Geometrías Del Poder: Lógicas Y Retóricas De Una Ciencia Del Territorio
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Geometrías del Poder: Lógicas y retóricas de una ciencia del territorio Carlos Reynoso UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES1 http://carlosreynoso.com.ar [email protected] Versión 08.12 – Agosto de 2021 Ilustración de portada – Copia inglesa de un mapa Catawba en piel de venado, ca. 1721. Original presentado a Francis Nicholson, gobernador de Carolina del Sur en 1720. Los Catawba mismos son los del círculo denominado Nasaw, ubicado en el centro geométrico. Biblioteca del Congreso, Washington DC, Dominio Público. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Indians:NW_of_South_Carolina.jpg. Basado en Gregory Waselkov (1989: 435-502, esp. 470). 1 Los aspectos técnicos de este trabajo se desarrollaron con recursos de los proyectos “Redes dinámicas y modelización en antropología – Nuevas vislumbres teóricas y su impacto en las prácticas”, UBACYT 20020130100662 (Programación Científica 2014-2017/2018) y “Dilemas y nuevas perspectivas de la comparación de redes sociales en Antropología”, UBACYT 20020170100703BA (Programación cien- tífica 2018-2020). 1 0. Introducción: Las primeras Geometrías del Poder, literalmente Precisamente porque el espacio se ha convertido en un anhelo de nuestro tiempo ... seduce incluso a los estudiosos a preferir el lema "espacio" para explicar y cubrirlo todo. ... La gente se ha satisfecho dema- siado fácilmente con los slogans sobre el poder que se encuentra en un espacio, o que emana de él, o so- bre la estrechez del espacio, la dominación del espa- cio, la magia del espacio. Walter Christaller según David Blackbourn (2006: 248), tomado de Hans-Dietrich Schultz (1980: 226-227). 0.1 – Genealogía y Arqueología de las Geometrías del Poder En este libro se examinarán los principales acontecimientos que tuvieron lugar, que lo siguen teniendo y que sin duda lo tendrán en el futuro en torno de la idea de geometría del poder (en lo sucesivo, GP), un concepto que se fue articulando en un puñado de disciplinas endémicamente mal comunicadas entre sí y sometidas a una sucesión de mo- das epistémicas de impacto fluctuante, pero que en tiempos recientes goza de un percep- tible empuje en el mercado conceptual de las ciencias sociales o humanas por razones que distan de estar claras y que nunca son las mismas para cada opinador. Aquí pro- pongo entonces examinar la idea desde una perspectiva antropológica y en relación con problemáticas territoriales en una variedad de contextos para tratar de aquilatar su valor en la teoría y en la práctica a través de los casos y los contextos, a fin de deslindar si se albergan en ella los instrumentos fructuosos que se nos dice o si se trata de un enésimo retorno, con leves retoques, de un género metanarrativo agotado hace tiempo pero que cada tanto insiste en ofrecernos más de lo mismo y en encerrarse (o encerrarnos) en confrontaciones que ya han superado el término de su vida útil: la discusión inconclu- yente, narcótica y filosóficamente infecunda en torno de la primacía del espacio o del lugar, o sobre la precedencia del tiempo o del espacio, o sobre la prioridad de lo espacial o lo social, o sobre la dicotomía entre la revolución cuantitativa y el giro cualitativo de turno, todo ello acompañando a la clausura conceptual de las disciplinas sobre sí mis- mas, a la exacerbación del culto a personalidades que han dejado de ser creíbles, a la presión para sumarnos a discursos únicos y bogas teóricas que hoy al fin se saben efí- meras y para resignarnos al conformismo sancionado por la comunidad intelectual ante la declinación de las teorías ligadas a prácticas transformadoras y a tácticas de verda- dera resistencia. Una importante fuente de problemas para la GP es que lo que usualmente se entiende como tal es un cuerpo teórico heteróclito de límites difusos, de definición catacrética y de prestaciones polimorfas. No hay –como sí lo hay en el marxismo– un libreto previo al cual atenerse; cada quien está librado a su suerte, aunque los que tienen una trayec- 2 toria recorrida deben responder con cierta coherencia a los personajes que fueron com- poniendo. Pero a despecho de los amaneramientos intelectuales, de las encerronas auto- destructivas y de las retóricas inconcluyentes en las que el círculo rojo de las GPs do- minantes se enreda cada tantos años, ella no ha sido sólo una práctica académica occi- dental de un formato proclive a reprimendas de pedagogía moral y a consignas de pro- nunciamiento (pos)ideológico de prioridad palpablemente modesta ( for space!, geogra- phy matters!...) sino que es también una forma de organización gráfica y espacial del conocimiento que seguramente (y en algunas variantes) tiene algo para ofrecer. Es, ade- más, como habría dicho el geógrafo espacial Yves Lacoste, una fuente potencial de modelos de y para la lucha política, aunque ahora se revele que las tendencias que hace algunas décadas se creían progresistas y contrarias a los poderes hegemónicos se han ido inclinando hacia posturas cada vez más conservadoras, estetizantes y neoliberales a medida que el tiempo corre y el temple se doblega (Lacoste 1965; 1976; 2014 [1976]; Gentelle 2004; Zamora 2014b; 2019). Sintomáticamente, los marcos conceptuales que se han preciado de conocer mejor los resortes del poder y que se han embanderado detrás de una filosofía concentrada en ello distan de haber desarrollado metodologías, tácticas y estrategias concretas de resistencia susceptibles de modificar el estado de co- sas y hasta carecen de unos cuantos conceptos (ya veremos de cuáles) que surgieron en contextos, enclaves, corrientes teóricas, prácticas y disciplinas que han definido temá- ticas que pasan muy lejos de los asuntos que la geometría del espacio reclama como propios el día de hoy (Lacoste 1976; Friedman 1992; Calvès 2009; Cheater 1999: 1; Zimmerman 2000; Narayan-Parker 2002; 2005; Parpart, Rai y Staudt 2006). Hay muchas GPs, además, antes que una sola, y hay asimismo unas cuantas gemas me- todológicas que tocará recuperar ocultas entre los callejones sin salida, los pronuncia- mientos de propaganda, las tácticas de conveniencia y los laberintos retóricos en que se han complicado los geógrafos y los especialistas de variadas vertientes teóricas y espa- cios disciplinares. Sucede a veces que formulaciones por demás rutinarias pasan por momentos de intensa inspiración, y también a la inversa. Tanto las teorías como los li- neamientos prácticos emanados de las diversas GPs, por añadidura, son susceptibles de encontrarse en otras epistemes, en múltiples sistemas de estratos, espacios, lugares, lo- caciones, territorios y coordenadas en los más distintos contextos culturales y a muy distintas escalas. Estamos lejos de saber cuántas son las GPs que hay o que es posible que haya en el orden global y cuál es la configuración precisa de sus tipologías diferenciales. Eso es al menos lo que trasunta como corolario la imagen de la portada, una estilización geométrica de un mapa regional que se usó tres siglos atrás como instrumento iconoló- gico de persuación y de reafirmación cultural (más que como soporte informativo) en un juego simbólico y deíctico de poder territorial entre sociedades confrontadas y concebi- das como curvilíneas y centrales las más próximas y afines, y como ortogonales, rectilí- neas y periféricas las más diferentes y hostiles entre sí (Waselkov 1989: 470; Lewis 1998: lám. §4). Pocas de las GPs de inclinación discusiva de la academia occidental cultivan iconologías de este carácter. Otras GPs que revisaremos en el cuerpo de este libro se manifiestan de muy otras maneras, algunas de ellas sólo muy leve o circunstan- 3 cialmente geométrica (cf. fig. 01, 0.2, 0.3, 5.1, etc.). No todas las GPs que existen, por otra parte, poseen una iconología articulada o son capaces de estimular un régimen de representación imaginativa –en el sentido estricto de las palabras– capaz de definir el estilo de su geometría. Algunas GPs de las que se encuentran mejor posicionadas en el favor del público se dirían que son geométricamente vacías, logocéntricas, verbosas, iconoclastas, carentes de una imaginería reconocible. Esa circunstancia, al lado de los sucesivos giros y corrimientos de mira y de los recursos performativos que se han multiplicado en lo que va del siglo XXI, demuestra que a tra- vés de las épocas, las modas y las culturas ha habido y todavía hay un número indefini- do de GPs aparte de las que oficialmente llevan ese nombre o de las que consentimos en reconocer como de nuestra incumbencia. Algunos creadores (William Bunge es el pri- mero que se me ocurre) se expresan más a través de una signatura iconológica que me- diante un estilo literario. Hay además geometrías donde menos se las espera o donde hasta no hace mucho se hablaba de esquemas, patterns, sistemas, modelos, espacios, configuraciones, topologías, estructuras, rizomas, campos. Todo el tiempo formulacio- nes teóricas y prácticas espaciales que no pasaban por ser geométricas y no parecían te- ner el poder en su agenda se revelan GPs cuando se las contempla desde ciertas coor- denadas o se las contrasta con otras posturas más o menos explícitas a ese respecto. Hoy se diría que están surgiendo geometrías por todas partes. Uno se pregunta si al lado de las búsquedas legítimas no hay, inconscientemente al menos, un guiño hipócrita es- condido en esta empresa, una falla constitutiva que habría enervado a Spinoza, un sub- terfugio consistente en alentar paradigmas refractarios a todo indicio de métrica, de objetivismo y de axiomaticidad y que no obstante eso pretenden encarnar rigores y gozar de un predicamento casi fundacional haciéndose llamar