Prensa Y Sociedad En Toledo Durante La Segunda República
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Prensa y sociedad en Toledo durante la Segunda República LEANDRO HIGUERUELA DEL PINO El 17 de septiembre de 1928 enviaba el cardenal Segura al clero parroquial de Toledo un amplio cuestionario de visita, entre cuyas preguntas figuraban algunas de sumo interés sociológico. Sc pregunta- ba al clero a qué periódicos estaban suscritos, si existían obras socia- les católicas y cuál era su situación, si se leían en el pueblo revistas y perioclicos liberales> si estaban muy propagados y, finalmente, sí exís- tían afiliados al socialismo. Cinco años después, en 1933, la curia volvió a remitir otra investi- gación en la misma línea. Esta vez interesándose por el número y título de los periódicos que se recibían; si había publicaciones obscenas, im- pías, protestantes, teosóficas y espiritistas, qué medios se empleaban para evitar esta prensa y fomentar la católica y con qué éxito, cuántas suscripciones habían restado a la mala prensa y cuántas se habían su- mado a la buena y, por último, a qué periódicos estaban suscritos los propios curas. Estos dos cuestionarios son la base fundamental de este trabajo 1 La importancia de la documentación no hace falta ponderarla. Sin embargo, se imponen unas observaciones previas: por lo pronto hemos reducido nuestro ámbito a sólo la provincia de Toledo, porque la do- cumentación referente a los arciprestazgos de Guadalajara fue remi- tida a la curia de Sigiienza al pasar las parroquias alcarreñas a esta diócesis en 1958. Esto hacía ya dificultosa la visión completa de la dió- cesis. Por otra parte, no constan los pueblos toledanos que pertenecían La documentación, en Archivo Diocesano de Toledo (ADT), Fondo Visitas, 1928 y 1933. Sin catalogar. 252 Leandro ¡-Jigueruela Pino entonces a Cuenca y Avila. Sólo en algunos casos los hemos suplido con datos recogidos por mediación de personas de toda solvencia2. Es necesario advertir también que, ni todos los encuestados con- testaron, ni los que lo hicieron respondieron con la precisión deseada. Son bastantes los que se reducen a hacer estimaciones globales y refe- rencias vagas de los periódicos y revistas que había. Sus observaciones sociológicas incidentales son, sin embargo, muy interesantes y he res- petado, en lo posible, sus propias palabras. * * * La historia del periodismo ocupa, desde las últimas décadas, una atención especial, centrándose ésta en el análisis interno, en su evolu- ción y en la utilización como fuente histórica t Nuestro propósito es distinto. Se fija en el aspecto externo, en su difusión e incidencia en la sociedad, en sus repercusiones. Es verdad que la radio y la televi- sión se han impuesto sobre la prensa, pero, en los años que historia- mos, la prensa era el instrumento de comunicación e influencia por excelencia t LA PROVINCIA DF TOLEDO HACIA 1930. ASPECTOS SOCIOCULTURALES La provincia toledana tenía en 1930 una población de 489.396 ha- bitantes, con una densidad de 31,9 por km’. Su potencial económico apenas si había variado con respecto a las estimaciones que se hacían en l914~. Seguía siendo eminentemente ganadera y agrícola con pe- queños núcleos artesanales. El Anuario diocesano de 1930 calificaba de excelentes las vías públicas de casi toda la provincia. Aspecto que re- percute en la recepción rápida de la prensa de Madrid, incluso la de la tarde. La propiedad agraria presentaba una distribución geográfica cuyo panorama estaba entre el latifundismo andaluz y extremeño y el minifundio norteño. El campo era sólo aliciente para la ocupación la- 2 Agradezco los datos que me han proporcionado don Alejandro Fernández Pombo, don Juan Martín de Nicolás, don Jesús Martín Tesorero, don Tomás Do- mingo Hernando, así como diversos maestros, secretarios, carteros rurales y ex alcaldes que fueron protagonistas de los hechos. Sobre la prevención y cautelas en la utilización de la prensa como fuente documental, cf. Palacio Atard, y., Los periódicos de la guerra. Prólogo al pri- mer fascículo, serie segunda (Periódicos), de Cuadernos bibliográficos de la guerra de España, 1936-39. Cátedra de Historia Contemporánea dc España. Uni- versidad de Madrid, 1967, reproducido en Ensayos de historia contemporánea, Madrid, 1970, pp. 71-110. Esteban, 3. de, «La inlinéncia política de los medios de comunicación de masas», en Revista de Estudios Sociales (1972), pp. 145-188. 5 Re.seña geográfica y estadística de España, Madrid, 1914, t. III. PP. 155-57. Prensa y sociedad en Toledo durante la Segunda República 253 boral temporera de sus habitantes, lo que obligaba a una gran emigra- ción a la ciudad y al extranjero. Parece que ésta adquiere notas dra- máticas por los años 1912, según estimaciones posteriores del cardenal Segura ~. Sin embargo, a partir de 1929 se produce un retorno, que con- tinúa durante la República, tal vez por el aliciente de los nuevos pues- tos de trabajo en obras públicas que pone en marcha el Directorio. El movimiento turístico observa un crecimiento importante. Toledo, des- pués de Baleares, es la más visitada, pero todo él se centra en la capital y su influencia se deja sentir también en La Sagra, especialmente en Illescas, traduciéndose, según testimonio de los comunicantes> en un despertar general de sus gentes. La situación concreta del campesino toledano> según los testimonios recogidos, ofrece este cuadro: Se trabajaba «de sol a sol”; y en verano, desde que despuntaba el alba hasta que desaparecía la luz del día. Aun así, en muchos pueblos de amplia jurisdicción, los cosecheros se levan- taban al «verse el lucero del alba» para llegar al «corte», recoger la mies «con la fresca» y estar de vuelta en las eras con tiempo suficiente para trillarla. Un sueldo de dos pesetas diarias y una comida poco nu- tritiva era todo su aliciente. El invierno no era menos penoso. Los que se ajustaban de San Miguel a San Miguel o de San Ramón a San Ra- món, como eran los gañanes, vivían en labranzas, y sólo cada dos sema- nas venían al pueblo «para hacer quincena». Los pastores se ajustaban de San Pedro a San Pedro, pasando casi todo el tiempo en el campo, a excepción de los pocos días que iban al pueblo para renovar lo in- dispensable. Con un calendario y horario tan apretado difícilmente puede pen- sarse en que el campesino leyera, cuando además muchos habían tenido que dejar la escuela a los nueve años para dedicarse al campo. El nivel cultural era poco relevante. El censo de 1930 coloca a To- ledo en el penúltimo grupo de las provincias más atrasadas, con un índice de analfabetismo de un 50 a 55 por 100. El Anuario diocesano, al lamentarse de este bajo nivel cultural, lo atribuía no tanto a la falta de escuelas como «porque el campo, necesitado de brazos, se lleva los hijos de muchísimos labriegos apenas pueden prestar algún útil ser- -. 7 vicio» - En Toledo existían 697 escuelas, 742 maestros y maestras. La cam- paña de alfabetización de adultos abarcaba a 7.665 alumnos, con un bajo número de mujeres matriculadas respecto a los hombres, mien- tras que la asistencia media a lo largo del año 1932 arroja un 64,83 por 100 en los varones frente a un 88,88 por 100 en las hembras. Tanto el criterio tradicional de la necesidad de la cultura para el hombre, Pastoral sobre el día del emigrante, Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Toledo (BEAT), (1928), pp. 89-96. Anuario dioceno para el año 1930, Toledo (1929), p. 80. 254 Leandro fligueruela Pino mayor que para la mujer, así como el abandono posterior del varón por razones laborales, explican estas descompensaciones Las instituciones culturales complementarias de primera enseñanza se reducían a 2 colonias, 10 bibliotecas fijas y 15 circulantes. Ignora- mos los efectos culturales de estas experiencias. En todo caso, los en- cuestados coinciden en señalar el alto índice de analfabetismo, quizá en algunos con gran dosis de exageración. El de Navahermosa calcu- laba en un 60 por 100 para este pueblo. Similar era la estimación del de Los Navalucillos. En 90 por 100 cifraba el nivel la información del cura de Navahondilla (Avila), diócesis de Toledo, y un 80 por 100 era el cálculo que hacía el de Madridejos. El comportamiento religioso era un ingrediente decisivo en la vida social. Si tomamos como baremo el índice de conducta que representa la recepción de los sumarios de la bula de la Santa Cruzada, Toledo ocupaba un puesto poco brillante en el conjunto de las diócesis espa- ñolas, colocándose en la zona gris de la zaga, exactamente el puesto 56 en los sumarios generales y eí 53 en los de ayuno y abstinencia ~. Jus- tamente coincidía, en líneas generales, con el puesto que, por otros signos, puede asignársela: no estaba en la brillante zona de las dióce- sis norteñas, con un catolicismo pujante y renovado (Pamplona, Vito- ria> Burgos, León y algunas diócesis gallegas), sino en la lista del cato- licismo conflictivo de Andalucía, Levante, Extremadura y la misma región del Centro. Los cuestionarios ponen de manifiesto la indiferencia e ignorancia religiosa cada vez creciente. Una realigiosidad cifrada en los actos ex- ternos que rayaba a veces en lo supersticioso, en la rutina y en el boato de lás procesiones y festejos. Otros señalan el descenso en la asistencia a misa los días de precepto y la inhibición de no pocos en la recepción de sacramentos. El cambio político y su incidencia en la religiosidad es indicado con especial relieve. «Hoy —decía el cura de Almonacid— hay mucho que hacer, porque bastantes que se significaron en estas contiendas po- líticas se han retraído mucho de la Iglesia.» El de Esquivias se quejaba de las burlas y críticas que se hacían al clero, especialmente desde la proclamación de la República, hasta el punto de que era difícil en- contrar personas de confianza «entre los mismos que se llaman cató- licos».