Pintado En 1808; La Miniatura Que Era Propiedad De Beethoven (Figura 3) Parece Datar De Un Período Un Tanto Ulterior, Probablemente Circa 1812
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pintado en 1808; la miniatura que era propiedad de Beethoven (Figura 3) parece datar de un período un tanto ulterior, probablemente circa 1812. El retrato al óleo está un tanto idealizado, de acuerdo con el estilo romántico contemporáneo. Pero las miniaturas fueron ejecutadas con un estilo realista; la semejanza entre ellas es por lo tanto muy notable, a pesar de la diferencia de edad y los distintos ángulos en que se mantiene la cabeza. El rostro de Frau Brentano se llenó con el correr del tiempo y su mentón es un poco más prominente. Pero se trata de cambios secundarios comparados con los factores de semejanza: el color y la forma almendrada de los ojos, los rizos y el color de los cabellos, el contorno de las cejas, la forma y la longitud de la nariz, la larga línea del cuello, la curva particular de los labios, el perfil facial y la estructura ósea, la altura de la frente. Todos los detalles indican que Antonie Brentano fue la única modelo de los tres retratos. (Otro retrato de Stieler -Frau Brentano con sus dos hijos, circa 1815-, es notablemente parecido a la segunda miniatura de marfil.) Admitimos que el hecho de que Beethoven poseyese un retrato en miniatura de una de sus protectoras y amigas más íntimas en sí mismo no es prueba de que ella fuese la destinataria de la carta dirigida a la Amada Inmortal. Pero ya no estamos buscando «pruebas». En cambio, sabemos que el regalo de una miniatura como ésta a un miembro del sexo opuesto en tiempos de Beethoven a menudo tenía la intención (y de ese modo se lo consideraba) de ser algo más que una expresión de estima. Tales son, por lo tanto, los hilos de una sólida estructura de pruebas circunstanciales, que, consideradas como un todo, nos llevan a afumar que es casi seguro que Antonie Brentano fuese la mujer a quien Ludwig van Beethoven escribió su apasionada carta del 6-7 de julio de 1812. ANTONIE BRENTANO Y BEETHOVEN Antonie Brentano nació el 28 de mayo de 1780 en Viena, y era hija única del conocido estadista, erudito y conocedor de arte austríaco Johann Melchior Edler von Birkenstock y su esposa, Carolina Josefa von Hay. Después de la muerte de su madre, en 1788, la pequeña Antonie fue enviada al convento de la orden ursulina en Pressburg, donde se la sometió a una educación rigurosa durante siete años. Regresó a Viena en 1795 y en esa ciudad hizo durante varios años una vida igualmente enclaustrada, en la mansión de su padre, hasta su matrimonio, celebrado el 23 de julio de 1798 con un amable comerciante de Francfort, quince años mayor que ella: Franz Brentano. Brentano había visitado Viena a fines de 1796, y preguntado a Birkenstock si Antonie estaba disponible; en agosto de 1797, ocho meses después de su regreso a Francfort comenzó su galanteo por correspondencia, y utilizando los servicios de dos intermediarios que residían en Viena, su media hermana Sofía y su madrastra Friederike von Rottenhoff. Birkenstock dio a entender a Brentano que, si bien aprobaba la unión, la decisión definitiva incumbía a Antonie; pero años más tarde Antonie recordaba que el matrimonio había sido concertado sin consultarla, y que ella había «cedido obedientemente» a los deseos de su padre.30 Abandonó su amada Viena para dirigirse a Francfort inmediatamente después de la boda. En sus reminiscencias, Antonie dijo que sabía, «de fuentes bastante seguras», que el día de la boda su «verdadero amor» había permanecido de pie detrás de un pilar de la iglesia de San Esteban, derramando «amargas lágrimas» de duelo. Aún recordaba cómo se la había obligado a seguir a su nuevo marido hasta una ciudad extranjera, y ciertamente nunca olvidó que Franz «entonces le parecía tan distante que sólo después de varios meses se acostumbró a utilizar el «Du» (tú) con él». Antonie sintió que su nuevo hogar era «totalmente extraño» y derramó «cálidas e interminables lágrimas» en la soledad, aunque nunca permitió que el marido conociese sus sentimientos. El nacimiento del primer hijo, en 1799, determinó que momentáneamente olvidase «todos sus pesares», pero el niño murió súbitamente a principios de 1800. Hacia 1806 tenía cuatro hijos más y todos sobrevivieron. Durante los primeros años lograba mostrar a los visitantes una expresión controlada. Un turista inglés la describió en 1801 con estas sencillas palabras: «Mad. Brentano, una bella vienesa», que amablemente extrajo tiempo de sus obligaciones de familia para iniciarlo en la poesía alemana. Achim von Arnim pudo escribir en 1805 que «como siempre, Toni Brentano es la anfitriona bien educada».31 Pero la fría superficie se resquebrabaja fácilmente ante la más mínima provocación. Un medio hermano de Franz, el poeta romántico Clemens Brentano, escribió en julio de 1802 que «Toni es como un vaso de agua que ha permanecido inmóvil mucho tiempo». También otros advirtieron que no todo estaba bien. Sofía, la esposa de Clemens, escribió desde Heidelberg, donde Antonie estaba de visita en 1805 que «el aspecto de Toni», me sorprende profundamente». Bettina expresó su preocupación en una carta de junio de 1807 a su cuñado, el famoso jurista Karl von Savigny, y el texto suscita en el lector la impresión de que Antonie pasaba por un período de retraimiento y despersonalización: «Toni mantiene conmigo una original correspondencia: se aplica colorete y se pinta como en un escenario, como si intentase personificar una antigua ruina de frente al Rin, una ruina hacia la cual avanza una serie de escenas románticas, mientras ella permanece totalmente hundida en la soledad y la abstracción.» El malestar de Antonie pronto adoptó la forma de síntomas físicos. En 1806 eseribió a Clemens: «Tengo muchas jaquecas, y mi maldita irritabilidad no me abandona.» Una carta sin fecha a Savigny alude a un estado nervioso que le impide viajar. A mediados de 1808 escribió a Savigny y a la esposa de éste, Gunda: «El dolor en el pecho se acentuó tanto que casi me impedía respirar: No toleraba ninguna posición en la cama, hasta que este terrible ataque se resolvía en un llanto convulsivo... Debo prever el empeoramiento de mi condición más que la mejoría de mi solud.» Continuaba diciendo, con acento ominoso: «Un silencio mortal (Todesstille) reina en mi alma.» La infelicidad de Antonie se centraba en su incapacidad para aceptar la vida fuera de su ciudad natal. Ansiaba volver a Viena: «A través de todas las dificultades -de las que nunca pude liberarme- la eterna esperanza de mis viajes a Viena, que realizaba regularmente cada dos años, me permitía resistir.» Dijo a Reiffenstein que su padre la había obligado a prometer que lo visitaría cada dos años y que para ella «esos viajes eran un rayo de esperanza en una vida difícil, pues en efecto había sufrido mucho durante los primeros años en su nuevo hogar». Con el ansia de Antonie por retornar a su «gloriosa y amada ciudad natal» estaba estrechamente relacionada su repugnancia por Francfort. Uno tiene la impresión de que los únicos momentos de felicidad de Antonie en Alemania correspondían a los períodos en que tomaba vaeaciones o visitaba la propiedad de la familia, «Winkel», sobre el Rin, a mucha distancia de la casa de los Brentano en la Sandgasse. En una carta escrita en Francfort a fines de 1808 y dirigida a Joseph Merkel, profesor de su hija, Antonie describió sus sentimientos: «Aquí uno se ve apremiado constantemente y no hay placer. Allí [en Winkel) hay goce sin tensiones. Allí vive la luz del sol; aquí seguimos el rastro de los fuegos fatuos. Allí está la verdad, aquí el engaño. Allí la frugalidad con poco, aquí el despilfarro. Allí el presente; aquí el pasado. Allí el descanso; aquí la inquietud.» Como retrocediendo frente a las implicaciones de este contraste, concluía así: «Pero éstas no son mis palabras, porque significan separarme del mejor de los hombres y aquí se concierta una hermosa reunión.» De todos modos, en otra carta a Merkel, Antonie resumió el desaliento que Francfort inevitablemente producía en ella: «Las sombras de la Sandgasse», escribió, «son el oscuro trasfondo del cuadro de mi vida.» En junio de 1809 Antonie supo que su padre agonizaba. Escribió el 16 de junio: «Cuando las hojas caigan en otoño, ya no tendré padre, y antes de que él se hunda en el reposo eterno habrá de descansar en mis brazos y yo estaré cerca de su corazón.» Antonie fue a Viena con sus hijos poco antes de la muerte de su padre (falleció el 30 de octubre) y la familia residió en la imponente casa de los Birkenstock -el número 98 de la Erdbeergasse en la Landstrasse.32 Franz llegó poco después, y abrió una sucursal de su firma en Viena, dejando la oficina central de Francfort a cargo de su medio hermano Georg. En mayo de 1810, Bettina Brentano (que estaba de visita en casa de los Birkenstock) acompañada por Antonie fue a ver a Beethoven a su alojamiento en casa de los Pasqualati, adonde él había regresado el 24 de abril, después de una ausencia de dos años. Así comenzó la amistad entre Beethoven y la familia Brentano. Bettina, que encantaba a Beethoven, partió de Viena pocas semanas después, pero la amistad de Beethoven muy pronto se extendió a Antonie, el marido y los niños. La tradición de la familia afimaba que «Beethoven venía a menudo por la casa Birkenstock-Brentano, asistía a los conciertos de cuartetos que ofrecían allí los mejores músicos de Viena y a menudo complacía a sus amigos con su maravillosa ejecución del pianoforte. Los niños Brentano a veces llevaban frutas y flores al alojamiento de Beethoven; a su vez, él les regalaba bombones, y les demostraba gran amistad».33 ¿Cómo era entonces la relación de Antonie con su marido? Franz, el paterfamilias burgués, al parecer hacía todo lo posible para conseguir que su aristocrática y joven esposa se sintiese feliz.