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» TEATRO EN NUEVA YORK Un sin problemas

Toda versión teatral de HAMLET es una ro tiene una fuerza vital que no elimina adaptación porque el texto original com­ el famoso Complejo de Edlpo pero lo pre­ pleto de la pieza tarda por lo menos cin­ senta en términos robustos. Y al final, co horas y media en ser representado. In­ cuando descubre las sticesivas trampas de cluso aquellos que han intentado lo que sus enemigos, mata a Laertes y envenena ae llaman versiones completas sxielen con­ al Rey, es un Hamlet muy decidido aun­ formarse con unas discretas y abrumado­ que agonizante el que arroja al Rey del ras cuatro horas. Por otra parte, aún lle­ trono como si fuera un fardo de ropa su­ gando a las cinco horas y media (como hi­ cia y se sienta allí para morir noblemente. zo en Broadway hace unas Otros pueden ser más conmo­ décadas), el texto tampoco es completo vedores y respetar más la psicología tortu­ porque siempre hay que elegir entre las rada y melancólica del príncipe danés. Uno numerosas variantes que ofrecen sucesivas de Alee Guinness que vi en 1951 era un ediciones. De, ahí que entre el Hamlet que prodigio de sutileza intelectual, de vacila­ leen sus lectores y el Hamlet que ven en ción, de esos escrúpulos interiores que car­ escena suele haber variadísimos abismos. comen como la lepra. El de Laurence Oli­ Al cortar, al adaptar, al sintetizar, cada vier tenía atisbos de una naturaleza se- uno lo hace por distinto lado. Es tradicio­ xualmente perturbada. El de Jean - Louis nal. por ejemplo, suprimir las historieta Barrault era una cifra, una abstración car­ de los piratas, por medio de los cuales se tesiana, que circulaba por el ámbito sin salva Hamlet de sus queridos amigos, Ro- sangre de la traducción prosística de An- senkrantz y Guildenstern. En su versión dré Gide. Este Hamlet de Burton es un cinematográfica (que calificó, por otra magnifico ejemplar de sangre cálida, sen­ parte, de Un ensayo sobre Hamlet, Lauren- sualidad aparente, nobleza indiscutible. ce Olivier fue aún más lejos: eliminó a Es sólo uno de los Hamlets posibles. Pe­ Rosenkrantz y Guildenstern en persona. ro es un Hamlet qxre no depende de nin­ Según cuenta el admirable crítico polaco guna vinculación publicitaria con Eliza­ lan Kott, una versión de la Polonia comu­ beth Taylor para justificar su existencia. nista suprime drásticamente los monólo­ Tampoco depende de la ingeniosa puesta gos y hace centrar toda la pieza en la in­ en escena de , que saca mu­ triga política. Ser o no ser ya no era un cho partido a la pobreza de elementos de dilema metafísico sino un slogan en la lu­ un ensayo sin trajes ni decorados, y que cha por el poder. convierte su recitado de la voz del Fan­ En el Hamlet que está presentando John tasma en una delicia para el oído, aunque Gielgud noche a noche en Broadway, con ver con sus condiciones de actor. Plantado el resto del elenco (con la brillantísima éxito delirante, lo que predomina no es el virilmente en el proscenio este Hamlet que excepción de ) va de lo me­ poeta sino el protagonista. Cuando se le­ ahora es el éxito en Broadway resulta so­ diocre a lo sencillamente espantoso. Pero vanta el telón sobre el escenario artística­ bre todo un magnífico individuo: hermo­ Burton, al centro del escenario, con sus mente vacío y aparecen los guardias del so, potente, con urna voz que sube sin di­ pantalones negros, su pullover en V. su voz castillo de Elsinore con ropa moderna se ficultad del susurro al trueno, con una cálida pone toda la magia que falta. entiende que este Hamlet está presentado generosa veta irónica que se luce sobre Hay otro espectáculo complementario como si fuera un ensayo general, pero sin todo en los duelos verbales con Polonio y que se representa también noche a noche la ropa de época. En la segunda escena ya con Rosenkrantz y Guildenstern. Su Ham- a la salida del teatro en la calle 46. Los aparece el príncipe, vestido con pantalones let es poco ortodoxo pero es un placer pa­ actores principales trabajan apenas unos negros y un pullover también negro con ra el aficionado al noble arte de la actua­ minutos y todo el peso de la representa­ escote en forma de V. Todo el mundo sa­ ción. y no sólo para las señoritas de todas ción recae sobre un coro que aguanta a be que no es Hamlet sino Richard Burton las edades y sexos. pie firme desde las once hasta cerca de pero como la mayoría ha pagado nueve Lo que falta en este Hamlet es lo que las doce menos cuarto, la salida de Bur­ dólares (o noventa en el mercado negro) ha hecho en buena medida la fama del ton. Son unos tres mil coreutas y mien­ para ver al marido de Elizabeth Taylor no personaje. Aunque esta versión no ha si­ tras esperan embretados en unos cercos hay protestas, Al contrario, el murmullo do tan drática como la polaca y conserva puestos por la Municipalidad, custodiados de satisfacción que sube de las gai ¿antas los famosos monólogos, Burton los dice por media docena de policías montados, „ femeninas demuestra q u e. el hombre vale con un tono tan casual, sin ningún én­ consumen su impaciencia con toda clase los dólares, la publicidad y (tal vez) la fasis dramático o metafísico, que más que de comentarios. La función dura menos Taylor misma. escudriñar los laberintos de su concien­ de diez minutos, desde el momento que Sin embargo, Burton es algo más que el cia, parece estar haciendo cálculos de se anuncia la salida del astro hasta que marido de la estrella más cotizada del mo­ cuanto ha gastado en el día. En la visión desaparece en la noche de Broadway. Pero ; mento. Es una gran actor shakesperiano práctica y sólida que ofrece de Hamlet, los los coreutas no pierden el ánimo. Saben que cuando la Taylor estaba haciendo pa­ monólogos resultan al cabo superfluos. Lo que llueva o truene, Burton no habrá de vadas con otros caballeros ya había hecho que triunfa es otra cosa: la inteligencia salir sólo. Junto a él, deslumbrante en un un memorable Henry V en Stratford y un penetrante del personaje, su sentido del nuevo conjunto que jamás volverá a lu­ Hamlet en el Oíd Vic que asombró al pro­ humor, su apetito vital. Los chistes de la cir, estará Elizabeth Taylor para su breve pio Wlnston Churchill. En la carrera de obra nunca parecieron tan eficaces, el con­ escena de la comedia muda que completa Burton, el casamiento con la Taylor per­ trapunto con Polonio (Hume Cronyn, sim­ Hamlet. La entrada para este epílogo no ; tenece por Igual al rubro doméstico y al plemente genial) es un deleite, el acoso a cuesta nada pero no siempre es posible ¡ rubro publicitario, pero no tiene nada que la Reina en la gran escena del acto terce­ conseguir localidades. — E. R. M. ¡