Fundación Joaquín Díaz
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Fundación Joaquín Díaz Revista de Folklore Nº 435 Apelar y apellidar ....................................................................................... 3 Joaquín Díaz Notas sobre el uso del término «orive» en Extremadura .......................... 4 Juan Manuel Valadés Sierra Las canciones de lino en los cancioneros de Castilla y León ................... 17 David Martín Sánchez Halconeros y halcones reales ................................................................... 25 Alejandro Peris Barrio Las tormentas en Extremadura: supersticiones, creencias y conjuros (II) . 31 José María Domínguez Moreno El archivo de Julio Senador ...................................................................... 61 José Delfín Val La participación en asociaciones folclóricas como fuente de .................. 63 competencias culturales y democráticas, valores y habilidades sociales SPaulo Adrián Rodríguez Ramos Sumario Revista de Folklore número 435 – Mayo 2018 Portada: Cristo. Platería astorgana, s. XVII. Fondos Caja España en el Museo Etnográfico de Castilla y León. Fotografía J. M. Gamazo Dirige la Revista de Folklore: Joaquín Díaz Producción digital, diseño y maquetación: Luis Vincent Todos los textos e imágenes son aportados y son responsabilidad de sus autores Fundación Joaquín Díaz - https://funjdiaz.net/folklore/ ISSN: 0211-1810 2 Apelar y apellidar e la necesidad de comunicarse con quienes le rodeaban tomó el ser humano la costum- bre de apellidar. Nebrija reconoce la relación entre la palabra con que se llamaba a una persona y el cognomen. Éste venía a ser la forma más eficaz de describir a un individuo con una sola voz. Porque casi todos los apellidos que procedían de esa costumbre retrataban las características físicas de su portador, ayudando a quien lo usaba a ima- ginar las razones por las cuales se le había dado ese calificativo: no cabe mayor ni mejor empleo de la síntesis. Un solo vocablo reunía virtudes, defectos, cualidades, carencias, lacras o cualquier tipo de Dpuntualización que ayudara no sólo a identificar a una persona sino a evaluarla. Un oficio –orive igual a platero–, la condición o la índole –bueno–, el tono del pelo –rojo, bermejo–, el color de la piel –blanco, negro–, servían para denominar a un hombre o una mujer usando unos amplios límites que podían ir desde el elogio hasta el insulto. Algo similar a lo que sucedía con los motes. Parece que fue entre los trovadores y en la Edad Media cuando nació la palabra mote con el sentido de vocablo ocurrente para hacer gracia (bon mot per rire), aunque lo de la risa no lo tuviera precisamente claro aquel peón de Cozcorrita que aparece en la Vida de Santo Domingo de Silos, al que no le molestaba tanto que le azotasen los moros como que le dijeran «malos motes» del tenor de «perro», «hereje» y «vago». Si mote tuvo otros sentidos, como el de lema caballeresco o composición musical (de ahí motete), am- bas acepciones consiguieron menos éxito que la comentada, que vino a ser una especie de epigrama condensado. Si el epigrama, en el fondo, responde al significado de frase acertada que merecería el honor de ser grabada en una placa (recordemos el elogio: «Cómo se expresa esa persona; más que hablar, esculpe...»), tampoco sería equivocada la comparación entre mote y epigrama, ya que el mote terminaba siendo, como el rótulo de una calle, un homenaje popular y público a un individuo o a una familia entera. De motes sabemos mucho los españoles por carácter y por tradición (Marcial, Alcázar, Quevedo, Lope, etc.); ningún pueblo de la Península puede decir «de esta agua no he bebido» ya que la mayor parte de sus habitantes ostentarán, con más o menos orgullo, ese apellido añadido que les Cdistingue del resto. Carta del director Revista de Folklore Nº 435 3 JOAQUÍN DÍAZ Notas sobre el uso del término «orive» en Extremadura Juan Manuel Valadés Sierra Orespes, orífices, plateros ara cualquier persona que se aproxime al estudio de la platería o de la joyería popular en la región extremeña, una de las primeras cuestiones que suscita su curiosidad es la termi- nología utilizada tanto por los especialistas como de manera generalizada, para referirse a los profesionales, quiéranse artistas o artesanos. En efecto, se comprueba enseguida que es muy frecuente el uso del término «orive» para referirse a los plateros u orfebres en esta parte de España; sin embargo, un somero examen de la bibliografía referida a otras regiones de nues- tro país pronto revela que esta palabra apenas se usa allí, o incluso se desconoce, prefiriendo siempre Phablar de plateros o de orfebres. Comprobamos además que en nuestro idioma no faltan otros términos, ya en desuso, para hablar de los maestros y oficiales que trabajan el oro y la plata, como sucede con los «orebçes» que aparecen en textos del siglo XIII al servicio del rey Alfonso X el Sabio y distinguidos por él con la concesión de diferentes heredades (Torres-Fontes, 2006). El término parece haber derivado al de «orepse» que se menciona en 1569 en la primera edición de la Recopilación de las Leyes del Reino de Felipe II (Libro V, Tit. XXII, Ley I) al establecer que «ningún orepse, ni platero sea osado de labrar plata por marco de menos ley de los onze dineros y quatro granos»; el Diccionario de Autoridades de 1737 recoge, sin embargo, la voz «orespe», por «platero y artífice que trabaja en cosas de oro» (V: 54), aunque señala que ya por entonces era un término anticuado. Pero en general, la bibliografía y el uso común en nuestro idioma prefieren el uso de las palabras orífice o, aún mejor, platero; ya el Tesoro de la Lengua Castellana o Española de Sebastián de Co- varrubias se refiere al platero como «El oficial que labra la plata y el oro» (1611: 590v), y el ya citado Diccionario de Autoridades recoge también la acepción «Platero de oro», para referirse al «artífice que trabaja solamente en piezas de oro, ù joyas de preciosas» (1737, V: 293); de hecho, en la primera acep- ción de la palabra «Orífice» que recoge el diccionario de Terreros y Pando, se lee «platero de oro», Premitiendo a su origen latino aurifex (Terreros, 1787: 722). No obstante, un término hoy tan corriente como «orfebre» no se recoge aún en el Diccionario de Autoridades ni en el de Terreros, pues parece de incorporación relativamente reciente a nuestra lengua como derivado del francés orfèvre. También en la América española existían plateros «de oro», propiamente orfebres u orífices, y plateros «de plata»; en el Virreinato del Perú, a finales del siglo XVII el gremio de los plateros, tanto en Lima como en Cusco, agrupaba una amplia gama de artífices que trabajaban los metales preciosos: los plateros de oro u orífices, los plateros de la plata, los plateros de mazonería, que realizaban diseños mediante el repujado o cincelado, los tiradores de oro o batihojas, que laminaban la plata a martillo, los brosladores o bordadores, y los doradores y filigraneros (Lohmann, 1997: 35); dentro de cada especialidad, por supuesto, existían maestros, oficiales y aprendices, al igual que sucedía en la me- trópoli. En el siglo XVIII, tal como pasaba también en el Reino de Castilla, el término platero era el más utilizado cuando, como en la mayor parte de los casos extremeños, los maestros y oficiales trabajaban indistintamente uno u otro metal. Revista de Folklore Nº 435 4 Juan Manuel Valadés Sierra También en Extremadura existían los plateros «de mazonería», que realizaban obras que requerían un dominio del relieve y el repujado, aunque igualmente se llamaba así a los plateros de plata que realizaban piezas de iglesia que conllevaban estructuras de cierta importancia arquitectónica (García Mogollón, 1987: 97); hay que mencionar también a los batihojas, que elaboraban el pan de oro y pla- ta, los tiradores, que hacían finos hilos de los metales preciosos destinados a la industria textil, y por supuesto los filigraneros, que trabajaban preferentemente con la técnica de filigrana que posterior- mente dominará la joyería civil de la región. Uso del término orive Por lo que respecta a la palabra castellana «orive», la bibliografía y el ámbito más coloquial reflejan que su uso para referirse al orfebre o al platero parece estar restringido a la zona más occidental de España; lo encontraremos como equivalente de orfebre o platero con carácter predominante en la Sie- rra de Francia, donde es usual la grafía «oribe» (Lamano, 1915: 557), al igual que en zonas fronterizas de la provincia de Salamanca como los Arribes, o La Ribera, donde se documenta desde antiguo en localidades como Vilvestre, Saucelle, Mieza, y también en poblaciones más al interior, como Hinojosa, y en general por toda la provincia. Se considera vocablo importado del portugués ourives e incorpo- rado en las hablas leonesas occidentales de larga tradición dialectal salmantina1 (Llorente, 1947: 197); con una menor presencia, es palabra que se puede encontrar referida a áreas de Andalucía occidental, Zamora o Ávila2. En Extremadura encontramos la palabra orive con mucha frecuencia, particularmente en el área más próxima a la frontera con Portugal de la provincia de Cáceres, pero no sólo en esa zona, sino también en la propia capital y extendido con carácter general por toda la Alta Extremadura; en tierras de Acehúche, Ceclavín y pueblos de la comarca, al orfebre o joyero se le llama orive, o con la forma dialectal «orivi» (Sande, 1997: 98), algo que sucede también en Zarza la Mayor, en Torrejoncillo y en la capital de la provincia; de hecho es una palabra de uso ampliamente difundido por los núcleos rurales de toda la Alta Extremadura (Velasco, 1980: 37). Aunque de uso más ocasional, el término es utilizado también en la provincia de Badajoz, donde al parecer no sólo servía para referirse al artífice de las joyas de plata y de oro, sino también para definir el conjunto de las joyas que posee una persona y, por extensión, a sus riquezas, de manera que de las personas acomodadas puede decirse que tienen «mucho orive», (Santos Coco, 1952: 540); en general, el término parece aplicarse en Badajoz, y no sólo en esta provincia, a todo conjunto de alhajas de oro (Viudas, 1980: 125).