Taller 9 RELIGIÓN Y POLÍTICA

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Taller 9 RELIGIÓN Y POLÍTICA IR AL ÍNDICE GENERAL Taller 9 RELIGIÓN Y POLÍTICA LA ENSEÑANZA RELIGIOSA EN LA UNIVERSIDAD FRANQUISTA. BREVE HISTORIA DE UN LARGO FRACASO ............................................................................ 392 José Manuel Alfonso Sánchez y Eulalia Torrubia Balagué PROTAGONISMO E IDENTIDAD FEMENINA EN EL DISCURSO DE LAS MUJERES DE ACCIÓN CATÓLICA DURANTE EL PRIMER FRANQUISMO ............................................ 406 Álvaro Álvarez Rodrigo LA RECONQUISTA CATÓLICA DE LAS MASAS. LAS MISIONES INTERIORES EN LA ESPAÑA FRANQUISTA ...................................................................................................... 415 Francisco Bernal García “SED LEVADURA EN LA MASA”. CATOLICISMO DE BASE Y MOVIMIENTO OBRERO DURANTE EL TARDOFRANQUISMO .......................................................................................... 427 María José Esteban Zuriaga EL CAMBIO DE ACTITUD DE LA IGLESIA CATÓLICA DURANTE EL TARDOFRANQUISMO: EL TESTIMONIO DE SUS PROTAGONISTAS .............................. 437 Juan Andrés García Martín EL ÚLTIMO CRUZADO ESPAÑOL, EL PADRE OLTRA Y EL FRANQUISMO ......................... 447 Eladi Mainar Cabanes CONQUISTANDO LAS ALMAS Y EL HOGAR. LAS MUJERES DE LA PRIMERA HOACF DURANTE LA DICTADURA FRANQUISTA: ENTRE LA ESPIRITUALIDAD Y LA ACCIÓN ............................................................................. 451 Sara Martín Gutiérrez EL DIFÍCIL POSTCONCILIO EN NAVARRA. UNA APROXIMACIÓN: EL ESTUDIO DE LAS ELECCIONES A VICARIO DE PASTORAL EN LA DIÓCESIS DE PAMPLONA-TUDELA DE 1970 ..................................................................................................... 461 Edurne Yániz Berrio PARA IR A UNA COMUNICACIÓN, PULSAR SOBRE391 SU TÍTULO IR AL ÍNDICE DEL TALLER 9 LA ENSEÑANZA RELIGIOSA EN LA UNIVERSIDAD FRANQUISTA. BREVE HISTORIA DE UN LARGO FRACASO José Manuel Alfonso Sánchez Eulalia Torrubia Balagué Universidad Pontificia de Salamanca Un Decreto de 26 de enero de 1944 (BOE del 8 de febrero) estableció la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las Universidades españolas conforme al dictamen del episcopado español. Pero el éxito legal no fue acompañado, luego, en la práctica, del éxito real, pues con el paso de los años y por diversos motivos la enseñanza religiosa terminó convirtiéndose en una signatura desprestigiada, a la que los estudiantes llamaban burlonamente junto con la educación física y la educación política, las «tres Marías». Cuestiones legales y primeras advertencias El Decreto de 1944 contaba con el beneplácito de la jerarquía eclesiástica, pues ella misma había elaborado el plan de estudios de la enseñanza religiosa, así como cuestiones relativas a la organización de la asignatura y a las condiciones de nombramiento del profesorado, previas negociaciones con el ministro de Educación Nacional, Ibáñez Martín. Parece ser que incluso varias universidades ya se habían anticipado al Decreto, pues, según el mismo preámbulo reconoce, habrían establecido cátedras de religión en algunas de sus Facultades. Supone también el legislador que la cultura del universitario requiere de una ilustración religiosa que le permita entender nuestra literatura clásica, cimentar su educación moral y formar a las futuras clases directoras «a tono con las tradiciones seculares más arraigadas, con el espíritu animador de nuestra triunfadora Cruzada y con los nobles afanes de nuestros siglos más gloriosos». Finalmente, se exalta la subordinación al magisterio eclesiástico; nada de extraño, termina reconociendo el legislador, en un «Estado que se ufana de ser y llamarse católico». La enseñanza religiosa debía impartirse en los cuatro primeros cursos de cada Facultad, durante una hora a la semana y en el primer cuatrimestre (arts. 3º y 4º). En principio, la materia era obligatoria para todos los alumnos universitarios (art. 2º) y no cabía ninguna excepción o dispensa de escolaridad1. Se determinaban las condiciones personales para ser nombrado profesor de religión o director de formación religiosa, las funciones inherentes al cargo y condiciones del cese (arts. 5, 6, 7 y 9). Se fijaba su sueldo, número y categoría académica (arts. 7 y 8). El director de la formación religiosa podía 1. Mediante una Orden de 22 de mayo de 1944 se permitirá no cursarla a «los sacerdotes alumnos universitarios que lo deseen» y a «los religiosos que sean sacerdotes y acrediten con certificación del Ordinario de su diócesis haber cursado estudios religiosos de carácter equivalente». Y lo mismo se aplicará, en virtud de la Orden de 30 de julio de 1946, a los alumnos del Instituto Central de Cultura Religiosa Superior y de los Institutos diocesanos a él incorporados. [Véase, Ecclesia, 272 (28 de septiembre de 1946), p. 15; Gonzalo REDONDO: Política, cultura y sociedad en la España de Franco (1939-1975), t. I. La configuración del Estado español, nacional y católico (1939-1947), Pamplona, EUNSA, 1999, p. 974, nota 700; Jorge OTADUY: “Teología en la Universidad. Régimen legal de la enseñanza religiosa durante el Franquismo y la Transición”, Anuario de Historia de la Iglesia, 10 (2001), p. 79]. 392 organizar cursos especiales, independientes de las enseñanzas ordinarias, pero siempre de acuerdo con el Rector (art. 10)2. El Decreto fue acogido con enorme satisfacción por Ecclesia, revista oficial de Acción Católica y podríamos decir también que órgano oficioso de la jerarquía eclesiástica3. En un editorial que titulaba nada menos que Teología en la universidad, comenzaba con estas palabras: «No hay por qué insistir en la justeza y elevación de las razones que alega su preámbulo, ni llamar la atención del lector inteligente sobre el tono de cordial sumisión que el Estado adopta ante la Jerarquía que custodia con divina autoridad el depósito de la revelación cristiana». Y si bien reconocía que el número de clases asignadas era a todas luces insuficiente, más se ganaba con la presencia oficial de la Teología entre las restantes materias universitarias, pues era el primer paso para reconquistar la universidad española. Quedaba luego en manos del profesorado compensar con su responsabilidad y competencia esas pocas horas4. Lo cierto es que los mismos obispos, encargados de informar este Decreto, habían descartado ya la ciencia teológica como el mejor modo de impregnación católica de los contenidos de la enseñanza universitaria, y habían optado por la presencia más modesta de la enseñanza religiosa, aun cuando las materias que se iban a impartir en los distintos cursos tuvieran, a mi juicio, un marcado carácter teológico5. Uno de los primeros autores en defender el contenido del Decreto fue el jesuita Eustaquio Guerrero, redactor de la revista Razón y Fe y acérrimo defensor de los derechos de la Iglesia en la enseñanza. «Para el legislador –comenzaba sus reflexiones– el ciudadano español de cultura universitaria idealmente formado ha de ser perfecto católico». Por eso, fuera o no creyente, la instrucción religiosa era indispensable para conocer la cultura europea y, por supuesto, la propia. Imponerla no era un atentado contra la libertad de la ciencia y la conciencia, como habían denunciado los de la Institución Libre de Enseñanza y todos sus partidarios6, sino un acto de valentía y originalidad acorde con el espíritu cristiano del Movimiento Nacional7. Pero todo ello podía quedarse en nada, en el “parto de los montes”, si no se aumentaban las horas de clase semanales: 2. A propósito de estos cursos especiales comenta Otaduy:«No había más precisiones sobre el particular, seguramente porque la propia Iglesia no sabía de qué manera acometer una tarea tan compleja y prefería no asumir compromisos excesivamente detallados. Algunas iniciativas que fueron apareciendo con los años deben interpretarse en el sentido, justamente, de hacer posible una presencia eclesial más decidida en el mundo universitario. Me refiero ahora, por ejemplo, a la creación del Instituto Angélico, en la Universidad de Madrid, mediante Decreto de 6 de febrero de 1953» (Véase, Ibid., p. 80). 3. Aranguren llamaba a una parte de la revista, la primera, el Boletín Oficial de la Iglesia –por su paralelismo con el Boletín Oficial del Estado–, ya que publicaba, en parte o en su totalidad, todas las encíclicas, discursos, alocuciones, saludos, etc., del Papa, así como las pastorales de los obispos españoles y, en ocasiones, de obispos de otros países (Véase, José Luis L. ARANGUREN: Catolicismo día tras día, Barcelona, Noguer, S. A., 1955, pp. 263-264). 4. Véase, Ecclesia, 135 (12 de febrero de 1944), p. 3. En este mismo número se reproducía más adelante el texto íntegro del decreto. 5. En el informe del episcopado español, enviado al ministro de Educación, sobre la enseñanza de la religión en la universidad española, se decía claramente que no se trataba de crear una Facultad de Teología, sino de proporcionar instrucción religiosa a los universitarios teniendo en cuenta «su grado de cultura, estado, profesión y cargo que habrán de desempeñar más tarde en la sociedad». Sin embargo, si examinamos con detalle el plan de estudios nos daremos cuenta de que las asignaturas propuestas (Criteriología religiosa; Eclesiología; Dogma; Moral general; Moral especial; Derecho Público eclesiástico. Ejemplos de investigación teológica) y, sobre todo, el desarrollo de su contenido era el mismo que se estudiaba, por ejemplo, en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca en las asignaturas fundamentales de Teología Dogmática y Teología Moral (Véase, respectivamente, José Manuel ALFONSO SÁNCHEZ: Iglesia, política y educación en España
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