LSD. Cómo Descubrí El Ácido Y Qué Pasó Después En El Mundo
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LSD Cómo descubrí el ácido y qué pasó después en el mundo Albert Hofmann Traducido por Roberto Bein Editorial Gedisa, Barcelona, 1980 Segunda edición, 1991 Título original: LSD – Mein Sorgenkind Ernst Klett, Stuttgart, 1979 La paginación se corresponde con la edición impresa. Se han eliminado las páginas en blanco PRÓLOGO Hay experiencias sobre las que la mayoría de las personas no se atreve a hablar, porque no caben en la realidad cotidiana y se sustraen a una explicación racional. No nos estamos refiriendo a acontecimien- tos especiales del mundo exterior, sino a procesos de nuestro interior, que en general se menosprecian como meras ilusiones y se desplazan de la memoria. La imagen familiar del entorno sufre una súbita trans- formación extraña, feliz o aterradora, aparece bajo una luz diferente, adquiere un significado especial. Una experiencia de esa índole puede rozarnos apenas, como una brisa, o grabársenos profundamente. De mi niñez conservo en la memoria con especial vivacidad uno de estos encantamientos. Era una ma- ñana de mayo. Ya no recuerdo el año, pero aún pue- do indicar exactamente en qué sitio del camino del bosque del monte Martin al norte de Baden (Suiza) se produjo. Paseaba yo por el bosque reverdecido, y el sol de la mañana se filtraba por entre las copas de los árboles. Los pájaros llenaban el aire con sus cantos. De pronto, todo se apareció en una luz de- sacostumbradamente clara. ¿Era que jamás había mi- rado bien, y estaba viendo sólo ahora el bosque pri- 9 maveral tal como era en realidad? El paisaje resplan- decía con una belleza que llegaba al alma de un modo muy particular, elocuente, como si quisiera in- cluirme en su hermosura. Atravesome una indescrip- tible sensación de felicidad, pertenencia y dichosa seguridad. No sé cuánto tiempo duró el hechizo, pero re- cuerdo los pensamientos que me ocuparon cuando el estado de transfiguración fue cediendo lentamente y continué caminando. ¿Por qué no se prolongaba el instante de dicha, si había revelado una realidad con- vincente a través de una experiencia inmediata y pro- funda? Mi alegría desbordante me impulsaba a comu- nicarle a alguien mi experiencia, pero ¿cómo podría hacerlo, si sentí de inmediato que no hallaba pala- bras para lo que había observado? Me parecía raro que, siendo un niño, hubiera visto algo tan maravi- lloso que los mayores evidentemente no percibían, pues jamás se lo había oído mencionar. En mi niñez tuve posteriormente algunas más de tales experiencias felices durante mis caminatas por bosques y praderas. Ellas fueron las que determina- ron mi concepto del mundo en sus rasgos fundamen- tales, al darme la certeza de que existe una realidad oculta a la mirada cotidiana, insondable y llena de vida. En aquel tiempo me preguntaba a menudo si tal vez más adelante, cuando fuera un adulto, sería capaz de transmitirles estas experiencias a otras per- sonas, y si podría representar lo observado como poe- ta o como pintor. Pero no sentía vocación por la poesía o la pintura, y por tanto me parecía que aca- baría guardando aquellas experiencias que tanto ha- bían significado para mí. De modo inesperado, pero seguramente no casual, sólo en la mitad de mi vida se dio una conexión en- tre mi actividad profesional y la observación visio- naria de mi niñez. 10 Quería obtener una comprensión de la estructura y la naturaleza de la materia; por eso estudié quí- mica. Dado que ya desde mi niñez me había sentido estrechamente vinculado al mundo de las plantas, ele- gí como campo de actividad la investigación de las sustancias contenidas en las plantas medicinales. Allí me encontré con sustancias psicoactivas, generadoras de alucinaciones, y que en determinadas condiciones pueden provocar estados visionarios parecidos a las experiencias espontáneas antes descritas. La más im- portante de estas sustancias alucinógenas se ha hecho famosa con el nombre de LSD. Algunos alucinógenos ingresaron, como sustancias activas de interés cien- tífico, a la investigación médica, la biología y la psi- quiatría, y alcanzaron también una amplia difusión en la escena de las drogas, sobre todo el LSD. Al estudiar la bibliografía conectada con estos trabajos, llegué a conocer la gran importancia gene- ral de la contemplación visionaria. Ocupa un lugar importante, no sólo en la historia de las religiones y en la mística, sino también en el proceso creador del arte, la literatura y la ciencia. Investigaciones recien- tes han demostrado que muchas personas suelen tener experiencias visionarias en la vida cotidiana, pero que generalmente no reconocen su sentido ni su valor. Experiencias místicas como las que tuve en mi infan- cia no parecen ser nada extrañas. El conocimiento visionario de una realidad más profunda y abarcadora que la que corresponde a nuestra conciencia racional cotidiana hoy día se per- sigue por diversas vías, y no sólo por parte de adhe- rentes a corrientes religiosas orientales, sino también por representantes de la psiquiatría tradicional, que incluyen este tipo de experiencia totalizadora como elemento curativo fundamental en su terapia. Comparto la opinión de muchos contemporáneos de que la crisis espiritual en todos los ámbitos de 11 vida de nuestro mundo industrial occidental sólo po- drá superarse si sustituimos el concepto materialista en el que están divorciados el hombre y su medio, por la conciencia de una realidad totalizadora que in- cluya también el yo que la percibe, y en la que el hombre reconozca que él, la naturaleza viva y toda la creación forman una unidad. Por consiguiente, todos los medios y vías que pue- dan contribuir a una modificación tan fundamental de la experiencia de la realidad merecen una conside- ración seria. A estas vías pertenecen, en primer lugar, los diversos métodos de la meditación en el marco religioso o secular cuyo objetivo sea inducir una expe- riencia mística totalizadora y generar así una con- ciencia profundizada de la realidad. Otro camino im- portante, aunque todavía discutido, es la utilización de los psicofármacos alucinógenos que modifican la conciencia. El LSD, por ejemplo, puede servir de re- curso psicoanalítico y psicoterapéutico para que el paciente adquiera conciencia de sus problemas en su verdadera significación. A diferencia de las experiencias visionarias espon- táneas, el provocar planificadamente experiencias místicas totalizadoras, sobre todo mediante LSD y otros alucinógenos derivados, conlleva peligros que no debemos subestimar, si no se tiene en cuenta el efec- to específico que producen estas sustancias que pue- den influir en la esencia más íntima del ser humano. La historia del LSD hasta nuestros días muestra de sobra qué consecuencias catastróficas puede tener su uso cuando se menosprecia sus efectos profundos y se confunde esta sustancia activa con un estimulante. Es necesaria una preparación especial, interior y ex- terior, para que un ensayo con LSD se convierta en una experiencia razonable. La aplicación equivocada y abusiva han convertido para mí, el LSD en el hijo de mis desvelos. 12 En este libro quiero dar un cuadro detallado del LSD, de su origen, sus efectos y posibilidades de apli- cación, y alertar sobre los peligros que entraña un empleo que no tome en cuenta los efectos tan singu- lares de esta sustancia. Creo que si se lograra apro- vechar mejor, en la práctica médica y en conexión con la meditación, la capacidad del LSD para provo- car, en condiciones adecuadas, experiencias visiona- rias, podría transformarse de niño terrible en niño prodigio. 13 1 Cómo nació el LSD Dans les champs de l’observation le hasard ne favorise que les esprits préparés.* LOUIS PASTEUR Una y otra vez se dice y escribe que el descubri- miento del LSD fue casual. Ello es cierto sólo en par- te, pues se lo elaboró en el marco de una investiga- ción planificada, y tan sólo más tarde intervino el azar: cuando el LSD ya tenía cinco años experimenté sus efectos en carne propia... mejor dicho, en espíritu propio. Si recorro en el pensamiento mi trayectoria profe- sional, para averiguar todas las decisiones y todos los acontecimientos que dirigieron finalmente mi activi- dad a ese terreno de investigación en el que sinteticé el LSD, ello me lleva hasta la elección del lugar de trabajo al concluir mis estudios de química: si en algún momento hubiera tomado otra decisión, muy probablemente jamás se habría creado esa sustancia * (En los campos de observación el azar no favorece más que a las mentes preparadas.) 15 activa que con el nombre de LSD adquirió fama uni- versal. Al narrar la historia del nacimiento del LSD, debo hacer, por tanto, una breve referencia a mi carrera de químico, a la que se halla indisoluble- mente ligada. Tras la conclusión de mis estudios de química en la universidad de Zurich, ingresé en la primavera de 1929 en el laboratorio de investigación químico–far- macéutica de la empresa Sandoz de Basilea, como colaborador del profesor Dr. Arthur Stoll, fundador y director de la sección farmacéutica. Elegí este pues- to de trabajo porque aquí se me ofrecía la oportuni- dad de ocuparme en sustancias naturales. Por eso también deseché las ofertas de otras dos empresas de la industria química de Basilea que se dedicaban a la síntesis química. Primeros trabajos químicos Mi preferencia por la química de los reinos animal y vegetal había ya determinado el tema de mi tesis doctoral, dirigida por el profesor Paul Karrer. Me- diante el jugo gástrico del caracol común había lo- grado por vez primera la descomposición enzimática de la quitina, la materia esquelética que forma la caparazón, las alas y pinzas de los insectos, los can- grejos y otros animales inferiores. A partir del pro- ducto de escisión obtenido en la desintegración, un azúcar nitrogenado, podía deducirse la estructura quí- mica de la quitina, que es análoga a la de la celulosa, la materia esquelética vegetal.