desembalses; la concentración de sales en el agua, sobre todo en el embalse del Guadalteba; actuaciones de limpieza del fondo de los pantanos; destrucción de zonas de ribera donde los peces podrían criar, etc.

Las poblaciones principales de peces se concentran en los embalses y en el tramo final del río, entre Álora y la desembocadura. Sobre todo se trata de especies de ciprínidos, que son un grupo de peces que aguantan mejor que otros en aguas con calidad no muy buena (turbias, con algo de contaminación o salinidad). Son el barbo común, el cachuelo y la boga de río.

El barbo y la boga son peces de gran tamaño que pueden verse sobre todo en los Barbo embalses y los tramos medio y bajo del río. El cachuelo es más pequeño y habita sobre todo en el tramo alto, desde la cabecera hasta los embalses, tanto del Guadalhorce como del Turón y Guadalteba.

La distribución de las tres especies a lo largo del río varía durante el año en función de la calidad y cantidad de agua circulante y de la propia estación. Son especialmente sensibles a los desembalses de limpieza de los pantanos, y al período estival de caudales bajos. Durante las épocas de reproducción pueden verse concentraciones de peces para la freza en las confluencias de los arroyos con mejor calidad de agua.

En la desembocadura del Guadalhorce se ven a veces anguilas, que antiguamente eran más abundantes, y remontaban el río durante bastantes kilómetros.

En los embalses se introdujeron también algunas especies exóticas, como la carpa y el black-bass, para favorecer la pesca deportiva.

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Los reptiles que se pueden encontrar en el entorno de los cauces corresponden a especies tanto acuáticas como terrestres; estas últimas son más bien especies ubicuas, es decir que pueden vivir en gran variedad de zonas, incluso las muy alteradas por el hombre.

Las especies más ligadas al agua son el galápago leproso, la culebra de agua, culebra viperina y la culebrilla ciega. El camaleón, el lagarto ocelado, las lagartijas, salamanquesas, y otras culebras como la bastarda, la de herradura y la de escalera, no están vinculadas directamente al agua sino que utilizan el matorral de las riberas como refugio.

El galápago leproso, escaso, se concentra en determinados enclaves del cauce del río donde dispone de protección en el medio acuático (pozas con suficiente profundidad, rellanos con vegetación densa); es muy afectado por la predación de aves y humanos, y por la sequía estival. También por la competencia con especies exóticas de tortugas que se compran como mascotas y a veces la gente suelta en charcas y en el río.

Tanto la culebra de agua como la viperina aparecen igualmente ligadas al medio acuático, siendo la primera algo más abundante. El resto de las especies de culebras aparecen ligadas al medio ribereño, en especial a las áreas de vegetación más densa. Aunque atraídas por los pequeños mamíferos de las riberas, no dudan en adentrarse en los cultivos cercanos, así como en zonas de escombreras y basureros.

La culebrilla ciega es la especie más escasa y está ligada a las áreas de mejor suelo y con vegetación bien conservada; aparece en localizaciones muy concretas.

Entre las especies del grupo de los saurios, el camaleón es la especie más escasa y valiosa. Alcanza las riberas del Guadalhorce en su curso bajo, ocupando las riberas más frondosas en las cercanías de los campos de limoneros y naranjos.

El lagarto ocelado se distribuye por la mayor parte de las riberas, aunque no de forma exclusiva. Puede utilizar hábitats muy variados, desde cultivos de agrios a escombreras. La salamanquesa común prefiere las construcciones humanas (incluyendo ruinas, casas, infraestructuras, etc.).

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Las lagartijas (colilarga e ibérica), presentan una distribución generalista, siendo la primera la más abundante y más en relación con vegetación natural de baja altura (matorral), mientras que la segunda se acerca más a hábitats humanos.

El grupo de las aves es el más rico y diverso de todos los vertebrados. A lo largo de la cuenca del Guadalhorce se conocen unas cien especies, aunque en la zona de la desembocadura se han llegado a registrar más de 260 especies diferentes, incluyendo desde las que se mantienen allí durante todo el año hasta las que sólo utilizan ese espacio de forma ocasional.

Hay que tener en cuenta que las aves son especies muy móviles, que pueden ir en busca de alimento hasta grandes distancias desde el punto donde anidan. Algunas especies están presentes todo el año, otras solo vienen para criar (generalmente en verano), mientras que otras vienen a pasar el invierno.

De la avifauna más vinculada al medio fluvial, las especies más frecuentes que podemos ver son el cormorán común, la garza real, garceta común, martinete y garcilla bueyera. La garceta grande es más escasa y solo aparece en época de invernada.

Cormoranes en la orilla del Guadalhorce cerca de Aljaima (Cártama)

La cigüeña común es poco abundante en la cuenca del Guadalhorce, pero a veces puede verse en zonas de aguas bajas del río, buscando animalillos o residuos orgánicos de la actividad humana.

Las garzas, garcillas y cormoranes suelen anidar en colonias localizadas (en la desembocadura, la laguna de Los Prados, y puntos de los embalses), desde donde se dispersan buscando alimento a lo largo de todo el río. En general no son abundantes, y suelen verse ejemplares aislados o pequeños grupos.

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Otras especies ligadas al agua y que sí suelen aparecer criando en puntos a lo largo de todo el río son las anátidas (los patos), de los que los más frecuentes son el ánade real y la cerceta común.

El ánade real es especie sedentaria en la zona, que se localiza en zonas de aguas remansadas y con pocas molestias humanas. La cerceta común es especie invernante en la zona, con escasa presencia ligada también a las zonas más tranquilas del río.

Ánade real macho (arriba) y hembra (abajo)

También la polla de agua, sedentaria en la zona, ocupa las áreas con mayor tranquilidad y disponibilidad de agua. La focha común es invernante en el río, ubicándose en las aguas más profundas, procedente en buena parte de la desembocadura del Guadalhorce.

El chorlitejo chico es nidificante en zonas de graveras y cantos rodados. La avefría es invernante en la zona con ocasión de fuertes fríos en Europa y Norte de España; se distribuye por el cauce y riberas en zonas abiertas.

Las rapaces no suelen estar vinculadas directamente a las riberas, aunque las utilicen dentro de sus territorios de caza, o para anidar si no hay muchas alternativas.

La especie más directamente ligada al medio acuático es el águila pescadora, rapaz especializada en la captura de peces, que son su principal alimento. En esta zona es escasa y esporádica, en periodo de migración e invernada.

Águila pescadora

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Mención especial respecto a la observación de avifauna merece la zona de la desembocadura del Guadalhorce, donde se localiza un conjunto de pequeñas lagunas en la isla que forman los dos brazos del río que han quedado después de su reciente canalización.

Aunque el origen de esas lagunas es artificial, pues son resultado de la extracción de arenas y gravas para materiales de construcción, la gran variedad y abundancia de las aves que las utilizan como hábitat ha supuesto que fueran declaradas espacio protegido, llamado “Paraje Natural de la Desembocadura del Guadalhorce”.

En este Paraje existen observatorios de aves en la zona de las charcas, y puntos de interés localizados en los espigones de la desembocadura para la observación de aves marinas como pardelas, págalos, alcatraces, negrones, alcas, charranes, etc.

Aquí se puede ver durante todo el año la malvasía, que desde el año 2003 se reproduce en la zona; también el porrón común, garzas, flamencos, espátulas, avetorillos, zampullines, y otras muchas especies propias de marismas y lagunas.

Los mamíferos existentes en la zona son en su mayoría especies ubiquistas, es decir, sin un vínculo fijo con los hábitats de riberas, pero que encuentran en los terrenos ribereños áreas de alimentación segura, a veces basada en el aprovechamiento de residuos procedentes de la actividad humana. La gran capacidad de movimiento de estos animales les permite no depender exclusivamente de las áreas de ribera para alimentarse o refugiarse.

Los mamíferos que más a menudo suelen habitar o frecuentar las riberas son en general de pequeño tamaño, micromamíferos, como el erizo, musarañas, topillos, ratas y ratones, y los murciélagos.

El erizo común aparece en las riberas en pequeño número, siendo su mejor hábitat el de los cultivos y los linderos de arbustos que hay entre ellos. Tanto la musaraña gris como la musarañita sí suelen refugiarse en las zonas de ribera, con densidades a veces importantes.

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Los murciélagos presentes en la zona proceden en su mayoría de los núcleos humanos más cercanos, viviendo en grietas o huecos de las casas, o en edificaciones abandonadas. Utilizan las franjas de ribera como áreas de alimentación en función de la abundancia de insectos. Los llamados murciélago de huerta y murciélago ratero son más escasos, predominando el murciélago común.

El grupo de los roedores es el mejor representado, tanto en número de especies como en abundancia de efectivos. Las actividades humanas favorecen la expansión de estos animales.

El topillo aparece más ligado a los campos de cultivos, donde a veces llegan a constituir plagas de cierta intensidad. Tanto el ratón de campo como el ratón moruno y la rata campestre se distribuyen por los hábitats de riberas más naturales; al contrario que la rata común, más ligada a ámbitos degradados. Finalmente en determinados puntos del cauce cercanos a las desembocaduras de los arroyos más naturales, se conserva una población escasa de rata de agua.

Los carnívoros en la zona del Guadalhorce son fundamentalmente tres especies: el zorro, la comadreja y la gineta. El primero es asiduo visitante de las zonas de cauces, pudiendo introducirse en el mismo río para capturar el alimento.

La comadreja presenta cierta Comadreja abundancia, distribuyéndose de manera general por la zona en función de la presencia de enclaves favorables a la reproducción y refugio. Algo similar ocurre con la gineta, que se distribuye de manera irregular coincidiendo con las áreas de mayor densidad de vegetación y arboleda.

El jabalí y también el cerdo asilvestrado aparecen distribuidos por buena parte del área, siendo frecuentes visitantes de las zonas de cauce, sobre todo en las matas más densas de arbustos donde pueden ocultarse.

El mamífero de gran tamaño más ligado al medio fluvial es la nutria. Antiguamente era frecuente, sobre todo en los ríos de más caudal como el Guadalhorce o el Turón. Pero al irse alterando los cauces con las obras hidráulicas e ir desapareciendo la vegetación natural de ribera en la mayor parte del recorrido de los ríos, la nutria se fue haciendo más escasa, hasta desaparecer en esta cuenca.

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5. EL MEDIO HUMANO: RECURSOS Y MODOS DE VIDA

El aprovechamiento de los recursos del río

El ser humano siempre ha tratado de aprovechar los recursos que pueden proporcionarle el río y sus riberas. En primer lugar el agua, imprescindible para sobrevivir, y para cocinar o asearse. Cuando el agua del propio río era demasiado turbia, el hombre procuraba buscar el agua más pura de algunos arroyos o de los manantiales.

Comenzó a aprovechar los animales que viven o se refugian en el río y la vegetación de ribera, capturándolos mediante la caza o la pesca. También las especies vegetales, cortando los árboles por sus maderas, recolectando frutos, cortezas, ramillas u hojas; todo aquello que pudiera ser útil.

Cuando el hombre aprendió a cultivar plantas, pronto se dio cuenta de que los terrenos de las vegas del río eran los más fértiles y más fáciles de trabajar. Además se puede obtener agua mediante pequeños desvíos del río y transportarla por acequias, para regar los cultivos. Cuando se dispone de agua suficiente las cosechas son mucho mayores y más seguras que en los terrenos que solo dependen del agua de las lluvias.

El agua en una zona como Málaga, donde no abunda, es un recurso muy valioso para la agricultura y para el consumo humano. Por eso las poblaciones siempre se fueron formando cerca de puntos donde puede obtenerse agua, sobre todo cerca de los ríos. A lo largo de los siglos el hombre ideó las mejores formas para extraer el agua del río, desviarla y transportarla a las poblaciones, o distribuirla por los campos de cultivo.

El hombre descubrió también que podía utilizar la fuerza de las aguas para realizar algunos trabajos pesados en lugar de emplear el esfuerzo humano o el de animales.

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Así que ideó procedimientos y maquinarias que pudieran funcionar gracias al movimiento del agua.

En las épocas en que aún no se utilizaba la energía del carbón, el petróleo o la electricidad, y casi todos los trabajos tenían que hacerse con el esfuerzo humano y de animales, era muy importante poder aprovechar la fuerza del agua o del viento.

Por tanto, los principales recursos que los habitantes de las riberas del Guadalhorce han obtenido tradicionalmente del río son:

. Animales y plantas, para alimento, construcción, tejidos, etc. . Agua para consumo humano y para riego de los campos . Fuerza mecánica, para mover maquinarias

Los ríos más caudalosos se aprovechan también como vías de comunicación, mediante la navegación, ya que el transporte por el agua es más fácil y económico que por tierra. Pero el Guadalhorce no tiene caudal ni profundidad suficientes para la navegación.

Sin embargo los caminos siguen un recorrido más o menos paralelo al río Guadalhorce, ya que es más fácil ir de una comarca a otra por el valle que por las montañas. Solo en los tramos demasiado inaccesibles, como El Chorro, tienen que buscarse rutas alternativas.

Así que la existencia del río y su valle de algún modo facilitaba las comunicaciones en esas épocas en las que los desplazamientos tenían que hacerse a pie o en caballerías.

EL RÍO GUADALHORCE 37

Con el paso de los siglos los habitantes de las orillas del río supieron aprovechar las ventajas que éste proporcionaba. Desarrollaron sistemas para desviar el agua mediante puntos de toma, o con pequeños diques atravesando el cauce. Construyeron canales para transportar esas aguas y acequias para distribuirlas por los cultivos. Estas redes de riego se hicieron más complejas, con sistemas de compuertas para regular la distribución y albercas para almacenar el agua.

En puntos favorables a lo largo del río se construyeron molinos, para moler cereales y aceite gracias a la fuerza del agua en movimiento. A menudo tenían que construirse también pequeños diques, acueductos y albercas para suministrar el agua, y poder situar los molinos en lugares de fácil acceso a los carros y bestias de carga.

Aunque no todo eran ventajas por tener cerca el río. Como sabemos el Guadalhorce es un río de caudal bastante irregular. A veces sufre riadas que inundan las tierras próximas y causan grandes daños. Los habitantes aprendieron a convivir con esta irregularidad. Por ejemplo, la mayoría de las poblaciones no se situaron justo en las orillas sino en puntos algo más alejados y a mayor altura que los terrenos que se inundaban con frecuencia.

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Esas zonas inundables se dejaban para los cultivos; las construcciones situadas en ellas eran en general de fácil reparación: casetas, albercas, acequias. Además estos terrenos quedaban fertilizados por la capa de tierras y materiales orgánicos que se depositaban en las inundaciones.

Por otro lado el río puede ser también un obstáculo para las comunicaciones entre sus dos orillas. El Guadalhorce en realidad no era un gran obstáculo, pues no es muy ancho ni caudaloso. Los carruajes y caballerías pueden atravesarlo directamente en varios puntos de poca profundidad, o vados.

Aunque en las épocas del año en que trae mayor caudal y las aguas son más profundas el tránsito sí que se interrumpía. Los habitantes aprendieron a construir estructuras para poder pasar “por encima” de la corriente. Primero simples pasarelas de madera. Más tarde, en los puntos de paso importantes, construyeron puentes más sólidos, de piedra, ladrillo o hierro.

Incluso en algunos puntos del tramo bajo del río se instalaron sistemas de barcas para atravesarlo en las épocas de aguas altas, si no era posible o no había dinero para construir un puente.

En resumen, el ser humano, a lo largo de los siglos siempre trató de aprovechar lo que el río le proporciona, agua, buenas tierras en su márgenes, fuerza hidráulica, pero tuvo que aceptar también los inconvenientes, adaptarse a ellos y, con su esfuerzo, tratar de superarlos.

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Las obras públicas

Cuando el hombre solo disponía de sus propias fuerzas o la de sus animales, su capacidad de transformar el territorio era limitada. Para poner en cultivo las tierras, abrir caminos, construir ciudades, tenía que dedicar mucho tiempo y esfuerzo. Aprendió a utilizar las fuerzas naturales, como la de las corrientes de agua o el viento, o la fuerza de la gravedad, para facilitar esos esfuerzos.

Captación de agua en el Guadalhorce para el riego agrícola, mediante una derivación del río cerca de Antequera. Un pequeño dique (azud) intercepta el río y crea un desnivel para, mediante una acequia, transportar por gravedad una parte del agua hacia una alberca, desde donde se puede distribuir por la finca. Es un ejemplo del aprovechamiento del agua en los tiempos en que no había motores que pudieran extraer e impulsar las aguas.

A partir del siglo XVIII el ser humano aprendió a utilizar nuevas fuentes de energía. Primero el vapor de agua a presión producido al calentar agua quemando madera o carbón mineral. Más tarde descubrió la electricidad, como obtenerla y construyó máquinas que empleaban esa energía eléctrica. Y también motores que funcionaban quemando combustibles que podían obtenerse a partir del petróleo.

Durante los siglos XIX y XX la tecnología avanzó muy rápidamente. Gracias a las nuevas máquinas el hombre dispuso de unas fuerzas de trabajo muy superiores a las que había dispuesto antes. Podían realizarse obras y edificaciones más grandes y más rápidamente que las que habían sido posibles solo con el esfuerzo humano y de los animales.

Además las nuevas fuentes de energía eran transportables. La maquinaria podía ahora utilizarse en cualquier parte. En cambio el empleo de la fuerza hidráulica

40 EL RÍO GUADALHORCE dependía de que hubiera un río cerca. Por eso los antiguas molinos del río fueron dejando de emplearse y se abandonaron. La mayor parte acabaron desapareciendo.

Las nuevas tecnologías y maquinarias, y las mayores potencias disponibles con las nuevas fuentes de energía hicieron pensar al hombre que podía transformar el medio natural para ponerlo a su servicio. No a pequeña escala como había venido haciendo desde los tiempos antiguos, sino a muy gran escala.

Por ejemplo, ahora era posible construir enormes presas y almacenar grandes volúmenes de agua en embalses. De este modo podía suministrarse agua a las ciudades y pueblos en unas cantidades antes impensables. También podían aumentarse mucho las superficies de cultivos en regadío, incrementando las producciones de hortalizas, y también de naranjas y limones. Los excedentes de estos productos podían exportarse a otros países.

Vamos a enumerar algunas de las grandes obras públicas que se han construido en la cuenca del río Guadalhorce a partir del siglo XIX, y que han transformado sus paisajes desde entonces, más rápidamente que en los dos mil años anteriores.

Ferrocarriles y carreteras

El ferrocarril fue el primer medio que revolucionó el transporte terrestre a grandes distancias, en el siglo XIX. Cuando se buscó la mejor ruta para comunicar la ciudad de Málaga con el interior, se optó por seguir el valle del río Guadalhorce. Al llegar a la zona de El Chorro ya no era posible seguir el río, pero las nuevas técnicas y maquinarias hicieron posible construir un gran sistema de túneles y viaductos para atravesar la sierra. Se construyeron también grandes puentes de piedra y de hierro para atravesar ríos y barrancos. Una vez alcanzada la llanura de Antequera el trazado del ferrocarril ya no tenía grandes dificultades. El trazado del ferrocarril entre Málaga y Córdoba se construyó entre 1861 y 1865.

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Recientemente se ha construido una nueva línea ferroviaria entre Málaga y Córdoba para la circulación de trenes de alta velocidad (AVE), inaugurada en 2007. Debido a que este tipo de trenes necesita trazados más suaves, con curvas de radio muy amplio, la nueva línea no está tan ajustada al valle del río como el antiguo ferrocarril. Las técnicas y maquinaria actuales han permitido realizar grandes túneles y viaductos, así que la geografía ya no condiciona los trazados tanto como lo hacía antes.

Cuando empezaron a construirse carreteras para facilitar la circulación de los primeros automóviles se aprovecharon sobre todo los antiguas caminos de carretas. Así que el valle del Guadalhorce continuó siendo un sitio de paso obligado para las rutas entre la ciudad de Málaga y su costa y el interior de la provincia. Para atravesar las sierras de la zona de El Chorro las carreteras se desvían hacia el este (por el Valle de Abdalajís) o el oeste (hacia El Burgo o Ardales), subiendo pequeños puertos de montaña, ya que las carreteras pueden adaptarse mejor al terreno que los ferrocarriles.

Actualmente pueden construirse carreteras más grandes y de trazado más recto, las autovías, por las que los coches circulan con mayor gran velocidad y comodidad. Los obstáculos naturales pueden hoy superarse con grandes excavaciones, túneles y puentes. Al elegir el trazado de las nuevas carreteras que comunican Málaga con el interior, ya no se optó por seguir las rutas tradicionales por el valle del río Guadalhorce, sino otros “pasillos” alternativos.

Por ejemplo, la reciente autovía que desde Málaga se dirige hacia Cártama, a partir de esta localidad se separa del valle del Guadalhorce y continúa como una nueva carretera por el valle de un afluente hasta y Ardales, siguiendo luego hacia . Está previsto que algún día se complete como autovía todo el trazado. La nueva autopista de peaje A-45 en cambio sube hacia por el valle del río Campanillas, donde enlaza con la autovía construida anteriormente a lo largo del río Guadalmedina, como principal ruta desde Málaga hacia Antequera y hacia Granada.

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Embalses y canales de riego

En 1903 se funda la Sociedad Hidroeléctrica del Chorro y en 1905 comienza la explotación del salto del Chorro, con una pequeña presa y un canal de cuatro kilómetros, que aprovechaba un desnivel de 100 metros para producir electricidad que llegaba hasta Málaga. Pero en 1907 las instalaciones sufrieron una inundación y al año siguiente un incendio.

En 1909 El Guadalhorce sufrió una de sus grandes riadas, con enormes daños en la ciudad de Málaga. Entonces las autoridades planearon construir una gran presa que cumpliera tres objetivos:

• Contener las aguas en épocas de fuertes tormentas, para que los daños de las inundaciones fueran menores. • Aprovechar el agua almacenada para aumentar los regadíos en la Hoya de Málaga. • Mejorar también el abastecimiento de agua potable a Málaga y las demás poblaciones del valle.

El primer gran embalse, llamado entonces de El Chorro y hoy del Conde de Guadalhorce, se construyó entre 1914 y 1921 en la confluencia del río Turón con el río Guadalhorce. Poco después se construyó aguas abajo la pequeña presa del Gaitanejo. Junto a ambas presas se instalaron centrales eléctricas.

Se construyó la barriada de El Chorro, junto a la línea del ferrocarril, para el alojamiento de los operarios durante la construcción de estos embalses. Para facilitar el traslado de los obreros hacia la obra y el transporte de materiales se construyó una pasarela colgada de las paredes de roca del desfiladero. Cuando el rey Alfonso XIII fue a inaugurar la presa de El Chorro recorrió esta pasarela, que desde entonces se conoce como Caminito del Rey. También puede verse junto a la presa la silla y la mesa de piedra que se colocaron para que el rey firmara el acta de inauguración.

Se construyó también un primer gran canal desde El Chorro hacia Álora, que permitió mejorar e incrementar los regadíos del Valle.

Entre 1966 y 1972 se construyeron los embalses de Guadalhorce y Guadalteba, en la confluencia entre ambos ríos, y muy próximos al anterior del Conde de Guadalhorce. A continuación se realizó una nueva red de canales que amplió la anterior.

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Presa del Conde de Guadalhorce Presa de Guadalhorce-Guadalteba

Al ampliarse mucho la extensión tierras de cultivo en regadío, se construyeron también a lo largo del Valle del Guadalhorce nuevas poblaciones para alojar a los colonos agrícolas y sus familias. También se construyó una gran red de caminos y nuevas carreteras, obras para proteger las tierras de las inundaciones (muros de tierra o de grandes piedras) y se hicieron algunas plantaciones de eucaliptos y álamos en las orillas para evitar su erosión por el río.

Hacia el año 1900 existían en la zona del Valle del Guadalhorce unas 4.000 hectáreas de regadíos, alimentadas por acequias que a veces databan del tiempo de los árabes. En los años 70, tras la finalización de los grandes embalses y de las nuevas redes de riego, la superficie de regadío había aumentado hasta casi 22.000 hectáreas. Además parte del agua de estos embalses se lleva hasta la ciudad de Málaga para su abastecimiento.

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Obras incluidas en el Plan Guadalhorce. Fuente: Revista Jábega nº 1 (1973) Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga.

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Encauzamientos y rectificaciones de las márgenes

La intensa ocupación humana de las márgenes del río Guadalhorce desde antiguo, ha entrado a menudo en conflicto con el funcionamiento natural de las aguas. El hombre ha tratado de aprovechar al máximo para el cultivo los terrenos próximos al río. También ha querido construir sus casas, sus fábricas, sus carreteras y ferrocarriles en los terrenos llanos de las vegas del río. Pero el caudal del río, como sabemos, es irregular. A veces se desborda y destruye cultivos, casas, fábricas y carreteras.

Además la vegetación de ribera, que podría ser una barrera natural frente a los desbordamientos, ha sido destruida en la mayor parte de los tramos del río. Entonces el hombre ha tenido que construir barreras artificiales para evitar que las aguas inunden sus cultivos y sus construcciones.

Primero levantó pequeños muros de piedra en las orillas para proteger sus casas. Luego muros más grandes de tierra, de piedras o de hormigón para que las aguas no lleguen a sus campos. Cuando se dispone de grandes máquinas y de energía suficiente, el tamaño de las barreras puede ser mayor.

Se construyen diques y presas para detener las aguas, y esto hace que las inundaciones sean ahora menos frecuentes que antes, pues muchas pueden ser contenidas por los embalses. Pero no todas, porque algunas veces las lluvias son más intensas de lo que esos embalses pueden contener.

Además, como las tierras junto al río se inundan ahora con menos frecuencia, el hombre se confía y empieza a construir más casas, fábricas y carreteras en esos lugares. Entonces, cuando al final ocurre una inundación los daños son incluso mayores que antes.

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Terrenos afectados por desbordamientos del río en Villanueva del Trabuco

Un puente derribado por una riada del Guadalhorce en Álora

Los terrenos que pueden inundarse más fácilmente son los del tramo final del río, donde la vega es ancha y llana, y las aguas pueden extenderse en una gran anchura. Esos terrenos hasta hace apenas un siglo incluso eran, en gran parte, zonas pantanosas, marismas. Pero después se fueron rellenando y ahora están ocupados por polígonos industriales, un aeropuerto, autopistas, e incluso barriadas de la ciudad.

En el otoño de 1989 hay una de esas grandes inundaciones en toda esta zona, y el desastre es enorme. Quizás lo mejor sería dejar que el río fluya libremente por el valle, y no construir en los terrenos que puedan inundarse. Dejar esos terrenos solo para cultivos, o mejor aún, recuperar los bosques de ribera y las marismas que existieron hace años. Pero ya es tarde para todo esto.

Entonces no queda más remedio que gastar mucho dinero y emplear grandes medios para tratar al menos de que, cuando venga la siguiente riada, las aguas no causen tantos daños a nuestras construcciones. La solución que se ha buscado para el Guadalhorce es encauzar el tramo final del río hasta la desembocadura.

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“Encauzar” quiere decir construir un gran cauce artificial, una especie de canal, por donde circulan las aguas del río. Este cauce artificial está delimitado por grandes muros de tierra, piedras y hormigón, y es lo bastante ancho como para que contenga las aguas incluso de las riadas más grandes, y las conduzca al mar sin que se desborden.

Aunque ya se habían hecho algunas obras anteriores, es en los años finales del siglo XX y los primeros del XXI cuando se ha construido el canal definitivo, con unos 8 kilómetros de longitud. Antes de llegar a la desembocadura, el canal se divide en dos brazos, como hacía antes el río, y deja en medio una isla.

En esta isla hay una pequeña superficie de lagunas que, aunque su origen es casi por completo artificial, recuerdan un poco a la extensión de marismas que hace cien años existía en esta zona, cuando no había casas, ni fábricas, ni carreteras,…

Vista de las obras de encauzamiento del Río Guadalhorce. Fuente: Google Maps

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6. LA TRANSFORMACIÓN DEL PAISAJE

Ya hemos visto que el paisaje actual de las zonas que atraviesa el Guadalhorce ha cambiado mucho desde los tiempos antiguos hasta hoy. Sobre todo en los últimos cien años los cambios han sido más rápidos e intensos, pues el ser humano ha dispuesto de máquinas y fuentes de energía que le permiten transformar su entorno más profundamente.

Durante siglos los cultivos agrícolas fueron ocupando las vegas cercanas al río, a menudo a costa de los antiguos bosques de ribera. Ahora en la mayoría de los tramos del río que discurren por llanuras como la de Antequera o la Vega de Málaga, la vegetación de ribera ha desaparecido, o es apenas una franja de pocos metros de anchura pegada a las orillas.

En zonas más montañosas se ha conservado mejor esa vegetación de ribera, pero debido a talas o al pastoreo incluso en esas zonas son pocos los bosquetes que permanecen en buen estado. En general apenas los forman una o dos hileras de árboles y de arbustos.

En algunos tramos donde la vegetación de ribera llegó a desaparecer, el hombre se ha visto obligado a plantar de nuevo árboles para proteger las orillas, para que la fuerza de la corriente en épocas de crecidas no las erosione y se lleve las tierras y casas que hay a continuación.

En las zonas llanas de cultivos los bosquetes de ribera que podemos ver hoy tienen casi siempre origen artificial. Las especies más utilizadas han sido los álamos blancos y, sobre todo, los eucaliptos. Éstos últimos son árboles que proceden de Australia, que crecen muy rápidamente, por lo que pueden sujetar las orillas en poco tiempo.

En la zona central de la cuenca existen hoy unas grandes masas de agua que hace cien años no existían, los grandes lagos artificiales de los embalses. Su creación ha tenido un doble efecto: por una parte ha inundado tierras agrícolas y riberas, e incluso poblaciones; por otra han aparecido nuevos paisajes y nuevos hábitats para la fauna.

El entorno de los embalses y las montañas que los rodean se repoblaron además con pinos para proteger el suelo, y evitar que las lluvias arrastren demasiadas tierras hacia esos embalses. De este modo se recuperaron paisajes forestales en montes que debido al pastoreo y la tala se habían quedado desnudos siglos atrás.

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Las mayores transformaciones sin embargo se han producido en el entorno de las poblaciones. Las viviendas, las carreteras y todo tipo de construcciones humanas se han extendido por los terrenos de las vegas, desplazando los usos agrícolas anteriores. Especialmente cerca de las ciudades más grandes, como Málaga o Antequera, puede verse como los antiguos campos de cultivo cercanos al río han pasado a ser polígonos industriales, centros comerciales o nuevas barriadas.

Con el crecimiento de las poblaciones y de las industrias ha ido también empeorando la calidad de las aguas del río. Los vertidos urbanos han ido a parar a él, pues era la forma más fácil de librarse de esos residuos molestos y contaminantes.

En los últimos años se han construido depuradoras para que las aguas que van al río sean más limpias, pero aún hay demasiados puntos donde se vierten directamente las aguas residuales sin depurar.

También hay demasiados desaprensivos que, por su cuenta, vierten al río escombros, basuras, líquidos contaminantes y todo tipo de porquerías de las que se quieren desprender.

Además hay una contaminación menos visible pero muy importante, que es la debida a los productos químicos que se emplean, a veces en exceso, en los cultivos agrícolas. Una parte de esos productos son arrastrados por las lluvias y acaban en las aguas del río.

El río Guadalhorce y sus riberas, tal como los conocemos hoy, son el resultado de muchos siglos de actividad humana, en que el hombre ha querido aprovechar aguas, tierras, plantas y animales para su beneficio. Las transformaciones del río y su entorno se han acelerado en los últimos tiempos, gracias a la mejor tecnología de la que disponemos en comparación con los hombres de hace algunos siglos.

Esas transformaciones han tenido consecuencias positivas y negativas. Entre las positivas:

• Incremento de las producciones agrícolas, al ponerse en regadío más terrenos. • Aumento de la cantidad de agua disponible para usos humanos, gracias a los embalses. • Disminución de la frecuencia de las inundaciones.

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Entre las negativas:

• Pérdida de la mayor parte de las franjas de vegetación de ribera. • Alteración del curso natural del río, por construcción de edificios y por las obras de encauzamiento. • Contaminación de las aguas por toda clase de residuos y vertidos.

Ahora que disponemos de más medios tecnológicos que nunca antes en la historia, quizás es hora de que nos preguntemos qué río queremos para el futuro. No se trata de recuperar el río que pudo haber hace mil años, o cuatro mil. Tampoco estamos dispuestos a renunciar a nuestros cultivos, nuestros centros comerciales, nuestras casas, y todo lo que hemos construido o creado a lo largo del río. Ni por supuesto al agua potable o la electricidad que nos proporcionan los embalses.

Pero sí hay algunas cosas que podríamos hacer mejor en adelante, y de paso arreglar algunos errores que hemos cometido hasta ahora. Por ejemplo:

• Dejar de construir edificios en los terrenos que sufren inundaciones con frecuencia. • No alterar las márgenes o el cauce del río con obras que modifiquen la circulación de las aguas. • No tratar de ganar terrenos para edificar en las vegas, construyendo nuevas barreras. • Proteger y mantener las franjas de vegetación de ribera que aún permanecen. • Aumentar mediante plantaciones con arbustos y arbolado los tramos de ribera con vegetación, para que sean lo más continuos, anchos y densos que permita el terreno. • Depurar todas las aguas residuales y eliminar los puntos de vertido al río. • Utilizar con cuidado y en las dosis necesarias los productos químicos agrícolas. • No abandonar plásticos, escombros y basuras en las márgenes del río.

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