La romería de Ntra. Sra. del Henar, de Cuéllar (Segovia)

Balbino VELASCO BAYÓN, O. CARM.

I. Recuerdos y testimonios.

II. Vivencias de un testigo en la evolución de la romería.

El Patrimonio Inmaterial de la Cultura Cristiana, San Lorenzo del Escorial 2013, pp. 301-324. ISBN: 978-84-15659-13-6.

I. RECUERDOS Y TESTIMONIOS

En el Simposio del pasado año y en este mismo foro abordé el estudio del origen y evolución posterior del Santuario de El Henar: leyenda, historia, etc. centrando la atención preferentemente en la imagen románica, en la fábrica levantada en su honor y en la devoción que inspiró en el pueblo. En este año voy a referirme concretamente a un aspecto muy particular: la romería mayor que se celebra en el mes de septiembre, reproduciendo algunas descripciones que conocemos de la misma hasta nuestros días.

Recordemos antes de proseguir que el Santuario de El Henar se encuentra situado a 5 km. de la histórica villa ducal de Cuéllar en la provincia de Segovia y confinando con la provincia de . Su emplazamiento semeja un oasis en la meseta central: un mar de pinares al norte, una pradera amplia y frondosa en sur ofrecen al visitante un contraste único, sorprendente e idílico.

1695

Vayamos a nuestro tema. La primera descripción conocida de la romería la debemos al historiador del Santuario: Don Gregorio Baza de Haro, autor también de la primera Historia de la milagrosa imagen de Ntra. Sra. del Henar, que vio la luz en tórculos madrileños, en 1695 y que hoy constituye una rareza bibliográfica: Dice así en las pp. 289-290. Respetamos la ortografía antigua.

“En quanto al concurſo deſte dia, no es facil el referir como ello es; juntanſe comunmente diez y ſeiſmil perſonas, y mas, que caminando al centro de Nueſtra Señora de el Henar, caſi todos llegan alli el Sabado à la tarde: hallanſe perſonas.de diferentes Reynos, y Prouincias, de Andalucia, Nauarra, Aragon, Vizcaya, y las dos Caſtillas, y del mas remoto de nueſtra Eſpaña acuden. Y como no ay caſas donde guarecerſe , por eſtar en deſpoblado, todos ſe quedan al contorno, y à la viſta de el Henar, por aquellos Campos; los de vn Lugar, à vna parte, y los de otro, à otra, haziendo ſus ranchos con mucho concierto, y paz, y aſsi, quadrillas nutneroſas ſe .aloxan en el Valle, y en el Monte. LA ROMERÍA DE NTRA. SRA. DEL HENAR, DE CUÉLLAR (SEGOVIA) 303

Es el verlo, como vna Campaña numeroſa, en Eſquadrones divididos; las hogueras, y luminarias, que de los troncos ſecos del Pinar ſe forman, ſon mas que las Eſtrellas del Cielo, que no ſe pueden numerar; haziendo aſsi, dia lucidiſsimo, la noche tenebroſa; alli duermen, alli comen, alli como los hijos de Iſrrael tienen ſu manſion, y paſſan aquella noche dichoſa eſperando al Alva; vnos duermen, otros cantan, otros comen, y otros baylan, y todos ſe alegran con ſus conocidos, y amigos. Las galas, la vizarria, los trages diferentes, los carros entoldados, los coches, las literas, y tanta multitud, ricamente veſtida, hazen el Monte vna Primauera, y el Mayo reſucita en Setiembre: alli ſe halla toda variedad de frutas, limones dulces, confiteros, turroneros, vinos generoſos, y todo genero de .baſtimentos. Es de las coſas mas, viſtoſas que ay en Eſpaña, según me dizen los que en eſtas ocaſiones ſe han hallado. Y es mucho de alabar, que ſe vine con paz, y grande quietud, y no ſe hallan riñas, ni pendencias, porque el Iris de Paz, que eſtà à. la viſta, los ſerena, y pazifica en la Campaña; y la Iuſlicia de Cuellar, zelòſa, y vigilante, paſfcaudo los ranchos, concurre à la vnion comun.

Todos viſitan à la Imagen Santiſsima, y como es tanta la multitud, apenas ſe dàn lugar vnos à otros, yá ſaliendo, yá entrando en aquel Santuario. Celebraſe vna Miſſa ſolemniſsima, con inſtrumcntos muſicos, y vozes muy ſonoras; ay Proceſsion, à donde concurren todos los Señores Sacerdotes de la Iuriſdicion de Cuellar, con Sobrepellizes; y como es tanta la gente, y de tanta gala, es viſtoſiſsimo concurſo. Lleuan en hombros la Reyna de los Angeles, Sacerdotes Venerables, dando vna buelta por el Prado haſta boluerla à ſu Caſa, Los Éſtandartes, los Pendones de toda la Vicaria, que ſon muchos, tremolandolos el viento, publican con variedad de colores, y hermoſura, la Señora que veneran.

En eſta ocaſion, los coxos, los ciegos, los mancos, los tullidos, los mudos, los liſiados, y todo genero de enfermos, ſe van à la ſombra de la Virgen, vnos ſe aſſen de las Andas, otros debaxo dellos, y todos vnidos, 'y à porfia le llegan à la Reyna de los Angeles, pidiendole agritos ſu remedio, ſin auer potencia Secular, ni Ecleſiſatica, que los pueda apartar de aquella Madre de Clemencia; y comunmente, en eſtas ocaſiones, en llegando la Imagen à la Fuente del Cirio, haze dos ò tres milagros, y mas en ocaſiones. Entonces los que ſanaron por milagro, dàn vozes, y alabanças à la Señora que les dio ſalud; los coxos ſaltan, los mudos hablan, y los ciegos ven, & c. y como la voz corre por aquel dílatadiſsimo concurſo, todos quieren ver por ſus ojos aquellas marauillas, y los prodigios executados por la Madre de Dios, los gritos, y vozes de alabanças amoroſas; las bendiciones que dàn a eſta Señora, en eſtas

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ocaſiones, y dias, ni ay Retorica quedo pueda dezir, ni pluma que baſte à proſegirlo.

Deſpues llegando la Proceſsion à Igleſia, que es ver al entrar la Emperatriz en ſu Caſa, toda aquella Campaña de innumerable Gente, incados de rodillas, vnos de cerca, otros dentre los Pinos copiòſos, hiriendo ſus pechos, y adorando ſu. grandeza; aquel tremolar los Eſtandartes al entrar en ſu Templo, abatirlos todos à la tierrar, haziendo acatamiento à ſu Mageſtad. Eſta ceremonia executada, caminan á ſus caſas, poblandoſe todos los Caminos de Eſquadrones muy lucidos y caminan muy devotos, y contentos, porque lleuan la bendición del abiſmo de las gracias”.

1924

Tenemos que saltar hasta el año 1924 para encontrar otra descripción de la Romería. Coincidió con la llegada de los carmelitas para hacerse cargo del Santuario. Redactó la descripción un testigo excepcional de la misma, el brillante escritor y poeta, carmelita, P. Luis Llop. Era a la sazón director de la revista El Santo Escapulario del Carmen que se publicaba en Jerez de la Frontera y que tenía amplia difusión, gracias fundamentalmente a su pluma. La descripción en el número 152 correspondiente a octubre de 1924. Dice así el relato, firmado con el seudónimo de Azael:

“El Sr. Obispo de Segovia, llegado la víspera, calculaba en 20.000 el número de peregrinos procedentes de toda Castilla. Los autos ascendían a un centenar y los carros a más de dos mil. Por cierto que para alimentar a tanta gente se habían sacrificado muchos centenares de ovejas y corderos... Pues ¿y las tiendas de feriantes de todas clases? Allí había verdaderas calles formadas por los sacos de avellanas, por las mesas de turroneros y confiteros; por los puestos de quincalla, de loza, de alfarería; por las cererías improvisadas con largas pértigas horizontales, de las cuales colgaban manojos de velas para las ofrendas; por las tiendecillas atestadas de objetos de piedad, como medallas, estampas, rosarios, cromos; por los montones de juguetes para los chiquillos, y de útiles de todas clases para los mayores... En fin, que es una mezcla de ciudad y campamento de más de un kilómetro, que se ha formado en dos días.

¡Si habrá devoción a la Virgen del Henar!

Se echa a andar dificultosamente por entre aquel maremágnum de carros, autos, tiendas, caballos, feriantes que vocean sus mercancías, chiquillos

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que hacen sonar sus pitos o que danzan al son de moriscas y tamboriles... y es un Babel. ¡Cuidado si hay gente y bulla y ruido y animación...!

Pues ¿y la “Salve de los caldereros”? A las doce de la noche se reunieron unos cuarenta. ¡Ay, qué caras de facinerosos! ¡Qué bigotes, qué greñas, qué tipos! Acompañados de innumerable gente entraron en el templo cada uno con su caldereta y martillo. Llegaron al altar de la Virgen, donde se hallaba el Sr. Obispo, deseoso de escuchar la original Salve de los devotos caldereros. Uno de ellos, dotado de preciosa voz de tenor, se puso en medio del corro, y dirigiendo los ojos a la Señora, entonó la Salve con la música tradicional, triste, monótona, pero bonita y conmovedora: Dios te salve, Reina y Madre de misericordia. Los caldereros repitieron la misma frase con igual cadencia al son ruidoso de los martillos repicando en las calderetas. El tenor añadía: Vida, dulzura y esperanza nuestra. Y los demás repetían las mismas palabras acompañándose de sus alborotadores instrumentos. En fin, una Salve tan típica como curiosa. No sé qué juicio formar de ella, pero seguro que, al ver aquellos pobres hombres, en mangas de camisa, con aquellas caras tostadas y aquellas greñas hasta los ojos, cantar con tanto fervor la Salve a Nuestra Señora, me sentí conmovido y hasta se me saltaron las lágrimas.

No es solamente la concurrencia extraordinaria la que caldea el ambiente del templo, sino el número inconcebible de velas ardiendo al pie del presbiterio. Los que nunca presenciaron el espectáculo, no podrán formarse idea exacta de su grandiosidad. Alrededor de la verja corre una mesa de un metro de ancha, llena de cubilos y agujeros para fijar las velas, que arden dos días y una noche. Propiamente hablando no arden, sino que se derriten en inmensa hoguera, cayendo a chorros en el suelo la cera derretida, por el cual corre y se extiende en arroyos... A este inmenso crepitar de tantas luces, debe añadirse el de las grandes ofrendas. Son cirios enormes, de una a cinco arrobas cada uno, colocados en gigantescos hacheros de hierro. El peso de estos cirios representa el de la persona favorecida con alguna gracia de la Virgen.

A las once en punto comenzó la Misa cantada, que fue oída con la devoción posible en una iglesia donde el concurso de peregrinos y la iluminación de cera hacían irrespirable el ambiente. A continuación subió el Prelado de la Diócesis al mirador del Santuario para dirigir la palabra a los devotos. El espectáculo que ofrecía la peregrinación era de los que raras veces se presencian y dejan huellas en el alma para toda la vida. Imagínese una concurrencia de 20.000 romeros apiñándose

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frente a la tribuna pública, bajo la mirada atónita del Prelado, que no cesaba de repetir al Padre Carmelita que tenía a su derecha: ¡Cuánta fe! ¡Cuánta fe en la Virgen del Henar! ¡Estas son las tiendas de Jacob, los pabellones de Israel...! Nunca he visto cosa igual... Al fin, el rumor de la multitud, semejante al de inmensa resaca, comenzó a apaciguarse ante las indicaciones del Prelado. Entonces comenzó a hablar con entonación elevada, robusta, sonora, cuidando de prolongar las finales y vocalizándolas con toda claridad a fin de que pudiesen ser comprendidas desde lejos. Y en efecto, nadie hubo que no comprendiese al Pastor segoviano. Daba gracias a Dios porque había cumplido uno de los más fervorosos deseos de su corazón: llevar a los carmelitas al renombrado Santuario castellano, no sólo para que fuesen sus guardianes y ángeles custodios, sino para que restauraran el culto a la Señora, caído desde hacía muchos años. Alrededor de este tema, simpático desde los primeros momentos a todos los peregrinos, habló el Prelado por espacio de veinte minutos conmoviendo las fibras de todos aquellos corazones. Apenas expresaba una idea que no tuviera la virtud de arrancar lágrimas, ni terminaba un párrafo que no fuese saludado con estruendosos vivas.

Terminado el sermón, se dispersó el gigantesco auditorio para ir a tomar posiciones en los carros, en los autos, en los árboles, en los altozanos para ver el desfile de la procesión... Entonces cruzaron el aire, como estrellas fugaces, numerosos cohetes y voladores, estallando en todas partes en ruidosos y alegres estampidos. La Virgen salía de la iglesia. Nada hay más nuevo, más típico, ni más original que la procesión de la V. del Henar. Delante de la Imagen no van Hermandades, ni filas de caballeros, o de señoras, con velas encendidas, ni siquiera clero. Van solamente los mozos de Cuéllar y su tierra, unos doscientos lo menos, en mangas de camisa, danzando al son de la morisca y del tamboril, los cuales ejecutan una música bailable, monótona, primitiva, llena de estridencias chillonas que hiere el tímpano de los oídos. Esta danza no cesa mientras dura la procesión, tres horas, durante las cuales, los buenos mozos de Cuéllar y su tierra, morenotes arrogantes, saturados de los tónicos aromas de los pinares, todos ellos o en su mayor parte resineros, no suspenden la danza, aunque al llegar al templo han de caer desfallecidos... La devota Imagen, conducida en carroza dorada de lamentable barroquismo, sigue a los incansables danzarines entre los alegres vítores y aclamaciones de los peregrinos.

Al pasar por los puestos de la feria, cae sobre ella una verdadera lluvia de avellanas, caramelos, confites, almendras, peladillas, sin que ninguno de aquellos proyectiles toque su cara, es un cariñoso apedreo que sólo

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tiene por blanco el manto y las andas de la Imagen... Detrás de la Virgen, el Prelado de Segovia entre dos Carmelitas y las Autoridades de Cuéllar, en cuyo término está enclavado el Santuario...

En las andas de la Virgen no se colocan luces ni flores, sino niños de pecho, de un año, de dos, hasta de tres, para que la Señora los cubra con su manto. Al fin, los niños deben agradar mucho más a la Virgen que las luces y las flores. En efecto, las madres castellanas sientan sus niños alrededor de la Virgen, sosteniéndolos para que no se caigan. Algunos lloran como si temiesen algún peligro, muchos ríen viéndose arrastrados en el carruaje en compañía de la mejor de las madres; la mayor parte expresa en la cara asustada, o en los ojos llenos de asombro, la impresión que les produce el gentío aplaudiendo y vitoreando a la Virgen. ¡Cuántas veces rompían a llorar al recibir en sus caras las avellanas y caramelos que se lanzaban a la bendita Imagen...!

En la Fuente del Cirio paró la carroza. Veinte mil voces conmovidas cantaron la Salve tradicional. Pocos peregrinos había allí que no tuviesen los ojos enrojecidos por las lágrimas. Todos rezaban fervorosamente puestos los ojos en la Señora del Henar... Al fin, siguió adelante la procesión con sus danzarines, gaitas, tamborileros, cohetes y lluvia de avellanas, desapareciendo detrás del próximo altozano, para restituirse a su Santuario”.

1928

Unos años después, el conocido escritor, historiador y pedagogo segoviano, tan elogiado merecidamente por el Marqués de Lozoya, Don Tomás Calleja Guijarro recordaba su vivencia particular de la romería de 1928. Vio la luz este articulo en El Adelantado de Segovia en 1998 y lo reprodujo la revista del Santuario El Henar en el número 663, correspondiente noviembre de 2010. Dice así:

“Me levantaron de la cama bastante antes del amanecer. Mi padre había echado ya su postura al macho, preparado el pienso que era preciso llevar para el viaje, y estaba colocando los aparejos a la cabalgadura.

Entre tanto, mi madre, que había preparado la comida que necesitábamos para los tres días que íbamos a emplear en el viaje, así como la ropa que nos convenía llevar, me dijo:

-Vamos a ir al Henar. Tu padre y yo prometimos ponerte a los pies de esa Virgen cuando eras más pequeño y queremos cumplir nuestra promesa.

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Hace de esto unos 82 años, nuestro único medio para poder desplazarnos hasta allí era un macho tordillo, manso como el que más, pero con un genio de mil diablos que exteriorizaba cuando se le metía una cosa en la cabeza y no se le consentía hacer su voluntad.

Por caminos de herradura, para seguir el itinerario más corto, emprendimos la marcha en la dirección de Cuéllar. ¡Qué lejos estaba de donde vivíamos! Tan lejos que un pariente mío, después de haber tenido necesidad de ir a un pueblo cercano al Henar, al preguntarle dónde había ido, decía a todos que “al fin del mundo, cerca de Cuéllar”.

Excuso decir que mi padre fue la mayor parte del camino a pie, ya que no quería martirizar al tordillo cargándole, amén de con las obligadas alforjas, con los tres viajeros de la familia.

El trayecto lo recorrimos en un día, distribuyéndolo en tres etapas. Al llegar a Moraleja de Cuéllar mi padre quiso saludar al señor Marcelino, el cacharrero con el que había luchado y compartido sus mejores momentos en la guerra de África, en el año 1909.

Este buen señor insistió hasta la saciedad para que nos quedáramos en su casa a pasar la noche ya que por estar cerca El Henar podríamos llegar a la mañana siguiente con el tiempo sobrado para asistir a la misa y demás actos de la romería.

Agradeciéronselo mucho mis padres, pero declinaron su invitación alegando que ya que habíamos hecho el enorme sacrificio de llegar hasta allí con el tiempo suficiente, queríamos asistir a la celebración de las vísperas.

Empezó la anochecida antes de llegar al Henar y el cielo parecía querer calarnos hasta los huesos si Dios no ponía remedio. Desde Moraleja caminamos por una carretera estrecha y blanca, toda ella polvorienta por la arena de los pinares.

Aunque muy de tarde nos adelantaba uno de los poquísimos coches que entonces circulaban por las carreteras. Cada vez que sucedía esto el tordillo, no acostumbrado a ver semejantes monstruos, se encabritaba asustado y mi padre, que le llevaba del cabestro, tenía que sujetarlo fuertemente. Si el vehículo venía de frente, la cosa era mucho peor ya que la luz de los faros le sacaba de quicio y teníamos que apeamos a tiempo mi madre y yo para que no diera con nuestra humanidad en tierra. A todo esto había que añadir la luz de los primeros relámpagos que, aunque lejanos, eran el presagio de una pronta tormenta.

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Cuando llegamos al Henar, ya se había cernido sobre él las sombras de la noche. En los alrededores del santuario había acampado un verdadero ejército llegado hasta allí en coches (muy pocos), infinidad de carros y muchas, muchísimas caballerías de todas las clases.

Mi padre buscó un hueco donde acampar. Con permiso de sus dueños ató el macho a una de las ruedas de su carro y para que no se mojasen, ya que empezaba a llover, metieron las alforjas bajo el carro. Tenía éste su correspondiente toldo y bajo él se guarnecieron los componentes romeros de aquella familia con todos sus equipajes por lo que no les quedaba sitio para más. Sin embargo, al arreciar la lluvia dijeron a mis padres que ya que no cabíamos en el carro, que se refugiaran ellos debajo para que no se calaran y que les alcanzasen al niño, al que hicieron un hueco entre ellos, y el niño era yo.

Cuando amainó la lluvia, mis padres me llevaron al templo para asistir a los actos litúrgicos de las vísperas. Durante su celebración, la espantosa fiera de la tormenta comenzó a atacarnos de nuevo. Y ahora inmisericor- demente tronaba que daba espanto, relampagueaba tercamente, metiéndose su luz no sólo por las ventanas, sino por los entresijos mismos de las almas y de vez en cuando un chasquido de las celestes trallas ponía pavor en cuantos llenábamos el santuario. El agua caía a raudales a veces mezclada con granizos que tamborileaban en el tejado como si se obstinaran en hundirlo.

Los frailes, asustados también, dirigían ahora una serie de preces al Altísimo para que cesase la tempestad, para que no hiciera daños irreparables. De su letanía sólo recuerdo la salmodia repartida por todos los que llenaban la iglesia: “Líbranos, Señor, de todo mal”, “líbranos, Señor, de todo mal”.

Huyendo de las furias del temporal, la iglesia se había llenado de bote en bote. Se sudaba, faltaba aire. Se cantó la Salve a la Virgen, se rezaron rosarios, estaciones a Jesús sacramentado y qué sé yo cuántas oraciones más.

Y la tormenta seguía rugiendo con su pavoroso acompañamiento de estampidos y las aterradoras y deslumbrantes luces de las nubileras bengalas, y la gente, rendida ya, iba cayendo en los brazos de Morfeo. Los frailes querían impedirlo a toda costa gritando una y otra vez: “No se duerman ustedes”, “no se duerman ustedes”. E intentaban evitarlo religiosamente entonando canciones, rezando letanías y otras oraciones.

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La tormenta tenía visos de no acabar y la noche se hacía interminable.

-“No se duerman ustedes”, “no se duerman ustedes”. Pero muchos, rendidos por el cansancio de sus respectivos viajes, eran impotentes para evitar que se les cerraran los párpados aislándoles por completo de todo lo que no fuera su inconsciencia onírica.

“No se duerman ustedes”, “no se duerman ustedes”.

Ignoro cuántas veces oí esta cantinela, pero también yo me dormí. Cuando desperté, el cielo estaba azul, lucía un sol esplendoroso y yo me encontraba con mis padres junto al carro donde habían quedado nuestras pertenencias.

Las campanas tocando a voleo anunciaron el comienzo de la gran fiesta religiosa, contagiando a todos su alegría. De lo demás recuerdo, aunque con las más que justificadas brumas de la memoria, la solemnidad de la misa, la vistosa procesión con sus numerosas insignias, los curas revestidos con sus mayestáticas capas pluviales, los monaguillos, las velas, los cánticos y, sobre todo, la Virgen, navegando en sus andas entre la ingente multitud sobre un mar de cabezas; la Virgen del Henar, a cuyos pies me habían puesto mis padres mientras ellos rezaban fervorosamente. Sólo notas sueltas, emociones inconexas... ¿Qué otra cosa podía percibir la mente de un niño entre cinco y seis años?

Hubo algo, sin embargo, que se me quedó grabado indeleblemente, fue el calderillo de la fuente y la historia que nos contaron sobre la aparición de la Virgen y sus milagros.

Después he recordado muchas veces aquella romería y he deseado ardientemente volver al Henar para revivir sus hondas emociones. Por diversas causas, no lo he podido hacer aún; pero espero que ya no tarde en llegar la ocasión de encontrarme entre los fieles cuellaranos celebrando esta fiesta.

Su fama ha trascendido con creces fuera de nuestras fronteras y hoy Cuéllar, la Cuéllar de los conquistadores y de los resineros de otros tiempos es conocida, amén de por esto, y en todo el mundo, por la romería de la Virgen de El Henar.

Hace ya bastantes años que han desaparecido casi por completo los carros y las caballerías en las que se desplazaban los antiguos romeros, habiendo

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sido sustituidos por los coches y las motos. La asistencia así a la romería se ha hecho más cómoda y también más multitudinaria. Pero ¿podemos decir lo mismo del espíritu que hoy la anima? Nos queda, sin embargo, la certeza de que al menos el alma nobilísima de Cuéllar y su tierra sigue palpitando en su ambiente”.

1940

El P. Manuel Ibáñez, largos años morador en el Santuario y entusiasta de la devoción a la Virgen del Henar, fue el autor de la Historia de la Virgen del Henar y su Santuario, que podríamos calificar como primera historia moderna. Fue premiada en el gran certamen literario celebrado en Segovia el 28 de junio de 1954 con motivo del año mariano. Fue publicada por la Exma. Diputación Provincial de Segovia en la misma ciudad y en 1955. Describe así la romería en poesía descriptiva y que firma con el seudónimo Tibi. Véase pp. 288-290 de la mencionada obra:

Blancos y polvorientos los caminos Los cacharros, cantinas, avellanas, de la meseta austera de Castilla confites, churros, bares, chucherías, llevan arracimados peregrinos todo está a punto de hoy para mañana en riada de amor y fe sencilla. servir a los romeros a porfía.

¿A dónde van? Pregunta innecesaria. ¡Qué colorido toma la pradera ¡Hacia el Henar, el sitio idolatrado! de sabor siempre nuevo al par que añejo! contestación tres veces centenaria Todos, y cada cual a su manera, de un pueblo de María enamorado. disfrutan, tanto el joven como el viejo.

Castilla va al Henar de sus amores Mas ya es anochecido. Ya se siente a do acudieron ya nuestros abuelos festivo voltear de las campanas, y a donde atraen siempre los fulgores ya se oyen resonar devotamente del más bello Lucero de los cielos. cadencias melodiosas no lejanas.

Henar bendito donde está la Perla Un cirio entre los dedos de una mano del más precioso y caro relicario; y en la otra las cuentas del Rosario, los pueblos se despueblan para verla cantando de María el triunfo ufano y corren presurosos al Santuario. van los fieles en torno del Santuario.

Llegó ya la gran fiesta deseada, Al regreso la Salve vibra ardiente ya marchan para allá a la Romería, ante la Virgen Santa, que ha escuchado. que llama una vez más la Madre amada. cómo la aman sus hijos tiernamente ¡Qué ansia de que llegase este gran día! con el canto de amor que le han cantado.

Llegó y ya en la vigilia el hormigueo Allí seguirán muchos ante Ella comienza hacia El Henar a encaminarse. toda la noche en vela y oraciones, Se instalaron las tiendas. Ya el bureo mientras otros con luz de las estrellas de alegre juventud vese animarse. bailan y cantan fuera sus canciones.

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Al claror y al amor de las hogueras Es el momento cumbre. Esta es la hora se pasan la velada entretenida; en que se canta y baila y se echan gritos: un gran hogar parece la pradera de gente tan distinta y tan unida. ¡Viva la Morenita...! ¡Vivaaa...! ¡Viva...! ¡Viva la Virgen del Henar...! ¡Que viva...! Ya vino la alborada. Ya amanece... ¡Qué escena indescriptible! ¡Qué emotiva! Ya por momentos crecen los romeros, ¡Qué fe y qué devoción tan intensiva! ya el fervor santo cada vez más crece, cubriendo carreteras y senderos. Sobre un mar de cabezas va avanzando. En su triunfal carroza le colocan Lo carros, bestias, autobuses, todo, las madres su pequeños y bailando todo afluye al Santuario a borbotones, van los mozos y viejos según tocan. inundando hasta el último recodo los devotos repletos de emociones. Aquí rezan, ahí cantan, allá gimen: cada cual a su modo se expansiona, Ya una constelación de cirios arde suelta los sentimientos que le oprimen delante de la Virgen a centenas o aclama con ardor a su Patrona. y se agolpan de la mañana hasta la tarde de entusiasmo y amor las almas llenas, Le tiran avellanas, caramelos, besos y una oración los vendedores. Por ir al Camarín para besarla, Uno piensa: ¡Qué tal será en los cielos para decirle aquellas cosas que querían, al verla allá pasar sus moradores! para poder de cerca contemplarla y dejarle la ofrenda que traían. Dejemos de escribir más descripciones aun siendo de tan grande Romería: Y Ella tan Madre siempre y tan Señora ¡Mejor será ir de todas las regiones baja del trono a estar con sus hijitos. a verla cara a cara allí algún día!

1967

Novena y romería. Así la vimos en 1967 y así apareció descrito en el Adelantado de Segovia, el día 16 de septiembre del mismo año:

“El día 6 de septiembre comenzó la tradicional y solemne novena en honor de Nuestra Señora de El Henar. Hemos podido comprobar con satisfacción que aumenta de año en año el fervor popular. A primeras horas de la mañana un grupo numeroso de personas llegaba a pie al santuario procedente de Cuéllar en su mayoría para participar en la Eucaristía y hacer la novena. Un acto lleno de recogimiento y unción que resulta edificante en el silencio de la madrugada. Regresaban en coches particulares o de línea para comenzar su jornada de trabajo.

La novena solemne a las 6 de la tarde, cuyo centro fue igualmente la celebración eucarística, estuvo concurridísima. Las reflexiones litúrgicas

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giraron en torno a. temas de actualidad y de acuerdo con las necesidades espirituales de la zona. Fueron .dirigidas por los religiosos que habitualmente viven en el santuario. Previo el reparto de textos apropiados para cada uno de los días de la novena, la participación de los fieles fue activa, Daba la sensación de una asamblea en marcha y a pesar de venir de distintas parroquias se advertía el sentido de unión y hermandad.

Preciosa y devotísima resultó la procesión de las antorchas. La noche plácida y serena, la concurrencia numerosísima, las reflexiones sobre los misterios del rosario dirigidas al gran público a través de los potentes altavoces exteriores contribuyeron al esplendor de la misma.

Numerosos devotos pro cedentes de distintos lugares, fueron llegando al santuario para pasar la noche en el templo. Solamente observamos algún pequeño brote de gamberrismo.

El día de la romería lució un sol espléndido. Desde.las primeras hora de la mañana comenzaron a celebrarse misas en el interior del templo. Hasta 22 se celebraron a lo largo de todo el día. Ocho confesores se alternaron para atender a los penitentes y fueron numerosísimas las comuniones.

La misa mayor, como todos los años; se celebró en el pórtico del santuario. Resulta difícil hacer un cálculo de las personas que participaron en la misma siguiendo devotamente la liturgia, pero es posible que no bajaran de 10.000. A la hora de la comunión doce sacerdotes simultáneamente dieron la comunión. Terminada la misa la procesión interminable y agotadora con largas filas de danzantes al son de la dulzaina morisca y el tamboril. El «Tío Ladis» veterano tamborilero y Juan Carlos Llorente interpretaron repetidas veces la Pinariega y otras jotas que nacieron precisamente en torno a la romería de El Henar.

Cuadro primoroso y lleno de ternura el ver a los niños sobre la carroza de la Virgen.

Un acto emocionante el canto de la salve, al final de la procesión con la Virgen en el pórtico a la que se despide con una salva de aplausos.

En el capítulo anecdótico se ha repetido una vez más la pérdida de niños que ocasiona pequeños dramas familiares. Caso curioso, una niña se perdió dos veces. Los niños aparecen, pero los padres y ellos pasan malos ratos con los nervio, a veces, rotos.

314 BALBINO VELASCO BAYÓN, O. CARM.

El aspecto que presenta el santuario el .lunes después de la romería era desolador.

Muy pronto y tras jornadas agotadoras de trabajo quedará limpio el templo y limpia también la pradera. El viejo santuario cobrará su ritmo normal. Es lugar de paz y reposo para el cuerpo; pulmón espiritual para el alma.

Las abras de restauración prosiguen su marcha: se encuentra va desmantelada la mitad de la cubierta del claustro. El próximo domingo se celebrará la romería de EI Henari1lo.

B. Velasco

2000

Del año 2000 disponemos de una crónica del P. Miguel arribas, O. Carm., ya se sabe, el historiador del Santuario. La publicó en El Henar, revista del Santuario en el nº 602 correspondiente al mes de septiembre con el título de La romería del Henar. Dice el P. Miguel:

“Es una de las romerías marianas más populares en la meseta sur de Castilla-León.

Se celebra el domingo de septiembre anterior a San Mateo (día 21) y a la que acuden no menos de 50.000 fieles.

Las celebraciones son: Todas las mañanas, a las 8 se tiene la Novena de Caminantes con la eucaristía, predicación y salve cantada. Por las tardes, a las 5,30, se celebra la Novena Solemne con el rezo del Rosario, eucaristía concelebrada, predicación y salve cantada. El sábado, vigilia de la Romería, a las 8,30, eucaristía presidida generalmente por el Obispo de Segovia acompañado de numerosos sacerdotes. Ese día de sábado es la fiesta litúrgica de la Virgen del Henar, siendo el domingo la “Romería popular”.

Tras la misa del sábado se tiene el “Rosario de las Antorchas” al que acuden miles de personas, cada una de ellas con su vela en las manos serpenteando por los caminos de la pradera del Santuario y cantando las avemarías del santo Rosario dirigido a través de potentes altavoces. La devoción y el silencio se hacen palpables. Todo ello conforma una

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estampa inolvidable. Concluye con el canto de la “Salve popular” ante el pórtico del Santuario con su imagen de piedra iluminada. Al final, los vivas a la Virgen son vehementes, interminables...

El domingo se celebran las misas cada hora desde las 8 de la mañana y por la tarde desde las cinco. Se administran más de ocho mil comuniones y los fieles son atendidos en confesión por varios sacerdotes.

A las 12 de la mañana se tiene la misa solemne en la pradera delantera del Santuario, con la auténtica Imagen de la Virgen del Henar que ha sido descendida de su trono. Tras la misma comienza la jubilosa y emocionante procesión, distinta de todas las conocidas. Sobre una carroza es colocada la santa Imagen, llena de flores y de niños, que son colocados por sus padres durante unos minutos. La Virgen avanza sobre un mar de cabezas que cantan, rezan, lloran y... bailan la jota castellana. Cada uno hace aquello que su devoción le pide. Muchos hacen de todo, hasta ir descalzos.

La procesión recorre unos 300 metros, pero dura más de dos horas. No existe organización posible. El pueblo fiel se convierte en dueño y señor de la venerada Imagen.

Al final de tan singular procesión, la Virgen es colocada cara al pueblo sobre la escalinata del pórtico para el canto emocionado de la salve popular. Todo concluye con los interminables y atronadores vivas, aplausos, flamear de pañuelos, lágrimas en los ojos y el popular grito “¡Hasta otro año, Virgen del Henar querida!”.

Durante todo el día los devotos pasan incesantemente por el precioso Camarín de la Virgen para besar su medalla y rezar por los seres queridos enfermos o lejanos.

A media tarde, marchada ya la primera y principal remesa de peregrinos, vuelve a formarse otra especie de Romería, la normal de todos los domingos aunque muy incrementada, principalmente para participar en las misas dominicales. Todos pasan al Camarín para contemplar de cerca a la santa Imagen y besar su medalla.

En los últimos años, la Guardia de Tráfico ofreció algunas cifras: Ocho mil turismos, 200 autocares, 20 viajes de línea, a los que hay que sumar numerosos fieles que llegan a pie. La cifra es de unos 50.000 fieles. Todos prometen volver como dicen los populares versos:

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Ya la jota acaba, Y en la ermita queda despedida os damos, la Virgen morena. a casa nos vamos El año que viene todos como hermanos. volvernos a verla.

2008

Con el título Las fiestas del Henar, el P. Florentino Bocos, actual director de El Henar. Revista del Santuario noviembre-diciembre, nº 65, vio así la romería de dicho año:

“Todo el verano es un trasiego de gentes que pasan dejando su plegaria a los pies de la Virgen pidiendo, agradeciendo o bendiciendo, pero el mes de septiembre, con las fiestas, el santuario alcanza el culmen de su ciclo anual en cuanto a asistencia, devoción, culto y vistosidad.

Las novenas -la matutina de las 8 y la vespertina de las 5,30- comenzaron el día 4 de septiembre, justo el último día de las fiestas de Cuéllar. Seguro que alguno inició el novenario y le dio tiempo todavía para asistir al último encierro. Tal vez por esta circunstancia la asistencia de personas en los primeros días fue menor, aunque se viene observando que es a mitad del novenario cuando la afluencia comienza a incrementarse ostensiblemente. Pese a todo no faltaron devotos de Cuéllar y pueblos vecinos a los cultos que presidió el P. Balbino Velasco. El se ofreció para predicar la novena de la mañana y de la tarde porque a sus 82 años se encuentra estupendamente y quería ofrecer a la Virgen de su vida este servicio pastoral en el que, de forma clara y concisa, expuso las virtudes que adornan a la Virgen María como ejemplo a imitar para progresar en la fe cristiana.

Mujeres y hombres voluntarios se ofrecían cada día para dirigir el rosario que precede a la eucaristía de la tarde; lo hacían a su estilo y con una impronta personal rica y variada, realmente ejemplar.

El último día de la novena mañanera los asistentes ofrecieron a la Virgen un hermoso centro de flores y Titas, la del restaurante, invitó como siempre a un rico chocolate con bizcochos. Además nos reveló una cosa que desconocíamos: que en el 2009 se cumplirán cincuenta años de este novenario matutino, iniciado por un grupo de mujeres trabajadoras que no podían asistir por la tarde, entre ellas una hermana suya, Dora, que falleció y otras que viven. Para el año que viene recabaremos más información sobre ello porque es interesante.

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Concluidos los novenarios, llegó la vigilia, sábado día 13. La mañana se empleó para los preparativos. Un grupo de voluntarios amigos, jóvenes y menos jóvenes ayudaron a la comunidad a disponer todo lo necesario para la tarde: misa y rosario de antorchas y para la romería del día siguiente. Todos -unos 45- nos juntamos también para la comida, que es de fiesta, porque al día siguiente, por el trabajo que se encomienda a cada uno, no es posible y se come de bocadillo.

La misa solemne de la tarde fue a las 8:30; la presidió el P. Balbino Velasco y le acompañaron el P. Provincial y los religiosos de la comunidad del Henar y de otras comunidades que vinieron para ayudar. Después de la eucaristía vino el rezo del rosario de las antorchas, dirigido a través de la megafonía exterior, un acto multitudinario, pero íntimo y fervoroso en el silencio y en la oscuridad de la noche. Hay personas que vienen expresamente por este momento de piedad que culmina con el canto de la salve popular cara al pórtico de la iglesia, presidido por una imagen de la Virgen en piedra, que se ilumina para el caso.

La romería fue el domingo día 14. No es el tercer domingo de septiembre como algunos creen, no. Este año fue el segundo. En su afán de concretar fechas, la gente en general ha deducido, por lo que viene observando, que la romería es el tercer domingo de septiembre y así es, menos un año de cada siete que cae en el segundo domingo, como en el presente. La antigua normativa que hemos repetido muchísimas veces es que la fiesta del Henar es el domingo anterior a S. Mateo, día 21 de septiembre, por tanto nunca puede ser el día 21, aunque sea domingo, sino el domingo anterior al 21. Según esto la celebración oscila entre los días 20, que sería el año más tardío y el 14, que sería el más temprano, como este año y en este caso, sólo en este caso, sería el segundo domingo de septiembre. Comprendemos que a la gente sencilla les cueste retener estas explicaciones tratándose de un día al año y por eso se equivoca. Hubo personas que vinieron el día del Henarillo pensando que era el día de la romería y las hubo que el domingo 28 preguntaban si no era el Henarillo. Habrá que ofrecer mayor y mejor información.

El día fue luminoso y corría una brisa fresca que lo hizo muy agradable. En los comentarios se decía que en la presente edición no hubo esos golpes de aglomeración que otros años se dan, sino que todo fue discurriendo durante la jornada de una manera más continuada y serena, lo cual facilitó los servicios de atención que se disponen.

Acudió muchísima gente, como se vio en las celebraciones de las misas, que comenzaron a las 8 de la mañana, si bien hasta las 11 no se aprecia la

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multitud. Los que colocan a la Virgen en las andas lo hicieron con todo esmero, rodeándola de flores y orgullosamente la sacaron por el pórtico entre los fervorosos aplausos de la gente que gritaba vivas y se disponía para participar en la misa. A las 12 fue la misa mayor, de campaña, en el prado, ante una asistencia apretada de fieles que seguían la liturgia muy atentos en presencia de la imagen de la Virgen. Presidió el P. Provincial, Miguel Ángel Pérez, que insistió en su reflexión sobre el sentido comunitario de la fe, aspecto fundamental que subraya siempre la figura de la Madre. Para repartir la comunión se pidió la colaboración de aquellos que en sus parroquias o comunidades desempeñan este ministerio y se presentó un buen grupo de hombres y mujeres, entre ellos un joven de 18 años, que puso en los ojos de todos un gesto de sorpresa y alegría.

Colocada la imagen sobre la carroza comenzó la procesión al son de las dulzainas y el repique de los tamboriles. Los padres alzaban a sus niños para sentarlos junto a la Virgen y los danzantes bailaban las jotas con toda devoción y cariño. Por espacio de casi dos horas se prolongó el recorrido procesional. Al llegar a la zona del mercadillo las avellaneras lanzaban avellanas a la Virgen y caramelos, como se hacía en tiempos antiguos gritando vivas a la Morenita. Llegada la comitiva a la explanada del pórtico y después de una prolongada jota en la que los dulzaineros se lucen y hacen mover a los danzantes hasta la extenuación, se hizo silencio y se cantó entre lágrimas de emoción la salve popular, despidiéndola con besos lanzados al aire y súplicas de volver al año siguiente.

La hora de la comida era un precioso espectáculo de comunión: corros familiares extendidos por el césped disfrutaban de las viandas y de la fiesta. Eran momentos de solaz y descanso.

Durante la tarde, de nuevo el servicio de misas y confesiones, visitas a la Virgen en su camarín, encargo de misas, pago de la revista, encendido de lamparillas y todas esas cosas propias de la romería.

La feria, por su parte, ofrecía todo tipo de artículos: ropa, calzado, bolsos, alfombras, discos, avellanas, almendras garrapiñadas, helados, carruseles tiovivos..., todo muy bien organizado y dispuesto para atraer la atención de los compradores.

A las 8, con luz del crepúsculo, fue la última misa, ya más menguada y la salve final para cerrar el día. Una romería más y un hermoso

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racimo de experiencias diversas para los peregrinos. Ojalá cada uno haya encontrado lo que buscaba.

El HENARILLO fue otra gran romería. Como no hay procesión todo se desarrolla en la iglesia y la imagen que se percibe es menos dispersa. Las misas estuvieron a rebosar y los fieles ocupaban la nave del templo y el coro en todas ellas. El servicio de confesiones fue intenso en muchos momentos y las comuniones muy numerosas. Hay personas que prefieren este día, no sabemos por qué, pero también las hay que proceden de pueblos cuya fiesta principal es la Exaltación de la Santa Cruz, día 14 y siguientes y no pueden acudir el domingo de la romería, o la facilidad que supone para muchos vallisoletanos que a estas alturas ya han concluido las fiestas de su ciudad. Hay gentes de los”

II. VIVENCIAS DE UN TESTIGO EN LA EVOLUCIÓN DE LA ROMERÍA

Personalmente he sido testigo de logros espectaculares que han permitido ir pasando desde un caos a una organización aceptable.

Comenzando por la Novena resulta gratificante cómo nació y cómo ha crecido la novena de primera hora de la mañana. Unas muchachitas cuellaranas, picadoras de achicoria, ya se sabe sucedáneo del café, lamentaban no poder asistir, por razones de su trabajo a la novena que acostumbra celebrarse a media tarde. Era en la década de 1940-1950 y decidieron, ni cortas ni perezosas, levantarse de madrugada y acudir a pie al Santuario para allí devotamente recitar las oraciones que acostumbraban a rezarse por la tarde. Fue compuesta dicha novena, por Don Frutos Tomero en 1744, e impresa en Valladolid. A los religiosos carmelitas les pareció bien la iniciativa y les franqueaban las puertas del Santuario, mientras ellos seguían en el coro con su meditación y el rezo del oficio divino. Cuando ellas terminaban salían del templo para regresar a sus puestos de trabajo y lo hacían en el coche de línea. El grupo inicial de 4 ó 5 con el tiempo fue incrementándose notablemente. Los religiosos estimaron conveniente canalizar esta práctica y convertirla en una segunda novena matutina, con la celebración de la Eucaristía, predicación, asistencia al confesionario, etc. El templo se llena de personas devotas, cuya práctica de acudir a pie no se ha perdido, pero se advierte que son ya muchas las personas que acercan en coches particulares. Resulta curioso comprobar cómo una práctica que ha surgido del pueblo creyente la ha institucionalizado la comunidad que regenta el Santuario.

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El rezo del rosario de las antorchas en el sábado anterior al domingo de la romería por la noche, ha experimentado un incremento notabilísimo. Son innumerables los devotos que se dan cita en esta procesión que recorre el camino de la pradera y que dirigidos por potente megafonía, acompañan el estandarte de la Virgen con cantos, rezos o silencios meditativos. Es un acto devotísimo y que muchos fieles no se pierden, precisamente por la devoción contagiosa que inspira.

La noche del sábado que precede a la romería, en nada se parece a las antiguas, y que conocemos por las anteriores descripciones. Es verdad que el templo permanece abierto, pero son muy pocas las personas que pernoctan en el mismo y aunque allí duermen, su comportamiento es ejemplar y los vigilantes de seguridad ni siquiera se ven obligados a llamar al orden. No es infrecuente verlos rezar el rosario o dormir plácidamente. Esto hace también que sean pocas las personas que piden confesar, a diferencia de lo que demandaban los fieles en otros tiempos. Llegué a conocer algún sacerdote carmelita que pasó toda la noche, o gran parte de la misma, confesando, a pesar de la paliza que le esperaba el día siguiente. También fuera del templo la noche es tranquila y las fuerzas de seguridad no tienen problemas de ningún tipo. Pasó el tiempo en que no faltaba alguna que otra reyerta por parte de algunos gamberros o feriantes camorreros que se disputaban el lugar para sus puestos.

La mañana de la romería es la que ha tenido un cambio más radical. Hasta aproximadamente los años 60 del pasado siglo, las misas comenzaban a celebrarse a primera hora de la mañana y se sucedían ininterrumpidamente. Los tapones que se hacían entre los fieles que salían, terminada una misa y los que entraban para participar en la siguiente, se hacían insufribles e insoportables. A esto añadía el problema de los que deseaban encender velas en honor a la Virgen y los que deseaban pasar al camarín, para besar a la peana de la Virgen. Otro problema añadido, los innumerables penitentes que deseaban confesar. Decir que la mañana el templo era sinónimo de caos, es quedarse muy corto. La misa mayor a las 12 se celebraba en este ambiente de desorden y de falta de silencio, porque además al final del templo y en un pequeño espacio, entre el mismo y el claustro se encargaban misas, se recibían limosnas, se anotaban altas y bajas de subscripciones para el Boletín de la Virgen del Henar, etc.

Al evaluar, terminada la romería, la mañana de la misma, el clamor de la comunidad era uniforme y se pedía una solución. La romería del siguiente año quedaba lejos y los problemas se olvidaban. Era preciso afrontarlos con decisión, energía y previsión. Varios de estos problemas se solucionaron de una atacada. Se abrió una puerta en la sala de los exvotos que comunica con

LA ROMERÍA DE NTRA. SRA. DEL HENAR, DE CUÉLLAR (SEGOVIA) 321 el camarín de la Virgen, con lo cual no se precisaba acceder al mismo, desde el interior del templo. Se instaló una potente megafonía exterior que permitió celebrar la Eucaristía en la explanada exterior y en la que podrían participar miles de personas y también comulgar. Se afrontó también el problema de los innumerables devotos que encendían velas en honor de la Virgen. Aquí se chocó con la sensibilidad del pueblo, pero se logró solucionar sin especiales traumas. Tradicionalmente se venían encendiendo en grandes mesas, colocadas bajo las bóvedas del crucero de la iglesia. Estaban cubiertas de hoja de lata y con unos moldes, donde se colocaban e iban consumiéndose. Se llevaban rápidamente y ocasionaban problemas de humaredas que además del calor, el humo, era un atentado contra las pinturas de Micot. Se sustituyeron estas mesas, por los modernos lampararios que fueron solamente un sustitutivo. Se ensayó suprimir las lamparillas votivas y que los fieles dejaran sus limosnas, para encenderlas durante el año, pero se chocó con la piedad popular. Finalmente la solución vino con grandes lampararios eléctricos, regulados de tal forma que estén un mínimo de tiempo encendidos. Otro problema superado.

Cuando se restauró el Santuario y sus alrededores (1979-1981) se tuvieron muy presentes los problemas de la romería, para que dejaran de serlo. Y así fue. Toda la urbanización externa se hizo teniendo presente la aglomeración y era muy conveniente dispersarla. En este sentido se construyeron detrás del Santuario amplios locales para carpintería, lavandería, cocheras, etc. Y en uno de estos locales se instaló una oficina de atención al público: limosnas, encargos de misas, todo lo referente al Boletín, venta de lotería de navidad, etc., con lo cual la romería se descongestionó notablemente y es curioso. Desde entonces los altavoces externos ya no anunciaron que se había perdido niños, lo que era frecuente anteriormente y creaba algún que otro conflicto entre los matrimonios.

Quedaba todavía por solucionar el espinoso asunto de los puestos de los feriantes, que para los religiosos fue un verdadero quebradero de cabeza, como fácilmente puede suponerse. Tradicionalmente venían colocándose a ambos lados de la calzada frontera al Santuario y en la pradera, con la consiguiente incomodidad para los peregrinos. Se bajaron posteriormente al camino del centro de la pradera. Después se colocaron en los campos de deporte, detrás del Santuario. Todas estas soluciones no dejaron de ser parches. En vista de ello, la comunidad se puso al habla con el Ayuntamiento de Cuéllar, presidido entonces por D. Octavio , en el año 1999 y se llegó al siguiente acuerdo. La Corporación cuellarana se hizo cargo de toda la logística del mercadillo y los puestos se colocaron en terrenos de la misma, colindantes con los del Santuario, que cedió todos los derechos consuetudinarios, sin contraprestación alguna. Así viene haciéndose en la actualidad. Fue una solución importantísima.

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Otro logro relevante. Toda la gran pradera queda libre de coches y dedicada exclusivamente al descanso y solaz de los peregrinos, porque la guardia civil no permite el aparcamiento de vehículos que quedan a cierta distancia de la pradera. Como nota positiva de nuestros tiempos, hemos de advertir que, a diferencia de otros tiempos, la pradera queda limpia, gracias a que el Ayuntamiento de Cuéllar se encarga de que haya abundantes contenedores para depositar los desperdicios.

En la iglesia no hay aglomeraciones durante la celebración de numerosas misas y en una capilla penitencial hay servicio permanente de confesores. El Santuario es un reducto especial en este apostolado de la confesión.

La organización de la romería en nuestros días, no es perfecta, pero se aproxima a la perfección, gracias en buena parte al voluntariado, cuyo protagonismo cada vez es más acusado y eficiente y son muchas las personas que vienen prestando sus servicios, como ministros de la comunión, en la tienda, en la cocina, en el reparto de velitas para la procesión de las antorchas, en la interminable procesión después de la misa de 12, señalando el camino a los danzantes, haciendo el conveniente espacio a los músicos que tocan la dulzaina morisca y el Tamboril, en la oficina de la atención al público, en la sacristía. Digamos también que la Cruz Roja monta su propio puesto por si ocurre alguna incidencia.

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