El Mensajero Del Clero. Año 46, No.7, Julio 1933.Pdf
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.. Julio de 1933 AMaRICA CINTRAL Revista mensual Ecleslbtlca de la Arquidl6cesis de San Jos6 de Costa Rica Director: Red.cto.eo: P.e."o. Lic. Carlo. Me••• e. B. Todoo 101•• ce.dote. de l. A."aldl6ce.l. "D. qale ••• m.ad •• oa. t••••• lo•• l. DI.eccI60. Toda eol."0 •• eI6. debe.' remltlHe .ateo Admlolot.acl6a: Pa.acio Arz."'o,a', Soa Joo' JL del 15 de e.da mel. Contenido: Pi,lna La pereza no es pobreza • . P. Claudio Botaños A. 185 La muerte aparente.-Conferencia del 12 -de Julio 1933. P. Rubén Odio. 189 Anselmo Llorente y Lafuente. •. P. Vietor Sanabria. 198 Indice de los capítulos del libro del P" Sanabria 212 Intenci6n del Apostolado - Mes de Agosto. Por los Pre- lados y Pastores constituidos en la Jerarquia Ecle- siástica.. P. Oscar J. Trejos. 215 Notas y Comentarios: La Conferencia del Clero. P. Carlos Meneses B. 218 La Fiesta de San Vicente en el Seminario . 218 Un timador clerical . 219 ~~===========~======~ REP. DE COSTA RICA Julio de 1933 AMERICA CENTRAL Revista mensual Eclesiástica de la Arquidiócesis de San José de Costa Rica Director: Redactores: Pre sbe , Lic. Carlos Menescs B. Todos 108 secerd o ree d e la Arquidl6cesis que quieran mandar SUB tra baioa a la Oirecci6h. Toda colaboración deberá rerutetrse antes Administración: Palacio Arzobispal, San José J L del 15 de cada me s. La pereza no es pobreza En esta época de meditadas confusiones, cienos predica- dores (a los que justamente debemos incluir en el grupo de los falsos profetas) quieren pasar lo malo por bueno. La pereza, por ejemplo, que es vicio capital, preséntanlo algunos como po- breza de la buena, de aquella pobreza que Cristo recomendó y ante todo, practicó. Pero, una cosa es pereza y otra pobreza. Pereza no es igual que pobreza. No hay que confundir y menos estimular aquel vicio, premiándolo cual si se tratara de esta virtud. Pereza es el descuido en que viven tantos que parecen pobres, y son más perezosos que pobres. Perezosos son los que viven como marranos, pudiendo te- ner higiene. Perezosas son las familias que habitan una casa asquerosa, en perpetua e indecente mezcla con animales inmundos, trajea- dos con vestidos sucios, hediondos a mugre; porque ¿qué les cuesta barrer la más modesta choza con una escoba de yerbas, construir una pocilga con una empalizada traída del monte ve- cino, lavar con la debida frecuencia la ropa, atender al aseo personal, mediante un gasto insignificante en jabón ordinario? No hay necesidad de ninguna erogación para vivir higiénica- 186 EL MENSAJERO DEL CLERO mente, para gozar de salud y bienestar. En Costa Rica, espe- cialmente en las aldeas, nada de esto es difícil. Muchas veces ese hombre de pantalones llenos de roza- duras, esa mujer de bata raída, ese rapaz cubierto de andrajos podrían estar decentes, con gastos que puede soportar el más diezmado bolsillo, si a todos los cuidados dichos, se agrega el de remendar a tiempo, el de zurcir, etc., habilidades que cues- tan sólo un poco de diligencia aprenderías. Para estar decentes bastaría que dejaran la pereza a un lado y pusieran en práctica las indicaciones que les hacen vecinos francos y enérgicos que contemplan con repugnancia la inacción y decaimiento de quie- nes desconocen por completo la importancia del orden y del aseo, ese orden y ese aseo que lo mismo pueden tenerlo los capitalistas en sus lujosas quintas que el más pobre de recursos en su humilde vivienda, porque eso no cuesta sino un poco de amor a la limpieza y a la decencia. Perezosos son aquellos peones que pueden tener una buena extensión de tierra fértil cultivada de maíz, frijoles, papas, plá- • tan os, yuca, camote, etc. y no la tienen por no tomarse el tra- bajo de sembrar y de cuidar lo sembrado. Hacendados hay que dan a sus peones tierra para que la cultiven y alguna vez de- ben obligarlos a trabajar en lo que será de provecho exclusivo del mismo peón, 'para que la parcela señalada a determinados peones no siga inculta año tras año. Hemos mencionado expresamente a los hacendados que dan a sus peones trabajo bien renumerado, casa y tierra para que la cultiven y se aprovechen de las cosechas que recojan; y así hemos asegurado implícitamente que hay, al menos, al- gunos hacendados que no son malos, que no son como los pin- tan los comunistas, es decir, que hay hacendados que no sólo no tienen la culpa de la pobreza, sino que la combaten por to- tos los medios, llegando hasta el punto de meterse a bravos con los peones que son más perezosos que pobres. El comunista habla de tierras acaparadas por los dueños de latifundios y ciertamente hay algunos que han despojado inícuamente, a cambio de pequeñas deudas (que no guardan proporción con el valor del terreno), a quienes son honrados, laboriosos, dignos de toda protección. Los acaparadores de esta laya están bien señalados en todos los vecindarios. Pero todos EL MENSAJERO DEL CLERO 187 los grandes propietarios no tienen estos procederes. Sería gro- sera injusticia envolver con esta negra responsabilidad a todos sin distinción. Hasta los oprimidos saben que hay excelentes ricos. Además, los propietarios de grandes extensiones de terre- no, por mucho espíritu de acaparamiento que tengan, no pue- den arrebatarlas (así como suena) a los propietarios en peque- ño que no quieran vender, porque nadie puede obligarlos a vender. Si venden es porque libremente quieren vender. Sólo excepcionalmente puede haber engaño, violencia, presión que coarte la libertad de cada 'ciudadano para hacer como mejor le plazca. La regla es que vende el que quiere. Pero el comunismo astuto, que se sabe de memoria los cuenteciros en que aparecen los ricos-sin exceptuar a nadie- como lagartos y dragones de feísima catadura y peores entra- ñas; para ese comunismo ciego y malvado, los pobres, por el hecho de ser pobres, son acreedores a que se les dé todo, tam- bién las tierras y las casas de los ricos, pero no tanto la tierra y las casas de los lugares apartados, sino las tierras y las ca- sas en las proximidades de los centros de población, para que los pobres no sean privados del cine, de la retreta, del paseo por parques y plazas urbanas; para que los pobres no sean ale- jados de la tertulia. ¿Quién no comprende que ésta es la añagaza con que el comunismo embauca a los cándidos que todavía después de tan- ta engañifa, creen en los que buscan votos para escalar diputa- ciones y otros lucrativos puestos públicos, donde los modernos redentores pueden darse la gran vida, sin importarles (ni entonces ni ahora) un bledo si los votantes la están pasando bien o mal? Los ricos, por el hecho de ser ricos, según el comunismo, son unas fieras contra los cuales es deber conspirar, aunque la fortuna que tienen la hayan amasado con el sudor de su fren- te y después de muchísimos años de paciente ahorro. Los ricos, por serIo, son malos por los cuatro costados, porque así lo quieren los voceros de Stalin, quienes para ser justos en sus prédicas, debieran diariamente estar mezclados entre labriegos, tomando parte en sus trabajos (y no sólo es- cribiendo y hablando), dando ejemplo a sus camaradas de un amor al proletariado 'que no existe sino de dientes afuera. y después de los ricos, son malos todos los que reco- miendan el respeto a la propiedad privada, porque eso es con- tM EL MENSAJERO DEL CLERO tribuir al fracaso de los proyectos comunistas, porque así se les va de la mano la soñada diputación o puesto público a que le han puesto los ojos. Si los comunistas tuvieran en mira hacer bien al pobre, sin segunda intención, antes se preocuparían por quitara tantos holgazanes, que se titulan pobres, los vicios que los han arrui- nado material y moralmente: el alcoholismo, la prostitución, el despilfarro, el afán de gozar de los buenos y también de los malos placeres; les enseñarían a vivir con decencia, con aseo, con orden; les inclinarían a la laboriosidad. Pero nada de ésto les preocupa. Al contrario. Necesitan los más holgazanes, porque son los que disponen de más tiem- po para cometer toda clase de diabluras, porque son los más belicosos, los más altaneros, los que gritan más; porque son los que más les ayudan a hacer propaganda a base de ruido. Hablando como hablan a favor de los proletarios y de los trabajadores, y en perjuicio del rico, sin piedad ni excepción, estimulan el peor de los vicios sociales: la ociosidad; promue- ven el pillaje, autorizan el robo, entronizan la demagogia y exci- tan al libertinaje, en todas sus formas. Para ser bueno, según el comunismo, hay que ser pobre ... de dinero y de moralidad. Para ser malo, según los rojos, basta haber trabajado honradamente mucho o poco tiempo y tener algún ahorro. Según los soviéticos no hay más virtud que la pobreza, es decir, candidez que permita a los directores subir hasta don- de aspiran; aunque esa pobreza sea, como es en multitud de casos, efecto de dos o más vicios; aunque esa pobreza signifique prácticamente pereza, despilfarro, desvergüenza. Según el comunismo los pobres, así sean los más gran- des pícaros, deben unirse para echar abajo a los ricos (ellos los llaman régimen capitalista), aunque a esta última clase per- tenezca la gente más honrada, la más morigerada de costum- bres, la que produce más, la que anda más lejos del mangoneo público, la que contribuye con toda clase de impuestos. Si no es así, explíquense mejor los señores del comunis- mo, para ver si pueden desvirtuar las quemas de templos y conventos, los asesinatos de obispos y sacerdotes, y muchas otras noticias que nos llegan a menudo del paraíso comunista ya instalado en Rusia, Méjico y España.