Despues De La Lluvia
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1 2 Serie Ensayo DESPUÉS DE LA LLUVIA CHILE, LA MEMORIA HERIDA 3 4 MARIO AMORÓS DESPUÉS DE LA LLUVIA CHILE, LA MEMORIA HERIDA EDITORIAL CUARTO PROPIO 5 DESPUÉS DE LA LLUVIA CHILE, LA MEMORIA HERIDA © Mario Amorós Inscripción Nº 140.123 I.S.B.N. 956-260-322-9 Editorial Cuarto Propio Keller 1175, Providencia, Santiago Fono: (56-2) 2047645 / Fax: (56-2) 2047622 E-mail: [email protected] Composición: Producciones E.M.T. S.A. Producción general y diseño: Rosana Espino Imagen portada: obra de Roser Bru, Cal viva “Lonquén” (1978) Impresión: RIL Editores IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE 1ª edición, junio del 2004 Queda prohibida la reproducción de este libro en Chile y en el exterior sin autorización previa de la Editorial. 6 Si levantan los ojos verán que aquí nuevamente nos hemos congregado, porque nunca los hemos olvidado, porque el sueño que ustedes tuvieron tiene plena vigencia Sola Sierra A mi abuelo José, víctima de la represión franquista, a quien sólo he podido conocer por la memoria herida de mi abuela Isabel, de mi padre y de mis tíos. Sus ideales, su sacrificio, alimentan estas páginas 7 8 ÍNDICE Agradecimientos 11 Algunas palabras previas 13 I. “¡Papá, qué porvenir destruido!” 21 II. “¡Víctor está aquí, con nosotros” 43 III. “Te siento a ti y a los niños más cerca que nunca” 55 IV. “Estados Unidos debe pedir perdón al pueblo chileno” 71 V. “Si el grano de trigo muere, da mucho fruto” 89 VI. “Los carabineros mataron a abuelito Cristián” 103 VII. “¡Compañero Pablo Neruda! ¡Presente!” 115 VIII. “Mañana quizás ya esté muerto” 129 IX. “Para los militares nunca habrá ni olvido ni perdón” 145 X. “Si volviera a nacer seguiría la misma huella” 171 XI. “Quiero dar sepultura a mi hijo, por favor” 189 XII. “Los mapuches de Lautaro nos hemos reconciliado con España” 205 XIII. “Mis padres en su lucha fueron victoriosos” 217 XIV. “El horror de su muerte es imborrable” 231 XV. “Lloro cuando pienso en el infierno que sufrió Manuel” 245 XVI. “Volveré a España cuando encuentre a mi nieto” 265 XVII. “Girarán en nuestra rosa de los vientos...” 281 XVIII. “En este largo Chile de cementerios clandestinos...” 295 XIX. “Todos nos merecíamos el derecho a la esperanza” 313 XX. “La mentira de los militares ha sido tan grande” 335 XI. “Orlando respondió al llamado de su Presidente” 355 XXII. “Qué piedras no removiste / buscando lo que perdimos” 373 XXIII. “Su lucha era por el prójimo, por los desposeídos” 391 XXIV. “Yo había leído lo que pasó con los nazis” 403 XXV. “Lonquén reveló la barbarie de la dictadura” 419 Índice de testimonios 435 Bibliografía citada 439 9 10 AGRADECIMIENTOS Considero una obligación expresar mi reconocimiento a quienes me han prestado una ayuda esencial para este trabajo. En primer lugar, a mis padres, a mi hermana y a mi esposa por su apoyo, su paciencia y su comprensión porque Chile ha ocupado y ocupa mucho tiempo en mi vida. Debo mencionar también a tantos chilenos con quienes he compartido momentos inolvidables de alegría y compromiso. En Madrid, son Laura, Patricio, Fanny, Rafa, Lalo, Gleny, Toño (y Silvia), Pablo, Ana María, Goyo, Denis, Nélida, Julio, Mónica... De Barce- lona quiero recordar a Pancho, Leo, Toño, Eduardo, Ricardo, Alejandro y sus familias. Viajé por primera vez a Chile en julio de 1997 sin conocer a nadie y me encontré con personas que me acogieron como a un hermano: la familia de Pablo Cares en Colina, Matilde Bentí, Guillermo Salinas, Luis Moya, Claudio Quintanilla y sus compañeros de San Bernardo (Lucho, Fedora, Gustavo...), Marcela Mallea y sus compañeros de Melipilla, Eduardo Contreras y Rebeca Vergara, Viviana Díaz, Hernán Barahona, José Balmes, Julio Ugas, Oscar Azócar y su compañera, Mafalda y su gran familia, Patty, Tomás Moulian, Carmen Vivanco, Gladys Marín, Carmen Soria, Luis Corvalán, Volodia Teitelboim, Ma- nuel Hernández, Jorge Insunza, Lautaro Carmona... He tenido la suerte de investigar durante mucho tiempo en el inabarcable archivo de la Fundación CIDOB de Barcelona, donde Maite, Silvia y Francesca me han ayudado con un cariño que agradeceré siempre. Y en 2001 pude trabajar en el archivo de la Vicaría de la Solidaridad con la generosa colaboración de Hugo, María Paz y Frida (y también de Alicia). Además, he podido manejar una extensa bibliografía que he encontrado en la Biblio- teca Nacional de Santiago de Chile y en la de Madrid, en el Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz, en la Biblioteca Hispánica de la Agencia Española de Cooperación Iberoameri- cana, en la Facultad de Historia de la Universidad Complutense y en el Instituto de Histo- ria del Centro Superior de Investigaciones Científicas, así como en la Universidad de Bar- celona. Sólo tengo palabras de gratitud para los trabajadores de estos centros, que con gran amabilidad han atendido mi multitud de peticiones. Ha sido también importante la ayuda de los abogados Virginia Díaz y Enrique San- tiago, que en representación de Izquierda Unida forman parte desde el primer día de la acusación popular en el juicio de Madrid contra las dictaduras chilena y argentina. Eduardo Contreras, Carmen Hertz, Viviana Díaz, Hilda Rosas, Paz Rojas, Luis Ba- rría, Julio Ugas, Julia Urquieta y Jorge Insunza me han prestado un apoyo esencial para contactar con muchas de las personas que me han entregado su testimonio para este libro. A Baldramina Flores, Angela Jeria, Catalina Avendaño, Gladys Marín, Carmen Hertz, Dora 11 Carreño, Laura González-Vera y María Luisa Ortiz les agradezco de corazón que me hayan entregado documentación (cartas y fotografías de sus familiares, querellas...) que ha enri- quecido el libro. A ellas y al resto de las 86 personas que he entrevistado deseo expresarles mi profundo agradecimiento por relatarme la tragedia que les golpea desde hace más de un cuarto de siglo. Con una humanidad que me estremeció narran las circunstancias de la desaparición o ejecución de su familiar, con un amor indescriptible relatan los recuerdos de su ser queri- do y con una convicción a toda prueba explican su prolongada lucha por la verdad, la justicia y la memoria, un combate sin fin puesto que la impunidad sigue vigente en Chile. Por último, quiero dar las gracias a Roser Bru, por cedernos la imagen de uno de sus maravillosos cuadros para la portada, y a todas las personas que han revisado el libro, en especial a Laura González-Vera y al periodista Pascual Serrano. También a todos aquéllos que me animan a continuar adelante, sobre todo a mi profesor Miquel Izard, de la Univer- sidad de Barcelona, quien me abrió los ojos a la otra historia de América. 12 ALGUNAS PALABRAS PREVIAS “El drama ocurrió en Chile, para mal de los chilenos, pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo y que se quedó en nuestras vidas para siempre”, escribió Gabriel García Márquez poco después del golpe de estado.1 Para mí, que nací justo un mes antes del 11 de septiembre de 1973, Chile apenas era una pieza más de aquellos puzzles geográficos que tanto me gustaba completar en mi infan- cia, una referencia lejana en la lectura del periódico o una mención secundaria en clase, hasta que en la primavera de 1993 vi un hermoso cartel con aquellas palabras inolvidables: “Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor...”. El descubrimiento del último discurso del Presidente Salvador Allende fue una suerte de aldabonazo que despertó una inconteni- ble necesidad de conocer qué sucedió en aquel país del otro extremo del planeta. En junio de 2000, cuando la Corte de Apelaciones despojó a Augusto Pinochet de su fuero como senador vitalicio y abrió el camino para que fuera juzgado por los terribles crímenes de la caravana de la muerte, el general Ricardo Izurieta, comandante en jefe del ejército, advirtió de que el futuro de su antecesor consistía tan sólo en aguardar “el juicio de la historia y no el de sus contemporáneos”2. Aquellas palabras me indujeron a pensar en una aportación a ese “juicio de la historia” sugerido por Izurieta y opté por ofrecer una visión original y minuciosa de los cinco primeros años de la dictadura. Quiero dar la palabra a los familiares y compañeros de las víctimas para recorrer jun- tos aquellos años a través de su memoria herida, regresar a los campos de concentración y las casas de tortura de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), revivir los atentados en Buenos Aires, Roma y Washington y volver a partir al exilio, retomar la resistencia democrática, ayunar una vez más en defensa de la vida, luchar por la verdad y la justicia hasta hoy... Y evocar aquella gran victoria de la humanidad3, el arresto de un tirano conde- nado por la conciencia democrática universal. 1 García Márquez, Gabriel: Chile, el golpe y los gringos. Alternativa. Bogotá, 1974. pp. 33-34. 2 El País, 8 de junio de 2000. p. 7. 3 Al abandonar la secretaría general de Amnistía Internacional, Pierre Sané aseguró que lo más positivo de toda la década había sido “el caso Pinochet” porque “se han establecido dos principios muy importantes. Primero, que los jefes de Estado no tienen inmunidad y, segundo, el surgimiento de la idea de que la justicia global es posible”. El País, 12 de abril de 2001. p. 5. 13 A través de los testimonios de 86 personas, entrevistadas básicamente durante 2002, evocamos el sacrificio de Enrique París, los escoltas de