Lindsay Kemp & Company
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LINDSAY KEMP & COMPANY en Los momentos finales... el escenario de soledad, el drama de amores y muertes sobrevivido, revivido, confuso... el argumento de la vida que se deshace... el último baile... REPARTO Elizabeth I Lindsay Kemp María Estuardo / Lettice Knowles Lucy Burge Robert Dudley, Conde de Leicester David Haughton François, Duque de Anjou François Testory Robert Devereaux, Conde de Essex Tom Ward John Dee / Cortesano Kinny Gardner Cortesano Patrick Carbonetti Dama de la Corte Tiziana Magrie Un espectáculo de Lindsay Kemp Con la colaboración de David Haughton Música Carlos Miranda Vestuario Sandy Powell Coreografía Marco Berriel Escenografía Lindsay Kemp con Lorenzo Cutúli Diseño de iluminación Lindsay Kemp con José M. Cerdeiriña, “Ciru” (a.a.i.) Videoproyecciones Lorenzo Cutùli Asesor histórico Lindsay Levy Dirección Técnica 3DScenica Supervisión vestuario Tiziana Magrie Asistente diseño vestuario Anna Lombardi Pintor telas de vestuario John Cowell Asistente pintor de telas Giorgia Guglielman Atrezzo María de Frutos Maestro de armas José Ignacio Fernández Realización de escenografía Palacio de Festivales de Cantabria, Cantabria/España Realización vestuario Anna Mode, Roma/Italia Realización videoproyecciones Ideogamma, Rimini/Italia Zapatería Pompei, Roma/Italia Transporte Transjoma Diseño gráfico Amparo Coterillo, S. L. (Ikono) Fotografías Yarmem y Alberto G. Ibáñez Diseño de producción Concha Busto, David Haughton, Palacio de Festivales de Cantabria Dirección de producción Concha Busto Distribución Concha Busto Producción y Distribución Tel. 91 275 52 32 www.conchabusto.com Un espectáculo producido por Concha Busto Producción y Distribución en coproducción con Palacio de Festivales de Cantabria, Teatro Arriaga de Bilbao, Teatro Calderón de Valladolid, Gran Teatro de Córdoba y Teatro Cuyás de Las Palmas APUNTES DEL AUTOR ELIZABETH y YO ¿Por qué elijo un tema para un nuevo espectáculo, un nuevo papel para inter- pretar? No es una decisión consciente. Es más el personaje el que tarde o tem- prano me escoge a mí... y de repente me encuentro dentro del acto de identifi- cación. Esta vez ha sido un proceso largo y lento... cinco años o más desde la última vez que un papel me había poseído. Entonces, ¿por qué Elizabeth? Quizás han tenido que ver lasóperas en las cuales me he implicado durante los últimos años... en “The Fairy Queen” y “El Sueño de una Noche de Verano”, el mundo de la cultura Isabelina, teatro, magia y locura, reinas sobrenaturales atrapadas en las intrigas del amor. En “Madama Butterfly” y “La Traviata”, dos ejemplos de aquella locura heroica que siempre me ha inspirado, donde una visión inte- rior apasionada se opone a todo obstáculo, incluso la misma realidad, y trans- forma su derrota inevitable en una victoria trágica triunfante. Y la ópera... la fusión de la música, el baile y el drama. Pero por supuesto, todos mis futuros regresan a mi pasado... mi fascinación con Elizabeth nació en un momento preciso, el día que, con cinco años, visité el Cine Imperial en South Shields con mi madre para ver a Bette Davis y Errol Flynn en “Las Vidas Privadas de Isabel y Essex” y nada más regresar a casa me dediqué a interpretar la película en el salón, convencido de que yo era Errol Flynn, Bette Davis, la Reina Isabel, o cada uno de los tres. Después vino “La Reina Virgen” con Bette Davis de nuevo... y la extravagante figura de Elizabeth formó parte per- manente de mi identidad. La atracción (¡aparte de ser mi periodo preferido de vestuario!) fue esta increíble mezcla de su vida pública con la privada, pero también su estatus mítico como Gloriana, La Reina Virgen, el símbolo de la cultura inglesa en plena florescencia, la Edad Isabelina, Shakespeare, el teatro... Quizás, como mujer interpretando el papel de un hombre, como ella se describía a menudo, también Elizabeth me ha llamado porque transciende los géneros, como yo he hecho con algunos de mis papeles más famosos, como Salomé, o Divina en “Flowers”. De todos modos, por lo que fuere la razón, es Elizabeth, y Elizabeth soy yo. La imagen que empezó todo (y con la cual comienza la función) es la de la reina en sus últimos momentos, inmóvil durante horas, reviviendo los amores y los dramas de toda una vida, bailando para protegerse de la muerte que se acerca. Aunque yo sea maduro (¡al menos en cuerpo!), no he llegado aun a este punto, pero ¡quizás existe cierta afi- nidad! Sin embargo el pasado vivido en el presente siempre ha sido mi principal fuente de inspiración, dentro del escenario y fuera... mirando por delante hacia el pasado, y mirando atrás hacia el futuro. Existe algo parecido con la compañía que he agrupado para esta producción: muchos de los más importantes de mis colaboradores de los últi- mos veinte años (David Haughton, Carlos Miranda, Nuria Moreno, Marco Berriel, François Testory), tanto como excitantes nuevos talentos (Lorenzo Cutùli, Angelo Smimmo, Gianluca Margheri, Jan Cizmar, Francesca Fusari). Mi reencuentro con Sandy Powell, 24 años y dos Oscars después de nuestra primera colaboración, es otro ejemplo de los enredos del tiempo. Hay algo profundamente satisfactorio en todo esto. Siempre he intentado vivir como si cada momento pudiera ser el último, y he intentado animar a los demás a hacer lo mismo. Quizás eso es lo que intento decir con Elizabeth, la síntesis de las experiencias de una vida entera en todas las artes escénicas: que cada momento es un baile que hay que bailar como si fuera el último baile. LINDSAY KEMP PD. Juan, Román, Concha... ¡Gracias! LA REINA ISABEL NOTA BIOGRÁFICA Marzo del año 1603. Después de casi 45 años reinando, la salud de Elizabeth Tudor empeora por momentos. No quiere comer, ni dormir, y pasa cada vez mas tiempo mirando al vacío. De vez en cuando pide música, cuyo sonido reaviva la pasión por el baile de su juventud, para luchar contra el fin que se acerca. Poco antes de su muerte per- manece de pie durante 14 horas, un dedo en la boca, inmóvil, sin palabra, rodeada de cortesanos, quienes se confunden en su mente con otras caras, actoresfantasmagóricos del drama de su vida... ...Hija de Enrique VIII y Ana Bolena, Elizabeth tenía 3 años cuando su madre fue ejecutada, ocho cuando su terce- ra madrastra tuvo el mismo fin, trece cuando murió su padre, quince cuando el marido de su cuarta madrastra fue ejecutado bajo sospecha de haberle seducido. A lo largo de esta infancia turbulenta, se volcó en los estudios, y des- arrolló dotes extraordinarias para los idiomas, la filosofía y la literatura, tanto como habilidades apasionadas para la música y el baile. Con 21 años, su hermana Mary, casada con Felipe II de España, y con la misión de restaurar la religión católica en Inglaterra, la tuvo encarcelada bajo sospecha de haberse implicado en complots protestantes y fue amenazada durante meses con ser ejecutada. Sobrevivió y después de que Mary muriese sin dejar herederos, en 1558, la sucedió al trono. Era una mujer que reinaba sobre una sociedad completamente dominada por los hombres, en un periodo de intensa tempestad religiosa y política por toda Europa, y durante los siguientes treinta años desafió toda la presión para casarse y dar un heredero a la corona. Sin embargo, casi siempre estaba involucrada en largas negociaciones matri- moniales con uno u otro pretendiente real del continente, mientras también manejaba una serie de relaciones senti- mentales de intensidad variable con sus propios cortesanos. La más profunda y duradera de estas relaciones fue con Robert Dudley, Conde de Leicester que duró desde la infancia hasta su muerte en 1588. Pero siempre se rodeó de BOCETOS PARA VESTUARIO DE SANDY POWELL jóvenes guapos, le encantaban los rituales del cortejo, y de alguna manera, logró mantener su estatus público mito- lógico de Gloriana, la Reina Virgen, al mismo tiempo que sostenía numerosas y famosas aventuras amorosas. Hasta qué punto llegó la más importante de estas aventuras, en el sentido físico, es simplemente uno de sus muchos misterios. Y cómo resolvió los conflictos enormes entre sus pasiones privadas y su papel público es otro misterio. La única ocasión en la que una negociación de matrimonio político “oficial” se transformó en una extraña relación personal apasionada ocurrió en 1579, cuando François, Duque de Anjou, a quien le impuso el mote de su “Rana”, la visitó en dos ocasiones y se anunció su matrimonio para luego ser retractado. Tras uno de sus periodos intermina- bles de indecisión, Anjou se fue y una triste Elizabeth permaneció fiel a su principio: “que había contraído matri- monio, con el reinado de Inglaterra”. A pesar de la consolidación de su poder, y la gloria política y cultural de su reinado, el peligro nunca estuvo muy lejos. Muchos de los complots que la amenazaban tuvieron que ver con la figura de su prima católica, María Estuardo, su molesta “invitada prisionera” durante casi veinte años. Conocidas las evidencias de la implicación de María en actividades traidoras, en 1587, tras una indecisión agonizante, Elizabeth firmó la sentencia de su muerte... y después de la ejecución, se puso de luto profundo. La estrategia de la Reina del acuerdo y de la procrastinación mantuvo a Inglaterra en paz y próspera, y aunque estu- vo influenciada por los consejos glorificantes de su asesor esotérico John Dee de extender su influencia en el extran- jero, desconfiaba profundamente de las aventuras militares. Su mayor triunfo fue defensivo: la derrota de la gran Armada Invencible. Por entonces se estaba profundizando cada vez más en lo que resultaría la última y más extraordinaria de sus “aven- turas amorosas”, esta vez con un aristócrata elegante y deslumbrador, 34 años más joven que ella, Robert Devereux, Conde de Essex. Su madre era Lettice Knowles, quien se había convertido en la rival mortal de la Reina al casarse en segundas nupcias con Leicester ..