La Fuerza Democratica De La Idea Socialista Jorge Arrate
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BIBLIOTECA DIGITAL DEL SOCIALISMO CHILENO LA FUERZA DEMOCRATICA DE LA IDEA SOCIALISTA JORGE ARRATE EDICIONES DOCUMENTAS BARCELONA LAS EDICIONES DEL ORNITORRINCO SANTIAGO DE CHILE Primera edición digital 2005 ARCHIVOS INTERNET SALVADOR ALLENDE ARCHIVOS INTERNET SALVADOR ALLENDE 1 http://www.salvador-allende.cl Las Ediciones del Ornitorrinco y Ediciones Documentas no comparten necesariamente las opiniones de los autores de los libros que publican. El Instituto para el Nuevo Chile no tiene opinión institucional sobre temas políticos o edeológicos. Es una organización pluralista cuyos investigadores, docentes y cooperadores se identifican con diversas tendencias del pensamiento democrático. Instituto para el Nuevo Chile, Wijnhaven 25 1e. verdieping, 3011 WH Rotterdam, Holanda. Primera edición : octubre de 1985, Barcelona, España Segunda edición: noviembre de 1985, Santiago, Chile Inscripción N° 63.564 Impreos por Temarcos Ltda. En un perdido rincón del planeta los ornitorrincos se extinguen. Con seguridad, no hay en toda la Tierra seres que luchen con más empeño por sobrevivir en ella. A Aileen y Juan A Ana María A Alejandro e Isabel ARCHIVOS INTERNET SALVADOR ALLENDE 2 http://www.salvador-allende.cl JORGE ARRATE nació en Santiago de Chile en 1941. Se licenció en Ciencias jurídicas en la Universidad de Chile en 1964. Realizó estudios de post-grado en economía en ESCOLATINA (Universidad de Chile) y en Harvard. Fue profesor universitario de economía en las Escuelas de Derecho y Economía de la Universidad de Chile, de Sociología en la Universidad Católica de Chile y en ESCOLATINA. En 1969 fue designado Director del Instituto de Economía y Planificación de la Universidad de Chile. Durante el gobierno del Presidente Allende se desempeñó como Asesor Económico del Presidente; Presidente Ejecutivo de la Corporación del Cobre (CODELCO) y, en uno de los gabinetes, Ministro de Minería. Desde tales funciones tuvo destacada participación en el proceso de nacionalización del cobre. Ingresó al Partido Socialista de Chile en 1962, siendo dirigente estudiantil universitario. Durante veinte años de militancia ha desempeñado diversas funciones de dirección tanto en su partido como en organizaciones unitarias de la izquierda chilena. Exiliado indefinidamente desde 1973 reside en Rotterdam, Holanda, donde dirige el Instituto para el Nuevo Chile. INTRODUCCION «Hay palabras que, sofocadas, hablan más,precisamente por el sofoco y el exilio». GABRIELA MISTRAL A los ensayos, a diferencia de las novelas, los poemas, las obras de teatro o los relatos, los precede habitualmente una introducción. Aunque no indispensable es quizá útil y, como apreciará el lector, no he escapado, en definitiva, a la tentación de escribir una. Las introducciones permiten, entre otros propósitos, dejar constancia de los agradecimientos y, en este caso, son muchos los que debo, en primer lugar a la institución que hizo posible la preparación y publicación de este libro(1). En un comienzo, intenté coleccionar en un sólo volumen algunos ensayos escritos en los últimos años. Aunque terminé haciendo algo diverso, debo agradecer a las revistas y a los compiladores que publicaron dichos artículos por primera vez, ya que he hecho uso intensivo de algunos de ellos y he utilizado extensas partes de otros con modificaciones muchas veces marginales(2). Personas muy próximas me ayudaron en el intento de eliminar algunas de las imperfecciones de mi español. Una holandesa de envidiable paciencia dactilografió el manuscrito y un chileno que después de muchos años en Holanda ha adquirido similar virtud, fotocopió documentos, textos y borradores, facilitándome enormemente el trabajo. Algunos colegas me hicieron útiles sugerencias sobre varios capítulos y un amigo, con quien nos hemos acompañado recíprocamente durante la totalidad de los años holandeses -por mencionar sólo los últimos-, leyó el texto de principio a fin y me formuló comentarios valiosísimos. Otro amigo me hizo llegar desde Chile, después de rebuscar en los anaqueles maravillosos de las añoradas librerías de la calle San Diego, cuanto libro le pedí. Seria imposible identificar a todos los que con sus ideas, escritas en artículos, folletos y libros o expresadas en seminarios, debates, cursos, discursos e interminables conversaciones de madrugada, contribuyeron sin saberlo a las páginas que siguen. Tengo hacia ellos deudas grandes y muy grandes. Aunque a los acreedores de estas últimas, por lo menos, debiera mencionarlos, creo que no es aún el momento más apropiado para hacerlo. Cada capítulo lleva un conjunto de referencias que la mayoría de las veces no corresponden a citas textuales, sino al intento de recordar con precisión donde. una idea me pareció surgir con más fuerza o, en otros casos, donde los lectores curiosos pudieran internarse mejor en ella. Hubiera querido hacer más extensas aún esas notas para significar todo lo que los conceptos aquí expresados deben a trabajos anteriores de otros. Me siento, sinceramente, más cómodo acompañado que solo. El ser humano es gregario también en sus ideas y, en este caso, las que expreso corresponden -creo- a una sensibilidad que entiendo común a muchos. Con todo, no se debe atribuir a mis anónimos acreedores intelectuales otra responsabilidad que no sea la inevitable que deriva de compartir una misma inquietud frente a los diversos temas. Debo también mi reconocimiento a los editores. Es ésta una de las primeras obras que publica, casi simultáneamente en España y en Chile, una editorial naciente a la que auguro el porvenir más exitoso. Habla bien de sus iniciadores el que asuman esta tarea en una atmósfera y circunstancias que son poco favorables para empeños de este tipo. Admito que pueda haber en mis palabras un exceso de aprensión. Una amiga catalana que entrega su esfuerzo diario a gerenciar una pequeña pero activa editorial me contó en días pasados que unos asaltantes habían abierto la maleta de su automóvil llena de libros y, en otra ocasión, penetrado hasta el interior de las oficinas de su empresa editora. En un caso dieron cuenta de las herramientas del automóvil y en el otro de algún dinero. Los libros quedaron intocados. Hay dos extremos que impiden una sana versión sobre lo que el libro significa. El primero, atribuible las más de las veces a los propios autores, a los editores apasionados o a los lectores que buscan respuestas en páginas impresas a todas las cuestiones de la vida, consiste en sobrevalorar su trascendencia atribuyéndole poderes que no tiene. El segundo, ejemplificado por los utilitaristas asaltantes y por otras especies similares, es considerar que carece de importancia. Esta idea errada es, géneralmente, propia de los que, pudiendo, nunca han leído ninguno o, si lo han hecho, no han logrado beneficio que se les note. En Chile -me doy cuenta- a pesar de esfuerzos magníficos, se publican menos libros que los necesarios, se venden caro y circulan muy moderadamente. Miradas las cosas desde este ángulo, un libro es, antes que nada, un asunto del autor consigo mismo. Sin embargo, las ideas parecen poseer propiedades singulares. Cruzan oscurantismos y escalan prohibiciones, viven en las condiciones más inhóspitas y sobreviven todo tipo de desinfecciones. Y, por tanto, incluso aunque el autor de un libro no lo quisiera, escribirlo y publicarlo no es algo puramente personal. Por eso quiero además agradecer a quienes persistan en leer éste. Las introducciones se prestan también para referirse a las circunstancias en que el libro fue confeccionado y que, mucho o poco, de una u otra manera, lo condicionan. Este fue íntegramente escrito -incluidos los artículos de revista que he citado como antepasados- en Rotterdam, ciudad de Holanda a la que llegué hace ya más de ocho años. Rotterdam fue una de las ciudades más martirizadas por la Segunda Guerra Mundial: un bombardeo nazi la redujo a cenizas. Una escultura intensamente expresiva, conocida como «El corazón de Rotterdam» simboliza el dolor de ese episodio. Es una figura humana, de pie, erguida, con unos brazos demasiado largos, un poco monstruosos, que lanzan hacia el cielo dos manos muy grandes en gesto de impotencia implorante. Un hueco enorme a la altura del tórax es su corazón. Es imposible vivir en Rotterdam sin pensar en la guerra. A algunas decenas de kilómetros, Amsterdam atesora las tradiciones arquitectónicas y culturales de la vieja Holanda. Allí, además, se conserva la casa ARCHIVOS INTERNET SALVADOR ALLENDE 3 http://www.salvador-allende.cl de Ana Frank, la joven judía que legó a la humanidad su estremecedor testimonio antiracista. Pero Rotterdam, que guarda sólo pequeños espacios excepcionales como recuerdo del ayer y que se yergue hoy renovada, puede cultivar como muy pocas ciudades europeas la conciencia de la guerra para luchar contra la guerra. En los últimos ocho años muchos viajeros han traído hasta Rotterdam los colores, acentos, gustos, noticias, sombras e ilusiones de Chile. Cada uno de ellos, con sus variadas impresiones, ha contribuido a mi propia imagen o idea de lo que es Chile actualmente, de lo que podría ser y, especialmente, de lo que deseamos que sea. Los que vinieron hace ya tiempo constatarían lo mucho que ha cambiado la ciudad y no reconocerían los nuevos rincones surgidos entre los múltiples muelles, puentes y brazos de río. Cuarenta y cinco años después de su destrucción, recién ahora, parecen llenarse todos los espacios vacíos y la arquitectura se despliega más plena, no sólo para satisfacer una necesidad, sino para intentar, con formas extrañas y ultramodernas, constituir belleza. Holanda, serena, pausada y tolerante, es en tantos aspectos tan distinta a nuestra tierra... Su verano es como el otoño santiaguino, su otoño como los inviernos de Valparaíso, sus inviernos tanto o más desafiantes que los de Coyaique o Punta Arenas. La primavera concentra muchas fuerzas para desatar un verde que, aunque en verdad un poco homogéneo para el ojo chileno, es difícil de igualar. Porque es tan diversa tiene la rara virtud de hacer más sólido, por contraste, el recuerdo de las cosas propias.