PROCESO HISTÓRICO Y CONSTRUCTIVO La primitiva parroquia de Cañete la Real ya existía en 1526 siendo su titular San Sebastián. Tenía planta basilical de tres naves y se cubriría con armadura de madera, como era habitual en las parroquiales de finales del siglo XV y comienzos del XVI. Estaba bien dotada y sabemos que para ella el que fue Maestro Mayor de la Catedral de Sevilla, Pedro Díaz de Palacios, en 1586 dió la traza para un monumento que Juan Bautista Vázquez y Jerónimo Hernández se comprometían a hacer, siendo fiador Juan de Oviedo; también contaba con un coro y buen órgano que en octubre de 1716, al ser derribada la parroquia, fue desmontado y trasladado por el maestro de órganos de Málaga Antonio Morodo. La parroquia actual, sobre la que se centra este estudio, es obra de notable interés por sus caracteres formales, pero además porque, realizada a lo largo de una serie de etapas, en ella intervinieron importantes maestros de la escuela sevillana. En 1715 la parroquia se encontraba en estado ruinoso, informando los encargados de la Fábrica que la techumbre se estaba hundiendo y que se veía conveniente acabarla de derribar y hacerla de nuevo, solicitándose la presencia del Maestro Mayor de Fábricas del Arzobispado, para su reconocimiento; lo era entonces Diego Antonio Díaz, quien, en informe fechado en agosto de ese año, indicó, después de reconocer la iglesia, que la mejor solución y más económica era demolerla e invertir el dinero de la reparación y los materiales en una iglesia nueva, la cual ya se había empezado sin la oportuna licencia, pues el Cabildo sólo tuvo noticia de ella a través de este informe. Sin embargo, a juicio de la Diputación de Negocios, que llevaba a su cargo las obras en que debía intervenir el Cabildo, el maestro se había excedido en su cometido al informar sobre la conveniencia de continuar la nueva iglesia, por no habérsele solicitado. El maestro justificaba el informe en que la obra estaba avanzada y sólo faltaban trece varas correspondientes a los dos últimos intercolumnarios, zona que estaba incluso sin cimentar. La nueva edificación, que limitaba con la vieja, tenía también tres naves y sólo se habían construido dos de sus tramos más amplios y, posiblemente, una pequeña capilla mayor A pesar de las reticencias de la Diputación de Negocios el Provisor del Arzobispado dio licencia para demoler la iglesia vieja por su estado ruinoso, y proseguir “la obra de la iglesia nueva que está comenzada”, aplicándole diferentes rentas: 5.600 r. del alcance del Mayordomo de Fábricas anterior, el sobrante anual de la renta de la iglesia una vez deducido el importe de las obligaciones ordinarias y extraordinarias y la cuarta parte de los diezmos . Sin embargo en la reunión del cabildo catedralicio celebrada el 19 de agosto se instó a la Diputación para que el Provisor se opusiera a dicha obra y se solicitó el reconocimiento de otros maestros . Estos fueron Cristóbal Portillo de Abilla y Lorenzo Fernández Iglesias quienes, junto con Diego Antonio Díaz, el 3 de junio de 1716 declararon ante notario que habían reconocido ambas iglesias remitiéndose Díaz a su informe anterior y los otros lo apoyaron, al afirmar que no valía la pena arreglar la parroquia vieja, que siempre quedaría imperfecta por afluir las aguas a una canal maestra que estaba entre las dos iglesias y disponerse la nueva en posición contraria a la vieja, insistiendo en continuar la iglesia nueva. También describen la obra ya realizada que estaba muy adelantada pues se encontraba incluso enlucida y tejada y era la que servía a los vecinos para el culto, pero resultaba aún pequeña para el número de habitantes, por ello los maestros se ratifican en la conveniencia de continuar los tramos que faltaban, obra que aprovechando los materiales del derribo de la iglesia vieja no excedería en mucho la cantidad calculada por Diego Antonio Díaz en su informe anterior. El 21 de octubre de 1716 comenzó el derribo realizando este trabajo el maestro de Cañete Alonso Domínguez y el 2 de diciembre de 1717 empezaron a abrirse las zanjas para los cimientos de la obra nueva, por orden y proyecto del maestro Diego Antonio Díaz; la obra recayó en el maestro albañil de Sevilla Silvestre Tirado colaborando el oficial José de Usarraga. Durante 1718 Lorenzo Fernández Iglesias, maestro mayor de cantería dirigió la labor de cortar los cantos de piedra, trazarlos y labrarlos, con siete oficiales venidos de Morón, y , y en 1720 trabajó otro maestro de cantería Tomás Ignacio García de Paredes, con dos oficiales de . La presencia de estos maestros y el tipo de obra, demuestra que en estos años estaban realizándose las portadas, importantes obras de cantería que se arrastraron hasta 1740, como indica la fecha tallada en la principal, y fue en esta década cuando se terminaron las obras de la iglesia, que se abrió al culto ya completada y más adecuada a las necesidades de la población. Sin embargo las obras no se llevaron a cabo sin problemas pues a finales de 1725 debió haber ciertas irregularidades, ya que el maestro de obras de Sevilla Francisco Díaz26 fue enviado a Cañete por “orden de los señores de la Diputación secretamente a continuar la obra de la nueva iglesia”, trabajando con él el oficial de Sevilla Juan Pizarro, junto con Francisco Miranda, de Cañete . Pero pronto se necesitaron reformas para esta iglesia. No era excepcional esta necesidad de arreglos a pesar de los pocos años transcurridos y de que se trataba de una nueva fábrica, pues las obras generalmente se ajustaban a presupuestos muy escasos y se realizaban sumariamente confiando en posteriores reedifcaciones, lo que debió ocurrir en este caso. En 1764, el Provisor, por petición de la Fábrica de Cañete solicitó de la Diputación de Negocios reparaciones en la torre y la armadura, que fueron reconocidas por Ambrosio de Figueroa, Maestro Mayor de Fábricas, declarando que era preciso derribar el remate de la torre y hacerla más alta pues estaba más baja que la armadura y esto le causaba notable perjuicio, tasando la obra en 12.000 reales de vellón; en cuanto a la armadura informó era preciso desmontarla y reedificarla, obra costosa que ascendería, en un cálculo aproximado, a 21 965 reales. Fue aprobada esta restauración que se planteaba costear secuestrando la cuarta parte del pan y maravedíes. Sin embargo parece que no se acometió, y que se realizaría nuevo proyecto en 1767, pues en un informe de Pedro de Silva de abril de 1778, con motivo de unas reparaciones necesarias en los tejados y sacristía dice: “en el año pasado de mil setecientos sesenta y siete, si el declarante no se engaña, se hizo una gran obra en esta iglesia y en la sacristia, que lo principal de la nominada consistió en tejar de n uevo todos sus tejados, con su sacristía y en la torre también se hizo una gran reparación, como en todo lo demás que por entonces necesitó la citada iglesia, cuya obra la proyectó y visitó el declarante y la ejecutó Antonio de Figueroa, que hoy es también Maestro Mayor de Fábricas y fue su director D. Vicente de Gálvez, vecino de la mencionada villa” . En esta visita de 1778 Silva solicitó que el nuevo informe y aprecio de las obras necesarias lo hiciera Antonio de Figueroa, por ser quién la había ejecutado anteriormente y que se encontraba cerca trabajando en la iglesia de Algodonales. Presentó éste su informe sobre la reparación de los tejados, sacristía y pretiles del porche, que tasó en 7.866, y el Cabildo sevillano acordó que la obra fuese costeada con las rentas de los diezmos . Pocos años después la parroquia de San Sebastián recibió la reforma que le daría su definitiva imagen. A finales del siglo era de nuevo insuficiente para las necesidades de la población, por lo que recibió una considerable ampliación consistente en la adición de un crucero y capilla mayor y otras dependencias siendo proyectada la obra por Antonio de Figueroa. En su informe, firmado el 6 de junio de 1791, alude a las dificultades del proyecto ya que por el lado de la nave del Evangelio el terreno era siete varas inferior al pavimento de la iglesia y dos por el lado de la Epístola, por donde se había proyectado también, junto a la capilla mayor, un cuarto para el tesoro de la iglesia y otro encima para guardar el monumento, un panteón subterráneo para cuarenta y dos nichos, además de otros servicios, siendo necesario sacar los fundamentos de cantería. Se indica asimismo que la capilla en su interior debía cubrirse con bóveda vaída o por aristas, y se tasó esta ampliación en 63.483 reales. Debían existir dos planos realizados por el maestro pues a ellos se alude en una factura firmada por José Francés, proveedor de la obra. Parece que esta obra se debió a la gestiones del párroco D. Francisco Sales de Almeida, quien desde que se hizo cargo de esta parroquia, en 1785, empezó a trabajar para conseguirlo, y se puso la primera piedra el 5 de agosto de 1792, con facultad del Arzobispo D. Alonso Marcos Llamas y Argüelles. El Mayordomo de la Fábrica de la iglesia comunicó en enero de 1793 que se habia empezado la obra, tasada por un alarife de la villa en 38.000 reales y ofrecía pagarla de los bienes y rentas de la Fábrica, pero habiendo una gran diferencia con la tasación realizada por Antonio de Figueroa pidió al Provisor del Arzobispado que de las cuartas partes se aportasen 20.000 reales; al mes siguiente el maestro alarife de Cañete Juan Hidalgo midió la iglesia, por orden del Vicario, que resultó de 524 varas cuadradas, y fue este maestro quién llevó a cabo la obra, como consta en las cuentas de la Fábrica . En enero de 1795 Fernando Rosales, Maestro Mayor de obras de Fábricas de Sevilla, después de reconocer la capilla mayor e informado sobre ella hizo presupuesto de la solería, una vivienda para el sacristán y camposanto anejo, con lo cual se ampliaba la obra iniciada en 1793 ; en mayo de ese mismo año, al solicitar el arreglo de la solería se pidió también la construcción de un nuevo cementerio. Aún no se habían terminado las obras en 1796, pero en agosto de ese año una nueva declaración del Maestro Mayor afirmaba que se habia concluido la cabecera hasta la solería, retablo y escaleras del camarín, resanado y blanqueado la media naranja con sus torales y cubierto la sacristía, construyéndose también su cañón interior y estaba próximo a concluirse el osario. La cantidad invertida fue de 158.000 reales y las escasas obras que faltaban ascendían tan sólo a 36.400 reales. El 27 de mayo de 1797 se declaró que la iglesia estaba terminada y habia sido construida con arreglo a lo establecido . La iglesia, cuyo costo ascendió a 200.000 reales, se había inaugurado el 26 de febrero de 1797, con solemnes funciones que duraron tres días y fueron costeadas por los beneficios de la parroquia, predicando la primera el P. Fray Francisco Pacheco, del orden de la Observancia conventual y lector de la villa de Osuna.

DESCRIPCIÓN DEL TEMPLO LA parroquia tal como hoy se encuentra conserva las dimensiones citadas por los maestros en sus diferentes informes y responde sucesivas etapas. Tiene tres amplias naves separadas por columnas toscanas de piedra a las que se superponen trozos de entablamento dórico decorado con triglifos, que apoyan los arcos formeros, de medio punto, y pilastras que sostienen otro entablamento más reducido con dentículos pareados bajo la cornisa, de la que arranca la bóveda de medio cañón con lunetos que cubre la nave central, alzada a la gran altura que permite el usar dos diferentes soportes superpuestos. Las naves laterales se cubren con bóvedas vaídas. El crucero apoya en sólidos pilares cruciformes y ante él un arco diafragma, sobre el que corre el entablamento denticulado, señala el límite de la zona añadida en 1791; es amplio y está cubierto por bóveda semiesférica segmentada por ocho nervios de perfil caprichoso, que se alza sobre pechinas, con escudos y rosetas. Sus brazos rematan las naves laterales por la cabecera formando capillas cuyas bóvedas vaídas están recorridas por un molduraje formando retícula con pequeñas guirnaldas ornamentales y en los puntos en que se cruzan se superponen rosetones de menuda decoración vegetal. Tras un arco triunfal que toma forma avenerada hacia el interior, se encuentra la capilla mayor, retangular, con bóveda de medio cañón surcada por lunetos muy amplios cuyas aristas limitan tornapuntas y pequeñas rocallas y se unen en un medallón de igual decoración con la figura del Espiritu Santo, altorrelieve muy ingenuo, que armoniza con la que envuelve a los querubines en los lunetos. Al retablo mayor, que también se realizó en 1792 se abre, entre columas salomónicas, un camarín poligonal cuyos lados se calan con transparentes ovales y se decoran con amplias placas de decoración vegetal, roleos y querubines, cubierto con bóveda segmentada por seis nervios de perfil sinuoso que confluyen en una estrella central. En un amplio camarín de la nave del Evangelio se venera hoy a la Virgen de Caños Santos, patrona de la Cañete la Real, y en él recibía culto la Virgen de la Aurora, obra de Duque Cornejo, que fue conducida desde Sevilla en 1740, fecha en que se podría situar la construcción del camarín; ambas obras fueron realizadas a expensas de D. Juan de Figueroa Silva Lazo de la Vega, vecino de la villa. Tiene planta polilobulada con pilastras corintias cajeadas por la que se que descuelga la hojarasca y se cubre, tras movido anillo festoneado y decorado con dentículos, con bóveda de gajos con los símbolos marianos encerrados en medallones con ornamentación vegetal. En este mismo lado, a los pies y ampliando la fachada del templo para armonizar con la que le proporciona el saliente de la torre, se encuentra una capilla cuadrada cubierta con bóveda semiesférica sobre anillo denticulado y pechinas con decoración de estrellas geométricas; la bóveda está surcada por ocho nervios que se enrollan en la base y parten de un medallón central con la figura del Espíritu Santo. En el lado derecho se encuentra la capilla dedicada a Jesús Nazareno; de planta cuadrada y cubierta sobre trompas, se comunica con la nave por arco de medio punto cerrado por afiligranada reja de forja. La sacristía tiene planta rectangular formada por dos tramos cubiertos con bóveda de medio cañón con lunetos y fajones que apoyan, tras la línea de imposta, en vistosas placas recortadas. En el templo son evidentes las cuatro fases en que se construyó. El cuerpo de naves responde a dos etapas: primero, antes de 1715, se construyeron los dos tramos más próximos al crucero, y se completó a partir de esta fecha con los otros dos, más reducidos, que prolongan la disposición de su alzado. Ante éste, realizado mediante columnas y pilares superpuestos evocamos la vecina parroquia de Teba, con un alzado semejante cuyo proyecto y construcción se deben a José Tirado, Maestro Mayor de Fábricas de Sevilla y su Arzobispado. Dado que la iglesia de Cañete se construyó sin licencia no tenemos noticia documental del maestro que la trazó, pero debió tener presente la obra de Teba que se construyó entre 1700 y 1715 o incluso intervenir o asesorar el propio José Tirado. Esta tipología remite a las iglesias columnarias de la tradición mudéjar sevillana, recuperada a principios del siglo XVIII, como en la iglesia de Santa María de la O de Triana que construyeron entre 1697 y 1702 Pedro y Félix Romero, pero en Teba y Cañete se recrece el soporte con los trozos de entablamento y el tipo prospera pues con un alzado semejante se levantaron la iglesia de San Roque de Sevilla construida por Pedro de Silva en 1760 y otras. Así pues los dos últimos tramos de la parroquia de San Sebastián pertenecen a la segunda fase, obra que ordenó Diego Antonio Díaz en 1717 y que llevó a cabo el maestro albañil de Sevilla Silvestre Tirado, sin embargo la presencia de las ménsulas-dentículo que corren bajo la cornisa, elemento muy querido por Díaz que los utilizó en la parroquia de Umbrete y con ritmo pareado como en esta iglesia, así como en la Santisima Trinidad de Carmona, pueden indicar que además del proyecto de los últimos tramos aportaría nuevos elementos en el alzado general de la iglesia, y es lógico pensar que realizase el proyecto de integración general de este espacio. La tercera etapa, que se situa en la segunda mitad del siglo, afectó menos al espacio interior del templo, pues después del reconocimiento de Ambrosio de Figueroa, se redujo a la restauración de las armaduras, sí cambió el exterior al construir una torre de mucha más altura que proyectó Pedro de Silva y ejecutó Antonio de Figueroa. La remodelación definitiva se dio en la cuarta fase. Proyectada en 1791 por Antonio de Figueroa, entonces cambió totalmente el aspecto de la iglesia al añadirsele el crucero, capilla mayor y camarín, además de otras dependencias; los elementos decorativos de esta zona entroncan con el estilo de Figueroa, clarísimos en el camarín con sus nervios formados por placas superpuestas, las formas estrelladas y los óculos. En el exterior la piedra como aparejo de mampostería en los muros, sillería en ángulos enmarcando la portada principal y labrada en las portadas, se combina con el ladrillo, material por excelencia de esta obra, que, formando hiladas, alterna con la mampostería y resalta en la fachada y torre. La fachada principal, ampliada con el saliente de la torre y la capilla de la nave del Evangelio, limita el registro central entre dos pilastrones que marcan la anchura de la nave mayor y sobre ellos se levanta un frontón de ángulos en resalto coronados por bolas. La portada propiamente dicha está labrada en piedra, y se abre con arco de medio punto sobre pilastras cajeadas, cuya rosca, de clave resaltada, tiene placas con decoración vegetal, veneras y escudos, y en las enjutas acantos estilizados rodean unos medallones con la inscripción AÑO DE 1740; está flanqueado por columnas dóricas acanaladas sosteniendo entablamento del mismo orden sobre el que se alzan los extremos de un frontón coronados por flameros abalaustrados. La línea del entablemento se quiebra hacia arriba conservando sólo de una más austera decoración los triglifos que enfatizan el eje central, quedando el resto convertido en ornato vegetal que enmarca un recuadro con una gran placa con escudo que muestra los instrumentos del martirio del santo, rodeado de acantos. Sobre este cuerpo y marcando la transición con ligeros tornapuntas, se alza un ático con hornacina avenerada que cobija la imágen del titular, flanqueada por pilastras dóricas cajeadas con pendientes vegetales y pedestales con placas romboidales; el entablamento, también dórico, sustituye los triglifos y metopas centrales por decoración floral dejando caer sobre la clave del nicho una macolla con querubín, y sobre él dos recias volutas soportando pares de pináculos flanquean el escudo pontificio del remate. Un óculo abocinado sirve de unión con la base del frontón de coronamiento en la cual hay una inscripción: ADORATE DOMINUN IN ATRIO SANCTO ET JUSTO. La fachada se amplia lateralmente, abarcando la anchura de las tres naves además de la extensión de la torre y capilla lateral, y presenta recios dentellones bajo la cornisa, motivo que recorre todo el edificio. Las portadas laterales, también labradas en piedra, resaltan sobre el muro encalado y se abren, sobre pilastras cajeadas, con arco de medio punto de clave resaltada y palmas martiriales talladas en las enjutas, flanqueado por otras dóricas que sostienen entablamento del mismo orden con el anagrama de María, inscripciones y símbolos marianos; se coronan con un frontón curvo que enrolla sus laterales formando vistosas volutas que flanquean una repisa central coronada por cruz, que también se alza sobre la volutas. En la cabecera, de mampostería con hiladas de ladrillo y cadenas de sillares en los ángulos, destaca el volumen del camarín que se vuelca hacia la calle sobre deprimida y apuntada peana. La torre es muy airosa y resalta con gracia los elementos latericios sobre la mampostería encalada. Se alza sobre un basamento de piedra y en sus cuerpos inferiores, cuadrados y flanqueados por pilastras de ladrillo, la decoración corre de uno a otro atravesando la línea de imposta reduciéndose a un apilastrado superpuesto que cobija placas y vanos macizados, adintelados o arqueados, cortándolo una cornisa rematada por pretil con incisiones romboidales y pináculos de piedra entre los que emerge el cuerpo de campanas, que responde a un tratamiento mucho más rico. Se abre con vanos de medio punto flanqueados por pilastras y toma forma octogonal disponiendo los ángulos en chaflán sobre los que cae una pilastra almohadillada sobre placa recortada. Tras un ático recorrido por bulbosos pináculos surge el chapitel, piramidal de caras rectas, en el que con la cerámica vidriada se diseña un atractivo zig - zag. Respecto al proceso de las obras del exterior, las portadas se realizaron en la fase segunda arrastrándose hasta 1740; ya desde 1718 el maestro de cantería Lorenzo Fernández Iglesias estaba dirigiendo la labor de cortar la piedra, viniendo más tarde el también cantero Tomás Ignacio García de Paredes. Es lógico pensar en la intervención de aquel maestro en las portadas, sobre todo comparando con la del palacio arzobispal de Sevilla, obra de Iglesias, con su esquema estilizado y la menuda decoración. Pero el diseño general de los exteriores, el denticulado bajo el alero y otros detalles que guardan relación con Diaz, nos hace pensar que se mantendría el diseño que como Maestro Mayor de las Fábricas del Arzobispado y de la Catedral daría éste, tanto para el interior como el exterior, perteneciendo a este proyecto también los cuerpos inferiores de la torre. En cuanto a ésta, el cuerpo de campanas, que no sobrepasaba la altura de las cubiertas, se deshizo tras el informe de 1764 del Maestro Mayor de Fábricas Ambrosio de Figueroa haciéndolo de nuevo en 1767 Antonio de Figueroa, sin embargo el proyecto no es de ninguno de estos maestros. En un informe de 1778, el también Maestro Mayor de Obras del Arzobispado Pedro de Silva, refiriéndose a esta obra deja claro que el proyecto le pertenece, siendo el ejecutor Antonio de Figueroa45, quien pudo integrar elementos de su propio diseño en la ejecución. El uso del chapitel piramidal alargado de caras rectas es un elemento típico de este último que lo empleó en Bollullos del Condado, y otras iglesias realizadas por él, desde luego en fecha muy posterior a ésta, aunque también Diego Antonio Díaz inició ya esta forma y Silva lo empleó en San Roque de Sevilla46 , aunque ambos concedían más importancia al banco, reduciendo el cuerpo piramidal a simple remate. Lo cierto es que al aparecer este chapitel aquí en fecha tan temprana se sitúa esta obra como una de las primeras en las que toma cuerpo este elemento tan característico de la fase final del siglo XVIII en la arquitectura sevillana. En la cuarta etapa de la construcción el exterior se transformó notablemente con la adición del crucero y capilla mayor, cambios afectaron al volumen general del templo. SIGNIFICADO Y SIMBOLOGÍA ES evidente que un sistema formal conlleva una significación. Ya el romano Vitruvio, en su tratado de arquitectura, prescribió diferentes tipos de columnas a los templos, de modo que fueran acordes con los dioses a ellos dedicados, así según su naturaleza robusta o delicada fueron dedicados los templos dóricos a Júpiter, Marte, Hércules, los de orden jónico a Diana, Apolo, Baco, y los de orden corintio a Venus, Flora, etc. Los tratadistas del Renacimiento, como Serlio, partiendo de las experiencias de Bramante, lograron traducir el sistema alegórico vitruviano para aplicarlo en los templos cristianos. El orden dórico sería el apropiado para los templos dedicados a Cristo, San Pedro, San Pablo o los santos viriles que habían dado su sangre por la fe de Cristo, el jónico para las santas matronas y el corintio para la Virgen María y para aquellos santos y santas que hubieran tenido una vida virginal. Estas ideas fueron recogidas por los tratadistas españoles y Fray Lorenzo de San Nicolás, cuyo libro de arquitectura tuvo gran difusión, como buen religioso también se centra en la aplicación del modo a la arquitectura religiosa48, recomendando el orden toscano para los templos dedicados a Dios y los de las órdenes que demuestren pobreza y humildad, el dórico para los mendicantes, como monacales y claustrales, porque en ellos se junta con la fortaleza y “..a Santos Mártires, cuyos hechos los hayan ilustrado, como a un San Laurencio, un San Esteban ...”, recomendando el corintio para los templos de la Virgen María y de las religiosas consagradas a Dios, y con el compuesto se deberían hacer los templos dedicados a Cristo, por sus dos naturalezas, divina y humana, y también los de órdenes militares. Por supuesto que éstas no eran reglas de aplicación obligada, pero la difusión del tratado de Fray Lorenzo fue enorme, insistiendo también otros en estos puntos y los arquitectos sevillanos han demostrado que conocían la tratadística. En el caso de la parroquia de Cañete la Real hay elementos que nos permiten apuntar un uso alegórico de los órdenes arquitectónicos y una precisa iconografía que remite a su titular, el mártir San Sebastián y también a la Virgen. La austeridad de su alzado es evidente al emplear columnas lisas de orden toscano, enfatizando los triglifos y metopas del entablamento dórico a modo de capitel. En el exterior, la portada principal se resuelve con columnas dóricas y entablamento del mismo orden, con licencias arquitectónicas al quebrarse sobre el escudo central, que muestra las flechas del martirio; en el cuerpo superior, donde preside la imagen del santo en su hornacina, la ornamentación vegetal es más profusa, pero los elementos del capitel y el ritmo del entablamento son también dóricos. Las portadas laterales se componen con un apilastrado toscano, presentando las palmas del martirio en las enjutas y en la clave del arco pequeña cartela con los instrumentos del martirio. El entablamento nos muestra los triglifos y metopas del dórico y en éstas se disponen los símbolos marianos del sol y la luna así como cartelas con inscripciones alusivas a la Virgen María, pues es evidente la devoción mariana en este templo que también se consagró a la Virgen. El remate en hierro del chapitel, la veleta, aunque más moderno, ha conservdo las flechas y el anagrama de María que resumen las devociones que conformaron esta parroquia. LOS MAESTROS QUE TRABAJARON EN LA IGLESIA Por la importancia de los maestros que trabajaron en la parroquia de Cañete la Real me ha parecido interesante aportar una síntesis de su actividad, reseñando algunas de las obras más importantes en las que intervinieron. Pedro Díaz de Palacios Este maestro, porcedente de la Trasmiera, zona de la que han salido excelentes canteros, era vecino de la localidad de San Miguel de Arás y realizaría su formación, a juicio de Celestino López Martínez, en las monumentales construcciones de piedra del norte de España, como Peñaranda (Salamanca), algunas del obispado de Osma y las de Sinobas, Aguilera, Olmedillo, Badocondes, Castrillo de la Vega, Aranda de Duero y Roa en Burgos. En 1569, muerto Hernán Ruiz II, aspiró al cargo de maestro mayor de la Catedral de Sevilla y como tal figura en noviembre de ese mismo año, pero al no haber dado una planta en el tiempo señalado fue depuesto en 1574 por disposición del Cabildo, quien lo sustituyó por Juan de Maeda al que sucedería su hijo Asensio. No obstante Díaz de Palacios puso un pleito al Cabildo sevillano que ganó en 1588, exigiendo la vuelta a su cargo y los salarios desde 1574, aunque no queriendo prescindir los capitulares de Asensio de Maeda, o porque prefirieran alejar a una persona que se había presentado confictiva, le ofrecieron una indemnización vitalicia, que él aceptó, más otra cantidad para volver a su tierra Hasta esa fecha continuó como Maestro de las obras del Arzobispado y su actividad, como arquitecto y retablista especialmente, fue muy intensa. Se ha señalado su intervención en las obras de la iglesia del Pedroso, el sagrario de la Puebla, retablo mayor de Santa María de Dueñas (Sevilla) en 1585, los de Aznalcóllar, Cortegana y San Martín de Niebla; en 1593 diseñó la sillería coral de Sanlúcar la Mayor y un año más tarde dio las trazas para el retablo de Santa María de Arcos de la Frontera. En 1586 había proyectado el monumento para la iglesia vieja de Cañete la Real, que ejecutó Juan Bautista Vázquez. Pero Díaz de Palacios no regresó a las tierras del norte. La catedral de Málaga había sido inaugurada en 1588 por imposición del obispo, abriendose al culto la capilla mayor y crucero, pero el Cabildo pretendía proseguir el templo y Pedro Díaz de Palacios entró a trabajar en la obra como aparejador, título con el que figura en un documento de 1599, en el que se le autoriza a marchar a Sevilla y recoger las trazas y monteas del coro y otras de la catedral que habían quedado en el domicilio de Juan de Minjares, que acabada de morir. En junta del cabildo malagueño de ese año se acordó darle el cargo de Maestro Mayor, con carácter retroactivo desde 1598 en que empezó a ocuparse de la fábrica, y desde entonces hasta 1636, fecha de su muerte, trabajó intensamente en la diócesis de Málaga. En esta etapa no se desarrollaron grandes obras en la Catedral, reducidas prácticamente al coro y las portadas, y otras obras de amueblamiento o efímeras, como el túmulo realizado en 1621 para las exequias de Felipe III. En Málaga dio las trazas y condiciones para la ampliación de la parroquia de San Juan (1620) y los planos de San Pedro (1629), dirigió las obras de San Pedro de Antequera e intervino en las iglesias de , , Guaro, , Benalmádena, Alora, Archez, y . Las iglesias del oeste de la diócesis, algunas de las cuales hoy pertenecen a Cádiz, recibieron obras importantes en el primer tercio del siglo, en las que intervino Díaz de Palacios dando las trazas para Grazalema, Villaluenga, Benaocaz, Setenil, Algatocín y Ubrique y bajo su dirección se realizaron reparos en Gaucín y . También llevó a cabo obras de ingeniería y desde 1619 ostentaba el título de Maestro e Ingeniero Mayor de las obras del muelle de Málaga. Como tal dio las condiciones para la construcción del baluarte del obispo, un puente sobre el Guadalmedina, revisó las obras de la Alcazaba, dirigió diversas obras urbanísticas de la ciudad, y había proyectado una torre fortificada en Churriana.

Diego Antonio Díaz Nacido en Sevilla hacia 1680, fue Maestro Mayor del Arzobispado desde 1705 y como tal realizó o colaboró en la arquitectura religiosa de su tiempo, siendo elegido en 1714 Maestro Mayor de la Catedral, cargos que desempeñó hasta fechas próximas a su muerte, ocurrida en 1748. Su obra nos ofrece la sustitución de unas formas ornamentales de superficies foliadas por un estilo más novedoso, con formalizaciones de vigorosos contornos, vertiginosos ritmos lineales, curvaturas concéntricas y cuerpos geométricos de planos en relieve que buscan la definición de las formas arquitectónicas. Su preferencia por el ladrillo entronca con el sobrio gusto de la arquitectura manierista y de comienzos del siglo XVII, pero no rechazó la piedra y sus trabajos en mármoles polícromos con taraceas, como los del pórtico del órgano de la catedral de Sevilla, así lo demuestran. Sus edificios tal vez ofrezcan sensación de macicez pero la impresión de conjunto es de monumentalidad y elegancia. Una de sus primeras intervenciones fue en la iglesia del Divino Salvador, a partir de 1711, sustituyendo a Leonardo de Figueroa, aunque ya estaba practicamente terminada. Reformó después la la iglesia de Castilblanco de los Arroyos (1710-38) transformando su estructura mudéjar en una iglesia barroca y en cuya fachada, con pilastras cajeadas y abocinamiento, inicia un modelo que repetirá perfeccionándolo en otras obras, como la fachada de la parroquia de San Miguel de Morón de la Frontera (1720-25), construida en piedra y organizada con una doble portada, la exterior con columnas pareadas y arco ondulado coronado con frontón redondo, y la interior con columnas salomónicas. Ese esquema alcanza su mejor expresión en Umbrete. Lugar de residencia veraniega de los arzobispos sevillanos, que contaba con modestas dependencias, el Arzobispo Salcedo y Azcona, que fue protector de Díaz, le encargó el conjunto de la monumental iglesia, que se comunica con el palacio y casa de labor así como un espléndido jardín con fuentes y esculturas, realizados entre 1725 y 1733. La iglesia, simétrica y de noble austeridad, muestra en su interior un alzado de dobles pilastras jónicas que sobresalen por encima de las tribunas, en disposición similar al del Sagrario de la Catedral; en el exterior la torre de campanas, con chapitel, y la del reloj con remate más movido se combinan con hermoso efecto con la altura de la cúpula, pero lo más espectacular es la fachada de ladrillo rojo en la que destaca una atractiva portada con guarnición de pilastras y frontón cajeados, intradós casetonado y vistoso moldurón de líneas quebradas envolviendo la hornacina. Por analogía con esta obra se le ha atribuido la pequeña iglesia del convento de Santa Rosalía, de monjas capuchinas, cuya fachada es rica en molduras recortadas en el ladrillo, repitiendo elementos de Umbrete y enfatizando con fuertes dentellones la cornisa y frontón, que se remata con una cruz en caja moldurda. Este motivo nos ofrece también la iglesia de la Trinidad de Carmona en las dos portadas que se abren en el lienzo de fachada lateral, así como en la iglesia del Nazareno de Lora del Río, obras que se construían entre 1726 y 1731, realizadas por el maestro. En Arcos de la Frontera se ha señalado la presencia de Diego Antonio Díaz en las portadas y retablo del trascoro de Santa María, y la torre pórtico de la iglesia de San Pedro nos presenta en su portada las columnas salomónicas y el típico abocelamiento quebrado, tal como se emplea en obras de Jerez de la Fontera, como el Sagrario de San Miguel, que también se le atribuye La iglesia de Cañete la Real puede considerarse una intervención temprana de Díaz (1715), pero aquí se encuentran ya definidos algunos de los elementos más característicos de su estilo. Como Maestro del Arzobispado también informó en ese mismo año sobre la iglesia de Teba, construida por el maestro José Tirado, dando un informe negativo pues consideraba estaba trazada con impericia y falta de conocimiento, y, por relaciones estilísticas, tal vez interviniera en su portada52. La de la parroquia de , fechada en 1723, puede atribuírsele, no sólo porque en esa fecha él era el maestro del Arzobispado sino por la coincidencia de elementos constructivos y decorativos con otras obras suyas53. Una intervención importante en Màlaga tuvo lugar en 1722 y 1723, en la Catedral. Junto con Vicente Acero informó y revisó la planta de la fachada principal que había realizado José de Bada, firmando los tres el definitivo proyecto54.

Lorenzo Fernández Iglesias Es un maestro experto en cantería que procedía de la zona norte de Burgos, posiblemente de Monegro. En 1694 estaba trabajando en Sevilla pues en esa fecha informa a la Ciudad sobre las obras de la colegiata del Salvador, y en 1696 daba condiciones para la restauración de Santa María de Arcos de la Frontera En 1703 se documenta realizando su obra más importante, la portada del palacio arzobispal de Sevilla. Obraene piedra de singular belleza, destaca en la fachada latericia del edificio, y puede considerarse antecedente de la que posteriormente construyó Leonardo de Figueroa para el palacio de San Telmo. La puerta, recercada con grueso bocelón, está flanqueada por pares de columnas corintias de adornado fuste y recrecidas por trozos de entablamento, y en las enjutas angelillos entre nubes flanquean el escudo archiepiscopal; el cuerpo superior, con balcón de molduraje quebrado y ornamentación floral presenta alegorías de las virtudes junto a otros escudos y se remata con la cruz y dos jarras de azucenas, emblemas de la Curia . Sancho le atribuye la portada del antiguo convento de la Merced situada en la fachada de los pies de la iglesia y trasladada a la fachada principal del edificio al convertirse éste en Museo de Bellas Artes. Menos densa que la anterior presenta también columnas pareadas de orden compuesto recrecidas y de fuste decorado y similar disposición de los angelillos en las enjutas; el cuerpo superior se compone con amplia hornacina flanqueada por esbeltas columncas salomónicas y sinuosas pilastras, recortándose el escudo de la Merced sobre un sugerente vacío. En la zona oriental de la diócesis informó en 1715 sobre la iglesia de Teba, construida por el maestro José Tirado y que en esa fecha prácticamente estaba acabada56; su informe, emitido con Alonso Moreno arquitecto del duque de Arcos, fue opuesto al que dio Diego Antonio Díaz en lo que se refiere a la solidez de la obra, pero fue también negativo criticando la falta de hermosura de la iglesia, que evidentemente fue transformada ya que en el siglo XIX Madoz la consideró “uno de los mejores edificios que se conocen en el pais por su solidez, hermosura, capacidad y riqueza en trabajos artísticos”. La portada de Cañete la Real, realizada entre 1717 y 1740, aunque más sencilla, no cabe duda que puede relacionarse con la del palacio arzobispal y aquí Fernández Iglesias se ocupó muy directamente de la obra que contó con un amplio taller. Pedro de Silva Nacido en Sevilla en 1712, fue uno de los arquitectos más destacados de su época, habiéndose formado con su padre, maestro de albañilería bajo la dirección de Diego Antonio Díaz y posiblemente con este mismo. En su dilatada vida (+1784) desarrolló una actividad muy notable. En 1755 era aparejador de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, nombrado alarife ese mismo año y, al siguiente fue nombrado Maestro Mayor del Arzobispado así como veedor y examinador de alarifes. Trabajó más en la diócesis hispalense que en la propia ciudad de Sevilla, no obstante se encuentra aquí una de sus obras más logradas, la iglesia de San Roque (1760-64), cuyo alzado de columnas toscanas de mármol rojo, destacando en el austero interior, es de una gran belleza, remitiendo al tipo inaugurado en los primeros años del siglo en la iglesia de Santa María de la O en Triana, que también se había utilizado en Teba y Cañete la Real; la portada, de ladrillo visto y moldurado y claridad compositiva mantiene la línea de ornamentación de elementos arquitectónicos y severo molduraje que divulgara Diego Antonio Díaz, mientras que la torre, que se alza airosamente despegada del cuerpo de la iglesia, aún manteniendo aquellas características, supone la aportación más barroca por el fuerte claroscuro que imponen el cajeado de su apilastrado, la introducción de elementos de cerámica vidriada, el vuelo de la cornisa y el apuntado chapitel estrangulado, de ladrillo y cerámica. Hacia 1760 dio los planos para la nueva iglesia de San Juan Bautista en Las Cabezas de San Juan, que dirigieron Lucas Cintora primero y después Ambrosio y Antonio Matías de Figueroa, pero al no conservarse los planos originales, no conocemos las intenciones de Silva. Por los mismos años dio las condiciones para construir la capilla sacramental en la iglesia de San Vicente, que se había arruinado por el terremoto de 1755, disponiendo su exterior, de ladrillo, jalonado de pilastras con un ritmo muy característico. La planta del Sagrario de Santiago, de Ecija, también contemporánea, mantiene la planta centralizada que simbólicamente corresponde a estos espacios, integrándose la decoración de yeserías en época muy posterior. A Silva se atribuyen las trazas de la Cilla del Cabildo sevillano, cuya construcción se inició en 1770, articulando su fachada según el esquema de la Lonja y en su interior el espacio se distribuye en dos plantas rectangulares separadas por pilares o columnas. En la zona de Huelva, la iglesia de San Juan Bautista de la Palma del Condado, cuyas trazas dio Pedro de San Martín en 1756, fue dirigida por él a partir de 1758, desde las cornisas hasta su conclusión en 1776, llevando la ejecución material el maestro local Francisco Díaz Pinto. A Silva se deben las portadas, capillas del crucero, las cubiertas, cúpula de faldones acampanados y el airoso cuerpo de campanas de la torre que con su chapitel apuntado decorado con azulejos, parece crecer junto a las pirámides que rematan la fachada, versión propia inspirada en las de la Fábrica de Tabacos y la Lonja sevillanas. La portada principal mucho más movida que otros diseños suyos, se destaca del lienzo del hastial no sólo por el material, rojo y limpio ladrillo, sino por el movimiento de la planta, la disposición sesgada de las columnas y los recios bocelones que envuelven los vanos. El terremoto de 1755 también arruinó la iglesia de Moguer, que reconstruyó Silva en 1758; la torre, con su airosa disposición y ritmo, y delicada ornamentación cerámica, puede considerarse una versión rococó de la Giralda. Falcón también le atribuye las trazas iniciales de la iglesia de la iglesia de la Merced (catedral de Huelva) y la vincula a través de los esquemas compositivos y decorativos. En la zona de Málaga Silva trabajó en la iglesia de Ardales, interviniendo a partir de 1765 en la restauración de las cubiertas, paredes y escaleras de la torre, y dada la tipología del chapitel, de caras rectas y muy similar a otros proyectados por él, es posible que su intervención en la torre fuera más compleja. En Cañete, el proyecto de 1767 del cuerpo de campanas de la torre le pertenece, como él mismo indica, aunque la realización material fue competencia de Antonio Matías de Figueroa, que plasmó detalles semejantes a los de otras obras suyas como la torre de Bollulllos del Condado. Silva marca la transición desde las fórmulas tardobarrocas hacia unas formalizaciones más puristas que manifiestan un retorno hacia lo clásico, evidente en su preocupación por la uniformidad y la simetría, pero no rechaza los elementos ornamentales de tradición barroca aunque con mayor mesura que otros contemporáneos. Antonio Matías de Figueroa Hijo de Ambrosio de Figueroa59 y miembro, por tanto, de una dinastía de arquitectos que iniciara brillantemente Leonardo de Figueroa a finales del siglo XVII, nació en Sevilla hacia 1734 y se formó en el taller familiar, alcanzando el nombramiento de Maestro Mayor del Arzobispado en 1776. Fue el más prolífico de los arquitectos sevillanos de la época y se puede considerar el último maestro del barroco sevillano, que se prolonga hasta el siglo XIX, constituyendo lo que Bonet Correa ha considerado una fase epigonal del Barroco, en la que se aunan la herencia barroca, el gusto rococó manifiesto en el ritmo suntuosoy libre de los lineal y un cierto puritanismo estético que no podemos confundir con las formas neoclásicas. Una de las más importantes obras de la zona de Málaga, la iglesia de , es obra de Antonio Matías de Figueroa. Sobre un proyecto de su padre, de 177060, reformó la antigua iglesia de cantería y, aunque apartándose a la estructura primitiva, organizó una iglesia de tres naves con bóvedas de medio cañón, y media naranja en el presbiterio. La portada del hastial, labrada en piedra blanca hacia 1773 es bellísima, y según Kubler constituye su diseño más exuberante: con ondulado dintel y bordeada de un vigoroso bocelón, describe curvas muy cerradas envolviendo la hornacina desde la que preside la imagen de la Virgen; lateralmente la enmarca un sinuoso recorte al que preceden las decoradas columnas, coronándose por movido y recortado penacho con escudo pontificio. La esbelta torre, con chapitel de caras rectas recubiertas de azulejos, también la realizó Figueroa, aprovechando el cuerpo basto de la que ya existía. Pero en esta zona Antonio de Figueroa, intervino también en Cañete la Real, en 1767 ejecutando la obra proyectada por Silva y en 1791, ya como Maestro de las obras del Arzobispado, realizó el proyecto de ampliación de la iglesia con el crucero y capilla mayor. Su actividad fue también muy notable en la zona de Huelva. Proyectó la ampliación de la iglesia parroquial de Bollullos del Condado, realizada entre 1775-79; su fachada, de tres puertas, se recorta lateralmente con aletones de sinuoso perfil que sigue el que marcan las molduras de bocelón de las portadas laterales, y la torre, de ladrillo en limpio, caña cajeada y placas recortadas bajo la cornisa, presenta pilastras-estípite de orden toscano en el cuerpo de campanas, rematando con agudo chapitel octogonal de cerámica vidriada, que es afín a la de San Pedro de Huelva. Realizó los planos y condiciones de ejecución de la parroquia de Algodonales, y aunque ligeramente modificados por José Alvarez en 1779, dirigió la obra personalmente Figueroa, quien impuso su estilo. La fachada principal, rematada por frontón sobre pilastras almohadilladas, presenta una fina portada de piedra similar a la de Campillos, cuyo remate se recorta sobre el rosetón estrellado, pero la torre ofrece una solución menos barroca. De un gran barroquismo, en cambio es una de las torres más bellas de Andalucía, la de San Gil de Ecija, con tres cuerpos decrecientes resaltados por columnas o estípites, que dirigió Figueroa, aunque en la obra se marca la huella de Antonio Caballero, importante tallista de ladrillo y yesero, que llevó a cabo la ejecución . A la vez Figueroa se ocupaba en esta ciudad de la capilla del Sagrario de la iglesia de Santa Bárbara y la portada en piedra de la iglesia de Santa María, que aunque más sencilla sigue las pautas de Algodonales. La nueva parroquia de San Pedro de Peñaflor, le fue atribuida por Sancho, ya que desde el primer momento se encargó de su dirección y fue quien realizó los planos de la iglesia antigua para acometer su demolición, siendo maestro de la obra el ecijano Antonio Caballero, a quien se debe la rica ornamentación de yeserías. Fernando Rosales La actividad de este maestro, que Sancho Corbacho considera ya neoclásico, se desarrolló en los últimos años del siglo XVIII y en el XIX. Por ello, su formación es distinta a los maestros anteriores pues fue alumno de la Real Escuela de las Tres Nobles Artes de Sevilla, obteniendo en 1778 el primer premio de Arquitectura, precisamente con un proyecto de un edifico para Academia. En 1786 era arquitecto diocesano aunque el nombramiento definitivo de Maestro Mayor del Arzobispado no lo recibió hasta 1795. Dio informes para obras en las iglesias de la Magdalena en El Arahal y de la parroquia de Chucena (Huelva). Se conservan los planos que dibujó para la capilla de la Escuela de Cristo en Sevilla, que realizada entre 1796-1802, no presenta caracteres barrocos. En Cañete la Real, en 1795, reconoció las obras en curso e hizo presupuesto para la solería y otras secundarias, visitándola repetidas veces hasta finalizar la obra en 1797. Después de este recorrido hemos podido comprobar que en Cañete la Real, muy alejado de la capital de la provincia, situado en el limite entre las dos provincias de Sevilla y Málaga y muy mermada la importancia que alcanzó en siglos pasados, encontramos una iglesia que nos ofrece un conjunto de experiencias de algunos de los más importantes maestros sevillanos del siglo XVIII y el crisol donde fraguaron algunas formas características de esta escuela. Esta parroquia de San Sebastián, cuyas obras terminaron en febrero de 1797, cumple ahora los doscientos años de su bendición solemne. Rosario Camacho Martínez