“ENTRE “LOS BRAVOS”, ARAUCANOS E HISPANOCRIOLLOS”. RELACIONES INTERÉTNICAS EN LA PORCIÓN CENTRAL DE TANDILIA: EL CASO DE LAS PARCIALIDADES PAMPA-SERRANAS DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII.

Imagen tomada del portal web: http://www.educ.ar/sitios/educar/recursos/ver?id=84147

TESIS DE LICENCIATURA

CARLA DÁTOLA

DIRECTOR MARCELINO IRIANNI

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS

UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DE LA PROVINCIA DE

2017

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ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS ...... pág. 7

CAPÍTULO I: PLANTEAMIENTOS INICIALES……………………………….……………………..…pág. 8

Fundamentación y delimitación del objeto de estudio……………………………….……..pág. 8

Acerca del marco temporal y espacial de la investigación……………………………….pág. 13

Objetivo general y objetivos específicos………………………………………………………….pág. 19

Hipótesis central y secundarias………………………………………………………...... pág. 20

Operacionalización de conceptos en torno a las unidades de análisis…………………………………………………………….…………………….pág. 21

Variables de análisis e indicadores………………………………………………………………….pág. 22

Justificación de las unidades de análisis………………………………………………………….pág. 22

CAPITULO II: ANTECEDENTES Y ASPECTOS METODOLÓGICOS……………………………………………………………………………..……………pág. 24

Estado de la cuestión ……………………………………………………………………….…………….pág. 24

Respecto al carácter de la investigación………………………………………….……………..pág. 59

Marco metodológico…………………………………………………………………………….…………pág. 60

La correlación de los procesos de cambio en torno al sistema serrano Tandilia………………………………………………………………………………..pág. 60

Acerca de las fuentes utilizadas ……………………………………………………………………..pág. 61

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CAPÍTULO III: ¿“UNA “IDENTIDAD IMPUESTA” ATRAVESADA POR LA TEHUELCHIZACIÓN Y LA ARAUCANIZACIÓN? LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD ÉTNICA DE LOS PAMPA-SERRANOS. UN CASO DE ETNOGÉNESIS………………….………………………………………………………….pág. 71

Introducción……………………………………………………………………………………………………pág. 71

Serranos. Ser o no ser, esa era una cuestión……………………………………………………pág. 71

Cuando la identidad se construye haciendo camino………………………………………..pág. 75

Identidades impuestas: cuando el reconocimiento de “los otros” se vuelve un dilema……………………………………………………………………………………….pág. 81

¿Quiénes se esconden bajo el velo de los rótulos hispanocriollas?...... pág. 85

“Tehuelchización y araucanización en las Pampas”. ¿El bosque tapa al árbol o lo deja en evidencia?...... pág. 93

Dime con quién andas y te diré quién eres…………………………………………………….pág. 100

Consideraciones preliminares…….…………………………………………………………………pág. 108

CAPÍTULO IV: PROCESOS DE ESPECIALIZACIÓN ECONÓMICA INDÍGENA EN EL ÁREA PAN-ARAUCANA: LA ARTICULACIÓN DE LAS LLANURAS Y SIERRAS DE LA PORCIÓN CENTRAL DE TANDILIA CON LOS MERCADOS PATAGÓNICO-CHILENOS Y LA FRONTERA BONAERENSE………..…………………………………………..……………….pág. 112

Introducción…………………………………………………………………………………...... pág. 112

Acerca del desarrollo de las parcialidades pampa-serranas del sur y suroeste bonaerense……………………………………………………………………...pág. 113

Los desafíos a la hora de construir vínculos interétnicos: el encuentro con la “otredad”……………………………………………………………………...pág. 116

La emergencia de malones como nueva expresión de resistencia a la dominación colonial………………………………………………………………………………….pág. 119

El surgimiento de una nueva lógica de reproducción material indígena……………………………………………………………………………..…………pág. 122

Acerca del sistema de corrales de piedra de las llanuras orientales………………………………………………………………..…………….pág. 126

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Los mercados transcordilleranos y la frontera bonaerense: escenarios claves para el comercio interétnico………………………………………………pág. 129

“Entre la espada y la pared”: el desarrollo de la economía pastoril indígena ante la presencia araucana en tiempos coloniales……………………………..…………pág. 134

La negociación política como expresión de resguardo de los intereses comunitarios indígenas…………………………………………………………………………………pág. 137

Transformaciones en el devenir sociopolítico de las tribus del área Pan-araucana …………………………………………………………….pág. 142

Repensando el concepto de “pedir con vuelta” …………………………………………….pág. 144

Consideraciones preliminares.………………………………………………………………………pág. 151

CAPÍTULO V: TRANSFORMACIONES EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA AUTORIDAD DE LOS CACICAZGOS PAMPAS DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII…..………………………………………………………………….………….pág. 156

Introducción………………………………………………….………………………………………………pág. 156

Antecedentes sociopolíticos de las sociedades indígenas de Pampa y Nor-Patagonia…………………………………………………………………………………………..pág. 156

Aires de cambio en torno a la construcción de la autoridad cacical bajo los cánones de la dominación colonial……………………………………….pág. 160

La presencia araucana y el intercambio cultural: su incidencia en la definición de nuevos matices políticos en Pampa y Nor-Patagonia…………………………………………………………………………………………...pág. 165

Las transformaciones políticas desde una óptica interdisciplinaria: el ejercicio de la autoridad cacical a través del testimonio de los actores coloniales y de la cultura material …………………………………………………...pág. 170

“Reforzar la etnicidad para afianzar la autoridad”: la importancia de las pautas y hábitos indígenas en el devenir político de las tribus………………………………..…………………………………………………..pág. 173

El surgimiento de una nueva racionalidad indígena como herramienta de acción política durante la segunda mitad del siglo XVIII…………………………………………………………..…………………………pág. 177

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Promover la unión e incentivar los conflictos intertribales: acerca de los mecanismos de dominación colonial bajo el clima de fricción interétnica………………………………….………...... pág. 180

Acerca de la vida en el espacio fronterizo y la emergencia de nuevos actores sociales………………………………………………………...... pág. 184

La redefinición de la autoridad étnica: ¿resistencia indígena o aceptación de la imposición colonial? ……………………………………………………….pág. 186

Entre la paz y la guerra: continuidades y rupturas en el accionar político indígena durante la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX……………………………………………..………………………..pág. 189

Consideraciones preliminares……………………………………………………………………….pág. 196

CAPÍTULO VI: CONCLUSIONES FINALES……………………….………………………….……..pág. 202

Aspectos centrales de la investigación…………………………………………………………..pág. 202

Nuevos objetivos e interrogantes……………………………………………………………….…pág. 217

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS………………………………………….………………………….pág. 221

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AGRADECIMIENTOS

En primer lugar quisiera agradecer a mi Director, el Doctor Marcelino Irianni, por su apoyo incondicional, su buena predisposición y por ser parte de mi crecimiento profesional y personal. Al Licenciado Eduardo Antonio Ferrer, por su colaboración en materia de bibliografía y su cordialidad. A la Doctora Verónica Puente, por su amistad, acompañamiento y consejos en cada uno de mis proyectos y desafíos académicos. A mi mamá y abuelos, por los valores inculcados y creer siempre en mí. A mis amigas, por escoltarme en cada paso y alentarme ante las dificultades.

Gracias a todos.

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CAPÍTULO I: PLANTEAMIENTOS INICIALES

Fundamentación y delimitación del objeto de estudio El arribo de los europeos al Nuevo Mundo, se convertiría en un parte aguas en el desarrollo de las sociedades prehispánicas. La conquista y colonización darían marcha a diversos sincretismos entre el mercantilismo y la lógica andina. De este modo, tendría lugar la emergencia de una nueva sociedad: la formación social colonial. Como toda formación económica y social pre capitalista, estaría signada por las contradicciones y las dualidades que involucran a los agentes sociales de la época. Es bien sabido que más allá del impacto y la introducción de políticas y prácticas de sometimiento coloniales, los indígenas1 lograron, a través del desempeño de los caciques o kurakas como mediadores o interlocutores, utilizar los canales institucionales para preservar los intereses comunitarios. Incluso se sirvieron de los recursos que los hispanos introdujeron para dar lugar a procesos de transformación de la reproducción material indígena y de reconfiguración de su modo de vida. Si para el siglo XVI algunas comunidades indígenas del continente creyeron poder expulsar a los hispanos, para el siglo XVII y sobre todo el siglo XVIII el poder español era indiscutible. Una nueva forma de vida que oscilaba constantemente entre la resistencia y el sometimiento, entre la paz y el conflicto, cobraría vigencia. Sin embargo, en tiempos prehispánicos las confrontaciones también tuvieron lugar convirtiéndose en parte de la herencia que demandaría, posteriormente, un grado de atención considerable por parte de la empresa colonial española. Dentro de una coyuntura política dinámica, las tensiones y disputas que solían darse desde una dimensión horizontal (a través de relaciones interétnicas entre las comunidades) en un corto plazo cobraron una dimensión vertical, tal es el caso de los aparatos estatales incaicos y aztecas en torno a las sociedades indígenas que se negaban a fusionarse y subyugarse a la lógica de estas maquinarias políticas de gran escala. Una vez producida la conquista, tendría lugar la emergencia de relaciones interétnicas entre blancos e indígenas en los espacios de

1Partir de la denominación “indígena” remite a pensar a los individuos pertenecientes al continente americano, que habitaron aquel vasto territorio desde tiempos milenarios y que a partir de la última década del siglo XV se vieron afectados por la conquista y colonización. Los mecanismos de dominación implementados tales como la desnaturalización, la evangelización, la encomienda, reducciones, entre otros, dieron paso a la gradual disolución de los grupos étnicos y, como consecuencia, a la emergencia de parcialidades indígenas. 8 frontera. Los contactos prehispánicos existentes entre diversos grupos étnicos cobrarían mayor vigor y se verían potenciados en función de los cambios acontecidos en las condiciones sociales y económicas a razón de la colonización y una serie de transformaciones intraétnicas que favorecieron la aparición de una nueva lógica indígena. Este escenario refuta ampliamente aquellas concepciones teñidas de una visión sesgada del indígena, considerándolo un actor irracional o bárbaro perteneciente a un esquema cultural estático que permanece inmutable en el tiempo. Para el siglo XVIII, entre los mecanismos de dominación colonial española cobraron mayor importancia los fortines militarizados, las reducciones, las expediciones represivas y los parlamentos que buscaron contrarrestar los malones indígenas para afianzar la paz y garantizar el intercambio comercial y de obsequios.2 En razón de las comunidades indígenas pertenecientes al territorio de lo que hoy conforma , es posible reconocer que a través de la óptica liberal y en consonancia con los procesos de conformación y consolidación del Estado argentino acorde a los cánones decimonónicos, se vislumbra una mirada parcial que condenó al universo indígena a la extinción y el olvido, y que incluso perdura actualmente en los textos escolares. Bajo esta perspectiva, la sociedad colonial es concebida como un mundo bipolar, donde la frontera actúa como un límite infranqueable, volviéndose un espacio hostil y de continuos enfrentamientos belicosos entre hispano-criollos e indígenas. Tierra adentro, más allá de la frontera, el escenario es presentado, desde la discursiva de los actores sociales coloniales y del período independiente y la historiografía tradicional-liberal, como un espacio “desértico”, desprovisto de cualquier tipo de civilidad, muy poco explotado y habitado por bárbaros:3

2Respecto a los dispositivos de dominación colonial y su impacto véase: Araya, José, Ferrer, Eduardo (1988) La Feria Indígena del Chapaleofú, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Tandil; Birocco, Carlos (2009) “Los indígenas de Buenos Aires a comienzos del siglo XVIII: los reales pueblos de indios y la declinación de la encomienda” en Revista de Indias, Vol. LXIX, Nº 247, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, pp.83-104; Campetella, Alejandra (2007) “Asegurar la “defensa y custodia” de las campañas: Vaquerías y diplomacia interétnica en las sierras pampeanas durante la primera mitad del siglo XVIII”, en Trabajos y Comunicaciones, Nº 32/33, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP, pp. 83-109; Crivelli Montero, Eduardo (2013) “Pactando con el enemigo: la doble frontera de Buenos Aires con las tribus hostiles en el período colonial”, CONICET, Departamento de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, pp. 1-58. 3Ortelli destaca que intelectuales como Zeballos, Ameghino, Lafone Quevedo o Moreno fueron algunas de las figuras destacadas de fines del XIX principios del XX que contribuyeron a la definición de la identidad nacional y la conformación del Estado a partir del rescate de aquellos vestigios del pasado que consideraron aptos para la causa liberal. Para aproximarse a una revisión crítica de las concepciones de 9

“Pero la pampa ha sido al fin conquistada y el salvaje huye a buscar refugio en los Andes, de donde salió, hijo rebelde del tronco araucano, para tentar la fortuna en la vida errante y militar de la inmensa llanura (…)”4

A fin de analizar las acciones cometidas por los agentes coloniales y los correspondientes al período independiente, resulta necesario apreciar a la sociedad de frontera, como un fenómeno complejo, atravesado por procesos de cambio constante. Partir de una mirada dinámica, permite construir nuevas explicaciones que superan los planteos etnocéntricos que subyugaron al mundo indígena. Es por ello que esta investigación considera acertados los argumentos de Mazzanti respecto a la necesidad de redefinir y construir nuevas interpretaciones críticas en razón de los estereotipos y prejuicios construidos en pos de los intereses de la dominación hispano-criolla. “Los cronistas y funcionarios europeos que llegaban al continente americano estuvieron condicionados por el campo filosófico e ideológico de su época (…) desde los escritos más tempranos, en los cuales los europeos expresaron sus hazañas y discursos pretendiendo demostrar la importancia de civilizar o de ser necesario, exterminar a las poblaciones nativas. En la región pampeana el punto de inflexión fue la campaña al “desierto, tomada como hecho socio-económico de la creación del Estado-Nación. La apropiación de los territorios indígenas, el genocidio de sus habitantes y el cautiverio de los sobrevivientes fueron dispositivos políticos de sometimiento logrados bajos las órdenes del General, J. A. Roca. Paradójicamente, son considerados como hazañas patrióticas que justificaban el progreso de la Nación Argentina.”5 Aquel escenario que parecía asemejarse al desierto, comienza a vislumbrarse como un territorio que lejos estaba de ser inhóspito, sino más bien, habitado por sociedades indígenas que supieron aprovechar la topografía y recursos para favorecer la construcción de un vasto circuito comercial articulado a los mercados chilenos (tanto

Estanislao Zeballos en torno a la araucanización de las Pampas y el estilo de vida de las sociedades indígenas se recomienda ver: Ortelli, Sara (1994) El proceso de “Araucanización” de las Pampas. Balances y perspectivas. Tesis de Licenciatura. Facultad de Ciencias Humanas, UNCPBA. 4Zeballos, Estanislao (1986 [1878]) La conquista quince mil leguas, Buenos Aires, Hyspamérica. Ibídem. 5Mazzanti, Diana, L. (2010) “Factores dominantes en el desarrollo de la arqueología pampeana del período Posconquista” en Nastri, J. y Menezes, Ferreira, L. (editores) Historias de Arqueología Sudamericana, Fundación de Historia Natural Félix de Azara, Universidad Maimónides, Argentina, pp. 189-209. 10 indígena como hispanocriollos) y con la frontera bonaerense. Los estudios efectuados desde las últimas décadas del siglo pasado, sobre todo a partir de los años ochenta, no solamente reivindican la injerencia de las comunidades indígenas en el devenir colonial sino que también han permitido repensar el comportamiento indígena, más allá de la dicotomía “civilización y barbarie”, para dar paso a una nueva matriz historiográfica que si bien reconoce los enfrentamientos bélicos y hostilidades apunta al análisis de las instancias de diálogo, negociación y a las estrategias de resistencia indígena (considerando variables como la etnicidad y la territorialidad). Así pues, la noción de frontera cobra un nuevo sentido más permeable como escenario de encuentros frecuentes, sujeto a continuas resignificaciones identitarias. Actualmente el problema de la identidad indígena ha sido analizado y abordado, intentando superar las contingencias producto de factores lingüísticos, a la lectura e interpretación de las fuentes (considerando la visión parcial o sesgada de los actores coloniales e independentistas) en torno al período a analizar y en razón de la movilidad que caracterizó a estos grupos para el aprovechamiento del espacio. No obstante, resulta crucial el abordaje de la reconfiguración étnica indígena en el marco de las relaciones intraétnicas e interétnicas. Si bien se trata de una temática abordada, la mayoría de los estudios hacen hincapié en el siglo XIX, siendo aun necesario profundizar en las transformaciones que acontecieron en el siglo XVIII. En relación a ello, Irianni6 admite que los pampas se muestran en el escenario fronterizo como un conjunto de parcialidades atomizadas más o menos amistosas entre sí y para con la sociedad hispanocriolla conformando un tamiz étnico aún por descifrar. En función a los argumentos planteados el objeto de estudio de esta investigación es analizar la incidencia de las relaciones interétnicas, que tuvieron lugar en la porción central del sistema Tandilia, en la construcción y resignificación de la identidad indígena de las parcialidades pampa-serranas durante la segunda mitad del siglo XVIII. De este modo, esta propuesta de trabajo pretende dar lugar a construcciones explicativas que buscan interpretar las continuidades y rupturas que se evidencian en torno a los lazos interétnicos entre el mundo blanco y el mundo aborigen y entre los grupos étnicos indígenas. Durante el siglo XVIII, más precisamente

6Irianni, Marcelino (2012a.) “La Pampa, Flora, Fauna y Gente, Siglos XVIII y XIX” en Anuario IEHS, Nº 27, Tandil, pp. 205-207.

11 en la segunda mitad, tendría lugar el surgimiento de nuevas identidades étnicas en torno a la región Pampa y la región norpatagónica. Vale la pena mencionar que esta investigación no se detendrá en la cotidianidad de las tribus, sino más bien en un análisis de las transformaciones socioeconómicas y políticas que dieron sentido a la mutación identitaria y a la naturaleza de la autoridad cacical haciendo hincapié en el rol de los caciques como agentes que posibilitaron el diálogo y el intercambio comercial y cultural con los blancos. Ello no implica negar la existencia de tensiones políticas o enfrentamientos cuerpo a cuerpo en los cuales estuviese en riesgo la supervivencia de su tribu. Acorde al objeto de estudio delimitado surgen una serie de preguntas de partida a saber, ¿por qué las relaciones interétnicas que se desplegaron en la zona central de Tandilia propiciaron la emergencia de procesos de etnogénesis que dieron lugar a una reconfiguración étnica de la identidad pampa-serrana? ¿Qué rol jugó el proceso de araucanización en el devenir de la identidad pampa-serrana? ¿De qué modo incidieron las relaciones interétnicas en las transformaciones económicas y sociopolíticas que acontecen en las Pampas durante la segunda mitad del siglo XVIII? ¿Por qué las llanuras y sierras de la porción central del sistema Tandilia se convirtieron en un nodo vital para el circuito doméstico y comercial indígena en el área Pan- araucana? Si bien se han realizado diversos aportes en relación a las parcialidades de Nor-Patagonia y Pampa en torno a las correlaciones existentes entre la territorialidad- etnicidad indígena y su interacción con los espacios de frontera colonial es necesario profundizar en la comprensión del desarrollo de una economía pastoril indígena para el caso del sur bonaerense y las transformaciones sociopolíticas que propiciaron la ampliación y profundización de las relaciones interétnicas. Esto nos permitirá analizar los procesos de etnogénesis, que atravesaron los pampa-serranos emparentados con el linaje de los Bravos y vinculados con los araucanos. Los lazos forjados habían dado lugar a la emergencia de una nueva identidad indígena en conjunción con la consolidación de un espacio de interacción de gran escala, la denominada área Pan- araucana.

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Acerca del marco temporal y espacial de la investigación Esta investigación se detiene a analizar la segunda mitad del siglo XVIII, considerando la coyuntura histórica en la cual tendría lugar un nuevo sistema económico indígena (doméstico y comercial y que continúa en el siglo siguiente) ligado al desarrollo de áreas de especialización producto de la interdependencia y complementariedad económica, que favoreció la emergencia de redes de intercambio, a lo largo del siglo XVII, entre Pampa, Nor-Patagonia y la Araucanía. A la vez un nuevo proceso de cambio tendría lugar en el seno de las parcialidades indígenas. Se trata de la renovación de la lógica política de los cacicatos pampas en consonancia con la riqueza obtenida por la actividad pecuaria, la influencia ejercida por la araucanización de las Pampas y la incidencia de los dispositivos de dominación colonial. A diferencia del siglo precedente, el siglo XVIII estaría signado, para el caso de las Pampas, por períodos que oscilaron entre la paz y la guerra7. Los hispanos apuntaron a la instalación de Fuertes, a la realización de parlamentos e incluso fomentar el reconocimiento de caciques principales, destacados como interlocutores o mediadores, para facilitar la negociación y la celebración de acuerdos con los grupos étnicos, y sobre todo sacar provecho de la influencia que éstos podían ejercer sobre los caciques menores. Los dispositivos de dominación colonial utilizados, cobran sentido en el marco de las transformaciones sociopolíticas introducidas en torno al control ejercido por la corona española sobre los territorios ultramarinos. Las reformas borbónicas apuntaron principalmente a efectivizar la subordinación de las colonias y sobre todo reforzar los dispositivos coloniales de poder, no sólo para atenuar y poner freno al poder y los intereses de los criollos, sino también para evitar posibles insurrecciones y grandes revueltas indígenas. Entre las medidas adoptadas se destacan la creación de un ejército permanente, el surgimiento de nuevos virreinatos, capitanías y comandancias, el reemplazo de gobernantes, corregidores y alcaldes mayores por la figura del intendente y una serie de cambios en materia fiscal.

7Con respecto a los procesos de especialización económica correspondiente a las sociedades indígenas véase: Mandrini, Raúl (1997) “Las fronteras y la sociedad indígena en el ámbito pampeano” en Anuario IEHS, Nº 12, Tandil, pp.23-34; Mazzanti, Diana (2007) Arqueología de las relaciones interétnicas posconquista en las sierras de Tandilia. Tesis Doctoral. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires; Ortelli (1994) op. cit. 13

Se hará hincapié en los procesos coyunturales recién mencionados, y bajo este marco histórico, tomaremos como punto de partida los años 1741/42, en los cuales las autoridades hispanocriollas firmaron el tratado de Casuhati con el cacique Bravo Cacapol, siendo designado maestre de campos de las sierras (título que a su muerte portará su hijo Cangapol aunque en los hechos ya era una tarea por él desempeñada). Es necesario destacar la importancia de los tratados en el espacio fronterizo entablados por el universo indígena y el mundo hispanocriollo. A fin de considerar no sólo su utilización por parte de estos últimos como estrategia para subyugar a las parcialidades y garantizar la paz sino también como mecanismo de resistencia indígena que llevó a los caciques principales a adoptar un comportamiento dual para aprender a convivir con los blancos y a la vez reforzar la legitimidad y aceptación de su autoridad étnica en relación a los caciques menores subordinados a ellos. En razón de los supuestos planteados en líneas posteriores y el recorte temporal que esta propuesta considera relevante cobra sentido destacar los argumentos de Taruselli8 el cual expresa que “la historiografía tradicional, con su apego a las gestas militares, hizo hincapié en la guerra y negó o menospreció la existencia de estos pactos. Según este enfoque, los tratados eran prácticas tendientes a legitimar la conducta de los españoles, sin ningún significado para los grupos indígenas que no habrían tenido conciencia de los compromisos que asumían. En la actualidad, los estudios referidos a la cuestión muestran no sólo la existencia, sino también el valor jurídico de esos tratados y sus implicancias sociales”. Las paces de Casuhati merecen ser analizadas en función de los cambios de la política colonial, a partir del siglo XVIII. Para entonces se acentúa la pretensión de los españoles de entablar diálogo y conciliar con los caciques de mayor envergadura a fin de evitar posibles ataques indígenas no sólo al casco de estancias contiguas a la frontera sino también a la misma Buenos Aires. La designación del cacique Bravo Cacapol cobra sentido en relación a su influencia política sobre las parcialidades que frecuentan las tierras próximas a la frontera bonaerense. Esta interacción continua se evidencia a través de los relatos de viajeros y funcionarios coloniales. A partir de ellos es posible determinar que la filiación étnica a la cual había pertenecido el linaje de los

8Taruselli, Gabriel (2010) “Alianzas y traiciones en la Pampa rioplatense durante el siglo XVIII” en Fronteras de la Historia, Vol. XVII, Instituto Colombiano de Antropología e Historia, pp. 363-387. 14 caciques Bravos era la nación tehuelche, (más precisamente tehuelche septentrional). Estos habían entablado relaciones de parentesco y alianzas con las parcialidades pampa-serranas incluso con los araucanos, quienes fueron asiduos moradores de las llanuras y sierras de Tandilia. A través de la lógica parental, en el marco de un espacio fronterizo interétnico, es posible interpretar el nombramiento de los Bravos como una estrategia colonial con fines disciplinarios, ya que las autoridades coloniales eran conscientes del poderío de los primeros. En 1740 Cacapol y su hijo Cangapol convocaron a sus aliados y coordinaron un gran malón que se dirigió a la Magdalena. Partir de la celebración del acuerdo es indispensable para vislumbrar el desarrollo de cambios sociopolíticos y económicos que atravesaron los cacicatos en el espacio de frontera durante el siglo XVIII. Una vez producida la muerte de Cangapol (hijo de Cacapol) el predominio de los tehuelches septentrionales en el espacio de las Pampas entró en crisis. Tras su fallecimiento se desató una disputa por la conducción del área entre su hijo (Guibar), su hermano (Gualquen) y los pampas, entre quienes se destacó la figura de Rafael Yahatti (designado por los españoles como general de las tribus y protector de la frontera)9. Los pampas supieron construir alianzas con los indígenas de la Araucanía chilena quienes consideraron la ocasión una oportunidad propicia para afianzar lazos con aquellos ya que les garantizaría el acceso al ganado (es válido aclarar que los Bravos, considerados tehuelches, también mantuvieron relaciones estrechas con los araucanos, consolidadas a través de redes parentales, aunque ello no habría bastado para evitar la decadencia de su influencia política). Resulta interesante destacar la

9Arias, Fabián (2006) “La Región de la “Tierra de las Manzanas” y la Familia de los Caciques Bravos durante los siglos XVII y XVIII. Posibles definiciones a partir del análisis de las rastrilladas y del uso del espacio” en Bandieri, S., Varela, G. y Blanco, G., (compiladores) Hecho en Patagonia. La Historia en Perspectiva Regional, imprenta Universitaria, Neuquén, pp. 85-107; (2011-2012) “Fronteras interétnicas en el espacio de las Pampas durante la primera mitad del siglo XVIII. El caso del linaje de los caciques Bravos y sus relaciones interregionales”, en Anuario Escuela de Historia, Nº24, Facultad de Humanidades y Artes, UNR, pp. 121-146; Carlón, Florencia (2008) “Sobre la articulación defensiva en la frontera sur bonaerense a mediados del siglo XVIII: un análisis a partir de la conflictividad interétnica”, en Anuario del Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos S. A. Segreti., Año VIII, Córdoba pp. 277-298; (2010) “Liderazgos y organizaciones sociopolíticas indígenas en Pampa y Patagonia Norte durante el siglo XVIII” en Revista Colombiana de Antropología, Vol. XLVI, Nº 2, Colombia, pp. 435-464; Crivelli, Montero, Eduardo A. (1994) “Araucanos en las Pampas” en Todo es Historia, Nº 323 Buenos Aires; Nacuzzi, Lidia (2006) “Tratados de paz, grupos étnicos y territorios en disputa a fines del siglo XVIII”, en Investigaciones Sociales, Nº 17, Universidad Nacional San Marcos; Nacuzzi, Lidia, Lucaioli, Carina, Nesis, Florencia (2008) Pueblos nómades en un estado colonial. Chaco-Pampa-Patagonia, siglo XVIII, Antropofagia, Buenos Aires. 15 disputa por el reconocimiento del cacique principal, ya que Yahatti fue el último líder reconocido por los hispanocriollos que evidencia una denominación originaria. Tras su muerte, los caciques que entraron en escena presentan nombres de origen araucano, aunque no necesariamente implica la gestación de una identidad nueva. En otras palabras, las disputas por la sucesión y la construcción de alianzas Pan-araucanas son factores claves que cobran sentido bajo la óptica de las relaciones interétnicas que los actores construyeron en el espacio de frontera. Por lo tanto, es posible concebir las mutaciones que acontecieron con respecto a la identidad indígena y la aceleración de cambios internos en la dinámica política y económica de los cacicatos que ya estaban en marcha tiempo antes de que se intensificaran los lazos multiétnicos (estos lazos comenzaron en tiempos prehispánicos).10 Ello permite dar razones suficientes para proceder en esta investigación a través de un marco temporal que se proyecta inclusive hasta el período posterior al dominio ejercido por los Bravos sobre el sistema Tandilia.

10En razón a la construcción de la autoridad cacical y sus transformaciones se recomienda ver: Néspolo, Eugenia, Cutrera, María Laura, Morrone, Ariel (2009) “El líder étnico, liderar y liderazgo. Los Yahatti, Lepin, Juan Manuel Cachul y Juan Catriel: hombres políticos en la frontera bonaerense” en Revista Española de Antropología Americana, Vol. XXXIX, Nº 2, Madrid, pp. 83-100. 16

Figura 1. Mapa de los territorios meridionales bajo dominación colonial y de los espacios controlados por las parcialidades indígenas hacia 1750.

CUADRO DE REFERENCIAS: ------Límite entre los territorios controlados por indígenas y españoles

Fuente: Mandrini (2008) La Argentina aborigen. De los primeros pobladores a 1910, Siglo XXI, Colección Biblioteca Básica de Historia, Buenos Aires.

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En cuanto al marco espacial, esta investigación pretende considerar el rol de las tierras y sierras de la porción central del sistema Tandilia, espacio frecuentado por los indígenas por sus inmensas llanuras y aguadas que resultaron claves para la gestación de una economía pastoril indígena. A pesar de la pérdida de protagonismo de los Bravos, el control de los territorios valliserranos bonaerenses continuó en disputa entre los miembros de su propio linaje, y posteriormente, entre los líderes étnicos de diversas parcialidades. Ello se debió a su riqueza ganadera la cual resultaba crucial para el circuito comercial que conectaba la región Pampa con Patagonia y los mercados chilenos, a la vez que se producían contactos con Buenos Aires y Carmen de Patagones para la obtención de bienes europeos. El desarrollo de estos circuitos comerciales interétnicos y la dependencia indígena respecto a los bienes de origen europeo contribuyeron a la especialización económica donde la disponibilidad de recursos lo permitió. Esta investigación parte del supuesto de que las tierras y sierras comprendidas, actualmente en el partido de Tandil, constituyeron un escenario apto y fructífero para el desarrollo de procesos de especialización económica que atañen a las parcialidades pampa-serranas a partir de la segunda mitad del siglo XVIII y que continúan durante el siglo XIX. “En las tierras del sur y sudoeste bonaerense, en particular en las comprendidas entre las sierras de Tandil y Ventana, la abundancia de aguadas y pastizales permitió la formación de un importante núcleo ganadero vinculado a esa red mercantil.”11 En concordancia con lo sostenido por Mandrini, Campetella12 expresa que las serranías fueron habitadas por caciques durante las décadas de transición del siglo XVII y XVIII. “Las sierras aparecen en este período como un lugar de intensos contactos interétnicos de variado tipo, pues en ellas convergían indígenas de diferentes jurisdicciones, todos ellos atraídos por la abundancia de ganado cimarrón. Las sierras pueden verse en esta época como un epicentro en la extensa red de circulación trasandina que vinculaba las distintas regiones del territorio indígena, y a éste en su conjunto con el territorio controlado por los hispanocriollos”. Investigaciones previas han demostrado la importancia de estas tierras apoyándose no sólo en las referencias documentales sino también desde la evidencia

11Mandrini (2008) op. cit. 12Campetella (2007) op. cit. 18 arqueológica.13 En el partido de Tandil y en otros espacios que también integran el sistema serrano Tandilia se han hallado corrales de piedra. Se trata de un tipo de construcción cuya funcionalidad ha sido discutida por los especialistas, aunque como bien expresan Mazzanti14 y Pedrotta15 existe cierto consenso a la hora de atribuirlas a la población indígena correspondiente a tiempos pos conquista cuya localización había estado sujeta a la disponibilidad de recursos, sobre todo en materia de agua y pastura y al aprovechamiento de la topografía serrana para crear reparos o encierros. Aunque algunas edificaciones fueron realizadas durante el siglo XIX por hispanocriollos recuperando las técnicas indígenas.

Objetivo general y objetivos específicos Esta investigación tiene por objetivo analizar las relaciones interétnicas entre el linaje de los caciques Bravos y las parcialidades pampa-serranas, durante la segunda mitad del siglo XVIII en los llanos y sierras de la zona central del sistema Tandilia en el marco de la araucanización de las Pampas y la dominación colonial. A partir del objetivo general se desprenden una serie de objetivos específicos, a saber:

Según Boccara,16 los procesos de etnogénesis tuvieron lugar en razón de una vasta red de relaciones interétnicas (entabladas con hispano-criollos y entre los grupos

13Ferrer, Eduardo, Pedrotta, Victoria (2006) Los corrales de piedra. Comercio y asentamientos aborígenes en las sierras de Tandil, Azul y Olavarría, Crecer, Tandil; Mazzanti, Diana, L. (2006) “Los pueblos originarios de las sierras y llanuras orientales “en Zubiaurre, P. (coordinación) Historia de Balcarce. Los Orígenes. Municipalidad de Balcarce, pp. 73-93; (2007) op. cit.; Mazzanti, Diana, L., Quintana, Carlos (2010) “Estrategias de subsistencia de las jefaturas indígenas del siglo XVIII. Zooarqueología de la localidad arqueológica Amalia (Tandilia Oriental)” en Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología XXXV, Buenos Aires, pp. 143-170; (2012) “Fauna y ambiente en la subsistencia indígena durante el siglo XVIII en Tandilia Oriental” en Anuario IEHS¸Nº 27, Tandil pp. 209-221. 14Mazzanti (2006/7) op. cit.; Mazzanti y Quintana (2010/2012) op. cit. 15Pedrotta, Victoria, Bagaloni, Vanesa, Duguine, Laura, Carrascosa, Leire (2011) “Investigaciones arqueológicas en los “corrales de piedra” del sistema Tandilia (Región Pampeana, Argentina)” en Ramos, M. Hernández de Lara, O. (editores) Arqueología Histórica en América Latina, PROARHEP, Buenos Aires. 16Boccara, Guillaume (1996) “Notas acerca de los dispositivos de poder en la sociedad colonial- fronteriza, la resistencia y la transculturación de los reche-mapuche del centro-sur de Chile (XVI-XVIII)” en Revista de Indias, Vol. LVI, Nº 208, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, pp. 659-695; (1999) “Etnogénesis mapuche: resistencia y reestructuración entre los indígenas del centro-sur de Chile (siglos XVI-XVIII) en The Hispanic American Historical Review, Vol. LXXIX, Nº 3, Duke University Press, pp. 425-461; (2002) “Fronteras, mestizaje y etnogénesis en las Américas” en Mandrini, R., Paz, C. (compiladores). Las fronteras hispanocriollas del mundo indígena latinoamericano en los siglos XVIII – XIX. Un estudio comparativo, IEHS, UNS y UNCo, Tandil; (2005) “Génesis y estructura de los complejos fronterizos euro-indígenas. Repensando los márgenes americanos a partir (y más allá) de la obra de 19

étnicos indígenas entre sí) que sostuvo la etnia reche y que dio paso a su reconfiguración étnica y como consecuencia al surgimiento de la etnia mapuche. A partir de ello, se pretende: Indagar la aplicabilidad de la propuesta de Boccara en torno a la reconfiguración étnica de las parcialidades pampa-serranas que frecuentaban la porción central de Tandilia durante la segunda mitad del siglo XVIII.17 Llevar a cabo una discusión crítica de las transformaciones económicas acontecidas, considerando la incidencia de la colonización a través de la introducción de recursos y la repercusión de las relaciones entre los grupos étnicos indígenas. A fin de construir un esquema explicativo de los procesos de especialización acontecidos que dieron lugar a la emergencia de una economía pastoril en torno al sistema Tandilia de gran importancia en el contexto del área Pan-araucana. Interpretar las transformaciones en torno a los cacicazgos pampas considerando el rol desempañado por un estilo de vida pastoril, la adopción de elementos culturales araucanos y la incidencia de los dispositivos de dominación desplegados por las autoridades coloniales de Buenos Aires.

Hipótesis central y secundarias Esta investigación sostiene como hipótesis central que el espacio valliserrano, comprendido en la zona central de Tandilia, fue un escenario clave en el cual las relaciones interétnicas emergentes entre las parcialidades pampa-serranas y el linaje de los Bravos dieron lugar a procesos de etnogénesis, que en conjunción con la dominación colonial y la influencia ejercida por la araucanización, permitieron la reconfiguración de la identidad étnica de los primeros durante la segunda mitad del siglo XVIII.

En función de ello, se derivan una serie de hipótesis secundarias, a saber:

Nathan Watchel” en Memoria Americana, Nº 13, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Buenos Aires, pp. 21-52. 17El hecho de considerar la aplicabilidad de la propuesta de Boccara al caso aquí planteado, no implica que esta investigación contemple la necesidad de realizar un análisis comparativo con el caso de la etnia mapuche estudiado por el autor.

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• Se sugiere que las sierras y llanos que conforman la zona central del sistema Tandilia constituyeron un centro socioeconómico especializado con fines comerciales vital del área Pan-araucana, destacándose dentro del escenario multiregional debido al desarrollo de una economía indígena de tipo pastoril, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, articulada a los mercados chilenos (indígenas principalmente y centros hispanocriollos) y en relación con la frontera bonaerense. • Los caciques Bravos, actuaron como interlocutores entre las autoridades coloniales y los caciques menores pampa-serranos de modo tal que su desempeño fue oscilante y ambivalente entre la reivindicación y representación de las parcialidades aliadas y la satisfacción de sus intereses a partir de la negociación con los blancos. • La decadencia y crisis del linaje de los Bravos significó un giro en la disputa por el reconocimiento de las autoridades coloniales, la cual estuvo protagonizada por los pampa-serranos y las parcialidades araucanas que se habían instalado gradualmente en las tierras del este cordillerano.

Operacionalización de conceptos en torno a las unidades de análisis Resulta necesario destacar y precisar una serie de categorías y constructos explicativos procedentes del campo de la antropología política, el campo historiográfico y el registro arqueológico que serán utilizados en el desarrollo de la investigación con el propósito de comprobar las hipótesis propuestas y dar respuesta a las conjeturas de partida planteadas en razón del objeto de estudio. A través de la exploración de los estudios y contribuciones realizadas por otros investigadores en torno a la problemática aquí propuesta es posible llevar cabo una discusión crítica de la temática planteada y delimitar las unidades de análisis e indicadores que servirán como ejes de estructuración al momento de contrastar las nociones teóricas con los datos empíricos provistos por las fuentes.

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Variables de análisis e indicadores El objeto de estudio a analizar será abordado a través de la correlación de variables a fin de determinar el alcance e incidencia de una serie de transformaciones en la definición de la identidad étnica.18 Partiendo de la categoría de “relaciones interétnicas” se procederá a considerar su vinculación con la noción de “etnogénesis” a través dos ejes de análisis. Por un lado, los factores económicos que propiciaron la gestación de una economía pastoril indígena en las tierras circunscriptas al sistema Tandilia y la incidencia de la riqueza ganadera en la gestación de mutaciones en torno a la autoridad étnica. Por otro lado, los condicionantes políticos que operaron sobre los cacicazgos pampas, ya sea a través de los dispositivos de dominación colonial como los elementos culturales araucanos adoptados por las parcialidades pampa-serranas del sur bonaerense.

Justificación de las unidades de análisis La selección de las unidades de análisis está sujeta a considerar la correspondencia existente entre el desarrollo de las relaciones interétnicas y la noción de etnogénesis. En relación a los factores económicos es necesario destacar que los procesos de especialización ligados a la economía indígena correspondiente a los grupos étnicos del sur y suroeste bonaerense deben ser interpretados a la luz de los mecanismos de adaptación y asimilación de pautas de consumo que estas parcialidades vivenciaron incluso antes de la introducción de especies europeas a partir de la conquista y colonización. A la vez que es necesario concebir el modo en que la intensidad y continuidad de vínculos entre grupos étnicos de ambos lados de la cordillera incidieron en la definición de la economía pastoril indígena. En función de ello, es de gran importancia analizar la injerencia ejercida por el creciente interés de los grupos étnicos procedentes de la Araucanía chilena con respecto a la explotación

18Tal como expresan Sampieri, Collado y Baptista, aquellas investigaciones que adoptan un carácter explicativo están atravesadas por las demás clases de estudios, por lo tanto, una investigación explicativa es a la vez descriptiva, exploratoria y correlaciona diferentes variables. En el caso de esta propuesta se pretende dar respuesta a las causas y efectos de las relaciones interétnicas en relación a los procesos de etnogénesis que atañen a la identidad pampa-serrana. Y para ello será necesaria la exploración de fuentes editas e inéditas que serán contrastadas con la información proveniente del registro arqueológico. Con respecto a los tipos de investigación y su funcionalidad véase Sampieri, R., Collado, C., Baptista L. (1991) Metodología de la Investigación, Mc Graw-Hill, Buenos Aires.

22 del ganado caballar y vacuno y su participación en los circuitos ganaderos que se desarrollan en el área Pan-araucana. En cuanto a los factores políticos, resulta conveniente destacar que las parcialidades pampas atravesaron por cambios internos que facilitaron la adopción de elementos y patrones culturales araucanos que dieron origen a nuevas formas políticas en torno a la construcción de la autoridad cacical en consonancia con la importancia que adquirió la riqueza ganadera como indicador de prestigio. A la vez que resulta indispensable considerar la injerencia ejercida por la colonización a la hora de pensar la importancia que adquirió la capacidad de diálogo y negociación como habilidad indispensable con la que debía contar aquel que aspirase al cargo de líder étnico.

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CAPÍTULO II: ANTECEDENTES Y ASPECTOS METODOLÓGICOS

Estado de la cuestión El estudio de las comunidades indígenas ha sido una problemática impregnada por las concepciones etnocéntricas y evolucionistas decimonónicas sujetas a una mirada parcial que naturaliza las cosmovisiones europeas al momento de la conquista y colonización del Nuevo Mundo. Arias, Mandrini y Mazzanti sostienen que estos presupuestos decimonónicos continuaron presentes en la antropología, para el caso de la rama tradicional que sostiene el modelo clásico evolucionista y que se ha nutrido de los aportes de los arqueólogos y antropólogos norteamericanos que llevaron a cabo estudios descriptivos en los cuales prima la noción de etapas por los cuales atraviesan las organizaciones sociales hasta alcanzar la conformación del Estado como fin último.19 Aun hacia finales del siglo XX, perviven las posturas difusionistas y culturalistas, que procuraron hallar factores determinantes que tuvieran correspondencia con las fases propuestas por el modelo de Service20. Respecto al “modelo clásico”, Mazzanti21 argumenta que en relación al período posconquista se procedió a analizar a las sociedades intentando hallar elementos culturales que indicaran la presencia de araucanos, sin contemplar el contexto histórico-político. Una nueva línea de trabajo emergería en las últimas décadas del siglo XX en el campo de las ciencias sociales. Desde la antropología, argumenta Arias22, nuevos estudios discuten los modelos tradicionales y se oponen al uso de herramientas teóricas y conceptos políticos tradicionales territoriales. Bajo esta renovación historiográfica, surgieron nuevos avances etnohistóricos abocados al estudio de los pueblos indígenas y los procesos de cambio posconquista, criticando los prejuicios o estigmas que los cronistas de la época o los científicos tradicionalistas instalaron.

19Para una aproximación al debate historiográfico véase Arias, Fabián (2008) “Arqueología del saber historiográfico de las sociedades indígenas pampeano-patagónicas de los siglos XVIII y XIX. Aportes para su estudio”, en III Jornadas de Historia de la Patagonia, San Carlos de Bariloche; Mandrini, Raúl (2003) “Hacer historia indígena. El desafío a los historiadores” en Mandrini, R., Paz, C. (editores). Las fronteras hispanocriollas del mundo indígena latinoamericano en los siglos XVIII-XIX. Un estudio comparativo, IEHS, UNS y UNCo, Tandil; Mazzanti (2007) op. cit. 20Service, Elman (1984) Los orígenes del Estado y de la civilización. El proceso de evolución cultural, Alianza, México. 21Mazzanti (2007) op.cit. 22Arias (2008) op. cit. 24

Dentro de este marco, se hallan los trabajos de diversos autores que esta tesis considera cruciales para el tratamiento de la problemática propuesta. Esta propuesta considera propicio referirse a las poblaciones nativas, haciendo uso de la noción de grupo étnico, lo cual permite repensar y discutir la falsa homogeneidad atribuida al universo indígena americano. Esta categoría facilita una aproximación al problema de la identidad étnica y la influencia ejercida por los contactos interétnicos en torno a su delimitación a través del tiempo. A través de la propuesta de Bari23 se logra una aproximación a la noción de grupo étnico. Para la autora esta denominación remite a una organización social local regulada por normas de auto-inclusión y de atribución por otros orientada por un sistema de valores. En función de las relaciones intra e interétnicas entabladas se afianzan las normas de adscripción y de identificación. De ello se deduce, que la identificación étnica sólo puede ser entendida a partir de la confrontación con el otro, siendo de vital importancia analizar las relaciones interétnicas existentes como factor dinamizador y de actualización de la identidad. Bajo una misma óptica, Berón24 considera que un grupo de personas que se diferencian a sí mismas o son diferenciadas por otros con quienes interactúan o coexisten bajo parámetros de diferenciación cultural puede ser entendido como grupo étnico. La autora recurre a los aportes de Barth y coincide con él en la necesidad de cierta estabilidad en las características culturales de cada grupo étnico, de modo tal que las diferencias complementarias pervivan incluso en casos de contactos interétnicos profundos. Bechis sostiene que “etnia” o “pueblo” suelen ser categorías utilizadas en relación a sociedades no referidas a unidades culturales identificadas con un Estado. Estas culturas hacen referencia a grupos étnicos, siendo característico en ellos, la autenticidad y solidaridad en las conductas de grupo y los valores de grupo. En consideración de los aportes de Barth y Keyes, Bechis argumenta que es preciso considerar a los grupos étnicos no como unidades culturales, sino más bien como unidades sociales, ya que “la determinación del carácter del miembro de un grupo no

23Bari, María C. (2002) “La cuestión étnica: Aproximación a los conceptos de grupo étnico, identidad étnica, etnicidad y relaciones interétnicas” en Cuadernos de Antropología Social, Nº 16, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Buenos Aires, pp. 149-163. 24Berón, Mónica, A. (2006) “Relaciones interétnicas e identidad social en el registro arqueológico” en Género y Etnicidad en la Arqueología Sudamericana, Nº4, INCUAPA, FACSO, Olavarría, pp. 119-138. 25 es función de compartir una cultura común, sino de adscripción e identificación por parte de los propios actores”. Y más precisamente en relación a la propuesta de Keyes la autora señala que para éste, “la identidad étnica es comunicada y constantemente revalidada por expresiones culturales como mitos, rituales, su historia folklórica etc.“25 Es bien sabido que una vez iniciada la conquista española comenzaron a operar sobre el continente americano una serie de dispositivos de dominación colonial (desnaturalización, reducción, encomienda, militarización de Fuertes y fortines, entre otras prácticas e instituciones) que alteraron el modus vivendi en razón de la etnicidad y territorialidad indígena. Por lo cual es necesario contemplar el término parcialidades indígenas, para referirnos al conjunto de individuos nacidos en el continente americano, vinculados entre sí a través de la construcción de lazos de parentesco, un pasado en común, valores, patrones culturales y formas políticas compartidas que les permite distinguirse de otras comunidades y que han atravesado procesos de segmentación étnica producto del sometimiento y dominación colonial.26 Con respecto a la noción de relaciones interétnicas, se entiende por ella al desarrollo de interacciones de índole sociocultural, económica y política entre diversos grupos étnicos ya sea entre hispanocriollos y nativos o para el caso de los vínculos establecidos por las parcialidades indígenas entre sí. Durante el siglo XVIII, más precisamente hacia mediados de este, los vínculos se vuelven más notorios y regulares. Para aquel entonces, se acentúa la dependencia indígena con respecto a los bienes y recursos de origen europeo, que fueron incorporados y modificaron la reproducción material e inmaterial de los nativos, en el marco de la articulación indígena a los mercados hispanocriollos. A su vez, la frecuencia e intensidad de los encuentros entre parcialidades indígenas también contribuyeron a redefinir la lógica indígena en todas sus expresiones. De este modo, ambos procesos dieron lugar a la reconfiguración de la identidad étnica y de las prácticas culturales de las sociedades indígenas involucradas. Cabe destacar que el desarrollo de los vínculos sociales constituye un mundo complejo puesto que a partir de la interacción intra e interétnica se dinamizan los procesos de

25Bechis, Martha (1992) “Instrumentos para el estudio de las relaciones interétnicas en el período formativo y de consolidación de los estados nacionales” en Hidalgo, C., Tamagno, L. (compiladores). Etnicidad e Identidad, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, pp. 82-108. 26En relación al impacto de la conquista y colonización del continente americano, más precisamente de la porción austral considerando su repercusión y la resistencia indígena véase Birocco (2009) op. cit. 26 reconfiguración de la identidad étnica. Por lo cual, esta propuesta considera propicio detenerse en los aportes de Bechis27. Para la autora es necesario establecer una distinción entre relaciones interétnicas y relaciones étnicas. La primera remite a las instancias de intercambio cultural, entendiendo por ellas, a las relaciones de tipo económicas, políticas, etc. entre sociedades culturalmente distintas. Mientras que la interacción entre culturas distintas dentro de un sistema social dado suele ser entendida como relaciones étnicas. De este modo, los grupos étnicos suelen estar organizados en una estructura superordinada. Sin embargo, la clasificación que ella propone puede resultar un tanto confusa. En tanto y en cuanto los intercambios y relaciones de tipo económicas, socioculturales y políticas atraviesan la lógica indígena no sólo a partir de la interacción con otros grupos étnicos sino que también actúan en el seno de la comunidad. Si se procede a considerar el espacio fronterizo como sistema social incluso es posible reconocer que las relaciones entre los indígenas y los hispanocriollos siendo ambos grupos culturalmente disímiles no amerita la simplificación de las relaciones entre ellos entabladas a la condición de relaciones étnicas, lo mismo sucede si se contemplan las interacciones desarrolladas entre diversas parcialidades indígenas. Por su parte Boccara28 sostiene que para explicar la formación de las etnias de Araucanía, de las Pampas y del norte de la Patagonia debe tenerse en cuenta que ellas son el producto de un conjunto de estrategias de sometimiento coloniales y los vínculos entablados entre los grupos étnicos y de éstos con los hispanocriollos cuyo surgimiento se da a partir de la emergencia de nuevas necesidades económicas y políticas. Así pues, la identidad debe ser concebida como un fenómeno atravesado por procesos de etnogénesis, que están sujetos al contexto y a la naturaleza del contacto entre los grupos étnicos. A través de la etnogénesis se produce un doble cambio, a nivel subjetivo, respecto a las formas de definición identitaria y a nivel objetivo, se modifican las estructuras materiales producto de una fusión de unidades políticas. Así emerge una nueva estructura sociopolítica macro regional a la vez que se da el enriquecimiento de los caciques o ulmen acompañada de la expansión de los grupos reche hacia el este, conocida como araucanización de las Pampas (considerando como

27Bechis (1992) op. cit. 28Boccara (1996/99) (2002/5) op. cit. 27 factor importante, aunque no el único, la adopción del caballo por los reche, lo cual dio mayor movilidad, facilitó los contactos y promovió la unificación identitaria). Esta investigación considera que es posible comprobar la aplicabilidad de la noción de etnogénesis para comprender los procesos de resignificación de la identidad del grupo étnico pampa-serrano que solía asentarse en la porción central del sistema Tandilia. Desde una óptica centrada en el registro arqueológico, Berón y Salazar29 analizan las interacciones transcordilleranas a partir de evidencia obtenida en sitios ubicados en la provincia de Neuquén y la Pampa y recurren a la noción de diacríticos culturales, para referirse a símbolos, objetos identitarios o emblemas determinantes para la expresión de una identidad y que permiten establecer límites o pautas de diferenciación. La identificación de diacríticos y su direccionalidad permite reconocer el alcance de las interacciones establecidas entre las poblaciones que entran en contacto y determinar la existencia de una posible identidad compartida. Las variaciones en torno a los símbolos o diacríticos está íntimamente ligada a los procesos de construcción o reconstrucción de la identidad. A partir de nuevos símbolos o la reinvención de ellos, resulta posible establecer límites étnicos o campos de interacción de un grupo social. Las relaciones interétnicas actuaron como agente dinamizador de los procesos de cambio internos que vivenciaron diversos grupos a lo largo del tiempo. Es por ello que resulta determinante retomar los aportes de Mazzanti y Mandrini en torno al desarrollo de procesos de especialización económica en el sistema serrano Tandilia. A partir de sus preceptos se construye la hipótesis central de esta investigación acerca del rol desempeñado por las llanuras y sierras de la zona central del sistema Tandilia como espacio de encuentro e interacción entre diversas parcialidades del universo indígena (pampas, serranos, tehuelches y araucanos) que no solo dio lugar a la conformación de circuitos y espacios de intercambio (tal es el caso de la feria del Chapaleofú) sino también como escenario dinamizador de los procesos de etnogénesis que protagonizaron los pampa-serranos.

29Berón, Mónica, A., Salazar, Giovana, (2013) “Diacríticos identitarios en las relaciones transcordilleranas. Evidencias de interacción social y cultural entre el centro de Argentina, centro-oeste de Neuquén y la Araucanía chilena” en Nicoletti, A., Núñez, P. (compiladores), Araucanía y Norpatagonia: la territorialidad en debate. Perspectivas ambientales, culturales, sociales, políticas y económicas, CONICET, UNR, San Carlos de Bariloche, pp. 187-204. 28

Los aportes de la tesis doctoral de Mazzanti30 están abocados principalmente a la porción oriental de las sierras de Tandilia durante la segunda mitad de siglo XVIII, tomando como variables de análisis aspectos económicos y político-sociales a fin de dilucidar el funcionamiento de los lazos entre indígenas y europeos. La autora recurre al modelo propuesto por Cardoso de Oliveira para el estudio de las relaciones interétnicas, a fin de discutir su aplicabilidad al caso del espacio social Arauco- pampeano-norpatagónico concebido como área de frontera. A su vez, se recurre al enfoque propuesto por Boccara, a fin de dilucidar el impacto de los procesos de etnogénesis posconquista en la región pampeana. El análisis de las evidencias arqueológicas es contrastado y complementado con datos provistos por fuentes editas con el objetivo de lograr un abordaje integral del objeto de estudio. A partir de estos preceptos teóricos la autora refuerza su hipótesis central, según la cual las sierras orientales de Tandilia constituyeron el escenario clave para el desarrollo de un núcleo de economía pecuaria especializado en el ganado caballar controlado por indígenas durante el siglo XVIII. Ello habría implicado el desarrollo de técnicas pecuarias especializadas para el cuidado del ganado. Para Mazzanti los contactos entre indígenas e hispanocriollos desataron dependencias mutuas, viéndose favorecidos los españoles debido a la injerencia de la dominación político-económica colonial. Ello habría tenido repercusión en los procesos de cambio de los pueblos indígenas de la Araucanía y las llanuras orientales, a partir del siglo XVI. La autora expresa que a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, las sociedades indígenas comenzaron a transitar un proceso de etnogénesis (independientemente de los cambios ambientales, de la disminución de las especies silvestres y la incorporación de la fauna introducida por los europeos) y lograron constituir una red socioeconómica compleja sustentada en el movimiento de un número considerable de ganado caballar cuyos principales destinos eran los valles neuquinos y los mercados chilenos. Nuevos mecanismos cobraron vigencia a partir del contacto entre indígenas y los españoles: malones, tratados de paz, intercambios comerciales y obsequios para propiciar las instancias de negociación, bajo un contexto dual y oscilante entre la resistencia y la subordinación. La articulación indígena con el comercio colonial

30Mazzanti (2007) op. cit.

29 acompañada de los procesos de etnogénesis dio lugar al desarrollo económico de los primeros, y que había tenido lugar para el caso de los pueblos que no estuvieron sujetos a relaciones de servidumbre o al sistema de explotación de la mano de obra (la autora reconoce como excepción los primeros momentos de invasión de la Araucanía en los cuales fueron sometidos por la fuerza diversos pueblos). Mazzanti sostiene que dichas condiciones habrían permitido a los pueblos mantener su autonomía a través del control de sus territorios y la independencia política durante 300 años, de modo tal que ello propició la integración de un espacio económico colonial que articulaba la Araucanía con las Pampas, aunque bajo la influencia del proceso de dependencia económica. Por otra parte, la existencia de lazos prehispánicos que vinculaban a los pueblos indígenas de un lado y otro del cordón andino, había aportado a las parcialidades conocimientos indispensables en materia de recursos y rutas lo cual habría facilitado la amplificación y consolidación de las redes sociales interregionales. A su vez las relaciones interétnicas dieron lugar a una serie de cambios en torno a las alianzas y a la reproducción que tuvieron repercusión en la construcción de la autoridad de los caciques. Por su parte, Mandrini31 se ha abocado a diseñar un modelo económico indígena, según el cual, la introducción de ganado europeo (equino, bovino y ovino) en las Pampas jugaría un rol importante en los cambios venideros. La adopción del caballo por parte de las parcialidades de las Pampas, generó una gran capacidad de movimiento, tanto en velocidad, carga y distancia. Las cacerías cobraron mayor dimensión, reemplazando el arco y la flecha por la boleadora y la lanza. A lo largo del siglo XVII, los indígenas aprovecharon el ganado cimarrón, sin embargo a comienzos del siguiente siglo, la presión sobre los recursos aumentó producto de una mayor demanda proveniente de Chile, los araucanos utilizaban parte de los caballos obtenidos para la guerra contra las autoridades coloniales. Hacia mediados del siglo XIX la economía indígena pampeana se desarrolló en torno a dos circuitos

31Mandrini, Raúl (1985) “La sociedad indígenas de las pampas en el siglo XIX”, en Lischetti, M. (compiladora) Antropología, Eudeba, Buenos Aires, pp. 205-229. Para una visión completa de las reformulaciones efectuadas por el autor al modelo económico indígena véase: (1987) “Desarrollo de una sociedad indígena pastoril en el área interserrana bonaerense”, en Anuario IEHS, Nº 2, Tandil, pp. 71-98; (1991) “Procesos de especialización regional en la economía indígena pampeana (s. XVIII-XIX): el caso del suroeste bonaerense” en Boletín Americanista, Nº 41, Año XXXII, Barcelona, pp. 113-136; (1997) op. cit.

30 complementarios articulados por los intercambios: por un lado, el circuito del ganado vinculado al movimiento de animales en gran escala hacia Chile, contemplando el conjunto de actividades de circulación e intercambios implicados. Este circuito implicaba a un gran número de grupos indígenas y se apoyaba en la apropiación de ganados procedentes de las estancias fronterizas a través de la organización de malones (apropiación por la fuerza en forma rápida de ganado y mercancías en territorio blanco que en algunas ocasiones incluía la toma de cautivos). Por otro lado, se desarrolla el circuito doméstico, abocado a la subsistencia y necesidades de los grupos, aunque no de manera exclusiva. Entre las actividades desarrolladas se destacan el pastoreo en pequeña o mediana escala de rebaños ovinos, bovinos, equinos, caprino; caza, recolección de frutos y semillas e incluso prácticas agrícolas; además de la producción de tejidos, talabartería y platería. Los excedentes obtenidos ya sea cueros, pieles, plumas y textiles eran intercambiados en los espacios fronterizos de Buenos Aires y Patagones. No obstante, Mandrini considera que la constitución de este núcleo indígena ganadero debió estar ya en marcha hacia mediados del siglo XVIII en función de las Cartas Anuas analizadas. De hecho, la actividad comercial a través de los pasos andinos con destino a los mercados chilenos se remonta al siglo XVII acorde a rutas de mayor antigüedad. En estudios posteriores, el autor ratifica estas especificaciones en torno a la periodización pero ajusta su propuesta ya que su modelo no es aplicable a la región Pampa en su totalidad. Por lo tanto, serían las tierras del centro sur bonaerense o los valles cordilleranos las que se orientaron a una producción pastoril especializada. Mandrini profundiza sus estudios, y formula una nueva hipótesis: en la región sur y suroeste bonaerense así como la región cordillerana y precordillerana del norte neuquino, previo a la expansión de la frontera en 1820, se desarrolló un modelo específico de economía pastoril, ligado a prácticas de nomadismo acorde a patrones estacionales en función del aprovechamiento de aguadas y pasturas. En relación al sur bonaerense destaca el autor que, para el siglo XVIII se consolida la ganadería indígena ligada al mercado de Chile a través de los pasos andinos, dicho comercio había comenzado en el siglo anterior. A su vez, las parcialidades del sur bonaerense mantuvieron contactos con Buenos Aires, y luego con Carmen de Patagones, mediante los cuales se efectuaron intercambios a fin de proveerse de productos de origen europeo (destinados al consumo o la obtención de

31 prestigio), ya sea través del comercio, las compensaciones por la liberación de cautivos, los regalos obtenidos en la firma de acuerdos y los robos realizados durante los malones que atacaban la frontera o a las caravanas. En concordancia con los aportes de Mandrini, Palermo32 ha discutido críticamente la noción de complejo ecuestre, sostenida por los difusionistas norteamericanos, y posteriormente utilizada por trabajos locales para explicar los cambios en la economía indígena de las parcialidades que se desarrollaron en el territorio actual de Argentina. La introducción europea del caballo y su difusión por el continente había venido acompañada por la divulgación de rasgos asociados a un determinado complejo cultural. A su vez, se realizaron estudios a partir de la realización de inventarios de rasgos que procedían de Europa, del mundo indígena o mediante la adaptación de elementos tradicionales. La asociación de estos rasgos pretendía determinar la presencia de un complejo cultural del caballo, considerando factores vinculados al transporte, movimiento de campamentos, propiedad, caza, guerra, comercio, relaciones sociales, recreación y religión. La introducción del caballo no implicó una transformación radical en el modus vivendi de los grupos étnicos. Los cambios producidos tras la adopción del caballo no son homogéneos, ni de la misma intensidad entre los grupos indígenas. La incorporación del ganado caballar fue de gran relevancia, al igual que para el caso del ganado vacuno y lanar aunque el primero permitía el manejo de los otros. A su vez, la adopción y explotación del ganado no implicó el abandono total de prácticas indígenas antiguas, como por ejemplo la agricultura. En palabras de Palermo, “la araucanización de las Pampas y el norte de la Patagonia, ocurrida cuando la innovación pecuaria ya estaba muy avanzada, trajo otra novedad: la agricultura; al contrario de lo que sostiene algunos trabajos clásicos, los “araucanos” no perdieron sus prácticas agrícolas al instalarse al este de los Andes sino que en realidad los tehuelches septentrionales y los “pehuenches primitivos”, fuertemente influenciados por su cultura, comenzaron a cultivar (en mayor o menor

32Palermo, Miguel, A. (1986) “Reflexiones sobre el llamado “complejo ecuestre” en la Argentina” en Runa. Archivo para las Ciencias del Hombre, Vol. XVI, Revista del Instituto de Ciencias Antropológicas, UBA, Buenos Aires, pp. 157-178; (1988)”La innovación agropecuaria entre los indígenas pampeano- patagónicos. Génesis y procesos”, en Anuario IEHS, Nº 3, Tandil, pp. 43-90. 32 medida según las zonas) desde los siglos XVII y XVIII33 (…) Los contactos transcordilleranos fueron usuales mientras los “araucanos” se iban afianzando paulatinamente en el uso del caballo”34.

33Palermo (1986) op. cit. 34Palermo (1988) op. cit. 33

Figura 2. Mapa de las rutas comerciales y rastrilladas indígenas en las Pampas y Nor- Patagonia en articulación con los mercados chilenos (hispanocriollos e indígenas).

CUADRO DE REFERENCIAS: . . . . Línea de frontera c.1820 ------Línea de frontera c.1875 -> Grandes rutas ganaderas (flechas de color opaco). 1. Del río Negro 2. “Rastrilladas de los chilenos” 3. De la Pampa central -> Movimientos de los tehuelches en la Patagonia (flechas blancas de contorno negro).

Fuente: Mandrini, Raúl (editor) (2006) Vivir entre dos mundos. Las fronteras del sur de la Argentina. Siglos XVIII y XIX, Taurus, Buenos Aires.

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En torno al desarrollo de la economía pastoril indígena, para el caso de tierras del sur bonaerense, es necesario destacar no sólo los datos provistos por los viajeros y funcionarios coloniales sino también aquellos procedentes del registro arqueológico. Los corrales de piedra localizados en distintos puntos del sistema Tandilia (incluso para el caso del sistema serrano Ventania) resultaron objeto de discusión en torno a su vinculación con los asentamientos indígenas en las sierras y llanuras abocados a la captura, cría y control del ganado. Respecto a su funcionalidad y origen se han postulados distintas hipótesis. Pedrotta, Bagaloni, Duguine y Carrascosa35 expresan que las construcciones de piedra de la porción central de Tandilia han estado articuladas entre sí formando parte de un sistema integral del espacio. Respecto a la funcionalidad, las autoras consideran que los corrales de piedra fueron empleadas principalmente a las actividades ganaderas posiblemente destinados al cuidado, cría y custodia de ganado. Mientras que un grupo minoritario habían servido como recintos habitacionales y lugares estratégicos para el avistaje, vigilancia y defensa del territorio. A su vez, Pedrotta36 retoma los aportes de Araya y Ferrer37 y propone que parte de las edificaciones de piedra emplazadas en la región habían estado articuladas al funcionamiento de la Feria del Chapaleofú localizada próxima al arroyo homónimo. A diferencia de los primeros, la autora considera que el funcionamiento se remonta antes del período comprendido entre 1780 y 1790, más precisamente hacia mediados del siglo XVIII acorde a la paces de Casuhati de 1741/42, que establecieron como condición la realización de las ferias de ponchos en el Tandil (siendo ella la denominada del Chapaleofú) y el Cairú estando ambas articuladas a los circuitos comerciales que conectaban entre sí a la Patagonia, los mercados chilenos y los centros hispano criollos.

35Se recomienda ver: Pedrotta, Victoria, Bagaloni, Vanesa (2010) “Vidrios entre sierras y pircas. Estudio de los materiales vítreos de las construcciones de piedra del Sistema de Tandilia (región pampeana, Argentina) en Canto Rodado, Nº 5, Universidad de Panamá, pp. 83-113; Pedrotta, Bagaloni, Duguine y Carrascosa (2011) op. cit. 36Pedrotta, Victoria (2013) “Reandando los caminos al Chapaleofú: viejas y nuevas hipótesis sobre las construcciones de piedra del sistema Tandilia” en Memoria Americana, Nº 21, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Buenos Aires, pp. 269-294. 37Araya y Ferrer (1988) op. cit. 35

Por otro lado, se destacan los aportes de Slavsky y Ceresole38 quienes a diferencia de Pedrotta, no consideran una asociación directa de las edificaciones de piedra de Tandil con dicha feria. No obstante, las autoras sostienen que los corrales fueron construidos por indígenas (movilizados como mano de obra), españoles o criollos, que resultaron funcionales al arreo de ganado que conectaban la Pampa y Patagonia con los mercados chilenos. Ferrer y Pedrotta39, concuerdan en cuanto a la utilización de los corrales correspondientes a las sierras de Tandil, Azul y Olavarría y sostienen que fueron utilizados para la captura y encierro del ganado, tarea llevada a cabo por indígenas e hispanocriollos entre los siglos XVII y XIX (exceptuando algunos casos que se remontan a la actualidad). Aunque no debe descartarse su implementación como vivienda, control y defensa del territorio. Por su parte Pedrotta40 destaca que Ramos disiente de la propuesta de las autoras, ya que para el primero, no todas las edificaciones de piedra habían estado vinculadas al traslado y comercio del ganado. Respecto a los aportes de Mazzanti41 como se ha dicho en líneas anteriores, sus investigaciones han estado focalizadas en la porción oriental del sistema Tandilia. En cuanto al desarrollo de una economía pastoril de las sociedades pampeanas en el período posconquista, se destacan los estudios llevados a cabo en la localidad arqueológica Amalia. Se trata de un emplazamiento elegido por grandes jefaturas abocadas a este tipo de economía, que establecieron un gran campamento residencial sobre el cerro y arroyo de dicha localidad. A partir del análisis del registro arqueofaunístico de algunos de los sitios que la componen se ha determinado que se trata de un asentamiento doméstico de carácter semipermanente correspondiente a la segunda mitad del siglo XVIII.42 Esta cobró un gran valor económico debido a su localización estratégica en el sector valliserrano bonaerense en el extremo oriental de la macroárea Pan-araucana articulada a una red de intercambios interétnicos. Para Mazzanti,43 se trata de un campamento atribuido a grupos indígenas pertenecientes a

38Slavsky y Ceresole (1988) "Los corrales de piedra de Tandil", en Revista Antropológica, Nº 4, Año III, pp. 43-51. 39Ferrer y Pedrotta (2006) op. cit. 40Pedrotta (2013) op. cit. 41Mazzanti (2007) op. cit. 42Mazzanti y Quintana (2010) op. cit. 43Mazzanti (2006) op. cit. 36 jefaturas mapuches. En relación a los cinco corrales y aguadas pircadas relevadas en los valles serranos de Tandilia, Mazzanti y Quintana44 concuerdan con Pedrotta respecto a su funcionalidad, en torno al control, cuidado y traslado del ganado caballar.

Figura 3. Corrales de piedra de la porción central del sistema serrano Tandilia

Fuente: Diario digital “El Diario de Tandil”. Disponible en: http://www.eldiariodetandil.com/2013/12/05/documental-sobre-los-corrales-de-piedra/

Desde una matriz política, Arias45 se ha abocado al estudio de las relaciones interétnicas con el objetivo de analizar los vínculos del linaje de los Bravos con otros líderes étnicos y grupos que vislumbran correlación cultural, política y económica. Sus aportes hacen hincapié en las acciones intercomunitarias que los Bravos (procedentes de Nor-Patagonia) ejercen a través de su gobierno, bajo la complicidad del resto de los líderes étnicos que habitan el espacio de las Pampas, que genera articulaciones en la región a la vez que monitorean y controlan las comunicaciones en relación al espacio fronterizo lo cual, sostiene el autor, no sólo fortalece su acción política sino que también los convierte en intermediarios indiscutibles entre las parcialidades indígenas y las autoridades coloniales. El autor sostiene que la importancia del accionar político

44Mazzanti y Quintana (2010/12) op. cit. 45Arias (20011/12) op. cit. 37 de Cacapol, (cacique Bravo) se vislumbra no sólo en su capacidad de centralizar el poder en su persona (lo cual habría tenido lugar entre 1730 y 1745/6) y su capacidad de convocatoria con respecto al resto de los líderes étnicos a la guerra sino también al tratado de paz que éste suscribe con las autoridades coloniales bonaerenses, en las paces de Casuhati de 1742. En éste se le asigna al Bravo, el título de maestre de campo de toda la sierra. Estas formas de acción, argumenta Arias, se correlacionan con el contexto de la primera mitad del siglo XVIII, en torno a la convivencia de la sociedad interétnica con los actores sociales del imperio español. La construcción de redes parentales se vio complementada con la construcción de alianzas con las parcialidades amigas. Las relaciones interétnicas consolidadas por Cacapol y Cangapol (hijo de Cacapol) los involucra con las parcialidades de serranos y pampas, sino también con caciques araucanos y pehuenches que viven al extremo sur, por debajo de Valdivia y con los actores coloniales. Su liderazgo se mantuvo en pie en tanto su rol de interlocutores contara con el reconocimiento del mundo indígena como de la sociedad colonial. Arias sostiene que los Bravos habrían estado asentados en los territorios conocidos como Huichin y que habrían formado parte de lo que se denomina “La Tierra de las Manzanas” en el sur-oeste neuquino y que hacia la segunda mitad del siglo XIX se lo conocería como País de las Manzanas sujeto al gobierno del cacique Sayhueque. Como bien destaca el autor, los relatos de las fuentes permitirían suponer que los caciques Bravos habitaban estas tierras, sin embargo, hacia la segunda mitad del siglo XVIII tendrían lugar una serie de cambios en torno a las sociedades indígenas que se asentarían en aquel espacio, en parte estas alteraciones serían producto de la pérdida de protagonismo e incidencia de este linaje tehuelche sobre el escenario político indígena.46 Con respecto a los estudios de Crivelli Montero47, el autor sostiene que las paces de 1742 fue una de las estrategias efectuadas por el gobierno colonial con los jefes de diversos grupos étnicos que frecuentaban las Pampas, entre ellos se destacaban los Bravos. Desde su instalación sobre el arroyo de Sauce Grande, al pie de la sierra de la Ventana, desde donde se abocaban a realizar partidas de caza que incluso servían para expulsar a parcialidades enemigas. La dominación colonial y el

46Arias (2006) op. cit. 47Crivelli Montero (1994) op. cit.

38 desarrollo de la vida ecuestre incrementaron el accionar bélico entre los indígenas, siendo más fácil hacerse rápidamente de ganado. A través de alianzas y redes de parentesco Cacapol y Cangapol, expresa el autor, se habían convertido en cabeza de una importante confederación. Cangapol y su gente se habían enfrentado con el linaje de los Yahatti, (cuya procedencia sería el sudoeste de las pampas) aunque tiempo después sería Rafael Yahatti quien lograse ser reconocido como cacique principal por las autoridades coloniales. Sin embargo, hacia 1755, el reconocimiento por parte de los hispanocriollos entró en crisis, y las autoridades procedieron a intentar expulsar al cacique tehuelche de la jurisdicción. Ello aparentemente estaría ligado a su comportamiento dual, ya que no solamente procuraba disciplinar a los indígenas que vulneraran lo acordado, sino que también fue cuestionado por estar vinculado con el sistema que abastecía de ganado bonaerense a los mercados chilenos. Crivelli Montero argumenta, al igual que Arias, que el predominio de los tehuelches del río Limay en las Pampas de Buenos Aires remite al período de conducción política de los Bravos. Sin embargo, su linaje se fue debilitando y ello dio paso a la preeminencia del cacique pampa-serrano Rafael Yahatti (que contó con la ayuda de los aucas) respecto al reconocimiento de Buenos Aires entre 1757 y 1770. Entre los líderes que cobran importancia en el escenario de las Pampas entre 1757 y 1770, se destacan el cacique mayor Lepin Nahuel, siendo sus confederados de origen mapuche (posiblemente fuesen grupos chilenos aunque no es seguro, puesto que también se evidencias nombres mapuches entre los pampas seranos) y por otro lado, el jefe pampa-serrano Flamenco, que en algunos momentos mantiene como aliados a los tehuelches. A través de la figura cuatro y cinco, expuestas a continuación, puede observarse la composición de dos linajes de gran importancia e influencia sociopolítica durante el siglo XVIII y el modo en que ambos están interconectados acorde a sus intereses y a los conflictos interétnicos.

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Figura 4. Líneas sucesorias del linaje de los caciques Bravos

CACAPUEL (1620)

¿X? (1650)

CACAPOL (BRAVO I) (+1748)

NICOLÁS CANGAPOL (BRAVO II) PAINIACAL (+1757) (1750)

GUIBAR (BRAVO III) PANGACAL (1757) (1782)

PAYBALLAN (1803)

PAILLACAN (+1867?)

Fuente: reproducción de la figura elaborada por Arias (2006) op. cit.

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Figura 5. Líneas sucesorias del linaje de los caciques Yahatti

JOSEPH YAHATTI FELIPE YAHATTI (Cacique pampa) (Cacique pampa) (Hermano de Felipe Yahatti (Aparece en la escena política

asesinado por los hombres en la década de 1740 y cobra conducidos por el maestre de campo venganza por la muerte de su hermano Mendinueta en 1752) y arrasa las misiones jesuíticas, finalmente sufre una emboscada por parte del cacique Bravo Cangapol y muere)

RAFAEL YAHATTI (Designado como cacique principal y custodio del espacio valliserrano por las autoridades coloniales en reemplazo del cacique tehuelche Cangapol en 1757 y su influencia política se desvanece hacia 1770) (Se desconoce su parentesco con los hermanos Joseph y Felipe Yahatti)

THOMAS YAHATTI (Cacique pampa) (Sus ancestros habrían sido Felipe y Joseph Yahatti)

(Es reconocido como embajador por las autoridades coloniales en 1777 y luego, en 1780, se convierte en enemigo de los blancos)

Fuente: elaboración propia tomando como base de datos las investigaciones de: Carlón (2010) op. cit.; Néspolo, Cutrera y Morrone (2009) op. cit.; Néspo lo, Eugenia (2007). “Las misiones jesuíticas bonaerenses del siglo XVIII, ¿una estrategia político-económica indígena?”, Revista TEFROS, Vol. V, Nº1,

Buenos Aires, pp. 1-46.

Además de la creación de alianzas con algunos caciques o confederaciones indígenas, (que según Crivelli Montero48 podían disponer libremente respecto a su localización o debían formar una barrera a lo largo de las sierras de Tandil), las autoridades coloniales buscaron mantener una tierra de nadie o zona de amortiguación, entre el río Salado y las sierras de Tandil, (entre 1759-1768 las

48Ibídem.

41 relaciones interétnicas fueron inestables y el acceso indígena a la frontera para comerciar estuvo sujeto a controles estrictos) y concentrar a los indígenas en reducciones. Se recurrió también a establecer una línea militar con fuertes a lo largo del río Salado. Mediante estas estrategias el gobierno colonial tenía como objetivo evitar las incursiones indígenas en las estancias próximas a Buenos Aires. Exceptuando la militarización de fortines, las demás estrategias no se proyectaron en planes para el largo plazo. Respecto a los aportes de Carlón,49 la autora se aboca al estudio de las relaciones interétnicas construidas en relación con la frontera de Buenos Aires, haciendo hincapié en la variable política, a fin de analizar la emergencia de liderazgos y jefaturas de Pampa y Nor-Patagonia durante el siglo XVIII. Entre los linajes abordados por la autora y que consolidaron su supremacía a mediados del siglo XVIII se encuentra el de los Bravos. Para Carlón, algunos líderes de Nor-Patagonia y Pampa comenzaron a controlar la explotación de recursos y determinados espacios a la vez que fueron reconocidos por las autoridades coloniales como interlocutores o mediadores con respecto a los grupos indígenas. A través de esta tarea, no sólo se beneficiaban de su proximidad con los hispanos sino que también corrían con ventaja para afianzar su autoridad y prestigio en relación a su comunidad. Los caciques Bravos, de origen tehuelche acorde a las fuentes jesuíticas, controlaron parte de los territorios de Nor- Patagonia y durante el siglo XVIII, supieron consolidar su influencia política y fortalecer su capacidad de liderazgo extendiéndose hasta la región pampeana (incluso hasta las sierras bonaerenses) a través de alianzas intraétnicas, lo cual explica el hecho de ser denominados o identificados como “pampa-serranos”. Hacia mediados de siglo, se afianza su relación con la frontera bonaerense, sellada a través de las paces de Casuhati 1741-42. No obstante, las relaciones de Cangapol con Buenos Aires no prosperarían por mucho tiempo. Su comportamiento ofensivo hacia las jefaturas vinculadas a las misiones jesuíticas a través de la organización de malones en alianza con los aucas conllevaría a la disolución de las mismas y a la creación de Fuertes con cuerpos militares regulares. Tras su muerte, en 1757, la relación con la frontera cambiaría. Durante el lapso de 1752-1760 las tensiones en el linaje de los Bravos entre Guibar (hijo de Cangapol) y Gualquen (hermano de Cangapol) se harían presentes. La

49Carlón (2010) op. cit. 42 disputa en el seno del linaje por la sucesión al cargo conllevó a un giro político en torno a la vinculación con la frontera, las relaciones se establecieron sobre la base de alianzas y la diplomacia. A su vez, la autora concuerda con los postulados de Nacuzzi50 en torno a la lógica de los cacicazgos pampeanos y norpatagónicos. Por lo tanto los enfrentamientos por el mando cobran sentido bajo la lógica de las jefaturas del siglo XVIII, las cuales se solventan a través de familias que conservan el liderazgo mediante relaciones de parentesco aunque no necesariamente existe una pauta hereditaria del cargo de padres a hijos. Retomando los aportes que se han efectuado en torno al estudio de las relaciones interétnicas, desde una perspectiva original, Buscaglia51 propone un análisis centrado en el plano discursivo de los actores coloniales. La autora procede a contrastar el discurso de Antonio Viedma (Superintendente de la colonia de Floridablanca) con las prácticas sociales cotidianas que derivaban del contacto de los hispanocriollos con los tehuelches en la bahía de San Julián durante el siglo XVIII. Como resultado de su investigación, la autora reconoce ciertas contradicciones en las palabras de Viedma en torno a las relaciones interétnicas y propone la existencia de ciertas ambivalencias en las prácticas sociales. Por un lado, Viedma habría fomentado la relación entre ambas poblaciones, lo cual se evidencia a partir de las narrativas y la materialidad a la vez que fue cuidadoso a la hora de brindar información a las autoridades virreinales debido a que en él recaía la responsabilidad del plan de colonización. Mientras que en los hechos se evidencia la hospitalidad de los tehuelches propia del trato cotidiano y la proximidad a las instalaciones y la cooperación que los indígenas brindaban al poblado el discurso los presenta pasivos, ajenos a la lógica colonial. La autora concluye que la imagen que reproduce Viedma es una escena recortada de las relaciones interétnicas y no se trató de algo casual sino más bien fue pergeñado en función de brindar información parcial a las autoridades coloniales competentes.

50Nacuzzi, Lidia (1998) Identidades impuestas. Tehuelches, aucas y pampas en el norte de la Patagonia. Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires. 51Buscaglia, Silvana (2011) “La Representación de las relaciones interétnicas en el discurso de Antonio Viedma (Patagonia Meridional, siglo XVIII)” en Magallania, Vol. II, Chile, pp. 15-35.

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Como ha quedado demostrado a través de los aportes de los autores, la relación con la frontera durante el siglo XVIII fue oscilante, atravesada por tratados o paces y a la vez por malones organizados por las confederaciones indígenas que incluso desataron ataques entre aquellos que se disputaban el uso de aguadas y pasturas y sobre todo el control de las rutas involucradas al circuito económico que conectaba la frontera con los mercados chilenos. Por lo cual no hubo una concentración de poder en un número reducido de líderes étnicos como pretendía el gobierno colonial. Buenos Aires buscó efectivizar una doble frontera, entre 1742 y 1790 se intentó ubicarlos formando una línea de resguardo. De este modo se buscó amortiguar el avance indígena. Como ello no dio resultados satisfactorios, se intentó establecer las paces y reconocer a determinados líderes para que éstos actuasen como garantes de la seguridad de las estancias que rodean Buenos Aires y el resto de los emplazamientos hispanocriollos. En cuanto a la noción de frontera, esta investigación adopta para su desarrollo las expresiones de Boccara52. Según el autor, los “límites- fronteras” son inherentes a la cultura de una sociedad. No necesariamente la frontera remite a una delimitación territorial, sino que la frontera es social y cultural ya que permite identificar un ethnos que no siempre está vinculado a un espacio preciso. El límite que tiende a la separación atraviesa por procesos de metamorfosis que dan paso al surgimiento de la frontera en la cual se originan múltiples relaciones. Independientemente de los matices existentes, los autores citados en esta tesis coinciden en que la frontera debe ser concebida como un espacio de interacción dinámico atravesado por procesos históricos de cambio y en el cual se articulan relaciones socioeconómicas y políticas particulares. En concordancia con el concepto de espacio fronterizo y la complejidad de este espacio de interacción multiétnica, es necesario tener en cuenta la noción de “fricción interétnica” propuesta por Cardoso de Oliveira53 para analizar los ciclos de paz y guerra que caracterizan la relación entre blancos e indígenas y a su vez comprender las contiendas desatadas entre los grupos étnicos indígenas en razón del control territorial, de los recursos y el reconocimiento de las autoridades coloniales que se

52Boccara (2002) op. cit. 53Cardoso de Oliveira, Roberto (2007) Etnicidad y estructura social, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología, México. 44 desarrollaron durante el siglo XVIII. El autor sostiene que dicha categoría es una forma de describir la situación de contacto entre grupos étnicos irreversiblemente vinculados unos a otros, a pesar de las contradicciones- expresadas a través de los conflictos (manifestaciones) o las tensiones (latentes)- existentes entre ellos. Resulta interesante someter a diálogo conceptual los aportes del autor y las colaboraciones de Néspolo,54 quien propone concebir las relaciones interétnicas entre blancos e indígenas a partir de la noción de resistencia, por parte de las parcialidades para evitar perder su autonomía política y territorial y a la vez de complementariedad, considerando la importancia del comercio y la asimilación de pautas culturales. Las transformaciones económicas y sociopolíticas se vieron potenciadas por los vínculos entre los grupos étnicos de un lado y otro de la cordillera. No sólo produjeron cambios en el modus vivendi sino que también tuvieron repercusión en la identidad y territorialidad indígena. Bajo la óptica de los procesos de cambio que atañen a las sociedades indígenas de Nor-Patagonia y Pampa cobra sentido la noción de área Pan Araucana postulada por Bechis55. Para la autora esta área constituyó un espacio de interacción multi regional, que se extendía desde el Pacífico hasta el Atlántico. Se trata de una unidad cultural constituida por diversas zonas ecológicas, que había estado habitada desde mediados del siglo XVIII por indígenas araucanos locales y otros que habían emigrado a Nor-Patagonia y a las Pampas. En palabras de la autora se trató de Huilliches locales y emigrados; cordilleranos mapuchizados tempranamente y que habían adoptado y resignificado elementos del este y oeste y de diferentes grupo étnicos de la Pampa y Nor-Patagonia con diverso grado de mapuchización. Esta unidad cultural estuvo atravesada por el proceso de araucanización de las Pampas. Para el siglo XVIII los contactos establecidos entre diversas parcialidades indígenas resultan indiscutibles, lo mismo sucede en el caso de los contactos entre los nativos y los hispanocriollos. Este sin fin de redes y vínculos dio sentido a una batería de cambios en torno al mundo indígena56. Esta propuesta retoma la categoría de área Pan-araucana bajo la cual es posible entender los procesos de cambio en torno a la

54Néspolo (2007) op. cit. 55Bechis, Martha, A. (1989) “Los lideratos políticos en el área araucano-pampeana en el siglo XIX: ¿autoridad o poder?” Ponencia en 1º Congreso Internacional de Etnohistoria, Buenos Aires; (2010) Piezas de Etnohistoria y de Antropología Histórica, Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires. 56En materia de análisis comparativo las autoras se han abocado al estudio de los pueblos del Chaco, la Pampa y Patagonia. Véase, Nacuzzi, Lucaioli y Nesis (2008) op. cit. 45 identidad étnica indígena. A la vez que permite corroborar la existencia de una cierta homogeneización cultural, la cual se hace notoria hacia fines del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX producto de las relaciones interétnicas entre la Araucanía, Nor- Patagonia y Pampa. La adopción de esta adscripción teórica para indagar los procesos de cambio en el espacio fronterizo interétnico cobra sentido a través de los aportes de Santamaría57 para quien los parámetros que definen una región son cambiantes lo cual implica que las características o rasgos que la atraviesan están sujetos a procesos de cambio espacio-temporales continuos y a la operacionalización propuesta por quien procede a la definición de un objeto de estudio. Por lo tanto, es necesario utilizar términos, tales como “área” de modo tal que ello permita comprender e indagar los espacios humanizados sin caer en caracterizaciones determinantes y rígidas y sin perder de vista la complejidad de los fenómenos históricos. Con respecto al proceso de araucanización de las Pampas, en un primer momento, científicos sociales de orientación evolucionista y seguidores del modelo clásico antropológico se refirieron al mismo como un fenómeno provocado por la migración de poblaciones provenientes de Chile como consecuencia del impacto de la guerra de Arauco y sostuvieron que a partir de los contactos entre las grupos étnicos de un lado y otro de la cordillera andina, las parcialidades chilenas emigradas habían abandonado la agricultura y el sedentarismo para adoptar el nomadismo y la ganadería. Es decir la araucanización se remitía al hallazgo de elementos culturales difundidos entre diferentes parcialidades, para determinar la presencia o no de araucanos y la existencia de interacciones indígenas. Esta concepción tradicional se volcó hacia una mirada estática que perdía de vista los procesos históricos de cambio que atravesaron las parcialidades en conjunción a los contactos establecidos entre sí y con la frontera hispanocriolla. Ortelli58 señala que la Escuela Histórica y Cultural fue la que propuso la noción de araucanización de las Pampas, para referirse a un proceso de influencia y difusión de los elementos y poblaciones araucanos sobre la región Pampa. Entre los exponentes de la Escuela se destaca, Salvador Canals Frau, para quien “(…) a principios

57Santamaría, Daniel (1995) “El concepto de región a la luz del paradigma de la complejidad. Su aplicación en la investigación histórica: el caso de Jujuy en los siglos XVII y XVIII” en Revista de Historia, Nº 5, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Comahue, Neuquén, pp. 213-222. 58Ortelli (1994) op. cit. 46 de la XVIII centuria, la antigua población pampa (…) comenzó a desaparecer, siendo reemplazada por otra, de caracteres distintos y de estirpe araucana (…) la sustitución étnica fue un proceso gradual (…) Finalmente, los escasos restos que de la antigua población pampa habían quedado se diluyeron completamente en la masa siempre creciente de población nueva alóctona (…)”59 Si bien la propia Escuela se declaraba explícitamente antievolucionista, se trataba de una contradicción en sí misma. El proceso de difusión cobra sentido a partir de los contactos producidos constantemente entre las sociedades indígenas que originaron intercambios fluidos. Sin embargo, resulta insostenible aludir a la difusión como teoría explicativa para dar razones de la aparición de nuevos elementos en una sociedad. Implícitamente se sostiene que sus elementos emergen de un centro emisor, más desarrollado, y que la sociedad receptora sólo lo asimila cuando alcanza un nivel determinado de evolución interna. Cabe destacar que los aportes de Casamiquela60 incentivaron el debate historiográfico. Para el autor, la injerencia de los tehuelches “gunun kunna” en el área norpatagónica incluso hasta las llanuras y sierras bonaerenses tuvo efectos determinantes en la configuración étnica de los pueblos. La expansión tehuelche habría tenido lugar posiblemente dos o tres siglos previo a la conquista o se habría iniciado poco después de ella. En aquel entonces, estos grupos ya mantenían vínculos con los indígenas de la cordillera andina. Para el autor, hacia la época de la conquista pueblos litorales guaraníes y no guaraníes (entre ellos representados los mbeguáes en 1582) poblaban la región costera del Río de la Plata, próxima al Paraná. Hacia el interior, en las tierras próximas a las sierras de Córdoba y San Luis se hallaban los querandíes. Las comunidades mbeguáes (guaraníes posiblemente) y querandíes se habían fusionado a lo largo de la primera mitad del siglo XVII, para ese momento, los tehuelches septentrionales controlaban la porción norte de Buenos Aires y habían impuesto su lengua. Estos se habían emparentado con los descendientes de querandíes y mbeguáes a partir de la segunda mitad de aquel siglo y habían dado origen a la gestación de la identidad pampa.

59Canals, Frau, S. {1973 (1953)} Poblaciones indígenas de la Argentina. Su origen, su pasado y su presente, 2da edición, Buenos Aires, Sudamericana. Fragmento de la obra, citada por Ortelli. Ibídem. 60Casamiquela, Rodolfo (1996) Bosquejo de una Etnología de la Provincia del Neuquén. Editorial La Guillotina, Centro Nacional Patagónico Puerto Madryn, Buenos Aires. 47

Durante el siglo XVIII se habría producido la “tehuelchización de la región pampeana”, la araucanización comenzaba a manifestarse, pero se habría intensificado recién en la segunda mitad del siglo XIX en Neuquén y Chubut. La misma debía ser interpretada como un proceso compuesto por dos fases: una primera caracterizada por la pérdida de la identidad étnica de los grupos receptores, dando lugar al reemplazo de una nación por la emergencia de una nueva, y una segunda fase centrada en la adopción de la nacionalidad araucana. A lo largo del siglo XVIII se fue afianzando la araucanización y comenzó a perder fuerza la tehuelchización. Respecto a las fases planteadas por Casamiquela, es necesario relativizarse y discutir estos enunciados. Esta propuesta considera que la araucanización de las Pampas jugó un rol importante en la redefinición étnica de la parcialidad pampa-serrana, (incluso en tiempos más tempranos que los planteados por el autor) pero en el marco de una serie de transformaciones internas que ya venía atravesando este grupo étnico. De esta manera, la noción de “tehuelchización de la región pampeana” planteada por el autor será discutida críticamente en los capítulos siguientes en función de las hipótesis secundarias planteadas por esta tesis considerando el radio de acción política de los Bravos cuyo alcance se extiende inclusive hasta las sierras bonaerenses y construida a partir de un comportamiento interétnico dual, que oscila entre el universo indígena y la adopción de pautas o prácticas del mundo blanco. El debilitamiento político del linaje de los Bravos debe ser entendido en relación a las disputas desatadas en torno a la sucesión al cargo de caciques principales entre los pampas y las parcialidades araucanas que ya frecuentaban en forma asidua estas tierras. Sin embargo, se discutirá esta idea de pérdida de la identidad étnica del grupo receptor en el contexto de la araucanización de las Pampas, a fin de reconsiderar las mutaciones de la identidad étnica pampa-serrana a través de una perspectiva dinámica que posibilita visualizar el intercambio, adopción y asimilación de pautas tanto por parte de las parcialidades chilenas como por parte de los grupos étnicos del este cordillerano. Los estudios desarrollados a partir de la década del ochenta en adelante, se han abocado a relativizar aquellas concepciones clásicas, incluso los aportes de

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Casamiquela. Sus argumentos han sido discutidos por distintos investigadores.61 Uno de los primeros cuestionamientos recae en torno a la periodización. Casamiquela desestima la importancia de la araucanización en torno al siglo XVIII, ya que el autor reconoce que este proceso tuvo relevancia recién a fines de ésta centuria y principios del XIX. En cuanto a las transformaciones que atraviesan las sociedades del este cordillerano, se ha discutido críticamente una de las hipótesis más fuertes del autor: independientemente de la incorporación de elementos culturales, la antigua población local cazadora mantuvo su presencia hasta una época relativamente reciente. Bechis62 señala que la diáspora araucana comenzó lentamente a mediados del siglo XVII y siguió durante el siglo XIX y su importancia reside en la tehuelchización de los medios de producción en relación a las parcialidades chilenas que migraron, a la vez que los habitantes de Nor-Patagonia y Pampa se araucanizaron adoptando patrones nuevos en torno a la cultura y el poder político. De este modo, la autora demuestra el desarrollo de dos procesos simultáneos en tanto la cultura araucana se va modificando también a través de los contactos entablados con los pueblos indígenas del este de la cordillera. Estos movimientos aliviaron la presión demográfica, y generaron mayor cohesión en las parcialidades chilenas que permanecieron en la Araucanía. La adopción de una economía de caza, recolección y ganadería resultó funcional a los mapuches para el desarrollo de la Guerra de Arauco y les permitió diversificar sus rutas de intercambio con otros pueblos indígenas y el Fuerte de Carmen de Patagones. Mientras los mapuches se dispersan por la Pampa, durante el siglo XVIII, cambiaban sus artesanías por ganado, y éste a su vez lo comerciaban en los centros hispano- chilenos para obtener armas y alcohol. A su vez, participaban en saqueos junto con los araucanos que ya se habían instalado en las tierras actualmente , parte del botín era destinado al actual Chile. Para el siglo XIX, sobre todo en la primera mitad, la araucanización alcanzó su apogeo, una gran parcialidad mapuche migró hacia Patagonia y Pampa y dio lugar a la emergencia de jefaturas sólidas, para aquel entonces la lengua mapuche se había convertido en lengua franca, aunque

61Para una revisión crítica de los aportes de Casamiquela véase: Ferrer, Eduardo, A. (1998) Tandil: de los corrales de piedra al Ferrocarril. Una historia de indios y blancos, Crecer, Tandil; Mandrini, Raúl, Ortelli, Sara (2002). “Los “Araucanos” en las Pampas (C. 1700-1850)” en Boccara, G. (editor). Colonización, Resistencia y Mestizaje en las Américas. Siglos XVI-XX, Abya-Yala, Instituto Francés de Estudios Andinos, Quito, pp.237-257; Mazzanti (2007) op. cit.; Ortelli (1994) op. cit. 62Bechis (2010) op. cit. 49 perviven otras lenguas como la pampa (tehuelche norte) y la tehuelche sur. Los argumentos de la autora resultaron sustanciales para la formulación de la hipótesis central planteada por esta investigación, según la cual, las relaciones interétnicas que confluyeron en las tierras de Tandil actuaron como un disparador de gran impacto en las mutaciones y transformaciones de la identidad étnica pampa-serrana. La misma cobra sentido al considerar que es indispensable considerar los procesos de adaptación a los nuevos entornos físicos, sociales y culturales de Pampa y Nor-Patagonia, tal como lo expresa la autora en sus investigaciones. Al respecto Mazzanti63 sostiene que a partir de la araucanización se consolidó un nuevo sistema social interétnico que dio lugar al desarrollo de un estilo de vida y al afianzamiento de las relaciones sociales fronterizas. Para ello jugaron un rol indispensable las alianzas intertribales a través de matrimonios entre parcialidades indígenas cuyo origen se remonta a tiempos prehispánicos. La autora destaca los aportes de Mandrini64, el cual argumenta que previo al arribo de un gran número de mapuches chilenos y pehuenches es posible reconocer la adopción de bienes y el uso de la lengua de origen araucano. Según la autora, la gestación de este entramado de relaciones sumado a la introducción por parte de los europeos del ganado caballar, vacuno, etc. dio lugar a transformaciones de gran importancia que tuvieron incidencia y consistieron en un eslabón más en la cadena de cambios en la organización económica y social indígena que ya se había consolidado pocos milenos antes en torno al desarrollo de sociedades cazadoras-recolectoras pampeanas. Respecto a las transformaciones posconquista, jugó un rol fundamental la explotación de las condiciones naturales de los territorios valliserranos de las Pampas que ofrecían un clímax propicio para el control del ganado caballar y su posterior comercialización en Chile. El desarrollo de un enclave ganadero en la porción oriental de Tandilia a mediados del siglo XVIII potenció las interdependencias entre los grupos a ambos lados del cordón andino articulando la región Pampa y norpatagónica con la Araucanía chilena y la frontera bonaerense. Ello

63Mazzanti (2007) op. cit. 64Mandrini, Raúl (1994) ¿Sólo de caza y robos y vivían los indios? Los cacicatos pampeanos del siglo XIX en Revista de Historia. Segunda Época, Nº 15, pp. 5-24. Citado por Mazzanti (2007) op. cit. 50 fue posible en torno al aprovechamiento de los conocimientos en materia de caminos y rutas.65 A través de una de sus publicaciones, Mandrini y Ortelli66 argumentan que sólo el proceso de araucanización puede ser comprendido en tanto y en cuanto se realicen estudios que contemplen las transformaciones que se produjeron en la región a partir del siglo XVI para poder comprender el modo en que las parcialidades araucanas lograron instalarse e integrarse en las poblaciones pampeanas. Para los autores la araucanización debe ser entendida como un proceso que tuvo lugar en función de las transformaciones socioeconómicas y políticas producidas a raíz del impacto que tuvo el contacto con los españoles y por los cambios surgidos a partir de las relaciones de los grupo étnicos patagónico-pampeanos con los habitantes de la Araucanía trasandina y la instalación de grupos de ese origen en las Pampas. Al igual que Bechis y Mazzanti, los autores admiten que los contactos con la Araucanía se remontan a tiempos prehispánicos, aunque a partir del siglo XVII. El interés de los araucanos se centró en la riqueza ganadera de las pampas, se dio inicio a nuevas facetas o rasgos en los mecanismos de interacción multiétnicos. Sobre esta base se conformaron y consolidaron los grandes circuitos ganaderos de la Pampa y se fueron estrechando los vínculos y contactos entre esas poblaciones. Las ideas de Mandrini y Ortelli fueron de gran relevancia a la hora de delimitar el objeto de estudio de esta tesis y, a la vez, para demostrar por qué resulta de gran importancia considerar el partido de Tandil como espacio nodal multiétnico, cuya riqueza ganadera potenció la confluencia e interacción indígena. Propiciando la adopción y adaptación de pautas culturales araucanas por parte del grupo étnico pampa-serrano, a la vez que los araucanos se vieron atraídos por la economía pastoril pampa y se mostraron interesados en participar de los circuitos comerciales. Vale la pena destacar que la complejidad del proceso de araucanización de las Pampas reside en las continuidades y rupturas que se manifiestan a lo largo de este fenómeno interétnico. Según Ortelli67 es posible identificar dos etapas dentro de este proceso: un primer momento comprendido entre principios del XVIII y las primeras tres

65Mazzanti, Diana L., (2006) “Los pueblos originarios de las sierras y llanuras orientales“ en Zubiaurre, P. (coordinación), Historia de Balcarce. Los Orígenes. Municipalidad de Balcarce, pp. 73-93. 66Mandrini y Ortelli (2002) op. cit. 67Ortelli (1994) op. cit. 51 décadas del siglo XIX, caracterizado por la incorporación de una serie de elementos culturales araucanos por parte de las poblaciones precordilleranas, pampeanas y patagónicas. Posiblemente siendo los pehuenches los primeros influidos y continuando paulatinamente hacia las Pampas y Nor-Patagonia. Y un segundo momento, iniciado con la migración de un gran número de araucanos a partir de la década de 1820, condicionada por la proliferación hacia el sur de la guerra que se libraba en Chile. A su vez, la autora propone que la araucanización debe ser entendida en relación a procesos de cambios internos que ya venía atravesando la sociedad indígena pampeana. A partir de la presencia araucana en las Pampas los grupos étnicos establecieron vínculos estrechos a partir de relaciones de parentesco que vinculaba a los pueblos de un lado y otro de la cordillera, a través del matrimonio interétnico y los procesos de mestizaje entre quienes habían migrado y la gente del este cordillerano. La economía indígena pampeana atravesaba por procesos de cambio, tomando una orientación ganadera interdependiente en cuanto a las parcialidades del este y los centros hispanocriollos. El interés por el desarrollo de intercambios comerciales y la participación en el circuito ganadero atrajo a los araucanos cuya presencia potenció (junto con la incidencia de la dominación colonial) el desarrollo de transformaciones políticas en torno al ejercicio del liderazgo étnico, que derivó hacia el siglo XIX, en la formación de grandes jefaturas indígenas.68 Para Crivelli Montero69 las relaciones entre pampas y parcialidades del actual territorio de Chile fueron asimétricas, en tanto y en cuanto, la preponderancia araucana se vio manifiesta, por ejemplo, a través de la adopción del mapuche, que hacia mediados del siglo XVIII, se había convertido en el idioma que resultaba más comprensible para los grupos étnicos facilitando así los intercambios culturales y comerciales70. Bajo una misma línea interpretativa, Ferrer71 retoma los aportes de Bengoa72 y recalca que el tránsito mapuche por la región tiene un origen de larga data cuyo

68Ortelli, Sara (1996) “La “Araucanización” de las Pampas: ¿realidad histórica o construcción de los etnólogos? En Anuario IEHS, Nº 11, Tandil, pp. 203-225. 69Crivelli Montero (1994) op. cit. 70Ibídem. 71Ferrer (1998) op. cit. 72Véase, Bengoa, José (1985) Historia del pueblo Mapuche, Ediciones Sur, Colección Estudios Históricos, Santiago de Chile, p. 54. 52 objetivo residía en la obtención de sal del lado este de la cordillera a través del comercio. Para Ferrer los movimientos araucanos hacia el lado este del cordón cordillerano se hacen más evidentes hacia mediados del siglo XVII, momento en el cual habían sido araucanizados los pehuenches y posteriormente se produce la expansión hacia la región pampeana. A partir del siglo XVIII y XIX, cobran mayor dinamismo y frecuencia las infiltraciones mapuches. A su vez, Palermo73 recalca que tehuelches septentrionales y pehuenches solían dirigirse a la Araucanía y los centros hispano-chilenos para concretar intercambios comerciales. Para comienzos del siglo XVII la influencia araucana se hace creciente e irradia desde Neuquén hacia la Pampa. A partir de entonces, recurriendo a antiguas rutas de circulación de bienes, cobró importancia el tráfico de ganado, sobre todo caballar, entre indígenas pampeanos y araucanos chilenos que los requerían para la guerra. Posteriormente pusieron sus ojos en la explotación del ganado vacuno. El interés por controlar directamente la provisión de animales había sido la motivación para trasladarse hacia el este de los Andes. El hecho de participar en el circuito del ganado, facilitaba la interacción entre los grupos étnicos y favorecía la construcción de alianzas y la concreción de matrimonios, cuyo requisito recaía en la posesión de una dote (animales y mercancías). En cuanto al siglo XVIII, Palermo argumenta que la presencia araucana al este de los Andes era moneda corriente y posiblemente había ejercido influencia en la conformación de grandes confederaciones indígenas (siendo su apogeo en el siglo XIX). Los postulados del autor junto con las colaboraciones de Mandrini y Mazzanti, ya mencionadas, nos permiten delimitar una variable de análisis concentrada en los factores económicos que propiciaron la gestación de una economía pastoril indígena en las sierras y valles de la porción central de Tandilia. Desde una perspectiva integral, Villar y Jiménez74 analizan las transformaciones que atraviesan los pueblos de la Araucanía chilena, en torno a la dominación española y su concatenación con el proceso migratorio de las parcialidades chilenas y su vinculación con los grupos étnicos del este cordillerano. La Araucanía solía estar habitada por los reches, quienes mantenían relaciones, desde largo tiempo, con

73Palermo (1988) op. cit. 74Villar, Daniel, Jiménez, Juan, F. (2003b) “Rebelión y poder en la Araucanía y las pampas (segunda mitad del siglo XVIII)”, en Ciencia Hoy, Vol. XIII, Nº 75, Buenos Aires, pp. 44-52.

53 los pehuenches que vivían a ambos lados de la cordillera, así como con los tehuelches de Nor-Patagonia y de algunos sectores de las llanuras pampeanas. A mediados del siglo XVI, estos grupos se vieron afectados por la conquista y colonización española y por la introducción de ganado doméstico y de manufacturas europeas. La reacción de los araucanos ante los españoles no fue homogénea, algunos grupos ofrecieron resistencia y posteriormente, ante las circunstancias, decidieron negociar. Otros continuaron en rebeldía y decidieron para su supervivencia migrar hacia el este, hacia la región norpatagónica y la región pampeana. Estas migraciones existían desde tiempos muy antiguos pero se intensificaron a partir de la ocupación española de Chile a mediados del siglo XVI y se prolongó hasta el siglo XIX. Esto dio paso en palabras de los autores a (…) “la fusión y la fisión, la desaparición y el surgimiento de grupos indígenas en la regiones de destino.” A partir del siglo XVIII, la denominación étnica reche se vio gradualmente desplazada por el surgimiento de una nueva identidad, la identidad mapuche que reivindicaba el territorio de los legendarios reches. Gradualmente los mapuches irían desplazándose hacia el este y su penetración iría resignificando su cultura en función de sus vínculos con los patagones y pampas dando lugar a una nueva identidad que emergería acompañada de organizaciones sociopolíticas complejas hacia el siglo XIX. El desarrollo de un sistema económico indígena macrorregional propició la creación de redes de parentesco, a través del matrimonio entre los miembros de diferentes grupos étnicos, dando paso a la consolidación del área Pan-araucana articulada a los espacios fronterizos. Respecto a las transformaciones políticas que tuvieron lugar en relación a los cacicazgos patagónico-pampeanos, éstas se vieron ligadas a la incidencia de la dominación colonial, pero también a los elementos culturales que las parcialidades araucanas aportaron a partir de sus vínculos con los patagones y pampas. La complejización de la lógica política de los cacicazgos pampas se vio influenciada por su reconfiguración étnica asociada a la presencia araucana. Las transformaciones políticas en torno al liderazgo que las comunidades araucanas atravesaron a partir de la dominación colonial y su vinculación con los centros hispano- chilenos, influenciaron a la región pampeana a partir de los vínculos sellados en matrimonios y alianzas entre las poblaciones indígenas.

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Villar y Jiménez75 han hecho hincapié en una serie de cambios que alteraron la lógica política de las parcialidades araucanas. La autoridad de los líderes aucas atravesó por una serie de cambios que, a medida avanzaban al actual territorio argentino, producto de la intensificación de las relaciones interétnicas con las poblaciones de Pampa y Nor-Patagonia, tuvieron incidencia directa en la lógica política de los cacicazgos patagónico-pampeanos. Los autores sostienen que la dominación colonial no sólo alteró la configuración étnica sino también el ejercicio del poder de las sociedades indígenas araucanas. El ulmen (el gran hombre reche) se destacaba entre su comunidad, ensamblada a partir de lazos de parentesco, por su oratoria, por su capacidad en la guerra, la acumulación de bienes y esposas. De entre un grupo de grandes hombres emergía el cacique, a partir de la convivencia con la frontera colonial, optaron por incluir la obtención de botín en las incursiones fronterizas a los requisitos para la obtención de prestigio y reconocimiento. Desde mediados del siglo XVII, los españoles incentivaron la convocatoria a los parlamentos que requerían de caciques que actuasen como interlocutores a la vez que estimularon la adaptación a la nueva lógica que algunos caciques manifestaban. De este modo, la construcción de la autoridad cacical fue cobrando nuevos matices, tales como el afianzamiento de jerarquías, mecanismos sucesorios del poder. A partir de entonces algunos linajes comenzaron a concentrar el poder y se trató de aquellos que se mostraron predispuestos a negociar con las autoridades coloniales. Mientras que los líderes menores que se declararon en rebeldía, llamados aucas, optaron por migrar sobre todo de 1750 en adelante76. Irianni77 ha demostrado que las variables planteadas por la historiografía americanista a la hora de evaluar la relación del kuraka y su ayllu en el contexto de dominación colonial pueden ser retomadas y discutidas a partir del caso de los pampas. Para el autor la conquista española y luego la criolla introdujeron nuevas formas de obtener riqueza y poder. No obstante el comportamiento de los líderes étnicos se manifiesta de un modo ambivalente, buscando la satisfacción de los

75Ibídem. 76Para una aproximación más exhaustiva al tema ver Irurtia, María Paula (2002) “La visión de los indios respecto de los “cristianos” y “huincas” en el norte de la Patagonia, siglos XVIII y XIX” en Nacuzzi, L. (compiladora) Funcionarios, diplomáticos, guerreros. Miradas hacia el otro en las fronteras de Pampa y Patagonia (Siglos XVIII y XIX), Editorial de la SAA, Buenos Aires. 77Irianni, Marcelino (2005) ¿Cacique, general y hacendado? Transformaciones en la dinastía Catriel, en Anuario de Estudios Americanos, Nº 62, Sevilla, pp. 209-233. 55 intereses personales sujeto a la atracción hacia el mundo blanco pero a la vez intentando resguardar el perfil étnico del grupo o comunidad indígena. Al igual que los kurakas que actuaron como mediadores entre las autoridades coloniales y los ayllus, las cúpulas étnicas pampas asimilaron pautas procedentes del mundo blanco sin que éstas se replicasen en las bases sociales. Desde la antropología política, Bechis78 argumenta que la cultura araucana se iba modificando a medida que las parcialidades chilenas avanzaban sobre el territorio Norpatagónico y Pampa. Las parcialidades araucanizadas adoptaron elementos culturales y políticos chilenos que dieron lugar a nuevas formas de las organizaciones políticas. Ello explica la conformación de grandes jefaturas hacia la primera mitad del siglo XIX cuando la araucanización alcanza su máxima expresión. Los asentamientos chilenos permanentes facilitaron la construcción de alianzas matrimoniales que originaron nuevas redes de parentesco que contribuyeron al surgimiento de nuevas identidades étnicas, que evidencian un carácter más homogéneo. De este modo, las relaciones interétnicas consolidaron las articulaciones desde el Pacífico al Atlántico siendo éstas el basamento del área Pan-araucana. En relación a las sociedades de las Pampas, Bechis los define como organizaciones de carácter segmental, cuya unidad política era el cacicato, siendo posible la conformación de unidades mayores por el desarrollo de una misma unidad o a partir de varias unidades, a través de redes de parentesco, consolidadas por unidades matrimoniales entre individuos de diversas agrupaciones o a través de la subordinación. A su vez, las unidades entablaban negociaciones con los blancos en forma individual y grupal, acorde a su condición de indios amigos o aliados. La condición de indios amigos, aliados, enemigos o indiferentes estaba sujeta a las condiciones internas de cada una de las agrupaciones.79 Continuando con los aportes procedentes del campo antropológico, resulta indispensable destacar también los aportes de Nacuzzi80. La autora sostiene que durante el siglo XVIII, en las regiones de Nor-Patagonia y Pampa emergieron cacicazgos

78Bechis (2010) op. cit. 79Bechis (1989) op. cit. 80Nacuzzi (1998) op. cit.; (2008) “Repensando y revisando el concepto de cacicazgo en las fronteras del sur de América (Pampa y Patagonia)” en Revista Española de Antropología Americana, Vol. XXXVIII, Madrid, pp. 75 – 95; (2011) “Los cacicazgos del siglo XVIII en ámbitos de frontera de Pampa y Patagonia y el Chaco” en Quijada, M. (editora) De los cacicazgos a la ciudadanía. Sistemas políticos en la frontera Río de la Plata, siglos XVIII-XX, Ibero-Amerikanisches Institut, Gebr. Mann Verlag, Berlín. 56 duales (funciones repartidas entre un cacique de guerra y otro de paz) que hacia el XIX se transformaron en organizaciones políticas de carácter unipersonal. Los cambios producidos en torno al liderazgo político habían estado signados por las autoridades coloniales, y posiblemente, condicionado por la preferencia de los funcionarios hispanos a reconocer a los caciques principales, que encabezaban y actuaban como representantes de las confederaciones, incluso cuando ellas sólo hayan existido en la intención española de ejercer un control efectivo a través de los líderes étnicos. Para el siglo XVIII, entre los requisitos para la construcción de la autoridad de los líderes étnicos se destaca la capacidad discursiva ya sea intraétnica (para convencer, ganar el apoyo de la comunidad y rendir cuentas) o interétnica (para saber negociar y pactar con los hispanocriollos); el desenvolvimiento como intermediarios con respecto al mundo indígena y las autoridades coloniales; desarrollar prácticas redistributivas; desplegar una imagen positiva, en cuanto al éxito y la valentía en la guerra; manifestaciones de prestigio (incluso alentadas por los españoles a través de regalos) por medio de bienes, por ejemplo el uso de platería; la procedencia de un linaje reconocido o el acceso a este status quo a partir de las habilidades y logros personales. Para el caso de la Patagonia, la existencia de relaciones de parentesco entre caciques es destacada por la autora en función de las fuentes documentales abordadas. Se destacan algunos casos en que las jefaturas se amplían a partir de estas maniobras, aunque no necesariamente ligado a un carácter hereditario en el ejercicio del poder, aparentemente habían tenido peso las cualidades que manifestara el candidato en función a los requisitos antes mencionados. En cuanto a los líderes pampeanos, Nacuzzi, Luciaoli y Nesis expresan que sus capacidades y responsabilidades eran del tipo organizativa y ejecutiva, se trata de autoridades inestables, limitadas, sujetas al consenso de la comunidad que concede o niega poder al líder. Las decisiones se solventan sobre la base de una lógica colectiva, mediante asambleas en las cuales los caciques buscaban ganar la aprobación del grupo, en lo cual la generosidad de éste juegaba un papel central. La necesidad constante de acudir

57 al reconocimiento y aprobación de la comunidad había actuado como mecanismo de control sobre el ejercicio del poder.81 En diálogo con la autora, Néspolo, Cutrera y Morrone82 destacan también la capacidad de convocatoria y de representación de los caciques de Nor-Patagonia y Pampa durante el siglo XVIII y XIX, y se detienen en la ambigüedad reinante en el quehacer político de los líderes étnicos en razón a la inestabilidad de las alianzas establecidas entre diversas parcialidades y con respecto a los blancos. Los autores proponen analizar el rol de los jefes tribales considerando los mecanismos de supervivencia que estos desarrollaron ante la dominación colonial y posteriormente frente a los tiempos independentistas acorde a los ciclos de paz y de guerra. Por otro lado, para Ortelli83 y Mandrini84 la influencia de la colonización española, la introducción de ganado europeo y el desarrollo de una economía indígena que no sólo garantizaba la reproducción de la comunidad sino que también estaba orientada a los intercambios comerciales, favorecida a su vez por la intensificación de los vínculos con la Araucanía, promovieron el desarrollo de una serie de transformaciones sociopolíticas en Nor-Patagonia y Pampa. Una de las transformaciones sociopolíticas más importantes fue la acumulación de riqueza, generalmente expresada en la posesión de ganado, como mecanismo orientado a la concentración de poder. Ello les permitía a los caciques abastecer a su séquito y garantizar su reconocimiento y apoyo en las decisiones políticas a partir de prácticas redistributivas, entre ellas se destacan: la compra de esposas, repartos de licor, realización de banquetes, brindar sustento a los agregados, etc. De este modo, crecía el prestigio de los líderes étnicos y se aseguraban las lealtades. La capacidad de movilizar a un gran número de conas (guerreros) acrecentaba el prestigio y afianzaba la autoridad de los caciques. Proveerse de una red de informantes que brindaran información crucial al jefe étnico respecto a otros cacicatos o las condiciones internas de la unidad política fue una herramienta de gran ayuda al afianzamiento de la autoridad de los líderes. Otro de los cambios introducidos fue la heredabilidad del

81Nacuzzi, Lucaioli y Nesis (2008) op. cit. 82Néspolo, Cutrera y Morrone (2009) op. cit. 83Ortelli (1996) op. cit. 84Mandrini, Raúl (1994) “Pedir con vuelta. ¿Reciprocidad Diferida o Mecanismo de Poder?” en Antropológicas, Nº 1, Nueva Época, México, pp. 59-69. 58 poder que incluso para el siglo XIX las reglas no fueron fijas, pero aun así el sucesor pertenecía a la misma familia y su posición en el sistema de parentesco combinada a ciertas cualidades personales constituyeron las bases de la autoridad. Desde una perspectiva arqueológica apoyada en la disciplina histórica, Mazzanti85 sostiene que la formación de un sistema social interétnico trajo consigo la emergencia de líderes o jefes étnicos que recurrieron al consumo de bienes o expresiones de prestigio que contribuyeron a afianzar la diferenciación social, la identidad y la resistencia étnica ante la autoridad española y criolla. Entre estas nuevas prácticas y elementos culturales, se destacan el uso de pintura corporal como indicador de etnicidad en situaciones de fricción, ponchos con diseños, platería, vinchas, entre otros. En cuanto al rol de los caciques y su vinculación con los actores hispanocriollo, la autora expone que las relaciones interétnicas tomaron un carácter ambiguo, que oscilaba entre la resistencia pacífica mediante negociaciones y alianzas y la vía violenta a través de saqueos, malones, toma de cautivos o robo de ganados). En razón de las contribuciones realizadas por los autores al campo historiográfico se han delimitados las variables de análisis de esta investigación respecto a los factores políticos y económicos que operan en el desarrollo de las relaciones interétnicas y que incidieron en los procesos de etnogénesis atravesados por las parcialidades pampa-serranas.

Respecto al carácter de la investigación Esta investigación adquiere un carácter exploratorio ya que está abocada a examinar una problemática concreta a través de una serie de preceptos teóricos seleccionados que esclarecen la información provista por las fuentes éditas e inéditas. A la vez que asume un carácter explicativo interdisciplinario ya que tiene por objetivo analizar la correspondencia existente entre el desarrollo de las relaciones interétnicas y los procesos de etnogénesis que dan origen la redefinición de la identidad étnica en el espacio fronterizo.

85Mazzanti (2007) op. cit. 59

Marco metodológico Se recurrirá a la metodología cualitativa a fin de dar paso a la comprobación de las hipótesis aquí propuestas. Este tipo de procedimientos resultan de gran utilidad para el abordaje de las relaciones sociales y el sentido que a ellas les otorgan los actores sociales involucrados en relación al contexto particular en el que tienen lugar.86 Más precisamente, se partirá desde una perspectiva etnográfica87, a través de la cual es posible analizar los procesos históricos que atañen a la construcción de la identidad pampa-serrana. Producto de la naturaleza del objeto de estudio, las observaciones realizadas se ejecutarán en forma indirecta. Al tratarse de sociedades ágrafas, sus patrones de acción serán abordados a partir de una interpretación crítica de las percepciones de las autoridades coloniales, expedicionarios, cautivos y padres jesuitas, y a través de la cultura material recuperada a partir de las excavaciones arqueológicas desarrolladas por distintos equipos de investigación. La información obtenida será sometida a un proceso de contrastación y esclarecimiento a la luz de las categorías antropológicas que facilitarán la comprensión de los procesos de transformación de la etnicidad y territorialidad indígena.

La correlación de los procesos de cambio en torno al sistema serrano Tandilia

Si bien esta investigación no pretende realizar un exhaustivo análisis comparativo88 de los procesos de cambio acontecidos a lo largo del sistema Tandilia, nobleza obliga destacar que la Doctora Diana Mazzanti89 ha confirmado la aplicabilidad de la noción de etnogénesis como categoría antropológica en razón de las

86En relación a las técnicas y procedimientos correspondientes a la metodología cualitativa véase Sisto, Vicente (2008) “La investigación como una aventura de producción dialógica: la relación con el otro y los criterios de validación en la metodología cualitativa contemporánea” en Psicoperspectivas. Individuo y Sociedad, Vol. VII, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile, pp. 114-136; Vasilachis de Gialdino, Irene (2007) Estrategias de investigación cualitativa, Gedisa, Buenos Aires, pp. 23-103. 87Guber, R. (2001) La etnografía. Método, campo y reflexividad, Editorial Norma, Buenos Aires. Citado por Carlón (2010) op. cit. 88Acorde con Sartori, el método comparativo constituye una herramienta indispensable a la hora de controlar aquellas generalizaciones planteadas en una propuesta de trabajo. En esta ocasión se toma como punto de partida la noción de leyes probabilísticas a la hora de referirnos al hallazgo de ciertas regularidades en los procesos históricos sin perder de vista las particularidades del caso. Este carácter flexible de los constructos teóricos planteados por la disciplina histórica para nada reduce su potencial científico, por el contrario consolida su poder explicativo. Con respecto al método comparativo véase Sartori, Giovanni (1994) “Comparación y Método Comparativo” en La política, lógica y método en las Ciencias Sociales, Fondo de Cultura Económica, México, pp. 29-46. 89Mazzanti (2007) op. cit. 60 transformaciones que alteraron el devenir étnico de las parcialidades que frecuentaron la porción oriental de dicho sistema. Por lo tanto, este proyecto pretende demostrar que dicha categoría también puede utilizarse para el abordaje de las transformaciones que se desarrollan en la porción central del espacio valliserrano. Se procederá a comprobar la existencia de ciertas regularidades y continuidades en torno a los procesos históricos que atañen al sistema Tandilia.

Acerca de las fuentes utilizadas Como se ha mencionado en líneas anteriores, la mayoría de los aportes realizados están centrados en el siglo XIX, siendo necesario ahondar en aquellos procesos que ya habían comenzado a gestarse una centuria antes y que dan razones de las transformaciones posteriormente acaecidas. Con respecto al siglo XVIII y el tratamiento de las fuentes Ortelli90 y Palermo91 señalan que ello estaría asociado al tardío interés colonial por el área pampeano-patagónica y al carácter cambiante en las relaciones interétnicas entre blancos e indígenas en el Río de la Plata. En palabras de Ortelli la problemática (…)”está estrechamente relacionada con el interés manifestado por España sobre estas lejanas colonias y con el carácter cambiante de las relaciones entre blancos e indígenas en el Río de la Plata. Así, los territorios australes no despertaron demasiado interés hasta mediados del siglo XVIII, situación que determina la escasez de registros útiles para la investigación histórica hasta ese momento”.92 Palermo aclara que (…) “las sociedades indígenas que en el siglo XVI los conquistadores encontraron en el actual territorio argentino, muchas sucumbieron pronto (….) Pero otras sociedades conservaron la independencia, gracias a la resistencia guerrera o desinterés colonial por el área. Así ocurrió hasta 1667 con los calchaquíes, y hasta la década de 1880 con las tribus pampeano-patagónicas, centro-chilenas y chaquenses.

90Ortelli (1994) op. cit. 91Palermo, Miguel, A. (2000) “A través de la frontera. Economía y sociedad indígenas desde el tiempo colonial hasta el siglo XIX” en Tarragó, M. (compiladora) Nueva Historia Argentina, Sudamericana, Buenos Aires, Tomo I, pp. 344-392. 92Ortelli (1994) op. cit. 61

Pero su autonomía no significó quedar al margen de las novedades europeas, o no participar de la historia regional.”93 Este desinterés se debe en parte a que en estas tierras, los españoles no dieron con reservas de metales preciosos ni recursos que llamasen su atención, ni tampoco lograron someter a las parcialidades fácilmente. En primer lugar, la colonización de las tierras australes de América tendría lugar a partir de 1535 con la llegada del conquistador Diego de Almagro al actual territorio del Estado de Chile en busca de oro. Al año siguiente Pedro de Mendoza fue designado primer adelantado del Río de la Plata, siendo el encargado de fundar Buenos Aires. Sin embargo, sus intentos de crear un asentamiento permanente no rindieron frutos, no sólo por la falta de alimentos sino también por la hostilidad de las sociedades indígenas. A su vez, la segunda fundación de Buenos Aires y la institución de la encomienda tampoco darían buenos resultados. En 1580, se produce la segunda fundación a partir de la cual sus pobladores establecieron vínculos con diversos grupos étnicos indígenas y de esta forma, descubrieron que algunos practicaban una rudimentaria agricultura incapaz de producir excedentes para suministrarlos. Dos años más tarde, Juan de Garay quien había dado origen a la nueva Buenos Aires, realizó el primer reparto de indígenas y caciques entre los principales vecinos, dando inicio al régimen de encomienda. Ante la falta de excedentes producidos por parte de los indígenas pampeanos, se les exigió la prestación de servicios personales. Sin embargo, ante las disposiciones del oidor Alfaro, el servicio personal fue prohibido y en consecuencia los que habían sido encomendados debían ser agrupados en reducciones y estableciendo una demarcación que separara a los hispanocriollos de los nativos. Mientras tanto, en las décadas previas, tendría lugar la instalación hispana en la actual Paraguay, lo cual les permitió ir controlando gradualmente los territorios entre los ríos Paraguay y Paraná. Las condiciones naturales de aquellas tierras favorecieron la reproducción de las especies ganaderas introducidas por los europeos que lograron extenderse hacia las Pampas. Sin embargo, las parcialidades ofrecieron resistencia a la sedentarización y a las pautas de trabajo impuestas. Muchos de ellos abandonaron los recintos y en algunos casos se unieron a tribus que no habían sido reducidas. Rápidamente los indígenas pampas retomaron sus prácticas y sus

93Palermo (2000) op. cit. 62 desplazamientos acostumbrados. Hacia principios del siglo XVII, señala Birocco94, las autoridades locales se apropiaron de los indígenas, organizándolos en reales pueblos de indios sujetos al sistema de la mita. Sin embargo, estas maniobras saltaron a la luz y dieron lugar a que los asentamiento fueran abandonado y permitiendo el retorno de los indígenas al servicio personal de sus encomenderos. Aunque las encomiendas habían ido desapareciendo a partir del último tercio del siglo XVII y hacia comienzos del siguiente el número de vecinos encomenderos resultó ser insignificante. No obstante, el cese de la encomienda como institución colonial no implicó la ineficacia de otros métodos de dominación y ello se hace evidente si se considera el avance progresivo de la línea de frontera sobre territorio indígena a través de los años. Principalmente a partir del siglo XVIII y en forma sustancial en la centuria siguiente. Esto puede apreciarse en el mapa expuesto a continuación.

94Birocco (2009) op. cit. 63

Figura 6. Mapa del progresivo avance de la línea de frontera y patrones de territorialidad de las parcialidades indígenas del área Pan-araucana.

Fuente: Mandrini, R. (editor) (2006) Vivir entre dos mundos. Las fronteras del sur de la Argentina. Siglos XVIII y XIX, Taurus, Buenos Aires.

Aunque fue difícil someter a las parcialidades indígenas, los dispositivos de dominación colonial, no perdieron fuerzas durante el siglo XVIII sino que por el contrario éstos se vigorizaron como consecuencia del aumento de la violencia en la campaña bonaerense. A principios de este siglo, acorde a los intereses de porteños y de los indígenas, las autoridades coloniales procedieron a realizar nombramientos que actuaban como reconocimiento de algunos caciques a quienes se les concedía ciertas atribuciones y beneficios a cambio de custodiar la frontera de posibles vaquerías realizadas por vecinos de las ciudades95. A su vez, el sistema de guardias, Fuertes y fortines fue acompañado por paces, pactos o tratados entre españoles y las diferentes parcialidades para intentar controlar y manejar el territorio.

95Campetella (2007) op. cit. 64

Sin embargo, no existió un control directo del territorio, la presencia militar y miliciana fue escasa. Las tierras de la campaña y las zonas aledañas se volvieron óptimas para la cría de ganado y ello despertó el interés de criollos e indígenas lo cual favoreció a que se produjeran contactos en forma frecuente. La falta de cercados, implicó no solo una dificultad para las grandes estancias sino también para las pequeñas unidades productivas hispano-criollas en cuanto al cuidado y vigilancia del ganado.96 En razón de los contactos establecidos tuvo lugar la incorporación de hábitos y productos de origen europeo por parte de las parcialidades indígenas y en consecuencia, permitiría la emergencia de una economía pastoril indígena, en las sierras del sur bonaerense, que se consolidaría hacia mediados del siglo XVIII y que estaría articulada no sólo a los mercados chilenos (indígenas e hispano-criollos) sino también con Carmen de Patagones y Buenos Aires. La existencia de contactos comerciales no significó un alto a la violencia ni una disminución de las fricciones interétnicas. Sí, la disminución del ganado cimarrón acompañada del crecimiento económico de Buenos aires a partir de la actividad ganadera implicó un aumento del comercio que derivó en una competencia cada vez más pronunciada por el ganado y las tierras. De este modo, el grado de intensidad en las relaciones entre blanco e indígenas aumentó y se desarrolló bajo un carácter oscilante entre la violencia y la paz. En este contexto tuvo lugar el ataque organizado y encabezado por Cangapol y Cacapol al pago de la Magdalena en 1740, en respuesta a la masacre de indígenas desarmados en manos de los españoles. En consecuencia, el gobernador Miguel de Salcedo decidió establecer las paces con ellos, a fin de evitar posibles ataques y ganarse su lealtad de modo que esto sirviera para que los Bravos actuasen como agentes que custodiaran el espacio valliserrano próximo a la campaña y evitasen la irrupción de otras parcialidades. Bajo este contexto tiene lugar la injerencia de la orden jesuítica. Cabe destacar que los primeros intentos de crear reducciones en las cercanías de Buenos Aires se remontan al siglo XVII. Las misiones jesuíticas del Paraguay, se abocaron en primera instancia, a los pueblos ya encomendados. A medida que se expandían sobre comunidades alejadas no sometidas, se procedió a la creación de reducciones exentas de las pretensiones de los colonos, ya que la mala reputación de

96Taruselli (2010) op. cit. 65 estos últimos había llegado a oídos de las máximas autoridades del Imperio, dando por ello el visto bueno al proceder de los jesuitas en el Nuevo Mundo.97 Sin embargo las misiones no prosperaron debido a la falta de producción de alimentos por parte de los indígenas y su estilo de vida caracterizado por la movilidad que dificultó la tarea de reunirlos y transformarlos en mano de obra.98 Hacia mediados de siglo proliferaron nuevos emplazamientos jesuíticos, recurriendo al aprendizaje de las lenguas nativas, su cultura y sistemas de valores. En 1740 se fundó la reducción Nuestra Señora de la Purísima Concepción de las Pampas, en 1747 surge la misión de Nuestra Señora del Pilar del Volcán y posteriormente en 1750 emerge la última misión bonaerense, Nuestra Señora de los Desamparados. Estas dos últimas misiones estuvieron emplazadas en las sierras de Tandilia. Prontamente, los padres jesuitas se vieron involucrados en las tensiones existentes entre indígenas y las autoridades coloniales. Las acciones políticas ejecutadas por el gobierno de Buenos Aires fueron reprobadas por los misioneros lo cual acrecentó la tensión social en el espacio fronterizo. Los vecinos de la campaña bonaerense consideraban una farsa la reducción, sosteniendo que, como se ha dicho antes, consistía en un artilugio indígena para espiar la frontera e invadir fácilmente, mientras que para los comerciantes las reducciones resultaban un perjuicio para sus ventas ya que los padres los alejaban de ciertos bienes considerados pecaminosos. Posiblemente el temor mayor de las autoridades coloniales residía en la posible escalada de poder y acumulación de propiedades en las Pampas que podían alcanzar los misioneros. A pesar de los esfuerzos de los evangelizadores, los ataques y robos a la frontera persistieron y los conflictos intraétnicos se volvieron un obstáculo para los misioneros. Hacia fines de la década de 1750 se extinguieron las reducciones. El fracaso de los misioneros debe ser comprendido en torno a la resistencia indígena al estilo de vida propuesto por los padres y sobre todo, en relación al clima de hostilidad en torno a la competencia por el ganado y el territorio entre blancos e indígenas. En razón del contexto recién expuesto, se recurrirá a los testimonios de los misioneros jesuitas a fin de abordar el desarrollo de las relaciones interétnicas en el espacio fronterizo y los procesos de cambio que atraviesan las sociedades indígenas. En

97Mandrini (2008) op. cit. 98Crivelli Montero (2013) op. cit. 66 esta ocasión se hará uso de fuentes editas. Por un lado se recurrirá a los documentos editados por Leonhardt99 y Furlong.100 Por otro lado, se procederá a analizar la información provista por los padres Thomas Falkner, José Cardiel y José Sanchez Labrador a través de sus escritos. Los relatos, diarios, memorias y correspondencia jesuítica resultan de gran ayuda para analizar la lógica indígena y la influencia ejercida por la dominación colonial101. Sus escritos, críticamente decodificados, resultan un gran aporte en torno a la descripción de la fauna, flora y sus experiencias a partir de la convivencia con las comunidades indígenas de las tierras del sur del continente americano. Abocados a la tarea de evangelizar a las poblaciones indígenas pampeanas, Cardiel y Falkner se encargaron de la fundación de misiones jesuíticas hacia mediados del siglo XVIII. Como bien ha sostenido Ortelli,102 no sólo se intentó pacificar y dominar a los indígenas sino también evadir cualquier pretensión de las potencias extranjeras de ocupar las tierras australes. Para lo cual, fue imprescindible efectuar el reconocimiento y poblamiento de la costa patagónica. No obstante, es posible constatar a través de los diarios de los misioneros, su preocupación por las creencias indígenas y sus ansias por concretar su tarea evangelizadora. Por lo cual, es posible obtener datos sobre prácticas culturales y costumbres de los nativos, a través de los relatos de los padres jesuitas. Respecto a los testimonios de funcionarios coloniales y viajeros resultan de gran valor para comprender la importancia que fueron adquiriendo las pasturas y aguadas en torno al desarrollo de la economía pastoril indígena y en relación al desarrollo de las estancias ganaderas de Buenos Aires. A su vez, se recurrió a una serie de fuentes editas, se trata de las descripciones realizadas por Juan Antonio Hernández,103 Francisco Millau,104 Antonio Roxas,105 Basilio Villarino,106 y el diario de

99Leonhardt, Carlos SJ (1924) La misión de indios Pampas. La región de y del sur de la provincia de Buenos Aires hace dos siglos, en Revista Estudios, Nº 26, Buenos Aires. 100Furlong, Guillermo SJ (1992 [1942]) Entre los tehuelches de la Patagonia, Theoria, Buenos Aires. En este compendio documental es posible hallar noticias de los misioneros e historiadores jesuitas Diego Rosales, Miguel de Olivares, Nicolás Mascardi, Juan J. Guillelmo, Felipe Vander Meeren, Armando J. Nyel, Antonio Alemán, José Cardiel, Antonio Machoni y Francisco Enrich. 101Cardiel, José (1930 [1748]) Diario del viaje y Misión al Río Sauce, realizado en 1748, Coni, Buenos Aires; Falkner, Tomas, SJ (2004{1774}) Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur, con estudio preliminar de Raúl J. Mandrini, Taurus; Sánchez, Labrador, Joshep, SJ. (1936 {1772}) El Paraguay Catholico. Los indios Pampas-Puelches-Patagones, Viau y Zona, Buenos Aires. 102Ortelli (1994) op. cit. 103Hernández, Juan, A. (1836 [1770]) “Diario que el Capitán D. Juan Hernández ha hecho de la expedición contra los indios tehuelches, en el gobierno del señor D. Juan José de Vertiz, Gobernador y Capitán 67 viaje de Isaac Morris;107 una serie de acuerdos y paces que han sido compilados por Levaggi;108 los testimonios y declaraciones de fugitivos, cautivos y renegados que han sido editados por Mayo109 y los Acuerdos del Cabildo de Buenos Aires que han sido publicados por el Archivo General de la Nación.110 En cuanto a las fuentes inéditas aquí citadas, estas han sido relevadas e interpretadas, en primera instancia, por distintos investigadores en sus propuestas de trabajo. Si en un comienzo las tierras del sur del continente fueron descuidadas o dejadas de lado, por las razones mencionadas anteriormente, gradualmente la disponibilidad de recursos explotables fue despertando el interés de la Corona y las autoridades coloniales. Es bien sabido que la economía indígena se articuló perfectamente a la lógica mercantil colonial, sin embargo, la disputa por las tierras y ganados, sobre todo a partir de la extinción del ganado cimarrón durante el siglo XVIII contribuyó al clima de hostilidad experimentado durante esta centuria. Las tierras rioplatenses se convirtieron en un espacio clave para el comercio ilícito entre holandeses, ingleses y porteños y la continua amenaza portuguesa desde Colonia de Sacramento. La vasta extensión de Virreinato del Perú, dificultaba la ejecución de un control efectivo sobre las tierras australes. En función de ello, la Corona borbónica emprendió una serie de reformas, entre ellas la creación del Virreinato del Río de la

General de estas Provincias del Río de la Plata, en 1º de Octubre de 1770” en De Ángelis, Pedro Colección de obras y documentos relativos a la Historia antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata, Imprenta del Estado, Buenos Aires, Vol. III, Tomo V. 104Millau, Francisco (1947 [1772]) Descripción de la Provincia del Río de la Plata 1772, Colección Austral, Espasa-Calpe, Buenos Aires-México. 105Roxas, Antonio (1836 [1707]) “Derroteros y viajes a la Ciudad encantada, o de los Césares, que se creía existiese en la Cordillera al sur de la ciudad de Valdivia”, en De Ángelis, Pedro Colección de obras y documentos relativos a la Historia antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata, Imprenta del Estado, Buenos Aires, Vol. II Tomo II. 106Villarino, Basilio (2003 [1782]) Diario del piloto de la Real Armada, D. Basilio Villarino. Del reconocimiento que hizo del Río Negro, en la costa oriental de Patagonia, el año de 1782, Biblioteca Virtual Universal, disponible en: http://www.biblioteca.org.ar/libros/92622.pdf. 107Morris, Isaac (1956 [1742]) “Una narración fiel de los peligro y desventuras que sobrellevó Isaac Morris”, en Vignati, Milciades, Viajeros, obras y documentos para el estudio del hombre americano, Coni, Buenos Aires, pp. 43-47. 108Levaggi, Abelardo (2000) Paz en la frontera. Historia de las relaciones diplomáticas con las comunidades indígenas en la Argentina (Siglos XVI-XIX), Universidad del Museo Nacional, Argentina. 109Mayo, Carlos (2002) Fuentes para el estudio de la frontera. Voces y testimonios de cautivos, fugitivos y renegados (1752-1790), Universidad Nacional de Mar del Plata, Facultad de Ciencias Humanas, Área Editorial, Depto. De Historia. 110“Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires”. Archivo General de la Nación (en adelante AGN) Serie III, Tomo II, Libros XXX - XXXI - XXXII – XXXIII, Años 1756-1761, Buenos Aires, 1926. “Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires”. AGN, Serie II, Tomo VII, Libros XXIII, XXIV, Años 1734-1738, Buenos Aires, 1929. 68

Plata, a la vez que fomentaron la realización de expediciones de exploración y entradas de carácter militar durante la segunda mitad del siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX.111 Fueron muy diversos los intentos ejecutados para lograr un control efectivo del territorio e intentar someter a los indígenas. Las paces, alianzas, entrega de obsequios, parlamentos y nombramientos a los caciques principales, fueron algunas de las estrategias desarrolladas en forma complementaria junto con la creación de fortines, organización de reducciones y expediciones represivas. Esta multiplicidad de estrategias cobra sentido al considerar la coyuntura político-militar que atravesaba la frontera. Tal como ha sido expuesto por Carlón112 a mediados del siglo XVIII, las fuerzas militares como las milicianas actuaron en forma mancomunada y articulada debido al carácter endeble del sistema defensivo ante la falta de recursos materiales y humanos y la extensión del territorio a custodiar. Para ello fue imprescindible la circulación de información entre Fuertes y guardias, militares y milicianos. En este contexto, las relaciones interétnicas entre indígenas y blancos oscilaron en ciclos de paz y violencia. “Los indios no buscaban la guerra total, tanto porque no hubieran podido sostenerla como porque el comercio con Buenos Aires les resultaba imprescindible”.113 Cabe destacar que se recurrirá al registro arqueológico como fuente de información de gran utilidad. La evidencia material será contrastada con los datos provistos por los testimonios, relatos, correspondencia, etc. a fin de construir una mirada integral en torno al desarrollo de las sociedades indígenas durante la segunda mitad el siglo XVIII. En las últimas décadas distintos especialistas y grupos de investigación han desarrollado excavaciones abocadas al estudio de los emplazamientos fronterizos. Entre ellos podemos destacar las contribuciones de Ramos114 quien ha realizado diversos aportes al desarrollo de la arqueología histórica, tal es el caso de las investigaciones por él ejecutadas en la localidad de Luján. Por su parte, tanto Buscaglia115 como Bianchi Villelli, Starópoli, Bosoni, Carelli y Alberti 116 se

111Ortelli (1994) op. cit. 112Carlón (2008) op. cit. 113Crivelli Montero (2013) op. cit. 114Ramos, Mariano (2000) Algo más que la arqueología de sitios históricos. Una opinión. En Anuario de la Universidad Internacional, Nº 5, Santiago de Chile, pp. 61-75; (2003) El proceso de investigación en la denominada Arqueología Histórica. En Primer Congreso Nacional de Arqueología Histórica, Mendoza. 115Buscaglia, Silvana (2010) “Fronteras permeables en Floridablanca: Agencia indígena y vida cotidiana (Patagonia, Siglo XVIII)” en Ramos, M., Tapia, A., Bognanni, F., Fernández, M., Helfer, V., Landa, C., Lanza, 69 han detenido en el registro arqueológico correspondiente a la región patagónica. Y en el caso especial de Buscaglia, la autora se especializa en el estudio del Fuerte de Floridablanca, próximo a Puerto San Julián en la actual provincia de Santa Cruz. A la vez que Langiano, Merlo y Pedrotta117 se han abocado al análisis comparativo de una serie de Fuertes y fortines y la instalación de las tolderías indígenas correspondientes al siglo XVIII y XIX, en la actual provincia de Buenos Aires. Incluso Silveira118 ha analizado el proceso de transición acontecido en torno a los grupos interserranos considerando su paso de cazadores-recolectores a pastores a partir del contacto con los blancos. El sistema serrano Tandilia y sus llanuras aledañas han sido un enclave vital para el desarrollo de la economía indígena. Por lo cual se ha convertido en un reservorio de evidencias materiales cruciales, que han sido relevadas y analizadas por investigaciones realizadas en los últimos tiempos, que han construido nuevas interpretaciones acerca de las sociedades indígenas del siglo XVIII.

M., Montanari, E., Néspolo, E. y Pineau, V. (editores). Temas y problemas de la Arqueología Histórica, PROARHEP, Universidad Nacional de Luján, Buenos Aires. 116Buscaglia, S., Bianchi Villelli, M., Starópoli, L., Bosoni, C., Carelli, S., y Alberti, J. (2012) “Arqueología histórica en Península de Valdés. Primeros abordajes históricos y arqueológicos al fuerte San José (1779- 1810)” en Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, Vol. XX, Nº 6, Buenos Aires. 117Langiano, María del Carmen, Merlo, Julio, Pedrotta, Victoria (2009) “El patrimonio arqueológico de la antigua frontera sur: fuertes, fortines y tolderías” en Endere, M. y Prado, J. (editores). Patrimonio, ciencia y comunidad. Su abordaje en los partidos de Tandil, Olavarría y Azul, INCUAPA-UNICEN, Municipalidad de Olavarría, Olavarría, pp. 231-252. 118Silveira, Mario, J. (1992) “Etnohistoria y Arqueología en Pampa Interserrana (Provincia de Buenos Aires, República Argentina)” en Revista PALIMPSESTO, Nº 2, Universidad de Santiago de Chile, pp. 29-50. 70

CAPÍTULO III: ¿UNA “IDENTIDAD IMPUESTA” ATRAVESADA POR LA TEHUELCHIZACIÓN Y LA ARAUCANIZACIÓN? LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD ÉTNICA DE LOS PAMPA-SERRANOS. UN CASO DE ETNOGÉNESIS

Introducción El siguiente capítulo se detendrá en el abordaje de una cuestión central, la conformación de la identidad pampa-serrana. Para ello se tendrá en cuenta a las relaciones interétnicas como factores dinamizadores de las mutaciones y resignificaciones de la identidad étnica. En razón de este tipo de interacciones se retoman los aportes de Boccara119 en torno a los procesos de etnogénesis que operan sobre la identidad étnica a partir del contacto e interacción en forma frecuente con otras parcialidades o centros y/o agentes hispano-criollos. Conforme a ello, se procederá a dar respuesta a una serie de interrogantes, tales como ¿quiénes son los pampa-serranos? ¿Qué rol juega la territorialidad en la definición identitaria? ¿Es posible hablar de una identidad impuesta a través de la dominación hispano-criolla? ¿Qué rol jugaron las relaciones interétnicas entabladas por los pampa-serranos con las parcialidades araucanas y tehuelches? ¿Por qué la identidad pampa-serrana puede ser concebida como una construcción histórica sujeta a procesos de etnogénesis? Al partir de la denominación “pampa-serranos” es necesario indagar la correlación que existe entre etnicidad-territorialidad en el contexto colonial. Ello implica considerar no solamente el origen toponímico de los nombres que adoptan los grupos étnicos sino también analizar si ellos se reconocen a sí mismos como tehuelches, serranos, pampas o araucanos o si se trata de una identidad impuesta120 por los hispanocriollos con el objetivo de identificar y asociar a los pobladores al espacio en el que se desenvuelven.

Serranos. Ser o no ser, esa era una cuestión Al referirnos a los indígenas “pampa-serranos” es importante considerar que esta denominación remite a los lugares frecuentados por los nativos, en este caso hace

119Boccara (2005) op. cit. 120En las siguientes líneas se analizará la aplicabilidad de esta noción propuesta por Nacuzzi a la hora de considerar la injerencia hispanocriolla sobre la definición de la identidad indígena. Para un acercamiento de lleno a la propuesta de la autora véase Nacuzzi (1998) op. cit. 71 alusión a los llanos y serranías que componen la denominada región pampeana. Es posible identificar que existe una matriz o raíz común en razón de las prácticas adoptadas por ellos. Sin embargo, es necesario saber quiénes se esconden bajo estos topónimos, cómo opera su lógica reproductiva, por qué solían frecuentar el espacio valliserrano comprendido en la zona central del sistema Tandilia. En primer lugar, es necesario destacar que constituyen sociedades cazadoras-recolectoras que interactúan a través de alianzas e intercambios comerciales, con las parcialidades tehuelches y araucanas. En palabras de Palermo “El hecho es que el contacto transcordillerano era intenso en el siglo XVI: en 1582 Garay encontró que los indígenas de Cabo Corrientes (actual provincia de Buenos Aires) tenían en su poder objetos hechos por los araucanos de Chile.”121 Hacia 1580 Garay identifica en el área litoral de Tandilia a cazadores de venados y felinos, y probablemente ellos representaban las primeras avanzadas de las etnias patagónicas (tehuelches) atraídas por la presencia española y la expansión del caballo. En aquel entonces, estos grupos ya mantenían vínculos con los indígenas que habitaban las tierras del lado oeste del cordón montañoso andino. Los pampas-serranos que frecuentaron el sistema Tandilia protagonizaban desde larga data, una serie de cambios y transformaciones internas que les permitieron, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, convertirse en pastores especializados a través de una lógica operativa tanto doméstica como comercial que ha sido analizada intensamente por Mandrini.122 Respecto a ello, Mazzanti123 sostiene que la experiencia adquirida durante tantos milenios, posteriormente sirvió para la construcción de alianzas inter-tribales y el aprovechamiento de la abundancia de animales en el espacio serrano, orientado a la caza especializada en guanaco y venado. A su vez, facilitó la reutilización de campamentos base, el uso de nuevas armas de caza, como por ejemplo las puntas de proyectil sin pedúnculo y la producción cerámica destinada al intercambio con otras sociedades indígenas. Quintana, Mazzanti y Puente124 expresan que entre los últimos mil años y los seiscientos antes del presente, la caza especializada del guanaco y el venado fue reemplazada por

121Palermo (1988) op. cit. 122Mandrini (1991), op. cit. 123Mazzanti (2006) op. cit. 124Mazzanti, Diana, Quintana, Carlos, Puente, Verónica (2014) “Una sociedad de hábiles creadores” en Mazzanti, D., y Quintana, C. (editores). Historias milenarias pampeanas. Arqueología de las sierras de Tandilia, Mar del Plata, pp. 51-52. 72 estrategias de subsistencia orientadas a la intensificación, sujeto al aprovechamiento de diversos recursos y la adquisición de conocimientos más profundos del espacio serrano que permitieron el desarrollo de nuevas tecnologías. Incluso se incrementó la explotación de recursos como el armadillo, aves pequeñas, algunos peces, etc. Acorde a los argumentos de los autores mencionados, es posible reconocer el devenir de este proceso de intensificación en el registro arqueológico correspondiente a las sierras de Tandilia, la depresión del Salado, el área inter-serrana y la desembocadura del río Colorado. En diálogo con los autores recién mencionados, Ortelli125 también reconoce que hacia fines del siglo XVI, para el caso de las tribus del interior de las Pampas, la caza del guanaco, vizcachas, ciervos y armadillos, constituyó una actividad central para la cual se recurrió a la boleadora como instrumento indispensable. Mientras que hacia el norte de la provincia de Buenos aires, los querandíes se abocaron a la caza del venado y aquellos grupos próximos a los ríos que se mantenían en contacto con tribus del litoral se abocaron también a la explotación de los recursos fluviales. Estas tribus se desarrollaban en forma dispersa, recurriendo a la movilidad programada en función de la explotación y distribución de los recursos hídricos y faunísticos. Estos antecedentes en cuanto al desarrollo de las tribus de las Pampas, sobre todo para las del sur bonaerense, sirvieron como punto de partida para una serie de cambios en su estilo de vida. Estas transformaciones se vieron potenciadas por la introducción del ganado caballar y vacuno a partir de la conquista y colonización europea. De modo tal que contribuyeron a la formación de un espacio interétnico, con un nueva lógica de reproducción material y propiciando el desarrollo de relaciones sociales fronterizas. Existen diversos matices entre los aportes realizados en las últimas décadas en torno a la identificación y la definición étnica de las parcialidades indígenas. Por un lado, Campetella126 sostiene que hacia la tercera década del siglo XVII, en función de las fuentes analizadas, es posible hallar una distinción entre la nación pampa con respecto a la serrana. La primera remite a la población indígena sometida o “doméstica” integrada a las encomiendas y reducciones bonaerenses. Aunque también

125Ortelli (1994) op. cit. 126Campetella (2007) op. cit. 73 remite a aquellos que vivían dispersos en las llanuras sin un asiento estable aunque concurriendo a las estancias en forma asidua para conchabarse. Mientras que la segunda hace referencia a una nación indígena no sometida, que habita las sierras del sur y que se aproximan a las Pampas cercanas a Buenos Aires como una amenaza potencial respecto a los hispanocriollos, haciendas e indígenas reducidos. Sin embargo, expresa la autora, a partir de la segunda mitad del siglo XVII, se diluyen gradualmente las diferencias entre pampas domésticos o cercanos y serranos, ya que algunos de estos últimos se integraron a las encomiendas y en otros casos los pampas reducidos se retiraban y se unían a los serranos no sometidos:

“(….) los muchos indios cristianos {que} faltan a su obligación huyendo como se ha experimentado de la doctrina… y aunque se les ha puesto en reducción para el efecto la han dejado y siguen el barbarismo de los demás con quienes cometen dichos delitos.”127

Por otro lado, Ferrer y Pedrotta128 reconocen al igual que Campetella, que la belicosidad se había convertido en un rasgo distintivo de los serranos y que lograban aunar la voluntad de algunos pampas y azotar los poblados fronterizos. A su vez, concuerdan con la autora en cuanto a la sujeción de los pampas a las encomiendas bonaerenses y agregan que una parte de ellos se transformaron en trabajadores rurales y algunos tuvieron acceso libre a los pueblos para poder comerciar aunque esto generó la reacción de la autoridades coloniales, tal es el caso del gobernador de Buenos Aires, Alonso Mercado Villacorta. Sin embargo, ellos postulan que un siglo después, a través del informe de Francisco Millau, es posible hallar diferencias entre ambas naciones, por un lado los serranos asentados en el sistema Tandilia y por otro lado los pampas que evidencian una movilidad permanente. Acorde a las fuentes:

“Los términos de esta dilatada jurisdicción por la parte del mar, costas y de la marina, y confines de la gran cordillera de Chile, y provincia del Tucumán, han sido siempre habitados de un numeroso gentío de indios Serranos y Pampas, bárbaros en el modo de vivir en los campos sin población, ni sitio fijo, y en la costumbre fiera

127“Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires”. AGN, Serie I, Vol. XIII, Año 1672, Buenos Aires. Citado por Campetella (2007) op. cit. 128Ferrer y Pedrotta (2006) op. cit. 74

de sustentarse solamente de la abundancia de carnes de ganados que multiplican estos distritos…. han sido siempre dificultosos de reducir.”129

Cuando la identidad se construye haciendo camino Esta investigación considera importante hacer hincapié en el rol que ocupa la territorialidad de estas parcialidades a la hora de definir su etnicidad. Detenerse en la noción de territorialidad implica considerar que la concepción indígena del espacio es muy distinta a la categoría de propiedad privada propia de los actores del mundo occidental. La identidad está atravesada por la territorialidad puesto que el espacio frecuentado por una nación indígena, no se reduce a su explotación económica, sino que también remite a su acción política pero por sobre todo, es considerado un recinto sagrado, de modo tal que la primera se afianza a través de ceremonias, rituales que conectan a la nación indígena con la naturaleza, con lo divino. A su vez, el aprovechamiento del espacio, desde la lógica reproductiva, nuevamente nos lleva a desestimar las concepciones occidentales propias del sistema capitalista. La reproducción material debe ser entendida a través de desplazamientos programados, de un estilo de vida alternativo que combina el nomadismo con la instalación de campamentos en puntos estratégicos del área Pan-araucana para garantizar un manejo efectivo de los recursos en función a las estaciones del año y en consonancia con las negociaciones y alianzas multiétnicas:

“Llegando a la ciudad de la Santísima Trinidad, puerto de Santa María de Buenos Aires, y provincia del Río de la Plata, se saldrá de ella, y se caminará por el camino abierto que hay de las carretas, que es el que trajinan los de Buenos Aires a la sierra del Tandil. Hay de esta sierra en adelante indios que llaman Pampas: es un gentío que corre todas las campañas, los cuales suelen hacer algunas hostilidades en las gentes que salen a los campos a vaquear, y hacer faenas de sebo y grasa.”130

129Carta de José Martínez de Salazar al rey de España, 23 de junio de 1664. Audiencia de Charcas, Legajo 22, copias del Archivo General de Indias, Museo Etnográfico. Citado por Nacuzzi, Lidia (1991). “La cuestión del nomadismo entre los tehuelches” en Memoria Americana, Nº 1, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Buenos Aires, pp.103-134. 130Roxas (1836 [1707]) op. cit. 75

Al respecto sostiene Nacuzzi131 que los relatos de viajeros enfatizan la inexistencia de poblaciones en sitios fijos, a partir de lo cual justifican estos agentes coloniales las dificultades que atravesaron para intentar reducir a los grupos étnicos. Y ante esta imposibilidad de transformarlos en pueblos controlables reside el origen de la construcción de prejuicios y estereotipos, que se evidencian en los documentos de la época, según los cuales, un grupo que no se conforma como pueblo estable era considerado nómade por lo tanto, imposible de reducir y debido a esta reticencia al sometimiento emergen los calificativos de bárbaros, salvajes, primitivos etc. Incluso señala la autora los aportes de la disciplina etnográfica realizados durante el siglo XX continuaron arrastrando aquellos errores y volvieron a individualizar grupos en sus territorios, nombrarlos y describir sus costumbres lo cual sobrellevó a mayores confusiones en cuanto al mestizaje, las recomposiciones étnicas y la pérdida de territorio. Por lo tanto, para comprender la construcción de las identidades es crucial detenernos en los procesos de interacción, de intercambio, de fisión y fusión inherentes al desarrollo de los grupos étnicos. Con respecto a las dificultades que se presentan a la hora de analizar la identidad étnica, la autora señala que se han retomado los relatos de viajeros sin realizar consulta alguna de los documentos inéditos que permita contrastar los datos obtenidos con los aportes teóricos, por lo cual persisten las equivocaciones en torno al estilo de vida de los grupos étnicos. En diálogo con los argumentos de la autora, Mazzanti132 expresa que la imagen construida de las sociedades indígenas pampeanas está plagada de visiones sesgadas, por lo cual éstas son concebidas como poblaciones de bandas nómades, entendiendo por ello la falta de control de un espacio determinado sino más bien realizando recorridos carentes de planificación alguna y basadas en un tipo de economía depredadora solventada en el pillaje y el saqueo. Ante este panorama, la territorialidad debe ser concebida como un aspecto central de la racionalidad indígena no sólo en cuanto al desarrollo de una parcialidad y su estilo de vida sino también en razón de las relaciones entabladas con otras parcialidades y con los hispanocriollos.

131Nacuzzi (1991) op. cit. 132Mazzanti, Diana (1991) “El poblamiento inicial de la región” en Mar del Plata. Una historia urbana. Fundación Banco de Boston, Buenos Aires. 76

Para Nacuzzi133 es posible reconocer distintos tipos de asentamientos para el caso de los tehuelches que frecuentan el sur y suroeste bonaerense. En primer lugar, se desarrollan estadías en un mismo lugar que se prolongan durante varios meses, por lo cual estos espacios adquieren el carácter de campamento base, donde permanecían mujeres y niños mientras los hombres se dedican a la caza y al comercio. En segundo lugar, se encuentran los asentamientos funcionales al desarrollo de la caza, por lo cual éstos se establecían en zonas ricas de recursos y su instalación se extendía por tres o cuatro días. En tercer lugar, se destacan los asentamientos transitorios destinados para los momentos en que se desarrollan viajes de larga distancia por ejemplo cuando se realizaban partidas comerciales. Finalmente, es posible reconocer asentamientos que cuentan con numerosos toldos al mismo tiempo, que solían pertenecer a individuos de un mismo grupo étnico o que reunían a diversas etnias con el objetivo de agilizar el comercio y concretar alianzas. De esta manera, es posible determinar que existen estrategias y programaciones de los momentos del año en que se ejecutan los desplazamientos. A fin de aprovechar determinadas temporadas para abastecerse de recursos y concretar encuentros multiétnicos, en lugares conocidos por todos, previamente acordados entre los diversos grupos étnicos. Esto se confirma a través de la carta de Francisco de Viedma al virrey Vertiz y las descripciones de Francisco Millau:

(…) “cuando el cacique ve que están escasos de carne, al ponerse el sol, y en la misma forma que para las marchas, les dice, recojan los caballos a la hora que señala para el día siguiente, lo que ejecutan sin falta (…) Van con ellos algunas mujeres para cargar la caza, porque ni aun este trabajo quieren los hombres hacer: los toldos quedan armados y en ellos las restantes mujeres, muchachos e impedidos.”134

“Los Serranos tienen sus paradas y habitaciones principales en unos corrales que hacen de piedras en la primera sierra del Tandil y Volcán, que dista ochenta leguas de Buenos Aires, y a la que se viene por tres caminos en seis u ocho días a caballos. Se debe advertir que los caminos que se citan frecuentarse en esas campañas, que igualmente se pueden sin embarazo atravesar por todos lados, sólo se determinan

133Nacuzzi (1991) op. cit. 134Carta de Francisco de Viedma al virrey Vertiz, Archivo General de la Nación, Sala IX, 16-3-5. Fuente citada por Nacuzzi (1991) op. cit. 77

por los parajes conocidos, en que se encuentra la mejor proporción de agua y leña para la distribución de las jornadas, que no se hallaría dirigiéndolas sin conocimiento por otras partes.”135

A partir de estos argumentos resulta posible entender por qué para los agentes coloniales era tan imperioso clasificar a los grupos étnicos e identificar aquellos espacios que frecuentaban en los cuales asientan sus tolderías. Las visiones sesgadas o parciales impiden apreciar el modus operandi de las parcialidades indígenas:

(…) “era grande la abilantez de su proceder [se refiere a los pampa- serranos] y el modo libre con que viniendo a tiempos a la jurisdicción y valiéndose del pretexto de un ilimitado servicio, buscaban sólo en armas, yerba, tabaco, vino y otros géneros semejantes mas su comodidad que ningún reconocimiento ni útil de los españoles por cuyas estancias se dividían, resultando los excesos de hurtos de caballadas, yeguas, y semejantes cosas de su conveniencia.”136

Los argumentos de Nacuzzi,137 Puente y Bonnat138 destacan no sólo la existencia de diferentes tipos de asentamientos sino también la planificación de los movimientos en determinadas épocas del año cuyo objetivo no se reducía solamente a la actividad comercial sino también a reforzar o crear nuevos lazos interétnicos a partir del intercambio de experiencias, historias e información de toda clase. En relación a estos encuentros, señalan los autores, se habrían realizado en el marco de festividades a partir de las cuales se ritualizaban y afianzaban las relaciones entre los distintos grupos dando lugar a la construcción de una identidad en común. En función de estos argumentos, adquiere mayor peso la hipótesis central de esta propuesta, según la cual, las relaciones interétnicas entre diversos grupos habría sido esenciales en el desarrollo

135Millau (1947 [1772]) op. cit.

136Carta del gobernador Alonso de Mercado y Villacorta al rey. Buenos Aires, 21 de junio de 1663, Museo Etnográfico, Archivo General de Indias, Carpeta E. Citado por Campetella (2007) op. cit. 137Nacuzzi (1991) op. cit. 139Puente, Verónica, Bonnat, Guillermo (2014) “Introduciéndonos en la arqueología de Tandilia Oriental” en Mazzanti, D., Quintana, C. (editores). Historias Milenarias Pampeanas. Arqueología de las Sierras de Tandilia, Mar del Plata, p. 8.

78 de los procesos de etnogénesis que atravesaron las parcialidades pampa-serranas que solían vincularse con el linaje de los Bravos y araucanos en el espacio valliserrano:

(…) “Esta tropa de Infieles [remite al cacique Bravo y su comitiva integrada por serranos y araucanos ] sento sus reales, ó Toldos en un lugar, que se dice Tandil, por un cerro de este nombre, que allí se halla.”139

Nacuzzi140 toma como recorte de análisis los movimientos y desplazamientos ejecutados por los tehuelches, durante la segunda mitad del siglo XVIII, más precisamente entre 1770 y 1780. La investigadora propone que los tehuelches se caracterizan por una economía cazadora, sujeta a un régimen nómade con movimientos programados acorde a la utilización de recursos y la concreción de alianzas, que habitaban la Patagonia continental extra-andina. De modo tal que la cacería y el nomadismo deben ser analizados de forma interdependiente. Incluso la autora retoma los aportes de Casamiquela para quien en el espacio pan-pampeano y patagónico septentrional es posible identificar diversas parcialidades nómadas emparentadas entre sí que forman parte de una cultura de cazadores, complementada con la recolección. Respecto a la importancia de la relación intrínseca territorialidad- etnicidad, esta investigación retoma también los aportes de Irianni,141 para quien la ocupación del territorio por parte de los eurocriollos acompañada de la reducción y traslado forzoso de las parcialidades étnicas alteró la relación ancestral y simbiótica entablada por los nativos con el espacio de modo tal que ello condujo a mutaciones y pérdida gradual de la identidad indígena. Ante las aspiraciones coloniales de controlar en forma efectiva el espacio rioplatense, surgió la necesidad de ampliar los conocimientos de los diferentes espacios geográficos y sobre todo, de los habitantes de aquellas tierras. El desarrollo ganadero rioplatense comenzó a cobrar gran importancia, sobre todo a partir del siglo XVIII y para la corona española y las autoridades coloniales resultó indispensable no sólo acaparar tierras y controlar el ganado, sino también garantizar el acceso a las Salinas que permitían hacerse de un recurso preciado para la conservación de la carne.

139Sánchez Labrador (1936 [1772]) op. cit. 140Nacuzzi (1991) op. cit. 141Irianni, Marcelino (2009) op. cit.; (2012b.) “Una visión borrosa de los vencidos, indígenas pampeanos y medio ambiente” en Anuario IEHS, Nº 27, Tandil, pp. 239-253. 79

No obstante, no fue tarea fácil para los hispanocriollos ya que estos espacios solían estar bajo dominio indígena. Por lo cual, se volvió indispensable realizar incursiones, adquirir conocimientos, designar autoridades que controlasen el área, realizar viajes a carreta para recolectar sal y establecer instancias de negociaciones con los grupos étnicos que solían frecuentar la zona. Aspectos observables en el siguiente fragmento de los acuerdos del Cabildo de Buenos Aires:

“(…) sobre el memorial presentado por el comandante de las Salinas y conferido por largo espacio de tmpo. Dixeron . para tomar la resoluz. on combeniente al despacho de las salinas, es precisamente necesario saver y ante todas Cosas q. porcion de Carretas ay prontas para dha. salida porq. sin esta Certidumbre qualesqra disposiciones serán ynutiles mayormente hallándose al presente tan escasa de medios la Ziudad q. no tiene aun para sus precisos gastos y assi se haga un Embiado a los comisarios de los partidos para q. Con la mayor brevedad posible hagan lista de las carretas q. cada pago estubieren promptas para salir y con la misma brevedad la remitan aste. Cavdo. Para esta exe/cuzon a dhos. S. res. Alcaldes: y q. se da cuenta al s. or Gov. or. Cap. n Gnrl. Por el pres. te ess. no y lo firmaron (…)”142

Como bien señala Aranguren143, el paisaje representa la objetivación de las prácticas sociales, tanto de carácter material como simbólico. La propuesta de la autora cobra sentido si se considera que para el siglo XVIII, la dominación colonial ejecutada por misioneros, militares, guardias de frontera, funcionarios del Cabildo, etc. tuvo por objetivo identificar a las parcialidades, clasificarlas a través de rótulos y denominaciones a fin de reconocer a los sujetos con quienes en ocasiones se enfrentan violentamente y en otros momentos se negocia a través de regalos, misiones, parlamentos, dialogando con los caciques y designando alguno de ellos como principal o cacique mayor. La identificación y clasificación facilitaba el control de los grupos y de este modo reducirlos y subsumirlos. Con respecto a las maniobras y estrategias mencionadas, es importante destacar que el linaje de los caciques Bravos (tehuelches)

142“Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires”. AGN. Serie II, Tomo VII, Libros XXIII, XXIV, Años 1734-1738. Buenos Aires, 1929, p. 127. 143Aranguren, Cecilia (2003) ”Araucanización de las pampas. Historia de uno de dos protagonistas: Venancio Coñoepan”. V Jornadas de Sociedades Indígenas Pampeanas, Mar del Plata. 80 se presenta para la primera mitad del siglo XVIII y primeras décadas de la segunda, como un caso representativo en cuanto a la designación de estos líderes étnicos como caciques principales con capacidad guerrera y habilidades para la negociación política que les permitió imponerse sobre líderes locales y regionales. Para aquel entonces, los tehuelches lograron ampliar su radio de acción política hasta las tierras del sur bonaerense.144 Esta idea se refuerza a partir de las descripciones de Millau:

“Entre los indios que están establecidos sobre los Ríos Colorado y de los Sauces, los más conocidos y que se dejan también ver en las vecindades de Buenos Aires, son los Tehuelches. Sus vecinos, los Checheets y Huilliches, con otros muchos que con varios nombres van siguiendo para el Oeste, comunican de unos en otros con los que habitan en la Cordillera de Chile y en su falda oriental y se llaman Aucaes, Puelches, Peguenches y otros varios que no son tan conocidos (….) Suelen los más cercanos a Buenos Aires, para rechazar más bien a sus contrarios o retirar de ellos con más seguridad y también sólo con algún fin de comercio o el pretexto de cambiar los cautivos, solicitar la paz con esa Ciudad, que cuando le parece puede convenir; la concede, sin hacer mucho con caso ni dar creencia a sus palabras por las repetidas experiencias que tiene de faltar éstos luego a ellas, cuando se les presenta ocasión oportuna de robar y de continuar sus hostilidades.”145

Identidades impuestas: cuando el reconocimientos de “los otros” se vuelve un dilema En cuanto a las contingencias que atravesaron los hispanocriollos para identificar a las naciones indígenas, a través del concepto de identidad impuesta propuesto por Nacuzzi146 resulta posible echar luz al problema de la construcción de la identidad indígena. Como bien señala la autora, los documentos de la época evidencian la emergencia de rótulos que han sido creados o impuestos por los españoles a fin de distinguir e identificar a las sociedades indígenas. En suma, los rótulos “aucas”, “pampas”, “tiquelchus o teguelchus”, no siempre remitieron a los

144Con respecto al desarrollo de este linaje y su habilidad para negociar y construir su autoridad en relación a diversas parcialidades y ganarse el reconocimiento de los funcionarios coloniales se recomienda ver el trabajo de Arias (2011/12) op. cit.; Carlón (2010) op. cit. 145Millau (1947 [1772] op. cit. 146Nacuzzi, Lidia (2002) “Los grupos, los nombres, los territorios y los blancos: Historia de algunos nombres étnicos” en Boccara, G. (editor). Colonización, Resistencia y Mestizaje en las Américas. Siglos XVI-XX, Abya-Yala, pp.259-288. 81 mismos grupos ni a las mismas ubicaciones regionales, ya que solían ser utilizados por distintos puntos de emplazamiento español desde los cuales se intentaba designar a grupos diferentes que manifestaban tener en común su pertenencia a la frontera en cada caso correspondiente. La fusión de denominaciones pampa-serrana se hace notoria a través del testimonio de las autoridades coloniales a la hora de tratar de identificarlos. Aunque en otras ocasiones es posible hallar en estos escritos un uso indistinto entre ambos rótulos. Tal es el caso del gobernador Alonso de Mercado y Villacorta:

“Los términos de esta dilatada jurisdicción por la parte del sur, costas de la marina, y confines de la Gran Cordillera de Chile, y provincia del Tucumán han sido siempre habitados de numeroso gentío de indios. Serranos y Pampas, bárbaros en el modo de vivir en los campos sin población, ni sitio fijo.”147

Por lo tanto, la injerencia de los actores coloniales sobre todo a partir de la construcción de una mirada respecto al otro, opera en forma significativa en la definición de la identidad de las parcialidades que frecuentan las tierras del sur bonaerense. Las transformaciones internas que atañen a los grupos étnicos se aceleran a partir del contacto con el mundo blanco. Esto permite comprobar por qué resulta determinante la incidencia de la construcción de lazos multiétnicos a la hora de intentar construir explicaciones en torno a la identidad étnica. En sintonía con los planteos de Nacuzzi, Bechis148 expresa que bajo el espectro de la organización de malones y desplazamientos continuos de los grupos étnicos en consonancia con las relaciones interétnicas entabladas entre parcialidades de un lado y otro de la cordillera de los Andes es posible que surjan confusiones en torno a los indígenas “serranos”. La autora señala que Canals Frau sostiene que los araucanos del este de los Andes eran conocidos como aucas o alzados y que para 1710, los malones araucanos llegaban a Buenos Aires. Sin embargo, para Bechis los serranos avistados en las cercanías de la ciudad de Buenos Aires no eran los Pehuenches araucanizados de la cordillera. Sino que debe tenerse en cuenta que existían grupos no araucanos que

147Carta del gobernador Alonso de Mercado y Villacorta al rey. Buenos Aires, 21 de junio de 1663. Museo Etnográfico, Archivo General de Indias, Carpeta E., Citado por Campetella (2007) op. cit. 148Bechis (2010) op. cit. 82 también eran designados a través del mismo topónimo que solían asentarse en las sierras de Tandil y sierras de la Ventana que mantenían lazos de parentesco con los pampas. Y en función de ello la investigadora concluye que el problema reside en que “serrano” solía utilizarse para designar a todos los grupos étnicos que habitaran alguna serranía. En suma, la autora señala que a partir de los aportes de Cooper es posible admitir que existían discrepancias en el lenguaje de los serranos y los pampas y que ambas lenguas persisten durante el siglo XVIII, más allá de la influencia de los tehuelches y araucanos. Lo cierto es que bajo el rótulo de “serranos” se esconden diversas parcialidades indígenas que presentan diferentes patrones de comportamiento y particularidades étnicas que no fueron captadas por los hispanocriollos. Las parcialidades serranas que esta tesis aborda son aquellas que solían establecer sus toldos en el espacio valliserrano Tandilia, que no sólo tuvieron contacto con el blanco sino también con diversos grupos étnicos de Nor-Patagonia y Pampa. Resulta interesante detenerse en la carta del padre Matías Strobel al padre Jerónimo Rejón, en la cual el primero realiza ciertas referencias a los indígenas recién mencionados y sobre todo se encarga de advertir a su sucesor del comportamiento de las tribus y la importancia de las alianzas intertribales:

“Lo que el otro día ha avisado a V. R. de los Aucaes armados en el Tandil fue verdad; buen trozo de ellos pasó hacia el Saladillo; ellos buscan que robar; aquí por haber mucha gente , no se han atrevido; ha llegado uno de los Serranos, que anda con estos Aucaes, acá, y otro Serrano cojo y ladino, también compañero o espía de dichos Aucaes, estuvo esos días en la reducción de V. R.; ese tal es el suegro de menor hijo del cacique Bravo, que ha robado a los Riojanos. Ha llegado allá también un indio del cacique Bravo, para saber que amenazas V. R. hace contra aquellos ladrones; ellos intentan de robar esta estancia de V. R. saben que hay mucho ganado; por invierno especialmente corre mucho peligro.”149

La denominación “pampa” es originaria de la lengua quechua (idioma utilizado por los grupos étnicos indígenas del actual norte argentino) y significa llano. Dicho rótulo forma parte del legado prehispánico y permite comprobar la existencia de múltiples vínculos interétnicos. Posteriormente, iniciado el proceso de conquista y

149Carta del padre Matías Strobel al padre Jerónimo Rejón, su sucesor en la reducción de las Pampas, Pilar, 14 de enero de 1748, Leonhardt (1924) op. cit. 83 colonización, el léxico junto con otras manifestaciones y reproducciones inmateriales indígenas estuvieron sujetas a nuevas resignificaciones y alteraciones. Bajo esta óptica, cobra sentido la noción de “identidad impuesta” formulada por Nacuzzi150 para referirse a los rótulos y denominaciones utilizadas por los españoles, no para delimitar naciones y grupos reconociendo su diversidad, sino más bien con fines administrativos y prácticos. En palabras del padre Sánchez Labrador:

“Llamo Nación a la de los indios Pampas; no porque lo sea distinta de las nombradas, sino por acomodarme al modo común de los Españoles, que la tiene por distinta”.151

En diálogo con la propuesta de la autora, Irianni152 destaca la injerencia de los eurocriollos en el proceso de asimilación de pautas culturales por parte de las sociedades indígenas. Los primeros solían recurrir a la persuasión esperando que los nativos mostrasen interés por determinadas prácticas y de esta manera vayan abandonando las que les eran propias. Entre las estrategias que utilizaron para lograr la conversión de los indígenas se destacan la selección de actores sociales que sirvieron como “ejemplo a ser imitado”, la inserción de los hijos de los caciques en las instituciones educativas europeas, etc. Ello no implica una total disolución de la identidad étnica, por el contrario, tal como señala el autor, incluso para el siglo XIX, la absorción de pautas culturales por parte de los líderes étnicos se dio de tal modo que ello no pusiera en riesgo el apoyo brindado por las bases de la tribu. Esta tesis coincide con Nacuzzi e Irianni en cuanto al protagonismo de los actores coloniales en la definición de la identidad indígena y en el reconocimiento de la preexistencia de algunos de los nombres utilizados por los grupos étnicos indígenas. En otras palabras, “pampas” “aucas” “tehuelches” son rótulos que no siempre fueron creados por los blancos sino que algunos de estos nombres impuestos derivan de lenguas nativas y por ende pertenecen al legado pre-hispánico. Podría decirse que existe un proceso de resignificación del léxico indígena en función de la necesidad de los funcionarios coloniales de afianzar su dominio sobre los grupos.

150Nacuzzi (1998) op. cit. 151Sánchez Labrador (1936 [1772] op. cit. 152Irianni (2012b.) op. cit. 84

A su vez, señala Nacuzzi153 que un mismo grupo étnico solía ser denominado a través de diversos rótulos dependiendo de los agentes coloniales y del período independentista que hayan interactuado con ellos, lugares por las tribus transitados, o en función de los topónimos definidos por los especialistas abocados al análisis etnohistórico (quienes propusieron nombres que no condicen con la información provista por los documentos de fines del siglo XVIII y que sólo retomaron diarios de viajes que se habían realizado cien años más tarde). En palabras textuales de la autora “en la región de influencia del Fuerte del Carmen, entre 1779 y 1784, los “Pampas” son los que están en contacto permanente con el mencionado Fuerte y su gente, representados, sobre todo, por la figura del cacique Negro. Los “aucas” están más alejados hacia el norte y el noroeste, Calpisqui es el cacique que se destaca son los que hacen las incursiones a Buenos Aires y no tienen contacto directo con el Fuerte (…) Las denominaciones que se encuentran en los documentos del Fuerte del Carmen (…) “pampas” (por la región que ocupaban), “aucas” (por indio “rebelde” o “alzado”, al menos en la región pampeano-patagónica), “tehuelche” ( del araucano: gente “brava” o “arisca”) no son nombres que los grupos reconocían como propio.”154

¿Quiénes se esconden bajo el velo de los rótulos hispanocriollas? Resulta crucial pensar si quienes se esconden bajo el topónimo de “pampas”, “tehuelches”, entre otras denominaciones, se reconocen a sí mismos como tales. Respecto a ello, Bechis destaca que en la región Pampa es posible hallar la parcialidad indígena que ella misma se reconoce como “gerakin”, siendo considerados por los araucanos como puelches (no los puelches de Cuyo) también llamados serranos o montañeses por los españoles de Buenos Aires, pehuenches por el padre Sánchez Labrador y finalmente pampas por varios autores, aunque otros investigadores los han llamado tehuelches del norte. Por lo tanto, la noción de territorialidad indígena al igual que la identidad étnica presenta un carácter dinámico atravesado por diversas coyunturas interétnicas.155 Según Sánchez Labrador:

153Nacuzzi (2002) op. cit. 154Ibídem. 155Lanteri, Sol, Ratto, Silvia, de Jong, Ingrid, Pedrotta, Victoria (2011) “Territorialidad indígena y políticas oficiales de colonización: los casos de Azul y Tapalqué en la frontera sur bonaerense (siglo XIX)” en Antíteses, Vol. IV, Nº 8, pp. 729-752. 85

(…) ”Son, pues, los Pampas, una junta de parcialidades de los Indios, que se reconocen en las tierras Australes”156

Para Crivelli Montero157 los tehuelches del norte se reconocían así mismos como gununa kune, quienes manifiestan patrones lingüísticos disímiles con respecto a los tehuelches del sur o patagones autodenominados aóni kek. El radio de acción de los tehuelches habría contemplado las estepas patagónicas que se extienden entre el río Colorado y el estrecho de Magallanes. El límite entre los del norte y los del sur estaba contemplado a partir del río Chubut. Es necesario aclarar que las asociaciones realizadas entre serranos, pampas y tehuelches del norte cobran sentido si se consideran las relaciones interétnicas establecidas entre las parcialidades que solían transitar el espacio valliserrano y el linaje de los caciques Bravos. El comercio, la negociación y la celebración de matrimonios entre estas parcialidades dieron paso a la consolidación de alianzas entre los caciques menores de sur y suroeste bonaerense con el linaje de los Bravos, a partir de lo cual es posible entender por qué emergen asociaciones con los pampa-serranos. Las contingencias que emergen a la hora de delimitar quiénes fueron y dónde habitaban ya han sido consideradas por otros autores, tal es el caso de Ferrer y Pedrotta158 quienes manifiestan la dificultad de localizar geográficamente en forma precisa a las parcialidades a la vez que destacan las similitudes existentes entre pampas y serranos. Los autores destacan que las fuentes del siglo XVII y primeras décadas del siglo XVIII no brindan información clara al respecto por lo cual es posible que los serranos, podrían haber sido moradores de las sierras de San Luis, Córdoba, los sistemas serranos bonaerenses y/o la cordillera andina. De acuerdo con lo planteado por ellos, los serranos habitaban sitios más alejados que los pampas respecto a Buenos Aires, aunque igualmente se acercaban a ella para realizar intercambios y actividades comerciales. Ellos reconocen las sierras del sistema Tandilia como asentamiento de los serranos.

156 Sánchez Labrador (1936 [1772]) op. cit. 157Crivelli, Montero, Eduardo A. (2000) “La sociedad indígena” en Nueva Historia de la Nación Argentina, Academia Nacional de la Historia, Planeta, Buenos Aires, Tomo IV. 158Ferrer y Pedrotta (2006) op. cit. 86

El nombre de “pampas” remitiría, según los autores para designar a los indígenas de la llanura y se había comenzado a emplear por el año 1600. En un comienzo se habría utilizado para referirse a los moradores primitivos de la región conocidos como querandíes, de acuerdo a las crónicas, quienes se habrían desaparecido en la segunda mitad del siglo XVII. Éstos habían tenido como asentamiento el centro de Buenos Aires aproximándose inclusive hacia el este al océano Atlántico, hacia el sur traspasaban el río Salado y hacia el oeste se extendieron hasta el pie de la Sierra Grande de Córdoba. Posteriormente la denominación “pampas” se utilizó para cualquier parcialidad que frecuentara dicha región. Esta investigación destaca la apreciación de Ferrer y Pedrotta159 en cuanto a que la denominación “pampa” debe ser analizada considerando que no todas las parcialidades que frecuentan la región pueden ser identificadas bajo este rótulo debido a varios motivos: en primer lugar, si bien su aplicación remite a un sentido geográfico otorgado por los españoles con fines administrativos y de sumisión, a través de los documentos de la época se comprueba la existencia de denominaciones de origen quechua, las cuales se remontan a tiempos pre hispánicos, que aluden a grupos étnicos o caracterizan a los mismos, tal es el caso de los rótulos como “pampa” o “auca”. A su vez, la lengua quecha fue reconocida por las autoridades y expedicionarios desde tiempos coloniales tempranos a través de la labor de indígenas que actuaron como lenguaraces para facilitar la comunicación entre ambas sociedades. Indígenas de numerosas parcialidades a lo largo del territorio hispanoamericano aprendieron a hablar español, lo cual les permitió ampliar su margen de acción y decisión en el marco del proceso de dominación colonial. El rol de estos intermediarios se destaca en las declaraciones de un cautivo de la época:

“(…) y no pueden directamente vecindear los indios de dicha Reducción porque se los dan y que es cierto, público y notorio que continuamente andan en esta ciudad y tratan y contratan en ella, oyen y ven lo que pasa, y que un indio de los veinte que estaban entre la compañía pastoreando a los animales y a su amo, ladino en castellano, muchacho criado que fue del padre Matías (…)”160

159Ibídem. 160Declaración de Rafael de Soto, junio de 1752. Mayo (2002) op. cit. 87

Por otro lado, la denominación “pampa” fue utilizada en los primeros tiempos coloniales para referirse a aquellas parcialidades afectadas por las reducciones y la encomienda, parte de los pampas se convirtieron en mano de obra contratada a la vez que a algunos se acercaban a comerciar a los poblados bonaerenses.161 Tal es el caso de los querandíes, considerados por Ferrer y Pedrotta162 “pampas primitivos” ya que fueron los primeros en ser identificados por las crónicas como asiduos moradores de la región Pampa. Esto cobra sentido en el testimonio del padre Cardiel:

“(…) La Conquista Espiritual de las naciones Australes, se emprendió siempre por la parte, que está mas cercana a la ciudad de Buenos Ayres por lo respectivo á la Provincia del Paraguay. En las tierras llanas, confinantes con dicha ciudad, vaguean los Indios llamados Pampas, que son los más inmediatos al Español. Intentose la reducción de estos vagabundos, para que su Población sirviese de escala, y franquearse el paso á las tierras de otras Naciones mas lexanas (…) Duró poco esta reducción por la natural inconstancia de los Pampas. Años despues quisieron probar las fuerzas de su zelo con los mismo Indios los Reverendos Padres Dominicanos; pero no surtió efecto mas favorable, y dentro de poco tiempo hubieron de desistir de tan Santo empeño, dicese que forzados de la altivez de sus Feligreses Pampas”163

Para el caso de los “gunun kunna” o “gununa kuné”, más conocidos como tehuelches, procedían del norte de Patagonia, asentados en las márgenes del río Colorado, próximos a los cursos del Río Negro y en territorio de la provincia homónima donde hubiese disponibilidad de aguadas interiores. A la vez que su área de influencia se extendía hacia el norte, ya que frecuentaban las llanuras y sierras del sur bonaerense. Se trata de un grupo étnico que realizaba desplazamientos programados que tenía una gran capacidad de manejo y conocimiento de Nor Patagonia y Pampa. La variabilidad en cuanto al rótulo bajo el cual son identificados bajo la óptica del mundo

161Para una aproximación al tema véase Birocco (2009) op. cit.; Campetella (2007) op. cit.; Ferrer y Pedrotta (2006) op. cit.; Mandrini (2008) op. cit. 162Ferrer y Pedrotta (2006) op. cit. 163Sánchez Labrador (1936 [1772]) op. cit.

88 blanco es notoria: “tehuelhet“ por Falkner164, “toelche” en los escritos de Cardiel,165 “puelches-serranos” bajo la óptica de Sánchez Labrador166. Se trata de un grupo étnico que se reconoce así mismo a través de una denominación que deriva de su lengua nativa pero a la vez asume para sí la denominación de tehuelches o serranos en función de su interacción con los hispanocriollos. Los procesos de definición de la identidad étnica indígena se desarrollan en forma continua bajo la influencia ejercida por la interacción con los blancos y los dispositivos de dominación colonial. No obstante no todos los serranos deben ser considerados tehuelches. Sino que la utilización de rótulos en forma indistinta corresponde al caso de las parcialidades que frecuentan el sistema Tandilia. El espacio valliserrano se presenta, a través de las fuentes documentales, como un recinto frecuentado no sólo por indígenas sino también hispanocriollos. En relación a los lazos transcordilleranos correspondientes al período aquí analizado incluso hasta tiempos independentistas, Villar y Jiménez167 expresan que las reformas borbónicas generaron complicaciones en torno al desarrollo de las relaciones interétnicas entre grupos de un lado y otro de la cordillera, puesto que las modificaciones en el aparato de dominación colonial tendieron a superar el aislamiento de las fronteras a través del manejo compartido de la información en conjunto con la coordinación de políticas fronterizas que apuestan a la “pacificación” mediante la combinación de la persuasión y la violencia. Dentro de los márgenes de la persuasión y la negociación es posible hallar el desarrollo de las paces de Casuhati (1741-42), entabladas con las autoridades de Buenos Aires. A partir de este acuerdo, señala Carlón,168 se dio lugar a las misiones jesuíticas asentadas en el sistema serrano Tandilia. Si bien es cierto que se aceitaron los mecanismos de control colonial, los medios económicos asignados por la corona española fueron muy escasos y no se logró un control directo del espacio fronterizo ya que las tropas destinadas no fueron suficientes, a la vez que el sistema de encomienda y las reducciones no prosperaron ante las estrategias de supervivencia y la resistencia ofrecida por los grupos indígenas

164Cardiel (1930 [1748]) op. cit. 165Sánchez Labrador (1936 [1772]) op. cit. 166Falkner (2004 [1774]) op. cit. 167Villar, Daniel, Jiménez, Juan (2003a). “La tempestad de la guerra: conflictos indígenas y circuitos de intercambio. Elementos para una periodización (Araucanía y las Pampas, (1780-1840)” en Mandrini, R., Paz, C. (editores).Las fronteras hispanocriollas del mundo indígena latinoamericano en los siglos XVIII- XIX. Un estudio comparativo, IEHS, UNS y UNCo, Tandil, pp. 123-171. 168Carlón (2010) op. cit. 89 que solían frecuentar Buenos Aires. A través de la siguiente cita se hace evidente la preocupación de los funcionarios del Cabildo de Buenos Aires en relación a las dificultades para efectivizar la dominación sobre las parcialidades que solían merodear por la frontera bonaerense:

“(…) aver Venido, noticia frezca Como En la Punta de el Sause, aora pocos diaz, an muerto Seis o maz Personaz- y se an llebado, muchos, Cautivos; y las Cavalladaz, y demaz asiendaz, por lo que Prudensialmente, Se debe temer que Con el refuerzo de Caballadaz que de allí an Sacado, nos inbadan, para Cuio, efecto, asi mismo Se le represente, a dho. Sr. Gov.r que a los Capitanez de laz Compañiaz Pagadaz lez mande, Esten Con la Vijilansia Conveniente, y que es de Su Obligasion, y que El Sujeto que Su Señoria nominare, para este efecto, Sea de laz personas que Se le tienen expuestaz en la representasion que Se le iso, sobre, ello- y que en la misma Conformidad, Se le represente, Al Sr. Gove. r. que atendiendo, a que los indios Panpaz que estaban al Cargo de los R.R. P. P. de la Compañía de Jhs. Por laz malaz operasionez que de ellos Se esperimento, Se estinguieron, de El Pueblo, en que estaban Juntos; y que ahora Se alla todos ellos Con suz toldos, en los pagos de la Jurisdiccion, Como Son en la Magdalena, y Matansa, y que Justame.te Se teme de Su infidelidad, Como Se tiene Visto, y Conosido, pues estos Son, Continuame.te espiaz de la tierra, y Solo sirben de dar Aviso a los enemigos. De el Estado, en que Se alla la Jurisdiccion, y a laz determinasionez que Se toman para Su Castigo. Para que En Vista de todo ello Se sirba (…)”169

A través de los acuerdos del Cabildo es posible reconocer que no existió un sistema defensivo y ofensivo colonial lo suficientemente capaz de subsumir en forma total a las parcialidades y que incluso los padres jesuitas también tuvieron que lidiar y sortear diversas contingencias, puesto que las reducciones de los pampas no prosperaron en el espacio valliserrano. Por lo tanto, no siempre la “cruz y la espada” fueron los mecanismos más eficaces. Bajo este panorama, es posible entender por qué se promovió el parlamentarismo como estrategia de pacificación de la frontera y herramienta para desactivar la hostilidad indígena expresada a través de malocas.

169“Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires”. AGN, Serie III, Tomo II, Libros XXX - XXXI - XXXII – XXXIII, Años 1756-1761. Buenos Aires, 1926, pp. 11-12. 90

Al respecto Crivelli Montero170 sostiene que la dificultad para afianzar el dominio colonial se debió también al desconocimiento de las tierras, puesto que existió una real carencia de mapas que permitieran identificar diversas regiones y sus particularidades geográficas. Ello se debió, según el autor a dos condicionantes, por un lado, la falta de individuos capacitados para la ejecución cartográfica y la oposición de los indígenas a que se utilizasen instrumentos de topografía en sus territorios. Por su parte Arias171 expresa que la motivación de España de potenciar sus conocimientos de la región patagónica y pampeana se vio potenciada a partir del siglo XVIII, cuando otras metrópolis se mostraron capacitadas para disputar a los hispanos el control de estas tierras. De esta manera, la corona española promovió la movilización de la Compañía de Jesús a fundar misiones en el sur austral no sólo para afianzar la presencia española sino también para acrecentar el reservorio de información en materia de recursos. A fin de contrarrestar la presencia de viajeros europeos que se esmeraron en elaborar relatos que destacan la importancia de recursos naturales y humanos. Dentro de la Compañía de Jesús, se destacan, entre otros, la labor del padre Falkner, el cual se abocó a analizar las rastrilladas indígenas y a la elaboración cartográfica a través de sus propias experiencias o información obtenida de nativos y cautivos españoles. El padre Cardiel también se ocupó de realizar contribuciones cartográficas en las cuales intentó ubicar a las diferentes etnias y sus toponimias acorde a la información provista por informantes. Sus aportes sirvieron como punto de partida para futuras exploraciones. Al igual que Crivelli Montero, el autor destaca que si bien existieron aportes de distintos viajeros europeos a la llamada “Patagonia española”, sólo se remiten a una descripción de las costas, de los puertos accesibles y a una cartografía rudimentaria carente de mediciones y análisis de corrientes marinas. Para la segunda mitad de dicho siglo, la mayor parte del territorio patagónico no había sido explorado por los europeos. Un caso representativo es el relato de viaje de Isaac Morris:

170Crivelli Montero (2013) op. cit. 171Arias, Fabián (2014) “El Mapa de Tomás Falkner, SJ y su representación de la red de rastrilladas indígenas de la región de las Pampas y Patagonia (mediados del siglo XVIII) en Coordenadas. Revista de Historia local y regional, Nº 1, Año I, Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional de Río Cuarto, Córdoba. 91

“Nos encontrábamos en una parte del mundo desolada y salvaje, fatigados, enfermos y desprovistos de provisiones. (…) El lugar habitado más cerca que conocíamos era Buenos Ayres, distante unas trescientas millas al NO: pero en ese momento estábamos en condiciones muy deficientes para emprender tan azaroso viaje, por encontrarnos tan miserablemente agotados por nuestro penoso pasaje a través de los estrechos de Magallanes (…) Tomamos la resolución de acampar en la playa en donde se nos dejó, hasta que estuviésemos suficientemente fuertes para soportar las fatigas de un viaje a Buenos Aires (…) Con el objeto de no desorientarnos, resolvimos mantenernos siempre cerca de la costa; hasta llegar a la desembocadura del Río de la Plata172”

Por otro lado, es posible observar que las sociedades indígenas contaron con cierta “cintura política” para sortear, en la medida de lo posible, las contingencias que afrontaban en el contexto de dominio colonial. Para el siglo XVIII, se hace manifiesta la existencia de una racionalidad indígena que oscila entre la negociación, el comercio y la hostilidad en función a los puntos que no fuesen respetados del acuerdo o parlamento y ante los abusos del poder colonial, sobre todo cuando lo que está en juego es la explotación de los recursos: el ganado y la tierra principalmente. La negociación fue vital para atenuar los conflictos interétnicos incluso para evitar la formación de confederaciones indígenas por parte de los hispanocriollos. Puesto que estos últimos sabían perfectamente que los pampas recurrían a las alianzas intertribales, incluso con aquellos que no les resultaban de su agrado con tal de unir fuerzas contra los blancos. La siguiente cita da cuenta de la existencia de estas contingencias:

“Y responde a la octava, dijo sabe y le consta por haberle visto que los indios del pueblo de la Reducción suelen venir a correr yeguas hasta inmediato a las estancias de la Magdalena y que no pone duda que a este tiempo puedan ir a comunicarse con los otros pues asimismo los dichos indios enemigos andan en el mismo paraje corriendo yeguas, y en lo demás del modo de vida y demás fundamentos que tienen dichos indios de la Reducción de los pampas no lo sabe pues nunca ha estado en dicho pueblo y que según el conocimiento y experiencia

172Morris (1956 [1742]) op. cit.

92

que tiene de los otros indios pampa a quienes ha comunicado como son a Yati, Bernardo Yati, Rafael Bonetillo, y otros muchos cuyos nombres no se acuerda, indios muy ladinos en el castellano tanto como el que más, conoce evidentemente que nunca serán buenos cristianos.”173

Tal como sostiene Boccara,174 resulta interesante considerar los comportamientos oscilantes y duales para llegar así a un análisis de los procesos combinados de resistencia, adaptación y cambio, para evitar caer en la dicotomía permanencia inmemorial de las tradiciones versus disolución de la entidad indígena mediante mecanismos de aculturación impuestas por el blanco. Es bien sabido cuál fue el saldo de la colonización, pero ello no implica caer en una mirada pesimista que reduce a los indígenas a la pasividad, la obediencia y el sometimiento sin cuestionamientos. Por el contrario, los grupos supieron ofrecer resistencia a la dominación colonial. Ello fue posible, no solo mediante la adopción de pautas y prácticas propias del mundo blanco sino también a través de procesos de cambio internos y de la araucanización de las Pampas. Cada uno de estos fenómenos contribuyó a que las parcialidades pampa-serranas atravesaran, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, por una serie de transformaciones en cuanto a su lógica reproductiva material e inmaterial.

“Tehuelchización y araucanización en las Pampas”. ¿El bosque tapa al árbol o lo deja en evidencia? Las autoridades coloniales eran conscientes de la existencia de lazos parentales que vinculaban a los tehuelches con los serranos y de la influencia que ejercían los primeros sobre el área y los caciques menores que la frecuentan. En torno a ello, Arias175 sostiene que los Bravos se convirtieron en los garantes de las relaciones interétnicas, ya que lograron a través de las relaciones económicas, políticas y parentales con otras parcialidades construir un tipo de liderazgo que los convierte en los mejores mediadores frente a los actores coloniales, las comunidades de la faja

173Declaración de Rafael de Soto, junio de 1752. Mayo (2002) op. cit. 174Boccara (2002) op. cit. 175Arias (2011/12) op. cit. 93 norte de las Pampas y los líderes procedentes de la Araucanía chilena. Esto cobra sentido a partir de las paces de Casuhati:

”El cacique Brabo, y los demás caciques amigos pondrán sus tolderías en el Tandil y Cayrú, y cuando llegare el tiempo de la feria de los ponchos, darán aviso a los padres misioneros de la reducción de los indios Pampas, para que se dé esta noticia, al Sr. Gobernador. Para evitar grandes desórdenes, y ocasiones de nuevas guerras el cacique Brabo como maestre de campo de toda la Sierra no dejará bajar a ningún indio, ni india a Buenos Aires, ni a sus estancias, sin expresa licencia de el Sr. Gobernador (…)”176

La construcción de lo étnico, o mejor dicho la etnicidad, está sujeta a las relaciones interétnicas entabladas entre las parcialidades. Ello cobra sentido si se considera la asociación serranos = tehuelches. Los serranos como grupo étnico se desplegaron posiblemente en las sierras de San Luis, Córdoba, los sistemas serranos bonaerenses incluso el cordón montañoso andino. Las parcialidades serranas que resistieron en primer lugar a la encomienda y luego a las reducciones en la región Pampa fueron construyendo un vínculo muy estrecho con los tehuelches septentrionales. Dentro de este grupo étnico se destaca el linaje de los Bravos. Acorde con los aportes de Arias177 la primera información de este linaje se remonta a 1620, momento correspondiente a la realización de la expedición de Jerónimo Cabrera la cual tomó como sendero la ruta inter regional el paso del río Neuquén con el río Coyon Curá la cual cuenta con dos caciques que fueron capturados y se desempeñaron como guías. Según Cabrera:

“El mismo río Limay (…) De aquí se adelantó con sesenta soldados bien apercibidos y con más cuidado que hasta allí por irse acercando a la Cordillera (…) llegamos a un arroyo que entraba en este mismo río grande, después de haber andado como cinco leguas (…) [se hizo] aquí alto [y] usosele por nombre a este paraje Cacapuel por ser aquella tierra de un cacique de este nombre (…)”178

176Tratado de Casuhati. Levaggi (2000) op. cit. 177Arias (2006) op. cit. 178Relatos de Jerónimo de Cabrera. Ibídem. 94

Acorde con el autor, Cacapol cacique Bravo que habría muerto hacia 1748- 1749, padre del Cacique Nicolás Cangapol, sería el nieto de aquel llamado Cacapuel que tuvo su aparición en escena hacia 1620. Para el siglo XVIII, se destacan como líderes étnicos los caciques Cacapol y Cangapol cuya capacidad organizativa y guerrera los convirtió en un caso interesante y representativo de los procesos de transformación política que atravesaron los cacicazgos, sobre todo durante la segunda mitad del siglo XVIII y primera mitad del siglo XIX. Un claro antecedente es el desarrollo del malón organizado en 1740 en el que participaron diversas parcialidades coordinados por los Bravos, se produjeron saqueos en Luján y fue asolado el pago de la Magdalena, al sur de Buenos Aires. Aspectos destacados en la cita expuesta a continuación:

“La matanza fue indiscriminada y alcanzó a familias enteras (…) fueron tomados cautivos. Tiempo después los indios vendieron a la madre y a su hijito a los indios de Valdivia, en Chile y retuvieron Bernarda, d quien nunca más se supo. Los pampas ultimaron a todos los que se les opusieron sin distinción de etnias, fuesen españoles, pardos o indos.”179

A la vez que se afianzaban las relaciones entre tehuelches del norte y las parcialidades pampas-serranas del área sur y suroeste bonaerense, éstas últimas venían experimentando procesos de cambio que conllevaron a un modo de vida pastoril, el cual se habría consolidado en la segunda mitad del siglo XVIII y que continúa su desarrollo en la centuria siguiente. Esta transformación se volvió complementaria al nomadismo de larga distancia propio de los gununa kena, más conocidos como tehuelches. Retomando nuevamente los aportes de Arias180 es a través del nomadismo que se produce la articulación de Pampa y Patagonia a través de movimientos estacionales, sujetos a un aprovechamiento inteligente del espacio y sus recursos a través de la organización de un sistema de rastrilladas.181 Mediante las relaciones interétnicas los procesos de cambio se condensan y derivan en un

179García Belsunce, Carlos (2003) El pago de la Magdalena. Su población (1600-1765), Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires. Citado por De Marco, Miguel, A (2013) La guerra de la frontera. Luchas entre indios y blancos 1536-1917, Emecé, Buenos Aires. 180Arias (2006) op. cit. 181El desarrollo de dicho sistema se analizará en el capítulo siguiente. 95 intercambio continuo entre los grupos étnicos que dan lugar a la fabricación de una nueva identidad, tal como sostiene Boccara.182 Para Casamiquela,183 la expansión tehuelche habría tenido lugar posiblemente dos o tres siglos previo a la conquista o se habría iniciado poco después de ella. Sin embargo, los argumentos a continuación expuestos merecen ser relativizados y discutidos críticamente. Hacia la época de la conquista pueblos litorales guaraníes y no guaraníes (entre ellos representados los mbeguáes en 1582) poblaban la región costera del río de la Plata, próxima al Paraná. Hacia el interior, en las tierras próximas a las sierras de Córdoba y San Luis se hallaban los querandíes. Las parcialidades mbeguáe y querandí se habían fusionado a lo largo de la primera mitad del siglo XVII, para ese momento, los tehuelches septentrionales controlaban la porción norte de Buenos Aires y habían impuesto su lengua. Éstos se habían emparentado con los descendientes de las comunidades recién mencionadas, a partir de la segunda mitad de aquel siglo y habían dado origen a la gestación de la identidad pampa. Durante el siglo XVII se habría producido la tehuelchización de la región pampeana, a la vez que la araucanización comenzaba a manifestarse, pero se habría intensificado recién en el siglo XIX en Neuquén y Chubut. La teoría de la tehuelchización presenta ciertas limitaciones en cuanto al grado de generalizaciones efectuadas que dejan poco margen al entendimiento de los comportamientos y estrategias particulares de los grupos étnicos que se vincularon con los tehuelches septentrionales. Es bien sabido que no todas las parcialidades actuaron del mismo modo, ni adoptaron las mismas pautas de desarrollo. Prueba de ello, resultan ser aquellas parcialidades del sur y suroeste bonaerense que desarrollaron pautas de especialización económica, que permitieron la emergencia de una economía pastoril indígena, hipótesis que ha sido formulada y bien argumentada por Mandrini.184 En palabras de Campetella185 “más allá de compartir supuestos rasgos tehuelches, las parcialidades que habitaban el amplio territorio pampeano no actuaban como una unidad, al menos con respecto a sus relaciones con los

182Boccara (2002) op. cit. 183Casamiquela (1965) Rectificaciones y ratificaciones hacia una interpretación definitiva del panorama etnológico de la Patagonia y área septentrional adyacente, Instituto de Humanidades, Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca. 184Se recomienda ver Mandrini (2008) op. cit. 185Campetella (2007) op. cit. 96 hispanocriollos. Los datos con que contamos, a pesar de ser pocos, muestran algunas de las diferentes estrategias: algunas parcialidades “bajaron” de las sierras voluntariamente a “ampararse” en los españoles debido a conflictos intraétnicos, otras fueron reducidas por la fuerza y se rebelaron con violencia, otros hostilizaron sin piedad las rutas comerciales hispanocriollas (….) mientras que otras buscando en sus relaciones con los hispanocriollos “más su comodidad que ningún reconocimiento ni útil de los españoles.” A su vez, esta investigación difiere con Casamiquela en relación a la tendencia difusionista y unilateral que reside en los postulados del autor con respecto al proceso de araucanización. Para Casamiquela la araucanización consistió en un fenómeno caracterizado por la pérdida de la identidad étnica de los grupos receptores, dando lugar al reemplazo de una nación por la emergencia de una nueva, y una segunda fase centrada en la adopción de la nacionalidad araucana. De modo tal que a lo largo del siglo XVIII se fue afianzando la araucanización de las Pampas y comenzó a perder fuerza la injerencia de los tehuelches del norte. La injerencia ejercida por los grupos étnicos que frecuentaron las sierras y llanos de Tandilia sobre la definición de la identidad pampa-serrana cobra visibilidad a través de las apreciaciones de Nacuzzi.186 Considerando el testimonio del padre Sánchez Labrador, la autora destaca que la región pampeana ha sido concebida como una zona franca frecuentada por diversos grupos indígenas con el fin de intercambiar bienes. Tal como sostiene Cáceres187, a comienzos del siglo XVIII se produjo una doble expansión, indígena y criolla, la cual dio lugar a la formación de un espacio de disputa comprendido entre el sur del Salado y las sierras de Tandilia. No obstante, los indígenas habían logrado el control de gran parte de los llanos pampeanos, llegando hasta el norte de Tandil. Por su parte Mazzanti188, destaca que diversos grupos étnicos fueron identificados, desde el siglo XVII, por los españoles instalados o confluyendo en las sierras bonaerenses procedentes de Nor-Patagonia, la Pampa, los valles cordilleranos y la Araucanía chilena. Su objetivo era principalmente la obtención del ganado y el comercio. En palabras de Sánchez Labrador:

186Nacuzzi (2008) op. cit. 187Cáceres Laura (s/d) Ayacucho una Historia, Municipalidad de Ayacucho. 188Mazzanti (2007) op. cit. 97

(…) “quando las Campañas, y llanuras inmediatas a Buenos Aires, mantenían tanto ganado Bacuno, que las inundaban, bajaban algunas tolderías de Indios Serranos, Tehuelchus, Peguenches, y Sanquelches por el interés de su caza. Estos, que naturalmente son voraces, y hallaron alimento con abundancia, se establecieron en dichas llanuras, ó Pampas. Por este acontecimiento dieron a tales Indios el nombre de Pampas, que es el propio de las Campañas, en que fijaron establemente sus toldos, pero en realidad no son sino parcialidades de las Naciones expresadas.”189

Respecto a la construcción de lazos y en concordancia con lo sostenido por las autoras, Mandrini190 expresa que varias parcialidades del este cordillerano lograron la adopción y el manejo de la lengua mapuche ya durante la segunda mitad del siglo XVIII, pero sobre todo para la primera mitad del siglo XIX, ésta habría funcionado como lengua franca y habría facilitado las negociaciones y continuos intercambios interétnicos. Si nos remitimos a las fuentes de la época, Zeballos señalaba que “la lengua de los indios de la pampa es la araucana, corrompida unas veces, aumentada las otras.”191 Desde una perspectiva netamente lingüística, es posible observar cómo algunos topónimos que actualmente continúan siendo utilizados, dan razones suficientes para entender el grado de incidencia que la araucanización ejerció sobre las sierras y valles del sur bonaerense. En función de lo cual Crivelli Montero192 destaca el gran número de nombres que remiten a diversos lugares o ríos que evidencian un origen araucano o mapuche. Tal es el caso de el arroyo Langueyú que nace en la sierra de Tandil; el paraje Languineo, en la provincia de Chubut; Neuquén actual provincia y ciudad cabecera de la misma; Malargüe en Mendoza y Huinca Renancó en Córdoba. La capacidad de adaptación y asimilación de pautas culturales acompañada de la construcción de vínculos multiétnicos por parte de las parcialidades indígenas de la región Pampa fue indispensable para la resignificación de su identidad. Los procesos de etnogénesis cobran dimensión en un espacio de intercambio e interacción continuo

189Sánchez Labrador (1936 [1772]) op. cit. 190Mandrini (1994) op. cit. 191Zeballos (1986 [1878]) op. cit. Citado por Ortelli (1994) op. cit. 192Crivelli Montero (1994) op. cit. 98 que no sólo atañe a estas parcialidades sino también a las de Nor-Patagonia e incluso a los grupos transcordilleranos que frecuentaban las tierras que actualmente comprenden nuestro país. Tal como señala Cáceres193, entre las pautas y prácticas araucanas que fueron asimiladas por los grupos del este cordillerano se destacan el uso del tejido, la platería, la lengua, modificaciones en torno a la construcción de la autoridad étnica, entre otras, mientras que las parcialidades araucanas debieron adaptarse al nuevo hábitat, motivo por el cual adoptaron el uso de la boleadora y la movilización programada en busca de agua, leña y caza. La construcción de estas redes multiétnicas fueron las que dieron origen a la articulación de diversos espacios dando lugar a la consolidación de la denominada área Pan-araucana. Esta propuesta considera que la araucanización de las Pampas jugó un rol importante en la redefinición étnica de los pampa-serranos, (habiendo comenzado en el siglo XVII) pero en el marco de una serie de transformaciones internas que ya venían atravesando estos últimos en tiempos anteriores. La incorporación de elementos culturales de origen araucano no implica la total extinción de las prácticas culturales propias de los pampas. Por el contrario, tal como señala Bechis, diversas prácticas perviven incluso durante el siglo XIX, ya que (…) “Mansilla cuando está entre los ranqueles, alude a varios elementos culturales como esto o aquello pampa, lo que indica una presencia cultural distinta a la de los araucanos y distinta a la de los tehuelches patagónicos.”194 Cabe destacar que los movimientos migratorios hacia el este cordillerano aliviaron la presión demográfica, y generaron mayor cohesión en las parcialidades que permanecieron en la Araucanía. Para el siglo XIX, sobre todo en la primera mitad, la araucanización alcanzó su apogeo, una gran parcialidad mapuche migró hacia Patagonia y Pampa y dio lugar a la emergencia de jefaturas sólidas. Para aquel entonces se destacan prácticas culturales araucanas asimiladas por los grupos locales aunque perviven elementos y otras lenguas como la pampa (tehuelche norte) y la tehuelche del sur. Por lo tanto, no es posible hablar de cambios unilaterales, sino más bien de influencias mutuas y procesos de transformación de la identidad étnica de las

193Cáceres (s/d) op. cit. 194Bechis (2010) op. cit. 99 parcialidades implicadas y el surgimiento de otras nuevas a partir de la intensidad y continuidad de las relaciones interétnicas.

Dime con quién andas y te diré quién eres Hasta ahora se ha podido corroborar cómo el escenario fronterizo fue el recinto propicio para el desarrollo de la sociedad colonial de carácter multiétnica. Respecto a las vinculaciones de las parcialidades del sur y suroeste bonaerense Campetella195 argumenta que a finales del siglo XVII se hacen evidentes las denuncias de los hispanocriollos frente a la existencia de comunicaciones tanto de los pampas como de los serranos con los indígenas chilenos. Incluso para aquel entonces las sierras se proyectan como espacio clave para el intercambio y encuentro. Esta preocupación se materializa en una medida determinante, la delimitación de la frontera. Al respecto, Crivelli Montero196 sostiene que entre las estrategias emprendidas por las autoridades coloniales para intentar consolidar su dominio sobre el territorio y las parcialidades indígenas se destaca el establecimiento como espacio fronterizo del río Salado hacia 1659. Ante lo cual, el Cabildo de Buenos Aires ordena a los serranos retirarse a sus tierras y no pasar a la banda norte del río Salado. Frente a esta disposición cobra sentido, la intención de crear una “tierra de nadie” o zona de amortiguación entre el río Salado y las sierras del Tandil, este mecanismo de acción fue combinado con la celebración de parlamentos, ejecución de reducciones y la construcción de alianzas con caciques comprometidos a resguardar los límites establecidos. Sin embargo, estos reclamos no son una novedad, ya que desde 1581 en adelante, es posible hallar referencias en los documentos de la época, respecto a la interacción continua de los pampas con los grupos transcordilleranos. Tal como señala el autor, era una práctica habitual el trueque de vacunos y principalmente de caballos para ofrecer resistencia al español y a cambio los pampas recibían armas de acero, alhajas, ponchos y esclavos. En palabras del padre Cardiel:

“Que estos pocos Serranos y Aucaes en esa tierra venían a coger yeguas y caballos, cada año para comer caminar; y a Buenos Aires a comprar aguardiente para sus borracheras, y cascabeles y otros ayalorios para sus fiestas, en trueque de ponchos

195Campetella (2007) op. cit. 196Crivelli Montero (2013) op. cit. 100

que son la vestidura que sirve aquí de capa a la gente labradora como ya dije y que los Serranos no hacían ponchos, sino que se los compran a los Aucaes a trueque de caballos, los cuales los Aucaes los hacen en sus tierras donde tiene ovejas (…)”197

Cabe destacar que desde el registro material, es posible hallar pruebas sustanciales de las relaciones interétnicas entabladas entre los grupos étnicos de ambos lados de la cordillera. Al respecto sostiene Mazzanti198 que la alfarería que fue hallada en la Localidad Arqueológica Amalia (porción oriental de Tandilia) formó parte de los objetos que circularon en la vasta red de intercambio e interacción que unían a la Araucanía con la región pampeana. Según la autora, en el Cementerio Caepe Malal I, situado en la provincia de Neuquén, es posible hallar en los ajuares funerarios una serie de bienes que evidencian la existencia de contactos inter tribales, tal es el caso de las vasijas que poseen características decorativas similares a las jarras halladas en la Localidad Arqueológica Amalia. Entre los problemas inherentes al proceso de araucanización se encuentra la asimilación “auca = araucano”.199 El vocablo “auca” remite a una denominación de origen quechua, que significa rebelde. Sin embargo, es posible encontrar referencias en los relatos de viajeros o en los documentos oficiales donde se tiende asimilar “auca” a la denominación “araucano”. A través de las fuentes es posible reconocer que este rótulo suele utilizarse por la sociedad hispanocriolla para referirse a aquellos indígenas que ofrecieron resistencia a los dispositivos de dominación colonial. Con respecto al origen de estas confusiones, Crivelli Montero200 sostiene que una vez iniciado el proceso de conquista y colonización del Río de la Plata, las autoridades de Buenos Aires se abocaron a deportar a los pampas hacia la Banda Oriental, quienes finalmente se rebelaron en 1686. Mientras tanto, en la región Pampa, pehuenches o araucanos, que por entonces solían ser llamados aucas, es decir, alzados, se afianzaban en las llanuras. A su vez, aclara el autor que para la segunda mitad del siglo XVIII, la denominación auca o aucaces se había vuelto de uso generalizado para denominar a

197Cardiel (1930{1748}) op. cit. 198Mazzanti (2007) op. cit. 199Respecto a esta problemática se recomienda ver Nacuzzi (1998) op. cit. 200Crivelli Montero (2013) op. cit.

101 los indígenas que hablaban mapuche. Esta fusión se materializa en los espacios y lugares frecuentados por las parcialidades. En este caso se destacan los asentamientos al sudoeste del sistema Tandilia, Sierra de la Ventana, Guaminí, Carhué y Salinas Grandes. A su vez, para la segunda mitad del siglo XVIII, dará paso a la consolidación en el espacio valliserrano Tandilia de los circuitos domésticos y comerciales indígenas. Sin embargo, la confluencia de los grupos indígenas en determinadas zonas si bien se ha desarrollado en forma pacífica, no implica descartar que no hayan existido conflictos intertribales por el control del espacio valliserrano en función de la participación de los circuitos ganaderos. Ante esta situación, el comportamiento de los líderes étnicos de las Pampas fue oscilante, ya que en ocasiones optaron por establecer las paces con los hispanocriollos y sacar ventaja frente a otras parcialidades indígenas, y en otros momentos se enfrentaban a los blancos. Ya que con ellos también se disputaban el control de los recursos, sobre todo a partir del siglo XVII cuando el ganado cimarrón comenzó a extinguirse dando paso a un siglo XVIII en el que fueron frecuentes los malones indígenas sobre las estancias fronterizas. Estos ataques indígenas contaban con una lógica organizativa sustancial que no sólo permitía proveerse de recursos sino también afianzar la autoridad de aquellos caciques que lograsen una incursión exitosa. Acto seguido, las malocas concluían en la celebración de acuerdos y parlamentos con los caciques principales que actuaban como garantes de la seguridad de la campaña bonaerense e intermediarios entre el mundo blanco y las parcialidades indígenas. A la vez que avanzaba la consecución de caciques y linajes étnicos que fueron tomando protagonismo como interlocutores frente a las autoridades coloniales, continuaron los ciclos de paz y hostilidad entre indígenas y blancos en razón del control de la tierra y sobre todo del ganado. Prueba de ello, son los ataques al pago de la Magdalena:

“A la primera dijo, [Rafael de Soto declarante] es cierto que el día veintitrés del diciembre del año pasado de mil setecientos cincuenta y uno, habiendo invadido los indios enemigos que hostilizan las fronteras de esta jurisdicción del pago de la Magdalena (….) y se llevaron toda la caballada y yeguas (….) y enderezando su viaje hacia la sierra de Guaminí, pasaron en vía por inmediato a las Chacras de la reducción de los indios Pampa y que están a cargo de los reverendos padres de la

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Compañía y que según le dijo al que declara el indio don Felipe Yati que era el que mandaba a todos los demás (…)”201

Respecto a la denominación “araucano” remite a los sujetos que integran el grupo étnico indígena cuyo origen se remonta a la región de Arauco, en Chile, quienes mantenían vínculos con los grupos de Pampa y Patagonia desde tiempos pre- hispánicos y que a partir de la primera mitad del siglo XIX comenzaron a migrar hacia el actual territorio argentino, más precisamente a Nor-Patagonia y Pampa. De manera precisa, los especialistas los llaman mapuches (“gente de la tierra”, en su propia lengua) acorde a la información provista por las fuentes de la época a partir del siglo XVIII. Ya que el origen de este grupo se remonta al siglo XVI, para aquel entonces, sostiene Boccara,202 ellos se autodenominaban “reches” y habitaban el reino de Chile. El paso de “reches a mapuches” se explica a partir de los procesos de etnogénesis que posibilitan la redefinición de la identidad étnica en el contexto colonial. En diálogo con la postura del autor, Mazzanti203 destaca que la denominación de “araucanos” fue impuesta por los españoles, deriva de la provincia de Arauco y designaba a las personas que habitaron al sur del Bío Bío, en territorio chileno. Aunque también, habría actuado como estereotipo bajo el cual se destacó a estas poblaciones como belicosas y que para el caso de las parcialidades araucanas que se instalaron y se desarrollaron en las Pampas, fueron calificadas como invasoras o usurpadoras. A su vez, sostiene la autora, los pueblos reches se caracterizaron por ser portadores de un legado de tenaz resistencia que habría operado en la redefinición de su identidad étnica, en primer lugar, desafiando al imperio incaico y posteriormente a los conquistadores europeos. Ello habría derivado, para Mazzanti, en el surgimiento de una nueva identidad étnica con un mismo carácter de resistencia, la identidad mapuche. Es posible hallar referencias sobre los mapuches en cuanto a las frecuentes visitas a las Pampas y su posterior instalación en ellas, sin embargo, en las descripciones se los designa bajo el nombre de aucas. Con respecto a ello, Ortelli204 analiza el proceso de expansión de los araucanos sobre las Pampas y se detiene en los

201Declaración de Rafael de Soto, junio de 1752. Mayo (2002) op. cit. 202Boccara (2005) op.cit. 203Mazzanti (2007) op. cit. 204Ortelli (1994) op. cit. 103 escritos de Zeballos. A partir de ellos la autora logra demostrar las inferencias realizadas por los eurocriollos en torno a la identidad y a la procedencia de las parcialidades aquí abordadas, en torno a las asociaciones “araucanos = aucas” y el origen de las sociedades que se encuentran en las Pampas:

“De este tronco de indomables guerreros se desprendieron algunas ramas, a los valles de los Andes orientales. Los padres de esta desmembración etnográfica, los llamaron Auca, es decir hijos rebeldes, alzados (…) Entonces los Auca llamaron puelches a las tribus desmembradas de la pampa; es decir, ches, gestes, habitantes, y puelches, del este, que viven en las tierras al este de los Andes. Tal es el origen de la población araucana que hallamos esparciada sobre el haz de la inmensa Pampa (…) Los indios establecidos en la Pampa, son, pues, una desmembración de la belicosa familia araucana, y llevan el nombre de Puelche (…) Efectivamente, los Puelches o Pampas son los araucanos que han avanzado más al este sobre el territorio argentino”205

En relación a estas confusiones Nacuzzi206 destaca el rol de los informantes, es decir individuos pertenecientes a un determinado grupo étnico indígena, que actuaban de intermediarios, quienes posiblemente proporcionaron su nombre étnico pero a la vez recurrían a los rótulos que los propios hispanocriollos les adjudicaban para identificarlos. Un caso representativo es el de los pehuenches. Este grupo étnico se situaba de ambos lados de la cordillera a la altura de la provincia de Neuquén, con un estilo de vida sujeto a la movilidad programada en función de la caza de animales, la recolección y una baja tendencia a la práctica agrícola. A diferencia de los araucanos, quienes sí practicaban la agricultura en forma considerable y que habitaban en emplazamientos fijos, los pehuenches recurren a la vida en toldos que facilita el desplazamiento. La continua interacción de ambos grupos se condensa a la hora de definir su identidad. De acuerdo con Ortelli,207 los pehuenches participaron activamente del circuito comercial como intermediarios en el tránsito de ganados hacia Chile, regulando los períodos de descanso y engorde de los animales que llegaban

205Zeballos (1986 [1878]). Citado por Ortelli (1994) op. cit. 206Nacuzzi (2008) op. cit. 207Ortelli (1994) op. cit. 104 desde las Pampas. Incluso entablaron relaciones e intercambios comerciales con los españoles:

“(…) En este riachuelo [de los Ciegos] o estero habita una multitud de indios, que llaman Peguenches, cuya armas son lanzas y alfanjes, que usan también todos los demás. Estos indios Peguenches corren hasta la Cordillera Nevada, por la parte del poniente, y por la parte del sur comercian con los Césares o españoles.”208

“Al amanecer llegaron a bordo siete indios Peguenches, uno de ellos hablaba regularmente (…) Los agasajé todo lo posible, y diciéndole que si me conducía una carta Valdivia lo pagaría bien la diligencia, dijo que la llevaría con mucho gusto, si no fuera porque le parecía que los cristianos estaban mal con los indios: pues hacía poco tiempo que habían hecho una salida, en la cual habían apresado un toldo, y que por esto no se determinaba. Me dijo que tenía vacas, y que entre los indios había bastante de este ganado, caballar y lanar: que en llegando cerca de sus toldos haríamos con algunas vacas. Se fue a las ocho, y yo seguí mi viaje: se llama a este indio Ignacio Delgado.”209

“(…) el indio José de la Reducción de hace de baqueano, y fue el que guió cuando dieron vuelta ya pasados a sus tierras quien había venido con ellos desde dichas sus tierras, y se mantiene siempre ahora con ellos y al fin el que declara habiendo tenido industria, y sabido agradar a su amo que era un indio cacique pehuenche llamado Guepi-Guanque, éste le dejó sobre las Salinas de San Lucas en el arroyo que viene de Guaminí con veinte indios a su cargo, a que cuidase las yeguas y caballos que habían llevado, y dicho a su ama, y Yati con su gente, pasaron a los montes y al algarrobal, y habiéndose mantenido el declarante [Rafael de Soto] a lo que le parece un mes para más o menos con los veinte indios de su cargo, pasaron por allí cuarenta indios de Yati, que venían de hacer daño a la Matanza, y como hubieran hablado con el que declara y díchole a lo que venían, conmovido celo que habían de padecer los cristianos (…)”210

A partir de los lazos construidos entre las parcialidades, se da lugar a la reformulación del modus vivendi de las mismas, a la asimilación de nuevas prácticas culturales y la resignificación las ya existentes. Es posible sostener que los pehuenches

208Roxas (1836 [1707] op. cit. 209Villarino (2003 [1782]) op. cit. 210Declaración de Rafael de Soto, junio de 1752. Mayo (2002) op. cit. 105 fueron el primer grupo étnico del este cordillerano en “araucanizarse”. Son estos procesos de cambio los que se condensan y dan lugar a la conformación del área Pan- araucana. Desde esta óptica cobran sentido los argumentos de Boccara,211 para quien algunas etnias amerindias son producciones coloniales que emergieron a través de un doble proceso de etnificación y etnogénesis. Acorde con sus argumentos, los tratados, los parlamentos, entre otras prácticas, habrían contribuido en la etnificación de los grupos. A la vez que las adaptaciones y resistencias que potenciaron nuevas transformaciones en torno a los grupos étnicos son las que merecen ser denominadas como casos de etnogénesis. De esta manera existe una relación de retroalimentación entre la definición interna de un grupo y la categorización externa. Recapitulando, para el siglo XVIII los lazos interétnicos ya se habían afianzado lo cual propició la gestación de los procesos de etnogénesis mediante una serie de transformaciones socioculturales, económicas y políticas que conllevaron a nuevas formas de definición identitaria. Tal es el caso de las parcialidades que esta tesis aborda. La consolidación de estos vínculos no sólo implicó modificaciones en torno a la etnicidad sino que también sirvieron como mecanismos de resistencia indígena en torno al avance de la dominación colonial. Al respecto, Crivelli Montero212 destaca que para 1707 es posible hallar referencias en los documentos de la época en las cuales se hace mención a pampas y araucanos quienes se lanzaron a evitar que una partida de eurocriollos, con el capitán Antonio de Garay a la cabeza capturasen el ganado en las tierras que actualmente comprenden Tandil. Por lo tanto, la etnicidad y la territorialidad indígena sufren continuas modificaciones a partir de la interacción e intercambio intertribal, sumado a la presión ejercida por los dispositivos de dominación colonial y la vez la asimilación de nuevas prácticas y objetos de consumo, de los cuales algunos provenían del mundo blanco. Al respecto expresa Ratto213 que las nuevas configuraciones sociales no sólo pueden ser contempladas a través de la fisión y fusión de los grupos étnicos sino también a través de la incorporación de elementos alógenos. Pruebas suficientes de la existencia de vínculos multiétnicos es posible

211Boccara (2002) op. cit. 212Crivelli Montero (1994) op. cit. 213Ratto, Silvia (2007b.) “Resistencia y adaptación entre los grupos indígenas de Pampa y Patagonia (Siglos XVII y XVIII)” en Mundo Agrario, Vol. VIII, Nº 15, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP. 106 hallarlas en los elementos procedentes del mundo hispanocriollo asimilados por las parcialidades indígenas, tales como vestimentas, víveres, prácticas, etc. Acorde a las fuentes de la época:

“(…) muchas veces ha venido al pueblo y comprado yerba {refiere a un indígena de la Reducción de las Pampas} y aguardiente y se ha vuelto a ir y de esto no pone duda, el que declara que haya sido así, que cualquiera que lo vea y hable, como no lo conozca, no diga que es indio pampa, sino otro cualquiera de los amigos, pues el traje es como de cristianos con calzones, chiripá, camisa y lo demás que se usa lo cual lo vio el declarante en algunas ocasiones que se puso allá y contaba que cuando lo llevaron cautivo los alcanzó un indio ladino llamado Lorenzo, por allá en frente del Volcán, el cual no sabe de dónde salió, sólo le hoyó decir que era de la Reducción del Volcán, y que habían venido a la ciudad el cual iba vestidos de calzones y chiripá y lo demás, y siempre anda vestido en la misma forma aún allá tierra adentro.”214

“Débese también considerar que los nuevos colonos podrían proveerse de ganado, como vacas, caballos, etc. En el mismo paraje, y a poca costa podríase establecer asimismo un comercio con los indios, quienes por los vidrios azules, cuentas de rosario, cascabeles de latón, sables, puntas de lanzas y hachas, cambiarían su ganado para el uso de la colonia, y aun pellizas finas para enviar a Europa (…)”215

214Declaración de Rafael de Soto, junio de 1752. Mayo (2002) op. cit. 215Falkner (2004 [1774]) op. cit.

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Figura 7. La formación social colonial: la inserción de los circuitos y procesos de especialización económica indígena en el capitalismo mercantil.

Fuente: Pinto Rodríguez, Jorge (1996) Araucanía en las Pampas. Un mundo fronterizo en América del Sur, Universidad de la Frontera, Chile, p. 23.

Consideraciones preliminares La definición de la identidad pampa-serrana merecer ser analizada considerando aquellos aspectos que se han destacado en las primeras líneas de este capítulo tales como, su estilo de vida cazador-recolector articulado a una lógica de desplazamiento planificados, la adopción del toldo como vivienda y el desarrollo de un vasto conocimiento del espacio valliserrano. Estos factores derivaron en la emergencia

108 de procesos de especialización económica que condicionaron el desarrollo de la etnicidad y territorialidad pampa-serrana, considerando aquellas parcialidades que confluyeron en la porción central de Tandilia. A su vez, estos cambios merecen ser interpretados también a la luz de dos variables que confluyen en un mismo objetivo: la construcción de las relaciones interétnicas. Por un lado, aquellas entabladas con el mundo hispanocriollo y por otro, las que surgieron a partir de la interacción intertribal de diversas parcialidades: pampas, serranos, tehuelches, pehuenches y mapuches. A partir de ello, es necesario considerar que la convivencia con los actores coloniales, tanto civiles como eclesiásticos, implicó un proceso de disociación de la identidad étnica. Por un lado, se vislumbra la imposición de rótulos y denominaciones con fines político-militares por parte de los hispanocriollos para lograr identificar a las parcialidades e intentar dominarlas. Algunas de estas denominaciones fueron retomadas del reservorio lingüístico precolombino, es decir se produjo una resignificación del léxico indígena en función de los propósitos coloniales. En este contexto se comprueba la aplicabilidad de la noción de identidad impuesta elaborada por Nacuzzi.216 Pero a la vez, se ha señalado que surge la necesidad de saber si las parcialidades pampa-serranas se reconocían así mismas bajo estas denominaciones. Ante lo cual se ha analizado el origen de estos grupos étnicos, se ha hecho mención de los nombres utilizados y la digresión que existe entre aquellos nombres propios de su lengua y los topónimos impuestos. No obstante, la convivencia con los blancos, conllevó a la incorporación de estos nombres por parte de los lenguaraces y caciques principales como por ejemplo los Bravos. El manejo de estas denominaciones no debe ser interpretada como una reacción sumisa por parte de los grupos indígenas, sino por el contrario como parte de las estrategias desarrolladas por las parcialidades para encontrar aquellos intersticios o márgenes de acción dentro del mundo colonial. A partir del siglo XVIII, la racionalidad indígena adquirió nuevos matices ya que la belicosidad debió ser complementada con la capacidad de oratoria y negociación por parte de de los líderes étnicos o aspirantes al cargo, en un contexto donde la hostilidad convivía con la realización de acuerdos, parlamentos y la evangelización. Por otra parte, la incidencia ejercida por los tehuelches del norte se vislumbra a partir de la consolidación del poder del linaje de los Bravos sobre los caciques

216Nacuzzi (1998) op. cit. 109 menores del suroeste bonaerense. En ello jugó un rol indispensable la realización de desplazamientos programados, mediante la instalación de campamientos bases. El reconocimiento de los Bravos como maestres de campo de las sierras del Tandil da razones suficientes para entender la importancia que tuvo la construcción de alianzas políticas y matrimoniales con los pampa-serranos que frecuentan la zona central de Tandilia. A la vez la presencia de las parcialidades araucanas comenzó a acentuarse a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, sobre todo motivados por formar parte del control de los circuitos ganaderos, ante lo cual, participaron en forma mancomunada con pampas, serranos y tehuelches de varios malones e incursiones. La interacción continua entre los grupos de un lado y otro de la cordillera facilitó la incorporación de elementos culturales araucanos por parte de las parcialidades de Nor- Patagonia y Pampa tales como textiles, armas y el uso de la platería, mientras que las parcialidades chilenas que realizaban incursiones a las Pampas en busca de ganado, fueron gradualmente abandonando la agricultura, adoptando un modo de vida sujeto a la explotación y aprovechamiento del ganado vacuno y caballar principalmente, recurriendo a los desplazamientos programados. La existencia de una comunicación continua entre las parcialidades dio lugar a la conformación de un circuito comercial de suma importancia que no sólo involucraba a los grupos indígenas sino que también tenía como finalidad el desarrollo de intercambios comerciales con Buenos Aires y los hispanocriollos que controlan diversos espacios del suelo chileno. A partir de este circuito se teledigitó un sistema de rastrilladas, que articulaba las llanuras orientales y las sierras de Tandilia y Ventania con Nor-Patagonia y el sur chileno. Esto facilitó la conformación del área Pan-araucana y la adopción del mapuche como lengua franca. Vale la pena mencionar que los factores y condicionantes vinculados al desarrollo de los circuitos ganaderos y rastrilladas, entre otros aspectos, serán analizados en profundidad en el próximo capítulo. A modo de cierre, se sostiene que la identidad pampa-serrana puede ser concebida como un caso representativo del desarrollo de los procesos de etnogénesis que operaron en el espacio valliserrano. De esta manera, no sólo se ha logrado comprobar la aplicabilidad de la propuesta de Boccara sino también dar solidez a la hipótesis central de esta investigación, según la cual el espacio valliserrano comprendido en la zona central de Tandilia fue un escenario clave en el cual las

110 relaciones interétnicas emergentes entre el linaje de los Bravos y la parcialidad pampa- serrana dieron lugar a procesos de etnogénesis, que en el marco de la dominación colonial y la influencia ejercida por la araucanización, permitieron la reconfiguración de la identidad étnica indígena durante la segunda mitad del siglo XVIII. A su vez, se ha podido corroborar la importancia que tuvo este escenario en razón de los ecosistemas habitados por diversas parcialidades que conformaron el área Pan-araucana. La etnicidad y territorialidad de estas parcialidades del sur bonaerense está atravesada no sólo por cambios internos que se remontan a tiempos precedentes que permitieron a posteriori al desarrollo de un estilo de vida pastoril. Sino también por los mecanismos de dominación colonial y la influencia ejercida por los tehuelches del norte, que luego perdió madurez con la crisis de sucesión atravesada por el linaje de los Bravos una vez producida la muerte de Cangapol. Simultáneamente comenzó a operar sobre la etnicidad de las parcialidades de las llanuras orientales un nuevo proceso, que cobró vigor a mediados del siglo XVIII a partir de la asimilación de pautas culturales que luego se complementarían en la centuria siguiente con un ciclo de migraciones: la denominada araucanización de las Pampas.

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CAPÍTULO IV: PROCESOS DE ESPECIALIZACIÓN ECONÓMICA INDÍGENA EN EL ÁREA PAN-ARAUCANA: LA ARTICULACIÓN DE LAS LLANURAS Y SIERRAS DE LA PORCÍON CENTRAL DE TANDILIA CON LOS MERCADOS PATAGÓNICO- CHILENOS Y LA FRONTERA BONAERENSE.

Introducción

En el siguiente capítulo se procederá a analizar uno de los factores que operan en el desarrollo de las relaciones interétnicas que incidieron en la construcción de la identidad pampa-serrana. Se trata de los procesos de cambio ligados a la reproducción material de las parcialidades indígenas. El objetivo de estas líneas es comprobar una de las hipótesis secundarias de esta propuesta en la cual se sugiere que las sierras y llanos que conforman la zona central del sistema Tandilia formaron parte del área Pan-araucana, destacándose dentro del escenario multiregional debido al desarrollo de una economía indígena de tipo pastoril, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, articulada a los mercados chilenos (indígenas principalmente y centros hispanocriollos) y en relación con la frontera bonaerense. A partir de este enunciado surgen una serie de preguntas o conjeturas que permitirán comprobar la veracidad de esta hipótesis, a saber, ¿de qué forma participan las parcialidades indígenas que frecuentan la zona central de Tandilia en el circuito del ganado y el circuito doméstico planteados por Mandrini217? ¿Por qué puede decirse que la porción central de Tandilia es un espacio nodal del área Pan-araucana y a su vez, articulado con diferentes centros hispanocriollos? ¿Cómo operan las pautas de especialización económica indígena en los procesos de etnogénesis? ¿Qué relación existe entre estos circuitos y el desarrollo de la feria del Chapaleofú en el espacio valliserrano? ¿Es posible reconocer en el “quehacer político” de los líderes étnicos, que frecuentaron y se asentaron en el sistema Tandilia, pautas de reciprocidad asimétrica o también denominados mecanismos de redistribución planteados por Mandrini218?

217Mandrini, Raúl (1993) “Las transformaciones de la economía indígena bonaerense (ca. 1600-1800) en Mandrini, R. y Reguera, A. (compiladores) Huellas en la Tierra. Indios, agricultores y hacendados en la pampa bonaerense, IEHS, Tandil. 218Mandrini (1994) op. cit. 112

Acerca del desarrollo de las parcialidades pampa-serranas del sur y suroeste bonaerense Las parcialidades pampa-serranas habían sido protagonistas desde tiempos prehispánicos de una serie de transformaciones en torno a su dieta, herramientas desarrolladas, etc. que facilitaron, una vez iniciada la colonización rioplatense, la adopción del ganado caballar y vacuno como recursos de vital importancia. Al respecto Mandrini y Ortelli219 al igual que Mazzanti220 expresan que a partir de 1536, con la fundación de Buenos Aires, se da inicio a la utilización del ganado. Ante el intento fallido de fundar la ciudad, los animales quedaron dispersos y se reprodujeron libremente aumentando considerablemente su número. Luego de la segunda fundación, hacia 1582 se dio un mayor ingreso de ganado vacuno y caballar. A partir de 1560 se desarrolló otra vía de entrada de ganado procedente de la cordillera de los Andes, más precisamente desde la región de Cuyo. Y que, hacia 1571, es posible hallar datos referenciales al devenir de una caballería indígena preparada para las batallas.221 En relación a estos procesos, Palermo222 argumenta que es de suma importancia considerar la numerosa cantidad de pasos cordilleranos accesibles desde el sur de la actual provincia de Mendoza hacia la de Río Negro; la presencia continua de los tehuelches septentrionales y pehuenches en los cruces andinos y la importancia de los pehuenches radicados de ambos lados del cordón montañoso. Resulta de gran importancia evitar caer en una mirada reduccionista que focaliza su atención en el “complejo ecuestre”. Acorde a esta visión se concibe al caballo como instrumento unívoco que actúa como disparador para la definición de un nuevo estilo de vida indígena, partiendo de una premisa difusionista que considera trascendental la propagación de este recurso pecuario alógeno desde los centros coloniales hacia la periferia. Por el contrario, la adopción de un modo de vida pastoril sólo fue posible por la presencia de antecedentes de cambio de larga data y la capacidad adaptativa de las parcialidades indígenas ante la posibilidad de explotar nuevos recursos y reutilizar los espacios geográficos.

219Mandrini y Ortelli (2002) op. cit. 220Mazzanti (2007) op. cit. 221Ibídem. 222Palermo (1988) op. 113

A razón de los procesos de metamorfosis que venían acaeciendo en las parcialidades de la región Pampa, Irianni223 sostiene que los indígenas tenían clara conciencia y elementos de pertenencia que se desarrollaron previamente al encuentro con los blancos, fruto de sus vinculaciones con otras parcialidades aunque en forma posterior la interconexión entre ambos mundos jugará un rol fundamental en los procesos de etnogénesis. En diálogo con los planteos del autor, Mazzanti, Quintana y Puente224 sostienen que, a partir de ciertas evidencias materiales, es posible que entre los siglos X y XIV los cazadores recolectores se habían instalado en las sierras de la porción oriental de Tandilia de forma periódica e intermitente. Para aquel entonces habría tenido lugar una serie de cambios en torno a la diversificación de roles acorde a las nuevas necesidades socioeconómicas y políticas. En aquel período se consolidan los lazos multiétnicos entre los grupos étnicos de un lado y otro del cordón andino. Según los autores, estos vínculos pueden corroborarse a través de un instrumento lítico que servía como perforador, elaborado probablemente sobre obsidiana o vidrio volcánico, originario de la cordillera de los Andes. Y por medio de restos de una vasija de cerámica de color negro que contenía sal en su interior (el punto más próximo para la obtención de este mineral se hayan a más de 600km de Tandilia). Cabe destacar que, es posible hallar evidencia de los códigos sociales que contribuían a la formación de la identidad de las sociedades cazadoras recolectoras en las sierras orientales de Tandilia a través de manifestaciones de arte rupestre.

223Irianni, Marcelino (2009) “Pensando a los indígenas pampeanos decimonónicos. Algunas reflexiones” en Revista Illapa¸ Nº 6, Lima-Perú, pp. 75-98. 224Mazzanti, Quintana, Puente (2014) op. cit. 114

Figura 8. Arte rupestre correspondiente a la porción oriental del sistema valliserrano Tandilia

Fuente: Mazzanti, Quintana, Puente (2014) op. cit.

A través de la imagen es posible observar cómo los planteos de los autores mencionados anteriormente cobran sentido y al entrar en diálogo con los aportes de la disciplina histórica facilitan el abordaje de los complejos procesos que atañen a la definición identitaria de las parcialidades indígenas. El registro arqueológico brinda valiosa información respecto a las transformaciones acontecidas en torno a la reproducción material indígena si se contempla la denominada “Fase Fortín ” planteada por Silveira.225 Se trata de una etapa comprendida entre los siglos XVI y XIX en la cual se produjo el reemplazo de la caza del guanaco por la del caballo; se adoptó el consumo de alimentos y bebidas europeas; se asimiló el uso del metal y objetos de adorno; se adoptó el ganado caballar como recurso vital para la movilidad, entre otros. Estos cambios facilitaron la emergencia y consolidación del estilo de vida pastoril. Según el autor, los sitios Fortín Necochea y Laguna del Trompa se vuelven útiles para comprender la puesta en marcha de los procesos de especialización postulados por Mandrini.226

225Silveira (1992) op. cit. 226Mandrini (1994) op. cit. 115

Los desafíos a la hora de construir vínculos interétnicos: el encuentro con la “otredad” Los cambios internos de las parcialidades pampa-serranas se vieron potenciados a partir de que estas se vieron sometidas al proceso de colonización española. Desde los primeros contactos entre el mundo indígena y el mundo blanco iniciaron los procesos de intercambio y de fusión de diferentes prácticas y hábitos. Irianni227 destaca que existe una discrepancia entre los documentos de la época y las pautas de comportamiento indígena. Según el autor, perviven incluso para el siglo XIX prejuicios en torno al indígena a través de calificativos como “sucios” y “borrachos” que se hallan presentes en los documentos oficiales y testimonios de viajeros o misioneros, mientras que los recibos manifiestan pautas de consumo que distan de estas percepciones sesgadas. A través de los mismos es posible comprobar la predilección de los grupos étnicos por el agua para baño, jabón, aceite de olor, limonada gaseosa, vinos franceses, cervezas inglesas y la realización de visitas a emplazamientos eurocriollos, como en el caso de la vista de Morón que concluye con una cena en un restaurante. Estas pautas de consumo se fueron desarrollando a través de los siglos una vez iniciado el ciclo de dominación colonial. Desde el momento en que la colonización se pone en marcha la consolidación de la nueva dominación hispana se manifiesta en la tarea de “fundar la ciudad”. A través de este proceso y la convivencia con las parcialidades indígenas se fue construyendo la sociedad de frontera, aquel espacio en el que se produce la interacción entre ambos mundos, la asimilación de pautas de parte de los actores sociales involucrados y el surgimiento de sincretismos socioculturales. Ya hacia mediados del siglo XVII se hizo visible el carácter fronterizo del río Salado. En este contexto, los araucanos y parcialidades ecuestres circundantes se vieron motivados a realizar incursiones a las Pampas en busca de baguales.228 Con respecto a los procesos que operaron sobre el espacio geográfico en torno a la inserción de recursos alógenos y la capacidad adaptativa de los grupos, esta

227Irianni, Marcelino (2006) “Una dinastía de medio siglo. Los Catriel”, en Mandrini, R. (director). Vivir entre dos mundos. Las fronteras del sur de la Argentina. Siglos XVIII y XIX, Taurus// Alfaguara, Buenos Aires. 228Para una observación exhaustiva del desarrollo de las relaciones interétnicas en el marco del proceso de conformación del espacio fronterizo se recomienda ver Crivelli Montero (2013) op. cit. 116 investigación concuerda con los argumentos de Irianni229 para quien las características del medio debieron actuar de forma desigual en las adecuaciones materiales, sociales, religiosas y hasta simbólicas sobre indios, hispanos y más tarde “gringos”. Como ya se ha señalado en líneas anteriores la noción de territorialidad es divergente en función a las cosmovisiones de los actores sociales. A través de estos argumentos cobran sentido los procesos de cambio que operaron en el espacio valliserrano. De este modo fue posible que a partir de la segunda mitad del siglo XVIII tuviese lugar la emergencia de una economía pastoril en el sur y suroeste bonaerense que vino acompañada de la consolidación del circuito del ganado planteado por Mandrini. Ahora bien, para que la economía pastoril indígena emergiera previamente se dieron algunos cambios que no sólo alteraron la lógica indígena sino que también modificaron las relaciones interétnicas entre las parcialidades y los hispanocriollos. Entre ellos se destaca la consolidación de un modus operandi indígena que se caracteriza por la movilidad programada. Previo a los procesos de especialización, señala Ortelli,230 los cazadores- recolectores solían desplazarse a pie y presentaban un alto grado de movilidad en función de los recursos. Se encargaban de establecer campamentos cerca de los cursos de agua. Como bien sostiene Nacuzzi,231 hacia el siglo XVIII se fueron perfeccionando los desplazamientos, en cuanto a su planificación, división de tareas y explotación de recursos ya sea la caza de animales o la recolección de vegetales. En esta ocasión no se hará un análisis de los tipos de asentamiento que se fueron configurando acorde a los movimientos estipulados, ya que esta temática se ha abordado en el capítulo anterior. No obstante, es importante destacar que a través de esta tarea de planificación, se vio adulterada de forma directa la territorialidad indígena de modo tal que tuvo repercusión sobre la configuración de la identidad étnica. En relación a los vínculos con los blancos, hacia el este de la cordillera, durante los primeros tiempos coloniales las parcialidades mantuvieron relaciones pacíficas y de vez en cuando protagonizaron algún conflicto entre ellos. Sin embargo, del lado oeste los indígenas serían protagonistas de una guerra cruenta que duraría hasta el siglo XVII dejando

229Irianni (2012b.) op. cit. 230Ortelli (1994) op. cit. 231Nacuzzi (1991) op. cit. 117 secuelas en el devenir de la vida de los grupos étnicos indígenas. Bajo este contexto durante el siglo XVII proliferaron las redes comerciales que conectaban las llanuras orientales con la Araucanía chilena, debido a la gran demanda de ganado caballar destinado a la Guerra de Arauco. Los pehuenches actuaron como eficientes mediadores en el tráfico de ganado. El flujo comercial continuó una vez finalizada la guerra adquiriendo un carácter económico en detrimento del militar. En las llanuras orientales el ganado cimarrón que se había reproducido tiempo antes libremente, se volvió un recurso de vital importancia. Durante el siglo XVII fue posible que la convivencia entre blancos e indígenas fuera pacífica debido a la amplitud del territorio, la abundancia de ganado cimarrón y la baja densidad población de ambos bandos. No obstante, hacia comienzos del siglo XVIII se hizo evidente la escasez de este recurso y ello trajo consecuencias. A partir de entonces, comenzaría a hacerse notoria la competencia por la tierra y el ganado. Tal como sostiene Irianni232 los eurocriollos se apoderaron de una pampa habitada por sociedades indígenas desperdigadas pero complejas, donde la estrategia de conquista no se centró en la cruz, la espada y las enfermedades, sino más bien en nuevas formas de ocupar el espacio, de multiplicar sus recursos y como último mecanismo de dominación, mediante armas de fuego y hacia el siglo XIX con el telégrafo. Por su parte Mazzanti,233 señala que entre el siglo XVI y el XIX los pueblos del área arauco-pampeana ofrecieron resistencia violenta para evitar perder su autonomía política-territorial con el objetivo de evadir los controles coloniales sobre su territorio y población. En ese marco, sostiene la autora, se dinamizaron aquellos procesos internos de cambio que ya vivenciaban las parcialidades indígenas, de modo tal que ello favoreció al surgimiento de la diferenciación social interna, el mestizaje, la asimilación de nuevas pautas culturales, etc. A la vez, los españoles recurrieron a múltiples estrategias y mecanismos de dominación para poder someterlos, tales como, desestructurarlos, desnaturalizarlos, sedentarizarlos, cristianizarlos e incluso eliminarlos. Acorde con el testimonio del padre Strobel:

232Irianni (2012a.) op. cit. 233Mazzanti (2007) op. cit. 118

“El fruto espiritual de esta Misión en estos tres años, aunque no es pequeño en haber conseguido que esos indios [pampas-serranos] vivan con el conocimiento de Dios y de su santa ley, pero el más principal y seguro ha sido en 44 niños que murieron después de haber recibido el Santo Bautismo. Con la epidemia de las viruela, además de 7 niños han muerto 37 adultos y todos ellos con grandes señales de su salvación, porque los que eran cristianos, se confesaron y recibieron la extrema Unción, y los más capaces el Viático también, y los que se bautizaron en su enfermedad recibieron también la extremaunción, y a todas horas llamaban al P. misionero para que los asistiese a morir como buenos cristianos.”234

Es posible observar a través de esta cita, cómo los indígenas supieron encontrar ciertos intersticios, en la medida de lo posible, ante las imposiciones de los actores coloniales. Si bien los padres misioneros intentaron bajo todos los medios evangelizarlos, y en muchas ocasiones fracasaron, las sociedades indígenas supieron adoptar ciertas pautas cristianas sin perder de vista sus propios intereses o satisfacer algunas de sus demandas a costa de su vinculación con los padres jesuitas. Según Boccara235 los procesos de etnogénesis están dotados de historicidad y se desarrollan acorde a la capacidad de adaptación y creación de un grupo étnico a partir de su interacción con otros agentes sociales. Por lo tanto, la identidad étnica de los pampa– serranos constituye un proceso histórico en sí mismo íntimamente ligado a las relaciones interétnicas que estos entablaron con los hispanocriollos, los tehuelches y las parcialidades araucanas.

La emergencia de malones como nueva expresión de resistencia a la dominación colonial

Tal como se ha mencionado, las parcialidades del área Pan-araucana al igual que otras sociedades indígenas, no asumieron un rol pasivo ante la dominación colonial sino más bien optaron por ofrecer resistencia ya sea mediante la negociación o a través de acciones violentas. Ante este panorama no es casual que durante el siglo XVIII se crearan nuevos Fuertes o que se afianzara el control militar de los ya

234Carta del padre Matías Strobel al padre Jerónimo Rejón, su sucesor en la reducción de las Pampas. Pilar, 14 de enero de 1748. Leonhardt (1924) op. cit. 235Boccara (2002) op. cit. 119 existentes. Esto se debió, entre otras razones, a que cobraría importancia la realización de incursiones, malocas o malones por parte de las parcialidades indígenas contra los establecimientos fronterizos con el objetivo de obtener ganado principalmente y a su vez, hacerse de platería, productos alimenticios e incluso cautivos. Desde la visión de León Solís,236 las malocas eran ataques sorpresivos y rápidos, de corta duración dirigidas a las estancias ganaderas. Solían ser realizados por un grupo de conas (guerreros) que se dedicaban al robo de ganado, la destrucción, capturando mujeres, niños. Siguiendo los lineamientos del autor es posible hablar de un giro en el carácter que adquirió la pretensión de ganado, si en un principio tuvo fines militares en el marco de la Guerra de Arauco, gradualmente adoptó un marco de tinte económico. Según sus argumentos, la persistencia de la Guerra de Arauco obligó a los araucanos a hacerse de nuevos recursos. A medida que se lograba consolidar la paz, los cazadores no fueron relevados de sus tareas debido al crecimiento demográfico continuaron realizando incursiones hacia el este de los Andes. No obstante, esta investigación considera que la propuesta de Solís adopta una mirada un tanto unilateral de las transformaciones que atañen a las parcialidades indígenas. Ya que subyace la idea de que los grandes cambios o procesos de especialización que acontecieron en las llanuras orientales estuvieron determinados en forma tajante por la presencia araucana. Es decir, que podría concebirse, desde su óptica, que el estilo de vida pastoril desarrollado por los grupos que frecuentaron el sistema Tandilia solo fue posible mediante la importación de pautas de comportamiento previamente adoptadas por los araucanos y siendo estos últimos los encargados de “difundir” estos patrones de desarrollo entre los pampa-serranos e incluso los tehuelches. En otras palabras, para el autor el grado de complejidad adquirido en la reproducción material de las Pampas estuvo sujeto unívocamente a su interacción con los grupos étnicos transcordilleranos. En relación a la propuesta de León Solís, Arias237 expresa que el historiador chileno pasa por alto el grado de complejidad que había adquirido la organización social del mundo indígena al oriente de los Andes a la vez que sostiene que la infiltración de los líderes étnicos araucanos es

236León Solís (1991) op. cit. 237Arias (2011/12) op. cit. 120 permanente en las Pampas, con el objetivo de hacerse de ganado y el control del tráfico comercial, sin ningún tipo de “resistencia” de los líderes comunales pampeanos. Ante estas dificultades y la necesidad de una mirada plural que “quite el velo de la pasividad” a las sociedades indígenas de las llanuras orientales, esta propuesta considera de gran importancia destacar los aportes de Mandrini.238 Para el autor, los malones constituyeron una empresa económica colectiva de carácter guerrero cuyo resultado y accionar de sus participantes, tenía repercusión en el status social de los guerreros involucrados pero sobre todo, servía como mecanismo para legitimar el poder de los caciques en función de su coraje y capacidad para hacerse de un buen botín que posteriormente era parte del convite ofrecido a las bases o utilizado como ofrenda en una ceremonia o ritual. A su vez, destaca el autor, los malones favorecían a la unificación de distintos grupos y aunaba el esfuerzo y recursos de cada uno de ellos. En diálogo con el autor, Mazzanti239 sostiene que los malones se convirtieron, hacia la segunda mitad del siglo XVIII, en un destacado mecanismo de resistencia étnica en el escenario de dominación colonial. En muchas ocasiones se desataron por la violencia ejercida por los funcionarios militares coloniales. Palermo240 advierte que los malones no siempre pueden ser apreciados como expediciones en búsqueda de ganado, porque en muchas ocasiones, se manifestó como una reacción bélica que tenía por objetivo lograr determinadas condiciones en las relaciones con el mundo hispanocriollo. Crivelli Montero241 destaca también el vínculo construido por los indígenas para con los blancos como una relación asimétrica y extraoficial con respecto a los centros de producción y de consumo de la economía colonial y posteriormente de la economía nacional. A través de incursiones a los establecimientos pecuarios, las parcialidades supieron abastecerse de ganado, negociándolo, en diversos mercados, tales como Carmen de Patagones, Valdivia y otros centros del sur chileno. Por lo tanto, los malones consistieron una clara manifestación de resistencia al dominio colonial que se teñía de múltiples matices a la hora de ejecutarse en función al contexto ya sea como empresa comercial guerrera, como mecanismo violento para “ajustar cuentas o

238Mandrini (1994) op. cit. 239Mazzanti (2007) op. cit. 240Palermo (1986) op. cit. 241Crivelli Montero (1994) op. cit. 121 vengarse” de los blancos, entre otras expresiones. Acorde al testimonio del cautivo Pedro Pablo Maldonado:

“Pedro Pablo Maldonado, a quien el día 20 de agosto prendieron los indios mataron al dueño de ellas y a cinco hombres más, y que a él lo eligieron de baqueano para que los guiara a esta Guardia de Luján, y que habiéndose excusado diciendo que no era baqueano para guiarlos a la Guardia, y que la Guardia estaba muy lejos; le dijeron entonces los indios que los llevara a las estancias de don Alonso González, y Juan Leal, amenazándole le quitarían la vida sino los llevaba a ellas; que habiendo marchado a dicho rumbo llegaron a su inmediaciones al aclarar el día 24, en cuyo paraje se dividieron los indios en dos partidas, y robaron cuantas haciendas quisieron; y habiéndose unido después estas dos partidas de indios, determinaron despachar al declarante acompañado de dos indios hasta corta distancia.”242

El surgimiento de una nueva lógica de reproducción material indígena Durante el siglo XVIII, más precisamente en la segunda mitad, las relaciones entre el mundo hispanocriollo y el universo indígena oscilaron entre la paz y la guerra y bajo este contexto se fue consolidando en el Río de la Plata una sociedad de frontera. El espacio rioplatense se volvió un escenario de relevancia debido a su riqueza ganadera y al desarrollo de la ciudad puerto, que en muchas ocasiones evadió el monopolio español logrando el ingreso irrestricto de las manufacturas británicas. Ante esta situación, durante el siglo XVIII se aceitan los mecanismos de control sobre estas tierras a través de las denominadas reformas borbónicas. Como bien expresa Mandrini y Ortelli243 se buscó a través de esas medidas reactivar, en beneficio de la Corona española, la economía de sus dominios americanos y afianzar su dominio en ultramar, efectivizando los mecanismos de control y reacomodarse ante las pretensiones de la monarquía inglesa que se presentaba como gran potencia. En este clima de época, señalan los autores, aumentó la demanda de animales desde el interior (Cuyo, Paraguay y Tucumán) a la vez que había comenzado a extinguirse el ganado cimarrón.

242Declaración del cautivo Pedro Pablo Maldonado, agosto de 1783. Mayo (2002) op. cit. 243Mandrini y Ortelli (2002) op. cit. 122

De este modo, la competencia por los recursos se hizo notoria entre ambos mundos. Mientras que los hispanocriollos buscaban afianzar su presencia y potenciar el desarrollo de las estancias ganaderas, en el sur y suroeste de Buenos Aires acontecían procesos de especialización en torno a la economía indígena que derivarían en un nuevo estilo de vida que modificaría el desarrollo de la identidad étnica de las parcialidades pampa-serranas. Durante la segunda mitad, emergieron una serie de procesos de especialización económica que alteraron el devenir de las parcialidades indígenas del sur y suroeste bonaerense. Si bien estos procesos de cambio acontecieron en el medio de un escenario político que oscilaba entre la paz y la guerra, cada vez se volvía más activo el desarrollo de las relaciones comerciales entre blancos e indígenas, que ni siquiera se vio interrumpido en los momentos de hostilidad. Para que ello fuese posible, los caciques adoptaron nuevas pautas de comportamiento y ello se vislumbra en la importancia concedida a su capacidad negociadora y de oratoria además de sus cualidades guerreras. Cabe destacar que las parcialidades pampa-serranas, tehuelches e incluso araucanas solían acercarse a la ciudad de Buenos Aires a vender los excedentes de su producción, pieles, cueros, artículos de talabartería, tejidos, plumas de avestruz y sal. Incluso algunos hispanocriollos se acercaban a las tolderías para comerciar. Vale la pena destacar que las misiones y las pulperías fueron espacios claves para la realización de intercambios con fines mercantiles. En el seno del área Pan-araucana, más precisamente en las llanuras orientales circundantes al sistema Tandilia y Ventania, tuvo lugar la emergencia de una economía pastoril indígena. Acorde con los postulados de Mandrini244 esta economía pastoril indígena, se gestó en las llanuras comprendidas en el sur y suroeste bonaerense, especialmente las comprendidas entre las sierras de Tandil y Ventania. La misma estaba centrada en el desarrollo de dos circuitos que emergieron a mediados del siglo XVIII y se afianzaron en forma sólida en la primera mitad del siglo XIX. Por un lado, el llamado “circuito doméstico” o “comunal”, se trata de un conjunto diverso de actividades abocadas principalmente a la subsistencia y necesidades de las sociedades indígenas. Dentro de las tareas se destacan, el pastoreo en pequeña o mediana escala, ya sea de caballos, vacas o cabras; caza; recolección de frutos y semillas; producción artesanal de tejidos, talabartería y platería. Si bien estas

244Mandrini (1994) op. cit. 123 labores tienen como finalidad la producción de valor de uso, el excedente obtenido solía ser comercializado en el espacio fronterizo, tales como, plumas, cueros, pieles, artículos de talabartería, ponchos y mantas tejidas. En este sistema se destaca la participación de mujeres y niños, los cuales estaban abocados al cuidado de las caballadas de reserva o colaborando con el arreo en los momentos en que los hombres se vieran implicados en la actividad militar en momentos de guerra en la frontera. A su vez, las mujeres realizaban las tareas domésticas, construían los toldos, cuidaban los rebaños y cultivos, recolectaban y tejían. La mujer era considerada como símbolo de riqueza, por su cooperación con la ejecución de diversas labores y a la vez, por la dote que la familia de la novia ofrecía en el momento de la alianza matrimonial con el novio. Por otro lado, y en forma complementaria, se desarrollaba el circuito “del ganado”, el cual estaba destinado a la circulación de ganados en gran escala hacia Chile. Esta articulación interandina implicaba una interconexión de actividades, tales como la circulación, engorde y comercialización y la selección de espacios pertinentes destinados a cada unas de estas tareas. Según el autor, el funcionamiento de esta red económica interétnica, habría involucrado directa o indirectamente, a todas las sociedades indígenas. Y sobre todo se apoyaba en la apropiación de ganado, obtenido de las estancias del espacio fronterizo, a través de la ejecución de malones o incursiones. Esta empresa ganadera se volvió una fuente de riqueza inigualable y un importante indicador del status y prestigio social de los individuos que componían la tribu, sobre todo para el caso de los caciques, caciquillos y capitanejos y los aspirantes al cargo. Además de aquellos individuos que componían la masa de lanceros y veían una oportunidad de obtener caballos o eventualmente una cautiva con el objetivo de abandonar el escalón destinado a los indígenas pobres. Las apreciaciones del autor son acertadas y sólidas en torno al dinamismo que cobran los procesos de cambios acontecidos a partir de la construcción de relaciones interétnicas. Tal como expresa Mandrini,245 el desarrollo de este modelo económico, no constituye sino la respuesta de las poblaciones indígenas ante las particulares condiciones históricas que marcaron su desarrollo y de acuerdo con las posibilidades y recursos del medio en que vivían. Aspectos que se hacen evidentes a través de las fuentes:

245Mandrini, Raúl (1993) op. cit. 124

“Para el alimento sale uno, ó mas Indios, armado de sus Bolas, y Lazo en seguimiento de los Baguales. Hecha el ojo al que le agrada, disparale las Bolas, que se le enrredan á los pies, y manos, y luego le enlaza. En teniendo aprisionados quantos quiere, los lleva á su tolderia, (y muchas veces los enlazan junto á sus mismos toldos, porque hasta cerca de ellos llegan los Baguales) y aquí hay distribucion para todo. Si hay algún Cavallo galan, y de buen pelo, (que hay muchos) le reservan para su silla; o si es Yegua para cria.”246

A través del testimonio del padre Sánchez Labrador se puede observar el desarrollo de técnicas de cuidado y control del ganado y la importancia de los conocimientos adquiridos en torno a la explotación del ganado caballar. Con respecto a los procesos de especialización, es necesario destacar que esta propuesta también adhiere a los aportes de Mazzanti247 quien se ha abocado intensamente a investigar los procesos de cambio que acontecieron en la porción oriental del espacio valliserrano Tandilia. La investigadora expresa que aquel espacio funcionó como un núcleo de economía pecuaria especializado en ganado caballar controlado por indígenas. Las sierras y valles proveyeron a los grupos étnicos, de aguadas, pasturas y reparos, elementos vitales que propiciaron estos procesos de especialización económica. Acorde con los postulados de la autora, se dieron una serie de cambios que actuaron como precedentes de vital importancia para las transformaciones que acontecieron durante el siglo XVIII, más precisamente durante la segunda mitad del mismo. Alrededor de los últimos 1000 años AP, es posible identificar en el registro arqueológico, según Mazzanti, una serie de indicios de cambios tecnológicos vinculados a la subsistencia, tal es el caso de la utilización de nuevas armas de caza. Entre ellas se destacan las puntas de proyectil apedunculadas (sin pedúnculo), triangulares y pequeñas e indican el uso de arcos.248 El aumento de recursos había favorecido al crecimiento demográfico y esto provocó un incremento en la frecuencia de la permanencia de parcialidades del oeste cordillerano, procedentes de la Araucanía. Estos cambios se vislumbraron también en la incorporación de vasijas de cerámica para el uso doméstico y con fines de intercambio.

246Sánchez Labrador (1936 [1772]) op. cit. 247Mazzanti (2007) op. cit. 248Mazzanti (2006) op. cit. 125

Los aportes de Mandrini y Mazzanti resultan indispensables puesto que el diálogo directo y complementariedad entre los planteamientos de los autores permite comprender que existe una continuidad histórica con respecto a los procesos de cambio que vivenciaron las parcialidades pampa-serranas, tehuelches y araucanas que confluyeron en el sistema valliserrano Tandilia. Por lo cual es posible hablar de ciertas regularidades geográficas que permitieron a los grupos servirse de las condiciones del espacio en pos de desarrollar un modo de vida pastoril.

Acerca del sistema de corrales de piedra de las llanuras orientales El desarrollo de esta economía pastoril indígena requirió no sólo de instrumentos especializados de caza sino que también implicó el desarrollo de una serie de técnicas de control y cuidado ganadero. Para ello las parcialidades pampa- serranas desarrollaron un tipo de construcción de piedra que facilitaba el cuidado del ganado que luego era destinado a los circuitos comerciales que conectaban la región Pampa con Nor-Patagonia y la Araucanía chilena. Y a su vez, se desarrollaban vínculos de negociación con Buenos Aires y el Fuerte de Carmen de Patagones. Acorde con los planteos de Ferrer y Pedrotta249 los corrales de piedra fueron elaborados mediante la técnica de piedra seca (superposición de piedras sin argamasa) de forma variada los cuales formaron parte del circuito del ganado. El ganado era capturado y posteriormente arreado a las sierras donde se encontraban estas construcciones de piedras. Allí se procedía al cuidado de las tropillas. Una vez que la escasez de ganado cimarrón se hizo notoria, las vaquerías se realizaron más al sur, en las faldas meridionales de las sierras de Tandil. Aunque también su funcionalidad estuvo remitida, según los autores, con fines habitacionales, ceremoniales y de defensa. En cuanto a su localización, ellos destacan que es posible hallar estas estructuras líticas dentro del partido de Tandil. Por su parte, Araya y Ferrer250 sostienen que en función a la toponimia es posible hallar evidencias sobre la participación de los tehuelches en torno a la utilización de los corrales como recinto de control y cuidado del ganado en las Pampas.

249Ferrer y Pedrotta (2006) op. cit. 250Araya y Ferrer (1988) op. cit. 126

Según los autores “Malal Tuel”, remite al paraje de serranías del partido de Necochea, “Malal” significa corral y “Tuel” es la denominación que los hispanos asignaron a los tehuelches. Retomando los aportes de Araya y Ferrer, Pedrotta251 sostiene que los corrales de piedra situados en la porción central de Tandilia, más precisamente en el partido de Tandil (en las localidades de Gardey y María Ignacia Vela) formaron parte de un sistema económico indígena que tenía como finalidad abastecer a las parcialidades indígenas chilenas y los centros hispanocriollos homónimos a su vez asociada al comercio interétnico con Buenos Aires y Carmen de Patagones. Este espacio nodal para el desarrollo del área Pan-araucana si bien adquirió gran importancia a partir del siglo XVIII, sobre todo la segunda mitad, cuenta con antecedentes notorios en cuanto a su riqueza ganadera. Ya que el sistema Tandilia y sus inmediaciones fueron el epicentro de numerosas vaquerías, cuyo objetivo era la obtención de ganado y que comenzaron a ejecutarse a comienzos del siglo XVII y que fueron protagonizadas por vecinos de las ciudades de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. De la misma manera, pero en relación a la porción oriental de Tandilia, Mazzanti252 sostiene que algunos de los corrales de piedra de este sector del sistema valliserrano y adyacentes al mismo en conjunción con la Localidad Arqueológica Amalia formaron parte del sistema económico indígena protagonizado por comerciantes y pastores. En cuanto a los corrales situados específicamente en la ciudad Tandil, cabecera del partido, habían sido utilizados por los criollos, en el siglo XIX, para el desarrollo de una economía de tipo ganadera. Esta propuesta sostiene que la asimilación de pautas a través de las relaciones interétnicas no constituyó un proceso unilateral, por el contrario los hispanocriollos también adoptaron pautas y técnicas procedentes del mundo indígena. Los procesos de etnogénesis habrían operado sobre la identidad de los grupos, en forma variada en cuanto a su intensidad e incidencia, tanto para el caso de los indígenas como los blancos. Al respecto Varela y Manara253 destacan que durante toda la etapa colonial y

251Pedrotta (2013) op. cit. 252Mazzanti (2006) op. cit. 253Varela, Gladys, Manara, Carla (2003) “Desde la Periferia a los Centros de Poder. Las relaciones interétnicas y sus articulaciones en las fronteras surandinas” en Mandrini, R., Paz, C. (compiladores) Las 127 comienzos de la republicana, existieron traspasos culturales hacia los blancos, que permitieron que los Fuertes de la línea de frontera hayan podido sobrevivir en un medio que les resultaba hostil. Las estrategias económicas desarrolladas por los indígenas que luego fueron resignificadas por los eurocriollos facilitaron los procesos de transición de la formación económica y social colonial hacia una economía de corte capitalista que, para el caso argentino, se consolida en forma tardía hacia fines de siglo XIX e incluso las primeras del XX.

Figura 8. Corral de piedra de la porción oriental del sistema Tandilia

Fuente: Mazzanti y Quintana (2012) op. cit.

fronteras hispanocriollas del mundo indígena latinoamericano en los siglos XVIII – XIX. Un estudio comparativo, IEHS, UNS y UNCo, Tandil. 128

Figura 9. Corrales de piedra de la porción central del sistema Tandilia

El triángulo negro indica las que se descubrieron a partir de las investigaciones de Pedrotta y su equipo y el triángulo blanco aquellas conocidas con anterioridad. Referencias: 1) Limache; 2) Milla Curá; 3) Cerro Guacho I; 4) Cerro Guacho II; 5) La Martina I; 6) La Martina II; 7) Sierra Alta I; 8) Sierra Alta II; 9) Sierra Alta III; 10) Sierra Alta IV; 11) Sierra Alta V; 12) Sierra Alta VI; 13) Sierra Alta VII; 14) Sierra Alta VIII; 15) Sierra Alta IX; 16) Sierra Alta X; 17) Sierra Alta XI; 18) Santa Inés I; 19) Santa Inés II; 20) Santa Inés III; 21) Santa Inés IV; 22) El Cencerro; 23) San Celeste I; 24) San Celeste II; 25) San Celeste III; 26) María Teresa; 27) Chapaleofú I; 28) Chapaleofú II; 29) Chapaleofú III; 30) Renancó I; 31) Renancó II; 32) Renancó III; 33) Renancó IV; 34) Renancó V; 35) Renancó VI; 36) Los Bosques I; 37) Los Bosques II; 38) Los Bosques III; 39) Los Bosques IV; 40) Los Bosques V; 41) La Pastora I; 42) La Pastora II y 43) La Pastora III.

Fuente: Pedrotta (2013) op. cit.

Los mercados transcordilleranos y la frontera bonaerense: escenarios claves para el comercio interétnico La economía pastoril indígena desarrolló diversos mecanismos de articulación no sólo con otras parcialidades étnicas sino también para con los centros hispanocriollos. Por lo cual, es posible reconocer que la reproducción material indígena logró adaptarse e insertarse al sistema mercantil. De hecho, la participación indígena en el capitalismo mercantil tuvo incidencia directa en el proceso de conformación de la formación económica y social colonial. Así, el desarrollo de intercambios interétnicos y la asimilación de pautas alógenas dieron lugar a la generación de una creciente

129 dependencia indígena con respecto a los productos de origen europeo. Esto incentivó al desarrollo de los procesos de especialización económica indígena. Con respecto a la sociedad colonial, Palermo254 destaca la complejidad de la formación social y económica colonial. Para el autor, el comercio interétnico implicaba que la economía indígena se insertaba en los mercados regionales aprovechando las contradicciones de intereses entre los actores sociales coloniales y posteriormente de aquellos pertenecientes al período independentista. En relación a estos intercambios, Mandrini destaca el desarrollo de partidas de indios hacia Buenos Aires, incluso acercándose a las Guardias, tal es el caso del Fuerte José López y Juncal, registradas la primera hacia 1770 y la segunda entre agosto de 1774 y enero de 1775. En aquella ocasión, se acercaron partidas que estaban bajo la conducción del cacique Yahatti (cacique pampa), que independientemente de las prohibiciones y condiciones impuestas por las autoridades coloniales, ejecutaron múltiples negociaciones e intercambios:

(…) “aunque Vm no dice el numero de Indios ni el fin aque bienen que supongo sera con el de bender algunos Ponchos y llevar en cambio Cavallos prevengo a Vm que inmediatamente (…) los haga salir de toda esa Frontera sin permitir lleven de ella cavallo alguno (…) y que en adelante no entren tan adentro sin que primero pidan licencia a este Gobierno.”255

“Haviendoseme dado parte por el antecesor de Vm en este cargo Don Pedro Riveros que los Indios Aucaes, y Peguenches se havían introducido en esa Frontera con pretexto de su corto comercio, y no debiendo consertirseles el que internen tanto tan adentro, porque de ellos podría resultar en adelante graves daños (…) prevengo a Vm que inmediatamente los haga salir y que en adelante por pretexto alguno no se permita, ni consienta el que buelban a entrar en esa frontera.”256

254Palermo (1986) op. cit. 255Notificación del Gobernador a Don Pedro Rivero [fontera de Areco]. Buenos Ayres. 9 Diz 1760, en AGN, Sala IX, 1-4-1- f19. Citado por Mandrini (1991) op. cit. 256Carta del gobernador a Don Franco Albarez. Buenos Aires, 13 de Agosto 1761, en Archivo General de la Nación, Sala IX, 1-4-1, f 24. Citado por Mandrini (1991) op. cit. 130

Por su parte, Mazzanti257 destaca la importancia del paraje serrano denominado “Vuulcan” o “Volcán” en el siglo XVIII, ubicado en el paso natural de Puerta del Abra, sobre la ruta 226 entre las ciudades de Mar del Plata y Balcarce. Acorde a las fuentes analizadas por la autora, este sitio se destaca por haber sido un punto estratégico para el intercambio de productos indígenas y europeos, por ejemplo, ponchos, plumas de ñandú, agua ardiente, yerba, etc. Este espacio estratégico, estaba articulado a las redes y circuitos que comprenden el área Pan-araucana que conectaban la zona con las sierras de la Ventana y el valle del río Colorado y, hacia el norte, con los campos periféricos a las estancias de Buenos Aires:

(…) “Estos Toelches que daban tantas noticias eran los de mejor natural que había en dichas sierras del Volcán. No eran pedigüeños, ni enfadadizos, mostraban humildad y mucho agradecimiento a lo que se les daba, y afición a las cosas de la Christiandad que se les decía.”258

Las parcialidades pampa-serranas supieron desarrollar no sólo nuevas técnicas de control y engorde pecuario, sino que también ello implicó una resignificación de aquellos conocimientos con los que estos individuos contaban y que fueron transmitidos de generación en generación desde tiempos precolombinos. Cabe destacar que, los contactos interétnicos fueron de gran importancia para favorecer no sólo la circulación de información sino también realizar intercambios comerciales que facilitaban la articulación de diversos ecosistemas y el acceso a productos. Entre las estrategias desarrolladas se destaca la ejecución de movimientos programados, en función a la explotación de recursos, el emplazamiento de campamentos base, etc. Tal como sostiene Irianni259 desde cada nicho ecológico se planificaba una estrategia alimenticia, de modo tal que se convierten, en palabras del autor, en almacenes de ramos generales ampliando sus rubros. La territorialidad indígena está sujeta no sólo por la lógica de reproducción material sino también teñida de connotaciones sagradas que se plasman a través de la

257Mazzanti, Diana, L. (1993) “Control del ganado caballar a mediados del siglo XVIII en el territorio indio del sector oriental de las sierras de Tandilia en Mandrini, R., Reguera, A., (editores) Huellas en la tierra. Indios, agricultores y hacendados en la pampa bonaerense, IEHS, Tandil, pp. 75-89. 258Cardiel (1930 [1748]) op. cit. 259Irianni (2012b.) op. cit. 131 realización de rituales ceremoniales y ofrendas a la naturaleza que adquiría un carácter divino. Según Morris:

“Parecen tener alguna noción de divinidad, y rinden una especie de culto al sol y a la luna, especialmente a cada luna nueva: se reúnen todos y hacen una solemne procesión alrededor de la ciudad, yendo uno adelante con una especie de aro en la mano, alrededor del cual atan pequeñas campanas de bronce adornadas con plumas de avestruz, que frecuentemente movía girando su mano y luego toda la compañía hacía un ruido de lo más feo, al cual, supongo, ellos consideran canto. Esta ceremonia de ordinario duraba más o menos media hora.”260

Tal como se ha mencionado en las primeras líneas de esta investigación, es posible hallar en las fuentes de la época numerosos prejuicios por parte de los funcionarios coloniales, viajeros y misioneros en relación a las pautas culturales de las diversas sociedades indígenas. Se ha explicitado ya el valor que tienen los argumentos de Nacuzzi261 en relación a la imposición de rótulos y relevamiento de información por parte de los blancos con fines netamente político-administrativos para afianzar el dominio colonial. En concordancia con la autora, Crivelli Montero262 destaca el desinterés de los hispanocriollos en relación a la vida indígena, ya sea, localización de campamentos, jefaturas, sucesión en los liderazgos étnicos, alianzas, combates, vida espiritual de los indígenas, etc. Las relaciones entre indígenas y blancos fueron oscilantes y entre los motivos de la generación de tensiones entre ambos mundos se debe a que los primeros se convirtieron, a partir del siglo XVIII, en potenciales competidores por los recursos. No sólo por la extinción del ganado cimarrón que aconteció a lo largo de la centuria, sino también porque a la vez que se desarrollaban los establecimientos ganaderos hispanocriollos se consolidaban los circuitos de la economía indígena pampa-serrana abocada a una especialización pastoril. Cabe destacar que, las parcialidades indígenas que frecuentaban el espacio fronterizo bonaerense se caracterizaron por su gran capacidad de resistencia a la dominación colonial. Es importante reconocer que desde

260Morris (1956 [1742]) op. cit. 261Nacuzzi (2005) op. cit. 262Crivelli, Montero, Eduardo, A. (1991) “Malones: ¿saqueo o estrategia? El objetivo de las invasiones de 1780 y 1783 a la frontera de Buenos Aires”. Todo es Historia, Nº 283, Buenos Aires, pp. 6-32.

132 inicios de la colonización de las tierras rioplatenses resultó muy dificultoso para los españoles lograr someter a los grupos étnicos para así insertarlos en el sistema de encomienda. Esta institución española no prosperó en las tierras que hoy comprenden la provincia bonaerense y para el caso de los padres jesuitas también se toparon ante un gran desafío a la hora de intentar evangelizar y reducir a los pampas, serranos e incluso tehuelches. Con respecto a los intentos jesuitas, Crivelli Montero263 destaca que en el siglo XVII se realizaron varios esfuerzos para realizar reducciones en las cercanías de Buenos Aires las cuales no prosperaron, la economía apropiadora y no productora de alimentos de los indígenas y su patrón disperso evitó la posibilidad de aglutinarlos en grandes números y convertirlos en mano de obra. El autor argumenta que en la racionalidad indígena estaban muy presentes las consecuencias severas que pueden provocar la total aculturación y la total sumisión al dominio colonial. Ya que ello implicaba someterse a un proceso erosivo donde la autoridad de los líderes sucumbía, reducía su capacidad de protección y de organización de los mecanismos redistributivos. Por lo tanto, si bien es sabido el impacto de la colonización, es cierto que las parcialidades buscaron los intersticios necesarios para salvaguardar la identidad étnica. Por lo cual las parcialidades pampa-serranas principalmente evitaron, en la medida en que les fue posible, la imposición de un estilo de vida sedentario acompañado del trabajo agrícola. Aun así, incorporaron a su dieta harinas derivadas de los cereales de origen europeo, yerba mate, azúcar, aguardiente, tabaco, licores como así también prendas, el uso del hierro y adornos. La siguiente cita da cuenta de este proceso de intercambio:

“Y fue al parecer casi de todos, que no nos metamos en nada, sino es, que nos rueguen. Aunque uno reparó, que sino procuramos que se pongan algunas de las insinuadas condiciones en las paces, no será posible contener a nuestros Pampas en su pueblo, por lo que ellos no querrán ser de peor condición: y así volverán a sus andanzas antiguas dejando su pueblo [de la Concepción] (…) El 25 restituido ya su Reverencia al Colegio de Buenos Aires, propuso en Consulta el estado de dicho pueblo, y los pocos o ningunos progresos que tenía, así en lo temporal como en lo

263Crivelli Montero (2013) op. cit. 133 espiritual, y la poca sujeción y obediencia así de los Pampas, como de los otros indios, [refiere a los serranos] que servían en las haciendas.”264

“Entre la espada y la pared”: el desarrollo de la economía pastoril indígena ante la presencia araucana en tiempos coloniales Más allá de las tensiones y hostilidades, la celebración de acuerdos de paz fue necesaria para facilitar la negociación y el intercambio comercial interétnico. A mediados de siglo XVIII y en los primeros años de 1780 se acrecentó el número de incursiones indígenas sobre los establecimientos fronterizos y a la vez, el comercio interétnico no presentó signos de decadencia, por el contrario se intensificó.265 En relación al aprovisionamiento y dependencia de las parcialidades del sur bonaerense, Mandrini266 sostiene que se desarrollaron cuatro mecanismos para hacerse de productos europeos por parte de los indios: el comercio; las compensaciones ejecutadas en función a la liberación de cautivos; regalos realizados a los grupos étnicos por parte de las autoridades coloniales y los robos realizados en la frontera durante las malocas. Los vínculos intertribales aceleraron aun más el desarrollo de los procesos de especialización que acontecieron en el espacio valliserrano. Ello fue posible gracias a una vasta red de caminos o rutas que articulaban las diversas áreas. Varela y Manara267 destacan que los indígenas de Nor-Patagonia, más precisamente del actual sur de Neuquén, realizaban una serie de travesías hacia las sierras del Volcán con el objetivo de buscar ganado que luego intercambiaban con los grupos étnicos de Valdivia. En diálogo con las autoras, Irianni268 argumenta que las rastrilladas constituyen un tipo especial de manifestación arqueológica regional que permite la formación de una red de conexiones estratégicamente diseñada y planificadora de los sentidos del tránsito y

264Consulta de su Rev. padre provincial Antonio Machoni si era conveniente, que por cuanto el maestre de campo no gusta que vaya el padre Matías Strobel con él a hablar a los caciques. 22 de junio de 1743, Leonhardt (1924) op. cit. 265En relación a los ciclos de paz y guerra y el desarrollo de las relaciones interétnicas entre blancos e indígenas se recomienda ver Mandrini, Raúl (1999) "La economía indígena del ámbito pampeano- patagónico, ¿problema de las fuentes o ceguera de los historiadores?" en América Latina en la Historia Económica. Boletín de fuentes. Economía indígena, Nº 12, Instituto Mora, México. 266Mandrini (1991) op. cit. 267Varela y Manara (2003) op. cit. 268Irianni (2012b.) op. cit. 134 la permeabilidad del paisaje. De esta manera, se desarrollaron múltiples intervenciones del hombre sobre la naturaleza acorde a los recursos, el aprovechamiento del espacio y la transitabilidad humana. Así, señala, el autor, era posible evitar toparse en el camino con sitios que resultasen un gran desafío para la ejecución de incursiones, la puesta en marcha del circuito del ganado, etc. Por otro lado, Arias269 sostiene que es posible diferenciar dentro del trazado y diagramación de rutas entre aquellas destinadas al tránsito local y otros senderos regionales o escala interregional de larga distancia. Las primeras se desarrollan en torno un campamento base y desde allí acceder a otros paraderos en busca de materias primas para construir herramientas de caza por ejemplo o para recolectar frutos, semillas o prepararse para la caza. En cuanto a las rutas regionales o interregionales tiene como finalidad abastecerse de recursos que resulten de mayor complejidad obtener o algún elemento útil para las tolderías. A su vez, cada una de estas unidades domésticas contaba con una tropilla de ganado caballar que implicaba la búsqueda de pasturas y aguadas para el cuidado y engorde de los animales. De este modo, a través de desplazamientos programados fue posible la puesta en marcha de los circuitos desarrollados en el marco de la economía pastoril indígena. El estilo de vida pastoril requería de un tipo de vivienda cuya practicidad era vital para el desarrollo de movimientos estacionales en función del circuito del ganado. Según Crivelli Montero270 el tipo de vivienda debía ser un toldo o un liviano paravientos. Este último solía ser usado más hacia la primavera, tiempo de abundancia de aguadas que favorecía la caza de crías de guanacos, cuya piel solía ser utilizada por las mujeres para la confección de abrigos. Acorde con el padre Sánchez Labrador:

”De las pieles de los Baguales fabrican también sus casas. Estas no son otra cosa, que unas grandes tiendas, ó toldos, altas, quadradas, y algo arqueadas en el medio. Para el techo cosen cueros de caballo, dejando el pelo hacia á fuera, para que corra el agua quando llueve. El hilo, con que los cosen esta hecho de los nervios, y venas de los mismos cavallos. Del mismo modo juntan, y cosen otros cueros para los alares de la casa, á la qual dexan dos puertas, una al oriente, y otra al Poniente; ó una al Norte, y otra al Sud, según les biene mejor á los dueños.

269Arias (2006) op. cit. 270Crivelli Montero (1994) op .cit. 135

Estan mantenidos estos toldos de palos delgados, y alrededor clavados, y asegurados con estacas.”271

Tal como se ha demostrado, los procesos de especialización económica alteraron el devenir de las parcialidades indígenas que frecuentaron el espacio valliserrano. Como todo proceso de transformación, tuvo repercusiones no sólo visibles en cuanto a las formas o rasgos propios de la reproducción material indígena sino también en los aspectos sociales de las tribus y en el quehacer político de los líderes étnicos. Los miembros de la toldería habrían estado emparentados entre sí, de manera tal que es posible hablar de familias extensas. Cada uno estaba integrado por los padres, hijos e hijas solteras, hijos e hijas casados y nietos. Aunque también se destaca la presencia de cautivos procedentes de malones y de los agregados o allegados ya sea indígenas o blancos que se incorporaban a la toldería y desempeñaban diversas tareas para el cacique que los acogía en su tribu. De modo tal que los miembros de cada toldería conformaban en su totalidad un linaje que se mantenía cohesionado por un antepasado común y definen su identidad bajo un gentilicio compartido. Aquella toldería que tuviera el grado de consanguinidad más próximo a aquel antepasado común se destacaba por sobre las demás, por lo cual el jefe de esta familia solía aspirar al cargo de cacique de la tribu. Si bien se trata de sociedades jerarquizadas, la autoridad de los líderes étnicos debía negociarse y reforzarse continuamente con las bases de las tribus manifestándose como un gran guerrero, poseedor de una vasta riqueza (expresada sobre todo en la cantidad de ganado que tuviese y en la utilización de la platería como símbolos de prestigio y distinción) con capacidad para organizar exitosos malones, movilizar hombres a la guerra, ofrecer banquetes y a su vez contar con habilidades para negociar, exigir justicia y establecer acuerdos con los hispanocriollos:

“Piden, pues, los caciques [Chayunduya y Manrique] primero que se les pague a los que han estado presos, o se los vuelva, si no los caballos, a lo menos los

271Sánchez Labrador (1936 [1772]) op. cit.

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ponchos y ropa. Segundo, piden que se averigüe y castigue a los matadores de estos dos indios: ellos dicen que cerca de la estancia de Villoldo hay unas chácaras y que en ellas los han muerto: no sé yo, de dónde tienen esta noticia; lo cierto es, que si ellos averiguan ser así, y que no se han castigado los matadores, aquellos chacareros tarde o temprano serán muertos a manos de indios.”272

Como puede verse, los caciques adquirieron rápidamente conocimiento acerca de aquellos comportamientos considerados reprobables por el mundo blanco que ameritaban una sanción jurídica y que incluso bajo la cosmovisión indígena eran rechazados por lo cual solían concluir en un “ajuste de cuentas” para vengar la muerte de los miembros de su tribu. Además de la importancia que adquirió la oratoria y la capacidad negociadora en torno al desarrollo de la autoridad étnica, gradualmente se fue consolidando el régimen de heredabilidad del poder étnico, pero no en forma determinante, ya que es posible hallar en las fuentes de la época referencias a las internas o disputas en cuanto a la sucesión al cargo entre el hijo del cacique difunto y los hermanos de este último, por ejemplo. Estas cuestiones serán analizadas en el capítulo siguiente en el marco del proceso de araucanización de las Pampas que dinamizó una serie de transformaciones políticas en torno al desarrollo de los cacicazgos pampas durante la segunda mitad del siglo XVIII y que continuó durante la primera mitad de la centuria siguiente.

La negociación política como expresión de resguardo de los intereses comunitarios indígenas Como la prosperidad de las tribus de Nor-Patagonia y Pampa dependía, en gran parte, de un cacique que lograse exitosos malones y que contase con tropillas de ganado, es posible entender el por qué de la emergencia de este tipo de procesos de especialización económica que, en este caso tuvo como punto de desarrollo el espacio valliserrano de Tandilia, el cual es frecuentado por las parcialidades pampas-serranas, araucanas y tehuelches. De esta manera cobra solidez la hipótesis secundaria en la introducción de este capítulo que destaca el rol central que desempeño la porción

272Estado del pueblo de las Pampas, que da su procurador al P. Rector de la Compañía, autorizado. Nuestra Señora del Pilar, 17 de septiembre de 1749. Leonhardt (1924) op. cit. 137 central de Tandilia en la macro región Pan-araucana como núcleo pastoril especializado. Por tal motivo, araucanos y tehuelches se manifestaron altamente interesadas durante el siglo XVIII en participar del circuito del ganado que cobraba esplendor en las Pampas, específicamente en el sur y suroeste bonaerense. En relación al ganado explotado, es necesario destacar que las sociedades indígenas no sólo incorporaron caballos y vacas sino también ovejas y cerdos. En este contexto, las rastrilladas indígenas que adquirían un carácter interregional permitían articular distintos pisos ecológicos y de esta manera se justifica la presencia de ponchos y cerámica araucana en las Pampas y Nor-Patagonia y a la vez hallar productos eurocriollos que los pampas-seranos solían obtener en sus visitas a Buenos Aires o al Fuerte de Carmen de Patagones, tales como aguardiente, vinos, aguas de colonia, etc. Retomando nuevamente los aportes de Arias,273 entre las rutas macro regionales a destacar se encuentra aquella que une diversos ecosistemas del área Pan- araucana. La misma se extiende desde los valles precordilleranos a la meseta patagónica; desde los cordones secundarios que se desprenden de la cordillera neuquina hacia el valle del río Limay; desde las sierras bonaerenses hacia el monte pampeano; desde el valle del río Salado hacia la región serrana; desde la pampa seca hacia los valles precordilleranos del norte neuquino y desde el valle del río Negro hacia el interior de las mesetas patagónicas. Cabe aclarar que la consolidación de estos circuitos se debió a la reutilización y resignificación de algunos de los viejos caminos prehispánicos. Por lo tanto, los procesos de etnogénesis que afectaron a las parcialidades pampas-serranas de la porción central de Tandilia se ejecutaron a partir de estos antecedentes que venían desarrollándose desde larga data y que se potenciaron y dinamizaron no sólo a partir de la colonización española sino también a partir de las relaciones interétnicas que dichas parcialidades desarrollaron con los tehuelches septentrionales (bajo la autoridad de los Bravos cuyo liderazgo entró en decadencia y se diluyó en las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XVIII) y con los araucanos. Esta afirmación cobra mayor solidez al entrar en diálogo con los aportes de Mandrini y Ortelli274 quienes expresan que durante el siglo XVIII las llanuras orientales

273Arias (2006) op. cit. 274Mandrini y Ortelli (2002) op. cit. 138 de las Pampas habían estado estrechamente vinculados a los araucanos, ya que el espacio valliserrano del sistema Tandilia y Ventania sirvió de aprovisionamiento de ganado que luego tenía como destino los mercados chilenos indígenas e hispanocriollos. De esta manera los grupos étnicos de las Pampas, adoptaron elementos culturales araucanos y a la vez, como ya se ha dicho, la lengua mapuche se convirtió en la lengua franca que facilitaba la realización de los intercambios comerciales. Sin embargo, no siempre las relaciones entre los grupos de un lado y otro de la cordillera se desarrollaron en forma pacífica ya que la competencia por los recursos también se desató entre los pampa-serranos y los araucanos (sobre todo cuando el linaje de los Bravos entró en decadencia) o también entre tehuelches septentrionales y los últimos. Los caciques araucanos se movilizaron con sus guerreros y familias y se asentaron gradualmente en el territorio (aunque las migraciones masivas se desarrollaron en la primera mitad del siglo XIX) que ya conocían desde tiempos precolombinos. Su presencia modificó, acorde a los autores, la configuración étnica de Nor-Patagonia y Pampa y a la vez generó diversos conflictos entre los recién llegados y las poblaciones indígenas locales por las tierras de pastoreo y los espacios claves para la ejecución del circuito del ganado. Estas tensiones se dieron en el marco del avance de la frontera sobre territorio indígena. De esta manera, los funcionarios coloniales fomentaban las disputas intertribales a fin de debilitar a las sociedades indígenas más rebeldes y estimular la predisposición de algunos grupos étnicos de buscar auxilio o protección en los Fuertes y autoridades hispanocriollas. Por lo cual, los pampas- serranos se vieron “entre la espada y la pared” producto del avance de los blancos y la presión de las parcialidades araucanas. Al respecto Campetella275 y Crivelli Montero276 remarcan que las parcialidades amigas o aliadas a Buenos Aires solían actuar como custodias del espacio interserrano al sur del río Salado sin embargo, ello implicaba que en muchas ocasiones, terminasen enfrentadas a aquellas que intentaban acercarse al espacio fronterizo. Acorde al segundo investigador mencionado, los grupos étnicos que pretendían ingresar a Buenos Aires solían pagar al jefe local que actuaba como “guardián de los blancos” el derecho de cacicazgo, usualmente haciendo entrega de

275Campetella (2007) op. cit. 276Crivelli Montero (2013) op. cit. 139 regalos, y a su vez, debían dar a conocer sus pretensiones en la ciudad colonial y demostrando una actitud pacífica. Ya que si los forasteros asolaban las estancias ponían en riesgo la prosperidad de las tribus locales aliadas. En muchas ocasiones las parcialidades que frecuentaban la frontera bonaerense, dejaban de lado sus diferencias y se aliaron en pos de resistir a la dominación colonial y hacerse de ganado. No obstante, la vida entre los grupos étnicos solía desarrollarse en forma pacífica y las tribus acostumbraban sellar pactos políticos a través de alianzas matrimoniales que unieron por ejemplo a tehuelches, araucanos y pampa-serranos entre sí lo cual favoreció aunque excepcionalmente también a la conformación de grandes confederaciones indígenas. Esto se refleja en el testimonio del padre Cardiel y Basilio Villarino respectivamente:

“Pero al fin son [los serranos] como los Araucanos de Chile sus vecinos y comerciantes, a quienes en más de cien años de sudores apostólicos no han podido los Padres de Chile reducirlos a pueblo ni a vida cristiana aunque gustan mucho de tener Padres consigo.”277

“Dicen que ellos [los tehuelches] vienen de la Sierra del Volcán: que ha cerca de un año que bajaron a buscar ganado caballar y vacuno y que con éste hacen trato con los de Valdivia, unas veces llevándolo los indios a dicho pueblo, y otras viniendo los cristianos a comprárselo a sus tierras el cual cambian por sombreros, cuentas, frenos, espuelas y añil para teñir los ponchos (…)”278

Tal como se observa a través de las fuentes, las sociedades indígenas lograron afianzar sus lazos interétnicos a partir del comercio y en función a la complementariedad económica y la conformación de una vasta red comercial en la cual circularon productos indígenas y europeos. Ello no implica que los grupos de las Pampas hayan perdido por completo sus rasgos o caracteres propios, pero sí es cierto que atravesaron por un proceso de resignificación identitaria. En relación a estos procesos de cambio identitario Mandrini279 expresa que hacia mediados del siglo XVIII

277Cardiel (1930 [1748]) op. cit. 278Villarino (2003 [1782]) op. cit. 279Mandrini (1987) op. cit. 140 los padres jesuitas tenían la capacidad de diferenciar bien a los pobladores no araucanos de la región (pampa-serranos aunque ya con fuertes influencias araucanas) de los que sí lo eran; estos últimos hablaban en forma permanente la lengua mapuche, cultivaban un poco y a su vez tejían y tenían rebaños que les proveían de lana. Las parcialidades mapuches se mostraron decididas a frecuentar las llanuras orientales y gradualmente adoptaron sus pautas de reproducción material. Abandonaron gradualmente el cultivo por la recolección de frutos, adoptaron nuevas armas y adquiriendo el hábito de planificar sus movimientos en función a las estaciones y a los recursos disponibles en cada región. Esto los incentivó a participar en el circuito del ganado, dentro del cual el sistema valliserrano Tandilia ocupaba un lugar central, en el que ya se mostraban activos los pampa-serranos y así también los tehuelches. Los argumentos de Bechis280 son de vital importancia, puesto que la autora sostiene que las parcialidades araucanas que frecuentaron constantemente las llanuras orientales también se vieron afectadas a procesos de cambio identitario y estos comenzaron a partir de la “tehuelchización de sus medios de producción”. Ello implicó la asimilación y resignificación de las pautas de desarrollo de las parcialidades chilenas que se han enunciado antes. Cabe destacar que el linaje de los Bravos se destacó dentro de los tehuelches por su capacidad para garantizar los intercambios entre distintos grupos étnicos que habitaban diversas regiones. Acorde con Arias281, los tehuelches solían frecuentar el espacio valliserrano Tandilia y allí convivían con los pampa-serranos durante la primavera momento en el cual se instalaban las tolderías en aquel lugar para dar paso a la caza y recolección de caballos. A la vez, los tehuelches acercaban a las Pampas diversos tejidos provenientes de la Araucanía y de las tolderías pehuenches. Y en forma simultánea los pampas que habitaban en el interior de la campaña bonaerense y que posteriormente fueron reducidos en la misión jesuítica de la Concepción, se encargaban de comerciar en la frontera los tejidos, quillangos, entre otros productos indígenas del área Pan-araucana y a cambio obtenían de los hispanocriollos ganado, alcohol, telas, alimentos, cautivos, etc.

280Bechis (2010) op. cit. 281Arias (2011/12) op. cit. 141

Vale la pena mencionar que las sociedades indígenas evitaron la adopción de armas de fuego procedentes del mundo occidental. Según Irianni282 estas no fueron parte del legado material de los caciques pampas porque la obtención de recursos, por ejemplo del ganado caballar, se desarrollaba a través de la caza mediante la utilización de boleadoras a fin de asegurarse que el animal continuase con vida para ser utilizado como medio de transporte o de carga. Por otro lado, porque las armas requieren de constantes municiones y su uso resultaba engorroso, además del temor a estos objetos que solían asociarse al gualicho indígena. En diálogo con el autor, Campetella283 los indios sacaban ventaja de su superioridad numérica frente a las tropas coloniales, y en aquellas ocasiones en que esto no fue así se mostraban ávidos al diálogo para remediar rápidamente las paces. Su reticencia a la incorporación de armas de fuego se comprueba, según la autora, por la inexistencia de referencias documentales al respecto, y en su lugar se menciona la predilección indígena por el uso de lanzas, bolas y flechas.

Transformaciones en el devenir sociopolítico de las tribus del área Pan-araucana Las sociedades indígenas supieron aprovechar los momentos de negociación política y celebración de parlamentos con los hispanocriollos para generar márgenes de acción ante la dominación colonial a fin de preservar el funcionamiento del circuito del ganado. Ello es posible observarlo a partir de la puesta en marcha de la Feria indígena del Chapaleofú. Bajo este contexto debe entenderse la importancia de las paces de Casuhati celebrada entre los Bravos y las autoridades de Buenos Aires en las cuales no sólo se nombra a Cacapol como “maestre de campo de toda la sierra” sino que también se explicita entre sus cláusulas su rol de mediador y guardián del espacio valliserrano del cacique Bravo y se especifica que se aceptará que este y sus amigos y aliados se puedan establecer en la zona y que las autoridades coloniales permitirán el funcionamiento de la feria de los ponchos siempre y cuando los Bravos den aviso previo a los padres jesuitas de la reducción de los pampas. Tal como sostiene Arias284

282Irianni, Marcelino (2007) “Catrieleros: identidad y herencia. Algunos comentarios” trabajo presentado en Simposio “El liderazgo indígena en los espacios fronterizos americanos (siglos XVIII-XIX)”. Seminario de Investigaciones de las fronteras americanas, SIFRA, UBA. 283Campetella (2007) op. cit. 284Arias (2011/12) op. cit. 142 los Bravos supieron convertirse en los garantes de los intercambios interétnicos porque supieron construir un liderazgo consistente nutrido a partir de las relaciones parentales, alianzas políticas y negociaciones económicas.

“2. El cacique Brabo, y los demás caciques amigos pondrán sus tolderías en el Tandil y Cayrú, y cuando llegare el tiempo de la feria de los ponchos, darán aviso a los padres misioneros de la reducción de los indios Pampas, para que se de esta noticia al Sr. Gobernador … 4.No obstante, que la feria de los ponchos siempre se ha de hacer en el Tandil y Cayrú, los indios amigos podrán bajar, y visitar a los indios de la reducción de los Pampas, cuando quisieren, con tal que no hagan molestia ni a los Padres misioneros, ni a los Indios de la reducción.”285

Con respecto a la feria, Araya y Ferrer286 expresan que habría surgido debido a la importancia que adquirió la región Pampa como centro dinámico de intercambio y de construcción permanente de lazos interétnicos entre las parcialidades que habitaban desde las sierras de Tandil hasta el extremo sur cordillerano. La misma se encontraba emplazada en las nacientes del arroyo del Chapaleofú, debido a las aguadas permanentes de la zona, su tierra apta para el pastoreo y el hecho de encontrarse en un entorno valliserrano que facilitaba el encerramiento de los animales y a la vez protegerse de posibles agresiones. En relación a lo planteado por esta investigación en torno a la importancia de esta feria articulada al desarrollo de la economía pastoril indígena en el sur y suroeste bonaerense, los autores expresan que la localización estratégica de la misma debe ser analizada acorde a su proximidad a la rastrillada de los chilenos, camino a través del cual se llevaba a cabo el arreo del ganado. Esta rastrillada pasaba por la actual localidad de Azul a pocos kilómetros de Chapaleofú. Y en forma simultánea su ubicación facilitaba también que los comerciantes eurocriollos se acercaran a comerciar con los indígenas:

285Primeros pactos con los pampas y puelches en Buenos Ayres durante el gobierno de Miguel de Salcedo. El teniente de maestre de campo Cristóbal Cabral de Melo conviene paces en 1741. Capitulaciones de esas naciones entre sí en 1742. Levaggi (2000) op. cit. 286Araya y Ferrer (1988) op. cit. 143

(…) “pellejos de zorro y zorrilla, liebre y guanaco, jergas y ponchos {especies de tejidos de lana} plumeros de avestruz, riendas y chinchas, estos son los principales artículos de su industria. Los de su consumo puede decirse que son aquellos a que nuestros patricios campesinos, extienden sus comodidades y aún su lujo, sin excluir el paño y la bayeta, que extendidos por las espaldas, y por medio cuerpo, hacen sus vestidos de más suntuosidad, pero los abalorios, y el aguardiente son buscados con preferencia (…)”287

Si bien para los autores la feria se habría desarrollado durante la primera mitad del siglo XIX, esta propuesta coincide con los aportes de Pedrotta288quien sostiene que es posible a través de las pruebas documentales considerar que en realidad la feria habría funcionado a partir de la segunda mitad del siglo XVIII y que incluso estaría vinculada a una serie de corrales de piedra situados en la porción central del sistema Tandilia. Siguiendo los planteamientos de la autora, parcialidades tehuelches, pampas, serranas e incluso araucanas confluyeron en la zona y aprovechaban las manadas de caballos cerriles, criaban rodeos y majadas propias y participaban activamente de las redes comerciales.

Repensando el concepto de “pedir con vuelta” Las parcialidades indígenas de las Pampas y Nor-Patagonia no sólo fueron partícipes de una vasta red comercial con destino último a Chile sino que también sus líderes étnicos supieron desenvolverse en las instancias de negociación para garantizar el funcionamiento del núcleo pastoril comprendido en torno al sistema Tandilia. De esta manera, fue primordial el rol ambivalente del linaje de los Bravos (de momentos amigables con los funcionarios coloniales y de momento asediando los establecimientos ganaderos y realizando reclamos a las autoridades para salvaguardar a sus seguidores) para preservar a las parcialidades pampas-serranas del sur y suroeste bonaerense que habían sido las promotoras de este proceso de especialización que devino en el desarrollo de la economía pastoril indígena.

287Funes, Gregorio (1816) Ensayo de Historia Civil del Paraguay, Bs. As. y Tucumán, imprenta Gandarillas y socios, Buenos Aires, Tomo I. Citado por Araya y Ferrer (1988) op. cit. 288Pedrotta (2013) op. cit. 144

Con respecto al rol de los líderes étnicos de las Pampas en torno al circuito doméstico y el circuito ganado, Mandrini289 sostiene que éstos supieron desenvolverse como los conductores de grandes jefaturas en el siglo XIX, ya que, entre otros motivos, fueron los gerentes de un mecanismo de gran importancia que alimentaba en forma continua la legitimidad de su autoridad y a la vez garantizaba la reproducción social de la tribu. Se trata de un sistema de reciprocidad diferida o procedimiento de tipo redistributivo que afianzaba el poder tribal conocido también como “pedir con vuelta”. Acorde con el autor, este sistema implicaba que el cacique se comprometía a actuar como “prestamista” o “facilitador” de ciertos recursos a alguno de sus parientes o agregados a la tribu, de este modo quien lo recibía quedaba en deuda con su líder y en caso de que le fuese imposible saldar su deuda, ésta no se olvidaba ni perdonaba sino que se transmitía a familiares, amigos y agregados. Posiblemente este sistema encubría relaciones sociopolíticas actuando como una forma de redistribución encubierta que reforzaba el poder político en contextos de sociedades sin Estado pero que han desarrollado mecanismos de diferenciación social y jerarquías bien marcadas. Para que esto fuera posible, tiempo antes a lo largo del siglo XVIII, tuvieron lugar una serie de procesos de transformación política que fortalecieron la autoridad y el poder de los caciques más importantes. Es por ello, que a continuación se procederá a demostrar que es posible hallar en el siglo XVIII sobre todo a partir de la segunda mitad, una serie de mecanismos de acción redistributivos que posteriormente se perfeccionaron y dieron sentido a este sistema de reciprocidad diferida:

“Ningún indio, o cuerpo de ellos puede vivir sin la protección de algún cacique, según la ley de aquellas naciones, y si alguno de ellos se atreviesen a hacerlo, le matarían, o cautivarían al punto que fuese descubierto.”290

A través del testimonio del padre Falkner se confirma la importancia que tenía la capacidad de movilizar recursos por parte del cacique y la importancia de que los mismos sean redistribuidos entre las bases a fin de afianzar su autoridad y asegurar la reproducción social de la tribu. Es bien sabido que uno de los criterios a tener en

289Mandrini (1994) op. cit. 290Falkner (2004 [1774] op. cit. 145 cuenta a la hora de aspirar al cargo de cacique era tener conocimientos sobre las tareas pecuarias, tener capacidad organizativa a la hora de maloquear, contar con eficacia para hacerse de un buen botín (ganado, cautivos, etc.) y de su capacidad de recibir y brindar auxilio a los agregados, brindar agasajos, celebraciones en las cuales las bases se vieran beneficiadas, de modo tal que ello le garantizara al líder étnico seguir contando con el aval de su comunidad. Y a la vez, como ya se expresado líneas anteriores, el ganado caballar, principalmente entre otras especies, se convirtió en un símbolo de riqueza de gran importancia.

“Cuando hubo terminado su interrogatorio [se refiere al cacique Bravo Cangapol] ordenó que inmediatamente fuera muerto un caballo y asado para nosotros [remite a Morris y sus compañeros de viaje]; nos alojó en su propia choza por esa noche hasta que tuviéramos construída una para nosotros, lo que fué al día siguiente. Allí permanecimos 8 meses e invernamos … Nuestro trabajo consistía principalmente en ir a buscar leña o agua y desollar todos los caballos que ellos mataban; y aunque nosotros éramos sus esclavos, éramos tratados muy humanamente y no habrían tolerado que nadie nos hiciera daño. Había en la ciudad cuatro mujeres españolas a quienes ellos habían hecho cautivas en una escaramuza cerca de Buenos Aires; y el rey [Cangapol] nos dijo con una sonrisa, que nos las daría por esposas.”291

Aquí puede apreciarse la importancia de solventar a los allegados o agregados de las tolderías y cómo nuevamente entran en juego las habilidades de poner en marcha esta “reciprocidad diferida” que comprometía a la tribu a retribuir al líder étnico demostrando lealtad, respeto y cooperación al verse “en deuda” con él. En función a esta necesidad constante de los líderes étnicos de demostrar y reforzar su capacidad de mando, Nacuzzi292 sostiene que a diferencia de los cacicazgos del siglo XIX que adquirieron un carácter hereditario, para el siglo XVIII es conveniente hablar de familias que controlan el desarrollo de las jefaturas, que construían lazos parentales entre sí y que se reproducían sin llegar a afirmar que la jefatura era necesariamente

291Morris (1956 [1742]) op. cit. 292Nacuzzi (1998) op. cit. 146 hereditaria de padres a hijos. En consonancia con las salvedades establecidas por la autora, Mandrini293 expresa que los caciques ricos eran capaces de mantener muchos allegados o “prestar” a quienes lo necesitaran. Y a la vez, su importancia residía en su capacidad de movilizar guerreros (conas) y en su habilidad para la oratoria y negociación con las autoridades coloniales. Estos rasgos que fue adquiriendo el ejercicio del liderazgo étnico y que contribuyeron al desarrollo del “pedir con vuelta” es posible visualizarlos en el comportamiento del linaje de los Bravos en torno su vinculación con caciques de menor jerarquía (ya sea pampa-serranos o araucanos recién llegados):

“Habiendo llegado a unas cien millas de Buenos Aires, le rogamos [Morris y sus compañeros de la expedición realizan solicitud al cacique Bravo Cangapol] despechara uno de sus hombres al Gobernador para informarle de tres prisioneros ingleses que él tenía a tal distancia y preguntarle si quería rescatarnos: cosa que hizo.”294

“Sin embargo no tienen los caciques poder de imponer contribuciones, ni quitar cosa alguna a sus vasallos, ni aun obligarlos a servir tal o tal empleo, sin que se les pague, debiendo por el contrario tratarlos con la mayor benignidad, y algunas veces aliviarlos en sus necesidades, si no quieren que se sometan a algún otro.”295

El hecho de solventar a los agregados de las tolderías resultó determinante para poner en marcha las habilidades de los caciques en torno a esta “reciprocidad diferida” que comprometía a la tribu a retribuir al líder étnico demostrando lealtad, respeto y cooperación al verse “en deuda” con él. En diálogo con la propuesta de Mandrini, Arias296 expresa que una vez producida la muerte de Cacapol, hacia 1748, su hijo Cangapol tuvo como objetivo crear una nueva alianza con los funcionarios coloniales borbónicos y para ello procede ejerciendo presión sobre las tolderías que se acercan a las misiones. En simultáneo el cacique tehuelche organiza malones a la campaña porteña, y realiza alianzas con los aucas. Bajo la misma línea de trabajo que

293Mandrini (1994) op. cit. 294Morris (1956 [1742] op. cit. 295Falkner (2004 [1774] op. cit. 296Arias (2006) op. cit. 147

Arias, Carlón297 también destaca las mismas estrategias ejecutadas por el cacique Bravo Cangapol, y aclara que como consecuencia de la presión que éste ejercía sobre las tolderías que se vinculaban con los jesuitas, se produjo la desintegración de las misiones. Lo cierto es que las paces de Casuhati no prosperaron ante la decisión de Cangapol de organizar un ataque al pueblo de la Concepción. Esto se debió a que las provisiones que los misioneros ofrecieron al Bravo ya no eran abundantes y esto derivó en una ofensiva contra las reducciones de las Pampas con el apoyo de los caciquillos aucas y serranos.298 Este gran malón se desarrolló en el año 1752 y trajo como consecuencia una reacción inmediata de las autoridades coloniales, ya que el gobernador de Buenos Aires daría su aval para la creación de la Compañía de Blandengues y la celebración de parlamentos. A través de las declaraciones del cautivo José Santillán se hace visible el accionar del cacique Cangapol:

“El cautivo José Santillán, natural de Santiago del estero, y cautivado en la invernada de Juan Blanco, pago de la Magdalena por los indios teguelchus y aucas dijo que estando en el Río Colorado llegó un chasque de los Aucas a combidarlos para que fuesen a ayudarles a pelear con los españoles que estaban en las Salinas.”299

Por otra parte, la complicidad de las parcialidades indígenas no sólo se remitía a los lazos construidos entre sí sino también en relación a la presencia de agregados o refugiados del mundo occidental. Con respecto al comportamiento de los caciques pampas, Irianni300 se refiere a cómo éstos hospedaban al gaucho y eventualmente a cualquier criollo que se viera en problemas judiciales. En concordancia con el autor y con los postulados de Mandrini, Palermo301 destaca el carácter laxo de los cacicazgos del siglo XVIII, que solían congregar a la gente siempre y cuando se les garantizara seguridad, bienestar y distribución de bienes, y que bajo esa lógica se entiende por qué era posible que cualquiera pudiese abandonar su grupo e instalarse donde prefiriese,

297Carlón (2010) op. cit. 298Néspolo (2007) op. cit. 299Declaración del cautivo José Santillán. AGN, Comandancia El Zanjón, Sala IX, Legajo 1-5-3.. Citado por Carlón (2008) op. cit. 300Irianni (2012a.) op cit. 301Palermo (2000) op. cit. 148 hasta entre gente de otros grupos étnicos. He aquí prueba fehaciente de cómo el accionar político de los líderes étnicos se ve condicionado por la voluntad y apoyo de las bases:

“El cacique [se refiere al cacique serrano Yepelye] es de buen natural y hubiera ejecutado lo ordenado, sino tuviera en su compañía a algunos indios ladinos, que se han criado en esas estancias y aprendido sólo lo malo de lo que han visto y oído, y dos de grandísimo embarazo a la conversión de estas naciones australes. Esos metieron al cacique en la cabeza de que si se metía en un pueblo de los Padres, no sería mas cacique, sino esclavo de los Padres, y que los Padres no le permitirían el libre trato con el español.”302

Los líderes étnicos del área Pan-araucana supieron desarrollar mecanismos redistributivos sobre todo durante la segunda mitad del siglo XVIII. Entre ellos se destaca, como ya se ha expresado, el caso de los tehuelches, más precisamente del linaje de los Bravos que lograron construir un radio de acción muy amplio en términos políticos ya que supieron dominar los pasos cordilleranos y las rastrilladas a través de los cuales se desarrolla el flujo de intercambios comerciales. Sin embargo, la influencia de los tehuelches se fue diluyendo producto del problema de sucesión tras la muerte del cacique Cangapol, y de ese modo el linaje de los Yahatti asumió una gran importancia política. A partir de 1757 Rafael Yahatti se convirtió en el más importante de los líderes étnicos pampas. Este asumió el rol de cacique principal frente a las autoridades coloniales y se abocó a la protección de la frontera a través de obtención de información, la negociación y la movilización de guerreros bajo su mando. Esto se hace evidente a través de la siguiente cita:

“Y luego Se leyó, un memorial presentado Al sr. Gov.r por, dn Joseph Lopez Sarax.to Maior de las milisiaz; y otro presentado, por Unaz Mujerez de el Pago de la Matansa, Sobre, El primero las pasez que pide, El Cacique yati, y El otro Sobre que Se rescaten algunos Cautivos y lo demaz que Consta de dhos. Memoriales y Se Transfirieron para otro Acuerdo respecto de Contener puntos que deven mirarse

302Carta del padre Matías Strobel desde Concepción de Pampas al gobernador, 26 de diciembre de 1746. Cardiel (1930 [1748]) op. cit. 149

Con toda Refleccion y que el Sr. Alcalde de Primer Voto Se aga Cargo. de Consultar para En vista Acordar.”303

Tal como sucedió con el cacique Cangapol que manifestó una actitud ambivalente, Néspolo, Cutrera y Morrone304 destacan el rol de interlocutor y negociador de paz del cacique Rafael Yahatti y admiten que este linaje, en función a los testimonios hispanocriollos, manifestó un comportamiento que adquirió diversas connotaciones, ya sea como caciques amigos, aliados o enemigos. Ello se debe a que optaron por preservar su autonomía política y para ello optaron por la negociación y la supervivencia a través de diversas estrategias. Mientras Joseph Yahatti se desenvolvió en primera instancia como amigo y luego enemigo irreconciliable, Felipe Yahatti aparece en escena, hacia 1749, como el cacique que se ha marchado de la reducción y a quien se le atribuían varios casos de robo de ganado a los pobladores de Luján. A diferencia de Rafael Yahatti quien incluso fue defendido por los propios milicianos de Luján ante los ataques de otros indígenas y a la vez mantenía alianzas políticas con parcialidades transcordilleranas:

(…) ”no lo sabe pues nunca ha estado en dicho pueblo y que según el conocimiento y experiencia que tiene de los otros indios pampa a quienes ha comunicado como son a Yati, Bermardo Yati, Rafael Bonetillo y otros muchos cuyos nombres no se acuerda, indios muy ladinos en el castellano tanto como el que más, conoce evidentemente que nunca serán buenos cristianos … y responde a la novena y dijo: Es cierto y le consta al declarante por habérselo dicho Yati y los demás indios que habrán estado sujeto a la Reducción del Volcán y que por una quimera que tuvieron se fueron y desampararon otra reducción y que no hay duda que este indio Don Felipe Yati es el peor enemigo y el que invade ahora toda esta jurisdicción, y teme justamente el que declara que por agosto este otro indio Yati en el Pago de la Magdalena en lo del inglés W. Blanco y luego el verano se vaya al otro lado de la cordillera que así lo tienen determinado, y como le faltaron en la primera, todo lo cual es la verdad, es lo que sabe y para encargo del Juramento

303“Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires”. AGN, Serie III, Tomo II, Libros XXX - XXXI - XXXII – XXXIII, Años 1756-1761. Buenos Aires, 1926, pp. 120-121. 304Néspolo, Cutrera y Morrone (2009) op. cit. 150

que lleva hecho en que se afirmó, y ratificó, habiéndosele leído su dicho y que es de edad de cuarenta y seis años y lo firmó con su mano.”305

Así, es posible contemplar la importancia que tiene la participación en el circuito del ganado para mantener la estabilidad de los liderazgos étnicos del área Pan- araucana. Es por ello que el sistema de rastrilladas fue vital para permitir que la circulación de bienes de un lado y otro de la cordillera se mantuviese en funcionamiento. Como ya se ha dicho, a partir de este circuito las parcialidades indígenas lograron insertarse dentro de la economía mercantil y esto alimentó su dependencia con respecto a aquellos productos de origen europeo. En relación a ello, Palermo306 expresa que a mediados del siglo XVIII el intercambio fronterizo pesaba tanto en la vida de los indígenas, que cuando se interrumpía llevaba a crisis económicas, por lo cual las autoridades chilenas solían amenazar a los indígenas con suspender la actividad comercial para ejercer presión sobre los mapuches. De esta manera, se ha podido ver cómo el control de la explotación del ganado o su obtención a partir de la ejecución de malones sirvió de forma sustancial para afianzar el poder de los caciques sino que también fue determinante como recurso para el desarrollo de un sistema redistributivo encubierto. Tal como sostiene Mandrini307 bajo la racionalidad indígena no existe la noción de riqueza con fines acumulativos, sino más bien que ésta debe servir para gastarla en ganar prestigio y poder y atesorar bienes valiosos. De modo tal que la riqueza que era concentrada por los caciques se redistribuía a través de diversos mecanismos. Y así se “compraban” lealtades y adhesiones.

Consideraciones preliminares Las parcialidades que frecuentaron la porción central de Tandilia durante la segunda mitad del siglo XVIII fueron destacados participantes de los procesos de especialización económica que atañen al sur y suroeste bonaerense. Tal como se ha demostrado, las parcialidades pampa-serranas fueron las protagonistas de esta

305Declaración de Rafael de Soto, junio de 1752. Mayo (2002) op. cit. 306Palermo (2000) op. cit. 307Mandrini (1994) op. cit.

151 adopción de un modo de vida pastoril, sujeto a una serie de movimientos previamente programados y que recurría a los corrales de piedra como construcciones aptas para el cuidado y control del ganado, que se desarrollaba a través de un circuito doméstico y un circuito con fines comerciales. Para que ello fuese posible estos grupos atravesaron mucho tiempo antes una serie de cambios internos, sin los cuales no hubiese sido posible este cambio de gran importancia en su estilo de vida. Los conocimientos, prácticas desarrolladas y los lazos multiétnicos que se remontan a tiempos precolombinos fueron el basamento clave para que los procesos de cambio tuviesen lugar. El alcance y la intensidad del flujo de intercambios comerciales, a través de un sistema de rastrilladas, potenció el interés, de tehuelches y araucanos, por ser partícipes del circuito del ganado. El cual no sólo estaba abocado al comercio indígena sino que también estaba articulado a la frontera bonaerense e incluso con el Fuerte de Carmen de Patagones. Así, se fue intensificando el flujo de bienes eurocriollos que circulaba en las tolderías y así fue aumentando la dependencia indígena con respecto al consumo de bienes importados. De esta manera, es posible sostener que las parcialidades pampa-serranas que frecuentaron la porción central de Tandilia, atravesaron por un proceso complejo de resignificación de su identidad étnica. Esto se debe a que no sólo habían vivenciado una serie de cambios en el seno de sus grupos de pertenencia sino que a partir de esta economía pastoril se alteró la lógica territorial de los pampa-serranos y a la vez modificó sustancialmente la composición de su etnicidad a partir de la adopción de pautas de consumo hispanocriollas y elementos culturales procedentes de la Araucanía chilena. Por lo cual la hipótesis central de esta investigación cobra sentido ya que sobre estas parcialidades operan los procesos de etnogénesis de forma gradual sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XVIII cuando se afianza este tipo de estilo de vida y se consolidan las relaciones interétnicas establecidas tanto con los grupos indígenas como para con los blancos. No obstante, la convivencia con los grupos étnicos no siempre fue pacífica sino que estuvo sujeta a los beneficios obtenidos a partir de las alianzas y redes de parentesco construidas entre sí y/o de la relación establecida con las autoridades coloniales. A la vez, las parcialidades que componen el área Pan-araucana vieron alterado su modus vivendi sobre todo cuando en el siglo XVIII comenzó a extinguirse el ganado cimarrón y comenzó a gestarse en forma más notoria la competencia de

152 recursos como la tierra y el ganado entre indígenas y blancos (que incluso se agravaba en épocas de sequía). Bajo este contexto cobran sentido la ejecución de malones indígenas que asolaban los establecimientos ganaderos bonaerenses. Con respecto a estas contingencias derivadas del contacto entre dos mundos diferentes, Irianni308 expresa que el avance de la frontera desintegraba las rastrilladas y senderos que conectaban el paisaje simbólico de los indígenas; los alejaba o acercaba a nudos geográficos que solían evitar y al mismo tiempo les impedía escoger con libertades ancestrales la cercanía de una laguna o sierra. Así se confirma una de las hipótesis secundarias de esta investigación según la cual la porción central de Tandilia fue un espacio clave del área Pan-araucana en torno a los procesos especialización económica que allí acontecieron y en razón de la consolidación de los lazos interétnicos de un lado y otro de la cordillera y con respecto al espacio fronterizo. Tal como sostiene Irianni309 algunas parcialidades indígenas terminaron de construir y/o fortalecer una identidad más clara a partir de su interacción con los blancos. Y a ello debe sumarse la adopción de elementos culturales araucanos a partir de la presencia de estas parcialidades en forma continua en las llanuras orientales. En relación a este proceso de definición identitaria, se ha demostrado también en el desarrollo de este capítulo cómo la racionalidad indígena desarrollada por las parcialidades aquí abordadas tuvo como objetivo preservar su lógica de reproducción material pero sin perder de vista las posibilidades de participar en los circuitos mercantiles coloniales. Fue así que en este sincretismo de pautas de desarrollo que los elementos identitarios étnicos indígenas se vieron permeables ante la dependencia desarrollada, por ejemplo, en cuanto al consumo de productos procedentes del mundo occidental. En este contexto debe entenderse la negociación efectuada por los Bravos como caciques principales, en representación a las parcialidades pampas-serranas e incluso las parcialidades araucanas aliadas, con las autoridades coloniales en las paces de Casuhati de 1742. A través de este acuerdo es posible observar cómo los caciques tehuelches intentaron preservar el funcionamiento de los circuitos comerciales y de la feria del Chapaleofú que tenía como punto de desarrollo la porción central del sistema Tandilia. Para ellos, acordaron “dar aviso” a los misioneros cada vez que esta feria fuese

308Irianni (2012b.) op. cit. 309Irianni (2005) op. cit. 153 convocada y a la vez se comprometían a “regular” el paso de los grupos étnicos hacia Buenos Aires evitando la presencia de las parcialidades enemigas. De esta manera, los Bravos se convirtieron en garantes del desarrollo de las relaciones interétnicas y de la continuidad del flujo comercial. Cuando Cangapol asumió el mando las paces se rompieron dando lugar a una segunda mitad de siglo, protagonizada por alianzas endebles y un pronunciado comportamiento ambivalente por parte de los caciques vinculados al mundo blanco. Posteriormente este linaje entró en una crisis de sucesión y fue reemplazado por el accionar político de los caciques Yahatti en el escenario fronterizo. Tal como sostiene Néspolo310 el accionar indígena debe comprenderse a partir de la resistencia de los nativos a perder su autonomía política y su soberanía territorial frente a los hispanocriollos y a la vez de complementariedad, puesto que la negociación y el intercambio comercial fueron indispensables para la supervivencia de ambas partes. En función al desarrollo de esta economía pastoril en el marco del proceso de araucanización de las Pampas, se comprueba cómo los rasgos identitarios pampa-serranos están sujetos a los procesos de etnogénesis. Ello se debe a que si bien se desarrollaron pautas de cría y control del ganado caballar y vacuno principalmente, la organización de malones o malocas fue determinante para alimentar los circuitos económicos indígenas sobre todo a partir de la extinción del ganado cimarrón lo cual intensificó la disputa por los recursos con los hispanocriollos y como mecanismo de resistencia a la dominación colonial. Así, el ganado adquirió un valor simbólico que lo convirtió en un criterio central para la definición de prestigio y distinción social en el mundo indígena y a la vez, la eficacia organizativa de las incursiones que funcionaron como grandes empresas comerciales y guerreras condicionaron en forma directa la legitimidad de la autoridad cacical. Por lo tanto, los caciques debieron desarrollar mecanismos redistributivos encubiertos o de reciprocidad diferida como los llama Mandrini311 en el marco de estos circuitos económicos que contribuían a mantener la legitimidad de las autoridades étnicas. Si bien el “pedir con vuelta” se evidencia como mecanismo de acción indígena decimonónico en el que se consolidan las grandes jefaturas étnicas, las transformaciones políticas de los cacicazgos pampas comienzan en el siglo XVIII. Por un

310Néspolo (2007) op. cit. 311Mandrini (1994) op. cit.

154 lado, estas transformaciones acontecieron en función de la dominación colonial, contexto bajo el cual la autoridad indígena adquirió nuevas facetas, tales como la capacidad de oratoria, la concreción de instancias de negociación con el mundo occidental. De esta manera, la capacidad guerrera de los líderes se nutría de complementos persuasivos y de resguardo de “lo étnico” a partir del diálogo. Por otro lado, la presencia araucana en las llanuras orientales alentó a los pampa-serranos y a los tehuelches a adoptar algunos de los elementos culturales como el uso de platería y ponchos como bienes de prestigio, la utilización de vasijas de cerámica, atuendos para el caballo, etc. Sin embargo, ello no implica caer en una mirada unilateral o difusionista del proceso de araucanización ya que los recién llegados también modificaron sus rasgos identitarios, abandonando gradualmente la agricultura y adoptando un modo de vida pastoril sujeto a desplazamientos programados. Es decir que a partir de la intensificación y la continuidad en el tiempo de los encuentros entre los grupos de un lado y otro de la cordillera se redefinieron sus identidades étnicas. Tal como se ha evidenciado en el desarrollo de estas líneas la conformación de un núcleo pastoril indígena en el espacio valliserrano Tandilia significó un cambio de gran alcance en lo que concierne a la definición identitaria de las parcialidades pampa- serranas del sur y suroeste bonaerense. Dicho núcleo potenció el desarrollo de las relaciones interétnicas que estas parcialidades mantenían con los tehuelches y araucanos que frecuentaban las llanuras pampeanas y que participaban activamente de los circuitos económicos asociados a esta economía especializada. La importancia de los cambios en torno a la reproducción material que atañe a las parcialidades recién mencionadas reside no sólo a la capacidad de esta economía especializada de conectar diversos nichos ecológicos a través de un sistema de rastrilladas y a la vez participar de los circuitos mercantiles del mundo occidental a través de los espacios fronterizos sino que también potenció una serie de cambios en torno a la racionalidad indígena y la capacidad adaptativa de los grupos étnicos ante la dominación colonial.

155

CAPÍTULO V: TRANSFORMACIONES EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA AUTORIDAD DE LOS CACICAZGOS PAMPAS DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII.

Introducción En líneas anteriores se ha analizado la construcción de la identidad étnica pampa-serrana y cómo se fue delineando su territorialidad a partir de la consolidación de la economía pastoril indígena de la cual participaron diferentes parcialidades indígenas. En esta ocasión se procederá a analizar las transformaciones acontecidas en torno al desarrollo de la autoridad cacical de las parcialidades que frecuentaron la porción central de Tandilia durante la segunda mitad del siglo XVIII. Por lo cual se tendrán en cuenta dos variables por un lado, la importancia de los vínculos entre los diversos grupos étnicos, sobre todo a partir de la araucanización de las Pampas. Y por otro lado, el impacto que tuvieron las múltiples estrategias de acción colonial utilizadas para someter a las comunidades indígenas. En función de ello se desprenden una serie de interrogantes a saber, ¿por qué las cualidades bélicas de los caciques se vieron complementadas con la capacidad de oratoria y negociación? ¿Qué impactó tuvo el desarrollo de procesos de especialización económica en el devenir político de las tribus pampa-serranas? ¿Fue la presencia araucana un factor de gran importancia a la hora de la redefinición de los rasgos políticos cacicales durante el siglo XVIII? ¿De qué manera se desarrolló el accionar político de los Bravos que operaba sobre las tribus pampas-serranas del sur y suroeste bonaerense? ¿Por qué entró en decadencia el linaje de los Bravos? ¿Por qué fue posible que el linaje de los Yahatti adquiriera el rol de caciques principales frente a las autoridades coloniales? ¿Qué relación existe entre el proceso de araucanización de las Pampas y la disputa con las parcialidades del este cordillerano por el reconocimiento de las autoridades de la frontera bonaerense?

Antecedentes sociopolíticos de las sociedades indígenas de Pampa y Nor-Patagonia Durante varios siglos, previo a la conquista europea, las sociedades indígenas que habitaban en el actual territorio de la región Pampa e incluso Nor-Patagonia contaban con un tipo de organización social simple, que luego se fue complejizando en el marco de las estrategias de resistencia y supervivencia desarrolladas frente a los dispositivos de dominación colonial. Aunque no todos los grupos optaron por llevar a

156 cabo profundas transformaciones ni aspiraban tampoco a la construcción de un aparato estatal al estilo incaico. Los grupos étnicos solían agruparse en bandas, este tipo de organización social se caracterizaba por la falta de jerarquías sociales. No obstante, contaba con líderes “intermitentes”, es decir, que en ellas se destacaban, de a momentos y acorde a la actividad, aquellos hombres que mejores aptitudes presentaban para la caza o la conducción de una ceremonia. A su vez, es posible destacar el desarrollo de una lógica de división sexual del trabajo, según la cual las mujeres estaban abocadas a la recolección y tareas domésticas mientras que los hombres se ocupaban de organizar y ejecutar partidas de caza, coordinar las ceremonias o rituales, emprender una guerra, etc. Al respecto expresan Mandrini y Ortelli312 que el estilo de vida cazador recolector consistía en un patrón de comportamiento reconocible tanto en la región Pampa como en Patagonia. De esta forma, las bandas se desplazaban a pie, estableciendo sus campamentos en lugares claves, próximos a un curso de agua a través de la una cierta planificación de lugares a frecuentar acorde a la distribución de recursos. Tal como se ha mencionado en el capítulo tres, este modo de vida nómade dio lugar en el período colonial tardío a un nuevo modo de vida pastoril caracterizado por los desplazamientos programados a caballo, lo cual alteró de forma determinante la construcción de la identidad pampa-serrana. Gradualmente algunos grupos fueron adquiriendo una mayor densidad poblacional y grado de complejidad social y política lo cual derivó en la conformación de cacicazgos. A su vez, este proceso de cambio se vio potenciado por la emergencia de lazos interétnicos entre diversos grupos étnicos de Nor-Patagonia, Pampa y la Araucanía chilena. Los procesos de especialización económica aceleraron la aparición de nuevos criterios de definición del liderazgo étnico. La siguiente cita vislumbra cómo el devenir de las parcialidades aquí analizadas se alteró a partir de este cambio de estilo de vida que les permitió ampliar su radio de acción política y le otorgó mayor dinamismo a los vínculos interétnicos. Según el padre Quiroga:

“(…) no pudiendo el Gobernador de Buenos Aires enviar soldados a la defensa fueron desamparados y destruidos dos pueblos que estaban hacia el sur a cargo de

312Mandrini y Ortelli (2002) op. cit. 157

los Padres de la Comp. y eran el uno de indios Pampas y Serranos, y el otro de Toelches, y los vecinos se vieron precisados a desamparar los pueblos porque vinieron de guerra sobre ellos los Aucaes, Peguenches y otros infieles de la Cordillera de Chiles. Las naciones de infieles que están en esta gobernación del Río de la Plata o fronterizos de ella, son por el sur y sureste los Pampas, Serranos, Aucaes, Picuenches o Peguenches, Toelches y otros varios que viven en la Cordillera. Los indios que se han nombrado son indios de a caballo a excepción de parte de los Toelches, es a saber los que habitan al sur del Río del Sauce en la costa del sur.”313

En un comienzo estos caciques lograron consolidar su autoridad mediante la cooptación de la voluntad de las bases de la tribu, a través de banquetes, ceremonias, etc. Resultaba crucial que el cacique y todo aquel que aspirase al cargo contara con aptitudes para la guerra y la ejecución de incursiones sobre la frontera bonaerense. Se trata de una autoridad que debía ser negociada con sus parientes para considerarse legítima. Por tal motivo, el cacique recurría a diversos mecanismos para mantener la unidad de la tribu, entre ellos se destaca la ejecución de convites que están destinados a la participación de toda la tribu, más allá de las jerarquías sociales. Puede decirse que la lógica tribal está impregnada de comportamientos de reciprocidad y solidaridad que actúan en simultáneo con el pedir con vuelta. El relato de Morris se refiere a estas circunstancias de la siguiente manera:

“Son afables [los patagones] y corteses entre sí y nunca dejan a otro en la necesidad (…) Nunca pude observar reglas de gobierno entre ellos, en una borrachera rey y súbditos son iguales. Su rey se distingue del resto por ser el hombre más alto y por llevar una especia de banda rodeando su cintura. Es cierto que sus súbditos lo tratan con deferencia y lo que él ordena se hace inmediatamente, estando exento de todo trabajo.”314

No obstante, en ciertas ocasiones la participación de las bases de la tribu se restringe, de esta manera, los rituales afianzaban la reproducción social de la tribu

313Relato del padre Quiroga, Archivo de Loyola, (sin datos). Leonhardt (1924) op. cit. 314Morris (1956 [1742]) op. cit. 158 asegurando el orden establecido entre los miembros de la comunidad política. Esto no quiere decir que la muchedumbre no asistía a la ceremonia, sino que su papel era secundario, expectantes a lo que sucedía en la arena central, protagonizada por el cacique y su linaje. Esto puede apreciarse, a través del relato del padre Sánchez Labrador quien se refiere a la Fiesta del Elel de la que participaban los puelches, serranos, tehuelches, entre otros:

“Las dos primeras reglas, ó menstruos de alguna muchacha, hija, ó, parienta cercana de algun cacique, son el motivo, que impele à celebrar la Fiesta de Elel, que dura tres octavarios, y à veces un mes entero (…) Con una Bancilla de laton forman el Tambor, como se dijo en otra parte. Este sirve para avisar á la gente, y juntarla (…) Concluido el sermón, el mismo anciano Predicador nombra á un Indio de los más valerosos, y feroces Lugarteniente de Elel, ó para que le represente. Aquel, en quien cáe el nombramiento, queda entre ellos enoblecido, y sin embargo todos reusan el cargo, por las crugidas, que hade pasar, como se dira (….) Toda la caza, y comida, que en este tiempo trahen los Indios, se lleva al Toldo del Elel à cuyo lado hoy otro Toldo, que sirve de cocina, y hospedería, donde todo el dia se dá explendidamente de comer à quantos quieren acudir à ella.”315

Lo mismo sucede si se observan los patrones de comportamiento durante la ejecución de malones o malocas. El cacique de la tribu actuaba como coordinador material e intelectual de estas empresas militares y económicas y el desarrollo de las mismas evidenciaba la existencia de una sociedad jerarquizada en las que cada uno de sus miembros era consciente de que su participación implicaba reconocer sus posibilidades de acción o de obtención de algún tipo de beneficio para sí mismo y para su toldería, acorde al status quo estatuido y la división sexual del trabajo. Las incursiones eran la oportunidad propicia para destacar en la masa, para aspirar a hacerse de un buen botín y demostrar a su líder sus capacidades, por tales motivos derivaban, en ciertas ocasiones, en enfrentamientos intratribales. En palabras del padre Falkner:

315Sánchez Labrador (1936 [1772]) op. cit. 159

“Escóndense de día, y salen de noche para señalar todas las casas y quintas de los lugares que se proponen atacar, observando con la mayor exactitud su disposición, número de moradores, y modos de defensa. Informados bien de todo, lo participan al grueso del ejército, para que luego que se pase al plenilunio, y tengan la luz necesaria para su trabajo, marchen al ataque. Al punto que se acercan al paraje señalado, se separan en diferentes cuerpos pequeños, teniendo cada uno determinado a su ataque sobre tal casa, o tal quinta. Empiézanle a pocas horas después de media noche, matando a todos los hombres que se les oponen, y cautivando a todas las mujeres y niños. Las de los indios, siguen a sus maridos armando con porras, varas y algunas veces espadas, para desbaratar y robar cuanto encuentran en las casas, como vestidos, utensilios domésticos, etc. y cargadas con su presa, se retiran lo más presto que pueden, sin pararse de día ni de noche, hasta hallarse a gran distancia, y fuera del peligro de ser alcanzados por sus enemigos. Aquí paran, y reparten su presa, lo que rara vez hacen sin perder las amistades, terminando por lo común en riñas, y efusión de sangre.”316

Aires de cambio en torno a la construcción de la autoridad cacical bajo los cánones de la dominación colonial A medida que cobraban mayor vigor las capacidades de las sociedades indígenas para manipular y servirse de los recursos introducidos por los españoles (a partir de la adopción del ganado caballar, vacuno e incluso ovejas, mulas y cerdos) también se alteraba el funcionamiento del liderazgo étnico. El comercio interétnico fue de vital importancia, ya que a partir del consumo y predilección indígena por ciertos productos de origen europeo no sólo se redefinieron los patrones de reproducción material sino también inmaterial. La riqueza de los caciques comenzó a medirse a partir de la cantidad de ganado que detentara aquel sujeto, obtenido principalmente de las malocas que asolaban las estancias ganaderas. Así, el caballo se convirtió en un símbolo de prestigio y en un elemento vital en torno a las costumbres y ceremonias (a través de sacrificios y rituales). A su vez fue utilizado como parte de pago en las compras de esposas e incluso a modo compensatorio ante un homicidio.

316Falkner (2004 [1774] op. cit.

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Figura 10. Cinturón ecuestre con rastra de plata de origen mapuche. Siglos XIX-XX.

Fuente: Museo chileno de arte precolombino. Disponible en: http://www.chileantesdechile.cl/vitrinas/zona-sur/la-plateria-de-los-mapuches/una-cultura-ecuestre/

Vale la pena destacar una serie de aspectos que fueron anteriormente mencionados. Para el siglo XVIII, se hizo evidente que durante el siglo anterior la élite criolla supo hallar ciertos intersticios en la sociedad colonial para ir accediendo a algunos cargos públicos e incluso convertirse en estancieros, hacendados o comerciantes. A su vez, las pretensiones francesas e inglesas sobre el sur del continente americano se hacen muy notorias a través de la presencia de viajeros y expedicionarios que merodearon por el Río de la Plata e incluso la Patagonia. El contrabando de productos británicos por las costas patagónicas o incluso ríos mesopotámicos se volvió una amenaza constante al monopolio español. Por su parte, las llanuras de la región Pampa adquirieron gran importancia debido al desarrollo de la actividad ganadera, para aquel entonces la extinción del ganado cimarrón derivó en una reñida competencia entre blancos e indígenas por la explotación de los recursos, sobre todo a partir del siglo XVIII y que continuó en el XIX.

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En este contexto la Corona española decidió aceitar los mecanismos del aparato de dominación colonial y ello derivó en la aplicación de una serie de medidas, conocidas como reformas borbónicas que tenían por objetivo afianzar el control y administración de las colonias americanas. De esta forma, se reforzaron los controles fronterizos, se crearon nuevos Fuertes, emergieron nuevos regimientos militares, se crearon nuevas instituciones de gobierno y emergieron dos nuevos virreinatos: el del Río de la Plata y el de Nueva Granada. Blancos e indígenas supieron combinar su accionar belicista con la construcción de una discursiva político-diplomática a fin de preservar sus intereses y garantizar la supervivencia de los suyos. Aspectos que se hacen notorios mediante los acuerdos celebrados por los actores sociales de la época:

“El Srt. Maior d.n Joseph Antonio lopez responda A d.n Carlos yati que no se le Negaran laz pasez a su primo d.n Rafael y los de su gremio siempre que Se conosca que laz piden Con Verdad y de buena fee; porque el Rey Nro. Ss.r y En Su nombre todos Suz vasallos no desean que unos y otros Continuamente Viba con la inquietud, y tirania de estarse asiendo daños y muertez resiprocaz, si no q.e Se mantengan En paz y buena Correspondiensia para que asi los de Su nasion pueden llegar al Conosimi.to de Dios y Sa.ta fee Catolica que Como Vien tan importante a Sus Almas es lo maz que apetece el rey sin aser Violensia a nadie y que asi abran Esperimentado, nunca Se lez a negado las pasez quando las an Solisitado En buena Correzpondensia; pero que aviendo Tanvien Enseñado la Esperiensia la poca Susiztensia que tienen los de Su nasion puz faltando muchas Vesez a lo que prome.ten procuran Cometer Traisionez y Alevosiaz Contra aquellos mismos a quienes Estan Tratando Como amigos no estrañaran el que interin que Se reconoce el animo de los Yndios de Su gremio Viban los Españolez Con alguna precausion a fin de no padecer algunos daños Aunq.e Se Cree que la intensión de dho. D.n Carlos, y la de Su primo Sean de Buena lei y de toda Verdad.”317

Retomando la categoría de “fricción interétnica” presentada por Cardoso de Oliveira318 se hace posible efectuar una lectura de los artilugios desarrollados desde la costumbre indígena en respuesta a las nuevas estrategias de dominación colonial tales

317“Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires”. AGN, Serie III, Tomo II, Libros XXX - XXXI - XXXII – XXXIII, Años 1756-1761, Buenos Aires, 1926, p. 126. 318Cardoso de Oliveira (2007) op. cit. 162 como la ejecución de parlamentos, la entrega de obsequios o el reconocimiento de determinados caciques a fin de obtener la protección de las tribus aliadas frente a la posible amenaza de los indígenas rebeldes en la frontera. No obstante, no es la primera vez que las parcialidades se toparon ante un contexto de negociación diplomática, lejos estaba de ser una novedad, puesto que desde tiempos precolombinos, las sociedades indígenas habían adoptado una lógica de funcionamiento que reside en patrones de reciprocidad, tales como el don y contradón. A través de este mecanismo se afianzaban los lazos entre los miembros de una tribu y en razón de su vinculación con otras unidades políticas. Se interpreta, entonces, que se trata de un proceso de resignificación de hábitos y pautas en función al contexto de dominación colonial. Entre los antecedentes se destaca el caso de los ayllus que componen el imperio incaico. A partir de esta civilización es posible realizar una doble lectura. A modo horizontal, concibiendo los patrones de solidaridad y cooperación entre los miembros de cada una de estas unidades domésticas y de verticalidad considerando el caso de los kurakas y su interacción para con el Inca. A ello se supeditaban los patrones de reciprocidad diferida o de redistribución conducidos por el Inca legitimando la existencia de relaciones asimétricas entre él y los ayllus. Las alianzas fueron indispensables para afianzar los mecanismos de protección de las bases frente a potenciales ataques de parcialidades rivales. El hecho de preservar y proteger a los suyos no sólo les permitió a los líderes locales asegurar la estabilidad de la tribu sino también garantizar su continuidad política. Esta actitud paternalista por parte de los caciques se hace evidente a partir del relato del padre Falkner:

“El cacique tiene poder de proteger a cuantos se le acogen; de componer, o hacer callar en cualquiera diferencia o disputa, o de entregar al ofensor por ser castigado con pena de muerte, sin estar obligado a dar razón de ello, porque en estos casos su voluntad hace ley.”319

Con respecto a las acciones ejecutadas por las autoridades coloniales, uno de los primeros antecedentes de nombramientos de caciques principales durante el siglo XVIII es el de los caciques pampas que habitaban en el espacio serrano. Se trata de los

319Falkner (2004 [1774]) op. cit. 163 líderes étnicos Mayupilqui y Yati quienes mediante la intervención del capitán Juan Cabral se convirtieron en garantes de la seguridad de la frontera bonaerense hacia febrero de 1717320. El hecho de que estos hayan accedido a este nombramiento se debe a beneficios obtenidos en cuanto a obsequios, atribuciones, a su enemistad para con las parcialidades araucanas y a la posibilidad de resignificar su autoridad en pos de sobrevivir al dominio colonial mediante la negociación diplomática. En suma, se les permitió asentarse al norte del Salado y a cambio debían actuar como informantes de posibles ataques o incursiones.321

“El acta del Cabildo del 22/5/1717 da cuenta de los regalos hechos al cacique Mayulpilquián “guarda mayor nombrado para la defensa y custodia de esta campaña (…) Lo usual que esos nombramientos se hicieran en el marco de un tratado.”322

La figura del cacique guerrero fue reemplazada por la de un líder que no sólo debía dominar el arte de la guerra sino también desempeñarse como un gran orador a fin de poder negociar con los blancos. Tal como sostienen Nacuzzi, Lucaioli y Nesis323 hacia el interior de la tribu se logra a través de la palabra entablar negociaciones, se ejecutan peticiones, se defienden causas y se realizan acusaciones. Y con respecto a las relaciones con los blancos, construir un discurso era indispensable para concretar las paces y ejecutar pactos en los cuales la voz del cacique se volvía la representación de la voluntad colectiva de sus seguidores. Así se convirtieron en representantes de su comunidad frente a las autoridades coloniales, incluso ante la llegada de viajeros. Tal es el caso de los expedicionarios británicos que arribaron a Patagonia:

“En seguida fuimos citados para comparecer ante su majestad, quien nos recibió en una choza, sentado en el suelo con una jabalina a un costado y un arco y flechas del otro, un suelto manto rodeaba su cintura y una especie de torrecilla de plumas de avestruz en la cabeza y fumando una larga pipa de caña. Después de rendirle

320Campetella (2007) op. cit. 321De Marco (2013) op. cit. 322Levaggi (2000) op. cit. 323Nacuzzi, Lucaioli y Nesis (2008) op. cit. 164

nuestra obediencia él empezó a hacernos varias preguntas en español, del cual todos ellos pueden hablar un poco y que pronto nosotros les hicimos saber que entendíamos algo; interrogados de qué país éramos y cómo habíamos llegado a éste. Le dijimos que éramos ingleses perdimos en el mar del Sud en un buque de guerra inglés, donde íbamos a pelear con nuestros enemigos los españoles (…)”324

De esta forma, la capacidad de oratoria y diálogo político, el desarrollo de una economía pastoril (que promovió la importancia de ejecutar incursiones exitosas para consolidar la riqueza del cacique que debía ser compartida para garantizar el apoyo de los caciquillos, capitanejos y bases) sumado a la capacidad de movilizar lanceros o habitar un espacio estratégico para el acceso a un recurso como la sal no sólo se convirtieron en requisitos y rasgos indispensables del accionar político étnico sino también en elementos importantes para ser invitados por otras parcialidades y en especial por los blancos a negociar. El desarrollo de las transformaciones políticas adquirió a su vez nuevos matices a partir de la araucanización de las Pampas. Según Pinto Rodríguez325 fue la participación indígena en la economía fronteriza la que incentivó a los grupos del oeste cordillerano, más precisamente a sus líderes, a nutrir su capacidad de mediadores para sustentar su autoridad en el marco de la sociedad colonial acorde a las posibilidades de acción que encontrasen en la misma.

La presencia araucana y el intercambio cultural: su incidencia en la definición de nuevos matices políticos en Pampa y Nor-Patagonia En relación a la araucanización de las Pampas es importante destacar aquellos elementos que fueron asimilados y redefinidos por las sociedades indígenas de la Araucanía, Pampa y Nor-Patagonia y que resultaron sustanciales para la definición del prestigio y status en el seno de las tribus y en razón de las relaciones interétnicas. Acorde con lo sostenido por Mandrini y Ortelli326 el proceso de influencia cultural araucana se desarrolló en el siglo XVIII sin la existencia de asientos permanentes de las parcialidades mapuches. Si bien muchos grupos se asentaron en forma temporal en

324Morris (1956 [1742]) op. cit. 325Pinto Rodríguez (1996) op. cit. 326Mandrini y Ortelli (2002) op. cit. 165 zonas próximas al cordón cordillerano otros optaron por adentrarse en la Patagonia e incluso penetrar la región Pampa. Bajo este contexto, Villar y Jiménez327 reconocen que para el siglo XIX, bajo el clima de la Guerra a Muerte en territorio chileno, muchos caciques que se manifestaron neutrales y aquellos grupos que fueron vencidos y buscaban emprender una nueva etapa lejos de las represalias decidieron migrar a las Pampas. De esta manera se alteró el devenir político de las sociedades indígenas y se acentuó la competencia por los recursos que ya había iniciado sobre todo en la segunda mitad de la centuria anterior. En el capítulo tres de esta investigación se ha analizado el origen de la etnia mapuche y los procesos de etnogénesis que dieron origen a la misma. No obstante, resulta necesario indagar la naturaleza del liderazgo de las parcialidades araucanas para comprender de qué manera su vinculación con las sociedades de Nor-Patagonia y Pampa contribuyó a las transformaciones que operaban en éstas últimas. Fruto de las relaciones interétnicas construidas entre los grupos de un lado y otro del cordón andino cobra sentido la emergencia de una nueva configuración territorial, la denominada área Pan-araucana. El paso de “reches a mapuches” implicó que los tokis (líderes de guerra) fueran reemplazados por los ulmen (hombres ricos que acorde a los cacicazgos duales reches, se encargaron de la conducción de la tribu durante tiempos de paz). Los ulmen se desempeñaron como intermediarios en torno a las actividades económicas y nuevos líderes étnicos del siglo XVIII, momento en el cual se condensan los procesos de etnogénesis que dieron lugar al surgimiento de la etnia mapuche.328 En cuanto a su rol de intermediarios en torno a la reproducción material no debe perderse de vista que para aquel entonces, las parcialidades araucanas se manifestaban sumamente interesadas en comerciar con los españoles por lo cual comenzaron a frecuentar el espacio valliserrano bonaerense. Con respecto al devenir de la autoridad cacical mapuche vale la pena mencionar que estos líderes solían poseer cautivos y bienes de origen europeo. Ambos fueron fundamentales para alimentar el status social étnico. A su vez, desarrollaron

327Villar y Jiménez (2003b) op. cit. 328Mazzanti (2007) op. cit. 166 ciertos mecanismos de reciprocidad ya que de su generosidad dependía el grado de aceptación por parte de los linajes que componen la tribu. La necesidad de negociar y revalidar continuamente su autoridad habla de una organización sociopolítica que no ha logrado consolidarse más allá de las relaciones de parentesco. Por lo tanto, el ejercicio del poder no tenía un radio acción de largo alcance en cuanto a coerción y dominación debido a que no se habían desarrollado formas políticas comparables a los de una sociedad estatal. En función de las relaciones interétnicas desarrolladas entre los grupos de un lado y otro de la cordillera andina, es posible apreciar la importancia que tuvo el legado material araucano en la definición de los liderazgos étnicos pampas. La asimilación de pautas y elementos culturales araucanos, aspecto que caracterizó a la primera etapa del proceso de araucanización de las Pampas, se remite sobre todo a la adopción de la platería y textiles chilenos. Estos adquirieron el carácter de bienes de prestigio indispensables para la consolidación de pautas de diferenciación social para el caso de las regiones de Nor-Patagonia y Pampa.

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Figura 11. Tocado femenino “Lloven Ngutroe” de cupulitas correspondiente a la cultura mapuche. Siglos XIX-XX.

Fuente: Museo chileno de arte precolombino. Disponible en: http://www.chileantesdechile.cl/vitrinas/zona-sur/la-plateria-de-los-mapuches/

Para el caso de los cacicazgos de Nor-Patagonia y Pampa, Nacuzzi329 sostiene la existencia de un proceso de transición, sujeto a la influencia del dominio colonial, que posibilitó el pasaje de cacicazgos duales hacia formas políticas unipersonales a partir de la definición de nuevas cualidades en torno a la construcción de la autoridad cacical. Por un lado, mediante la tarea de las autoridades españolas de promover la gestación de confederaciones indígenas a fin de nuclearlos bajo un líder reconocible como intermediario o interlocutor, y por otro lado, gracias a la concreción de estas confederaciones. Posiblemente, las bases ya no se mostraron tan demandantes frente

329Nacuzzi (2008) op. cit. 168 a su líder, esto no quiere decir que su autoridad dejó de estar sujeta a procesos de negociación intraétnica, sino que las circunstancias de dominación colonial llevaron a sus seguidores a demandar menos y respaldar más a su jefe, puesto que si la autoridad de su jefe hubiese estado a expuesta a una pérdida considerable de legitimidad, la consecuencia directa de la tribu sería verse sometida a los blancos o en su defecto, a mostrarse vulnerable frente a otros grupos étnicos del área Pan-araucana. Por ejemplo, frente a las parcialidades araucanas que hacia mediados del siglo XVIII solían frecuentar en forma asidua las tierras del este cordillerano. En razón a las manifestaciones de prestigio y reconocimiento de la autoridad cacical Ortelli330 sostiene que en días festivos se hacía evidente el despliegue de bienes de lujo por parte de los caciques pampas. A través del uso de ponchos, plumas y metales en sus vestiduras y a modo de ornamentación de los caballos. Los caciques y caciquillos pampas lograron materializar su poder incluso hasta en su lecho de muerte. Estas prácticas son reconocibles a través del relato del padre Sánchez Labrador:

“(…) peró en las sepulturas de los Caciques intervienen algunas cosas dignas de saberse. El toldito en que esta el cadáver se adorna con mantas, que hacen oficio de hayetas, y paños de Tumbas; juntase aquí la gente del toldo (…) otros vasallos del difunto Cacique bien embijados, matan a los cavallos, que montaba en vida; y antes de sacrificarlos, los adornan los cuellos con cascabeles y les ponen encima una manta, enlutándolos (…)”331

De esta manera la posesión de ganados y la incorporación de bienes de origen araucano fueron determinantes para la construcción de la autoridad étnica pampa. Además, las relaciones interétnicas facilitaron la obtención de esposas para sellar alianzas políticas. Lo mismo sucede para el caso de las sociedades de Nor-Patagonia. Los tehuelches del norte, liderados hacia mediados de siglo por el linaje de los Bravos, constituyen un caso representativo de estos procesos de transformación política.

330Ortelli (1994) op. cit. 331Sánchez Labrador (1936 {1772}) op. cit. 169

Según Sánchez Labrador:

“Los Puelches, ó Serranos por lo cumun no tienen mas que una mujer, á excepción de los Caciques, que toman dos, ó tres. El famoso Cacique Brabo, aun en esto es singular, pues tiene hasta siete Mugeres”.332

Las transformaciones políticas desde una óptica interdisciplinaria: el ejercicio de la autoridad cacical a través del testimonio de los actores coloniales y de la cultura material Las organizaciones sociopolíticas de Nor-Patagonia y Pampa lejos están de ser concebidas como sociedades igualitarias. Al respecto expresa Mandrini333 que en la localidad de Puerto San Julián se encuentra una tumba que había sido hallada por una tripulación española, entre los cuales se encontraba el padre Cardiel en 1746. Dicho recinto construido en madera resulta peculiar por su forma troncocónica en la cual se hallaron tres individuos sepultados, posiblemente un cacique y dos mujeres. A su vez, los cuerpos estaban acompañados de un vasto ajuar compuesto por cueros de caballo, ponchos de lana y piezas de metal. Según el autor, las mujeres que acompañan al líder étnico habrían sido sacrificadas acorde a una práctica de la época denominada suttee, característica de aquellas sociedades que alcanzaron un alto grado de complejidad sociopolítica. Próximo a este recinto funerario se ha hallado otro similar cerca del estrecho de Magallanes, este había sido identificado por una expedición inglesa hacia 1820. En razón del valor simbólico y de diferenciación social que adquirieron ciertos bienes europeos, cada vez se hizo más notoria la dependencia indígena con respecto a ellos lo cual alimentó el desarrollo de las relaciones comerciales entre ambos mundos. Entre las transformaciones políticas acontecidas en torno a los cacicazgos pampas vale la pena mencionar también la importancia de la entrega de regalos durante el desarrollo de los parlamentos. Estas convenciones, cuya realización era promovida por las autoridades coloniales para pacificar el espacio fronterizo, resultaron cruciales para

332Ibídem op. cit. 333Mandrini (2008) op. cit. 170 afianzar el status y prestigio social de los caciques. Mazzanti334 señala que los ponchos se volvieron la prenda más utilizada durante la ejecución de reuniones entre indígenas y blancos. Los funcionarios solían recibir un poncho como regalo y a cambio los caciques obtenían un bastón de mando, objeto de gran valor simbólico en cuanto a liderazgo político étnico y por sobre todo para materializar el reconocimiento de la autoridad cacical por parte de los blancos. Aquel líder que se convertía en portador de este tipo de ornamentación solía utilizarlo como estrategia para afianzar su capacidad de mando frente a los capitanejos, caciquillos y bases. Aquellos caciques que fueron reconocidos por las autoridades hispanocriollas como caciques principales se destacaron por saber combinar la búsqueda de consenso para con los blancos (aunque también existieron momentos en que adoptaron algún tipo de comportamiento hostil) con la confección de una vasta y compleja red de relaciones y alianzas con diversos grupos étnicos. Así, se convirtieron en destacados mediadores e interlocutores del mundo indígena frente al dominio colonial. Para que ello fuese posible, los caciques principales favorecieron la construcción de alianzas y lazos de parentesco mediante la adopción de prácticas matrimoniales exógamas entre su linaje y el de los caciques menores con los cuales solían relacionarse. De esta manera, las tribus procedieron a la práctica de intercambiar mujeres mediante el ofrecimiento de dotes entre diversos clanes o linajes. En palabras textuales de Mazzanti335 “se trataba de una economía política del parentesco que acumulaba riquezas para obtener mujeres y éstas se traducían a su vez en mayor riqueza”. Se trata, pues, de sociedades que desarrollaron complejas prácticas de diferenciación social en las cuales se hace evidente la relación de retroalimentación que existe entre parentesco y política. Esto da razones suficientes para entender el accionar político del linaje de los Bravos y su vinculación con las parcialidades pampa-serranas y araucanas. Las parcialidades del período aquí analizado se caracterizan por un estilo de vida familiar patrilocal sujeto a una lógica de linajes. Las alianzas matrimoniales resultaron cruciales para afianzar las relaciones interétnicas y a la vez consolidar acuerdos políticos intertribales. Las dotes ofrecidas por los hombres consistían en la entrega de animales,

334Mazzanti (2007) op. cit. 335Ibídem.

171 textiles y objetos de valor para así acceder a la posibilidad de casarse, y la cantidad y calidad de bienes ofrecidos variaba en función al grado de distinción social del linaje de la mujer a la cual aspirasen como prometida. En torno a la vinculación de las parcialidades pampa-serranas con los mapuches, la construcción de lazos de parentesco facilitó el acceso de los segundos a ciertos conocimientos, parajes y desplazamientos en las llanuras orientales. De manera tal que las relaciones económicas incidieron de forma directa sobre el devenir político de los cacicazgos pampas.336 Se ha demostrado entonces la relación simbiótica que existe entre política y parentesco y en función de ello surge la cuestión de la heredabilidad del poder. Si bien estas pautas cobran mayor desarrollo en los cacicazgos del siglo XIX, es posible identificar, en la centuria anterior, ciertas prácticas políticas referentes a la sucesión cacical. La continuidad del líder étnico en el cargo estuvo condicionada a su capacidad de desarrollar una serie de mecanismos de reciprocidad diferida (aspectos analizados en el capítulo anterior). No obstante, el linaje de los Bravos supo combinar formas políticas redistributivas con pautas de heredabilidad, que no sólo se regían por reglas de sucesión de padres a hijos sino también en razón de los hermanos menores del cacique que dejó el cargo vacante. Acorde con el testimonio del padre Falkner:

“En una guerra general, cuando muchas naciones se alían con su común enemigo, elijen un Apo, o Comandante en jefe de entre los viejos, y más celebrados caciques, cuyo honor aunque electivo, ha muchos años que en alguna manera se ha hecho hereditario en la familia de Cangapol, quien va a la cabeza de los Tehuelches, Checheches, Guiliches, Peguenches y Diviheches, cuando se unen sus fuerzas.”337

336Se recomienda ver Mandrini (2008) op. cit. 337Falkner (2004 [1774]) op. cit.

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Figura 12. Dibujo del padre Falkner referente al cacique Cangapol y a una de sus esposas.

Fuente: Falkner (2004{1774}) op. cit.

El linaje de los Yahatti (pampas) asumió el rol de “caciques principales” una vez que el de los Bravos entró en decadencia producto de las disputas internas por las normas de sucesión. Al igual que los Bravos, este linaje se destacó por sobre los demás construyendo un amplio radio de acción política, logrando establecer alianzas y acuerdos con aquellas tribus lideradas por capitanejos o caciques menores. Según Néspolo, Cutrera y Morrone338 el linaje Yahatti se habría destacado por su capacidad de construir una red de relaciones interétnicas que incluso trasvasaba los límites del mundo indígena ya que supieron negociar con los hispanocriollos y buscar ciertos márgenes de acción dentro de la nueva lógica colonial para satisfacer sus propios intereses, aunque en algunos momentos actuaron en forma hostil.

“Reforzar la etnicidad para afianzar la autoridad”: la importancia de las pautas y hábitos indígenas en el devenir político de las tribus El comportamiento de los caciques oscilaba entre la occidentalización y la preservación o repliegue hacia conductas más bien ligadas a sus orígenes, “a lo

338Néspolo, Cutrera y Morrone (2009) op. cit. 173

étnico”. Con respecto a las creencias de las parcialidades indígenas pampas, estas apostaron a realizar ciertas alteraciones o sincretismos entre sus principios metafísicos y el catolicismo. De modo tal que para el siglo XIX, Juan Catriel (el Viejo) se erigió como cacique pampa, capaz de mantener dos mundos culturales paralelos a fin de no perder el apoyo de sus bases ante la incorporación de pautas procedentes del mundo blanco. De esta manera, se asimilaron al accionar político cacical ciertos patrones de comportamiento que sólo pervivían a través del cacique y su linaje a fin de evitar que su propagación pusiera en riesgo los principios étnicos sobre los que su autoridad se solventaba. Tal como sostiene Irianni339 los caciques fueron capaces de abandonar o alternar otras prácticas con aquellas de raigambre ancestral, propias de su etnia, de modo tal que ello no comprometía el apoyo y aceptación obtenido de las bases sociales, quienes seguían creyendo en las fuerzas naturales y recurriendo a los curanderos de la tribu. Sin embargo, las bases sufrieron el impacto por ejemplo de un traslado forzoso hacia otro sitio o su alejamiento con respecto a un recinto sagrado. Estas maniobras políticas incluso se visibilizan en los descendientes de Juan Catriel el Viejo, tal es el caso de Cipriano Catriel, quien decide bautizar a sus hijos pero no accede a que la gente de su tribu tome este sacramento. No obstante, el autor reconoce en el relato de Mac Cann una cierta indiferencia por parte de los indígenas en función a ciertas prácticas cristianas más allá de los esfuerzos y artilugios de los caciques pampas para preservar la etnicidad:

“Cuando andan en guerra, o sufren pestes, sequías u otras calamidades, las mujeres hacen una danza religiosa en honor del sol y también observan una costumbre por la que se ve que, originariamente, han ofrecido sacrificios a alguna deidad: toman el corazón de un animal – una vaca, un potro o un ternero- y lo rellenan con frutas (manzanas, peras, sandias y melones), hierbas, acaso tabaco, arrojándolo después en alguna laguna o río, como acto propiciatorio.”340

La ambigüedad de las acciones políticas de los líderes se hace evidente si se considera que en varias ocasiones entregaron a los suyos a fin de impartir justicia o al

339Irianni (2012b.) op. cit. 340Mac Cann, W. ({1853} 1986) Viaje a caballo por las provincias argentinas, Hyspamérica, Buenos Aires. Ibídem. 174 advertirles acerca de los comportamientos considerados reprobables, que atentasen contra la continuidad de las relaciones pacíficas con los blancos. Y a la vez, recurrían a lo étnico para convocar a la tribu para la guerra mediante un consejo que supervisaba y avalaba sus decisiones en momentos de choque con los blancos y con otras tribus enemigas. Al respecto el padre Falkner expresa que:

“Generalmente es suceptible de cohecho, entregando sus vasallos, y aun sus parientes cuando le pagan bien. Según sus órdenes acampan, y marchan los indios de un país a otro para morar o cazar, o hacer la guerra. Frecuentemente los cita a su tienda, donde les hace sus arengas relativas a su conducta, las exigencias del tiempo, las injurias que han recibido, y las medidas que se deben tomar, etc. En estas ocasiones ostenta, y exageran sus proezas, y mérito personal. Si tiene elocuencia es muy estimado, pero si les falta este talento, emplea por lo común un orador que suplas las veces. En casos de importancia, especialmente de guerra, cita un consejo de los principales indios y hechiceros, con quienes consulta sobre lo conducente, ya para defenderse, ya para atacar a sus enemigos.”341

Además de los nombramientos de caciques principales para proteger la frontera, a través de la información y la protección militar indígena, se desarrollaron otro tipo de acciones a fin de congeniar con los indígenas, y ello se debió no sólo a una cuestión de preservar la paz y evitar las malocas en las estancias ganaderas sino también a la explotación de recursos, tales como la sal. Las salinas se encontraban tierra dentro, en la profundidad de la región Pampa, por lo cual las autoridades del Cabildo de Buenos Aires, tenían muy presente la necesidad de cultivar las paces e incentivar los intercambios comerciales con los indígenas para facilitar el acceso a dicho recurso. La entrega de regalos por parte de los hispanocriollos resultaba indispensable para obtener así el permiso de las tribus para servirse de ciertos recursos o transitar por ciertos senderos. Al respecto señala Campetella,342 que en las sierras, los presentes o agasajos fueron fundamentales para que los troperos pudieran vaquear sin sufrir ataques de los indígenas. Aquellos bienes ofrecidos que materializaban la

341Falkner (2004 [1774]) op. cit. 342Campetella (2007) op. cit. 175 intención de los blancos de construir una relación amistosa, solían ser productos predilectos por los caciques y su gente. Si bien existió un acceso limitado a ciertos bienes, por parte de las bases indígenas, es cierto que sus jefes dieron el visto bueno para que intercambiaran ganado o derivados por aguardiente, yerba, tabaco, etc. Estos permisos o “permitidos” eran parte de los hábitos asimilados por los miembros de la tribu y no sólo facilitaban la convivencia entre las diversas familias sino que también servían para evitar cuestionamientos a la autoridad étnica. Esto explica por qué el comercio interétnico no se vio afectado ni siquiera en tiempos de guerra, porque la dependencia indígena hacia ciertos productos fomentó la necesidad de no cortar definitivamente su vinculación con los blancos. La cotidianidad de las tolderías puede apreciarse a través del testimonio de aquellos que fueron tomados cautivos pos diversas parcialidades:

“Que de los Bueyes, que llevaron, charquearon los más, y los fueron a vender a la costa del Mar donde hay españoles, y que de allí traen yerba, y Aguardiente”. 343

“Preguntado dónde se escapó y qué tiempo ha tardado en llegar a esta frontera responde que desde el mismo río Colorado hizo la fuga que le proporcionó la embriaguez de los indios del que habían traído el aguardiente de la Costa del paraje donde están las poblaciones de los españoles a los que llevan ganado los indios, para trocarle por esta bebida, tabaco, yerba, que ha visto traen de dicho paraje.”344

Sin embargo, no siempre las transacciones comerciales fluyeron con soltura y normalidad, ya que en numerosas ocasiones no coincidían las expectativas de los indígenas en razón de los regalos con la voluntad de los blancos. En aquellas circunstancias, los blancos accedían por la fuerza a ceder ganado o bienes de metal ya que eran conscientes de la superioridad numérica de indígenas, aunque hubo episodios donde esta no era tan clara o los nativos se toparon con cuadrillas militares que no sólo los superaban en número sino que también portaban armas de fuego.

343Declaración del cautivo Matheo, Funes, octubre de 1780. Mayo (2002) op. cit. 344Declaración del cautivo Hipólito Bustos, diciembre de 1780. Ibídem. 176

En este clima de época, los acuerdos o paces celebradas sirvieron para regular la presencia de los indígenas en territorio blanco y facilitar, sobre todo a partir del siglo XIX, que avance aun más la frontera sobre los dominios indígenas.

El surgimiento de una nueva racionalidad indígena como herramienta de acción política durante la segunda mitad del siglo XVIII

En varias ocasiones los actores coloniales promovieron la conciliación entre las parcialidades a fin de concretar sus propósitos de reducirlos y someterlos en conjunto. Tal es el caso de los padres jesuitas, quienes optaron por conciliar a puelches y patagones a fin de afianzar la continuidad de la misión en la zona del Volcán. Las implicancias y dificultades ante las cuales se toparon los jesuitas pueden apreciarse en el testimonio del padre Sánchez Labrador:

“Deshecha la Reducción de Nuestra Señora de los Desamparados de Indios Tehuelchus, ó Patagones, se unieron los tres Misiones en la del Pilar de Puelches en el Volcan. No perdieron las esperanzas de reparar la ruina, si las dos Naciones se reconciliasen. Por esto sus pensamientos eran de Paz, que procuraron ajustar entre los Puelches, y Patagones. Valieronse para llevar à execucion los tratados de un Indios Christiano, llamado Domingo Castellano, que al principio sirvió à los Misioneros de Interprete.”345

La ejecución y desarrollo de acuerdos y parlamentos está íntimamente ligada a la racionalidad indígena, puesto a que a través de ella se perciben los pormenores de este acercamiento. En otras palabras, los indígenas eran conscientes de que la negociación y la oratoria se habían convertido en herramientas sustanciales con las que debía contar un cacique para así desplegar ciertas estrategias de supervivencia ante la presencia de los hispanocriollos en las Pampas y en la Patagonia. Bajo este contexto cobran sentido los argumentos de Irianni346 en cuanto al rol de los caciquillos, los cuales estaban supeditados al radio de acción política de un cacique que a través de sus negociaciones y tendencia a la adopción de pautas culturales hispanocriollas se

345Sánchez Labrador (1936 [1772]) op. cit. 346Irianni (2007) op. cit. 177 arriesgaba a que se desdibujara no sólo el apoyo de estos caciques menores sino también la identidad étnica de la tribu. Sobre todo cuando se acordaba la no realización de malones o salidas a bolear o actividades de caza menor. Más allá de las compensaciones económicas que pudiesen obtener estos líderes étnicos ante estas restricciones, para el siglo XIX, el escenario de los cacicazgos pampas se veía considerablemente adulterado en términos simbólicos y sagrados ante el progresivo avance de los sincretismos culturales. Según Ávila,347 el momento de celebración de parlamentos debe entenderse a través de dos fases complementarias. Como encuentro pantribal a la hora de tomar una decisión crucial o resolver problemáticas que afectaran a varios linajes que requerían generar consenso. Y a su vez, en relación a los españoles, representaba el momento de desplegar aquel argumento que previamente había sido consensuado entre los linajes y a partir de este momento de encuentro entraba en juego el poder de negociación de los caciques para evitar la imposición por convencimiento o mediante la violencia. Vale la pena mencionar que la gesta de estos encuentros de diálogo y búsqueda de consenso fueron claras manifestaciones de diferenciación social, debido a que el rol de los actores y la presencia y/o ausencia de ciertos integrantes de la tribu denota que las sociedades indígenas de las regiones aquí analizadas eran organizaciones políticas jerárquicas. Acorde con Ortelli,348 estas asambleas eran encabezadas por los caciques principales, acompañados de su séquito militar cuyos miembros se desempeñaban como consejeros que eran nombrados o elegidos entre los parientes de los caciques más importantes. Esto se manifiesta claramente en el relato del padre Rosales:

“El indio, dice este Padre, era de grande estatura y bien dispuesto: venía vestido de un pellón de tigre; su rostro y cuerpo muy pintados, con aros y flecha en la mano, su carcaj al hombro, en la cabeza un tocado de una red, y al rollete entretejidas muchas flechas, con puntas de pedernal blanco. Y plumas de colores en el otro extremo. Púsose en medio, con su flecha en la mano, y habló en dos lenguas,

347Ávila, Carlos (1998) “Parlamentos de paz en la Araucanía y las Pampas. Una visión comparativa (1604- 1820) en Memoria Americana, Nº 7, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Buenos Aires, pp. 29-60. 348Ortelli (1994) op. cit. 178

haciendo su parlamento: primero en la lengua de Chile, respondiéndome a mí y al cacique Catinaquel: y luego en lengua puelche, para que entendiesen lo que nosotros y él habíamos dicho los que no sabían la lengua de Chile, sino la puelche, que es en todo diferente“.349

Sin embargo, el desarrollo de nuevas facetas en cuanto al ejercicio del liderazgo cacical no implica que la belicosidad perdiera importancia. Por el contrario, tal como señalan Nacuzzi, Lucaioli y Nesis350 era necesario que los caciques continuaran destacándose por sus proezas militares. Esto explica la importancia que adquirieron los malones como empresas económicas y militares cuyo éxito afianzaba la autoridad cacical. De modo tal, que durante la segunda mitad del siglo XVIII proliferaron las incursiones sobre los establecimientos fronterizos. El testimonio del cautivo Pedro Pablo Maldonado se remite precisamente a las incursiones indígenas y el impacto que generaban sobre la frontera bonaerense:

“(…) el que declara herido de un bolazo {se refiere al cautivo Pedro Pablo Maldonado} echándose encima algún número de indios y que habiéndole ido a degollar uno de ellos, gritó el Capitán Bravo déjenlo que serviría para baqueano, por lo que no acabaron de degollarle siendo a ese tiempo herido en el pescuezo, y que dentro de poco vio a sus compañeros muertos, y habiendo sido la chacra despojada de cuanto había, el lenguaraz que traían le mandó al que declara que los guiara a la frontera de Luján de que se excusó por estar herido, conformándose los indios con que los guiara a la chacra de Juan Leal, cerca de dicha frontera lo que ejecutó al instante, que los indios le aseguraron varias veces que los que habían entrado por el lado de Navarro a la choza eran Aucas y Tehuelches, y muchos más que los que allí venían; y que ellos eran los ranqueles y que con estos ranqueles venían siete caciques, y el Capitán Bravo que los gobernaba.”351

349Furlong (1992 [1942]) op.cit. 350Nacuzzi, Lucaioli y Nesis (2008) op. cit. 351Declaración del cautivo Pedro Pablo Maldonado, agosto de 1783. Mayo (2002) op. cit. 179

Promover la unión e incentivar los conflictos intertribales: acerca de los mecanismos de dominación colonial bajo el clima de fricción interétnica Los caciques del área Pan-araucana desplegaron diversas estrategias para sortear el inevitable avance del dominio colonial. Basta recordar el malón ejecutado en 1740 por los Bravos sobre la campaña bonaerense para entender el alcance de su influencia política, la magnitud de las alianzas intertribales que supieron construir y la amenaza que éstos representaban para las autoridades coloniales. Para Mandrini352 los Bravos supieron movilizar aproximadamente un millar de guerreros que arrasaron el partido de la Magdalena. A partir del testimonio del cautivo Pedro Pablo Maldonado se hace evidente que más allá de la crisis y decadencia del linaje de los Bravos, luego de la muerte de Cangapol, los tehuelches continuaron destacándose por ser grandes guerreros y capaces de construir alianzas con los aucas a fin de satisfacer sus propios intereses. Esto se debió a la efectividad de los caciques que sucedieron a Nicolás Bravo para mantenerse ávidos en el arte de la guerra y la oratoria a pesar los embates que debilitaron la influencia política de este linaje. Cabe aclarar que a la capacidad de convocatoria de lanceros, debe sumarse las facultades de los caciques para poder solventar la presencia de refugiados en las tolderías, aspecto que ya ha sido analizado en el capítulo anterior en torno al sistema de reciprocidad diferida denominado “pedir con vuelta”. Es por ello que el siglo XVIII es testigo de varios casos de gauchos o incluso viajeros que se aventuraron a recorrer a aquellas tierras que aun estaban bajo dominio indígena y recibieron cobijo y comida. Muchos gauchos que estaban implicados en casos judiciales optaron por una nueva vida en calidad de agregados de alguna tribu.353 De esta manera el espacio fronterizo se presenta en las Pampas como un recinto de interacción permanente entre ambos mundos en las pulperías, ferias, etc. Los pampa-serranos lograron desarrollar un estilo de vida pastoril, el cual despertó un gran interés en los tehuelches y araucanos. Si bien el circuito comercial del ganado se apoyaba en técnicas de cría, cuidado y control pecuario, es bien sabido que las incursiones también fueron determinantes para que “el pedir con vuelta” funcionase. El desarrollo de este sistema de reciprocidad diferida y los procesos de

352Mandrini (2008) op. cit. 353Se recomienda ver Irianni (2012b.) op. cit. 180 especialización económica alteraron el devenir de los cacicazgos pampa-serranos e incluso ejercieron influencia sobre los tehuelches y araucanos. En relación a ello debe señalarse que este sistema comenzó a gestarse en el siglo XVIII pero se consolidó en el siglo XIX. Y esto se observa si se considera que los cacicazgos pampas, más precisamente el linaje de los catrieleros se encuentra en una encrucijada constante entre la adopción de pautas euro criollas y evitar que estas erosionaran en forma total la etnicidad pampa. Sin embargo, intentaron en la medida de lo posible, suplir parte de sus intereses a través de la construcción de una relación amistosa con Juan Manuel de Rosas, actuando como informantes y auxiliares militares, en el marco del negocio pacífico de indios. De esta manera, recibían obsequios, cabezas de ganado, entre otros beneficios que bien sabían debían destinar, en parte, para la reproducción social de sus seguidores. Así las bases, capitanejos y caciquillos quedaban “en deuda” con el cacique y éste se aseguraba una compensación por parte del endeudado o de su familia. Acorde con Irianni354 desde Juan Catriel, el Viejo, hasta su última descendencia, tenían en mente que su conversión en generales o hacendados ponía en riesgo la continuidad del cacicazgo y la pervivencia de la identidad catrielera, aunque, esta fue posiblemente la única salida o estrategia de supervivencia posible, considerando que el avance del dominio y poblamiento blanco sobre territorio indígena era imposible de detener, y ante esta situación, buscaron las formas de concretar alianzas o negociaciones que, en la medida de lo posible, les permitiera a este linaje sobrevivir. A la vez, en palabras del autor “algunas referencias del comportamiento de aquellos caciques muestran, de todos modos, que entre ambos mundos había zonas grises donde se podían satisfacer las ambiciones personales y atracciones del mundo blanco sin afectar dramáticamente el perfil aborigen ante la tribu”. 355 Otro mecanismo que contribuyó a la generación de sincretismos entre ambos mundos, sobre todo en materia de elementos culturales, es la práctica del cautiverio. Siguiendo los aportes de Mazzanti356 las mujeres blancas capturadas eran apropiadas

354Irianni (2005) op. cit. 355Ibídem. 356Mazzanti (2007) op. cit. 181 por cualquier miembro masculino lo cual atenuaba, en cierta forma, las diferencias sociales entre las unidades domésticas. Y a la vez, sirvió como indicador de prestigio para los caciques, ya que al tener descendencia europea, lograron acrecentar su reconocimiento y respeto no sólo por parte del mundo occidental sino también con respecto a los miembros de la tribu. A su vez, los cautivos se volvieron un elemento determinante a la hora de concretar un acuerdo, restablecer las paces o ejercer presión política según la situación que se presentase. Pero la erosión de la etnicidad no sólo se produjo por ingresar a un proceso inevitable y a la vez negociable por parte para de los caciques, sino también por el despliegue de ciertas estrategias desarrolladas por los hispanocriollos. “Divide y reinarás” es una frase que resume en forma clara algunos de los artilugios desarrollados por los blancos para favorecer el avance gradual de la frontera hacia el sur. Entre las enemistades arengadas y acentuadas por los blancos se encuentra el del linaje de los Bravos y el cacique pampa Rafael Yahatti. La hostilidad reinante entre ambas parcialidades tiene como antecedente el caso del cacique Felipe Yahatti. Este decidió incursionar sobre las misiones jesuitas a fin de vengar la muerte de su hermano Joseph Yahatti ejecutado por los hombres del maestre de campo Mendinueta en 1752. Cuando el cacique pampa se dispuso a escapar con el botín obtenido sufrió una emboscada en manos del Cacique Cangapol quien se encargó de quitarle la vida. Sumado a ello, hacia 1756 la influencia política del cacique Bravo mostraba síntomas de decadencia, sobre todo por su actitud rupturista en razón de las paces celebradas con los blancos y en su rol de organizador y coordinador de los malones que se ejecutaron hacia 1750. En este contexto, Rafael Yahatti se proyecta en la arena política como un cacique aparentemente inofensivo que busca negociar con los blancos, volviéndose una pieza clave del juego político interétnico en razón de sus asperezas con los tehuelches. No obstante, las autoridades coloniales supieron desplegar un discurso pacifista que pretendía transmitir un mensaje de tolerancia y convivencia armónica, a fin de evitar una posible alianza entre ambos linajes con el objetivo de cobrar venganza contra los blancos. Las actas del Cabildo del 17 de septiembre de 1756 dejan entrever la existencia de rispideces entre ambos linajes, a saber:

182

“y que Asi para Tratar las pasez quando le parezca y Aser laz Capitulasionez puesto que ahora no puede mantenerse por Algun mas tiempo, podra Volver dho. d.n Carlos Estando prevenido que tanvien los a de aser Con el Casique brabo, porque avindo Esta Ciudad y Jurisdiccion Esperimentado tan buena Correspondensia de Su Amistad, Sera tanvien presiso darle antez aviso de esta Proposision; y si acaso tuviesen Algun inconveniente En esto Se procurara por todos medios Su amistad para que asi todos se mantengan Con quietud y sin Sosobra: y Al mismo Tiempo podra prenir V. ss.a Al Sto. Maior que no permita Se internen los indios Con Este pretezto; y que quando ayan de volver a Tratar de las pases abra de ser Con poco numero de Jente a aquella frontera, la que Custodiara con Vijilansia Como asta aquí lo a echo, y que Con su Aviso Se daran laz providensiaz para que Se pasen a ser los Tratados de paz.”357

Respecto a las maniobras desarrolladas por los blancos Crivelli Montero358 argumenta que Buenos Aires alimentó ciertos conflictos para debilitar políticamente a diversos caciques. Tal es el caso de Callfilqui quien asume como cacique pampa puesto que sus antecesores se vieron muertos, entre otros motivos, debido a la alianza de esta parcialidad con el cacique pampa-serrano Flamenco y algunos tehuelches. Estos episodios violentos tuvieron lugar debido a la unión de fuerzas del cacique de nación pampa, Lepin Nahuel y de los españoles (al poco tiempo de las paces de laguna de los Huesos). A la vez, Nacuzzi, Lucaioli y Nesis359 sostienen que algunas manifestaciones de prestigio cacical eran promovidas por los españoles, ya que a través de reconocimientos u obsequios, lograron vincularse con algunas parcialidades. Esto se hace evidente a través del diario del padre Cardiel, en razón de sus apreciaciones respecto al comportamiento de los serranos:

“Estos Serranos, aunque gustan de que nosotros estemos en sus tierras por la yerba tal vez y avalorios y otras mil cosas que les damos y por que el Español no

357“Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires”, AGN, Serie III, Tomo II, Libros XXX - XXXI - XXXII – XXXIII, Años 1756-1761. Buenos Aires, 1926, p. 126. 358Crivelli Montero (1991) op. cit. 359Nacuzzi, Lucaioli y Nesis (2008) op. cit. 183

les traiga guerra (no hay que temer que se la haga si ellos no dan mucha ocasión), como ellos están haciendo continuos viajes a la ciudad y estancias (…)”360

Acerca de la vida en el espacio fronterizo y la emergencia de nuevos actores sociales El acercamiento entre ambos mundos fue posible gracias a la presencia de lenguaraces que actuaron como interlocutores que solían ser cautivos, refugiados o mestizos que lograban comprender con cierta soltura no sólo la lengua sino el modus operandi de ambos mundos. Incluso destaca Ávila361 que éstos supieron aprovecharse de su rol vital de comunicadores para satisfacer determinados intereses, por lo cual en ciertas negociaciones supieron abandonar la neutralidad e inclinarse a favor de alguna de las dos partes. En relación a la lógica indígena y el desarrollo de una nueva racionalidad acorde al contexto de dominación colonial es importante destacar, siguiendo al autor, cómo los líderes étnicos en muchas ocasiones optaron por recurrir a los intérpretes del bando hispanocriollo, aun cuando los primeros tenían un manejo dúctil de la lengua española o solían inmiscuir en el desfile de asistentes a un parlamento a aquellos indígenas, refugiados o cautivos que supieran el castellano para asegurarse que la información traducida resultase fehaciente. Tal como se ha podido demostrar en estas líneas los actores sociales involucrados en los momentos diplomáticos fronterizos supieron desempeñarse activamente, desplegando diversas estrategias destinadas a concretar sus intereses y el de las partes representadas. Para el caso del mundo indígena, quienes se destacaron por su rol ambivalente y fluctuante fueron los caciques, individuos con “perspicacia y cintura política” a la hora de entablar un acuerdo. Los caciques utilizaron los regalos, cargos y designaciones hispanocriollas no sólo para consolidar su autoridad con respecto a sus propias bases sino también en razón de aquellos caciquillos, capitanejos y otros caciques de tribus aliadas. Respecto a las jerarquías de mando y los procesos de diferenciación social que aquí se exponen, Irianni362 sostiene que es determinante que un cacique cuente con aceptación de sus bases, capitanejos y caciquillos y que para ello fuese posible era indispensable que el líder supiera construir un equilibrio de poder con otras

360Cardiel (1930 [1748]) op. cit. 361Ávila (1998) op. cit. 362Irianni (2009) op. cit. 184 parcialidades, en torno al radio de acción político, territorial, pactos, amenazas, venganzas, etc.; su astucia para recurrir a la riqueza familiar no solo en cuanto a elementos materiales sino también inmateriales; y en razón a su vinculación con los blancos. Ya que desde el momento en que se construyen lazos amistosos, la riqueza familiar aumenta y cobra mayor importancia de modo tal que resulta extraordinario por sobre las demás condiciones o requisitos básicos para aspirar al cargo de cacique. En diálogo con el autor, Nacuzzi363 destaca que posiblemente los caciques “subalternos” habrían surgido debido al enriquecimiento de otros caciques. La segunda mitad del siglo XVIII estuvo protagonizada por una serie de transformaciones políticas en torno al devenir de los cacicazgos de Nor-Patagonia y Pampa, esto se debió no sólo al reposicionamiento que adoptaron las parcialidades frente a la dominación colonial, sino también por la participación activa de diversas parcialidades en torno al circuito del ganado indígena que tenía como epicentro el espacio valliserrano Tandilia. Acorde con Bechis364 los líderes étnicos pampas debieron construir su autoridad ante la falta de mecanismos de institucionalización del poder, por lo cual el devenir político de cada líder estaba sujeto a las características personales, la ejecución de tareas y a la capacidad organizativa por sobre la toma de decisiones. Lo mismo sucede para el caso de los caciques serranos del sur y suroeste de la actual provincia de Buenos Aires:

“(…) ese cacique [se refiere al cacique serrano Yepelye]se había o de agregar a una de estas dos reducciones o había de retirarse a sus tierras. Finalmente el cacique, después de haberse detenido mucho tiempo en esos campos, corriendo yeguas con pretexto de buscar agua para su retirada, al cabo volvió, y ahora se excusa de no poder retirarse a sus tierras por no hallarse aguada. Y esta dilación suya es la causa de no haber yo respondido mucho ántes a las cartas de V. Señoría“. 365

Bajo este contexto de ausencia de aparatos estatales debe entenderse la importancia de las alianzas intertribales para preservar la etnicidad y autonomía política de los cacicazgos, lo cual implico, en varios casos, dejar atrás las diferencias y

363Nacuzzi (1998) op. cit. 364Bechis (1989) op. cit. 365Carta del padre Strobel desde Concepción de Pampas al Gobernador, 26 de diciembre de 1746. Leonhardt (1924) op. cit. 185 promover la unión para facilitar la supervivencia de las bases. Para ello recurrieron a la circulación de información y conocimientos del área y a la designación de un jefe o conductor principal que los nuclease. En palabras del padre Falkner:

“Aunque dichas naciones tengan entre sí continuas disputas y desavenencias, muchas veces se juntan contra los españoles, eligiendo un Apo, o Capitán general otras. Cada nación hace la guerra por sí misma. En las guerras con los españoles de Buenos Aires, los Moluches asisten en calidad de auxiliares, siendo elegidos sus jefes de entre los Puelches, porque conocen mejor el país. Por la misma razón, en las guerras con los españoles de Chile, se eligen jefes Moluches.”366

La redefinición de la autoridad étnica: ¿resistencia indígena o aceptación de la imposición colonial? Más allá de las maniobras ejecutadas por los blancos, los caciques supieron, en la medida de lo posible, evaluar la circunstancia más favorable para la concreción de sus propios intereses y asegurar la supervivencia de la tribu. Por lo cual, analizaron claramente en cada ocasión, si reducirse o mantener distancia, atacar o negociar las paces. Bajo este contexto tuvo lugar el paso de jefaturas duales a jefaturas unipersonales. Al respecto expresan Nacuzzi, Lucaioli y Nesis367 que la adopción de un modo de vida nómade centrado en la ejecución de desplazamientos programados les permitió a los grupos étnicos evadir el proceso de dominación colonial y luego estatal. Ello condicionó la definición de rasgos políticos que modelan la autoridad cacical, aunque no debe perderse de vista que esta mutación debe interpretarse a partir de la intención de los hispanocriollos de reducir el número de caciques con los cuales negociaban. En otras palabras, algunas de las confederaciones indígenas del siglo XVIII, acorde a las autoras, habrían existido a modo de simplificar el momento de sellar las paces y adquirieron existencia concreta y solidez como aparatos políticos a partir del siglo XIX. El pasaje de un jefe de guerra y uno de paz a un solo agente de poder étnico debe entenderse a partir de la importancia que adquirieron la oratoria y las habilidades

366Falkner (2004 [1774]) op. cit. 367Nacuzzi, Lucaioli, Nesis (2008) op. cit. 186 para la negociación como cualidades políticas indispensables. La heredabilidad no siempre se respetó, y en aquellos casos que sí, no necesariamente se desarrolló de padre a primogénito, sino que en muchas ocasiones las principales familias se emparentaban entre sí para consolidar el poder étnico en forma horizontal. A su vez, si el hijo del cacique muerto no cumplía con los requisitos para detentar el cargo, este no accedía al mismo. Por lo tanto, la autoridad cacical como fenómeno político no deja de ser una actividad que continuamente se renueva y que debe retroalimentarse del apoyo de sus bases, esto se hace posible a través de los mecanismos de reciprocidad diferida ya analizados. Si se considera el caso de los Bravos, los ataques que realizó Cangapol sobre las reducciones o poblados fronterizos (ya mencionados) no significaron un quiebre total de la convivencia pacífica. Lo cual se hace evidente en la siguiente cita:

“Cangapol, que con sus Tehuelches había vivido hasta entonces en gran amistad con los españoles, se irritó sumamente al ver la maldad ejecutada con su hijo, la muerte de sus amigos los Guilliches, la de su amado pariente, y otros, y manera indigna con que trataron sus cadáveres; y aunque entonces tenía cerca de 60 años, salió al campo á la cabeza de mil hombres (otros dicen cuatro mil) compuestos de Tehuelches, Guilliches, y Peguenches: se echó sobre el distrito de la Magdalena, distante cerca de 4 leguas de Buenos Aires y repartió sus tropas con tanto juicio, que limpió y despobló, en un día y una noche, mas de 12 leguas del país mas poblado y abundante. Mataron muchos españoles, é hicieron cautivas un gran número de mugeres y niños, y robando además, pasadas de veinte mil cabezas de ganado, fuera de caballo. En esta expedición los indios solo perdieron un Tehuelche (…) Los españoles humillados con este golpe, quitaron la comisión al Mariscal de Campo, y nombraron otro en su lugar, levantando un ejército de 700 hombres que marcharon al Casuhati, no para renovar la guerra, sino pedir paz.” 368

Se confirma así la segunda hipótesis secundaria de esta propuesta según la cual los caciques Bravos, actuaron como interlocutores entre las autoridades coloniales y los caciques menores “pampa-serranos” de modo tal que su desempeño fue oscilante y ambivalente entre la reivindicación y representación de las parcialidades

368Falkner (2004{1774}) op. cit. 187 aliadas y la satisfacción de sus intereses a partir de la negociación con las autoridades coloniales de Buenos aires. No resulta extraño que Guibar y Gualquen (parientes del Bravo) se hayan dirigido al Fuerte el Zanjón para dirimir allí en presencia de los hispanocriollos la continuidad del cacicazgo, ambos se mostraron dispuestos a reencauzar las relaciones diplomáticas que en ciertos momentos se vieron resentidas por el comportamiento de Cangapol. Carlón369 destaca cómo los aspirantes al cargo de cacique tehuelche recurrieron a los blancos para dar solución a este conflicto. Tal como sostiene la autora, este litigio permite entender la naturaleza política de los cacicazgos del siglo XVIII, en los cuales se volvía crucial la construcción y reafirmación de redes de parentesco puesto que el radio de acción de estos líderes no trasvasa las fronteras familiares y a la vez, denota la injerencia que tenían las relaciones interétnicas en el devenir político de las tribus. Es posible observar pues, que la racionalidad indígena de aquel entonces no perdía de vista que la mediación de los blancos podía dar sus frutos para satisfacer sus propios intereses. Cada uno de ellos tenía en claro que quien ganase la pulseada contaría con el visto bueno de los blancos pero a la vez debería rendir cuentas a sus seguidores. Para ello sería fundamental reforzar sus cualidades y potenciar sus aptitudes para conservar el cargo de cacique. Lo cierto es que esta crisis de sucesión lejos de favorecer a una de las partes concluyó en el ascenso del linaje pampa de los Yahatti. Los primeros indicios sobre el accionar de este linaje se remontan a principios del siglo XVIII. Aunque es necesario destacar que, tal como sostienen Néspolo, Cutrera y Morrone370, la denominación yatti se utilizaba en lengua indígena para remitirse a la figura de “cacique alto”, por lo cual resulta dificultoso discriminar en las fuentes de la época los datos que estas brindan en razón de los cacicazgos pampas. Quien ingresaría a la escena central del espacio fronterizo, es el cacique Rafael Yahatti. Si bien se desconoce su grado de consanguinidad con respecto a los hermanos Joseph y Felipe Yahatti, este líder étnico desplegaría una gran influencia en la región y manifestaría una clara tendencia hacia la conciliación y negociación con los

369Carlón (2010) op. cit. 370Néspolo, Cutrera y Morrone (2009) op. cit.

188 hispanocriollos. Acorde con Nacuzzi371 este supo convertirse en un gran mediador entre ambos mundos, sobre todo negociando en el Fuerte de la Matanza y el pueblo de Luján la entrega de cautivos, además supo alertar a las autoridades de ambas localidades acerca de las incursiones y motivaciones de los tehuelches y araucanos. Por tal motivo, logró convertirse en el nuevo cacique principal reconocido por las autoridades de Buenos Aires. La correspondencia intercambiada entre los padres jesuitas deja entrever la incidencia de Rafael Yahatti en el espacio valliserrano:

“Está ahora conmigo Yahati y tengo 32 toldos bien numerosos, y me llegó aviso de que no tardarán en venir todos los Toelches, que el año pasado han estado aquí. Bien veo yo que los más de esta gente vagabunda se irán otra vez; pero en fin es menester atraerlos poco a poco , y hacer de nuestra parte lo que se puede.”372

Entre la paz y la guerra: continuidades y rupturas en el accionar político indígena durante la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX Los momentos en que las paces oscilaron, tanto para el caso de los Bravos como de los Yahatti se debió, entre otros motivos, a los permisos concedidos y a las raciones otorgadas a las parcialidades aliadas. Fue precisamente en aquellos momentos de tensión, en los cuales es posible observar un repliegue hacia lo étnico. Tal como sostiene Irianni373 las ocasiones de hostilidad entre ambos mundos se debieron además de la reticencia a la entrega de provisiones a los permisos concedidos para bolear, que muchas veces comprometía lo pautado por el cacique con los hispanocriollos. En estas instancias, el autor admite que el comportamiento indígena evidenciaba hacia el siglo XIX notorias manifestaciones concretas de pautas o formas de comportamiento netamente tribales. En esos instantes sacaban a relucir sus alianzas intertribales a fin de proceder a la ejecución de incursiones sobre los establecimientos fronterizos. Si se considera el caso tehuelche, Cangapol se mostró reacio a que a los suyos fueran evangelizados y supo apelar a su capacidad de movilizar

371Nacuzzi, Lidia (2014) “Los grupos étnicos y sus territorios en las fronteras del río Salado de Buenos Aires (siglo XVIII)” en Población y sociedad, Vol. XXI, Nº 2, San Miguel de Tucumán. 372Carta del padre Strobel al padre Rejón en Concepción, 26 de mayo de 1749, Leonhardt (1924) op. cit. 373Irianni (2007) op. cit. 189 centenares de lanceros. Aspectos que pueden apreciarse en el relato del padre Sánchez Labrador:

“Los Misioneros agasajaron al Cacique Bravo, procurando amansar un poco à este Tigre, terror de los circunvecinos, y aun de los apartados Españoles. Esmeraronse en su regalo, , dándole sombrero con galones, Bacinicas de Laton, Bayeta, Sempitterna, y otras dadivas, cuya adquisicion costaba mucho à los Misioneros, peró que daban por bien empleado à trueque de ganar para Christo un hombre, cuya conversión sin duda conduciría à la de todos los Infieles, que le temian. Bien servido y rico à su modo el Caique Bravo, se despidió de los Misioneros, al parecer contento, y satisfecho, peró sin voluntad de admitir en sus tierras à los Misioneros. La comitiva del Barbaro se componía de 500 hombres, aun que no todos eran sus vasallos, porque venían con el otros Caciques sus Aliados, entre los quales había uno de Nacion Auca, llamado Piñacal.”374

Por su parte, el cacique pampa Rafael Yahatti supo acordar con los araucanos para evitar que incursionaran sobre los establecimientos fronterizos o intentaran avanzar sobre la ciudad de Buenos Aires al complotarse con los tehuelches. Las memorias del padre Strobel dejan entrever las contingencias intertribales:

“Aquella misma noche me llegó el aviso de esa desgracia: hubo un general alboroto: los caciques Tuelches, Utarique, Chayunduya y Yahatti, todos quizás no tanto por lo mal hecho, como por haberlo hecho los Toelches, a quienes ellos miran como a extranjeros y advenizos, quisieron pelear con los Toelches (…)Se me llegaron también los caciques Toelches, escusándose que ellos no tenían ni arte ni parte en esa maldad y que en cualquier tiempo que topasen a los matadores, ellos mismos los habían matar.” 375

Los indígenas buscaron evitar perder su autonomía política, y a la vez, los deseos y aspiraciones de los jesuitas y funcionarios coloniales no siempre se correspondieron con lo sucedido en concreto, puesto que para el siglo XVIII aun no

374Sánchez Labrador (1936 [1772]) op. cit. 375Memoria del padre Matías Strobel sobre el Estado de la Misión de Pampas, 1749. Leonhardt (1924) op. cit. 190 existía un control efectivo sobre las tierras y los nativos.376 Ante este panorama, fue determinante que los caciques aprendieran a negociar y construir un lenguaje político eficaz para atenuar el efecto de la colonización y conquistar aquellos intersticios que les permitieran satisfacer sus propios intereses y garantizar la supervivencia de la tribu. Al respecto, Néspolo, Cutrera y Morrone377 destacan el caso de los caciques Manrique y Chuyunta (el cual ha sido previamente citado y analizado en esta investigación a partir del relato del padre Sánchez Labrador). Según los autores, estos se habían emparentado con el linaje Yahatti y utilizaron esta filiación con los pampas como garantía de sus buenas intenciones y asegurarse la aprobación de los padres jesuitas. Esta negociación tenía por objetivo la liberación del hermano de los dos caciques mencionados y a cambio ambos líderes se comprometían a adoptar el cristianismo y a establecerse en la reducción del Volcán. Esto demuestra cómo las parcialidades aprendieron a construir y deshacer alianzas en momentos claves, por lo cual la negociación fue decisiva para sobrevivir en un escenario multiétnico oscilante. Quienes se presentaban como parcialidad aliada o amiga abruptamente podía convertirse en un enemigo acérrimo ya sea considerando los vínculos intertribales o para con los blancos. El escenario fronterizo se convirtió en un tablero de ajedrez en el que cada movimiento de las piezas adulteró el equilibrio del juego político interétnico. Aquella etapa de preeminencia pampa por sobre otras tribus llegaría a su fin, cuando la figura de Rafael Yahatti comenzaba a diluirse en el escenario fronterizo multiétnico. Según Nacuzzi378 hacia 1761 el cacique pampa decide establecer a su familia en torno al fuerte de la Matanza, mientras tanto éste se aboca de lleno al juego político con los tehuelches, con quienes, en la mayoría de las ocasiones se encuentra enemistado, aunque también se lo ve dispuesto a negociar. Acorde a los datos provistos por la Guardia de Luján, los indios de la “región de las Manzanas” estaban organizando un ataque a la misma luego de haber derrotado a los lanceros coordinados por el gran Rafael Yahatti. Para la autora, posiblemente el cacique habría muerto en este enfrentamiento, puesto que en las fuentes de la época se hallan ciertas

376Néspolo (2007) op. cit. 377Néspolo, Cutrera y Morrone (2009) op. cit. 378Nacuzzi (2014) op. cit. 191 omisiones y recién hacia 1765 los datos se remiten al cacique Currel y Lepin. Sin embargo, es posible hallar en la documentación del año 1770 ciertas referencias al cacique pampa. De esta manera, los enfrentamientos con los tehuelches continuaron pero las últimas décadas del siglo XVIII vinieron acompañadas de una clara participación de los araucanos en los conflictos intertribales. Si bien para la década de 1770 se destaca la presencia del cacique Thomas Yahatti, quien supo asentarse en torno al río Salado al ser reconocido por los españoles como “embajador” en 1777, el poder de este linaje pampa ya se encontraba en decadencia, no sólo porque éste acabó enemistándose con los blancos, sino también porque nuevas fuerzas políticas emergieron en la contienda indígena.379 Tal es el caso del cacique Lepin Nahuel quien solía negociar con los blancos (una vez producida su muerte su sucesor se mantuvo predispuesto a acordar) y a la vez contaba con el apoyo de los mapuches confederados; el cacique pampa-serrano Flamenco quien construía alianzas con los tehuelches aunque éstas se diluyeron con facilidad; y por último, pero no menos importante, el cacique Negro, quien era aliado de los tehuelches y aucas y a la vez, supo sacar provecho del acercamiento de Thomas Yahatti con los blancos, aunque luego acabó rompiendo sus vínculos amistosos con los hispanocriollos. Su desempeño como líderes políticos puede apreciarse a través del diario del Capitán Juan Antonio Hernández:

“(…) y á las 6 de la tarde llegaron dos indios del Cacique Lepin, enviados del capitan Lican (que manda la gente de dicho Lepin, y es el heredero del cacicazgo por fallecimiento del Cacique Lepin). Estos dieron noticia al Comandante, que estaban acampados hàcia la Sierra del Cairú, à distancia de cinco leguas de nuestro acampamento para unirse à nosotros.”380

Es posible hallar indicios similares si se toman como punto de interpretación las declaraciones ejecutadas por cautivos:

379En relación al devenir de los cacicazgos de Pampa y Nor-Patagonia se recomienda ver Carlón (2010) op. cit. 380Hernández (1836 [1770]) op. cit.

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“(…) por habérseles salido {a los aucas} al paso el flamenco {cacique pampa- serrano} y decirles que estaba tratando de paz con los españoles, dice que convenían con la paz hasta sacar a los cautivos, que son de su parcialidad y proveerse de chuzas, cuchillos y otras varias cosas de que carecen, y que a la entrada del invierno vendrían a embestir esta frontera y la de Luján, para cuyo fin dice que el Capitán tehuelches que es el que domina a toda esta nación era dipuesto a venir con toda su indiada lo que no hizo ajora por haberse venido de las partes de Chile (…)”381

“Que los caciques que mandaban eran el negro Lorenzo; y otro que no se acuerda el nombre; que entre la Indiada conoció al Indio Mathías del Cacique Thomas, agregado al Negro; y al Chanchuelo, que fue quien le cautivó. Que el Cacique Negro estaba situado en la Sierra de las Ventanas; y todos los demás inmediatos a él, tirando al poniente.”382

El clima de hostilidad intertribal sumado a la inestabilidad de las negociaciones entabladas con los blancos, derivaría en la celebración de un nuevo acuerdo el denominado tratado de la laguna de los Huesos llevado a cabo el 20 de mayo de 1770. Este acuerdo marcaría un antes y un después en el devenir de la sociedad de frontera, puesto que evidencia signos de continuidad y ruptura en razón de las condiciones pactadas en situaciones anteriores. Según Mazzanti383 las paces conllevaron a responsabilizar a Lepin y otros caciques menores en razón del accionar de aquellos indígenas que intentaran atacar los establecimientos fronterizos y a la vez, se acordó la entrega de cautivos blancos. Si bien se derogó el establecimiento del espacio valliserrano como zona de amortiguación frente a posibles incursiones indígenas, el avance de los grupos enemigos o desconocidos debía ser supervisado y protegido directamente por las tribus aliadas. Esto implicaba una continua presencia de los caciques aliados (aucas y pampas) y de sus hombres a fin de neutralizar cualquier intento de ataque sobre la frontera con Buenos Aires, y a la vez, deja entrever que la influencia del cacique pampa Rafael Yahatti, quien supo ser reconocido por los

381Declaración de Juan Macías, diciembre de 1768. Mayo (2002) op. cit. 382Declaración del cautivo Matheo Funes, octubre de 1789. Mayo (2002) op. cit. 383Mazzanti (2007) op. cit. 193 españoles como cacique principal, se ha diluido gradualmente. Acorde con el tratado celebrado:

“Primeramente, que no haya de pasar del terreno que se les tiene señalado a estas partes de las fronteras, y en caso de venir ha de ser precisamente a la de Luján, siguiendo el camino de Salinas, esto es, en caso que vengan a hacer trato y cuando se les proporcione bajar a esta ciudad, que será una u otra vez, no excederá el número de seis los que vendrán custodiados de uno o dos soldados de aquella frontera. 2º Que cualquiera daño que se experimente en la jurisdicción, aunque éste lo hagan indios de otra nación, ha de ser responsables a él, respecto a que se les ha señalado el terreno sin límite, a excepción que no pueden pasar a estar inmediaciones de las fronteras, según contiene el capítulo precedente. 7º Que hayan de obligar precisamente al cacique Rafael {Yahatti} a los tratados de paz, y en caso de estar renitente, han de traer su cabeza a la frontera de Luján, lo que harán presente a aquel capitán.”384

Este acuerdo deja entrever cómo los líderes locales del espacio valliserrano y araucanos se afianzaron en el escenario fronterizo. Participaron activamente de los ciclos de guerras que se desataron en el área Pan-araucana y a la vez se mostraron dispuestos, cuando fuese conveniente, a pactar con los blancos además de construir alianzas intertribales. La presencia araucana durante el siglo XVIII resulta indiscutible y ello permite entender por qué optaron por migrar en forma masiva a partir de la centuria siguiente. A su vez, su influencia incentivó los cambios acontecidos en tornos a los cacicazgos de Pampa y Nor-Patagonia, contribuyendo a los procesos de diferenciación social. Bajo esta óptica cobra solidez la tercer hipótesis secundaria planteada al comienzo de esta investigación según la cual, la decadencia y crisis del linaje de los Bravos significó un giro en la disputa por el reconocimiento de las autoridades coloniales, la cual estuvo protagonizada por los pampa-serranos y parcialidades araucanas que se habían instalado gradualmente en las tierras del este

384Paces con los aucas o pampas. Tratado de la laguna de los Huesos con el cacique Lepín, 20 de mayo de 1770. Levaggi (2000) op. cit. 194 cordillerano. Cabe destacar que en varias ocasiones las paces, lejos de atenuar la conflictividad intraétnica e interétnica, sirvieron para acentuar las rispideces existentes. Esto repercutió de forma directa en la autoridad y sobre todo en la autonomía política de aquellos líderes étnicos que se mostraron dispuestos a negociar con las autoridades coloniales. La organización de malocas continuó en marcha pero sin perder de vista la importancia de celebrar acuerdos. Por parte de los indígenas no existía una clara intención de una ruptura total de sus relaciones con los hispanocriollos, ya que resultaron ser buenos aliados para desestabilizar a otras tribus y a la vez, la dependencia con respecto a los bienes europeos se profundizó aun más y para ello resultaba crucial mantener el flujo comercial interétnico con Buenos Aires. Bajo este panorama se explica por qué resultaba tan preciado para el mundo indígena el recibimiento de regalos por parte de los españoles al momento de entablar el diálogo. Durante la segunda mitad del siglo XVIII, las parcialidades araucanas irían ganando terreno en el devenir político de la región Pampa y norpatagónica. No existió una total sumisión y atomización de los cacicazgos locales pero sí es cierto que su desarrollo se vio condicionado por el progresivo avance de los grupos de la Araucanía, quienes optarían por afincarse en forma estable en las tierras del este cordillerano a partir del siglo siguiente. Acorde con Bengoa385 resultó tedioso y de desagrado para los españoles tener que ofrecer regalos y restablecer en forma continua las paces con los mapuches del actual sur chileno, puesto que no existía una gran y potente fuerza militar colonial suficiente como para derrotarlos y subsumirlos en forma total, posiblemente la corona no quiso seguir invirtiendo recursos para concretar el sometimiento de la Araucanía. Ello permite entender la influencia ejercida por los grupos del oeste cordillerano y su participación en la formación de grandes jefaturas y confederaciones indígenas en Nor-Patagonia y Pampa. La etnicidad y territorialidad de las parcialidades indígenas del espacio valliserrano nuevamente estuvo sujeta a procesos de redefinición pero ello no derivó en un proceso de cambio unilateral, ya que las parcialidades araucanas tuvieron que adaptar sus pautas por lo cual optaron por emular aquellos patrones de comportamiento locales.

385Bengoa (1985) op. cit. 195

Tal como expresa Mandrini386 a partir de los últimos años del siglo XVIII, más precisamente hacia la década de 1790, se experimentó el inició de un nuevo ciclo de paz que se mantendría hasta la década de 1820. Acorde con el autor, esta paz era el resultado de las relaciones interétnicas reinantes entre ambos mundos en las cuales el comercio se presentó como un factor determinante. Bajo este contexto cobra sentido la incidencia política y económica de los caciques pampas Juan Catriel (el Viejo) y Cachul, quienes se posicionaron en el siglo XIX como los garantes de la seguridad del espacio valliserrano. Aunque tuvieron que pagar un alto precio ya que las reglas del juego habían cambiado en esta nueva centuria. Sumado al proceso migratorio araucano, la prosperidad ganadera bonaerense alimentó las aspiraciones de los blancos de avanzar sobre territorio indígena y llevar la línea de frontera más allá del río Salado, más precisamente hacia el corazón del espacio valliserrano, donde abundaban las aguadas y pasturas. Como bien sostiene Irianni387 se produjo una alteración del rol de los caciques pampas, estos se convirtieron en generales y hacendados a costa de sacrificar su territorio en pos de encontrar resguardo de otras parcialidades, cerca de un fortín. Siempre y cuando se les garantizasen espacios propicios para la pastura de sus animales. Estos cambios fueron cruciales para la redefinición del devenir étnico y territorial de las parcialidades valliserranas.

Consideraciones preliminares La segunda mitad del siglo XVIII daría lugar a una serie de procesos que alterarían el devenir político y socio-económico de las parcialidades que componen la denominada área Pan-araucana. Tal como se ha mencionado al inicio de este capítulo, dos factores fueron determinantes para la nueva configuración adquirida por los cacicazgos pampas y norpatagónicos: las estrategias y mecanismos de dominación colonial y el proceso de araucanización de las Pampas. En relación a la primer variable analizada, es importante destacar cómo las reformas borbónicas fueron un factor político de gran alcance que propiciaron un cambio actitudinal en el quehacer político de los líderes étnicos. Nuevos Fuertes fueron

386Mandrini (1991) op. cit. 387Irianni (2007) op. cit. 196 erigidos en espacios disputados con los indígenas, los poblados preexistentes manifestaron síntomas de bonanza producto de la importancia gradual que fue adquiriendo la ganadería, se intentó reforzar el control militar a través de la creación de la Compañía de Blandengues y a la vez se fomentó el parlamentarismo, la entrega de obsequios y la designación de caciques principales a fin de pacificar la frontera y evitar la organización de malones. Los ciclos de paz y de guerra no interrumpieron el flujo comercial entre ambos mundos. Más allá de la “fricción interétnica”388 es claro que los indígenas tenían muy presente su dependencia frente al resguardo militar que ofrecían los blancos y el consumo de bienes europeos. Sobre todo los caciques quienes recurrían a estos elementos para afianzar su autoridad frente a las bases y ante otros grupos étnicos. Se ha evidenciado también cómo la comunidad accedía al consumo de ciertos bienes bajo permiso de su jefe. A través del comportamiento indígena es posible entender por qué las paces de Casuhati se remiten inclusive a garantizar la ejecución de la feria del Chapaleofú, siempre y cuando se diera aviso previo a las autoridades coloniales y su puesta en marcha no derivara en una excusa para maloquear. La categoría propuesta por Cardoso de Oliveira puede utilizarse como herramienta analítica para abordar los objetivos e hipótesis planteadas por esta investigación y se enriquece al entrar en diálogo con los aportes de Néspolo.389 A partir de ambas contribuciones es posible entender por qué las relaciones interétnicas desplegadas en la segunda mitad del siglo XVIII están teñidas de ambigüedades y contradicciones respecto al comportamiento de los actores involucrados. Resistir al dominio colonial no implica negar la complementariedad entre ambos mundos, tal como lo afirma Néspolo en una de sus contribuciones. Los Fuertes y fortines dependieron en varias ocasiones del comercio interétnico para su supervivencia en un espacio desconocido que les resultaba hostil. Además, la ciudad de Buenos Aires y los poblados circundantes dependieron, por ejemplo, de los permisos concedidos por los caciques de Pampa y Nor-Patagonia para la ejecución de caravanas con destino a las salinas (aspecto que fue analizado también en el capítulo tres). Ante este panorama, mantener las paces era fundamental para acceder a un recurso preciado para el devenir de los saladeros bonaerenses. De esta

388Cardoso de Oliveira (2007) op. cit. 389Néspolo (2007) op. cit.

197 manera, se comprueba la importancia del linaje de los Bravos, quienes fueron reconocidos, a través de las paces de Casuhati, como caciques principales y se convirtieron en los custodios del espacio valliserrano y garantes del flujo comercial interétnico. Por otra parte su designación puede interpretarse, para aquella época, como “un mal menor”, puesto que los hispanocriollos tenían muy en claro el poderío e influencia política que éstos líderes poseían. Sin embargo, “ganarse su amistad” sería una buena alternativa para evadir posibles ataques indígenas. Esto no resultaba un factor desconocido por los Bravos, por el contrario su accionar político deja entrever que eran conscientes del temor que engendraban como potencial amenaza a la frontera bonaerense y supieron jugar con ello a fin de obtener beneficios personales y para su tribu. Cabe destacar que la amenaza de las armas de fuego sumado a la instalación de reducciones no fueron suficientes en un contexto donde la disparidad numérica jugaba, en la mayoría de los casos, a favor de los indígenas. Sumado a ello, el conocimiento parcial y fragmentado de varios nichos ecológicos del área Pan-araucana, en parte también por la falta de una cartografía precisa, debilitaron la capacidad de los hispanocriollos de efectivizar su presencia en algunas zonas. Por lo cual, los propios hispanocriollos incentivaron las instancias de diálogo entre ambos mundos y entre las parcialidades para lograr reducirlos y someterlos. En simultáneo, cuando lo consideraron necesario, alimentaron los conflictos intertribales para cooptar las voluntades de aquellos caciques que se manifestaran dispuestos a aceptar las condiciones pautadas y al mismo tiempo debilitar la autonomía política de los cacicazgos. Tal es el caso del cacique Rafael Yahatti, quien aceptó trasladar a sus indígenas a las misiones para preservarlos de las parcialidades araucanas hostiles y evadir los ataques de los tehuelches conducidos por aquel entonces por Cangapol, quien había roto las paces con los blancos hacia 1750. Nicolás el Bravo supo combinar la negociación con actitudes consideradas reprobables por los hispanos, tales como su rol de anfitrión y protector de los expedicionarios británicos; la presión que éste ejercía sobre las misiones jesuitas para obtener raciones; y su capacidad organizativa en materia de malones. De hecho la legitimidad de su autoridad residía en su capacidad de “coquetear” políticamente con los españoles mediante la palabra y en sus proezas

198 como gran líder guerrero y gerente de una vasta red de mecanismos de reciprocidad diferida. Con respecto a la araucanización de las Pampas, este proceso está íntimamente ligado al liderazgo de los Bravos. Los tehuelches construyeron acuerdos y alianzas matrimoniales con los mapuches y gradualmente adoptaron elementos culturales araucanos entre ellos la platería, la cerámica y los textiles. Este tipo de bienes fueron parte del circuito de intercambios comerciales indígenas e incluso fueron intercambiados en la feria del Chapaleofú. Los tehuelches fueron una de las primeras parcialidades en araucanizarse y esto facilitó la penetración de los araucanos en las Pampas. A su vez, las parcialidades procedentes de la Araucanía fueron parcialmente abandonando la agricultura y optando por un modo de vida pastoril. A fin de participar del circuito del ganado que tenía como epicentro el sur y suroeste bonaerense. De este modo, los mapuches construyeron alianzas con los grupos que frecuentaban las llanuras orientales, ya sea serranos, pampas, pehuenches, entre otros. Una vez producida la crisis de sucesión tras la muerte de Cangapol, Rafael Yahatti, cacique pampa, se convirtió en el hombre indicado para suplantarlo, por su lealtad y su predisposición a la negociación con los blancos. Aunque esto no significó una victoria absoluta, puesto que los caciques del linaje Yahatti se encontraron en competencia directa con otros líderes que frecuentaban el espacio valliserrano, tales como Lepin Nahuel e incluso con los jefes araucanos. De esta manera se confirma otra de las hipótesis secundarias de esta investigación, según la cual, la decadencia del linaje de los Bravos activó una serie de rivalidades intertribales en torno al reconocimiento por parte de los españoles. No obstante, la desconfianza hacia los líderes locales y sus hombres nunca dejó de existir, y eso incluye también a Rafael Yahatti, puesto que se ha demostrado en líneas anteriores cómo las autoridades del Cabildo le hicieron saber a su primo Carlos Yahatti, que el gobernador reconocía su buena voluntad de acordar las paces siempre y cuando no actuaran de modo tal que pusiera en riesgo la seguridad de la frontera. Lo mismo sucede para el caso del cacique Lepin Nahuel, quien supo mantener buenas relaciones con los hispanocriollos, pero el saldo de este acercamiento tuvo un costo muy alto. Las paces de la laguna de los Huesos, dejan entrever que él mismo se convertiría en responsable directo de cualquier acontecimiento que tuviese lugar en el espacio fronterizo que atentara

199 contra los poblados y la ciudad de Buenos Aires. De esta manera, los españoles lograron dotarlo de reconocimiento, pero a la vez, lo comprometieron jurídicamente ante cualquier tipo de episodio o presencia de aquellas parcialidades consideradas enemigas del orden colonial. Por lo tanto, cualquier “paso en falso” atentaría directamente a su capacidad como líder étnico y a su reconocimiento como cacique principal. Caciques pampas y serranos de la talla de Lepin, Flamenco y Negro siguieron vinculados con los tehuelches y araucanos mediante acuerdos interétnicos y alianzas matrimoniales, aunque no siempre prosperaron. Claro está que la presencia araucana durante la segunda mitad del siglo XVIII es indiscutible más allá de que aun no existiera un patrón de asentamiento estable. Y que su influencia fue de gran importancia para los procesos de transformación de los cacicazgos de Pampa y Nor-Patagonia. Además la araucanización se desarrollaría con mayor vigor a partir del proceso inmigratorio que protagonizaron los mapuches hacia las llanuras orientales durante el siglo XIX. Lo cierto es que tanto el dominio colonial como la araucanización de las Pampas, aceleraron una serie de cambios internos que ya venían atravesando los cacicazgos pampas y norpatagónicos producto de las modificaciones en torno a la lógica de reproducción material ligada al desarrollo de un modo de vida pastoril. La heredabilidad (ya sea vertical u horizontal), la utilización de bienes de prestigio, la capacidad de oratoria y la ejecución de exitosos malones se volvieron parte de los lineamientos centrales que configuraron el devenir político de los liderazgos étnicos. Estos factores sirvieron para dotar a los caciques de herramientas sustanciales para garantizar la supervivencia de su tribu y a la vez, satisfacer sus propios intereses en la medida en que lograban negociar con los blancos. Puede decirse que los mecanismos de legitimidad y la naturaleza del ejercicio político cacical fueron mutando en consonancia con las circunstancias acontecidas durante la segunda mitad del siglo XVIII. Los requisitos necesarios para asumir la conducción de una tribu se fueron perfeccionando y modelando a través de una lectura continua de los intereses personales y la capacidad de los aspirantes del cargo de demostrar que sabían cómo resignificar su autoridad de acuerdo a las demandas de sus bases pero sin perder de vista las imposiciones coloniales. No obstante, sus seguidores eran conscientes de la inestabilidad política del espacio fronterizo y por ello no buscaron “asfixiar” a su líder con pedidos o exigencias. En otras palabras, existían canales de negociación intraétnica

200 en constante funcionamiento pero no tenían por objetivo dilapidar la autoridad de su líder, puesto que esto significaría verse subsumidos por otra tribu o verse reducidos o desnaturalizados por los blancos. De esta forma, el cacique se encargaba de hacer partícipe a los suyos en distintas ceremonias y durante las incursiones a fin de garantizarles protección y fomentar la unidad de la tribu. Por lo tanto, no solamente la identidad étnica de las parcialidades que componen el área Pan-araucana terminó de moldearse a partir del contacto con otros grupos sino también la naturaleza de la autoridad cacical.

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CAPÍTULO VI: CONCLUSIONES FINALES

Aspectos centrales de la investigación El siglo XVIII significó el momento propicio, para las parcialidades indígenas de Nor-Patagonia y Pampa, para afrontar una redefinición de su estilo de vida y en consecuencia de su identidad étnica. Como se ha mencionado anteriormente, estos grupos venían atravesando cambios internos desde tiempos precolombinos y los mismos se aceleraron y se potenciaron a partir de la conquista y colonización. Es por ello que esta propuesta adhiere a los argumentos de Boccara390 e Irianni391 para quienes la identidad indígena termina de modelarse a partir del encuentro con el otro, más precisamente a partir del contacto con los hispanocriollos. Los blancos también incorporarían algunas prácticas indígenas. Las parcialidades pampa-serranas habían adoptado desde tiempos milenarios un estilo de vida cazador-recolector que fue perfeccionándose a través de las centurias en función a sus conocimientos del espacio geográfico, la explotación de recursos y el desarrollo de nuevas pautas de consumo y de hábitos. Las relaciones interétnicas entre diversas tribus, sobre todo entre el siglo XIV y el siglo XVI, fueron indispensables para los procesos de cambio identitario que se avecinaban. A partir del siglo XVI, la hueste conquistadora fue adentrándose en las tierras australes del continente americano y para el caso de la región Pampa, se procedería en el año 1536 a dar fundación a Buenos Aires, pero la resistencia querandí lo impidió y la misma se concretaría de forma definitiva en el año 1580. A partir de entonces, la presencia de los españoles se volvería de larga permanencia. Si bien el primer intento no daría resultado por la hostilidad y resistencia indígena, este sería el disparador propicio para dar lugar a ciertos cambios en torno al estilo de vida indígena. Fundar la ciudad fue una tarea que vino acompañada de la introducción de especies animales europeas que supieron adaptarse fácilmente a las tierras rioplatenses por tratarse de un espacio apto para su reproducción por la presencia de aguadas y pasturas. Estas especies resultarían de gran atractivo para las parcialidades de Pampa y Nor-Patagonia que gradualmente las incorporaron a su dieta, como medio de transporte y carga y para la confección de abrigos, toldos, etc.

390Boccara (2002) op. cit. 391Irianni (2009) op. cit.

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Para el caso de las etnias del sur chileno, su interés por la domesticación de las especies introducidas por los europeos estuvo ligado, en primer lugar, a fines militares y posteriormente económicos. Esto se debió a las dificultades con las que se toparon los hispanocriollos del este cordillerano para subsumir a los indígenas, ya que estos últimos ofrecieron resistencia a la imposición de un modo de vida occidental. El enfrentamiento entre ambos mundos, tuvo lugar en la denominada Guerra de Arauco. El encuentro de dos lógicas diferentes no significó incompatibilidad y ello se comprueba en la importancia que adquirió el comercio interétnico. No obstante, la convivencia con el blanco no sería fácil, los ciclos de paz y de guerra entre ambos mundos fueron moneda corriente sobre todo durante el siglo XVIII y ello se debió no sólo a la interdependencia comercial sino también a la falta de un control efectivo por parte de los hispanocriollos sobre las parcialidades y territorios australes del continente americano. Por lo tanto, aquellas estrategias que surtieron efecto para someter a incas, aztecas, mayas, entre otros, tales como la desnaturalización, reducción, encomienda, etc. debieron ser acompañados de la búsqueda de diálogo e instancias de negociación interétnica. Se trata pues, del parlamentarismo como vía posible para la negociación y pacificación de la frontera. El desarrollo de acuerdos y paces fue promovido por la corona española en el marco de las reformas borbónicas con el objetivo de evitar los cuestionamientos de los clérigos en razón de los medios empleados para someter a los indígenas y para evitar la hostilidad de las parcialidades. De este modo, es posible hacer propia la noción de “fricción interétnica” propuesta por Cardoso de Oliveira392 a la hora de entender la ambivalencia en el comportamiento de los actores sociales que frecuentan el espacio fronterizo. Vale la pena mencionar que instar al diálogo significa dar entidad al otro, bajo este sentido debe entenderse la necesidad hispanocriolla de identificar a los grupos étnicos y su radio de acción. Por ello, les asignaron topónimos referentes a los diversos espacios geográficos y sus recursos. De esta manera, los blancos fueron haciéndose de un reservorio de conocimientos acerca de las parcialidades a fin de lograr someterlos e imponerles un modo de vida sedentario y cristiano. En otras

392Cardoso de Oliveira (2007) op. cit.

203 palabras, a partir de “una identidad impuesta”393 se concretaron los procesos de disociación de la etnicidad, incluso en los casos en que se resignificaron vocablos de tiempos precolombinos. No obstante, el dilema reside en saber si se reconocían a sí mismos bajo estos topónimos, y se ha logrado comprobar que si bien los grupos poseían nombres por ellos mismos asignados acorde a su lengua supieron apropiarse de aquellas denominaciones asignadas por los blancos a fin de facilitar el diálogo interétnico y garantizar su supervivencia. La adopción de rótulos formó parte de las estrategias desarrolladas por las parcialidades para afrontar la incidencia de la dominación colonial. Las parcialidades indígenas que frecuentaban el espacio valliserrano se caracterizaban por la adopción de un modo de vida nómade sujeto a un sistema de desplazamientos programados. Es decir, que existía una previa planificación y utilización del reservorio de conocimientos de los espacios frecuentados, fauna, flora, reservas de agua dulce, etc. Las aguadas, pasturas y reparos serranos fueron indispensables para el devenir de los grupos que en primavera se desplazaban hacia el espacio valliserrano Tandilia para proveerse de ganado. De esta manera, la territorialidad de los grupos étnicos se ampliaba acorde a los lugares visitados asiduamente y en razón a su capacidad de mantener aglutinados a los miembros de la tribu y de custodiar su autonomía política frente a los hispanocriollos. El desarrollo de este tipo de estilo de vida se nutría a su vez, de las relaciones interétnicas entabladas entre diversas parcialidades. A lo largo del siglo XVIII, más precisamente durante la segunda mitad de siglo, se afianzaron los lazos de un lado y otro del cordón cordillerano y esto fue posible gracias al intercambio comercial, a la circulación continua de personas e información y a la ejecución de matrimonios convenidos que fueron indispensables para sellar una alianza política intertribal. En este marco, debe interpretarse la influencia ejercida por los tehuelches del norte, procedentes del norte patagónico, quienes solían desplazarse en forma planificada hacia el sur y suroeste bonaerense con el objetivo de hacerse de ganado. Esta parcialidad se destacaría en la escena del siglo XVIII, por su capacidad para construir un radio de acción política que articulaba los valles cordilleranos con el espacio valliserrano Tandilia, la costa atlántica

393Nacuzzi (2006) op. cit. 204 y los centros de dominio hispano tales como el Fuerte de Carmen de Patagones y la propia ciudad de Buenos Aires. Esto fue posible gracias a la construcción de una autoridad étnica sólida por parte del linaje de los Bravos solventada en la confección de alianzas políticas intertribales con los caciques y caciquillos del oeste cordillerano y del espacio interserrano bonaerense. Su capacidad bélica y de oratoria los convertiría en el nexo indispensable entre blancos e indígenas, lo cual permite entender por qué fueron reconocidos los Bravos como maestres de las sierras del Tandil a través de las paces de Casuhati pactadas con los hispanos en 1742. Así, pampas, serranos, tehuelches e incluso araucanos supieron construir alianzas políticas, de momentos endebles, que les permitieron no sólo coordinar los espacios y rutas aptas para el comercio interétnico sino también ejecutar incursiones sobre el espacio fronterizo. Mediante la cooperación y complementariedad entre diversos grupos y diferentes nichos ecológicos se produjo la formación de una macro región que los aglutinaba y que abarcaba las Pampas, el norte de la Patagonia y la Araucanía chilena. De este modo, se conformó la macro región Pan-araucana, categoría propuesta por Bechis394 para referirse a un proceso histórico de articulación de diversos nichos ecológicos y poblaciones que dio lugar a la fusión y fisión de prácticas culturales que propiciaron el desarrollo de una nueva lógica identitaria bajo el contexto de araucanización de las Pampas. La araucanización de las Pampas, en su primer etapa correspondiente al siglo XVIII, se desplegó a través de la adopción de elementos culturales del oeste cordillerano por parte de los grupos de Pampa y Nor-Patagonia. A partir del siglo XIX, más precisamente durante la primera mitad, esta primera fase o etapa se condensaría a través de un proceso inmigratorio del oeste cordillerano hacia los llanos y valles orientales. No obstante esta tendencia a una cierta homogeneización cultural no derivó en un proceso unilateral, sino más bien en un fenómeno de intercambio cultural continuo, puesto que los araucanos también adoptaron patrones y pautas alógenas. Aun así, la presencia araucana en las llanuras orientales promovió el comercio interétnico y la participación activa de los indígenas del sur del Bío Bío en los procesos de especialización económica que ya protagonizaban los pampas-serranos.

394Bechis (2010) op. cit. 205

De esta manera, se entiende por qué Mandrini y Ortelli395 destacan la importancia que adquirió el mapudungun como lengua franca. La noción de área Pan- araucana constituye una herramienta analítica crucial, puesto que está dotada de historicidad a partir del desarrollo de las relaciones interétnicas y los procesos de cambio interno y a partir del contacto con “la otredad”. Durante el contexto de dominación colonial, los pampa-serranos reforzaron sus vínculos con diversos grupos étnicos, principalmente, con los tehuelches y araucanos. La solidez de estas relaciones contribuyó a la participación de estos grupos en torno al circuito doméstico y del ganado. A partir del análisis de las relaciones interétnicas se ha podido determinar cómo se dio el proceso de configuración de esta macro región y cómo se construyeron nuevas identidades étnicas a partir del contacto permanente no sólo intertribal sino también entre blancos e indígenas y la articulación de diversos espacios geográficos. Tal como sostiene Boccara,396 las relaciones interétnicas fueron el factor dinamizador necesario para el surgimiento de nuevas identidades étnicas a partir de la asimilación y adaptación de pautas y hábitos en razón del contacto con otros actores sociales. Para el caso de las parcialidades aquí estudiadas, los procesos de etnogénesis que acontecieron en torno a la identidad de los pampa-serranos, de la porción central del sistema valliserrano Tandilia, cobran sentido a partir de los cambios internos que venían operando desde tiempos precolombinos sobre estos grupos cazadores- recolectores y que se aceleraron a partir de la colonización española y de la araucanización de las Pampas. Estas transformaciones en torno a la etnicidad de las parcialidades pampa-serranas fueron posibles gracias a las modificaciones acontecidas en forma simultánea y complementaria en razón de la territorialidad de los grupos. Puesto que la adopción de un modo de vida pastoril, sólo fue posible gracias a los conocimientos y hábitos adoptados en tiempos precedentes, tales como la caza de pequeños animales, el desarrollo de nuevas herramientas líticas, etc. En simultáneo estos saberes que se alojaban en el bagaje cultural pampa-serrano se fueron gradualmente amalgamando con las pautas occidentales y los elementos culturales procedentes de la Araucanía.

395Mandrini y Ortelli (2002) op. cit. 396Boccara (2002) op. cit.

206

En suma, la explotación de especies introducidas por los españoles implicó la adopción de una lógica nómade basada en la planificación estratégica de los movimientos ejecutados por la tribu con el fin de abastecerse de ganado y para ello fueron indispensables el conocimiento y articulación de diversas áreas que resultasen propicias en torno a pasturas, aguadas, reparos, espacios geográficos aptos para invernada. Cada desplazamiento programado estaba sujeto al control y cuidado ganadero mediante un sistema de corrales de piedras estratégicamente distribuidos en el espacio valliserrano. La complejidad del núcleo pastoril indígena del sur y suroeste bonaerense se solventaba a través de técnicas de especialización ganadera, sobre todo caballar, y de momentos a partir de las incursiones realizadas en los establecimientos fronterizos. Gracias a la presencia de vínculos interétnicos precolombinos fue posible no sólo facilitar la integración de tehuelches y araucanos al circuito del ganado sino también desarrollar un sistema de rutas indígenas que conectaba distintos nichos ecológicos en función a las posibilidades que ofrecía cada uno de ellos para la reproducción social de la tribu. Así, las rastrilladas se convierten en evidencia arqueológica e histórica sustancial para comprobar el dinamismo adquirido por los procesos de especialización económica en el espacio interserrano bonaerense a partir de la interacción entre las parcialidades pampa-serranas y los grupos norpatagónicos y transcordilleranos. La capacidad adaptativa de los indígenas del sur y suroeste bonaerense en materia de especies y pautas occidentales, nos habla de una sociedad que lejos estaba de mostrarse reticente a lo alógeno, por el contrario, los grupos que participaron del circuito del ganado planteado por Mandrini,397 fueron hábiles para articular sus mecanismos de supervivencia a la lógica mercantil propia de la dominación colonial. En otras palabras, los indígenas supieron insertarse en los circuitos comerciales de los blancos, de hecho el excedente obtenido del circuito doméstico o de supervivencia familiar, solía ser comercializado en ferias indígenas, misiones o pulperías para abastecerse de todo tipo de bienes. El despliegue de la actividad comercial fue vital para el desarrollo de la sociedad colonial de frontera en la cual la interacción constante entre diversas etnias (criollos, mestizos, indígenas y blancos) promovió la gesta de procesos de mestizaje, resignificación de elementos culturales y construcción de

397Mandrini (1994) op. cit. 207 nuevas identidades. Las sierras y valles se convirtieron en el siglo XVIII en un escenario rico en recursos y de alta transitabilidad humana en el que convivieron diferentes lógicas de reproducción material que resultaron ser compatibles entre sí. Por lo tanto, los momentos de fricción interétnica van acompañados de procesos de interdependencia entre ambos mundos. Sin embargo, avanzar hacia la occidentalización implicaba dejar atrás lo étnico y dar paso a una mutación identitaria, ante la cual diversos caciques sortearon, en la medida que les fue posible, la total aculturación de sus seguidores. En este marco, deben interpretarse los dilemas que atraviesa la dinastía Catriel a lo largo del siglo XIX, planteados por Irianni398 a medida que sus caciques se transformaban gradualmente en hacendados y generales. Lo que estaba en peligro era la identidad étnica de los pampas y la naturaleza política de los cacicazgos. Por ello, se evitó replicar ciertos hábitos adoptados por los líderes hacia el seno de la tribu, tal es el caso del bautismo de los niños. Sólo recibieron este sacramento aquellos ligados al linaje cacical no así las bases. Por otro lado, los hispanocriollos en diversas ocasiones dependieron del comercio interétnico para sobrevivir en un medio que les resultaba hostil y poco conocido. Los intercambios no se vieron interrumpidos ni siquiera en tiempos de guerra. Y el parlamentarismo se desarrolló como mecanismo para garantizar la existencia de un espacio fronterizo propicio para la negociación y convivencia intercultural. Como bien se ha explicitado en líneas anteriores, la complementariedad económica no implicó la inexistencia de conflictos intertribales, por el contrario, en muchas ocasiones el control, cuidado y/o explotación del ganado se volvió un motivo central que no sólo desataba discusiones y ruptura de alianzas sino también ataques de un grupo hacia otro. Sobre todo a partir del siglo XVIII, cuando comenzó a extinguirse el ganado cimarrón. Por lo cual la construcción de lazos parentales fue determinante para afianzar la política cacical. El parentesco fue una herramienta clave para legitimar la autoridad de los caciques y esto explica por qué su capacidad de mando no había trascendido más allá de este radio, ya que no se logró institucionalizar el poder al estilo de las estructuras estatales incaicas o aztecas. Más allá de eso, gracias a las alianzas

398Irianni (2009) op. cit.

208 políticas plasmadas en matrimonios convenidos, la lógica exógama de las tribus que confluyen en el área Pan-araucana facilitó la formación a partir de mediados del siglo XVIII y durante el XIX de complejas confederaciones indígenas. Tal es el caso del linaje tehuelche Bravo y el linaje pampa Yahatti. Con respecto a los primeros, fue su capacidad de convocatoria y movilización de recursos materiales y humanos a partir de las cuales su rol de representantes del mundo indígena frente a los blancos se afianzó. Ello explica por qué los hispanocriollos optaron por negociar y buscar la conciliación con los tehuelches del norte. Las paces fueron fructíferas para ambos bandos, mientras que se buscaba evadir o evitar potenciales malones o ataques los indígenas se cercioraban que el comercio interétnico seguía en pie. Mediante las paces de Casuhati, los Bravos fueron formalmente distinguidos como caciques principales y garantes del comercio interétnico cuyo epicentro residía en torno a la feria del Chapaleofú, en la porción central de Tandilia. Bajo la supervisión jesuita se desplegaban los permisos de comercialización y se regulaba el flujo de tribus que confluían en la zona para comerciar, ejecutar ceremonias y festines. Dichas actividades estaban ligadas a factores de cambio de tipo político. La posesión de ganado lejos de adquirir una lógica de acumulación capitalista, se convirtió en un símbolo de status y en un recurso vital para legitimar la autoridad cacical. Ya sea mediante la organización de las actividades de cría, cuidado y comercialización o la coordinación de malones, los caciques lograron diseñar un sistema redistributivo o de reciprocidad diferida, que si bien se consolida en el siglo XIX399, esta investigación ha logrado comprobar que sus inicios se remontan a los procesos de transformación política iniciados una centuria antes. De esta manera, se sumaron nuevos matices al ejercicio de la autoridad cacical. La capacidad guerrera se vio complementada por la oratoria, negociación y diseño de redes redistributivas que involucraban a los miembros de la tribu y los comprometía con el cacique de turno. Participar y peticionar al líder implicaba no sólo endeudarse sino también involucrar a los parientes, agregados, refugiados y cautivos a reconocer la autoridad cacical. Tal es el caso, de Morris y los expedicionarios británicos que se vieron involucrados incluso sometidos al cacique Bravo o los cautivos ligados a los Yahatti que prestaron declaración acerca de cómo el cacique pampa Rafael procedía

399Mandrini (1994) op. cit.

209 políticamente para con los suyos y tribus aliadas. Lo cierto es que ambos linajes pretendieron durante el siglo XVIII controlar el escenario valliserrano a fin de garantizar su continuidad política y la supervivencia de su tribu. Sin embargo, la competencia iba en aumento, puesto que también se disputaron el control de las pasturas, aguadas y animales con los araucanos, cuya presencia en las Pampas se había vuelto moneda corriente. El control y gerencia indígena del área Pan-araucana se comprueba a través de la construcción de corrales de piedra, el diseño de parajes y rastrilladas que constituyen evidencia histórica y arqueológica vital para corroborar la importancia de las relaciones interétnicas como factor dinamizador de la articulación de diversos ecosistemas y culturas. No es casual que las rutas indígenas y la instalación de corrales converjan en el sistema serrano Tandilia que se destacó en aquella época por convertirse en el punto de encuentro de diversas parcialidades e incluso hispanocriollos que dotaron aquel espacio de múltiples significados: como fuente de recursos, sede de la Feria del Chapaleofú, lugar propicio para la ejecución de alianzas matrimoniales y ceremonias y como ámbito de convivencia y negociación interétnica. Por lo tanto, el núcleo pastoril indígena desarrollado en la porción central del sistema Tandilia, no sólo implicó una mutación en el devenir étnico de las parcialidades pampa-serranas, sino también para el caso de las tribus araucanas y tehuelches que se mostraron ávidas e interesadas en participar del circuito doméstico y comercial del ganado. Gracias al desarrollo de las relaciones interétnicas los procesos de especialización económica adquirieron mayor complejidad y se amplió el circuito de nichos ecológicos interconectados y vinculados inclusive a los centros hispanocriollos del área Pan-araucana. Los procesos de especialización económica dinamizaron la emergencia de nuevos patrones políticos. Bajo esta clave, debe interpretarse la posesión de ganado como indicador de prestigio y riqueza. La administración de los recursos y la competencia por ellos entre blancos e indígenas, permitió el desarrollo de nuevas formas políticas ligadas no sólo a cuestiones hereditarias sino también a las habilidades y capacidades de los aspirantes al cargo. En razón de la incidencia de los mecanismos de dominación colonial, vale la pena mencionar que las reformas borbónicas fueron un factor político de gran alcance que propiciaron un cambio actitudinal en el quehacer político de los líderes étnicos. Nuevos Fuertes fueron erigidos en espacios disputados con los indígenas, los poblados

210 preexistentes manifestaron síntomas de bonanza producto de la importancia gradual que fue adquiriendo la ganadería, se intentó reforzar el control militar a través de la creación de la Compañía de Blandengues. Y a la vez se fomentó el parlamentarismo, la entrega de obsequios y la designación de caciques principales a fin de pacificar la frontera y evitar la organización de malones. Por lo tanto, el contexto reformista, favoreció el desarrollo de parlamentos que promovieron aires de cambio en cuanto a la naturaleza de la autoridad cacical, puesto que la capacidad belicosa de los líderes debió ser complementada con el arte de la palabra y la construcción de un discurso convincente. Gracias a las instancias de diálogo fue posible atenuar las tensiones y rivalidades desatadas entre las tribus y las autoridades laicas y eclesiásticas. Esto explica por qué independientemente de los ciclos de paz y de guerra no se vio interrumpido el flujo comercial entre ambos mundos. Más allá de la hostilidad, es claro que los indígenas tenían muy presente su dependencia frente al resguardo militar que ofrecían los blancos y el consumo de bienes europeos. Sobre todo los caciques quienes recurrían a estos elementos para afianzar su autoridad frente a las bases y ante otros grupos étnicos. Y a la vez, tal como se ha analizado en el capítulo cinco de esta investigación, las bases accedían al consumo de ciertos bienes bajo permiso de su líder. Es decir, que la sociedad de frontera lejos está de ser una arena política compuesta por culturas que se repelen entre sí, por el contrario, son múltiples las instancias de complementariedad y cooperación y esto se debe no sólo a la adopción de pautas de consumo occidentales por parte de las tribus sino también a que los Fuertes y fortines dependieron en varias ocasiones del comercio interétnico para su supervivencia en un espacio desconocido que les resultaba hostil. Justamente en esta interdependencia subyace la importancia de las paces de Casuhati como garantía para la ejecución de la feria del Chapaleofú. Su puesta en marcha sólo sería posible bajo supervisión de los padres jesuitas y autoridades fronterizas bajo acuerdo con los Bravos, quienes actuaron como garantes de las redes comerciales al sellar dicho acuerdo con los blancos. De esta manera, se comprueba la importancia del linaje de los Bravos, quienes fueron reconocidos como caciques principales y se convirtieron en los custodios del espacio valliserrano. Sin embargo, no faltaron los mecanismos especulativos de ambas partes, y esto se hace evidente si se considera que el reconocimiento de los Bravos resultó ser

211 una estrategia política crucial, ya que para los funcionarios coloniales era preferible mantener cerca a sus enemigos y en plan de diálogo que verse expuestos a la belicosidad y bravura de los tehuelches del norte. Además, la amenaza de las armas de fuego no siempre fue suficiente para someter a las tribus, puesto que la disparidad numérica jugaba, en la mayoría de los casos, a favor de los indígenas. Sumado a ello, el conocimiento parcial y fragmentado de varios nichos ecológicos del área Pan-araucana, en parte también por la falta de una cartografía precisa, debilitaron la capacidad de los hispanocriollos de efectivizar su presencia en algunas zonas. Bajo este contexto, promover conflictos intertribales se volvió una herramienta de gran ayuda para debilitar la autonomía política de las sociedades indígenas con el objetivo de generar nuevas alianzas con aquellos caciques que se mostraran dispuestos a acatar un modo de vida cristiano y civilizado. Es decir, que las relaciones interétnicas entre blancos e indígenas se desarrollaron bajo un espectro de ambigüedades, búsqueda de intereses particulares y a la vez de complementariedad. Cangapol también conocido como Nicolás el Bravo supo combinar la negociación con actitudes consideradas reprobables por los hispanos, tales como su rol de anfitrión y protector de los expedicionarios británicos; la presión que éste ejercía sobre las misiones jesuitas para obtener raciones; y su capacidad organizativa en materia de malones. De hecho la legitimidad de su autoridad residía en su capacidad de “coquetear” políticamente con los españoles mediante la palabra y en sus proezas como gran líder guerrero y gerente de una vasta red de mecanismos de reciprocidad diferida. Por lo tanto, los caciques Bravos, actuaron como interlocutores entre las autoridades coloniales y los caciques menores “pampa-serranos” de modo tal que su desempeño fue oscilante y ambivalente entre la reivindicación y representación de las parcialidades aliadas y la satisfacción de sus intereses a partir de la negociación con las autoridades coloniales de Buenos aires. Durante el siglo XVIII, la autoridad de los caciques se nutrió también de la influencia ejercida por el proceso de araucanización de las Pampas. Los Bravos pretendieron mantener su radio acción política estable y para ello fomentaron la realización de acuerdos y alianzas matrimoniales con los visitantes del oeste cordillerano a la vez que gradualmente adoptaron elementos culturales araucanos

212 entre ellos la platería, la cerámica y los textiles. Este tipo de bienes fueron parte del circuito de intercambios comerciales indígenas e incluso fueron intercambiados en la feria del Chapaleofú. Los tehuelches fueron una de las primeras parcialidades en araucanizarse y esto facilitó la penetración de los araucanos en las Pampas. en cuanto a los pampas y serranos, los caciques Lepín, Flamenco y Negro siguieron vinculados con los tehuelches y araucanos mediante acuerdos interétnicos y alianzas matrimoniales, pero no siempre prosperaron. Aunque las rivalidades no tardaron en llegar, puesto que las parcialidades mapuches se mostraron interesadas en adoptar patrones de vida de tipo pastoril sobre todo para ser partícipes de los circuitos comerciales interétnicos que se desarrollaron durante esta centuria y que se perfeccionaron en las primeras décadas de la siguiente. Si bien este proceso de reconversión de su lógica de reproducción material se dio en forma gradual, su experiencia acumulada, sobre todo a partir de las Guerras de Arauco, facilitó la asimilación y adaptación de nuevos patrones de supervivencia. Ante un contexto en el que la naturaleza de la autoridad cacical mostraba síntomas de cambio, los araucanos buscaron, al igual que los pampa-serranos y tehuelches, resignificar los cánones de su quehacer político acorde a la importancia adquirida por la riqueza ganadera, la ejecución de malones y la oratoria. La competencia por los recursos y la hostilidad reinante en el espacio fronterizo derivó en 1750 en la ruptura de las paces por parte del cacique Cangapol y en la emergencia de un nuevo cacique principal procedente de las filas pampas, el líder étnico Rafael Yahatti. Esto explica la urgencia de las autoridades coloniales en cuanto a la creación de la Compañía de Blandengues, puesto que sabían muy bien que el cese de las paces de Casuhati significaba abrir el juego a una posible Confederación indígena liderada por el Bravo para arrasar Buenos Aires y los poblados aledaños. Sin embargo, este quiebre no fue total ya que este líder y sus hombres continuaron dirigiéndose a Buenos Aires y Carmen de Patagones para comerciar. De hecho, una centuria después los tehuelches descendientes de aquellos que vivieron en tiempos de los Bravos, entablaron relaciones amistosas con los primeros inmigrantes galeses que arribaron a las costas de la actual provincia de Chubut hacia 1865. Es más, los recién llegados actuarían como intermediaros entre el Estado argentino y la comunidad tehuelche en razón de los litigios disputados en aquella época en pleno proceso de avance de la línea de frontera

213 y conformación de la Nación Argentina. Volviendo al período aquí analizado, la declinación política de Cangapol dio paso a la consolidación política del linaje Yahatti, el cual había atravesado durante el siglo XVIII diversos episodios de enfrentamiento por los recursos y la disputa por la influencia ejercida sobre las tribus menores del espacio valliserrano con los Bravos. Aunque también pesó en esta rivalidad la proximidad del cacique pampa para con los padres jesuitas, ya que Rafael Yahatti y sus hombres habían accedido a vivir bajo las directivas y mandatos cristianos a fin de evitar los ataques de araucanos y tehuelches. Sin embargo, el ascenso de Rafael Yahatti como cacique principal no significó una victoria total de este linaje, ya que los pampas se encontraban en disputa con otros líderes que frecuentaban el espacio valliserrano, tales como Lepin Nahuel e incluso para con los jefes araucanos que se proyectaron en aquel entonces como competidores directos en cuanto al control de zonas estratégicas para el comercio interétnico y la obtención de beneficios personales. Posiblemente por el precedente sentado por la ruptura de las paces de Casuhatí por parte del Bravo, los funcionarios coloniales se mantuvieron en estado de alerta y procedieron con cautela a la hora de negociar y reencauzar las paces. Para el caso de Rafael Yahatti, el Cabildo de Buenos Aires manifestó a su primo Carlos Yahatti, que el gobernador reconocía la buena voluntad de este linaje para acordar las paces siempre y cuando no actuaran de modo tal que pusiera en riesgo la seguridad de la frontera. Y en cuanto al cacique Lepin Nahuel, su participación directa en las paces de la laguna de los Huesos condicionó en forma sustancial su autonomía política al convertirse en el responsable de cualquier acontecimiento que tuviese lugar en el espacio fronterizo que atentara contra los poblados y la ciudad de Buenos Aires. Tal como se ha expresado anteriormente, los españoles lograron dotarlo de reconocimiento, pero a la vez, lo comprometieron jurídicamente ante cualquier tipo de episodio o presencia de aquellas parcialidades consideradas enemigas del orden colonial. Más allá de las consecuencias que tuvo la colonización sobre las sociedades indígenas (la encomienda, la desnaturalización, la instalación de reducciones, la creación de nuevos fuertes y fortines, etc.) los líderes étnicos se mostraron dispuestos a la negociación no sólo para buscar la supervivencia de las bases sino también para satisfacer sus intereses personales, puesto que el ejercicio de la autoridad cacical se

214 había resignificado en función a nuevas pautas de comportamiento y consumo que contribuían a la acumulación de prestigio y status social de los caciques y su familia. Por lo tanto, la decadencia del linaje de los Bravos activó una serie de rivalidades intertribales entre pampas, serranos y araucanos en torno al reconocimiento por parte de los españoles. Las tribus del área Pan-araucana supieron desarrollar diversos mecanismos adaptativos en un contexto de dominación colonial que parecía, por aquel entonces, ser irreversible. Por tales motivos, los caciques se mostraron atentos y dispuestos a “rediseñar” su autoridad cacical considerando las circunstancias del momento en cuanto a su vínculo con los blancos y en razón de las demandas de sus seguidores. Conscientes de la presión ejercida por las autoridades coloniales y del carácter laxo e inestable de las alianzas intertribales, las bases evitaron sobrecargar a su líder con reclamos, pedidos y demás. Ello no implica creer que no tuvieran lugar las instancias de diálogo, por el contrario, los canales de negociación intraétnica permitieron dar solución a los conflictos de la tribu. A la vez, que el líder étnico permitía e incentivaba la participación de su comunidad en diferentes actividades las cuales estaban directamente articuladas a los mecanismos de reciprocidad diferida que éste controlaba. De esta manera, el desarrollo de los cacicazgos solo fue posible si se garantizaba la protección y la unidad de la comunidad. Claro está que existe una continuidad histórica entre los procesos que acontecieron a lo largo del sistema valliserrano Tandilia. Puesto que es posible reconocer patrones de desarrollo en cuanto a las prácticas pastoriles y cultura material que condicen con las investigaciones de Mazzanti400 y que dialogan en forma directa con los aportes de Mandrini.401 A su vez, los corrales de piedra que fueron relevados y analizados en Tandil, ciudad cabecera, habrían sido desarrollados por los hispanocriollos emulando técnicas indígenas, lo cual afianza los argumentos previamente desarrollados en razón de la importancia de las relaciones interétnicas respecto a la complementariedad entre dos lógicas diferentes y el desarrollo de vínculos comerciales. Acorde con Ferrer y Pedrotta,402 algunas construcciones

400Mazzanti (2007) op. cit. 401Mandrini (2008) op. cit. 402Ferrer y Pedrota (2006) op. cit. 215 emplazadas en la ciudad podrían tratarse de construcciones indígenas que luego fueron reutilizadas por los criollos. Mientras que en el partido de Tandil (por ejemplo en la Cuenca del Arroyo Chapaleofú) Pedrotta ha identificado construcciones asociadas a los circuitos planteados por Mandrini. Esta investigación concuerda con la autora en la conexión existente entre la Feria del Chapaleofú y dichas construcciones de piedra. Vale la pena destacar que el papel ejercido por los Bravos en su rol de “gerentes” de las relaciones comerciales afianza la idea de que controlar los circuitos comerciales fue esencial para consolidar su autoridad y construir alianzas con los pampa-serranos. Retomando el caso de los ranqueles analizado por Mandrini,403 he podido demostrar que es posible hallar indicios de prácticas redistributivas incluso en el siglo XVIII. Los caciques principales supieron servirse de sus habilidades para coordinar el sistema de rutas insertas en el área Pan-araucana a fin de hacerse de recursos que luego cobraran connotaciones políticas a través de mecanismos de reciprocidad diferida. Por lo tanto, es posible determinar que el devenir de los circuitos tanto doméstico como comercial planteados por el autor no sólo representaron la consolidación de una transformación económica que había comenzado en los siglos anteriores sino que este nuevo estilo de vida pastoril contribuyó a resignificar la relación de las tribus con el espacio geográfico. Las parcialidades del período analizado por esta propuesta, se desplazaron en forma planificada y se asentaron en forma estacional en el sur valliserrano bonaerense construyendo vínculos que resultaron ser sustanciales para el desarrollo de los grupos. Ello permite comprender la relación intrínseca que existe entre territorialidad y etnicidad. Tal es el caso de los serranos parcialidad poco estudiada que ha sido contemplada en esta ocasión y que evidencia patrones de interacción social y complementariedad económico-política con los tehuelches en razón de su alianza con los Bravos; con los pampas si se considera las negociaciones entabladas con los Yahatti y su capacidad de acción conjunta con los araucanos a la hora de maloquear. La identidad étnica de las parcialidades pampa- serranas de la porción central del sistema Tandilia cobró nuevos matices a partir de cambios internos que se aceleraron a partir de su interacción con otras tribus y en relación a los hispanocriollos. Por lo tanto la aplicabilidad de la noción de

403Mandrini (1994) op. cit. 216 etnogénesis404 para el caso pampa-serrano tiene sentido considerando que su identidad atraviesa por procesos de asimilación y adaptación a lo largo del tiempo. La vinculación con “el otro” opera sobre los agentes involucrados acelerando los procesos de cambio sobre las parcialidades pampa-serranos del sur valliserrano. La segunda mitad del siglo XVIII sería el contexto propicio para el desarrollo de una serie de transformaciones socioeconómicas y políticas que se dinamizaron a partir de la construcción de las relaciones interétnicas. Estas relaciones continuaron desplegándose durante el siglo XIX, período en el cual se concretaría la caída del orden colonial y se daría paso a la anexión gradual de los territorios indígenas al naciente Estado argentino. Sin embargo, la coyuntura ya no sería la misma y la convivencia con el blanco se había convertido en un hecho ineludible. No obstante, las estrategias de los criollos no significaron una innovación en cuanto a las herramientas y mecanismos de dominación de tiempos coloniales. Esto explica por qué continuaron las oscilaciones en términos de acuerdos y paces entre indígenas e eurocriollos. En este contexto teñido de tiempos de paz y de guerra, terminaron de delinearse los fundamentos étnicos y territoriales de las parcialidades que dieron sentido a la identidad de los grupos involucrados. En función a los últimos aportes realizados en el ámbito de las ciencias sociales que aquí fueron utilizados como punto de partida y acorde a la documentación que pude hallar, he podido comprobar las hipótesis básicas planteadas cuando inicié esta investigación y otras que surgieron durante el desarrollo. A partir de la realización de esta investigación se ha podido dar respuesta a una serie de interrogantes planteados, y a la vez, fueron surgiendo nuevas conjeturas en razón de los patrones de comportamiento indígena. Se espera poder profundizar las líneas de trabajo hasta aquí abordadas y continuar problematizando la configuración de la identidad étnica en tiempos independentistas.

Nuevos objetivos e interrogantes Iniciado el siglo XIX el escenario rioplatense sería el espacio propicio para la gesta de una serie de contiendas militares y políticas que cambiarían el devenir de la

404Boccara (2002) op. cit. 217 sociedad hispanocriollas pero también del mundo indígena. Una vez iniciada la revolución, la década de 1810 estaría signada por la militarización de los sectores rurales y urbanos de la sociedad rioplatense en pos de la causa independentista y posteriormente en razón de las disputas entre unitarios y federales. Como consecuencia de ello, las autoridades de la campaña bonaerense concentraron su atención en las disputas reinantes en torno a la organización del naciente Estado independiente, por lo cual la cuestión indígena pasó a un segundo plano en la agenda política de dicha década. No obstante, una vez producida la caída del Directorio y declarada la autonomía de las provincias, el gobierno de Buenos Aires, que para entonces era protagonista de un aumento considerable de la demanda ganadera, posó su mirada nuevamente en la campaña bonaerense y decidió emprender una nueva expansión de la frontera con el objetivo de incorporar más tierras y servirse de las pasturas y aguadas necesarias para el desarrollo pecuario. Para ello, el gobierno bonaerense recurrió a una vieja estrategia para la realización de parlamentos, tratados e intercambios comerciales con las parcialidades indígenas que frecuentaban la zona a fin de evitar la organización de malocas y hacer efectiva la expansión ganadera. Los acercamientos al mundo criollo parecen remontarse a los inicios de la década de 1820 una vez iniciada la gobernación de Martín Rodríguez. Para aquel entonces, las autoridades criollas procedieron de un modo ambivalente combinando ataques con la diplomacia. En el año 1822 tendría lugar un parlamento destinado a revalidar las paces, cuyo antecedente remite al pacto de Miraflores (1820), con los pampas, tehuelches y ranqueles, del mismo habrían participado Juan Catriel “el Viejo” y Juan Manuel Cachul, quienes se mostraron disconformes ante la instalación de un Fuerte en las tierras de Tandil.405 Sin embargo, una vez iniciada la gobernación de Las Heras, es posible percibir un giro político en torno a la cuestión indígena y rápidamente se hará notoria la participación de Catriel y Cachul en las expediciones y campañas ejecutadas por los funcionarios de la gobernación. En aquel entonces, la Comisión Pacificadora de Indios sería encomendada a Juan Manuel de Rosas siendo éste el encargado de pacificar y armonizar las relaciones con los indígenas para lograr

405Irianni (2006) op. cit. 218 estabilidad en la campaña.406 Durante este tiempo, se fijan las bases para la concreción de acuerdos entre indígenas y blancos a través de los cuales es posible percibir una serie de cambios en relación a la construcción de la autoridad cacical que progresivamente asume prácticas y hábitos propios del mundo blanco. Y a la vez, se inician diferentes etapas de competición por los recursos de las cuales también participan las olas migratorias transcordilleranas.407 Finalmente, en la época del corto gobierno de Dorrego se aceleran los cambios que darían origen, en tiempos de Rosas, al Negocio Pacífico de Indios.408 Una vez producida la caída del Restaurador, las reglas del juego interétnico ya no serían las mismas. Partiendo de los aportes de Irianni409 para quien las variables planteadas por la historiografía americanista a la hora de evaluar la relación del kuraka y su ayllu, en el contexto de dominación colonial, pueden ser retomadas y discutidas a partir del caso pampa. Lo cierto es que esta relación peculiar que algunas parcialidades lograron entablar con Rosas dio paso a nuevas modificaciones en el comportamiento y en los criterios sociopolíticos que definen el accionar de la autoridad cacical, sobre todo si se considera su relación con el resto de la tribu y en razón de sus aliados. A partir de aquí se desprenden nuevos objetivos de trabajo que toman como punto de partida los procesos históricos analizados en esta oportunidad a fin de corroborar las continuidades y rupturas en torno al devenir de las relaciones interétnicas. Para ello se espera poder analizar las transformaciones acontecidas en torno la construcción de la autoridad de los cacicazgos pampas en el marco de la expansión de la frontera bonaerense y los procesos migratorios transcordilleranos entre 1820 y 1852. A partir de este objetivo general se espera, en una futura tesis doctoral, probar que las negociaciones decimonónicas con las parcialidades indígenas

406Néspolo, Cutrera y Morrone (2009) op. cit. 407Mandrini (2006) op. cit. 408Ratto, Silvia, (1994) “Indios amigos e indios aliados. Orígenes del “Negocio Pacífico” en la Provincia de Buenos Aires (1829-1832) en Cuadernos del Instituto Ravignani, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Nº 5, pp. 5-37; (1998) “Relaciones inter-étnicas en el Sur bonaerense, 1810-1830. Indígenas y criollos en la conformación del espacio fronterizo” en Villar, D., Jiménez, J. y Ratto, S (editores). Relaciones inter-étnicas en el Sur bonaerense 1810-1830, Depto. de Humanidades, UNSUR, IEHS, UNCPBA, Bahía Blanca-Tandil, pp. 21-47; (2005) “Caciques, autoridades fronterizas y lenguaraces: intermediarios culturales e interlocutores válidos en Buenos Aires (primera mitad del siglo XIX) en Mundo Agrario, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP, Vol. V, Nº 10, pp. 1-15; (2007a.) Indios y cristianos. Entre la guerra y la paz en las fronteras, Editorial Sudamericana, Buenos Aires. 409Irianni (2005/7) op. cit. 219 habrían iniciado antes del ascenso de Rosas a la gobernación de Buenos Aires. Así surgen nuevos interrogantes, a saber: ¿Por qué la construcción de una aparente simetría planteada en cuanto a los lazos parentales entablados con Rosas fue funcional a las pretensiones de garantizar el orden y el apego a las normas en la campaña bonaerense formulados por el Restaurador? ¿Por qué estos lazos fueron utilizados como artilugio político por los caciques principales Juan Catriel “el Viejo” y Juan Manuel Cachul para lograr la adhesión de los caciquillos, capitanejos y bases y legitimar su autoridad en calidad de indios amigos? ¿Existe una amenaza constante y real en razón a una posible disolución gradual de la identidad pampa? ¿Cómo operó la araucanización de las Pampas sobre el Negocio Pacífico de Indios en el espacio fronterizo? ¿De qué manera incidieron los lazos parentales construidos entre Rosas y los pampas en la redefinición de los rasgos de la autoridad cacical decimonónica? Posiblemente nuevas conjeturas surgirán a medida que progrese esta nueva propuesta de trabajo y otras serán reformuladas al entrar en juego con una interpretación crítica de las fuentes a la luz de los preceptos teóricos. Lo cierto es que, pese a los aportes y esfuerzos historiográficos recientes, el desarrollo de las naciones indígenas continúa siendo una deuda pendiente en la agenda política del Estado argentino sobre todo si se consideran las “ausencias o vacíos” que existen en la historia de nuestro país y que incluso, en nuestra actualidad, continúan olvidados y/o presentados, en la escena, marginalmente en cuanto al desarrollo del aparato estatal. De aquí deriva la importancia de analizar los procesos que dan sentido a la identidad y desarrollo cultural de los grupos étnicos. Sólo así es posible concebir el impacto de los procesos de mestizaje a partir de la colonización que, junto a la promoción de la inmigración europea y la resignificación de actores y patrones culturales locales en tiempos del nuevo Estado naciente, contribuyeron al inicio del proceso de formación de la Nación Argentina hacia fines del siglo XIX.

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