¡Illuminatus! Parte II
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06 - Illuminatus Parte II: La Manzana Dorada - Libro Tres: UNORDNUNG - Sexto Viaje, o Tipareth 1975 Título Original: The Golden Apple Autores: Robert Shea y Robert Anton Wilson Traducción: Guillermo A. Mazzucchelli Arte de cubierta: Carlos Victor Ochagavia ¡Illuminatus! Parte II La Manzana Dorada No hay otro dios que el hombre. El hombre tiene derecho a vivir bajo sus propias leyes - a vivir como quiera; a trabajar como quiera; a jugar como quiera; a descansar como quiera; a morir como y cuando quiera. El hombre tiene derecho a comer lo que quiera; a beber lo que quiera; a vivir donde quiera; a moverse sobre la faz de la Tierra como quiera. El hombre tiene derecho a pensar lo que quiera; a decir lo que quiera; a escribir lo que quiera; a dibujar, pintar, tallar, moldear y construir lo que quiera; a vestir como quiera. El hombre tiene derecho a amar como quiera. El hombre tiene derecho a matar a aquellos que impidan el ejercicio de estos derechos. - El Equinoccio: Periódico de Iluminismo Científico, 1922 (editado por Aleister Crowley) Libro Tres: UNORDNUNG No creáis ni una sola palabra de El Honesto Libro de la Verdad, de Lord Omar, ni en ninguna del Principia Discordia, de Malaclypse el Más Joven; porque en ellas están contenidas las verdades más perniciosas y engañosas. - “Epístola al Epískopo”, El Deshonesto Libro de las Mentiras, de Mordecai Malignatus, G. S. N. Sexto Viaje, o Tipareth (EL HOMBRE QUE ASESINÓ A DIOS) Preferir el orden al desorden o el desorden al orden, es aceptar una realidad compuesta tanto por lo creativo, como por lo destructivo. Pero al elegir lo creativo sobre lo destructivo, elegimos una realidad totalmente creativa, compuesta tanto por el orden como por el desorden. - “La Maldición de Cara Gris, y la introducción al Negativismo” Principia Discordia, de Malaclypse el Más Joven, G. C. S. Para John Dillinger el 25 de Abril comenzó con una rápida hojeada al New York Times; descubrió más fnords de los usuales. “El agua está llegando al borde” pensó tenebrosamente mientras encendía la radio para las noticias de las ocho, y escuchó el relato de lo sucedido en la mansión Drake, otra mala señal. En Las Vegas, dentro de uno de esos salones donde la luz nunca cambia, ninguno de los apostadores advirtió que era ya de día; Carmel volvía del desierto, donde había enterrado a Sherri Brandi, y se salió del camino para echar un vistazo a la casa del Dr. Charles Mocenigo, esperando poder ver u oír algo substancial; escuchó un disparo de revólver y rápidamente aceleró a fondo, huyendo. Mirando hacia atrás, vio llamas que se elevaban hacia el cielo. Y sobre el océano Atlántico, R. Buckminster Fuller, observó sus tres relojes constatando que eran las dos de la mañana allí en el avión, medianoche en su destino (Nairobi) y las 6 AM en su casa en Carbondale, Illinois. (En Nairobi, Nkrumah Fubar, el autor del muñeco vudú que provocó dolores de cabeza al Presidente de los Estados Unidos, se preparó para ir a la cama pensando en la charla que el Sr. Fuller daría la mañana siguiente en la universidad. El Sr. Fubar, en su manera sofisticadamente primitiva, al igual que Simon, en su manera primitivamente sofisticada, no creía que hubiesen conflictos entre la magia y las matemáticas) En Washington DC los relojes estaban dando las cinco cuando el Volkswagen robado de Ben Volpe aparcó frente a la casa del Senador Edward Coke Bacon, el liberal más distinguido de toda la nación y la principal esperanza para todos aquellos jóvenes que todavía no se habían unido a grupos Morituri. “Entrada y salida rápida: masacre” dijo Ben Volpe a sus acompañantes. El Senador Bacon giró en su cama (Albert “El Profesor” Stern abre fuego sobre el Holandés) y murmuró “Newark”. A su lado, su esposa despertó a medias y escuchó un ruido en el jardín (Mamá, mamá, mamá, murmura el Holandés) “Mamá”: ella escucha que dice la voz de su hijo, mientras vuelve a hundirse lentamente en el sueño. La lluvia de balas la sacude, para despertar en un mar de sangre y ver en un flash a su esposo muriendo a su lado en la cama, a su hijo hace veinte años atrás llorando por una tortuga muerta, y las caras de Mendy Weiss y Ben Volpe y de otros dos sujetos en su dormitorio. En 1936, cuando Robert Putney Drake retornó de Europa para aceptar la vicepresidencia del banco de su padre en Boston, la policía ya sabía que no había sido Albert “El Profesor” quién había baleado al Holandés. Incluso había unos pocos, como Elliot Ness, que sabían que la orden había sido dada por el Sr. Lucky Luciano y por Alphonse “Caracortada” Capone (preso en la Penitenciaría de Atlanta) y que habían sido transmitidas a través de Federico Maldonado. De cualquier manera nadie ajeno al Sindicato sabía que Jimmy La Fiera, Charley El Bicho y Mendy Weiss eran los verdaderos asesinos - nadie, exceptuando a Robert Putney Drake -. El 1 de Abril de 1936, el teléfono de Federico Maldonado sonó y cuando lo atendió, una voz cultivada con acento de Boston dijo tranquilamente: “Madre es la mejor apuesta. No dejes que Satán te arrastre demasiado rápido”. Aquello fue seguido inmediatamente por el clic del teléfono al colgar. Maldonado meditó sobre ello todo el día y finalmente lo comentó con un amigo muy cercano esa misma noche. “Hoy me llamó un chiflado y me dijo parte de lo que el Holandés le dijo a la policía antes de morir. Lo más extraño es que mencionó una de las partes que podría hundirnos a todos, si alguien de la policía o de los Fedes pudiera comprenderlo”. “Algunos chiflados son así” respondió el otro Don mafioso, un elegante hombre mayor que parecía uno de los halcones de Federico II. “Están sintonizados, como los gitanos. Telepatía, ¿Sabes?, pero siempre reciben todo enmarañado porque están locos”. “Si, supongo que eso es,” convino Maldonado. Él tenía un tío loco que era capaz de revelar súbitamente un secreto de la Hermandad que era imposible que supiera, en medio de desvaríos sobre sacerdotes que hacían el amor con monaguillos, Mussolini escondido en una salida de emergencia y otros disparates por el estilo. “Se sintonizan - como el Ojo, ¿Eh?” y rió. Pero a la mañana siguiente el teléfono sonó y la misma voz, con una elaborada entonación de Nueva Inglaterra, dijo: “Esas ratas sucias se han sintonizado. Conservas Canadienses Viandas Bean”. Maldonado sintió un sudor frío. De hecho, ése fue el momento en que decidió que su hijo, el sacerdote, celebraría una misa por el Holandés todos los Domingos. Pensó en eso todo el día. Boston - el acento era de Boston. Antes tenían brujas allí. Conservas Canadienses Viandas Bean. Cristo, Harvard está en las afueras de Boston, y Hoover está reclutando Fedes en la Escuela de Leyes de Harvard ¿Había abogados que además eran brujos? Masacren al hijo de puta, les dije, y lo encontraron en el baño de hombres. Aquel maldito Holandés. Con un balazo en las tripas vivió lo suficiente como para revelar casi todo sobre el Segreto. El maldito tedeschi… Esa noche, Robert Putney Drake cenó con una joven de la rama menos conocida de la Casa de los Morgan. Después la llevó a ver La Ruta del Tabaco y, en el taxi de vuelta al hotel, hablaron seriamente sobre los sufrimientos de la gente pobre y sobre la poderosa performance de Henry Hull como Jeeter. Luego la llevó a su habitación y la cogió vigorosamente. A las diez de la mañana, después de que ella se marchara, salió de la ducha completamente desnudo: treinta y tres años de edad, rico, guapo, y con la sensación de ser un mamífero depredador saludable y feliz. Miró su pene, pensó en las serpientes que había visto alucinando con mezcalina en Zurich y se arropó con una bata de baño tan costosa que podría haber alimentado a una familia hambrienta de los barrios bajos durante seis meses. Encendió un grueso cigarro cubano y se sentó junto al teléfono: un mamífero macho, depredador, feliz. Comenzó a discar, escuchando los clics, y los tac, tac, tac, recordando el perfume que su madre usaba una noche hace treinta y dos años atrás inclinada sobre la cuna, el aroma de sus pechos, y la vez que intentó experimentar con la homosexualidad en el Boston Common, con aquel marica pálido arrodillado delante de él en el baño, y el olor a orina y a desinfectante Lysol, y la inscripción en la puerta que decía ELEANOR ROOSEVELT LA CHUPA, y su fantasía momentánea de que no era un gay genuflexo delante de su verga caliente y dura, si no la mujer del presidente… “¿Si?” dijo la voz nerviosa y furiosa de Nariz de Banana Maldonado. “Cuando estaba en el trono, el niño vino a mí” Drake arrastró las palabras, una agradable erección comenzaba a entibiarlo. “¿Qué sucedió con los otros dieciséis?”. Colgó rápidamente. (“El análisis es brillante” había dicho el profesor Tochus en Harvard, refiriéndose a su ensayo sobre a las últimas palabras de Dutch Schultz. “Particularmente, me gusta la forma en que combinas a Freud y a Adler para descubrir el instinto sexual y el deseo de poder en una misma imagen de ciertos fragmentos. Es bastante original”. Drake rió y dijo: “Me temo que el Marqués de Sade lo hizo un siglo y medio antes que yo. El poder - y la posesión - son sexuales, para algunos hombres). El genio de Drake también fue percibido en el círculo de Jung en Zurich. Cierta vez - mientras Drake estaba tomando mezcalina junto a Paul Klee y sus amigos en lo que ellos llamaban su Viaje a Oriente -, fue el tópico de una conversación larga e intrincada en el estudio de Jung.