Pierre LEFRANC
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Autor: Pierre LEFRANC CANTE JONDO – CANTE FLAMENCO (Publicado en 2005 en tristeyazul.com) El artículo que sigue nació de una pregunta dirigida al Foro de tristeyazul.com en el año 2005. La pregunta era: ¿Qué es la diferencia entre cante jondo y cante flamenco?, y su contexto un trabajo en preparación sobre Falla y los gitanos. Sobre esa diferencia no hay respuesta única: nos hallamos en terrenos donde la terminología es poco estable. Dentro del marco del Concurso de Cante Jondo de Granada, Manuel de Falla dio una respuesta en 1922, en las bases del Concurso y en su comentario sobre ellas: v. Escritos sobre música y músicos, Buenos Aires, 1950, pp. 140-1 y 126 respectivamente. Según él, el cante jondo está constituido por la siguiriya gitana, las serranas, el polo y la caña, las soleares, los martinetes y las carceleras, las tonás, las livianas, y algunas « saetas viejas ». Reagrupándolos un poco, esos cantes son: a) los martinetes y las tonás; b) la siguiriya y dos cantes emparentados; c) las soleares y otros dos cantes emparentados; d) las « saetas viejas ». Esos cantes formaron el programa del Concurso de Granada. Por otra parte, dice Falla, existe lo que llama un « grupo moderno » de cantes « que el vulgo llama flamencos » y que son « las malagueñas, granaínas, rondeñas, sevillanas, peteneras, etc. ». Se puede distinguir aquí entre: a) varias derivaciones del fandango, y b) dos cantes de carácter local y folklórico. Esos cantes fueron excluidos del programa del Concurso. 1 La distinción propuesta por Falla queda inteligible como está. Por otra parte, tenía un pasado de gran interés, y ha evolucionado desde entonces, hacia más complicaciones y un cierto confusionismo. Por su claridad, la importancia del Concurso, y la personalidad de su autor, las formulaciones de Falla representan un hito en la historia del cante. Pero eran el resultado de una evolución y la historia no se paró en 1922. Para evitar ser inútilmente largo, propondré al lector en pocas líneas un viático para hoy, seguido de una serie de ojeadas a etapas anteriores. * 1) Un viático para hoy. No fue siempre así pero hoy, como sabemos, « flamenco » designa la totalidad del panorama aludido y « jondo » una parte del dicho. Lo que distingue esa parte es una emoción más profunda (« honda », « jonda ») de la que se suele expresar en otros cantes. Tal nivel y calidad de emoción se encuentran con más frecuencia en ciertos cantes como las tonás, las siguiriyas y las soleares. La misma finalidad de esos cantes como formas es hacer tal expresión posible, canalizándola y centrándola, hasta tal punto que cantarlos sin ninguna « jondura » sería más o menos errar el blanco. Sin embargo, tal jondura puede también visitar otros cantes que no son habitualmente o siempre jondos, como malagueñas o saetas. La situación esbozada es flexible y abierta. Lo jondo se halla en repertorios, en cantes, o en interpretaciones. En cada caso, parece que se llega al fondo de la emoción: mas allá no se puede ir, al menos por el momento, y los oyentes comparten con el cantaor o la cantaora no sólo la emoción sino el desahogo de su expresión. Esos fenómenos son únicos. En ningún otro terreno de creación artística, que yo sepa, se experimenta algo comparable. El cante es el instrumento de una exploración y dominación, precarias y fugaces, de niveles del sufrir rara vez accesibles. Por otra parte, « flamenco » designa – hoy – dos cosas: la totalidad dentro de la que lo jondo es una parte, y la parte no jonda de esa totalidad. Esa incluye lo festero, lo elegíaco, lo melancólico, y otros matices de emoción de este lado de lo jondo. 2 Asoman claramente dos polaridades, una centrada en lo jondo y la otra no, que se extienden sobre repertorios, cantes individuales e interpretaciones. Pero si tal distinción basta para orientarse, presenta inconvenientes. Una distinción en la que una misma palabra, « flamenco », designa de modo simultáneo, o según los momentos, una totalidad y una parte de esa totalidad, es una distinción coja. Falta una expresión simétrica a la de cante jondo para designar lo que no lo es. Se probaron expresiones alternativas, como cante grande (en vez de jondo), o cante chico o hasta pequeño (en oposición a jondo), pero no cundieron. Además, debido a la ausencia de una definición propia de la parte flamenca (es decir, no jonda) del flamenco - ¡vaya complicaciones! -, resulta una falta de frontera entre ella y lo extra- o infra-flamenco: por debajo de los fenómenos no hay separación. Ya que no existe en la materia ningún Consejo Regulador, se ofrece cada día bajo el nombre de flamenco cualquier cosa: vinazo y vinagre en vez de vino legítimo, lata o plástico en vez de oro y plata. Ya se sospechan relaciones tensas entre el dios Comercio y la diosa Cultura. * 2) Ojeadas al pasado. A) La prehistoria. Se sabe bastante bien que, en lo musical, España consiguió resistir durante siglos a todas las modas extranjeras y fórmulas nuevas, como las de la ópera. Eso fue posible gracias al apoyo permanente que halló en una rica herencia de tradiciones propias para las que varias capas del público conservaron un fuerte apego, y en las que se interesaron compositores cultos. Una de las formas tardías que tomó esa resistencia a influencias exteriores fueron los bailes llamados « nacionales », que se orientaron más netamente hacia lo andaluz y lo gitano en los primeros decenios del XIX. Es en tales contextos donde la palabra « flamenco » empezó a circular, en el sentido que nos interesa, mayormente en la prensa a partir de 1850. Sirvió teóricamente como equivalente 3 de gitano para designar cantos, bailes, modos de vestirse, de andar, hablar y jalear, de procedencia gitana o asociados a gitanos. Aquí se observa, casi de repente, un leve deslizamiento: de « gitano », es decir gitano-gitano, « flamenco » pasa a significar « gitanesco », es decir, al estilo gitano, o no tan gitano como quieren ellos que lo creían Ustedes. En el trasfondo de tal situación se sospechan dos o tres factores. Según la Pragmática de 1783, « las voces de Gitanos o Castellanos nuevos » no se debían utilizar nunca, por « injuriosas » (y hasta se empezó a borrarlas en los archivos). Tal vez, en una parte de la clientela, la palabra « gitano » no hubiera sido siempre bien acogida. Por otro lado – y al revés-, podía darse que la demanda para cosas gitanas sobrepasara el personal gitano-gitano disponible. En esos varios contextos, una combinación de perífrasis y eufemismo podía ser cómoda. Año más tarde, entre los gitanos del cante (o toque, o baile), se oían frases como « ¡Los flamencos somos nosotros! », o « ¡Canta (o toca, o baila) gitano! » (en vez de « flamenco »), en reacción contra la terminología heredada. Una fórmula para acordarse de esa prehistoria: flamenco = en principio gitano. B) Demófilo y Silverio, 1881. Los primeros textos sobre el tema fueron publicados en 1881 por Antonio Machado y Álvarez « Demófilo », que tuvo durante años contactos frecuentes en Sevilla sobre esos cantes, mayormente con Silverio. Según Demófilo, Silverio « ha creado el género flamenco, mezcla de elementos gitanos y andaluces ». Nada podría ser más claro. Por supuesto, cuando se da esa cita en prosas dedicadas a Silverio, conviene darla entera y sin cortarla. Según Demófilo, la ambición de Silverio fue dar a conocer a públicos extensos el « cante gitano » que había podido escuchar en una fragua de Morón y más tarde en compañía de El Fillo. Pero se dió cuenta de que el público de los cafés cantantes apetecía otro tipo de diversión que los « tristes y melancólicos cantares » de los gitanos. Así nacieron y se multiplicaron los cantes llamados « flamencos », que Demófilo describe como creaciones andaluzas a partir de elementos gitanos. Sin embargo, explica Demófilo, Silverio sigue en la brecha promoviendo y cantando los cantes gitanos. Sobre la opinión personal de Silverio a propósito de lo flamenco, existe una indicación clara: nunca utilizó la palabra en su publicidad. 4 Demófilo por otra parte añade indicaciones de trasfondo. Menciona un « género flamenco », es decir, algo abierto a la creación: ya nos alejamos de una cultura heredada. Profetiza que « los cantes gitanos » desaparecerán por completo « andaluzándose » y convirtiéndose en el « género mixto » aludido. Indica también que en la « mezcla confusa » del flamenco otros componentes pueden entrar, como « lo bufo, lo obsceno, lo profundamente triste, lo descompasadamente alegre, lo rufianesco, etc., etc. » (los dos « etc. » vienen de él). Eso confirma la ausencia de una frontera clara en la parte inferior de los fenómenos: el flamenco como descrito se abre por abajo a toda suerte de subproductos destinados a toda clase de públicos. Una fórmula para acordarse de 1881: hay por un lado el cante gitano, y por otra el flamenco, que es un género mixto o polifacético en desarrollo, gitano andaluzado o andaluz agitanado, abierto a varios tipos de importaciones para varios públicos, y destinado a eclipsar el cante gitano. C) Falla, Granada 1922, y después. Para las bases del « I Concurso Nacional de Cante Jondo », celebrado en Granada en 1922, Falla se apoyó en el esquema heredado de Demófilo, modificándolo en algunos puntos. « Cante gitano » viene sustituido por « cante jondo ». Ese cambio sin ninguna duda lo dictó la prudencia. Mientras se estaba preparando el Concurso, circularon en prospectos y en la prensa local amabilidades como: ALMA DE ESCLAVOS . La fiesta del « jipío » tabernario y del « pingo » en tablado canalla. En tal clima, proponer – y financiar – un Concurso Nacional de Cante Gitano hubiera sido imposible. La palabra « jondo » ya circulaba, y designaba cantes de más emoción: se echó mano de ella. Sin embargo, se debe notar que los repertorios gitano y jondo no coinciden exactamente: el primero incluye cantes festeros como tangos y bulerías.