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Universidad de Buenos Aires Facultad de Filosofía y Letras Tesis de Licenciatura en Ciencias Antropológicas Aprendices aprendidos. La construcción de la memoria del Holocausto judío Autora Estefanía Izrael Director Gustavo Andrés Ludueña 2017 AGRADECIMIENTOS En primer lugar debo agradecerles a mis interlocutores, principalmente a los sobrevivientes consultados quienes compartieron conmigo sus historias, las cuales sin ser necesariamente felices ni heroicas dan cuenta de trayectorias únicas. A Sali, mi maestro quien me enseñó todo lo que su cuerpo-academia tenía para contar. A mi director, Gustavo Ludueña, quien ha sabido escucharme, acompañarme y guiarme en este sinuoso camino de la investigación. A quienes hicieron de Filosofía y Letras una casa de estudios. A mi familia y amigas por confiar en este arduo proceso creativo. A mi abuelo Jaco, por su legado. 2 ÍNDICE CAPÍTULO I - INTRODUCCIÓN..................................................................................... 6 1.1. Motivaciones personales............................................................................................... 6 1.2. Un sinuoso camino hacia el objeto de estudio..............................................................7 1.3. Objetivos y problema de investigación……………………………………………10 1.4. Estado de la cuestión…………………………………………………………………11 1.5. Marco teórico…………………………………………………………………………13 1.6. Metodología…………………………………………………………………………..18 1.7. Organización de esta tesis……………………………………………………………23 CAPÍTULO II – EL “CIRCUITO DE LA MEMORIA JUDÍA”…………………….24 2.1. Historia de la Shoá…………………………………………………………………...24 2.2. Los sobrevivientes migrantes en la Argentina……………………………………...31 2.3. Campo institucional judío…………………………………………………………...38 2.4. Políticas de la memoria………………………………………………………………43 CAPÍTULO III – EL PROCESO DE SILENCIAMIENTO Y EL ACTO DE ATESTIGUAR……………………………………………………………………………50 3.1. El dilema de contar, el dilema de callar…………………………………………….50 3.2. Análisis de historias de vida…………………………………………………………60 3.2.1. Eugenia y Judith: las marcas orales y escritas…………………………………...60 3.2.2. David: Entre Rodas y Buenos Aires………………………………………………66 CAPÍTULO IV – EL PROYECTO APRENDIZ Y LOS “NUEVOS SOBREVIVIENTES DEL HOLOCAUSTO……………………………………………75 4.1. El proyecto como propuesta vivencial de aprendizaje……………………………..76 4.2. Formando una pareja………………………………………………………………..80 4.3. El proceso de aprendizaje……………………………………………………………82 4.4. El ritual de los aprendices aprendidos……………………………………………...86 REFLEXIONES FINALES………………………………………………………………99 3 APÉNDICE…………………………………………………………………………….105 BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………...108 4 Soñábamos en las noches feroces Sueños densos y violentos Soñados con el alma y con el cuerpo: Volver; comer, contar lo sucedido. Hasta que se oía breve sofocada La orden del amanecer: «Wstawać»; Y el corazón se nos hacía pedazos. Ahora hemos vuelto a casa, Tenemos el vientre ahíto, Hemos terminado de contar nuestra historia. Ya es hora. Pronto escucharemos de nuevo La orden extranjera: «Wstawać». (Primo Levi, La tregua) 5 CAPÍTULO I INTRODUCCIÓN 1.1. Motivaciones personales El Holocausto ha sido parte de mi vida desde que tengo uso de razón. No sólo por mi educación judía donde esta temática era parte de la currícula escolar, sino también porque en mi casa, las enfermedades de uno de mis abuelos tenían aparentemente algún tipo de relación con la Segunda Guerra Mundial, las cámaras de gas y los campos de concentración. “Tu abuelo se enferma por los nazis”, solía escuchar. Pero yo bien sabía que los nazis habían estado en una guerra ya terminada, en otro territorio, por lo que a pesar de mi corta edad tal razonamiento no parecía demasiado lógico. Eso no implicaba que cada vez que se realizara un acto en la escuela en conmemoración a las víctimas del Holocausto, o cuando alguna maestra abordara este tema, yo me angustiara. En estos casos, explicaba, frente a la pregunta de mis compañeros, que mi abuelo era un sobreviviente de la Shoá. Él jamás quiso contármelo por motu proprio, pero con el correr de los años y de las intervenciones médicas, entendí que en la Segunda Guerra Mundial mi abuelo había sido deportado a Siberia junto con otros judíos que vivían en Polonia del Este, donde había contraído la fiebre reumática que marcaría su salud a largo plazo. Si bien con la caída de Hitler en 1945 viajó con su familia a Bolivia para luego asentarse en Argentina, como les sucedió a otros judíos en la posguerra, ninguna de sus vivencias incluía a los famosos uniformes o “pijamas” a rayas, tatuajes numéricos o campos de exterminio. ¿Eso acaso lo volvía menos “sobreviviente”? Lo innegable era que mi abuelo era polaco, había nacido en la década del 30’, durante la Segunda Guerra fue enviado en condiciones inhóspitas a Siberia por ser judío, y básicamente, logró seguir vivo. La única vez que tuve la oportunidad de preguntarle a mi abuelo sobre su infancia fue para un proyecto de la escuela, en donde él, sin mirarme y con un enorme esfuerzo, respondía mis preguntas. - ¿Volverías a Polonia? – le pregunté. - Jamás en la vida – me contestó determinante. 6 Mi abuelo falleció antes de que pudiera terminar el proyecto, exactamente ocho días antes de la celebración de mi Bat Mitzvá, el ritual de pasaje que representa la consagración del adulto judío como parte de la comunidad. Jaco fue diagnosticado de cáncer de pulmón y falleció el 20 de Septiembre del 2001 a sus 65 años de edad. Fue enterrado en el cementerio judío de La Tablada, a metros del monumento que recuerda a los muertos durante la Shoá (por una cuestión de azar, o quizás no). Sin dudas esta temática me marcó, sea por los silencios de mi abuelo (que siempre despiertan tanto barullo en quien les prestan atención), sea por cada enfermedad “causada por los nazis”, sea por ese ritual de pasaje cargado de emociones o por aquel proyecto concluido sin uno de sus actores principales. Años más tarde, este interés por el Holocausto encontraría un punto de inflexión al hacer todo lo que se encontraba a mi alcance para ganar una beca y realizar el programa Marcha por la Vida, un viaje educativo por Polonia e Israel, recorriendo, entre otros, campos de concentración y exterminio creados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Allí, mientras estaba en Auschwitz conversé con un sobreviviente que me dijo: “Ustedes, los jóvenes, son ahora los nuevos testigos”. Esta frase me interpelaría emocionalmente y orientaría el rumbo mi búsqueda profesional subsiguiente. 1.2. Un sinuoso camino hacia el objeto de estudio Mi particular interés por la temática del Holocausto se vio posteriormente enmarcado académicamente al introducirme en el campo de la antropología simbólica, específicamente, en los estudios sobre el cuerpo. Fue así que mi primer foco de investigación tomaba como disparador a los tatuajes seriados de identificación realizados por los nazis, abocándome particularmente a la población judía llegada a la Argentina posteriormente. Durante cierto período de tiempo, al ingresar a Auschwitz, los brazos de quienes eran seleccionados para el trabajo eran marcados con números que pasarían a reemplazar al nombre del prisionero dentro del campo. Entonces, mi perspectiva de análisis tomaba en cuenta que aquel que en su comienzo fue parte de una política estatal de deshumanización y re-nominación de los sujetos era, en el presente cuanto menos, una marca corporal en los sobrevivientes. Este punto de partida habilitaba la indagación sobre 7 qué y cómo se recuerda lo sucedido, qué significan o cómo son significadas las marcas corporales en relación con la experiencia traumática, y si es que existen diferentes tipos de “ritualización de la memoria”. En consecuencia, me preguntaba si el tatuaje funcionaba como un significante de las experiencias vividas en el Holocausto y, en este sentido, si era posible recordar a través de la piel. Comencé a entrevistar a diversos especialistas en la Shoá y a sobrevivientes que habían sido marcados, atendí al Instituto Nacional de Dermatología (ya que allí se encontraban registros médicos de procedimientos quirúrgicos realizados sobre un paciente con esta marca) y revisé la bibliografía correspondiente a la temática. Fue a partir de aquí que comprendí al tatuaje como una “experiencia ritual” de sujetos que habían vivido en carne propia al Holocausto y habían sido físicamente modificados, pudiendo establecer entre ellos un lazo empírico e histórico que los unía al número. Más allá de si se la habían quitado posteriormente (lo cual sucedió en uno de los casos abordados) o si incluso creían que no se trataba de un factor que los distinguiera de otros sobrevivientes que no la tenían, necesariamente, remitía a un universo semántico específico: se trataba de una marca que disparaba sentidos. Por supuesto, estos eran disímiles considerando las trayectorias particulares de cada agente, más allá del tatuaje en común que los interpelaba1. Sin embargo, con el devenir de mi investigación debí reorientar el foco de interés en función de lo que el campo proponía. Ya la antropóloga mexicana Elsie Rockwell (2009) planteaba que el producto más importante del quehacer etnográfico es la reelaboración de la problemática inicial, la cual da cuenta de la relación dinámica existente entre el trabajo teórico y el empírico. A la luz de este fenómeno es que explicitaré las modificaciones del tema aquí abordado. 1 Aquí, cabe aclarar que en el imaginario cultural construido, entre otros, gracias y a través de la literatura y el cine a posteriori del Holocausto, se ha tendido a creer que la mayoría de los sobrevivientes