Reseñasversionfinal[VASTEDAD]
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credinidiceVASTEDAD:Maquetaci n 1 12/06/2008 11:19 PÆgina 1 E L S ALMÓN R EVISTA DE P OESÍA 2 D OSSIER POÉTICO Conciencia de los VASTEDAD GUILLERMO SUCRE 16 IDA GRAMCKO 18 ARMANDO ROJAS GUARDIA 19 sentidosPOR R OBERTO M ARTÍNEZ B ACHRICH ANTONIA PALACIOS 20 VICENTE GERBASI 21 JOSÉ LIRA SOSA 22 Una voz sola 8 JUAN SÁNCHEZ PELÁEZ 23 JOSÉ RAMÓN HEREDIA 24 en lo RODOLFO MOLEIRO 26 JULIO MIRANDA 27 ALFREDO SILVA ESTRADA 28 abierto LUIS ALBERTO CRESPO 31 HANNI OSSOTT POR A LFREDO S ILVA E STRADA 32 LUIS FERNANDO ÁLVAREZ 34 MARÍA CLARA SALAS 35 ELÍ GALINDO 36 38 ENRIQUETA ARVELO LARRIVA 37 P OESÍA INÉDITA R ESEÑAS Espacios de asusencia y de luz E L CIELo de HANNI OSSOTT 43 INTERRUMPIDO Las historias de Giovanna de MIYÓ VESTRINI 44 DE R AFAEL C ASTILLO Z APATA Palabras del actor en el café de noche de ELEAZAR LEÓN 45 PRESENTADO POR G INA S ARACENI El poeta invisible de JULIO MIRANDA 46 El Salmón - Revista de Poesía A ÑO I NO . 2 Mayo-Agosto 2008 EDITORES Santiago Acosta y Willy McKey COLABORAN EN ESTA EDICIÓN Roberto Martínez Bachrich, Gina Saraceni, Albinson Linares, José Delpino, Miguel Guédez AGRADECIMIENTOS Rafael Castillo Zapata, Ángel Gustavo Infante, Luis Miguel Isava, Luisa Pescoso, Nelson Rivera, panfletonegro, Instituto de Investigaciones Literarias (UCV), Daniel Torres (Biblioteca Isaac J. Pardo), Luis Alberto Crespo, Ricardo Ramírez, Fabián Coelho, Katyna Henríquez Consalvi, Liberarte, Justo Ortiz, María Carolina Villegas, Departamento de Literatura ULA, Claudia Barroeta, Guillermo Parra IMPRESIÓN Gráficas León [500 ejemplares] Las opiniones emitidas por los colaboradores de El Salmón no son necesariamente las mismas de los editores. Esta revista es editada sin fines de lucro. El costo de cada ejemplar contribuye con los gastos de edición, impresión, distribución y difusión. D EPÓSITO LEGAL pp200802DC2772 ISSN 1856-853x C ONTACTO [email protected] http://revistadepoesiaelsalmon.blogspot.com C ARACAS V ENEZUELA martinezbachrich:Maquetaci n 1 12/06/2008 11:32 PÆgina 2 Explorando la obra de Guillermo Sucre como esa ave rara de nuestra literatura con quien la poesía venezolana alcanza un hito de plenitud, Roberto Martínez Bachrich nos propone una lectura nueva y sentida en con- ciencia de La vastedad, a veinte años de la edición de ese animal poético, hoy extinto de las estanterías. Conciencia de los POR R OBERTOsentidosM ARTÍNEZ B ACHRICH o puede no haber asombro culiar, de una manera de hacer poesía que ante la figuración del esplen- no es tan común en nuestras letras. Con Ndor. Ante una voz que mira Sucre llegamos a una extraña plenitud en pensando el sol, el verano, el viaje, el el proceso de la lírica nacional. Son mu- amor o el exilio. La “dicha salvaje” de chos, en la poesía venezolana del XX, los vivir o la amarga lucidez ante el dolor, poetas que hacen maravillas del sonido y ante todo lo esplendoroso que un día el sentido, de la piel o la conciencia. Más quedará extinto o tal vez no. Y todo esto raros son aquellos que pueden conjugar formulado desde otro asombro, desde en la imagen ambos polos, que pueden una mirada personalísima y humilde, poner en diálogo —en un mismo verso, desde la vigilia constante de los sentidos en un único poema— la razón y la pa- y la conciencia, que en la palabra poética sión, la fiesta del sentir y la serenidad re- de Guillermo Sucre van siempre de la flexiva ante y sobre lo sentido. Más aún: mano. Quizás allí radique la maravilla de apostar por esta dupla en un sólo y único su obra, la posibilidad de que el lector se organismo, como si los sentidos tuviesen su acerque una y otra vez a sus libros, sin propia conciencia. cansancio, para reencontrar ese asombro Esta misma pasión razonada en en la mirada del poeta, y el propio asom- la imagen —reveladora conciencia de la bro en la mirada lectora que mira esa otra mirada—, se ejecuta sin mácula en la mirada, ese otro asombro. obra crítica de Sucre. De allí la fuerza de Se trata de una voz/mirada pe- sus lecturas. De allí la veneración indis- 02 martinezbachrich:Maquetaci n 1 11/06/2008 14:31 PÆgina 3 cutible con que seguimos leyendo La borrarlo de su sitio. Quien trae el pa- máscara, la transparencia (1975) o Borges, el sado a la memoria lo hace presente, lo poeta (1967). Se trata del hacedor que mira olvida como pasado y retira a su vez el la hechura de sus maestros o de los gran- presente para hacerle espacio, hacerle des nombres que, poseyendo un credo tiempo. Vivimos, entonces, en un ince- distinto y a veces opuesto, hacen mila- sante tejer y destejer mortajas. La propia gros con la imagen, llaman a la fiesta del y la de los seres amados: los que están, poema, exigen una mirada. Una mirada, los que se han ido pero siguen estando en este caso, desde la conciencia de los sen- en el frágil temblor de la memoria con tidos. La elección discursiva, natural- que los borramos y nos borramos, tra- mente, es otra. Otros los fines. Pero el yéndolos al ahora o al después. Sobre fondo —el alma de esa mirada pen- estas ideas y emociones, sobre la serena sante— no es demasiado distinto de lo potencia de estas imágenes se teje la ex- que en la obra poética de Sucre el sujeto periencia de La vastedad (Vuelta, 1988). logra sobre el mundo. La conciencia de los sentidos se expone al mundo y expone, así, «Desde allí el sujeto puede ese mismo mundo a su contagio reverbe- mirarse y mirar el mundo, rante para dar cuenta poéticamente del dudar con el mismo oscuro verano, el exilio, la pasión, la vastedad. esplendor de la antigua Este sistema poético se des- inocencia, pero con la sospecha arrolla en libros fundacionales como o certeza de que lo que el poema Mientras suceden los días (1961), La mirada “hace ser ahí” también (1970), En el verano cada palabra respira en lo deshace en la realidad» el verano (1976) o Serpiente breve (1977). Pero estas líneas sólo pretenden ser una Organizado en seis estaciones, afectuosa y brevísima lectura de otro La vastedad explora las mismas obsesio- texto poético lúcido y sensible, bitácora nes luminosas de toda la obra anterior de un recorrido literario y vital posterior de Sucre, pero la mirada se sitúa ahora al a la conformación de esa conciencia de los borde del “ceñido esplendor”, justa- sentidos. Un viaje, si se quiere, más ma- mente frente a “la larga intemperie”, y duro, sereno y reflexivo, como el de eso da a la conciencia de los sentidos un quien ha adquirido ya una cierta sabidu- nuevo poder. El poeta ahora sabe que ría sensible (toda sabiduría real ha de “ya no hay sitio para la escritura porque serlo) con la que puede ahora vivir el ella es el / sitio mismo— de lo que se presente, mirar hacia atrás o hacia ade- borra / no descubrimos el mundo lo des- lante, pero dándose cuenta del fracaso cribimos en su terca / elusión” (p. 13). La de toda tentativa humana que ignore la conciencia de los sentidos adquiere una pro- muerte, el instante máximo del esplen- fundidad ya no sólo espacial sino tam- dor, la entrada en lo vasto. Mirar el pa- bién temporal. Desde allí el sujeto sado —parece intuir esta madura puede mirarse y mirar el mundo, dudar conciencia de los sentidos— no es sino ha- con el mismo oscuro esplendor de la anti- cerlo presente en el presente, y a la vez gua inocencia, pero con la sospecha o 03 martinezbachrich:Maquetaci n 1 11/06/2008 14:31 PÆgina 4 certeza de que lo que el poema “hace precisa para llegar a este punto. Ante la ser ahí”, como escribiera H. G. Gada- muerte y sólo ante la muerte (desnudos mer, también lo deshace en la realidad; frente al único sentido) podemos mirar de que todo lo que construye, destruye; cara a cara la vastedad. “Morir es la sola lo que funda, echa abajo; lo que re- solitaria fresca posesión de la piel / que cuerda, olvida; lo que llena, vacía; ma- fuimos desollando / la memoria que el neras todas de mirar pensando la vida y la olvido recuerda” (p. 24). muerte, que ahora, en el poema, en la La segunda estación del libro, nueva conciencia de los sentidos, vuelven a “Transparencias”, se aleja mínima- reunirse en la hermosa precisión geo- mente de lo que hemos apuntado y nos métrica de la curvatura temporal: “los parece el corazón del libro, para reco- vivos viven con los muertos / vida y rrer, ahora en prosa, los lugares de la in- muerte son una misma historia / esa timidad, el amor, la soledad. Una historia no tiene principio ni fin / aun- habitación, un bosque de pinos, una que haya el tiempo del principio y el playa, un bar, un ventanal en los que el tiempo / del fin” (p. 21). instante se redimensiona. El verano y el otoño, lo amado y destruido, los lugares «Los versos han ido del amor, la dicha, el desamparo, se tejiendo la atmósfera dejan penetrar por la luz, se dejan navegar precisa para llegar por los sentidos, se convierten en mundo in- a este punto. Ante la muerte móvil ante la mirada del poeta. Hay tam- y sólo ante la muerte bién, entre la transparencia y la nitidez (desnudos frente al único de esas imágenes, el develamiento de al- sentido) podemos mirar gunos de los mecanismos de esa mi- cara a cara la vastedad» rada, acaso los lineamientos, nunca retóricos sino apenas balbuceados, su- En estas observaciones se centra geridos, sugerentes, de una ética poética el primer apartado del libro, el que le da personalísima.