CÁTEDRAS ESPECIALES Y NUEVO PLAN DE ESTUDIOS (1953-1957) Edición De Guillermo Lusa Monforte DOCUMENTOS DE LA ESCUELA DE INGENI
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CÁTEDRAS ESPECIALES Y NUEVO PLAN DE ESTUDIOS (1953-1957) Edición de Guillermo Lusa Monforte DOCUMENTOS DE LA ESCUELA DE INGENIEROS INDUSTRIALES DE BARCELONA Número 22 Escola Tècnica Superior d’Enginyeria Industrial de Barcelona Universitat Politècnica de Catalunya Obertura del curs acadèmic 2012-2013 © Guillermo Lusa Monforte (ed.) Centre de Recerca per a la Història de la Tècnica “Francesc Santponç i Roca” Càtedra UNESCO de Tècnica i Cultura Escola Tècnica Superior d’Enginyeria Industrial de Barcelona Universitat Politècnica de Catalunya Colección Documentos de la Escuela de Ingenieros Industriales de Barcelona, número 22 I.S.S.N. 1137-0238 Depósito legal: B-27374-2011 T.G. VIGOR, S.A. Existe versión electrónica, de libre acceso, de la colección Documentos en la dirección: https://upcommons.upc.edu/revistes/handle/2099/82 La edición de este número de Documentos cuenta con la colaboración del proyecto HAR2010 - 17461 (subprograma HIST) del Ministerio de Ciencia e Innovación (en 2012 denominado Ministerio de Economía y Competitividad) CÁTEDRAS ESPECIALES Y NUEVO PLAN DE ESTUDIOS (1953-1957) Guillermo Lusa Monforte 1.- El régimen franquista sale del ghetto (1953). Repercusiones sobre la ingeniería industrial y sobre la Escuela Es bien sabido que la segunda mitad de la década de los años 1940 constituyó una pesadilla para la diplomacia y, en general, para el régimen franquista. Rechazado por la opinión democrática de todo el mundo, condena- do en la ONU por su connivencia con las derrotadas potencias fascistas, reti- rados prácticamente todos los embajadores de Madrid, cerradas las fronteras, el régimen parecía aparentemente al borde del abismo1. Pero Franco supo en- seguida que se trataba de gestos teatrales destinados a calmar a las opiniones públicas de unos países cuyos gobiernos ya le habían dado seguridades de que nada tenía que temer por su parte. El estallido de la guerra fría (1948) y de la caliente (1950, Corea) reforzó la posición estratégica de Franco, “centinela de Occidente”, que dio lugar a la salida del franquismo del ghetto político y moral en que merecía permanecer, hecho que tuvo su año simbólico de gloria precisamente en 1953. En ese año el gobierno de Franco firmaría el Concor- dato con la Santa Sede (27 de agosto) y los acuerdos con los Estados Unidos (26 de septiembre). Dos años después, el 14-XII-1955, Franco obtenía su más sonado triunfo internacional al ser admitido en las Naciones Unidas el país al que su gobierno oprimía y vejaba2. La Iglesia católica había sido un elemento constituyente del Nuevo Estado franquista3 y había contribuido notablemente a su victoria. Es casi in- 1 La 59ª reunión plenaria de la Asamblea de la ONU declaraba (12-XII-1946) que el régimen de Franco “es un régimen de carácter fascista, establecido en gran parte gracias a la ayuda recibida de la Ale- mania nazi de Hitler y de la Italia fascista de Mussolini”. También declaraba probado que durante la guerra Franco “prestó una ayuda considerable a las potencias enemigas. De 1941 a 1945, la división de infantería de la Legión Azul, la Legión Española de Voluntarios y la escuadrilla aérea Salvador pelearon en el frente oriental contra la Rusia soviética”. Se mencionaba también la ilegítima ocupación de Tánger en 1940, y que “había pruebas incontrovertibles que demostraban que Franco fue, con Hitler y Mussolini, parte culpable en la conspiración de guerra contra aquellos países que finalmente formaron el conjunto de las Naciones Unidas”. La declaración de la Asamblea General finalizaba recomendando que se excluyera al gobierno de Franco de los organismos internacionales y que los miembros de las Naciones Unidas retirasen a sus embajadores acreditados en Madrid. 2 La entrada de España en la ONU se produjo al mismo tiempo que otros 15 países, en una alambi- cada operación diplomática propia de la guerra fría. Junto a España fueron admitidos, entre otros, varios países de la órbita soviética, como Albania, Bulgaria, Hungría y Rumania. 3 SÁNCHEZ JIMÉNEZ, José (1999) “La jerarquía eclesiástica y el Estado franquista: las prestacio- nes mutuas”, Ayer, núm. 33, 167-186. - 6 - necesario recordar las contrapartidas que por ello obtuvo: confesionalidad del Estado, prohibición/persecución de las otras confesiones, dominio absoluto sobre la educación en todos sus niveles (primaria, secundaria y universita- ria), privilegios económicos... Pero dado que el Movimiento de Franco era un conglomerado heterogéneo, unido tan sólo (?) por su rechazo a la Ilustración, a la democracia y por el aferramiento ciego a unos privilegios seculares, fue- ron frecuentes los momentos de tensión entre algunos de sus componentes, tensiones que ‒todo hay que decirlo‒ Franco aprovechó siempre hábilmente para fortalecer su propia posición personal4. Para evitar estas tensiones con los católicos y poner las cosas en claro, Franco se dirigió a Pío XII en 1951 ‒con ocasión del centenario del Concordato firmado entre Pío IX y Bravo Murillo, jefe del gobierno de Isabel II‒ en demanda de la concertación de uno nuevo, “en el que se resumiesen los convenios parciales celebrados desde 1941, que completados adecuadamente, constituyan una norma estable para las amisto- sas relaciones entre la Iglesia y el Estado español”5. Las negociaciones para la firma duraron dos años, y en su desencallamiento jugó un papel decisivo Joaquín Ruiz-Giménez, embajador en el Vaticano. El Concordato no sólo con- firmaría la confesionalidad del Estado, sino que además consagró un estatus privilegiado para los clérigos (libertad e independencia de la jurisdicción ecle- siástica, beneficios fiscales, etc.), grandes competencias a la Iglesia en materia de regulación de vida civil (la enseñanza en sus manos), asistencia religiosa en establecimientos públicos y privados de enseñanza y en las fuerzas ar- madas, obligado cumplimiento de las festividades religiosas, presencia de la alta jerarquía en los órganos decisorios y deliberantes del aparato del Estado, sostenimiento financiero casi sin límites, etc. En contrapartida, el Estado se confirmaba el derecho de investidura, que en la práctica ponía en sus manos el nombramiento de obispos, pero sobre todo el Concordato suponía la conti- nuidad de la función legitimadora de la Iglesia para con el régimen, desde el detalle de la plegaria pública diaria por el Jefe del Estado en todas las iglesias españolas, hasta la integración de la Iglesia en el sistema del Movimiento, la Organización Sindical, el Frente de Juventudes, etc. En resumen ‒señala Tu- ñón de Lara6‒ “la Iglesia recibe unas ventajas materiales y autorizaciones para injerirse en la vida civil, a cambio de una sumisión al régimen e incluso una colaboración activa con el mismo”. 4 Son muy numerosos los libros que tratan del franquismo, pero no tanto los que se centran en la per- sona del dictador. Probablemente el más demoledor, porque muestra al desnudo la mediocridad y vileza del biografiado, es el que escribió ‒seguramente sin pretenderlo‒ su primo “Pacón”: FRANCO SALGADO- ARAUJO, Francisco (1976) Mis conversaciones privadas con Franco, Barcelona, Planeta. Aunque por ahora la obra más completa y rigurosa sigue siendo la de PRESTON, Paul (1994) Franco. “Caudillo de España”, Barcelona, Grijalbo. 5 He tomado este fragmento de la carta de Franco a Pío XII de PAYNE, Stanley G. (2005) El franquis- mo, 2ª parte 1950-1959. Apertura exterior y planes de estabilización, Madrid, Arlanza ediciones, 109-110. 6 BIESCAS, José Antonio; TUÑÓN DE LARA, Manuel (1980) España bajo la dictadura fran- quista (1939-1975), Barcelona, Labor, 266. - 7 - El otro gran acontecimiento del año 1953 para Franco es la firma del tratado militar con los Estados Unidos. A pesar de la condena internacional del régimen de Franco por las Naciones Unidas, los gobiernos de los Estados Unidos se habían manifestado opuestos a intervenir y a acentuar la presión. Para los Estados Unidos “sus intereses nacionales estaban más o menos sa- tisfactoriamente preservados bajo el régimen de Franco”. Un documento de la División de Asuntos Europeos del Departamento de Estado americano lo dejaba bien claro: “La amenaza norteamericana de romper relaciones diplomáticas con España si el pue- blo español, en un período de tiempo, no se libra de Franco, celebra elecciones libres, etc., no produciría ningún resultado positivo. […] La ruptura de relaciones sin una causa grave provocaría un malestar en los intereses económico-empresariales de los Estados Unidos en España. La aplicación de sanciones económicas tendría, a largo plazo, el efecto de desbancar a Franco...posibilidad de una guerra...el resultado final favorecería los intereses de la URSS y, por consiguiente, perjudicaría los nuestros... Por lo tanto, no se debería presionar en ex- ceso a España, ya que no constituye una amenaza para la paz y los intereses nacionales de los EE.UU. están, más o menos, satisfactoriamente preservados bajo el régimen presente7”. En 1949 se produjeron dos acontecimientos internacionales que favo- recieron los intereses de una acercamiento entre Franco y los EE.UU.: la ex- plosión de la bomba atómica soviética y el triunfo de los comunistas de Mao Tse-tung en la guerra civil china. Los jefes del Alto Estado Mayor del ejército norteamericano presionaban al gobierno y a la opinión pública para que ven- cieran sus escrúpulos y que pensaran en los intereses estratégicos y económi- cos de los EE.UU. Y consiguieron su objetivo, pues pocos años después (en 1953) se firmaban los Acuerdos hispano-americanos8, según los cuales los EE.UU. suministrarían material a las fuerzas militares españolas, y a cambio de ello obtenían la concesión de bases aéreas y navales. Quedó oculto para la opinión pública que esas bases iban a ser de carácter nuclear, y que los aviones con carga atómica volarían a partir de entonces sobre territorio español. Ello se sabría años más tarde, el 17-I-1966, cuando dos aviones chocaron en pleno vuelo y varias bombas nucleares cayeron sobre Palomares. En el plano económico, la ayuda norteamericana supuso entre 1954 y 1957 algo más de 500 millones de dólares, y constituyó un balón de oxígeno para la agobiada economía española.