Los Pueblos Del Marquesado De Los Vélez En Los Dibujos Del Catastro De Ensenada
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LOS PUEBLOS DEL MARQUESADO DE LOS VÉLEZ EN LOS DIBUJOS DEL CATASTRO DE ENSENADA Ma José ORTEGA CHINCHILLA 1.VÉLEZ RUBIO La situación de esta villa es la más amena y agradable que se puede buscar en un pueblo corto. Parece que la naturaleza se ha esmerado en darle cuantos hechizos y hermosura son imaginables. Colocada en una eminencia que se eleva dulcemente en un valle bastante ameno, sirve como de corona de la vega que por todas partes le rodea1. Cuando el historiador de hoy se enfrenta a un testimonio como el que nos brinda el que fuera cura de Vélez Rubio y abad de Baza, no puede menos que deleitarse ante la cuidada prosa y la calidez de unas palabras que sólo pueden surgir de quien ama y admira, no sólo con los sentidos, sino con uno de los más afi nados intelectos de su época, a su “país”, a su “pequeño rincón” en el sureste peninsular. Tras la se- ducción lírica, el historiador remitirá, cuando la ocasión lo requiera, a la lectura del documento completo, considerado, sin duda, como una evidencia de inestimable valor para el que pretenda aproximarse desde una perspectiva histórico-geográfi ca 1 Memoria de las Célebres Fiestas que hizo la Villa de Vélez Rubio en la Traslación del Ssmo. Sacramento a la Nueva Iglesia Parroquial construida a expensas del Exmo. Sor. Marqués de Villafranca y los Vélez, el año de 1769. Escrita por el Dr. Don Antonio José Navarro. Cura de dicha Iglesia Parroquial (…) Año de 1770. Vid. Lentisco Puche, J.D.: “Memoria de las Célebres Fiestas…”, en Revista Velezana, n° 1. 379 M a José Ortega Chinchilla al pueblo de Vélez Rubio. Y como colofón, sellará su contribución bibliográfi ca con una bella ilustración; una lámina, con suerte, a color, que reproduzca la imagen de aquello que tan acertadamente se ha descrito líneas arriba. Experiencias, sensaciones, impresiones de un individuo traducidas a sonoros sustantivos y evocadores adjetivos que sirven al historiador como prueba válida para recrear la “imagen” de Vélez Rubio en la segunda mitad del siglo XVIII. Pero, ¿por qué no fi jarnos unos segundos en aquella otra imagen? esa que pasa inadvertida para unos ojos acostumbrados a no leer más que palabras en negro. ¿Por qué no aprender de otro tipo de impresiones, sensaciones y vivencias, esta vez, coloreadas en sepia? Imágenes y palabras Sabemos que la “realidad” resulta imposible de aprehender con total fi delidad. Ni siquiera la fotografía, considerada durante mucho tiempo el summun de la capta- ción fi dedigna de lo real, puede escapar, por ejemplo, a la subjetividad del encuadre y, por tanto, a una mirada selectiva del mundo. Tampoco nuestros ojos captan la realidad tal y como se nos presenta. Mucho se ha escrito ya, y en alguna ocasión de manera magistral, sobre el acto de percepción visual y de los múltiples fi ltros que atraviesa el material perceptivo –desde las correcciones del sistema óptico hasta las reelaboraciones de nuestra memoria– 2. Después de esto, no podemos más que califi car a las proyecciones de los fenómenos percibidos, independientemente de su naturaleza, como “construcciones” o “representaciones” de fragmentos de una realidad inaprensible. En este sentido, imágenes y textos comparten esa naturaleza recreada a partir de las expectativas, intereses, preferencias, impresiones, experiencias de aquel que escribe o dibuja. Sin embargo, el valor documental que se le adjudica a palabras e imágenes dista mucho de ser ecuánime. El documento visual sigue despertando demasiados recelos. Claro que no siempre es así. A determinadas imágenes se las considera con la “dignidad” sufi ciente como para merecerse acompañar al relato escrito a modo de ilustración, como un “refl ejo fi el” de la realidad. También aquí se equivocan los que no ven más allá de la función “ilustradora” de la imagen; nos referimos a la reiterada y tópica cuestión de los espejos. No existen refl ejos fi de- dignos, imágenes asépticas, sólo representaciones. Realistas, miméticas, simbólicas, abstractas… construidas. Valiosas. La imagen como documento histórico debe ser sometida a crítica, analizada e interpretada desde la conciencia de que los códigos que utiliza son distintos a los usa- dos por el lenguaje oral y escrito. Diferentes pero posibles de comprender. Allí donde el texto emplea la adjetivación, la imagen subraya con el color; el énfasis narrativo se traduce en diagonales que introducen tensiones, la idea principal se expone en el foco de atención visual privilegiado en el encuadre, la jerarquía de contenidos se 2 Una de las aportaciones más valiosas al estudio de los fenómenos de percepción visual es la que nos ofrece Arnheim, R., Arte y percepción visual, Madrid, 2000. Igualmente interesante resulta la lectura de su obra El pensamiento visual, Barcelona, 1998. 380 Los pueblos del marquesado de los Vélez en los dibujos del Catastro de Ensenada manifi esta con diferentes tramas o intensidades de trazos… Nuestro acercamiento al material visual debe partir, pues, del conocimiento de ese lenguaje específi co, sólo así el historiador podrá escuchar lo que las imágenes pueden decirnos e interpretar la información que nos proporcionan sin miedo a la multiplicidad y complejidad de esos mensajes. La prolífi ca literatura destinada a esclarecer los entresijos del lengua- je visual nos da idea del interés suscitado por este tema desde hace unas décadas. Monografías, manuales didácticos, artículos especializados y obras de divulgación, contribuyen a aproximarnos al material visual desde el entendimiento y la compren- sión fundamentados en una teoría y metodología elaboradas3. Imágenes y percepciones Cuestiones teóricas a parte, el objetivo de estas líneas no es otro que el de con- tribuir, desde una perspectiva diferente, al estudio de lo que Antonio Domínguez Ortiz defi nió como «uno de los elementos esenciales del Antiguo Régimen», esto es, el sistema señorial4. Nuestro acercamiento a este fenómeno se hará desde la con- vicción de que las fuentes visuales, concretamente, los dibujos o planos contenidos en el Catastro de Ensenada, pueden arrojar luz sobre una de las dimensiones más complejas y controvertidas de cuantas conforman esta realidad política, económica y social: la dimensión espacial. Espacio, Percepción y Poder serán los conceptos claves desde los que abordaremos las imágenes subjetivas creadas por los individuos de mediados del siglo XVIII sobre ese territorio del sureste peninsular que constituye el llamado Marquesado de los Vélez5. Creemos que al rescatar las imágenes mentales que subyacen en estos dibujos podremos “contemplar” unos determinados códigos culturales, estructuras sociales, concepciones económicas y dinámicas de poder muy valiosas para el conocimiento global de la sociedad del sureste peninsular a mediados del siglo XVIII. Contemplaremos e interpretaremos la materialización de esas visiones subjetivas del espacio y descubriremos en ellas algo más que ingenuas e imperfectas ilustraciones. 3 Un ejemplo de manual sobre teoría de la imagen muy útil por su diseño y estructura didáctica es el realizado por: Villafañe, J. y Mínguez, N., Principios de Teoría General de la Imagen, Madrid, 2002. 4 Domínguez Ortiz, A., Sociedad y Estado en el siglo XVIII español, Barcelona, 1990. 5 El Marquesado de los Vélez a mediados del siglo XVIII lo componían los siguientes pueblos: Albanchez, Albox, Arboleas, Benitagla, Cantoria, Cuevas, María, Partaloa, Vélez Blanco y Vélez Rubio. Algunos autores incluyen en sus estudios el pueblo de Zurgena. Efectivamente, existe un documento, el Compendio de las ciudades, villas, lugares, aldeas, y otras poblaciones del distrito de l Real Chancillería de Granada -custodiado en la Biblioteca Nacional- fechado en 1755 que sí incluye a Zurgena entre los pueblos de señorío pertenecientes al Marqués de los Vélez. Un magnífi co estudio de este documento es el realizado por Marina Barba, J., Justicia y Gobierno en España en el siglo XVIII, Granada, 1995. Sin embargo, los datos existentes en el Archivo Histórico Provincial de Almería excluyen a este municipio del conjunto del marquesado debido a su condición de villa de realengo. 381 M a José Ortega Chinchilla Dibujando conceptos Las representaciones en el Catastro de Ensenada Si aceptamos como características del Poder en la Edad Moderna la diversidad, pluralidad, superposición, contradicción e incluso, indefi nición en la práctica de un sistema virtualmente absoluto, tendremos que admitir que, irremediablemente, di- versa, plural, compleja, contradictoria e indeterminada será la proyección espacial de ese poder. Así, junto al intento de establecer límites, jurisdicciones y cotas de división sobre un espacio que se pretende defi nido y controlado, la realidad cotidiana mostrará superposiciones, usurpaciones, redes de infl uencia, resistencias y emancipaciones. Difícil tarea se nos presenta, pues, en nuestro empeño de analizar las repre- sentaciones de un espacio que se nos muestra, ya de partida, tan complejo. En consecuencia, igualmente compleja deberá ser nuestra lectura e interpretación de unas imágenes califi cadas por algunos como: ingenuas, infantiles, poco cuidadas… en defi nitiva, poco útiles. Estas imágenes son el fruto de una petición muy concreta, la de informar acerca de: Qué territorio ocupa el Término. Quanto de Levante a Poniente, y del Norte al Sur. Y quanto de circunferencia, por horas y leguas. Qué linderos o confrontaciones. Y qué fi gura tiene, poniéndola al margen6. Cuestión que fue resuelta con gran libertad interpretativa por parte de los pe- ritos o geómetras ya que, si bien algunos se ciñeron al estrecho espacio en blanco del margen