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478 AÑOS DE PRESTIGIO MUNDIAL LUIS GONZAGA SÁNCHEZ ESPINOSA El notable poeta, dramaturgo, novelista y pensador francés Víctor Hugo, dijo que El fi n del arte es casi divino: resucitar, si hace historia. Tal es la apuesta de CECA, la Revista Institucional de Casa de Moneda de México, cuyo cuarto número es apenas un atisbo a la historia de grandeza acuñada, a lo largo de casi cinco siglos, por esta noble Institución de prestigio mundial, mostrándola ante nuestros ojos con esa majestuosa presencia que tienen las cosas eternas. De forma sobria pero elegante, en esta edición se cumplen las premisas que el autor de Los Miserables hace en torno al fi n de arte, ya que de forma amena y gozosamente visual, en estas páginas podemos disfrutar de un recorrido que nos permite ver hacia el pasado como si este acabara de suceder; al tiempo que nos instalamos en el presente y el futuro de la cultura y el arte numismáticos, vistos desde la óptica estética de diversos autores. Dentro de los más recientes de los muchos episodios de orgullo vividos por Casa de Moneda de México, se encuentran los Premios recibidos en honor a la belleza, el diseño y la forma de crear recuerdos que los artistas mexicanos de la Moneda poseen; por ello, en este número nos permitimos exhibir una colección tan hermosa como valiosa de Monedas y Medallas mexicanas que han sido distinguidas en diversos concursos mundiales. La numismática comienza con una moneda en los bolsillos, y el asombro que supone descubrir sus distintos signifi cados. Por ello, y para disfrute de los numismáticos más jóvenes, presentamos la novísima Colección de El Chavo del Ocho, y aprovechamos la ocasión para jugar con monedas, conocer el homenaje que se hace a los niños del mundo a través de la Moneda, y damos un vistazo hacia el origen de México como sociedad. El resultado: un verdadero paseo lúdico por distintos territorios del arte. Herederos de una tradición nacida en 1535, quienes trabajamos en la maravillosa tarea de formar esta Revista, queremos dejar patente nuestro deseo de estar a la altura de ese prestigio mundial ganado por Casa de Moneda de México a lo largo de los siglos; o al menos, a satisfacer la curiosidad de quien tome este ejemplar para descubrir la magia que cubre el metal del cual están hechas las monedas mexicanas: esa pátina divina que nos hace atesorarlas. CECA 5 LA CASA GILMA LUQUE Cuando era niña dibujaba siempre la misma casa, primero por fuera: la fachada con un sendero que crecía como serpiente desde la puerta y tenía fi n en el precipicio del papel. El dibujo evolucionaba, es decir que esa casa crecía no sólo en dimensión, también en perspectiva; y algunas características, como si fueran su personalidad: se consolidaban, por ejemplo las ventanas que se volvieron ventanales, a través de los cuales aparecían cuadros, libros, espejos. Un día la casa dejó de tener muros, se sostenía por su estructura, se veía su esqueleto y todo lo que la poblaba: eran una especie de teatro o caja de cristal, jamás lo pensé así, pero ahí estaban los cuartos amueblados llenos de detalles, como cualquier casa habitada. Ésta tenía un sótano en el que encontré un tesoro. No, yo no lo había dibujado. Cuando mi lápiz estaba por hacer una chimenea junto a un reloj antiguo dejó de pintar. Tenía punta, lo revisé. Lamí el plomo porque siempre he sido supersticiosa y si quieres que un dibujo cobre vida tienes que hacer algunos rituales. Puse el lápiz junto al reloj antiguo que marcaba las doce con diez minutos, pero otra vez se negó a dibujar la chimenea. Lápiz tonto. Tomé otro y después del lengüetazo caminó sobre el papel sin resultado. Estuve a punto de romper la hoja con toda la casa, la cual llevaba meses dibujando, pero mi lápiz comenzó a trazar una puerta que daba hacia abajo. No puede ser, pensé, esto es el sótano, no hay más abajo. El dibujó se negó a continuar. El lápiz se iba para otro lado, se detenía en detalles: las molduras, los apagadores, las manijas, las alfombras desgastadas y polvosas, los cojines mordisqueados por el perro, las gomas en los estuches del estudio, los objetos perdidos bajo el sillón. Nunca pude dibujar la chimenea en el sótano, nunca, al fi nal siempre aparecía aquella puerta pequeña en el piso. Pinté la casa a distancia con el fi n de poder ver qué había debajo de ella: tierra. Esa puerta tenía un conjuro. Me acostumbré a la intrusa, y un día abandoné la casa. Crecí. A los veintidós años, me fui a vivir a provincia, llegué a un departamento muy pequeño que olía a humedad, dormía en el piso no porque fuera pobre, lo hacía porque era libre. El baño estaba infestado de caracoles de un color blanco casi tranparente. Ahí soñaba dibujos. Cuando despertaba los llevaba al papel y luego los pegaba en la pared. En un sueño reapareció la puerta pequeña del piso, no lo podía creer, estaba ahí, de nuevo, después de muchos años. Tardé en reconocerla. Esbocé una casa otra vez. A pesar del tiempo mi dibujo fue el mismo de cuando era pequeña: las lámparas, el sendero, la tina del baño. Un amigo me dijo que lo materializara, que quizá podía encontrar el tesoro. Él bromeaba y yo lo hice aún con la sospecha de que podía quedar atrapada, de que lo que hacía era construir un lugar que me envolvía. Conseguí una casa de madera que llené de muebles miniatura. La casa de mis sueños medía menos de un metro. Fui haciendo cada cuarto poco a poco, pensé que los muebles tenía que fabricarlos yo 6 LA CASA PRESTIGIO MUNDIAL VIGENTE ALFONSO RODRÍGUEZ FACIO / SALVADOR GARCÍA LIMA El prestigio de la Ceca mexicana se ha ido labrando desde que en el Siglo XVI un creciente volumen de plata amonedada comenzó a fl uir desde la Capital de la Nueva España. En el segundo tercio del Siglo XVIII la moneda columnaria llevó ese prestigio a un nivel superior: su amplia aceptación en el lejano Oriente y su papel como moneda internacional en aquella época hablan por sí mismos. En nuestros inicios como Nación, la Casa de Moneda de México vivió un periodo de crisis heredado de los desajustes creados por la guerra de independencia: maquinaria obsoleta y en deplorable estado, la competencia de las casas de moneda virreinales de necesidad y luego el creciente fenómeno de las Cecas foráneas, colocaron a la Ceca mexicana al borde mismo de la ruina. La situación comenzó a revertirse a mediados del Siglo XIX, cuando aparejado al abandono de su casi tres veces centenaria ubicación dentro del complejo del Palacio nacional y la nueva concesión de su operación a particulares, la Ceca entró de lleno a la era del vapor. Con la ulterior reconversión tecnológica del parque industrial a energía eléctrica, la paulatina concentración de las actividades de amonedación en el establecimiento de la Capital y luego la recuperación total por parte del General Díaz del control de la Ceca mexicana, quedaron sentadas las bases para que el nuevo siglo fuera testigo de un sostenido crecimiento y desarrollo de la Casa de Moneda de México. Desde comienzos del Siglo XX comenzó a sentirse el nuevo impulso que el arte de acuñar recibía en México: la presencia de la Casa de Moneda de México en la Exposición Panamericana celebrada en Buffalo, New York en el año 1901, le mereció una mención honorífi ca por la presentación de una serie de fotografías que mostraban sus operaciones. Décadas más tarde, en la Exposición iberoamericana de 1929 en Sevilla, obtuvo la medalla de oro por “sus monedas de oro, plata y cobre”. Aunque no conocemos cuáles fueron las monedas participantes, esto nos habla de que para la época los trabajos de la Ceca habían alcanzado un nivel mucho más que aceptable. Para fi nales del segundo tercio del Siglo XX, los avances tecnológicos, así como la integración de un nuevo equipo de diseñadores, escultores y grabadores permitirían que la singular combinación de Arte y Técnica dieran a nuestra Ceca una nueva época de esplendor: 8 PRESTIGIO MUNDIAL VIGENTE COMIENZAN LOS PREMIOS… Lombardía, Italia, 1986. Moneda de $100°° conmemorativa del campeonato mundial de futbol 1986 A tan solo un año de distancia de que la Casa de Moneda de México pusiera en operación su planta de producción de monedas y medallas en metales fi nos en la Calzada Legaria, La Comuna Di Varesse en Italia otorgó su Oscar Internazionale Numismático a esta Moneda de $100°° conmemorativa del Campeonato Mundial de Futbol México 1986. El reverso de esta moneda acuñada en 1 onza de plata de Ley .720 muestra una composición que alude a las tres épocas históricas por las que ha transcurrido nuestra Nación: prehispánica, colonial y moderna. Integrada, en primer plano, por una fi gura azteca, así como una estilización ornamental que remonta al barroco mexicano; ambos elementos se sobreponen a la época moderna representada por un balón en movimiento, cuyas líneas cinéticas señalan su trayectoria. IBEROAMÉRICA… En 1992 como una forma más de conmemorar el quinto centenario del descubrimiento y evangelización de América, a iniciativa de la Ceca española se convocó a los países de Iberoamérica a participar en la acuñación conjunta de una serie de monedas alusivas, iniciativa a la que respondieron 13 países, México entre ellos. A la fecha se han lanzado ocho series, cada una con temas que sirven para resaltar los lazos que nos unen como naciones hermanas. El anverso de cada una de estas piezas lleva al centro el escudo nacional del país emisor enmarcado por los del resto de los países participantes en el programa.