La Revista Católica Fundada el 1 de abril de 1843 Publicación Trimestral Editada por el Seminario Pontificio Mayor Arzobispado de Bono de colaboración a La Revista Católica 2011

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Editorial...... 181 Actualidad Eclesial Diego Miranda, Pbro. La Justicia y el Perdón como camino para detener el círculo de la violencia. La predicación de monseñor Óscar Romero en los funerales de tres sacerdotes asesinados...... 183 Andrés Ferrada, Pbro. Pablo VI en la polaridad de la existencia y del siglo XX...... 200 Vatican.va-Felipe Herrera, Pbro. El encuentro entre el Presidente Eduardo Frei Montalva y el Santo Padre Pablo VI...... 227 Iglesia en Chile Episcopado de Chile Declaración, Decisiones y Compromisos de los Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile. Conclusiones de la 116ª Asamblea Plenaria Extraordinaria de la CECh. Punta de Tralca, 3 de agosto de 2018...... 231 Papa Francisco Mensaje de S.S. Francisco con motivo de las conclusiones de la 116ª Asamblea Plenaria Extraordinaria de la CECh...... 236 Papa Francisco Carta del Santo Padre Francisco al Pueblo de Dios...... 238 Papa Francisco Petición de perdón del Papa en Irlanda...... 243 Marcial Sánchez Situacion de la iglesia en tiempos de una profunda crisis. Reflexión y perspectiva histórica...... 244 María Soledad Herrera Fernández Josefina Martínez, Consejo Nacional de Prevención: “Estamos en el terreno de tratar de reparar lo irreparable, y por eso debemos ponernos al servicio de las víctimas”...... 261 Francisco Walker, Pbro. Naturaleza y rol del Administrador apostólico...... 275

179 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d Sumario Eduardo Pérez-Cotapos, ss.cc. Vivir como Pueblo de Dios en camino...... 283 Actualidad Pastoral José Bravo, Pbro. Encuentro Mundial en Dublín, Irlanda: Reflexión sobre las palabras del Santo Padre a las familias del mundo...... 294 Espiritualidad Luis María García Domínguez, sj. Acompañar para discernir: Claves para un acompañamiento espiritual sencillo y serio...300 Experiencias Pastorales Fecundas María Cristina Aristía Tagle ¿Qué haría Cristo en mi lugar? Congreso Eucarístico 2018-2019...... 310 En Recuerdo y Ejemplo...... 326 Libros recomendados...... 327

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¿Cómo que no es crisis?

Lo que no es asumido no es redimido. Este principio acuñado por san Ireneo de Lyon en el siglo II, tan fundamental en la teología y muy utilizado en la predicación pastoral, no siempre logramos encarnarlo en nuestra experiencia cotidiana. Hoy vuelve a resonar fuertemente como una necesidad y un imperativo cristiano en medio de las pruebas que vive nuestra Iglesia en Chile a causa de sus propios crímenes y pecados de abuso y encubrimiento. Y es que aún se escuchan voces que niegan la crisis eclesial, asegurando que los vaivenes que hacen tambalearse a nuestra comunidad no pasan de ser hechos aislados y menores, que poco afectan su misión en el mundo. Tal vez esa negación de la realidad es el signo más diáfano de la crisis por la que atravesamos, y de la que estamos lejos de salir. Si todavía hay quienes sostienen que los casos de abusos en Chile son poquitos, como algunos han intentado hacer creer, están equivocados. Si alguno piensa que la revelación de estas atrocidades es una mera campaña mediática para reducir la estatura moral de la Iglesia en la sociedad, quiere decir que es incapaz, voluntaria o involuntariamente, de ver el suplicio que esto significa para la vida de un ser humano, de su familia y de su entorno vital. Si la proyección pública de la honra de la Iglesia está pulverizada, y con ella también su credibilidad para comunicar la fe y la belleza de portar el Evangelio de Jesucristo, es a causa de sus propios errores y delitos, que muchas veces fueron ocultados deliberada y/o negligentemente durante años y bajo presión. Una presión que terminó por reventar, salpicándonos a todos de desolación, sospecha y vergüenza, pero que permitió comenzar a conocer la verdad e iniciar un tiempo de sanación y justicia para las víctimas, y un camino muy largo de purificación para nuestra comunidad... pero que requiere una decidida voluntad de recorrerlo. Aquí no hay soluciones fáciles, remedios mágicos, ni mucho menos espacio para un borrón y cuenta nueva. Tampoco tenemos derecho a lanzar un manto de falsa misericordia que exculpe a los abusadores, y así siembre una amnistía que solo hará brotar impunidad y recrudecerá el padecimiento de quienes ya no dan más de rabia, impotencia y tormento. Con todo lo doloroso que nos resulta como cristianos ver a nuestra Iglesia en este estado –un escozor que jamás superará al de aquellos sobrevivientes de abuso cuyas vidas fueron destruidas–, esto también emerge como un camino de liberación. Sí, porque la verdad 181 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018d EDITORIAL

nos hará libres, humildes y nos pondrá en el lugar que nos corresponde: el último, como servidores y discípulos de Jesús. Y la Verdad, que es Cristo mismo, también nos recuerda que, pese a la fragilidad, seguimos portando un tesoro de luz para el mundo, manifiesto en miles de vidas que se entregan cada día en fidelidad a la causa del Reino, y que hoy nos alientan a perseverar cuando todo parece derrumbarse. Quienes alguna vez supieron de derrumbes en su iglesia fueron los fieles de la diócesis de Zipaquirá, en el centro de Colombia. La catedral de dicha ciudad, bellamente construida y decorada, era el orgullo de todo el pueblo. Sin embargo, un terremoto en 1967 remeció de tal modo el templo, que derribó de los muros, techos y columnas todo el estuco que la adornaba. Piedras y ladrillos quedaron a la vista, en una desnudez arquitectónica que de buenas a primeras sumió a los zipaquireños en tristeza y angustia. No obstante, el paso de los días, la remoción de los escombros y el dejar entrar la luz, les permitió contemplar la hermosura prístina de la iglesia y maravillarse en su imponente sencillez, mucho más acogedora que en su estado anterior. Fue tal la sorpresa y el deleite, que decidieron reforzar la estructura, pero no volverla a recubrir, para que la nobleza de los materiales originales permaneciera visible. La desazón dio paso a la gratitud. Ese terremoto, sin quitarle lo amargo que tuvo, al final transformó el templo en un renovado lugar de encuentro. Mutatis mutandis, ¿no es de esperar que algo similar pueda pasar en nuestra Iglesia en Chile a nivel comunitario? Resistirse a los cambios, no asumir la verdad y no cuestionarse por lo que está pasando solo dilatará innecesariamente el sufrimiento de las víctimas e impedirá una renovación que ya se ha retrasado demasiado. Entonces, ¿por qué tenerle miedo a la crisis? ¿Por qué no reconocerla de frente y entrar de lleno en ella, confiados en el Señor, que ha vencido a la muerte y hace nuevas todas las cosas? La Iglesia, Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo, lo necesita. Nuestro compromiso con el Reino de Dios lo exige. Las víctimas y sobrevivientes de abusos y encubrimiento por parte de la Iglesia, en justicia, lo merecen. Y todo esto de manera urgente.

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La Justicia y el Perdón como camino para detener el círculo de la violencia. La predicación de monseñor Óscar Romero en los funerales de tres sacerdotes asesinados

Diego Miranda, Pbro.*

1. INTRODUCCIÓN. LA VIOLENCIA DEL AMOR

«Una Iglesia que no se une a los pobres, para denunciar desde los pobres las injusticias que con ellos se cometen, no es la verdadera Iglesia de Jesucristo»1.

La mañana del 24 de marzo de 1980, mientras celebraba la misa en la capilla del hospital Divina Providencia en san Salvador, una repentina ráfaga de balas interrumpió la celebración de la eucaristía. En ese momento, mientras ofrecía el sacrificio de Cristo en la cruz, monseñor Oscar Romero hizo también entrega de su vida en el altar, mezclando su sangre con la de Cristo en el cáliz. Se materializó de este modo lo que ya muchos presentían que podía suceder, y que él mismo, en más de alguna ocasión, había anunciado como posible: su propio martirio. De este modo llegó a su fin el ministerio pastoral que monseñor Oscar Arnulfo Romero ejerció por casi tres años en la arquidiócesis de San Salvador, ministerio que estuvo siempre amenazado por la violencia y la persecución que tanto él como muchos de sus sacerdotes y feligreses padecieron por los grupos armados que oprimían en ese momento a sus ciudadanos. Resulta curioso, no obstante, constatar que cuando Romero asumió la dirección pastoral de su arquidiócesis, era considerado un sacerdote conservador, un “ratón de biblioteca”, un obispo de bajo perfil, que no se inmiscuiría en temas

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conflictivos y que mantendría una distancia prudente con la coyuntura política. Y así fue durante los primeros meses, hasta que el 12 de marzo de 1977 muere asesinado uno de sus sacerdotes: el padre Rutilio Grande. Efectivamente, se cuenta que en ese momento se produjo un antes y un después, una especie de conversión en Romero. El testimonio del padre Grande, y el de otros de sus sacerdotes que fueron martirizados por anunciar el Reino de Dios, fue para el arzobispo la oportunidad de tomar conciencia no solo de la realidad de persecución y violencia que padecían tanto la Iglesia como el pueblo de San Salvador, sino también la insoslayable misión que le correspondía al él como pastor de esa porción del Pueblo de Dios. Y comenzó su valiente predicación, haciendo un incesante llamado al cese de la violencia y de la represión: «Este es el pensamiento fundamental de mi predicación: nada me importa tanto como la vida humana […] es algo tan serio y tan profundo, más que la violación de cualquier otro derecho humano, porque es vida de los hijos de Dios y porque esa sangre no hace sino negar el amor, despertar nuevos odios, hacer imposible la reconciliación y la paz. ¡Lo que más se necesita hoy es un alto a la represión!»2. De este modo comenzó su itinerario hacia el martirio. Creciendo en una conciencia cada vez mayor del peligro que entrañaban sus palabras y de los enemigos que se granjeaba con ellas, fue asumiendo con espíritu de fe esta vocación martirial que comenzaba a aparecer en el horizonte de su ministerio episcopal. Recibió amenazas, fue difamado y calumniado y, no obstante, siguió adelante con su grito claro y valiente de cese a la represión: «La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede permanecer callada ante tanta abominación. Queremos que el Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre […] en nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno, en nombre de Dios: ¡Cese la represión!»3. Estas últimas palabras las dijo en un sermón que pronunció el día antes de su asesinato, en las vísperas de su martirio, y al parecer fueron las que precisamente sellaron su destino. Les suplico, les ruego, les ordeno, en nombre de Dios, y precisamente fue en nombre de ese Dios al que había consagrado toda su vida que derramó su sangre en el altar, junto a la sangre del Cordero de Dios, 184 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD ECLESIAL

Jesucristo, en quien mueren todos los mártires de la historia. Óscar Romero, como mártir de Jesucristo, murió abrazado al crucificado, y de este modo, con su muerte, pronunció su última y más hermosa homilía: su martirio. Ese sermón aún resuena en cada uno de los que, al igual que él, dan su vida por Cristo y por los pobres de la tierra, reconociendo que solo una violencia está permitida, la más radical de todas, la más efectiva, la más valiente y la única que en definitiva puede transformar a la humanidad: la violencia del amor. “Jamás hemos predicado violencia. Solamente la violencia del amor, la que dejó a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros. Esa violencia no es la de la espada, la del odio, es la violencia del amor»4.

2. MARTIRIO Y OFRENDA «[…] podríamos decir que todo el mensaje podría llevar este título: Un asesinato que nos habla de resurrección»5. Toda una vida de entrega y ofrenda por el Pueblo de Dios que se le había confiado, encontró su desenlace coherente en el martirio de monseñor Oscar Romero mientras celebraba la eucaristía en la capilla del hospital Divina Providencia. El modo cómo enfrentó ese momento final y decisivo, qué cosas pasaron por su corazón de pastor y de creyente, están reservadas al conocimiento íntimo que solo Dios tuvo de los pensamientos de Oscar Romero al momento de caer abatido por las balas. No obstante, gracias a los mensajes que nos fue entregando en sus predicaciones, podemos visualizar cómo es que el arzobispo de San Salvador comprendía el tema del martirio cristiano. Nos parece que, de modo especial, es posible visualizar esto en las homilías que realizó en las misas fúnebres de tres de sus sacerdotes asesinados6. En ellas va dejando traslucir una conciencia eclesial, una mirada de fe y un corazón profundamente humano, que hace del misterio del martirio, un misterio de perdón y resurrección. Un primer elemento que queremos destacar es su profundo sentido de Iglesia y de la vocación al martirio que la ha acompañado a lo largo de toda su historia. Así decía en su homilía en la misa de despedida del padre Grande: «El amor verdadero es el que trae a Rutilio Grande en su muerte con dos campesinos de la mano. Así ama la Iglesia, muere con ellos y se presenta a la trascendencia del cielo. Los ama, y es significativo que mientras el padre 185 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD ECLESIAL

Grande caminaba para su pueblo a llevar el mensaje de la misa y de la salvación, así fue donde cayó acribillado»7. Según algunos autores, efectivamente al momento de ser testigo del martirio de Rutilio Grande, se produce una verdadera conversión, un antes y un después en su vida y en la comprensión que tenía monseñor Romero sobre la situación que se estaba viviendo en su país y sobre el rol que la Iglesia estaba llamada a asumir. Contemplar un martirio perpetrado en la persona de un sacerdote implicó para el arzobispo una nueva mirada y una nueva perspectiva de las cosas.

P. Rutilio Grande De este modo, para monseñor Romero el martirio es una consecuencia, en ocasiones inevitable, de la predicación del Evangelio y del anuncio del Reino. La oposición natural que encuentra este anuncio en tantos lugares convierte el mensaje del Evangelio en un mensaje peligroso, incómodo, indeseable, rechazado y en ocasiones abiertamente perseguido. Para el arzobispo esto asume una especial profundidad en lo que se refiere al ministerio sacerdotal, encontrando en el martirio la ofrenda definitiva de una vida entregada por amor. Leemos en sus palabras en el funeral del padre Navarro: «Este triunfo del sacerdocio, el ideal que nos hermana con él, es un ideal que no perece, y en que cada sacerdote asesinado hay un nuevo impulso esperanza, de alegría y de fervor en el que vive el sacerdocio. Es un ideal que no se puede marchitar, es un ideal que de la misma muerte hace surgir la vida, es el ideal que tuvo Alfonso Navarro al decir, como presintiendo su muerte: No me lloren, canten, pónganme claveles rojos porque será mi alegría emigrar con este ideal al cielo»8. Será de este modo un proyecto de esperanza el que dará verdadero sentido y radical profundidad a la mirada cristiana sobre el martirio. El asesinato de un sacerdote es, para Romero, junto a un momento de dolor por la muerte violenta de un hermano, un aliciente para seguir adelante con decisión y valentía: “¡Quién le iba a decir que el asesinato de que él es objeto (el padre Navarro) había de ser una bandera para nosotros, los que seguimos la peregrinación! Sintamos que este ideal que sustentó la vida de Alfonso Navarro no muere. Que, purificando las imperfecciones humanas que pudo tener, la transmisión de este mensaje divino nadie la puede detener, y aquí prometemos ante el cadáver de un sacerdote muerto, nosotros, los sacerdotes, lo que decíamos en el comunicado

186 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD ECLESIAL hace pocos días: Queremos ratificar nuestro juramento de fidelidad a la palabra de Dios, de fidelidad al magisterio de la Iglesia”9. Lejos de lo que podría pensarse, para hombres de fe, la muerte por amor y fidelidad a Jesucristo son un impulso para continuar la peregrinación, para seguir adelante. De esta manera, en medio del dolor y la tristeza que embarga al presbiterio y a toda la comunidad eclesial, monseñor Romero rechaza el derrotismo e invita a la esperanza: «Si vamos a sepultar a un hermano nuestro, no nos batimos en la derrota, sentimos que falta un soldado en nuestras filas, pero sentimos que cualquiera tiene que llenar ese espacio que ha quedado, porque esta predicación de la palabra y del magisterio, tal como lo quiere la Iglesia de hoy, como la Iglesia de siempre, es una exigencia como aquella que hacía a los profetas temblar ante su tremenda misión para ser fieles a Dios y no traicionar jamás su mensaje»10. Así vamos desvelando una concepción de la muerte, del martirio y del dolor por la pérdida de un hermano, cargada de profundo sentido de fe y de esperanza. La Iglesia, por seguir las huellas de un Mesías crucificado, tiene al mismo tiempo vocación martirial. De aquí que, para Romero, el padre Navarro muerto sea “[…] la figura de la Iglesia acribillada en este momento”11, vale decir, la participación más excelente del misterio de Cristo y de la Iglesia, se manifiesta en una vida entregada por amor. Aquí Romero, conocedor profundo de la historia de la Iglesia, identifica a los mártires como compañeros de camino de la marcha de toda la comunidad de los discípulos de Cristo. Bajo esta comprensión se hace eco de las palabras proféticas de Tertuliano que han dado orientación a la creación de una verdadera espiritualidad del martirio, reconociendo que el testimonio de quienes mueren a causa del odio a la fe emerge como el más excelente canal de evangelización que la Iglesia puede ofrecer: «Nos encomendamos a ti, nosotros tus hermanos, querido Alfonso, pues seguimos temiendo lo que tú temías, pero esperamos que un sentido humanitario dirija los corazones de los hombres, para que tu muerte, en vez de ser una invitación a la violencia, sea más bien un mensaje de sangre, pero de sangre de mártires, que sea semilla de cristianos y nueva fuerza de amor en tu Iglesia»12.

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Para monseñor Romero el martirio del cual él fue testigo en la persona de algunos de sus sacerdotes, tiene en sí una profunda carga profética. A medida que fue contemplando la muerte de sus hermanos en el ministerio, fue madurando en él una noción del martirio, no simplemente como construcción teórica, sino, sobre todo, como un proceso de profundización en la experiencia cristiana de la Cruz y la Resurrección, que se actualiza en quienes son víctimas de la violencia y las injusticias. Así, toda la predicación de Romero estuvo marcada por esta verdad, y fue encontrando en su denuncia fuerte y valiente contra la violencia, que tan fuertemente golpeaba a su nación en esos días, un lugar de concreta materialización.

3. LUCHA CONTRA LA VIOLENCIA El martirio es siempre una muerte violenta, una violencia final que hunde sus raíces en una serie de violencias anteriores, una cadena de violencias que de algún modo han decantado en un acto final, y que llegan a su cumbre en la muerte de un ser humano. Esto estuvo siempre claro en la predicación de monseñor Romero. En su querido San Salvador, el conflicto político-social desencadenó en esos años una serie de actos violentos que fueron en una escalada de cada vez mayor intensidad. De aquí que en su predicación y en su actuación como pastor, casi como leivmotiv, es posible visualizar una denuncia firme y constante de la violencia. Esto también queda de manifiesto en la homilía de despedida del padre Grande: «El amor del Señor inspira la acción de Rutilio Grande. Queridos sacerdotes, recojamos esta herencia preciosa. Quienes lo escuchamos, quienes compartimos los ideales del Padre Rutilio, sabemos que es incapaz de predicar el odio, que es incapaz de azuzar la violencia»13. La muerte violenta de un sacerdote es propuesta por el obispo como camino para frenar la violencia, para detener el odio, en virtud de que, para él, la violencia no puede ser el camino para la solución de los conflictos sociales. De aquí que su oposición a la violencia sea clara y radical: «Nosotros hacemos un fuerte rechazo a la violencia, pues la violencia no resuelve nada, la violencia no es cristiana, no es humana. La violencia, sobre todo cuando pisotea el quinto mandamiento: No matarás, en vez de traer bienes trae angustias y zozobras»14. 188 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD ECLESIAL

El camino, por lo tanto, será descubrir cuáles con las causas que suscitan la violencia para detenerla antes de que se produzca. En esto, para Romero, la responsabilidad es compartida. No solo son violentos los que agreden, los que matan, sino también los que de alguna forma son cómplices de este tipo de actos. Por lo mismo, es responsabilidad de toda la sociedad y de cada uno de los actores que se dan cita en ella generar los medios y desplegar los mecanismos para frenar la violencia. «La violencia la producen todos, no solo los que matan, sino los que impulsan a matar. Queridos hermanos, la violencia, aún en aquellos que no hacen lo posible por descubrir sus orígenes, es criminal. La vida es sagrada, y la Iglesia está al lado de defender la vida, sin considerar motivaciones políticas o de otro tipo, solamente porque es un pecado quitar la vida»15. Un tema que estuvo presente constantemente en la preocupación de monseñor Romero fue la defensa de la vida y de los derechos humanos. Desde el reconocimiento del valor sagrado de la vida humana, fue siempre clara y firme su denuncia contra todo lo que amenazaba la vida, en cualquiera de sus formas. La fe cristiana, de este modo, necesariamente conlleva compromisos concretos, sociales y políticos, con la defensa de la vida y la denuncia de todo tipo de violencia. «Creemos en Dios, predicamos la esperanza y morimos convencidos de esa esperanza […] no será por tanto por los espejismos del odio, por la filosofía del diente por diente, pues esto es criminal, por donde se construirá una sociedad más justa, sino más bien por esta otra: Amaos los unos a los otros. P. Alfonso Navarro No por los caminos del pecado, de la violencia, se va a construir un mundo nuevo, sino por los caminos del amor»16. Los únicos caminos que puede transitar la Iglesia son los caminos de la paz, la justicia y el perdón. Cualquier tentación de responder violentamente a la violencia, de azuzar el odio, de fomentar la enemistad, junto con ser anticristiana, obstaculiza la construcción de una sociedad conforme al ser humano y a su dignidad. La muerte violenta de un sacerdote emerge como un momento propicio para predicar la paz, el amor y la reconciliación: «Hermanos salvadoreños, cuando en esta encrucijada de la patria parece que no hay solución, y se quisieran buscar medios de violencia, yo les digo, hermanos: bendito sea Dios, que, en la muerte del Padre Grande, la Iglesia está diciendo: sí, hay solución, la solución es el amor, la solución es la fe, la solución es sentir la Iglesia no como enemiga, la Iglesia es el círculo donde Dios se quiere encontrar con los hombres»17. 189 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD ECLESIAL

Es altamente significativo que, precisamente en un momento de dolor y sufrimiento por la muerte violenta de un hermano, Romero invite al amor y a la reconciliación. Es como si efectivamente aquí se diera cita la paradoja del Evangelio, que invita a poner la otra mejilla18 y a no responder al mal con mal, sino vencer al mal a fuerza de bien19. Sin exculpar a los autores del asesinato, quienes caen en excomunión20, tal como lo reitera en sus homilías, busca cerrar el círculo de la violencia no predicando el odio o la venganza, sino que promoviendo la construcción de una sociedad con valores profundamente humanos. «Lejos de nosotros, ya que lo repudiamos por completo, el sentido del odio, de la violencia. Lejos de nosotros esos sentimientos que destruyen y matan, pero no pueden construir ni hacer feliz a nadie ni mejorar el mundo»21. Será por tanto la lucha contra la violencia, que ha encontrado en la muerte de sacerdotes mártires una de sus expresiones más radicales, uno de los elementos centrales presentes tanto en la predicación como en las actuaciones de monseñor Romero. Para él el Evangelio de Jesucristo promueve un camino de reconciliación y de paz, que emerge como eje central de la enseñanza de la Iglesia, de modo especial en tiempos de persecución.

4. LIBERACIÓN INTEGRAL

«He recibido cartas de España en que me critican como el más grande comunista, pero les he suplicado que vengan a conocer la realidad y que verán que no soy más que un cristiano que trata de defender el Evangelio precisamente de las ideologías que puedan hacer perder la gracia de nuestro pueblo»22. A lo largo de su vida, y especialmente cuando su predicación comenzó a ser cada vez más incisiva respecto de la realidad de violencia e injusticias que azotaban a San Salvador, monseñor Romero recibió una serie de ataques personales, especialmente dirigidos a desacreditar sus mensajes y enseñanzas, acusándolas de ser, a fin de cuentas, meras declaraciones políticas. Se le llamó comunista, revolucionario, agitador de masas y enemigo del orden. Se buscó, mediante una lectura parcial de sus predicas y homilías, denostar su mensaje y, de este modo, quitar fuerza y deslegitimar su enseñanza. Romero fue plenamente consciente de

190 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD ECLESIAL esto, y hablando de sí mismo y de los sacerdotes asesinados, fue siempre claro en señalar que su predicación era siempre una predicación evangélica, las eucarísticas eran reuniones de fe, y la perspectiva que orientaba sus palabras era siempre la enseñanza de la Iglesia. «Jamás, hermanos, a ninguno de los aquí presentes se le vaya a ocurrir que esta concentración en torno al Padre Grande tiene un sabor político, un sabor sociológico o económico. De ninguna manera. Es una reunión de fe. Una fe que, a través de su cadáver muerto en la esperanza, se abre a horizontes eternos»23. Aquí entra con fuera la noción de liberación integral, que siempre estuvo presente en el horizonte de su enseñanza como pastor. No cualquier liberación, sino una liberación trascendente, fundamentada en el Evangelio y proyectada a la vida eterna. Tanto él como sus sacerdotes muertos, tenían este telón de fondo en su labor pastoral. «La liberación que el padre Grande predicaba está inspirada por la fe, una fe que nos habla de una vida eterna, una fe que ahora él, con su rostro levantado al cielo, acompañado de dos campesinos la ofrece en su totalidad, en su perfección, la liberación que termina en la felicidad de Dios; la liberación que arranca del arrepentimiento del pecado, la liberación que se apoya en Cristo, la única fuerza salvadora; esta es la liberación que Rutilio Grande ha predicado y por eso ha vivido el mensaje de la Iglesia»24. De aquí su rechazo abierto a toda ideologización del Evangelio y a cualquier instrumentalización de su enseñanza. Es la fe en el Dios de Jesucristo y su proyecto de liberación integral lo que inspira a Romero y a sus sacerdotes. Por esto le decía con claridad a su clero en la misa funeral del padre Grande: «No nos desunamos con ideologías avanzadamente peligrosas, con ideologías inspiradas no en la fe, no en el Evangelio»25. Afirmando claramente la dimensión política de la fe26, reconoce que las ideologías, lejos de orientar soluciones humanas y evangélicas, llevan a una profunda división que atenta contra la comunión del Pueblo de Dios. En un momento de la historia donde las ideologías, de derecha y de izquierda se abrían paso con fuerza en las comunidades eclesiales, llevando a interpretaciones erróneas del mensaje evangélico y de la enseñanza de la Iglesia, Romero es valiente en

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denunciar y claro en afirmar, por ejemplo, la incompatibilidad del comunismo con la fe cristiana. «Los sacerdotes vivimos de una esperanza, y por lo mismo no podemos ser comunistas, porque el comunismo ha mutilado esa esperanza del más allá»27. Aquí radica la clara consciencia de fe y la innegable mirada creyente de monseñor Romero. Ante las denuncias infundadas contra él y sus sacerdotes, acusándoseles de marxista, revolucionarios, agitadores del pueblo, el alza la voz y rechaza abiertamente estas acusaciones, que no buscaban sino quitar fuerza a su predicación y enlodar la imagen de la Iglesia, restándole credibilidad. Esto es, para él, algo profundamente injusto. «Si no se le quiere creer a la Iglesia, si a los sacerdotes se les está confundiendo con guerrilleros, si a nuestra misión evangélica se le está confundiendo con marxista y comunista, no es justo, hermanos»28. Ante todo, su predicación es evangélica, pues él, como pastor y hombre de fe, hace de la Palabra de Dios su guía y su orientación. No obstante, Romero reconoce que la predicación de la Iglesia, como lo afirma la Doctrina Social de la Iglesia, tiene necesariamente implicancias políticas en virtud de que la fe cristiana, por ser una fe encarnada, busca iluminar las realidades terrenas con la luz que proyecta el Evangelio. «Este es el pueblo que está reflexionando aquí, junto a la catedral; y de las lecturas bíblicas […], solamente para enfocar desde el evangelio y desde la teología, desde la pastoral, porque quiero ratificar que mis predicaciones no son políticas, son predicaciones que, naturalmente, tocan la política, tocan la realidad del pueblo, pero para iluminarlo y decirle qué es lo que Dios quiere y qué es lo que Dios no quiere»29. La política y la realidad del pueblo son una realidad que interesa a la Iglesia, pues pueblo, polis, es el lugar donde se desarrolla la vida humana y, por tanto, toda enseñanza de la Iglesia encuentra, también ahí, un lugar propio. Ante un escenario social dramático, donde sacerdotes y laicos eran asesinados, donde las condiciones del Estado de derecho estaban en juego y el bien común en serio peligro, necesariamente la palabra de un pastor debía versar sobre estos temas. Para Romero, aquí radica precisamente el sentido trascendente de la liberación cristiana. 192 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD ECLESIAL

Lo que hace la diferencia entre una predicación evangélica y una predicación solo política es, en efecto, la mirada trascendente que acompaña a la primera. «Sin Dios no puede haber un concepto verdadero de liberación. Liberaciones inmediatistas sí las puede haber, pero liberaciones definitivas, solidas, sólo los hombres de fe las pueden realizar»30. Aquí se verifica injusta e infundada toda denuncia que acuse a monseñor Romero de ser un agitador social, un sacerdote comunista o un obispo ideologizado. Su enseñanza estuvo siempre preñada de Evangelio, sus predicaciones fueron siempre inspiradas por la Palabra de Dios y sus eucarísticas fueron siempre reuniones de fe. De aquí que la liberación que predicó y defendió hasta dar su vida, fue siempre una liberación cristiana, trascendente e integral.

5. EL PERDÓN COMO CESE A LA VIOLENCIA A estas alturas podemos ir evidenciando como para Romero la reconciliación emerge como un momento que se va desarrollando en distintas etapas. Una sociedad herida y dañada por las luchas internas debe ir desde una oposición a la violencia y un proyecto de liberación integral, dando espacio cada vez con más fuerza y cada vez con mayor intensidad, a dinámicas de encuentro y reconciliación. Ahora bien, nada de esto es posible, señala el arzobispo, si no se da paso a la justicia y al perdón, como camino y medio para detener el círculo de la violencia. P. Octavio Ortiz El perdón emerge de este modo como un acto cristiano, profundamente humano y altamente significativo en la lucha contra el odio y la venganza. Solo el perdón, sinceramente ofrecido ante el escenario de las matanzas y asesinatos, unido siempre a la verdad y a la justicia, podrá impedir la perpetuación de las prácticas de violencia. Justicia, verdad y perdón, una triada que siempre debe estar presente en procesos de sanación social. El acto eclesial es siempre una oferta de perdón, justicia y reconciliación. «Yo me alegro, queridos sacerdotes de que, entre los frutos de esta muerte, que lloramos, y de otras circunstancias difíciles del momento, el clero se apiña con su obispo y los fieles comprenden que hay una iluminación de fe que nos va conduciendo por caminos muy distintos de otras ideologías, que no son de la Iglesia, para sembrar lo que la Iglesia puede ofrecer: una motivación de amor. Hermanos, aquí no grita el revanchismo»31.

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La violencia puede proyectarse como un círculo interminable de represalias y venganzas. La violencia puede, por lo mismo, destruir una sociedad en sus más profundos fundamentos, y hacer imposible la convivencia social y la búsqueda de una salida pacífica. Aquí Romero asume con fuerza el ejemplo del mismo Cristo, quien, en la Cruz, pide el perdón para sus verdugos. «Precisamente, porque es amor lo que nos inspira, hermanos, quién sabe si las manos criminales que cayeron ya en la excomunión están escuchando en su radio allá en su escondrijo, en su conciencia, esta palabra: queremos decirles, hermanos criminales, que los amamos y que le pedimos a Dios el arrepentimiento para sus corazones, porque la Iglesia no es capaz de odiar, no tiene enemigos. Solamente son enemigos los que se le quieren declarar como tales; pero ella los ama y muere como Cristo: perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen»32. El ejemplo y el testimonio de Cristo ofreciendo el perdón en los últimos momentos de su sacrificio es para Romero la luz que ilumina todo martirio cristiano y que orienta toda actitud creyente ante una muerte padecida violentamente. Por esto, en un paso de mayor profundización de la conciencia del martirio, señalará que todo martirio cristiano es, en última instancia, un don, una gracia especial de Dios que, en la clave del perdón y la reconciliación, encuentra su fundamento. Nos dice en el funeral del padre Grande: «El padre Rutilio, quizá por eso Dios lo escogió para este martirio, porque los que le conocimos, los que lo conocieron, saben que jamás de sus labios salió un llamado a la violencia, al odio, a la venganza. Murió amando, y sin duda que, cuando sintió los primeros impactos que le traían la muerte, pudo decir también como Cristo: perdónalos, Padre, no saben, no han comprendido mi mensaje de amor»33. Todo mártir cristiano padece el martirio abrazado por Cristo y el misterio de la Cruz. De aquí que el perdón esté presente misteriosamente en los martirios de los discípulos de Cristo. Morir perdonando es uno de los distintivos fundamentales de un martirio propiamente cristiano. «La leyenda se hace realidad: un sacerdote acribillado por las balas, que muere perdonando, que muere rezando, dice a todos los que a esta hora nos reunimos para su sepelio su mensaje que nosotros queremos recoger»34. 194 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD ECLESIAL

En la misma línea va la muerte del padre Navarro. Nuevamente el perdón emerge como elemento clave, que impide proyectar la muerte del sacerdote en una dinámica interminable de venganzas y violencia. El perdón se ofrece como antídoto para curar el odio y el rencor, y así, todo creyente que muere por su fe ofrece su vida en clave de perdón y reconciliación. «Quiero agradecer el testimonio de esta mujer buena que lo recoge agonizando entre sangre y, al preguntar si le duele algo, dice: No me duele nada más que el perdón que quiero dar a mis asesinos, a los que me han acribillado, y el dolor que siento por mis pecados. Y que el Señor me perdone. Así, hermanos, es como mueren los que creen en Dios»35. Solo la justicia y el perdón serán, por tanto, el camino que podrá poner fin al círculo de la violencia, el odio y la venganza. La llamada a la fraternidad y a la reconciliación son el llamado de un pastor que, ante el martirio de algunos de sus colaboradores más cercanos, los sacerdotes, pudo ir experimentando paulatinamente que de algún modo misterioso él también estaba llamado a dar su vida por los demás. Así fue madurado su propia vocación martirial, la cual encontró su momento preciso mientras ofrecía el sacrificio por excelencia, la Eucaristía. Su martirio fue, por lo tanto, como debía serlo, un martirio eucarístico, una ofrenda total, una entrega hasta las últimas consecuencias. La llamada a la fraternidad y al perdón siguió siendo el mensaje constante y valiente del padre Romero, mensaje que orientó siempre su vida y que encontró en su predicación en las misas funerales de sus sacerdotes mártires, un lugar propicio para ser proclamado. «Por favor, cesen de propalar calumnias. Cesen de sembrar discordias y rencores. Cesen de propalar esa filosofía de la maldad, de la venganza, y unámonos todos para hacer de nuestra patria una patria más tranquila en que no haya tanta desconfianza de unos contra otros. En que no andemos huyendo como si estuviéramos en una selva salvándonos de las fieras. En que vivamos de veras como hermanos, por la fe en la resurrección de Cristo, al menos por un sentido nacional; al menos por un sentido humano; por un sentido de fraternidad»36.

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6. CONCLUSIÓN. SANGRE DE MÁRTIRES, SEMILLA DE CRISTIANOS

«Como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección: Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño»37.

Hemos podido, gracias a las homilías que monseñor Romero nos regaló en las misas de tres de sus sacerdotes martirizados, asomarnos someramente en el misterio de la vida y la pasión del arzobispo de san Salvador. Como hemos buscado constatar, su martirio no puede entenderse como un hecho aislado, una especie de error o coincidencia, sino más bien como la consecuencia necesaria de una vida entregada por amor en medio de un contexto que respiraba odio y violencia contra la fe y contra cualquiera que alzara su voz pidiendo justicia. La Mons. Óscar Romero lucha de Romero contra la violencia estuvo coronada por su muerte violenta. Sabemos que afirmar esto pudiera parecer una contradicción, pero no lo es. La violencia que se perpetró en sus sacerdotes y de la que él fue testigo, la violencia que él mismo padeció al caer abatido por las balas esa mañana del 24 de marzo de 1980, encontró en su ofrenda un muro de contención, un grito silencioso de ¡basta! Y es que efectivamente, con su sangre, voluntariamente entregada ofreció un camino de verdadera reconciliación para su Pueblo. Por eso desde su muerte se le ha recordado siempre con cariño y se han elevado oraciones pidiendo su intercesión. Por eso el 25 de mayo de 2015 fue beatificado, y por eso, el próximo 14 de octubre será canonizado por el Papa Francisco, y así propuesto como modelo e intercesor para toda la Iglesia universal. En su persona, con fuerza especial, gritan la voz y la sangre de todos los mártires de la historia del cristianismo que, bajo la inmortal sentencia de Tertuliano, se alzan efectivamente como semilla de nuevos cristianos. Pues al ver a alguien que está dispuesto a dar su vida por aquello en lo que se cree, sin revanchismos, sin odio, sin venganza, todas las resistencias superficiales a la fe quedan desarmadas. Un mártir es efectivamente y de modo eminente, un testigo de Jesucristo. Pocos días después de su muerte, un grupo de obispos de todo el mundo redactó una carta en donde se hacían eco del martirio de monseñor Romero, y reconocían en este acontecimiento un momento especial para asumir las implicancias profundas que tiene la predicación del Evangelio. Al mismo tiempo, reconocían que la ofrenda de su vida en el altar, cual Jesucristo en la Cruz, deja 196 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD ECLESIAL traslucir todos los sufrimientos del mundo y todas las violencias padecidas por las víctimas de la historia. Leemos en la misiva: «[…] ahora comprendemos mejor, desde el martirio de Monseñor Romero, la muerte por hambre y enfermedad, realidad permanente en nuestros pueblos, así como los innumerables martirios, las innumerables cruces que jalonan nuestro continente en estos años, campesinos, pobladores, obreros, estudiantes, sacerdotes, agentes de pastoral, religiosas, obispos encarcelados, torturados, asesinados por creer en Jesucristo y amar a los pobres. Son como la muerte de Jesús, fruto de la injusticia de los hombres y a la vez semilla de resurrección»38. Efectivamente, la muerte de monseñor Romero puede ser considerada una actualización del sacrificio de Cristo en la Cruz y, por lo mismo, puede ser asumida como un acto de fe, como un camino de redención y reconciliación. La sangre de Romero, mezclada efectivamente con la sangre del cáliz durante la celebración de la Eucaristía, es, por lo mismo, realmente semilla de cristianos. La misa inconclusa de Oscar Romero se sigue aun celebrando en cada lugar donde un seguidor de Jesucristo ofrece su vida por amor, pues en ese lugar, de modo excelente, se hace presente el misterio de la resurrección que acompañó toda la vida y, de modo especial, la muerte del arzobispo de san Salvador: «Queremos terminar su misa inacabada, frustrada por las balas. Monseñor Romero es un mártir de la liberación que exige el Evangelio, un ejemplo vivo de Pastor»39.

Notas * Sacerdote diocesano de Santiago, Licenciado en Doctrina Social de la Iglesia por la Pontificia Univer- sidad Lateranense de Roma. 1 Homilía de monseñor Óscar Arnulfo Romero pronunciada el 17 de febrero de 1980. 2 Homilía de monseñor Romero pronunciada el 16 marzo de 1980. 3 Homilía de monseñor Romero pronunciada el 23 de marzo de 1980. 4 Homilía de monseñor Romero pronunciada el 27 de noviembre de 1977. 5 Homilía de monseñor Romero pronunciada en la misa fúnebre del padre Octavio Ruiz el 21 de enero de 1979. 6 Rutilio Grande, (49 años) sacerdote jesuita acribillado mientras conducía junto a un anciano y a un menor de edad el 12 de marzo de 1977. Monseñor Romero le habló personalmente de él al Papa Pablo VI y le regaló una foto del religioso cuyo proceso de beatificación fue abierto en 2015. Alfonso Navarro (35 años), sacerdote diocesano asesinado a tiros en su parroquia junto a su joven sacristán el 11 de mayo de 1977; meses antes había sobrevivido a un atentado con dinamita. Octavio Ortiz (34 años), 197 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD ECLESIAL

sacerdote diocesano masacrado junto a cuatro jóvenes estudiantes y catequistas laicos en una casa de retiros el 20 de enero de 1979. 7 Homilía de monseñor Romero pronunciada en la misa fúnebre del padre Rutilio Grande el 14 de marzo 1977. 8 Homilía de monseñor Romero pronunciada en la misa fúnebre del padre Alfonso Navarro el 12 mayo de 1977. 9 Ibídem 10 Ibídem 11 Ibídem 12 Ibídem 13 Homilía en la misa fúnebre del padre Rutilio Grande. 14 Homilía en la misa fúnebre del padre Alfonso Navarro. 15 Ibídem 16 Ibídem 17 Homilía en la misa fúnebre del padre Rutilio Grande. 18 Cfr. Mt 5, 39. 19 Cfr. Rm 12, 21. 20 “El quinto mandamiento pesa ahora como una excomunión también sobre los autores intelectuales y materiales de este asesinato. La pena de excomunión, que para muchos incrédulos significará tal vez una ridiculez, tal vez impresione saber que no solamente es una pena espiritual. Es el repudio de todo un pueblo. Es la marginación del pueblo de Dios, que le dice al criminal: Tú no tienes ahora nada que ver con este pueblo que camina en la esperanza, en la obediencia a la Ley del Señor, que no quiere sangre, que quiere amor, que quiere paz, que quiere reconciliación. Y este es el gesto del pueblo que excomulga sin odio, como es sin odio el grito de rechazo a la violencia. Es un grito como el de Cristo que decía: Convertíos, volved al buen camino” (Homilía en la misa fúnebre del padre Alfonso Navarro). “Finalmente, quiero recordar que los autores materiales e intelectuales del asesinato del sacerdote Octavio Ortiz han incurrido en la excomunión canónica, que en este caso no es otra cosa que la excomunión de la Iglesia, ¡bendito sea Dios!, de la que muchos se ríen; tal vez les haga pensar cuando esta Iglesia, identificada con el pueblo, hace sentir su excomunión como un repudio del mismo pueblo; pero la Iglesia, como madre que, en su severidad, no olvida la misericordia, así como ora por el descanso eterno de las víctimas y el consuelo de sus familiares, que lloran, pide también y espera la conversión de los asesinos” (Homilía de monseñor Romero pronunciada en la misa fúnebre del padre Octavio Ortiz). 21 Homilía en la misa fúnebre del padre Alfonso Navarro. 22 Homilía de monseñor Romero pronunciada el 2 de marzo de 1980. 23 Homilía en la misa fúnebre del padre Rutilio Grande. 24 Ibídem 25 Ibídem 26 “La dimensión política de la fe no es otra cosa que la respuesta de la Iglesia a las exigencias del mundo real socio-político en que vive la Iglesia. Lo que hemos descubierto es que esa exigencia es primaria para la fe, y que la Iglesia no puede desentenderse de ella. No se trata de que la Iglesia se considere a sí misma como institución política que entre en competencia con otras instancias políticas ni que posea unos mecanismos políticos propios; ni mucho menos se trata de que nuestra Iglesia desee un liderazgo político. Se trata de algo más profundo y evangélico; se trata de la verdadera opción por los pobres, de encarnarse en su mundo, de anunciarles la buena noticia, de darles una esperanza, de animarles en una praxis liberadora, de defender su causa y de participar en su destino. De este modo la Iglesia vive en el mundo de lo político y se realiza

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como Iglesia también a través de lo político […] La dimensión política de la fe se descubre y se la descubre correctamente más bien en una práctica concreta al servicio de los pobres. En esa práctica se descubre su mutua relación y también su diferenciación. La fe es la que impulsa en un primer momento a encarnarse en el mundo socio-político de los pobres y animar los procesos liberadores, que son también socio-políticos. y esa encarnación y esa praxis, a su vez, concretizan los elementos fundamentales de la fe”. (Del discurso del 2 de febrero de 1980 con que monseñor Romero recibió el Doctorado Honoris Causa que le concedió la Universidad de Lovaina. Lo pronunció apenas siete semanas antes de su martirio y muchos lo con- sideran su testamento espiritual). 27 Homilía en la misa fúnebre del padre Alfonso Navarro. 28 Ibídem 29 Homilía en la misa fúnebre del padre Octavio Ortiz. 30 Homilía de monseñor Romero pronunciada el 23 marzo de 1980. 31 Homilía en la misa fúnebre del padre Rutilio Grande. 32 Ibídem 33 Ibídem 34 Ibídem 35 Homilía en la misa fúnebre del padre Alfonso Navarro. 36 Ibídem 37 Frase pronunciada por monseñor Romero en una entrevista publicada en el Diario Excelsior de Gua- temala dos semanas antes de su martirio. 38 Monseñor Luciano Mendes de Almeida, Monseñor Leonidas Proaño, Monseñor Gerardo Flores, Monseñor Alberto Iniesta, Monseñor James O’Brien y otros. Carta del 29 marzo de 1980. 39 Ibídem

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Pablo VI en la polaridad de la existencia y el siglo XX

Andrés Ferrada, Pbro.*

El itinerario del Papa Pablo VI trascurrió con fidelidad a Cristo y a su Iglesia en la polaridad de la existencia y, particularmente, entre las tensiones que marcaron el siglo XX. Por eso, su vida y ministerio vierten luz en el camino de seguimiento del Señor en el siglo actual, especialmente para los pastores que dedican su vida a la conducción del rebaño y a la extensión del Reino. De ahí la relevancia de su próxima canonización el 14 de octubre de 2018 y de volver a poner atención a su figura.

1. EN LA POLARIDAD DEL DON DE LA VIDA Y DE SU REGENERACIÓN BAUTISMAL El 30 de septiembre de 1897, en la pila bautismal de la Parroquia de San Antonio de Padua de Concesio, un pueblito a ocho kilómetros de Brescia en el norte de Italia, el futuro Pablo VI fue hecho hijo en el Hijo Dios, Jesucristo, su discípulo y miembro de su cuerpo, el Pueblo Santo de la Alianza y, por lo mismo, misionero del Reino de los cielos1. Constan sus cinco nombres en el registro parroquial: Juan Bautista, Enrique, Antonio, María. Tres días después de su nacimiento, cuando aún su vida –y más aún en aquella época– era una apuesta que desafiaba la muerte; con sus vagidos y llantos, como todo recién nacido, experimentaba la polaridad de la existencia humana. Pero desde el instante en que fueron pronunciadas sobre él estas palabras: Ioannes Baptista... Ego te baptízo in nómine Patris, et Fílii, et Spíritus Sancti y el agua fue derramada en su cabeza, fue sumergido en una polaridad aún más amplia: entre el cielo y la tierra, el tiempo y la eternidad, la humanidad caída y la gloria que esperamos. En una palabra, su vida humana concreta y sujeta a los 200 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018d ACTUALIDAD ECLESIAL límites de este eón fue insertada definitivamente en la vida de Dios, trascendente, pero que se ha acercado, abajándose a nuestra realidad de modo sublime en el misterio de Cristo, que por el agua del Bautismo el pequeño Giovanni Bautista comenzaba a vivir y a gozar.

2. EN LA POLARIDAD DE UNA FAMILIA CATÓLICA INVOLUCRADA EN EL RESURGIMIENTO ITALIANO Los padres de Juan Bautista, Jorge Montini y Judit Alghisi, posibilitaron esta nueva creación, pidiendo a la Iglesia el Bautismo para su segundo hijo varón. Ellos eran personas de profunda fe, recibida de sus antepasados, pero vivida en primera persona en las circunstancias históricas del mundo al que pertenecían: la burguesía emergente, nacida con el desarrollo de la industria y vinculada a la práctica de profesiones liberales. De hecho, Jorge era abogado e hijo de un médico. Además, Judit y Jorge provenían de un grupo social del cual habían surgido muchos de los dirigentes que lideraron y/o colaboraron decisivamente en el forjamiento de la Italia moderna, libre de las potencias extranjeras. Ese ambiente tendió a alejarse de la religión y de la Iglesia. Sin embargo, los esposos Montini Alghisi fueron cristianos convencidos. Tuvieron que moverse en la encrucijada entre dos polos. Uno es la fidelidad a la causa italiana, que en 1870 había conseguido finalmente la anhelada unidad nacional de la península a costa del arrebato del poder temporal al Papa sobre los Estados Pontificios. El otro, la fidelidad a la Iglesia que, a raíz de esa “usurpación”, promovió la abstinencia de la cosa pública de sus miembros: “ni elegidos ni electores”. Jorge y Judit consiguieron vivir en esa polaridad, conjugando su existencia familiar, profesional y política entre esos extremos. Jorge dirigió el diario católico Il cittadino de Brescia, a través del cual intentó promover algo más que iniciativas religiosas, culturales y socioeconómicas en el ámbito católico, sino también incidir en la polis. Con el paso del tiempo, sin dejar el periodismo, se abocó a la política siempre con mayor dedicación. Por ejemplo, en 1895, junto a otros dirigentes católicos, lograron establecer una alianza con los liberales moderados para derrotar a los radicales en las elecciones administrativas. En esa elección fue elegido consejero comunal y provincial. Poco tiempo después pasó a ser el líder de los católicos brescianos. En 1914 llegó a ser asesor de la municipalidad de

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Brescia y en 1917, presidente de la Unión electoral católica provincial y uno de los fundadores del Partido Popular en su ciudad. Finalmente, en 1919 fue elegido diputado del Parlamento Nacional, siendo confirmado en su escaño para los períodos sucesivos en las elecciones de 1921 y de 1924. En 1926, por oponerse a Mussolini, cuyo gobierno se tornaba cada vez más dictatorial, fue excluido de su cargo parlamentario, precisamente porque el Duce disolvió todos los partidos o facciones opositores. Judit también era bresciana, aunque fue educada en Milán. Como había perdido tempranamente a sus padres, estuvo bajo la tutela legal del alcalde radical de aquella ciudad, un líder fuertemente anticlerical. Ella, no obstante, fue una católica no solo convencida, sino también fervorosa gracias a su educación religiosa con una positiva influencia francesa. La historia de su noviazgo con Jorge, verdadero drama shakespeariano, conoció la negativa absoluta del tutor a causa de la pertenencia de Jorge al bando católico. Los novios tuvieron que esperar que Judit alcanzara la mayoría de edad en 1895 para contraer el ansiado matrimonio. ¡La polaridad correrá por las venas de Juan Bautista! Bautista tiene dos hermanos: uno mayor, Ludovico, que será abogado y político como su padre, cofundador del Partido Demócrata Cristiano en los albores de la Italia democrática después de la II Guerra Mundial; miembro de la Asamblea Constituyente entre 1946 y 1948; elegido, luego, diputado entre 1948 y 1963 y senador entre 1963 y 1968. El hermano menor es Francisco, que será médico como el abuelo. Ambos realizarán las dos formas de servicio público que ya habían desempeñado sus antepasados, en cierto modo también polares, y que estarán presentes en la vida del hermano sacerdote, alternándose la preponderancia de una u otra durante su ministerio: médico de almas, principalmente entre los jóvenes universitarios católicos (1925-1933) y como Arzobispo de Milán (1954- 1963), y hombre de gobierno en su cada vez más delicado y absorbente servicio en la Secretaría de Estado (1924-1954). Su síntesis, tal vez, la alcance en su servicio como Sucesor de Pedro (1963-1978).

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3. EN LA POLARIDAD DE LA PERTENENCIA ECLESIAL Y LA PARTICIPACIÓN EN LOS AVATARES DE LA GRAN GUERRA Y SUS CONSECUENCIAS La salud de Juan Bautista Montini será frágil. Por eso, vivirá entre dos polos: por una parte, el refugio del hogar familiar donde, para evitar la rudeza de los internados escolares y del Seminario, encontrará tanto el calor y los cuidados de su madre, como la formación e ideario cristiano moderno, democrático y social de su padre. Por otra parte, sus estudios escolares también correrán entre dos binarios: Los estudios primarios y parte de los secundarios los realizará en el Instituto Cesare Arici, de los jesuitas, inclinados hacia la intransigencia religioso- política característica de la reacción católica frente al resurgimiento italiano (es decir, la unificación italiana, la cual implicó el despojo del poder temporal del Papa y la posterior marginación de los católicos de la cosa pública). Esa postura se verá matizada en la formación de Bautista gracias a los aires católicos más abiertos que respirará no solo en su ambiente familiar, sino también en el Oratorio (de San Felipe Neri), en el cual participará asiduamente. Allí tendrá el influjo de los padres Caresana, su confesor, y Bevilacqua. Con este último estará unido toda la vida. Como Papa, incluso, lo hará cardenal. Concluirá la secundaria, los estudios humanistas clásicos, en el Liceo Arnaldo, establecimiento público, donde respirará otro aire, precisamente el del resurgimiento italiano. Por su frágil salud, en 1915 será también excluido del servicio militar y no irá en el frente, a diferencia de tantos jóvenes de su medio, comenzando por su hermano Ludovico. Por ese mismo motivo, el joven Montini será alumno externo del Seminario de Brescia desde octubre de 1916. Experimentará la tensión entre los sufrimientos de la guerra que marcarán el ambiente nacional e internacional y la relativa triste paz de su hogar, que cobijará su débil contextura. Sin embargo, el aparentemente débil estudiante encontrará un modo efectivo para guerrear: El 15 de junio de 1918, con un amigo, darán vida a “La Fionda”, un periódico de estudiantes, que se publicará durante casi una década, aunque sin una frecuencia del todo regular. En efecto, en ese medio, publicó varias decenas de escritos. Será como su “honda”, con la que, cual nuevo David, intentará ayudar a vencer a la máquina irracional, al Goliat de la violencia que se estaba desplegando en el cruento conflicto bélico mundial y que se desatará también cuando el fascismo se haga del poder en Italia. Algún tiempo después, el mismo Montini explicará a Pío

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XI el sentido de aquella iniciativa editorial: «El periódico “La Fionda” nació durante la guerra, sacando de esa hora terrible no menos para las naciones que para el alma de las jóvenes generaciones, la inspiración apasionada de una renovación espiritual [...] quería expresar la voz del espíritu nuevo a los hermanos de escuela. Este humilde intento se apoyaba en un gran deseo de llevar la palabra cristiana al alma estudiantil moderna, con audaz sinceridad, pero junto con una alta y gozosa serenidad, de confortar con juvenil ardor la pureza que anida en los jóvenes, de preparar con los instrumentos elementales las conciencias de los estudiantes secundarios a los futuros deberes religiosos y civiles»2.

4. EN LA POLARIDAD DEL APOSTOLADO INTELECTUAL Y UNIVERSITARIO Y EL SERVICIO ECLESIAL EN LA CURIA ROMANA Será oficialmente seminarista solo seis meses: el 21 de noviembre de 1919, al revestirse de la sotana; en pocas semanas avanzará hasta el diaconado y se coronará este brevísimo itinerario con su ordenación sacerdotal el 29 de mayo de 1920 en la catedral de Brescia. Desde ese día, todos lo llamará don Bautista. Por ese entonces, el futuro Papa abrigaba el deseo de ejercer su ministerio en el ámbito parroquial en su diócesis, pero también lo atraía otro polo: los estudios humanistas a fin de desarrollar el apostolado intelectual entre los jóvenes universitarios. De hecho, en 1919, antes de hacerse clérigo, había participado en el encuentro anual de la Federación de Universitarios Católicos de Italia (FUCI) celebrado en Montecasino. En esa tensión, su obispo lo autorizó a realizar este último proyecto. En noviembre de 1920 se inscribió en dos cursos universitarios en Roma: Filosofía en la Universidad Gregoriana, el corazón de la intelectualidad católica de la Urbe, y Letras en la Universidad de los Estudios, la famosa Sapienza –entidad pública–. Su formación seguía avanzando por derroteros polares. Casi un año después, sin embargo, se vio forzado a interrumpir sus estudios para cambiar de rumbo. En efecto, personas influyentes hicieron que sus superiores le dieran un nuevo destino: prepararse para el servicio diplomático de la Santa Sede. Con este propósito, ingresó a la Academia para Nobles Eclesiásticos. Allí se sumergió en el estudio del Derecho Canónico y del Derecho Civil entre 1922

204 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018d ACTUALIDAD ECLESIAL y 1924, graduándose en ambos y también en Filosofía. En ese tiempo, en 1923, tuvo su primera experiencia diplomática. Fue enviado a colaborar en la nunciatura en Varsovia. Pero el experimento duró muy poco. En 1924 hubo otro cambio inesperado e impensado: fue nombrado asistente eclesiástico del Círculo Católico de Estudiantes Universitarios de Roma, una entidad vinculada con la FUCI. Por casi un año pudo entregar las primicias de sus energías sacerdotales exclusivamente a la formación cristiana de los jóvenes católicos, precisamente en ese momento, cuando en Italia se consolidaba un régimen fundado en muchos principios reñidos con el Evangelio, los cuales, no obstante, eran fácilmente tolerados y hasta compartidos por variados ambientes católicos, incluso por eclesiásticos de renombre. Desempeñando este desafiante servicio, el 24 de octubre de 1924 será llamado a servir también en la Secretaría de Estado, comenzando la “carrera eclesiástica” que lo llevará al vértice de las decisiones de la Iglesia. Sin embargo, sorprendentemente, continuará su dedicación pastoral a los jóvenes universitarios. Montini sabrá moverse bien en esta polaridad. En efecto, en octubre de 1925 fue nombrado, además, Asistente Eclesiástico Nacional de la FUCI. Esta tarea le significó tener que viajar por toda Italia, en esos años particularmente complejos y, poco a poco, ganarse la confianza y el corazón de los dirigentes católicos universitarios. Lo logró con creces. Contribuyó decididamente a hacerles captar que el proyecto cultural del fascismo era opuesto radicalmente al cristianismo. En consecuencia, las fuerzas de la FUCI se concentrarán en la difusión del pensamiento cristiano, tanto a través de diversas publicaciones que Montini impulsará –donde aparecerán muchos escritos de su autoría–, como a través de la formación de la juventud católica, en especial de líderes, en conferencias, cursos, encuentros, etc.

5. EN LA POLARIDAD ENTRE LA TOLERANCIA Y LA OPOSICIÓN AL RÉGIMEN FASCISTA En esos años, la hostilidad por parte del régimen fascista contra las asociaciones católicas fue creciendo siempre más, llegando a niveles muy álgidos en 1931, al punto que Pío XI publicó la encíclica Non abbiamo bisogno. Con ella el Pontífice pretendía dejar en claro que la Iglesia se oponía no solo a los principios del totalitarismo que Mussolini estaba instaurando en Italia, sino también a

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la violencia de Estado con que lo sostenía. El joven Asesor Nacional Montini y, a la vez, oficial de Curia Romana, tenía clara conciencia de que la respuesta cristiana ante el fascismo implicaba el acuciante deber de los cristianos de reponer el Evangelio en la cultura y en el orden social. Así lo ponía de manifiesto en sus conferencias y en sus escritos, por ejemplo, en una de las cartas dirigidas a sus padres en esa época: «Los gobiernos precedentes tenían miedo al coraje; mientras que este [el de Mussolini] tiene el coraje de mostrarse pavoroso; y la propaganda de la sospecha; es la manía de individuar adversarios; es la lógica de la revolución. El fascismo morirá de indigestión, si continua así, y será vencido por la propia prepotencia. Lo que es doloroso es que el pueblo italiano llegue así a recibir fatal educación de la volubilidad y de la aventura y que sea continuamente animado no a contenerse en el ámbito del derecho, sino a perder el control en la brutalidad repentina de los odios de parte»3. Sin embargo, en algunos influyentes círculos católicos, el fascismo no tenía sino adeptos, simpatizantes, quienes se opondrán a la labor de Montini en la FUCI. En mayo de 1925 se debió defender de la acusación, proveniente de altas esferas vaticanas, que sostenía que el círculo universitario que asesoraba en Roma se adscribía a la línea del Partido Popular. Además, los jesuitas no veían con buenos ojos los métodos educativos usados por la FUCI, que resultaban mucho más abiertos que los tradicionales usados por la Compañía en esa época. Finalmente, algunos jesuitas influirán contra el Asesor Nacional, quien tendrá que renunciar a su cargo en la FUCI en marzo de 1933, aunque oficialmente se haya argüido que su alejamiento se debía a que sus labores en la Secretaría de Estado, siempre crecientes, no le permitían dedicarle tiempo suficiente a esa asociación. Con todo, los años de Montini en ese ambiente sellarán su convicción y su decidida acción para brindar una formación cristiana muy seria de los dirigentes católicos no solo en los principios cristianos, sino también en las virtudes que les permitieran actuarlos en las distintas esferas sociales, incluso en ambientes hostiles. Los frutos serán muchos, por ejemplo, Aldo Moro, joven dirigente de la FUCI de don Bautista, rubricará con su sangre la densidad de la formación recibida. El alejamiento involuntario de la FUCI fue ciertamente muy doloroso para Montini, pero sucedió al mismo tiempo que su “carrera” iba en franco ascenso, gustando el éxito. Así experimentaba la polaridad en la intimidad de su existencia. 206 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018d ACTUALIDAD ECLESIAL

En efecto, detentaba el título de “Monseñor” desde muy poco tiempo después de haber entrado al servicio de la Secretaría de Estado en 1924 y, en julio de 1931, había sido nombrado, además, “Prelado doméstico de Su Santidad”. Ahora bien, no serán ni estos títulos ni los que vendrán lo que moverá su quehacer, sino su clara conciencia de la necesidad que tiene el mundo del Evangelio de Cristo. Esta motivación profunda de su existencia cristiana y sacerdotal encontró también corroboración en sus estudios y en sus viajes por Europa occidental y central y, sobre todo, por su querida Italia.

6. EN LA POLARIDAD ENTRE LA DIPLOMACIA Y EL SERVICIO A LAS VÍCTIMAS DEL EXTERMINIO Y DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Pese a la oposición que monseñor Montini experimentó en algunos sectores de las altas esferas vaticanas, se fue ganando la confianza del nuevo Secretario de Estado, Eugenio Pacelli, que el Papa Pío XI había nombrado en 1930. De hecho, en diciembre de 1937, será nombrado Sustituto de la Secretaría de Estado, vale decir, la mano derecha del Vice-Papa, como se solía llamar al Secretario de Estado. En esa función permanecerá hasta 1944, cuando muera el Secretario de Estado que había sucedido al cardenal Pacelli, que había sido elegido Papa en 1939 y adoptado el nombre de Pío XII. Se hubiera esperado que Montini hubiera sido nombrado Secretario de Estado en esa circunstancia. Pío XII, en cambio, lo nombró Pro-Secretario de Estado para los Asuntos Ordinarios, compartiendo las funciones del Secretario de Estado con monseñor Tardini, también nombrado Pro- Secretario, pero para los asuntos extraordinarios. Dos polos que se mantendrán por una década en la curia romana. Durante esa década, bajo la sombra y en total fidelidad a Pío XII, monseñor Montini tendrá muchos asuntos de la más alta importancia a que abocarse. De esa época, sin embargo, sus escritos personales revelan menos que en los períodos anteriores porque, por una parte, las materias de aquellas cuestiones exigían mayor reserva y, por otra, en 1943, con distancia de unas cuantas semanas, sus padres murieron, cerrándose así la continua y nutrida comunicación epistolar con ellos, en la que habían quedado registradas muchas de sus vivencias y actividades curiales, como asimismo sus percepciones y evaluaciones de los hechos narrados o aludidos.

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En esos años, monseñor Montini secundará y será testigo privilegiado de los esfuerzos de Pío XII en la prosecución de la paz y en la defensa de quienes veían sus vidas amenazadas por la guerra y por los planes de exterminio, especialmente de la Shoah del pueblo elegido, que Hitler y sus secuaces estaban llevando a cabo. Por ejemplo, el Papa encargó a Montini preocuparse personalmente de que la Iglesia diere socorro efectivo a las personas perseguidas en Roma, especialmente a los judíos. Más de cuatro mil de ellos fueron salvados por esta acción tempestiva y valiente que brotaron de esa iniciativa papal, siendo asilados en el Vaticano y en dependencias y edificios eclesiásticos, particularmente en aquellos que gozaban de la extraterritorialidad, es decir, construcciones de propiedad de la Santa Sede fuera de la Ciudad del Vaticano, pero que contaban con su misma soberanía. El silencio oficial de Pío XII respecto a laShoah es un asunto muy debatido desde hace unos 40 años. De hecho, el Papa Pacelli no condenó expresamente el holocausto judío; lo hizo indirectamente, por ejemplo, en su radiomensaje de Navidad de 1942, cuando, sin duda, refiriéndose a aquella masacre, afirmó: “Centenares de miles de personas, sin culpa propia y por razones de nacionalidad o estirpe, están siendo destinadas a la muerte o a un progresivo desgaste”. La valoración histórica de este modo de proceder no ha estado exenta de polémica y, muchas veces, los argumentos utilizados resultan carentes de objetividad. Pablo VI mismo desplegó esfuerzos por hacer justicia a la memoria de su venerado predecesor. Su juicio es claro al respecto. Merecería una mayor atención que la que se le ha dado, ya que proviene de un testigo ocular que tuvo una posición privilegiada para conocer el asunto. En efecto, en 1963, Rolf Hochhuth publicó una obra teatral llamada “El Vicario”. En ella se mostraba a Pío XII como un eclesiástico timorato, quien con su silencio cómplice, habría contribuido a la ejecución del holocausto. El entonces cardenal Montini alzó su voz en una carta muy fuerte dirigida a un diario inglés, lo hacía desde su calidad de colaborador estrechísimo de aquel Papa, y precisamente en la defensa del pueblo hebreo. Leerla casi en extenso ayuda también a retratar al Montini de la Secretaría de Estado en los duros años de la guerra y postguerra, así como a los polos entre los que se ha debido mover: «Me parece un deber contribuir al claro y honesto juicio de la realidad histórica, tan deformada por la pseudorrealidad, propia del drama, haciendo notar que la figura de Pío XII que aparece en las escenas del Stellvertreter [el Vicario] no muestra exactamente, es más, traiciona su

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verdadero aspecto moral. Puedo decir esto porque he tenido la suerte de estar cerca de él y de servirle cada día durante su pontificado, comenzando desde 1937, cuando él era todavía secretario de Estado, hasta 1954, por lo tanto, durante todo el periodo de la guerra mundial. La figura de Pío XII dada por Hochhuth es falsa. No es verdad que él fuera miedoso […] Bajo un aspecto débil y gentil, bajo un lenguaje siempre elegante y moderado, escondía un temple noble y viril, capaz de asumir posiciones de gran fortaleza y riesgo. No es verdad que él fuera insensible o aislado. Era, por el contrario, de ánimo fino y sensible […] Tampoco responde a la verdad sostener que Pío XII se guiara por cálculos oportunistas de política temporal. Como sería una calumnia atribuir a su pontificado cualquier móvil de utilidad económica. Que Pío XII no haya asumido una posición de conflicto violento contra Hitler, para evitar a millones de judíos la matanza nazi, no es difícil de comprender a quien no cometa el error de Hochhuth de juzgar la posibilidad de una acción eficaz y responsable durante aquel tremendo periodo de guerra y de prepotencia nazi, del mismo modo que se hubiera hecho en circunstancias normales, o en las gratuitas e hipotéticas condiciones inventadas por la fantasía de un joven comediógrafo. Si, como hipótesis, Pío XII hubiera hecho lo que Hochhuth le echa en cara, habría habido tales represalias y tal ruina que, terminada la guerra, el mismo Hochhuth podría haber escrito otro drama, mucho más realista e interesante que el Stellvertreter, puesto que por exhibicionismo político o por falta de clarividencia psicológica, habría tenido la culpa de haber desencadenado sobre el mundo, ya tan atormentado, una ruina y un daño más vastos, no tanto propio sino de innumerables víctimas inocentes. No se juega con estos temas y con los personajes históricos que conocemos con la fantasía creadora de artistas de teatro, no bastante dotados de discernimiento histórico y, Dios no lo quiera, de honestidad humana. Porque de otra manera, en el caso presente, el drama verdadero sería otro: el de aquel que intenta descargar sobre un papa los horribles crímenes del nazismo alemán»4. Estas palabras se enlazan bien con las de Golda Meir, entonces ministra de relaciones exteriores de Israel, en su telegrama de pésame al Vaticano por la muerte de Pío XII: “Cuando el martirio más espantoso golpeó a nuestro pueblo durante los diez años del terror nazi, la voz del Pontífice se elevó a favor de las víctimas. Lamentamos haber perdido un servidor de la paz”5.

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7. EN LA POLARIDAD ENTRE LA SUSTITUCIÓN DE UN TOTALITARISMO POR OTRO Y LA INSTAURACIÓN DE UN ORDEN POLÍTICO Y SOCIAL AUTÉNTICAMENTE DEMOCRÁTICO Otro asunto importantísimo de colaboración entre Pacelli y Montini será el rol de la Iglesia en la reconstrucción de Europa después de la guerra, particularmente de Italia. Se trata de un campo de trabajo que requirió mucho tacto y desvelos, pues la guerra continuaba gélidamente entre dos bloques, imponiéndose en muchas partes de ese continente el peligro de la irrupción del totalitarismo marxista. En Italia, el Papa Pío XII impulsará la instauración de una constitución democrática para la naciente República, alentando a los jóvenes dirigentes católicos a participar en las distintas instancias sociales y políticas donde se estaba gestando el nuevo orden fundamental del Estado, especialmente en la Asamblea Constituyente de 1946. Así lo hicieron bajo la indiscutida dirección de Alcide de Gasperi. Muchos de esos dirigentes habían sido formados bajo el alero de la FUCI y eran amigos de monseñor Montini, entre otros: Amintore Fanfani, Giorgio La Pira y, sobre todo, Aldo Moro. En el mismo sentido, la Iglesia impulsará a los católicos a tomar parte activa en la reconstrucción social y política en otros estados de Europa, por ejemplo, en Alemania bajo la dirección de Konrad Adenauer y en Francia con la guía de Robert Schuman.

8. EN LA POLARIDAD ENTRE LA CÚSPIDE VATICANA Y EL MINISTERIO EPISCOPAL EN LA ARQUIDIÓCESIS DE MILÁN Tan estrecha era la colaboración de monseñor Montini con Pío XII, que se hubiera esperado que en 1953 lo hubiera hecho cardenal en la segunda (y última) oportunidad en que aquel Papa creó cardenales y que, además, lo hubiera nombrado Secretario de Estado. Pero no fue así. Al año siguiente lo llamó a suceder a san Ambrosio y a san Carlos Borromeo como arzobispo de Milán, por ese entonces la diócesis más grande del mundo en cuanto a número de fieles, parroquias e instituciones católicas. Monseñor Montini pasó de la Curia Romana a una pastoral más directa sobre un pueblo cristiano que se abría a los desafíos de la Europa occidental de postguerra: industrialización, fuerte fenómeno migratorio del campo a la ciudad y gran concentración de la población urbana, 210 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018d ACTUALIDAD ECLESIAL secularización con amenazas de secularismo y la Guerra Fría. ¡Es claro: Montini siempre camina entre dos polos! Al entrar en su diócesis besó la tierra inmediatamente después de atravesar sus límites. El 6 de enero de 1955, Solemnidad de la Epifanía del Señor, tomó posesión de su sede. Llovía. Sus palabras en aquella oportunidad indicaban casi proféticamente que su ministerio milanés sería agua de bendición para esa comunidad: «¿Cuál es el objeto de la función que me ha sido confiada a mí entre ustedes? Es claro para todos, pero conviene repetirlo, es [de carácter] religioso. Único es el objeto de las fatigas pastorales, administrativas, culturales y sociales: aquel de defender y difundir la religión católica […] El esfuerzo secular de quien ha construido esta magnífica Iglesia milanesa no pone fin a la continua obra que su vida reclama: conservar y acrecentar, mantener y desarrollar […] ¿Qué es lo que debemos defender y conservar? Una cosa que vale todas las cosas, que es preciosa y vital por encima de todas ellas: la fe»6. Para el nuevo pastor este será el polo de todo su actuar: la evangelización. Por eso había escogido como lema episcopal: “¡En el nombre del Señor!”, palabras del Salmo 118,26, con las que corean a Jesús los que venían con él en su entrada a Jerusalén: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (cf. Mt 21,9). Este es su único norte, al punto que en sus dos primeros años de servicio pastoral ideará la realización de la “Misión de Milán” y moverá a involucrarse en ella a sus colaboradores y a todas las personas involucradas en la evangelización. El nuevo arzobispo se había dado cuenta de que la vida moderna se iba volviendo ajena a la fe y que, por lo mismo, era necesario salir al encuentro de las personas, anunciando el Evangelio en sus casas, en las plazas, en las fábricas... en todos los ambientes sociales. El modo de hacerlo no podía ser el adoctrinamiento, sino el diálogo y la amistad. Otro foco importante de la misión pastoral de Montini en Milán será la atención a los trabajadores, a la clase obrera, muchos inmigrados de tantas partes de Italia, que engrosaban la población de la ciudad, especialmente en los nuevos barrios periféricos. Por esta insistencia pastoral, los medios de comunicación le dieron el título de “Obispo de los trabajadores”. De hecho, una de sus mayores preocupaciones fue constatar que ese mundo requería esfuerzos especiales para 211 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD ECLESIAL

que la fe cristiana fuese levadura de su inclusión y contribución social. Por eso mismo, durante su pastoreo en la ciudad se construyeron muchos templos parroquiales, iglesias y centros educativos en barrios obreros; muchos otros, cuando partió de regreso a Roma, quedaron en construcción o como proyectos aprobados.

9. EN LA POLARIDAD DE LA APERTURA ECLESIAL A LOS NUEVOS TIEMPOS Y EL AFERRARSE AL PASADO: EL INICIO DEL CONCILIO VATICANO II En 1958 la Iglesia vio partir a Pío XII y nacer al nuevo Papa, Juan XXIII, “el párroco del mundo” y también el “Papa bueno”. Este distinguirá a Montini con su reconocimiento y amistad. Lo hará cardenal tan pronto le fue posible; lo llamará a formar parte de la comisión preparatoria del Concilio, cuya convocación había sorprendido a todo el orbe cristiano, incluso al mismo cardenal Montini. Con todo, el arzobispo de Milán experimentará el recelo y la distancia, la crítica y hasta la hostilidad de los sectores de la Curia que querían un Concilio breve, en el que se subrayara la continuidad de la Iglesia, sin o con poca apertura a su actualización y al diálogo que el mundo exigía. En cambio, Montini, ayudado por su experiencia pastoral milanesa, sin minusvalorar la Tradición, comprendía que en la encrucijada por la que atravesaba la Iglesia, ella debía navegar entre ambos polos. En su decisiva carta al Secretario de Estado de octubre de 1962, expone su pensamiento sobre el curso esencial que debería seguir el Concilio: «1. El Concilio ecuménico Vaticano II debe estar polarizado en torno a un solo tema: la santa Iglesia... Así parecen desear los hombres de nuestro tiempo, que de nuestra religión sobretodo y a menudo solo consideran el hecho eclesiástico. La santa Iglesia debe ser el argumento unitario y comprensivo de este Concilio; y todo el inmenso material preparado debería compaginarse en torno a este, su obvio y sublime centro. 2. Entonces el Concilio debe comenzar con un pensamiento dirigido a Jesucristo, Nuestro Señor. Él debe aparecer como el principio de la Iglesia, la cual es su emanación y continuación... 3. El cual debería, siempre en su inicio, expresar un acto unánime y feliz de homenaje, de fidelidad, de amor, de obediencia al Vicario de Cristo. 4. Después el Concilio se concentra sobre “el misterio de la Iglesia”. Es de- cir, ordena, elabora, expresa las doctrinas sobre sí mismo, sobre el Episco-

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pado, los Sacerdotes, los Religiosos, los Laicos, sobre las varias expresiones de la vida eclesiástica, las edades de la vida, la juventud, las mujeres, etc. 5. La segunda sección debería, en cambio, considerar la misión de la Igle- sia; qué cosa realiza la Iglesia. Operari sequitur esse. Y sería bello y fácil, en mi opinión, reasumir en diversos capítulos las múltiples actividades de la Iglesia: Ecclesia docens, Ecclesia orans, (aquí se debería tratar acerca de la sagrada liturgia), Ecclesia regens (es decir, comprometida con las distintas funciones de la vida pastoral), Ecclesia patiens. 6. Finalmente sería necesaria una tercera sección, referida a las relaciones de la Iglesia con el mundo que existe en su entorno, fuera y lejano de ella. Es decir: 1) las relaciones con los hermanos separados (tratar esta cuestión al inicio del Concilio me parece que es comprometer su solución); 2) las relaciones con la sociedad civil (la paz, las relaciones con los estados, etc.); 3) las relaciones con el mundo de la cultura, de la ciencia...; 4) las relacio- nes con el mundo del trabajo, de la economía, etc.; 5) las relaciones con las otras religiones; 6) las relaciones con los enemigos de la Iglesia. 7. El Concilio debería terminar con la celebración de la comunión de los Santos (con alguna canonización, con alguna ceremonia propiciatoria) y se debería encontrar algún gesto de caridad (limosna u ofrecimiento por las misiones, o por el perdón, o por alguna institución, etc.), para concluir en obras buenas las tantas buenas palabras del Concilio»7. Principalmente, sobre esta polaridad debía versar la discusión del Concilio. Así, el Cardenal de Milán suscribía la posición de la mayoría conciliar, que encontraba su mejor formulación en la expresión del Cardenal Leo Jozef Suenens de Malinas-Bruselas: Iglesia: ¿qué dices de ti misma? y ¿qué dices al mundo?

10. EN LA POLARIDAD ENTRE PROSEGUIR EL CONCILIO VATICANO II Y LA TENTACIÓN DE FRENARLO O DESNATURALIZARLO En el primer semestre de 1963, cuando se estaba preparando la segunda sesión del Concilio, la salud de Juan XXIII se iba resquebrajando rápidamente. Murió el 3 de junio. El mundo entero, particularmente los romanos, sintió su partida. El día 21 sucesivo fue elegido el cardenal Montini como Sucesor de Pedro: Pablo VI. Al día siguiente de su elección dirigió un mensaje a toda la familia humana, engarzando el inicio de su ministerio petrino con el de sus antecesores, especialmente con el querido Papa Juan, y mostrando cuáles serían los polos de

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su pontificado. Tras referirse brevemente a Pío XI y a Pío XII, expresó: «[…] queremos evocar de forma particular y con una piedad agradecida y emocionada la figura del llorado Juan XXIII, que en el período breve pero muy intenso de su ministerio ha sabido llegar al corazón de los hombres, incluso a los más alejados, por su incesante solicitud, su bondad sincera y concreta hacia los humildes, por el carácter eminentemente pastoral de su acción, cualidades estas a las que se añadía el encanto particular de los dones humanos de su gran corazón. […] La herencia que hemos recibido de las manos de nuestros predecesores nos muestra por completo la gravedad de nuestra tarea. […] La parte más importante de nuestro pontificado será ocupada por la continuación del segundo Concilio Ecuménico Vaticano. Esta será la obra principal a la que queremos consagrar todas las energías que el Señor nos ha dado para que la Iglesia Católica, que brilla en el mundo como el estandarte levantado sobre todas las naciones lejanas, pueda atraer hacia ella a todos los hombres por la majestad de su organismo, por la juventud de su espíritu, por la renovación de sus estructuras, por la multiplicidad de sus fuerzas, de modo que vengan ex omni tribu et lingua et populo et natione»8.

11. EN LA POLARIDAD ENTRE LA FIDELIDAD A LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA Y LA NECESARIA ACTUALIZACIÓN EN EL CONTEXTO ACTUAL Las palabras recién citadas de Pablo VI corresponden al inicio y al programa de su ministerio que decididamente emprenderá y que, por fuerza, marcará los polos de su pontificado: el desarrollo y conclusión del Vaticano II y el comienzo de su aplicación (el primer post-concilio). El primero es caracterizado por la gran esperanza que proyectó el Vaticano II en la Iglesia y en el mundo, especialmente por la apertura que significaba para la comunidad eclesial. Sin embargo, quizás esas expectativas no correspondían exactamente a las del nuevo Papa. En efecto, ejerció un rol preponderante de mediación y moderación de los extremos que se manifestaban con claridad entre los padres conciliares. Pablo VI no solo se opuso, sino también precavió con autoridad y eficacia en las decisiones conciliares tanto posiciones que rompieran con la Tradición viva de la Iglesia, como tendencias que la pretendían inmovilizar anegando en ella la frescura del Evangelio con formas y costumbres accesorias, vinculadas a coyunturas históricas ya pasadas. Entre varios ejemplos clarísimos del ejercicio de la autoridad petrina de Pablo VI en el Vaticano II en el sentido recién mencionado, se pueden citar, 214 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018d ACTUALIDAD ECLESIAL por ejemplo, su decisión de reservarse el tema del celibato sacerdotal para un tratamiento pontificio posterior –lo hará en 1967 en su ponderada encíclica Sacerdotalis Coelibatus–; sus intervenciones en el Esquema final sobre la Divina Revelación en puntos doctrinales neurálgicos, a saber, la “relación entre Escritura y Tradición”, la “verdad de la Escritura” y la “historicidad” de los Evangelios; la declaración de la Virgen como Madre de la Iglesia, precisamente al final del Concilio, recogiendo de alguna manera la posición minoritaria de algunos padres conciliares que habrían preferido un tratamiento de la dignidad de María santísima en un documento especial –separado de la Lumen Gentium–, pues así, según ellos, se hubieran considerado mejor los privilegios conferidos a la Virgen. El ejemplo más nítido, no obstante, radica en la introducción de una explicación preliminar –la famosa Nota explicativa praevia– a los modos sobre el capítulo III del Esquema sobre la Iglesia, que trataba acerca de la constitución jerárquica de la Iglesia y en particular del episcopado. En efecto, por mandato expreso suyo, el 16 de noviembre de 1964, se añadió dicha nota, que estableció que el contenido de ese capítulo se debía entender según la mente y los términos expresados en aquella nota, los cuales explicaban conceptos que no eran fácilmente aceptados y comprendidos por una minoría importante del aula conciliar –fuertemente tradicional–, sobre todo, el sentido de la colegialidad episcopal. Esta intervención papal permitirá que ese capítulo y todo el Esquema fueran aprobados por una mayoría casi absoluta de los padres conciliares, convirtiéndose en la Constitución dogmática Lumen Gentium, a los pocos días, el 21 de noviembre. La colegialidad episcopal se vio concretizada, en septiembre de 1965, al inicio de la cuarta sesión conciliar, también por una intervención directa del Papa, con la promulgación del Motu Proprio Apostolica sollicitudo con el cual fue instituido el Sínodo de los Obispos, proyectándose como su función principal el servicio a la comunión y a la colegialidad de todos los obispos con el Sucesor de Pedro.

12. EN LA POLARIDAD ENTRE EL CENTRO Y LA PERIFERIA DE LA MISIÓN ECLESIAL Los primeros años del pontificado, Pablo VI también los vivió en otra polaridad: la tensión entre el centro y la periferia; las iglesias en los continentes, en vastas regiones y/o en los países y la Iglesia en Roma. En efecto, el Sínodo de los Obispos y otras expresiones colegiales, como asimismo los viajes papales, le 215 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD ECLESIAL

permitirán al Santo Padre ampliar la mirada, complementar voces, percepciones e intereses diversos. Los viajes de Pablo VI, además, darán a su ministerio petrino una trascendencia de gran repercusión internacional en los medios de comunicación. El primero de todos, a Tierra Santa del 4 al 6 de enero de 1964, sin duda, marcó a fuego todo su pontificado. Después de casi veinte siglos, Pedro retornaba al país del Señor: Belén, Nazaret, Tabgah, Jerusalén. Si el Concilio pretendía rejuvenecer la Iglesia en sus fuentes, especialmente en la unidad de todos los cristianos, esa peregrinación hacía presente precisamente ese deseo que anidaba en el corazón de un creciente número de pastores y de miembros del rebaño de Cristo, aunque separados en distintas confesiones cristianas. Durante ese viaje, el encuentro fraterno de Pablo VI con Atenágoras, Patriarca de Constantinopla, selló la visibilidad del compromiso ecuménico del Papa, que fue rubricado con el levantamiento mutuo de las excomuniones recíprocas que databan del rompimiento de la unidad en el año 1054. De hecho, en la Basílica de la Natividad en Belén, celebrando la Epifanía, lo expresó con claridad meridiana: «[…] está claro a todos que no se puede eludir el problema de la unidad; hoy esta voluntad de Cristo se impone en nuestras mentes y nos inclina a emprender con sabiduría y amor todo aquello que sea factible de permitir a todos los cristianos de gozar de la gran bienaventuranza y del supremo honor de la unidad de la Iglesia […] Nos esperaremos ese feliz momento, que ha de llegar. Mientras tanto, Nos pedimos a nuestros queridísimos hermanos separados solamente lo que deseamos para nosotros mismos: que el amor de Cristo y de la Iglesia inspire todo posible movimiento hacia el acercamiento y el encuentro. Nos procuraremos que el deseo de entendimiento y unión permanezca vivo e inalterable; Nos pondremos nuestra confianza en la oración. Aun cuando ella no sea todavía común, puede ser al menos simultánea y ascender paralelamente desde nuestros corazones, como desde los de los cristianos separados, para unirse a los pies del Altísimo, del Dios de la unidad»9. Siguieron algunos viajes en Italia muy significativos. Sin embargo, su presencia en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York marcará un hito, pues explicitará las actitudes de la Iglesia en el mundo actual, ante sus problemas y sus desafíos: el diálogo, el apelo a la conciencia y la colaboración con todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Esta aproximación dejaba atrás una posición defensiva que 216 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018d ACTUALIDAD ECLESIAL había sido la tónica que dominaba la relación de la Iglesia con el orbe. En el aula de aquella asamblea universal, por el contrario, sin silenciar la identidad de la Iglesia y su misión de predicar el Evangelio, Pablo VI proclamó ese modo nuevo de hacerlo en las circunstancias históricas actuales de una humanidad plural. Así, ante ese areópago mundial, rindió honor al nombre del gran apóstol de los gentiles, que había adoptado como propio: «Este mensaje nace de nuestra experiencia histórica. Es como «experto en humanidad» que aportamos a esta Organización […] convencidos como estamos de que esta Organización representa el camino obligado de la civilización moderna y de la paz mundial. Este edificio que levantáis […] descansa ante todo en nuestras conciencias. Sí, ha llegado el momento de la «conversión», de la transformación personal, de la renovación interior. Debemos habituarnos a pensar en el hombre en una forma nueva. En una forma nueva también la vida en común de los hombres; en una forma nueva, finalmente, los caminos de la historia y los destinos del mundo, según la palabra de san Pablo: «Y vestir el nuevo hombre, que es criado conforme a Dios en justicia y en santidad de verdad» (Ef 4,25). […] En una palabra: el edificio de la civilización moderna debe levantarse sobre principios espirituales, los únicos capaces no solo de sostenerlo, sino también de iluminarlo. Y esos indispensables principios de sabiduría superior no pueden descansar —así lo creemos firmemente, como sabéis– más que en la fe de Dios. ¿El Dios desconocido de que hablaba san Pablo a los atenienses en el Areópago? (Hch 17,23). ¿Desconocido de aquellos que, sin embargo, sin sospecharlo, le buscaban y le tenían cerca, como ocurre a tantos hombres en nuestro siglo? Para nosotros, en todo caso, y para todos aquellos que aceptan la inefable revelación que Cristo nos ha hecho de sí mismo, es el Dios vivo, el Padre de todos los hombres»10. Por ese entonces, año 1965, el pontificado de Montini parecía alcanzar cúspides insospechadas, incluso después de la honda popularidad de su antecesor, el Papa Bueno. Lo refrendaban los medios de comunicación, que no se cansaban de trasmitir, por ejemplo, su abrazo con Atenágoras; la ovación con que fue acogido por los romanos a su regreso de Tierra Santa, en un lluvioso día de invierno o la aclamación de todos los presentes en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

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Su peregrinación al Congreso Eucarístico Internacional de Bombay, en India, del 2 al 5 de diciembre del año anterior, había puesto de manifiesto otra polaridad en la que se movía el Pablo VI desde hace muchos años: la tensión entre el mundo de los aventajados y el de los postergados, tanto al interior de cada sociedad, como a nivel internacional. Tenía muy presente los desafíos y las responsabilidades que competen a todas naciones en la instauración de un orden internacional justo: No solo a los pueblos desarrollados, el primer mundo, sino también para aquellos que están en camino hacia el progreso, el tercer mundo. En efecto, por ese entonces, las naciones en vías de desarrollo, como nuestra patria, encontrarán gran apoyo para sus expectativas y proyectos concretos de progreso social y económico en la figura y enseñanzas del Pablo VI. Él mismo alentará a esos pueblos, de distintas formas, en dichos cometidos. Así lo hizo, por ejemplo, en la visita que el Presidente Eduardo Frei Montalva le hiciera en el Vaticano el martes 6 de julio de 1965: «Nos confiamos que la capacidad de sus hombres, abiertos a las exigencias del bien común y al respeto de los valores esenciales de la persona humana, su fina sensibilidad al reclamo de lo social, la atinada aplicación de los postulados de la justicia con la promoción del bienestar de los necesitados, la sabia regulación de las transformaciones estructurales que el ritmo de los tiempos pidan o aconsejen, unido todo ello a la colaboración constructiva de todas las fuerzas de la Nación prepararán un venturoso porvenir a Chile. Son estos nuestros votos, los que os rogamos trasmitáis al querido pueblo chileno»11.

13. EN LA POLARIDAD ENTRE LAS REVOLUCIONES DE FINALES DE LOS AÑOS 60 Y LA ACTUALIZACIÓN ECLESIAL PROMOVIDA POR EL VATICANO II Después de estos alentadores primeros años de pontificado, Pablo VI, sin embargo, fue llevado a pilotear la barca de Pedro en otra polaridad que comenzaba a hacerse notar, especialmente entre las generaciones jóvenes: la emancipación de las costumbres y todo tipo de autoridad no consensuada. Era fruto, principalmente, del cambio cultural producido en las sociedades industrializadas de Occidente y en las áreas de su influencia en el mundo. Se identifica con las revoluciones de 1968, que propugnaban el fin del orden establecido y la creación de un nuevo horizonte basado en la autodeterminación, sin referencia a lastres morales y/o religiosos del pasado. Estos impedían, según ellos, el pleno desarrollo de cada 218 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018d ACTUALIDAD ECLESIAL hombre y de cada mujer, como asimismo el de toda la sociedad en su conjunto: así, la revolución de la mujer que buscaba liberarse de siglos de dominación masculina; la de los universitarios que querían un mundo de igualdad y la abolición de los privilegios burgueses; la de las minorías étnicas atropelladas en sus derechos; la de los pueblos sometidos a los imperios coloniales en África, América y Asia. También las revoluciones de los pueblos latinoamericanos que luchaban contra opresiones oligárquicas, vinculadas en los últimos decenios a intereses imperialistas extranjeros. Pablo VI comprendió con claridad que, bajo todos esos movimientos, corría el deseo de una auténtica liberación y de un desarrollo social e internacional integral, pero también nocivas ideas fuerza provenientes, en su mayoría, de ideológicas de corte materialista, las cuales no eran, en muchos casos, discernidas adecuada y oportunamente. Por esta razón, se abocó, desde su misión como Pastor universal, a dilucidar en esos mismos movimientos aquello que era conforme a la fe e, incluso, exigido por ella y aquello que se le oponía o la relegaba a un asunto simplemente privado e individual. La urgencia pastoral de esta iniciativa se le hacía cada vez más evidente, sobre todo porque percibía cómo esas revoluciones paulatinamente alcanzaban una difusión de amplitud mundial. En efecto, esto se verificará durante la década de los setenta.

14. EN LA POLARIDAD ENTRE LA APLICACIÓN FIEL DEL CONCILIO VATICANO II Y SUPERFICIALES Y/O EJECUCIONES REDUCTIVAS DEL MISMO Ahora bien, desde la clausura del Concilio en diciembre de 1965 hasta su muerte en 1978, Pablo VI tendrá como propósito de su pontificado la aplicación del Concilio. Por lo mismo, remarcará la continuidad con el Vaticano II, esto es, transitando entre la apertura al mundo actual, representada en lo que el Concilio en cuanto acontecimiento significó para la Iglesia, y la fidelidad a la Tradición viva, lo que el mismo Concilio había intentado hacer relucir en el presente. No obstante, no pocos minimizaron este segundo polo, teniendo por caducas y/o accesorias doctrinas, instituciones y prácticas que la Iglesia constantemente ha valorado como parte de su Tradición. Pablo VI comprendió bien y experimentó este peligro. Tal vez, por eso pudo parecer dubitativo en su conducción de la Iglesia. En efecto, a los ojos de algunos, echaba pie atrás a los avances conciliares; 219 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD ECLESIAL

para otros, era innovador al punto de estar casi al borde de la ruptura con la secular catolicidad de la Iglesia. Muchos tenían una insuficiente comprensión de la polaridad en la que transitaba Pablo VI después del Vaticano II, por ejemplo, los que percibieron una tensión entre las encíclicas Populorum Progressio, de junio de 1967, y Humanae Vitae, de julio de 1968. Mientras la primera atendería al clamor de los pueblos desheredados y postergados del tercer mundo, impulsando los procesos de liberación que se gestaban en distintas partes del orbe; la segunda, en cambio, cual paso hacia atrás, retomaría una posición tradicional sobre la vida y la familia, intentando excluir de la comunidad eclesial los movimientos de liberación e igualdad, sobre todo para las mujeres, que hacían posibles los medios modernos de control de la natalidad. Leer así ambos documentos de Pablo VI, ciertamente, no solo resulta bastante superficial, sino también descontextualiza la íntima relación polar entre ambas encíclicas. En efecto, el Papa Montini afirma, por una parte, que para los cristianos: «El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. Con gran exactitud ha subrayado un eminente experto: “Nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo humano, el desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera” [L. J. Lebret. O. P.]»12. Por lo mismo, todo movimiento o planificación que busque el desarrollo, al mismo tiempo, debe promover la paz y la concordia de todos los miembros de la sociedad, sin excluir a nadie del auténtico progreso, evitando el uso de la violencia y la comisión de cualquier injusticia, sobre todo para con los más inocentes y desprotegidos. Por otra parte, el progreso de todo ser humano y de toda la humanidad supone que la caridad reine en todas las relaciones, no solo en intenciones o palabras, sino también en las concreciones que lo expresan en la esfera personal, social e internacional. Por supuesto también, de la intimidad entre una mujer y un varón unidos en matrimonio: «Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad. Nos pensamos 220 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018d ACTUALIDAD ECLESIAL

que los hombres, en particular los de nuestro tiempo, se encuentran en grado de comprender el carácter profundamente razonable y humano de este principio fundamental»13. Por tanto, para que haya expresión de pleno y auténtico amor entre los esposos se requiere que en su intimidad, además de unidad casta, siempre haya apertura a la vida. Por lo mismo, hay opciones modernas de control de natalidad que desdibujan esta integralidad y, en razón de ello, Pablo VI indica con claridad su inmoralidad. Con todo, por ese entonces, Pablo VI era perfectamente consciente de lo que sus enseñanzas provocarían: «Se puede prever que estas enseñanzas no serán quizá fácilmente aceptadas por todos: son demasiadas las voces –ampliadas por los modernos medios de propaganda– que están en contraste con la Iglesia. A decir verdad, esta no se maravilla de ser, a semejanza de su divino Fundador, signo de contradicción»14. ¿Por qué, entonces, Pablo VI insistió en estas enseñanzas? Porque en ellas está en juego la construcción de la civilización del amor, es decir, la vocación humana que aúna a todos los hombres y mujeres en un destino común, que los cristianos consideramos anticipo de la comunión perfecta en el Reino prometido. En la audiencia general del 31 de diciembre de 1975, apenas terminado el “Año Santo de Renovación y Reconciliación”, Pablo VI recalcaba a los peregrinos que ser artífices de la civilización del amor es un deber de todos y, por lo mismo, nos permite colaborar unos con otros, sin discriminaciones en razón de raza, religión, condición social; pero para los cristianos es también una misión cultual, pues “el hombre viviente es la gloria de Dios”: «¿Acaso soñamos cuando hablamos de civilización del amor? No, no soñamos. Los ideales, si son auténticos, si son humanos, no son sueños: son deberes. Para nosotros cristianos, especialmente. Aún más ellos se hacen urgentes y fascinantes, si más son los rumores de temporales que turban los horizontes de nuestra historia. Y son energías, son esperanzas. El culto, porque se trasforman en culto, el culto del ser humano que nosotros valoramos tan grandemente, que nos lleva, cuando la volvemos a pensar la célebre, a la antigua palabra de un gran Padre de la Iglesia, San Ireneo (t 202): Gloria […] Dei vivens homo, gloria di Dio è l’uomo vivente (S. Irenaei Contra haereses, IV, 20, 7: PG 7, 1037)»15.

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La conexión íntima entre las dos encíclicas, por tanto, radica precisamente en el amor auténtico que proviene de Dios Padre y fluye a la humanidad por Cristo, en la adhesión a Él, en el amor a Él, como se lo susurraba el mismo Pablo VI al Señor al fin de su homilía de la misa de Navidad, al concluir el Año Santo de 1975: «La sabiduría del amor fraterno, la cual ha caracterizado en virtudes y en obras, que como cristianas son justamente calificadas, el camino histórico de la santa Iglesia, explotará con nueva fecundidad, con victoriosa felicidad, con renovadora sociabilidad. No el odio, no la avaricia será su dialéctica, sino el amor, el amor generador de amor, el amor del ser humano por el ser humano, no por algún interés provisorio y equívoco, o por alguna condescendencia amarga y mal tolerada, sino por el amor a Ti; a Ti, oh Cristo descubierto en el sufrimiento y en la necesidad de todos nuestros semejantes. La civilización del amor prevalecerá en el afán de las implacables luchas sociales, y dará al mundo la anhelada trasfiguración de la humanidad finalmente cristiana. Así, así se concluye, oh Señor, este Año Santo; así oh seres humanos hermanos, retómese nuestro valiente y gozoso camino en el tiempo hacia el encuentro final, que desde ahora pone sobre nuestros labios la extrema invocación: Ven, Señor Jesús (Ap 22, 20)»16.

15. EN LA POLARIDAD ENTRE EL MINISTERIO PETRINO EN LA URBE Y EL MINISTERIO PAULINO EN LOS CONFINES DE TODO EL ORBE La segunda parte del pontificado del Papa Montini está también marcada por su impulso paulino, que lo llevará al contacto con los problemas acuciantes de la Iglesia y del mundo in situ, hasta los confines del mundo. Un medio privilegiado para ello serán sus numerosos viajes por Italia y el resto de sus célebres viajes internacionales: - A Turquía en 1967, en el cual promovió especialmente el empeño por el diálogo ecuménico. - En ese mismo año, a Fátima, en el cincuentenario de las apariciones de la Virgen a los pastorcitos, reafirmando la dimensión mariana de la Iglesia, que en sus documentos se esmeró en destacar: Mense Maio, Christi Matri, Signum Magnum, Marialis cultus.

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- A Uganda en 1969 y a Extremo Oriente y Oceanía en 1970, haciéndose próximo principalmente a los pueblos que, después de siglos de explota- ción, se les abrían las esperanzas. Si bien tanto necesitaban de la ayuda internacional, sin embargo, en ellos mismos tenían las fuerzas y capa- cidades de forjarse su propio destino, cultivando las riquezas culturales autóctonas y los elementos recibidos de otras culturas. La Iglesia, por su parte, si bien tiene una misión sobrenatural, posee también «un pro- grama de orden temporal […] que es vuestro, al que pretende brindarle apoyo moral y, en la medida de lo posible, también apoyo práctico; el programa del desarrollo de los pueblos»17. - A Bogotá en 1968, inaugurando en la capital colombiana la Segunda Asamblea del Episcopado Latinoamericano, que se realizó en Medellín, dándole al mismo tiempo orientaciones espirituales, pastorales y sociales precisas, recogidas sintéticamente al inicio del documento conclusivo de aquella asamblea continental: “La Iglesia ha buscado comprender este mo- mento histórico del hombre latinoamericano a la luz de la Palabra, que es Cristo, en quien se manifiesta el misterio del hombre (Gaudium et Spes 22)”18. No será casualidad su apoyo decidido a los pastores que promovían, por ese entonces, una transformación social que permitiera un auténtico desarrollo de cada hombre y todos los hombres como un don Helder Ca- mera o un Monseñor Óscar Arnulfo Romero. - A Australia en 1970 y a Filadelfia, Estados Unidos, en 1976, lugares exponentes del primer mundo, acercándose así también a los ambientes donde se corría el riesgo de disolver el sentido de la fe y la pertenencia a la Iglesia. Pablo VI alza la voz, afirmando: «Mientras Cristo esté con nosotros con su Eucaristía, nunca desapareceremos. Cristo es el pan de vida. Cristo es necesario, para cada ser humano, para cada comunidad, para cada acontecimiento verdaderamente social, es decir, fundado en el amor y en el sacrificio de sí mismo, para el mundo. Como el pan, Cristo es necesario»19. Pablo VI es Pablo en el mundo entero, pero también siempre permanece Pedro en Roma, desde donde preside en la caridad a todas las Iglesias para confirmar a sus hermanos en la fe (cf. Lc 22,31-32).

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16. EN LA POLARIDAD ENTRE LA VIDA INTRAECLESIAL Y LA EVANGELIZACIÓN DEL MUNDO La Iglesia y su relación con el mundo seguirán siendo, como en los años del Concilio, elementos que también darán polaridad al resto del pontificado de Pablo VI. Así en medio de las olas que abatían sobre la barca de Pedro, casi de inmediato al finalizar el Concilio, el Papa idea la proclamación de una profesión de fe, que: «[…] hoy su humilde Sucesor y Pastor de la Iglesia universal, en nombre de todo el pueblo de Dios, alza su voz para dar un testimonio firmísimo a la Verdad divina, que ha sido confiada a la Iglesia para que la anuncie a todas las gentes. Queremos que esta nuestra profesión de fe sea lo bastante completa y explícita para satisfacer, de modo apto, a la necesidad de luz que oprime a tantos fieles y a todos aquellos que en el mundo –sea cual fuere el grupo espiritual a que pertenezcan– buscan la Verdad»20. En diciembre de 1975, recogiendo los frutos de la III Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos celebrado el año anterior, Pablo VI escribió la carta magna de la evangelización en el mundo actual: la Exhortación Apostólica Evangelii Nundiandi, que en una palabra propositiva y esperanzadora reafirma que: «Con gran gozo y consuelo hemos escuchado Nos, al final de la Asamblea de octubre de 1974, estas palabras luminosas: “Nosotros queremos confirmar una vez más que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia”; una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa»21.

17. EN LA POLARIDAD DEL CORAZÓN DE PABLO VI: SU VIDA Y LA VIDA EN CRISTO De lo anterior llegamos al corazón del Papa Pablo VI, su talante de cristiano y de pastor, que dice relación a esa polaridad de la vida divina, el amor de las Tres Personas Divinas, en el que vivió y maduró, desde su Bautismo y su Confirmación, alimentándose de él en la Eucaristía cotidiana y sanando sus heridas en él a 224 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018d ACTUALIDAD ECLESIAL través de la Confesión frecuente; ese mismo amor lo configuró a Cristo Siervo y Sacerdote en las Órdenes Sagradas y lo unió a su pasión con la Unción de los Enfermos. La multiforme acción de la gracia que fluyó de Cristo a su amigo Juan Bautista, lo transformó en Pablo, de modo que, poco a poco, siempre más, ya no era Bautista, ni Pablo VI, el que vivía, sino Cristo que vivía en su amigo (cf. Ga 2,20). Este es el centro de la vida de Pablo VI: Jesucristo: su Señor, su tesoro, su ganancia (cf. Flp 3,7). De ahí que la polaridad de fondo de la vida de Pablo VI haya sido su amistad con Cristo: en la oración silenciosa y en ofrecimiento del dolor, en su último tiempo tantas críticas e incomprensiones de sus detractores de todo signo, incluso violentas; las numerosas defecciones sacerdotales y religiosas; las esperanzas de progreso y paz sino frustradas, fuertemente resquebrajadas por la violencia y la explotación en el mundo entero; el brutal asesinato de su amigo Aldo Moro, sin que su intercesión consiguiera su liberación; hasta su misma enfermedad. Todo ello hizo fructificar su relación con Jesucristo, compartiendo sus padecimientos, para participar también de su gloria (cf. Rm 6,8), en el claro oscuro de esta vida, en su existencia cristiana y en su ministerio sacerdotal: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! Para esto me ha enviado el mismo Cristo […] Debo predicar su nombre: Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo […] Él es el centro de la historia y del universo; Él nos conoce y nos ama, compañero y amigo de nuestra vida, hombre de dolor y de esperanza; Él, ciertamente, vendrá de nuevo y será finalmente nuestro juez y también, como esperamos, nuestra plenitud de vida y nuestra felicidad. Yo nunca me cansaría de hablar de Él; Él es la luz, más aún, el camino, y la verdad, y la vida; Él es el pan y la fuente de agua viva, que satisface nuestra hambre y nuestra sed; Él es nuestro pastor, nuestro guía, nuestro ejemplo, nuestro consuelo, nuestro hermano […] ¡Jesucristo! Recordadlo: Él es el objeto perenne de nuestra predicación; nuestro anhelo es que su nombre resuene hasta los confines de la tierra y por los siglos de los siglos»22.

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Notas * Sacerdote diocesano de la Arquidiócesis de Santiago. Doctor en Teología por la Universidad Gregoria- na de Roma. Licenciado en Ciencias Bíblicas por el Pontificio Instituto Bíblico. 1 Se sigue de cerca dos breves escritos de Nello Vian: “Le radici bresciane di G. B. Montini”, en Paul VI et la modernité dans l’Église. Actes du colloque de Rome (2-4 juin 1983): École Française de Rome, 1984. Pp. 15-31 (Publications de l’École française de Rome, 72) y “Paolo VI. Biografía”, en https:// www.inmaculadamg.org.ar/images/stories/formacion/pablo_vi/Pablo_VI_biografia_en_italiano.htm. 2 Vian, Nello, Introducción a “Lettere ai familiari”, p. XXI – traducción del autor, extraído de ibíd., “Paolo VI. Biografia”. 3 Vian, Nello, Le radici bresciane di G. B. Montini, pp. 28-29 4 Extraído de una nota publicada por R. Vargas Rubio en: http://www.infocatolica.com/blog/historiai- glesia.php/1105190127-pablo-vi-y-pio-xii. 5 Extraído de J. Ruillon, “Pío XII y los judíos: la verdad sin prejuicios”, en https://www.lanacion.com. ar/1216083-pio-xii-y-los-judios-la-verdad-sin-prejuicios. 6 Extraído del discurso en la toma de posesión del Arzobispo Montini en el Duomo de Milán, 6 de enero de 1955. Traducción del autor del original en Giovanni Bautista Montini, Discorsi e scritti milanesi (1954-1963), Istituto Paolo VI-Studium, Brescia-Roma, 1997. 7 Extraído de la carta del Cardenal Montini al Cardenal Cicognani, Secretario de Estado, del 18 de octubre de 1962, en https://www.inmaculadamg.org.ar/images/stories/formacion/pablo_vi/Carta_ de_Montini_a_Cicognani.html. 8 Pablo VI, Primer Mensaje del Papa Pablo VI al mundo entero, 22 de junio de 1963. Todas las citas del Papa Pablo VI incluidas en este artículo han sido extraídas de www.vatican.va. 9 Pablo VI, Mensaje del Santo Padre al mundo desde Belén, Festividad de la Epifanía, 6 de enero de 1964 10 Pablo VI, Discurso a los representantes de los Estados, Visita del Sumo Pontífice a la Organización de las Naciones Unidad, Nueva York, 4 de octubre de 1965. 11 Pablo VI, Discurso durante la visita oficial del Presidente de la República de Chile, 6 de julio de 1965. 12 Pablo VI, Carta Encíclica Populorum Progressio, 1967, Nº14. 13 Pablo VI, Carta Encíclica Humanae Vitae, 1968, Nº12. 14 Pablo VI, Carta Encíclica Humanae Vitae, Nº18. 15 Pablo VI, Discurso del Santo Padre Audiencia General, 31 de diciembre de 1975. 16 Pablo VI, Homilía del Santo Padre en Solemne rito de clausura del Año Santo en Navidad, 25 de diciem- bre de 1975. 17 Pablo VI, Discurso a los parlamentarios de Uganda, en el Parlamento en Kampala, 1 de agosto de 1969. 18 II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Documento de Medellín: La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio, Medellín, 1968, Nº1. 19 Pablo VI, Homilía de la clausura del 41º Congreso Eucarístico Internacional, Filadelfia, Estados Unidos, 8 de agosto de 1976. 20 Pablo VI, Homilía de la solemne concelebración en la conclusión del Año Santo de la Fe, 30 de junio de 1968. 21 Pablo VI, Carta Encíclica Evangelii Nuntiandi, Nº14. 22 Pablo VI, Homilía de la Santa Misa en el «Quezon Circle», Manila, Filipinas, Manila 29 noviembre 1970.

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El encuentro entre el Presidente Eduardo Frei Montalva y el Santo Padre Pablo VI

El martes 25 de julio de 1965, a pocos meses de haber asumido como Presidente de Chile, S.E. Eduardo Frei Montalva cumplió uno de los compromisos más relevantes de una gira que lo había llevado a Europa. Junto a su esposa, María Ruiz- Tagle, y a una delegación encabezada por el Ministro de Relaciones Exteriores, el mandatario fue recibido por el Papa Pablo VI en su biblioteca privada del Palacio Apostólico. Además del tradicional intercambio de regalos, que implicó una imagen de “La Virgen con el Niño” para el Presidente y un rosario de cristal de roca para la Primera Dama, los protagonistas pronunciaron sendos discursos que recordamos a continuación.

DISCURSO DEL SR. D. EDUARDO FREI MONTALVA, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CHILE, AL SANTO PADRE PABLO VI

Santísimo Padre: Constituye un alto honor para el Presidente de Chile, el haber sido acogido por Vuestra Santidad con motivo de su viaje a varios países de Europa. Podéis comprender la emoción de quien Os ha conocido por tan largos años y tiene ahora la oportunidad de traeros no solo su propio saludo, sino, también, el de todo el pueblo de Chile, de honda y arraigada tradición cristiana. Ese pueblo ejemplar, en comicios sucesivos de inmaculada limpieza democrática, se ha dado un Gobierno y un Parlamento que tienen como divisa de su acción la aplicación de profundas y aceleradas transformaciones en el orden político, social y económico. Su objetivo no es servir un grupo, o una clase, sino el bien común de toda la Nación, y al hacerlo piensa que su primer y más grande deber es redimir al proletariado. 227 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD ECLESIAL

En otras palabras, se trata de un Gobierno que por expresa decisión del pueblo busca un nuevo orden social, inspirado en las supremas normas de la justicia, respetuoso de los derechos y de la dignidad de la persona humana. Este es el contenido preciso de lo que hemos llamado la Revolución en la Libertad, que traduce la exigencia de decisiones rápidas ante el abrumador peso de problemas largamente acumulados, y respetuoso de la libertad y el orden jurídico, que corresponden a nuestro concepto del orden social y a la noble y esclarecida tradición democrática de Chile. Estamos actuando inspirados en esas ideas que nos recuerda el mandato que se hiciera tan lúcido en la figura de Vuestro Predecesor el Papa Juan XXIII, llamado El Bueno. Gracias, Santísimo Padre, en nombre del pueblo de Chile y de su Gobierno, por la bondad con que nos habéis recibido. Os puedo asegurar que este Gobierno que presido, y ese pueblo que me eligió, adhieren con entusiasmo y decisión a todas Vuestras iniciativas en favor de la paz, acción Vuestra que todos los pueblos de la tierra miran con gran esperanza. Esta paz, para ser fecunda y verdadera, como se ha enseñado desde esta Cátedra, presupone un régimen de justicia dentro de cada Nación, para que haya paz primero en el corazón de los hombres, y de justicia en el orden internacional, de tal manera que se reconozcan los derechos que tienen los pueblos al valor de su trabajo, a la disposición de sus recursos, al acceso al comercio mundial, y a escoger sus formas de vida y su libertad para regir sus propios destinos. El Mensaje Cristiano que se presenta en nuestro tiempo cada vez más límpido y más audaz, orienta a grandes muchedumbres en la búsqueda de esta paz que no será posible sin la buena voluntad. Este es el sueño de Chile, a quien represento como Presidente, y me atrevería a decir de Latino América, a la que pertenezco como hombre de ese continente.

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DISCURSO DEL PAPA PABLO VI DURANTE LA VISITA OFICIAL DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CHILE

Señor Presidente: Tenemos la satisfacción de recibir aquí a Vuestra Excelencia, al Señor Ministro de Asuntos Exteriores de vuestro Gobierno y a las demás ilustres personalidades que os acompañan en vuestro viaje por Europa. A todos damos la mas cordial bienvenida. Al saludo con que nos habéis querido presentar el homenaje del pueblo chileno gustosamente correspondemos con la expresión de nuestros sentimientos de agradecimiento, que brotan de un amor hondo a vuestro País y de aprecio de sus virtudes, de su firme adhesión a esta Cátedra de Pedro y a la Santa Iglesia. La vitalidad de tantas instituciones e iniciativas que surgen en vuestro suelo son una radiosa esperanza para el mañana de Chile y, para Nos motivo de complacencia y consuelo ver el puesto tan destacado que las obras de elevación espiritual y cultural, caritativas y sociales de la Iglesia tienen en este momento de singular importancia para la vida de vuestro País. Sería ocioso declarar una vez más el interés afectuoso con que seguimos el católico pueblo chileno en su noble fatiga cotidiana, sus acontecimientos prósperos o adversos. Mas no podemos menos de aludir al reciente cataclismo que la fuerte sacudida de la cordillera andina causó destruyendo riquezas acumuladas pacientemente, segando vidas. Los votos que entonces formulamos, queremos reiterarlos ahora a fin de que al lugar de la desolación torne el bienestar, la certeza de un porvenir esperanzado. La voluntad del pueblo, Señor Presidente, os llevó hace casi un año a la suprema magistratura de la Nación, y depositó su confianza en vuestras dotes de inteligencia, en la tenacidad y eficacia de vuestras decisiones, en vuestro amor a las clases humildes. Las promesas que encierra vuestra patria, sus ingentes posibilidades, sus graves problemas, considerados en el cuadro general y ante la encrucijada en que se encuentran muchos pueblos hermanos de América, hacen converger en ella las miradas de tantos. 229 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD ECLESIAL

Nos confiamos que la capacidad de sus hombres, abiertos a las exigencias del bien común y al respeto de los valores esenciales de la persona humana, su fina sensibilidad al reclamo de lo social, la atinada aplicación de los postulados de la justicia con la promoción del bienestar de los necesitados, la sabia regulación de las trasformaciones estructurales que el ritmo de los tiempos pidan o aconsejen, unido todo ello a la colaboración constructiva de todas las fuerzas de la Nación prepararán un venturoso porvenir a Chile. Son estos nuestros votos, los que os rogamos trasmitáis al querido pueblo chileno. El Cristo Redentor de los Andes, cuya imagen mira desde las cumbres en señal de protección, conserve siempre la paz y armonía de la Nación; obtenga Él los dones que la hagan cada vez más próspera y feliz, espejo de naciones fuertes y justicieras, modelo de países cultos y civilizados. De sus manos queremos recoger las más escogidas bendiciones sobre Vuestra Excelencia, sobre los colaboradores vuestros en las tareas del gobierno, sobre la nación entera.

Imagen del encuentro entre el Presidente Eduardo Frei M. y el Santo Padre Pablo VI

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Declaración, Decisiones y Compromisos de los Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile. Conclusiones de la 116ª Asamblea Plenaria Extraordinaria de la CECh. Punta de Tralca, 3 de agosto de 2018

“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna” (Jn 6,68)

Nos hemos reunido los obispos de la Conferencia Episcopal de Chile y admi- nistradores apostólicos en una asamblea plenaria extraordinaria, para abordar la situación que vive la Iglesia Católica en el país, particularmente a raíz de los graves casos de abuso cometidos por personal consagrado. En estos meses hemos tenido oportunidad de dialogar, primero en las diócesis, luego con los equipos diocesanos del país, y ahora como Conferencia Episcopal, acerca de la Carta del papa Francisco al Pueblo de Dios que peregrina en Chile, de los nuevos acontecimientos tras nuestro encuentro con el Santo Padre en Roma y de los caminos a seguir en esta hora decisiva en la vida de la Iglesia. Los últimos tres días hemos estado acompañados por los vicarios de Pastoral de las diócesis, por algunos directivos de CONFERRE y congregaciones religiosas, por diáconos, laicas y laicos colaboradores en los servicios nacionales del Episcopado. Después de este tiempo de escucha, oración y discernimiento, intentando, como señaló el Papa, “poner a Jesús en el centro” y “mirar de frente, asumir y sufrir el conflicto”, queremos reconocer humildemente que hemos fallado a nuestro deber de pastores al no escuchar, creer, atender o acompañar a las víctimas de graves pecados e injusticias cometidas por sacerdotes y religiosos. A veces no reaccionamos a tiempo ante los dolorosos “abusos sexuales, de poder y de autoridad” y, por ello, pedimos perdón en primer lugar a las víctimas y sobrevivientes. 231 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

En esta hora queremos expresar también nuestro arrepentimiento ante quie- nes han acompañado a las víctimas, a sus familias, a quienes han realizado responsablemente esfuerzos por buscar la verdad, la justicia, la reparación y la purificación, y a los cientos de consagrados y laicos que diariamente dan testimonio del amor, la misericordia y la redención de Cristo y que se ven afec- tados en su ministerio por causa de los errores, pecados y delitos cometidos. En especial, reconocemos que no siempre supimos acoger en todas las instancias eclesiales las orientaciones del Consejo Nacional de Prevención para abordar oportunamente los casos de abuso sexual. Nuestras faltas u omisiones han cau- sado dolor y perplejidad, han afectado la comunión eclesial y han dificultado la conversión y minado la esperanza. De ningún modo hemos querido causar ni agravar el daño producido, pero, mirado en una perspectiva del tiempo, algunos de nosotros pudimos ser más acti- vos y atentos al dolor sufrido por las víctimas, familiares y la comunidad eclesial. A partir del discernimiento realizado estos días, queremos dar a conocer las siguientes decisiones y compromisos.

DECISIONES 1. Incluiremos un Anexo a las Líneas Guía “Cuidado y Esperanza”, norma que rige a todas las diócesis del país, relativo a la plena voluntad de colabo- rar con el Ministerio Público en la entrega de los antecedentes sobre abuso sexual a menores de edad, resguardando los nombres de denunciantes y víctimas que expresamente soliciten reserva de su identidad. El texto de di- cho anexo se dará a conocer apenas se formalice el acuerdo de colaboración con la Fiscalía Nacional que trabaja un equipo jurídico en representación de la Conferencia Episcopal de Chile. 2. A contar de esta fecha, daremos a conocer públicamente toda investigación previa sobre presunto abuso sexual de menores de edad realizada en nues- tras jurisdicciones. Lo mismo solicitamos a los superiores de congregacio- nes religiosas. 3. La Conferencia Episcopal de Chile nombra a la abogada Ana María Celis Brunet Presidenta del Consejo Nacional de Prevención de Abusos y Acompañamiento de Víctimas.

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4. Se aprueban nuevas atribuciones y competencias al Consejo Nacional de Prevención de Abusos y Acompañamiento de Víctimas: a. En adelante dará seguimiento a la implementación de las Líneas Guía “Cuidado y Esperanza” en las diócesis, tanto en la recepción de denun- cias, el acompañamiento a víctimas, en las medidas de prevención y la adecuada formación de los agentes pastorales. b. Recabará información actualizada sobre la cantidad de investigaciones previas y procesos penales en curso en nuestro país. c. Se crea un Departamento de Prevención de Abusos para ejecutar las orientaciones del Consejo Nacional. Su directora ejecutiva será Pilar Ramírez Rodríguez. d. Se faculta a dicho Departamento para recibir denuncias sobre abusos conforme la normativa canónica, facultad que no anula ni suprime las instancias propias de las diócesis e institutos de vida consagrada. e. En el sitio web del Consejo www.iglesia.cl/prevenirabusos se repondrán los nombres de clérigos con sentencias definitivas civiles y canónicas por abuso de menores de edad.

COMPROMISOS 1. Nos comprometemos a incrementar nuestra disponibilidad para encon- trarnos personalmente, cada obispo, con víctimas de abusos cometidos por clérigos de nuestras jurisdicciones que estén dispuestas a hacerlo, para acogerles, escucharles y ponernos, junto a nuestros equipos de acogida, a su disposición para todo cuanto ayude a sanar las heridas. Este mismo signo solicitamos a los superiores de institutos de vida consagrada. 2. Considerando que el reconocimiento, la verdad y la justicia son siempre los primeros pasos hacia la reparación, nos comprometemos con la ayuda del Consejo Nacional de Prevención de Abusos y Acompañamiento de Víctimas, a buscar criterios comunes en los procesos de reparación hacia las víctimas de abuso. 3. Nos comprometemos a seguir promoviendo la formación permanente en prevención de abusos de todo el personal consagrado y agentes pastora-

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les de las diócesis, y la acreditación de formadores. Esto mismo estamos solicitando a los institutos de vida consagrada y, particularmente, a los responsables de las instancias educativas de la Iglesia. 4. Nos comprometeremos a elaborar e implementar un protocolo de buen trato que buscará fomentar relaciones basadas en el respeto por la dignidad de la persona, en ambientes parroquiales, comunitarios y educativos, espe- cialmente dirigido a quienes ejercen cargos de autoridad, responsabilidades directivas y a quienes atienden a personas. Asimismo, elaboraremos un código de comportamiento para los ministros ordenados. Ambos instru- mentos se darán a conocer en abril de 2019. 5. Acogiendo el llamado del Papa, nos comprometemos a promover intensa- mente la participación de laicos y laicas en instancias eclesiales generando ambientes de sinceridad, franqueza y crítica constructiva junto a los consa- grados, en una experiencia comunitaria como “pueblo de Dios”. 6. Nos comprometemos a hacer una mirada autocrítica de los aspectos es- tructurales de nuestras diócesis que permitieron la ocurrencia y perpetua- ción del abuso en la iglesia para que estos hechos nunca más se vuelvan a repetir. En este contexto, impulsaremos la renovación permanente en los consejos y equipos de gestión y conducción pastoral a nivel diocesano y parroquial con especial acento en la participación de la mujer, sobre todo en las instancias de toma de decisiones. Valoramos la voluntad de estudiar los plazos de prescripción legal de los di- versos delitos de abuso sexual de menores contenidos en la legislación estatal, de manera que el paso del tiempo no inhiba la posibilidad de sancionar tales ilícitos y de proceder a los procesos de reparación en sus diversos aspectos. Sabemos que las decisiones y compromisos a corto y mediano plazo que hoy hemos anunciado, no solucionan, por sí solos, el dramático flagelo del abuso en nuestra Iglesia, y las complejas causas y raíces del mismo. A cada obispo y superior religioso corresponde enmendar, perfeccionar y dar las adecuadas garantías, respecto de sus jurisdicciones. A todos los bautizados y bautizadas que conformamos el pueblo de Dios nos corresponde ejercer nuestra corresponsabilidad en la misión de la Iglesia, con una actitud adulta y crítica en la construcción del tejido comunitario. 234 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

Del mismo modo, las instancias del Estado, judiciales, políticas y sociales, es- tán también llamadas a cumplir, desde cada uno de sus ámbitos, la misión de velar por el cuidado de niños, niñas y adolescentes y de buscar legislaciones más ade- cuadas para castigar el abuso y promover su prevención. Desde la Iglesia, cuentan con toda nuestra disposición. Queremos expresar nuestra cercanía a todos los hombres y mujeres laicos, reli- giosas y religiosos, diáconos y sacerdotes que viven la conmoción por estos graves y contradictorios episodios y, desde el sufrimiento compartido, no han dejado de anunciar su fe en Cristo ni de servir a los demás en la comunión de la Iglesia. Encomendamos estos propósitos a la Virgen María que, aun con el sufrimien- to junto a su Hijo crucificado, supo acompañar a los discípulos y reanimarlos en la esperanza y en la certeza de que Cristo Resucitado es el centro de nuestra vida y la fuente de nuestra misión.

LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE

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Mensaje de S.S. Francisco con motivo de las conclusiones de la 116ª Asamblea Plenaria Extraordinaria de la Conferencia Episcopal de Chile

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Transcripción Mensaje de S.S. Francisco con motivo de las conclusiones de la 116ª Asamblea Plenaria Extraordinaria de la Conferencia Episcopal de Chile

Vaticano, 5 de agosto de 2018

S.E.R. Mons. Santiago Silva Retamales Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile Santiago

Querido hermano,

¡Un cordial saludo!

Recibí y leí con atención el Documento “Declaración, Decisiones y Compromisos de los Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile” del pasado 3, y quedé impresionado por el trabajo de reflexión, discernimiento y decisiones que han hecho. Que el Señor les retribuya abundantemente este esfuerzo comunitario y pastoral. Las decisiones son realistas y concretas. Estoy seguro de que ayuda- rán decididamente en todo este proceso. Pero lo que más me tocó es el ejemplo de comunidad episcopal unida en el pastoreo del santo pueblo fiel de Dios. Gracias por este ejemplo edificante… porque “edifica” la Iglesia. Permanezco a disposición y los acompaño desde aquí. Por favor no se olviden de rezar y hacer rezar por mí. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.

Fraternalmente,

Francisco

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Carta del Santo Padre Francisco al Pueblo de Dios

«Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1Co 12,26). Estas palabras de san Pablo resuenan con fuerza en mi corazón al constatar una vez más el sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas. Un crimen que genera hondas heridas de dolor e impotencia; en primer lugar, en las vícti- mas, pero también en sus familiares y en toda la comunidad, sean creyentes o no creyentes. Mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situa- ciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse. El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad.

1. SI UN MIEMBRO SUFRE En los últimos días se dio a conocer un informe donde se detalla lo vivido por al menos mil sobrevivientes, víctimas del abuso sexual, de poder y de conciencia en manos de sacerdotes durante aproximadamente setenta años. Si bien se pueda de- cir que la mayoría de los casos corresponden al pasado, sin embargo, con el correr del tiempo hemos conocido el dolor de muchas de las víctimas y constatamos que las heridas nunca desaparecen y nos obligan a condenar con fuerza estas atroci- dades, así como a unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte; las heridas “nunca prescriben”. El dolor de estas víctimas es un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado. Pero su grito fue más fuerte que todas las medidas que lo intentaron silenciar o, incluso, que pretendieron resolverlo con decisiones que aumentaron la gravedad cayendo en la complicidad. Clamor que el Señor escuchó demostrándonos, una vez más, de qué parte quiere estar. El cántico de María no se equivoca y sigue su- surrándose a lo largo de la historia porque el Señor se acuerda de la promesa que hizo a nuestros padres: «Dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a

238 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos» (Lc 1,51-53), y sentimos vergüenza cuando cons- tatamos que nuestro estilo de vida ha desmentido y desmiente lo que recitamos con nuestra voz. Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reco- nociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños. Hago mías las palabras del entonces cardenal Ratzinger cuando, en el Via Crucis escrito para el Viernes Santo del 2005, se unió al grito de dolor de tantas víctimas y, clamando, decía: «¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! [...] La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálva- nos (cf. Mt 8,25)» (Novena Estación).

2. TODOS SUFREN CON ÉL La magnitud y gravedad de los acontecimientos exige asumir este hecho de ma- nera global y comunitaria. Si bien es importante y necesario en todo camino de conversión tomar conocimiento de lo sucedido, esto en sí mismo no basta. Hoy nos vemos desafiados como Pueblo de Dios a asumir el dolor de nuestros herma- nos vulnerados en su carne y en su espíritu. Si en el pasado la omisión pudo con- vertirse en una forma de respuesta, hoy queremos que la solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierta en nuestro modo de hacer la historia presente y futura, en un ámbito donde los conflictos, las tensiones y espe- cialmente las víctimas de todo tipo de abuso puedan encontrar una mano tendida que las proteja y rescate de su dolor (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 228). Tal solidaridad nos exige, a su vez, denunciar todo aquello que ponga en peligro la in- tegridad de cualquier persona. Solidaridad que reclama luchar contra todo tipo de corrupción, especialmente la espiritual, «porque se trata de una ceguera cómoda y autosuficiente donde todo termina pareciendo lícito: el engaño, la calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de autorreferencialidad, ya que “el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz (2Co 11,14)”» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 165). 239 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

La llamada de san Pablo a sufrir con el que sufre es el mejor antídoto contra cual- quier intento de seguir reproduciendo entre nosotros las palabras de Caín: «¿Soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9). Soy consciente del esfuerzo y del trabajo que se realiza en distintas partes del mundo para garantizar y generar las mediaciones necesarias que den seguridad y protejan la integridad de niños y de adultos en estado de vulnerabilidad, así como de la implementación de la “tolerancia cero” y de los modos de rendir cuentas por parte de todos aquellos que realicen o encubran estos delitos. Nos hemos demorado en aplicar estas acciones y sanciones tan necesarias, pero confío en que ayudarán a garantizar una mayor cultura del cuidado en el presente y en el futuro. Conjuntamente con esos esfuerzos, es necesario que cada uno de los bauti- zados se sienta involucrado en la transformación eclesial y social que tanto ne- cesitamos. Tal transformación exige la conversión personal y comunitaria, y nos lleva a mirar en la misma dirección que el Señor mira. Así le gustaba decir a san Juan Pablo II: «Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse» (Carta ap. Novo millennio ineunte, 49). Aprender a mirar donde el Señor mira, a estar donde el Señor quiere que estemos, a con- vertir el corazón ante su presencia. Para esto ayudará la oración y la penitencia. Invito a todo el santo Pueblo fiel de Dios al ejercicio penitencial de la oración y el ayuno siguiendo el mandato del Señor1, que despierte nuestra conciencia, nuestra solidaridad y compromiso con una cultura del cuidado y el “nunca más” a todo tipo y forma de abuso. Es imposible imaginar una conversión del accionar eclesial sin la participación activa de todos los integrantes del Pueblo de Dios. Es más, cada vez que hemos intentado suplantar, acallar, ignorar, reducir a pequeñas élites al Pueblo de Dios construimos comunidades, planes, acentuaciones teológicas, espiritualidades y estructuras sin raíces, sin memoria, sin rostro, sin cuerpo, en definitiva, sin vida2. Esto se manifiesta con claridad en una manera anómala de entender la autoridad en la Iglesia –tan común en muchas comunidades en las que se han dado las conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia– como es el clericalismo, esa actitud que «no solo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente»3. El clericalismo, favorecido sea por los pro- 240 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE pios sacerdotes como por los laicos, genera una escisión en el cuerpo eclesial que beneficia y ayuda a perpetuar muchos de los males que hoy denunciamos. Decir no al abuso, es decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo. Siempre es bueno recordar que el Señor, «en la historia de la salvación, ha sal- vado a un pueblo. No existe identidad plena sin pertenencia a un pueblo. Nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comuni- dad humana: Dios quiso entrar en una dinámica popular, en la dinámica de un pueblo» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 6). Por tanto, la única manera que te- nemos para responder a este mal que viene cobrando tantas vidas es vivirlo como una tarea que nos involucra y compete a todos como Pueblo de Dios. Esta con- ciencia de sentirnos parte de un pueblo y de una historia común hará posible que reconozcamos nuestros pecados y errores del pasado con una apertura penitencial capaz de dejarse renovar desde dentro. Todo lo que se realice para erradicar la cultura del abuso de nuestras comunidades, sin una participación activa de todos los miembros de la Iglesia, no logrará generar las dinámicas necesarias para una sana y realista transformación. La dimensión penitencial de ayuno y oración nos ayudará como Pueblo de Dios a ponernos delante del Señor y de nuestros herma- nos heridos, como pecadores que imploran el perdón y la gracia de la vergüenza y la conversión, y así elaborar acciones que generen dinamismos en sintonía con el Evangelio. Porque «cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 11). Es imprescindible que como Iglesia podamos reconocer y condenar con dolor y vergüenza las atrocidades cometidas por personas consagradas, clérigos e incluso por todos aquellos que tenían la misión de velar y cuidar a los más vulnerables. Pidamos perdón por los pecados propios y ajenos. La conciencia de pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas generadas en el pasado y nos permite abrirnos y comprometernos más con el presente en un camino de renovada conversión. Asimismo, la penitencia y la oración nos ayudará a sensibilizar nuestros ojos y nuestro corazón ante el sufrimiento ajeno y a vencer el afán de dominio y po- sesión que muchas veces se vuelve raíz de estos males. Que el ayuno y la oración 241 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

despierten nuestros oídos ante el dolor silenciado en niños, jóvenes y minusváli- dos. Ayuno que nos dé hambre y sed de justicia e impulse a caminar en la verdad apoyando todas las mediaciones judiciales que sean necesarias. Un ayuno que nos sacuda y nos lleve a comprometernos desde la verdad y la caridad con todos los hombres de buena voluntad y con la sociedad en general para luchar contra cualquier tipo de abuso sexual, de poder y de conciencia. De esta forma podremos transparentar la vocación a la que hemos sido llama- dos de ser «signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 1). «Si un miembro sufre, todos sufren con él», nos decía san Pablo. Por medio de la actitud orante y penitencial podremos entrar en sintonía personal y comunita- ria con esta exhortación para que crezca entre nosotros el don de la compasión, de la justicia, de la prevención y reparación. María supo estar al pie de la cruz de su Hijo. No lo hizo de cualquier manera, sino que estuvo firmemente de pie y a su lado. Con esta postura manifiesta su modo de estar en la vida. Cuando expe- rimentamos la desolación que nos produce estas llagas eclesiales, con María nos hará bien «instar más en la oración» (S. Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, 319), buscando crecer más en amor y fidelidad a la Iglesia. Ella, la primera discí- pula, nos enseña a todos los discípulos cómo hemos de detenernos ante el sufri- miento del inocente, sin evasiones ni pusilanimidad. Mirar a María es aprender a descubrir dónde y cómo tiene que estar el discípulo de Cristo. Que el Espíritu Santo nos dé la gracia de la conversión y la unción interior para poder expresar, ante estos crímenes de abuso, nuestra compunción y nuestra decisión de luchar con valentía. Vaticano, 20 de agosto de 2018

Francisco

Notas 1 «Esta clase de demonios solo se expulsa con la oración y el ayuno» (Mt 17,21) 2 Cf. Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Chile (31 mayo 2018) 3 Carta al Cardenal Marc Ouellet, Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina (19 marzo 2016).

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Petición de perdón del Papa en Irlanda

Durante su viaje apostólico a Irlanda, con motivo del IX Encuentro Mundial de las Familias, el Santo Padre Francisco manifestó en diversos momentos su dolor, pesar y vergüenza por los abusos y crímenes cometidos por ministros de la Iglesia y los encubrimientos por parte de miembros de la jerarquía en dicho país. A con- tinuación, presentamos la plegaria penitente que realizó al comenzar la homilía en la Eucaristía del pasado domingo 26 de agosto en el Parque Fénix de Dublín.

Ayer estuve reunido con ocho personas sobrevivientes de abuso de poder, de con- ciencia y sexuales. Recogiendo lo que ellos me han dicho, quisiera poner delante de la misericordia del Señor estos crímenes y pedir perdón por ellos. Pedimos perdón por los abusos en Irlanda, abusos de poder y de concien- cia, abusos sexuales por parte de miembros cualificados de la Iglesia. De manera especial pedimos perdón por todos los abusos cometidos en diversos tipos de instituciones dirigidas por religiosos y religiosas y otros miembros de la Iglesia. Y pedimos perdón por los casos de explotación laboral a que fueron sometidos tantos menores. Pedimos perdón por las veces que, como Iglesia, no hemos brindado a los so- brevivientes de cualquier tipo de abuso compasión, búsqueda de justicia y verdad, con acciones concretas. Pedimos perdón. Pedimos perdón por algunos miembros de la jerarquía que no se hicieron car- go de estas situaciones dolorosas y guardaron silencio. Pedimos perdón. Pedimos perdón por los chicos que fueron alejados de sus madres y por todas aquellas veces en las cuales se decía a muchas madres solteras que trataron de buscar a sus hijos que les habían sido alejados, o a los hijos que buscaban a sus madres, decirles que “era pecado mortal”. ¡Esto no es pecado mortal, es cuarto mandamiento! Pedimos perdón. Que el Señor mantenga y acreciente este estado de vergüenza y de compun- ción, y nos dé la fuerza para comprometernos en trabajar para que nunca más suceda y para que se haga justicia. Amén.

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Situación de la Iglesia en tiempos de una profunda crisis. Reflexión y perspectiva histórica

Marcial Sánchez Gaete*

«Pase lo que pase, comportaos de una manera digna del evangelio de Cristo» (Flp 1,27)

La realidad que se nos presenta cada mañana nos hace mirar constantemente hacia lo más íntimo de nuestro propio ser, como buscando respuestas a tiempos idos, como queriendo desatar muchas cosas trabadas bajo gruesas murallas de sin- razones. Así es, cada uno de nosotros somos hijos de nuestro tiempo y como tales respondemos a inquietudes cotidianas que nos interpelan y, en algunas ocasiones, nos vulneran quitándonos lo esencial, lo sublime y colocándonos en los espacios de decir lo que otros quieren que digas, perdiendo de este modo la dinámica básica de la razón, del cuestionamiento lógico y cayendo en estados de realidades de otros. Se nos presentan mundos extraños a los cuales debemos enfrentar con la esperanza de vencer, como la barca mar a dentro que no sabe de puertos, solo de oleajes y miedos. ¿Cómo enfrentar estos tiempos de incertidumbre? Algunos plantean «deja que la barca navegue sola que llegará a su destino», otros sugieren tomar fuerte el timón y no soltarlo dejándose guiar por el buen hacer, por el co- nocimiento del mar y de la barcaza que suena fuerte ante cada andar. El hombre grita fuerte por la búsqueda de la verdad, ha sido una constante en la historia, de cualquier historia, donde la cosmovisión de lo estable se entrelaza con lo sobrenatural, donde la creencia muestra los caminos seguros a la felicidad eterna, donde el amor es pieza fundamental en la lucha de lo verdadero. Así es el hombre, busca incesantemente su realidad en la verdad en un camino en donde 244 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE debe afrontar su propio conocimiento y saber reconocerse a cada paso que da, buscando el reencantamiento en la vida. En este deambular acechan los miedos del encuentro y los silencios impuestos por la razón del siempre estar. Gracias a la tenacidad de algunos pocos y el esfuerzo de muchos, el hombre ha accedido a esa verdad en la historia. En esta realidad de búsqueda, muchas veces «perdimos al fin toda esperanza» (Hch 27,20), como desafiando al destino de los tiempos presentes, cayendo en la entrega de constantes establecidas por los hombres, inquebrantables momentos de duda, donde la mirada al futuro se confunde con el presente, con el temor de colocarnos en las sombras del pasado. «El barco quedó atrapado por la tempestad y no podía hacerle frente al viento» (Hch 27,15). Se nubla la mirada, la tempestad no deja ver, los gritos y las órdenes se confunden, las amarras no son las adecua- das, las velas se quebrajan, el barco se llena de agua atrapado en la inmensidad del mar. ¿Qué hacer? ¿Cómo actuar? ¿En quién confiar? ¿Cómo no perder la esperanza? Ahora bien, la verdad sobrepasa el tiempo y el cambio, e instala un marco de relaciones correctas, donde la conexión de la verdad con el error se funde en la iluminación de un “algo” que esconde otra cosa o circunstancia. Donde el querer saber es un derivado del deseo de poder en el que la verdad «nunca se consigue de buenas a primeras, sino solo en un segundo intento, como producto de la critica que destruye o que antes parecía ser el caso”1. Así, el futuro se va convirtiendo en un eterno enigma de la conciencia, de pertenecer a instantes de relojes de are- na donde nos esperan las trasformaciones de mutaciones contantes del pasado, de transiciones de conductas aprendidas que van dialogando y transformando la comprensión de los entornos y las dinámicas humanas. Es el tiempo de lo asible, es la espera de lo venidero, es la quietud propia de lo posible. Son las incertidumbres, las interrogantes de la identidad reflexiva donde será la propia vivencia la motivadora atendible al descubrimiento de la respuesta del presente, instante, paréntesis que denota realidad de pertenencia de sensaciones conjeturadas por nuestros sentidos como un verdadero acopio de memoria corpo- ral, con una delirante capacidad de búsqueda. Son los espacios de lo público y lo privado, invitándonos a compartir la línea divisoria de la composición armónica del ser humano. ¿Dónde quedarnos, en lo íntimo o en lo externo? Son los estados de cognición que nos develan que el cruce de la vereda es como la invitación a 245 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

recorrer sin divagar los peldaños de la escalera del fin del mundo, donde sabemos dónde pisar, pero no sabemos dónde llegar.

MIRADAS POR EL CERROJO En el Chile del principio del siglo XX, los ojos miraban la portada de un perió- dico de época que daba cuenta del abuso sexual de un niño en su colegio como sin creer el espantoso titular, las realidades humanas no se hicieron esperar y las búsquedas de respuestas a una verdad sin vuelta atrás. Así, corría el viernes 30 de diciembre 1904 cuando en el diario Las Últimas Noticias en la sección cartas al director se lee: “Se encuentra enfermo el señor don Juan de Dios Correa Sanfuen- tes”. La pregunta de la sociedad santiaguina de la época era qué mal le aquejaba a este hombre quien había sido diputado, además de integrante de la Comisión de Negocios Eclesiásticos. La causa de la enfermedad se conoció al pasar los días, uno de sus hijos había sido abusado sexualmente por un religioso del colegio, situación producida el lunes siguiente a la Navidad de 1904. Esto llevó a que el hermano mayor, al enterarse de los hechos, se apersonó en el establecimiento a encarar al responsable y a las autoridades. La escena en la que el joven enfrenta al abusador fue reproducida por la prensa: “Señor perdóneme no pude resistir un impulso superior a mis fuerzas”- fue la respuesta del religioso. Y cayendo de rodillas agregó: “Ha sido una infamia… lo comprendo…pero estoy arrepentido…aquí muchos han hecho lo mismo…a cualquiera puede ocurrirle igual cosa…”. Según lo que cuenta el periódico, el hermano de la víctima golpeó al agresor con un bastón hasta rompérselo en la espalda. La edición del 1 de enero de 1905 del diario La Ley daba cuenta de la rela- ción de hechos: «En la calle de las Rosas, entre Bandera y Morandé está ubica- do un gran establecimiento de educación, fundado por la congregación de los Hermanos de las escuelas cristianas. Es el colegio San Jacinto, en donde reciben educación numerosos niños de familias distinguidas y pudientes. En uno de los cursos elementales de este establecimiento, estudiaba clases de preparatoria el niño Andrés Correa Ariztía de ocho años e hijo de don Juan de Dios Correa Sanfuentes. 246 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

El niño Correa Ariztía fue desde el primer momento, objeto de las mayores y más solícitas atenciones de parte de su profesor el hermano Santiago Herreros Cerda. Transcurrió el año de estudio y llegada la época de exámenes de premios y distinciones el hermano Santiago no quiso desperdiciar esta propicia oportunidad para singularizarse una vez más con su querido discípulo; y fueron para el niño Correa las mejores votaciones en los exámenes de su curso. Los certificados de estos premios los retiró el hermano Herreros de poder del niño, y a la una de la tarde del lunes último lo hizo ir a su dormitorio para hacerle entrega de esos do- cumentos. Permítasenos cubrir con el velo del silencio a que nos obliga el respeto que nos merecen los lectores de estos sucesos la escena que siguió». El ministro de Instrucción Guillermo Rivera Cotapos instruyó, al día si- guiente, la diligencia de una denuncia ante el juzgado del crimen. Por su parte, el arzobispo Mariano Casanova anunció a través del periódico El Chileno su intención de clausurar el colegio una vez que se constatara la veracidad de la de- nuncia. Por lo antecedentes que se disponen, sabemos que el director del colegio San Jacinto, el hermano Junien, no entregó al agresor a la justicia. “Herreros me pidió que le permitiera dirigirse por algunos días a Colina, a un fundo que ahí poseemos a fin de pensar allí el camino que le sería más conveniente adoptar. Díle la autorización del caso y allá se dirigió”. Esa fue la última vez que se vio al hermano Santiago. Según una carta enviada a su madre, después de pasar por Colina escapó a Mendoza. Por su parte, la denuncia tomo su curso y tras cinco días desde que se hizo pública, el Juzgado del Crimen informó al Gobierno y al arzobispado los re- sultados de la diligencia: “las investigaciones practicadas hasta hoy han auto- rizado el enjuiciamiento criminal de varios profesores del Colegio”. Con estos antecedentes el ministro de instrucción decidió actuar y haciendo uso de sus facultades ordenó a través de un Decreto Supremo la clausura de todos los es- tablecimientos que sumaban más de catorce colegios de la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, instituciones en las que estudiaban cerca de dos mil niños. Esta decisión no fue bien recibida por el mundo católico de la época, como lo expresa en diario El Porvenir que bajo el título “Un decreto que es un atentado”, con fecha 10 de enero, decía: “Nosotros no queremos impunidad del culpable; pero es injusto y es inocuo hacer recaer sobre los ino- centes la falta de un malvado. ¿Acaso no se sabe que en cualquiera parte puede 247 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

esconderse la maldad? ¿Tal vez se ignora que sobre la mesa del Ministro de Instrucción Pública duermen graves denuncios sobre la moralidad de muchos liceos y escuelas?”. El desenlace de este primer abuso sexual dado a conocer en la prensa chilena da cuenta de que se dictó sentencia el 8 de marzo encontrándose culpables tres religiosos quienes fueron condenados. Santiago Herreros Cerda fue sentenciado a 54 años de presidio por tres violaciones y nueve abusos deshonestos contra alum- nos del colegio. Otros dos hermanos de la Congregación condenados a penas de tres y cinco años de prisión. El tema es que ninguno de ellos cumplió remisión ya que habían sido ayudados a salir del país2. Por su parte, el director del colegio recibió desde el tribunal una amonestación y recordación que le solicitaba estar más atento a las conductas impropias de los docentes. Y el padre del niño abusa- do, Juan de Dios Correa, no pudo soportar mucho más el dolor y murió por una descompensación el 25 de noviembre de 1905. Estas conductas en los espacios eclesiásticos habitualmente terminaban con los culpables fuera del país o reubicados dentro del mismo en otras diócesis. Algunos de ellos nunca vieron juicio alguno, aunque era sabida su condición de abusador, otros fueron condenados por el Vaticano y no por la justicia chi- lena, y otros tuvieron que comparecer ante las dos leyes donde se les encontró culpables. Unos de los casos que marcó la agenda pública y que más conmoción tuvo a principios del siglo XXI fue el referido a Francisco José Cox Huneeus, nom- brado por Juan Pablo II en el cargo de arzobispo coadjutor de La Serena el 3 de marzo de 1985. El 30 de septiembre de 1990 sucede a monseñor Bernardino Piñera como Arzobispo de La Serena. Durante sus funciones como arzobispo de la zona se fueron conociendo reiterados casos de abusos de menores y jóvenes por parte del prelado, antecedentes conocidos por la opinión pública gracias a una denuncia periodística de octubre de 2002, lo que le obligó a renunciar, ante lo cual el 31 de octubre del mismo año, el arzobispo de Santiago, Francis- co Javier Errázuriz, anunció la salida del religioso por “conductas impropias”, explicando que el obispo Francisco José Cox tenía “una afectuosidad un tanto exuberante” y, por tanto, se le había solicitado recluirse en un monasterio en Alemania. Unos días después, el 5 de noviembre, el Comité Permanente de la

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Conferencia Episcopal de Chile se vio obligado a pedir perdón públicamente a todas las personas dañadas, y expresaron: «El Comité Permanente de la Conferencia Episcopal, en su última reunión antes de la Asamblea Plenaria, reflexionó sobre el profundo impacto que ha sufrido la Iglesia y la opinión pública por la situación. El sacerdote tiene la misión de representar a Cristo el Buen Pastor. Por eso, no podemos ni queremos justificar conductas impropias ni en obispos ni en sacerdotes. Nos duelen profundamente. A todos los que han sido dañados por ellas les pedimos su perdón. Recordamos lo expresado en una oportunidad por Monseñor Cox en La Serena: “Pido perdón por ese lado oscuro que hay en mí y que se opone al Evangelio […] Comprendemos y apoyamos la decisión de Monseñor Cox de retirarse a una vida de oración. Sabemos que partió de Colombia rumbo a Europa para buscar el lugar más adecuado para este propósito»3. En octubre del mimo año 2002, otro caso estremecía a la Iglesia, pues se había colocado una denuncia contra el sacerdote José Andrés Aguirre, conocido como “cura Tato”, quien después de la investigación pertinente fue encontrado culpable y condenado por diez delitos de abuso sexual a menores y uno de estu- pro, cometidos mientras servía en Quilicura como religioso. Tras ser condenado por la justicia, Aguirre perdió su estado clerical por disposición del arzobispo de Santiago, medida que fue confirmada por el Vaticano. El dictamen eclesiástico le impidió seguir ejerciendo sus derechos y labores pastorales de por vida. Este caso se convirtió en el primero de un sacerdote que cumplió pena efectiva. Después de cumplir una pena rebajada por buen comportamiento en la cárcel de Colina 1, Aguirre pasó sus últimos días de vida en un hogar de ancianos de Lo Barnechea y murió el año 2013 a los 56 años. Se suma a este caso el de Jorge Galaz Espinoza, ex director del hogar Pequeño Cottolengo de la ciudad de Rancagua, quien fue condenado a 15 años y un día de prisión por violación sodomítica reiterada en perjuicio de dos menores con dis- capacidad intelectual, en el año 2006. Unos años más tarde, conoceremos el caso de Ricardo Muñoz Quintero, ex párroco de la iglesia Santa Teresita de Melipilla, religioso condenado por la justicia el 2011, encontrado culpable por mantener re- laciones sexuales a cambio de dinero, ilícito que lo llevó a la cárcel por 10 años y a 541 días adicionales por almacenamiento de pornografía infantil. Además, de los

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ya mencionados, según una lista publicada en 2011 por la Iglesia Católica, fueron castigados por esta vía los diocesanos Víctor Carrera, Juan Henríquez, Jaime Low, Marcelo Morales, José Miguel Narváez, Eduardo Olivares, Juan Carlos Orellana y el salesiano Marcelo Morales.

LA PUERTA ENTREABIERTA El llamado caso Karadima4 será el que despertó la conciencia de los católicos de los horrores de este flagelo, del que solo pudimos enterarnos por la valentía de las víctimas al enfrentarse con verdaderos molinos de viento, además de periodistas que fueron lo suficientemente abiertos de conocer y colocarse en el lugar del que sufre. Valga este reconocimiento, donde las páginas de la historia marcarán como un hito a no repetir y que dejó la puerta entreabierta para divisar la miseria hu- mana en su esplendor. El 26 de abril de 2010, José Andrés Murillo, James Hamilton, Juan Carlos Cruz, Fernando Battle y Luis Lira en el programa Informe Especial de TVN, denuncian públicamente frente a las cámaras que habían sido víctimas duran- te muchos años de abusos sexuales por parte del sacerdote Fernando Karadima, mientras era párroco de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Providencia, comúnmente llamada Iglesia de El Bosque, ubicada en un céntrico barrio resi- dencial de la capital de Santiago de Chile. Sin embargo, esta denuncia no debería haber sido novedosa para la Iglesia de Santiago, ya que siete años antes, el 2003 el entonces Vicario para la Educación, sacerdote jesuita Juan Díaz, recibe el testimonio del doctor en filosofía, José An- drés Murillo, a quien conocía porque había sido novicio en la Compañía en la ciudad de Melipilla. Murillo le relata detalladamente los reiterados abusos de los que había sido objeto por su guía espiritual Fernando Karadima mientras era fe- ligrés en la Parroquia El Bosque. Díaz, impactado por la situación, le solicitó que estableciera la acusación por escrito para accionar el protocolo (proveer los ante- cedentes a la autoridad pertinente ante una acusación en contra de un miembro del clero). El religioso entregó al arzobispo de Santiago, Cardenal Francisco Javier Errazuriz Ossa, los documentos manifestándole que a su juicio las imputaciones eran creíbles ya que conocía bien al denunciante. Pero esta acusación en contra del sacerdote Karadima no será la única que se dará a conocer. En mayo de 2004, el entonces promotor de la justicia de la 250 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

Arquidiócesis de Santiago, el sacerdote Eliseo Escudero, recibe la denuncia de la esposa de James Hamilton quien, acompañada de la madre de este, le relata los abusos sufridos por su marido de parte del párroco de El Bosque. Escudero hace el primer informe oficial sobre estos abusos y lo remite al Cardenal Errázuriz. Al año siguiente, el jesuita Rodrigo García, quien conocía a José Andrés Mu- rillo desde hacía varios años, al ver la inactividad del arzobispado, recurre al en- tonces Obispo Auxiliar de Santiago, monseñor Ricardo Ezzati, quien le solicita que haga la denuncia por medio de una carta notarial y una vez que la recibe se reúne con el afectado. Según lo que se conoce a la fecha, el sacerdote García dice que Monseñor Ezzati le manifestó que “aquí hay una víctima y debe ser escuchada”5. Ricardo Ezzati, siguiendo el protocolo para estas situaciones, informa al pro- motor de justicia Eliseo Escudero y acompaña la carta notarial de Murillo avalán- dola con su propia firma, e informa también directamente al Cardenal Errázuriz de estos aberrantes hechos con el fin de que se tomen las acciones correspon- dientes, ya que es el arzobispo de la Arquidiócesis el que debe iniciar los juicios eclesiásticos cuando se trata de este tipo de delitos canónicos. A fines de 2005 el padre Escudero, con el testimonio de Murillo avalado por monseñor Ezzati, hace un segundo informe oficial al Cardenal Francisco Javier Errázuriz solicitándole tomar una serie de medidas concretas que incluyen, ade- más de iniciar un proceso frente a las autoridades vaticanas, una revisión con- table de la fundación que manejaba Karadima, la cual contaba con importantes benefactores. En enero de 2006 Escudero recibe la declaración directa de James Hamilton y redacta un tercer informe oficial dirigido al arzobispo con todos los antecedentes recopilados hasta ese momento. Poco después el promotor de Justicia recibe una declaración de Juan Carlos Cruz y emite el cuarto informe oficial con la nueva denuncia. Recién el año 2010, después de la acusación pública de los afectados, se in- forma que una denuncia había sido enviada pocos meses antes a las autoridades del Vaticano y cuyo resultado fue entregado el 16 de enero de 2011, en la que se declara culpable al sacerdote Fernando Karadima Fariña de graves abusos sexuales en contra de mayores y menores de edad. En la declaración se señala que «Sobre la base de las pruebas adquiridas, el Rvdo. Fernando Karadima Fariña es declarado 251 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

culpable de los delitos mencionados en precedencia, y en modo particular, del de- lito de abuso de menor en contra de más víctimas (art. 6 § 1, 1º del motu proprio Sacramentorum sanctitatis tutela), del delito contra el sexto precepto del Decálogo cometido con violencia (canon 1395 § 2 del CIC), y de abuso de ministerio a norma del canon 1389 del CIC)»6. Más adelante, el 22 de junio del mismo año, el nuevo Arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati Andrello7, da a conocer el resultado de una apelación del sacerdote Karadima, que en lo medular señala lo siguiente: «Dicho recurso fue examinado en el mes de junio en curso, y los Padres cardenales y obispos miembros de la Sesión Ordinaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, han decidido no acoger el recurso contra el Decreto impugnado, presentado por el Reverendo Fernando Karadima Fariña». Y en el punto tercero dice: «Permanece, por tanto, en vigor la condena del Reverendo Fernando Karadima Fariña»8. El 14 de noviembre de 2011 la justicia penal chilena dispuso el sobreseimiento definitivo de la causa en contra de Fernando Karadima, declarando la prescrip- ción de los delitos. Esto significa que el sacerdote fue condenado solo por la justicia eclesiástica, quedando impunes sus crímenes frente a la justicia chilena. El Cardenal Francisco Javier Errázuriz, el año 2010, al ser consultado por el periódico estadounidense The New York Times sobre el caso manifestó que: «des- afortunadamente, en ese tiempo juzgué que las declaraciones no eran creíbles» y más adelante expresa: «[…] es muy claro que, si se presentara un nuevo caso, hoy haríamos las cosas mucho mejor». Finalmente señala: «La Iglesia en Chile estos episodios los ha vivido con mucho sufrimiento, también los laicos y sacerdotes que han estado cerca de él»9. Por su parte, al iniciar las investigaciones, varios de los sacerdotes formados por Karadima y que habían pertenecido, durante diferentes periodos de tiempo, a la Pía Unión Sacerdotal de El Bosque fundada 1928, hicieron llegar cartas de apoyo al Vaticano en favor de Fernando Karadima10. Tras el fallo condenatorio emitido por el Vaticano, 16 de estos 19 sacerdotes firmaron una carta respaldando a las víctimas y se alejaron de Karadima. Afirma- ron entonces que: «Cada uno de nosotros, a distinto ritmo, ha vivido un proceso interior muy doloroso, para tomar conciencia de la real dimensión y del signi- ficado de los hechos sancionados por la Santa Sede, referidos al padre Fernando

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Karadima […] Inicialmente nos resultaba muy difícil creer, y ahora queremos escuchar, acoger y acompañar a quienes tanto han sufrido. Hemos requerido de mucho tiempo para recorrer este largo y difícil camino a la luz de la investigación y la realidad de los hechos. Hoy quisiéramos dar señales claras de nuestro dolor. Hacemos nuestro el dolor de las víctimas y queremos acompañarlas con respeto y solidaridad». También, en esta carta, el grupo «expresa su voluntad para iniciar un camino de renovación y profundización de su ministerio sacerdotal»11. Los antecedentes de este caso se siguieron conociendo como también las pos- turas de otros sacerdotes formados por Karadima y que no dieron crédito a todas estas investigaciones, y más aún algunos obispos, formados al alero del religioso. Quienes nunca manifestaron arrepentimiento ni se retractaron de sus cartas de apoyo a Karadima fueron los sacerdotes Julio Söchting, Francisco Herrera Matu- rana, José Miguel Fernández. A ellos se deben sumar el ex párroco de El Bosque Juan Esteban Morales y el sacerdote Diego Ossa Errázuriz. Situación aparte son los obispos formados por Karadima: Andrés Arteaga, Tomislav Koljatic, Horacio Valenzuela, Juan Barros y Felipe Bacarezza, este últi- mo alejado del círculo hacía varios años. Siendo los tres primeros sindicados por las víctimas como conocedores por años de los abusos sexuales y sicológicos que cometía su mentor y los encubrieron. La defensa y las muestras de adhesión a Karadima por parte de estos se hizo expresiva en cartas y participación en algu- nas instancias que generaron para dicho efecto. Al conocerse las resoluciones de culpabilidad de Karadima, cuatro de estos obispos hicieron pública una misiva fe- chada el 6 de abril de 2011, mediante la cual reiteran: «con mucha claridad nues- tra filial, permanente y plena adhesión a todo lo que la Santa Sede ha dispuesto o pueda disponer en relación con el padre Fernando Karadima. Con gran dolor hemos asumido la sentencia que declara su culpabilidad en graves faltas sanciona- das por la Iglesia. Como tantos, hemos conocido con profundo asombro y pena esta situación y sus diversos y múltiples efectos. Queremos manifestar nuestra solidaridad y cercanía con las víctimas, sus familias y con todas las personas que por estos tan tristes acontecimientos han sufrido y se han escandalizado. Cada uno de nosotros ha sido duramente impactado por esta tan lamentable situación y hemos también vivido jornadas muy tristes. Nos ha confortado la oración y el apoyo fraterno de muchos […] Pedimos humildemente al Señor que nos ayude a sanar estas heridas tan dolorosas, especialmente para las víctimas y para tantos 253 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

hermanos y hermanas afectados». Aparecen las firmas de Andrés Arteaga Manieu, Juan Barros Madrid, Tomislav Koljatic Maroevic y Horacio Valenzuela Abarca12. De esta forma, se configuraba la culpabilidad de uno de los hombres más in- fluyentes de la Iglesia chilena de las últimas décadas. Hombre vinculado en forma directa con la jerarquía local, con amistades a nivel vaticano como fue su relación con y, por último, de gran proximidad a Augusto Pinochet Ugar- te. Estas relaciones lo ayudaron a instalar en Chile un sistema más que de forma- ción, de deformación de muchos jóvenes que con la esperanza de ser sacerdotes fueron abusados en conciencia, poder y algunos de ellos sexualmente. Víctimas todas de una mente perversa y tergiversada de la realidad que lo único que buscó fue satisfacer sus deseos personales y carnales, causando un dolor que hoy todavía se palpa y se vive, en donde las víctimas siguen exigiendo justicia. El 13 de abril de 2012, el arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, firma el decreto que pone fin a la Pía Unión Sacerdotal, organización dirigida durante décadas por Karadima. Otro caso significativo, pero muy distinto, es el del sacerdote salesiano Rim- sky Rojas Andrade, el cual en agosto de 2010 fue acusado públicamente por tres ex alumnos de abuso a menores mientras había sido director del Liceo San José de Punta Arenas. Sin embargo, las inculpaciones venían de muchos años atrás. El año 2003 uno de los denunciantes relata su calvario al entonces provincial de la Congregación, el sacerdote Bernardo Bastres, el cual le habría asegurado que Rojas estaba en tratamiento psicológico y psiquiátrico. Sin embargo, el religioso siguió en contacto con jóvenes, esta vez en la ciudad de Puerto Montt. El año 2006 se hace una nueva denuncia, esta vez al nuevo superior salesiano Natale Vi- tali, pero hasta agosto del año 2010 Rojas siguió teniendo contacto con menores. En octubre de 2010, el ex alumno del Instituto Salesiano de Valdivia, Marcelo Vargas, presenta ante la fiscalía de la ciudad de Calle-Calle una denuncia en con- tra de Rimsky Rojas por abusos sexuales que habría cometido entre los años 1985 al 1987 mientras fue subdirector del establecimiento donde Vargas estudiaba. Este caso tuvo un trágico final ya que a comienzos del año 2011 el sacerdote, ya alejado de sus labores y recluido en la casa de salud Felipe Rinaldi, se suicida13. La situación provocada por el gran cúmulo de denuncias por abusos en Chile cometidos por sacerdotes, llevó a la creación por parte de la Conferencia Episco-

254 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE pal del “Consejo Nacional para la Prevención de Abuso de Menores de Edad y Acompañamiento a las Víctimas”, entidad que fue presidida por monseñor Ale- jandro Goic desde su creación el 26 de abril de 2011 hasta el año 2018.

CULTURA DEL ABUSO El 10 de enero de 2015 se dio a conocer el primer mensaje de saludos del Obispo de Osorno Juan Barros Madrid, en el que expresaba que «deseo continuar con humildad la ruta de los destacados pastores que han tenido. Su primer Obispo Monseñor Francisco Valdés Subercaseaux ya ha sido declarado Venerable Siervo de Dios, habiéndose reconocido sus virtudes heroicas»14. Anhelos que no fueron cumplidos, ya que al poco andar la propia feligresía comenzó a pedir su renun- cia. La oposición al obispo se plasmó en un grupo que se autodenominó “Laicos de Osorno”, que con su perseverancia y actuar de denuncia del nuevo obispo, además de cuestionamiento a las medidas que iba tomando y, en especial, al mal trato que tuvo frente a algunos acontecimientos que se fueron sucediendo, llevó a que la opinión pública a nivel nacional fuera colocando en cuestionamiento la idoneidad de su labor como prelado de Osorno. Su mayor rechazo ocurrió con la venida del Papa Francisco a Chile, donde a diferencia de otros quiso participar en toda actividad donde el Obispo de Roma estuviese, actuar poco entendible y preocupante hasta por sus propios pares. Estos antecedentes se sumaron a otros conocidos a principios del año 2018, situación que llevó al Papa Francisco a aceptar su renuncia como obispo de la diócesis de Osorno el 11 de junio del mismo año. El Papa Francisco visitó Chile del 15 al 18 de enero de 2018 teniendo activi- dades en las ciudades de Santiago, Temuco e Iquique. En el encuentro oficial con la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, el día 16, colocó el tenor de lo que sería su visita y con ella la consecuencia de esta. En aquella oportunidad dijo: «Escuchar a los niños, que se asoman al mundo con sus ojos llenos de asombro e inocencia y esperan de nosotros respuestas reales para un futuro de dignidad. Y aquí no puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza, vergüenza que siento ante el daño irreparable causado a niños por parte de ministros de la Iglesia. […] es justo pedir perdón y apoyar con todas las fuerzas a las víctimas, al mismo tiempo que nos empeñamos para que no se vuelva a repetir». Con esta expresión denotó su preocupación por lo que estaba aconteciendo en nuestro país. 255 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

No es menester de este artículo explicar la visita del Papa Francisco a Chile, ya habrá otra oportunidad, pero lo que si se puede plantear es que será inolvidable por la claridad del mensaje y la cercanía del Obispo de Roma para con la gente que no en gran número lo salió a recibir, pero que sí lo siguió por los distintos medios de comunicación. Un hombre que conoció de primera mano la verdad y realidad de lo que estaba sucediendo, lo que le llevará a tomar medidas y que, al día del término de este artículo, siguen en desarrollo. Lo que sí se debe consignar es que, por una pregunta emitida por un perio- dista, cambió el tenor y mirada sobre la situación chilena, trayendo consigo la consecución de acontecimientos. El cuestionamiento tuvo relación directa con la permanencia en el cargo del obispo Barros y de su participación como encu- bridor de Karadima, ante lo cual el Papa respondió: «El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar. No hay una sola prueba en contra. Todo es calumnia, ¿está claro?», aseguró el pontífice en conversación con varios medios de comunicación. Dicha afirmación trajo consigo la opinión de un hombre cercano al Obispo de Roma, el arzobispo de Boston, Sean O’Malley, quien el 20 de enero le criticó por sus dichos, por ir en contra de las víctimas. Señaló que las expresiones dadas a conocer fueron «fuente de gran dolor para los sobrevivientes de abuso sexual». Ante tal afirmación, como también el dolor y enojo expresado por las víctimas en distintos medios de comunicación, el Papa rectificó sus palabras, comentando: «La palabra ‘prueba’ es la que me ha traicio- nado y generó confusión. Yo hablaría de evidencias. Y claro, entonces yo sé que hay mucha gente abusada y que no puede traer una prueba, no la tiene. Y que no puede, o a veces la tiene, pero tiene vergüenza, que lo tapa y sufre en silencio. El drama de los abusados es tremendo». Estaba claro que el Pontífice necesitaba certezas, para lo cual envió a dos emi- sarios a escuchar a víctimas de abusos en Chile. Así, el 20 de febrero de 2018 llegaron al país el arzobispo de Malta, Charles J. Scicluna, y el oficial de la Con- gregación para la Doctrina de la Fe, Jordi Bertomeu. Con la misión de recopilar referencias sobre la situación del obispo de Osorno, Juan Barros, realizaron 64 entrevistas, dentro de las cuales también recibieron testimonio de otros casos de abusos, llegando a elaborar un informe de 2.300 páginas. Teniendo los anteceden- tes, el Papa hace llegar una carta a la Conferencia Episcopal chilena el 8 de abril de 2018, en la que en una de sus partes se lee: «Ahora, tras una lectura pausada de 256 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE las actas de dicha “misión especial”, creo poder afirmar que todos los testimonios recogidos en ellas hablan en modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza […] En lo que me toca, reconozco y así quiero que lo transmitan fielmente, que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada. Ya desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo personalmente, en las próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes de las personas entrevistadas», y termina la misiva convocándolos a Roma. Ese mismo día fueron invitados a Roma los denunciantes y víctimas de Kara- dima, José Andrés Murillo, James Hamilton y Juan Carlos Cruz, los que fueron recibidos a fines del mes de abril en forma individual y grupal, hecho no habitual en un Papa, por lo que se ha catalogado como un gesto histórico, oportunidad en la que les habría pedido que lo perdonaran, además de otras consideraciones que con el tiempo se han ido conociendo. Por su parte, los obispos de Chile, encabezados por los cardenales Francisco Javier Errázuriz y Ricardo Ezzati, partieron a Roma a reunirse con el Papa, opor- tunidad en la que recibieron un documento de carácter privado para su reflexión, que fue conocido por la ciudadanía a través de una filtración a la prensa, el que en lo medular plantea: «Duele constatar que, en este último periodo de la historia de la Iglesia chilena, esta inspiración profética perdió fuerza para dar lugar a lo que podríamos denominar una transformación en su centro. No sé qué fue primero, si la pérdida de fuerza profética dio lugar al cambio de centro o el cambio de cen- tro llevó a la pérdida de la profecía que era tan característica en Ustedes. Lo que sí podemos observar es que la Iglesia que era llamada a señalar a Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6) se volvió ella misma el centro de atención. Dejó de mirar y señalar al Señor para mirarse y ocuparse de sí misma […] Se ensi- mismó de tal forma que las consecuencias de todo este proceso tuvieron un precio muy elevado: su pecado se volvió el centro de atención. La dolorosa y vergonzosa constatación de abusos sexuales a menores, de abusos de poder y de conciencia por parte de ministros de la Iglesia, así como la forma en que estas situaciones han sido abordadas, deja en evidencia este “cambio de centro eclesial”. Lejos de dismi- nuir ella para que apareciesen los signos del Resucitado el pecado eclesial ocupó todo el escenario concentrando en sí la atención y las miradas. Es urgente abordar 257 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

y buscar reparar en el corto, mediano y largo plazo este escándalo para restablecer la justicia y la comunión. A su vez creo que, con la misma urgencia, debemos trabajar en otro nivel para discernir cómo generar nuevas dinámicas eclesiales en consonancia con el Evangelio y que nos ayuden a ser mejores discípulos misio- neros capaces de recuperar la profecía», y continúa el documento, «La psicología de elite o elitista termina generando dinámicas de división, separación, círculos cerrados que desembocan en espiritualidades narcisistas y autoritarias en las que, en lugar de evangelizar, lo importante es sentirse especial, diferente de los demás, dejando así en evidencia que ni Jesucristo ni los otros interesan verdaderamente . Mesianismo, elitismos, clericalismos, son todos sinónimos de perversión en el ser eclesial; y también sinónimo de perversión es la pérdida de la sana conciencia de sabernos pertenecientes al santo Pueblo fiel de Dios que nos precede y que –gra- cias a Dios- nos sucederá. No perdamos jamás la conciencia de ese don tan excelso que es nuestro bautismo». El documento rico en su esencia y mirada de la Historia de la Iglesia Chilena ayuda, no cabe duda, a mirar el futuro con esperanza, porque teniendo claro el mal se puede construir en el bien. Ante tan contundente diagnóstico, los obispos de Chile pusieron sus cargos a disposición, un hecho absolutamente inédito en la historia de la Iglesia Universal.

UNA HISTORIA DE LA IGLESIA ES UNA HISTORIA DE ESPERANZA Los acontecimientos se han seguido sucediendo, nombramientos y nuevas inves- tigaciones de abusos en la Iglesia: de poder, de conciencia y sexuales, las víctimas paulatinamente han comenzado a dar cuenta de su doloroso calvario. La incre- dulidad en un principio por parte de varios obispos chilenos ha llevado a la pre- ocupación y a realmente ser capaces de levantar una iglesia triste y abandonada, y que solo ha sentido el consuelo en un grueso de párrocos y religiosos que en el anonimato han comenzado a sacar la voz. Son hombres sin voz, desplazados por la psicología de la élite, que solo tienen el sostén de un Cristo vivo y la esperan- za de seguir trabajando por los más desposeídos, por los abandonados y por las víctimas. Las noticias de la realidad de Chile han golpeado los muros del Vaticano, y los dolores de un país que pide justicia comienzan a ser escuchadas, porque al cambio 258 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE de algunos obispos se sumó la noticia de la expulsión del estado clerical de uno de los hombres más depredadores (como ya se ha visto) que hemos tenido en la historia de Chile, Fernando Karadima. El comunicado de la Santa Sede con fecha 28 de septiembre de 2018 comunicó: «El Papa Francisco ha dimitido del estado clerical a Fernando Karadima Fariña, de la Arquidiócesis de Santiago de Chile. El Santo Padre ha tomado esta decisión excepcional en conciencia y por el bien de la Iglesia. El Santo Padre ha ejercido su ‘potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmedia- ta y universal en la Iglesia’ (Código de Derecho Canónico, canon 331), consciente de su servicio al pueblo de Dios como sucesor de San Pedro. El decreto, firmado por el Papa el jueves 27 septiembre de 2018, entró en vigor automáticamente desde ese mismo momento, y comporta también la dispensa de todas las obligaciones clericales. Ha sido notificado a Kara- dima Fariña el viernes 28 de septiembre de 2018». Unas horas más tarde Greg Burke, portavoz del Vaticano, explicó que la deci- sión se tomó porque “estábamos ante un caso muy serio de podredumbre y había que arrancarlo de raíz”. Las marcas de un pasado tenebroso de un hombre sin pudor, de un manipu- lador de conciencias, de un abusador, están comenzando recién a quedar atrás, aunque queda mucho por caminar. Las víctimas con sus golpes de auxilio, con sus penas a cuestas, pero con su entereza de hacer justicia, están cada día más presentes en nuestra realidad nacional y no pierden la esperanza de que todo esto avance por el cauce de la verdad y la reparación. Ante la barca a la deriva, se levantan los ojos al cielo y se grita, se llora y se buscan causas: la formación, la dictadura, el dejar estar y otras más; se mira el presente con la espera de seguir avanzando en la verdad y justicia por estos abusos, y se escuchan los perdones en los tímpanos de las iglesias. Chile, país que se levanta permanentemente de la miseria, de los desastres naturales, de los miedos de soledades encumbradas. Sí, Chile es un país que necesita creer, pero creer en una Iglesia fuerte y digna, donde la primacía es Cristo en el Centro, donde la esperanza de la Buena Nueva se haga carne todos los días. ¿Es Chile un país católico? Preguntaba san Alberto Hurtado a mediados del siglo XX. Lo que sí podemos asegurar, es que por delante está la gran tarea que 259 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

infunde la construcción de una nueva Iglesia, que obligatoriamente debe nacer de la verdad y de la entrega irrestricta del pueblo de Dios, en la cual hombres y muje- res unidos en comunión, deberán tomar el timón de esta barca y llevarla a puerto seguro, en donde la dignidad de la persona humana sea centro del porvenir de un Cristo fundido en nuestro mundo cotidiano.

Notas * Doctor en Historia 1 Carla Cordua, Sloterdijk sobre la verdad”, Estudios Públicos, 111, invierno de 2008. 2 Para un mejor estudio del caso ver: Hugo Rodolfo Ramírez Rivera, “La cuestión del Colegio San Jacinto y sus consecuencias políticas, sociales y religiosas, 1904·1905”, Revista de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1983. Pp. 193-234. 3 Comité Permanente Conferencia Episcopal de Chile, Horas dolorosas llaman a la conversión, 5 de no- viembre de 2002. 4 Ver, Marcial Sanchez Gaete, (Dir.), Historia de la Iglesia en Chile, Tomo V, “Conflictos y esperanzas. Remando mar adentro”, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2017, pp. 774-778. 5 http://ciperchile.cl/2010/12/01/habla-primer-investigador-eclesiastico-de-karadima- %E2%80%9Cel-caso-me-daba-asco%E2%80%9D/ 6 http://documentos.iglesia.cl/conf/documentos_sini.ficha.php?mod=documentos_ sini&id=4058&sw_volver=yes&descripcion= 7 Ricardo Ezzati es nombrado Arzobispo de Concepción, cargo que ejerció hasta principios del 2011 en que fue nombrado Arzobispo de Santiago en reemplazo del Cardenal Francisco Javier Errázuriz, quien hacía casi tres años había cumplido el límite de edad. 8 http://documentos.iglesia.cl/conf/documentos_sini.ficha.php?mod=documentos_ sini&id=4099&sw_volver=yes&descripcion 9 http://www.emol.com/noticias/nacional/2010/10/28/444098/cardenal-errazuriz-admite-al-nyt-que- inicialmente-no-creyo-en-denuncias-contra-karadima.html 10 Las cartas de cada uno de dichos sacerdotes pueden leerse en: https://ciperchile.cl/2013/08/08/las- cartas-que-obispos-y-sacerdotes-leales-a-karadima-enviaron-al-vaticano-para-exculparlo/ 11 http://recortes.iglesia.cl/recorte.php?id=12467 12 Documentos Conferencia Episcopal de Chile, Declaración pública, 06/04/2011, Punta de Tralca. 13 http://recortes.iglesia.cl/recorte.php?id=13040 14 Documentos Conferencia Episcopal de Chile, Declaración pública, 10/01/2015, ciudad de Osorno.

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Josefina Martínez, Consejo Nacional de Prevención: “Estamos en el terreno de tratar de reparar lo irreparable, y por eso debemos ponernos al servicio de las víctimas”

María Soledad Herrera Fernández Periodista

La psicóloga clínica describe la profundidad del daño y del dolor de quienes han sufrido abuso y encubrimiento, así como el tipo de relacio- nes que facilitan estos crímenes. Y advierte que estas personas muchas veces padecen más por la incomprensión y poca acogida que por el mismo abuso. Es ahí cuando “la víctima vuelve a ser víctima”, denuncia.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, cuando en Europa se agotó el análisis sobre los atropellos a los derechos de las personas por parte de los Estados, se dio paso a la conversación sobre los atropellos a los derechos de las personas en el ámbito privado. Lo mismo pasó en Chile alrededor de 1992, justo cuando Josefina Martínez comenzaba a ejercer como psicóloga clínica. Ya instaurada la democracia y la protección de los derechos humanos, aparecieron por primera vez con fuerza el maltrato infantil y el abuso sexual como problemas a resolver en la vida pública de nuestro país. Desde entonces le tocó interiorizarse en el acompañamiento de personas afec- tadas por este sufrimiento, pero solo llegó a trabajar en el ámbito eclesial 20 años después, cuando en 2011 se formó el Consejo Nacional de Prevención de Abusos y Acompañamiento de Víctimas, más de un año después del estallido del caso Karadima. La fecha de la formación de dicho consejo demuestra que “la Iglesia ha llegado mucho más tarde que la sociedad civil a trabajar en este tema”, según esta psicóloga que, además, junto a otros laicos y consagrados, integra el Servicio de Escucha y Acogida para víctimas, instaurado por la Misión Scicluna tras investigar y develar una extendida práctica de abusos sexuales y en- cubrimiento en la Iglesia en Chile. 261 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

¿QUÉ FACTORES FACILITAN O, POR EL CONTRARIO, PREVIENEN QUE UNA PERSONA SEA VÍCTIMA DE UN DEPREDADOR SEXUAL? Hay que ser muy cuidadosos en no estigmatizar a las personas que puedan ser víctimas. No hay que señalar ciertos rasgos que puedan hacer a una persona más “abusable”, porque la vulnerabilidad está mucho más dada por la pre- sencia o ausencia de una red de apoyo que por las características persona- les. Además, algunos autores incluso señalan que la sola condición de ser niño o adolescente pone en riesgo, porque hay una asimetría de poder respecto de un adulto, y si ese adulto quiere abusar, lo logrará. Por ejemplo, es más vulnerable una persona que ha sido sometida a una educa- ción sumamente autoritaria, donde desde niño ha aprendido a obedecer siem- pre y sin cuestionar nada, donde ha aprendido que disentir o tener dudas es algo sancionado, porque no está bien. También ocurre con alguien que se ha desarrollado en ambientes relacionales muy cerrados, donde el intercambio de opiniones está prohibido porque amenaza la forma imperante de la realidad. Esas personas, como niños, adolescentes o adultos sí serán presa fácil de un abusador, porque el abusador les va a decir “la vida es así” y ellos obedecerán a esa autoridad irrestrictamente, sin ninguna capacidad crítica.

ENTONCES, ¿CÓMO SE PUEDE REDUCIR DICHA VULNERABILIDAD? Cuando trabajamos en prevención de abusos planteamos muy claramente que más que enseñarles a los niños que nadie puede tocar o mirar sus partes privadas -porque difícilmente un niño se lo podrá impedir a un adulto conocido y de confianza-,lo que hay que enseñar a los niños es a desarrollar el sentido crí- tico. Algunos adultos tenemos terror de esa palabra, porque igualamos sentido crítico con rebeldía, y no son lo mismo. El sentido crítico es la capacidad de pensar y de registrar nuestros malestares y sensaciones, y ese es un apren- dizaje del que culturalmente privamos a los niños desde muy temprano. Por ejemplo, si un niño se cae, automáticamente le decimos “no dolió”, “no llores”, “ya pasó” o “no te enojes”, y así los vamos despojando de su capacidad de regis- trar sus malestares. Esta forma de educar sumada a privarlos de su capacidad de pensar, de usar su propia cabeza, de pensar críticamente, da como resultado la herramienta perfecta para hacerlos proclives a un abuso. Lo lógico sería decirles “¿Estás bien? Te caíste y lloras porque te dolió”, porque eso reconoce lo sucedido y le permite identificar sus sensaciones. 262 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

Entonces no son solo las características de la personalidad, sino además los estilos de crianza, los estilos relacionales y los estilos de autoridad a los que ha sido sometido el niño lo que lo hace más vulnerable frente a un potencial abusador.

¿Y QUÉ OCURRE EN EL CASO DE UN ADULTO? Ocurre lo mismo. Lo que ha sido más difícil de hacer entender a lo largo de estos años, es el abuso a mayores. Si a la gente le cuesta entender el abuso adolescente, mucho más les cuesta comprender el de adultos. Si respecto a los adolescentes uno escucha “bueno, pero ya tiene 17 años, ya es grande- cito”, entonces respecto a los mayores el abuso todavía es considerado por muchos personeros de Iglesia y de laicos como una actividad consentida. Pero los adultos pueden ser y son víctimas de abuso. En aquellos grupos donde la autoridad o el control está concentrado en una sola persona y eso se valida como algo normal, los adultos se vuelven tremendamente vulnerables, sobre todo cuando están en una condición vital de vulnerabilidad. Por ejemplo, en- tramos en un escenario de abuso cuando un adulto está pasando por una crisis personal, busca ayuda y se encuentran con alguien que sí lo comprende, pero que luego erotiza los vínculos. Si miramos los casos de abuso dentro la Iglesia, hemos sido un laicado bastante infantilizado, donde la figura del pastor se ha endiosado. No con- siderábamos posible que un sacerdote cometiera errores, porque nos olvida- mos de la dimensión humana de esa persona. Les atribuimos características de bondad absoluta. Por eso, lo que decían y hacían no se cuestionaba, y cuando se les empezó a acusar de abuso no se podía concebir que fuera verdad. Enton- ces, con un laicado que todo se lo preguntaba al sacerdote, que toda decisión la sometía a su opinión y le hacía caso irrestrictamente, finalmente se terminó favoreciendo el abuso.

¿ENTRE LOS MAYORES DE EDAD, SE DA MÁS EL ABUSO EN OTROS PLANOS QUE NO SON EL SEXUAL? Sí, porque hay que tomar en cuenta que todo abuso, incluso el sexual, están bajo el gran paraguas que es el abuso de poder. Y en la Iglesia, dentro del abuso de poder, se da mucho el abuso de conciencia. El drama es que no 263 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

es visto como abuso. Cuesta visibilizarlo como algo que está mal. El abuso de conciencia es robarte tu conciencia, tratar de cambiar tu conciencia por la mía, donde yo te digo lo que está bien y lo que está mal. Se da cuando otro dictamina lo que tienes que pensar, sentir y hacer, porque sabe lo que es bueno para ti y tú no: “Si tú quieres estar bien, me tienes que hacer caso”. Por eso hoy día se hace la diferencia entre acompañamiento espiritual y dirección espiritual. Hay que preocuparse de que no sea solo un cambio de nombre o de lenguaje, sino que también sea un cambio en la práctica. Acom- pañar significacaminar junto a, es decir, caminar junto a ti y no delante de ti, ayudándote a pensar en el camino de vida que estás tomando. La palabra dirección comienza a ser peligrosa cuando yo como tu director espiritual siento que soy el que tiene que ir adelante y mostrar el camino, y tú tienes que ir por donde yo te digo.

¿CUÁNDO PODEMOS AFIRMAR QUE HAY MANIPULACIÓN DE CONCIENCIA? Hay manipulación de conciencia cuan- do se te despoja de tu capacidad de dis- cernir, de plantearte críticamente frente a las cosas, de tomar tus propias decisio- nes, cuando alguien coloniza tu mente y tu alma. Y llevado a casos extremos, como lo es el de Fernando Karadima, diciéndo- te cómo te tienes que vestir, con quién te tienes que juntar, con quién no puedes ha- blar, con quién te tienes que confesar. Esa fue una manipulación extrema en que él asumió el control completo sobre la vida de las personas. El abuso de conciencia se da también en IMAGEN GENTILEZA ARZOBISPADO DE SANTIAGO ARZOBISPADO GENTILEZA IMAGEN el plano espiritual cuando se utilizan las creencias o elementos de la religión para manipular. Por ejemplo, cuando la persona advierte “padre, creo que esto no está bien” y el sacerdote te contesta “no seas así, te está entrando el mal espíritu, el demonio te está haciendo dudar”, 264 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

etc. No es pecado tener inquietudes, dudar, y hacerlo no significa estar siendo manipulado por fuerzas demoníacas. Así, hay muchas instancias en las que se da la posibilidad de abusar.

¿EL ABUSO SEXUAL SOLAMENTE SE COMPRENDE DESDE LA DIMENSIÓN FÍSICA? Abuso sexual es una palabra compuesta y usualmente solo nos quedamos con la palabra sexual, porque es la que más nos escandaliza. Cuántas veces uno es- cucha que la discusión se queda en si hubo penetración o no, como si eso fuera lo único importante en un caso de abuso. Y la verdad es que el contacto físico es solo una de las dimensiones del abuso sexual, porque de hecho hay abu- sos sexuales sin contacto físico, pero con insinuaciones verbales, conductas exhibicionistas, conductas voyeristas, etc. El abuso sexual no es solo que al- guien se metió en tu cama, sino quién es ese alguien que se metió en tu cama. Por eso lo más doloroso es la palabra abuso, que incluye el abuso de poder, que es la traición a la confianza al subvertir una relación que tenía que ser de guía, de cuidado y respeto, y en la que el otro pasó a ser utilizado. En el caso de los abusos en la Iglesia, si un sacerdote abusa de ti, ¿en quién más vas a poder confiar? Se daña la capacidad de confiar en el mundo, en las personas, en un Dios bueno que permite que pasen estas cosas. Si no hemos vivido en carne propia el ser víctimas de abuso, nunca vamos a terminar de captar en toda su magnitud el sufrimiento que significa. Y yo noto que hay mucha incomprensión. Tantas veces se escucha “bueno, pero si fue una tocadita, si ni siquiera alcanzó a darle un beso, si fue una mano acá”, etc. Tenemos que dejar de ver el abuso solamente en su dimensión física. Verlo en la dimensión de abuso de poder y cuando es en la Iglesia, de traición en la confianza, de un atropello a la fe, porque a la víctima se le despoja de la fe y de su relación con la Iglesia.

USTED DICE QUE HAY MUCHAS INSTANCIAS EN LAS QUE SE DA LA POSIBI- LIDAD DE ABUSAR, ¿ES LA CONFESIÓN UNA DE ELLAS? Hay áreas de riesgo, y si tú miras la casuística, la Confesión es parte del área de riesgo. A pesar de que en algunos colegios y parroquias hay prevencionistas de riesgos que revisan los lugares, instalan vidrios y cámaras, con eso no se está disipando en gran medida el peligro. Porque tenemos que entender que 265 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

cuando estamos hablando de abusos de poder, mucho más peligrosos que los lugares son las relaciones de riesgo. Y esas relaciones de riesgo son las que tenemos que aprender a identificar. Cuando uno se va a confesar va a pedir perdón por sus pecados y a buscar una palabra de aliento para salir adelante. Si una persona sale de un confesionario sintiéndose la peor de las peores, empequeñecida, eso no está bien. En esos casos hay que registrar lo que a uno le pasa, porque ahí hay algo que está mal. En la Confesión también se supone que hay alguien que va a referir sus faltas y no otro que va a interrogar. Por años los chiquillos se reían y contaban de sa- cerdotes que preguntaban de su intimidad sexual, claramente transgrediendo espacios y buscando la excitación sexual. Eso es un abuso y, afortunadamente, hoy ya hay conciencia de que eso no es gracioso, no está bien y de que es peor si, además, besa o toca al chiquillo. Todo esto es un delito al que se suma el aprovechamiento de la posición del que se confiesa, quien contando sus peca- dos hace un acto de humildad y se muestra vulnerable frente al otro.

A LOS SACERDOTES LES HAN ENSEÑADO QUÉ CORRESPONDE DENTRO DEL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN, PERO NO SE LO HAN EXPLICADO A TODOS LOS JÓVENES Y NIÑOS. ¿ELLOS SABEN LO QUE UN SACERDOTE PUE- DE Y NO PUEDE PREGUNTAR? Tienen que saber que no les pueden preguntar si se han masturbado, ni cuán- tas veces o si tienen relaciones con la polola. Si un joven no se está confesando de eso, no se lo pueden preguntar. ¿Un joven sabe eso o piensa que porque el sacerdote es una autoridad espiritual se lo tiene que contestar? ¿Un niño de nueve años sabe que no se puede sentar en las rodillas de nadie? Si estudiamos cómo ocurren los abusos en nuestra Iglesia y queremos prevenir adecuadamente, los ámbitos donde hay que trabajar son la catequesis, las pas- torales juveniles, el acompañamiento espiritual, etcétera, enseñando cuáles son los límites, qué se espera y qué no. De eso se trata ser un laicado más adulto.

¿QUÉ HACE QUE UNA PERSONA PERMANEZCA EN UNA SITUACIÓN DE ABUSO? Hay muy buenas razones para que una persona no cuente o para que tenga dificultades para salir de esta situación. Si está en un grupo muy cerrado, como la Parroquia de El Bosque, por ejemplo, es muy difícil tomar concien- 266 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE cia, porque el mundo que rodea a la víctima es homogéneo. Allí, por ejemplo, se celebraban reuniones en la que se humillaba públicamente en un juicio de pares al que se equivocaba. A muchos no les gustaban y les aterraban, pero pensaban que tenían que ser así, aunque a ellos no les gustara, porque se ha- cían “por su bien”. Cuando hay prácticas abusivas de poder, aún sin llegar a lo sexual, es muy difícil darse cuenta de ellas si no se tienen parámetros de contraste. Hay gente que sí se pudo salir de El Bosque porque alguna vez fue a una reunión con un grupo diferente, de otra congregación, por ejemplo, y vio que había formas diferentes de vivir la fe, otro tipo de sacerdotes, otro tipo de laicos, y gracias a eso pudo tomar distancia, tener parámetros de contraste y comparar. Por eso, frente a los grupos cerrados, con características de secta, en que andan todos uniformados, usan el mismo lenguaje, van a las mismas par- tes, uno tiene que decirse “aquí algo no anda bien”. También es difícil tomar conciencia porque lo primero que se gana un abu- sador es la confianza de la víctima, no se aprovecha de un momento a otro, sino que ha preparado el terreno. Así, cuando entra en el plano de lo sexual y empieza a cometer actos abusivos, usualmente lo que pasará es que para conservar la figura del ídolo como alguien bueno, admirable o santo, el primer mecanismo de la víctima será echarse la culpa diciéndose “soy un mal pensado”, “soy yo el que tengo que estar mal”, “me estoy pasando rollos”. O más grave aún, pensando “algo malo tiene que haber en mí para que yo haya tentado a este pobre hombre que es pura bondad”. Esta situación enfrenta a la víctima al horror y los seres humanos no siempre tenemos la capacidad de enfrentar el horror, por lo que es posible que el abusado trate de disociar el hecho que le es impensable y lo envíe a otro lado de la conciencia. Y aunque el acto se repite, la víctima probablemente no logra salir de esto y no puede ponerle nombre a lo que le está pasando. Es tan espantoso lo que le están haciendo, que es muy difícil nombrarlo, es muy difícil que alguien diga “esto es abuso sexual”. Llegar a formularlo con palabras es un gran paso. Si cuando chicos nos costaba contarle a la mamá que nos portábamos mal, hay que imaginarse lo difícil que es poder decir que están abusando de uno cuando, además, el abusador se ha encargado de con- fundir y manipular. 267 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

¿ES UN MODO DE SACAR PARTIDO Y CONTROLAR A LA VÍCTIMA? El abusador es muy hábil para inducir la complicidad y silenciar a la víc- tima. Tiene una serie de tácticas para hacer sentir a la víctima que ella es partícipe de lo que hace, que es culpable y cómplice. Le ha dicho, por ejemplo “tú me estabas mirando, así es que tú querías que yo viniera” o “esto que estamos haciendo no se lo vamos a contar a nadie”. Al usar el verbo en plural, el niño, joven o adulto se siente culpable y, además, le da una orden para silen- ciarlo. Ese silenciamiento también puede ser del tipo “es tu palabra contra la mía” o “si tú cuentas esto yo voy a contar el pecado que tú me dijiste”. De verdad hay que entender los abusos sexuales prolongados, los que se perpetúan en el tiempo, como un verdadero lavado de cerebro. Es tan así que una víctima incluso puede llegar a irse sola a la pieza del abusador, sin una orden de por medio. A veces, basta con un simple y sutil gesto. Por ejemplo, si cada vez que la víctima se demora o no quiere acceder a las apro- ximaciones del abusador, este se pone mal genio y agresivo con los hermanos menores de la víctima, y esa niña aprende que la única manera de calmar a este hombre es sacrificándose ella misma. Entonces sufre la paradoja de no tener poder para salirse de esa situación y de tener poder para controlar la conducta del abusador. El caso de James Hamilton es lo mismo. Cuando se habla de adultos cuesta creer que puedan ser abusados, pero lo que pasa es que él estaba “programado”, había sufrido un lavado de cerebro. James Hamilton lo ha dicho en entrevis- tas, que él fue capaz de rebelarse cuando estando en la Parroquia de El Bosque perdió de vista a su hijo, lo encontró en la pieza con Fernando Karadima y en ese momento él despertó y se dijo “a mi hijo no”.

¿HAY PISTAS QUE PUEDAN AYUDAR A DETECTAR SITUACIONES DE ABUSO? No es fácil, porque los indicadores de abuso son inespecíficos y no hay ningu- no que esté siempre presente y se repita en todos los casos. Lo que sí se repite es que las víctimas son culpadas por sus síntomas. Cuando aparece una víctima, al mismo tiempo se presenta gente que la critica y descalifica su testimonio con comentarios tipo “es una persona desequilibrada”, “mira cómo habla”, “yo le conozco tantas cosas”, etc., y son estigmatizadas y tratadas de lo- cas. Estos comportamientos son mecanismos de protección social. Debemos 268 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

aprender a detenernos antes de juzgar a una persona por las conductas que exhibe y preguntarnos qué dramas puede haber detrás. Las mismas víctimas describen el camino de superación que recorren como arduo, largo, doloroso, difícil, asustador, de abismos, lleno de esco- llos y retrocesos. Reconocerse como víctima al ver una película, al leer un artículo de una revista, al escuchar un programa de radio, decir “eso mismo me pasó a mí y se llama abuso sexual”, hablarlo con alguien de confianza, esos son los primeros pasos del camino. Hay gatillantes que pueden empujar a tomar conciencia de que se está siendo abusa- do, pero en vez de esperar un gatillante, la toma de conciencia se hace mucho más fácil cuando la persona logra ha- blar, y cuando hay un otro que le pone un nombre a lo que vive la víctima y le DE SANTIAGO ARZOBISPADO GENTILEZA IMAGEN hace ver que está siendo abusado. El camino de la superación es un camino que no se puede recorrer en soledad porque siempre requiere un otro, alguien que te crea, te valide, te reconozca como víctima y como persona. Las víctimas son personas que necesitan que les reconozcan que no les creyeron, que no los escucharon, que los dejaron botados por años. Cuando piden indemnizaciones buscan reconocimiento, porque la plata pasa a ser un símbolo para admitir que con ellos no se actuó como se debía. Lamentablemente, a veces llega un momento en que es muy tarde, que cuando nos hemos demorado tanto ya casi nada basta.

¿QUÉ PASA CUANDO A UNA VÍCTIMA NO SE LE CREE? Eso es fatal. Es un segundo abuso, hay una revictimización. Yo me atrevo a decir casi sin temor a equivocarme que las víctimas de abusos sienten más dolor por lo que hacen y no hacen los terceros, que por lo que hace el 269 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

mismo abusador. Las personas, en general, no esperan nada de quien abusó de ellos, pero esperan todo de los terceros: esperan de las autoridades que las protejan, esperan de los papás que las protejan. A veces, también sucede que a quienes han sido abusados sí les creen, pero no les ayudan, o los culpan o estigmatizan. Y todo eso es revictimizar, es victimización secundaria. La víctima vuelve a ser víctima. Tenemos que comprender, entonces, que el daño del abuso no es causado solo por las acciones del abusador. Los terceros podemos sanar o aumentar el sufrimiento. Y las víctimas se enojan mucho más con los terceros que con los victimarios. Es lo que pasan con los denunciantes de Fernando Karadima respecto de monseñor Errázuriz y monseñor Ezzati.

¿CÓMO SE EXPLICA QUE UNA VÍCTIMA DE UN MIEMBRO DE LA JERARQUÍA DE LA IGLESIA ESTÉ DISPUESTA ACERCARSE A UN SACERDOTE PARA HA- BLAR DE SU ABUSO? Los sacerdotes reciben permanentemente durante la confesión develaciones de abuso, y se dan cuenta de que a esa persona no la verán nunca más, pues buscó intencionadamente a un presbítero lejano a su círculo, a alguien que no conocían. Esos sacerdotes se preguntan “¿Qué hago yo para ayudar a esa persona en cinco minutos?”. Para empezar, es fundamental comprender que esa víctima está mencionan- do el asunto en confesión porque se siente culpable y está confesando un pecado. Lo primero, entonces, es que el sacerdote le libere de culpa y le explique que no tiene nada de qué confesarse, que el pecado lo ha co- metido el abusador, que él o ella es la víctima. Luego pasar a agradecer la confianza, mostrarle su valentía al acercarse y ponerle el nombre de abuso a lo que le está pasando. Ojalá, además, invitarle a denunciar y ofrecerse para seguir en contacto. Los sacerdotes son rápidos para derivar a las personas donde una sicóloga o un abogado y eso está muy bien. Pero para la víctima es gravitante que no se le deje sola. Además de la compañía profesional necesita compañía en el plano humano. La persona se tiene que sentir escuchada y saber que su contraparte entiende que su sufrimiento es hondo, que se le va a acompañar y que, si la llegan a derivar, no la están dejando sola ni se están deshaciendo 270 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

de ella, sino se va a querer saber cómo le fue y seguir en contacto. Hay que estar dispuesto a no huir del dolor de acompañar a alguien. La queja de la mayoría de las víctimas es “yo conté y me dejaron solo, nunca más nadie me preguntó ni me informó de nada”. Y, por último, tampoco se puede dejar de tener presente que hay que alentar la denuncia de abuso. Y en ese sentido es tan importante comentar que todavía hay sacerdotes, aunque cada vez menos, que muy bien intencionadamente invitan a las víctimas de abuso a guardar silencio. Lo hacen pensando que a la persona le va a doler más o va a revivir su sufrimiento al hacerlo público, o que va a afectar a su familia en vez de permitir que el tiempo sane sus heridas ¡El tiempo no cura todo! En esto el paso del tiempo no es terapéutico. Es impactante ver a una persona que sufrió abusos hace 40 años y hoy llora como si hubiera sido ayer. Pedir que no lo cuenten es coludirse con el vic- timario y condenar a la víctima a no sanarse. Es injusto pedirle a una víctima que se siga sacrificando por un bienestar mentiroso del entorno, a costa de ella, muriendo sin decir nada o llegando incluso a suicidarse por no poder cargar con ello.

¿CÓMO SE EXPLICA QUE LAS PERSONAS PUEDAN CALLAR O INCLUSO “OL- VIDAR” POR TANTO TIEMPO EL SUFRIMIENTO DEL ABUSO? La disociación lo explica en parte, pues se trata de un mecanismo protector que tiene la mente cuando hay hechos demasiado horrorosos que la persona no está preparada para enfrentar en ese minuto. Lo que hace la mente es que los disocia, es decir, los envía fuera de la conciencia. Y hay distintos tipos de disociaciones como, por ejemplo, la víctima que dice que cuando abusaban de ella era su cuerpo el que estaba presente, pero que su mente estaba en otra parte, que estaba como desdoblada. O las víctimas que cuentan que olvidaron el abuso por mucho tiempo. Todos esos ejemplos de disociación funcionan hasta que años más tarde un evento gatilla el recuerdo.

¿QUÉ FAVORECE QUE LA PERSONA PUEDA HABLAR? Creo que para que las personas estén dispuestas a hablar, lo primero es po- ner el tema: en los colegios, en las parroquias, en la comunidad, en el grupo scout, en las charlas matrimoniales, en las catequesis, en todos los espacios 271 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

eclesiales. Tiene que quedar el mensaje que en este lugar estos temas se ha- blan. Eso es romper el silencio, porque los abusadores sacan provecho del silencio. Cuando los temas se abren se permite ponerle un nombre a la vivencia de las víctimas para que reconozcan lo que les sucede y luego lo puedan contar. Usualmente las denuncias tienen un componente muy altruista que a mí me emociona profundamente. Las personas vienen a denunciar por varios moti- vos, por ejemplo, para que esto no le pase nunca más a nadie, y porque si así fuera no podrían vivir con el peso de su conciencia de que por su silencio no se salven algunos. Y lo otro que mueve a la denuncia, y que no es un afán de venganza, es el poner el propio sufrimiento al servicio de otro. También hay que hablar del tema en la Iglesia, porque el conversarlo permite a los pastores mostrar su postura pro-víctima. A veces en homilías hay sacer- dotes que se lamentan de que “hay personas que quieren aprovecharse de los casos de abuso para hacer daño a la Iglesia”, y eso solo causa más daño y cierra las puertas para que las víctimas se acerquen. Esto tiene que ver con que se denuncien los atropellos y las injusticias y no con hacer daño. En la Iglesia sale mucho más natural recibir a una víctima que está sufriendo y consolarla. Pero, como dice Jorge Barudy, el indignado es aquel que está en la lucha por recu- perar su dignidad. Y por eso te encuentras con mucha gente enojada, que no se le ha recibido bien en la Iglesia porque se piensa que le quieren hacer daño solo porque están indignados. Nos ha faltado humildad, porque en vez de acoger y escuchar a esta gente a la que se la quebrado la biografía, lo que hemos hecho es defendernos.

¿Y PARA SANAR ESO HABRÍA QUE PEDIR PERDÓN? Tenemos que comprender que estamos en el terreno de tratar de reparar lo irreparable, y por eso debemos ponernos al servicio de las víctimas ha- ciendo lo posible para que puedan cicatrizar sus heridas y que estas les duelan menos. Por eso quieren que se les oiga, que se sepa la verdad, que se les reconozca, que se les pida perdón como corresponde. Lamentablemente las palabras perdón y vergüenza ya está demasiado mano- seadas. Se pide perdón por lo que uno mismo ha hecho y las palabras se diri- gen a alguien: Porque no creí en su momento, porque no pensé que era tan 272 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

grave, porque no supe ver lo que pasaba, porque no me di cuenta, etc. Y el pedir perdón, además, se acompaña de medidas concretas, porque si no, no sirve. Eso es lo que ha pasado con el Papa, porque pidió perdón, hay cinco obispos menos, se anunciaron medidas de corto mediano y largo plazo, pero nadie tiene idea si estamos en las de corto plazo o ya cumplimos con las de mediano plazo. Nadie tiene idea de nada, nadie conoce el itinerario, entonces las víctimas se preguntan “qué fue esto”. Creo que en nuestra Iglesia tenemos una cultura que evita conflictos, que sobrevalora la armonía, que no permite desmarcarse y que hace sentir culpable o en pecado a quienes no están de acuerdo con la autoridad. Uno sí puede decir “yo no estoy de acuerdo con que esto se haya hecho así”, “yo no estoy de acuerdo con que se ocupe de nuevo las palabras dolor y vergüenza”. Hacer eso es muy difícil porque tenemos que estar todos de acuerdo. Y por eso nos acusan de defensa corporativa. Entonces, efectivamente, hay un excesivo cuidado por el buen nombre de la Iglesia que está cada vez más manchado y que es justamente de lo que nos acusan, de poner a la institución antes que a las personas. Hay una reacción diferente por parte de las víctimas cuando un pastor humilde dice que sí lo hicimos mal, que sí nos equivocamos, que sí se llegamos tarde. Sé que muchos que lo han hecho.

¿QUÉ TIENE QUE HACER UN SACERDOTE PARA TRANSMITIR CONFIANZA Y, ADEMÁS, ESTAR TRANQUILO FRENTE A SUS FELIGRESES? Es difícil ser sacerdote hoy. El camino sería fomentar la mayor participa- ción posible del laicado, que todo sea transparente y contribuir a educar en la confianza lúcida, de la que hablan en la Fundación para la Confianza. Hay que seguir ciertas normas como, por ejemplo, que un adulto nunca esté solo con un niño y que al menos haya alguien más. Para no caer en paranoias de desconfianza, educar en cuáles son los límites de una relación sana. Por ejemplo, conversar en conjunto con los acólitos y los padres de los acólitos respecto a qué se puede hacer y qué no se puede hacer. Eso a nivel parroquial, y a nivel más macro hay que hacer lo que ha pedido el Papa a las Conferen- cias Episcopales, que todo agente pastoral y sacerdote tenga una formación mínima en temas de abuso y luego continuar en actualización permanente. Se entiende el cansancio y lo golpeados que están los sacerdotes hoy día, la

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rabia que da que la Iglesia sea conocida por los abusos y no por el bien que hace, pero el abuso es un tema que ha estado callado por demasiados años y eso tiene su precio. Mientras más se hable es mejor.

Departamento de Prevención de Abusos Conferencia Episcopal de Chile [email protected] Teléfono: 56-2-23.47.09.27

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Naturaleza y rol del Administrador apostólico

Francisco Walker Vicuña, pbro.*

En las últimas semanas el Papa Francisco ha nombrado cinco Administradores apostólicos en Chile para regir las circunscripciones de Valparaíso, Rancagua, Talca, Osorno y Puerto Montt. Ellos se suman al Administrador apostólico de Valdivia, nombrado a mediados del año 2017, al quedar vacante dicha sede epis- copal por la promoción de su titular al arzobispado de Antofagasta. Es una situa- ción inédita, originada a raíz de la grave crisis producida por los abusos sexuales y de poder que han remecido la Iglesia en Chile. A lo largo de los párrafos que siguen, intentaremos delinear la figura del Administrador apostólico, su sentido y atribuciones, a la luz del Derecho de la Iglesia.

1. ALGUNAS DISTINCIONES Debemos distinguir, ante todo, entre el administrador apostólico que rige una ad- ministración apostólica erigida de manera estable, y el Administrador apostólico que rige de modo interino una diócesis u otra circunscripción asimilada a ella (cf. c. 368). En ambos casos, el administrador es un Ordinario (cf. c. 134) que rige una determinada porción del pueblo de Dios y, como lo indica el calificativo de ‘apostólico’, lo hace de modo vicario, a nombre del Sumo Pontífice. La diferencia es que en el primer caso lo hace de modo estable, mientras que en el segundo caso, de modo interino. Pero por mucho que estemos ante una administración estable –o permanente, como se decía en el Código anterior– el que se trate de una ‘administración’ nos indica que no es el deseo de la Iglesia que la figura sea perpetua, ya que cesando las excepcionales circunstancias que la originan, debería constituirse una estructura ordinaria de gobierno.

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El Código de Derecho Canónico define la administración apostólica erigida de manera estable como «una determinada porción del pueblo de Dios que, por razones especiales y particularmente graves, no es erigida como diócesis por el Romano Pontífice, y cuya atención pastoral se encomienda a un Administrador apostólico que la rija en nombre del Sumo Pontífice» (c. 371 §1). Es una figura que responde a circunstancias muy excepcionales que impiden en un determinado lugar la cons- titución de las estructuras ordinarias de gobierno de la Iglesia, cuando a la vez es necesario proveer a la cura pastoral de los fieles del lugar. Estas circunstancias que el Derecho califica de ‘especiales y particularmente graves’ han sido en el último tiempo de tipo político o de tipo ecuménico. «El pastor propio de la administra- ción apostólica es el Romano Pontífice, de quien el Administrador, no necesariamente investido de la condición episcopal, ostenta vicariamente el poder»1. Este Administra- dor, aun cuando no goce del carácter episcopal, detenta, sí, la misma potestad de gobierno de un Obispo diocesano, salvo que expresamente se diga otra cosa. Re- visando el Anuario Pontificio de este año 2018, existen actualmente en la Iglesia ocho administraciones apostólicas con carácter territorial y una administración apostólica personal2. A efectos de comprender mejor la situación de la Iglesia en Chile, nos centra- remos en analizar la segunda situación, que es la de la situación canónica en que puede encontrarse transitoriamente cualquier circunscripción eclesiástica cuando el Santo Padre ha designado para ella un Administrador apostólico.

2. EL ADMINISTRADOR APOSTÓLICO COMO ORDINARIO INTERINO Esta figura surgió históricamente en la baja Edad Media, cuando consta de al- gunos Pontífices que, ante particulares circunstancias que desaconsejaban seguir las normas ordinarias de provisión de una sede vacante, la encomendaron a un Vicario suyo. El Papa Bonifacio VIII declaró reservada esta potestad a la Sede Apostólica. A partir del s.XV, tanto el legislador como la doctrina fueron desarro- llando el estatuto jurídico de los administradores3. Al referirnos a esta administración temporal, debemos distinguir nuevamente dos posibilidades diversas: la figura del Administrador apostólico ‘sede plena’ y el Administrador ‘sede vacante’. Ninguna de ellas constituyen el régimen normal de gobierno interino de una Iglesia particular, y, por lo mismo, no están contempla-

276 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2017 d ACTUALIDAD PASTORAL das directamente en el Código de Derecho Canónico, pero sí hacen parte de la praxis de la Sede Apostólica. Un Administrador apostólico ‘sede plena’ es una figura excepcionalísima, que se da cuando el titular de una circunscripción eclesiástica sigue detentando el oficio, pero por particulares circunstancias le es difícil ejercerlo de hecho (p. ej. motivos de salud), o no conviene que lo haga (p. ej. si está siendo investigado penalmente). No es exactamente el caso de la sede impedida, regulada en los cc. 412–415, lo que no quita que en tal situación también la Santa Sede podría pro- veer mediante un Administrador apostólico ‘sede plena’ (cf. c. 413 §1). En todos estos casos, la Sede Apostólica puede nombrar un Administrador apostólico que goza de todas las facultades para el gobierno de dicha circunscripción, conser- vando el titular solo el oficio y quedando suspendidas sus facultades de gobierno. Hace algunos años se dio esta situación en la arquidiócesis de Santiago. Estando el Cardenal Carlos Oviedo Cavada, entonces Arzobispo, muy enfermo, la Santa Sede nombró a monseñor Sergio Valech Aldunate como Administrador apostó- lico ‘sede plena’, con la fórmula ‘nunc et pro tunc’, es decir, a partir de la fecha, hasta que se le aceptara la renuncia a don Carlos Oviedo4. La figura que más nos interesa para nuestro estudio es la del Administrador ‘sede vacante’. Una diócesis u otra circunscripción asimilada a ella puede quedar vacante por fallecimiento de quien la regía, por renuncia aceptada por el Papa, por traslado o por privación del oficio (cf. c. 416). La vacancia de la sede dura has- ta que la Sede Apostólica provea al oficio mediante el nombramiento del Obispo diocesano5. En el derecho vigente, lo normal es que durante la vacancia episcopal el gobierno de la diócesis recaiga en un Administrador diocesano que es elegido por el colegio de consultores dentro de los ocho días de producida la vacancia (cf. c. 421). Y mientras se constituya este Administrador, el c. 419 establece quién se hace cargo del gobierno de la diócesis en el intertanto. Hasta antes de la entrada en vigencia del Código de 1983, gobernaba de modo interino la sede vacante el Vicario Capitular, el cual era elegido por el cabildo de la iglesia Catedral6. Con todo, las normas vigentes en caso de vacancia episcopal rigen a no ser que la Santa Sede provea de otro modo (cf. c. 419). Esta posibilidad –que la Santa Sede establezca otra cosa– debería ser bastante excepcional, en el espíritu de la codificación7, pero de hecho es empleada con bastante frecuencia. Es aquí

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cuando surge la figura del Administrador apostólico: un Obispo o un presbítero que gobierna la sede episcopal que está vacante, a nombre del Sumo Pontífice. Los motivos que llevan a la Santa Sede a preferir proveer mediante un Administrador apostólico pueden ser múltiples: la escasez de clero cualificado en la Iglesia parti- cular vacante para asumir su gobierno interino; circunstancias internas o externas a la diócesis que hacen complejo su gobierno; etc. El Administrador apostólico puede ser nombrado por un tiempo determinado o ad nutum Sanctae Sedis.

3. POTESTAD DEL ADMINISTRADOR APOSTÓLICO SEDE VACANTE 8 Si bien el Código vigente, en caso de vacancia episcopal, regula directamente la figura del Administrador diocesano y no la del Administrador apostólico, aplican- do el principio de la analogía en caso de una laguna legal (cf. c. 19), se puede infe- rir que este goza al menos de la misma potestad del Administrador diocesano9. En algún caso, como veremos, el mismo derecho le otorga una potestad mayor. Y al ser nombrado por el Romano Pontífice y gobernar la diócesis en nombre de este, el Papa podría, en el mismo acto de nombramiento, otorgarle facultades especia- les que excedan las que el derecho común establece para el caso de la sede vacante. De hecho, el Código de Cánones de las Iglesias Orientales, que a diferencia del Código latino vigente sí contempla la figura del Administrador apostólico, señala que «los derechos, obligaciones y privilegios del Administrador apostólico se despren- den de las letras de su nombramiento» (c. 234 §2). Partamos, entonces, para delinear la potestad del Administrador apostólico, estudiando cuál es la potestad de un Administrador diocesano. Al respecto, el derecho contempla dos disposiciones fundamentales. La primera está en el c. 427 §1: «El Administrador diocesano tiene los deberes y goza de la potestad del Obispo diocesano, con excepción de todo aquello que por su misma naturaleza o por el derecho común esté exceptuado». La segunda la recoge el c. 428 §1: «Vacante la sede, nada debe innovarse». En primer lugar, por tanto, el Administrador está sujeto a los mismos debe- res del Obispo diocesano. El c. 429 lo especifica respecto al deber de residencia y de aplicar la Misa pro populo, lo que no quita que debe también cumplir con los demás deberes propios del oficio episcopal (cf. cc. 381–402). Y goza de la

278 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2017 d ACTUALIDAD PASTORAL misma potestad del Obispo diocesano, es decir, la potestad ordinaria de gobierno necesaria para regir la diócesis, pudiendo hacer todo lo que el Código atribuye al Obispo diocesano. Sin embargo, hay un límite: «aquello que por su misma natura- leza o por el derecho común esté exceptuado». ‘Por su misma naturaleza’ se refiere a aquellas funciones que requieren la potestad de orden, cuando el Administrador no es obispo. Y lo que ‘por el derecho común le está exceptuado’, son aquellas disposiciones vigentes que expresamente prohíben al Administrador realizar de- terminados actos. Las veremos más adelante. Hay una segunda disposición fundamental: el principio sede vacante nihil in- novetur recogido en el c. 428 §1. Este principio, más que comportar prohibicio- nes específicas –las hay, sin duda– implica un criterio general de prudencia y buen gobierno que se expresa en estos dos elementos: «continuidad con el modo de pro- ceder del gobierno del Obispo anterior, teniendo en cuenta la situación de interinidad de su función; y no tomar decisiones graves, que se dejarán al futuro Obispo, salvo caso de urgencia real»10. Con todo, pienso que estos elementos deben ser matizados en el caso del Administrador apostólico, ya que esta figura busca responder con bastante frecuencia a situaciones graves de la diócesis –es el caso de algunas de las sedes episcopales chilenas– y, por lo mismo, se requerirá del Administrador deci- siones que pueden ser graves y pueden no ir en continuidad con la administración anterior, justamente para responder a la gravedad de la situación que originó la intervención de la Santa Sede. En estos casos, parece muy conveniente que sean explícitamente otorgadas al Administrador ciertas atribuciones en el acto de nom- bramiento. El principio del nihil innovetur va acompañado, sí, de una explícita prohibición: «se prohíbe a quienes se hacen cargo interinamente del régimen de la diócesis realizar cualquier acto que pueda causar perjuicio a la diócesis o a los derechos episcopales; concretamente, se prohíbe tanto a ellos como a otros cualesquiera, perso- nalmente o por medio de otros, sustraer, destruir o alterar algún documento de la curia diocesana» (c. 428 §2). Veamos ahora cuáles son las limitaciones concretas a la potestad del Admi- nistrador apostólico. Estas limitaciones son de tres tipos: «a) algunos actos simple- mente se le prohíben; b) para otros, está sometido a ciertas restricciones que no afectan al Obispo diocesano; c) otros, en fin, solo los puede llevar a cabo después de que ha transcurrido un cierto tiempo en situación de sede vacante»11.

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a) Actos que le están prohibidos: conceder, antes del año de vacancia de la sede episcopal, la excardinación o incardinación, o la licencia para tras- ladarse a otra Iglesia particular (cf. c. 272); erigir asociaciones públicas diocesanas de fieles (cf. c. 312 §1, 3°); convocar un sínodo diocesano (cf. c. 462 §1); conferir canonjías en una iglesia catedral o una colegiata (cf. c. 509 §1); encomendar una parroquia a un instituto de vida consagrada (cf. c. 520 §1); dar dimisorias a quienes le fue denegado el acceso a las órdenes por el Obispo (cf. c. 1018 §2); remover al Vicario judicial y los Vicarios judiciales adjuntos (cf. c. 1420 §5). b) Actos para los cuales está sometido a ciertas restricciones. No puede, sin el consentimiento del colegio de consultores: remover al canciller y demás notarios (cf. c. 485); conceder, luego de un año de vacancia de la sede epis- copal, la excardinación o incardinación, o la licencia para trasladarse a otra Iglesia particular (cf. c. 272). Tampoco puede, salvo verdadera necesidad, abrir el armario o archivo secreto (cf. c. 420 §2). Puede, en cambio, a di- ferencia del Administrador diocesano, dar las dimisorias para los seculares (cf. c. 1018 §1, 2°). c) Actos que puede realizar solo después de un año de producida la vacancia de la sede: como ya señalé, con el consentimiento del colegio de consulto- res, conceder la excardinación o incardinación, o la licencia para trasladarse a otra Iglesia particular (cf. c. 272) y nombrar párrocos (cf. c. 525, 2°). En este último caso, antes del año, solo podría nombrar Administradores parroquiales. Hay otras situaciones que se han planteado respecto del Administrador apos- tólico12. En el proceso de codificación se discutió, por ejemplo, si en caso de exis- tir en la sede vacante un Obispo auxiliar podía designarse como Administrador un simple presbítero. Si bien en un principio se pensó prohibir esta posibilidad, finalmente ella quedó abierta. Se discute, también, si el Administrador puede intervenir en las reuniones de la Conferencia Episcopal, ya que ésta es «la Asam- blea de los Obispos de una nación o territorio» (c. 447). Por el derecho mismo, pareciera que solo el Administrador Apostólico estable, al estar equiparado en el derecho al Obispo diocesano, pertenece a la Conferencia Episcopal y no así un Administrador interino, a no ser que esté investido del carácter episcopal (cf. c. 450 §1). Algunos autores, basados en el c. 427 §1 señalan lo contrario, es decir, 280 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2017 d ACTUALIDAD PASTORAL que sí podrían participar en la Conferencia. Quizás lo más seguro sea ceñirse a lo que establezcan los estatutos de cada Conferencia Episcopal. El art. 2 de los Estatutos de la Conferencia Episcopal de Chile establece que los Administradores diocesanos sí son miembros de la Conferencia, por lo que a fortiori lo son los Administradores apostólicos.

4. CONCLUSIÓN En analogía a la diócesis y al Obispo diocesano, la Iglesia ha ido creando a lo lar- go de los siglos distintas figuras de organización y gobierno eclesiástico que han permitido una adaptación a situaciones muy diversas y a menudo complejas. Una de estas figuras es la del Administrador apostólico al cual me he referido en los párrafos anteriores. Espero haber podido ayudar a clarificar su comprensión y el alcance de su potestad en una Iglesia particular.

Notas * Sacerdote de la Arquidiócesis de Santiago, Doctor en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. 1 Juan Ignacio Arrieta, Canon 371, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, Pamplo- na 2002, Vol II/1³. 2 Esta última es una figura totalmente nueva, creada el año 2002, cuando la Santa Sede erigió la Admi- nistración Apostólica Personal San Juan María Vianney, dentro del territorio de la diócesis de Campos, en Brasil, para reincorporar a la plena comunión con la Iglesia a un grupo de fieles seguidores de Mons. Antonio de Castro Mayer, quien había sido excomulgado el año 1988 por su participación en la con- sagración de cuatro obispos por Mons. Marcel Lefebvre sin mandato pontificio. 3 Cf. Landete Casas, José, Administración apostólica, en Diccionario General de Derecho Canónico, Vol. I, Pamplona 2012. 4 Y cuando la Santa Sede le aceptó la renuncia y procedió a nombrar al entonces obispo de Valparaíso, Mons. Francisco Javier Errázuriz Ossa como Arzobispo de Santiago, Mons. Sergio Valech pasó a ser Administrador apostólico ‘sede vacante’ –la figura que veremos a continuación– hasta que Mons. Errá- zuriz tomó posesión de la sede arzobispal de Santiago. 5 O su equivalente, en el caso de otras Iglesias particulares asimiladas a la diócesis (cf. c. 368). A partir de ahora, tomaremos como referente la diócesis, sabiendo que lo que digamos se aplica también a esas otras Iglesias particulares, las cuales podrían estar regidas por un presbítero, el cual gozando de potestad de jurisdicción episcopal, no goce del carácter episcopal. 6 En Chile fue famosa la vacancia arzobispal en Santiago con posterioridad al fallecimiento del Arzo- bispo Rafael Valentín Valdivieso, el año 1878, por todo el conflicto que se generó entre la Iglesia y el Estado. Durante los ocho años que duró la vacancia de la arquidiócesis, esta fue gobernada por Mons. Joaquín Larraín Gandarillas, como Vicario Capitular. 7 Se puede colegir el carácter excepcional de esta figura en la mente del legislador en el hecho que, a diferencia del Código anterior, el vigente cuerpo legislativo no contempla expresamente la figura del 281 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2017 d ACTUALIDAD PASTORAL

Administrador apostólico como figura transitoria –sí, como señalamos, la del Administrador apostó- lico estable– y solo lo menciona indirectamente a propósito de otras disposiciones (p. ej., el c. 1018 §1, 2°, al tratar de las letras dimisorias). El Código de 1917, en cambio, dedicaba un capítulo entero titulado «De los Administradores Apostólicos», que abarcaba los cc. 312–318, y se refería tanto al Administrador ‘sede plena’ como ‘sede vacante’. 8 Una vez más, recuerdo que es distinta la figura del Administrador apostólico en sede vacante, que es la que ahora estudiaremos, del Administrador de una administración apostólica establemente erigida. Este último está equiparado en derecho al Obispo diocesano, por lo que en principio goza de su misma potestad (cf. c. 381 §2). 9 Se infiere por el carácter interino de la figura, y también, en continuidad con la tradición canónica, porque así lo señalaba expresamente el Código Pío-benedictino. En efecto, el Código anterior dis- tinguía entre el Administrador apostólico constituido con carácter permanente, el cual gozaba «de los mismos derechos y honores y tiene idénticas obligaciones que el Obispo residencial» (c. 315 §1) y el Administrador apostólico con carácter temporal, el cual tenía «los mismos derechos y deberes del Vicario Capitular» (§2). Ya sabemos que el Vicario Capitular era en el antiguo derecho el equivalente a lo que hoy es el Administrador diocesano. 10 Carlos Soler, Cánones 427 - 428, en Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico, Pamplo- na 2002, Vol II/1³. 11 Ibid. El Código regula directamente estas limitaciones para el Administrador diocesano. En algún caso, como señalaremos, el Código indica expresamente que una determinada limitación no se aplica, o se aplica de otro modo, al Administrador apostólico. Y bien podría suceder que la Santa Sede, en el acto de nombramiento de este último, le otorgue expresamente la facultad de realizar aquello que por derecho común le estaba limitado. 12 Respecto de lo señalado en este párrafo, cf. Pietro Amenta, Administrador diocesano, en Diccionario General de Derecho Canónico, Vol. I, Pamplona 2012.

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Vivir como Pueblo de Dios en Camino

Eduardo Pérez-Cotapos L., ss.cc.*

Esta Semana Teológico Pastoral ha sido convocada con el lema «Es preciso nacer de nuevo. Escuchar y acompañar para discernir». Este lenguaje de inmediato me trae a la imaginación el magisterio del Papa Francisco. Tanto el de sus grandes textos, de modo especial la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (EG), como el de los diversos textos referidos a nuestra realidad nacional, todos de este año 2018. Es un hecho inédito el que podamos contar con todos los discursos y homilías de su visita a Chile en enero pasado; con la carta a la Conferencia Episcopal de Chile, de fecha 8 de abril, invitando a los obispos a encontrarse con él en Roma; con el documentos entregado a los obispos al comenzar esa visita, del 15 de mayo, y la breve carta al finalizar la visita, del 17 de mayo; y con la importante carta «Al Pueblo de Dios que peregrina en Chile» del 31 de mayo. Sobre este telón de fondo quiero plantear mi reflexión. La carta del 17 de mayo concluye con un párrafo que traza un amplio pro- grama de renovación pastoral; allí el Papa señala a los obispos: «Después de estos días de oración y reflexión los envío a seguir construyendo una Iglesia profética, que sabe poner en el centro lo importante: el servicio a su Señor en el hambriento, en el preso, en el migrante, en el abusado». Este es el horizonte por el cual debemos trabajar, la meta a alcanzar, la pasión interior que debe movernos a la acción. Pero necesitamos trabajar este horizonte en el contexto de una situación de crisis para la Iglesia chilena, crisis que conocemos bien y que el Papa Francisco en el documento del 15 de mayo nos presenta como desafío: «Las dolorosas situaciones acontecidas son indicadores de que algo en el cuerpo eclesial está 283 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

mal. Debemos abordar los casos concretos y, a su vez, con la misma intensi- dad, ir más hondo para descubrir las dinámicas que hicieron posible que tales actitudes y males pudiesen ocurrir». En este encuentro estamos convocados para analizar aquellas dinámicas de fondo que han hecho posible la situación actual. Invitados a repensar nuestro modo de ser Iglesia, a pararnos de otro modo frente a la realidad eclesial y social, invitados a trabajar por «una nueva forma de pararnos frente a la vida, frente a los demás y frente a Dios» (Carta del 31 de mayo, nº4). Finalmente, el Papa Francisco nos invita a un proceso de honda renovación: «Con Ustedes se podrá generar la transformación necesaria que tanto se necesita. Sin Ustedes no se puede hacer nada. Exhorto a todo el Santo Pueblo fiel de Dios que vive en Chile a no tener miedo de involucrarse y caminar impulsado por el Espíritu en la búsqueda de una Iglesia cada día más sinodal, profética y esperanzadora; menos abusiva porque sabe poner a Jesús en el centro, en el hambriento, en el preso, en el migrante, en el abusado» (Carta del 31 de mayo, nº7). En esta ponencia introductoria he sido invitado a poner el acento en el tema de la Iglesia como pueblo de Dios en camino. Y para hacerlo quiero dejarme guiar por las expresiones usadas por el Papa Francisco para referirse a los destinatarios de su carta del 31 de mayo, dirigida «Al Pueblo de Dios que peregrina en Chi- le». Quiero tratar cuatro dimensiones: primeramente, la idea de la Iglesia como pueblo; en segundo lugar, la pertenencia de este pueblo a Dios; en tercer lugar, la idea de un pueblo peregrino; y finalmente, el acento de que este peregrinar se realiza en Chile.

1. LA IGLESIA COMO PUEBLO Una de las intuiciones eclesiológicas fundamentales del Concilio Vaticano II fue usar la categoría Pueblo de Dios para describir la identidad de la Iglesia. Una categoría netamente bíblica, pero que se encontraba en desuso. El antece- dente primordial de esta categoría es la imagen del pueblo de Israel peregrinan- do por el desierto, siendo sacado por Dios de la esclavitud de Egipto, a fin de ser educado a vivir en libertad en el desierto y, finalmente, como pueblo nuevo de corazón libre, conducido a la tierra nueva regalada por Dios. Esta imagen sirve al Concilio para proponer un modo nuevo, y a la vez muy tradicional, de comprender la Iglesia. 284 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

La categoría de Pueblo de Dios es una categoría dinámica, que supera el riesgo de la imagen paulina de Cuerpo de Cristo, usada abundantemente en la teología contemporánea al Concilio. Como es bien conocido, en san Pablo hay dos usos de esta imagen. Un uso es sociológico y hace referencia a que la Iglesia es como un cuerpo, en el cual cada miembro tiene diversas funciones, que cada uno debe ejercer de modo armónico con los otros miembros (1Cor 12,12-30; Rom 12,3- 8). Y hay otro uso de la imagen de Cuerpo de Cristo que habitualmente se llama místico, en el cual la Iglesia es el cuerpo y Cristo es la cabeza; de modo que, así como el cuerpo no puede vivir si no está unido a la cabeza, la Iglesia pierde la vida si no esta unida a Jesús (Col 1,17-18; 1,24; 2,19; Ef 1,22-23). Ambas imágenes paulinas son interesantes, y ciertamente las hemos ocupado provechosamente en muchas reflexiones pastorales. Pero ambas imágenes tienen una posible trampa, una debilidad frente a la cual el Concilio es muy sensible. Son imágenes estáticas y establecen una jerarquía de importancia entre los diver- sos miembros. La mano siempre será mano y el pie siempre será pie. Y sabemos bien que es más útil la mano derecha que la izquierda; etc. El Concilio se pone en otro horizonte, insistiendo en la categoría de Pueblo de Dios, en el cual se da una condición de radical igualdad entre todos sus miem- bros; igualdad que proviene del bautismo. Es una igualdad radical más importan- te que cualquier otra legítima distinción posterior. El Concilio describe así a la Iglesia Pueblo de Dios: «Este pueblo mesiánico tiene por cabeza a Cristo, que fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación (Rom 4,25), y teniendo ahora un nombre que está sobre todo nombre, reina gloriosamente en los cielos. La condición de este pueblo es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo. Tiene por ley el nuevo mandato de amar como el mismo Cristo nos amó a nosotros (cf. Jn 13,34). Y tiene en último lugar, como fin, el dilatar más y más el reino de Dios, iniciado por el mismo Dios en la tierra, hasta que al final de los tiempos Él mismo también lo consume, cuando se manifieste Cristo, vida nuestra (cf.Col 3,4), y “la misma criatura sea libertada de la servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de los hijos de Dios” (Rom 8,21)»1. Es un pueblo en el cual todos sus miembros poseen la unción del Espíritu, como insistentemente enseña el Papa Francisco: «El Santo Pueblo fiel de Dios

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está ungido con la gracia del Espíritu Santo; por tanto, a la hora de reflexionar, pensar, evaluar, discernir, debemos estar muy atentos a esta unción. […] En el Pueblo de Dios no existen cristianos de primera, segunda o tercera categoría. Su participación activa no es cuestión de concesiones de buena voluntad, sino que es constitutiva de la naturaleza eclesial. Es imposible imaginar el futuro sin esta unción operante en cada uno de ustedes que ciertamente reclama y exige renovadas formas de participación. Insto a todos los cristianos a no tener miedo de ser los protagonistas de la transformación que hoy se reclama y a impulsar y promover alternativas creativas en la búsqueda cotidiana de una Iglesia que quiere cada día poner lo importante en el centro. […] Una Iglesia profética y, por tanto, esperanzadora reclama de todos una mística de ojos abiertos, cuestio- nadora y no adormecida. No se dejen robar la unción del Espíritu». (Carta del 31 de mayo, nº 1). Finalmente, que nos sirva de síntesis un texto central del Concilio: «En todo tiempo y en todo pueblo es agradable a Dios quien le teme y practica la justicia (cf. Hch 10,35). Sin embargo, fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino consti- tuyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente. Por ello eligió al pueblo de Israel como pueblo suyo, pactó con él una alianza y le instruyó gradualmente, revelándose a Sí mismo y los designios de su voluntad a través de la historia de este pueblo, y santificándolo para Sí»2. Resumiendo: en la Iglesia nadie se salva solo, nadie puede considerarse supe- rior a otros. Necesitamos poner especial atención a la tentación del espíritu de élite. Necesitamos con urgencia recordar nuestra radical igualdad entre todos y el indispensable respeto mutuo y escucha del hermano que nos debemos como creyentes. De aquí surge una espiritualidad hermosamente planteada por el Papa Francisco en la Evangelii gaudium (268-274): «El gusto espiritual de ser pueblo». Me permito recordar algunos pasajes de este texto: «La Palabra de Dios también nos invita a reconocer que somos pueblo […] Para ser evangelizadores de alma también hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús, pero al mismo tiempo, una pasión por su pueblo». (EG 268) «Jesús mismo es el modelo de esta opción evangelizadora que nos intro- 286 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE

duce en el corazón del pueblo. […] Cautivados por ese modelo, deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escu- chamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás. Pero no por obligación, no como un peso que nos desgasta, sino como una opción personal que nos llena de alegría y nos otorga identidad». (EG 269). «Jesucristo no nos quiere príncipes que miran despectivamente, sino hom- bres y mujeres de pueblo. Ésta no es la opinión de un Papa ni una opción pastoral entre otras posibles; son indicaciones de la Palabra de Dios tan claras, directas y contundentes que no necesitan interpretaciones que les quiten fuerza interpelante. Vivámoslas sine glossa, sin comentarios. De ese modo, experimentaremos el gozo misionero de compartir la vida con el pueblo fiel a Dios tratando de encender el fuego en el corazón del mundo» (EG 271). «Uno no vive mejor si escapa de los demás, si se esconde, si se niega a com- partir, si se resiste a dar, si se encierra en la comodidad. Eso no es más que un lento suicidio». (EG 272) «Todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor, […] Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entre- ga de mi vida. Es lindo ser pueblo fiel de Dios. ¡Y alcanzamos plenitud cuando rompemos las paredes y el corazón se nos llena de rostros y de nombres!». (EG 274)

2. LA IGLESIA COMO PUEBLO DE DIOS La Iglesia está fundada sobre un hecho básico para todo creyente: el encuentro personal con Jesús, que ha dado una orientación nueva y definitiva a nuestra vida, como dice la magistral afirmación de Benedicto XVI en su primera encíclica: «Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fun- damental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»3. Y luego en su última audiencia pública (27 febrero 2013), el mismo Benedicto repasa su expe- riencia personal al respecto: «el Señor nos ha dado muchos días de sol y de brisa

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suave, días en los que la pesca ha sido abundante; ha habido también momentos en los que las aguas se agitaban y el viento era contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir. Pero siempre supe que en esa barca estaba el Señor y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya. Y el Señor no deja que se hunda». Estas son certezas básicas de nuestra experiencia de fe: el encuentro personal con Jesús que ha reorientado nuestra vida de modo definitivo y que nos ha inte- grado en una comunidad de creyentes; comunidad que pertenece a Dios, y que no es obra nuestra. Por lo mismo, la comunidad eclesial alcanzará su plenitud cuando ponga a Jesús en su centro, incluso si el Señor parece dormir, y no se an- gustie en una defensa institucional; eso es ser «hombres de poca fe» (cf. Mc 4,40). Del mismo modo, la comunidad eclesial alcanzará hondura de fe cuando todos nos reconozcamos como humildes servidores de un único Señor, sin distinciones entre nosotros. Tal como lo propone el evangelista Mateo, tan sensible a las pro- blemáticas eclesiológicas: «En cuanto a ustedes, no se hagan llamar “maestro”, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen “padre”, porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco “consejeros”, porque solo tienen un Consejero, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado» (Mt 23,8-12). Una Iglesia que sabe reconocer a Jesús como su centro es una comunidad que se sabe llamada por Dios, conducida por él, cuidada y orientada por su Señor. Por lo mismo, es capaz de superar las tendencias autorreferenciales, como tan clara- mente expresó el Papa en el documento entregado a los obispos el 15 de mayo. Una Iglesia que acoge a Jesús como su centro recupera la alegría y el dinamismo de la fe; es capaz de una mirada cariñosa y misericordiosa sobre la realidad actual; puede constituirse como comunidad de hermanos, al modo de las primeras co- munidades cristianas de Jerusalén. El tema es bien conocido, y no insisto más. Tan solo deseo explicitar que la experiencia fundante de la unidad de la Iglesia es el encuentro personal con Jesús, no la defensa de un cuerpo doctrinal o un conjunto de normas éticas como tan nítidamente lo planteó el Papa Benedicto.

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3. LA IGLESIA PUEBLO DE DIOS QUE PEREGRINA Este matiz es vital: no se trata de una Iglesia sedentariamente instalada en una realidad, consolidada en un espacio geográfico o cultural. Es un pueblo nómade al modo del pueblo de Israel que camina alejándose de la esclavitud de Egipto y acercándose a la libertad de la tierra nueva regalada por Dios, caminando hacia lo desconocido, y permanentemente necesitado de vencer la tentación de volver atrás, a lo conocido, aunque se trate de una situación de esclavitud. El texto del capítulo 11 de la carta a los Hebreos es una hermosa descripción del caminar eclesial: «Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba. Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa. Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. […] Todos ellos murieron en la fe, sin alcanzar el cumplimiento de las promesas: las vieron y las saludaron de lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Los que hablan así demuestran claramente que buscan una patria; y si hubieran pensado en aquella de la que habían salido, habrían tenido oportunidad de regre- sar. Pero aspiraban a una patria mejor, nada menos que la celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de llamarse su Dios y, de hecho, les ha preparado una Ciudad» (Hb 11,8-10.13-16). Israel durante su peregrinación por el desierto vivió un tiempo de especial intimidad con su Señor, al punto que los profetas lo equiparan al tiempo del noviazgo de Yahveh con su pueblo (cf. Os 2,16-17; Jer 2,2). Es verdad que en el desierto se viven situaciones muy duras, pero el Señor es nube que protege del sol ardiente del mediodía; y columna radiante que ilumina las noches oscuras; el Señor hace brotar el agua de la roca y cada mañana regala el pan que viene del cielo; el pan necesario para cada día. Israel es un pueblo peregrino, entera- mente centrado en la experiencia del encuentro con su Dios. Pero a la vez, los textos son claros respecto a que esa protección de Dios no impide la existencia de rebeldías y pecados en este caminar. Incluso Israel llegó al más radical de los pecados que es desesperar de la desconcertante grandeza de Dios y querer hacerse un Dios a la propia medida, un Dios fácil de manipular, un becerro de oro (cf. Ex 32,1-8).

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Ser peregrino es caminar todos los días, teniendo en el corazón la pasión por alcanzar la meta anhelada. Es caminar dejándose guiar por Dios. Es caminar dis- cerniendo permanentemente los caminos nuevos que el Señor va abriendo para nosotros. Discernir es dejarse guiar por la fuerza del Espíritu de Dios, no por nuestros sustos o fantasías. Debemos ser dóciles al mismo Espíritu que guió a la Iglesia de Hechos de los Apóstoles, conduciéndola a horizontes cada vez más am- plios, e impulsándola a tomar la decisión transcendental de alejarse de sus raíces judías renunciando a la práctica de la circuncisión (cf. Hch 15,1-35) y a todas las prácticas alimentarias (cf. Hch 10,1-48). En palabras del Papa: «El Espíritu Santo sopla donde quiere y como quiere con el único fin de ayudarnos a nacer de nuevo. Lejos de dejarse encerrar en esquemas, modalidades, estructuras fijas o caducas, lejos de resignarse o “bajar la guardia” ante los acontecimientos, el Espíritu está continuamente en movimiento para ensanchar las miradas estrechas, hacer soñar al que perdió la esperanza, hacer justicia en la verdad y en la caridad, purificar del pecado y la corrupción e invitar siempre a la necesaria conversión. Sin esta mirada de fe todo lo que podamos decir y hacer caería en saco roto» (Carta del 31 mayo, nº 2). Para poder discernir bien es indispensable escuchar a todos, porque todos los creyentes tienen la unción del Espíritu. El Papa Francisco ha sido muy claro en sus planteamientos: «El Santo Pueblo fiel de Dios está ungido con la gracia del Espíritu Santo; por tanto, a la hora de reflexionar, pensar, evaluar, discernir, debe- mos estar muy atentos a esta unción. Cada vez que, como Iglesia, como pastores, como consagrados, hemos olvidado esta certeza erramos el camino. Cada vez que intentamos suplantar, acallar, ningunear, ignorar o reducir a pequeñas élites al Pueblo de Dios en su totalidad y diferencias, construimos comunidades, planes pastorales, acentuaciones teológicas, espiritualidades, estructuras sin raíces, sin historia, sin rostros, sin memoria, sin cuerpo, en definitiva, sin vida. Desenraizar- nos de la vida del pueblo de Dios nos precipita a la desolación y perversión de la naturaleza eclesial» (Carta del 31 mayo, nº 1). Igualmente, también necesitamos dejarnos ayudar por aquellos que no perte- necen a la comunidad eclesial. En la carta del Papa Francisco hay una frase muy desafiante: «Ser “Iglesia en salida” es también dejarse ayudar e interpelar» (Carta del 31 mayo, nº 5). Es ser una Iglesia con las «puertas abiertas» (cf. EG 46-47) en la cual cualquiera pueda entrar y salir libremente. Implica correr el riesgo que 290 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE entren «los de afuera», miren con otros ojos nuestra realidad eclesial y reaccionen frente a ella. El encierro autodefensivo, con las puertas bien cerradas por el miedo, es roto por fuerza nueva del Espíritu (cf Jn 20,19). Considero que la condición más básica para poder ser un pueblo de Dios peregrino es la capacidad de escuchar con un corazón atento y dócil. Es la impre- sionante declaración del Siervo de Yahveh en el profeta Isaías: «El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás» (Is 50,4-5). Escuchar es difícil, sobre todo porque nos compromete con personas y situaciones que demandan una respuesta de nuestra parte. Pero una buena escu- cha es indispensable para cualquier discernimiento serio de la voluntad de Dios. Necesitamos escuchar un abanico de voces que va desde la voz de Dios a la voz del propio cuerpo y de la naturaleza, pasando por todo el amplio espectro de las voces humanas. Escuchar al que quiere compartir sus alegrías y también al que quiere compartir sus dolores. Escuchar al que ha fallado y llega arrepentido y avergonzado, y también escuchar al que se siente vulnerado, víctima y atropellado en cualquier instancia. Escuchar a jóvenes y a ancianos. Para poder escuchar nece- sitamos crear espacios «donde no se confunda una actitud crítica y cuestionadora con traición. Esto nos tiene que impulsar como Iglesia a buscar con humildad a todos los actores que configuran la realidad social y promover instancias de diálo- go y constructiva confrontación» (Carta del 31 de mayo, nº 4). En definitiva, sin un permanente discernimiento, acompañado de una actitud de escucha seria y amplia, y con instancias en las que todos puedan expresarse, nuestro caminar como Pueblo de Dios será errático.

4. LA IGLESIA PUEBLO DE DIOS QUE PEREGRINA EN CHILE El Papa se dirige al Pueblo de Dios que peregrina en Chile, a esta pequeña por- ción de la humanidad y de la Iglesia, que vive en un rincón del mundo. Un país largo y estrecho, con toda clase de climas, con terremotos y volcanes. Habitado por un grupo humano que está viviendo una muy profunda transformación cul- tural, transformación que incluso está ensombreciendo nuestra identidad como nación. Transformación que nos está llevando a una mirada crítica de la propia

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historia y a formular sueños de futuro que aún no logran aglutinarse en un pro- yecto común. Somos un grupo humano contradictorio y cambiante, que busca caminos nuevos criticando duramente a sus instituciones, incluyendo las severas críticas a la Iglesia católica que conocemos bien. Personalmente siento un cariño muy grande por este mi pueblo, que Dios me regaló como compañeros de camino y de humanización. Un cariño que no me hace ciego frente a nuestras incoherencias, pero que me lleva valorar como don de Dios este nuestro especial modo de ser. La Iglesia en Chile debe estar al servicio de este pueblo chileno, acompañán- dolo en su crecimiento humano y espiritual. Pero debemos hacerlo con clara conciencia de que todos los errores y limitaciones que vemos en el país también están presentes en nuestra Iglesia; y quizá además tenemos algunos errores más, propios de nuestra estructura eclesial. ¡Felizmente somos parte integrante de esta porción de la humanidad! No cabe detenernos en un análisis de nuestra realidad social y cultural. Solo quería insistir en que nos encontramos en un proceso de hondísimo cambio cul- tural, que a todos nos tiene bien desconcertados. No tengamos miedo, porque el Espíritu de Dios sigue actuando y de algún modo está metido en medio de esta transformación cultural. Trabajemos para ser lo más lúcidos y positivos que sea posible, tanto en nuestros aportes a toda la sociedad, como a los procesos de transformación que estamos viviendo al interior de la Iglesia.

5. A MODO DE CONCLUSIÓN Como Iglesia chilena estamos desafiados a vivir como Pueblo de Dios en cami- no. Fortalezcamos nuestra unidad mediante el respeto y la escucha a todos los miembros de la comunidad eclesial, en un plano de fraterna igualdad bautismal, derribando todo muro de indiferencia que nos divida (cf. Ef 2,14). Reforcemos la pasión por tener siempre a Jesús en el centro de nuestro corazón y en el centro de las dinámicas pastorales y organizativas de la Iglesia. Con decisión y sin temores pongámonos en camino, dejándonos guiar por el Espíritu de Dios que está des- plegando ante nuestros ojos nuevos horizontes culturales y humanos. Este desafío lo recibimos en un momento doloroso y exigente para nuestra Iglesia chilena. Pero este hecho puede ser una circunstancia providencial, tal

292 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d IGLESIA EN CHILE como señala el Papa Francisco en frases de una verdad espiritual muy profunda: «Aceptar los aciertos, así como los límites personales y comunitarios, lejos de ser una noticia más se vuelve el puntapié inicial de todo auténtico proceso de conver- sión y transformación. Nunca nos olvidemos que Jesucristo resucitado se presenta a los suyos con sus llagas. Es más, precisamente desde sus llagas es donde Tomás puede confesar la fe. Estamos invitados a no disimular, esconder o encubrir nues- tras llagas. Una Iglesia llagada es capaz de comprender y conmoverse por las llagas del mundo de hoy, hacerlas suyas, sufrirlas, acompañarlas y moverse para buscar sanarlas. Una Iglesia con llagas no se pone en el centro, no se cree perfecta, no busca encubrir y disimular su mal, sino que pone allí al único que puede sanar las heridas y tiene un nombre: Jesucristo» (Carta del 31 de mayo, nº 6).

Notas * Esta reflexión fue presentada durante la Semana Teológico-Pastoral de la Arquidiócesis de Santiago, julio de 2018. 1 Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium, 1964, Nº9. 2 Ídem 3 Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus caritas est, 2005, Nº1.

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Encuentro Mundial en Dublín Irlanda: Reflexión sobre las palabras del Santo Padre a las familias del mundo

José Bravo Carvallo, pbro.*

Como es habitual en nuestra Iglesia Universal a través del tiempo, la preocu- pación por la familia es central y ella ocupa un espacio particular. Así lo hemos podido constatar en el extenso magisterio existente, con especial hincapié desde la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, con la que san Juan Pablo II nos recordaba que «la familia, en los tiempos modernos, ha sufrido quizá como nin- guna otra institución, la acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas de la sociedad y de la cultura»1. El Papa Wojtyla creó los Encuentros Mundiales de la Familia, porque tenía la convicción que el mundo necesita de las familias sanas, pues ellas son la primera escuela de la vida del hombre, «en ellas se fragua el futuro de la humanidad»2. En la misma línea, el Papa Benedicto recordó a los fieles que la familia es la «célula vital de la sociedad, el primer y decisivo recurso para su desarrollo»3. Por este motivo, cada tres años el Pontificio Consejo para los laicos, la familia y la vida convoca a esta reunión internacional como instancia para centrar la mi- rada en los desafíos contemporáneos de la familia, reflexionar sobre los mejores caminos para enfrentarlos, orar por su fortalecimiento y crecer en comunión, compartiendo las experiencias de distintos países y culturas de todo el mundo. Siguiendo esta tradición, la Iglesia Católica celebró entre el 21 y el 26 de agos- to pasado el IX Encuentro Mundial de las Familias en Dublín, Irlanda. El lema que inspiró esta versión fue «El Evangelio de la Familia: Alegría para el mundo», una expresión que resalta el gozo, en continuidad con la tónica de los documentos del Papa Francisco, quien viajó hasta el lugar para exhortar a los participantes a perseverar en el fortalecimiento y defensa de la familia. 294 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD PASTORAL

El Papa Francisco nos invita a revisar la realidad familiar y del mundo con los ojos puestos en la Exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia4, en una sociedad con profundas transformaciones, en la que debemos reconocer la belleza y la importancia de la familia. El Santo Padre cree que en un mundo donde la humanidad es herida, maltratada y dominada por la carencia del amor, la familia es el Sí de Dios como Amor. A pesar de todas las presiones y dificultades a las que se enfrenta, él asegura que la familia es aún buena noticia para el mundo de hoy.

EL DESAFÍO EN CHILE La actualidad de la sociedad chilena también nos habla de profundos cambios que están en directa relación con la realidad familiar, donde la sustitución del matrimonio por la convivencia ha tenido un explosivo aumento, y donde las políticas públicas no necesariamente ayudan a los jóvenes a optar por el vínculo, ya sea civil o religioso. Chile presenta una composición demográfica extremadamente centralizada, con un aumento sustancial de la inmigración de países latinoamericanos, con un descenso crítico de la natalidad, con una inmensa mayoría de hijos nacidos fuera del matrimonio, y con una escandalosa desigualdad de remuneraciones con respecto a la mujer. Estamos en plena discusión en contra de un aborto libre, en búsqueda de proporcionar viviendas sociales dignas para el desarrollo de la vida familiar, y que además esté acompañado de un salario ético. Cons- tatamos una disminución y fragilidad de los matrimonios, con proyectos de ley para la reestructuración del Servicio Nacional de Menores, revisando la ley de adopción de niños y los sistemas de pensión para los adultos mayores. Este último tema es crucial para el Papa Francisco, quien una vez más afirmó con vehemencia que «una sociedad que no valora a los abuelos es una sociedad sin futuro»5. Pareciera ser que el ideal de familia que alguna vez conocimos, se aleja cada vez más de una sociedad en permanente cambio. De ahí que el Santo Padre en su discurso en la ciudad de Dublín nos anime a todos a hablar del matrimonio y la familia como la verdad a la que no podemos renunciar: hemos sido amados y encontramos la felicidad. «¿Qué significa esto?- se pregunta el Papa- Significa que,

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después de haber encontrado el amor de Dios que salva, intentemos, con palabras o sin ellas, manifestarlo a través de pequeños gestos de bondad en la rutina coti- diana y en los momentos más sencillos del día»6. Así, en sus palabras en Dublín, el Pontífice insiste en que la familia se trans- forma en un evangelio, en una verdadera y buena noticia para el mundo de hoy y, por ende, debemos protegerla en sus derechos, sin olvidar que es “íntima co- munidad de vida y de amor”7, y que su naturaleza y promoción va más allá del solo reconocimiento de miembros de la familia como un niño y una mujer. Esto implica desarrollar estrategias y lenguajes apropiados para cada etapa, para cada miembro: «Necesitamos encontrar las palabras, las motivaciones y los testimonios que nos ayuden a tocar las fibras más íntimas de los jóvenes, allí donde son más capaces de generosidad, de compromiso, de amor e incluso de heroísmo»8.

LA FAMILIA COMO UN DON DE ALEGRÍA PARA EL MUNDO Entonces, el Evangelio de la familia que estamos llamados a anunciar, vivir y testi- moniar, descansa en el don de la gracia, que es Jesucristo, que renovó el proyecto de Dios para la familia y lo convirtió en una institución clave en su Reino, un sacramento de su propio Amor. «Es verdaderamente alegría para el mundo, ya que allí, en nuestras familias, siempre se puede encontrar a Jesús; él vive allí, en sim- plicidad y pobreza, como lo hizo en la casa de la Sagrada Familia de Nazaret»9. Es necesario, por consiguiente, que crezcamos en la conciencia de que la realidad del matrimonio y la familia son un bien, en un tesoro para la humanidad, y que es pre- cisamente en el seno de una familia donde hemos nacido y hemos sido amados por el hecho de existir, lugar dónde hemos experimentado, vivido y conocido el amor. Cuando Jesús le dice a Nicodemo que quién no nace del agua y del Espíritu Santo no puede entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5), está trazando una ruta a par- tir del bautismo común para los cristianos y que termina en el cielo. En este pere- grinar cada bautizado va realizando un recorrido vital, en el que el matrimonio se presenta como un camino de santidad, por ser un lugar específico para hacer rea- lidad el amor, la donación y el perdón en el que actúa la gracia. El Papa Francisco describe el amor del matrimonio y la familia utilizando las palabras del himno a la caridad de San Pablo, que es el ideal de todo bautizado y sobre todo, el ideal de quienes han emprendido el viaje hacia la perfección de la caridad conyugal.

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EN DIÁLOGO CON LA REALIDAD CONTEMPORÁNEA Hoy estamos obligados a reflexionar seria- mente y a llevar adelante una nueva conver- sión, que pasa por una práctica pastoral de acogida, a la que nos insta el Santo Padre, sobre todo si queremos proponer “El Evan- gelio de la Familia: Alegría para el mundo” en diálogo con la realidad moderna. Para evangelizar el mundo de hoy pri- mero debemos amarlo y encontrar modos de conectar con sus valores, incluso cuando estos están invadidos por ideologías reñidas y hasta opuestas al cristianismo. Creo, perso- nalmente, que algunas de las reivindicaciones feministas que buscan promover a la mujer, en la medida que se conviertan en una verda- dera promoción, repercutirán directamente como un beneficio sobre la familia. Lo que busca el Papa Francisco, es renovar la misión de la familia como Iglesia doméstica, mediante la proclamación de la belleza y la gracia inherentes en ella. Por eso, a pesar de la gran cantidad de signos que indican que el matrimonio está en crisis, el deseo de familia debe permanecer vivo, especialmente entre los jóve- nes, y esto motiva a la Iglesia10. Este dialogo con el mundo moderno no pasa solo por el amor, sino que tam- bién por el perdón. Un perdón como un don sanador y regalo especial de Dios, que nos reconcilia con Dios y con nuestros hermanos. Como dijo el Santo Padre en Irlanda, «gestos pequeños y sencillos de perdón, renovados cada día, son la base sobre la que se construye una sólida vida familiar cristiana. Nos obligan a superar el orgullo, el desapego y la vergüenza, y a hacer las paces»11. El perdón al igual que el amor nos obliga a salir de nosotros. Jesús sale a nues- tro encuentro, murió por nosotros y la fuerza del resucitado nos invita también a perdonar y reconciliarnos con los demás. Es un mandato y una misión que estamos llamados a vivir testimonialmente, como individuos o como familias, ya 297 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ACTUALIDAD PASTORAL

que en cada padrenuestro comenzamos a comprender la verdad y el misterio del amor que para san Pablo no pasara jamás (1Cor 13,8). De esta manera somos animados a promover el ideal matrimonial y familiar como una verdad confiada por Dios, porque allí se manifiesta la plenitud del amor humano, que como un gran tesoro que alcanza para todos y en el que esta- mos convencidos que se juega la felicidad, que en su máxima expresión está en el encuentro con Dios en el Reino. Debemos tener especial interés por «nuestros jóvenes que están para empren- der su camino hacia el matrimonio y la familia, con el fin de abrirles nuevos ho- rizontes, ayudándoles a descubrir la belleza y la grandeza de la vocación al amor y al servicio de la vida»12. El Papa Francisco ve en cada familia un signo de esperanza, especialmente cuando estas manifiestan su solidaridad con otras familias en su dolor, penas y angustias, extendiendo la mano. Ellas son generadoras de paz, porque enseñan el amor, la aceptación y el perdón, elementos que son los mejores antídotos contra el odio y la violencia. El Santo Padre recordó en particular que para cada cristiano «el amor y la fe en la familia pueden ser fuentes de fortaleza y paz, incluso en medio de la violencia y la destrucción causada por la guerra y la persecución»13, apelando a aquellas miles y miles de familias que sufren a diario, obligadas a aban- donar sus hogares, desplazados por falta de alimento y medicina, perseguidos en busca de seguridad y paz. Para concluir, debemos decir que las familias están llamadas a continuar cre- ciendo aun en medio de las dificultades y los cambios constantes. De una familia recibimos la identidad, los valores y la fe, por eso la educación al amor tiene lugar en el contexto de la familia, la Iglesia doméstica. La fuerza del mensaje del Papa propone una visión abierta y atractiva del amor humano, a imagen de la comu- nión de Dios, rodeado de la misericordia y en esperanza. Acoger con entusiasmo y sin prejuicios estas enseñanzas del Papa Francisco puede ser un paso importante hacia adelante, con la esperanza que todas las fami- lias lleguen a ser un verdadero motor para la renovación de la faz de la tierra, para la venida del Reino, el gran recurso para la evangelización del mundo.

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Notas * Sacerdote del Obispado Castrense, Capellán Naval, Alumno egresado del Magíster de orientación y mediación familiar de la Universidad Católica de la Santísima Concepción 1 Juan Pablo II, Exhortación apostólica Familiaris Consortio, 22 de Noviembre de 1981. 2 Encuentro Mundial de las Familias, Roma, 1994. 3 Encuentro Mundial de las Familias, México 2009. 4 Francisco, Exhortación apostólica postsinodal, Amoris Laetitia, 19 de Marzo 2016. 5 Francisco, Discurso del Santo Padre en la Fiesta de las Familias, Encuentro Mundial de las Familias, Estadio Croke Park, Dublín, Sábado, 25 de agosto de 2018. 6 Ídem. 7 Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, Nº48. 8 Amoris Laetitia, N°40. 9 Francisco, Discurso del Santo Padre en la Fiesta de las Familias, 2018. 10 Cfr. Amoris laetitia, Nº1. 11 Francisco, Discurso del Santo Padre en la Fiesta de las Familias, 2018. 12 Familiaris Consortio, N°1. 13 Francisco, Discurso del Santo Padre en la Fiesta de las Familias, 2018.

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Acompañar para discernir: Claves para un acompañamiento espiritual sencillo y serio

Luis María García Domínguez, sj.*

Presentaré en esta conferencia el tema que me ha sido encomendado en esta Semana Teológico Pastoral 2018: «Acompañar para discernir», pensando espe- cialmente en la pastoral con los jóvenes, inquietud del Sínodo diocesano y del próximo Sínodo de la Iglesia. En esta exposición me fijaré en el acompañamiento espiritual, y me moveré continuamente entre dos extremos que desearía subrayar claramente: su sencillez como instrumento pastoral y la seriedad con la que se ha de realizar. En efecto, acompañar espiritualmente es una tarea que ayuda mucho a los jóvenes y no tendría que ser difícil para muchas personas (laicas o consagra- das) que se dedican ya a la pastoral juvenil; pero, si bien es relativamente sencillo empezar a acompañar, a la larga es una tarea muy delicada para la que conviene prepararse de todos los modos posibles1.

1. ¿QUÉ ES EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL?2 Para acompañar espiritualmente a alguien es preciso tener en la cabeza un cierto «modelo» de acompañamiento que nos ayudará a tomar decisiones en muchos momentos del diálogo espiritual. Y, simplificando un tanto dos posiciones, po- demos pensar en dos modelos de dirección o de acompañamiento espiritual: la figura del «padre», director sabio y carismático; o la figura del que pone el acento en el «método» de la conversación, en el procedimiento. El primero es una figura clásica, sobre todo en la tradición del Oriente cristiano antiguo: el anciano, santo y sabio que ha recorrido un largo camino ascético y ha llegado a una cima espiri- tual desde la que, con la gracia de Dios y su experiencia acumulada, ayuda a sus hermanos con consejos y orientaciones. El segundo modelo, también presente en 300 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ESPIRITUALIDAD la tradición cristiana, no tiene la seguridad de una iluminación especial de Dios, ni tiene necesariamente ese recorrido espiritual tan completo; pero recoge de la enseñanza de la tradición el método para acompañar, el modo mejor de proceder en el acompañamiento; y esa fidelidad al método adecuado le facilita ayudar sin cometer grandes errores. Este segundo modelo es el que proponemos inicialmen- te, pues el primero tiene sus riesgos cuando la persona no es tan sabia, ni tan santa y equilibrada, como eran aquellos modelos clásicos. Además, podemos distinguir varias «modalidades» posibles de acompaña- miento: como diálogo pastoral puntual; como enfocado a afrontar problemas; como deseo de centrarse en la persona; o como guiarse por el proceso espiritual a más largo plazo3. Cada acompañante puede reconocer para qué modalidad es más hábil y, por otra parte, cuál es la forma de acompañamiento más adecuada para cada «discípulo». El acompañamiento espiritual es una serie de conversaciones entre dos per- sonas, que se orienta a buscar la voluntad de Dios para una de ellas, mediante frecuentes encuentros en los que se utilizan numerosos recursos de diálogo y en los que se ofrece también algunos instrumentos útiles para la vida cristiana, que puedan ayudar fuera de la entrevista. Pero, en todo caso, el discernimiento de am- bos interlocutores aparece como un trasfondo necesario, que subyace o atraviesa toda conversación. El acompañamiento espiritual tiene un fin espiritual claro, que se puede for- mular de muchas formas distintas (la santificación, la divinización, la unión con Dios y el seguimiento de Cristo, la configuración con Cristo…); pero ese fin último admite (y generalmente requiere) otros objetivos parciales. Estos objetivos son concomitantes más que sucesivos, como el conocimiento propio, la acepta- ción y sana estima de sí, la capacidad de tomar decisiones para cambiar la propia vida y el conocimiento cada vez mayor de los valores y estilo vital del evangelio. Y otros muchos que se pueden articular con los indicados.

2. LA ENTREVISTA: LOS CONTENIDOS DE LA CONVERSACIÓN Los contenidos de la entrevista de acompañamiento son, en realidad, todos los de la vida cristiana: la experiencia de Dios; la biografía personal; la vida cotidiana según la propia condición vocacional y su situación concreta, manifestada en las

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relaciones, el estudio o el trabajo, los compromisos humanos y los que se toman movidos por la fe. Por supuesto, puede ser objeto del diálogo cualquier problema que emerja en la vida de la persona; y también el surgimiento de alguna «moción» nueva en la vida de la persona como, por ejemplo, la pregunta vocacional. El discernimiento espiritual, por otra parte, no es una especie de «técnica» que se aplica a la conversación. Sino que es buscar la voluntad de Dios mediante operaciones humanas afectivas, cognoscitivas y conativas: discernir es «sentir y conocer» para tomar decisiones a partir de las luces obtenidas. Se discierne indivi- dualmente, pero se supone que de vez en cuando se tiene un contraste de otra per- sona, para no engañarse tan fácilmente; pues el engaño espiritual de los «buenos» (los que caminan en la vida iluminativa) es una posibilidad que desde la antigua tradición espiritual se reconoce y combate. Los «instrumentos» que se explican un poco más abajo son también contenidos eventuales del diálogo.

3. CÓMO HABLAR: RECURSOS E INSTRUMENTOS El modo de conducir la conversación de acompañamiento es de suma impor- tancia para que el método no distorsione la búsqueda de la voluntad de Dios. El acompañante que aplica el método adecuado y emplea progresivamente los recur- sos más útiles en la conversación no tendrá especiales problemas y, seguramente, notará que ayuda verdaderamente a la persona acompañada.

3.1 Recursos para el diálogo

Los recursos ordinarios de la conversación se condensan en cuatro grandes gru- pos, que son a modo de «tareas», cada una de las cuales incluye distintos recursos de conversación: atender (acoger, acordar el plan a seguir, observar, escuchar con empatía); entender (mediante la respuesta reflejo, la reformulación, las preguntas aclaratorias o exploratorias); explicar (sugiriendo hipótesis, instruyendo, expli- cándole su forma de ser, quizá confrontando o interpretando algunas veces su visión, confirmando sus aciertos); y aplicar (sugiriendo conductas y motivaciones, proponiendo valores, aconsejando algunas pocas veces, invitando a tomar deci- siones, proporcionando instrumentos para la vida espiritual). Ordinariamente, se pueden entender también como cuatro grandes fases, aunque no sean puramente lineales: pues sin atender largamente con escucha empática será difícil entender; y solamente cuando hemos entendido bien acertaremos a explicar algo con cierto 302 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ESPIRITUALIDAD sentido de modo acomodado a cada sujeto; y solo cuando la persona acepte la explicación (o llegue por sí mismo a entenderse a sí mismo) estará capacitada para aplicar alguna cosa a su vida cristiana, para mejorarla en algún aspecto. Y también hay que saber terminar el acompañamiento, aunque no hay posibilidad de fijar norma sobre ello, ya que pueden concurrir muy distintas circunstancias. Pero cada acompañante debería saber que acompaña a alguna persona durante un tiempo determinado, no para siempre. Los recursos extraordinarios para el acompañamiento espiritual pueden ser los que se utilizan en un acompañamiento a distancia, como el correo postal o electrónico, el envío de distintos escritos, el uso del teléfono o la videollamada. Estos recursos deben administrarse bien para que no se rompa la asimetría de la relación, el método «profesional» de la entrevista, la necesaria distancia física y temporal de los encuentros. También es posible, dentro del acompañamiento, la participación en retiros u otras actividades espirituales o pastorales dirigidas por la persona que acompaña; estas no forman parte ordinaria de un acompañamiento, pero pueden incluirse en el proceso espiritual del «discípulo», si le ayudan. Recursos problemáticos en la dirección espiritual son el apoyo afectivo que crea dependencia e infantiliza; la ayuda material (o de gestiones e influencias) que crea sumisión; la autorrevelación que desplaza el protagonismo al acompañante; el contacto físico que suscita emociones y puede facilitar un tipo de intimidad im- propia; el uso de técnicas ajenas a la dirección espiritual (como son válidos o dis- cutibles recursos de alguna escuela psicológica o técnicas de pseudoterapias, de sa- beres «arcanos» que el acompañante ha escuchado en cualquier cursillo, etc.); y el mantener relaciones duales o múltiples fuera de la entrevista de acompañamiento (como descansar juntos, pasear o alternar fuera de la entrevista a solas), lo que resultar sumamente ambivalente. El uso habitual de estos recursos problemáticos (y de otros semejantes que el lector puede conocer) debería alertar a cualquier observador o persona acompañada sobre la idoneidad de dicho acompañamiento.

3.2 Instrumentos4

El principal «instrumento» que suele ayudar a quien es acompañado espiri- tualmente es llevar un «cuaderno espiritual» en el que pueda escribir algo sobre su mundo espiritual, sus «mociones», sus reflexiones y algunas propuestas que le pueda hacer la persona que lo acompaña. El primer uso de dicho cuaderno puede 303 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ESPIRITUALIDAD

ser el preparar la entrevista de acompañamiento, antes de acudir al encuentro, y reflexionar un poco por escrito después del mismo. Pero poco a poco el acompa- ñante puede hacerle otras propuestas, las que le puedan ayudar, como por ejem- plo las que se indican a continuación. En el citado cuaderno se puede escribir el «examen de la oración», para poder discernirla mejor y para aprender mejor los distintos métodos; o anotar su «exa- men del día» para irse acostumbrando a cómo hacerlo y ver cómo Dios actúa en la vida cotidiana de cada uno. También se puede llevar por escrito un «examen particular» durante un cierto tiempo, como medio de controlar un defecto par- ticular o de fomentar y perseverar en algún buen hábito; el discípulo puede tam- bién discernir por escrito sobre algunas actividades necesarias pero que se pueden desordenar, siguiendo la propuesta ignaciana de «ordenarse en el comer»; y, del mismo modo, podría discernir sus obras buenas y compromisos cristianos (como la participación en voluntariados, catequesis, liderazgo de grupos, etc.) mirando lo que busca en esas obras buenas, con los criterios ignacianos de las reglas para «distribuir limosnas». En definitiva, el cuaderno espiritual puede ser un modo de canalizar y llevar cuenta consciente de la nueva vida que suele impulsar un acompañamiento espiri- tual centrado en el proceso espiritual. Así, el «discípulo» practica el discernimien- to de muchos modos y se va haciendo cada vez más adulto en su vida cristiana, sin necesitar tanto el «consejo» de su acompañante espiritual. El acompañamiento es una ayuda temporal para una vida cristiana adulta y autónoma.

4. LA RELACIÓN DE ACOMPAÑAMIENTO: POSIBILIDADES Y RIESGOS La relación de acompañamiento es una relación bastante especial: es espiritual, es exigente y es afectiva. Y acaba siendo, cuando es prolongada, una relación compleja, porque entran en juego factores conscientes e inconscientes, pues in- tervienen todas las instancias psíquicas y espirituales de los dos interlocutores, como son el yo-ideal y el yo-actual de cada uno, con sus niveles conscientes e inconscientes. De modo que la relación no debe ser vista solo e ingenuamente como «espiritual». Uno de los fenómenos clásicos que pueden explicar la complejidad de esta relación es el tema de la «transferencia», fenómeno que ilustra otra verdad más

304 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ESPIRITUALIDAD amplia: el juego de afectos, sentimientos, necesidades (y también valores) que intervienen con fuerza en todo tipo de relación pastoral. Como es normal, expe- riencias afectivas antiguas pueden reproducirse de alguna manera (y sin concien- cia de su relación con la propia biografía) en la persona acompañada. Y, lo que también es normal (pero muy contraproducente), su acompañante podría reac- cionar a esas «transferencias» como si fueran relaciones reales con su acompañado, cayendo en la «contratransferencia»5. Puede suceder que una persona acompañada (un «discípulo») haya sentido ciertas carencias afectivas durante su niñez, aunque en experiencias no traumá- ticas, sino normales; por ejemplo, por unos padres que trabajan mucho por los hijos, pero expresan poco el afecto en la familia. Este discípulo podría encontrarse con un acompañante (varón o mujer) que le acogiera incondicionalmente, que le escuchara largamente, que le hiciera sentir valorado e importante. Es muy posible que, en una relación prolongada, este discípulo sintiera por su acompañante afec- to, cariño, y cierto apego natural; incluso un poco infantil: esto es la transferencia «positiva» normal, donde el discípulo quizá busca el cariño que no tuvo y que, en la situación actual, puede formularse en alguna demanda, ser más insistente (más inmadura) de lo apropiado a esta situación: pidiendo consejo una y otra vez en lugar de buscar por sí mismo; deseando encuentros más frecuentes con su acompañante; interesándose por su vida y actividad privada; quizá utilizando distintos medios (correos, mensajes, redes sociales) para compartir y comunicar incluso cosas no significativas (unas fotos, una noticia familiar, un viaje). Eso es la transferencia, en este caso positiva. Siguiendo con el ejemplo, la contratransferencia sería la respuesta «normal» de la persona que acompaña a esas demandas. Por ejemplo, que aceptara responder a todas sus peticiones de consejo, sin hacerle trabajar al discípulo por sí mismo; que aceptara tener otras entrevistas (en realidad, no necesarias) de las progra- madas inicialmente; que le respondiera a todas sus comunicaciones personales fuera de las entrevistas, enviándole a su vez noticias de su vida privada, con fotos, noticias o informaciones de su actividad personal; que incluso, viendo el interés del discípulo, le invitara a algunas de sus actividades, o a tomar juntos un café o a salir a descansar juntos, o le ofreciera ver una película muy interesante que se acaba de estrenar en una sala de cine o en el canal de pago de televisión que tiene el acompañante. Esto sería la contratransferencia: dejar la relación «profesional» 305 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ESPIRITUALIDAD

y asimétrica que requiere el acompañamiento y convertirla en una relación «nor- mal», aunque de mutua gratificación de necesidades afectivas de uno (el discípu- lo) y del otro (su acompañante). La contratransferencia, que parece ayudar a que la relación «espiritual» fluya más fácilmente, en realidad no afronta los problemas del discípulo (en este caso su dependencia afectiva, que necesita integrar mejor), sino que los perpetúa. Y, a su vez, generalmente alimenta también necesidades más o menos disonantes del acompañante, que siente gratificada su autoestima, su significatividad social, quizá su sentido paternal o maternal o, en otros casos, su necesidad de alguien que lo quiera. La transferencia puede ser positiva (como la descrita) o negativa, donde las tensiones de agresividad o rivalidad aparecen más claramente, suscitando también la contratransferencia negativa, más sutil o descarada, de rechazo, crítica o despre- cio. Y la transferencia puede ser normal, como la descrita, o con tintes más infan- tiles y patológicos, siendo en este caso mucho más difíciles de manejar. En todo caso, se suele indicar que la «abstinencia» del acompañante, la distancia «profesio- nal» en la asimetría conveniente y la revisión de las entrevistas (como indicamos más abajo), junto con un poco de supervisión, ayudará a que el acompañante perciba estas posibles situaciones y las sepa manejar con el método adecuado6. Por todo lo dicho, la relación misma de acompañamiento tiene muchas po- sibilidades, pues se puede constituir como una referencia madura para toda rela- ción equilibrada; pero también tiene algunos riesgos, pues puede perjudicar todo el acompañamiento y tener efectos malignos, incluso desastrosos para esa relación pastoral, si se cae en la correspondencia de los sentimientos eventualmente susci- tados en la persona acompañada. El tema, como decimos, no es tanto la existencia o no de la transferencia, estrictamente hablando, en el acompañamiento, sino la realidad comprobada de las muchas implicaciones afectivas que se dan en un acompañamiento prolongado, que invitan a cuidar mucho esa relación.

5. «CUADERNO DE TRABAJO» DEL ACOMPAÑANTE Para llevar mejor un acompañamiento, ayuda mucho a los comienzos que la per- sona que acompaña reflexione por escrito después de cada entrevista sobre lo sucedido. Las notas tomadas tras un encuentro se pueden leer antes de la siguiente entrevista, como parte de su preparación. Los puntos principales que cada acom- pañante puede reflexionar son los siguientes. 306 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ESPIRITUALIDAD a. Circunstancias externas de la entrevista. Lugar, fecha, duración, obser- vaciones relevantes. Si preparé la entrevista o no. ¿Alguna observación sig- nificativa de la persona acompañada? b. Temas tratados en la entrevista. Temas principales y asuntos afrontados indirectamente. Algunos de esos asuntos aportan información nueva o modifican la anterior información que se tenía sobre la persona (historia, personalidad, valores, etc.). Temas ausentes o evitados por el acompañado. c. «Proceso»7. En qué momento o etapa espiritual se encuentra el acompaña- do. Qué es lo central en su vida ahora: la primera ilusión cristiana ingenua, la culpa o el agobio, la resistencia a reconocerse limitado, la debilidad de sus propias necesidades, las dudas en su proyecto de vida, etc. Qué prevalece en este momento en su motivación: sus valores evangélicos (ideales y virtudes), sus necesidades psíquicas naturales, sus defensas y mecanismos psíquicos. d. Recursos utilizados en esta entrevista y con qué efectos o frutos. Si acerté en su uso o me precipité en hacerlo: cómo cuidé la observación, la acogida, la escucha, la «respuesta reflejo», la sugerencia, la instrucción, la exploración o la pregunta, la interpelación o la confrontación, la interpre- tación, la confirmación del camino. Si utilicé el apoyo, la autorrevelación, el contacto físico o algún recurso problemático de los indicados. e. Cómo me he sentido a lo largo de la entrevista. Sentimientos que he experimentado yo hacia la persona acompañada, hacia cómo vive o cómo habla, hacia los diferentes asuntos que presenta. Sentimien- tos que yo creo que experimenta hacia mí la persona acompañada, manifestados en observaciones concretas, en comentarios directos, en gestos indirectos... Posible presencia de su transferencia: ¿su relación conmigo es «real» o «transferencial»? Posible presencia de mi contra- transferencia: reacciones mías hacia esa persona. f. Qué hacer en los próximos encuentros. Temas que debo reflexionar o con- sultar porque no entiendo bien. Asuntos que debo afrontar si el acompañado no los afronta por sí mismo. Recursos o técnicas que puedo utilizar para ser más eficaz en mis intervenciones. Tareas que le puedo proponer, textos evan- gélicos, actividades o compromisos formativos… ¿Tengo claro el proceso, el fin hacia el que vamos, las «metas volantes» que me propongo?

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Todo ello ayudará mucho al acompañante para reflexionar sobre su ministerio y para corregir errores, mejorar su modo de proceder y, en definitiva, ayudar me- jor a las personas que acompaña. Este esquema del «cuaderno de trabajo del acompañante» puede ser una refe- rencia para una supervisión, en grupo o personalizada, de la persona que empieza a acompañar a otros. Eso facilitará la propuesta que este conferenciante quiere dejar a todos los agentes de pastoral participantes en esta Semana Teológica Pas- toral: que ofrezcan un acompañamiento espiritual sencillo y fraterno a los jóvenes cristianos que tratan con ellos.

ALGUNAS LECTURAS SUGERIDAS Aa. Vv., «El acompañamiento espiritual»: Sal Terrae. Revista de Teología Pastoral, 105 / n. 1227 (noviembre 2017) 865-920. Andrés Vela, J., La entrevista personal y el diálogo pastoral, CCS, Madrid 2001. Arrieta, Lola, Acoger la vida, acompañando la vida. El acompañamiento en la vida cotidia- na, Cuadernos Frontera, Vitoria 1999. Ávila, Antonio, Acompañamiento pastoral, PPC, Madrid 2017. Balanzó, Estanislau de, La entrevista personal en Ejercicios, Cuadernos del Seminario de Ejercicios, Cristianismo y Justicia, Barcelona 1992. Barry, W. A. - W. J Connolly, La práctica de la dirección espiritual, Sal Terrae, Santander 2001. Fernández Carvajal, Francisco, La dirección espiritual, Ediciones Palabra, Madrid 2012. Fiores, S – Goffi, T. (Dirs.), Nuevo Diccionario de Espiritualidad, Voces: Itinerario espi- ritual, Madurez espiritual, Modelos espirituales, Padre espiritual, Progreso espiritual, Psicología y espiritualidad (y otras voces), Paulinas, Madrid 1992. Firolamo, G. (Ed.), Storia della direzione spirituale, G. Filoramo (eds.), I-II-III, Morce- lliana, Brescia, 2006-2008. García Domínguez, Luis M., «Qué es y qué no es acompañamiento espiritual»: Sal Te- rrae. Revista de Teología Pastoral 105 / n. 1227 (noviembre 2017) 865-877. García Domínguez, Luis M., La entrevista de Ejercicios espirituales, Mensajero – Sal Te- rrae (Colección Manresa 44), Bilbao – Santander 2011. García Domínguez, Luis M., El libro del discípulo. El acompañamiento espiritual, Mensa- jero – Sal Terrae, Bilbao – Santander 2011. García San Emeterio, S., El acompañamiento. Un ministerio de ayuda, Paulinas, Madrid 2001. Giordani, Bruno, Encuentro de ayuda espiritual, Sígueme, Salamanca 1992. Guillén, Antonio T., «El acompañamiento espiritual del cristiano adulto»: Manresa 76

308 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d ESPIRITUALIDAD

(2004) 135-145. Imoda, Franco (Ed.), Acompañamiento vocacional. La psicología de la vocación en la adoles- cencia, Sígueme, Salamanca 2008. López Galindo, Adrián, Claves antropológicas para el acompañamiento, Cuadernos Fron- tera-Hegian 23, Vitoria 1999. Mendizábal, Luis M., Dirección espiritual. Teoría y práctica, BAC, Madrid 2014. Merton, Thomas,Direcci on espiritual y meditacion, Desclee de Brouwer, Bilbao 2012. Moreno de Buenafuente, A., Voy contigo: acompañamiento, Narcea, Madrid 2004. Nemeck, Francis Kelly – Marie Theresa Coombs, El camino de la dirección espiritual, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1987. Nouwen, H. J. M. y otros, Direccion espiritual. Sabiduria para la larga andadura de la fe, Sal Terrae, Santander 2007 (2006). Sastre García, J., El acompañamiento espiritual, San Pablo, Madrid 1993; Acompañar: por los caminos del Espíritu, Monte Carmelo, Burgos 2002; El acompañamiento espiritual, Desclée de Brouwer, Bilbao 2008.

Notas * Ponencia presentada durante la Semana Teológico-Pastoral de la Arquidiócesis de Santiago, julio de 2018. 1 A saber, con alguna orientación inicial, con un poco de estudio, teniendo al principio una cierta «supervisión» del acompañamiento realizado. 2 Se añade al final una bibliografía básica para quien desee iniciarse en este ministerio. Lógicamente, estas páginas se inspiran en mis publicaciones sobre el tema. 3 Son modalidades que se pueden encontrar en la práctica pastoral y en escritos sobre el acompañamien- to espiritual. En buena medida se pueden parecer a algunos modelos psicoterapéuticos, o incluso se inspiran parcialmente en ellos. 4 Presento estos instrumentos para la vida cristiana, muy inspirados en los Ejercicios espirituales ignacia- nos, en El libro del discípulo. El acompañamiento espiritual, Mensajero, Bilbao 2011. 5 Sobre el fenómeno complejo de la transferencia (y la contratransferencia) en la relación pastoral, se puede ver C. Domínguez Morano, «Las ocultas complicidades de la relación pastoral», en Creer después de Freud, Ediciones Paulinas, Madrid 1991, 271-309. 6 La ya clásica investigación de L. M. Rula y su equipo con una amplia población vocacional (novicios, novicias y seminaristas) indicaban que dos tercios de los sujetos (67-69%) formaban relaciones de transferencia con sus formadores. Hemos de suponer una proporción parecida en acompañamientos suficientementeprolongados . 7 El tema de las etapas o proceso espiritual (que no hemos explicado en estas páginas) se puede reflexio- nar con distintos modelos de desarrollo espiritual; aquí me inspiro en parte en la perspectiva espiritual ignaciana y en la perspectiva de la «antropología de la vocación cristiana» de L. M. Rulla.

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¿Qué haría Cristo en mi lugar? Congreso Ecuarístico 2018-2019

María Cristina Aristía Tagle*

En febrero de 2017 los Obispos de Chile en Visita Ad limina le manifestaron al Papa Francisco su intención de celebrar un Congreso Eucarístico durante el año 2018, cuando aún no se conocía la noticia de su visita a Chile. Se trataba de una iniciativa que venía abriéndose paso por petición de numerosos laicos, religiosos y comunidades de adoradores, que veían la necesidad de promover la renovación de la fe en Cristo, profundizando en el Misterio de la Eucaristía y en su lugar central en la vida cristiana, y que había sido aprobada en Asamblea Plenaria en el año 2016. Habían pasado casi cuarenta años desde el último Congreso Eucarístico, la realidad sociocultural chilena había cambiando considerablemente y la Iglesia necesitaba renovarse en el anuncio del Evangelio y en el amor a la Eucaristía, ofreciendo caminos de humanización que permitieran construir en nuestro país una sociedad más justa, fraterna y solidaria que llegara a ser un hogar para todos1. Fue así como en el editorial del 4 de diciembre de 2017, Monseñor Santiago Silva, Obispo Castrense y presidente de la Conferencia Episcopal, anunció ofi- cialmente la realización del XII Congreso Eucarístico Nacional 2018. A pocos días de la llegada del Papa a Chile, su visita marcaría el inicio de este tiempo de gracia para la Iglesia y para nuestro país, y su mensaje vendría a enriquecer el tiempo de preparación del Congreso, animando la reflexión eucarística a nivel de las diócesis, parroquias y comunidades, sin perder de vista los contextos sociopo- líticos de nuestra realidad, y la fuerza de gracia propia de la Eucaristía, capaz de transformarnos en testigos auténticos de la Buena Noticia y en constructores de una sociedad traspasada por los valores del Reino. Así, monseñor Silva invitaba 310 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018d EXPERIENCIAS PASTORALES FECUNDAS a vivir este año del Congreso Eucarístico como un «tiempo y espacio salvífico, porque es encuentro con el Salvador. Es recuperación del sentido de la vida y de la experiencia de comunidades alimentadas por la Palabra. La contemplación, si es auténtica, se transforma en «testimonio» y en «salida misionera» con el rostro impregnado del Resucitado gracias a la Mesa de la Palabra y de la Eucaristía com- partida como hermanos en la fe y ciudadanos de este Chile»2. Durante el encuentro del Papa Francisco con los obispos chilenos en la Cate- dral de Santiago el martes 16 de enero de 2018, monseñor Santiago Silva Retama- les, en su saludo al Santo Padre, le comunicó: «Nos hemos propuesto prolongar su visita a nuestro país y su mensaje con un Congreso Eucarístico Nacional que se vivirá en cada Iglesia particular, a partir de marzo hasta noviembre de este año. Así, contemplando a Jesús Eucaristía, buscamos proyectar los frutos de su visita pastoral, los que sintetizamos en lo que el Resucitado ofrece cuando promete a sus discípulos: Mi paz les doy (Jn 14,27)». Entonces, se conformó una Comisión Nacional presidida por monseñor Fe- lipe Bacarreza y monseñor René Rebolledo, que presentó una itinerario de pre- paración del Congreso a nivel nacional y diocesano, a través del cual se invitaba a todas las diócesis a vivir la preparación para el Congreso Nacional en forma simultánea, de acuerdo a la realidad de cada iglesia particular, considerando al- gunos hitos litúrgicos comunes, celebraciones y tiempos de reflexión, etapas de formación y los actos de culminación que tendrían lugar en la ciudad de Santiago.

1. ¿QUÉ ES UN CONGRESO EUCARÍSTICO?3 Un Congreso Eucarístico es una fiesta de la Iglesia para celebrar a Jesucristo vivo y presente en la Eucaristía, para alabarlo, bendecirlo y adorarlo, dando gracias a Dios porque ha querido quedarse con nosotros como alimento de vida en un sen- cillo pedazo de pan. Asimismo, es una invitación a profesar públicamente la fe y el amor a Jesucristo en el Misterio de la Eucaristía, que no solo es «el Sacramento principal que la Iglesia celebra», sino el que «contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua»4; es el «compendio y la suma de nuestra fe»5. El Congreso es precedido por un tiempo de preparación que promueve la formación y reflexión en torno al Misterio Eucarístico con el fin de renovar el amor a la Eucaristía, nuestros modos de celebrar y el compromiso con

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el anuncio del Reino que de ella se desprende, procurando que transforme la vida personal, eclesial y social. Existe un Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales que alienta, entre otros objetivos, la celebración de Congresos Eucarísticos nacionales, diocesanos, interdiocesanos y parroquiales, que posiblemente incluyan una dimen- sión ecuménica e interreligiosa. Quien convoca un Congreso Eucarístico es el Santo Padre en caso de que este sea Internacional, una Conferencia Episcopal en el caso de que sea nacional y el obispo de una iglesia particular si se trata de una diócesis. El Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos establece que, en la pre- paración del Congreso, se debe considerar la importancia de promover: a) Un lema o frase inspiradora que anime la celebración del Congreso. b) Un tiempo intenso de catequesis sobre la Eucaristía en cuanto Misterio Pascual de Cristo, verdadera, real y sustancialmente presente en las Sagra- das Especies y vivo y operante en la Iglesia, su Cuerpo, teniendo presente la realidad pastoral de cada iglesia particular. c) Una invitación abierta a participar más activamente en la Sagrada Liturgia, promoviendo la escucha atenta y creyente de la Palabra de Dios y fomen- tando el sentido fraterno y solidario de la vida comunitaria. d) Un compromiso efectivo con el mundo que nos rodea, favoreciendo inicia- tivas de promoción humana integral, siguiendo el ejemplo de la comuni- dad cristiana primitiva de modo que la mesa eucarística se convierta en una fuerza propulsora para la construcción de una sociedad más justa, fraterna y solidaria en la espera de la venida del Señor. La celebración del Congreso Eucarístico Internacional normalmente dura una semana culminando en la Statio Orbis, que es la celebración eucarística de clausu- ra presidida por el Papa o por su Legado como expresión visible de la comunión de la Iglesia Universal. Los Congresos nacionales proceden del mismo modo, aunque la celebración eucarística de culminación puede contar o no con un Le- gado Pontificio según el Santo Padre lo estime conveniente. Durante la semana del Congreso Eucarístico, y particularmente en el día de la Statio Orbis, se invita a todas las iglesias particulares a que se unan espiritualmente expresando la comunión de la Iglesia Universal en la única Eucaristía que hace de la Iglesia el único cuerpo de Cristo. 312 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018d EXPERIENCIAS PASTORALES FECUNDAS

Para que la celebración de un Congreso Eucarístico dé frutos de conversión y de amor fecundo a Cristo que se ofrece como pan vio en la Eucaristía, es indis- pensable que este se inserte en el contexto de un itinerario pastoral que considere darle continuidad en las diócesis y en las parroquias. Para esto se requiere de una comprensión renovada de nuestros modos de hacer pastoral. Se trata de diseñar un itinerario pastoral que se entienda como proceso en donde el Congreso Eu- carístico sea la fase culminante de una etapa, pero a la vez se abra a un camino de renovación pastoral y crecimiento espiritual personal y comunitario. En este sentido, las comisiones encargadas de preparar los Congresos deben considerar la continuidad de este constituyéndose en animadores permanentes del culto euca- rístico en el sentido amplio de la palabra (celebración, adoración y vida), y man- tener viva la llama, de manera que el Congreso Eucarístico no se quede solo en un hermoso recuerdo personal, sino que tenga continuidad pastoral dando lugar a un renovado impulso misionero.

2. EL PRIMER CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL Los Congresos Eucarísticos tuvieron su origen en Francia en la segunda mitad del siglo XIX. Corrían tiempos en que la irrupción de la modernidad hacía entrar en crisis el régimen de cristiandad cuestionando la existencia de Dios, el origen de la Iglesia y sus fundamentos, en donde crecía la ignorancia y la indiferencia religiosa. En este contexto, y con la intención de promover la renovación de la fe en la persona de Jesucristo, presente realmente en el Sacramento de la Eucaristía, Emilia Tamisier (1834-1910), siguiendo la inspiración de san Pedro Julián Ey- mard (1811-1868), llamado “el Apóstol de la Eucaristía”, tomó la iniciativa de organizar, con la ayuda de otros laicos, sacerdotes y obispos, y con la bendición del Papa León XIII, el primer Congreso Eucarístico Internacional en Lille. Su tema fue: “La Eucaristía salva el mundo” y su objetivo era el de promover el culto eucarístico expresado particularmente en la adoración solemne y en grandes pro- cesiones que manifestaban el triunfo de la Eucaristía. A la luz de los decretos de san Pío X sobre la comunión frecuente Sacra Tridentina Synodus (1905) y sobre la comunión de los niños Quam singularis (1910), en la preparación y celebración de los Congresos se promovían la comunión frecuente de los adultos y la primera comunión de los niños6. 313 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d EXPERIENCIAS PASTORALES FECUNDAS

Para la preparación de este Congreso el Papa León XIII constituyó previamen- te un Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales (1879), antes mencionado, cuya misión, según sus actuales estatutos, es la de “hacer co- nocer, amar y servir cada vez más a Nuestro Señor Jesucristo en su Misterio Euca- rístico, centro de la vida de la Iglesia y de su misión para la salvación del mundo”7. Esta tarea se concreta a través de la promoción, organización y celebración perió- dica de Congresos Eucarísticos Internacionales, idealmente cada cuatro años, en un país designado por el Santo Padre y del acompañamiento de la celebración de Congresos Eucarísticos Nacionales en cada país. Para estos efectos, y para poder dar continuidad al trabajo pastoral en el campo de la promoción del culto euca- rístico bajo todos sus aspectos (la Eucaristía celebrada, adorada y vivida), cada Conferencia Episcopal nombra un Delegado Nacional, que en el caso de Chile es monseñor Felipe Bacarreza, Obispo de la diócesis de Santa María de los Ángeles. Con el Pontificado de Pío XI los Congresos Eucarísticos Internacionales comen- zaron a celebrarse por turno en todos los continentes, adquiriendo una dimensión misionera y de “re-evangelización” (expresión empleada en la preparación capilar del Congreso de Manila en 1937). Después, el Concilio Vaticano II, por medio de la Constitución Sacrocanctum Concilium en 1963, la Instrucción Eucharisti- cum mysterium de 1967 (Nº67) y de manera particular el Ritual Romano de sacra communione et de cultu mysterii eucaristici extra Missam de 1973 (Nº109-112), se renovaron los criterios para la preparación y celebración de los Congresos Eucarís- ticos, estableciendo la importancia de estar abiertos al diálogo con los problemas del mundo contemporáneo y al diálogo ecuménico e interreligioso, especialmente en la iglesias particulares que celebran el Congreso.

3. LOS CONGRESOS EUCARÍSTICOS EN CHILE

El primer Congreso Eucarístico Nacional en Chile se celebró en 1905. Fue con- vocado y presidido por el entonces arzobispo de Santiago, monseñor Mariano Casanova. En carta enviada el 19 de mayo de 1902 al Deán junto al Cabildo Eclesiástico de Santiago, monseñor Casanova expresó su anhelo de celebrar un Congreso Eucarístico: «Con vivo anhelo hemos deseado desde tiempo atrás cele- brar un Congreso Eucarístico, con la esperanza de obtener para nuestra República los óptimos frutos que ellos han producido en otras naciones cristianas, y que

314 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018d EXPERIENCIAS PASTORALES FECUNDAS venga a ser como el sello divino impreso a todas las obras que para la gloria de Dios y salvación social se ha emprendido y llevado a cabo en la Arquidiócesis en el último decenio». La iniciativa fue acogida con gran entusiasmo por el Cabildo, porque se tenía noticias de los efectos que provocaban en los fieles católicos la celebración de los Congresos Eucarísticos Internacionales. Así, el Cabildo se adhirió a la iniciativa considerando la “gloria divina y el incalculable bien que reportara a las almas”. En carta del 24 de mayo de 1902, el Cabildo responde a monseñor Casanova: «Estos Congresos (internacionales) han producido resultados trascendentales en la fe y en la piedad donde quiera que se han celebrado. El culto de la Divina Eu- caristía enardece en las almas el amor a Nuestro Señor Jesucristo y a sus celestiales enseñanzas. Con estos actos públicos de adoración se despierta el sentimiento religioso en aquellos que se habían alejado de las prácticas del catolicismo y se hace sentir una feliz renovación en el alma de los fieles». Fue así como el 20 de noviembre de 1904 se dio inicio oficialmente al Primer Congreso Eucarístico Nacional en una solemne inauguración que fue considera- da, según se relata en el archivo que recoge toda la preparación y posterior realiza- ción de este, como un «verdadero acontecimiento religioso y social, cuyo recuerdo perdurará en la memoria de los católicos chilenos». La ceremonia de clausura, realizada el domingo 27 de noviembre, se «revistió de caracteres imponentes por el piadoso entusiasmo que despertó en los fieles […] Allí estaba todo Santiago: el obrero que ha ennoblecido sus manos en el trabajo, el modesto empleado que apenas cuenta con un momento de descanso, los jóvenes estudiantes, los que han hecho de la riqueza una alta misión social, los sacerdotes, jóvenes y los ancianos, los religiosos de todas las órdenes, etc.». Posteriormente se celebraron Congresos en diversas diócesis como La Serena, Chiloé, Valparaíso y Punta Arenas. Probablemente todavía esté fresco en la memo- ria de las generaciones mayores el Congreso de 1980 celebrado en Santiago con el lema “No teman. Abramos las puertas a Cristo”. Un acontecimiento que todavía hoy muchos recuerdan con gozo y alegría, e incluso cierta nostalgia. ¡Cómo no recordar los sentimientos de paz y esperanza que infundía en los hogares y en las comunidades la llegada del Cristo Peregrino, que nos invitaba a proclamar la fe en la Eucaristía y a celebrarla pidiendo al Señor que esa paz reinara en nuestro país!

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En carta del 25 de mayo de 1980, los obispos de Chile, después de una larga reflexión, deciden «convocar a la Iglesia de nuestra Patria a un tiempo especial- mente consagrado a la persona de Jesucristo y a celebrar solemnemente el Miste- rio de la Eucaristía. Y a este propósito queremos dedicar el año entero». «Queridos hermanos, hoy les traemos una invitación. Los convocamos para celebrar, en 1980, el XI Congreso Eucarístico Nacional. En este año, Cristo nos dirige las mismas palabras que, en el Apocalipsis, se refieren a la Iglesia de Laodicea: \”Pueblo mío, anímate y convierte tu corazón. Mira que estoy a tu puerta y te llamo. Si escuchas mi voz y me abres, entraré a tu casa a cenar. Yo contigo y tú conmigo\”. (Cf. Apoc. 3,19-20). \”¡Hermanos y hermanas! ¡No tengan miedo de acoger a Cristo y de acep- tar su potestad! ¡Abran más todavía, abran de par en par las puertas a Cris- to! ¡Abran a su potestad salvadora los confines de los estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civiliza- ción y del desarrollo! ¡No tengan miedo! Cristo conoce lo que hay dentro del hombre»8. Se había planificado un nuevo Congreso Eucarístico para el año 2000, pero el Papa Juan Pablo II proclamó para ese año el Gran Jubileo del 2000, en el cual Iglesia Universal se preparaba para cruzar el umbral del tercer milenio buscando que los corazones de todos se hicieran dóciles a la acción del Espíritu Santo9. El Congreso pasó a ser parte del itinerario pastoral propuesto para celebrar el Gran Jubileo, quedando desapercibido. De ahí que hay consenso en considerar que el último Congreso celebrado en Chile es el de 1980. Un tiempo de mucha gracia vivida en el encuentro con el Cristo Peregrino. Así lo recuerda el Mensaje del San- to Padre Juan Pablo II con motivo de su finalización: «Se clausura hoy, a la sombra de ese Santuario Mariano de Maipú, que tanto dice al corazón de todo chileno, el XI Congreso Eucarístico Nacional de Chile. El Episcopado le ha dado un lema que me es muy querido y que encierra una vibrante invitación a un comprometi- do programa de vida: No teman, abran las puertas a Cristo»10.

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4. EL CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL 2018-2019 Con la celebración del Jueves Santo de 2018 se dio inicio oficial al tiempo de preparación del Congreso Eucarístico. Este tendría cuatro etapas sucesivas de formación y catequesis, cada una acompañada de un signo profético. Se trataría además de un tiempo dedicado a embellecer nuestras celebraciones eucarísticas, preocupándose de promover una mejor acogida y mayor participación de todo el Pueblo de Dios. Junto con el inicio oficial se dio a conocer el lema, la oración, los objetivos y los actos de culminación. Sin embargo, a poco andar nos vimos sumergidos en una profunda crisis que probablemente pasará a la historia como la crisis más profunda vivida por la Iglesia que peregrina en Chile. ¿Qué hacer con el Congreso Eucarístico ya iniciado en medio del dolor, la vergüenza y la desilusión a causa de los casos de abusos de diversas índoles come- tidos por miembros de la Iglesia y de la incertidumbre a causa de la renuncia de los obispos? No fue fácil tomar una decisión. Si bien el tiempo de preparación del Congreso de alguna manera respondía al llamado del Santo Padre de “poner a la Iglesia en estado de oración”, era necesario detenerse para reflexionar a la luz de lo que estábamos viviendo tanto a nivel personal como eclesial. El Papa en su carta del 8 de abril a los obispos de Chile tras recibir el informe de monseñor , invitaba a permanecer unidos a Cristo (Cf. Jn 15, 4), mirando su vida y sus gestos, especialmente «cuando se muestra compasivo y misericordioso con los que han errado»11. Y nos invita también a permanecer en estado de oración, amando en la verdad, pidiendo la sabiduría del corazón y dejándonos convertir. Para muchos resultaba contradictorio continuar con la preparación del Congreso Eucarístico Nacional y diocesano. Sin embargo, otros, haciendo una lectura religiosa de los acontecimientos, afirmaban que era el mismo Señor quien, tomando la iniciativa, se había adelantado a los hechos regalándonos este año del Congreso para vivir el dolor y la vergüenza y para enmendar el camino recorrido cimentados en el corazón de Cristo, Camino, Verdad y Vida (Cf. Jn 14, 6).

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Fue así como después de un tiempo de discernimiento, se decidió exten- der el tiempo de preparación, fortaleciendo la peregrinación del Santísimo en la Custodia Peregrina y la Adoración, y permaneciendo en estado de oración en la escucha de la Palabra para encontrar en Cristo el camino para responder a la carta del Papa y para renovarnos en la fe. Y, al mismo tiempo, se tomó la decisión de postergar la celebración del Congreso mismo para el año 2019. El Congreso se transformó entonces en una instancia para poner a la Iglesia en estado de oración ubicando a Cristo en el centro, de modo de promover una conversión personal, comunitaria y eclesial que sepa siempre escuchar y acom- pañar a los más vulnerables; para reconocer nuestra condición de Santo Pueblo fiel de Dios ungido por el Espíritu Santo, sacando nuestro carné de mayores de edad espiritualmente hablando, y comprometiéndonos proactivamente con la tarea misionera de la Iglesia. También devino en una ocasión para buscar la forma de terminar con la cultura del abuso, el encubrimiento y el secretismo incompatible con la lógica del Evangelio y promover una cultura del cuida- do y la protección que impregne nuestros modos de relacionarnos, de rezar, de pensar, de vivir la autoridad y de relacionarnos con el poder y el dinero; para asumir nuestra condición de Iglesia herida y llagada para ser capaces de comprender, conmoverse y comprometerse con la sanación de las heridas del mundo de hoy. En fin, el Congreso se transformó en una oportunidad para ser protagonistas de una transformación eclesial que nos convierta en una Iglesia Sinodal y Profética que sabe poner a Jesús en el centro y anunciar su Buena No- ticia con alegría y convicción, y para promover una solidaridad que signifique reconocimiento de las víctimas de abuso de diversa índole y caminos concretos de reparación por el daño causado, haciendo justicia para luego recuperar la comunión eclesial. La preparación del Congreso continúa con sus objetivos e itinerario ini- cial (que se exponen a continuación), ofreciendo espacios para que las diócesis puedan reflexionar a la luz de la carta del Papa y de su situación particular. Se trata de respetar los tiempos de cada uno en medio de esta crisis que nos afecta a todos.

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5. OBJETIVO DEL CONGRESO EUCARÍSTICO 2018-2019 «Promover el encuentro personal y comunitario con Cristo, profundizando en el Misterio Grande12 de la Eucaristía para descubrir la íntima relación que ella tiene con la vida cristiana». Con este objetivo se busca: a) Centrar la vida cristiana y el quehacer pastoral de la Iglesia en el encuentro personal y comunitario con Cristo vivo y resucitado que se ofrece en la Eucaristía como alimento de vida eterna (Cf. Jn 6, 51.56). b) Fortalecer, a través de la Eucaristía, la experiencia de “comunión” (con Cristo, con la Iglesia, con el prójimo, con nosotros mismos y con la crea- ción) para que todos seamos uno en Cristo (Cf. Jn 17, 21-22; Ga 3,28). c) Descubrir, en la vida de Cristo, la continuidad existente entre Eucaristía y entrega de la vida al servicio del Reino (Cf. Mc 10, 41-45; Jn 14, 9-12). d) Renovar el modo de celebrar la Eucaristía dominical: fomentando la for- mación, cuidando la preparación, fortaleciendo la participación y profun- dizando en el ars celebrandi (Cf. 1Co 11, 23-27). e) Fomentar el espíritu de adoración a Jesucristo realmente presente en la Eucaristía como preparación y prolongación de la celebración eucarística. f) Recoger y proyectar el mensaje de la visita del Papa Francisco a Chile, que invita a vivir la Eucaristía en la cotidianidad de la vida.

6. FUNDAMENTO TEOLÓGICO-PASTORAL TEMA DEL CONGRESO «La Eucaristía es la fuente del encuentro personal y comunitario con Cristo, que transforma la vida e impulsa a salir para servir a los demás». La Eucaristía es la “fuente y cumbre de toda la vida cristiana” (LG 11a), tiene un carácter central y fundamental para la existencia de los discípulos misioneros de Jesucristo y la comunión de todos los bautizados. La Iglesia celebra la Eucaris- tía, pero al mismo tiempo se constituye a sí misma por medio de este sacramento a través del cual Jesús nos atrae hacia sí introduciéndonos en su dinamismo de comunión con el Padre, con nosotros mismos y el prójimo (Cf. DA 251). 319 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d EXPERIENCIAS PASTORALES FECUNDAS

Profundizar en el misterio de la Eucaristía es entrar con Jesús en el corazón mismo del Padre que, por su infinita misericordia, envió a su Hijo al mundo para que en Él encontremos una vida plena de sentido (Cf. Jn 3, 16). «Es fundamental para nosotros los cristianos comprender bien el valor y el significado de la Santa Misa, para vivir cada vez más plenamente nuestra relación con Dios»13, recono- ciendo nuestra condición de hijos amados y enviados a servir al mundo (Cf. 1 Jn 4, 10-16). “Cristo me amó y se entregó por mí” (Ga 2, 20b) es lo que conme- moramos y actualizamos en cada Eucaristía. Se trata de una riqueza inagotable, difícil de comprender completamente por la razón humana, pero que se nos va revelando de a poco a lo largo de nuestra vida para que entremos más profunda- mente, en cada Eucaristía, en este gran Misterio de Amor. La preparación y celebración de este Congreso Eucarístico es un tiempo de gracia para vivir como Pueblo de Dios que, con alegría y entusiasmo, celebra la fe y la vida en Cristo y la comparte con los hermanos más postergados de la sociedad. Este tiempo se hace realidad en un momento particular de la historia de nuestra Iglesia, la bendición recibida en la reciente visita del Papa Francisco a nuestro país. Queremos acoger su mensaje inminentemente eucarístico para po- nerlo en práctica. La invitación entonces es entrar en el misterio de la Eucaristía teniendo presentes las palabras vivas y esperanzadoras del Santo Padre Francisco que, en síntesis, nos invitaron a hacer de nuestras vidas una misa prolongada14. Para el tiempo de preparación se contemplan cuatro etapas centradas en los que hemos llamado “pilares fundamentales” de la Eucaristía. Cada etapa tiene una ficha de trabajo que ofrece herramientas pedagógicas para reflexionar el tema pro- puesto a la luz de la escucha de la Palabra de Dios y de la realidad eclesial y social, un signo y una invitación a embellecer y dar realce a una celebración Eucarística en particular (www.congresoeucaristico2018.cl).

6.1 Primera etapa. Eucaristía: La alegría del encuentro con Cristo (Jn 1, 35-42)

Periodo: Desde Semana Santa hasta la Solemnidad de Pentecostés Signo: Bendición del pan para compartir en los hogares. Celebración que realzar: Solemnidad de Pentecostés.

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Esta primera etapa se propone como un tiempo privilegiado para renovarnos en el encuentro personal y comunitario con Cristo en la Eucaristía. «No se co- mienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuen- tro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»15. Dios ha querido relacionarse con el hom- bre de un modo humano, por eso envió a su Hijo para que se hiciera uno como nosotros. “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14) es el signo más evidente de que Dios quiere salir al encuentro de todas las personas en Jesús. La Eucaristía es toda ella encuentro: con Cristo que nos conduce al Padre en el Espíritu, con nosotros mismos y con los hermanos. Somos cuerpo, comuni- dad, cultura, historia y posibilidad de diálogo con Dios y con los hermanos. La Eucaristía es comida en comunidad, en ella nos sentamos a la mesa con nuestros hermanos en la fe para compartir la vida con sus dolores y sufrimientos y también con sus gozos y esperanzas. Es Jesús resucitado quien preside este encuentro en la persona del sacerdote, y se nos ofrece como pan de vida en la Palabra y en los dones eucarísticos. 6.2 Segunda etapa: El Misterio de la Eucaristía (Mc 14, 12-26).

Periodo: Desde Corpus Christi hasta la Solemnidad de la Asunción de la Vir- gen María. Signo: Custodia Peregrina. Celebración que realzar: Solemnidad de la Asunción de la Virgen María. Es un tiempo para profundizar en el Misterio de la Eucaristía descubriendo que ella es siempre una invitación a salir al encuentro de los demás. Se propone promover la Adoración Eucarística semanal en todas las comunidades, y que una vez al mes salga el Santísimo a conquistar lugares públicos, como calles y plazas, acercando a la gente el encuentro con Cristo. La Eucaristía es un suceso maravilloso en el cual Jesucristo, nuestra vida, se hace presente para introducirnos en el manantial de vida que brota de su corazón traspasado, ella nos convierte en partícipes de su victoria sobre el pecado y la muerte y da significado pleno a nuestra existencia. Participar en la Misa «es vivir otra vez la pasión y la muerte redentora del Señor. Es una teofanía: el Señor se hace presente en el altar para ser ofrecido al Padre por la salvación del mundo»16.

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6.3 Tercera etapa: La Eucaristía se vive en la solidaridad (Jn 13, 1-20)

Periodo: Desde el día de san Alberto Hurtado (18 agosto) hasta el Día de oración por Chile (domingo 30 de septiembre). Signo: Celebración de la Eucaristía en periferias sociales (Hogares adultos ma- yores, jardines infantiles, cárceles, comedores, hospitales, etc.). Celebración que realzar: Día de Oración por Chile. Es un tiempo para reflexionar acerca de la relación entre Eucaristía, vida y compromiso con la sociedad. La Misa se prolonga en nuestra existencia cotidiana transformándose en fuente de vida para nosotros y la sociedad entera. De ahí la necesidad de fortalecer la relación entre Eucaristía y vida cristiana que se testimo- nia en la solidaridad y en caridad fraterna. ¡La coherencia eucarística! La Eucaristía revela que el Señor Jesucristo no vino para ser servido, sino para servir (Cf. Mt 20, 28; Jn 13, 1-20). La vida entera de Jesús es una vida de servicio a la causa del Reino. Recorría todas las ciudades y aldeas proclamando la Buena Noticia, expulsando los demonios y sanando a los enfermos (Cf. Mt 9, 35). Un día, al ver a la muchedumbre que lo seguía, sintió compasión de ellos porque estaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. Y luego, en un gesto inaudito, los invitó a sentarse, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a los discípulos para que lo distribuyeran entre la gente (Cf. Mc 6, 30-42). Este episodio de la vida de Jesús es ya un anticipo del gesto de la última cena, de su vida entregada en la cruz y la expresión concreta de la misión que el Resucitado encarga a sus discípulos. El relato de la última cena en el Evangelio según san Juan tiene un signo ca- racterístico: el servicio. El hecho de que san Juan omita las palabras de Jesús al ofrecer el pan y el vino y ponga en su lugar un gesto de servicio como es el lavado de los pies a los discípulos, tiene un significado profundo: “Les he dado ejemplo para que ustedes hagan lo que yo he hecho con ustedes” (Cf Jn 13, 1-20), “Na- die tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Cf Jn 15, 13). La conmemoración de este signo cada Jueves Santo, nos recuerda que quien come el cuerpo de Cristo y bebe su Sangre, es asociado al misterio pascual de Cristo en sentido pleno.

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6.4 Cuarta etapa. La Eucaristía y su vinculación con la ecología integral (Mc 6, 34-44)

Periodo: Desde el día de san Francisco de Asís (4 de octubre) hasta miércoles 14 de noviembre). Signo: Fiesta del banquete (invitar a las personas más postergadas de nuestra comunidad a una convivencia en el templo parroquial). Celebración que realzar: Solemnidad de Cristo Rey del Universo. Este momento tiene como objetivo reflexionar sobre la relación que existe entre la Eucaristía y nuestra responsabilidad como creyentes con el conjunto de la Crea- ción. El Papa Francisco habla de una “ecología humana integral”; es una mirada amplia sobre el ser humano y su relación con todo lo creado. La Eucaristía que toma los frutos de nuestra tierra y del trabajo del hombre como signos del Cuerpo y la Sangre de Cristo, nos lleva a “salir de nosotros mismos” y a hacernos respon- sables no solo del “otro”, nuestro prójimo, sino también de la Creación que Dios ha puesto en nuestras manos para que llegue a ser una nueva Creación en Cristo.

7. LEMA Y LOGO El lema, tomado de la contraseña que el Papa Francisco diera a los jóvenes en el encuentro en el Santuario Nacional de Maipú17, está inspirado en la vivencia de san Alberto Hurtado en relación a la Eucaristía, nos recuerda que cuando nos disponemos para entrar profundamente en el misterio de la Eucaristía, el Señor nos configura con Él y nos envía a continuar su misión en el mundo. La frase está escrita con los colores de nuestra bandera de Chile y nos llama a centrar nuestro ser, personal y eclesial, en Cristo, para conocerlo, amarlo y servir- lo, para hacer nuestros sus sentimientos (Cf. Flp 2, 5) y para convertirnos en otros “Cristos” para la Iglesia y para nuestro país, como decía san Alberto Hurtado. La pregunta recoge la íntima relación que existe entre Eucaristía, vida y ca- ridad cristiana. ¿Qué haría Cristo frente a las personas que sufren injusticias, pobreza y marginación? ¿Qué haría Cristo frente a las familias que llevan sobre sí agobios, conflictos y quiebres? ¿Qué haría Cristo frente a la soledad de los abue- los, la incertidumbre de los migrantes y la vulnerabilidad de los niños? En fin, ¿qué haría Cristo en las situaciones que nos toca vivir cotidianamente?

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La respuesta la encontramos en la Eucaristía en donde hacemos memoria de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. ¿Qué hace Cristo? Se conmueve ante las personas que sufren, pone su vida al servicio de ellas, los sana, los perdona y les comunica su vida plena. En esto consiste la vida cristiana, en hacer lo que hace Cristo. En definitiva, se trata de ser coherentes con lo que vivimos en cada Eucaristía, nos ofrecemos con Cristo al Padre y nos disponemos para entregar la vida comprometiéndonos a trabajar por la paz, la justicia y la reconciliación en nuestras familias, comunidades, en nuestro país. En el logo, el conjunto de la imagen expresa lo que hace Cristo por nosotros: nos da su vida para que todos podamos tenerla, y es lo que nos invita a hacer por nuestro prójimo. De este modo la imagen se transforma en una respuesta concre- ta a la pregunta del lema ¿Qué haría Cristo en mi lugar? La cruz de Cristo es signo del acontecimiento que celebramos en cada Euca- ristía. Jesús entregó su vida por amor al Padre y a todos nosotros: “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). La cruz es amarilla porque anuncia el gozo y alegría de la resurrección y nos conecta con la reciente visita del Papa. El mapa de nuestro país abrazado por la cruz representa a nuestra tierra chilena, las montañas, el desierto, los valles y el mar; y a cada una de las personas que habitamos en ella: los niños, los jóvenes, los adultos y los abuelos, la familia en su totalidad, los sacerdotes y consagrados, los creyentes y no creyentes, a to- dos los chilenos y migrantes que llevan sobre sus espaldas, agobios, cansancios, sufrimientos y dolores que necesitan del bálsamo del amor de Cristo que sana y perdona. Los brazos de Cristo se levantan desde a cruz para darnos nueva vida, es- peranza, consuelo y paz. Sus manos toman el pan, lo bendicen, lo parten y lo ofrecen para saciar el hambre de paz, justicia y reconciliación que todos tenemos y el anhelo de hacer de Chile un hogar para todos. Las llagas en sus manos nos recuerdan que el resucitado también sufrió y nos acompaña en nuestro dolor, Él es el pan de vida que nos invita a hacernos pan partido para los demás.

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Notas * Directora de la Comisión Nacional de Animación Bíblica de la Pastoral y miembro de la Comisión Organizadora del Congreso Eucarístico 2018-2019. 1 Cfr. Carta Pastoral del Comité Permanente por encargo de la Asamblea Plenaria, noviembre 2017. 2 Cfr. Conferencia Episcopal de Chile, Editoral Monseñor Santiago Silva Retamales, 4 de diciempre 2017. Disponible en: http://www.iglesia.cl/cartas/detalle_editorial.php?idc=9 3 Cfr. Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales. Ver en: http://www. vatican.va/roman_curia/pont_committees/eucharist-congr/index_sp.htm 4 Catecismo de la Iglesia Católica, Nº1324. 5 Ídem, Nº1327. 6 Cfr. Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales. 7 Ídem. 8 Cfr. Conferencia Episcopal de Chile, Carta de Convocatoria, 25 de mayo de 1980. 9 Cfr. Juan Pablo II, Incarnationis mysterium, Bula de convocación del Gran Jubileo del año 2000, Roma, 29 de noviembre de 1998. Disponible en: http://www.vatican.va/jubilee_2000/docs/docu- ments/hf_jp-ii_doc_30111998_bolla-jubilee_sp.html 10 Juan Pablo II, Mensaje con motivo del XI Congreso Eucarístico Nacional de Chile, Roma, 24 de noviem- bre 1980. Disponible en https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/1980/november/do- cuments/hf_jp_ii_spe_19801124_congresso-eucaristico.html 11 Francisco, Carta del Santo Padre Francisco a los Señores Obispos de Chile tras el informe de S.E. Mons. Charles J. Scicluna, 8 de abril de 2018. 12 Misterio grande, que ciertamente nos supera y pone a dura prueba la capacidad de nuestra mente de ir más allá de las apariencias” (Juan Pablo II, en un párrafo testimonial de su Encíclica Ecclesia de Eucha- ristia, Nº59). 13 Francisco, Audiencia General, miércoles 8 de noviembre de 2017. 14 Cf. Hurtado, Alberto, ¡Mi vida es una misa prolongada! en “Un fuego que enciende otros fuegos”, Centro de Estudios San Alberto Hurtado, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 2012. 15 Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus Caritas Est, Nº1. 16 Francisco, Homilía en Casa de Santa Marta, 10 de febrero de 2014. 17 Cfr. Francisco, Discurso del Santo Padre en el Encuentro con los jóvenes en el Santuario Nacional de Maipú, Santiago de Chile, 17 de enero de 2018.

325 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d EN RECUERDO Y EJEMPLO

Juan López-Gasco, Pbro. Sacerdote de la diócesis de Talca *04-02-1936 =04-04-2018 El Padre Juan López-Gasco nació el 04 de febrero de 1936 en Villacañas, Toledo, España. Fue ordenado sacerdote de la Diócesis de Toledo el 19 de septiembre de 1959. Arribó a la Diócesis de Talca a mediados de la década del ’70. En 1977 fue nombrado Vicario Coo- perador de las parroquias Inmaculada Concepción de Talca y Maule. En 1979 Vicario Cooperador de El Sagrario y en enero de 1983 Vicario Episcopal de Talca Rural. En octubre de ese mismo año asumió como párroco en San Clemente. En 1990 fue nombrado Vicario Judicial de la Diócesis y párroco de Romeral. En 1993 llegó a la parroquia Santa Teresita y en marzo de 1994 fue nombrado Secretario Canciller Diocesano y tomó posesión como párroco de la parroquia La Merced de Talca. Esta fue su última labor en una parroquia hasta su regreso a España por motivos de salud en agosto de 2015. Durante cuatro décadas acompañó al movimiento apostólico Encuentro Matrimonial, fue asesor diocesano de los diáconos permanentes. También hay que recordar que fue profesor de Derecho Canónico en el Seminario San Pablo de Rauquén, por lo que muchas generaciones de sacerdotes y laicos conocieron de su testimonio pastoral. Comunicaciones Talca

Pedro Tapia Toro, Pbro. Sacerdote de la arquidiócesis de Concepción *21-01-1936 =29-06-2018 El padre Tapia nació en Concepción el 31 de enero de 1936, en el seno de una familia católica. Estudió en el colegio de los padres jesuitas y en el Instituto Comercial. A los 17 años, ingresó al Seminario Metropolitano y fue ordenado sacerdote en 1962. Su primera destinación fue precisamente como vicario en Yumbel, donde permaneció hasta 1965, para retor- nar, 10 años después, la responsabilidad rector del Santuario y párroco de Yumbel. También fue párroco en la parroquia Natividad de María Comunicaciones Concepción

Florentino Molina Farías, Pbro. Sacerdote de la diócesis de Talca *09-08-1936 =22-08-2018 El padre Romelio Florentino Molina Farías nació el 09 de agosto de 1927. Hijo de don Romelio Molina y de doña Clementina Farías. Fue el quinto de 10 hijos que tuvo este matrimonio. Fue ordenado sacerdote por monseñor Carlos González Cruchaga el 18 de abril de 1973. Su primera destinación sacerdotal fue como Vicario Cooperador de la parroquia Nuestra Señora de Fátima y de todas las parroquias de Talca. En julio de 1984 fue nombrado párroco de la recién creada parroquia Los Doce Apóstoles, en el sector La Florida de Talca. En junio de 1989 fue nombrado Vicario Parroquial de la parroquia de San Clemente. Seis meses más tarde –diciembre de 1989– toma posesión de la parroquia San Sebastián, en el populoso sector de la población Carlos Trupp de la capital maulina. Su última designación la desempeñó como capellán del Hospital Regional de Talca, cargo que asumió en marzo de 2003. Debido a su edad y estado de salud, los últimos meses estuvo atendido con cariño y esmero en la casa P. Manolo de Talca. Comunicaciones Talca 326 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d LIBROS RECOMENDADOS «LO QUE EL AMOR... AL toman este libro en sus manos, dejándolo “seguir su ALMA VA DICIENDO». viaje y su misión de servir a aliviar un corazón, que es su razón de existir…”. Magdalena S. Tagle de Valdi- En un primer apartado, la poetisa parte de la para- vieso, Andros Impresores, San- doja propia de toda experiencia humana del Misterio tiago de Chile 2018, 278 págs. de Dios, es decir, Cuanto más cerca lo vi más lejano lo El presente libro de Magdalena veía… Ahí once poesías (pp. 7-47) articulan desde la S. Tagle de Valdivieso, bellamente certeza decisiva de ser “Tuya”, los “Sonetos”, la “Ins- diseñado por Bernarda Di Girola- piración” ante “Los ojos del Creador” y la gratitud a mo Arteaga y editado por Andros Jesús, todo “lo mío” en cuanto inmenso cariño a los Impresiones, abre una verdadera papás, difícilmente distinguible del amor a Dios, a la mina de verdades teológicas profundas a través de una “Casa Vieja”, impregnada del sabroso olor de las fiestas creatividad poética impresionante, del todo inespera- patrias y sus pintorescos detalles, hasta toparse con la da de una mente formada en las ciencias jurídicas de mirada del “Señor de mayo”, tan seria y enigmática y, la Pontificia Universidad Católica de Chile. A través sin embargo, dispuesta a regalar el perdón a la Quin- del significativo títuloLo que el Amor… al alma va di- trala. Así, Magdalena Tagle de Valdivieso plasma, de ciendo, graficado en su dinamismo propio, de modo modo espontáneo, el hecho llamativo e inexplicable de plástico, por la imagen de la Virgen de los Queltehues todo encuentro amoroso, la coincidencia “de cercanía del Fundo Marruecos, la autora nos va regalando sus y lejanía”. De hecho, todo verdadero amor experimen- intuiciones cristalinas con una lucidez espontánea, en ta dicha coincidencia en la medida en que este se va unas ciento cuarenta poesías, una “especie de prosa concretando a través de “lo mío” y “lo tuyo”, sin con- con ritmo y/o rima”, pero “sin pretensión literaria al- fusión ni separación, diría el Concilio de Calcedonia. guna” (reverso de la tapa). El apartado II, Lo mejor de lo mío, permite apreciar Si bien el contenido del libro lo constituyen poesías, la profunda verdad del amor siempre deseoso de cuya evaluación sobrepasa el presente intento de pre- entregarse por entero a sí mismo (pp. 50-76). Pues sentarlo, sin embargo, su hondura teológica cautiva el ser humano no solo tiene “permiso de ser sí mis- cualquier mirada entendida, de tal modo que sin más mo”, sino que “debe serlo”, dice Tomás de Aquino. se justifica su presentación en una revista teológica Y la mejor manera de alcanzarlo es precisamente a especializada. El ritmo de los siete capítulos articula, través de este amor incondicional e incomprensible pues, el dinamismo propio de la comunicación del “porque sí”. Pero, lejos de ostentar esta “mismidad” hombre con Dios a través de la historia de salvación, como un “poseerse a sí mismo” egocéntrico, la autora de tal manera que ningún teólogo o persona intere- se comprende en su libertad congénita como “don” sada queda indiferente, al ver surgir ante sus ojos los para “donarse” a los demás. Tal donación llega hasta detalles de una búsqueda “a lo humano y a lo Divino” el absurdo de las “Sinrazones” de una razón que ama. (reverso de la tapa), que brota del corazón inquieto Impresiona hondamente, pues, el esfuerzo incansable por el Dios amado sobre todas las cosas por una crea- de entretejer a modo de Fides et Ratio el “ganarte para tura hecha para amar. En efecto, aquí se confirma, Dios” a una mente brillante, encarcelada en su pro- acertadamente, el conocido axioma que sintetiza toda pia razón, sin lograrlo, en definitiva, pues, solo queda la Antropología Teológica: “la Gracia supone la natu- “Una duda desplomada”. raleza y la perfecciona”. Por su parte, el capítulo III, El Cristo de Malloco En el breve Prólogo, del todo sugerente en su humil- (79-142), representa no solo el punto de arranque dad connatural, la autora explica su intención genui- de todo el libro, sino que configura la apasionante na de compartir gratuitamente sus experiencias vivi- búsqueda de la pérdida irreparable de una obra de das “hace veinte años… al tiempo de saber del robo arte muy apreciada y venerada. Involucra, pues, tanto de la antigua y querida imagen de Cristo crucificado, la dimensión personal afectiva de la autora y su his- venerada en el Parroquia de Malloco” (reverso de la toria, cuanto la de los feligreses de una comunidad tapa), con la única “ilusión de servir…” a quienes parroquial, dirigida por un pastor atento y consenti- 327 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d LIBROS RECOMENDADOS do. Pero lo que más resalta a través del dramatismo VI para una densidad teológica excepcional bajo el de la búsqueda personal y comunitaria, es el hecho de título “Esa unión de los opuestos” (pp. 203-234). Las que sus detalles, afinados en su conjunto histórico, poesías remontan, de hecho, el amor, desde el “hoy” trascienden hacia un significado mayor, la dolorosa que desea “Contemplar”, “detenerse”, “cobijarse”, a ausencia de aquel Alguien, el Cristo, amado sobre to- su verdadero origen, el Misterio trinitario en cuanto das las cosas, en el contexto cultural actual chileno y última explicación perijorética del ser Uno en el Otro, mundial. Solo su recuperación les daría, en efecto, como el Padre, Hijo y Espíritu Santo. De hecho, se tra- sosiego y paz a tantos corazones desgarrados hoy. ta de una experiencia de todo amor humano, que san Cuando luego la parte IV del libro describe el Bendito Agustín suele usar como ejemplo para explicar lo más desgarramiento a través de sus catorce poesías (pp. 145- profundo de la Trinidad, el amado existe en el ama- 167), las experiencias dolorosas del amor apasionado do y viceversa, sin confundirse, pero siempre siendo por el “Sí, Jesús”, al cual “no quiero acostumbrarme”, es el totalmente otro uno para el otro, al modo como el decir, “la espina que me ha clavado” y me ha expuesto Padre nunca es Hijo y el Hijo nunca es Padre, pero son al “temporal”, se está transformando en una “Bendita Uno en el Espíritu Santo. Esta “oposición de las rela- herida”. En efecto, el “Aquí me tienes, Señor, para hacer ciones”, que constituye el núcleo del Misterio trinitario tu voluntad”, no solo permite ponerse ante “Tu San- ad intra, se proyecta ad extra en los detalles cotidianos, ta Faz”, sino que verifica precisamente la verdad más esbozados por Magdalena con detención y finura. profunda de todo amor vivido con tanta intensidad, es Finalmente, en la parte VII, El taller de los hijos, la decir, del dolor, de la muerte inevitable surge la vida, poetisa no solo sintetiza muchas facetas de su bús- de tal modo que el “desgarramiento” se torna fecundo, queda personal, sino que concreta también sus de- al modo del Misterio Pascual, tan ágil y acertadamente seos y orientaciones prácticas para los siete hijos (pp. interpretado por Magdalena, basándose en textos de la 239-273). Que ellos se sientan amados y aprendan a Sagrada Escritura, desde la cual ella va hilando el signi- amar parece ser la aspiración incansable fundamental ficado espiritual de su propio dolor y felicidad. de esta mamá ejemplar. En este sentido, impresiona La V parte del libro describe los Anhelos de Perfección la impotencia que ella confiesa ante los defectos de (pp. 171-198) atestiguando que el amor verdadero los suyos, que “son niños” todavía, pero también su no conoce descanso en esta tierra, limitado en su anhelo y confianza de que, junto con el papá, la obra tiempo y espacio. Pero, precisamente, es el límite de empezada en ellos crezca y se consolide más allá de la existencia creatural, que incita a un “más” ilimi- los frutos asombrosos visibles. Un significativo “des- tado de expresión y concreción. Lejos, sin embargo, pacho” de los “papeles” cierra el libro, de tal modo de detalles racionales, filosóficamente sofisticadas, que las joyas entregadas con tanto esfuerzo y genero- las veinte poesías de este apartado hilan detalles con- sidad puedan tomar “vuelo” … cretos de una verdad acuciante, siempre al acecho Sintetizando el riquísimo contenido antropológico de la frágil situación del ser humano en el mundo, teológico, expuesto creativamente con maestría en y orientan su búsqueda hacia una plenitud siempre este libro, vale destacar la catolicidad contagiosa que mayor, vigorosa y débil a la vez, a través del proceso se perfila a través de tantos detalles del amor humano gozoso y doloroso de un seguimiento de “mi Jesús”, divino a lo largo de los presentes poemas. El testimo- como aquel que Gregorio de Nisa llama “a la espal- nio fascinante de Magdalena, que aquí se plasma ge- da”. En efecto, este misterioso seguimiento de Jesús nuinamente, como en la Sagrada Escritura, me parece puede considerarse el hilo conductor de todo el libro comparable a aquel testimonio de una joven poetisa en cuanto se configura para un conjunto maravilloso germana, Nora Gomringer, quien desafía y orienta, de una cristología contextual sólida, anclada, como valientemente, como católica, inquietudes y miedos en los primeros relatos bíblicos, en el testimonio de presentes en un contexto cultural tan adverso como la “experiencia con la experiencia” del Jesús muerto y el nuestro (Herder Korrespondez 72 [2018] 18-21). resucitado “por nosotros”. De ahí la confianza certera de que el presente libro El testimonio personal de la autora, basado en sus pro- también responderá a los deseos más profundos de pias experiencias, se gesta, luego, a través del apartado muchos corazones chilenos. Anneliese Meis, SSpS. 328 La Revista Católica, Julio/Septiembre, 2018 d