Congreso Internacional SARE 2003: "Cuidar Cuesta, Costes
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JORNADAS 18 Congreso Internacional Sare 2003: “Cuidar cuesta: costes y beneficios del cuidado” EUROPAKO ELKARTEA COMUNIDAD EUROPEA Europako Gizarte Fondoa Fondo Social Europeo Congreso Internacional Sare 2003: “Cuidar cuesta: costes y beneficios del cuidado” EMAKUNDE/ INSTITUTO VASCO DE LA MUJER y COMUNIDAD EUROPEA FONDO SOCIAL EUROPEO Vitoria-Gasteiz 2004 TÍTULO: Congreso Internacional Sare 2003: “Cuidar cuesta: costes y beneficios del cuidado” EDITA: EMAKUNDE/Instituto Vasco de la Mujer. C/ Manuel Iradier, 36. 01005 Vitoria-Gasteiz COFINANCIA: COMUNIDAD EUROPEA. Fondo Social Europeo MAQUETACIÓN Y COORDINACIÓN: Ana Rincón FECHA: Septiembre, 2004 Nº DE EJEMPLARES: 1.000 DESCRIPTORES: Cuidados infantiles, cuidados a discapacitados, reparto de responsabilidades familiares, protección social, aspectos antropológicos, aspectos económicos, simposios DISEÑO GRÁFICO: Ana Badiola e Isabel Madinabeitia FOTOMECÁNICA: Esda Fotocomposición. C/ Padre Larramendi, 1. 48008 Bilbao IMPRESIÓN: Industrias Gráficas Marcal, S.A. Polígono Industrial Artunduaga. Presagana 1, 1ª Planta. 48970 Basauri ISBN: 84-87595-96-0 DEPÓSITO LEGAL: BI-2180-04 Precio: 20 euros ÍNDICE INAUGURACIÓN . 7 Juan José Ibarretxe Markuartu Txaro Arteaga Ansa “EL TRABAJO ASISTENCIAL EN EUROPA: ¿EMPLEO DE CALIDAD?” . 13 Claire Cameron “EL CUIDADO: ¿COSTE O PRIORIDAD SOCIAL?” . 31 Cristina Carrasco Bengoa “CONTENIDOS Y SIGNIFICADOS DE NUEVAS FORMAS DE CUIDADO” . 39 Teresa del Valle Murga “CUIDADO Y SALUD: COSTES EN LA SALUD DE LAS MUJERES Y BENEFICIOS SOCIALES” . 63 Mari Luz Esteban Galarza “LA DISTRIBUCIÓN DEL TRABAJO GENERADO POR EL CUIDADO DE OTRAS PERSONAS” . 85 Alicia Garrido Luque “EL SÍNDROME DE LA ABUELA ESCLAVA” . 103 Antonio Guijarro Morales “LA ECONOMÍA DE LA ATENCIÓN” . 109 Susan Himmelweit “DEL SEXISMO Y LA MERCANTILIZACIÓN DEL CUIDADO A SU SOCIALIZACIÓN: HACIA UNA POLÍTICA DEMOCRÁTICA DEL CUIDADO” . 119 María Jesús Izquierdo Benito 5 “MUJERES CUIDADORAS: ENTRE LA OBLIGACIÓN Y LA SATISFACCIÓN” . 155 Marcela Lagarde y de los Ríos “CARA Y CRUZ DEL CUIDADO QUE DONAN LAS MUJERES” . 161 Soledad Murillo de la Vega “LOS CUIDADOS DOMÉSTICOS E INSTITUCIONALES DE SALUD Y ENFERMEDAD PROVISTOS POR LAS MUJERES” . 177 Patricia Provoste Fernández “ACERCA DEL MODELO DE ATENCIÓN SOCIAL DE LOS PAÍSES NÓRDICOS: EL EJEMPLO DE FINLANDIA” . 195 Katja Repo 6 JUAN JOSÉ IBARRETXE MARKUARTU Lehendakari del Gobierno Inauguración Vasco TXARO ARTEAGA ANSA Directora de EMAKUNDE/Instituto Vasco de la Mujer En nuestro contexto, y a pesar de que cada vez es mayor el desarrollo de servicios para el cuida- do de infancia y de personas mayores dependientes, el círculo familiar continua siendo el princi- pal sostén del cuidado de personas. Y no podemos obviar que el cuidado en el ámbito familiar, al igual que en el profesional y en el voluntariado, tiene cara de mujer. Como consecuencia de su identidad de género, las mujeres han ido asumiendo prácticamente todo el trabajo de cuidado a personas. Socialmente, este trabajo se asocia a las funciones que co- rresponden a las mujeres, por lo que se le da carta de "naturalidad". El hecho de que gran parte del trabajo de cuidado a personas se realice en el ámbito familiar y doméstico lo convierte en un trabajo invisible socialmente. Y como es natural, no exige esfuerzo, no se retribuye y, frente al trabajo productivo, no es generador de derechos sociales. Sin embargo, el cuidado en el ámbito familiar y doméstico es generador de grandes beneficios so- ciales, pero también de grandes costes para quienes lo realizan, y, con ello, se convierte en un ge- nerador de fuertes discriminaciones hacia las mujeres. Además, este trabajo de cuidado afecta enormemente la vida de las personas que lo realizan. Por un lado, puede resultar una experiencia satisfactoria en la medida en que permite desarrollar nue- vas capacidades y actitudes que nos acercan más a las demás personas y nos permiten sentirnos a gusto. Es una actividad que nos acerca a otras personas y a nosotras y nosotros mismos Sin embargo, también puede ser una experiencia absolutamente ingrata y solitaria, por la que además hay que pagar un alto coste personal. Y esto se refleja tanto en el ámbito económico-la- boral como en el psico-social y en la propia salud de la persona cuidadora. El trabajo de cuidado a menudo es muy solitario. Exige además mucho tiempo y dedicación, por lo que dificulta enor- memente las posibilidades de desarrollo profesional, de ocio y relaciones sociales. En el caso de las mujeres, principales cuidadoras, esto se agrava ya que suelen recibir menos ayu- da y apoyo del entorno que los hombres cuidadores, y el tiempo propio se vive a menudo con al- tas dosis de culpabilidad, como consecuencia del mandato de género que exige a las mujeres ca- pacidad de renuncia y entrega a los demás, aún a costa del propio desarrollo personal, social o profesional. Más allá de que el trabajo de cuidado sea una experiencia satisfactoria o ingrata, lo cierto es que el cuidado de las personas mayores es una necesidad social y una tarea que merece ser recono- cida y valorada socialmente, ya que genera enormes beneficios sociales. Por ello, no podemos seguir dando por "natural" el trabajo que tantas mujeres realizan cuidando a sus hijas, hijos, esposos, padres, madres, suegros, suegras, etc. Se hace necesario socializar el cuidado, esto es, comprender por un lado que es una necesidad social a la que los poderes pú- blicos deben dar respuestas concretas y, por otro lado, asumir que tanto las satisfacciones como los costes que pueda generar deben ser asumidos por mujeres y hombres de modo corresponsable y solidario. A pesar de los grandes cambios que se han dado durante el último siglo en relación con la igual- dad entre mujeres y hombres (acceso a la educación, derechos sociales, laborales y políticos, etc.) nuestra cotidianidad sigue instaurándose en el sacrificio y la discriminación de las mujeres. Tenemos que asumir, por un lado, que "lo privado es político" y por lo tanto "el cuidado es políti- co" y hay que darle respuesta desde diferentes ámbitos. En este sentido, se hace necesario pro- 9 mover el cambio de mentalidad para que tanto mujeres como hombres sientan el trabajo de cui- dado como una responsabilidad propia: — Desde la educación para que generen actitudes y comportamientos activos hacia el cuidado, no sólo en las niñas, sino también en los niños — Desde el mundo educativo-socio-sanitario para desarrollar una red de servicos que permita conciliar equilibradamente vida personal, familiar, social y profesional. — Desde el mercado laboral, para organizar y flexibilizar los tiempos y espacios de trabajo de modo que hombres y mujeres atiendan de modo equilibrado las necesidades de cuidado de sus personas allegadas. — Desde el reconocimiento del trabajo del cuidado en el marco de los sistemas fiscales y de pro- tección social. Pero además, el quehacer político debería impregnarse de la filosofía del cuidado. Seguramente esto nos permitiría mayores dosis de empatía, de generosidad y posibilitaría otros acercamientos a la realidad más humanos, solidarios, constructivos y satisfactorios. Mientras el mundo doméstico y el trabajo de cuidado siga siendo un ámbito exclusivo de las mu- jeres, porque los hombres no lo asumen también como propio, seguirá siendo invisibilizado y des- valorizado. Y con ello, la sociedad se beneficiará del cuidado de personas a costa de la discrimi- nación de las mujeres, que constituyen la mitad de la misma. Y realmente, ¿merece la pena sus- tentar el bienestar de algunas personas en la explotación de otras? Una respuesta ética, democrática y justa del trabajo de cuidado deberá necesariamente incorpo- rar a los hombres al mismo con iguales niveles de implicación y responsabilidad que las mujeres y, además, deberá poner en marcha mecanismos que contribuyan a la socialización del cuidado, como necesidad social que es. Porque no hay nadie ajeno al cuidado: todos y todas somos po- tencialmente personas cuidadoras y personas necesitadas de cuidado. Además, el cuidado debe incorporarse a la agenda política como un ámbito sobre el que actuar y como un modo de trabajo. Se trataría en definitiva, tal como propone Gloria Bonder, de cons- truir una "sociedad del cuidado", en la que sus miembros no sólo gozarán de derechos, sino tam- bién deberán asumir obligaciones por el bienestar colectivo. En cierto modo, la construcción de una auténtica ciudadanía supondría trascender la "ética de la justicia", más ligada al modelo de socialización masculino, basada en el respeto a los derechos formales, para avanzar hacia la "éti- ca del cuidado", más afín a la cultura femenina, y que enfatiza la responsabilidad por las otras personas, como un principio central de la conducta social. JUAN JOSÉ IBARRETXE MARKUARTU Lehendakari del Gobierno Vasco 10 Las mujeres han tenido y tienen un papel importante en los procesos culturales y de construcción de los pueblos. Esto ha quedado reflejado en los ritos y la mitología. También en la antigua civili- zación rural vasca el papel de las mujeres y sus asociaciones secretas han constituido un fenóme- no importante. La red de ancestras (amama-sare) es el precedente de las alianzas que a lo largo de la historia han ido tejiendo las mujeres para apoyarse en el intrincado camino de la vida. Los encuentros internacionales SARE que organiza EMAKUNDE/Instituto Vasco de la Mujer, toman su nombre de ese referente de solidaridad que nos dejaron nuestras antepasadas, como homena- je a todas las mujeres que nos han precedido y con el propósito de seguir entretejiendo nuevos es- pacios solidarios de reflexión que nos permitan abordar con decisión los retos de futuro. El tema a tratar en este primer encuentro de 2003, "Cuidar cuesta: costes y beneficios del cuida- do", intenta reflejar la aportación social y económica de las mujeres a través del cuidado de las personas y el coste de oportunidades personales, sociales, laborales y económicas que conlleva su realización. Es decir, el objetivo es analizar el tema del cuidado desde diferentes ámbitos: económico-laboral, psicosocial, social y sanitario, y las consecuencias personales, sociales y económicas de este tra- bajo realizado fundamentalmente por las mujeres.