Los Cuadernos de Música

blancos al jazz, en el que influyó también, cómo LA CANONIZACION no, el boom del pop y el rock angloamericano nuevo punto de referencia que atraía, de forma .DEL FREE-JAZZ DE absorbente,- por recoger inquietudes expresadas abiertamente en e1 movimiento ácido-hippie cali­ CHICAGO forniano y en el mayo francés posteriormente. Josecho Arrieta A mi juicio el salto que ha dado el free, desde sus atonales y desconcertantes inicios hasta la ac­ tualidad, ha sido el de ir rompiendo una excesiva n. su númeto de agosto de este año, la cerrazón en sí mismo -el free por el free sin tener prestigiosa revista americana de «músi­ en cuenta siquiera las reacciones del público-, ca contemporánea» Down Beat da cuenta. acentuando, mediante la percusión, la presencia de los resultados de la elección que de ritmos igual de tensos y bruscos que los utili­ Eanualmente realizan los críticos de jazz para de­ zados a comienzos de los sesenta, pero más fol­ terminar quién es quién, en esa música ya interna­ klóricos y variados, más audibles por lo tanto. El cional, a pesar de sus raíces afro-norteamericanas, espectáculo que rodea a la música sirve también . tanto a nivel de instrumentistas como de grupos. para facilitar el seguimiento de la misma pues la Los setenta santones-productores-profesores (blan­ tensión se soporta mejor al verse uno arrastrado cos, cómo no) que pontifican, año tras año, sobre de un escenario a otro en cuestión de minutos, al la valía de los músicos y compositores de jazz verse uno mismo tomando parte en un ritual musi­ (casi todos negros, claro), han rendido homenaje cal la destrucción y superación de su pasado jaz­ en esta ocasión, de forma definitiva, a los músicos zístico por parte de unos instrumentistas con una · de free-jazzoriginarios de Chicago. técnica y una capacidad de improvisación y de · Los dos grupos más apreciados en 1980 por la expresión emocional increíbles. La actuación del crítica, el -mejor grupo Art Ensemble en Madrid hace unos meses fue una y segundo mejor disco del año (1)- y Air -mejor perfecta prueba de lo que acabo de decir. El crítico disco del año (2) y segundo mejor grupo- están de «El País», José Manuel Costa, hablaba de «alu­ integrados por músicos formados en Chicago los cinante noche de gran música negra», «asombro», cuales estaban unidos, hace ya quince años, en «pasmo incontrolable». Martín Lendínez nos rela­ una cooperativa musical organizada por el pianista taba en un número anterior de esta revista el Muhal Richard Abrams: la «Asociation for the mismo «espléndido concierto» y la reacción de un Advancement ofthe Creative Music» (A.A.C.M.). «público entusiasmado y enfervorizado que sabía De esta verdadera escuela de jazzmen no sólo que había asistido a su propia canonización». Es­ surgieron los integrantes del Art Ensemble y de toy con él en que ahora, «puestos a pasar de todo, Air (de los que luego hablaremos), sino también haya que quedarse con lo que verdaderamente músicos de la talla de Anthony Braxton, Leo permite pasar de lo que se quiera pasar: free­ Smith, Leroi J enkins, Jack de Johnette, Kalapa­ jazz». Unanimidad pues en todos los asistentes al rusha Maurice Mclntyre, Chico Freeman y un in­ Alcalá: algo nunca visto .Y que hay que controlar. terminable etcétera de hombres del free-jazz que La música del Art Ensemble y de Air se suele han marcado la evolución de esta música en estas encuadrar en la llamada tercera ola del free. Los dos últimas décadas. Creo que conviene insistir en postcoltranianos -Albert Ayler mientras vivió, que el jazz, como la energía, ni lo crea Louis Archie Shepp, Pharoah Sander... ,- profundizaron Armstrong en N ew Orleans ni lo destruye el bop o la senda abierta por los primeros músicos free el free; y desde la ruptura provocada por Cecil -Taylor y Coleman- recogiendo las posibilidades Taylor, Ornette Cornean y Sun Ra, entre otros, a armónicas tan bien desarrolladas por John Col­ comienzos de los sesenta, su transformación está trane. El Art Ensemble y Air resultan más varia­ dirigida en el sentido de integrar nuevas formas dos y menos áridos que sus predecesores; insis­ musicales y expresivas rompiendo fronteras y en­ ten, aunque sólo sea a rachas, en sonidos de saxos raizando en diversos folklores, superando irónica y trompetas de gran belleza, como recreándose y desgarradarnente el hard-bop y el cool, constru­ con ellos, siendo capaces de· versionar temas clá­ yendo, en definitiva, un nuevo modelo de espec­ sicos (desde Scott Joplin y Jelly Roll a Charlie táculo y escena donde la música, el mimo y el Parker) con un dominio asombroso de la estruc­ baile se entremezclan, a la vez que los intérpretes tura y variaciones de los mismos. Con ellos ha van rotando por diversos instrumentos y papeles. vuelto el humor y la felicidad al free pues expre­ La música de los free-man· es, indudablemente, san dichos sentimientos con la misma fuerza con más difícil e intelectual que la de sus predeceso­ que reflejan su lógica angustia y desesperación, res, pudiéndose apreciar en ella la influencia de superando la excesiva tristeza del free de los se­ los clásicos contemporáneos, lo que no impide senta, sin caer en la perpetua y vacía sonrisa del que sea a la vez más copsciente y política, que jazz de los treinta. esté más enraizada en ersentir de los negros de su De Archie Shepp, destacado maestro del Art generación. Esta contradicción provocó en los se­ Ensemble y demás hombres del free, se ha afir­ senta un cierto alejamiento de lo� aficionados mado (3) que su influencia se mantiene más en un 54 Los Cuadernos de Música

plano ideológico y político que en el campo estric­ tamente musical. Sin embargo, creo que está sa­ biendo demostrar, incesantemente, lo gratuito de tal afirmación. En la actualidad, refleja en su mú­ sica su mayor tranquilidad política, producto, qui­ zás, del desmoronamiento de las alternativas tipo «black panther» en los EE.UU.; parece como si se sintiese menos agobiado por su condición de líder de un movimiento polítitico-artístico, relajándose musicalmente, compaginando sus aullidos al saxo (soprano) con la dulzura y belleza de sus interpre­ taciones de temas ellingtonianos utilizando el te­ nor o el piano indistintamente. Incluso se le puede oír, cosa inimaginable hace años, cantando blues clásicos con un acompañamiento rítmico muy marcado, muy marchoso. Todo ello le ha llevado a convertirse en un jazzman que, como Dolphy, Mingus, Rollins o Coltrane, no se deja encasillar fácilmente, situándose muy por encima de modas y olas. Tanto él como los integrantes del Art Es­ nemble, y voy a citarles pues ya va siendo hora: a la trompeta, Roscoe Mitchel y

mujer de Bowie), en un tema de obligada escucha para poder sentir el free: «Theme de Yoyo». Tras tres años por Francia e Italia, los del Art Ensem­ ble regresan al eje New York-Chicago donde aca­ ban imponiéndose definitivamente. Sus actuacio­ nes y grabaciones, tanto como grupo como indivi­ dualmente -increíbles dúos de viento de Roscoe Mitchel o Josep Jarman con otro grande de Chi­ cago, Anthony Braxton-, les han hecho merece­ dores del prestigio que tienen entre los aficionados norteamericanos y europeos (especialmente italia­ nos, por sus repetidas apariciones en festivales como el de Umbría). Air no necesitó de ninguna hégira para impo­ nerse en su tierra. En su sexto L.P. ninguno de ellos conocido todavía por estos lares, Henry Threadgill a los saxos y flauta, Fred Hopkins al contrabajo y Steve McCall a la batería y percu­ sión, rinden un cálido y respetuoso homenaje a dos de los grandes iniciadores de la música ne­ Air-Lore. gro-norteamericana: Scott Joplin y Jelly Roll Mor­ ton. Recreando conocidos rags y blues de estos a los saxos y demás vientos, Mala­ compositores, se muestran como un trío orgulloso chi Favors al contrabajo y a la batería de sus raíces e instalado en el presente. Con los y percusión (en ésta apoyado por todos los demás, grandes del jazz siempre ha ocurrido lo mismo: su excepto por Browie que se lo hace de escéptico), reconocimiento comienza por sus propios compa­ decía que Shepp y el Art Ensemble tuvieron que ñeros, por los propios músicos. En Chicago y cruzar el charco para instalarse en Europa a fina­ Nueva York se les reconoce como vanguardia y les de los sesenta, adquiriendo aquí verdadera po­ esto es lo que hay que tener en cuenta. Lo que di­ pularidad y afianzándose mediante la grabación de gan los críticos es lo de menos, como ya dejó bien verdaderas joyas como «Blasé» (4), con Shepp sentado Leroi Jones en sus ensayos (Blues peo­ apoyado por Bobwie y , con ple (6) y Música negra (7). Hay que compartir Joanne Lee cantando magistralmente «sophistica­ emociones y formas de vida e intereses para poder ted lady» sobre los platillos del clásico Philly Joe apreciar y criticar la validez de la música de la Jones y «Les Stances a Sophie» (5), para mí, sin minoría marginada más expresiva de América, la ninguna duda, el disco más completo de los que he minoría negra. En el Greenwich Village neoyor­ oído del Art Ensemble, acompañados en esta oca­ quino, ese «caldo de cultivo del arte norteameri­ sión por la cantante de soul (ex- cano», y en los clubs de Chicago, se hace en estos 55 Los Cuadernos de Música

momentos el jazz clave para captar lo que dicha ofrecen jazz- convierten a esta zona en un gigan­ música es en la actualidad y para poder pronosti­ tesco escenario por el que es obligado pasar para car su futuro. Y Air está ahí, llevando en su seno escuchar o grabar buena música. Escenario que la misma fuerza que en su día desplegó Parker sigue demostrando que las diferencias que se fra­ para superar el swirig, mostrándola en sus actua­ guaron en los años 50, entre el bebop de la costa ciones en vivo, haciendo que nos sintamos opti­ este y el cool de la costa oeste, no eran gratuitas; mistas ante las perspectivas que abren con su en la actualidad\ el jazz-rock surgido de la batuta nuevo salto adelante. del ahora enclaustrado Miles Davis tiende a pre­ Aunque no proceda de Chicago, el pianista, sentarse en festivales de jazz como el de Berkeley compositor, organista, arreglador, director de or­ (Herbie Hancock, Stanley Clarke, Alphonse Mou­ questa y poeta, Sun Ra, formó su Arkestra en zon y Carlos S.antana figuraban en la programa­ dicha ciudad, influyendo con ella en los miembros ción de este año), frente a la tendencia, lógica por de la A.A.C.M. Hoy, igual que hace veinte años, otra parte, de lbs hombres del free a presentarse puede uno escuchary, sobre todo, ver, el fabuloso en el de Chicago (Art Ensemble y Anthony Brax­ espectáculo semicircense de la Sun Ra Arkestra ton). Este hecho, motivado en parte por la inexis­ en algún club-garaje del Village neoyorquino, dis­ tencia de ghetos negros en California y en parte frutando de la improvisación colectiva de toda una por la creciente influencia del jazz-rock entre los orquesta free. Las casi cuatro horas de actuación antiguos hippies, a los que no les queda más re­ pasan sin darse uno cuenta, alucinado como estás medio que olvidar la vida y la música de su década con la música arropada por cánticos, representa­ dorada, conviene matizarlo. La infraestructura ciones de escenas de adoración y muerte, con más musical y el consumo de discos que se da, tanto de 20 músicos disfrazados con ropajes africanos y en el este como en el oeste americano, permite orientales en el escenario o a tu alrededor, pues te ahora la existencia de públicos con gustos más envuelven, cortando la separación público-escena, definidos en función de su mayor capacidad de con una pareja de bailarines que hacen que con­ elección. Tanto por posibilidades de desarrollarse centres tu atención en sus ritmos y éxtasis, ol vi­ y expresarse musicalmente como por posibilida­ dándote, por un momento, de la figura del dios des de escuchar, los jóvenes y no tan jóvenes Sun Ra que controla el cotarro desde el órgano o norteamericanos, de todas las razas y colores, no sintetizadór. Místico, estrafalario y lo que se tienen por qué seguir tan fielmente como los euro­ quiera; ante todo, Sun Ra es un músico enorme peos los dictados del rock de moda. Por ello, en rodeado de un plantel de instrumentistas de pri­ sitios como San Francisco, existe un variado pú­ mera línea que saben seguirle el juego interpre­ blico, tanto para el jazz como para el rock o el tando sus temas con una técnica que impresiona y blues. Con muy pocos días de diferencia puede un sonido bellísimo. Pat Patrick, John Gilmore y uno escuchar, en clubs totalmente llenos de pú­ Marshall Allen son algunos de estos músicos que blico, a jazzmen tan diferenciados como Stan forman parte de la orquesta más original e inusual Getz, Kenny Burrel, Lionel Hampton, Max Roach de la historia del jazz; orquesta de la que, a pesar y Elvin Jones (estos últimos libraron el pasado de ser la que ha grabado mayor número de discos julio un histónico duelo con sus respectivas bate­ en su ya dilatada carrera (exceptuadas las de Duke rías y grupos en el Keystone Korner). Los mismos Ellington y Count Basie), tenemos muy pocas no­ días, con muchos quebraderos de cabeza en el ticias discográficas por aquí. Y es una verdadera lástima el que no podamos disfrutar en directo de shows como el que montó en el V Festival de jazz de Barcelona hace diez años. Pero es cierto que no sólo del free de Chicago vive el buen aficionado al jazz. Postparkerianos encuadrados tanto en el hard-bop como en el cool, postcoltranianos,, acústicos y eléctricos, junto a los grandes de la década del swing (los felices 30) que todavía tienen agallas, van pasando, noche tras noche, festival tras festival, por los infinitos locales y clubs que salpican la geografía musical del planeta. Los, centros de irradiación de todos los jazzes siguen estando situados, indudable­ mente, en Norteamérica. Dejando de lado a New York y Chicago,; mecas del jazz desde los 40, hay que resaltar el papel creciente del eje Los Ange­ les-San Francisco a nivel, no ya de creación, sino de difusión. Las productoras discográficas allí ins­ taladas y los inc'ontables clubs con música en di­ recto -sólo en la zona de San Francisco funcionan más de 60 diariamente, de los que al menos 25

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momento de elegir, puedes optar por los blues de Albert King o John Lee Hooker o el rock de Elvin Bishop o The Impostors (un joven trío de new wave). De todas formas resulta curioso comprobar que el jazz que más atrae, en general, a los jóve­ nes rockeros es, por lo que pude comprobar, el de los predecesores de los actuales free: Coltrane, Dolphy y Mingus especialmente. La década que se nos va, ha dado la razón a Miguel Sáenz. En su estupendo y conciso libro sobre el free pronosticaba en 1970 lo siguiente: «parece indudable que al menos en los próximos diez años, el jazz no sufrirá nuevas transforma­ ciones radicales». Y acertó, a pesar del riesgo que supone pronosticar sobre el futuro de la música. Las aportaciones de los hombres del free estaban ya plasmadas en los 60, confirmando así la alter­ nancia creativa de las diferentes décadas del siglo en cuanto a jazz se refiere. Los años 20 producen los Hot-five y Hot-seven de Armstrong y la or­ questa de Ellington; los años 30 suponen la popu­ larización, degradante en su mayor parte, de lo sonido ECM en la vanguardia del jazz; todo lo más lo podemos considerar como el producto ac­ tual, equivalente al cool de una generación ante­ rior: discreción, suavidad, orientación hacia la música de cámara, características de siempre de los blancos haciendo jazz. Parece como si se pre­ tendiese introducirlo' utilizando cierta predisposi­ ción de muchos rock eros hacia lo sinfónico. En descargo de los jazzmen blancos, y para finalizar, quiero destacar el afortunado intento de varios músicos europeos con orientación free, agrupados en la Globe U nity Orchestra. Este gran colectivo engloba en su seno a grandes individua­ lidades del jazz europeo (Albert Mangelsdorff, Enrico Rava, Manfred Schoof... ) con la inclusión de algunos norteamericanos (Steve Lacy, Tristán Honsiger y el canadiense Kenny Wheeler) resi­ dentes en Europa. La orquesta la fundó en 1966 el pianista Alexander Von Schlippenbach con mo­ tivo del festival de jazz de Berlín y, desde enton­ ces, no ha cejado de mostrar su free-music por todos los continentes, realizando este último año anterior por medio del swing; en los 40 Parker y una gira por Hong Kong, Japón, Indonesia, Mala­ los mintonianos y Davis después, rompen con el sia e India. La continuidad del grupo fundador, a swing por medio del bebop y el cool; los 50 mues­ pesar de los constantes cambios de personal y la tran la decadencia de estos estilos para surgir el colaboración ocasional de artistas invitados de la free con fuerza en los 60. Esquemático pero espe­ categoría de Anthony Braxton, permite que la ranzador para la década que se nos viene encima. Globe Unity haya ido adquiriendo un sonido ori­ No creo que ni el jazz-rock (ya forjado por Davis ginal dentro del free, consiguiendo acor- en In a silent way y Biches Brew) ni el sonido que tar distancias con respecto a sus inspira- pretende impulsar la E.C.M. (Editions of Con­ dores, los sucesivos pioneros del free e temporany Music) desde Europa, hayan supuesto negro-americano. aportaciones realmente novedosas que vayan a (1) Nice guys, ECM, 1978. marcar el desarrollo futuro del jazz. El hecho de (2) Airlore, Arista, 1979. que dicha casa discográfica haya tenido que recu­ (3) Miguel Sáenz, Jazz de hoy, de ahora. Siglo XXI, Ma- drid, 1971. rrir a colectivos de free como Old and N ew (4) Blasé, Affinity, 1969. Dreams (grupo en el que colaboran hombres de la (5) Les Stances a Sophie, Nessa, 1970. órbita de Ornette Coleman) o el propio Art En­ (6) Blues people, Leroi Jones, Lumen, Barcelona, 1969. semble, muestra la imposibilidad de imponer el (7) Música negra, Leroi Jones, Júcar, Madrid, 1977. 57