PROCESO HISTÓRICO Y CONSTRUCTIVO La Primitiva Parroquia De Cañete La Real Ya Existía En 1526 Siendo Su Titular San Sebastián

PROCESO HISTÓRICO Y CONSTRUCTIVO La Primitiva Parroquia De Cañete La Real Ya Existía En 1526 Siendo Su Titular San Sebastián

PROCESO HISTÓRICO Y CONSTRUCTIVO La primitiva parroquia de Cañete la Real ya existía en 1526 siendo su titular San Sebastián. Tenía planta basilical de tres naves y se cubriría con armadura de madera, como era habitual en las parroquiales de finales del siglo XV y comienzos del XVI. Estaba bien dotada y sabemos que para ella el que fue Maestro Mayor de la Catedral de Sevilla, Pedro Díaz de Palacios, en 1586 dió la traza para un monumento que Juan Bautista Vázquez y Jerónimo Hernández se comprometían a hacer, siendo fiador Juan de Oviedo; también contaba con un coro y buen órgano que en octubre de 1716, al ser derribada la parroquia, fue desmontado y trasladado por el maestro de órganos de Málaga Antonio Morodo. La parroquia actual, sobre la que se centra este estudio, es obra de notable interés por sus caracteres formales, pero además porque, realizada a lo largo de una serie de etapas, en ella intervinieron importantes maestros de la escuela sevillana. En 1715 la parroquia se encontraba en estado ruinoso, informando los encargados de la Fábrica que la techumbre se estaba hundiendo y que se veía conveniente acabarla de derribar y hacerla de nuevo, solicitándose la presencia del Maestro Mayor de Fábricas del Arzobispado, para su reconocimiento; lo era entonces Diego Antonio Díaz, quien, en informe fechado en agosto de ese año, indicó, después de reconocer la iglesia, que la mejor solución y más económica era demolerla e invertir el dinero de la reparación y los materiales en una iglesia nueva, la cual ya se había empezado sin la oportuna licencia, pues el Cabildo sólo tuvo noticia de ella a través de este informe. Sin embargo, a juicio de la Diputación de Negocios, que llevaba a su cargo las obras en que debía intervenir el Cabildo, el maestro se había excedido en su cometido al informar sobre la conveniencia de continuar la nueva iglesia, por no habérsele solicitado. El maestro justificaba el informe en que la obra estaba avanzada y sólo faltaban trece varas correspondientes a los dos últimos intercolumnarios, zona que estaba incluso sin cimentar. La nueva edificación, que limitaba con la vieja, tenía también tres naves y sólo se habían construido dos de sus tramos más amplios y, posiblemente, una pequeña capilla mayor A pesar de las reticencias de la Diputación de Negocios el Provisor del Arzobispado dio licencia para demoler la iglesia vieja por su estado ruinoso, y proseguir “la obra de la iglesia nueva que está comenzada”, aplicándole diferentes rentas: 5.600 r. del alcance del Mayordomo de Fábricas anterior, el sobrante anual de la renta de la iglesia una vez deducido el importe de las obligaciones ordinarias y extraordinarias y la cuarta parte de los diezmos . Sin embargo en la reunión del cabildo catedralicio celebrada el 19 de agosto se instó a la Diputación para que el Provisor se opusiera a dicha obra y se solicitó el reconocimiento de otros maestros . Estos fueron Cristóbal Portillo de Abilla y Lorenzo Fernández Iglesias quienes, junto con Diego Antonio Díaz, el 3 de junio de 1716 declararon ante notario que habían reconocido ambas iglesias remitiéndose Díaz a su informe anterior y los otros lo apoyaron, al afirmar que no valía la pena arreglar la parroquia vieja, que siempre quedaría imperfecta por afluir las aguas a una canal maestra que estaba entre las dos iglesias y disponerse la nueva en posición contraria a la vieja, insistiendo en continuar la iglesia nueva. También describen la obra ya realizada que estaba muy adelantada pues se encontraba incluso enlucida y tejada y era la que servía a los vecinos para el culto, pero resultaba aún pequeña para el número de habitantes, por ello los maestros se ratifican en la conveniencia de continuar los tramos que faltaban, obra que aprovechando los materiales del derribo de la iglesia vieja no excedería en mucho la cantidad calculada por Diego Antonio Díaz en su informe anterior. El 21 de octubre de 1716 comenzó el derribo realizando este trabajo el maestro de Cañete Alonso Domínguez y el 2 de diciembre de 1717 empezaron a abrirse las zanjas para los cimientos de la obra nueva, por orden y proyecto del maestro Diego Antonio Díaz; la obra recayó en el maestro albañil de Sevilla Silvestre Tirado colaborando el oficial José de Usarraga. Durante 1718 Lorenzo Fernández Iglesias, maestro mayor de cantería dirigió la labor de cortar los cantos de piedra, trazarlos y labrarlos, con siete oficiales venidos de Morón, Ronda y Teba, y en 1720 trabajó otro maestro de cantería Tomás Ignacio García de Paredes, con dos oficiales de Antequera. La presencia de estos maestros y el tipo de obra, demuestra que en estos años estaban realizándose las portadas, importantes obras de cantería que se arrastraron hasta 1740, como indica la fecha tallada en la principal, y fue en esta década cuando se terminaron las obras de la iglesia, que se abrió al culto ya completada y más adecuada a las necesidades de la población. Sin embargo las obras no se llevaron a cabo sin problemas pues a finales de 1725 debió haber ciertas irregularidades, ya que el maestro de obras de Sevilla Francisco Díaz26 fue enviado a Cañete por “orden de los señores de la Diputación secretamente a continuar la obra de la nueva iglesia”, trabajando con él el oficial de Sevilla Juan Pizarro, junto con Francisco Miranda, de Cañete . Pero pronto se necesitaron reformas para esta iglesia. No era excepcional esta necesidad de arreglos a pesar de los pocos años transcurridos y de que se trataba de una nueva fábrica, pues las obras generalmente se ajustaban a presupuestos muy escasos y se realizaban sumariamente confiando en posteriores reedifcaciones, lo que debió ocurrir en este caso. En 1764, el Provisor, por petición de la Fábrica de Cañete solicitó de la Diputación de Negocios reparaciones en la torre y la armadura, que fueron reconocidas por Ambrosio de Figueroa, Maestro Mayor de Fábricas, declarando que era preciso derribar el remate de la torre y hacerla más alta pues estaba más baja que la armadura y esto le causaba notable perjuicio, tasando la obra en 12.000 reales de vellón; en cuanto a la armadura informó era preciso desmontarla y reedificarla, obra costosa que ascendería, en un cálculo aproximado, a 21 965 reales. Fue aprobada esta restauración que se planteaba costear secuestrando la cuarta parte del pan y maravedíes. Sin embargo parece que no se acometió, y que se realizaría nuevo proyecto en 1767, pues en un informe de Pedro de Silva de abril de 1778, con motivo de unas reparaciones necesarias en los tejados y sacristía dice: “en el año pasado de mil setecientos sesenta y siete, si el declarante no se engaña, se hizo una gran obra en esta iglesia y en la sacristia, que lo principal de la nominada consistió en tejar de n uevo todos sus tejados, con su sacristía y en la torre también se hizo una gran reparación, como en todo lo demás que por entonces necesitó la citada iglesia, cuya obra la proyectó y visitó el declarante y la ejecutó Antonio de Figueroa, que hoy es también Maestro Mayor de Fábricas y fue su director D. Vicente de Gálvez, vecino de la mencionada villa” . En esta visita de 1778 Silva solicitó que el nuevo informe y aprecio de las obras necesarias lo hiciera Antonio de Figueroa, por ser quién la había ejecutado anteriormente y que se encontraba cerca trabajando en la iglesia de Algodonales. Presentó éste su informe sobre la reparación de los tejados, sacristía y pretiles del porche, que tasó en 7.866, y el Cabildo sevillano acordó que la obra fuese costeada con las rentas de los diezmos . Pocos años después la parroquia de San Sebastián recibió la reforma que le daría su definitiva imagen. A finales del siglo era de nuevo insuficiente para las necesidades de la población, por lo que recibió una considerable ampliación consistente en la adición de un crucero y capilla mayor y otras dependencias siendo proyectada la obra por Antonio de Figueroa. En su informe, firmado el 6 de junio de 1791, alude a las dificultades del proyecto ya que por el lado de la nave del Evangelio el terreno era siete varas inferior al pavimento de la iglesia y dos por el lado de la Epístola, por donde se había proyectado también, junto a la capilla mayor, un cuarto para el tesoro de la iglesia y otro encima para guardar el monumento, un panteón subterráneo para cuarenta y dos nichos, además de otros servicios, siendo necesario sacar los fundamentos de cantería. Se indica asimismo que la capilla en su interior debía cubrirse con bóveda vaída o por aristas, y se tasó esta ampliación en 63.483 reales. Debían existir dos planos realizados por el maestro pues a ellos se alude en una factura firmada por José Francés, proveedor de la obra. Parece que esta obra se debió a la gestiones del párroco D. Francisco Sales de Almeida, quien desde que se hizo cargo de esta parroquia, en 1785, empezó a trabajar para conseguirlo, y se puso la primera piedra el 5 de agosto de 1792, con facultad del Arzobispo D. Alonso Marcos Llamas y Argüelles. El Mayordomo de la Fábrica de la iglesia comunicó en enero de 1793 que se habia empezado la obra, tasada por un alarife de la villa en 38.000 reales y ofrecía pagarla de los bienes y rentas de la Fábrica, pero habiendo una gran diferencia con la tasación realizada por Antonio de Figueroa pidió al Provisor del Arzobispado que de las cuartas partes se aportasen 20.000 reales; al mes siguiente el maestro alarife de Cañete Juan Hidalgo midió la iglesia, por orden del Vicario, que resultó de 524 varas cuadradas, y fue este maestro quién llevó a cabo la obra, como consta en las cuentas de la Fábrica .

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