ALCAÑIZ DE HUERVA: NOTAS PARA SU IDENTIFICACIÓN

José Luis Corral Lafuente

No es raro que suela perderse la memoria de lugares que un día fue- ron importantes pero que los cambios culturales han causado su aban- dono y su olvido. Esto es muy frecuente en los topónimos de época ibero- rromana, lo que ha provocado una verdadera catarata de estudios para la localización e identificación de los viejos topónimos con lugares actuales. Los historiadores de la Antigñedad ha debatido durante décadas —y lo siguen haciendo— la ubicación de topónimos como Tergacom, Damianu, Leónica o Beligio, empleando para ello todo tipo de argumentos, desde los meramente filológicos a los arqueológicos. La identificación de un determinado topónimo con el lugar al que referencia no es cosa baladí, pues en no pocas ocasiones esa identifica- ción supone una aportación de gran relieve a la historia general, ya que sirve para delimitar áreas de influencia, fronteras, trazado de caminos y vías, regiones administrativas, fases de una ocupación o conquista, etc. El caso que aquí nos ocupa es la identificación de Alcariiz del Huerva, un fuerte castillo que es conocido por algunas referencias documentales y cuyo topónimo ha causado no pocas confusiones en historiadores y filó- logos. En ocasiones, la existencia de dos topónimos del mismo nombre, o muy similar, en una misma región ha propiciado malentendidos que han propiciado errores de bulto. No es raro encontrar textos que confunden la Viena del valle del río Ródano (Vienne) con la actual capital de Austria, o a la del Ebro con la Siracusa siciliana, o a la del Moncayo con Tarragona. Yo mismo he podido comprobar cómo en el Archivo Histórico Nacional habia unos documentos de la de Rioja, un pequerio pueblecito próximo a Logroño, clasificados dentro de

41 JOSÉ LUIS CORRAL LAFUENTE las extensas series documentales de la Comunidad de aldeas de Daroca, la ciudad que daba nombre a una de las cuatro comunidades medievales aragonesas. En general, cuando dos topónimos coinciden en el nombre, lo habi- tual es adscribir al topónimo mayor, o al que se mantiene en la actuali- dad, todo lo referente al más pequerio o al desaparecido. Esto es lo que ha ocurrido con el caso de Alcariiz.

Alcariiz del Huerva y Alcariiz del Bajo Aragón. En la actualidad sólo existe en toda la Comunidad Autónoma Aragonesa un ŭnico Alcariiz, la ciudad que asentada sobre el río Guadalope se erige en capital comercial de la comarca del Bajo Aragón turolense. Pero no siempre ha sido así. En el Diccionario Geográfico Estadistico Histórico de J. Madoz, en el volumen que se editó en 1985 recogiendo en facsímil los topónimos de la provincia de Zaragoza de la edición alfabética para toda Esparia en varios tomos e 1845-1850, puede leerse en las páginas 34-35 lo siguiente: «Alcariicejo. Pardina de la jurisdicción de la villa de en el parti- do judicial de , provincia de Zaragoza, propiedad de los seriores marqueses de Tosos. Sita a tres cuartos de hora de la misma en la cum- bre de una peria dominada por dos colinas, de la cuales una se eleva al norte y la otra entre el sur y el oeste. Por debajo de la Peria corre el río Huerva hacia el sur, hacia cuya parte se ven unas ruinas llamadas el Puntarrón. Por efecto, sin duda, de corresponder a algŭn pantano, como lo indican algunas seriales que se encuentran, de haber elevado el agua desde este punto a unos edificios puestos a bastante altura, denominados las Herrerías, entre cuyos escombros se encontraron, no hace muchos arios, varios trozos de hierro. Forman en el día la pardina una iglesia bajo la advocación de San Bartolomé, de la que no queda ya en pie sino la nave principal con un altar, tres casas alrededor de ella de mediana construc- ción, y otras dos casas a media hora de distancia de las anteriores río abajo, a la parte del este; de las cuales la una de 70 palmos de alta, 40 de ancha y 120 de larga, es un hermoso molino harinero; y la otra más infe- rior encierra un batán y un tinte. Detrás de la referida iglesia hay unos medio derruidos torreones que demuestran por el espesor de sus paredes haber correspondido a alguna importante fortificación.» Se trata, pues, de un despoblado —que ya lo estaba a comienzos del siglo XIX— en el valle medio del Huerva, entre la actual localidad de Tosos y la presa del moderno embalse de las Torcas. F. Burillo localizó el castillo de Alcariiz del Huerva en las intensas y sistemáticas prospeccio- nes que realizó en la cuenca de este río para su tesis doctoral sobre el

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poblamiento de época ibérica en los valles del Huerva y medio, en cuyos trabajos colaboré entre 1976 y 1978. Al referirse a este yacimiento, dice Burillo (1980, 64-65): «Alcariicejo: Cerro ocupado por una fortaleza medieval construida con una base de mampostería de piedra. A escasos metros al suroeste se hallan los restos de un monasterio cisterciense. Aparecen materiales cerámicos de los siglos II y I a.C.» Alcariiz del Huerva, el Alcariicejo aludido, fue en su día un pequerio poblado asentado junto a una poderosa fortaleza ubicada en un picacho rocoso sobre el río Huerva. El poblado, existente de manera ininterrum- pida desde la época ibérica hasta al menos el siglo XIII, se abandonó con anterioridad a principios del siglo XV —tal vez con las crisis demográfi- cas del XIV?, tras la expulsión de los moriscos como parece que ocu- rrió en el mismo valle del Huerva unos kilómetros aguas abajo? (Souto, 1984, 12)—, aunque algunas casas siguieron habitadas de manera esta- cional hasta el siglo XIX; J. Madoz (p. 35) seriala cómo en ciertas épocas del ario siguen usándose algunas de sus casas por vecinos de Tosos que se trasladan allí para sus tareas estacionales. Segŭn Samsó (1978, 217), la presencia de topónimos como Alcariiz indica el establecimiento de árabes de habla oriental en al—Andalus, aunque segŭn Corriente (1978, 222) este topónimo tendría un origen his- pano, es decir, de «cariizo». Con la identificación de Alcariiz del Huerva muchas cosas comienzan a tener sentido. Cuando el recordado Antonio Ubieto (1953, 65) estudió la reconquista de Alcariiz creyó que el Alcariiz citado en un documento de 1124, y que publicara José María Lacarra (1982, 118-119, n°. 106), se refe- ría a la actual ciudad del Bajo Aragón. En dicho documento Alfonso I dona a dos hermanos llamados Fruela y Pelayo unos castillos junto al Huerva, entre ellos el de Alcañiz; el documento dice así: «In Dei nomine et eius gratia. Ego Adefonsus...dono vobis in illo rigo de Orba uno caste- llo cui dicitur Luco et Kacim et Iorba, ut sint vobis ad vestras propias hereditates, et insuper dono vobis altero castello quem dicitur Alkanic, quod habeatis de illum illas II partes per vestra hereditate et illa tercia parte quod teneatis illam per honorem pro me». Ubieto creyó que Luco, Kacim e Iorba eran tres castillos del valle del Huerva, mientras Alkanic era el castillo del Bajo Aragón, lo que le hizo suponer que los aragoneses habían conquistado de manera efimera la ciudad del Guadalope, para perderla poco después. Alfonso I pasó la segunda mitad del ario 1124 repoblando las tierras del Jiloca y el Huerva (Ledesma, 1980, 9), es decir, una de las dos grandes vías de comunicación desde el sur de al-Andalus hacia Zaragoza, y asen- tando las conquistas mediante la asignación de fortalezas a tenentes y creando la Orden de Monreal (Corral, 1987, 25). Lo que hizo en diciem- bre de 1124 con el Alcariiz del Huerva fue entregar su castillo, que ya exis-

43 JOSÉ LUIS CORRAL LAFUENTE tía desde la época musulmana, a los dos hermanos citados para que defendieran esa zona del valle del Huerva, vía habitual de comunicación entre Valencia y Zaragoza. El error de identificación quedó manifiesto incluso en los índices del volumen II de la nueva edición de los Documentos para el Estudio de la Reconqztista y Repoblación del Valle del Ebro de José María Lacarra, donde puede leerse (p. 118): «Alkanic (Alcariiz, p. j. (por partido judicial) Alcariiz». Exactamente lo mismo le ocurrió a Jaime Caruana (1953, 140) cuan- do estudió «Los seriores de Alcariiz», donde creyó que los hermanos Fruela y Pelayo habían sido los primeros seriores de Alcariiz (del Alcariiz del Bajo Aragón) antes de la reconquista definitiva de 1157. Pero el castillo de Alcariiz citado en el documento de 1124 no era el del Bajo Aragón, sino el del Huerva. Cristóbal Guitart (1976, 180) ya desesti- mó que Alcariiz del Bajo Aragón fuera conquistado en 1124 y afirmó que el Luco y Alcañiz citados en el documento de 1124 eran dos despoblados del término de Tosos. El propio Antonio Ubieto debió de darse cuenta de que algo no enca- jaba en su hipótesis de 1953 cuando en 1981 publicó su fundamental obra sobre la Formación Territorial de Aragón. En este libro omitió cualquier cita al anterior documento de 1124 y al estudiar la conquista del Alcariiz del Bajo Aragón no alude a ning ŭn precedente anterior a la intervención de Ramón Berenguer IV en 1157 (Ubieto, 1981, 233-237). En 1984 Antonio Ubieto publicó una nueva entrega de su genuina Historia de Aragón; en el tomo I de Los Pueblos y Despoblados incluyó el topónimo «Alcariicejo», del que encuentra menciones documentales como lugar habitado y castillo en 1124, 1220, 1280, 1348, 1364, 1357, 1371 y 1372, mientras que en 1785 era ya tan sólo un coto (Ubieto, 1984, 68-69). El documento de 1124 ya se incluye aquí en alusión al Alcariiz del Huerva y no al del Bajo Aragón, por lo que no entiendo cómo en los índi- ces de la reedición de los documentos de Lacarra, de 1985, que Ubieto revisó, se sigue identificando con el Alcariiz bajoaragonés. Antonio Ubieto fue el director de mi tesis doctoral sobre la Comunidad de aldeas de Daroca en los siglos XIII y XIV que presenté en marzo de 1983. Allí identifiqué los dos Alcariices y en la edición parcial de dicha tesis, al tra- tar la reconquista de las tierras de Daroca, ya serialé que «Alcariiz se ha con- fundido a veces con el Alcariiz de la Huerva» (Corral, 1987, 31-32).

El castillo de Alcaifiz de Huerva. En la hoja 439— del Instituto Geográfico y Catastral (escala 1/50.000, 2a edición,1954) aparece el topónimo Casa del Monte de Alcañiz en el término de Tosos, junto al caserío de Santa Bárbara. Antonio Ubieto

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(1984, 68) ubicó aqui el Alcariiz del Huerva, con las coordenadas L.: 41.19.10 y E.: 2.35.24 y una altitud de 720 metros. Pero ese lugar no corresponde a Alcariiz del Huerva, que se localiza, sin ning ŭn topónimo ni ninguna otra serial que lo indique, en la misma hoja en las coordena- das L. 41.18.00 y E. 2.36.30. El castillo de Alcariiz se halla sobre un escarpado cerro que cae corta- do a pico sobre el curso del rio Huerva, justo mil metros aguas abajo de la presa del actual pantano de la Torcas y a poco más de kilómetro y medio aguas arriba del pueblo de Tosos. La posición el castillo controla el paso del rio y desde la atalaya de su posición se divisa un amplisimo panorama. En esa zona el valle del Huerva presenta un ligero ensanche apto para los cultivos de huerta. El castillo se conserva muy bien. Se trata de un amplio torreón de plan- ta exagonal fabricado con mamposteria trabada con cal y asentado sobre la roca viva. El torreón se compartimenta en su interior en dos estancias en vertical y tres pisos cada una en horizontal. Junto al torreón hay una serie de dependencias de las que apenas quedan los arranques de los muros. En el lado norte se abre una puerta que conducia a una gran cis- terna construida mediante una excavación en la roca a la que luego se le ariadió una obra de fábrica en mampuesto para cerrar el lado que da al rio. A los pies del castillo, en una pequeria vaguada protegida de los vien- tos dominantes, aparecen restos de un pequerio poblado, habitado desde época ibérica hasta el siglo XIV, en el que todavia pueden apreciarse res- tos de muros de piedra y adobe y fragmentos cerámicos. La disposición del castillo y del poblado es muy similar al que locali- zamos y estudiamos en el valle del Jalón y que corresponde al Alcocer citado en el Poema del Cid (Corral y Martinez, 1987).

Alcañiz de Huerva en el caMino musulmán a Zaragoza. A través del rio Huerva discurria un importante camino que unia las tierras de Levante y las del valle del Ebro. Dicho camino existia al menos desde la época ibérica y fue potenciado por los romanos y más tarde por los árabes. Baste citar los puentes —fechados como romanos— localiza- dos en Villarreal, , Luco, Cucalón y Villahermosa (Liz, 1985, 54, 56, 60, 64 y 73). En época árabe fue muy frecuente, sobre todo en los siglos X y XI, el uso de este camino. Era uno de los que utilizaban los ejér- citos cordobeses para dirigirse hacia la siempre rebelde Marca Superior, o para realizar aceifas contra los cristianos del norte. Alcariiz del Huerva está situado en un lugar estratégico en el camino del Huerva; y aunque Francisco Burillo (1980, 64) afirma que por Alcariicejo «no atraviesan caminos importantes», en el mapa de la página

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269 lo convierte en un punto de encrucijada de vías de comunicación. Y sin duda lo era, pues el valle del Huerva es uno de los pasos naturales hacia el sur desde el valle del Ebro. Y ya lo fue en época ibérica, como bien lo atestigua la presencia de la ciudad de Contrebia Belaisca, de gran importancia geoestratégica, en su valle bajo. Comienza ahora a investigarse la relación entre las calzadas romanas y los caminos musulmanes en la Península Ibérica. Incluso muchos de los topónimos citados en los itinerarios romanos, cuya identificación ha cau- sado tantos quebraderos de cabeza a los estudiosos de los caminos, empiezan a tener sentido al ponerlos en relación con las fuentes de época musulmana. En este sentido es modélica la tesis doctoral de Francisco Franco Sánchez sobre los caminos andalusies en la Mancha Oriental (1995), con una amplísima y enriquecedora introducción sobre los cami- nos en al-Andalus. No obstante, arqueólogos, historiadores de la Antig ŭedad y medieva- listas siguen dándose lamentablemente la espalda, en ŭnico perjuicio del progreso de la investigación. Y eso a pesar de que se ha puesto de mani- fiesto, en las contadísimas ocasiones en que se ha intentado, los benefi- cios que procura la investigación multidisciplinar. Un ejemplo puntual, pero muy significativo, ha sido la identificación del topónimo Leónica. Aunque algunos autores afirmaban que Leónica estaba situada en el valle del Jiloca, la opinión mayoritaria venía atribu- yendo la Leónica que aparece como una de las mansiones de la calzada romana citada en el itinerario del Ravenate al Bajo Aragón. Pero en al- Muqtabis V de Ibn Hayyan, traducido por Federico Corriente y María Jesŭs Viguera, al describir uno de los itinerarios de Abdarrahman III entre Córdoba y Zaragoza se cita el topónimo L.nqa en el valle del Jiloca. J. Gómez Pantoja (1989-1990, 258) no ha dudado en identificar el topó- nimo L.nqa con la Leónica romana, en concreto con el yacimiento roma- no del cerro de San Esteban en El Poyo del Cid, que ya excavaran Purificación Atrián y Francisco Burillo. En efecto, la ruta que sigue Abdarrahman III hasta Zaragoza coincide en buena medida con la vía Laminio, que desde las tierras de la Mancha se dirigía hasta Zaragoza. Pero el trabajo de Gómez-Pantoja ha servido de poco, pues en un reciente libro de José Angel Asensio (1995, 328), al citar el yacimiento de San Esteban del Poyo del Cid obvia la información publicada seis arios antes, que de conocerla le hubiera resuelto algunos de los problemas que se plantea; y lo mismo ocurre con el excelente trabajo a cerca de las fuen- tes literarias sobre la Celtiberia de Álvaro Capalvo (1996). En ninguno de esos dos trabajos hay una sola alusión a fuentes poste- riores al siglo III o a trabajos de época medieval. El resultado de ambos es que sigue en pie la confusión de topónimos y caminos y sus identifi- 46 ALCANIZ DE HUERVA: NOTAS PARA SU IDENTIFICACION caciones que ya hicieran afirmar a Martín Almagro (1953, 180) que «el trazado del Itinerario de Antonino de Zaragoza a Laminio es el más oscu- ro de todos los españoles». Dos son los itinerarios latinos que nos interesan para esta zona: el de Antonino cita, desde Zaragoza hacia el sur, los siguientes topónimos: Contrebia (sin duda el yacimiento de «Cabezo de las Minas», junto a , muy conocido por sus bronces en las lenguas celta y latina), Sermona, Carais, Agiria, Albonica (existe una localidad llamad Alba en el valle alto del Jiloca) y Urbiaca; y el Ravenate, también de Zaragoza hacia el sur, cita a Contrebia, Auce (que quizás haya que relacionar con la región de Daroca — Jiloca: Dar-Auca y Sil-Auca), Leónica (el yacimiento de San Esteban del Poyo del Cid), Gergium, Articabis y Precorium. Me da la impresión de que estos dos itinerarios están dibujando las dos rutas habituales en la alta Edad Media entre las tierras de y Zaragoza. La primera, es la que se desvía a la altura de Calamocha hacia el Huerva, por Alcañiz del Huerva; y la segunda, la que siguiendo por el Jiloca llega a Daroca, y de allí a Zaragoza. Es decir, aproximadamente las dos rutas que siguen las actuales vías de comunicación: el ferrocarril la primera y la carretera nacional la segunda. Ambas confluyen a la altura de Muel y desde este lugar contin ŭan unidas hasta Contrebia y Zaragoza. María Ángeles (1987, 199-200) hace pasar la vía de Laminio a Zaragoza por Calamocha, en cuyas inmediaciones o allí mismo locali- za Agiria, y desde aquí a Lechón y Cuencabuena, por donde sit ŭa a Carae, y a , Romanos, , Villarreal y Caririena, coincidiendo con la actual línea férrea Valencia-Zaragoza. Esa misma vía es la que repro- duce Zanón (1986, 48) al estudiar el itinerario de Abdarrahman III hacia Zaragoza en el ario 935, ubicando as-Safsaf en un lugar no identificado entre Caririena y , aunque no llega a asimilar el topónimo L.nqa del itinerario musulmán con la Leónica romana. Claro que también pudiera haberse producido el cambio de los topó- nimos en los dos itinerarios, referidos a dos épocas distintas, dada la fun- dación —y abandono— de ciudades y otros n ŭcleos de población de ciu- dades de época iberorromana. El presentar todas las vías bajo una misma cronología puede confundir los resultados finales. Por ejemplo, antes de la fundación de Leónica es imposible que esa ciudad se cite en un itine- rario. Es preciso por tanto tener en cuenta la cronología de los itinerarios y de los yacimientos antes de trazar las rutas de los caminos. Sí que identifican, siguiendo a Gómez-Pantoja, Burillo y otros (1995, 256-257) a L.nqa con Leónica, en el Poyo del Cid, a la que confieren carácter de ciudad debido a sus 10 hectáreas de extensión. El acierto de identificación de L.nqa con Leónica no ha tenido su paralelo con Alcariiz. Gómez Pantoja (1989-1990, 258, nota 17) confunde

47 JOSÉ LUIS CORRAL LAFUENTE los dos Alcariices, al creer que el citado en el Poema del Cid es el del Bajo Aragón, y no el del Huerva. Con la confusión de los dos Alcariices, las rutas y los itinerarios de época musulmana vuelven a parecer tan confusos como los de época romana. La mención más antigua que conozco sobre Alcariiz del Huerva es una cita de al-'Udri del ario 878, que Carlos Laliena (1987, 18) identifica con el Alcariiz del Bajo Aragón. Esa primavera el ejército de Córdoba realizó una aceifa contra Zaragoza, donde se había hecho fuerte Isma'il ibn Musa. El ejército emiral acampó en «al-Kanisa», donde se celebró un combate el día 6 de junio «que duró todo el día». Desde Alcariiz del Huerva el ejército pasó cerca de Zaragoza para después asolar el valle del Jalón (Granja, 1967, 475). El ejército emiral debió de seguir la ruta que el propio al-'Udri establece entre Córdoba y Zaragoza, y que tras llegar a Teruel pasaba por Garad.s —una ciudad el valle alto del Jiloca—, Calamocha, Daroca y Alfamén (Granja, 1967, 456). Yaqut cita a Alcariiz con el apelativo de bisn (castillo). Este autor musulmán habla de un castillo, llamado Qanis, dependiente de Zaragoza (Abd al-Karim, 1974, 238). Viguera (1980, 20) lo identifica, al igual que el citado por Ibn Hayyan, como el del Bajo Aragón. En el ario 924 el califa Abdarrahman III se dirigió desde Córdoba hacia Zaragoza, siguiendo una extraria ruta que pasaba por Valencia. Desde allí pacificó Tortosa y luego, pasando por Alcariiz, se dirigió hacia Tudela. María Jesŭs Viguera (1995, mapa en página 57) cree que este Alcariiz que cita Ibn Hayyan es el Alcariiz del Bajo Aragón. Para mí, la cosa no está tan clara; Ibn Hayyan (1981, 148) dice sobre esta camparia que el califa «avanzó a la Marca Superior, con tropas tan numerosas como los guijarros, hasta hacer alto en Alcariiz, en los alfoces de Zaragoza, y subir luego desde allí a Tudela». Si, como ha sido habitual, se identifica este Alcariiz con el del Bajo Aragón, los caminos y sus cami- nantes parecen haber sufrido de una cierta esquizofrenia geográfica. Ante esta incongruencia, María Jesŭs Viguera, siguiendo a Ibn Jaldŭn (1995, mapa en página 57 y nota 4 en página 148), intentando racionalizar el iti- nerario de Abdarrahman III, lo hace ir de Córdoba a Valencia y Tortosa y desde allí subir por el Ebro hasta Alcariiz, para lo que hubiera debido salirse de la ruta del Ebro unos cuantos kilómetros, hasta Zaragoza. Pero si reducimos el término Alcañiz que cita Ibn Hayyan al Alcariiz del Huerva, todo comienza a tener lógica, sentido com ŭn y raciocinio geográfico. Los caminos seguidos por los ejércitos musulmanes desde Córdoba hacia la Marca Superior se circunscribían a dos grandes itinerarios gene- rales. Uno de ellos se realizaba a través de Toledo, y desde esta ciudad por el valle del Henares y luego por el del Jalón hasta Zaragoza. En ocasiones 48 ALCANIZ DE HUERVA: NOTAS PARA SU IDENTIFICACIÓN se empleaba una ruta altemativa, desviándose en la actual Alcolea del Pinar hacia Molina de Aragón y desde allí, por la laguna de hasta Daroca. La segunda gran ruta subía desde Córdoba hacia la Mancha y conti- nuaba por la vía Laminio hasta Teruel. Ibn Hayyan (1981, 269) detalla esta ruta, seguida por el califa en el ario 935, a partir de Teruel de la siguiente manera: «...a Teruel y confines del distrito de Santaver, luego a la acam- pada de Salis, vecina a la fortaleza de as-Sahla en el distrito de los Banu Razin, luego a Mahallat L.nqa, junto a Calamocha, a Hisn ar-Rayahin en distrito de los Banu Razin, y desde allí a Mary..., una de las alquerías del río cerca de Daroca...desde la acampada de al-Mary, el sultán pasó a la de as-Safsaf, en el distrito de Zaragoza, y desde allí a la acampada de Muel». La ruta iba de Teruel hasta as-Sahla —probablemente la actual Cella—, para desde allí descender por el amplísimo valle alto del Jiloca hasta L.nqa, la antigua Leónica que citan Plinio y Ptolomeo, el actual yacimien- to romano ubicado en el cerro de San Esteban del Poyo del Cid. A partir de aquí existen dos posibilidades; una es seguir Jiloca abajo hasta Daroca y desde Daroca o bien hacia o bien hacia Zaragoza. En esta ruta quedan por identificar muchos topónimos; Salis, Hisn ar-Rayahin, Mary y as-Safsaf quizás correspondan a lugares actuales que cambiaron de nom- bre con la ocupación cristiana —baste citar los casos de San Martín, Villafeliche y , que existían en época islámica sin duda con otro nombre—, o tal vez a despoblados que se abandonaron en el momento de la conquista cristiana entre 1120 y 1122 —como el despoblado de cerro Almada, cerca de Villareal de Huerva—, pues no faltan citas documenta- les que refieren que entre Daroca y Valencia toda la tierra quedó desierta. El geógrafo árabe Idrisi (1974, 182) recoge que de Valencia a Zaragoza, por la vía que pasaba por Cutanda, había nueve jomadas, y que a dos jomadas de Cutanda estaba el citado castillo (hisn) de ar-Rayahin y a otras dos jomada de él Alpuente. Este ramal de la vía (mejor vías) de Valencia a Zaragoza fue el que siguió en 1120 el ejército almorávide que fue derrotado por Alfonso I de Aragón en el llano de la Celada en la famo- sa batalla de Cutanda. Así, a la luz de los documentos y de la arqueología aparecen varios ramales en la vía que unía Zaragoza con el Levante, que son usados alter- nativamente en función de diversos intereses geopolíticos.

Alcariiz de Huerva en el Poema del Cid. El Poema del Cid ha sido analizado casi siempre como un texto lite- rario. Pero es indudable que contiene toda una serie de datos histórico- geográficos de una exactitud que no hay que despreciar. Fue primero Ramón Menéndez Pidal (1929) quien se acercó al Poema desde una pers-

49 JOSÉ LUIS CORRAL LAFUENTE pectiva histórica y más tarde hizo lo propio Antonio Ubieto (1973), pero ambos ignoraron el método arqueológico, que se ha demostrado funda- mental para analizar la carga histórica que contiene, lo que propició el que ambas obras estén llenas de errores en cuanto a la identificación de los topónimos se refiere. El uso del método arqueológico nos permitió localizar dos de los topónimos que aparecen en el Poema y que no se habían localizado hasta entonces. Se trata del castillo—poblado de Alcocer y del castillo del Otero del Cid. Mediante la utilización de las fuentes escritas y la prospección arqueológica localizamos el despoblado de Alcocer en la orilla izquierda del curso del río Jalón, a mitad de camino entre las actuales localidades de y , y castillo del Otero del Cid, sobre un cerro en la orilla derecha del Jalón, justo frente a Alcocer (Corral y Martínez, 1987). Francisco Martínez ha realizado excavacio- nes arqueológicas en el Otero del Cid que han sacado a la luz los res- tos de la fortificación cidiana de finales del siglo XI (Martínez, 1989). Para localizar Alcocer hubo quien buscó entre los lugares actuales más o menos cercanos, como Castejón de las Armas o Perialcázar, e incluso quien, como no aparecía ese nombre entre los topónimos actuales, creyó que se trataba de una mera invención literaria, elaborando al respecto peregrinas teorías sobre el Poema del Cid. La cuestión era más sencilla; si Alcocer y el Otero del Cid habían exis- tido alguna vez, sólo había que buscarlos usando el método arqueológi- co. Así se hizo, y así se encontraron. Con Alcariiz del Huerva, el método a seguir era el mismo. En efecto, en el Poema del Cid aparece citado el topónimo Alcariiz entre los versos 935 y 940. La cita textual es la siguiente (Anónimo, 1988, 128): «Nlon lo tardó el que en buen ora nascó, priso dozientos cavalleros escollechos a mano, fizo una corrida la noch trasnochando; tierras d'Alcañiz negras las va parando, e a derredor todo lo va preando. Al terçer día, don ixo i es tornado.» Todos los estudios del Poema, sin excepción, han identificado este Alcariiz con el del Bajo Aragón. Montaner Frutos, en su estupenda edi- ción anotada sobre el Poema del Cid (Montaner, 1993, 481) vuelve a identificar el Alcariiz del Poema con el del Bajo Aragón, desestimado la que hicimos con el del Huerva. Pero Montaner emplea de nuevo exclu- sivamente los datos literarios del Poema, lo que supone el uso de una base argumental muy parcial. Seriala además que el Alcañiz del Huerva es un lugar muy poco relevante, de ahí, seriala, el calificativo de 50 ALCANIZ DE HUERVA: NOTAS PARA SU IDENTIFICACIÓN

«Alcariicejo», como para despertar las apetencias del Cid (Montaner, 1993, 481-482). Pero Alcañiz no era irrelevante como centro estratégico y punto de control de las comunicaciones desde el sur hacia Zaragoza por el Huerva. La estrategia del Cid está cada vez más clara si se tienen en cuenta estos parámetros y no se hace ir a Don Rodrigo Díaz de Vivar de un lado para otro de la actual provincia de Teruel y usar el Poema unas veces al pie de la letra y otras no, segŭn interese. Nosotros ya hicimos constar el error (Corral y Martínez, 1987, 44), identificando el Alcariiz citado en el Poema con Alcariiz del Huerva: «El Alcariiz que aparece en el verso 936 del Poema del Cid no es la ciudad de Alcariiz del Bajo Aragón sino un despoblado ubicado en el curso medio del río Huerva, en la comarca de Caririena, al cual se puede acceder desde el Poyo por el valle alto del Huerva con suma facilidad» (Corral, 1991, 38). Se subsana así una nueva esquizofrenia geográfica. Al identificar el Alcariiz citado en el Poema con el del Bajo Aragón, las camparias del Cid desde su fortaleza del Poyo adquieren una nueva perspectiva. Para los editores del Poema era difícil entender textualmente que en una campa- ria de tres días el Cid fuera desde el Poyo hasta el Bajo Aragón, sometie- ra a Alcariiz y regresara al Jiloca. En efecto, Alcariiz del Bajo Aragón se encuentra a una distancia de unos 115 kilómetros del Poyo del Cid, lo que supondría la imposibilidad de hacer ese viaje en una sola jornada. Pero la cosa cambia si el Alcariiz del Poema se identifica con el Alcariiz del Huerva. Entre el Poyo y Alcariiz del Huerva apenas hay una distancia de 50 kilómetros, que pueden ser recorridos, como se afirma en el Poema, en una sola jomada por una par- tida de doscientos caballeros. Cobran asi nuevo sentido estos versos. El Cid salió de su fortísima fortaleza del Poyo, siguió el camino que siglo y medio antes habían recorrido los ejércitos califales, tomando la ruta desde Calamocha hacia el norte —exactamente la misma que hoy sigue la vía férrea Zaragoza-Valencia— para dirigirse a la actual localidad de y desde allí atravesar la sierra del Peco por el fácil paso que se abre entre y Fombuena, para alcanzar el curso del Huerva cerca de , aguas abajo de Vistabella y seguir el valle ape- nas diez kilómetros más descendiendo hasta Alcariiz. Una vez allí el cami- no continua valle abajo hasta Muel y Zaragoza. Es cláro que en el Poema se dice que tras salir del Poyo el Cid fue al Pinar de Tévar —sobre cuya localización ni mucho menos está la cosa tan clara como parece querer Montaner (1993, 480) en la zona de —, pero no dice que fuera desde Tévar desde donde se dirigió a Alcariiz, sino que fue al encuentro de Minaya, que venía. con nuevas tropas desde Castilla; creo que el lugar de encuentro debió de ser el Poyo, una fortale- za estable creada por el Cid en uno de los caminos de Castilla hacia el Jiloca, que ya siguiera 'Abderraman III en 935. Al regreso de Zaragoza en

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935, Abdarrahman III siguió una ruta hacia el Tajo que pasaba por Zaragoza, Muel la fortaleza de Rynws (sin localizar), Daroca, la laguna de Gallocanta y Molina,para desde esta fortaleza alcanzar el curso del Tajo y descender por él, hacia Toledo (Ibn Hayyan, 1980, 271); es decir, precisa- mente por la laguna de Gallocanta quizás la Alucant del Poema, mejor que Olocau del Rey, en la actual provincia de Castellón, la misma ruta que debió de seguir Minaya para acudir ante el Cid con las tropas de refresco. Otros topónimos del Poema como Huesca o Monzón, ya han sido reducidos a sus justos términos, es decir, a las actuales Huesa del Comŭn y Monforte de (Ubieto, 1973, 99-100, y Corral, 1991, 39) a poco más de cuarenta kilómetros del Poyo. Se dibuja así una nueva, precisa y lógica geografía del Cantar. El Cid, desde el Poyo, controla una región de aproximadamente cuarenta kilómetros de radio, es decir, las localidades ubicadas a una jornada de distancia del centro de operaciones en que se convirtió el castillo del cerro de San Esteban en el Poyo del Cid (Corral y Martínez, 1987, 44). Y todavía podríamos ajustar a ŭn más esta cuestión si redujéramos la Zaragoza del Poema con la actual Calamocha, como ya apuntó Ubieto (1973, 97). El Cid, sometidas las tierras del Jiloca y sus alrededores, y siguiendo, como fue su práctica habitual, los caminos musulmanes (Almagro, 1952, 192-193) siguió camino hacia Jérica, Onda y Almenar, es decir, continuó por la ruta tradicional del valle del Jiloca y después por el Turia hacia Levante, por Jérica, para acabar en Sagunto y Valencia (versos 1085 a 1097 del Poema del Cid). Con estas nuevas reducciones, los caminos de esta zona del Sistema Ibérico aragonés comienzan a tener sentido y dejan de ser un verdadero laberinto en el que nos perdíamos en especulaciones. Y no sólo se perfi- lan ya unos caminos lógicos y estables a lo largo de la historia antigua y medieval, sino también unas pautas del poblamiento en época islámica, condicionadas por los caminos y por los sistemas hídricos, como se ha puesto de manifiesto en el estudio de la presa de Almonacid de , para cuya comarca se ha avanzado la hipótesis del asentamiento de bereberes en la segunda mitad del siglo VIII, traídos por los omeyas para controlar las rutas que unían Valencia y Zaragoza (Arenillas y otros, 1996, 176-177). Por fin, el Poema de Cid, nuestro más importante monumento épico, adquiere un nuevo significado, ya serialado por nosotros (Corral y Martínez, 1989, y Corral 1991) y lejos de seguir planteando problemas irresolubles se ofrece como solución a varias de esas cuestiones. En suma, si seguimos de espaldas unos con otros, si cada especialista se dedica a estudiar «su época» o «su campo de trabajo» sin tener en cuenta a los de otras disciplinas, ni querer aprender de los demás, segui- remos inmersos en un laberinto de caminos que sabremos describir e incluso recorrer pero que no nos llevarán a ninguna parte. Lástima que sean todavía muchos quienes sigan sin querer verlo.

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Principales Carninos en los valles del Jiloca, Jalón y Huerva en el siglo XI

Frontera REINO DE segunda mitad ARAGÓN del siglo XI

Rio Ehro

REINO TAIFA Zaragoza DE ZARAGOZA Bototam Río Jakin Muel (Contrebia) Calatayud Río Huerra AlcocsrCariñena A • Río Aguas Vivas n o Otero del Cid ALCAÑIZ • Rio 4íariin Río Guadalope Daroca BAJO Laguna de Alcaftiz GalPtunta\„1 A Córdoba 4k— ss., El poyo del Cid Vb ,11Calamocha (Leónica) Monreal

Cella REINO TAIFA Albarracin ALBARRACIN °Río TUtiCI

Principales caminos 0 5 10 20 30 Km. o Ciudades de época romana 1::1N6M611d • Ciudattes de epoca istámica A Valencia • Poblaciones actuales . Castillos del Cid A Córdeba Aleañicejo

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Ubicación del Castillo de Alcañiz del Huerva

Ubicación del despoblado de Alcariiz de la Huerva (Alcariicejo) en el valle medio del río Huerva, segŭn el plano escala 1/50.000 en el original. Río Zaragoia Catzmi.yuci El valle, en este tramo, se Rio Ebro halla actualmente muy modi- ?io Huerva V ficádo debido al moderno Rio Jiloca embalse de las Torcas. Pueden leerse los topónimos «Camino de Alcariiz» y 1159 «Monte de Alcariiz» (en subrayado nuestro).

0 2 Km.

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1.Vaguada por la que discurre el camino desde Castilla y la laguna de Gallocanta al Jiloca por Daroca. Al fondo Castilla y delante, a la izquierda, el castillo de , con ruinas celtibéricas en su parte inferior (Foto J. L. Corral)

2. Camino de Gallocanta a Daroca en el puerto de Balconchán, a 1100 metros de altitud. Puede verse el camino a la derecha y a la izquierda un montículo con un peirón donde se ubicaba un torreón celtibérico desde el que se domina todo el valle medio del Jiloca y el valle alto del Huerva (Foto J. L. Corral). 57 JOSÉ LUIS CORRAL LAFUENTE

z • 3. Excavación en las rocas del puerto de Balconchán para habilitar el camino de Gallocanta a Daroca. Al fondo el valle medio del Jiloca, con la ciudad de Daroca a la izquierda, y más allá el valle alto del Huerva (Foto J. L. Corral).

4. Cerro de San Esteban (EI Poyo del Cid, Teruel), visto desde el norte. En la cum- bre se ubican los restos del castillo que construyó el Cid (Foto J. L. Corral).

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5. «Mota» de piedras procedente del derrumbe de los muros de la fortificación del Cid en el cer-ro de San Esteban (El Poyo del Cid, Teruel).

6. Valle medio del Jalón. Al fondo en el centro, en una vaguada entre pinos, se levantaba la aldea y castillo de Alcocer, que, seg ŭn el Poema, tomó el Cid median- te una hábil estratagema. La fotografía está obtenida desde el Otero del Cid (Ateca), la fortificación del guerrero castellano en el valle del Jalón (foto J. L. Corral).

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7. Huellas superficiales de muros del castillo del Cid en el Otero del Cid (Ateca), antes de procederse a la excavación arqueológica. La fortificación es similar a la de El Poyo del Cid (Foto J. L. Corral).

8. Castillo de Alcañiz del Huerva desde el oeste, sobre el valle del Huerva; al fondo las ŭltimas estribaciones del Sistema Ibérico (Foto J. L. Corral). Hay restos del poblado al pie de la ladera de la izquierda.

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9. Castillo de Alcañiz del Huerva desde el este. Obsérvese su enriscada posición sobre el valle del Huerva, muy estrecho y encajonado en esta zona (Foto J. L. Corral).

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10. Fachada norte del castillo de Alcariiz del Huerva. En el centro, semioculta por los matorrales, la puerta lateral que conducía hasta el aljibe (Foto J. L. Corral).

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1 I. Aljibe del castillo de Alcañiz del Huerva. Construido mediante el tallado de la roca en forma de botella y cerrado por un muro de mampuesto que aparece en primer término (Foto J. L. Corral).

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12. Curso del Huerva desde los riscos del castillo de Alcañiz. Pese a lo angosto del terreno, las márgenes del río están ocupadas por pequeñas huertas, algunas de las cuales han sido plantadas con chopos (Foto J. L. Corral).

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