«PARA UN ÁRABE DE BIEN NO PUEDE HABER NADA MEJOR QUE OTRO ÁRABE»: NACIÓN, ETNICIDAD Y CIUDADANÍA EN LA PERONISTA

“FOR A GOOD ARAB, THERE IS NOTHING BETTER THAN OTHER ARAB”: NATION, ETHNICITY AND CITIZENSHIP IN PERONIST ARGENTINA

Ariel Noyjovich Raanan Rein

Resumen Este artículo examina los esfuerzos del primer peronismo para cooptar el apoyo de argentinos-árabes. Estos esfuerzos reflejaban la forma en que el líder veía a la Argentina como un país esencialmente católico que evolucionó hacia una visión más inclusiva de una sociedad multirreligiosa y multicultural que debía abarcar y celebrar dicha diversidad. El líder populista no negó su identidad étnica, sino que más bien los aceptó como una parte integral de la nacionalidad y alentó actividades transnacionales. En este contexto, los límites de la membresía en la comunidad política fueron ampliados y se reelaboró el concepto de la ciudadanía. Esto generó una nueva comprensión de las identidades colectivas, en cuyo marco flexibilizado argentinos- árabes, al igual que otras etnias no latinas, lograron renegociar y conjugar su propia identidad con nacionalidad.

Palabras clave: Peronismo / Etnicidad / Ciudadanía

Abstract This article examines the first efforts of Peronism to include and support the Argentine-Arab. These efforts reflect the way the leader saw Argentina as a fundamentally Catholic country that evolved into a more inclusive vision of a multi- religious and multicultural society that should embrace and celebrate that diversity. The populist leader did not deny their ethnic identity, but rather accepted them as an integral part of nationality and encouraged transnational activities. In this context, the boundaries of membership in the political community were expanded and the concept of citizenship was reworked. This generated a new understanding of collective identities, in which flexible framework Argentine-Arab, like other non-Latin ethnic groups, managed to renegotiate and combine their own identity with nationality.

Key words: Peronism / Ethnicity / Citizenship

[Recibido: 10/10/2016 – Aceptado: 9/12/2016]

Ante decenas de miles de sus seguidores convocados en la porteña Plaza de Mayo, Juan Domingo Perón incluyo en su discurso del 17 de octubre de 1950 las 20 verdades fundamentales de la doctrina justicialista, o sea la de su partido. La sexta de estas reglas, enunciada frente a la multitud que aclamaba a su líder, reza que «para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista» (Perón, 1952).

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Cuatro años más tarde, dirigiéndose a líderes argentinos-árabes, Perón añadió otra «verdad» fundamental a su vocabulario populista, esta vez con un giro étnico:

… esta colectividad tan hermanada y tan amiga nuestra se mantenga siempre unida y que piense que así como decimos nosotros que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista, también, dentro de la comunidad árabe en la Argentina, para un árabe no debe haber nada mejor que otro árabe. Quiera Dios que siguiendo la orientación doctrinaria de nuestro justicialismo piensen que la única manera de vencer es uniéndose. Piensen que unidos vencerán. No podemos hablar de unidad de Medio Oriente, pero si podemos hablar de unidad árabe en la Argentina. Es esta unidad que yo quiero prestar todo mi apoyo, mi sinceridad y mi lealtad, para que la colectividad árabe que vive en la Argentina sea siempre unida. No olvidemos que uno de los aforismos peronistas dice que ‘Unidos venceremos’ (Perón, 1954, p. 176).

La década peronista (1945-1955) introdujo cambios en los significados y las fronteras de la ciudadanía en la Argentina. Fue un período en el que hubo transformaciones en la representación política y en el desplazamiento gradual hacia un modelo de democracia participativa, que fueron un paso importante hacia lo que consideraríamos actualmente una sociedad multicultural. Las identidades étnicas pasaron a ser menos amenazantes al concepto de la argentinidad. En lugar del tradicional crisol de razas, el gobierno de Perón apoyó las identidades híbridas y enfatizó la amplia variedad de fuentes culturales en las que abrevaba la sociedad argentina. Las autoridades dieron un reconocimiento sin precedentes a las diferencias culturales y étnicas (Rein, en vías de publicación). Este artículo examina los esfuerzos del peronismo para cooptar el apoyo de argentinos-árabes. Estos esfuerzos reflejaban la forma en que el líder veía a la Argentina como un país esencialmente católico que evolucionó hacia una visión más inclusiva de una sociedad multirreligiosa y multicultural que debía abarcar y celebrar dicha diversidad. Durante la segunda mitad del siglo XX, el papel de argentinos-árabes en la política cobró significancia, tanto en los niveles municipales como provinciales y nacionales. El apogeo de este proceso de inclusión política fue con la elección de Carlos Saúl Menem a la presidencia en 1989. Durante la década en que este riojano con raíces en Siria gobernó, ciudadanos con orígenes árabes ejercieron una influencia destacada en el sistema político argentino. Lo que caracterizó a estos políticos fue su accionar en el ámbito de origen provincial y su pertenencia al partido peronista o partidos neoperonistas. Uno de los más destacados fue Vicente Leónidas Saadi, hijo de inmigrantes libaneses que se asentaron en la provincia de Catamarca a comienzos del siglo XX. Como parte del movimiento peronista, la familia Saadi controló la política local durante casi cinco decenios. Un caso similar es el de Felipe Sapag, de la provincia Neuquén. Los Sapag dominaron la escena desde que el territorio neuquino fue promovido a la condición de provincia y hasta la segunda década de nuestro siglo, sobre todo mediante el partido neoperonista que fundaron, el Movimiento Popular Neuquino (MPN). Un tercer caso de caudillaje provincial con ancestros árabes es el del gobernador de la provincia de Corrientes, Julio Romero (Noyjovich, 2016; Dimant, 2014; Noufouri, 2004, p. 398), cuya familia era originaria de la localidad libanesa de Baalbek. Considerado uno de los colaboradores más cercanos a Perón, su familia, los Romero Feris, ejecutaron su legado

50 Noyjovich, A. y Rein, R. – Etnicidad y ciudadanía en la Argentina peronista aunque no desde el Partido Justicialista sino desde el Partido Autonomista Liberal (PAL) que apoyó al gobierno de Menem. Estos tres casos demuestran la importancia de este grupo étnico en la política argentina, especialmente dentro del movimiento peronista, no solo en el contexto local sino también en la arena nacional.

Populismo y la incorporación de diferentes grupos étnicos

El populismo es uno de los conceptos más difusos en el léxico político moderno. Obviamente, la falta de una ideología coherente y sistemática como en los casos del liberalismo o del marxismo no facilita la tarea del investigador a la hora de descifrar este fenómeno. Las dilatadas y zigzagueantes carreras de numerosos políticos populistas hacen más complejo el problema, particularmente en los casos de líderes carismáticos que fueron cambiando sus políticas, estrategias y principios ideológicos a lo largo de varias décadas (Rein, 2013, pp. 289-311; Zanatta, 2008; De La Torre, 2010). El historiador Michael Conniff divide los movimientos populistas clásicos en América Latina en dos períodos: aquellos que surgieron entre las dos guerras mundiales presentaban primordialmente exigencias políticas y buscaban un gobierno legítimo y representativo. Estos movimientos instituyeron una política de las masas pero no planteaban problemas sociales significativos. El ejemplo primario en el caso argentino sería la UCR que accedió al gobierno en 1916, bajo el liderazgo de Hipólito Yrigoyen. Los movimientos surgidos después de la Segunda Guerra, en contraste, enfrentaron condiciones económicas y sociales diferentes, originadas en procesos de industrialización locales y habitualmente transfirieron su foco y recursos de la agricultura a la industria y buscaban aumentar la porción de las clases trabajadoras al repartirse los ingresos nacionales. Los nuevos líderes populistas tendieron a adherirse a un mayor autoritarismo en sus esfuerzos por imponer las soluciones económicas y sociales necesarias para el desarrollo nacional. Lucharon por movilizar a los votantes mediante los medios de comunicación, reconociendo la importancia crucial del apoyo de la clase obrera y comprendiendo que mejorar las condiciones económicas de estas masas era el precio que había que pagar para ello. Como con sus antecesores, estos movimientos populistas del segundo período eran policlasistas aunque el grueso de su poder se derivaba del apoyo de la clase obrera urbana y partes de la clase media industrial nacional. Un preclaro ejemplo en la Argentina fue el movimiento peronista, un bloque contra-hegemónico, descrito con precisión por Torcuato Di Tella (Di Tella, 1965, p. 47). Incluía a diversos sectores de la clase media, parte de la burguesía nacional, las facciones en las fuerzas armadas que predicaban la industrialización como una forma de garantizar la grandeza nacional y, por supuesto, a la mayor parte de la clase trabajadora. Su ideología anti status quo representaba las protestas de los excluidos, los grupos marginales que deseaban una redistribución del poder, favoreciendo a la mayoría, y una reconsideración del concepto de ciudadanía. Por consiguiente, puede tener mayor sentido hablar de un conjunto de valores y creencias que, aunque no esté ordenado en forma sistemática, refleja una visión determinada del mundo. Lo que parecía ser una ambigüedad ideológica se derivaba, sobre todo, del hecho de que los movimientos populistas eran

51 Contra Relatos desde el Sur, 2016. (14), 49–61 amplias coaliciones que representaban prácticamente a todos los sectores sociales, exceptuando a las élites tradicionales y a la oposición revolucionaria. El peronismo rechazaba a la oligarquía por una parte y a la revolución socialista por la otra, proponiendo una postura intermedia que enfatizaba valores estatistas, con el fin de evitar distorsiones socioeconómicas y garantizar el progreso, aunque sin plantear un reto al principio de la propiedad privada. Simultáneamente prometía solidaridad social para afrontar la alienación que provocaba el capitalismo industrial moderno en la clase obrera. El peronismo glorificó el trabajo y a los trabajadores, reconoció a los sindicatos y alentó su expansión y adoptó medidas para rehabilitar diversos aspectos de la cultura popular y del folklore que hasta entonces eran vistos con desdén por las élites europocéntricas. En resumidas cuentas, estableció una nueva jerarquía simbólica de la sociedad. Al fin y al cabo, las expresiones simbólicas de integración social e incorporación política eran no menos importantes que sus expresiones materiales y concretas. Los principales beneficiarios de reciente integración al cuerpo social nacional fueron, evidentemente, miembros de la clase obrera, pero grupos inmigrantes, incluyendo judíos y árabes, también obtuvieron importantes ganancias de este proceso. Ya fueron publicados varios estudios sobre la integración judía a la sociedad argentina durante la década peronista, pero muy poco se ha escrito sobre los argentinos-árabes y su incorporación política en el mismo período.

¿Turcos, árabes, sirios o libaneses? Argentinos de origen árabe

Hubo argentinos-árabes allegados a presidentes anteriores de la República, como Hipólito Yrigoyen y José F. Uriburu, pero en la mayor parte de los casos se limitaban a manifestar su apoyo a los líderes. Por el contrario, Perón respondió positivamente a estas actividades de apoyo por parte de la comunidad árabe. Si hasta entonces la relación era sobre todo de expresiones unilaterales, bajo el peronismo se desarrolló hacia una relación mutua (Noyjovich, 2016). No fue una conducta exclusiva hacia los argentinos-árabes, sino también algo que podemos ver con otros grupos étnicos de argentinos con orígenes judíos, japoneses o italianos. Además de la índole pragmática del peronismo, su líder daba un nuevo significado al concepto de ciudadanía mediante la rehabilitación de la cultura popular y en sus intentos por reescribir la historia nacional. La ciudadanía fue redefinida mediante la integración de minorías étnicas, que hasta entonces estaban relegadas a los márgenes de la sociedad (Rein, 2015; Senkman, 1998, pp. 123-147). En este artículo analizamos los discursos de Juan Perón dirigidos a argentinos-árabes, con un énfasis en los conceptos centrales vinculados al estudio de la inclusión política de inmigrantes y de sus descendientes, tales como ciudadanía, etnicidad y nacionalismo. Hay un debate en la historiografía de la inmigración mesoriental hacia la argentina en torno a la definición del grupo étnico estudiado ¿Debe hacerse utilizando características culturales, religiosas o geográficas? Centrándose en los fines del siglo 19, Liliana Ana Bertoni optó por el uso de «turcos» como una etiqueta distintiva. Es verdad que la mayor parte de los inmigrantes de Medio Oriente llegaron durante las postrimerías del imperio Otomano, pero fueron parte de una corriente migratoria heterogénea en términos étnicos, culturales, religiosos y nacionales. Con el correr de los años, la definición de este grupo en

52 Noyjovich, A. y Rein, R. – Etnicidad y ciudadanía en la Argentina peronista la Argentina fue modificándose, reflejando cambios políticos contemporáneos en los países de origen (Bertoni, 1994, pp. 67-94). En años recientes los investigadores han ofrecido varias definiciones para la identidad híbrida de los descendientes de aquellos inmigrantes, como argentinos-árabes o árabes-argentinos (Civantos, 2006; Noufouri, 2009, pp. 115-154). Otros prefieren los conceptos de «comunidad árabe» o de «comunidad siria (en la Argentina») (Logroño Narbona, 2009; Hyland, 2011, pp. 547-574). En otras palabras, este grupo de migrantes y sus descendientes se considera en las investigaciones como un colectivo que forma parte integral de la sociedad. Esta problemática representó un desafío no sólo para los investigadores, sino también de los propios argentinos-árabes que han usado diferentes nombres para describir su identidad étnica. Uno de los fenómenos destacados del período peronista es la multiplicidad de grupos que respaldaban a Perón en la comunidad árabe. Por un lado se asignaban a sí mismos nombres que correspondían al propósito de la organización, como ser el apoyo a un plan del gobierno o a la reelección del líder en 1951. Por otro lado, añadían el nombre del grupo étnico y aquí es donde se produjeron las polarizaciones. Así nos encontramos con la «Comisión sirio-libanesa pro reelección del General Perón» (El Diario Sirio-libanés, 1/8/1951) y simultáneamente la «Comisión libanesa pro reelección del General Perón» (El Diario Sirio-libanés, 1/8/1951). Un par de años después se repite la pauta con la creación de la «Comisión Sirio-libanesa de Difusión del II Plan Quinquenal» (Assalam, 11/2/1953), al mismo tiempo que otra organización con fines culturales, llamada «El árabe argentino» (La Bandera Árabe, 8/12/1952). Estos grupos tenían la peculiaridad que varios de los miembros de sus comités ejecutivos participaban en más de una organización de este tipo. Más allá de las diferentes autodefiniciones que se daban, sus actividades eran seguidas por gran parte de la prensa argentina-árabe, sin importar la distinción religiosa o sus raíces geográficas. Esto nos permite comprender que, aparte del nombre de la organización, había vínculos entre los diversos sectores de la comunidad árabe basados en aspectos culturales compartidos. Por consiguiente, para definir el grupo étnico tomamos en cuenta rasgos comunes arraigados en una historia compartida y características culturales. Estas incluyen modo de vida, tradiciones culinarias y el uso de palabras o expresiones árabes en el español hablado en el ámbito doméstico o dentro de marcos sociales comunes. Por consiguiente, junto con la respuesta a estereotipos, el exónimo «árabes» asignado al grupo y a las constantes negociaciones con diferentes aspectos de la nacionalidad argentina, podemos destacar los procesos de formación de una identidad argentina-árabe. En esta formación participaron tanto factores intracomunitarios como extracomunitarios.

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La redefinición del concepto de ciudadanía

El concepto de ciudadanía se cristalizó, en sociedades modernas, como la idea central que define derechos civiles, políticos, socio-económicos y culturales. La ciudadanía define las condiciones para la membresía en una comunidad política mediante el trazado de mapas de grupos de personas que tienen derechos y deberes y que se diferencian de aquellos que no tienen estos mismos atributos. Este concepto genera el marco social dentro de sociedades diferentes. Hay veces en que dichos límites son inestables y están sujetos a cambios por tendencias culturales o socio-económicas, o bien a causa de movimientos políticos que plantean un reto a la definición hegemónica de ciudadanía (Roniger, Sznajder y Forment, 2013, p. 1; Brubaker, 1992, pp. 21, 29). El concepto de ciudadanía es importante, ya que define el lugar de individuos y de grupos dentro de la sociedad que los abarca. La ciudadanía es utilizada como un instrumento de integración que media entre los habitantes de un lugar específico, a pesar de sus diferencias sociales y culturales. Permite a grupos étnicos, como los argentinos-árabes, hacer frente a estereotipos negativos y a aspirar a una integración a la sociedad local y a una identidad nacional sin perder sus idiosincrasias (Fennema & Tillie, 2001, pp. 26-41; Hyland, 2001, pp, 547-574; Armony, Barriga and Schugurensky, 2004, pp. 57-58; Craith, 2010, pp. 111-124; Karolewski, 2010, pp. 7-13, 20- 21, 25, 27, 89-103). El quid de la cuestión de la ciudadanía está en la interacción entre pertenencia, reconocimiento público y política. Su carácter depende de la calidad de la relación entre grupos e individuos por un lado y estados y naciones por el otro. El sociólogo Luis Roniger sostiene que integración y exclusión fueron parte de los programas de ciudadanía que las diversas repúblicas latinoamericanas asumieron al finalizar la era colonial. Las élites en esos países desarrollaron un concepto acerca de quién estaría representado en el estado e integrado al mismo y quién quedaría al margen de la sociedad. Con el correr del tiempo fueron adoptando un liberalismo conservador y también el positivismo como sus directrices para todo lo vinculado a sus políticas. Estas percepciones generaron importantes consecuencias con respecto al acceso a posiciones de poder, recursos económicos y reconocimiento público, para diversos grupos y sectores sociales (Roniger, 2011, pp. 67-68). La década peronista dio legitimidad a las diferentes identidades de grupos inmigrantes y resaltó la diversidad cultural de la sociedad argentina. En dicho período surgieron puntos de vista diferentes que ampliaron los significados de la política y de la ciudadanía que se reflejaron, por ejemplo, en los diálogos que Perón solía mantener con los dirigentes de las organizaciones judías, dentro del marco conceptual de una comunidad organizada que otorga derechos colectivos a diversos sectores. Perón usaba este diálogo para actualizar las condiciones de pertenencia a la comunidad política argentina (Rein, 2014, pp. 1-2). En esta misma línea, valoraba la capacidad de adaptación de este grupo de inmigrantes, sin negar su identidad étnica:

Es proverbial en nuestra tierra el poder asimilativo de los árabes. El poder asimilativo es, quizá, la condición más extraordinaria de los hombres de acción. Generalmente, es esa acción inextinguible del esfuerzo que asimila y une a la tierra. El árabe en nuestra patria ha dado ejemplo de ser, quizá, el que más rápidamente se asimila a nuestra tierra y a nuestras costumbres, a nuestras glorias y a nuestras tradiciones (Perón, 1964, p. 175).

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El destacar esa capacidad de adaptación a las costumbres locales no se contradecía con la compatibilidad de mantener otras tradiciones traídas de los países de origen. La Primera Dama no se alejó de la opinión de su marido, diciendo que «estos pueblos árabes que han demostrado ser hombres honrados y de trabajo, que se han asimilado a nuestra patria y que se han sentido orgullosos de vivir bajo el pabellón azul y blanco» (Perón, E., 30/8/1950). En términos generales, tanto Juan como Eva Perón rechazaban el argumento de la alienación de los argentinos-árabes y ponían en relieve su lealtad al país al tiempo que bregaban por integrarlos a la sociedad general. También lo encontramos reflejado en el discurso que el presidente pronunció ante parlamentarios con raíces libanesas, cuando les dijo que «al llegar ustedes a esta casa, yo no considero solo que ha llegado la colectividad libanesa; yo creo que ha llegado un sector de compatriotas» (Perón, 9/8/1951). Esta línea discursiva no estaba dirigida solamente a argentinos-árabes, sino que pudo detectarse con otros grupos étnicos como los judíos o los japoneses. En el primero de esos casos, durante la inauguración de la sede de la Organización Israelita Argentina (la sección judía del partido peronista) en 1948, el presidente subrayó la «honra infinita de ser el presidente de todos los argentinos» (Perón, 20/8/1948, p. 339). Como lo haría después en el discurso al dirigirse a la comunidad árabe, al incluir a este grupo étnico en el conjunto de los ciudadanos argentinos, Perón dejaba claro que los judíos eran parte integral del pueblo argentino. La misma pauta se identifica en una alocución a la comunidad de origen japonés: «cuando decimos ‘para todo el pueblo argentino’, tenemos la inmensa satisfacción de comprender a todos los japoneses que viven con nosotros como integrantes absolutos de ese pueblo argentino por quien luchamos y trabajamos» (Perón, 29/5/1951, p. 365).

Formas de pertenencia en la Nueva Argentina de Perón

En estos tres casos –argentinos de extracción árabe, judía o japonesa– vemos que Perón era muy consciente de la alienación sentida por numerosos inmigrantes no latinos y que había resuelto disminuir esa sensación mediante declaraciones públicas en las que afirmaba su condición como parte integral del pueblo argentino. Con estas manifestaciones de empatía, dirigidas a diversos grupos étnicos, Perón generó en diversos sectores que hasta entonces estaban relegados de la vida pública una sensación de pertenencia, componente de importancia en la ampliación del concepto de la ciudadanía. El gobierno intentó generar una sensación de «unidad espiritual» al excluir a la oposición del discurso político y reforzar la cohesión de las masas peronistas, representadas por «el pueblo» (Plotkin, 2003, p. 30). Dicho de otra manera, este concepto del peronismo incluía a todo aquel que respaldara al movimiento y que no se oponga a él. Por consiguiente, al reconocer el apoyo dado por numerosos argentinos-árabes a la doctrina justicialista, el líder de hecho los incluía en las filas del pueblo peronista:

Cuando nosotros iniciamos en esta Nueva Argentina una cruzada que ya discutieron y conformaron hace tres mil años los árabes en su tierra, estaba persuadido en absoluto de que pocos árabes podrían estar contra las concepciones doctrinarias del justicialismo. Y no dudaba de ello porque sé de su grandeza y sé de sus luchas por mantener esa grandeza de espíritu a través de los siglos. Por eso he considerado siempre a los árabes de la Argentina, no

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como una colectividad extranjera, sino como una colectividad argentina. Y no la he considerado así solamente porque mi corazón me lo dictara, sino también porque los he visto compartir nuestras ideas y nuestros sentimientos, y no hay nada que hermane más a los hombres que el compartir los propios sentimientos y las propias ideas (Perón, 20/4/1954, p. 174).

El historiador Jeffrey Lesser, en su investigación centrada en la inmigración a Brasil, sostiene que estos inmigrantes y sus descendientes desarrollaron diferentes estrategias para convertirse en brasileños, planteando así un reto al concepto de identidad nacional ya definido por las élites locales. La etnicidad estaba integrada a la nacionalidad, un procedimiento que hizo que las identidades colectivas fueran más flexibles y fluidas en el constante juego dialéctico entre estos dos componentes (Lesser, 1999). En el caso peronista fue precisamente el estado el que planteó el desafío a las definiciones conservadoras de la nacionalidad al abrirla a otros sectores, excluidos hasta entonces, dando un nuevo significado al concepto de la ciudadanía argentina. Los argentinos-árabes, como otros grupos en la sociedad, establecieron comisiones para expresar su apoyo a la candidatura de Perón para las elecciones presidenciales de 1951. Una de ellas fue la Comisión libanesa pro reelección del general Perón (El diario Sirio-libanés, 8/81951). Fundada en agosto de 1951, unas pocas semanas antes del cabildo abierto justicialista que expresó su apoyo al presidente y a su esposa como candidatos de su partido.1 El objetivo de esta Comisión era atraer el mayor número de adeptos para generar suficiente capital social para tener llegada al primer mandatario y manifestarles su apoyo, del mismo modo que lo hacían otros sectores sociales (sindicatos, organizaciones femeninas, económicas, etc.). Esta meta fue lograda cuando Perón recibió a sus directivos en la Casa Rosada el 9 de agosto (El diario Sirio-libanés, 10/8/1951). En esa ocasión dijo que «ustedes y los descendientes de los libaneses que habitan en esta tierra, para nosotros son argentinos, y lo son por sentimiento, que es la mejor argentinidad a que se puede aspirar» (Perón, 9/8/1951, p. 506). Este ejemplo condensa la redefinición de los límites de la argentinidad por parte del peronismo, que añadía así a este grupo étnico, tal como lo hizo con otros a su bando al tiempo que lo presentaba como el mejor ejemplo de ser argentino.

Uso político de la historia musulmana de España

Al igual que numerosos intelectuales argentinos-árabes, Perón usó el pasado musulmán de España para justificar la presencia y la pertenencia al país y al pueblo. En las obras de escritores con raíces en Medio Oriente, como Juan Yasser e Ibrahim Hallar, vemos cómo los árabes se integraron a la historia temprana de América Latina mediante la imagen del gaucho. Al describir la relación entre el mundo hispánico y el musulmán en Al- Ándalus estaban creando la conexión hispano-árabe en la Argentina. Según estos autores, la imagen del gaucho fue influenciada por el pasado musulmán en tierras ibéricas, de lo que se desprende que la relación entre los árabes y el país fue muy anterior a las olas migratorias

1 Demostración popular organizada en la avenida 9 de julio en la ciudad de por la Confederación General del Trabajo (CGT) con el fin de demostrar el apoyo a la candidatura de la fórmula presidencial Juan Perón- Eva Perón para las elecciones de 1951.

56 Noyjovich, A. y Rein, R. – Etnicidad y ciudadanía en la Argentina peronista de fines del siglo XIX y comienzos del XX (Civantos, 2001, pp. 74-75, 84). Durante la ceremonia en que fue investido con la Orden de los Omeyas por parte del gobierno sirio, Perón sostuvo un argumento parecido:

Yo agradezco profundamente emocionado esta alta distinción que el Excelentísimo señor presidente de Siria, desde la vieja dinastía que esta condecoración representa, cumplidora del mandato de la civilización y de la cultura de Mahoma, enlazada con nuestra propia sangre en la España musulmana y refirmada, sin ninguna excepción, por todos los nobles sirios que han llegado a nuestra tierra para labrar con nosotros, de común, la grandeza de esta nueva patria (Perón, 18/9/1950).

Perón adoptó aquí parte de la narrativa árabe en lo que se refiere a la conexión entre España y el mundo musulmán, como justificación inherente de la presencia de los argentinos-árabes. Esto, a pesar de que desde comienzos de la década de 1950 el líder populista había comenzado un proceso de desconexión del relato del legado hispano como la fuente de la argentinidad (Rein, 1990, pp. 51-68). Una estrategia similar se encuentra entre inmigrantes mesorientales y japoneses en Brasil. Según Jeffrey Lesser, los líderes de la comunidad sirio-libanesa comprendieron que la retórica nacionalista era un componente clave en su meta de modelación de una identidad árabo-brasileña. Conforme a ello, una de las estrategias retóricas adoptadas versaba sobre la influencia árabe en la colonización de Brasil (Lesser, 2000, pp. 6-7). Los inmigrantes japoneses utilizaron un enfoque cultural para negociar su lugar en la sociedad; una teoría sugería que los pueblos indígenas del Brasil y los japoneses tenían ancestros biológicos comunes, por lo que la asimilación estaba garantizada. Este argumento fue aceptado por parte de la élite, con lo cual la comunidad japonesa era vista como uno de los pilares del Brasil moderno (Lesser, 2013, pp. 161-162). Hubo argentinos-judíos que emplearon el mito del gaucho judío, es decir del inmigrante reciente que forja un fuerte lazo con la tierra argentina, o enfatizaron la condición de judíos de los tripulantes que acompañaron a los conquistadores españoles –o hasta el origen judío del propio Colón– mientras que argentinos-árabes generaron una narración similar a la de los brasileños-árabes, que fue aceptada por el líder del movimiento populista.2 El movimiento peronista alentó a los inmigrantes a mantener lazos con sus países de origen. De hecho, rediseñó las condiciones para pertenecer a la vida política argentina. No sólo mediante la integración de sectores hasta entonces excluidos, sino también mediante la integración de grupos étnicos al tiempo que reconocía sus vínculos transnacionales. Por ejemplo, el peronismo no veía como incompatible la lealtad simultánea de argentinos-judíos a su país y al Estado de . Perón consideraba al recientemente declarado estado como la «patria» de todos los judíos, del modo en que otros grupos étnicos llegados a las costas del Plata tenían: España para los españoles, Italia para los italianos, etc. dando así legitimidad a la identificación con el sionismo de parte de la comunidad judía. El líder se refería en términos similares a los argentinos-árabes, aceptando su actividad transnacional

2 Para el caso judío véanse Judith Noemí Freidenberg, The Invention of the Jewish Gaucho (Austin, TX.: University of Texas Press, 2009); Jeffrey Lesser and Raanan Rein, "Motherlands of choice: Ethnicity, Belonging, and Identities among Jewish-Latin Americans", in Nicola Foote and Michael Goebel (eds.), Immigration and National Identities in , 1850-1950 (Gainesville, FL.: University Press of Florida, 2014), pp. 141-159.

57 Contra Relatos desde el Sur, 2016. (14), 49–61 en la que veía un contacto vital con países mesorientales. En la ceremonia a la que ya hemos hecho referencia, en que recibió una condecoración del gobierno sirio, dijo:

Es por esto, señor Ministro, que agradezco profundamente esta distinción, y le prometo que en los días de mi vida sabré honrarla, haciendo cada vez más estrecha la amistad que de la Siria moderna, independiente y republicana… que sabremos respetarla, amarla y honrarla a través de la colectividad siria de Buenos Aires, a la que nos une tan profundo cariño y respeto… Señor Ministro: Yo le ruego que, además de los que oficialmente contestare al gobierno sirio, quiera ser intérprete de mi profundo agradecimiento y decirle, al señor Presidente que en esta lejana Argentina viven y trabajan sus hombres con el mismo cariño con que vivieron en Siria; y que el presidente de la República Argentina, obligado una vez más por esta amabilidad de su gobierno, será fiel intérprete de ese sentimiento amistoso y cariñoso con que los argentinos acogemos en nombre de Siria y sus representantes y sus connacionales. (Perón, 18/9/1950)

Su política reconocía la legitimidad de una coexistencia de identidades étnicas colectivas y variadas. No suprimía la identidad étnica de argentinos-árabes, sino que más bien los posicionaba como intermediarios entre su régimen y los gobiernos de los países de procedencia. Podemos ver aquí una comprensión de la relación entre la diáspora y los orígenes. Mientras este grupo étnico continuó apoyando a Perón, él a su vez reconocía y alentaba relaciones transnacionales, en parte para llevar a cabo su política internacional. En este contexto expresó su apoyo por las luchas de independencia de los países árabes:

De todas las ignominias que el hombre ha cometido en esta tierra, no hay ninguna más grande y más criminal que el haber dominado al mundo antiguo, asiento y fundamento de todos los mundos y de todos los tiempos. Por eso, lo que fue rebelión para los árabes fue también rebelión para los argentinos. Así como ellos lucharon por su libertad, luchamos nosotros, y en esta hermandad libertaria de los hombres estamos todos los hombres libres dispuestos a morir por cualquiera de las patrias esclavizadas. Así como nosotros, si habitáramos en el Líbano, Siria, Egipto, Irak, o en cualquiera de los pueblos árabes que pudieran estar sojuzgados, seriamos un soldado más dispuesto a morir por su libertad, sé también que cada árabe en la Argentina es un soldado argentino dispuesto a morir por la libertad de esta Patria. (Perón, 20/4/1954, p. 174)

Tras su victoria electoral en 1946, Perón declaró que su política socioeconómica sería equidistante del capitalismo y del comunismo, dando prioridad a los intereses propios de la Argentina. Una postura similar fue enunciada para la política exterior, que fue llamada «la tercera posición». Uno de los fundamentos de esta política era que al tratarse de un país productor de alimentos, podría obtener un sitio privilegiado en el nuevo orden creado al finalizar la guerra. Basándose en ello, Perón estableció relaciones con la Unión Soviética y los países del bloque oriental, con los de la Liga Árabe y con el Estado de Israel (Bosoer, 2013, p. 14). En este punto expresó su identificación con las luchas de los pueblos árabes por obtener su independencia, ya que comprendió que se trataba de las patrias de los mesorientales que residían en la Argentina. Esperaba que al manifestarse de esa forma sobre los procesos en sus países de origen, la comunidad lo apoye y se pliegue a su movimiento.

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Pero también era consciente de las divisiones que se produjeron en la comunidad de argentinos-árabes por los cambios geopolíticos ocurridos en la primera mitad del siglo y de allí su llamado a la unidad:

… esta colectividad tan hermanada y tan amiga nuestra se mantenga siempre unida y que piense que así como decimos nosotros que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista, también, dentro de la comunidad árabe en la Argentina, para un árabe no debe haber nada mejor que otro árabe. (Perón, 20/4/1954, p. 176)

La mayor parte del flujo migratorio árabe a la Argentina llegó en los últimos tiempos del imperio otomano y fue heterogéneo en cuanto a religión y a nacionalidad. El carácter de la organización comunitaria fue variando como respuestas a las convulsiones ocurridas en Oriente Medio, diferencias a las que pudieron sobreponerse recién en la década de 1970 (Bertoni, 1994, pp. 67-94). El objetivo de Perón de unificar los grupos era parte de su visión de una «comunidad organizada».3 Concluyendo, el título de este artículo es una paráfrasis de uno de los lemas más conocidos de Perón, pero aplicado para destacar su relación con la comunidad árabe. En dicha relación se generó una dinámica que sacó a relucir la redefinición de los conceptos de ciudadanía y de nacionalismo promovidos por el peronismo, así como su interacción con la etnicidad. El peronismo incluyó a diversos sectores sociales que hasta entonces permanecían al margen de la política argentina, como la clase obrera, las mujeres, los habitantes de los territorios nacionales y grupos étnicos no latinos. Respecto de estos últimos, el líder populista no negó su identidad étnica, sino que más bien los aceptó como una parte integral de la nacionalidad y alentó actividades transnacionales. En este contexto, los límites de la membresía en la comunidad política fueron ampliados y se reelaboró el concepto de la ciudadanía. Esto generó una nueva comprensión de las identidades colectivas, en cuyo marco flexibilizado argentinos-árabes, al igual que otras etnias no latinas, lograron renegociar y conjugar su propia identidad con nacionalidad. Fue esta redefinición, iniciada bajo el gobierno del peronismo, la que permitió a miembros de estos grupos étnicos entrar con más facilidad en la vida política a través de este movimiento y llegar a puestos clave, tanto en el nivel provincial como en el nacional. Cierto es que con el correr de los años, desde la adopción de la Ley Sánez Peña, han surgido políticos con raíces árabes o judías en distintos partidos políticos, especialmente en el radicalismo, pero fue el peronismo el primero que generó un diálogo con grupos étnicos como tales y los integró a la vida social y política.

Referencias

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3 Sobre el concepto y la política de formar la comunidad organizada, véase Raanan Rein & Claudio Panella (eds.) En busca de la comunidad organizada: organizaciones políticas y sociales del primer peronismo. Buenos Aires: Editorial de la UNTREF, en prensa.

59 Contra Relatos desde el Sur, 2016. (14), 49–61

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